LA PROFECIA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA ________________________________________________ LA PROFECÍA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA Copyright © 2011 por Joel Perdomo 1 ¡IMPORTANTE! ESTE LIBRO ES UNA OFRENDA A DIOS Y LOS DERECHOS DE AUTOR HAN SIDO CEDIDOS A LA IGLESIA DE CRISTO EN LA TIERRA. POR TANTO: PUEDE SER COMPARTIDO GRATUITAMENTE POR CUALQUIER MEDIO POSIBLE. PUEDE SER IMPRESO – SIN FINES DE LUCRO. PUEDE SER TRADUCIDO A CUALQUIER IDIOMA – SIN ALTERAR SU CONTENIDO ORIGINAL. ES UN REGALO DEL HNO. JOEL PERDOMO A LA AMADA IGLESIA DE CRISTO EN LA TIERRA. DANDO POR GRACIA, LO QUE POR GRACIA HA RECIBIDO. ESTOS LIBROS TOMARON CASI 20 AÑOS ESCRIBIRLOS. COMPARTALOS CON OTROS CRISTIANOS, SERIA TODO LO QUE PIDO A CAMBIO. ¡DIOS TE BENDIGA! JOEL PERDOMO 2 DEDICATORIA Dedico este libro a todos los hermanos que han sido llamados a ejercer el ministerio profético dentro de la Iglesia de Jesucristo, a los que están atentos a escuchar la voz de Dios y dispuestos guiarse por la Biblia. En especial, a Ricardo Castillo Stephen, quien dio siempre la gloria a Dios en su ministerio, demostrando con su ejemplo de humildad y sencillez que el ministerio y los dones espirituales, no hacen al profeta superior a nadie. A Milagros Guzmán, profeta del Señor, quien desarrolló la mayor parte de su ministerio en el anonimato, pues los verdaderos profetas no buscan ser reconocidos: antes, prefieren pasar desapercibidos e ignorar los reconocimientos a fin de que Dios reciba toda la gloria. A todos los verdaderos profetas del Señor Jesús, en cualquier parte que se encuentren ejerciendo su ministerio. ¡Bendiciones del Señor Jesús! Amén. Joel Perdomo 3 CONTENIDO Introducción…………………………………………………………………………………….9 Capítulo 1 - La Profecía I – LA PROFECÍA BÍBLICA………………………………………………………………….13 a. Etimología y significado de la profecía bíblica b. Origen del profetismo israelita c. La misión del profeta II – LA PROFECIA COMO MEDIO DE COMUNICACIÓN DIVINA……………………...17 a. Dios prometió hablar por medio de los profetas b. Dios habló por sueños y visiones a sus profetas c. La profecía como vía de comunicación divina d. Dios desea comunicar sus planes a la humanidad III. EL PROFETA COMO MENSAJERO DE DIOS………………………………………..21 a. El profeta como atalaya de Dios b. En parte conocemos… Y en parte profetizamos… Capítulo 2 - Breve reseña del profeta del Antiguo Testamento I. USOS BÍBLICOS DEL TITULO DE PROFETA………………………………………….23 a. Abraham como profeta de Dios b. La faceta profética de Moisés c. Moisés reconoció su papel profético d. Destellos de profetismo en los hombres de Dios II. EL PROFETA Y SU REVELACIÓN DE DIOS…………………………………...……..29 a. El profeta y el conocimiento de Dios y su palabra b. El profeta debe reconocer la autoridad delegada de Dios c. El profeta debe conocer y hacer la voluntad de Dios d. El reto de todo profeta es obedecer a Dios III. LOS VERDADEROS Y FALSOS PROFETAS………………………………………....43 a. La señal bíblica del verdaderos y falso profeta b. Espíritus de mentira en la boca de los profetas c. Características del profeta bíblico Capítulo 3 - El profetismo durante la monarquía israelita I. DEL GOBIERNO TEOCRÁTICO A LA MONARQUÍA………………………………….49 a. En Samuel se fusionan el Sacerdote, el profeta y el juez b. Israel pide rey II. LA RELACIÓN ENTRE PROFETAS Y REYES………………………………………...52 a. Los profetas durante la monarquía israelita b. La relación de David y Saúl con el profetismo III. EL AUGE DEL PROFETISMO EN ISRAEL……………………………………...........55 a. El profeta resaltó ante la decadencia del sacerdote b. Elías y Eliseo en la cumbre del profetismo israelita c. Elías mostró que el verdadero profeta de Dios es un siervo obediente d. El profeta sufre los efectos de sus propias profecías IV LA MINISTRACIÓN DE LA PROFECÍA…………………………………………………61 a. La ministración de la profecía en la alabanza b. La ministración de la profecía por medio de símbolos Capítulo 4 – Los profetas escritores 4 I. EL ANUNCIO DEL MESÍAS……………………………………………………………….65 a. La esperanza de un Mesías b. El cumplimiento de las profecías mesiánicas c. La profecía canónica Capítulo 5 - La profecía en el Nuevo Testamento I. JESÚS COMO PROFETA………………………………………………………………….69 a. Jesús, el profeta anunciado b. Jesús es más que un profeta II. EL REINO DE DIOS BAJO EL NUEVO PACTO……………………………………….71 a. Israel y la Iglesia en el reino de Dios b. El marco de acción del profeta en el reino de Dios Capítulo 6 - El ministerio de la profecía en la Iglesia I. LA PROFECIA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA…………………………………75 a. La profecía predictiva y futurista b. La profecía como un don y ministerio de la Iglesia c. Tiene vigencia la profecía predictiva y futurista como ministerio de la Iglesia II. EL PROPOSITO DEL MINISTERIO PROFÉTICO EN LA IGLESIA…………………78 a. El propósito de la profecía como don de la Iglesia b. Edificación c. Exhortación d. Consolación e. El propósito evangelístico del don profético III. EL ORDEN DE LA PROFECÍA EN LA IGLESIA………………………………………81 a. Ningún profeta puede contradecir la Biblia b. El Espíritu Santo y la Biblia nunca se contradicen c. La profecía puede y debe ser juzgada por la Iglesia d. La blasfemia contra el Espíritu Santo Capítulo 7 - Mandamientos acerca de la profecía I. MINISTRACIÓN DE LA PROFECÍA EN LA IGLESIA………………………...……..…89 a. “No pude resistir al Espíritu” b. Advertencia contra la soberbia c. La presunción de ser profeta d. Lo revelado es nuestro, lo secreto le pertenece a Dios Capítulo 8 – Los profetas del Nuevo Testamento I. LA DIFERENCIA ENTRE LA PREDICACION DEL EVANGELIO COMO PROFECIA, Y LA PROFECÍA PREDICTIVA Y FUTURISTA…………………………………………...95 a. La predicación como profecía b. La profecía predictiva y futurista II. EL MINISTERIO Y DON PROFÉTICO EN LA ERA DE LA IGLESIA…….