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SIN SANTIDAD NADIE VERA AL SEÑOR

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Sin
SANTIDAD
nadie verá al
sEÑOR
Copyright © 2016 por Joel Perdomo
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ESTE LIBRO ES UNA OFRENDA A DIOS Y LOS
DERECHOS DE AUTOR HAN SIDO CEDIDOS
A LA IGLESIA DE CRISTO EN LA TIERRA.
POR TANTO:
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PUEDE SER COMPARTIDO GRATUITAMENTE
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ES UN REGALO DEL HNO. JOEL PERDOMO A
LA AMADA IGLESIA DE CRISTO. DANDO
POR GRACIA, LO QUE POR GRACIA HA
RECIBIDO.
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LO UNICO QUE PIDO A CAMBIO, ES QUE LO
COMPARTAS.
¡DIOS TE BENDIGA!
JOEL PERDOMO
2
ÍNDICE
Introducción………………………………………………………………5
Capítulo - 1 - LA SANTIDAD
I. LA SANTIDAD DE DIOS ...................................................................................11
a.
b.
La palabra santidad
La santidad como atributo moral de Dios
II. LA SANTIDAD DIVINA Y EL PECADO HUMANO.................................................16
a.
b.
c.
El pecado separa de Dios
El deber cristiano de vivir en santidad
La restauración de la santidad
Capítulo - 2 - LA SANTIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
I. UN REINO DE SACERDOTES Y GENTE SANTA…………………………….....23
a.
b.
c.
d.
Una tierra y un pueblo santos
Dios habita en la santidad
Santidad a Jehová
El voto de los nazareos
II. DIFRENCIA ENTRE LO SANTO Y LO PROFANO……………………………..33
a.
b.
Israel, una nación consagrada a Dios
Ministrando en santidad
Capítulo - 3 - LA SANTIDAD Y EL PECADO
I. SANTIDAD EN UN MUNDO DE PECADO……………………………………37
a.
b.
c.
El deber de mantenerse en santidad
La santidad y la rebelión
La santidad en los ministros del altar
Capítulo - 4 - LA SANTIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO
I. LA SANTIDAD DE LOS CRISTIANOS……………………………………….47
a.
La Iglesia es llamada a ser un reino de sacerdotes y un pueblo santo
3
b.
Santos por medio de Cristo
II. SANTIDAD INTERNA Y EXTERNA DEL CRISTIANO………………………….53
a.
b.
c.
Una vida santa
La santidad interna y externa del cristiano
Estamos en el mundo; pero no somos de este mundo
Capítulo - 5 - CAMINO DE SANTIDAD
I. CAMINANDO POR LAS SENDAS ANTIGUAS………………………………...61
a.
b.
c.
La distorsión del mensaje bíblico de santidad
La silla de los escarnecedores
Santificados para participar de su santidad
Capítulo - 6 - EL TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO
I. UN CUERPO EN SANTIDAD………………………………………………67
a.
b.
c.
d.
El cuerpo como templo del Espíritu Santo
El pueblo santo de Dios
El cuerpo de los cristianos es santo
El decoro del cuerpo del cristiano
II. LA SANTIDAD INTERNA………………………………………………...76
a.
b.
Un corazón y una mente santos
Una lengua santa
Capítulo - 7 - EL ESPÍRITU SANTO Y LA SANTIFICACÍON DEL CRISTIANO
I. EL ESPÍRITU SANTIFICA AL CRISTIANO……………………………………81
a. El Espíritu Santo ayuda al cristiano a vivir en santidad
b. El Espíritu Santo produce frutos en el cristiano
II. LA SANTIDAD DE DIOS EN EL CIELO……………………………………...86
a. Dios habita en la santidad
b. El cielo es un lugar de santos
c. La Iglesia como esposa del Cordero
ANEXO…………………………………………………………………..90
4
INTRODUCCIÓN
LA SANTIDAD DE LOS HIJOS DE DIOS

La santificación
La santidad es uno de los mandamientos
olvidados de la Iglesia de los últimos tiempos.
Siendo que Dios es santo, no se puede gozar de
comunión íntima con él, sin vivir una vida santa.
La santificación es una obra que Cristo realiza
en la vida del cristiano, al momento de su
conversión; pero, una vez limpio de pecados, el
cristiano comienza una vida nueva y de allí en
adelante debe permanecer en santidad todos
los días de su vida. La Biblia advierte que, sin
santidad, nadie verá a Dios:
14 Seguid
la paz con todos, y la santidad, sin la
cual nadie verá al Señor (Hb. 12:14).
Implica
que
todos
los
santos
que
nos
antecedieron y que han gozado el privilegio de
ver el rostro de Dios, debieron vivir antes, una
vida santa en la tierra.
La santificación es un mandato de Dios para
sus hijos. La razón de este mandamiento es que
el ser humano en su estado original, fue creado
santo, pero su desobediencia o pecado le
5
despojó de su santidad. Una vez redimidos del
poder del pecado, Dios les exige a sus hijos una
vida de santidad. Esa es una responsabilidad de
cada cristiano. No en vano Jesús apela a la
voluntad de sus hijos exigiéndoles que vivan una
vida santa, diciendo:
11 El
que es santo, santifíquese todavía
(Ap. 22:11b).
Este pasaje señala que, una vez convertidos a
Cristo y siendo santificados por medio de su
sangre, tenemos el mandato divino de mantener
la santidad del espíritu, alma y cuerpo, hasta
que Él regrese a la tierra o nosotros partamos a
su presencia. Amén.

Hombres santos en la Biblia
De Abraham, la Biblia señala que a causa de su
comunión íntima con Dios, fue llamado amigo
de Dios (Stg. 2:23).
Un amigo es alguien confidente, a quien le
damos a conocer nuestros secretos. Jesús les
llamó a sus discípulos amigos, porque les confió
sus secretos (Jn. 15:15).
Enoc también fue un hombre que decidió
vivir para Dios cuando estuvo en la tierra. Para
6
resaltar su grado de comunión con Dios, la Biblia
señala que Enoc caminó con Dios:
24 Caminó,
pues,
Enoc
con
Dios,
y
desapareció, porque le llevó Dios (Gn. 5:24).
Enoc debió caminar de acuerdo a la voluntad
de Dios, en obediencia a su voz, pues la Biblia
señala que dos personas no pueden andar
juntas, si no están de acuerdo (Am. 3:3).
Fue tan intensa la vida de comunión íntima
de Enoc con Dios, que desapareció de la tierra.
Dios se lo llevó para el cielo.
Enoc tipifica al cristiano santo, que se irá en el
Arrebatamiento de la Iglesia. Jesús viene a
buscar una Iglesia pura, santa; una novia sin
mancha de pecado en sus vestiduras (Ef. 5:27).
Elías, también gozó de una comunión muy
íntima con Dios, en medio de una generación
perversa. Era tan grande el pecado de idolatría
a los dioses paganos en Israel, que el profeta
Elías llegó a creer que solo él quedaba de los
profetas de Jehová en Israel (1 R. 19:14).
Elías no quería vivir en esta tierra a causa del
pecado (1 R. 19:4) y Dios se lo llevó vivo al cielo,
porque le agradó cuando vivía en la tierra.
7
Moisés, también vivió una vida santa, ante Dios.
La Biblia muestra que cuando el subió al monte
para hablar cara a cara con Dios, su rostro le
brillaba a causa de la gloria de Dios (Éx. 29-30).
Lot fue otro varón santo y justo que brilló en
medio de una generación perversa y Dios lo libró
de los juicios que derramó sobre su ciudad (2 P.
2:7).
Quizá se pueda pensar que estos hombres de
Dios narrados en la Biblia, tenían algo especial y
debido a eso vivían una vida santa; pero ese
engaño le ha servido de excusa a muchos
cristianos a la hora de procurar una vida santa
demandada por Dios y terminan conformándose
al pecado.
Santiago explica que estos hombres de Dios
de la Biblia, eran personas comunes y débiles
como todos los demás (Stg. 5:17), pero tomaron
la firme decisión de agradar a Dios en la tierra y
no conformarse al pecado de este mundo.
La demanda de santidad de Dios es para
todos sus hijos: “Sin santidad; nadie verá a Dios”.
La Biblia señala que la comunión íntima de
Dios, es con los justos (Pr. 3:32). Una vida de
santidad nos conducirá a la presencia de Dios.
8
La Biblia muestra que Dios anhela que sus hijos
estén con Él, gozando de su presencia por una
eternidad en el cielo:
15 Estimada
es a los ojos de Jehová, la muerte
de sus santos (Sal. 116:15).
El cristiano debe anhelar vivir una vida santa,
para poder ver el rostro de Dios y vivir con Él, por
toda la eternidad.
El reto del cristiano en la tierra es mantenerse
en santidad, alejado del pecado de este
mundo. Santidad, significa separarse del pecado
a fin de consagrarse a Dios.
9
10
Capítulo – 1 –
LA SANTIDAD
I. LA SANTIDAD DE DIOS
a. La palabra santidad
La palabra santidad, del hebreo “qadosh”,
procede de la raíz “qad”, que tiene el
significado de cortar. En el caso de la santidad
tiene el sentido de separar. La santidad es vivir
separado para Dios, en medio de un mundo
pecador:
15 Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos
de Dios sin mancha en medio de una
generación maligna y perversa, en medio de
la cual resplandecéis como luminares en el
mundo (Fil. 2:15).
El cristiano está en el mundo; pero, no es del
mundo:
19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo
suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo
os elegí del mundo, por eso el mundo os
aborrece (Jn. 15:19).
En la Biblia se encuentra la palabra santificación,
con relación al cristiano y es uno de los
beneficios de la salvación:
11
30 Mas
por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el
cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención (1 Co.
1:30).
La santidad es imputada por gracia de Dios a
quien se arrepiente de sus pecados; pero al ser
recibida, implica que hay que mantenerla
porque se puede perder.
Nadie hace limpio algo para volverlo a
ensuciar. Jesús mismo les decía a las personas
que perdonaba, que no pecaran más para que
no les viniera algo peor:
14 Después le halló Jesús en el templo, y le dijo:
Mira, has sido sanado; no peques más, para
que no te venga alguna cosa peor (Jn. 5:14).
Entre las cosas que le pueden suceder a una
persona que después de ser liberada regresa al
pecado, es que los demonios buscan siete
espíritus peores para que esta vez, la persona
quede aún más atada al pecado:
24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre,
anda por lugares secos, buscando reposo; y no
hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde
salí. 25 Y cuando llega, la halla barrida y
adornada. 26 Entonces va, y toma otros siete
espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y
el postrer estado de aquel hombre viene a ser
peor que el primero (Lc. 11:24-26).
12
Pedro compara a la persona que vuelve al
pecado, después de haber sido purificada, con
el cerdo que una vez limpio, vuelve a enlodarse:
21 Porque mejor les hubiera sido no haber
conocido el camino de la justicia, que después
de haberlo conocido, volverse atrás del santo
mandamiento que les fue dado. 22 Pero les ha
acontecido lo del verdadero proverbio: El perro
vuelve a su vómito, y la puerca lavada a
revolcarse en el cieno (2 P. 2: 21-22).
El cristiano debe vivir en santidad, porque Dios es
santo:
16 Porque escrito está: Sed santos, porque yo
soy santo (1 P. 1:16).
b. La santidad como atributo moral de Dios
Dios posee diferentes atributos (naturales,
morales, etc.). Sus atributos naturales: Espíritu,
soberano, eterno, omnipotente, omnipresente,
omnisciente y sabio.
La santidad es uno de los atributos morales de
Dios, así como: Rectitud, justicia, bondad,
gracia, misericordia y verdad. Al ser un atributo
divino, implica que la santidad es inmanente a la
naturaleza divina. Dios no se puede separar de
su santidad. Como Dios es santo, nadie puede
acercarse a Él, sin santidad. La Biblia señala:
14 Seguid la paz con todos, y la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor (Hb. 12:14).
13
La naturaleza humana, después de la caída de
la primera pareja, quedó bajo el pecado e
inclinado constantemente al mal. Eso implica
que la humanidad, en su estado pecaminoso,
no puede gozar de comunión con Dios y su
tendencia será al rechazo. La Biblia señala:
31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores;
pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su
voluntad, a ése oye (Jn. 9: 31).
