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A LA AUTORIDAD, EL DESAFÍO CRISTIANO - JOEL PERDOMO

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LA
AUTORIDAD
el desafio
Cristiano
________________________________
Copyright © 2017 por Joel Perdomo
¡IMPORTANTE!
ESTE LIBRO ES UNA OFRENDA A DIOS Y LOS
DERECHOS DE AUTOR HAN SIDO CEDIDOS
A LA IGLESIA DE CRISTO EN LA TIERRA.
POR TANTO:
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PUEDE SER COMPARTIDO GRATUITAMENTE
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PUEDE SER IMPRESO – SIN FINES DE LUCRO.
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ES UN REGALO DEL HNO. JOEL PERDOMO A
LA AMADA IGLESIA DE CRISTO EN LA
TIERRA. DANDO POR GRACIA, LO QUE POR
GRACIA HA RECIBIDO.
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ESTOS LIBROS TOMARON CASI 20 AÑOS
ESCRIBIRLOS. COMPARTALOS CON OTROS
CRISTIANOS, SERIA TODO LO QUE PIDO A
CAMBIO.
¡DIOS TE BENDIGA! JOEL PERDOMO
2
ÍNDICE
Introducción……………………………………………………..7
Capítulo – 1 – LA AUTORIDAD
I. LA AUTORIDAD DIVINA……………………………………..9
a. El principio de la desobediencia
b. El libre albedrío
c. La obediencia y la desobediencia divina
d. La caída del ser humano
II. LA REBELIÓN DE SATANÁS………………………………..16
a. La rebelión voluntaria de Satanás
b. Satanás el tentador
c. La batalla por el gobierno de la tierra
Capítulo – 2 – LA REBELIÓN EN EL CIELO
I. LA REBELIÓN DE SATANÁS Y SUS ÁNGELES………………23
a. ¿Quién fue Satanás ¿
b. ¿Cómo el Querubín celestial se convirtió en Satanás?
c. ¿Quiénes son los demonios?
d. ¿Cuál es el castigo de Satanás y sus demonios?
e. ¿Qué hace Satanás en la tierra?
f. ¿Dónde habita Satanás?
g. ¿Cuál será el fin Satanás y sus ángeles?
Capítulo – 3 – LA REBELIÓN EN EL JARDÍN DEL EDÉN
I. LA REBELIÓN DE LA RAZA HUMANA……………………...35
a. ¿De dónde surge el ser humano?
b. ¿Cómo Satanás engañó al ser humano?
c. ¿Cuál fue el castigo por el pecado?
d. ¿Qué solución existe para el pecado?
e. La vida y la muerte eterna, se pueden aceptar o rechazar
3
Capítulo – 4 – EL CARÁCTER DE DIOS
I. DIOS ES AMOR Y FUEGO CONSUMIDOR………………….43
a. El carácter de Dios revelado en la Biblia
b. El carácter amoroso y justo de Dios
c. La diferencia entre los justos y los pecadores
d. Dios tiene comunión con sus hijos
Capítulo – 5 – LA AUTORIDAD DELEGADA POR DIOS
I. LA REBELIÓN CONTRA LA AUTORIDAD DELEGADA……..51
a. ¿Qué es la autoridad delegada?
b. La rebelión de María
c. La rebelión de Coré
Capítulo – 6 – OBEDIENCIA Y REBELIÓN A LA PALABRA DE
DIOS
I. LA DESOBEDIENCIA DE SAÚL………………………………63
a. Dios eligió a Saúl como rey de Israel
b. Saúl desobedece a la palabra de Dios
c. Dios comisionó a Saúl acerca de los amalequitas
d. El culto extraño a Dios
II. LA OBEDIENCIA DE DAVID………………………………72
a. David, un hombre conforme al corazón de Dios
b. El respeto de David por la autoridad
Capítulo – 7 – LA REBELIÓN EN LA IGLESIA
I. LA AUTORIDAD DE LOS MINISTROS DE DIOS…………….77
a. Los ministerios de la Iglesia
b. Ministros de Dios bajo la autoridad de Jesús
c. La autoridad delegada a la Iglesia
d. El ejercicio de la autoridad divina
4
Capítulo – 8 – LA AUTORIDAD EN EL NOMBRE DE JESÚS
I. PODER SOBRE SATANÁS Y SUS DEMONIOS EN EL NOMBRE
DE JESÚS……………………………………………………....85
a. La lucha entre el bien y el mal
b. La victoria de Cristo sobre satanás
c. Un Nombre sobre todo nombre
d. El poder y la autoridad de la palabra de Dios
Capítulo – 9 – LA JUSTICIA DIVINA
I. EL CARÁCTER JUSTO DE DIOS……………………………..93
a. La justicia de Dios
b. Definiendo nuestros conceptos de justicia
II. IMPLICACIONES DE LA JUSTICIA DIVINA………………104
a. El amor y la justicia divina
b. El amor y la disciplina
c. El amor alcahuete
Capítulo – 10 – CREADOS PARA LA GLORIA DE DIOS
I. LA CORONA DE LA CREACIÓN…………………………..113
a. Creados para alabanza de su gloria
b. La comunión íntima de Dios es con sus hijos
c. La corona de la creación
Conclusión……………………………………………………121
5
6
INTRODUCCIÓN
Al referirnos a la autoridad como uno de los mayores
desafíos del cristiano, no hacemos alusión a confrontar la
autoridad divina o resistirla; sino, al gran reto que implica
someternos a la autoridad de Dios.
El restablecimiento de la autoridad divina, sobre el
gobierno de los hombres en la tierra, significa la
restauración de la humanidad a todo nivel.
La separación de Dios ubica al ser humano, bajo
maldición del pecado, y la bendición divina solo se puede
conseguir a través de la obediencia a su voluntad, y
sometimiento a su autoridad.
En la oración modelo que Jesús les enseñó a sus
discípulos, la primera petición que se hace, consiste en
restaurar la autoridad de Dios sobre la tierra. Jesús enseñó:
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra” (Mt. 6:10).
El
gran
reto
del
cristiano
consiste
en
someterse
voluntariamente a la autoridad de Dios mientras vive en la
tierra, antes que se establezca su voluntad perfecta sobre la
humanidad, cuando Jesús regrese a reinar sobre la tierra.
7
8
Capítulo – 1 –
LA AUTORIDAD
____________________________________________________
I. LA AUTORIDAD DIVINA
a. El principio de la desobediencia
La obediencia, podría ser el tema más importante de la
vida cristiana, y la parte fundamental para restaurar la
relación entre Dios y la humanidad. Es importante
entender el tema de la obediencia; pero también las
implicaciones de la desobediencia y sus consecuencias en
la humanidad.
No se puede hablar de obediencia, si no se explica la
desobediencia.
Así
como
nadie
sabría
lo
que
es
obscuridad; si no existiera la luz. El bien y mal son
patentes cada día en la humanidad. No obstante, que el
mal entró en el mundo por el pecado de Adán y Eva,
obedecer o desobedecer a Dios, es todavía una elección
individual de cada ser humano. Nadie está obligado a
pecar.
Todo el caos que impera en el universo se desencadenó
por la desobediencia de Satanás en el cielo, donde se rebeló
contra Dios y logró engañar y arrastrar una gran cantidad
de ángeles de Dios, que ahora son los demonios.
9
Todo vestigio de rebelión o desobediencia que hay en las
estructuras del gobierno humano son causadas por fuerzas
del mal, pero el ser humano aun goza de libre albedrio, y
puede desechar el gobierno del mal en su vida, y obedecer
voluntariamente a Dios.
Desde que el cristiano se convierte a Jesucristo, ha
decidido obedecer a Dios; pero, aun debe luchar cada día
para mantenerse en obediencia a Dios y a La Biblia. Ese es
el gran reto de todo cristiano. Jesús dijo:
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”
(Lc. 9:23).
En primer lugar, el cristiano debe negarse a su propia
voluntad para poder hacer la voluntad divina, Jesús dijo:
“niéguese a sí mismo”. Luego, tiene que aceptar las
implicaciones de la obediencia que, a veces, conlleva
sacrificio y sufrimiento por la causa divina, por eso dice:
“tome su cruz cada día”. Después se debe luchar por
mantenerse en obediencia todos los días de su vida, por
eso dice: “y sígame”.
b. El libre albedrío
El ser humano no fue creado para gobernarse asimismo,
desprovisto de la sabiduría y del poder de Dios, mas bien,
fue diseñado para vivir en armonía con su Creador. Por
10
esa razón, el fracaso de la humanidad fue inmediato y
perenne, al decidir separarse de Dios.
El gran desafío de la humanidad es volver a la armonía
con su creador. Eso implica sujetarse a su autoridad, ya
que Dios le dio a cada persona el derecho de elegir
libremente (Gn. 2: 16-17). Esta capacidad de decidir (libre
albedrío), es una muestra del gran amor divino por sus
criaturas. Dios en su infinita bondad, hizo al ser humano,
no solo a su imagen y semejanza, también le dio la
capacidad de libre elección.
Dios consideró que no era justo manipular a sus
criaturas a su antojo, sin darles la capacidad de elegir
voluntariamente. El libre albedrío, fue un privilegio para el
ser humano, lo fatal fue que eligió el mal.
El caos que existe actualmente en el mundo, fue
causado porque el ser humano eligió desobedecer. Su
codicia por el conocimiento y la búsqueda de una
engañosa independencia, le separó de Dios.
”Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y
que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para
alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella” (Gn.
3: 6).
Dios es soberano y su autoridad deriva de sí mismo, de su
gran poder que le es inherente y que es revelado a través
11
de la creación de todas las cosas existentes, (sean visibles o
invisibles). No se necesitan más razones, aunque hay más.
La autoridad divina es incuestionable, Él es el Creador
absoluto del universo y quién sostiene todas las cosas con
su gran poder, sabiduría y autoridad:
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación
del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas, de modo que no tienen excusa” (Ro. 1: 20).
c. La obediencia y la desobediencia a la autoridad divina
Aunque el mal entró al mundo por el pecado de Adán y
Eva, obedecer o desobedecer a Dios es todavía una
elección individual de cada ser humano. En la ley está
escrito:
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien,
la muerte y el mal. A los cielos y a la tierra llamo por
testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante
la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge,
pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Dt.
3: 15 y 19).
El profeta Ezequiel confirma este mensaje de libre elección:
“Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que
hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el
derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. Todas
las transgresiones que cometió, no le serán recordadas;
12
en su justicia que hizo vivirá. Mas si el justo se
apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere
conforme a todas las abominaciones que el impío hizo,
¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán
tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y
por el pecado que cometió, por ello morirá” (Ez. 18: 2122 y 24).
Jesús también afirmó que nuestra decisión personal, es la
que finalmente determina nuestro futuro eterno, en el cielo
o el infierno:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22: 12).
Cada persona será juzgada con relación a su respuesta
al mensaje del evangelio, no perecerá eternamente, solo
por el pecado de Adán y Eva, ni por obra de satanás.
A pesar de la caída, Dios le dio libre voluntad al ser
humano para elegir entre el bien y el mal. Esta explicación
sirva para afirmar que Dios ama al ser humano y no quiere
que perezca (2 P. 3: 9). No obstante a que Dios es soberano,
la condenación eterna o la vida eterna, son una elección
individual.
d. La caída del ser humano
Para entender la condición actual de la humanidad, es
preciso comprender la autoridad que Dios le delegó al ser
humano, que fue creado en la tierra para que la gobernara.
13
Debido al caos causado por el pecado en el mundo, a veces
nos es difícil comprender el nivel de poder y autoridad
que Dios le delegó al ser humano al principio para
gobernar sobre la tierra. Adán y Eva descuidaron ese gran
privilegio, menospreciando la autoridad que se les había
concedido, sobre todo lo creado en la tierra. Ellos le
cedieron voluntariamente el gobierno a Satanás:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios
lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y
les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves
de los cielos, y en todas las bestias que se mueven
sobre la tierra” (Gn. 1: 27 y 28).
El ser humano se dejó engañar y cedió a la tentación de
Satanás. Ahora se sumerge en el pecado y sus fatales
consecuencias, pero Dios no abandona a sus criaturas. Dios
ama al ser humano, y ha provisto un camino de
restauración y vida eterna, para los que obedecen a su
voluntad:
“El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida
eterna a los que perseverando en bien hacer, buscan
gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que
son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que
obedecen a la injusticia” (Ro. 2: 6-8).
Si la caída del ser humano fue fatal, su restauración a la
comunión con su Creador es gloriosa. En su gran amor y
14
misericordia, Dios no abandonó al ser humano, ni le dejó
perecer en su condición de pecado. Él proveyó el medio de
salvación al enviar a Jesús a la tierra para dar su vida por
el pecador. Ahora cada ser humano puede escribir una
historia de redención, con recompensa eterna para los
vencedores.
15
II. LA REBELIÓN DE SATANÁS
a. La rebelión voluntaria de Satanás
De acuerdo a la Biblia, Dios le dio capacidad de elegir a
sus criaturas, y no solo al ser humano. El caso más
evidente es el del Querubín, Lucero hijo de la mañana,
ahora
convertido
en
Satanás,
quien
se
rebeló
voluntariamente contra Dios en el cielo y fue derribado a
la tierra.
Todo el caos que impera en el universo se desencadenó
por la desobediencia de este Querubín en el cielo, donde se
rebeló contra Dios y logró engañar y arrastrar una gran
cantidad de ángeles, que ahora son los demonios (Ap. 12:
7).
Todo vestigio de rebelión o desobediencia que hay en
todas las estructuras del gobierno y las relaciones
humanas, son causadas por fuerzas del mal; pero, el ser
humano aun goza de libre albedrío y puede desechar el mal
y obedecer voluntariamente a Dios.
Cuando el ser humano se convierte a Jesús, decide
obedecer a Dios; pero, aun debe luchar cada día para
mantenerse en obediencia a Dios y a su Palabra (la Biblia).
Ese es el gran reto de todo cristiano. Jesús enseñó:
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”
(Lc. 9: 23).
16
Satanás es quien dirige toda clase de rebelión en contra de
Dios y su Palabra. No importa porque fuente se desate, los
espíritus demoniacos colaboran con Satanás, y tientan a la
humanidad, para que se rebele contra Dios en todas las
formas posibles (1 R. 22: 21-23).
Como la vida humana es corta, a veces no nos
apercibimos de la magnitud de las consecuencias del
pecado, pues nacemos bajo pecado. Esa impide que en
ocasiones podamos discernir claramente entre el bien y el
mal, para eso debemos conocer a profundidad la Biblia y
orar a Dios, pidiéndole la guía del Espíritu Santo para que
nos ilumine. Cuando nacemos de nuevo, por el espíritu,
comenzamos a percibir esa realidad espiritual.
Satanás
está
interesado
en
que
la
humanidad
desconozca la realidad del mundo espiritual y la eternidad
del alma. Él quiere que el ser humano niegue la existencia
del cielo a fin de que las personas sean condenadas al
infierno. Satanás no quiere que la gente sepa que el existe.
Él es el gran engañador. ¡Que Jehová lo reprenda!
b. Satanás el tentador
La Biblia dice que Dios no tienta a nadie:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de
parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el
mal, ni él tienta a nadie” (Stg. 1: 13).
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Cada persona decide, por su propia voluntad, entre el bien
y el mal, por eso dice: “Sino que cada uno es tentado,
cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da
a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte” (Stg. 1: 14-15).
Satanás puede tentar, pero no puede obligar al ser
humano a hacer el mal, porque Dios le dio la libre
capacidad de decidir a cada una de sus criaturas. No
obstante, todo el mal que existe en la tierra ha sido
desatado, desde sus inicios, por causa de la desobediencia
humana. Al principio de la creación, Dios le dio el
gobierno de la tierra al ser humano:
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el
huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gn.
2: 15).
Satanás fue arrojado del cielo a la tierra (Ap. 12: 7-9) y allí
tentó a la primera pareja, quienes cedieron a su engaño,
escuchando las mentiras de Satanás, que contradecían el
mandato de Dios que les advertía no comer del fruto del
árbol de la ciencia del bien y del mal, porque morirían (Gn.
2: 17).
Satanás sigue tentando diariamente a la humanidad
para que se rebele contra Dios. Él sabe que toda persona
tiene la oportunidad de arrepentirse de sus pecados y que
puede alcanzar el cielo, donde él estuvo un día.
18
Él quiere impedirlo porque no fue perdonado por Dios y
siente celo del ser humano. Satanás y sus demonios saben
que están condenados (Mt. 8: 29), pero su orgullo les
mantiene dando una guerra estéril contra Dios.
Dios le está preparando un juicio a Satanás, en el cual
es necesario que se manifieste toda su maldad a fin de que
la creación conozca el justo juicio de Dios.
Además, Dios dejó a Satanás en un estado de locura,
pues él cree que algún día podría derrotar a Dios. Su
rebelión y obsesión por el poder es continuo.
c. La batalla por el gobierno de la tierra
Satanás engañó a la primera pareja y les arrebató la
autoridad que Dios les había dado sobre la tierra. Ahora