………….99 a. Evidencia del profetismo de la Iglesia primitiva b. El profeta Agabo c. El profeta advierte; no obliga a creer Conclusión…………………………………………………………………………………...105 ANEXO………………………………………………………………………………………..107 ABREVIATURAS: AT….Antiguo Testamento - NT….Nuevo Testamento Cp. Comparar 5 6 PREFACIO El ministerio profético es uno de los más complicados de ejercer en la Biblia y dentro de la Iglesia de Jesucristo no es la excepción, debido a sus implicaciones y extremos en los que se suele reincidir, lo que produce aversión al tema. Silente, este ministerio nunca ha dejado de estar activo, pero ha sido menospreciado y atacado a todo nivel. Algo típico del profetismo bíblico. A veces basta reconocer a una persona como profeta para que se le vea con desprecio. El ministerio profético, aunque evidenciado en la Biblia, es uno de los más conflictivos y difíciles de ejercer. Por una parte, debido a la incredulidad o formación teológica de cada comunidad cristiana. Por otro lado, debido al abuso constante que cometen los que dicen ser profetas de Dios y no lo son. Lo más fácil sería cerrar los oídos, haciendo caso omiso al profetismo a fin de desembarazarse del tema; pero, es evidente que eso no ha funcionado. Al contrario, ha agravado la condición de la Iglesia y muchos han sido arrastrados por el error. ¿Sería correcto ignorar un tema que goza de tanto auge en la actualidad? Lo correcto sería ahondar en las páginas de la misma Biblia, para poner el tema en perspectiva. Precisamente, este es el objetivo que se pretende con este libro y con la guía del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, queremos colaborar en esta divina misión. Joel Perdomo Enero, 2014 7 8 INTRODUCCIÓN La profecía es víctima de los extremos El estudio de la profecía, como ministerio activo de la Iglesia, es un tema escabroso y su interpretación dependerá de la formación teológica de cada individuo o comunidad de fe. Por una parte, es difícil que el cristiano niegue la vigencia de los dones espirituales hoy día; si forman parte de su vivencia de fe cristiana, y al igual que los cristianos de la Iglesia primitiva pueden afirmar con certeza: “Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hch. 4:19-20). La manifestación de los dones espirituales, ha sido evidente a través de toda la historia cristiana, como resultado de la fe de los que creen en el poder de Dios, según lo prometido por Jesús a sus discípulos (Hch. 1:8). Uno de los sanos temores de quienes rechazan la profecía, como un ministerio vigente de la Iglesia, es que ven en este don una amenaza a las enseñanzas y doctrinas bíblicas. Obviando que la profecía como ministerio de la Iglesia es solo un don para edificación de los creyentes y que en su contenido debe apegarse a las sagradas Escrituras, sin añadirle o quitarle. El repelillo a la profecía como don o ministerio activo de la Iglesia no es del todo infundado. El abuso de los dones espirituales en algunas comunidades de fe ha redundado a veces, en herejías. No obstante, la enseñanza bíblica del tema debe ser el antídoto para evitar estos errores, en vez de rechazar el don, como suele suceder. Estos temores crean gran aversión hacia la profecía como un ministerio activo de la Iglesia; aunque eso tampoco niega su vigencia. Lo rescatable sería respetar las 9 diferentes perspectivas, entendiendo que creer o no en la profecía como ministerio y don activo de la Iglesia no interfiere con la salvación cristiana. Nadie se salva o se pierde por creer o no en la profecía como un don o ministerio vigente de la iglesia; sino por creer o no en Jesús, como su Salvador. La vigencia de los dones espirituales en la Iglesia Las manifestaciones del Espíritu Santo fueron evidentes en la iglesia primitiva y en toda la historia del cristianismo; cuando la Iglesia primitiva recibió el bautismo de fuego del Espíritu Santo, hablaron nuevas lenguas por el Espíritu y profetizaron (Hch. 2:16-18, 19:6). Los judíos no entendieron dicha manifestación divina y acusaron a los hermanos de borrachos. Pedro salió en defensa y explicó que esas señales eran el fiel cumplimiento de las promesas divinas dadas por medio del profeta Joel, acerca del derramamiento del Espíritu Santo en los postreros días: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.” (Hch. 2:16-18). Con los postreros días los judíos se referían a los eventos acaecidos después del Mesías, en contraste a los primeros días, antes del Mesías. Cp. Lacueva, 2001. 228. Esta manifestación fue confirmada por Jesús a sus discípulos (Hch. 1:4-5). Pedro confirma que esta manifestación del Espíritu Santo es para los cristianos de todas las épocas: 10 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados; y recibiréis el Don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hch. 2:38-39). Los dones del Espíritu Santo manifestados en los primeros creyentes son “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”, para los cristianos de todas las épocas. La evidencia bíblica e histórica confirma que los dones del Espíritu Santo han estado vigentes en toda la era de la Iglesia, desde Pentecostés hasta nuestros días. La historia cristiana muestra grandes avivamientos y manifestaciones del poder del Espíritu Santo en la vida de personas entregadas al servicio divino en todo el mundo. Sería paradójico creer que el poder de Dios tomó unos días de descanso, la Biblia señala que: “Dios Él es el mismo de ayer, de hoy y de siempre” (Hb. 13:8). El debate acerca de la vigencia de la manifestación de los dones espirituales en la Iglesia de hoy, tal como sucedió en la iglesia primitiva, es algo histórico; pues la evidencia habla más que las palabras. No cabe duda que Dios quiere que sus hijos gocen de todos los dones que le ha provisto a su amada Iglesia. El Señor exhorta a sus seguidores a creer en su poder, Mt. 21:22; Mr. 9:23; Lc. 11:13). No obstante, no se debiera señalar al cristiano por no creer en algunos dones espirituales en la era de la Iglesia, simplemente él se perderá esa bendición. Dios no obliga a nadie a creer en su poder. Eso no interfiere con la salvación. Nadie es salvo o condenado por creer o no en los milagros; sino por creer o no en Jesús como su salvador personal. 