La santidad divina contrasta con nuestra
imperfección
humana.
La
naturaleza
pecaminosa del ser humano no le permite
admirar la santidad de Dios, porque le es
gravosa (Ro. 8:7).
La santidad de Dios es tan preciosa que es
alabada de continuo en el cielo. No en vano los
cuatro seres vivientes tienen una alabanza
continua en sus labios que exalta la santidad de
la Trinidad:
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno
seis alas, y alrededor y por dentro estaban
llenos de ojos; y no cesaban día y noche de
decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios
Todopoderoso, el que era, el que es, y el que
ha de venir (Ap. 4:8).
La santidad de Dios revela su perfección y
debiéramos anhelarla, admirarla y amarla; pero,
nuestro distanciamiento de Dios nos hace sentir
que es una carga e incluso nos hace pensar que
14
es difícil vivir una vida en santidad. Es hasta que
veamos a Dios cara a cara cuando
apreciaremos más, la hermosura de su santidad:
3 Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el
día de tu poder, en la hermosura de la santidad
(Sal. 110: 3ª).
La santidad se perfecciona en el andar cristiano,
cuando se aprende a desechar las cosas que
contaminan el espíritu y el cuerpo1, por medio
de un temor reverente a la Palabra de Dios,
basado en un conocimiento de la Biblia:
1Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas,
limpiémonos
de
toda
contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios
(2 Co. 7:1).
El espíritu y el cuerpo son dos lugares en los que el
cristiano se puede contaminar. El espíritu se contamina
cuando se opone a la Palabra de Dios para aceptar las
mentiras de Satanás. El cuerpo se contamina cuando da
cabida al pecado. Pablo señala que todo nuestro ser:
espíritu, alma y cuerpo se deben mantener irreprensibles,
hasta la venida de Cristo (1 Ts. 5:23). Debemos glorificar a
Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, los cuales
pertenecen a Dios (1 Co. 6:20).
1
15
II. LA SANTIDAD DIVINA Y EL PECADO HUMANO
a. El pecado separa de Dios
El concepto bíblico de santidad, significa
separado para Dios y está fundado en que los
seres humanos nos separamos primero de Dios a
causa del pecado original. Ahora Dios nos ha
reconciliado con Él y nos separó del mundo para
vivir una vida santa, ante de su presencia.
El pecado es la separación de Dios. En las
principales raíces hebreas significa: Negligencia,
rebelión, culpa o error2. Todo comienza con la
orden divina dada a la primera pareja de no
comer del árbol prohibido:
16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo:
De todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás; porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás (Gn. 2: 16-17).
Es sabido que la primera pareja pecó al comer
del árbol prohibido (Gn. 3: 6-7), el cual develó el
conocimiento del mal en la humanidad, que
antes era desconocido. Esa raíz pecaminosa
desató el caos en la tierra y por ella toda la raza
2
Kittel, Gerhard. Gerhard Friedrich. Geoffrey W.
Bromiley. Diccionario Teológico Del Nuevo Testamento.
Pág. 51. (Grand Rapids, Libros Desafió, 2002).
16
humana quedó expuesta al pecado, y ese
pecado, es el que separa al ser humano de Dios:
12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo
por un hombre, y por el pecado la muerte, así
la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron (Ro. 5: 12).
Jesús es el Cordero de Dios, quién con su sangre
limpia de pecado. Él santifica al pecador que se
arrepiente y le confiesa como su salvador
personal. El convertido viene a formar parte de
la Iglesia, que es la novia de Cristo, la cual debe
presentarse a Él en santidad:
25Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó
a sí mismo por ella, 26 para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del
agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a
sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese
mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que
fuese santa y sin mancha (Ef. 5: 25-27).
La iglesia debe presentarse ante Cristo en
santidad. La santidad es una demanda divina
para sus hijos. Dios no tolera el pecado, porque
se opone a su santidad y es ajeno a su
naturaleza santa.
b. El deber cristiano de vivir en santidad
Una vez que el ser humano es santificado por la
purificación de sus pecados por medio de la
sangre de Cristo, debe vivir en santidad,
17
separado del pecado y de las contaminaciones
de este mundo. Jesús santifica, pero es deber de
cada cristiano, mantenerse en santidad durante
viva en esta tierra.
La Biblia enseña que el cristiano, una vez
santificado, debe vivir una vida de santidad:
14 Seguid la paz con todos, y la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor (Hb. 12:14).
Este pasaje está escrito para cristianos y al
señalar que se debe seguir la santidad, habla de
continuar en santidad, después de haber sido
santificado.
Si la Biblia advierte que sigan la santidad, ya
no depende solo de Dios; si no de voluntad de
cada cristiano. Al advertir que, sin santidad,
nadie verá al Señor, implica que:
a) La santidad es una demanda divina para sus
hijos.
b) Es un requisito para entrar al cielo, donde no
hay vestigios de pecado.
c) El pasaje es categórico al señalar que: “Sin
santidad nadie verá a Dios”.
Esta santidad es del espíritu, el alma y el cuerpo.
Estas tres áreas del cristiano pueden ser
contaminadas por el pecado, si se descuidan.
El espíritu se contamina con todo concepto
que es ajeno a la voluntad de Dios, tal como: El
odio, la envidia, el rencor, la mentira, herejías,
etc. El alma, por su parte, es la que toma las
18
decisiones y éstas pueden ser buenas o malas
porque mientras el cristiano viva físicamente en
la tierra, aun puede decidir entre el bien y el mal.
El cristiano tiene libre voluntad. Dios no le obliga
a obedecer, es voluntario.
El libre albedrio le permite aún al cristiano
decidir entre lo bueno y lo malo. Así como seguir
a Cristo es voluntario, también se puede decidir
volver al pecado. Por eso, Dios demanda
santidad, porque es una decisión del cristiano
permanecer en santidad, después de haber sido
santificado por la sangre de Cristo.
El cuerpo del cristiano, es templo del espíritu,
y como tal, debe permanecer también en
santidad. Eso incluye vestirlo decorosamente y
no prestar los miembros para el pecado; sino
reservarlos para toda buena obra:
12 No reine, pues, el pecado en vuestro
cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis
en sus concupiscencias; 13 ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado
como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como
vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de
justicia (Ro. 6: 12-13).
19
c. La restauración de la santidad
Cuando el ser humano pecó, al principio, quedó
separado de Dios y expuesto al pecado. La
primera pareja conocía solamente el bien y
quizá no había una gran diferencia entre lo
bueno y lo malo porque no conocían el mal.
Después que la primera pareja pecó, sus ojos
fueron abiertos y conocieron la diferencia entre
el bien y el mal:
7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y
conocieron que estaban desnudos; entonces
cosieron hojas de higuera, y se hicieron
delantales (Gn. 3:7).
Por un conocimiento natural, ellos entendieron
que debían cubrir sus cuerpos, pues sentían
vergüenza, cosa que antes no habían
experimentado. Según el diseño humano, ellos
cubrieron sus cuerpos con un delantal fabricado
de hojas, pero Dios lo cambió y les vistió con
túnicas:
21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer
túnicas de pieles, y los vistió (Gn. 3: 21).
Dios incluso prohibió que la mujer vistiera ropa de
hombre; y el hombre, ropa de mujer:
5 No vestirá la mujer traje de hombre, ni el
hombre vestirá ropa de mujer; porque
abominación es a Jehová tu Dios cualquiera
que esto hace (Dt. 22: 5).
20
Algunos dirán que las mismas prendas se usan
para varón y mujer, porque los hombres han
impuestos sus modas, pero Dios dio el
mandamiento porque sabe que hay ropa
adecuada para mujer y para hombre. Por esa
razón, Él hizo la diferencia al principio.
Este mandamiento es para los hijos de Dios y
sus hijos no son contenciosos. Con relación a la
santidad Pablo señala:
16 Con
todo eso, si alguno quiere ser
contencioso,
nosotros
no
tenemos
tal
costumbre, ni las iglesias de Dios (1 Co. 11:16).
El cuerpo de los hijos de Dios (cristianos) es
templo del Dios vivo y debe ser vestido
decorosamente. Así lo estableció el diseño
divino desde el principio.
Si a Dios no le hubiese importado lo externo,
no habría vestido con decoro a la primera
pareja. A Dios no le agradó el delantal que se
hicieron, después de la caída (pecado) Dios
cubrió todo el cuerpo de la primera pareja.
Tanto el cuerpo, como el espíritu de los hijos de
Dios, son santos:
19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque
habéis sido comprados por precio; glorificad,
pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios (1 Co. 6:19-20).
21
El cuerpo del cristiano ha sido redimido por la
sangre de Jesús y no le pertenece a él, es de
Dios. El cristiano vive para Dios en espíritu, alma y
cuerpo. Una santidad integral, completa.
22
Capítulo – 2 –
LA SANTIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
I. UN REINO DE SACERDOTES Y GENTE SANTA
a. Una tierra y un pueblo santos
Dios separó al pueblo de Israel, de los demás
pueblos de la tierra a fin de que fueran una
nación de sacerdotes y gente santa:
6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y
gente santa. Estas son las palabras que dirás a
los hijos de Israel (Éx. 19:6).
La tierra que Israel conquistó, había sido
contaminada por el pecado de sus antiguos
moradores, quienes hacían continuos sacrificios
a los ídolos paganos. Israel debía eliminar a los
pecadores3 y borrar celosamente, todo vestigio
de idolatría.
En el contexto de la Gracia es difícil de asimilar la
muerte de los pecadores, que constantemente se lee en
el AT. No obstante, ese era el caso en la ley, el pecador
debía morir inmediatamente por su pecado (Hb. 10:28). La
Biblia señala que la paga del pecado es la muerte (Ro.
6:23). No obstante, eso es lo maravilloso de la Gracia de
Jesús, Él tomó el lugar que nos correspondía muriendo en
nuestro lugar en la cruz, por eso, ahora Dios nos da
oportunidad de arrepentirnos de corazón, hasta que
expira el último alto de vida, Hebreos señala: 27 Y de la
3
23
La razón por la cual, Dios despojó de su tierra a
los moradores de Canaán y se la entregó a
Israel, fue a causa del pecado de sus moradores.
Dios le advirtió al pueblo de Israel, que ellos
debían mantenerse en santidad, de lo contrario,
también los vomitaría de la tierra que les había
entregado:
26 Guardad, pues, vosotros mis estatutos y mis
ordenanzas, y no hagáis ninguna de estas
abominaciones, ni el natural ni el extranjero
que mora entre vosotros 27 (porque todas estas
abominaciones hicieron los hombres de
aquella tierra que fueron antes de vosotros, y la
tierra fue contaminada); 28 no sea que la tierra
os vomite por haberla contaminado, como
vomitó a la nación que la habitó antes de
vosotros (Lv. 18:26-28).
Dios sabe hacer la diferencia entre rechazar el
pecado y no al pecador. Dios le había dado
tiempo a los moradores de Canaán para que se
arrepintieran, pero no lo hicieron.
Desde que Dios llamó a Abraham, hasta que
el pueblo de Israel regresó de Egipto, pasaron
cerca de 400 años y no se arrepintieron (Éx.
12:40-41). Además, Josué tenía orden divina de
enviar banderas de paz a las ciudades que no
manera que está establecido para los hombres que
mueran una sola vez, y después de esto el juicio (Hb. 9:27).
24
estaban bajo el anatema4, para darles
oportunidad de arrepentimiento (Dt. 20: 10-12).
Toda esta explicación sirva para hacer notar
que Dios le dio la tierra a Israel, no porque fuera
un pueblo mejor; sino a causa del gran pecado
de los cananitas. Dios necesitaba un pueblo
santo, que habitara una tierra santa.
Dios es el dueño y Señor de toda la tierra y
tiene el derecho de dársela a quien él quiera,
como le dijo a Israel:
5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y
guardareis mi pacto, vosotros seréis mi
especial tesoro sobre todos los pueblos; porque
mía es toda la tierra (Éx. 19:5).
Después de la caída del ser humano, Dios ha
procurado la restauración de su comunión con
la humanidad. Lo primero que debe ser limpio,
es el ser humano; pero, Dios anhela que toda la
tierra sea restaurada, y para eso, es necesario la
santificación del pueblo.
