Apunte 2 La crisis de 1891. Balmaceda y los palimpsestos de la autoridad presidencial. En la presente lección estudiaremos las alternativas que condujeron al régimen de gobierno a su crisis más grave desde la instauración del mismo por Portales en los años 30 del siglo XIX. Nos basaremos como de costumbre, en la obra de los profesores Carrasco Delgado, Campos Harriet y Edwards. Además la obra “Balmaceda y la guerra civil” de Fernando Bravo, Francisco Bulnes y Gonzalo Vial. Más interesantes testimonios y documentos de la época. Estudiar la Revolución o Guerra Civil de 1891 implica esbozar un cuadro de muy variadas causas. En efecto, la crisis de aquél año no tiene un culpable sino muchos que sólo pueden merecer ese calificativo por analogía y tampoco una causa sino muy variadas razones, algunas de las cuales, las más importantes intentaremos estudiar en estas breves notas. En primer lugar hemos de abordar el complejo tema de la denominación del conflicto. La tradicional terminología de Revolución fue la que aplicó el bando parlamentarista vencedor al proceso por el cual lograron el triunfo sobre las fuerzas del gobierno de Balmaceda. Sin embargo en un sentido más estricto el término resulta un poco mezquino. En efecto, la denominación más propia sería la de “Guerra Civil”, debido a que en realidad la sociedad dirigente se dividió en dos mitades casi equivalente. Las consecuencias de la guerra civil fueron también perdurables, mucho más que los efectos de una revolución. Es cierto que el pueblo no participó activamente en el inicio de la contienda, pero si apoyó asi por igual a los dos bandos1. Hoy tiende a emplearse la segunda voz, de Guerra Civil, aunque la polémica continúa más bien en el ámbito del derecho político antes que en la historiografía. Nos corresponde ahora ahondar en las causas que llevarían a la crisis de 1891 y a las fatales consecuencias que sufriría el país debido a ella. Enseguida abordaremos el inicio de la guerra civil, las principales alternativas de conflicto, sus principales aspectos y el fin de la Revolución y del Presidente Balmaceda. LAS CAUSAS DEL CONFLICTO DE 1891 En su obra tantas veces citada, el profesor Carrasco nos da su visión sobre el conflicto y sus causas: La“segunda etapa de vigencia de la Constitución Política de 1833 concluye con una muy grave crisis político constitucional, traducida en la Guerra Civil de 1891. El Presidente José Manuel Balmaceda, no obstante haber sido parlamentarista y opositor al régimen político de inspiración portaliana2, en su gobierno quiso mantener una firme autoridad presidencial. Aspecto en el cual estaba en contra del criterio mayoritario de los partidos políticos de la época. La Revolución o Guerra Civil de 1891 tiene como causas profundas o mediatas principales la declinación del concepto portaliano de gobierno, la transición del decenio del presidente Pérez, el desarrollo de los partidos políticos y de sus criterios sobre el gobierno, las prácticas políticas que llegaron a imperar, tanto en el Congreso como en el Ejecutivo y las luchas a favor de las reformas constitucionales y electorales. Sus causas inmediatas o desencadenantes se encuentran asociadas a las características del gobierno del presidente Balmaceda -si bien se ha dicho que éste fue sólo el actor de la última escena de un drama más extenso y profundo- y culminan en el retardo de la ley de presupuesto para el año 1891, el Manifiesto de Balmaceda del 1° de enero de 1891, la promulgación inconstitucional de dicha ley el 5 de enero de 1891 y en la previa suscripción del Acta de Deposición de Balmaceda, que fue fechada el 1° de enero de 1891.3” 1 Apunte 2 Por su parte don Fernando Campos Harriet indica sobre el particular que las causas serían plurales: lejanas y mediatas, políticas y económicas: “A) Causas Políticas: a) El creciente avance del parlamentarismo sostenido en un principio como ideal reformista por la oposición liberal y concretado en reformas constitucionales durante la dominación de la oligarquía liberal, reformas que, minando la autoridad presidencial, concluyen por dar la supremacía al Parlamento... b) La desorganización de los partidos políticos. Los primeros presidentes pelucones gobiernan por encima de los partidos, Prieto, Bulnes, no necesitan considerar a la oposición, que no existe.... Los presidentes deben gobernar, bajo la dominación liberal, con los partidos políticos... c) La batalla por la libertad electoral. Esta campaña une a los partidos de la oposición. B) Causas Económicas: La tendencia hacia una economía dirigida que tuvo Balmaceda, chocaba violentamente con el espíritu liberal e individualista tan en boga en el siglo XIX... ...Su concepción del destino que debía darse a las riquezas salitreras, que ya hemos estudiado, y hasta su pensamiento de nacionalizar dicha industria, expresado en discursos que pronunció en su visita al norte, en marzo de 1889 y en otros que pronunció en Santiago y en las minas de carbón, hirieron al liberalismo económico que imperaba en forma incontrarrestable en el mundo entero y le acarrearon la enemistad de los círculos financieros internacionales, que se pronunciaron contra Balmaceda. Al iniciarse la revolución, el gobierno no sólo vio cerrada toda posibilidad de créditos, sino que aún no logró que se le entregaran los dos buques de guerra mandados a construir tiempo atrás. C) Causas Sociales: La constituye el ansia de predominio de la oligarquía agrícola y bancaria –sin el contrapeso de la clase media, ajena del todo a la política- que a través del Parlamento, y después de una larga lucha, pretende controlar el poder público. D) Causas Psicológicas: El temperamento meridional, romántico, apasionado del Presidente, chocó contra el carácter de la oligarquía chilena, frío, cerebral, “los ingleses del sur”. Hubo, como en ciertos pleitos matrimoniales, “incompatibilidad de caracteres”.4” Por nuestra parte hemos dividido el estudio de las causas de la Revolución en tres apartados: CAUSAS PSICOLÓGICAS En esta como en otras cuestiones uno de los análisis más lúcidos del tema psicológico surgido entre el Presidente y sus opositores es el que no proporciona Edwards en la “Fronda”: El “Presidente era un hombre joven todavía, de arrogante y distinguida figura, de modales finos y seductores, nacido en un alto rango social, y heredero de un nombre que ya se había ilustrado en la administración de la Colonia. Su inteligencia rápida, su imaginación ardiente, el brillo y la ampulosidad de su verbo, la fogosidad de su temperamento, hacían contraste con el carácter frío; opaco, taciturno y calculador de la alta clase social chilena: los ingleses de la América del Sur” iban a ser dirigidos por un hombre del Mediodía. En el fondo del drama que vamos a presenciar, hubo mucho de lo que en los juicios de divorcio se llama “incompatibilidad de caracteres”. Otro tanto ocurrirá a Alessandri treinta años más tarde... ...Ningún hombre, ningún partido fue responsable de ella (la guerra civil). La evolución parlamentaria, es decir, oligárquica, de nuestro sistema político, venía insinuándose desde largos años atrás: la prosperidad pública, la 2 Apunte 2 creciente riqueza del patriciado, los triunfos militares de 1879, dieron alas al movimiento que tendía a independizar los círculos políticos; la vieja autocracia vacilaba desde largos años atrás sobre sus cimientos espirituales carcomidos; ya no se temía al caudillaje, ni a la anarquía democrática, ni al caos sudamericano; la aristocracia y el poder se encontraban solos, frente a frente. La revolución de 1891, como conflicto armado, fue un hecho accidental; el cambio que ella trajo, de todas maneras se habría producido. Bajo el Gobierno de hombres como Pérez, Pinto o Barros Luco, la revolución que nos llevó del presidencialismo de partido, inaugurado en 1861, al dominio sin contrapeso de los círculos oligárquicos, habría sido gradual y pacífica. Balmaceda hubo de luchar, aun con menos fortuna que Montt, contra una ley histórica. La aristocracia, amedrentada por el desorden y el caudillaje, aceptó