11 La enseñanza es el antídoto del error en la profecía Este estudio pretende brindar luz bíblica acerca de un tema que generalmente se ha salido del control en ciertas comunidades de fe. La falta de conocimiento bíblico puede conducir a cometer errores muy graves para la fe cristiana. Hay cristianos que aman a Dios sinceramente, pero se ven enredados en doctrinas confusas porque carecen de formación teológica. La Biblia señala que su pueblo perece por falta de conocimiento (Os. 4:6). Lo más fácil sería atrincherarse y ensañarse contra ellos, en vez de darles luz para que perseveren en la verdad del Evangelio. La Iglesia es llamada a edificar y a dar respuestas. Si los dones espirituales se manifiestan en la Iglesia del Señor, quien los podrá detener como señala la Biblia: “Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?” (Am. 3:8). Este libro procura ubicar la profecía en su justa perspectiva, de acuerdo a lo que la Biblia revela con relación al tema con el fin de edificar la Iglesia. El amor es el mayor que todos los dones e independientemente de la formación teológica de cada cristiano, el propósito de todo don y ministerio cristiano es edificar a la Iglesia de Cristo en el fundamento único que es la Biblia. Ese es el cometido de este libro. Joel Perdomo 12 Capítulo – 1 – LA PROFECÍA ____________________________________________________ I – LA PROFECÍA BÍBLICA a. Etimología y significado de la profecía bíblica En la Biblia la palabra profecía procede del hebreo “nabí”, que deriva del verbo acádico “nabu”, y en español se traduce como llamar o anunciar1 con el significado de: El que es llamado, el que anuncia o pregona algo, el que es llamado o destinado para un puesto o propósito. Otros títulos para el profeta en el AT son: Hombre de Dios, en hebreo “ish Elohim”, uno más antiguo utilizado en la Biblia es vidente, en hebreo “ro`eh” y “hozeh”2. En el griego, el verbo está formado por la raíz “phe”, decir y el prefijo “pro”, previamente, de antemano que en español significa: el que predice, el que anuncia de antemano3. En el significado bíblico de profeta se sobreentiende que la inspiración del mensaje que portan proviene de Dios. El verdadero profeta habla en nombre de Dios. b. Origen del profetismo israelita No se puede determinar exactamente cómo y cuando surge el profetismo como un oficio ministerial especializado en Israel, pero se fundamenta sobre la base Coenen, Beyreuther, Bietenhard. Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Vol. II. Ediciones Sígueme. Salamanca, 1998. p. 414. 2 Sicre, José L. Profetismo en Israel. Ed. Verbo Divino. España, 1992. p. 76. 3 Ibid. 1 13 del ejemplo de los grandes líderes israelitas, quienes debido a su profunda comunión con Dios desarrollaron una faceta profética, por eso fueron llamados profetas. Se sabe que la figura del profeta bíblico, tal como se conoce hoy día por medio de sus escritos, se desarrolló paulatinamente desde los principios de la fundación de la nación de Israel. Estos siguieron el legado de los primeros hombres de Dios (Enoc, Noé, Abraham, Moisés, etc.), que fueron reconocidos como profetas por el pueblo de Israel. La alianza de Dios con Abraham es un punto de partida para ubicar el inicio del establecimiento de un nuevo puente de comunicación entre Dios y la humanidad. Esta alianza está representada en Abraham como profeta, a quien Dios le prometió bendecir no solo a Israel, sino a todas las naciones de la tierra (Gn. 12:3, 26:4, 28:14). Con la alianza entre Abraham y Dios da inicio un nuevo período profético en la nación de Israel4. Pero el profetismo como un ministerio divino, se inicia en el corazón de Dios. Él prometió a Israel que hablaría por medio de profetas: “Y les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová...” (Nm. 12: 6a). “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizaran vuestros hijos y vuestras hijas…” (Jl. 2:28). Dios avaló el oficio profético en Israel y luego el pueblo reconoció el ministerio profético a la par del sacerdocio, respetando a los verdaderos profetas de Dios y teniendo sus profecías en gran estima y sus nombres en alto honor. El profetismo (en el contexto del AT) se desarrolló dentro de un proceso que tomó algún tiempo hasta consumarse la 4 Antes de Abraham (quien da inicio a las promesas de la fundación de la nación de Israel), ya se menciona a Enoc y Noé como profetas de Dios en la Biblia (Jd. 1:14; Hb. 11:7). 14 figura del oficio del profeta per sé, tal como se conocen hoy día por medio de los escritos bíblicos. c. La misión del profeta La influencia de los profetas en Israel, durante todo el período del auge del profetismo, fue determinante para conocer la voluntad de Dios en momentos de crisis políticoreligiosa. Los profetas fueron los voceros e intérpretes de los oráculos divinos, que con celo exhortaban y alentaban al pueblo judío a obedecer a Dios. El profetismo bíblico se desarrolla como una necesidad intrínseca de comunicación en la relación Dios-hombre. Dios desde el principio está interesado en comunicarse con Adán en el huerto (Gn. 3-9). Esta comunión íntima de Dios con el ser humano (aunque se rompió en su estado original a causa del pecado) ha estado latente en el corazón de Dios durante toda la existencia humana. Tal es el caso de Enoc (Gn. 5:22-24); Noé (Gn. 6:8-9); Abraham (Gn. 12); Moisés (Éx. 3), a quienes Dios se les reveló de forma personal, después de la caída. La misión del profetismo en Israel, se origina en el deseo divino de comunicar su mensaje de amor a la humanidad. El profetismo judío no es una copia de la profecía pagana alrededor de las tierras bíblicas. Israel pudo haber influenciado a otras naciones con su propio concepto de profetismo5. Existe una marcada diferencia entre los profetas de Israel y los de otras culturas aledañas al tiempo en que se manifiesta la profecía bíblica. El profeta bíblico reprende el pecado y le atribuye el fracaso del pueblo al abandono de la Ley de Dios. 5 Cp. The Anchor Bible Dictiorary, vol. 5. Ed. Doubleday, USA, 1992. p. 479. 15 En los demás contextos culturales los profetas son mediadores e intérpretes de oráculos destinados a agradar o responder las inquietudes de los reyes; o los caprichos de dioses airados que, sin razón, se ensañan contra la gente6. El profeta judío es exclusivo para trasmitir el consejo y la buena voluntad de Dios para su pueblo, con carácter justo, profundo respeto por la vida humana y en estricto apego al cumplimiento de la Ley de Dios. El culto pagano toma auge cuando el ser humano abandona la verdadera adoración a Dios, e irónicamente le tributa culto a las criaturas y no al Creador (Ro. 1:19-25). El profetismo judío en cambio está ínsitamente afincado al cumplimiento de la Ley. Esta revelación divina exclusiva le difiere de cualquier otro culto. Schokel, de forma atinada y elegante comienza la introducción de su comentario a los profetas con las palabras de Agustín: “Por medio de hombres y al modo humano Dios nos habla, porque hablando así nos busca” (Schokel, 1980. 