Cuando Dios ha querido hablar con el ser
humano, después de la caída, requiere que el
pueblo se santifique. Lo primero que Dios le dijo
Había ciudades que ya habían sido puestas por Dios
bajo el anatema y debían ser eliminadas a causa de su
enorme pecado, que incluía sacrificios de niños a los ídolos
paganos. Tal es el caso del dios Moloc, al cual se lanzaban
niños al horno de fuego que había entre sus piernas (Lv.
18:21).
4
25
a Moisés, cuando se le apareció en la zarza, fue
que aquel lugar se había tornado santo a causa
de su presencia (Éx. 3:5). Cada vez que Dios
procuraba hablar al pueblo de Israel les exigía
santificarse (Éx. 19:10).
b. Dios habita en la santidad
Dios habita en su santidad. Implica que
alrededor de su trono y en su presencia, todo es
santo. La Biblia señala que en el cielo no puede
habitar nada inmundo:
27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o
que hace abominación y mentira, sino
solamente los que están inscritos en el libro de
la vida del Cordero (Ap. 21:27).
Si bien, Dios es santo y sublime, y habita en las
alturas, en el tercer cielo como señala el apóstol
Pablo (2 Co. 12:2), también es cierto que Él
habita en el corazón, de los que se humillan ante
su presencia y tiemblan a su Palabra:
15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que
habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo:
Yo habito en la altura y la santidad, y con el
quebrantado y humilde de espíritu, para hacer
vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar
el corazón de los quebrantados (Is. 57:15).
Dios es santo, por eso no habita en templos
hechos de manos de hombres:
26
1 Jehová
dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra
estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que
me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi
reposo? 2 Mi mano hizo todas estas cosas, y así
todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero
miraré a aquel que es pobre y humilde de
espíritu, y que tiembla a mi palabra (Is. 66:1-2).
El Señor pone en contraste su gloria desplegada
en los cielos, con su presencia manifestada en el
corazón de aquellos que voluntariamente se
humillan en su presencia.
Su sola presencia hace santo el lugar de su
habitación. Cuando Moisés se encontró con su
presencia, ese lugar se convirtió en un lugar
santo, a causa de la santidad de Dios:
5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus
pies, porque el lugar en que tú estás, tierra
santa es (Éx. 3:5).
Si alguien quiere buscar a Dios y encontrarle,
debe buscarle en su santidad; pero el recipiente
también tiene que ser santo. Debe vivir en
santidad.
Cuando Dios le prometió a Moisés que
descendería a hablar con él, en el Monte Sinaí,
le mandó que santificara a todo el pueblo a
causa de su gloria:
10 Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y
santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos
(Éx. 19:10).
27
Nadie mas podía subir al monte, ni tocarlo; solo
Moisés y el sacerdote Aarón. Ni los animales
podían acercarse al monte o tocarlo porque
morirían:
12 Y señalarás término al pueblo en derredor,
diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni
toquéis sus límites; cualquiera que tocare el
monte, de seguro morirá. 13 No lo tocará mano,
porque será apedreado o asaeteado; sea
animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene
largamente la bocina, subirán al monte (Ex.
19:12-13).
Todo lugar donde la gloria de Dios posa, se hace
santo en ese momento por causa de su
santidad.
c. Santidad a Jehová
Dios quiso que Israel fuera una nación de
sacerdotes y gente santa. Así se lo ordenó a
Moisés:
6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y
gente santa. Estas son las palabras que dirás a
los hijos de Israel (Lv. 19:6).
Los sacerdotes que ministraban en el culto,
debían ser santos a Dios a causa de su servicio.
Estos tenían más restricciones que el pueblo
común, debido a lo sagrado de su ministerio en
el templo. Estos no podían tener defectos físicos,
ni estar en presencia de un muerto; salvo que
28
fuera un familiar muy cercano. Incluso sus ropas
eran santas y no las podían usar fuera del templo
(Ez. 42:14).
La Biblia señala del ministerio sacerdotal:
6 Santos serán a su Dios, y no profanarán el
nombre de su Dios, porque las ofrendas
encendidas para Jehová y el pan de su Dios
ofrecen; por tanto, serán santos (Lv. 21:6).
El sumo sacerdote, que a diferencia de los
demás sacerdotes, era quien llevaba los
pecados del pueblo ante Dios, y ofrecía
sacrificios por ellos en el lugar santísimo una vez
al año, tenía más restricciones todavía:
10 Y el sumo sacerdote entre sus hermanos,
sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de
la unción, y que fue consagrado para llevar las
vestiduras, no descubrirá su cabeza, ni rasgará
sus vestidos, 11 ni entrará donde haya alguna
persona muerta; ni por su padre ni por su
madre se contaminará. 12 Ni saldrá del
santuario, ni profanará el santuario de su Dios;
porque la consagración por el aceite de la
unción de su Dios está sobre él. Yo Jehová (Lv.
21:10-12).
El sumo sacerdote no podía salir del templo,
tampoco podía contaminarse con un muerto,
aunque fuese familiar. El sumo sacerdote tenía
unas vestiduras sagradas y en su frente una
lámina de oro con una inscripción de Santidad:
29
30 Hicieron
asimismo la lámina de la diadema
santa de oro puro, y escribieron en ella como
grabado de sello: SANTIDAD A JEHOVÁ (Éx.
39:30).
La santidad es un sello en el pueblo de Dios,
porque Dios es santo. El Señor dice:
15 Sino, como aquel que os llamó es Santo, sed
también vosotros santos en toda vuestra
manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed
santos, porque yo soy Santo (1 P. 1:15-16).
Es de hacer notar que todo el pueblo debía ser
santo. A los sacerdotes se les exigía unas
vestiduras y restricciones mayores porque ellos
ministraban dentro del templo, el lugar donde se
hacían los sacrificios a Dios.
d. El voto de los nazareos
El voto del nazareato era voluntario y consistía
en que los padres o una persona hacían el voto
de consagrarse para Dios:
1 Habló Jehová a Moisés, diciendo: 2 Habla a
los hijos de Israel y diles: El hombre o la mujer
que se apartare haciendo voto de nazareo,
para dedicarse a Jehová (Nm. 6:1-2).
Este voto de separación para el servicio divino,
implicaba cumplir con todas las demandas
divinas, a causa de su vida de consagración y
santidad. Entre otras cosas el nazareato exigía:
a) No podía tomar vino.
30
b) No podía cortar su cabello, durante el tiempo
de su consagración.
c) No se podía acercar a una persona muerta.
d) Debía vivir en santidad.
En la Biblia se encuentra el caso de Sansón.
Dios le dio una promesa a su madre (estéril) que
concebiría un hijo, a quien debía consagrarlo a
Dios, según el nazareato.
Sansón fue consagrado a Dios desde su
nacimiento y fue lleno del Espíritu, quien depositó
una fuerza sobrenatural sobre él, pero perdió el
poder que Dios le había dado cuando
quebrantó su pacto de Nazareo y su cabello le
fue cortado (Jc. 16:19).
Una mujer llamada Ana, quién también era
estéril, hizo voto a Dios que si le daba un hijo lo
consagraría a él:
11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos,
si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y
te acordares de mí, y no te olvidares de tu
sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón,
yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su
vida, y no pasará navaja sobre su cabeza (1 S.
1:11).
Dios le concedió el hijo a Ana, a quien llamó
Samuel. Este niño no solo fue consagrado a Dios,
si no que ella prometió dedicarlo a Jehová para
que sirviera en el templo.
31
El profeta Samuel, después llegó a ser sacerdote
y juez de Israel. La Biblia señala que como
profeta, Dios permitió que todas sus profecías se
cumplieran:
19 Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y
no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.
20 Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba,
conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová
(1 S. 3:19-20).
El nivel de consagración de nuestras vidas a
Dios, determina que podamos ver la gloria de
Dios en una dimensión mayor. A estos hombres
consagrados al nazareato Dios les exigía más,
pero experimentaron una gloria mayor que los
demás a causa de su consagración.
32
II. DIFERENCIA ENTRE LO SANTO Y LO PROFANO
a. Israel, una nación consagrada a Dios
La vida del pueblo de Israel estaba consagrada
a Dios. Ellos vivían bajo la ley divina, en un
gobierno teocrático. Su vida religiosa no estaba
separada de su vida política. Dios les había
rescatado de la esclavitud egipcia; y eran
pertenencia de Jehová. Ahora debían vivir
como una nación santa y los levitas fueron la
tribu escogida para ministrar en el templo:
12 He aquí, yo he tomado a los levitas de entre
los hijos de Israel en lugar de todos los
primogénitos, los primeros nacidos entre los
hijos de Israel; serán, pues, míos los levitas.
13 Porque mío es todo primogénito; desde el día
en que yo hice morir a todos los primogénitos
en la tierra de Egipto, santifiqué para mí a todos
los primogénitos en Israel, así de hombres
como de animales; míos serán. Yo Jehová (Nm.
3:12-13).
En una ocasión, cuando David huía de la
persecución de Saúl, llegó al lugar donde había
un sacerdote y le pidió de comer, pero solo tenía
el pan sagrado que comían los sacerdotes:
3 Ahora, pues, ¿qué tienes a mano? Dame
cinco panes, o lo que tengas. 4 El sacerdote
respondió a David y dijo: No tengo pan común
a la mano, solamente tengo pan sagrado; pero
33
lo daré si los criados se han guardado a lo
menos de mujeres. 5 Y David respondió al
sacerdote, y le dijo: En verdad las mujeres han
estado lejos de nosotros ayer y anteayer;
cuando yo salí, ya los vasos de los jóvenes
eran santos, aunque el viaje es profano;
¿cuánto más no serán santos hoy sus vasos?
6 Así el sacerdote le dio el pan sagrado, porque
allí no había otro pan sino los panes de la
proposición, los cuales habían sido quitados de
la presencia de Jehová, para poner panes
calientes el día que aquéllos fueron quitados (1
S. 21: 3-6).
El sacerdote les permitió comer del pan sagrado
porque ellos se habían abstenido de estar con
sus mujeres debido el viaje. Bajo la Ley, había
muchas razones por la cuales una persona se
contaminaba o hacía inmunda (menstruación,
eyaculación, etc. (Lv. 15:2-19). El caso de David
lo demuestra; pero también muestra que todo
Israel debía ser santo, pues a David y sus
hombres se les permitió comer del pan sagrado
debido a las circunstancias, pero solo bajo las
exigencias del sacerdote, quien tenía autoridad
para juzgar cosas difíciles (Dt. 17:8-13).
b. Ministrando en santidad
Cuando David trató de trasladar el arca del
pacto a su casa, los bueyes que la cargaban se
34
tropezaban y un varón llamado Uza, trató de
ayudar tocando el arca y murió:
6 Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza
extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo;
porque los bueyes tropezaban. 7 Y el furor de
Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí
Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto
junto al arca de Dios (2 S. 6:6-7).
En el caso de Uza, nadie lo autorizó a ayudar, si
no que actuó precipitadamente, sin preguntar.
El cuidado de las cosas sagradas se les había
asignado estrictamente a los sacerdotes. En este
caso, se cometió una imprudencia que le costó
la vida a Uza.
En Dios no cuentan solo las buenas
intenciones, cuando se trata de ministrar las
cosas sagradas se debe hacer en el orden que
Dios lo ha establecido. Dios es santo y los que
ministran en su presencia deben ser santos.
Además, deben estar seguros que han sido
autorizados para realizar la labor ministerial.
En el caso del rey Saúl, cuando Dios le envió
en una misión a los amalequitas, le dijo que no
dejara nada vivo, pero Saúl perdonó lo mejor del
ganado para agradar al pueblo, con la
supuesta intención de ofrecerlo a Jehová:
15 Y Saúl respondió: De Amalec los han traído;
porque el pueblo perdonó lo mejor de las
ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a
35
Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos.
22 Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto
en los holocaustos y víctimas, como en que se
obedezca a las palabras de Jehová?
Ciertamente el obedecer es mejor que los
sacrificios, y el prestar atención que la grosura
de los carneros. 23 Porque como pecado de
adivinación es la rebelión, y como ídolos e
idolatría la obstinación. Por cuanto tú
desechaste la palabra de Jehová, él también
te ha desechado para que no seas rey (1 S.