Satanás ha extendido su imperio en la tierra con la ayuda
de la voluntad humana, que sigue inclinada al pecado.
Satanás se apoderó de la tierra cuando engañó a la
primera pareja, y eso queda demostrado cuando tentó a
Jesús, afirmando que toda potestad le fue entregada sobre
la tierra; y Jesús no lo niega:
“Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un
momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el
diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de
ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien
quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán
tuyos” (Lc. 4: 5-7).
19
Pero Satanás fue derrotado posteriormente por Jesús en la
cruz, quién le arrebató el poder sobre la humanidad:
“Y despojando a los principados y a las potestades, los
exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la
cruz” (Col. 2: 15).
Si bien, Cristo venció a Satanás en la cruz, el problema
con la restauración del gobierno de Dios sobre la tierra, es
que el ser humano, aún goza de libre voluntad, y Dios no
le obliga a aceptar el señorío de Cristo en su vida. A pesar
de la victoria de Jesús en la cruz sobre Satanás, el ser
humano sigue eligiendo el pecado, y no a Cristo.
El restablecimiento del gobierno de Cristo en la tierra
no será posible en su totalidad, mientras exista el pecado,
sino hasta que Jesús venga a reinar sobre la tierra.
Juan describe el glorioso retorno de Jesús cuando
venga a establecer su reino sobre la tierra, de la siguiente
manera:
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo
blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y
Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran
como llama de fuego, y había en su cabeza muchas
diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno
conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa
teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.
Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo,
blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su
20
boca sale una espada aguda, para herir con ella a las
naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el
lagar del vino del furor y de la ira del Dios
Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene
escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE
SEÑORES” (Ap. 19: 11-16).
Por ahora, solo podemos orar al Padre pidiéndole que su
reino se establezca en su totalidad en la tierra, y para que
se haga su perfecta voluntad en la humanidad:
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra” (Mt. 6: 10).
El reino de Dios no será establecido, sino hasta que regrese
el gran rey. Ahora el reino de los cielos solo se ha acercado
a los hombres por medio del evangelio que predicó
nuestro Señor Jesucristo, en su primera venida a la tierra.
Él dijo:
“El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha
acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr.1: 15).
21
22
Capítulo – 2 –
LA REBELIÓN EN EL CIELO
____________________________________________________
I. LA REBELIÓN DE SATANÁS Y SUS ÁNGELES
La primera rebelión registrada en la Biblia sucedió en el
cielo. Un Querubín creado por Dios, que en honor a su
perfección y hermosura fue llamado, Lucero hijo de la
mañana1, se rebeló contra Dios y arrastró una gran
cantidad de ángeles del cielo con él. Este Querubín ahora
se llama Satanás, y sus ángeles, son ahora los demonios. Estos
fueron expulsados del cielo y lanzados a la tierra como
castigo. Con su engaño han creado un caos en la
humanidad, y han desatado una lucha férrea y continua
entre el bien y el mal.
a. ¿Quién fue Satanás?
Satanás fue un Querubín precioso creado por Dios que se
rebeló en el cielo. Los querubines son ángeles con un alto
1 Satanás fue llamado Lucero, hijo de la mañana (Is. 14:12), el
comparado con un Lucero debido a su belleza, y fue llamado hijo de
la mañana, quizá porque fue un ser creado en un determinado
tiempo, a diferencia de Jesús, que es el Lucero de la mañana (2 P.
1:19), no hijo de la mañana, pues Él es eterno.
23
rango de autoridad entre los ángeles y son protectores del
trono de Dios en el cielo.
Los siguientes pasajes son alusiones proféticas acerca de la
caída de Satanás desde el cielo:
“¡Como caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!
Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las
naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo;
en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi
trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los
lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré,
seré junto al altísimo” (Is. 14: 12-14).
Satanás no se conformó con la bondad divina de haberle
creado perfecto, sino que codició su trono y entró en
competencia con Dios, queriendo ser como Dios.
Este Querubín, ahora llamado Satanás, corrompió su
belleza y sabiduría, convirtiéndose en un ser abominable.
Él fue expulsado y lanzado a la tierra, a causa de su
rebelión y orgullo:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y
sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el
dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló
ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el
gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a
la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12:
7-9).
24
b. ¿Cómo el Querubín celestial se convirtió en Satanás?
En su amor y buena voluntad, Dios creó al Lucero hijo de
la Mañana con una belleza única y unos dones perfectos en
el cielo, pero a causa de su gran hermosura se llenó de
orgullo y se rebeló contra Dios, queriendo ser igual a Dios.
Acerca de la caída de Satanás, Ezequiel profetiza diciendo:
“Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de tiro,
y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de
la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de
hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de
toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina,
topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro,
carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus
tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti el
día de tu creación. Tú, Querubín grande, protector, yo
te he puesto en el santo monte de Dios, allí estuviste;
en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto
eras en todos tus caminos desde el día que fuiste
creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la
multitud
de
tus
contrataciones
fuiste
lleno
de
iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de
Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh
querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de
tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu
esplendor; yo te arrojé por tierra; delante de los reyes te
pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus
25
maldades y con la iniquidad de tus contrataciones
profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en
medio de ti, el cual te consumió y te puse en ceniza
sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran.
Todos los que te conocieron de entre los pueblos se
maravillaron de ti; espanto serás y para siempre dejarás
de ser” (Ez. 28: 12-19).
Este pasaje describe a Satanás cuando fue creado perfecto
por Dios en el cielo. Allí gozaba del amor y del poder de
Dios. Pero este pasaje también describe su final, cuando los
reyes de la tierra se maravillen de verle en el infierno,
como cualquiera de ellos.
c. ¿Quiénes son los demonios?
Los demonios fueron ángeles que Satanás sedujo para que
se unieran en su rebelión contra Dios. A estos demonios se
les llama ángeles de Satanás:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y
sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el
dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron ni se halló
lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran
dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a
la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12:
7-9).
26
Los demonios son llamados ángeles de Satanás, son
ángeles caídos, convertidos ahora en demonios. Estos están
llenos de maldad y perdieron su belleza. Ahora son seres
despreciables y sin amor, que perdieron su belleza celestial
y ahora tienen formas de animales a causa de su rebelión
contra Dios (Lc. 10: 17-20; Ap. 16: 13).
d. ¿Cuál es el castigo de Satanás y sus demonios?
Dios no perdonó a Satanás y a sus ángeles, debido a su
gran maldad, y los condenó a las tinieblas:
“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron,
sino que arrojándolos al infierno los entregó a
prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2
P. 2: 4).
El libro de Judas lo confirma diciendo:
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino
que abandonaron su propia morada, los ha guardado
en oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del
gran día” (Judas 1: 6).
e. ¿Qué hace Satanás en la tierra?
De acuerdo a la Biblia, Satanás mata, roba y destruye a la
humanidad, porque no tiene capacidad de crear, ese
atributo le pertenece solo a Dios. Jesús dijo:
27
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir;
yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia” (Jn. 10: 10).
Satanás sabe que está condenado eternamente y procura
engañar al ser humano para arrastrar al infierno a cuantas
almas pueda, antes que llegue la hora de su juicio final, el
cual sabe que es inminente.
f. Donde habita Satanás?
La mayoría de personas creen que Satanás vive en el
infierno, pero la Biblia señala que allí será lanzado en su
primer castigo, cuando sea atado por mil años:
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del
abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al
dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás,
y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró
y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las
naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y
después de esto debe ser desatado por un poco de
tiempo” (Ap. 20: 1-3).
Si Satanás va a ser lanzado por Dios al infierno como
castigo durante mil años, durante el gobierno de Cristo
sobre la tierra, significa que, por ahora él no permanece
siempre en el infierno.
Satanás tiene un espacio de locomoción limitado. El
solo puede estar en un solo lugar a la vez. Satanás no es
28
omnipresente, ni omnisciente, tampoco omnipotente como
Dios. Es un ser creado. Eso significa que está limitado por
el tiempo y el espacio.
Satanás perdió muchos de sus dones perfectos en su
caída, ahora solo posee un poder limitado, hasta donde
Dios se lo permite. El no decide el destino de la
humanidad, el solo es un engañador de la voluntad
humana, que tiene potestad solamente sobre los que
voluntariamente le obedecen.
Satanás tiene su espacio de movimiento en el universo,
él habita en el segundo cielo, el de las galaxias. Por eso la
Biblia le llama el príncipe de la potestad del aire:
“En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los
hijos de desobediencia” (Ef. 2: 2).
La Biblia dice que hay unos principados, que son secuaces
de Satanás que están asignados en el infierno; pero
también describe a las huestes espirituales de maldad que
habitan en las regiones celestes, que están al mando de
Satanás:
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”
(Ef. 6: 12).
29
Pedro describe que hay unos demonios que están presos
en el infierno:
“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron,
sino que arrojándolos al infierno los entregó a
prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2
P. 2: 4).
Estos demonios que fueron condenados por Dios a habitar
en prisiones de oscuridad, saldrán un día a la tierra para
atormentar a los seres humanos durante la gran
tribulación. Incluso, la Biblia da el nombre del gobernador
de las tinieblas que los dirigirá cuando salgan del abismo,
se llama Apolión, en griego; y Abadón, en hebreo. Acerca
de los demonios que habitan en el infierno, la Biblia señala:
“Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo
como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el
aire por el humo del pozo. Y del humo salieron
langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen
poder los escorpiones de la tierra. Y se les mandó que
no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde
alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los
hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus
frentes. Y les fue dado, no que los matasen, sino que
los atormentasen cinco meses; y su tormento era como
tormento de escorpión cuando hiere al hombre. Y en
aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no
la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de
30
ellos. El aspecto de las langostas era semejante a
caballos preparados para la guerra; en las cabezas
tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras
humanas; tenían cabello como cabello de mujer; sus
dientes eran como de leones; tenían corazas como
corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el
estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la
batalla; tenían colas como de escorpiones, y también
aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los
hombres durante cinco meses. Y tienen por rey sobre
ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es
Abadón, y en griego, Apolión” (Ap. 9: 2-11).
Satanás ha ido perdiendo cada día mas de sus poderes. En
la venida de Cristo a las nubes, cuando venga a llevar su
Iglesia al cielo, durante el arrebatamiento, Satanás ya no
podrá estar mas en los aires, pues él no podrá resistir la
presencia de Jesús cuando venga en las nubes, y quedará
relegado a morar sobre la tierra:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y
sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el
dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló
ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el
gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a
la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12:
7-9).
31
En esta batalla, Satanás es arrojado a la tierra, el texto dice
que desciende con gran furia, sabiendo que le queda poco
tiempo, o sea, los siete años de la tribulación. La Biblia
dice:
“Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos.
!Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el
diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo
que tiene poco tiempo. Y cuando vio el dragón que
había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que
había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer
las dos alas de la gran águila, para que volase de
delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es
sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un
tiempo” (Ap. 12: 12-14).
Satanás no tiene parte en el reino de Dios, pero
constantemente acusa a los cristianos ante Dios en el cielo.
Eso muestra que no permanece siempre en el infierno, él se
mueve en los aires:
“Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora
ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro
Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido
lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que
los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (Ap.
12: 10).
Otros pasajes de la Biblia, también muestran a Satanás
acusando a los hijos de Dios en el cielo. Como el caso de
32
Job, (Job 1: 6-12; también el caso de Pedro (Lc. 22: 31). En
ambos casos, satanás debió pedirle permiso a Dios, antes
de tocarles.
Si de acuerdo a la Biblia, ni un pájaro muere sin el
permiso de Dios, eso implica que Satanás solo tiene poder
sobre los que le obedecen y practican el pecado.
El hecho de que Satanás aparezca ante Dios para
acusar a los hijos de Dios, no se trata de que goce de
comunión con Dios. Al contrario, esto solo muestra la
soberanía de Dios sobre su creación. Satanás ya está
condenado, pero como un ser creado, no puede actuar
fuera del límite que Dios le ha establecido, porque Dios es
el juez de toda la tierra.
g. ¿Cuál será el fin de Satanás y sus ángeles?
Al final, después del milenio, Satanás será sacado del
infierno, y él y sus demonios, serán echados al lago de
fuego y azufre, donde serán atormentados eternamente:
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de
fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso
profeta; y serán atormentados día y de noche por los
siglos de los siglos” (Ap. 20: 10).
El infierno fue creado para Satanás y sus demonios, no
para el ser humano. La Biblia dice:
33
“Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos
de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles” (Mt. 25: 41).
Si el ser humano termina condenado en el infierno, es a
causa de su propio pecado, porque voluntariamente
decide obedecer a Satanás. No porque sea la voluntad de
Dios.
 CONCLUSIONES ACERCA DE LA CAÍDA DE
SATANÁS