2). El profetismo bíblico (como un ministerio divino) se origina en el corazón amoroso de Dios, en su deseo de comunicar su Palabra y voluntad al pueblo de Israel y que ellos a la vez lo trasmitieran al mundo entero. ____________________________________________________ La misión del profetismo en Israel, se origina en el deseo divino de comunicar su mensaje de amor a la humanidad. ____________________________________________________ 6 Ibíd., 479. 16 II. LA PROFECÍA COMO MEDIO DE COMUNICACIÓN DIVINA a. Dios prometió hablar por medio de los profetas Dios ha usado lenguajes humanos para comunicar su mensaje al mundo. En el principio, la voz de Dios se escuchaba audiblemente en el huerto del Edén (Gn.3:8), eso significa que Dios habló en lenguajes comprensibles con los primeros humanos. Dios conversó con Caín, a causa de su hermano (Gn. 4:6-15). Dios habló a Noé y le dio órdenes específicas de lo que debía hacer antes del diluvio universal (Gn. 7). También habló a Abraham que abandonara la tierra de sus padres; a fin de heredar una tierra que luego le mostraría (Gn.12: 1-3). La Biblia señala que Dios hablaba a Moisés cara a cara: “No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová…” (Nm. 12: 7-8a). (Ver, Éx. 3:1:22, 33:11, 34:10). Dios habló audiblemente a Moisés, desde una zarza que ardía en fuego y sostuvo una conversación muy extensa con él. Dios le habló a Moisés en el lenguaje que él entendía (Ex. 3:4). Dios también llamó audiblemente a Samuel por su nombre, mientras dormía en el templo de Jerusalén y le dio un mensaje acerca de Elí (1 S. 3). Al hacer referencia a lenguajes humanos, está implícita la escritura, cuando es conocida. Tal es el caso de Moisés, quien escribió las palabras de Dios (Ex. 24:3-4). También están los escritos de los profetas de Israel (Jr. 36:1-2). En cierta ocasión Dios le dijo a Jeremías que él sería como su boca. Un instrumento para dar su mensaje: 17 “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca’’ (Jr. 15:19). Dios ha usado la boca de sus profetas para comunicar su Palabra al mundo. Dios usó a Moisés como su mensajero para que hablara su palabra al pueblo de Israel (Ex. 7:1-2). b. Dios habló por sueños y visiones a sus profetas Dios habló por los profetas a través de sueños y visiones: “Y les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él” (Nm. 12:6). Dios se manifestó a José a través de sueños y visiones (Gn. 37:5-11, 40, 41). Dios le reveló grandes enigmas y eventos futuros al profeta Daniel por medio de sueños y visiones (Dn. 2:16-49, 4:5). Dios prometió que en los postreros días hablaría por medio de sueños y visiones: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Jl. 2:28). Otras citas: Gn. 20:3-6, 28:16, 31:11, 37:5-9, 40:9, 41:25-32; Nm. 12:6; Jue. 7:13-15; 1 R. 3:5; Dn. 1:17, 2:28; Job 33:14-16; Mt. 1:20, 2:22, 27:19; Hch. 2:17. Estas manifestaciones del poder de Dios, se hicieron más patentes a partir de Pentecostés (Hch. 2) y continúan vigentes en toda la era de la Iglesia en los que creen (Hch. 2:39). No obstante, hay que recordar que Dios se ha dado a conocer su voluntad a la humanidad a través de Jesús, revelado en los Evangelios escritos por sus testigos oculares (apóstoles). Eso implica que ningún sueño, visión o manifestación espiritual puede contradecir o ir por encima de la autoridad de las Escrituras. La Biblia tiene toda 18 autoridad, sobre cualquier experiencia espiritual. Los dones y manifestaciones espirituales deben remitirse a confirmar las Escrituras y después a edificar la vida del cristiano. Si una supuesta manifestación espiritual contradice la Biblia, se debe desechar. Pablo incluso advierte que, quien contradice el Evangelio queda bajo el anatema divino, puesto bajo condenación; si no se arrepiente a tiempo (Gá. 1:9). No importa si reclama ser ministro o un supuesto ángel de Dios, si contradice la Biblia, el tal es mentiroso. c. La profecía como vía de comunicación divina Dios se comunicó por medio de profetas con Israel: “Y les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová” (Nm. 12: 6a). Dios también habló que en los postreros días (Iglesia), hablaría por medio de profetas: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas” (Jl. 2: 28a). La manifestación del don de profecía se da tanto en el AT, como en el NT, cuando Dios quería comunicar un mensaje específico a una comunidad o individuo. Pero se debe hacer la justa diferencia entre la profecía canónica (la profecía bíblica), que tiene su cumplimiento en Cristo y la profecía como don de la Iglesia, dirigida a edificar la vida del creyente. La profecía bíblica apunta a Cristo y se puede resumir en la profecía de Moisés con relación a Jesús: “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y Él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que Él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta” (Ex. 18:18-19). 19 Moisés profetizó esto acerca de Jesús (el profeta por excelencia), a quien la Iglesia debe escuchar y obedecer por medio del testimonio de sus testigos revelado en los santos evangelios. d. Dios desea comunicar sus planes a la humanidad Dios hizo al ser humano a su imagen y semejanza (Gn. 1:2627). Una de las características que comparte el ser humano con su Creador, es su eternidad y Dios está interesado en dar a conocer su plan eterno a sus criaturas: “Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos. Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé” (Is. 45:11-12). Este plan divino está trazado en la Biblia y señala que hay dos destinos eternos para el ser humano, a saber: La vida eterna (cielo) y la condenación eterna (infierno), Dn. 12:2; Mt. 25:46. Dios, siendo omnisciente, ha revelado en la Biblia cosas pasadas, presentes y futuras por medio de sus profetas. Dios le reveló a Moisés el libro de la creación del universo (Génesis); también la Ley (el pacto de Dios con Israel) en su interés de comunicarse con la humanidad. Daniel recibió revelaciones pasadas, presentes y futuras a su época (Dn. 12:4, 9). Lo mismo Juan (Ap. 1:19). Estas revelaciones fueron dadas por Dios a sus profetas porque Él está interesado en comunicarse con sus criaturas. 