la reacción autoritaria de Portales; pero, sus intentos vizcaínos de independencia, sus hábitos feudales de dominación, después de dormitar por algunos lustros, habían comenzado a despertar desde tiempo atrás. Ese poder oligárquico, que sacaba sus fuerzas de la organización misma de la sociedad chilena, era el único capaz de luchar contra la tradición monárquica, heredera de la Colonia, y que Portales restauró. La política de Chile, desde 1849 hasta 1891, se sintetiza principalmente en el conflicto entres dos elementos espirituales orgánicos, ambos pertenecientes al pasado: la aristocracia y la monarquía. Por eso nuestras revoluciones, incluso la de 191, fueron siempre frondas. Cuando en las angustias del combate final, Balmaceda, como los reyes de la antigua Europa en lucha con el feudalismo, quiso apelar al pueblo, al sentimiento democrático, los acontecimientos probaron que el infortunado Presidente había pedido amparo a algo que no existía”5. El Presidente tenía una personalidad dura y avasalladora. No era fácil tratar con él temas políticos. No buscaba colaboradores sino incondicionales. Por ello su círculo de amistades fue extremadamente reducido. Y en un sentido muy preciso, quienes le acompañaron no comprendían del todo sus afanes de autoridad. El mismo elegido por él, para sucederle, don Claudio Vicuña, su más leal amigo, no entendía del todo los propósitos de Balmaceda. En resumen, el carácter aristócrata del Presidente se enfrentaría con el sentimiento aristocrático de sus enemigos. No resulta para nada extraño que el conjunto de los escritos de Balmaceda abunden en referencias a “la dignidad, el honor, la autoridad del Presidente”. Y no es menos indiciario del enfrentamiento psicológico entre el Presidente y el Congreso un gesto presidencial que junto con reafirmar el alto concepto que de la institución de gobierno tenía Balmaceda demuestra la profunda brecha que le separaba de sus contemporáneos: la cantidad de retratos y fotografías del Presidente. Por sobre los 40. Mientras que la sociedad de la época continuaba reverenciando públicamente la austeridad y consentía en un único retrato, en el caso de Balmaceda el afán de destacar su papel junto a la dignidad presidencial le hacía romper directamente con los usos aceptados por la clase dirigente que le motejaba de vanidad y orgullo, acusación no exenta de algo de verdad. CAUSAS POLÍTICAS Es habitual que los estudiosos de la Guerra Civil aborden el tema desde el punto de vista del enfrentamiento entre las dos concepciones de gobierno: la presidencial de Balmaceda y la parlamentaria de la mayoría del Congreso, sin embargo tal explicación no resulta sostenible si se estudia con atención. En efecto, la cuestión política se encuentra en el conjunto de las causas de la Revolución pero no basta por si sola para explicarla. En efecto, el Presidente fue llevado a la defensa “a outrance” del Presidencialismo, no tanto por convicción doctrinaria sino por su enfrentamiento personal con la mayoría parlamentaria. Las convicciones presidenciales de Balmaceda se definirían y fijarían recién en la segunda parte de su mandato cuando experimentara en carne propia los excesos de la mayoría congresista. 3 Apunte 2 Otro factor político que sin duda influyó en la formación del clima necesario para la revolución fue la inestabilidad de los gabinetes. El mismo Balmaceda hubo de organizar 12 gabinetes antes del estallido de la crisis final. Tal cantidad de cambios gubernativos dislocaba la acción del gobierno, hecho apenas disimulado por la fuerte personalidad del Presidente que imprimía a sus ministros un sello característico de su administración. Asimismo es causa política el comportamiento cada vez más volátil de los partidos y especialmente de los partidos liberales o de gobierno. Hemos indicado que el propósito original de Balmaceda al hacerse cargo del mandato supremo fue obtener la unión de todos los liberales. Pero sus intentos fracasaron de la manera más completa debido a que los distintos grupos liberales eran incapaces (según diría Santa María) de todo gobierno. Ello motivó que se frustrara el gran proyecto de lograr la unión de todos los liberales con el objeto de dar apoyo al gobierno. Al final se produciría la situación inversa, la actitud del Presidente lograría unir a todos los partidos en la oposición. Sería el famoso “cuadrilátero” integrado por radicales, nacionales, liberales y conservadores. Otro factor político que hemos de considerar es el fracaso del Presidente en obtener un acuerdo de convivencia política con el partido conservador, la principal fuerza política en apoyo electoral de la época.. No obstante los gigantescos fraudes electorales del propio gobierno era cosa notoria que los conservadores mantenían un enorme respaldo popular y además contaban con el apoyo oficial de la jerarquía. Y no debemos olvidar lo que varias veces hemos apuntado. La Santa Sede nunca olvidó el gesto de Balmaceda en orden a resolver la delicada cuestión del arzobispado de Santiago mediante la preconización de don Mariano Casanova. Ello motivó al Presidente a sondear las sensibilidades del partido de la Iglesia con el fin de determinar si estarían en condiciones de apoyarle. Balmaceda estaba dispuesto a entregarles la mitad de los cupos parlamentarios, pero los conservadores, a pesar de realizar una oposición mucho más moderada al gobierno que los propios liberales y radicales congresistas, estaban obsesionados por un solo tema, la comuna autónoma, empeño personal de su líder don Manuel José Irarrázaval. El fracaso de don Adolfo Ibáñez, Ministro del Interior de Balmaceda en lograr el concurso de los conservadores motivó la caída del gabinete y la completa orfandad política del Presidente. Digamos finalmente que una importantísima razón política de la crisis es la falta de flexibilidad con que los políticos en el gobierno quisieron hacer funcionar el régimen constitucional. Chile había cambiado tremendamente desde los días de Portales, pero esto no era bien entendido por el Presidente y sus incondicionales. Don Mario Barros Van Buren ha sintetizado brillantemente este aspecto del conflicto: “Balmaceda tenía una idea soñadora del Estado, Creía en el régimen presidencial de gobierno, sin claudicaciones. Sólo pensar que el Congreso le diera su confianza para un gabinete le parecía un delito constitucional. Heredero de un gran visionario, como era Portales, quiso transplantar al Chile de 1890 el Estado romano que los gobiernos de Prieto, Bulnes y Montt aplicaron por un feliz juego de circunstancias históricas, y Errázuriz, Pinto y Santa María por lo que Encina llama acertadamente “un escamoteo de democracia. ...Es absurdo culpar de la tragedia a los constitucionales o a la testarudez del presidente, como lo han venido haciendo los chilenos desde hace sesenta años. La verdad es que Errázuriz y Santa María habían olvidado la primera receta de Portales: ir adaptando el régimen a los tiempos. Irle aflojando los tornillos cuando el país le fuera quedando grande a la máquina. Olvidaron que el régimen portaliano era genial porque era, esencialmente, dinámico y progresista. Y que, por sobre los hombres y las ideas, anteponía una clara conciencia histórica. Este último elemento les falló a todos los portalianos chilenos desde Tocornal a Balmaceda. Todos intentaron aplicar 4 Apunte 2 el régimen de 1829 al Chile de 1890. Y como en estas materias el presidente Balmaceda no aceptaba consejos de nadie, la máquina tenía que reventar”6. CAUSAS ECONÓMICAS En nuestras explicaciones generales sobre el periodo liberal indicamos que Balmaceda toma la decisión de dar un uso extraordinario a los recursos que el salitre aportaba a los ingresos fiscales. El Presidente pensaba que Chile no debía dedicar estos ingresos a los gastos ordinarios del presupuesto, ni menos a reemplazar los impuestos personales que los políticos congresistas deseaban suprimir. En el fondo de esta actitud se encuentra la convicción de Balmaceda de que la riqueza del salitre podía desaparecer tan fácilmente como había