15:15, 22-23).
Pero todas estas ciudades, sus habitantes y
animales estaban bajo el anatema o juicio
divino, porque habían sido dedicados a los
cultos e ídolos paganos o eran producto del
latrocinio u otro pecado. A Dios no le
agradaban estos sacrificios, porque solo se le
puede ofrendar lo que es santo (Lv. 22:20).
Dios, en un juicio justo, había determinado
que todo en Amalec debía ser erradicado a
causa de su pecado. Bajo la Ley, el pecado se
pagaba con la muerte inmediata (Hb. 10:28).
Además, estas ofrendas no eran producto de
su trabajo. En una ocasión el rey David dijo que
no ofrecería nada a Dios que no le costara (1 S.
24:24).
36
Capítulo – 3 –
LA SANTIDAD Y EL PECADO
I. SANTIDAD EN UN MUNDO DE PECADO
a. El deber de mantenerse en Santidad
La santidad separa al convertido a Cristo del
pecado. No obstante, no le exime de la
tentación. María, la hermana de Moisés era una
mujer santa, llena del Espíritu y profetiza, pero
cayó en el pecado de murmuración y rebeldía
contra Moisés:
1 María y Aarón hablaron contra Moisés a
causa de la mujer cusita que había tomado;
porque él había tomado mujer cusita. 2 Y
dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado
Jehová? ¿No ha hablado también por
nosotros? Y lo oyó Jehová.
9 Entonces la ira de Jehová se encendió
contra ellos; y se fue. 10 Y la nube se apartó del
tabernáculo, y he aquí que María estaba
leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y
he aquí que estaba leprosa (Nm. 12:1-2, 9-10).
A María le entró un orgullo a causa de los dones
espirituales que Dios había depositado en su
vida. Aún los dones del Espíritu pueden conducir
37
al fracaso y pueden ser motivo de condenación
a quien no los sabe ministrar.
A María, los dones espirituales le condujeron a
competir contra su hermano Moisés, y por esa
razón, tuvo grandes pérdidas.
Aparentemente, María se arrepintió de su
pecado al saber que, por su arrogancia y
pretensiones de grandeza, Dios le había
enjuiciado con una lepra, enfermedad que era
considerada una maldición divina en el A.T.
Por buscar su propia honra, María fue
avergonzada, delante de toda la congregación
de Israel. Los leprosos debían ser sacados fuera
del campamento; y allí fue enviada María por
siete días, a causa de su inmundicia. No
obstante, por las oraciones de su hermano
Moisés, alcanzó misericordia de Dios, siendo
sanada y restituida en el campamento de Israel.
b. La santidad y la rebelión
Satanás moraba en el cielo, donde todo es
santo; pero, incluso allí el abandonó su santidad,
y se rebeló contra Dios. Eso implica que la
santidad no libra del pecado, porque
permanecer o no en santidad es una decisión
individual.
Puede ser que un cristiano no haya
perfeccionado su vida de santidad por obviar
obedecer todas las demandas de Dios en su
38
Palabra. La Biblia señala que hay que
perfeccionar la santidad en el temor de Dios (2
Co, 7:1). El temor de Dios, es el principio de la
sabiduría (Pr. 9:10).
Una de las rebeliones mas grandes contra la
autoridad en Israel, fue la dirigida por los
sacerdotes levitas. Estos reclamaban que toda la
congregación era santa, no solo Moisés y Aarón.
En esta ocasión, la santidad fue la excusa
utilizada como razón para justificar la rebelión:
2 Y se levantaron contra Moisés con doscientos
cincuenta varones de los hijos de Israel,
príncipes de la congregación, de los del
consejo, varones de renombre. 3 Y se juntaron
contra Moisés y Aarón y les dijeron: !Basta ya
de vosotros! Porque toda la congregación,
todos ellos son santos, y en medio de ellos está
Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros
sobre la congregación de Jehová? (Nm. 16:23).
En esta ocasión la rebelión fue dirigida por la
casta sacerdotal (levitas) en Israel. Los levitas
(descendientes de la tribu de Leví) habían sido
escogidos por Dios para ministrar en todo lo
relacionado al culto del templo (sacrificios,
alabanzas, servicio, etc.).
Los levitas fueron escogidos por Dios para
ministrar en su presencia a causa del celo que
mostraron en una ocasión, al matar a los
39
pecadores que se rebelaron contra Dios
adorando el becerro de oro que fabricaron,
mientras Moisés hablaba con Dios en el monte
(Éx. 36:22-29).
Es cierto que todo el pueblo de Israel había
sido santificado por Dios, pero esta rebelión fue
más allá, porque los rebeldes eran ministros del
altar. Los levitas eran los encargados de todo el
servicio y la ministración de las ofrendas diarias
en el templo. Pero solo el sumo sacerdote podía
ministrar en el lugar santo una vez al año (Hb.
9:7) y los levitas querían tomar ese lugar:
8 Dijo más Moisés a Coré: Oíd ahora, hijos de
Leví: 9 ¿Os es poco que el Dios de Israel os
haya apartado de la congregación de Israel,
acercándoos a él para que ministréis en el
servicio del tabernáculo de Jehová, y estéis
delante de la congregación para ministrarles,
10 y que te hizo acercar a ti, y a todos tus
hermanos los hijos de Leví contigo? ¿Procuráis
también el sacerdocio? (Nm. 16:8-10).
La rebelión de Coré y su séquito, fue contra
Moisés, el líder que Dios había elegido para
sacar al pueblo de Egipto; y contra Aarón, el
sumo sacerdote que ministraba en la presencia
de Dios por todos los pecados del pueblo.
Los levitas creían que por ser igualmente
santos, podían tomar la autoridad de Moisés o
ministrar en el lugar santísimo, como hacía el
40
sumo sacerdote. Eso les condujo a una
destrucción nunca vista antes, fue tan grande el
castigo y la ira de Dios, que la Biblia señala que
descendieron vivos al infierno:
30 Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra
abriere su boca y los tragare con todas sus
cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces
conoceréis que estos hombres irritaron a
Jehová. 31 Y aconteció que cuando cesó él de
hablar todas estas palabras, se abrió la tierra
que estaba debajo de ellos. 32 Abrió la tierra su
boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos
los hombres de Coré, y a todos sus bienes. 33 Y
ellos, con todo lo que tenían, descendieron
vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron
de en medio de la congregación (Nm. 16:3033).
En ocasiones, los privilegios, dones y ministerios
que Dios les concede a sus hijos les pueden servir
de tropiezo, pues en vez de valorizar lo que Dios
deposita en sus manos les causa la sensación de
que pueden ir más allá de lo que se les ha
confiado. Ese es un gran error en que han caído
muchos líderes y que ha derribado a ministros
bien intencionados, pero con falta de
conocimiento.
La santificación puede engañar al cristiano,
haciéndole pensar que los dones o ministerios les
ubican en el mismo nivel de autoridad de
41
aquellos que han sido puestos sobre ellos por
Dios como autoridades delegadas.
Existe el peligro latente de creer que una vida
de santificación e intimidad con Dios, nos avala
para tomar la autoridad de aquellos, que han
sido ungidos en sus cargos por Dios, aunque
parezcan débiles o no muy capacitados.
c. La santidad en los ministros del altar
Dios les exige santidad a sus ministros. La Biblia
narra el caso de los hijos de Elí, quienes
corrompieron su llamado sagrado al sacerdocio
en Israel. Estos debían ser santos:
6 Santos serán a su Dios, y no profanarán el
nombre de su Dios, porque las ofrendas
encendidas para Jehová y el pan de su Dios
ofrecen; por tanto, serán santos (Lv. 21:6).
Si bien, La Biblia señala que todo el pueblo de
Israel debía ser santo a Dios:
26 Habéis, pues, de serme santos, porque yo
Jehová soy santo, y os he apartado de los
pueblos para que seáis míos (Lv. 20:26).
Los sacerdotes tenían un conocimiento, aún más
profundo del culto a Dios, ya que vivían
dedicados a este servicio. Incluso, eran los
encargados de enseñarle la ley al pueblo:
12 Y el hombre que procediere con soberbia, no
obedeciendo al sacerdote que está para
ministrar allí delante de Jehová tu Dios, o al
42
juez, el tal morirá; y quitarás el mal de en
medio de Israel (Dt. 17:12).
Pero los hijos del sumo sacerdote Elí, eran
corruptos y desconocían la ley de Dios:
12 Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no
tenían conocimiento de Jehová (1 S. 2:12).
Elí los puso a ministrar porque, además de ser sus
hijos, eran levitas y tenían el derecho; pero
también tenían la responsabilidad de ser santos
ante Dios.
El pecado de estos sacerdotes fue muy
grande, ya que no solo corrompieron el
sacerdocio al subestimar las ofrendas sagradas,
sino que también se prostituyeron con mujeres y
blasfemaron contra Dios. Dios le habló a Elí
acerca de la conducta de sus hijos, pero no los
apartó del sacerdocio, solo les exhortó:
22 Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que
sus hijos hacían con todo Israel, y cómo
dormían con las mujeres que velaban a la
puerta del tabernáculo de reunión. 23 Y les dijo:
¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo
oigo de todo este pueblo vuestros malos
procederes. 24 No, hijos míos, porque no es
buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar
al pueblo de Jehová. 25 Si pecare el hombre
contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si
alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará
por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre,
43
porque Jehová había resuelto hacerlos morir (1
S. 2:22-25).
Elí honró más sus hijos que a Dios, haciendo caso
omiso a la voz del pueblo y a los profetas que
Dios envió, para amonestarle del pecado de sus
hijos:
29 ¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis
ofrendas, que yo mandé ofrecer en el
tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que
a mí, engordándoos de lo principal de todas
las ofrendas de mi pueblo Israel? (1 S. 2:29).
Dios le habló a Elí, que juzgaría su casa por ese
gran pecado, que tuvo consecuencias extremas
en el sacerdocio santo de Israel:
13 Y le mostraré que yo juzgaré su casa para
siempre, por la iniquidad que él sabe; porque
sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha
estorbado (1 S. 3:13).
Como juicio, los dos hijos de Elí murieron un
mismo día y cuando le dieron la noticia a Elí,
murió del impacto:
16 Dijo, pues, aquel hombre a Elí: Yo vengo de
la batalla, he escapado hoy del combate. Y Elí
dijo: ¿Qué ha acontecido, hijo mío? 17 Y el
mensajero respondió diciendo: Israel huyó
delante de los filisteos, y también fue hecha
gran mortandad en el pueblo; y también tus
dos hijos, Ofni y Finees, fueron muertos, y el
arca de Dios ha sido tomada. 18 Y aconteció
44
que cuando él hizo mención del arca de Dios,
Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la
puerta, y se desnucó y murió; porque era
hombre viejo y pesado. Y había juzgado a
Israel cuarenta años (1 S. 4:16-18).
El juicio no terminó allí, pues Dios le había dado
el sumo sacerdocio como herencia a la familia
de Elí y le fue quitado y dado a otra familia de
levitas:
30 Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo
había dicho que tu casa y la casa de tu padre
andarían delante de mí perpetuamente; mas
ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga,
porque yo honraré a los que me honran, y los
que me desprecian serán tenidos en poco.35 Y
yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga
conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le
edificaré casa firme, y andará delante de mi
ungido todos los días (1 S. 2:30, 35).
Dios puede dar promesas maravillosas a sus hijos;
pero estas están sujetas a que se cumpla con las
demandas de Dios.
Los hijos de Elí no mantuvieron sus vidas en
santidad, como Dios les exigía a los sacerdotes, y
quedaron como un histórico monumento de
advertencia y reflexión a los santos.
Elí, por su parte, cometió el gran pecado de
la alcahuetería, pues no tomó la decisión de
45
apartar a sus hijos del sacerdocio santo, solo les
amonestó livianamente con sus palabras.
46
Capítulo – 4 –
LA SANTIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO
________________________________________________
I. LA SANTIDAD DE LOS CRISTIANOS
a. La iglesia es llamada a ser un reino de
sacerdotes y un pueblo santo
La iglesia, a través de Cristo, es ahora el pueblo
elegido de Dios para anunciar las buenas
nuevas del Evangelio:
9 Mas
vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de
aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable (1 P. 2: 9).