20 III. EL PROFETA COMO MENSAJERO DE DIOS a. El profeta como atalaya de Dios El profeta de Dios, tiene la misión de comunicar el mensaje divino, en apego a su voluntad revelada en las Escrituras. En Israel, el profetismo estaba ligado al cumplimiento de la Ley. La Biblia señala que el profeta hace la función de un atalaya. Este vigilante estaba apostado sobre el muro de las ciudades fortificadas para avizorar y advertir el peligro del enemigo, antes que llegase a atacar: “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte” (Ez. 3:17). Nadie puede hacer un buen trabajo, si no conoce bien su oficio. El profeta oye la palabra de Dios y la comunica, sin alterar su contenido. Aunque reprende el pecado, no hace riña con el pecador, porque su misión es solo advertir el peligro del pecado. Tampoco hace enemistad intencionada con el justo, porque su misión es exhortarle con amor. La profecía que no se apegue a esta regla bíblica, estará fuera de la realidad profética y pasará a ser un asunto personal del profeta. Si el profeta desconoce que su función es comunicar el mensaje divino, que no es un juez, estará destinado a pasar más dolores de los que ya son comunes a este oficio. El profeta debe odiar el pecado, pero no al pecador. Se debe hacer la justa diferencia entre ambas cosas. Dios detesta el pecado, pero ama al pecador. ____________________________________________________ El profeta debe odiar el pecado, pero no al pecador. Se debe hacer la justa diferencia entre ambas cosas. Dios detesta el pecado, pero ama al pecador. ____________________________________________________ 21 a. En parte conocemos… Y en parte profetizamos Con esta aseveración, Pablo trata de demostrar que el ser humano no puede conocerlo todo y tal pretensión es necia, porque solo Dios es omnisciente. Por tanto, la profecía divina revela aquellas cosas que son importantes en el plan eterno de Dios para la humanidad y los individuos. El ser humano nunca conocerá todas las cosas que le depara el futuro y que Dios ha puesto en su sola potestad (Dt. 29:29). Pablo, al señalar que: “En parte conocemos…Y en parte profetizamos” (1 Co. 13:9), se incluye el mismo, como lo confirman todos sus escritos, que la profecía es un don activo de la Iglesia. Pero, un día lo que conocemos en parte se acabará y vendrá lo perfecto: “Pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará” (1 Co. 13:8). Se debe tener cuidado de no mal interpretar este verso. Porque lo perfecto aun no ha llegado y por eso profetizamos y conocemos solo en parte hasta hoy (lo que Dios nos permite conocer en su voluntad). No obstante, cuando venga lo perfecto, lo que es en parte se acabará (1 Co. 13:10). Un día las profecías cesarán, nadie más hablará y la ciencia acabará. Pero, ese día aún no ha llegado, sino hasta que se manifieste Jesús por segunda vez y establezca su reino en la tierra (Jn. 16:23). Hoy más que nuca la ciencia está en su apogeo, no se ha acabado, ni las lenguas dejan de hablar, ni los profetas dejan de proclamar la palabra de Dios al mundo. La profecía es un don y un ministerio activo de la Iglesia. ____________________________________________________ La profecía es un don y un ministerio activo de la Iglesia. ____________________________________________________ 22 Capítulo – 2 – BREVE RESEÑA DEL PROFETA DEL ANTIGUO TESTAMENTO ___________________________________________________ I. USOS BÍBLICOS DEL TÍTULO DE PROFETA Para entender el ministerio profético neotestamentario, es preciso hacer una reseña del profetismo del AT. La idea es contrastar el profeta del Antiguo y Nuevo Testamento para conocer paralelamente sus similitudes y diferencias. Se prevé de esta manera evitar errores anacrónicos que afecten la interpretación bíblica y que conduzcan a creer que no existe diferencia entre los profetas del AT y NT en su función jerárquica en el reino de Dios. Estas dos ópticas se deben exponer con claridad para una mejor comprensión del profetismo bíblico en general. a. Abraham como profeta de Dios En el Antiguo Testamento, se menciona como profetas a personajes bíblicos importantes del pueblo de Israel; aunque la connotación del título dado a algunos de ellos no sea necesariamente aplicada en la manera que el cristianismo actual reconoce el título de profeta, por medio de sus escritos. Algunos señalan que este título fue asignado a personajes relevantes de la historia de Israel. Para el caso, Abraham fue llamado profeta: “Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por ti, y vivirás” (Gn. 20:7). El título de profeta asignado a Abraham, en este contexto bíblico, tiene que ver con alguien que goza de comunión 23 íntima con Dios y no estrictamente a un profeta de oficio como se les conoce hoy día, a través de sus escritos. Dios le dijo al rey Abimelec que: Abraham oraría por él y viviría; y si no le devolvía su mujer, moriría. Implica que la alusión de profeta a Abraham, se refiere a uno que por su comunión con Dios (Stg. 2:23), posee autoridad espiritual derivada de su fiel compromiso con Dios (pacto). Por todo lo que encierra el relato de la vida de Abraham en la Biblia, es evidente que su misión en la tierra fue más que ser un profeta. Fue un líder destinado a fundar una nación santa, bajo un gobierno teocrático7. Los grandes héroes de la fe en la Biblia, desarrollaron (generalmente) una faceta profética a causa de la unción en sus ministerios; pero el título de profeta que se les asigna a Abraham y otros líderes renombrados de Israel, debe entenderse como uno más representativo del grado de comunión que ellos mantenían con Dios. No obstante, esa relación íntima de los hombres de Dios con su Creador, posteriormente viene a ser característica y base del profetismo bíblico. b. La faceta profética de Moisés Dios nombró a Moisés con el título de profeta: “Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta” (Éx. 7:1). En este verso se aprecia la función del profeta con relación a Dios. Dios da el mensaje y el profeta se remite a comunicarlo. De forma simbólica, Dios le dijo a Moisés que él sería como dios para Faraón y que Aarón sería como su profeta. Según este modelo de profetismo (metafóricamente representado en Moisés como dios y Aarón como su profeta), 7 Ver, Génesis 12:1-2 24 Aarón sería la voz de Moisés, hablaría lo que Moisés le dijera; así como en la misma realidad profética, Dios hablaría a través de Moisés lo que Él quisiera comunicar a su pueblo. Moisés hablaría de parte de Dios y no intervendría en el contenido del mensaje, ni coaccionaría el cumplimiento de la palabra de Dios, porque sin duda, cuando Dios habla, se cumple. En este marco veterotestamentario se muestra claramente al profeta como uno que