llegado, pero esta tesis cayó en el vacío. Los políticos contemporáneos del Presidente deseaban la utilización de la nueva riqueza en el aumento de los sueldos y cargos de la administración pública más la apuntada supresión de todos los impuestos. Con el objeto de llevar adelante su vasto plan de obras públicas, en 1887 se crea el Ministerio de Obras Públicas. El Presidente había declarado su deseo de nacionalizar las explotaciones salitreras. Tales declaraciones le valieron el distanciamiento de numerosos magnates salitreros, sin embargo el significado de las palabras de Balmaceda no apuntaba a privar a los propietarios de sus legítimos derechos sino a preferir a los empresarios nacionales antes que a los extranjeros cuando el fisco deseara vender los yacimientos salitreros de propiedad estatal. De estas declaraciones y de su oposición a la formación de carteles salitreros se deriva la supuesta enemistad del Presidente con el llamado “Rey del Salitre”, el especulador y aventurero inglés, coronel John Thomas North (1842-1896). Sin embargo, aunque es cierto que North financió a opositores al Presidente, la distancia de éste con North no se deriva de lo indicado, sino del desprecio que sentía el Presidente con su personalidad aristocrática, por los comerciantes e inversionistas ingleses, a los que consideraba simples mercaderes. Finalmente es interesante analizar la relación entre el presidente y los grandes banqueros de la época, los Edwards, Ross y Matte. Todos los mencionados empresarios formaron en las filas del parlamentarismo. No obstante que la iniciativa de inversiones públicas llevada adelante por el Presidente debía de haberles dejado satisfechos. En verdad hay aquí otra causal que se relaciona con el enfrentamiento de personalidades entre Balmaceda y sus contemporáneos. Al igual que en el caso de North, el Presidente sentía sumo desprecio por los orígenes mesocráticos de los citados banqueros. En su mentalidad de aristócrata no aceptaba que se les llegase a considerar los dueños del país. Y tal actitud no le fue perdonada por los miembros de la banca. ANTECEDENTES DIRECTOS El Presidente no careció nunca de lucidez política, ésta la sobraba. Por ello en la legislatura de 1890 presentaría un primer proyecto de reforma a la Constitución de 1833 junto con la designación de uno de sus últimos gabinetes, el gabinete Sanfuentes. Debe indicarse que esta iniciativa que buscaba rescatar el régimen presidencial o “representativo” (como lo denominaba el Presidente) establecía una serie de innovaciones de gran valor, muchas de las cuales serían más tarde rescatadas por don Arturo Alessandri en la redacción de la Carta de 1925. 5 Apunte 2 Lamentablemente las condiciones políticas explosivas en el parlamento impidieron del todo que siquiera el proyecto fuera discutido. La hora del presidencialismo había pasado para la mayoría congresista y ni siquiera la visión y personalidad del presidente podía dar vuelta la rueda de la historia. En el proyecto Balmaceda proponía: 1) Que se estableciera la independencia de los cuatro poderes públicos: el ejecutivo, legislativo, judicial y municipal; 2) El Congreso gozaría de completa autonomía para legislar y el Presidente para gobernar; 3) Se aumentaba el mandato presidencial a 6 años; 4) Se elegiría al Presidente en forma directa; 5) Se elegiría asimismo un Vicepresidente de la República y éste presidiría el Senado. 6) Se suprimía el veto absoluto; 7) El Senado se elegiría igualmente en forma directa, a razón de 4 senadores por provincia; 8) Las cámaras podrían autoconvocarse a sesiones; 9) Se establecía la incompatibilidad entre los cargos de Ministro de Estado y Parlamentario; 10) Se establece la responsabilidad solidaria de los Ministros y el Presidente por actos inconstitucionales; 11) El poder judicial se generaría por nombramiento del Presidente a propuesta en terna del Senado y la Corte Suprema; 12) Los jueces serían nombrados por el Presidente a propuesta en terna de las Cortes de Apelaciones y las Asambleas provinciales; 13) Se crean las Asambleas provinciales dividiéndose el territorio en 8 provincias de autonomía parcial, gobernadas por un intendente de designación presidencial y una asamblea elegida por el pueblo; 14) Por último, se suprimían las leyes periódicas estableciéndose que la ley de presupuestos no podría postergarse sino que solo aumentarse o corregirse dentro de un plazo determinado7. Como anticipamos, el proyecto no encontró en la mayoría parlamentaria ninguna acogida. La cuestión quedaba planteada y sería retomada más adelante ya en el tiempo de la Revolución. Pero la situación política entre el Presidente y el Congreso seguía degradándose. Hacia mediados de julio de 1890 después de que la mayoría parlamentaria censurara al gabinete encabezado por Sanfuentes (el undécimo del presidente antes de la Guerra Civil), los ministros optaron por permanecer en sus puestos como colaboradores directos del Presidente de la República en virtud de lo dispuesto por la Constitución. Ante tal reacción, apoyada explícitamente por Balmaceda, la oposición dispuesta a emprender la acusación constitucional contra todos los ministros, organizó varios actos y exigió la dimisión del gabinete. Balmaceda se negó a escuchar las peticiones en tal sentido indicando que defendería sus prerrogativas exclusivas de designar y cesar a sus ministros por su sola voluntad. Es más, se anunció que estaba dispuesto al golpe de Estado con tal de evitar la acción del Congreso. Finalmente la cuestión solo pudo ser zanjada por el arzobispo de Santiago, don Mariano Casanova, quien ofició como mediador entre ambos bandos. Producto de su esfuerzo se logró un acuerdo de compromiso: las cámaras aprobarían las leyes de contribuciones y luego el gabinete renunciaría para dar paso a un nuevo ministerio encabezado por don Belisario Prats con ministros que estuvieran ajenos al debate político8. 6 Apunte 2 Producida la citada aprobación de la ley periódica de contribuciones, advino el nuevo gabinete que se comprometió a desempeñar sus funciones mientras contara con las confianzas combinadas del Congreso y del Presidente de la República. Sin embargo, estas auspiciosas gestiones llegaron a un abrupto fin con la renuncia colectiva del gabinete. Ella se produjo pues los ministros deseaban una genuina libertad electoral en las siguientes elecciones y a sus espaldas se rumoreaba que Balmaceda y sus incondicionales planeaban una gigantesca intervención electoral. La renuncia produjo un tremendo revuelo. Las cámaras convocadas a la legislatura extraordinaria para la aprobación de la ley de Presupuesto de 1891 y la ley sobre fijación de las fuerzas de mar y tierra, determinaron suspender la tramitación de ambas iniciativas. La lanza de la guerra había sido clavada en el foro de la República. Tocaba al Presidente Balmaceda determinar si recogía el fatal desafío, que hundiría al país, por primera vez desde el nacimiento del orden constitucional de 1833, en el abismo de la Guerra Civil. EL ESTALLIDO DE LA CRISIS, EL DECRETO DE 1° DE ENERO DE 1891 Y EL ACTA DE DEPOSICIÓN DE BALMACEDA. Llegamos así al 1 de enero de 1891. Las fuerzas dominantes en el Congreso habían hecho imposible la aprobación del presupuesto para 1891. La denunciada intervención electoral masiva que planificaba el gobierno para revertir la situación había provocado la renuncia del gabinete y por ello Balmaceda se encontraba solo frente al Congreso. En vistas a la situación y en la imposibilidad de gobernar sin ley de presupuesto, el presidente emite un manifiesto al país en el cual anuncia su decisión de no someterse a la imposición del Congreso Nacional. En este documento Balmaceda justifica su posición ante el país y ante la historia. Transcribimos los principales párrafos de dicho manifiesto9: Hoy día 1° de enero de 1891, me encuentro gobernando a Chile en las mismas condiciones que durante el mes de Enero y parte de Febrero de 1887; sin ley de Presupuestos y sin que se haya renovado la ley que fija las fuerzas de mar y tierra. Todos los Presidentes