Israel fue llamado a ser un pueblo santo en
medio de la tierra, pero ellos no pudieron cumplir
las demandas divinas a causa de sus continuas
desobediencias:
6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y
gente santa. Estas son las palabras que dirás a
los hijos de Israel (Éx. 19:6).
Dios no exige una tierra santa para los cristianos,
como a Israel. Él dijo que era necesario que el
trigo creciera juntamente con la cizaña (Mt.
47
13:24-30); no obstante, el mismo cuerpo del
cristiano es depósito y templo del Espíritu Santo:
19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque
habéis sido comprados por precio; glorificad,
pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios (1 Co. 6:19-20).
Dios tiene el derecho sobre el cuerpo del
cristiano porque fue comprado a precio de la
sangre de Cristo. Por eso la Escritura señala que
nuestro cuerpo no nos pertenece; sino que es
propiedad de Dios.
Dios ha hecho que el cuerpo del cristiano sea
el templo del Espíritu Santo, y Él nos anhela
celosamente:
5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El
Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos
anhela celosamente? (Stg. 4:5).
El cristiano debe amar a Dios por encima de las
cosas temporales de este mundo que compiten
con lo eterno:
15 No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. 16 Porque todo lo que hay
en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida,
no proviene del Padre, sino del mundo. 17 Y el
mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
48
voluntad de Dios permanece para siempre (1
Jn. 2:15-17).
El cristiano que camina en armonía con las cosas
del mundo, se constituye en enemigo de Dios:
4 !Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la
amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del
mundo, se constituye enemigo de Dios (Stg.
4:4).
No hay término medio para el cristiano; o ama a
Dios o las cosas de este mundo, sus vicios, modas
y placeres.
Santidad es separación del mundo, para vivir
vidas consagradas a Dios, pero tampoco es
rechazar a las personas por su condición de
pecado. Es peligroso practicar una santidad
mezquina y sin misericordia esa que rechaza al
pecador; en vez de rechazar el pecado:
5 Que dicen: Estate en tu lugar, no te acerques
a mí, porque soy más santo que tú; éstos son
humo en mi furor, fuego que arde todo el día
(Is. 65:5).
La Biblia señala que debemos tener
misericordia de los pecadores, teniendo
cuidado, aún de sus ropas contaminadas por el
pecado que mora en sus cuerpos:
23 A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y
de otros tened misericordia con temor,
49
aborreciendo aun la ropa contaminada por su
carne (Judas 1:23).
b. Santos por medio de Cristo
El pecado despojó al ser humano de sus
vestiduras de santidad. En el A.T., para la
santificación del pueblo de Dios era requerido
hacer ciertos sacrificios de animales, cuya
sangre derramada ante Dios, se usaba para el
perdón de los pecados.
En la purificación del pecado y la
santificación del pecador, Jesús, como el
Cordero de Dios, limpia el pecado de la
humanidad por medio de su sangre derramada
en la cruz, en los que se arrepienten de corazón:
29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a
él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo (Jn. 1:29).
La santificación es obra de la sangre de Cristo en
la vida del pecador:
22 Mas ahora que habéis sido libertados del
pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por
vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida
eterna (Ro. 6:22).
No obstante, el nuevo convertido debe
permanecer en santidad, a través de la
obediencia a la Palabra de Dios:
2 Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas,
limpiémonos
de
toda
50
contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios
(2 Co. 7:2).
La santificación o limpieza del pecado del ser
humano, es obra de la sangre de Cristo; pero
todo cristiano debe mantenerse en santidad,
hasta la venida de Cristo:
13 Para que sean afirmados vuestros corazones,
irreprensibles en santidad delante de Dios
nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor
Jesucristo con todos sus santos (1 Ts. 3:13).
La santificación del pecador es atribuida
gratuitamente, en el momento que se arrepiente
de sus pecados, pero debe mantenerse.
Para permanecer en santidad, después de
recibir a Jesús como salvador personal, se debe
renunciar voluntariamente a la práctica del
pecado y comprometerse a vivir una vida santa,
separada para Dios:
9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el
reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los
idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni
los que se echan con varones, 10 ni los
ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el
reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; mas ya
habéis sido lavados, ya habéis sido
santificados, ya habéis sido justificados en el
51
nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de
nuestro Dios (1 Co. 6:9-11).
La santificación conduce al cristiano a vivir una
vida santa, de consagración y verdadera
adoración al servicio de Dios:
14 Como hijos obedientes, no os conforméis a
los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia; 15 sino, como aquel que os llamó es
santo, sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está:
Sed santos, porque yo soy santo (1 P. 1: 14-16).
Dios exige que sus hijos sean santos, en toda su
manera
de
vivir;
no
solo
en
ciertas
circunstancias. La razón es que nuestra nueva
naturaleza, nos demanda esa santidad, porque
Dios es santo.
52
II. SANTIDAD INTERNA Y EXTERNA DEL CRISTIANO
a. Una vida Santa
La santidad es un beneficio de la salvación y es
imputado al pecador al momento de su
arrepentimiento y confesión de Jesús como
salvador. Pero la santidad hay que mantenerla,
ésta se perfecciona en el ejercicio de nuestra fe
en la vida diaria por medio de un temor
reverente a Dios, que conduce a una vida de
obediencia a la Biblia y de sometimiento a la
autoridad y voluntad divina:
1 Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas,
limpiémonos
de
toda
contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios
(2 Co. 7:1).
El recién convertido a Cristo, tiene que acoplarse
a las demandas divinas de santidad que le exige
su nueva vida, pues ha nacido del Espíritu:
9 Habiéndoos despojado del viejo hombre con
sus hechos, 10 y revestido del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó se va
renovando hasta el conocimiento pleno (Col.
3:9b-10).
El cristiano se va ajustando al carácter santo de
Dios para desarrollar una vida de comunión
íntima:
53
22 En
cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos
en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del
nuevo hombre, creado según Dios en la justicia
y santidad de la verdad (Ef. 4:22-24).
El crecimiento espiritual del cristiano se desarrolla
cada día por medio del conocimiento de Dios,
que le conducirá hacia lo perfecto:
18 Mas la senda de los justos es como la luz de
la aurora, que va en aumento hasta que el día
es perfecto (Pr. 4:18).
La santidad cristiana se perfecciona por medio
de un temor reverente a Dios. El recién
convertido va abandonando todo vestigio de
pecado que le pueda contaminar su espíritu,
alma y cuerpo. Esto se logra por medio del
conocimiento de la Biblia.
b. La santidad interna y externa del cristiano
Muchos cristianos se cuestionan si la santidad se
debe llevar por dentro (alma), o si lo de afuera
(el cuerpo) debe ser igualmente de importancia.
La Biblia enseña claramente que tanto el
alma, como el cuerpo del cristiano se deben
mantener en santidad hasta la venida del Señor:
23 Y el mismo Dios de paz os santifique por
completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y
54
cuerpo, sea guardado irreprensible para la
venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Ts. 5:23).
En el diseño original de Dios, después del
pecado original, Él vistió a la primera pareja con
túnicas:
21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer
túnicas de pieles, y los vistió (Gn. 3:21).
Se puede argüir que este tipo de ropa ya no se
usa, pero Dios vistió con decoro a la primera
pareja y ordenó que la mujer no vistiera traje de
hombre; ni el hombre, traje de mujer:
5 No vestirá la mujer traje de hombre, ni el
hombre vestirá ropa de mujer; porque
abominación es a Jehová tu Dios cualquiera
que esto hace (Dt. 22:5).
Todas estas exigencias de Dios para su pueblo
son dadas porque el cuerpo del cristiano es
templo del Espíritu Santo. El cuerpo de una
cristiana y un cristiano no puede exhibirse y servir
de codicia para los demás. Ese es un pecado
contra Dios.
La Biblia señala que no presentemos nuestros
cuerpos para servir de tentación a otros:
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis
vuestros
miembros
al
pecado
como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los
55
muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia. 19 Hablo como
humano, por vuestra humana debilidad; que
así como para iniquidad presentasteis vuestros
miembros para servir a la inmundicia y a la
iniquidad, así ahora para santificación
presentad vuestros miembros para servir a la
justicia (Ro. 6:12-13, 19).
La Biblia exhorta a la mujer, a abandonar la
vanidad externa:
3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados
ostentosos, de adornos de oro o de vestidos
lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el
incorruptible ornato de un espíritu afable y
apacible, que es de grande estima delante de
Dios (1 P. 3:3-4).
A Dios le interesa lo externo, aunque él también
conoce el corazón. Es cierto que Dios conoce el
corazón humano, pero eso no implica que a Dios
no le interesa el cuerpo del cristiano. Quizá este
concepto es extraído de algunos versos mal
interpretados de la Biblia.
Cuando el profeta Samuel estuvo en casa de
Isaí, para escoger al futuro rey de Israel, Samuel
se dejó llevar por la impresión externa que le
causó Eliab; y era de esperar que el futuro rey
fuera fuerte para poder defender al pueblo,
pero Dios le dijo a Samuel que no mirara su
parecer:
56
7Y
Jehová respondió a Samuel: No mires a su
parecer, ni a lo grande de su estatura, porque
yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que
mira el hombre; pues el hombre mira lo que
está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón (1 S. 16:7).
Este verso, en ninguna manera señala que a Dios
no le importa como sus hijos vistan su cuerpo. Lo
único que quiere resaltar es que Dios conoce el
corazón humano. Tampoco es que la santidad
se refiera solo a un vestido externo, pero lo que
se lleva por dentro; se debe reflejar por fuera.
Eso fue lo que Jesús les dijo a los fariseos,
quienes se centraban solo en lo externo y
olvidaban lo interior. Jesús no les dijo que su
cuidado exterior estaba mal, solo les reclamó
que lo interior es primero y luego se debe reflejar
por fuera:
26 !Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro
del vaso y del plato, para que también lo de
fuera sea limpio (Mt. 23:26).
Al señalar que limpien primero lo de adentro y
después lo de afuera, Jesús confirma que tanto
lo adentro (el alma) es importante, como lo de
afuera (el cuerpo).
La Biblia señala que el cristiano debe
acercarse a Dios con el corazón y el cuerpo
puros. Ambos se deben revestir de santidad:
57
22 Acerquémonos
con corazón sincero, en
plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los
cuerpos con agua pura (Hb. 10:22).
c. Estamos en el mundo, pero no somos de este
mundo.
Desde el principio, Dios creó al ser humano a su
imagen y semejanza (Gn. 27); significa que Dios
diseñó a la mujer y al hombre, de acuerdo a su
perfecta voluntad.
Sin duda, la entrada del pecado trajo
codicia, vanidad, orgullo y todo lo ajeno a la
santidad y el plan original de Dios para sus
criaturas.
El hecho de nacer enajenados del pecado,
hace que el ser humano trate de cambiar su
imagen natural, por una superficial. Esa es la
conducta que rige al mundo, y hasta se ve
como algo normal; pero los cristianos no vivimos
conforme a este mundo, la Biblia señala:
15 No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. 16 Porque todo lo que hay
en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida,
no proviene del Padre, sino del mundo. 17 Y el
mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
58
voluntad de Dios permanece para siempre (1
Jn. 2:15-17).
La palabra mundo, deriva de la palabra cosmos
(gr.), que se refiere a lo material de este mundo.
De esta palabra procede la palabra cosmético.
Es sabido por la Biblia que Satanás es dueño de
este mundo, pues él se lo ofreció a Jesús a
cambio de que le adorara (Mt. 4:8-9).
El ser humano fue creado para gobernar la
tierra, pero después que le entregó el dominio a
Satanás, debe lidiar con la triste realidad del
pecado de este mundo y sus nefastas
consecuencias.
Significa que Dios ve este mundo bajo el
dominio de Satanás, quien es el príncipe de este
mundo (Ef. 2:2) que ha llenado de mentira toda
la tierra. No hay que olvidar que, con la mentira,
Satanás engañó a la primera pareja, y sigue
siendo su arma preferida para llevar las almas al
infierno. Él es el padre de toda mentira (Jn. 8:44),
quien procurará engañar aun, si fuere posible, a
los escogidos de Dios (Mt. 24:24).