comunica el mensaje divino, sin polemizar, ni tratar de convencer a los demás para que le crean. Los resultados mismos de sus palabras testificarán la veracidad de su mansaje. Faraón supo que Moisés hablaba de parte de Dios cuando vio cumplidas todas las profecías advertidas (Ex. 7). En otra ocasión, cuando Moisés confrontó a un grupo de Israelitas que se rebelaron contra su autoridad, expresó: “Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad” (Nm. 16:28). Moisés demostró que sus acciones estaban plenamente dirigidas por el Señor y no se dejaba guiar por sentimientos de odio personal al enfrentar a sus enemigos, demostrando que el verdadero profeta no obra independientemente y está sometido a la voluntad de Dios, remitiéndose a obedecer las órdenes divinas. c. Moisés reconoció su papel profético Moisés reconoció su faceta profética, pero era consciente que su misión era más que ser un profeta de oficio: “Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso sobre los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron y no cesaron. Y Moisés le 25 respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Nm. 11: 25, 29). Aquí Moisés hace alusión indirecta a sí mismo como profeta. En este marco del AT, se muestra la profecía como un don espiritual del que pueden participar las personas que Dios escoja dentro de una comunidad de fe. Pero, ante el pueblo, Moisés no era considerado un profeta de oficio; sino un líder con autoridad delegada en Israel. Esto se nota en la actitud de celo de parte de sus más cercanos colaboradores, cuando otras personas fueron llenas del Espíritu Santo y profetizaron. Ellos creían que la profecía era un atributo exclusivo de Moisés y que si otros profetizaban le restaría autoridad o liderazgo. Al manifestar su deseo de que todos fueran profetas, Moisés demostró que esa no era su misión específica. Moisés no confundió el derramamiento del Espíritu Santo, sobre otras personas en Israel como un acto de rebelión contra Dios o su autoridad. El anhelaba que todos fueran llenos del Espíritu y profetizaran para tener un pueblo más sensible a la voz de Dios. Él sabía que su autoridad le había sido dada por elección divina y no tenía que demostrarla en una competencia de milagros. La Biblia mencionan a Moisés con el título de profeta, haciendo alusión a un líder que posee comunión íntima con Dios y constituye solo una faceta de su ministerio, íntimamente relacionada a su llamado de ser líder y juez en Israel, bajo un gobierno teocrático donde la comunión con Dios es determinante para ejercer autoridad. La profecía fue solo un don en la vida de Moisés, pero liderar una nación era su llamado pleno, caracterizado por una comunión íntima con Dios como muestra la Biblia: 26 “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quién haya conocido Jehová cara a cara” (Dt. 34:10). El escritor resalta que Jehová conocía a Moisés cara a cara, enfatizando su grado de comunión con Dios, como característica principal y no sus profecías, que es más primordial en la vida de los profetas de oficio. Desde el punto de vista etimológico y práctico, Moisés fue un gran profeta: a) Le advirtió a faraón todo lo que le sucedería en un futuro inmediato y se cumplió (Éx. 7, 10). b) profetizó que sucedería algo nuevo contra un grupo de rebeldes (Coré y sus seguidores, Nm. 16). c) profetizó acerca de Cristo, una de las grandes profecías que Israel esperaba su cumplimiento (Dt. 18:15 y 18). d) advirtió que Israel se apartaría de Dios (Dt. 31: 27-2) y todas se cumplieron a su debido tiempo. El título de profeta se les da a Moisés y otros patriarcas para resaltar su comunión con Dios8. El profetismo fue una faceta en líderes de Israel, no su llamado específico como los profetas de oficio que posteriormente surgen en Israel. Un aspecto importante del profetismo israelita es como se asocia con la realeza9, como el caso de Moisés, quien fue gobernador y profeta a la vez. También a su sucesor Josué, a quién Dios le prometió que así como estuvo con Moisés, estaría con él (Js. 1: 5), siguiendo con esa figura de líder y profeta que después pasaría a otro plano con la institución 8 El escritor relata esta parte después de la muerte de Moisés, ya que el mismo Moisés no pudo haber escrito acerca de su propia muerte (Moisés ya había muerto, Dt. 34: 1-12). 9 Moisés fue juez y profeta a la vez. Los líderes de Israel ejercían autoridad bajo un gobierno Teocrático que les demandaba ser llenos del Espíritu y del conocimiento de Dios para poder gobernar conforme a la voluntad de Dios. Al no hacerlo así, Dios levantó profetas para que les recordaran que debían cumplir su voluntad. 27 de la monarquía oficial en Israel, donde el profeta desarrolla su ministerio a la par del rey. d. Destellos de profetismo en los hombres de Dios Al igual que en el ministerio de Jesús, la faceta de la profecía es una característica de los hombres de Dios de la Biblia. Para corroborar este hecho basta mencionar algunos casos: a) Enoc profetizó la segunda venida de Cristo: “he aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares” (Jd. 1:14b); b) Noé profetizó a su generación acerca de un diluvio universal (Gn. 6:13-22); c) Abraham fue profeta (Gn. 20:7); d) Isaac profetizó a su hijo Jacob (Gn. 27:27-29); e) Jacob profetizó el destino de cada uno de sus hijos (Gn. 49); f) Moisés advirtió a faraón lo que le sucedería en un futuro inmediato (Ex. 7 al 10), profetizó que sucedería algo nuevo contra los que se rebelaron contra él (Coré y sus seguidores, Nm. 16), profetizó acerca de Cristo, una de las profecías mesiánicas más esperadas por Israel (Dt. 18:15 y 18), advirtió que Israel se apartaría de Dios (Dt. 31: 27-29); g) Josué profetizó al pueblo de Israel (Gn. 3, 6, 7); g) Samuel fue fiel profeta de Jehová (1 S. 3:20); h) Jesús dio testimonio de que David era profeta (Lc. 24:44). La profecía fue una faceta característica de los hombres de Dios en la Biblia, porque ejercían sus ministerios bajo un gobierno teocrático que les exigía una vida santa y de comunión íntima con Dios. 28 II. EL PROFETA Y SU REVELACIÓN DE DIOS a. El profeta y el conocimiento de Dios y su Palabra El triunfo de un verdadero profeta de Dios estriba, en gran medida, en el nivel de conocimiento que posea de Dios (Os. 4:6). Este conocimiento no se refiere solo a la experiencia de conocer la voz de Dios por medio del Espíritu