desde 1833 hasta la fecha, con excepción de uno sólo, hemos gobernado la República durante años, meses o días, pero siempre por algún tiempo, sin ley de Presupuestos y sin la que fija las fuerzas de mar y tierra... No se pueden dictar leyes sin el asentimiento del Jefe de Estado, porque éste tiene por los artículos 35, 36 y 37 de la Constitución, la facultad de vetarlas parcialmente o en forma absoluta. No puede entonces sostenerse por el Congreso, que en el ejercicio de sus atribuciones legislativas pueda imponer al Presidente la dirección y el Gobierno de Chile, porque esta pretensión es inconciliable con las prerrogativas del Jefe de la Nación10 e incompatible con la libertad, la independencia y la responsabilidad de los poderes constitucionales de Chile. Las atribuciones del Congreso sobre el Poder Ejecutivo son meramente fiscalizadoras de críticas o de acusación de los Ministros durante el tiempo de sus funciones y hasta seis meses después; o de acusación al Presidente de la República cuando haya concluido su periodo legal. Estas son las armas que la carta ha puesto en manos del Congreso para contener los abusos del Presidente y sus Ministros. Pero no puede deducirse de aquí la pretensión extraordinaria de paralizar la marcha constitucional de atentar contra el ejército y la armada o contra la administración pública porque el Presidente no abdica el derecho de nombrar libremente a sus Ministros o porque no se somete a los designios de la mayoría legislativa. 7 Apunte 2 En nombre de un pretendido régimen parlamentario, incompatible con la República y el régimen popular representativo que consagra la Constitución, se ha querido, por causas exclusivamente electorales, adueñarse del gobierno por Ministros de la confianza de la mayoría del Congreso. Ni como chileno, ni como Jefe de Estado, ni como hombre de convicciones, podía aceptar el rol político que pretendía imponerme la coalición parlamentaria... ...No puedo dejar entonces ni por un instante de administrar el Estado y conservar el orden público y la seguridad exterior de Chile. En obedecimiento a la Constitución, debo administrar el Estado y mantener el orden interior y la seguridad exterior de mi patria; y en consecuencia, conservaré el ejército y la armada y pagaré los servicios que constituyen la vida esencial y la existencia misma de la República. La situación quedó definida. Se quería que abdicase o que me sometiese a la coalición parlamentaria... ...Por honor, por deber, por convicción íntima de lo que es y debe ser el gobierno de Chile, y porque se me provocó a un duelo irrevocable, clausuré el Congreso y asumiré toda entera la responsabilidad de los acontecimientos... ...Puede haber irregularidad en la administración pública, por haber frustrado la mayoría del Congreso la aprobación de las leyes constitucionales que más interesan al mantenimiento de las instituciones; pero la mayoría del Congreso no tiene el poder de derribar la Constitución y de aniquilar el Poder Ejecutivo, como no tiene el derecho de excitar a la anarquía y proclamar la revolución. Este es el dilema. Opto por el gobierno representativo que ordena la Constitución. Lo practicaré por mi parte y lo haré practicar en obediencia al art. 72 que me manda hacer guardar a todos la Constitución de Chile. Preciso decirlo a la faz de la República entera, no triunfará (el Congreso) con mi concurso. No reconozco las pretensiones del Congreso y por eso no disuelvo el Ejército y la Armada, porque sería concluir con el orden público en el interior y con la seguridad exterior de la República; ni dejaré sin remuneración a los servidores de Chile, porque eso sería concluir con la administración y el gobierno del Estado. No soy desconocido de los chilenos y se me llama sin embargo dictador. Para que se me llamara dictador con justicia, sería menester que hubiera llegado al mando supremo en brazos del motín o de la revuelta, que me hubiera mantenido en la presidencia por más tiempo del fijado a mi periodo constitucional, que hubiera atropellado en provecho propio o de los míos las leyes y el orden establecido, que hubiera aprisionado ilegalmente a los ciudadanos o que hubiera difundido el terror... En pocos meses más habré dejado el mando de la República. No hay en el ocaso de la vida política, ni en la hora postrera del gobierno de un hombre de bien, las ambiciones, ni las exaltaciones que pueden conducir a la dictadura. Se puede emprender la dictadura para subir al poder, pero no está en la lógica de la política ni en la naturaleza de las cosas que un hombre que ha vivido un cuarto de siglo en las contiendas regulares de la vida pública, emprenda la dictadura para dejar el poder. No tengo ya honores que esperar, ni ambiciones que satisfacer. Pero tengo que cumplir compromisos sagrados para con mi patria y para con el partido liberal que me elevó al mando y que hace el gobierno en conformidad a la doctrina liberal, sin alianzas ni abdicaciones, sin afectación y sin desfallecimientos. Es la hora solemne. En ella cumpliremos nuestro deber. J. M. Balmaceda. Con fecha 5 de enero de 1891 dictaría un decreto supremo inconstitucional que daba por aprobado el presupuesto haciendo regir la ley del año 1890. Con esta norma el Presidente rompía el marco jurídico de su mandato y se ponía al margen de la Constitución. El decreto rezaba: 8 Apunte 2 “Teniendo Presente Que el Congreso no ha despachado oportunamente la ley de presupuestos para el presente año; Que no es posible, mientras se promulga dicha ley, suspender los servicios públicos sin comprometer el orden interno y la seguridad exterior de la República, decreto: Mientras se dicta la ley de presupuestos para el presente año de 1891, regirán los que fueron aprobados para el año 1890 por la ley del 31 de diciembre de 1889”11. La reacción de la mayoría congresista no se hizo esperar, pero antes de señalarla debemos examinar brevemente el pronunciamiento de la Corte Suprema, actor injustamente olvidado en el drama de la Revolución. El 7 de enero la Excelentísima Corte Suprema adoptaría el acuerdo que significaría su disolución por parte del Presidente Balmaceda: “En Santiago de Chile, a siete de Enero de 1891, reunidos los miembros de la Corte que suscriben, se dio cuenta del decreto del Ministerio de Hacienda N° 40 de fecha cinco del presente, por el cual se ordena que, mientras se dicta la ley de presupuestos para el año actual de 1891, regirán los que fueron aprobados para el año 1890 por la ley de 31 de Diciembre de 1889. Las Cortes, en vista de la facultad que acuerda el número X del artículo V de la ley de 20 de enero de 1888, acuerda representar al Presidente de la República que el expresado decreto no está ajustado a la ley que, en consecuencia, suspende la toma de razón. La Corte, al protestar el mencionado decreto, estima que todos los demás que deriven de él, son igualmente ilegales y, por lo tanto, se hace extensiva a ellos la referida protesta.”12 La mayoría parlamentaria había planeado cuidadosamente su curso de acción. Un año antes del citado conflicto los líderes del Congreso habían entrado en negociaciones secretas con la oficialidad de la Armada a fin de obtener su apoyo en caso de que Balmaceda intentara clausurar el Congreso. En efecto, esta idea rondaba tanto en los círculos de la Moneda como en el Congreso. Balmaceda incluso llegó a entrevistarse con los jefes militares a inicios de 1890 a fin de plantearles la posibilidad de tomar acciones más drásticas. Los militares le contestaron que estaban a su lado. Por desgracia el Presidente vaciló y no tomó las medidas para actuar con prontitud. Un año después la situación era muy diversa. En efecto, los líderes congresistas habían sellado una sólida alianza con los oficiales de la armada, quienes, tal vez por proximidad con las élites parlamentarias o por la afinidad que les nacía de su formación británica, veían con buenos ojos el régimen parlamentario preconizado por los líderes del Congreso. Ante los hechos consumados por Balmaceda la mayoría congresista contestó con un acto igualmente