Esas mentiras están inoculadas en todas las
esferas de las estructuras humanas, pues el plan
original de Dios para la humanidad ha estado
siendo distorsionado por las mentiras de Satanás
en la tierra, desde que la primera pareja pecó.
El hecho es que este mundo, ya no es el lugar de
nuestra morada. Dios ve como este mundo
59
compite con las delicias eternas. Ahora estamos
en una prueba de fuego. El gran reto del
cristiano es despreciar los deleites temporales, la
vanidad y el materialismo de este mundo, para
ganar las riquezas eternas. El plan de Dios es que
a través de la fe renunciemos a las cosas
temporales, para heredar las eternas.
El materialismo rampante y las ofertas
temporales de este mundo dirigidas por Satanás,
compiten con las riquezas eternas que Dios tiene
preparadas para sus hijos. Es un gran reto para el
cristiano, porque el mundo tiene su atractivo y
Satanás disfrazará sus ofertas como cosas
legítimas.
La razón por la que Dios nos llama a renunciar
a la vanidad de este mundo y al culto del
cuerpo, es porque todo esto procede de
Satanás con el propósito de desviar al ser
humano de Dios a fin de darle culto a la criatura
y no al Creador. La androlatría y el narcisismo
son formas de idolatría que, en este caso, se
refieren a la adoración y el culto del ser humano.
60
Capítulo – 5 –
CAMINO DE SANTIDAD
________________________________________________
I. CAMINANDO POR LAS SENDAS ANTIGUAS
a. La distorsión del mensaje bíblico de santidad
En los tiempos finales, en los que la Biblia señala
que aparecerá la apostasía dentro de la Iglesia
(2 Ts. 2:3; 1 Ti. 4:1), se han tergiversado textos
bíblicos, que fueron baluartes de la verdad para
la Iglesia. Ahora son motivo de burla para las
iglesias que se han modernizado, pero los
caminos de Dios son santos, Isaías dice:
8 Y habrá allí calzada y camino, y será llamado
Camino de Santidad; no pasará inmundo por
él, sino que Él mismo estará con ellos; el que
anduviere en este camino, por torpe que sea,
no se extraviará (Is. 35:8).
Isaías profetiza de este camino de santidad que
sería revelado al mundo con la venida del
Mesías, pues Cristo mismo es el camino (Jn 14:6).
Uno de los versos que se ha tergiversado en
este prolapso de la verdad, es el del cristiano
como luz, en medio de las tinieblas:
14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad
asentada sobre un monte no se puede
esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone
61
debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa. 16 Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos (Mt. 5:14-16).
Jesús dijo, que los cristianos somos la luz del
mundo y que debemos alumbrar en esta tierra
que está en tinieblas. Jesús quiso motivar a los
cristianos a dar buen testimonio entre los
pecadores; pero los que se quisieron mezclar
con el mundo usaron este verso como una
excusa para participar de eventos mundanos.
Los predicadores y artistas cristianos debieron
cambiar sus mensajes y acomodarlos al mundo
para supuestamente, ganar a los perdidos; pero
ese no fue el resultado, porque no se puede
negociar con la verdad. Pablo advierte:
14 No
os unáis en yugo desigual con los
incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene
la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la
luz con las tinieblas? 15 ¿Y qué concordia Cristo
con Belial? ¿O qué parte el creyente con el
incrédulo? (1 Co. 6:14-15).
La luz con la que debían alumbrar al mundo se
les apagó y sirven hasta de burla y critica entre
los pecadores, pues actúan con las mismas
ambiciones materiales y deseos de fama de los
del mundo secular.
62
b. La silla de los escarnecedores
Durante siglos los cristianos sabían que no debían
participar de eventos mundanos, juntamente
con los pecadores, como señala la Biblia:
1 Bienaventurado el varón que no anduvo en
consejo de malos, ni estuvo en camino de
pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha
sentado (Sal. 1:1).
Este verso es aplicado a los cristianos que se
mezclan con los pecadores en eventos
mundanos, cines, teatros, estadios, fiestas, etc.
Hoy día los cristianos se burlan y otros se
acomplejan pensando que estaban bien
atrasados al interpretar estos versos de esta
manera, sin darse cuenta que abandonaron su
temor a Dios y a su Palabra, por sus propias
interpretaciones de la Biblia. La Biblia señala que
debemos volver a las sendas antiguas:
16 Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y
mirad, y preguntad por las sendas antiguas,
cuál sea el buen camino, y andad por él, y
hallaréis descanso para vuestra alma. Mas
dijeron: No andaremos (Jr. 6:16).
Jeremías exhortó al pueblo de Israel a volver a
las sendas de santidad por las cuales caminaron
los patriarcas, pero fue objeto de burla y ultrajo.
Ellos no entendieron hasta que llegó el juicio
divino a sus vidas.
63
El llamado de Jeremías hace eco en la Biblia y
ahora el mensaje atañe a los cristianos de los
últimos tiempos, quienes conocen el camino
(que es Jesús, Jn. 14:6), para indagar por las
sendas de santidad en las que Jesús y sus
apóstoles fundaron la santa Iglesia.
Hay sabiduría en la instrucción de la Palabra
de Dios. Los cristianos de los últimos tiempos no
debiéramos creernos tan sabios para dejar de
lado lo sencillo de Dios que es más sabio que la
sabiduría humana:
25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que
los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte
que los hombres (1 Co. 1:25).
La Biblia se debe interpretar tal como está
escrita, sin quitarle ni ponerle. Hay sabiduría en la
enseñanza de los apóstoles que, de corazón
puro, han instruido a la Iglesia. La Biblia advierte:
28 No
traspases los linderos antiguos que
pusieron tus padres (Pr. 22:28).
En el afán de rechazar las tradiciones y
mandamientos de los hombres (Mt. 15:1-9; Mr.
7:7-13), debiéramos tener cuidado de no
llevarnos de encuentro la palabra de Dios, que
es fiel y verdadera.
c. Santificados para participar de su santidad
Indudablemente, el cuerpo del cristiano tiene
gran importancia para Dios. Inmediatamente
64
que la primera pareja pecó, lo primero que
sintieron es que estaban desnudos, dando a
entender que en su estado original de pureza y
santidad no sentían tal vergüenza. Pero después
de conocer la diferencia entre el bien y el mal,
se hizo necesario cubrir de manera correcta el
cuerpo.
Dios ha querido que el ser humano recobre su
comunión con Él, como fue al principio. Por eso
la Biblia señala que Jesús es el nuevo Adán,
quien vino a restaurar la comunión de santidad
que el ser humano gozaba al principio con Dios:
45 Así también está escrito: Fue hecho el primer
hombre Adán alma viviente; el postrer Adán,
espíritu vivificante (1 Co. 15:45).
El cristiano es santificado al momento de su
conversión a Cristo a fin de restaurar su
comunión con Dios y participar de su santidad:
9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres
terrenales que nos disciplinaban, y los
venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos
mucho mejor al Padre de los espíritus, y
viviremos? 10 Y aquéllos, ciertamente por pocos
días nos disciplinaban como a ellos les
parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su
santidad (Hch. 12:9-10).
Los cristianos hemos sido santificados y tenemos
acceso al lugar santísimo por medio de Jesús:
65
10 En
esa voluntad somos santificados mediante
la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una
vez para siempre.14 porque con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados. 19 Así que, hermanos, teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y
vivo que él nos abrió a través del velo, esto es,
de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos con
corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia,
y lavados los cuerpos con agua pura (Hb.
10:10, 14, 19-22).
El lugar santísimo era un lugar en el templo
reservado al sumo sacerdote, quien podía entrar
solo una vez al año. Por medio de Cristo,
tenemos acceso al lugar santísimo, que es el
mismo trono de Dios. Jesús ha restaurado la
comunión con nuestro Padre santo, pero es
necesario mantenernos en santidad, para
permanecer delante de Él:
13 Para que sean afirmados vuestros corazones,
irreprensibles en santidad delante de Dios
nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor
Jesucristo con todos sus santos (1 Ts. 3:13).
66
Capítulo – 6 –
EL TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO
________________________________________________
I. UN CUERPO EN SANTIDAD
a. El cuerpo como templo del Espíritu Santo
El cuerpo del cristiano es el templo del Espíritu
Santo. Dios ha sido muy exigente en el templo
donde se le adora. Cuando el rey David quiso
edificar templo a Dios, no le fue permitido
porque había derramado mucha sangre (1 Cr.
22:8). Hasta en eso se manifestó el celo de Dios.
A Salomón se le permitió edificar el templo,
pero con todas las especificaciones y demandas
divinas. Eso implica que Dios dicta las pautas del
templo donde se le debe adorar. Aunque Dios
no habita en templos hechos por manos de
hombres (Hch. 17:24); si prometió escuchar la
oración del pueblo en el templo (2 Cr. 7:14).
Jesús se llenó de celo cuando vio que el templo
judío lo habían convertido en un mercado:
14 Y halló en el templo a los que vendían
bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas
allí sentados. 15 Y haciendo un azote de
cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las
ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de
los cambistas, y volcó las mesas; 16 y dijo a los
67
que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y
no hagáis de la casa de mi Padre casa de
mercado (Jn. 2:14-16).
En la Gracia, el cuerpo del cristiano se convierte
en el templo vivo del Espíritu Santo.
En el AT., se nota que aun los huesos de los
hijos de Dios han sido santificados. Cuando un
muerto tocó los huesos de Eliseo, resucitó (2 R.
13:21). Cuando Elías postró su cuerpo encima de
un niño que había muerto, también resucitó (1 R.
17:21).
Aun la ropa de los santos está ungida a
causa de su cuerpo santo. Cuando Jacob
recibió orden de levantar un altar a Dios, Él
mandó a su familia a despojarse de los dioses
falsos. Eso incluía desprenderse de los sarcillos de
sus orejas y mudar sus vestiduras paganas a unas
decorosas y santas:
2 Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los
que con él estaban: Quitad los dioses ajenos
que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad
vuestros vestidos. 4 Así dieron a Jacob todos los
dioses ajenos que había en poder de ellos, y
los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob
los escondió debajo de una encina que estaba
junto a Siquem (Gn. 35: 2, 4).
Cuando Elías ascendió al cielo, Eliseo tomó sus
ropas que había dejado, golpeó las aguas del
río Jordán y estas se abrieron delante de él:
68
13 Alzó
luego el manto de Elías que se le había
caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán.
14 Y tomando el manto de Elías que se le había
caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está
Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo
golpeado del mismo modo las aguas, se
apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo (2
R. 2:13-14).
Cuando Jesús estaba en la tierra, aun sus ropas
estaban ungidas a causa de su cuerpo ungido y
los que tocaban su manto, se sanaban:
36 Y le rogaban que les dejase tocar solamente
el borde de su manto; y todos los que lo
tocaron, quedaron sanos (Mt. 14:36).
La Biblia señala que con los paños y delantales
de Pablo los enfermos se sanaban y los espíritus
inmundos salían de los cuerpos:
11 Y hacía Dios milagros extraordinarios por
mano de Pablo, 12 de tal manera que aun se
llevaban a los enfermos los paños o delantales
de su cuerpo, y las enfermedades se iban de
ellos, y los espíritus malos salían (Hch. 19:1112).
Aún con la sombra del cuerpo de Pedro, los
enfermos se sanaban:
15 Tanto que sacaban los enfermos a las calles,
y los ponían en camas y lechos, para que al
pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese
sobre alguno de ellos (Hch. 5:15).
69
La Biblia señala que aun las ropas de los
inconversos, están contaminadas con sus
cuerpos que sirven al pecado (Judas 1:23).
Esto sirva para demostrar que el cuerpo de los
hijos de Dios debe ser guardado en santidad
para que se manifieste la gloria de Dios.
Esto no implica que el cuerpo del cristiano o
sus ropas se deban usar como amuletos. Es un
llamado al celo y al cuidado de nuestro cuerpo
como templo del Espíritu Santo.
b. El pueblo santo de Dios
La Biblia señala que la santidad es un
mandamiento firme de Dios para su Iglesia:
5 Tus testimonios son muy firmes; la santidad
conviene a tu casa, Oh Jehová, por los siglos y
para siempre (Sal. 93:5).