Satanás fue un Querubín precioso creado por Dios en
el cielo que fue llamado, Lucero hijo de la mañana, a
causa de su hermosura y perfección.

Este Querubín quiso ser igual a Dios, se rebeló y fue
expulsado del cielo, y lanzado a la tierra.

El Querubín que fue precioso es ahora satanás, un ser
horrible con forma de animal.

Satanás sedujo, y arrastró la tercera parte de los
ángeles en su rebelión. Estos son ahora los demonios
que están a su servicio.

Satanás sedujo a la primera pareja, y les quitó
autoridad en la tierra.

Dios creó el infierno para satanás y sus demonios.
34
Capítulo – 3 –
LA REBELIÓN EN EL JARDÍN DEL EDÉN
____________________________________________________
I. LA REBELIÓN DE LA RAZA HUMANA
La rebelión de Satanás en el cielo desató un caos en la
tierra. Satanás sedujo con mentiras a la primera pareja para
que se revelarán contra Dios. Desde entonces, la
humanidad está enfrascada en una lucha tenaz entre el
bien y el mal. No obstante, el ser humano puede rechazar
el pecado pues aún goza de libre voluntad para elegir
entre el bien y el mal. Satanás puede tentar y seducir, pero
no puede obligar a hacer el mal.
a. ¿De dónde surge el ser humano?
Dios creó al ser humano del polvo de la tierra. La Biblia
dice.
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la
tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el
hombre un ser viviente” (Gn. 2: 7).
Dios hizo al ser humano a su imagen, y a su semejanza,
por eso es espiritual, eterno, racional, etc. La Biblia señala:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios
lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1: 12).
35
Dios le dio autoridad al ser humano para gobernar sobre la
tierra:
“Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves
de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo
animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1: 26).
Dios creó el huerto del Edén para el deleite del ser
humano. Eso muestra su gran amor y cuidado. La Biblia
dice:
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el
huerto del Edén, para que lo labrara y lo guardase”
(Gn. 2: 15).
Dios le dijo a la primera pareja, que podían comer de todo
árbol del huerto del Edén, donde les puso, pero les
prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Esto lo hizo a fin de probar su obediencia y libre voluntad:
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo
árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que de el comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2: 16-17).
Según la Biblia, Dios le dio libertad de decidir y un espacio
de locomoción a la primera pareja en el Edén. Eso se puede
notar cuando Dios aparece en el huerto, preguntando por
Adán:
“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el
huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se
36
escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y
le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Gn. 3: 8-9).
Dios apareció de algún lugar, lo mas probable es que de su
trono. Eso muestra que Dios no estaba como capataz de la
primera pareja en el Edén, él les confirió autoridad para
que gobernaran sobre la tierra. Lo que conectaba a Dios y a
la primera pareja, era su palabra, que les había dado que
guardaran. Hoy día también, lo que conecta a Dios con sus
hijos es su Palabra, la Biblia. La cual debemos cumplir.
b. ¿Cómo Satanás engañó al ser humano?
Satanás usó la mentira para engañar a la primera pareja.
Satanás es mentiroso, desde el principio. Jesús dijo:
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos
de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida
desde el principio, y no ha permanecido en la verdad,
porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de
suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”
(Jn. 8: 44).
La mentira ha sido una de las armas más poderosas que
Satanás ha usado en contra de la humanidad. Satanás usó
la mentira contra la primera pareja, al cuestionar y poner
en duda el mandato divino de no comer del árbol
prohibido, bajo advertencia de muerte:
37
“Pero la serpiente era astuta, más que todos los
animales del campo que Jehová Dios había hecho; la
cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No
comáis de todo árbol del huerto?” (Gn. 3: 1).
El ser humano era consciente del mandato divino:
“Pero del fruto del árbol que está en medio del huerto
dijo Dios: No comerás de él, ni lo tocareis, para que no
muráis” (Gn. 3: 3).
La serpiente mintió, negó, y cuestionó la verdad divina,
señalando que Dios encubría más información, y utilizó un
dato real para mentir:
“Entonces la serpiente le dijo a la mujer: Sino que Dios
sabe el día que comáis de él, serán abiertos vuestros
ojos, y seréis como Dios sabiendo el bien y el mal” (Gn.
3: 4-5).
Satanás arguyó diciendo que serían como Dios, sabiendo el
bien y el mal, pero no les recordó que Dios había dicho que
morirían. En efecto, ellos tuvieron conocimiento del bien y
del mal, pero eso no les trajo ningún beneficio. Al
contrario, fue peor porque la muerte entró en sus cuerpos
y ahora tenían que lidiar con el mal. Esta es una gran
lección para el resto de la humanidad, pues cuando Dios
no comparte un conocimiento, es porque él conoce si
conviene o no. Él es soberano, y como criaturas hechas por
Dios, debemos creer a su palabra, confiar en su
conocimiento, y descansar en su sabiduría.
38
c. ¿Cuál fue el castigo por el pecado?
Por causa de su engaño a la primera pareja (que fue otro
pecado añadido a su rebelión) Satanás fue puesto bajo
maldición divina:
“Jehová Dios dijo a la serpiente (Satanás): por cuanto
esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias del
campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos
los días de tu vida” (Gn. 3: 14).
Ya Satanás había sido expulsado del cielo a causa de su
rebelión, y quizás ésta era una prueba más que Dios ponía
en su camino, pero incitó a la primera pareja a que se
rebelaran contra Dios. Satanás siguió contaminando la
creación de Dios con su espíritu de rebelión, y esta vez, fue
condenado a arrastrarse y comer polvo. Quizá sea una
alusión a su castigo eterno en el fondo de la tierra, en el
infierno, al decir: “Sobre tu pecho andarás, y polvo
comerás todos los días de tu vida”.
Como castigo, el ser humano fue echado fuera del
huerto del Edén, y se le privó del privilegio de comer del
árbol de la vida:
“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto
hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre
todos los animales del campo; echó, pues fuera al
hombre y puso al oriente del huerto de Edén
39
querubines, y una espada encendida que se revolvía
por todos lados, para guardar el camino del árbol de la
vida” (Gn. 3: 23).
La tierra que Dios había preparado con amor para la
primera pareja, quedó bajo maldición, y ahora debía ser
cultivada con el sudor de la frente:
“Al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu
mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo:
No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del
campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta
que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gn. 3: 17-19).
La mujer también recibió su castigo, los dolores de su
parto fueron aumentados, a causa de su desobediencia.
Parece que los dolores era algo normal, pero según el texto
bíblico, fueron agravados a causa del pecado:
“A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los
dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos;
y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de
ti” (Gn. 3: 16 a).
El ser humano conoció el bien y el mal, pero murió como
Dios les advirtió:
“Y dijo Jehová Dios: he aquí el hombre es como uno de
nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora pues, que no
40
alargue su mano y coma también del árbol de la vida, y
coma, y vivirá para siempre” (Gn. 3: 22).
d. ¿Qué solución existe para el pecado?
Dios ha brindado solución al problema del pecado
humano, redimiendo gratuitamente a la humanidad por
medio del sacrificio de Jesús (el postrer Adán):
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre,
también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en
Cristo todos serán vivificados. Así también está escrito:
fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el
postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no
es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El
primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo
hombre, que es el Señor, es del cielo” (1 Co. 15: 21-22, y
45-47).
La muerte introducida por el pecado fue vencida por
Cristo. Pero aún no vemos que todo el beneficio de la
salvación haya alcanzado su plenitud en la tierra. Esto
obedece a que la humanidad, de manera general, ha
rechazado a Jesús como salvador. Para gozar de los
beneficios de la salvación, el ser humano debe aceptar su
culpabilidad, y las consecuencias de su desobediencia.
Existe el peligro de responsabilizar a Dios por las
consecuencias del pecado, que aun imperan en el mundo,
41
y no reconocer lo fatal que ha sido nuestra decisión de
desobedecer a Dios.
e. La vida y la muerte eterna, se pueden aceptar o
rechazar
Después de la caída, ningún ser humano está obligado a
practicar o permanecer en el pecado; ni por voluntad
propia, ni porque Satanás le obligue, cada cual decide
obedecer o desobedecer. Santiago dice:
“Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el
pecado; siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1:
14-15).
Cada individuo decide el futuro eterno de su alma,
mientras vive. Dios también respeta el libre albedrío del
ser humano, no le obliga a obedecer, eso es voluntario. No
obstante, así como el mandato divino conectaba a la
primera pareja con Dios, la palabra de Dios, la Biblia,
juzgará a la humanidad. Jesús dijo:
“Al que óye mis palabras, y no las guarda, yo no le
juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a
salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis
palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he
hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Jn. 12: 4748).
42
Capítulo – 4 –
EL CARÁCTER DE DIOS
____________________________________________________
I. DIOS ES AMOR Y FUEGO CONSUMIDOR
a. El carácter de Dios revelado en la Biblia
Uno de los propósitos más sublimes de las Sagradas
Escrituras, es revelar el carácter de Dios. Dios quiere que le
conozcamos, a través de su revelación especial, que es la
Biblia, y que fue escrita para que aprendamos de Dios:
“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra
enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia
y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”
(Ro. 15: 4).
Hay innumerables atributos divinos revelados en la Biblia
que definen el carácter de Dios, y que son imprescindibles
que los conozcamos, a fin de relacionarlos bien con Él.
El cristiano que desconoce el carácter de Dios revelado
en la Biblia, estará destinado a sufrir grandes pérdidas en
la tierra, e incluso, estaría en riesgo de perder su propia
alma. Nadie se puede relacionar bien con Dios, si no
conoce al Dios de la Biblia. La gran diferencia entre las
religiones y el cristianismo, es que servimos y adoramos al
43
Dios de la Biblia. Eso hace la diferencia en nuestra fe y
culto cristiano.
b. El carácter amoroso y justo de Dios
La Biblia dice que Dios es amoroso, y justo a la vez.
Moisés, es una de las mejores referencias que tenemos en
la Biblia acerca del carácter de Dios. La Biblia dice que
Moisés hablaba cara a cara con Dios (Éx. 33: 11). En una
ocasión, Dios pasó frente a Moisés y él pudo percibir parte
del carácter divino:
“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó:
!Jehová!, !Jehová!, fuerte, misericordioso y piadoso;
tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad;
que guarda misericordia a millares, que perdona la
iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún
modo tendrá por inocente al malvado; que visita la
iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos
de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación” (Éx.
34: 6-7).
Moisés describe como una característica divina principal,
su gran amor, pero a la vez afirma que es justo, al señalar
que es lento para la ira. La Biblia afirma que Dios es amor:
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es
amor” (1 Jn. 4: 8).
Pero también afirma que Dios, es fuego consumidor:
“Porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hb. 12: 29).
44
Estos versos hablan por sí mismos, del amor y la justicia
divina. Dios es todo amor, pero es todo justo. No existe
amor sin justicia. El amor es simplemente justo.
Implica que Dios ama a sus hijos, pero también les corrige
por amor. Acerca del amor divino, la Biblia dice:
“Como el padre se compadece de los hijos, se
compadece Jehová de los que le temen” (Sal. 103: 13).
De la corrección amorosa y a la vez justa de Dios, la Biblia
dice:
“No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,
Ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que
ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Pr.
3: 11-12).
Todos los seres humanos son creación de Dios; pero, no
todos son hijos de Dios. Dios les da potestad de ser hijos
suyos, a los que le reciben en su corazón y creen en el
nombre de Jesús como salvador. La Biblia dice:
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios” (Jn. 1: 12).
Dios no solamente es el juez de toda la humanidad, como
Padre, también tiene el derecho de disciplinar a sus hijos, a
fin de que sean perfeccionados para salvación:
“Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos
se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la
disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres
45
reprendido por él; porque el Señor al que ama,
disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si
soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos;
porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no
disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual
todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y
no hijos” (Hb. 12: 5-8).
Acerca del carácter amoroso y justo de Dios, la Biblia
revela a Jesús como un manso Cordero; pero, a la vez, lo
muestra como un fuerte León. Esta caracterización en su
doble faceta, de amor y de juez, se encuentra descrita por
Juan en un mismo pasaje del Apocalipsis:
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que
el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido
para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Y miré, y vi
que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes,
y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero
como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos,
los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por
toda la tierra” (Ap. 5: 5-6).
Usualmente, cuando las personas se convierten a Cristo,
solo conocen a Dios en su faceta de Cordero, pues recién
han experimentado el amor y el perdón divino. Pero, los
que logran alcanzar madurez en Dios, conocen a Jesús,
también como León. Es necesario que todo cristiano
alcance ese nivel de madurez, si no, le será difícil entender
46
el carácter divino, sobre todo, en su faceta de juez de toda
la creación. Dios es amor, pero es fuego consumidor.
c. La diferencia entre los justos y los pecadores
Dios hace diferencia entre el bueno y el malo. En cierta
ocasión el pueblo judío habló diciendo que no había
diferencia entre lo que le sucede al justo y al pecador. Dios
habló que el mostraría la diferencia. La Biblia dice:
“Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a
su compañero; y Jehová escuchó y, oyó, y fue escrito
libro de memoria delante de él para los que temen a
Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán
para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los
ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré,
como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.
Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre
el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no
le sirve” (Mal. 3: 16-18).
La Biblia dice que hay un final dichoso para el justo:
“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que
sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis
visto el fin del Señor, que el Señor es muy
misericordioso y compasivo” (Stg. 5: 11).
También, hay un final fatal para el malo:
“Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la
violencia, su alma los aborrece. Sobre los malos hará
47
llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador
será la porción del cáliz de ellos. Porque Jehová es
justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su
rostro” (Sal. 11: 5-7).
Esta explicación valga para hacer notar que, si bien, Dios
ama al ser humano, no coacciona su voluntad para
obligarle a tomar decisiones, sino que cada uno elige entre
el bien y el mal, y esa acción es la que finalmente
determina el futuro eterno de su alma. La Biblia dice:
“El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida
eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan
gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que
son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que
obedecen a la injusticia” (Ro. 2: 6-8).
d. Dios tiene comunión con sus hijos
Todo ser que existe es creación de Dios:
“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el
poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu
voluntad existen y fueron creadas” (Ap. 4: 11).
Pero, no todos los seres solo por ser creados por Dios, son
hijos de Dios. El pecador no goza de comunión íntima con
Dios, ni goza de los derechos que tienen los hijos de Dios:
“Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si
alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése
escucha” (Jn. 9: 31).
48
Dios escucha al pecador, en calidad de penitente, cuando
se arrepiente de sus pecados, según Romanos 10: 13; pero,
no puede demandar las promesas divinas a su favor,
porque no le pertenecen. Los hijos de Dios, en cambio,
pueden pedir de acuerdo a las promesas divinas y Dios los
oye:
“La comunión íntima de Jehová es con los que le
temen, y a ellos hará conocer su pacto” (Sal. 25: 14).
No implica que Dios no ayude a los pecadores, Dios hace
llover sobre buenos y malos:
“Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y
que hace llover sobre justos e injustos” (Mt. 5: 45).
Jesús escuchó la petición del ladrón arrepentido en la cruz:
“Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu
reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy
estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23: 42-43).
Dios ama igualmente al justo, como al pecador, pero el
pecado separa de Dios. El amor de Dios hacia el pecador es
misericordioso y perdonador, pero no le tendrá por
inocente; si no se arrepiente de sus pecados, antes de
morir, será condenado (Nh 1:3).
Aunque Dios tiene potestad sobre la vida y la muerte,
no obliga, ni manipula la voluntad humana. Cada persona
elige el destino eterno de su alma por una decisión
personal.
49
50
Capítulo – 5 –
LA AUTORIDAD DELEGADA POR DIOS.
____________________________________________________
I. LA REBELIÓN CONTRA LA AUTORIDAD
DELEGADA
Dios como fuente de toda autoridad, delega autoridad en
sus hijos, de acuerdo a su voluntad. Después de la caída, el
ser humano tiende a rebelarse contra la autoridad divina
que, en ocasiones, está representada en seres humanos.
a. ¿Qué es la autoridad delegada?
La autoridad delegada, es aquella que Dios deposita en sus
hijos, de acuerdo al ministerio que se asigna o misión que
desempeña en el reino de Dios en la tierra.
La autoridad delegada representa a Dios dentro del
marco de acción donde se le permite ejercer. Si no se logra
identificar a las autoridades delegadas por Dios se pueden
cometer grandes errores en la vida cristiana.
El punto es que esta autoridad, a veces, parecerá frágil
o sencilla a nuestros ojos, y allí puede estar el engaño, pues
al
no
identificarla
o
no
menospreciarla.
51
reconocerla
podemos
Usualmente, nuestra mente está acostumbrada al concepto
de autoridad secular, que es contraria a la autoridad divina
o espiritual. Jesús explicó la diferencia entre la autoridad
en el gobierno del mundo, quienes lo hacen con violencia e
imposición:
“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y
los que son grandes ejercen sobre ellas potestad” (Mt.
20: 5).
Mientras que, en el reino de Dios, la autoridad se ejerce
con amor y humildad. Jesús dijo:
“Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el
que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro
siervo” (Mt. 20: 26-27).
La autoridad secular se obtiene con agresividad, mientras
que, la autoridad espiritual se obtiene con humildad,
servicio, sometimiento a la autoridad y voluntad de Dios.
Si la autoridad delegada por Dios se ve con los ojos
naturales, parecerá insignificante o simple y este puede ser
un gran error de apreciación que nos puede causar mucho
daño en la vida cristiana. Por eso es importante reconocer
la autoridad delegada por Dios. Pablo dijo:
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que
la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”
(2 Co. 4: 7).
52
El poder de Dios, los ministerios y los dones espirituales,
están vaciados en gente común, pero nuestro deber es
saber reconocer la autoridad que les ha sido delegada por
Dios.
Uno de los errores más crasos en la vida cristiana, será
no reconocer a los que estan en autoridad, donde quiera
que vayamos, ya sea en la Iglesia o en la calle.
La Biblia manda que debemos someternos, aún a las
autoridades seculares, y señala que quién resiste la
autoridad, resiste a Dios mismo:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores;
porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las
que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que
quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios
resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí
mismos. Porque los magistrados no están para infundir
temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues,
no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás
alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu
bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano
lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador
para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es
necesario estarle sujetos, no solamente por razón del
castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues
por esto pagáis también los tributos, porque son
53
servidores de Dios que atienden continuamente a esto
mismo” (Ro. 13: 1-6).
Hay cristianos que matizan la rebelión actuando en contra
de la misma biblia, disfrazan sus acciones como símbolos
de convicción y fe madura, justifican sus actos de rebeldía
y terminan engañándose así mismos.
Acciones como la resistencia a las autoridades
seculares, o negarse a pagar los impuestos, las justifican
afirmando que son un rechazo al sistema del mundo. Eso
es rebeldía pura, disfrazada de un falso celo cristiano.
Excepto en los casos donde las autoridades quieran obligar
al cristiano a negar la fe basada en la Biblia, no se les debe
obedecer; pero, debemos obedecerles en todo lo demás
(Hch. 4: 19-20).
b. La rebelión de María
El pasaje anterior señala que quién resiste a la autoridad
delegada por Dios, ya sea secular o espiritual, resiste a
Dios mismo y acarrea condenación para sí mismo.
María (la hermana de Moisés) gozaba de dones
espirituales. Ella era profetiza y eso lo utilizó como excusa
para rebelarse contra su hermano Moisés. En su rebelión,
también arrastró a su hermano Aarón, el sumo sacerdote
que también era hermano de Moisés.
María justificó su rebelión alegando que Dios no solo
hablaba por medio de Moisés, sino por ella también:
54
“María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la
mujer cusita que había tomado; porque él había
tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés
ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por
nosotros? Y lo oyó Jehová. Y aquel varón Moisés era
muy manso, más que todos los hombres que había
sobre la tierra. Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón, y a
María: Salid vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y
salieron ellos tres. Entonces Jehová descendió en la
columna de la nube, y se puso a la puerta del
tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron
ambos. Y él les dijo: Oíd, ahora mis palabras. Cuando
haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en
visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo
Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré
con él, y claramente, y no por figuras; y verá la
apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor
de hablar contra mi siervo, Moisés? Entonces la ira de
Jehová se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se
apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba
leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí
que estaba leprosa” (Nm. 12: 1-10). Ver Éx.15: 20.
María creía que sus dones espirituales le ubicaban en el
mismo nivel de autoridad de Moisés; ignorando que los
dones y ministerios no dan mas autoridad. La autoridad
55
en el reino de Dios es delegada por Dios a quien él quiere,
pues solo Él conoce el corazón, por eso hay que respetarla.
Uno de los mayores engaños en que puede caer el
cristiano, que causa mucho daño y división dentro de la
Iglesia de Cristo, es creer que los dones espirituales (por si
mismos) nos hacen superior a los demás, o a las
autoridades que Dios ha establecido en cada posición en su
reino.
Aún, si Dios nos mandase dar un mensaje a alguien
que está puesto en autoridad dentro del reino de Dios, se
debe hacer con respeto, cuidado y amor (1 Ti. 5:19).
Cuando Dios establece a una persona como autoridad
delegada en su reino, le representa directamente a Él, y
Dios los defiende. Dios no irá por encima de esa autoridad.
Él es quien pone reyes y quita reyes (Dn.2:21).
Dios condenó la rebelión de María y le reclamó porque
no había tenido temor de Dios, al hablar mal de Moisés.
Dios se sintió aludido por la ofensa que le hicieron a su
autoridad, representada en Moisés y por eso salió en su
defensa, dando testimonio de él.
Su juicio fue inmediato sobre María, su cuerpo quedó
cubierto de lepra. Según el texto, Aarón por su parte, se
humilló y Dios perdonó su pecado.
Moisés no debió defenderse en este caso. Dios le
defendió de una rebelión que contaminaba a toda la
congregación de Israel.
56
Dios intervino inmediatamente, pues esta rebelión era de
gran magnitud, ya que María, no solo era hermana de
Moisés, sino que gozaba de reputación como profetiza
entre el pueblo. Eso magnificaba la rebelión y creaba gran
confusión en un pueblo que, constantemente resistía y
cuestionaba la autoridad de Moisés.
Una lección para aprender de éste caso es que los
dones espirituales pueden servirle de juicio a quien los
recibe y no los sabe ministrar. Si no se adquiere madurez
en la fe y conocimiento divino que deviene de nuestro
andar con Dios y el estudio de la Biblia, la puerta estará
abierta de par en par para el fracaso ministerial. La biblia
dice:
“Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no
hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías
como si no lo hubieras recibido?” (1 Co. 4: 7).
La autoridad también debe ser humilde. En esta ocasión,
Moisés no solo perdonó a su hermana, sino que rogó a
Dios que la sanara y se lo concedió.
c. La rebelión de Coré
Otro episodio muy triste que sucedió en la congregación
de Israel, fue la rebelión de Coré y su séquito, contra
Moisés:
“Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán
y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos
57
de Rubén, tomaron gente, y se levantaron contra
Moisés con doscientos cincuenta varones de los hijos
de Israel, príncipes de la congregación, de los del
consejo, varones de renombre. Y se juntaron contra
Moisés y Aarón y les dijeron: !Basta ya de vosotros!
Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y
en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pués, os
levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?”
(Nm. 16: 1-3).
Moisés vuelve a sufrir otra rebelión. Esta vez de los
príncipes y de la casta sacerdotal de los levitas. A los
levitas les sucedió lo mismo que a María (la profetiza
hermana de Moisés) estos llegaron a creer que, por tener el
privilegio de ministrar delante de Dios, gozaban de la
misma autoridad de Moisés.
Satanás llenó su corazón de envidia y tomaron
doscientos cincuenta varones de renombre que estaban en
autoridad, para rebelarse contra Moisés.
Moisés llevó el caso ante Dios, para que él dijera quien
era santo en la congregación (los rebeldes o Moisés y Aarón).
La señal sería que ofrecerían incienso y al que Dios se lo
aceptara, sería el elegido de Dios. Ante el inminente juicio
que se aproximaba, Moisés trató de persuadir a los
rebeldes de su error, antes de ser consumidos por el fuego
divino, pero no le quisieron escuchar:
58
“Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de
Eliab; mas ellos respondieron: No iremos allá” (Nm. 16:
12).
El juicio contra los rebeldes fue terrible. La Biblia dice que
el infierno se tragó vivos a los cabecillas de la rebelión y
descendieron con todo y sus casas al infierno:
“Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas
palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos.
Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a
todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y
ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al
Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de
la congregación” (Nm. 16: 31-33).
También, los doscientos cincuenta levitas que se unieron a
la rebelión, que sacrificaban incienso delante de Dios,
fueron consumidos por el fuego divino en ese juicio, pues
provocaron la ira de Dios con su rebelión:
“También salió fuego de delante de Jehová, y consumió
a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el
incienso” (Nm. 16: 35).
En este caso, sacerdotes santos y gente muy noble dejaron
que sus corazones se pervirtieran con envidia y arrogancia.
Esto les condujo a la rebelión contra la autoridad delegada
por Dios en sus líderes.
La rebelión es uno de los pecados más difíciles de
afrontar para cualquier líder, pues causa mucha confusión,
59
y al final las consecuencias son terribles en toda la Iglesia.
Satanás le hace creer a los rebeldes que ellos tienen la
razón a fin de que justifiquen su pecado. Aun cuando
pueda haber reclamos justos, la rebeldía de ninguna
manera se podrá justificar ante Dios, pues la biblia la
condena. Él nos ha llamado a la paz (Hb. 12:14).
La Biblia es severa contra los rebeldes y advierte al
cristiano fiel que cuide su corazón y se aparte de ellos a fin
de evitar los juicios divinos:
“Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que
causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina
que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de
ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor
Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves
palabras y lisonjas engañan los corazones de los
ingenuos” (Ro. 16:17-18).
La Biblia enseña que los que persisten en la rebelión, ya
están condenados bajo su propio pecado:
“Al hombre que cause divisiones, después de una y
otra amonestación deséchalo,
11
sabiendo que el tal se
ha pervertido, y peca y está condenado por su propio
juicio” (Tito 3:10-11).
Cualquier pecado, por escandaloso que sea, se puede
solucionar cuando la persona lo reconoce y se arrepiente.
El problema con los rebeldes es que una vez que Satanás
60
ha envenenado sus corazones, no hay manera de hacerles
recapacitar que están mal, pues no lo aceptan.
La rebeldía es el caso más difícil de enfrentar para un
líder, pues a la única persona que no se le puede ayudar,
es a aquella que no se deja ayudar. El rebelde justificará
sus acciones, por tanto, no se le podrá ayudar.
61
62
Capítulo – 6 –
REBELIÓN Y OBEDIENCIA A LA PALABRA DE DIOS
____________________________________________________
I. LA DESOBEDIENCIA DE SAÚL
Una de las formas más comunes de rebelión contra la
autoridad divina, es la resistencia a su Palabra. El primer
caso de desobediencia en la tierra, fue cuando la primera
pareja ignoró el mandato de la palabra de Dios en el
huerto del Edén. Ellos prefirieron escuchar y creer las
mentiras de Satanás, por encima de la palabra de Dios.
De la experiencia, del tristemente célebre rey Saúl con
Dios, se pueden aprender grandes lecciones para no
desobedecer a Dios.
a. Dios eligió a Saúl como rey de Israel
Debido a la desobediencia de Saúl y su consecuente
fracaso, algunas personas niegan la legitimidad del
llamado del mal logrado rey. Bajo ese sentimiento de
menosprecio, incluso le ignoran como primer rey legítimo
de Israel, señalando que David fue el primer rey. Pero, a la
luz de la Biblia, indudablemente, Saúl fue legítimamente
elegido como rey directamente por Dios:
63
“Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había
revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta
misma hora yo enviaré a ti un varón de la tierra de
Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo
Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los filisteos;
porque yo he mirado a mi pueblo, por cuanto su clamor
ha llegado hasta mí. Tomando entonces Samuel una
redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó,
y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su
pueblo Israel?” (1 S. 9: 15-16, y 10: 1).
La señal más legítima del llamado de Saúl, es que fue
ungido por el profeta Samuel, el mismo que ungió también
al rey David. Del profeta Samuel, la Biblia dice que Dios no
dejó caer ninguna de sus palabras al suelo, queriendo decir
que Samuel era un verdadero profeta de Dios. Así que,
desde la perspectiva bíblica, y dejando de lado nuestros
sentimientos, Saúl fue legítimamente llamado por Dios al
igual que David. Pero debemos retomar el mismo
principio que desde el inicio hemos estudiado, a saber, que
Dios respeta lo que cada ser humano haga con los dones y
ministerios que les ha confiado, pues somos solo
administradores de la Gracia que se nos ha conferido. El
apóstol Pedro explica:
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a
los
otros,
como
buenos
administradores
multiforme gracia de Dios” (1 P. 4: 10).
64
de
la
b. Saúl desobedece a la palabra de Dios
Cuando Saúl comenzaba su reinado, Samuel le dio
instrucciones de que esperara siete días, para hacer un
sacrificio a Dios, a fin de pedir la bendición divina para
una de sus primeras batallas:
“Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces
descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar
ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga a
ti y te enseñe lo que has de hacer” (1 S. 10: 8).
Nadie más podía ofrecer este sacrificio a Dios, ya que solo
los sacerdotes, y en este caso, los profetas guiados por Dios
podían realizar dichas ofrendas. Saúl esperó los siete días
conforme a la palabra de Samuel, pero, justamente al caer
la tarde se desesperó, porque los soldados le abandonaban
y temía quedar con pocos hombres para pelear la batalla:
“Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel
había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo
se
le
desertaba.
Entonces
dijo
Saúl:
Traedme
holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y
cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí
Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para
saludarle. Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y
Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me
desertaba, y que tú no venías dentro del plazo
señalado, y que los filisteos estaban reunidos en
Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos
65
contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de
Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. Entonces
Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste
el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había
ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu
reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no
será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme
a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea
príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has
guardado lo que Jehová te mandó” (1 S. 13: 8-14).
Dios delega autoridad en sus hijos, pero demanda
obediencia porque su obra se debe realizar por medio de
nuestra fe, dependiendo totalmente de Él. La Biblia dice
que sin fe es imposible agradar a Dios (Hb. 11: 6).
No importa la magnitud de nuestra labor en el reino de
Dios, sea grande o pequeña, no se puede realizar si no es
por medio de nuestra fe en Dios.
Dios probó la fe de Saúl. Dios sabía que el pueblo se le
estaba desertando, solo quería que Saúl aprendiera
depender totalmente de su poder, y no en sus propias
fuerzas, pero su fe le faltó.
La misma prueba debió pasar Gedeón, a quien Dios le
había confirmado con señales que ganaría una de sus
primeras batallas como juez de Israel, pero antes de salir a
pelear, Dios le dijo que solo irían los que él le dijera, ya que
eran muchos, y el pueblo atribuiría el éxito en la batalla a
66
la cantidad de soldados. De toda la multitud que había,
Dios solo le dejó trescientos soldados, con los que ganó la
batalla (Jc. 7).
Gedeón superó la prueba de su fe, en cambio, a Saúl le
faltó la fe para que Dios le confirmara en su trono como
rey de Israel. Nuestra obediencia a la autoridad divina,
marca la diferencia en nuestra vida cristiana.
c. Dios comisionó a Saúl acerca de los Amalequitas
Cuando el rey Saúl fue comisionado por Dios para hacer
juicio sobre los amalequitas, también volvió a desobedecer:
“Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te
ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues,
está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho
Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec
a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de
Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo
que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres,
mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas,
camellos y asnos” (1 S. 15: 1-3).
Dios había advertido juicio contra Amalec, porque habían
atacado injustamente a Israel en su camino a la tierra
prometida:
“Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en
un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de
Amalec de debajo del cielo” (Éx. 17: 14).
67
Pero Saúl desobedeció la orden divina, y fue desechado
como rey:
“Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios
ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y
Jehová te ha ungido por rey sobre Israel? Y Jehová te
envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de
Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes. ¿Por qué,
pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al
botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová? Y Saúl
respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de
Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he
traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido a los
amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y
vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios
a Jehová tu Dios en Gilgal” (1 S. 16: 17-21).
De ésta malograda experiencia del rey Saúl con Dios, se
desprende uno de los pasajes más relevantes en cuanto a la
obediencia a la autoridad divina. El hecho de que la
obediencia es más importante que todos los sacrificios:
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los
holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor
que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura
de los carneros. Porque como pecado de adivinación es
la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por
68
cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te
ha desechado para que no seas rey” (1 S. 15: 22-23).
La obediencia es más importante que todos los sacrificios.
Dios le dijo a Saúl, que su obediencia era más agradable
que todos los sacrificios que había ofrecido. No obstante,
eso no implica que los sacrificios no sean agradables a
Dios, lo que el pasaje condena son los sacrificios, sin
obediencia.
Cuando Dios nos manda hacer un sacrificio por su
obra, cuenta en su reino, porque lo hacemos en obediencia
a su voz. Lo que Dios condena son los sacrificios sin
obediencia.
El pasaje anterior resalta los siguiente en cuanto a la
obediencia a la voz de Dios:

La obediencia es mejor que los sacrificios.

Prestar atención, es mejor que la grosura de los
carneros. No basta con escuchar la palabra de Dios, hay
que obedecerla al pie de la letra, sin quitarle, ni
ponerle.

En este pasaje, la Biblia muestra que la rebelión es
como el pecado de adivinación. Un rebelde, es
comparado con un adivino por Dios. Debemos
considerar esto.

La obstinación es un pecado como de idolatría. A veces
condenamos los idólatras de imágenes, pero hay
muchas formas de idolatría. Obstinarse con cualquier
69
tema que conduce a una rebelión, es idolatría de
nuestro propio ego.

Quien desecha la palabra de Dios, rechaza a Dios
mismo. Dios le dijo a Saúl que, por haber desobedecido
a su palabra, Él le había desechado. No rechacemos la
palabra
de
Dios,
para
que
no
nos
retiremos
avergonzados en su venida (1 Jn. 2: 28). La Biblia dice:
“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no
escaparon aquellos que desecharon al que los
amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si
desecháremos al que amonesta desde los cielos” (Hb.
12: 25).
d. El culto extraño a Dios
Cuando brindamos culto a Dios, debemos asegurarnos de
hacerlo bajo obediencia a Dios, y en acuerdo con la Biblia.
De lo contrario, aunque sea por falta de conocimiento
estaremos en contradicción y rebeldía contra Dios. Una de
las explicaciones que dio Saúl para tomar de los animales
de Amalec, fue que eran para sacrificarlos a Dios:
“Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las
primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová
tu Dios en Gilgal” (1 S. 16: 21).
En verdad, Saúl trajo los animales porque el pueblo los
codició, pero a Dios no le agradó porque esos animales
estaban dedicados a los demonios por esos pueblos
70
paganos. Dios no busca que le ofrendemos cosas impuras,
para que sean agradables deben ser puras, que procedan
de un corazón santo.
Si no somos adoradores genuinos, nuestro culto será
desconocido por Dios. Aún las intenciones más sanas, se
pueden convertir en un horrendo pecado ante Dios.
La Biblia dice que en una ocasión, un varón llamado
Uza, trató de ayudar para que el arca del pacto no se
cayera cuando era cargada por unos bueyes, y cuando él
tocó el arca, murió, porque no era sacerdote. Él no estaba
autorizado para tocar las cosas sagradas (2 S. 6: 7). Una
buena intención, desembocó en un juicio divino.
Contrario a estos casos de culto extraño a Dios, está el
caso de David, quien, siendo temeroso de Dios, reconoció
que no podía hacerle daño a Saúl cuando tuvo la ocasión.
Saúl le buscaba para matarle sin razón alguna. Pero David
entendió que Dios es el juez de toda la tierra, y prefirió
dejar la causa en sus manos. Al final Saúl murió en manos
de sus enemigos y David fue posteriormente exaltado por
Dios (1 S. 24 y 31).
71
II. LA OBEDIENCIA DE DAVID
En el reino de Dios es imposible que una persona sea
puesta en autoridad, si antes no aprende a someterse a la
autoridad. Es una ley del reino de Dios. La Biblia dice que,
quien quiera ser grande en el reino de Dios, debe primero
ser servidor de los demás:
“Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el
que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro
siervo” (Mt. 20:26-27).
a. David, un hombre conforme al corazón de Dios
Es difícil hablar del rey Saúl, sin mencionar al rey David,
sus vidas paralelas contrastan. Saúl es sinónimo de una
persona ungida por Dios para un cargo que con el tiempo
se desvía de la voluntad de Dios. David, por su parte, es
un ser humano común y frágil, pero que sabe humillarse y
volverse a Dios en el momento que lo necesita. Quizá eso
resume la descripción de David que Dios le dio al profeta
Samuel cuando dijo: “Jehová se ha buscado un varón
conforme a su corazón” (1 S. 13:14).
No significa que David era perfecto, sino que en medio
de su imperfección sabía cómo agradar a Dios y se
esforzaba por hacerlo, al sobreponerse a sus propias
caídas.
72
Tanto Saúl como David fueron ungidos legítimamente
para su reinado por orden divina por medio del profeta
Samuel como muestran los siguientes versos:
“Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en
medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante
el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 S. 16:13).
“Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la
derramó sobre su cabeza (de Saúl), y lo besó, y le dijo:
¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo
Israel?” (1 S. 10:1).
Estos versos desmienten que Saúl no haya sido ungido
legítimamente
por
Dios,
como
señalan
algunos
predicadores. Cada ser humano, aun siendo llamado
legítimamente por Dios, puede obedecer o desobedecer a
Dios durante el desarrollo de su ministerio.
Cuando Saúl fue elegido para ser rey sobre Israel
asumió inmediatamente, porque no había un antecesor, él
fue el primer rey. Cuando Samuel unge a David, todavía
Saúl era rey. David debía esperar que Dios cumpliera la
promesa a su tiempo. Eso implicaba que David debía
esperar que fuera Dios quien quitara a Saúl y no su propia
mano. Eso fue lo que hizo David, esperar en Dios.
El primer encuentro de David con el rey Saúl, fue
cuando llevaron a David ante Saúl para que tocara el arpa
a fin de que se aquietaran los demonios que atormentaban
a Saúl:
73
“Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía
sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano;
y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se
apartaba de él” (1 S. 16:23).
David también fue el que venció al gigante Goliat y le
dio gran victoria al pueblo de Israel y al rey Saúl ante sus
enemigos. David solo le hizo el bien a Saúl, pero Saúl le
pagó con envidia. A causa de la victoria de David ante
Goliat (1 S. 17), Saúl le dio su hija por esposa, pero después
se la quitó por celos y envidia debido a la Gracia que
David había hallado ante Dios y el pueblo. Saúl comenzó
una cacería injusta contra David para quitarle la vida, pero
Dios libró a David de morir en manos de Saúl.
El último encuentro que David tuvo con Saúl fue muy
cercano, tanto que Saúl se metió a una cueva mientras
procuraba matar a David, sin saber que David estaba
escondido al fondo de la misma cueva.
b. El respeto de David por la autoridad
David, respetó la vida de Saúl a causa de la unción que
había recibido Saúl, al ser ungido como rey de Israel:
“Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino,
donde había una cueva, entró Saúl en ella para cubrir
sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en
los rincones de la cueva” (1 S. 24:3).
74
Los hombres de David infirieron que Dios le había hecho
justicia al poner a su enemigo en sus manos, pero David
sintió temor de Dios al acercarse a Saúl y solo pudo cortar
un pedazo de su manto:
“Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el
día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu
enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere. Y
se levantó David, y calladamente cortó la orilla del
manto de Saúl. Después de esto se turbó el corazón de
David, porque había cortado la orilla del manto de
Saúl. Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer
tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo
extienda mi mano contra él; porque es el ungido de
Jehová” (1 S. 24:3-6).
David prefirió sufrir la persecución e incluso morir si
era necesario, pero no tomar venganza contra Saúl. David
decidió que, si Jehová no le quitaba el reinado a Saúl, él no
lo tomaría por su propia fuerza. Finalmente, David decidió
huir fuera de Israel para librar su vida, donde permaneció
hasta el día en que Saúl murió por mano de sus enemigos.
Es importante aprender de esta lección que, si un líder
se desvía de la voluntad de Dios no podemos hacer una
rebelión en su contra. Lo sabio es pedir dirección de Dios
en oración para tomar decisiones sabias o que las
autoridades que están por encima se encarguen de tomar
acciones.
75
David se podía justificar al señalar que Saúl lo perseguía y
que Dios lo puso en su mano para matarle, pues en la Ley
se permitía la venganza y se juzgaba ojo por ojo, y diente
por diente. No obstante, David sabía que el mismo aceite
de la unción santa que Samuel había derramado sobre su
cabeza, también había sido derramado sobre Saúl para
gobernar.
El temor de Dios llevó a David a respetar la autoridad
que Dios le había dado a Saúl, a pesar de que Saúl se había
desviado de Dios. David supo que, si Dios había ungido a
Saúl como rey, era Dios quien tenía que quitarlo y no él.
Impresionante lección de lo que es el conocimiento de la
autoridad divina.
Dios no tolera la rebeldía, porque toda raíz de rebelión
procede de Satanás. La rebeldía representa a Satanás, él es
rebelde desde que estaba en el cielo y su meta es que toda
la humanidad se rebele contra Dios.
La rebelión contra la autoridad no se justifica de
ninguna manera en el reino de Dios. La Biblia compara al
rebelde con un adivino:
“Porque como pecado de adivinación es la rebelión”
(1 S. 15:23a).
76
Capítulo – 7 –
LA REBELIÓN EN LA IGLESIA
____________________________________________________
I. LA AUTORIDAD DE LOS MINISTROS DE DIOS
a. Los ministerios de la Iglesia
Jesús estableció ministerios en su iglesia, a quienes les
delegó autoridad espiritual para ministrarla en su reino. El
propósito de los ministerios dados por Cristo a la Iglesia,
es perfeccionar a los santos para que crezcan en estatura
espiritual, a fin ejercer bien su labor en la obra de Dios:
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros,
profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y
maestros a fin de perfeccionar a los santos para la obra
del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que
ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera
de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres
que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos
en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de
quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí
77
por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente,
según la actividad propia de cada miembro, recibe su
crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef. 4: 11-16).
La autoridad de los ministros de Dios, y todo don
espiritual de la Iglesia, no funcionan de manera
independiente, deben estar ligados al carácter amoroso y
justo de Dios, bajo su autoridad y en obediencia a la Biblia.
Implica que los que ejercen autoridad, deben hacerlo
sometidos a la voluntad de Cristo, y guiados por el
Espíritu Santo.
b. Ministros de Dios bajo la autoridad de Jesús
Al referirnos a los ministros de Dios, implícitamente
hacemos alusión a alguien que ministra dones divinos, y
que ejerce autoridad delegada por Dios en su reino.
Pablo explica que, esta autoridad, es dada para
perfeccionar a los santos, no es destructiva en sí misma:
“Por esto os escribo estando ausente, para no usar de
severidad cuando esté
presente, conforme a la
autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y
no para destrucción” (2 Co. 13: 10).
No obstante, Pablo usó su autoridad apostólica para
corregir, e incluso para la destrucción del cuerpo, a fin de
que el alma de algunos cristianos fluctuantes fuese salva y
purificada, a través de la prueba. En un caso de pecado
dentro de la Iglesia, Pablo entregó a Satanás a una persona,
78
a fin de que lo zarandeara para que pudiera arrepentirse
de su pecado. Él dijo:
“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos
vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor
Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para
destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea
salvo en el día del Señor Jesús” (1 Co. 5: 4-5).
Obviamente, este nivel de autoridad no se puede
ejercer de manera humana, solo ministros guiados por el
Espíritu Santo la pueden utilizar; no para crear un estigma,
ni para condenar al pecador, sino a fin de que no perezcan
en su pecado.
Para quienes piensan que esta autoridad ya no
funciona hoy día, hay que recordarles que Dios es el
mismo de ayer, hoy y por siempre (Hb. 13: 8).
En una ocasión, el apóstol Pablo entregó a Satanás a
dos cristianos que se desviaron de la fe, y habían caído en
blasfemia contra Dios, Pablo dice: “De los cuales son
Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para
que aprendan a no blasfemar” (1 Ti. 1: 20).
Es posible que Pablo haya entregado estos dos varones
a Satanás a fin de que su alma no fuese tocada, como en el
caso anterior. La Biblia dice que la blasfemia contra el
Espíritu Santo no será perdonada, pero quizá la blasfemia
de ellos no fue directamente contra el Espíritu Santo, pues
Jesús dijo que, si decían algo contra él, les perdonaría (Mt.
79
12: 31-32). El punto es que Pablo entendía claramente la
autoridad en el reino de Dios, y fue capaz de utilizarla a
profundidad, para la perfección de los santos.
c. La autoridad delegada a la Iglesia
Antes de resucitar, Jesús les dio autoridad a sus discípulos
para sanar enfermos, resucitar muertos, y echar fuera
demonios. Jesús dijo:
“Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se
ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos,
resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia
recibisteis, dad de gracia” (Mt. 10: 7-8).
Después de resucitar, Jesús recibió del Padre toda
autoridad en el cielo, en la tierra, y debajo de la tierra:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28: 18).
Ya resucitado, Jesús les dio autoridad a sus apóstoles de
ministrar el perdón de pecados, en su nombre:
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como
me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo
dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A
quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a
quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Jn. 20: 2123).
Jesús es la cabeza de la Iglesia:
80
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es
el principio, el primogénito de entre los muertos, para
que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1: 18).
Eso tiene implicaciones profundas para el ejercicio de la
autoridad. La cabeza es la que guía el resto del cuerpo. Si
Jesús no es quien guía a los ministros, no podrán ejercer
bien su autoridad. Los ministros solo son partes del
cuerpo, que obedecen las órdenes de la cabeza, que es
Cristo, a fin de edificar en el reino de Dios (Ef. 4: 15-16).
A los ministros de la Iglesia, como autoridades
delegadas de Dios, se les debe respetar a causa de la
autoridad que Dioses ha asignado en su reino:
“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos;
porque ellos velan por vuestras almas, como quienes
han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no
quejándose, porque esto no os es provechoso” (Hb.
13:17).
d. Ejerciendo la autoridad divina
La
investidura
de
autoridad
divina es una
gran
responsabilidad ante Dios. Los ministros legítimamente
llamados por Dios, deben ministrar su autoridad con
humildad, y un temor reverente a Dios. Eso no implica que
deban tener temor de ejercerla, pero se deben cuidar de no
caer en el abuso de autoridad, que es condenado en la
Biblia. Pedro advierte el peligro de caer en este error:
81
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,
cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente;
no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no
como teniendo señorío sobre los que están a vuestro
cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5: 2-3).
La autoridad delegada de Dios nos puede hacer creer que
la podemos ejercer a nuestro antojo, y esto, nos podría
conducir al abuso de autoridad. Pero, existe otro error
opuesto al abuso de la autoridad que es igualmente dañino
a la obra de Dios, y es la falta del ejercicio de la autoridad.
La Biblia advierte que los ministros de Dios deben saber
ejercer bien la autoridad, y ésta la deben aplicar primero
en sus casas; de lo contrario, no podrán gobernar en la
iglesia del Señor. Acerca de los ministros, la Biblia dice:
“Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe
gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de
Dios?)” (1 Ti. 3: 4-5).
Hay ministros que confunden el amor de Dios con la
alcahuetería, y yerran a la hora de ejercer autoridad en la
Iglesia o en su casa. La Biblia dice que, si un ministro no
ejerce autoridad en los de su casa, tampoco podrá ejercer
autoridad en la Iglesia.
En la Biblia se relata el célebre y triste caso del
sacerdote Elí, que es un monumento a la falta de
autoridad. Elí perdió la promesa del sacerdocio que Dios le
82
había dado a su familia por generaciones, y murió en un
mismo día, juntamente con sus hijos.
Los hijos de Elí eran sacerdotes y habían pervertido el
sacerdocio. Elí lo sabía, pero solo les amonestó y no los
disciplinó, ni tomó acciones correctivas a fin de sacarlos
del ministerio sacerdotal. Eso le costó su ministerio, y le
truncó su vida y la de sus hijos (1 S. 4).
83
84
Capítulo – 8 –
PODER EN EL NOMBRE DE JESÚS
____________________________________________________
I. EL CRISTIANO TIENE PODER SOBRE SATANÁS Y
SUS DEMONIOS EN EL NOMBRE DE JESÚS
a. La lucha entre el bien y el mal
La Biblia dice que Dios hizo al ser humano con libre
voluntad, y aunque la persona sea cristiana, Dios no le
quita esa capacidad de decidir por sí mismo. Eso implica
que, mientras el cristiano esté en su cuerpo físico, tendrá
que lidiar una batalla constante entre los deseos de su
propia carne, y los de su espíritu que son santos. Jesús lo
explicó así:
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el
espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es
débil” (Mt. 26: 41).
Pablo explica que la carne y el espíritu, se oponen entre sí,
y se enfrascan en una lucha latente, entre el bien y el mal:
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra
el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”
(Gá. 5: 16-17).
85
El cristiano obedece a Dios voluntariamente, por eso es
que Satanás lucha para que desobedezca. Satanás no
puede obligar al ser humano a pecar, el seduce poniendo
la tentación en el camino para que el ser humano se
provoque y ceda al mal. Esta misma estrategia usa con los
cristianos.
Si Satanás no logra que el cristiano desobedezca, por lo
menos tratará de impedir que ore, procurará que viva
oprimido, y agobiado por situaciones y preocupaciones
diarias. La idea es distraer al cristiano para que no se
aperciba del poder y las promesas divinas.
Satanás es padre de mentira, y dirá todo lo contrario a
las promesas de bendición divinas. Jesús dijo:
“Él ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es
mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8: 44).
Satanás usa la mentira como una de sus armas preferidas
para engañar al ser humano. A veces, nuestra victoria
como cristianos, dependerá de algo sencillo y poderoso a
la vez, y es creer lo que Dios dice en su Palabra, e ignorar
lo que Satanás y sus demonios digan. Esa lección puede
definir grandes victorias, o fatales derrotas. Satanás no
tiene ninguna arma que pueda doblegar al cristiano, más
que la mentira. Así que, el procurará engañar con mentiras
tan sutiles, que podrán parecer hasta ideas justificables.
86
b. La victoria de Cristo sobre Satanás
Jesús venció a Satanás en la cruz:
“Anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio
y clavándola en la cruz, y despojando a los principados
y
a
las
potestades,
los
exhibió
públicamente,
triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2: 14-15).
Esta victoria de Cristo sobre Satanás es total, sobre toda
fuerza del mal. No obstante, ahora Jesús no gobierna
totalmente sobre la tierra porque el corazón del ser
humano no se lo permite, ya que, en su mayoría, están
inclinados al pecado. Eso hace que, por ahora, el gobierno
de Jesús en la tierra solo esté establecido en el corazón de
sus amados hijos, los cristianos. El apóstol Pablo explica lo
siguiente:
“Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le
sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él;
pero todavía no vemos que todas las cosas le sean
sujetas” (Hb. 2: 8).
Pero vendrá el tiempo cuando Jesús someterá todas las
cosas a su autoridad, durante su gobierno sobre la tierra:
“Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre,
cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y
potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya
puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Co.
15: 24-25.
87
La autoridad de Dios se establecerá de manera total,
cuando Jesús gobierne sobre la tierra. Sus hijos también
reinaremos juntamente con Él. Jesús dijo:
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo
le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con
vara de hierro, y serán quebradas como vaso de
alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”
(Ap. 22: 26-27).
c. Un nombre sobre todo Nombre
Jesús es la llave de nuestra autoridad. El Padre le dio
poder, dominio y autoridad sobre todas las cosas creadas.
Es importante tener conocimiento de la autoridad del
nombre de Jesús. Es en su nombre, que la Iglesia debe usar
su autoridad en la tierra. El Padre no escuchará ninguna
petición nuestra, sino es en el nombre de su Hijo:
“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14: 13-14).
La autoridad espiritual que Dios ha depositado en sus
hijos solo puede ser efectiva si se usa en el nombre de
Jesús:
“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi
nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas
lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren
88
cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán” (Mr. 16: 17-18).
Los espíritus inmundos no saldrán fuera del cuerpo de los
pecadores, si no es en el nombre de Jesús. Las
enfermedades solo obedecen al nombre de Jesús. Aún los
vientos y el mar obedecen la voz de Cristo (Mt. 8: 27).
Jesús les dio autoridad a sus discípulos para que
hicieran milagros, y echaran fuera demonios en su
nombre:
“Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun
los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo
veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os
doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre
toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lc. 10: 1719).
Los discípulos se asombraron, porque al pronunciar el
nombre de Jesús, los demonios les obedecían y salían de
las personas. Para ellos fue algo asombroso descubrir el
poder del nombre de Jesús, que es el nombre, sobre todo
nombre:
“La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos
y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,
sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y
sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este
siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las
cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las
89
cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de
Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1: 20-23).
Pablo continúa diciendo:
“Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo
sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de
los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la
tierra” (Ef. 2: 8-10).
Llegará el momento que el nombre de Jesús será
reconocido por toda la creación, y toda rodilla se doblará
ante su presencia.
d. El poder y la autoridad de la palabra de Dios
La Biblia nos habla del gran poder de la palabra de nuestro
Dios. Por su palabra fueron creadas todas las cosas:
“Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo
antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos,
y también la tierra, que proviene del agua y por el agua
subsiste” (2 P. 2: 5). Ver Col. 1: 16; Ap. 4: 11.
Jesús es el logos, o la palabra encarnada (Jn. 1: 1). Jesús
manifestó el poder de su palabra cuando estuvo en la
tierra, como se puede notar, en los siguientes pasajes:

Con su palabra, Jesús maldijo un árbol de higuera que
no daba fruto, y la higuera se secó (Mt. 21: 18-22).
90

Con su palabra, Jesús reprendió los vientos y las aguas,
y le obedecieron (Lc. 8: 24-25).

Por su palabra, Jesús reprendía a los demonios y salían
fuera de los cuerpos (Mr. 9: 25).

Con su palabra, Jesús sanaba a los enfermos (Lc. 4: 39).

En ocasiones, Jesús sanó a los enfermos a la distancia,
solo enviando su palabra (Mt. 8: 5-13).

En obediencia a la palabra de Jesús, Pedro echó sus
redes en el mar, dónde no había podido pescar, y sacó
las redes llenas (Lc. 5: 5-6). En otra ocasión, Jesús le
ordenó a Pedro que fuera a pescar y que hallaría en la
boca de un pez una moneda con la cual pagarían sus
impuestos (Mt. 17: 27).

Acerca del poder de la palabra de Dios, la Biblia dice
que, en su segunda venida, Jesús consumirá con fuego
a los pecadores con una espada que sale de su boca
(Ap. 19: 5).
Por la Palabra de Dios existe y es sustentado todo el
universo:
“En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a
quien constituyó heredero de todo, y por quien
asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor
de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y
quien sustenta todas las cosas con la palabra de su
poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros
91
pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de
la Majestad en las alturas” (Hb. 1: 2-3).
92
Capítulo – 9 –
LA JUSTICIA DIVINA
____________________________________________________
I. EL CARÁCTER JUSTO DE DIOS
a. La justicia de Dios
La justicia es una de las causas que a veces se usa como
excusa para justificar la rebelión contra la autoridad.
Puede ser que nuestro propio concepto de justicia este
muy distante del que es bíblico.
La justicia es uno de los temas menos conocidos para el
cristianismo, pero es de gran relevancia en el reino de Dios
y su desconocimiento nos puede llevar a confrontar directa
o indirectamente la autoridad de Dios. La Biblia demanda
que el cristiano haga justicia, pero no podemos ser justos,
si no conocemos lo que es la justicia.
En el mundo no hay justicia, porque el ser humano es
por naturaleza egoísta e injusto. La justicia perdurable solo
será establecida de manera permanente en la tierra cuando
Jesús regrese a reinar. La Biblia dice:
“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y
sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y
poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la
93
justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y
ungir al Santo de los santos” (Dn. 9: 24). Ver, Mal. 4: 2.
Quizás una de las cosas más difíciles en la vida, es ser
justo, tal vez por eso el tema no sea muy conocido, ni
predicado en los púlpitos. El tema de la justicia toca las
fibras más profundas de nuestros intereses y sentimientos.
Nuestro corazón nos falla a la hora de ser justos.
Puede ser que, al momento de hacer justicia, esta
juegue en contra de nuestros intereses personales,
familiares, nacionales, etc., y por eso se torna muy difícil
ser justo.
David decía que el hombre justo, aunque haya jurado
en su propio daño y esto le cause pérdidas, no por eso
cambia:
“El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia”
(Sal. 15: 4b).
b. Definiendo nuestros conceptos de justicia
Nuestro concepto de justicia cristiana puede balancearse
inconscientemente en dos grandes pilares, de acuerdo a la
Biblia, a saber: El concepto de justicia según la Ley, y el
concepto de justicia según la Gracia de Jesucristo.
Puede ser que al tratar de juzgar algo lo hagamos
partiendo de los conceptos de justicia que hayamos
acumulado o practicado a lo largo de la vida. Este juicio
puede estar fundado en los siguientes factores:
94

En nuestro propio concepto de justicia.

En una justicia fundada en la Ley.

En la justicia según la Gracia de Jesucristo.

El concepto de justicia según la voluntad humana
El concepto de justicia según nuestra propia voluntad es
engañoso, prejuiciado y egoísta, del todo malo. Este juicio
no toma en cuenta a Dios, y si lo hace, lo acomoda a su
propia conveniencia, usando a Dios o la Biblia solo como
excusa para establecer su propia justicia. Esto puede llevar
a grandes rebeliones contra la autoridad delegadas y
contra Dios mismo. Pablo explica:
“Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando
establecer la suya propia, no se han sujetado a la
justicia de Dios” (Ro. 10: 3).
Quizá a la hora de juzgar algo, ni nos apercibimos de que
estamos juzgando, según nuestros propios criterios que
hemos aprendido en el transcurso de nuestra vida.
El juzgar las cosas de acuerdo a nuestra propia
voluntad nos ubica directamente en contradicción con
Dios, pues él es quien dicta las pautas del juicio y estas
están reveladas en la Biblia. Solo cuando nos guiemos por
la justicia divina, estaremos haciendo un juicio justo de las
cosas y evitaremos caer en el pecado de rebelión.
95

El concepto de justicia fundado en la Ley
El concepto de justicia, según la Ley de Moisés, está
basado en resarcir el daño que se hace. Esta ley se conoce
como la Ley del Talión. En esta se establece una justicia de
ojo por ojo y diente por diente:
“Y el que causare lesión en su prójimo, según hizo, así
le sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por
diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se
hará a él” (Lv. 24: 19-20).
En la ley de Moisés, incluso la justicia para salvación, se
adquiría por méritos personales, es decir por obras:
“Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe
así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas”
(Ro. 10: 5).
Pero la Ley como medio de justicia ha sido abolido:
“Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo
aquel que cree” (Ro. 10: 4).
Después que Cristo vino al mundo a salvar al ser humano,
por medio de su sacrificio en la cruz, nadie mas puede
justificarse por medio de la Ley:
“Sabiendo que el hombre no es justificado por las
obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros
también
hemos
creído
en
Jesucristo,
para
ser
justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la
ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será
justificado” (Gá. 2: 16).
96
En ocasiones, indirectamente, las personas y aun los
cristianos quieren aplicar una justicia según la Ley, pero
eso está distante de la justicia divina, pues la Gracia trae
una justicia que no es por obras; sino por medio de la fe en
Jesús.
Un caso que puede ilustrar claramente el contraste
entre el concepto de justicia según la Ley, y según la
Gracia, es el de Jacobo y Juan. La Biblia señala que cuando
Jesús estuvo predicando en la tierra, fue rechazado en una
aldea samaritana. Es sabido que judíos y samaritanos no
tenían buenas relaciones. Jacobo y Juan quisieron hacer un
juicio, según la Ley, pues era lo que conocían.
De acuerdo a la Ley, el pecador debía morir por su
pecado. Ellos recordaron a Elías, quien bajo la Ley,
consumió con fuego del cielo a sus enemigos (2 R. 1: 10-12)
y procuraron hacer lo mismo, sin considerar al prójimo.
Jesús les reprendió fuertemente a causa de su juicio, sin
misericordia, pues habían juzgado mal. La Biblia dice:
“Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron:
Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego
del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces
volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no
sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre
no ha venido para perder las almas de los hombres,
sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea” (Lc. 9: 5456).
97
Según el concepto de los discípulos de Cristo, basado en la
Ley, los que despreciaban a Jesús debían morir, sin
misericordia, pero Jesús reprendió su confuso concepto de
juicio.