Santo; sino al fundamento sólido del conocimiento divino revelado en la Biblia, que tiene como objetivo supremo (en su aplicación práctica) revelar el carácter y la voluntad de Dios a la humanidad en general. Sobre la base de la Biblia debe girar toda experiencia cristiana (Ro. 15:4). Tampoco implica que por conocer la palabra de Dios y su voluntad está garantizada la victoria de un profeta. La victoria depende de la aplicación correcta de ese conocimiento bíblico en la vida diaria. El descuido en la aplicación correcta de la palabra de Dios le causó gran pérdida y aun la muerte a más de un profeta en la Biblia. Existe una tendencia marcada en los profetas a manejar las circunstancias de la vida diaria solamente por medio del Espíritu, dejando de lado la aplicación de la Biblia. Si la misión primordial del profeta bíblico es revelar la voluntad de Dios, es imperativo que primero conozca a profundidad la voluntad de Dios revelada en la Biblia y que sin ambages haga su aplicación correcta, para después moverse en el ámbito espiritual. Otro de los escollos difíciles de sortear para el profeta de todos los tiempos, es el conocimiento de la autoridad divina, a veces representada en débiles humanos como autoridades delegadas de Dios (2 Co. 4:7). Del conocimiento de Dios basado en su Palabra emana consecuentemente la revelación de su autoridad, que está íntimamente ligada al carácter divino. 29 Si el profeta no obedece humildemente la revelación de Dios en su Palabra, desconocerá su carácter y voluntad, consecuentemente estará destinado a confrontar o desconocer a la autoridad delegada de Dios, a veces representada en personas humildes y eso le conducirá al fracaso. No basta que un profeta conozca la manifestación de los dones espirituales, debe reconocer al dador de todas las cosas (no se deben confundir ambas cosas). Hay profetas que conocen más el poder de Dios, que al Dios de poder. Profetas bíblicos disfrutaron la manifestación del poder de Dios en sus vidas; pero, a la vez ignoraron el carácter y la voluntad divina y su final no fue el mejor. Balaam profetizó en nombre de Jehová por un tiempo, sus profecías se cumplieron, pero sus acciones demostraron que desconocía el carácter y la voluntad de Dios que finalmente le condujeron a un desenlace fatal (Nm. 23, 24; 31:8). Existe una tendencia en los profetas a excusarse en que conocen la voz de Dios, para no sujetarse a las autoridades delegadas e irrespetar la Biblia. b. El profeta debe reconocer la autoridad delegada de Dios No basta que el profeta conozca el poder y la voz de Dios, también debe aprender a reconocer y respetar su autoridad delegada. María (hermana de Moisés) era profetisa, pero desconocía la autoridad de Dios delegada en Moisés: “Y María profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas” (Éx. 15: 20). En éste relato a María se le llama profetisa. Implica que el profetismo existía desde los inicios de la nación de Israel como un ministerio divino paralelo al sacerdocio y al juez. 30 María se inspiraba como profeta a través de la alabanza para declarar las grandezas de Dios. Desde aquí se comienza a notar en la Biblia a los profetas relacionados con la alabanza y el regocijo en grupo, que es más evidente posteriormente en las narraciones proféticas. El caso de María es aleccionador para quienes deseen entender cómo se debe ejercer la profecía dentro del contexto bíblico. Así como a Moisés, también a su hermana María se le denominó profetisa, pero no significa que ambos poseían igual autoridad en el reino de Israel. Si la alusión de profeta a Moisés, en este contexto bíblico, se refiriera solamente a un profeta de oficio, entonces su nivel de autoridad habría sido igual al de María; ya que ésta gozaba del mismo título de profeta. María también fue profetisa, pero la autoridad de Moisés era mayor. Eso quedó demostrado cuando María trató de resistir la autoridad de Moisés por causas que ella consideraba justificables: “María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se apartó del tabernáculo y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa” (Nm. 12:1-2, 9:10). María creyó que por ser profetisa y ministrar con los mismos dones espirituales que Moisés, poseía tanta autoridad como él. Ese error le hizo merecedora de la corrección divina y enfermó de lepra, una enfermedad 31 considerada inmunda en Israel10. María creyó que por ser santa y gozar del título de profetisa le daba suficiente autoridad para desafiar la autoridad de Moisés. Pero esa pretensión le duró muy poco tiempo, siendo avergonzada ante todo el pueblo, retirada de la comunión de los santos, sacada fuera del campamento por siete días, conforme establecía la Ley con relación a los leprosos (Lv. 13: 3). María gozaba de los mismos dones espirituales que Moisés, pero no había sido elegida para ejercer autoridad sobre el pueblo, no porque no tuviera la capacidad, fue simplemente porque Dios no la había autorizado. Este relato ilustra un ejemplo del orden de jerarquía de los ministerios en el reino de Dios. La autoridad en el reino de Dios no se relaciona con el tipo de milagros o dones que puedan manifestarse en los ministros. La autoridad en el reino de Dios se adquiere por una elección divina. No significa que una persona que es elegida por Dios para ejercer autoridad necesariamente no deba tener manifestación de milagros, ni señales de esa autoridad en su ministerio; pero su autoridad no depende de las señales, sino de la elección que Dios le haya hecho para ejercer su ministerio. Muchos profetas fracasan al no comprender la dimensión de esta verdad escritural y se tornan soberbios contra las autoridades delegadas en los ministros de Dios. Aunque el Espíritu Santo se manifieste con poder en un profeta, eso no lo autoriza para desconocer las autoridades establecidas por Dios. Ese fue el error de María y esa lección le fue dada a ella como ejemplo para que no se cometan los mismos errores (Ro. 15: 4). Dios deposita su autoridad en la persona que Él quiere para la función que desee realizar en su reino, no 10 Ver, Levíticos 13: 3. 