Tus testimonios, en la Biblia se refieren a las leyes
de Dios. Por tanto, la santidad es un mandato
divino firme, porque Dios no cambia (Hb. 13:8).
Los que sirven a Dios en espíritu y en verdad,
deben ser santos por siempre. Bajo el gobierno
divino, todos deben ser santos:
74 Que, librados de nuestros enemigos, sin
temor le serviríamos, 75 en santidad y en justicia
delante de él, todos nuestros días (Lc. 1:74-75).
Es tan primordial el mandato de la santidad de
Dios para sus hijos, que en la Biblia se les
conocen como los santos:
70
2A
la iglesia de Dios que está en Corinto, a los
santificados en Cristo Jesús, llamados a ser
santos con todos los que en cualquier lugar
invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Señor de ellos y nuestro (1 Co. 1:2).
Al pueblo de Dios se le conoce como los santos,
los cuales poseerán el gobierno de todos los
reinos para siempre:
27 Y que el reino, y el dominio y la majestad de
los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al
pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es
reino eterno, y todos los dominios le servirán y
obedecerán (Dn. 7:27).
c. El cuerpo de los cristianos es santo
En la cadena de pecados que desvirtúan la
santidad de los hijos de Dios, están los que
niegan la santidad del cuerpo. Estas herejías
creen falsamente, que lo que importa es el
alma, y que el cuerpo se puede prestar al
pecado. Dichas herejías, ya desde antaño se
infiltraron desde los inicios, en la Iglesia primitiva:
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis
vuestros
miembros
al
pecado
como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los
71
muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia (Ro. 6:12-13).
Estos son los sensuales, los que justifican su
pecado a causa de sus propias debilidades.
Satanás les engaña porque no andan en el
Espíritu. Los apóstoles profetizaron que estos
burladores aparecerían en los últimos tiempos:
17 Pero vosotros, amados, tened memoria de las
palabras que antes fueron dichas por los
apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; 18 los que
os decían: En el postrer tiempo habrá
burladores, que andarán según sus malvados
deseos. 19 Estos son los que causan divisiones;
los sensuales, que no tienen al Espíritu (Jd. 1:1719).
En su acomodo al pecado señalan que, aun
siendo cristianos, Dios no tiene nada que ver con
su intimidad. Ignorando que el cristiano debe ser
santo, en toda su manera de vivir (1 P. 1:15). Eso
incluye las relaciones íntimas matrimoniales:
3 Pues
la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación;
4 que cada uno de vosotros sepa tener su
propia esposa en santidad y honor; 5 no en
pasión de concupiscencia, como los gentiles
que no conocen a Dios (1 Ts. 4:3-5).
La santificación del cuerpo del cristiano es tal,
que aun si un cristiano está casado con alguien
que no es cristiano (porque así le conoció antes
72
de venir a Cristo), la persona no cristiana de ese
matrimonio, es santificada en la otra, de otra
manera habría pecado:
14 Porque el marido incrédulo es santificado en
la mujer, y la mujer incrédula en el marido;
pues de otra manera vuestros hijos serían
inmundos, mientras que ahora son santos (1
Co. 7:14).
Estamos en tiempos finales y debemos
exhortarnos a la santificación completa de
nuestro ser. La santidad es uno de los
mandamientos olvidados de la iglesia (1 P. 1:1516; Lv. 20:7). La Biblia señala:
19 Pero el fundamento de Dios está firme,
teniendo este sello: Conoce el Señor a los que
son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel
que invoca el nombre de Cristo (2 Tim. 2:19).
Pero es obvio que la cizaña y el trigo crecerán
juntos, hasta la venida del Señor:
20 Pero en una casa grande, no solamente hay
utensilios de oro y de plata, sino también de
madera y de barro; y unos son para usos
honrosos, y otros para usos viles. 21 Así que, si
alguno se limpia de estas cosas, será
instrumento para honra, santificado, útil al
Señor, y dispuesto para toda buena obra (2 Ti.
2:20-21).
El que se limpie del pecado, será un vaso limpio
que Dios utilizará, para honra y gloria de su santo
73
nombre. Ante la inminente venida del Señor, los
cristianos deben vivir en santidad:
11 Puesto que todas estas cosas han de ser
deshechas, !cómo no debéis vosotros andar en
santa y piadosa manera de vivir! (2 P. 3:11).
La exhortación final de Jesús a su Iglesia, señala
que el tiempo es corto, que quien es limpio, que
se limpie más; y el que está sucio, puede
ensuciarse más. Eso implica que el tiempo es
corto y que cada cual puede decidir lo que
hará, pero a ambos, Dios les pedirá cuentas de
acuerdo a sus obras:
11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que
es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es
justo, practique la justicia todavía; y el que es
santo, santifíquese todavía. 12 He aquí yo vengo
pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra
(Ap. 22:11-12).
d. El decoro del cuerpo del cristiano
Tanto el hombre como la mujer, deben cuidar
sus cuerpos como templos del Espíritu Santo.
El hombre y la mujer deben cubrir
decorosamente sus cuerpos en todo tiempo. El
cristiano no debe descubrir su cuerpo porque
puede servir de provocación al pecado.
El hombre y la mujer fueron diseñados
físicamente diferentes; pero, a ambos Dios vistió
74
con túnicas al principio. Por su naturaleza, el
cuerpo de la mujer tiende más a la vanidad.
Dios le dio a la mujer el cabello para que le
sirva de velo (1 Co. 11:15); por tanto, no se lo
debe cortar. La mujer cristiana se verá tentada a
usar prendas, aretes y pinturas en su rostro o
cabello; pero eso va en contra de lo natural y
desagrada a Dios, quien la creó a su imagen:
9 Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa
decorosa, con pudor y modestia; no con
peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos
costosos, 10 sino con buenas obras, como
corresponde a mujeres que profesan piedad (1
Tim. 2:9-10).
Los cristianos no deben seguir las modas del
mundo, sus vestiduras deben ser decorosas. Una
mujer cristiana no imita la vanidad del mundo, ni
exhibe su cuerpo para servir de tentación.
La Biblia muestra que las pinturas en la cara,
fueron usadas por mujeres prostitutas para
seducir a los hombres (Jeremías 4:30).
Ese fue el caso de Jezabel, mujer hechicera y
prostituta. Ella se pintó los ojos con antimonio y se
adornó el cabello para tratar de seducir a Jehú;
un rey temeroso de Dios:
30 Después Jehú fue a Jezreel, y cuando
Jezabel se enteró, se pintó los ojos, se adornó
el cabello y se asomó por la ventana (2 R.
9:30). Versión TLA.
75
II. LA SANTIDAD INTERNA
a. Un corazón y una mente santos
La Biblia señala, que los hijos de Dios, tenemos la
mente de Cristo:
16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor?
¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la
mente de Cristo (1 Co. 2:16).
Esta mente debe estar en constante renovación
de la vida pasada para detener los dardos del
enemigo:
22 En cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, 23 y
renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la verdad (Ef. 4:2224).
La mente del cristiano es santa y debe cultivarse
con buenos pensamientos:
8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es
verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo
lo puro, todo lo amable, todo lo que es de
buen nombre; si hay virtud alguna, si algo
digno de alabanza, en esto pensad (Fil 4:8).
Esto implica llevar cautivo todo pensamiento a la
obediencia de Cristo:
5 Derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios, y
76
llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo (2 Co. 10:5).
Aún el corazón del cristiano debe estar lleno de
canticos espirituales:
19 Hablando entre vosotros con salmos, con
himnos y cánticos espirituales, cantando y
alabando al Señor en vuestros corazones (Ef.
5:19).
Eso implica evitar malas conversaciones que
contaminan al cristiano:
33 No
erréis;
las
malas
conversaciones
corrompen las buenas costumbres (1 Co.
15:33).
La Biblia advierte que el ser humano se
contamina con lo que sale de su boca, pues
procede de lo que guarda en el corazón
18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale;
y esto contamina al hombre. 19 Porque del
corazón salen los malos pensamientos, los
homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los
hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mt.
15:18-19).
Por tanto, debemos adorar constantemente a
Dios con la mente y el corazón, llenándolos con
palabras de vida:
16 La palabra de Cristo more en abundancia en
vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a
otros en toda sabiduría, cantando con gracia
77
en vuestros corazones al Señor con salmos e
himnos y cánticos espirituales (Col. 3:16).
Nuestra relación con Dios debe ser pura, de
corazón y no de labios. Es tan delicado nuestra
comunión con Dios y con el prójimo que no es
necesario consumar un acto para ser
condenado. Solo basta con pensarlo y desearlo
en el corazón, como muestra la Biblia:
15 Todo aquel que aborrece a su hermano es
homicida; y sabéis que ningún homicida tiene
vida eterna permanente en él (1 Jn. 3:15).
28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a
una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella
en su corazón (Mt. 5:28).
La santidad del cristiano debe comenzar por
dentro y se debe reflejar por fuera. El alma y el
cuerpo del cristiano deben permanecer en
santidad hasta la venida de Cristo o hasta que
llegue el día de partir al cielo. Amén.
b. Una lengua santa
Jesús dijo que de toda palabra que sale de la
boca, daremos cuenta en el día del juicio:
36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa
que hablen los hombres, de ella darán cuenta
en el día del juicio (Mt. 12:36).
Pablo exhorta al cristiano a limpiar su boca:
29 Ninguna
palabra corrompida salga de
vuestra boca, sino la que sea buena para la
78
necesaria edificación, a fin de dar gracia a los
oyentes (Ef. 4:29).
Por nuestras palabras podemos ser condenados
al juicio eterno. Jesús dijo:
22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje
contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será
culpable ante el concilio; y cualquiera que le
diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de
fuego (Mt. 5:22).
Santiago advierte que no pueden salir una
vertiente mala y una buena de la boca del
cristiano:
8 Pero ningún hombre puede domar la lengua,
que es un mal que no puede ser refrenado,
llena de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos
al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los
hombres, que están hechos a la semejanza de
Dios. 10 De una misma boca proceden
bendición y maldición. Hermanos míos, esto no
debe ser así. 11 ¿Acaso alguna fuente echa por
una misma abertura agua dulce y amarga?
(Stg. 3: 8-11).
En ninguna manera se debe justificar las
palabras cargadas de ira en el cristiano:
8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas
cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras
deshonestas de vuestra boca (Col. 3:8).
79
80
Capítulo – 7 –
EL ESPÍRITU SANTO
Y LA SANTIFICACIÓN DEL CRISTIANO
I. EL ESPÍRITU SANTIFICA AL CRISTIANO
a. El Espíritu Santo ayuda al cristiano a vivir en
santidad
Hemos afirmado que el cristiano es santificado,
por medio de la sangre de Cristo el día de su
conversión, como muestra la Biblia:
10 En esa voluntad somos santificados mediante
la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una
vez para siempre. 14 porque con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados (Hb. 10:10, 14).
No obstante, la Biblia señala que la santificación
del cristiano se debe mantener día a día, hasta
la venida de Cristo (1 Ts. 3:13).
En este proceso de espera, el Espíritu Santo
ayuda al cristiano a vivir una vida santa. El
Espíritu que Dios ha hecho morar en el cristiano
es Santo; por tanto, le ayuda al cristiano a
permanecer en santidad.
81
 LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CRISTIANO
 Ayuda al cristiano a mantenerse en santidad
El Espíritu Santo vino a la tierra a causa de la
Iglesia, y no solo mora en el corazón del cristiano,
si no que le ayuda a mantenerse en santidad:
5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El
Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos
anhela celosamente? (Stg. 4:5).
 Convence de pecado
El Espíritu Santo es quien convence de pecado:
7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que
yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me
fuere, os lo enviaré. 8 Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y
de juicio (Jn. 16:7-8).
 Santifica al cristiano
Pero también es quien ayuda al cristiano en su
proceso de santificación en la tierra:
13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a
Dios respecto a vosotros, hermanos amados
por el Señor, de que Dios os haya escogido
desde el principio para salvación, mediante la
santificación por el Espíritu y la fe en la verdad
(2 Ts. 2:13).