El concepto de justicia según la Gracia de Cristo
El juicio en la Gracia le corresponde solo a Cristo. A
diferencia de la Ley, que permitía la venganza, la Gracia
nos obliga a perdonar las ofensas, así como Dios nos ha
perdonado nuestros pecados.
El
concepto
de
justicia
en
la
Gracia
cambia
radicalmente. Todo está fundado en el gran amor
perdonador del Padre, quien envió a su Hijo para
salvarnos. Jesús pagó por nuestros pecados en la cruz, y
eso nos hace deudores. De tal manera que, nos demanda
perdonar, así como Él nos perdonó. Él dijo:
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”
(Mt. 6: 14-15).
El perdón de nuestros pecados es gratuito en la Gracia,
pero nos demanda perdonar al prójimo. Esto cambia
totalmente el concepto de justicia, pues ya no está basada
en nuestro propio juicio; sino en el de Dios.
98
La justicia divina está generalmente determinada en la
Gracia. No existe otra salida, ni atajos a los conflictos con el
prójimo, la única solución es amar y perdonar, aun a los
enemigos. Jesús dijo:
“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid
a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian”
(Lc. 6: 27-28).
Como hijos de Dios, nuestro concepto de justicia debe ser
el concepto de Jesús. Juan, el Apóstol del amor, explica el
amor divino en el cristiano como un mandamiento de
Jesús:
“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es
de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y
conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios;
porque Dios es amor” (1 Jn. 4: 7-8).
El mandamiento es claro en señalar que quien no ama, no
conoce a Dios, aunque con sus labios profese conocerle.
Usualmente, cuando pensamos en la justicia, podemos
cometer el error de pensar más en un juicio divino, que en
el amor y el perdón. Ese es un grave error.
La justicia divina ya ha sido dictada y ésta nos
demanda amar y perdonar. No podemos esperar otra cosa.
El Señor dice que no debemos tomar la justicia en nuestras
manos:
99
“No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno
delante de todos los hombres. No os venguéis vosotros
mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice
el Señor” (Ro. 12: 17-19).
El amor divino cubre multitud de pecados:
“Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor;
porque el amor cubrirá multitud de pecados” (1 P. 4: 8).
Si el cristiano no está convencido del mandato divino de
amar y perdonar, puede caer fácilmente en el lazo del
enemigo. El juicio en la Gracia, no le corresponde al
cristiano, Dios se encargará de hacerle justicia:
“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que
claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga
el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18: 78).
El cristiano debe tener confianza en la justicia divina. Su
corazón no debe enfocarse en la venganza; sino en el
perdón. La verdadera justicia consiste en perdonar, tal
como fuimos perdonados.
El cristiano debe enfocarse en ser justo con los demás,
aunque los demás no sean justos con él. Dios es el juez de
todas las cosas, Él no fallará en hacer un justo juicio de
nuestras causas. Podemos ser afectados por el daño que
nos causen los demás; pero, ante Dios solo seremos
100
responsables de nuestra reacción. El Señor dice que le
dejemos la venganza a Él:
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino
dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es
la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu
enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed,
dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego
amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo
malo, sino vence con el bien el mal” (Ro. 12: 19-21).
Si no entendemos el concepto correcto de justicia, según la
gracia de Jesús, podemos terminar confundidos en cuanto
a la autoridad divina y justificando nuestra rebeldía.
Nuestros conceptos personales de justicia pueden ser
una trampa y una puerta abierta que conduzca al camino
de la rebelión, la amargura, el resentimiento y todo tipo de
sentimientos ajenos a la voluntad de Dios, que llevan a la
destrucción y la pérdida de la paz.
Nuestro deber cristiano es cumplir con el mandato
divino de practicar la justicia divina fundada en el amor de
Cristo, sin esperar que nos traten igual; pues ese es el peor
error que podemos cometer al tratar de ser justos.
No se debe juzgar a los demás, se debe dejar que Dios
los juzgue. Júzgate a ti mismo, para saber si estás poniendo
en práctica lo que Dios te demanda. En eso consiste la
justicia, según Cristo, en que cumplamos lo que se nos ha
101
mandado; no en que juzguemos o exijamos a otros que
sean justos. Jesús dijo:
“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no
seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (Lc.
6: 37).
La única regla para juzgar en la Gracia es el amor de
Jesús.
De acuerdo a la Biblia, los cristianos no seremos juzgados
por lo que otros nos hagan; sino por nuestra reacción o
respuesta a lo que nos hagan. Tenemos que pagar bien, por
mal. A continuación, veremos lo que Jesús dijo en Lucas 6:
27-30, y 35-36:
“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid
a los que os maldicen, y orad por los que os
calumnian”.
Tenemos que sufrir la afrenta, y evitar la venganza en
amor a nuestro Salvador, quien sufrió lo mismo:
“Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la
otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le
niegues”.
Debemos amar y hacer el bien, sin esperar nada a cambio;
imitando a nuestro Padre celestial, que hace llover sobre
buenos y malos:
“A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es
tuyo, no pidas que te lo devuelva. Amad, pues, a
102
vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no
esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande,
y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para
con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos,
como también vuestro Padre es misericordioso”.
La justicia, es la personificación del gran juez, Dios. Él es el
juez de toda la tierra. La justicia es un ente vivo, y se aplica
de acuerdo al criterio del supremo juez, que es Dios.
En cuanto a su plan de redención para la humanidad,
éste ya está trazado en la Biblia. En cuanto a la justicia
individual, Él pagará a cada uno según sus obras.
103
II. IMPLICACIONES DE LA JUSTICIA DIVINA
a. El amor y la justicia divina
Es imperativo que cuando el cristiano lea el Antiguo
Testamento, comprenda con claridad que Dios no tolera el
pecado, porque es ajeno a su naturaleza. Desde la
perspectiva de la justicia divina, la paga del pecado es
muerte. Dios no tiene relación con el pecado.
Desde antes que la Ley fuese dada a Moisés, Dios
castigaba el pecado con la muerte; pero en la ley es más
evidente, por el conocimiento del pecado.
En el caso de la generación de Noe, fue con un diluvio
que Dios castigó la humanidad para erradicar el pecado
(Gn. 7). A las ciudades de Sodoma y Gomorra, Dios las
consumió con fuego y azufre a causa de su pecado (Gn.
19). No obstante, Dios es justo y le da oportunidad al
pecador para que se arrepienta. En el caso de la ciudad de
Nínive, Dios los perdonó a causa de su arrepentimiento y
anuló el juicio advertido sobre ellos, si no se arrepentían.
Muchos no entienden porque en la Biblia, y sobre todo
en los relatos del Antiguo Testamento, se ve tanta muerte;
pero es que Dios es amor, pero también es justo.
Dios es soberano y hace las cosas con justicia y rectitud.
El apóstol Pablo habla de la soberanía de Dios diciendo:
“Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que
alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo
104
formó:
¿Por
qué
me
has
hecho
así?”
(Ro. 9: 20).
Durante la Ley, el pecador debía morir por su pecado por
el testimonio de dos o tres testigos (Dt. 19: 25). El escritor
de la carta a los Hebreos resume en este verso la
interpretación de la Ley, respecto al pecado:
“El que viola la Ley de Moisés, por el testimonio de dos
o tres testigos muere irremisiblemente” (Hb. 10: 28).
A las demás naciones Dios enviaba juicios de diferentes
maneras, y a veces incluso con la espada, para borrar el
pecado de la tierra.
Ese fue el caso de la tierra que Dios le entregó a Israel
por medio de la espada. Estas naciones conquistadas por
Israel eran abominables ante Dios y al empecinarse en el
pecado Dios decidió destruirlas y entregarle la tierra a
Israel:
“No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los
haya echado delante de ti, diciendo: Por mi justicia me
ha traído Jehová a poseer esta tierra; pues por la
impiedad de estas naciones Jehová las arroja delante de
ti” (Dt. 9:4).
Dios le advirtió a Israel que, si ellos cometían los mismos
pecados de los pueblos conquistados, también serían
arrojados de la tierra que Él, les había entregado. Eso habla
del carácter justo de Dios, Él no hace acepción de personas.
105
No era por favoritismo que Dios le había entregado la
tierra prometida a Israel, simplemente sus moradores la
habían corrompido en gran manera, con sus pecados y
Dios había enviado juicio para erradica el pecado.
La Biblia dice que Dios es el juez de toda la tierra, pero
él es un juez justo. Eso fue lo que le dijo Abraham a Dios,
antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra:
“Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el
impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca
tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo
que es justo?” (Gn. 18:25).
Como soberano creador del universo y de todas las cosas
existentes, Dios como supremo juez posee una autoridad
inherente de juzgar todas las cosas, según su justo juicio.
A Dios le pertenece el mundo y los que la habitan:
“De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los
que en él habitan” (Sal. 24:1).
Si entendemos que Dios, aparte de ser amoroso es justo,
podremos entender sus juicios. No existe amor sin justicia,
de otra manera ¿cómo se demostraría el amor divino, si no
hace justicia al agraviado?
El amor y la justicia caminan de la mano en el corazón
de Dios. Para los que a través de esta breve explicación
todavía no conciben la idea de amor y justicia, solo basta
recordar uno de los pasajes más importantes dentro de la
interpretación bíblica respecto a aquellas cosas que no
106
están a nuestro alcance comprenderlas en su totalidad,
dentro de nuestra condición humana:
“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios;
mas las reveladas son para nosotros y para nuestros
hijos para siempre, para que cumplamos todas las
palabras de esta Ley” (Dt. 29: 29).
Dos verdades profundas revela este verso: Las cosas que
no son comprensibles para nosotros, en su totalidad, le
pertenecen solo a Dios; las que nos han sido reveladas,
solo debemos obedecerlas.
b. El amor y la disciplina
Vivimos en una sociedad extremadamente complaciente y
donde todas las cosas, aun las verdades bíblicas, son
relativas. Esto se presta para que los valores bíblicos sean
también desestimados como importantes. Esa extremada
tolerancia hace sentir que la corrección es un asunto del
pasado y que cada quien debe vivir su vida cristiana como
bien le parezca.
Desde la perspectiva divina el amor no implica que
Dios no corrija a sus hijos, ni que no se deban establecer
disciplinas en la familia. Dios mismo se presenta en la
Biblia como un padre amoroso y justo a la vez.
El escritor de la carta a los Hebreos nos ilustra bien esta
verdad:
107
“Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos
se os dirige diciendo: Hijo mío, no menosprecies la
disciplina
del
Señor,
ni
desmayes
cuando
eres
reprendido por él; porque el Señor al que ama,
disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Hb. 12:
5 y 6).
En estos versos se relaciona de forma íntima, el amor y la
disciplina. Estas caminan juntas en su misión de
perfeccionar a los hijos de Dios en la tierra, así como los
padres corrigen a sus hijos.
Esta corrección no se trata de un maltrato, si no de una
disciplina amorosa, cuyo objetivo es corregir malas
actitudes que al cambiarlas, producirán una vida más
placentera:
“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos;
porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no
disciplina? Pero si se os deja sin disciplina de la cual
todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y
no hijos” (Hb. 12:7-8).
En estos versos se aclara que el cristiano, como hijo de
Dios, debe participar de la corrección del Señor. De lo
contrario, se lo compara a un hijo ilegítimo del cual el
padre no tiene responsabilidad y tampoco puede gozar de
los derechos de un hijo legítimo. Estar bajo la autoridad
divina garantiza protección, pero implica vivir en
obediencia y sumisión a su voluntad.
108
c. El Amor alcahuete
Elí había sido elegido como sumo sacerdote de Israel
siendo sucesor en una cadena que descendía desde Aarón.
Pero los hijos de Elí corrompieron el sacerdocio y este no
los sacó del oficio sacerdotal.
La Biblia muestra que Elí los amonestó verbalmente de
forma somera (1 S. 3: 22-25), pero no tomó acciones
concretas para sacar a sus hijos del sacerdocio y eliminar
así el pecado. Esto desató la ira divina sobre Elí y sus hijos,
quienes murieron todos en un solo día. Elí perdió la
promesa que Dios le había hecho, de permanecer en el
sacerdocio:
“Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en
Israel, que a quien la oyere, le retiñirán los oídos. Aquel
día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho
sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le
mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la
iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado
a Dios, y él no los ha estorbado” (1 S. 3:11-13).
En el siguiente verso que puede dar lugar a una
interpretación errada acerca del carácter de Dios se nota
como una promesa de Dios, puede perderse debido a
nuestra negligencia para administrar disciplina sobre los
que Dios ha puesto bajo nuestra autoridad:
“Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había
dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante
109
de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová:
Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me
honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”
(1 S. 2:30).
Aquí se hace referencia a la promesa hecha a Aaron (1 S. 2:
27), y la elección de Elí como sucesor en el sacerdocio.
Pero, la promesa le fue quitada a Elí, pues ésta le fue hecha
primero a Aarón, y después a Elí (su descendiente), pero
también incluía responsabilidades que debían cumplir los
sacerdotes. Esa es la otra parte del contrato, que no está
escrita en este pasaje, pero está escrita en la Ley, acerca de
los deberes de los sacerdotes y todas las cosas que debían
guardar.
Dios no dijo que, aunque los sacerdotes fueran
corruptos, Él respaldaría su ministerio. Es obvio que Dios
no va de la mano con la injusticia, y menos con la cometida
por los hijos de Eli, pues no se arrepintieron.
Dios no se retractó, porque en ninguna parte del
contrato2 que hizo con los sacerdotes decía que Dios los
respaldaría, aunque fueran corruptos. Dios no puede
contradecirse asimismo, y aunque Él había hecho una
2 En un contrato existen dos partes involucradas, y para gozar
de los privilegios, hay que cumplir con las responsabilidades. De lo
contrario, el pacto se rompe. Los hijos de Elí incumplieron su parte
de mantenerse en santidad, por eso Dios los desechó como
sacerdotes de su pueblo.
110
promesa, las acciones pecaminosas de los sacerdotes hijos
de Elí rompieron el pacto.
Dios había dicho que los sacerdotes debían ser santos y
para recordatorio de su compromiso de mantenerse puros,
Dios mandó que hicieran una lámina de oro grabada con la
palabra santidad, la cual llevarían en la mitra3 de su cabeza:
“Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en
ella como grabadura de sello, SANTIDAD A JEHOVA”
(Éx. 28:36).
Esta lámina representaba y recordaba a los sacerdotes
que debían mantenerse puros delante de Dios para ejercer
su ministerio. El amor de Dios también implica rectitud, la
tolerancia extrema, que raya en la alcahuetería, no es
consecuente con el carácter divino y por eso deben
establecerse límites entre lo santo y lo profano, que deben
respetarse para agradar a Dios.
La justicia y el amor van ligados en el carácter divino,
así como los dos ojos de nuestra cara. Quien no acepta, o
no entiende el amor y la justicia divinos, quedará propenso
a confrontar su autoridad y caer en el engaño de Satanás.
En un extremo están los que piensan que como Dios es
amor, pueden jugar con su misericordia; por otro lado,
están los que se llenan de resentimiento porque rechazan
los justos juicios de Dios.
3
Mitra, prenda que utilizaban los sacerdotes sobre su cabeza.
111
Un aspecto muy importante relacionado a la autoridad
divina, es que a quienes se les confía cierta autoridad,
deben saber ejercerla con sensatez para que no les sirva de
juicio. A Elí la promesa del sacerdocio le sirvió de juicio,
porque no supo administrar la autoridad que le había sido
delegada, al ser alcahuete con sus hijos.
Otros abusaron de la autoridad que Dios les confió. Tal
es el caso de Saúl, que una vez que Dios lo eligió como rey,
se dedicó a perseguir injustamente a David para matarle
por envidia.
El abuso de la autoridad es tan malo, como el mismo
hecho de no saber ejercer la autoridad divina, que es
alcahuetería. Toda persona puesta en un cargo de
autoridad debe discernir cual es el punto de equilibrio
entre estas dos cosas, porque el hilo en bien finito.
Lo cierto es que ambos extremos crean muchas
discordias y en algunos casos acarrean juicios, si no se sabe
administrar bien la autoridad delegada.
Cuando Dios delega autoridad en sus hijos, estos
tienen un marco de acción en el que deben saber ejercerla,
siempre con amor, pero si dejan de hacer lo que Dios les
manda, pues Él les pedirá cuentas de su administración.
En algunos casos, que se salen del marco de la
autoridad asignada, la persona en autoridad deberá dejarle
el juicio a Dios; pero en lo que le corresponde, debe saber
ejercerla.
112
Capítulo – 10 –
CREADOS PARA LA GLORIA DE DIOS
____________________________________________________
I. LA CORONA DE LA CREACIÓN
a. Creados para alabanza de su gloria
Toda la creación de Dios ha sido hecha para dar gloria a su
santo nombre. Dios le dijo a Job, que aún las estrellas
fueron hechas para alabar a Dios, juntamente con sus hijos:
“Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se
regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38: 7).
La Biblia dice que la creación fue hecha para hablar del
Creador, aún sin palabras:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a
otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No
hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la
tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus
palabras” (Sal. 19: 1-4).
Es muy importante entender el fin para el cual fuimos
creados; si no existe la posibilidad de desviarnos del
propósito para el cual Dios nos destinó.
El Señor dijo que separados de Él, nada podemos hacer:
113
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis
hacer” (Jn. 15: 4-5).
Existe el riesgo de creer que hacemos la obra de Dios por
nuestras propias capacidades, olvidando que es Dios
quien, por su bondad, nos hace partícipes de su poder.
Se requiere humildad para aceptar que somos criaturas
hechas para alabanza del Creador, e insensatez para no
aceptarlo. El salmista nos recuerda:
“Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no
nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y
ovejas de su prado” (Sal. 100: 3).
Cuando los hijos de Dios no tienen claro el propósito
para el que fueron creados en esta tierra, fácilmente se
pueden envanecer y separar de Dios a causa de los dones
divinos. Esta separación es tan sutil, que muchos ni saben
cómo se distanciaron de Dios. Hay quien ni lo reconoce.
Existen razones para que esto suceda así. Una de ellas
es que los dones de Dios son irrevocables, y a veces las
personas creen que, si Dios los usa para manifestar su
gloria, es porque están en armonía con su voluntad. Eso le
pasó al profeta Balaam, quien se engrandeció por la fama,
114
y corrompió sus dones a causa de su ambición material.
Los dones espirituales y los ministerios no son ninguna
garantía de gozar una comunión íntima con Dios.
Otro aspecto de la relación con Dios, es que Él no nos
obliga a darle la gloria. Él espera que, como hijos sensatos,
reconozcamos voluntariamente que Él es quien hace todas
las cosas por amor, y que le atribuyamos toda la gloria.
Existe el peligro constante de robarle la gloria a Dios, la
cual no comparte con nadie:
“Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi
gloria, ni mi alabanza a esculturas” (Is. 2: 8).
Ese fue el gran pecado de Satanás, el primer rebelde.
Satanás se engrandeció a causa de la belleza que Dios le
dio (Ez. 28: 13-15). Dios compartió de su gran poder y
amor, con El Lucero hijo de la mañana, pero este quiso
también tomar la gloria de Dios.
Dios se siente traicionado cuando los seres humanos le
damos la espalda y no reconocemos que Él, hace todas las
cosas por amor. Cuando deposita dones, ministerios y
talentos en sus hijos, es con el fin de hacernos partícipes de
sus bondades. Él no espera que nos separemos de Él.
b. La comunión íntima de Dios con sus hijos
La relación que Dios busca con sus hijos, es de íntima
comunión. Jesús llamó a sus discípulos amigos:
115
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo
que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque
todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer” (Jn. 15: 15).
La relación de Jesús con sus hijos trascendió de siervos a
amigos. No obstante, para ser amigo hay que comenzar
como siervo, y nunca perder el sentido de humildad.
La amistad con Dios, no implica un grado más alto que
otros en nuestra relación con Él, debiera ser la regla para
todo cristiano; pues no se trata de nosotros, sino de Dios,
quien nos ha dado la oportunidad de restaurarnos a la
condición y el propósito original para el que fuimos
creados, para gozar de su amor, y como hijos amados, ser
herederos de todas sus bendiciones. La Biblia dice:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos
escogió en él, antes de la fundación del mundo, para
que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados
hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro
afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su
gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Ef. 1:
3-6).
Esta comunión de amistad es la que Dios anhela con sus
hijos, pero solo se logra a través de nuestra obediencia y
116
sometimiento voluntario a su autoridad. En la medida en
que seamos capaces de obedecer a Dios, así será de
profunda nuestra amistad con Él. Siempre dependerá de la
respuesta del ser humano al amor divino, pues Dios
siempre ha puesto su amor a disposición de la humanidad.
Como hijos de Dios, debemos procurar una relación de
amistad con Dios. Eso depende de nosotros.
No solo fuimos creados para alabanza de la gloria de
Dios; sino que Él, en su gran amor, nos hace partícipes de
la obra en su reino a fin de que también heredemos todas
las cosas por la eternidad.
Debemos cuidar la amistad y la confianza que nos
concede el Padre de servir en la obra del reino, no sea que
mareados con sus bendiciones, talentos y dones, nos
alejemos avergonzados de su presencia y caigamos en
rebelión:
“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se
manifieste, tengamos confianza, para que en su venida
no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn. 2: 28).
Entre los doce apóstoles, once creyeron el mensaje y las
palabras de Jesús. Judas, habiendo escuchado el mismo
mensaje, y siendo partícipe del amor y el poder de Jesús,
eligió hacer el mal y fue condenado por su pecado.
117
c. La corona de la creación
Se dice que el ser humano es la corona de la creación. Dios
lo hizo a su imagen y semejanza. Aparte de las demás
criaturas, al ser humano le dio la inteligencia para
administrar, y la autoridad para gobernar sobre todo lo
creado en la tierra. El ser humano es especial para Dios,
pero en su libre albedrío, puede elegir entre el bien y el
mal.
El pecado ha opacado el propósito original de Dios
para la humanidad. Dios ama al ser humano y desde el
principio fue creado con un propósito de bendición, y para
gozar de una comunión armoniosa y perfecta con su
Creador.
En la rebelión de Satanás, toda la creación y la raza
humana fue afectada. No obstante, en Cristo comienza una
restauración del plan original de Dios para el ser humano.
Jesús, en la cruz del calvario tomó la potestad y el reino de
todas las cosas. Al ser Señor de toda la creación, Jesús dio
dones a los hombres, especialmente a sus hijos obedientes:
“Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la
cautividad, y dio dones a los hombres” (Ef. 4: 8).
Jesús nos vuelve a confiar los dones del Padre para que
participemos de su gloria. Pero, Satanás está lleno de
envidia contra el ser humano, pues, aunque somos
pequeños, él sabe que aún tenemos la esperanza de
heredar todas las cosas por el amor del Padre.
118
Satanás fue un ser muy cercano al trono de Dios y sabe que
ha sido desechado para siempre a causa de su continua
maldad y rebelión contra su Creador. El conoció y disfrutó
de la gloria divina, y no quiere que el ser humano la
conozca, pues el, ya no tiene oportunidad de lograrlo.
Dios, en su soberanía, no les perdonó su rebelión a
Satanás y sus demonios (2 P. 2: 4). Quizá la razón es
porque ellos conocían su gloria, y estaban delante de su
presencia, disfrutando de todas sus bendiciones y
privilegios cuando se rebelaron. Mientras que los seres
humanos (después de Adán); le adoramos por medio de la
fe, sin haberle visto.
119
120
CONCLUSIÓN
 LA OBEDIENCIA Y LA REBELIÓN
SON UNA DESICIÓN PERSONAL