inconstitucional: la llamada “Acta de Deposición” del Presidente. Como es bien sabido, el único mecanismo regular de destitución del Presidente de la República era la formulación de la correspondiente acusación constitucional y su posterior juzgamiento por el Senado. Sin embargo los enemigos del Presidente carecían de la suficiente mayoría para incoar dicho procedimiento contra Balmaceda. Por ello recurrieron a su vez a este proceso ilegal, que paradojalmente invocaban para “restablecer el imperio de la Constitución. El Acta se componía de un total de 15 considerandos y dos declaraciones. Veamos sus principales acápites13: “Acta del Congreso Nacional. Nosotros los representantes del pueblo chileno en el Congreso Nacional, teniendo en consideración: 1° Que los numerosos delitos cometidos por las autoridades administrativas contra el poder electoral de la República, para falsear la expresión de la voluntad y protegidos por el Presidente de la República y sus ministros, desoyendo las representaciones de la Comisión Conservadora y haciendo por lo tanto suya la 9 Apunte 2 responsabilidad de los funcionarios culpables, conforme al precepto contenido en el N° 2 del artículo 49 de la constitución del Estado; 2° Que las policías de seguridad, confiadas al Presidente de la República para custodiar el orden y resguardar los derechos de los ciudadanos, han sido empeladas en organizar y dirigir turbas asalariadas del populacho para promover los más vergonzosos y criminales atentados contra el orden público y para atropellar los más fundamentales derechos de los ciudadanos, llegando a ser dicha fuerza una constante amenaza para ellos y desapareciendo así el fin primordial del establecimiento de la autoridad; que el Presidente de la República y sus ministros se han hecho sordos a los gritos de la indignación pública y a las constantes reclamaciones del Congreso y de la Comisión Conservadora por aquellos actos, que las autoridades han dejado impunes, asumiendo su responsabilidad; 4° Que el Presidente de la República ha violado constantemente la fe pública, oficial y solemnemente empeñada varias veces por medio de sus ministros; 5° Que el mismo funcionario ha dilapidado los caudales públicos, disponiendo de ellos fuera de presupuestos, creando empleos y comisiones remuneradas con fondos nacionales, sin intervención del Congreso, consignada en el inciso 10 del artículo 28 de la Constitución; 7° Que por causa del desconocimiento de estas atribuciones el Presidente de la República intentó no ha mucho cambiar la forma consagrada de nuestro gobierno manteniendo un gabinete censurado por las dos ramas del Congreso14 y a quien éste había negado las contribuciones y llegó hasta gobernar sin ellas, causando al fisco pérdidas ingentes y a la nación las perturbaciones más graves; 8° Que clausurando el Congreso, porque se oponía con varonil firmeza a la invasión de los derechos más preciados del pueblo, faltando a su palabra, empeñada para sancionar leyes pendientes y necesarias para garantir aquellos derechos; 12° Que poniéndose con estos atentados en abierta rebelión contra el orden constitucional, el Presidente de la República ha incurrido en el crimen de la alta traición contra el Estado y queda fuera de la ley, que ha jurado solemnemente guardar y hacer guardar; 14° Que es atribución exclusiva del Congreso establecida en el inciso 4° del artículo 27 y en el artículo 65 de la Constitución, declarar cuando por enfermedad, ausencia u otro motivo grave, y cuando por muerte, renuncia u otra clase de imposibilidad absoluta el Presidente de la República no pudiese ejercer su cargo; 15° Que los crímenes mencionados y de que se ha hecho reo el actual Presidente de la República no pueden constituir un motivo más grave ni continuar en el ejercicio de su cargo; En mérito de las consideraciones precedentes, nosotros miembros del Senado y de la Cámara de Diputados de Chile, invocando al Supremo Juez del Universo, en testimonio de la rectitud de nuestras intenciones, con tranquilidad interior, atender a la común defensa y afirmar los beneficios de la libertad y de la leyes, en nombre y por la autoridad del pueblo que representamos, solemnemente declaramos: 1° Que el Presidente de la República, Don José Manuel Balmaceda, está absolutamente imposibilitado para continuar en el ejercicio de su cargo y en consecuencia que cesa en él desde este día; y 2° Que están igualmente imposibilitados para reemplazarlo en ese cargo sus ministros del despacho y los consejeros de Estado, que han sido sus cómplices en los atentados contra el orden constitucional. Y en consecuencia designamos al señor Don Jorge Montt para que coadyuve a la acción del Congreso a fin de restablecer el imperio de la Constitución. Santiago, Enero 1° de 1891. El Acta fue suscrita varios días después pero fechada con el 1 de enero a fin de despojar a Balmaceda de sus prerrogativas desde el primer momento de la revolución. El párrafo final en donde se solicita el apoyo de don Jorge Montt, comandante en jefe de la escuadra, demuestra 10 Apunte 2 que este documento estaba perfectamente planificado con anterioridad y que los movimientos de los congresistas habían anticipado la reacción presidencial en su contra. Junto con el acta de deposición circularon en Valparaíso numerosos panfletos atacando al gobierno, siendo el más importante el manifiesto que los mismos congresistas hicieron a la Armada para sublevarse contra Balmaceda. El 7 de enero de 1891 el Presidente recogía el guante. Con esa fecha mediante otro decreto supremo disolvía las cámaras legislativas, declaraba en receso a los tribunales superiores de justicia y suspendía todas aquellas leyes que embarazaren el ejercicio de las facultades que fueren necesarias para resguardar el orden y la tranquilidad pública y la seguridad exterior del Estado. Conjuntamente con esta declaración se convocaba a elegir un “Congreso Constituyente” con fecha 1° de marzo de 1891, manteniendo la fecha de las elecciones presidenciales. DESARROLLO DE LA CRISIS, LAS FUERZAS DE AMBOS BANDOS Planteadas así las cosas en el ámbito del derecho, debemos hacer un sumario examen a las alternativas del conflicto en lo social y militar. El gobierno, erigido en dictadura, contaba con el irrestricto apoyo de la oficialidad del ejército y de algunos oficiales de marina que se habían negado a prestar su concurso a los sublevados de la armada. Balmaceda pasó a organizar la administración y los poderes públicos con el objeto de preparar una ofensiva que tendría por objeto aplastar a la Junta revolucionaria instalada en Iquique. Se declararon vacantes los puestos de la administración que correspondían a funcionarios no adictos a la causa presidencial. De la misma forma el poder judicial fue depurado de elementos parlamentaristas. Como hemos dicho el presidente declaró disuelta la legislatura e hizo elegir a un nuevo Congreso, totalmente afecto a sus planteamientos. Debido a la gravedad de la crisis este Congreso adquirió el carácter de constituyente. Y en tal calidad llevó adelante una reforma constitucional que mucho se asemejaba al proyecto presentado por Balmaceda y del cual ya hemos reseñado sus principales aspectos. Este nuevo proyecto agregaba a las iniciativas del proyecto de 1890 las siguientes: 1) La disolución del Consejo de Estado y la Comisión Conservadora; y 2) La autonomía Municipal. Sin embargo, pese a contar con una mayoría incondicional en el Congreso Constituyente, el proyecto no logró aprobarse. En efecto, la Cámara le dio su aprobación, pero no logró la misma aceptación en el Senado. En la cámara alta sería uno de los principales asesores del Presidente, don José Miguel Valdés el que lo atacaría en forma más categórica: “importaba (dijo) la abrogación de rodas las conquistas liberales alcanzadas en el último cuarto de siglo”15. El proyecto, redactado por el Ministro Julio Bañados Espinoza, no logró el apoyo de la cámara alta que debía la totalidad de sus escaños a la voluntad del mismo Presidente. Ello demuestra que la tesis presidencial o representativa era incluso minoritaria en los mismos círculos balmacedistas y permite asegurar que el Presidente estaba casi por completo aislado de los dirigentes de su generación16. Además debe de reiterarse que la postura del mismo Balmaceda evolucionó a lo largo de su mandato desde el parlamentarismo al presidencialismo: “...es inescapable concluir que las teorías e interpretaciones jurídicas de Balmaceda y Bañados –por todo lo doctas, inteligentes y hasta visionarias que pudiesen ser- no eran causa de su postura política, sino justificación de ella. La eventualidad contraria aparece no imposible, pero sí extremadamente improbable”17. 