82
 Se contrista por el pecado
El Espíritu Santo, como una persona que se
relaciona con el cristiano, se contrista por el
pecado y se lo puede hacer notar de alguna
manera al cristiano a fin de que no peque:
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con
el cual fuisteis sellados para el día de la
redención (Ef. 4:30).
 Bautiza con fuego al cristiano
El bautismo de fuego del Espíritu Santo (Lc. 3:16),
reviste de poder al cristiano (Hch. 1:8), a fin de
ayudarle a mantenerse en santidad:
38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada
uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don
del Espíritu Santo 39 Porque para vosotros es la
promesa, y para vuestros hijos, y para todos los
que están lejos; para cuantos el Señor nuestro
Dios llamare (Hch. 2:38-39).
 Confirma al cristiano con sus dones
Todas las señales y manifestaciones del Espíritu
Santo en la vida del cristiano, son una
confirmación de la obra de Dios en su corazón:
5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios,
quien nos ha dado las arras del Espíritu (2 Co.
5:5).
83
13 En
él también vosotros, habiendo oído la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14 que es las arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión adquirida, para
alabanza de su gloria (Ef. 1:13-14).
 Da testimonio al cristiano
El Espíritu Santo confirma al cristiano en la fe,
dando testimonio fiel a su espíritu de que es hijo
de Dios, confirmando el mensaje bíblico de
salvación (Ro. 10:8-10):
16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios (Ro. 8:16).
b. El Espíritu Santo produce frutos en el cristiano
Una faceta muy importante en la vida de
santificación del cristiano, son los frutos que
produce el Espíritu Santo en su vida, que
testifican de una vida nueva.
Los frutos que produce el Espíritu Santo en la
vida del cristiano, son más importantes que los
mismos dones. La Biblia señala que los
verdaderos hijos de Dios se distinguen de los
falsos por sus frutos, no por los dones o milagros:
20 Así que, por sus frutos los conoceréis (Mt.
7:20).
84
Los frutos que produce el Espíritu Santo en el
cristiano, son una evidencia de su verdadera fe
en Cristo. Pablo menciona algunos frutos que
produce el Espíritu Santo en la vida del cristiano:
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia,
benignidad,
bondad,
fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas
no hay ley (Gá. 5:22-23).
En una vida de santidad, son más importantes los
frutos del cristiano, que la misma fe que profese
tener con sus labios. Estos frutos del Espíritu que
produce el cristiano, como resultado de una
vida nueva y santa, están llenos de acciones de
misericordia, justicia y verdad:
9 Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad,
justicia y verdad (Ef. 5:9).
85
II. LA SANTIDAD DE DIOS EN EL CIELO
a. Dios habita en la santidad
La Biblia señala que Dios habita en la santidad:
15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que
habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo:
Yo habito en la altura y la santidad (Is. 57: 15ª).
El trono de Dios está lleno de la gloria de su
santidad. Así de majestuoso le vio Isaías, sentado
en su trono de gloria:
1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor
sentado sobre un trono alto y sublime, y sus
faldas llenaban el templo (Is. 6:1).
Los ángeles más cercanos al trono de Dios,
mencionados en la Biblia, son los serafines. Estos
habitan en la presencia de Dios y dan gloria a su
nombre continuamente; pero, aun así, ellos
cubren sus rostros y sus pies con dos de sus alas a
causa de la gloria de Dios:
2 Por encima de él había serafines; cada uno
tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con
dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el
uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo,
santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra
está llena de su gloria (Is. 6:2-3).
Cuando el profeta Isaías vio esta visión creyó
que moriría, pues los judíos sabían que ningún
hombre puede ver a Dios y luego vivir:
86
5 Entonces
dije: !Ay de mí! que soy muerto;
porque siendo hombre inmundo de labios, y
habitando en medio de pueblo que tiene
labios inmundos, han visto mis ojos al Rey,
Jehová de los ejércitos (Is. 6:5).
Pero Dios quitó la culpa de su pecado, poniendo
un carbón encendido en sus labios con el fuego
del altar de su trono y su pecado fue
perdonado.
Los ángeles son seres que irradian luz a causa
de la gloria de Dios en el cielo, pues ellos ven su
rostro (Mt. 18:10):
4 Aconteció que estando ellas perplejas por
esto, he aquí se pararon junto a ellas dos
varones
(ángeles)
con
vestiduras
resplandecientes (Lc. 24:4).
En el cielo no hay necesidad de luz, tal como la
conocemos en la tierra, pues la gloria de Dios la
ilumina y el Cordero es su lumbrera:
23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de
luna que brillen en ella; porque la gloria de
Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera
(Ap. 21:23).
b. El cielo es un lugar de santos
Toda persona que haga su transición al cielo,
tuvo antes que vivir en santidad en la tierra:
27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o
que hace abominación y mentira, sino
87
solamente los que están inscritos en el libro de
la vida del Cordero (1 Co. 15:27).
La Biblia señala que carne y sangre no pueden
heredar el reino de los cielos:
50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la
sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni
la corrupción hereda la incorrupción (1 Co.
15:50).
Al cielo entran personas santas que durante su
vida guardaron en santidad su espíritu, alma y
cuerpo. Al morir, su cuerpo físico es mudado de
un cuerpo celestial, como el de los ángeles. Así
como el grano muere cuando se siembra, para
que nazca una nueva planta:
35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los
muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? 36 Necio,
lo que tú siembras no se vivifica, si no muere
antes. 37 Y lo que siembras no es el cuerpo que
ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de
trigo o de otro grano (1 Co. 15:35-37).
El cielo es la habitación de los santos, porque
Dios habita en la santidad. La santidad de Dios
hace que se refleje su gloria. En la tierra la
santidad nos es gravosa a causa de nuestro
pecado. Solo en el cielo podremos entender lo
gloriosa que es la santidad divina. Pero debemos
anhelarla, amarla y procurarla cada día en la
tierra; porque, sin santidad, nadie vera al Señor:
88
14 Seguid
la paz con todos, y la santidad, sin la
cual nadie verá al Señor (Hb. 12:14).
c. La Iglesia como la esposa del Cordero
La Biblia señala que Jesús ha santificado a su
iglesia a fin de presentársela, asimismo, como
una iglesia santa y sin mancha alguna:
27 A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia
gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni
cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha (Ef. 5:27).
La Iglesia es la esposa del Cordero. A ella se le
vestirá de ropas santas y resplandecientes en el
cielo. Estas simbolizan las acciones justas que los
santos hicieron en la tierra:
7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria;
porque han llegado las bodas del Cordero, y su
esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha
concedido que se vista de lino fino, limpio y
resplandeciente; porque el lino fino es las
acciones justas de los santos (Ap. 19:7-8).
Juan vio la santa ciudad de Jerusalén, con todos
los santos, como una esposa ataviada para su
marido:
2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva
Jerusalén, descender del cielo, de Dios,
dispuesta como una esposa ataviada para su
marido (Ap. 21:2).
89
ANEXO
 Viviendo en la esfera de la santidad
La santidad es el umbral que, en lo espiritual, da
acceso a la gloria de Dios. Dios habita en la
santidad y Él es santo. Por tanto, para participar
de su poder, amor y todos los beneficios de los
que gozan sus hijos, se debe vivir una vida santa
en toda la manera de vivir.
El primer paso para permanecer en la esfera
de la santidad, después de haber conocido a
Jesús como salvador personal, es conocer y
hacer la voluntad de Dios revelada en la Biblia.
Nadie puede agradar a Dios, si no le conoce.
El carácter de Dios, y sus demandas de santidad
para sus hijos, están reveladas en la Biblia. Ella
nos muestra como buscarle, a fin de vivir una
vida santa en su presencia.
La santidad es la vestidura del cristiano. Una
vida santa, conduce a una relación de acceso
al poder y la gloria de Dios, que solo se
encuentran en la hermosura de su santidad.
El poder de Dios solo es palpable, cuando el
cristiano hace una separación completa de su
vida para Dios.
El pecado separa al cristiano de la santidad.
Dios no puede obligarnos a vivir en una esfera
santa; cada cristiano debe tomar la decisión de
90
vivir en santidad, consagrado a Dios todos los
días de su vida.
 Separados para Dios
El cristiano vive separado del mundo, pero
cuando separa tiempo para buscar a Dios en
ayuno y oración, intensifica la gloria de Dios
sobre su vida. Jesús enseñó que separarse en
ayuno y oración, unge de poder al cristiano
sobre fuerzas del mal:
21 Pero este género no sale sino con oración y
ayuno (Mt. 17:21).
Con relación a nuestra vida de consagración y
santidad, la Biblia señala que debemos
presentarnos como sacrificios vivos a Dios:
1 Así
que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional (Ro. 12:1).
La Biblia muestra que Moisés vio la gloria de Dios,
en una dimensión aun mayor, cuando estuvo
separado con Dios, adorando en el monte en
ayuno y oración:
15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube
cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová reposó
sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por
seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en
medio de la nube. 17 Y la apariencia de la
gloria de Jehová era como un fuego abrasador
91
en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos
de Israel. 18 Y entró Moisés en medio de la
nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el
monte cuarenta días y cuarenta noches (Éx.
24:15-18). Ver, Éx. 34:28.
No implica que el cristiano deba estar en un
monte siempre para ver manifestada la gloria de
Dios, porque ya vivimos separados para Dios,
pero debemos caminar todos los días en
santidad para manifestar su gloria.
La misma experiencia vivió Elías, Dios le
mostró su gloria, después de un ayuno de
cuarenta días:
8 Se levantó, pues, y comió y
bebió; y
fortalecido con aquella comida caminó
cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb,
el monte de Dios. 11 Él le dijo: Sal fuera, y ponte
en el monte delante de Jehová. Y he aquí
Jehová que pasaba, y un grande y poderoso
viento que rompía los montes, y quebraba las
peñas delante de Jehová; pero Jehová no
estaba en el viento. Y tras el viento un
terremoto; pero Jehová no estaba en el
terremoto. 12 Y tras el terremoto un fuego; pero
Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego
un silbo apacible y delicado. 13 Y cuando lo
oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió,
y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí
92
vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí,
Elías? (1 R. 19:8-13).
Jesús también, cuando estuvo en la tierra se
separó durante cuarenta días de ayuno,
después de los cuales comenzó a manifestar su
poder al mundo:
21 Aconteció que cuando todo el pueblo se
bautizaba, también Jesús fue bautizado; y
orando, el cielo se abrió, 22 y descendió el
Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como
paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú
eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia
(Lc. 3:21-22).
Con estos ejemplos se quiere resaltar que el
cristiano debe vivir separado para Dios, pero en
la medida en que se consagre a Dios, así será la
gloria sobre su vida. Lo importante es que nadie
puede tener comunión con Dios, si no vive una
vida de santidad, y santidad significa, separarse
del mundo para vivir para Dios.
93
JOEL PERDOMO
1. NO HAY MALDICIÓN PARA LOS CRISTIANOS
2. EL DIEZMO DESDE ABRAHAM A CRISTO
3. LA PROFECIA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA
4. LA ORACIÓN EFICAZ
5. LA LEY Y LA GRACIA
6. EL LLAMADO AL MINISTERIO
7. LOS MINISTERIOS DE LA IGLESIA
8. ADORADODES EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
9. FE SIN LÍMITES
10. SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR
11. VIDA Y MINISTERIO (autobiografía).
12. LA IGLESIA E ISRAEL COMO SEÑALES DEL FIN
13. LA AUTORIDAD – El Desafío Cristiano
14. HUMILLACIÓN Y EXALTACIÓN DEL CRISTIANO
15. RESPUESTAS A PREGUNTAS DIFÍCILES DE LA BIBLIA
16. TEMAS INTERESANTES DE LA BIBLIA
17. JESÚS, NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE
18. EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
19. UNA SOLA CARNE – Matrimonio, Divorcio y
Recasamiento a la luz de la Biblia.
20. SOLTERO – ¿Cómo esperar en Dios?
21. ADOLESCENCIA. ¿Cómo enfrentar los cambios?
22. LA SABIDURIA DIVINA
23. LOS PRIMEROS PASOS
24. VIDA CRISTIANA – Reflexiones
25. TESOROS DE LA BIBLIA
26. DISCIPULADO DE DOCTRINAS BASICAS
(búsquelos escritos y en audio en internet).
94
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