A Elena Te vi a punto. Era una noche de julio, noche tibia y perfumada, noche diáfana... De la luna plena límpida, límpida como tu alma, descendían sobre el parque adormecido gráciles velos de plata. Ni una ráfaga el infinito silencio y la quietud perturbaban en el parque... Evaporaban las rosas los perfumes de sus almas para que los recogieras en aquella noche mágica; para que tú los gozases su último aliento exhalaban como en una muerte dulce, como en una muerte lánguida, y era una selva encantada, y era una noche divina llena de místicos sueños y claridades fantásticas. Toda de blanco vestida, toda blanca, sobre un ramo de violetas reclinada te veía y a las rosas moribundas y a ti, una luz tenue y diáfana muy suavemente alumbraba, luz de perla diluida en un éter de suspiros y de evaporadas lágrimas. ¿Qué hado extraño (¿fue ventura? ¿fue desgracia?) me condujo aquella noche hasta el parque de las rosas que exhalaban los suspiros perfumados de sus almas? Ni una hoja susurraba; no se oía una pisada; todo mudo, todo en sueños, menos tú y yo -¡cuál me agito al unir las dos palabras! -- menos tú y yo...De repente todo cambia. ¡Oh, el parque de los misterios! ¡Oh, la región encantada! Todo, todo, todo cambia. De la luna la luz límpida la luz de perla se apaga. El perfume de las rosas muere en las dormidas auras. Los senderos se oscurecen. Expiran las violas castas. Menos tú y yo, todo huye, todo muere, todo pasa... Todo se apaga y extingue menos tus hondas miradas. ¡Tus dos ojos donde arde tu alma! Y sólo veo entre sombras aquellos ojos brillantes, ¡oh mi amada! Todo, todo, todo cambia. De la luna la luz límpida la luz de perla se apaga. El perfume de las rosas muere en las dormidas auras. Los senderos se oscurecen. Expiran las violas castas. Menos tú y yo, todo huye, todo muere, todo pasa... Todo se apaga y extingue menos tus hondas miradas. ¡Tus dos ojos donde arde tu alma! Y sólo veo entre sombras aquellos ojos brillantes, ¡oh mi amada! ¿Qué tristezas irreales, qué tristezas extrahumanas! La luz tibia de esos ojos leyendas de amor relata. ¡Qué misteriosos dolores, qué sublimes esperanzas, qué mudas renunciaciones expresan aquellos ojos que en la sombra fijan en mí su mirada! Noche oscura. Ya Diana entre turbios nubarrones, lentamente, hundió la faz plateada, y tú sola en medio de la avenida, te deslizas irreal, mística y blanca, te deslizas y te alejas incorpórea cual fantasma... Sólo flotan tus miradas. ¡Sólo tus ojos perennes, tus ojos de honda mirada fijos quedan en mi alma! A través de los espacios y los tiempos, marcan, marcan mi sendero y no me dejan cual me dejó la esperanza... Van siguiéndome, siguiéndome como dos estrellas cándidas; cual fijas estrellas dobles en los cielos apareadas en la noche solitaria. Ellos solos purifican mi alma toda con sus rayos y mi corazón abrasan, y me prosterno ante ellos con adoración extática, y en el día no se ocultan cual se ocultó mi esperanza. De todas partes me siguen mirándome fijamente con sus místicas miradas.... Misteriosas, divinales me persiguen sus miradas como dos estrellas fijas... como dos estrellas tristes, ¡como dos estrellas blancas! 12345678901234569123478912345678912345678912345678912343