Fuentes de bendición o maldición
Toda fuente de bendición bíblica que el Padre celestial en
su soberana voluntad, ha abierto para sus hijos, puede
también ser causa de maldición, si no se obedece.
En Dios no existen términos medios. Eso significa que,
si no estamos de su lado, automáticamente estamos en su
contra, aunque no lo pensemos así. Jesús fue quien enseñó
esta gran verdad acerca de nuestra relación con Dios. Él
dijo:
“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo
no recoge, desparrama” (Mt. 12: 30).
Las bendiciones de los hijos de Dios están sujetas a la
obediencia. Dios, en su divina providencia, de antemano
ha suplido los medios para bendecir a sus hijos por medio
de las promesas de su Palabra. La obediencia a esas
promesas, es la única manera en que Dios puede hacer
efectivas las bendiciones para sus hijos. Dios le dijo a
Israel:
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien,
la muerte y el mal” (Dt. 28: 15).
121

Fuente de bendición espiritual
La fuente de bendición espiritual de los cristianos está
íntimamente relacionada con su permanencia en la verdad,
después de haber conocido a Jesús como salvador:
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis
hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera
como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan
en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho” (Jn. 15: 4-7).
Jesús es la fuente de toda bendición espiritual:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1: 3).
La única forma de gozar de los dones espirituales consiste
en permanecer bajo la autoridad de Cristo, y en obediencia
a la Biblia. Mientras estemos en el cuerpo físico, los hijos
de Dios tenemos aun la capacidad de decidir entre el bien
y el mal, entre la bendición y la maldición. Someterse a la
autoridad divina es una decisión voluntaria.
122

Fuente de autoridad y poder
La obediencia de los cristianos a Dios y a su palabra, les
garantiza moverse en la esfera de su poder. El cristiano
debe permanecer bajo autoridad, para poder ejercer
autoridad.
Nadie
puede
ejercer
autoridad,
sino está
bajo
autoridad. Lo que garantiza una vida victoriosa en Cristo,
es vivir bajo la autoridad de Dios, sometidos a su Palabra,
la Biblia, y luego estar atentos a la voz del Espíritu Santo.
Dios manifestará su poder y su gloria sobre sus hijos
obedientes, pero permanecer bajo su autoridad y gobierno,
dependerá de cada uno. Los dones y ministerios son
irrevocables en los hijos de Dios (Ro. 11: 29), pero Dios no
será culpable de lo que cada uno haga con los logros que
nos permite cosechar.
Dios se manifiesta a favor de sus hijos cuando oran,
pero es el deber de cada cristiano llevar la gloria y la honra
ante Dios de los frutos que esto produce. Dios le ha dado
conocimiento y raciocinio a cada persona para saber que, si
recibió un don o ministerio por gracia divina, su deber es
llevar toda la gloria a los pies del Señor Jesús.
Satanás se engrandeció con los dones y talentos que
Dios le dio. La bendición divina se le convirtió en una
maldición perpetua a causa de su arrogancia. Si no
permanecemos bajo la autoridad divina, de nada servirán
123
los dones y ministerios, mas bien podrían acarrear
maldición a quien no los sepa ministrar.
No se debe olvidar que, desde la perspectiva divina,
sus hijos solo somos mayordomos en su viña, y
administradores de lo que Él nos ha confiado:
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de
Cristo, y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, se requiere de los administradores, que
cada uno sea hallado fiel” (1 Co. 4: 1-2).
Los dones y ministerios son dados por Dios a sus hijos a
fin de que participen en la obra de su reino, todo con el fin
de bendecirles al final. Dios espera que, como hijos
sensatos, le llevemos toda la honra y la gloria a sus pies.
124
LIBROS ESCRITOS POR JOEL PERDOMO
1.
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18.
19.
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25.
26.
NO HAY MALDICIÓN PARA LOS CRISTIANOS
EL DIEZMO DESDE ABRAHAM A CRISTO
LA PROFECIA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA
LA ORACIÓN EFICAZ
LA LEY Y LA GRACIA
EL LLAMADO AL MINISTERIO
LOS MINISTERIOS DE LA IGLESIA
ADORADODES EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
FE SIN LÍMITES
SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR
VIDA Y MINISTERIO (autobiografía).
LA IGLESIA E ISRAEL COMO SEÑALES DEL FIN
LA AUTORIDAD – El Desafío Cristiano
HUMILLACIÓN Y EXALTACIÓN DEL CRISTIANO
RESPUESTAS A PREGUNTAS DIFÍCILES DE LA
BIBLIA
TEMAS INTERESANTES DE LA BIBLIA
JESÚS, NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE
EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
UNA SOLA CARNE – Matrimonio, Divorcio y
Recasamiento a la luz de la Biblia.
SOLTERO – ¿Cómo esperar en Dios?
ADOLESCENCIA. ¿Cómo enfrentar los cambios?
LA SABIDURIA DIVINA
LOS PRIMEROS PASOS
VIDA CRISTIANA – Reflexiones
TESOROS DE LA BIBLIA
DISCIPULADO DE DOCTRINAS BASICAS
(búsquelos escritos y en audio en internet).
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