Subido por hefe_10

El viejo y el mar

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El viejo y el mar
Y vas a la muerte derecho como un iceberg que se desprende del polo.
Vicente Huidobro
La Villa de pescadores está a orillas de la playa, como todas las villas de pescadores
en esa isla del Caribe, por las mañanas desde temprana hora, el embarcadero cobra
vida con una intensa actividad, un ir y venir de lanchas y pescadores con sus utensilios
de pesca al hombro, redes, remos, motores, anzuelos, arpones, cuchillos, machetes
y neveras para conservar en buen estado los peces, ya que el regreso es hasta el
atardecer o si la pesca es buena se prolonga hasta el día siguiente.
Entre todos los pecadores se encuentra Santiago “el viejo” como le dicen de cariño,
quienes le conocen, dicen que en su juventud fue de los mejores pescadores y a
pesar de los años conserva mucha experiencia en estas actividades, sin embargo, en
los últimos días la suerte le ha dado la espalda, 84 días para ser exactos, sin pescar
nada.
Santiago es un hombre extremadamente perseverante, la derrota o el fracaso no
existen para él y la esperanza es tan inmensa como el mar que se extiende frente a
sus ojos, continuamente repite para sí mismo su mantra contra la adversidad, “El
hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no
derrotado”. Esa mañana al internarse aguas adentro se encontró con una isla de
basura que flotaba a la deriva, algo extraño ya que en esas latitudes el agua del mar
es muy limpia, calculó que las dimensiones del conglomerado de desechos, era de
3.8 km de largo por 2.5 km de ancho y 4 metros de profundidad. Hizo un esfuerzo por
recordar las lecciones de cálculo de volúmenes de la escuela secundaria de su barrio,
donde el maestro A. Baldor, el más reconocido de la isla y cuya fama llegara a
diversos países del continente, con tiza en mano escribía en el rudimentario pizarrón
de madera V = a x b x c, por lo que el volumen de la basura sería de 3800 m x 2500
m x 4 m = 38,000,000 m3.
El regreso a casa fue de recuerdos y reflexiones en torno a la montaña de basura,
hablando en voz alta consigo mismo, como si estuviera loco, decía, estamos en la era
de los desechables, creo que primero fueron los pañales y progresivamente los
electrodomésticos, antes se heredaban las televisiones, los relojes, las licuadoras, las
planchas, los roperos, comprábamos la leche en botellas rellenables y surtíamos la
despensa con un morral en el supermercado, cuando no existían las bolsas
desechables.
Las reflexiones continuaron hasta el momento de meterse a la cama, es cierto lo que
menciona mi amigo Pablo Neruda que sabe de filosofía, sabe de amor y sobre todo,
sabe escribir, “Vivimos en la era de lo desechable, en donde lo que no sirve se tira:
comemos en platos desechables para ahorrar el esfuerzo de lavar la vajilla, tomamos
en botellas de plástico para no tener que guardarlas; tiramos baterías,
electrodomésticos, ropa, y hasta los recuerdos porque han perdido su utilidad. Lo peor
es que esta costumbre alcanzó nuestras relaciones. No comprendemos el valor de
casi nada, o lo comprendemos, pero no nos importa porque hemos decidido no cuidar
cosas ni personas porque nada nos han costado. Es tan fácil movernos o
comunicarnos que ni si quiera nos detenemos a pensar en lo afortunados que somos
al poder caminar, tener a nuestro lado una persona que nos ama, sonreír, mirar una
puesta de sol; todo está dado por hecho y cuando algo no sirve se tira.
Yo busco un amor a la antigua, un amor que conozca el valor del tiempo, que no se
rinda al menor esfuerzo, un amor que no tire a la borda cada cosa que se atraviesa
en su camino sólo porque parece haber perdido su vida útil. Busco un amor que se
renueve y se reinvente.
Busco alguien que sea capaz de entregarlo todo y trascender en el tiempo, que no se
doblegue ante las adversidades, que tenga como primera intención la reconciliación,
el reparar, el ceder.
“La escogí usted porque me di cuenta que valía la pena, valía los riesgos, valía la
vida”. Pablo Neruda.
Bueno ahora, es hora de dormir, mañana será otro día.
(esta historia continuará)
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