11 Apunte 2 Asimismo se llevaron a cabo las elecciones presidenciales que debían verificarse el mismo año. El único candidato y triunfador en la elección celebrada el 25 de julio de 1891, fue don Claudio Vicuña, ministro y amigo personal del presidente y uno de los escasos apoyos que éste tenía entre los grandes magnates de la época. Vicuña prometió un gobierno de reconciliación nacional, pero sus buenos deseos serían frustrados por los resultados de la Guerra Civil, pues no pudo asumir la presidencia del país, pues todos los actos del gobierno, posteriores al 1 de enero de 1891, fueron declarados sin valor alguno tras la derrota de Balmaceda en Concón y Placilla. El gobierno procuró organizar la defensa del territorio nacional de la mejor manera posible. Sus representantes forzaron la recluta a lo largo de todo el país y ello le valió aumentar el rechazo que la causa presidencial despertaba en la población. Sin embargo la torpeza e intransigencia de algunos de los más destacados colaboradores del Presidente en esta tarea hizo que rápidamente la población (los sectores medios y populares, quienes no habían intervenido en la crisis) se volvieran contra el gobierno, como en el caso del joven Intendente Sanfuentes que en Concepción volvió a la ciudad entera en contra del Presidente y la entregó en manos de los congresistas, debido a su odiosa política de persecución de los disidentes del régimen. Por su parte las fuerzas congresistas se habían trasladado a Iquique, allí se constituyó la Junta Revolucionaria o Congresista, integrada por don Ramón Barros Luco presidente de la Cámara de Diputados, don Waldo Silva, vicepresidente del Senado y el capitán de navío y Comandante en Jefe de la Escuadra, don Jorge Montt Álvarez, como presidente de la misma. Debe indicarse que los primeros actos de la Junta estuvieron destinados a controlar la exportación salitrera a fin de adquirir armamento con el cual formar un ejército revolucionario que atacara a Balmaceda. Los congresistas dominaban el mar gracias al concurso de la Armada y por ello se sentían libres para poder desembarcar en cualquier momento, esperando tan solo el adiestramiento de sus hombres, los cuales estaban bajo la eficiente conducción del coronel prusiano don Emilio Köerner18. Los primeros combates tuvieron lugar en el norte del país en la lucha por el control de las salitreras, así se verifican los combates de San Francisco, Huara ,Iquique y Pozo Almonte. El gobierno balmacedista logró que se despacharan desde Inglaterra las torpederas Lynch y Condell, gracias a las cuales pudo atacar al buque insignia de la armada congresista, el Blanco Encalada. El acorazado fue hundido y tan solo un milagro salvó a Ramón Barros Luco, miembro de la Junta que se encontraba a bordo de ser muerto en el naufragio19. Pero no obstante este resonante éxito, el destino de las acciones militares en el mar estaba en manos de los congresistas que poseían una inmensa superioridad naval. Gracias a ello pudieron obtener armamento proveniente de Estados Unidos y Europa. Esta circunstancia determinaba un aspecto muy importante del conflicto, y es que quien debería tomar la iniciativa del ataque era el bando revolucionario. El Presidente se vio en la obligación de organizar numerosos cuerpos de ejército relativamente independientes que pudieran repeler la ofensiva. Mientras tanto la situación en el sector gobiernista se deterioraba. El gobierno se enfrentó con los sectores más importantes de la sociedad. El conflicto tomaba así su más desagradable cariz, el de la humillación y escarnio de los opositores. La opinión de los medios más influyentes era contraria a la causa balmacedista. Los propagandistas de la dictadura procuraron difundir tres ideas en su favor: a) Balmaceda era la encarnación de la democracia que se enfrentaba contra los privilegios de la clase aristocrática explotadora del pueblo; 12 Apunte 2 b) Los congresistas estarían en oscuras negociaciones con Perú y Bolivia para cederles territorio a cambio de su auxilio y; c) Los congresistas serían sinónimo de caos y anarquía. Por desgracia para los intereses de Balmaceda, el pueblo no creyó ninguna de estas tesis. De hecho el repudio por la causa presidencial se volvió general al alcanzar a las mujeres y a la Iglesia. En el caso de las señoras, las mujeres de los líderes revolucionarios que habían quedado en territorio balmacedista fueron sujetas a toda clase de vejaciones por parte de la policía y finalmente se las desterró20. Por su parte en relación con la Iglesia, pese a sus iniciales intentos por congraciarse con la Jerarquía, Balmaceda tomó varias medidas contra las libertades eclesiásticas debidas a la antipatía que casi la unanimidad del clero sentía por la causa presidencial bajo el liderazgo de hecho de monseñor Joaquín Larraín Gandarillas. El caso que le distanciaría incluso del arzobispo Casanova, su amigo de tantos años, sería la destitución y reemplazo del consejero de Estado, canónigo don Rafael Cortés, contrario al Presidente. Balmaceda no logró encontrar otro prebendado constituido en dignidad que estuviera dispuesto a apoyarle en el Consejo de Estado, por lo que ello le fue duramente representado por el Arzobispo. Desdeñoso, Balmaceda opinaría que el arzobispo “se ha mareado con el traje morado, y no piensa sino en componerse y andar vistoso y elegante. Su conducta no ha sido ni discreta ni seria”21. Es interesante notar que Balmaceda no era personalmente hostil a la Iglesia (“moriría cristiano, si bien no católico”22) sino a la conducta del clero en su contra.. Finalmente un breve vistazo a las relaciones internacionales. En su mayor parte las potencias europeas guardaron una rigurosa neutralidad, más por la incertidumbre de quien sería el ganador que por convicciones o respeto al derecho internacional. Excepción fue Estados Unidos que se decantó fuerte y abiertamente a favor del gobierno de Balmaceda. La presencia del crucero Baltimore en las costas nacionales fue un signo de esta postura y asimismo la causa de un grave incidente internacional entre el gobierno congresista triunfador y los Estados Unidos, como veremos en la lección siguiente23. El bando congresista, empeñado en obtener armas para combatir, envió al pastor protestante John Trumbull a adquirir armamento en Estados Unidos, cosa que hizo, comprando fusiles Remington. Los embarcó en el vapor Itata rumbo a Iquique, pero el gobierno de Estados Unidos prohibió el zarpe, prohibición que fue violada por orden de Trumbull. El vapor partió a escondidas rumbo a Chile. El gobierno de EE.UU ordenó su captura enviando dos naves en su persecución. Cuando llegaron a Iquique las armas ya habían sido desembarcadas. Luego de complejas negociaciones, parte de las mismas24 fueron devueltas25. Ello importaba que la Junta debió buscar armamento en Europa. Las potencias no otorgaron siquiera a la Junta el reconocimiento de beligerancia por lo que la adquisición de armamento fue muy dificultosa, pese a que al final lograron obtenerlo26. El orden público se salía de control. La terrible experiencia de la Matanza de lo Cañas, en donde un grupo de jóvenes aristócratas santiaguinos contrarios a Balmaceda, que se habían reunido en la hacienda del mismo nombre para complotar por la causa del congreso, fueron diezmados sin cuartel y muertos con particular saña por la fuerza pública27, demuestra como los ánimos habían llegado al límite. 