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Masculinidad

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Masculinidad Tóxica
Por: Melany Mosquera
Juan*, estudiante universitario de veinte años, se encontraba recostado en su cama con la
mirada fija en el techo. El canto de los pájaros anticipaba el amanecer; faltaba poco para
que su alarma de las seis se active. Cerró sus ojos y se volteó a un lado de la cama. Su
almohada estaba empapada, pero ya nada le importaba aquella madrugada del 16 de
octubre de 2017. El día transcurrió sin prisa, Juan salió de la universidad y se dirigió a su
casa. Ya en su habitación, se sacó la mochila y la ubicó sobre su escritorio. Buscó en un
closet desordenado una correa, la amarró al soporte de la lámpara de su habitación e
intentó ahorcarse.
El intento de suicidio de Juan no terminó en muerte, de lo contrario se habría sumado a
los 754 casos de suicidios registrados en Ecuador de enero a agosto de 2018 por la
Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones,
Extorsión y Secuestros (DINASED).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es la segunda causa de
muerte entre las personas de quince a veinte años. Aproximadamente 13.024 personas se
han suicidado en los últimos quince años en Ecuador, de este monto, el 28,5% son mujeres
mientras que el 71,5% son hombres, así lo determina un estudio realizado por un equipo
multidisciplinario e interinstitucional de investigadores de la Universidad de las Américas
(UDLA), Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE) y Universidad Central. Las
principales causas que desencadenan este fenómeno son: problemas sentimentales,
familiares y económicos. ¿Pero cuáles son las razones para que los hombres sean el mayor
porcentaje de suicidios?
***
Juan se secó las lágrimas, se colocó una camisa y salió con sus amigos. Esta rutina era
recurrente. Nadie evidenció en él signos de depresión hasta el día en que intentó quitarse
la vida.
– Salía con las chicas que quería, tomaba, fumaba, farreaba, pero no podía con los
problemas a los que me enfrentaba. Me sentía un fracasado –cuenta Juan.
El 19% de hombres que viven acorde con el estereotipo tradicional de género tienen
pensamientos suicidas, así lo indica un estudio sociológico realizado por Heilman,
Barker, y Harrison en el año 2017 en Estados Unidos, México y Reino Unido denominado
la “La caja de masculinidad”. La presión social por ser “un hombre de verdad” influye
negativamente en la salud mental.
– Yo debía ser fuerte, las dificultades por las que pasaba me afectaban demasiado, pero
sentía que no podía demostrar tristeza o debilidad –expresa Juan e intenta aclarar su voz
para que esta no se quiebre; aún evita que sus sentimientos se vean expuestos y revelen
su depresión, por tanto tiempo reprimida.
El modelo tradicional de masculinidad impide que el hombre muestre vulnerabilidad lo
que genera angustia, desesperación y frustración. La socióloga especialista en género,
Adriana Burbano explica que acumular tanto estrés por cumplir con este rol del ‘Yo
proveedor’, del ‘Yo fuerte’, hace que el hombre no pueda exteriorizar sus temores y
miedos. La figura masculina ha sido asociada siempre con la fortaleza tanto física como
emocional “se piensa que el hombre es una especie superdotada, no le puede pasar nada
y debe mostrar una coraza casi indestructible” manifiesta Burbano. Esto hace que los
hombres se muestren ‘invulnerables’ y no exterioricen sus debilidades, aquello afecta su
salud mental y los hace más propensos a cometer suicidio, así se explica el estudio “El
suicidio masculino: una cuestión de género” realizado en España. En Ecuador esto es algo
similar, según la Dinased, de los 754 casos de suicidio registrados en el primer semestre
de este año, 580 son hombres.
***
Caía la tarde y Juan guardaba en una mochila desgastada sus zapatos de fútbol cubiertos
de césped y lodo. Su tristeza disipada por los sesenta minutos que duró el partido
reaparecía de a poco en aquellos minutos de silencio en la cancha. Solo uno de sus amigos
seguía a su lado, recostado boca arriba y cubriéndose los ojos para que el sol no lo cegara.
Juan vio una oportunidad para contar a alguien lo que ocurría en su interior.
– Siento que no puedo más –dijo Juan
Su amigo quitó las manos de su rostro y preguntó
– ¿Más con qué?
Juan se quedó en silencio por un minuto y cambió de tema, pensó en sus adentros
– Solo se va a burlar, los hombres no lloramos con otros hombres, así funciona esto.
Los modelos de masculinidad y de feminidad no se construyen a partir de las
características biológicas distintivas de cada sexo, sino a partir de los valores culturales,
paradigmas y concepciones de una sociedad. “Nosotras no nacemos como mujeres y
sabemos lo que tenemos que hacer y eso es también lo que pasa con los hombres. Los
roles se irán definiendo conforme a su desarrollo dentro de la sociedad”, explica la
socióloga Adriana Burbano.
Las frases que se escuchan con frecuencia como ‘los hombres no lloran’, ‘sé valiente, sé
hombre’, ‘los hombres son fuertes’, contribuyen a la hegemonía del modelo tradicional
de masculinidad, y más aún cuando estas frases dictan enseñanzas dentro del hogar.