13 Apunte 2 CONCÓN Y PLACILLA El ejército congresista debía trasladarse al sur por mar, haciendo uso de su tremenda superioridad naval. Se evaluaron distintos puntos de desembarco. Desde Coquimbo, Valparaíso-Santiago hasta Talcahuano-Concepción28, finalmente se tomó la decisión de desembarcar en Quintero según el plan diseñado por Köerner. Las tropas congresistas entrenadas por Köerner estaban al mando del coronel don Estanislao del Canto y el mismo Köerner. Se componían de alrededor de 10.000 con una alta moral combativa y un entrenamiento que se había llevado a cabo con gran premura (8 meses en total y solo 3 de instrucción) con oficiales improvisados en los jóvenes aristócratas congresistas, pero que resultaría de una efectividad inusitada contra las tropas del gobierno. Por su parte el ejército gobiernista que estaba comandado por el viejo general Orozimbo Barbosa y por el coronel don José Luis Alcérreca Saldes, antiguo edecán del Presidente e Intendente de Santiago, contaba con casi el triple de hombres, unos 32.000 pero éstos estaban separados en diversos cuerpos o divisiones dispersos por el territorio nacional para defender distintos puntos que se suponía podrían ser atacados por los revolucionarios: 1° división Santiago: 7.211 hombres 2° división Valparaíso: 7.265 hombres 3° división Coquimbo: 8.473 hombres y 4° división Concepción: 9.531 hombres.29 El día 22 de agosto en Concón, se produjo el choque de los congresistas con la división del ejército balmacedista de 8.000 hombres comandada por Barbosa y Alcérreca, de lo que resultó la completa derrota de los últimos. La moral de las tropas revolucionarias de Köerner y del Canto, era alta y ella definió en buena medida lo que sucedería seis días después. Murieron 2.000 hombres del ejército balmacedista y otros 2.000 desertaron al bando revolucionario. Los congresistas perdieron solo 1.000. En efecto, el Placilla sería el último escenario de la confrontación. El combate fue de una fiereza inaudita, como suelen ser los conflictos civiles, y se tradujo en una elevadísima cantidad de muertos. Las tropas congresistas contaban ahora con 11.000 combatientes. Las filas del gobierno contaban con 9.500, la batalla fue larga y costosa para ambos bandos. Los derrotados gobiernistas perdieron 3.600 y los congresistas 2.000. Ambos comandantes balmacedistas, Barbosa y Alcérreca, fueron salvajemente vejados, torturados y muertos. Sus cadáveres fueron arrojados al borde del camino.30 BALMACEDA ENTREGA EL PODER Tras los trágicos acontecimientos de Concón y Placilla, de los cuales Balmaceda fue inmediatamente informado, tomó la decisión de entregar el mando del gobierno al General Baquedano. Éste no había tomado parte en la contienda civil y Balmaceda pensó que su enorme prestigio evitaría que la muchedumbre partidaria de los parlamentaristas cometiera atropellos contra los vencidos. Por desgracia, el general Baquedano estaba muy disminuido y envejecido por una prematura arteriosclerosis, debido a lo cual no tuvo la fortaleza necesaria para impedir el saqueo de las residencias de los partidarios del gobierno vencido. Balmaceda se refugió en la legación argentina. Presa del dolor y de una honda depresión pasó los días escribiendo numerosas cartas a sus allegados, los miembros de su familia, Bartolomé Mitre, presidente argentino y sus antiguos ministros. Pero no era poca la preocupación que el presidente tenía por su familia. La lucha civil había desatado las pasiones más malsanas y la crueldad de los vencedores sobre los vencidos no conocía límites. En una emotiva carta dirigida a su madre indicaría:“Tengo la idea de que a todos los persiguen por mí, y que a mi familia la persiguen también por mí. Me odian y me 14 Apunte 2 temen, y quieren, desde hoy y para siempre, arruinar en sus bienes y personas a todos los que fueron mis amigos para aniquilarme a mí. Esto me desespera. Ojalá mi sacrificio aliviara las desgracias de los miembros de mi familia y de mis amigos... Dios se apiadará de nosotros”31. EL TESTAMENTO POLÍTICO DEL PRESIDENTE32 Es en su refugio de la legación Argentina que el Presidente Balmaceda redacta el más celebre de sus documentos políticos. Es una larga carta dirigida a sus escasos amigos en los tiempos de desgracia. Y como sucede raras veces en la historia, cuando un hombre se enfrenta a los demonios de la tribulación y se encuentra con cara a cara con la más completa derrota, el velo que la realidad cotidiana pone sobre los ojos de los hombres se levanta para aquellos que han alcanzado la etapa culminante de su existencia. Es lo que sucede con este texto del Presidente derrotado. Pocas veces en nuestra historia ha sido posible estudiar un documentos más clarividente y profético. En él, Balmaceda anticiparía las principales consecuencias y vicios que se derivarían del triunfo congresista. Su visión profética tendría un alcance que aún hoy resulta pasmoso, como también lo fue para sus contemporáneos: “Carta del ex Presidente a los señores Claudio Vicuña y Julio Bañados Espinosa: SANTIAGO, 18 de septiembre de 1891 Mis amigos: Dirijo esta carta a un amigo para que la publique en los diarios de esta capital y pueda así llegar a conocimiento de ustedes, cuya residencia ignoro. ...Las batallas de Concón y Placilla determinaron este resultado. Aunque en Coquimbo y Valparaíso había fuerzas considerables, estaban divididos y no había posibilidad de hacerlas obrar eficazmente para detener la invasión de los vencedores. ...Bastará la enunciación de los hechos para caracterizar la situación y producir el sentimiento de la justicia política. ...El gobierno de la junta Revolucionaria es de hecho y no constitucional, ni legal. No recibió, al iniciarse el movimiento armado, mandato regular y del pueblo; obró en servicio de la mayoría del Poder Legislativo, que se convertía también en Ejecutivo; Y aumentó la escuadra, formó ejército, y percibió y gastó los fondos públicos sin leyes que fijaran las fuerzas de mar y tierra, ni que autorizaran el percibo de impuestos y su inversión; destituyó y nombró empleados públicos, incluso los del poder judicial, y últimamente ha declarado en funciones a los jueces y ministros del tribunal que por ley dictada con aprobación del Congreso de abril estaban cesantes, y han suspendido y eliminado a todo el Poder Judicial en ejercicio. Ha convocado al fin, a elecciones de nuevo Congreso, de municipios, de Presidente de la República. ...Se ha ordenado por la Junta de gobierno que la justicia ordinaria, o sea, la que ha declarado en ejercicio por haber sido partidaria de la revolución, procese, juzgue y condene como reos de delitos comunes a todos los funcionarios de todos los órdenes de la administración que tuve el honor de presidir, por los actos ejecutados desde el primero de enero último. Se pretende por este medio confiscarles en masa sus bienes, haciéndolos responsables, como reos ordinarios, de los gastos los servicios públicos; y, por los actos de guerra, de disciplina o de juzgamientos según la Ordenanza Militar culpables de violencia personal o de simples asesinatos. Saqueadas las propiedades urbanas y agrícolas de los partidarios del Gobierno y presos, prófugos o perseguidos todos los funcionarios públicos, sustituido el Poder Judicial existente por el de los amigos o partidarios de la revolución y procesados todos los jefes y oficiales del ejército que sirvió al gobierno constituido, lanzando todos a 15 Apunte 2 la justicia como reos comunes para responder con sus bienes y sus personas de todos los actos de la administración, como si no hubiera existido gobierno de derecho ni de hecho, sin defensa posible, sin amparo de la Constitución y las leyes, porque impera ahora, con más fuerza que antes, el régimen arbitrario de la revolución, hemos llegado, después de concluida la contienda y pacificado el país a un régimen de proscripción que, para encontrarle paralelo es necesario retroceder muchos siglos y remontarse hasta otros hombres y otros estados. ...Hoy no se me respeta y se me somete a jueces especiales que no son los que la ley señala. Mañana