Según lo señala el estudio “La caja de masculinidad” , los valores y las enseñanzas
inculcadas desde pequeños encierran al individuo en una ‘caja de masculinidad’, y cuando
el joven no se ajusta al modelo viene la insatisfacción y con ella el alcoholismo, la
violencia y el suicidio, ya que se mantiene el paradigma de los hombres como
proveedores del hogar, los que mantienen el control, los que deben imponer respeto;
mientras que a la feminidad se asocia con debilidad, delicadeza y sumisión.
Adrianda Burbano considera que es factible romper con aquellos roles establecidos por
la sociedad y encontrar un modelo o diferentes modelos de masculinidad que se
diferencien de la feminidad; pero que a la vez rompan con el dualismo hombre/violencia,
hombre/ poder, hombre/ dominación. Para esto, considera, la educación en el hogar es la
que más incide en la definición del rol que deben tener los niños y las niñas; sin embargo,
no basta, es importante el papel que cumplen las instituciones educativas.
En esto coincide William Quispe autor del artículo “La equidad de género en la educación
ecuatoriana” expresa: “El aula se convierte en el campo de batalla para combatir la
disparidad de género: el proceso pedagógico en la herramienta apropiada”. De esta forma
la educación sería la herramienta que permitiría escapar de esta “caja de masculinidad”.
La educación jugó un rol fundamental para reivindicar la posición de la mujer en la
sociedad y luchar para acceder a espacios laborales y a una igualdad de derechos.
Diferentes movimientos impulsaron modelos de feminidad que rompan con la imagen de
la mujer como un ser sumiso e inferior; sin embargo, no es hasta finales de los noventa
que se empieza a cuestionar la concepción tradicional de la masculinidad. Es así que al
evidenciarse la problemática que genera el modelo tradicional de masculinidad, surge el
concepto de nuevas masculinidades.
Robert Connell, profesional en Lenguaje y Estudios Socioculturales de la Universidad de
los Andes, aclara en sus publicaciones, que el género es construido en medio de contextos
sociales y culturales en las que se producen diferentes formas de masculinidad, pero
siempre una se lleva el protagonismo. Los roles, por lo tanto, son constituidos por la
misma sociedad y por ello es ella misma quien deberá reconstruirlos. Para alcanzar este
objetivo es necesario apoyarse de la educación.
A pesar de que la educación no es una ‘máquina de revolución de género’, sí es un actor
de peso para transmitir la cultura de generación en generación, en especial en el proceso
de crecimiento, así lo expresa Robert Connell en su artículo “Educando a los muchachos”
publicado en el 2001. La estructura institucional, las lecciones e incluso las actividades
extracurriculares deben romper con el arquetipo tradicional, pero en su lugar refuerzan el
modelo hegemónico.
La misma estructura de los planteles educativos contribuye a mantener este modelo.
Generalmente los profesores que imparten materias como física, matemática, informática
son hombres, mientras que materias sociales son dictadas por mujeres. Además, el plantel
docente fomenta la formación de estereotipos al identificar la excelencia en el deporte
con la masculinidad o la delicadeza como una cualidad femenina. “Es frecuente que en
las instituciones educativas jugar bien al fútbol, por ejemplo, sea un signo de alto estatus
dentro de la jerarquía masculina, pues permite poner en juego valores propios de la
masculinidad hegemónica”, así lo manifiesta Enrique Díez Gutiérrez, didacta y
organizador escolar, en su publicación “Códigos de masculinidad hegemónica en
educación” publicada en el 2015. Estos valores configuran la masculinidad
relacionándola con el desapego académico, la ausencia emocional, la competitividad y la
búsqueda de control.
Por esto, resulta primordial la capacitación del profesorado en temas de equidad de género
y no sólo en las instituciones de educación básica y secundaria, sino en las instituciones
de educación superior. Como declara Enrique Díez Gutiérrez, en “Códigos de
masculinidad hegemónica en educación”, construir un escenario educativo donde se
fomente la educación sentimental de los alumnos y alumnas, la diversidad de identidades
sexuales, la no violencia, resulta esencial para frenar aquella cultura machista.
No obstante, no se puede cargar toda la responsabilidad a un solo actor. Los ciudadanos
por sí solos son transmisores de conocimientos y cultura. Por consiguiente, tienen una
responsabilidad en la sociedad, así lo explica la socióloga Ariana Burbano, “todos
debemos ser promotores de la equidad, no solo los padres deben educar a los hijos y a las
hijas, sino que nosotros debemos educar a los hermanos, a los novios, a los esposos, etc.”
***
Juan sigue un tratamiento para su depresión con un profesional de la salud mental.
Cuando se le pregunta si considera que el modelo tradicional de masculinidad ha sido una
de las causas de su trastorno, dirige su mirada al suelo y responde:
– No sé, tal vez sí porque de cierta manera te obliga a exhibirte como ‘el fuerte’, pero no
sé, se supone que a la final eso es ser hombre, ¿verdad?
*Juan es un nombre modificado para proteger la identidad del estudiante. En el mes de
octubre de 2017 evidencié de forma cercana las secuelas y las consecuencias que deja el
machismo y la masculinidad hegemónica en el mismo hombre. Cuando se presentó el
proyecto de redacción de un artículo sobre Nuevas Masculinidades, decidí retomar el caso
de Juan para contar una problemática real, pero minimizada. El testimonio fue realizado
a través de una entrevista en su hogar el 30 de septiembre de 2018; sin embargo, fue mi
cercanía con el caso la que me permitió ahondar en el relato.
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