se me arrastraría al Senado para ser juzgado por los senadores que me hicieron la revolución, y entregarme enseguida al criterio de los jueces que separé de sus puestos por revolucionarios. Mí sometimiento al gobierno de la revolución sería un acto de insanidad política. Aún podía evadirme saliendo de Chile, pero este camino no se aviene a la dignidad de mis antecedentes ni a mi altivez de chileno y de caballero. ...Mi vida pública ha concluido. Debo por lo mismo, a mis amigos, a mis conciudadanos, la palabra íntima de mi experiencia y de mi convencimiento político. Mientras subsista en Chile el gobierno parlamentario en el modo y forma en que se ha querido practicar y tal como lo sostiene la revolución triunfante, no habrá libertad electoral ni organización seria y constante de los partidos, ni paz en los círculos del Congreso. El triunfo y el sometimiento de los caídos producirán una quietud momentánea; pero antes de mucho renacerán las viejas divisiones, las amarguras y los quebrantos morales para el Jefe de Estado. Sólo en la organización del gobierno popular representativo, con poderes independientes y responsables y medios fáciles y expeditos para hacer efectiva la responsabilidad, habrá partidos con carácter nacional y derivados de la voluntad de los pueblos y armonía y respeto entre los poderes fundamentales del Estado. El régimen parlamentario ha triunfado en los campos de batalla, pero esta victoria no prevalecerá. O el estudio, el convencimiento y el patriotismo abren camino tranquilo y razonable a la reforma y a la organización del gobierno representativo, o nuevos disturbios y dolorosas perturbaciones habrán de producirse entre los mismos que han hecho la revolución unidos, y que mantienen la unión para el afianzamiento del triunfo, pero que al fin concluirán por dividirse y por chocarse. Estas eventualidades están más que en la índole y el espíritu de los hombres, en la naturaleza de los principios que hoy triunfan y en la fuerza de las cosas. Este es el destino de Chile, y ojalá las crueles experiencias del pasado y los sacrificios del presente induzcan a la adopción de las reformas que hagan fructuosa la organización del nuevo gobierno, seria y establece la constitución de los partidos políticos, libre e independiente la vida y el funcionamiento de los poderes públicos y sosegada y activa la elaboración común del progreso de la República. No hay que desesperarse de la causa que hemos sostenido ni del porvenir. Si nuestra bandera, encarnación del gobierno del pueblo y verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla será levantada de nuevo en tiempo no lejano, y con defensores numerosos y más afortunados que nosotros y flameará un día para honra de instituciones chilenas y para dicha de mi patria, a la cual he amado sobre todas las cosas de la vida. Cuando ustedes y los amigos me recuerden, crean que mi espíritu con todos sus más delicados afectos estará en medio de ustedes. José Manuel Balmaceda” En este notable documento Balmaceda describe con rigor y presciencia las consecuencias de la guerra civil: 1) Denuncia las ilegalidades del gobierno revolucionario que actúa al margen del derecho. 2) Denuncia la persecución de los partidarios del gobierno vencido mediante simulacros de procesos por parte de jueces designados por los vencedores. 3) Se niega a aceptar su sometimiento al Congreso. 16 Apunte 2 4) Vaticina con pasmosa exactitud que el régimen parlamentario no garantizaría la tan ansiada libertad electoral. Eso fue exactamente lo que pasó, pues pese a haber cesado la intervención gubernativa, numerosos nuevos vicios electorales impedirán la limpieza de los actos electorales. 5) Predice las irreconciliables querellas que surgirían entre los partidos que sólo se habían unido para destruirle. 6) La falta de independencia de los poderes públicos, entregados al saqueo debido a las pasiones de los partidos. 7) El régimen parlamentario se había impuesto por la fuerza pero no por la razón33. 8) La derrota del presente se volvería el triunfo del futuro, pues más temprano que tarde, otros más numerosos y afortunados defensores del régimen presidencial se levantarían para llevarlo adelante. Es una alusión premonitoria del León de Tarapacá, don Arturo Alessandri Palma. EL FIN DEL PRESIDENTE Y LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA CIVIL Puesto frente a la necesidad de enfrentar su destino el Presidente tomó la decisión de terminar con su vida. El 31 de agosto sus enemigos encabezados por la Junta Revolucionaria habían hecho su entrada triunfal en Santiago. El día 19 de septiembre de 1891 justo después del día en que concluía su mandato, Balmaceda, vestido de riguroso negro y tendido en el lecho de su habitación se disparó en la sien y se quitó la vida. La muerte llegaba así para poner fin a la carrera del brillante y trágico político chileno. Las consecuencias de este acto fueron notables. Entre el pueblo cundió la fama de verdadera santidad cívica del presidente que fue considerado un mártir de su propia causa, aunque sin que por ello sus partidarios mantuvieran su ideario político en alto. Por el contrario los miembros del partido “liberal balmacedista” se alejarían rápidamente de los principios esbozados por el Presidente en su testamento y se adaptarían con facilidad pasmosa al juego parlamentario que inauguraba con gran boato y fastos principescos el periodo más dorado de la política parlamentaria y paradojalmente el más estéril y dañino para el país. En lo humano la guerra significó la muerte de más de 10.000 chilenos, lo que para un país de apenas 1.500.000 habitantes era una suma desproporcionada. Nos recuerda el profesor Carrasco: “Termina esta etapa con el trágico resultado de la guerra civil, que se prolongó por casi nueve meses. Después de sus sucesos, que concluyen en Concón y en Placilla, el 20 y 28 de agosto de 1891, quedarían diez mil chilenos muertos, cien millones de pesos de pérdidas en los recursos fiscales, el régimen presidencial derrotado y manifestaciones de odios desatados. Sobre estos últimos vendrían a atenuarlos, entre diciembre de 1891 y agosto de 1894, las leyes de amnistías. No obstante lo anterior, la Constitución Política de 1833 seguiría vigente. La Revolución se había fundado en su defensa.34” El bando vencedor, el congresista, haciendo gala de caballerosidad se hizo cargo de la deuda de ambas partes contendientes y ello costó al erario nacional la estratosférica suma de más de 100 millones de pesos oro de la época. Cuestión que no inquietó gran cosa a los políticos de la época. Por algo habían vencido y el salitre permitía financiar éste y otros gestos de dispendio. El régimen parlamentario nacía así en medio de la apretura económica, pues ni siquiera el salitre era capaz de disimular la pesada carga económica consecuencia de la guerra. La carga de odio que dividió a la sociedad chilena debido al conflicto fue tremenda. Durante generaciones el tema de la Revolución fue prohibido en el seno de la mayoría de las familias que se habían dividido irreconciliablemente35. Esta cuestión fue ignorada por los políticos que pretendieron resolver la cuestión mediante la pronta y expedita dictación de leyes 17 Apunte 2 de amnistía, que si bien borraron jurídicamente las heridas, no pudieron hacer lo mismo con la paz de las conciencias36. Y la Constitución pasó a ser un instrumento del bando vencedor, que decidió, para su comodidad interpretarla en forma parlamentaria. El legado de Portales era destruido en lo político de la misma forma que Balmaceda había sido derrotado en lo militar. En un signo tan contundente como decidor sobre el espíritu y vanidad de la época, podemos recordar que la principal preocupación de los dirigentes políticos fue la celebración de la victoria con un grandioso baile de gala en los salones del palacio del Congreso Nacional. Era el comienzo de la fiesta de los caballeros, la que alcanzaría su punto de máximo esplendor con otro vistoso sarao, el baile del Centenario de la Independencia, como veremos en la lección siguiente. 18