32 importando las limitaciones o virtudes de quien es llamado. Los profetas deben tener claro el concepto de autoridad en el reino de Dios, pues la actitud arrogante ante las autoridades delegadas por Dios es uno de los errores más comunes que conduce al fracaso de los profetas.11 El profeta debe ser valiente para dar su mensaje tal como lo recibe de Dios, pero siempre con amor. María creyó que por ser profeta poseía igual autoridad que Moisés y Dios debió intervenir para demostrarle su error, confirmando la autoridad con que estaba investido Moisés, quien debió interceder por su hermana para que Dios la sanara. La autoridad en el reino se debe respetar, aunque parezca débil o sencilla a nuestro propio juicio. Estas manifestaciones de autoridad en la vida de Moisés, muestran que la alusión de profeta hacia él se queda corta en comparación a su misión (ministerio), si se compara con el ministerio de los profetas bíblicos, como el caso de su hermana. La diferencia entre la autoridad de Moisés y la de María, a pesar de que a los dos se les asigna el título de profetas en el mismo contexto, confirma que el título de profeta se les dio a los primeros líderes de Israel para resaltar su comunión con Dios y no porque fuesen profetas de oficio. c. El profeta debe conocer y hacer de la voluntad de Dios El caso del profeta Balaam es aleccionador a quienes desean extraer de la Biblia una aplicación práctica del 11 Existe una tendencia marcada en los profetas a creer que la sola manifestación de los dones del Espíritu (no del hombre) les confiere una autoridad que no puede ser juzgada (contrario a lo que enseña la Biblia, 1 Co. 14:29). Por eso tienden a revelarse contra las autoridades delegadas de Dios, siendo este el principio de sus fracasos o la confusión que les conduce a su propia perdición. 33 profetismo bíblico a fin de aprender, aun de las situaciones adversas de algunos de sus personajes. Balaam, aparte de todos los conflictos aparentemente contradictorios que presenta el relato de su vida en el marco bíblico, envuelve un manojo de enseñanzas acerca de la fragilidad del carácter humano, versus la infalibilidad de Dios. Si se tiene un poco de perspicacia para adentrar en el carácter de Balaam (reflejado en sus acciones) se podrá entender porque actuaba de manera tan controversial y errática. Irónicamente, Balaam a veces parece ser un verdadero profeta de Dios y luego un perverso adivino que corrompe a Israel. Indudablemente, la Biblia narra que Balaam gozó de comunión con Jehová por algún tiempo12: “Él les dijo: Reposad aquí esta noche, y yo os daré respuesta según Jehová me hablare. Y vino Dios a Balaam y le dijo: ¿Qué varones son estos que están contigo? Y Balaam respondió a Dios Balac hijo de Zipor, rey de Moab, ha enviado a decirme: He aquí, este pueblo que ha salido de Egipto cubre la faz de la tierra; ven pues, ahora, y maldícemelo; quizá podré pelear contra él y echarlo. Entonces dijo Dios a Balaam: No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es” (Nm. 22:8-12). Balaam fue un profeta que sirvió a Jehová durante un tiempo y tenía fama de que Dios, oía sus peticiones. Por eso Balac, un rey pagano, le buscó para que maldijera a Israel. Balaam, les respondió a los enviados del rey Balac, que volvieran a su tierra, ya que Dios no le permitía maldecir al pueblo de Israel. Pero Balaam no demuestra por sí mismo el deseo de no ir para agradar a Dios. La razón que él expone es: “Porque Jehová no me quiere dejar 12 La Biblia no narra como Balaam conoció a Jehová. 34 ir con vosotros”. Al parecer no era que él estuviera de acuerdo con Dios, sino que Dios se lo impedía. Eso da indicios para entender que en su corazón, Balaam no fue fiel a Dios. El rey Balac, envió nuevamente gente más honorable y con ofertas más tentadoras que le prometían grandes honorarios a Balaam, si maldecía a Israel: “Volvió Balac a enviar otra vez más príncipes, y más honorables que los otros; los cuales vinieron a Balaam, y le dijeron: Así dice Balac, hijo de Zipor: Te ruego que no dejes de venir a mí; porque sin duda te honraré mucho, y haré lo que me digas…” (Nm. 22:15-17a). Esta segunda vez los enviados del rey Balac, le prometían dones más codiciables a Balaam si maldecía a Israel. Con eso pretendían que Balaam no les negara su petición. Balaam respondió que sí el rey Balac le diese aun su casa llena de oro y plata, no traspasaría la palabra de Jehová. Pero esta expresión parece contradictoria a su respuesta final: “Os ruego, por tanto, ahora, que reposéis aquí ésta noche, para que yo sepa qué me vuelve a decir Jehová” (v. 19). Estas palabras de Balaam muestran la ambición de su corazón, ambivalencia y falta de conocimiento de Dios, al creer que podía manipular la voluntad divina para lograr sus ambiciones personales. El corazón de Balaam se estaba inclinando hacia las enormes dádivas que le prometía el rey Balac. En una actitud perversa con el fin de no dejar ir aquella oportunidad de agenciarse tal riqueza trató de chantajear a Dios, preguntándole de nuevo, lo que Dios ya le había respondido (que no fuera). Tal necedad revela su avaricia y desconocimiento del carácter divino (Dios no cambia, Mal. 3:6). Dios, viendo su necedad, le dijo a Balaam que fuera con ellos. Pero es evidente por el relato que Dios no 35 cambió su respuesta inicial, sino que quería darle una gran lección en el camino al perverso profeta. La Biblia señala: “y la ira de Dios se encendió porque él iba; y el ángel de Jehová se puso en el camino por adversario suyo” (22a). Este verso muestra que Dios no aprobó la intención malvada de Balaam para maldecir a Israel (sin razón); sino que ante la insistencia del profeta, Dios le permitió ir para avergonzarle y hacerle recapacitar acerca de la maldad de su corazón, a fin de que se arrepintiera. La ambición de Balaam se vio frustrada, ya que Dios nuevamente no le permitió maldecir a Israel, perdiendo la oportunidad de que Balac lo recompensara. Mientras, Dios bendecía por sus mismos labios a quienes el profeta deseaba maldecir para obtener ganancias. He aquí el relato de la locura del profeta: “Iba, pues, él montado sobre su asna, y con él dos criados suyos. Y el asna vio al ángel de Jehová, que estaba en el camino con su espada desnuda en su mano; y se apartó el asna del camino, e iba por el campo. Entonces azotó Balaam al asna para hacerla volver al camino. Pero el ángel de Jehová se puso en una senda de viñas que tenía pared a un lado y pared al otro. Y viendo el asna al ángel de Jehová, se pegó a la pared, y apretó contra la pared el pie de Balaam y él volvió a azotarla. Entonces Jehová abrió la boca al asna, la cual dijo a Balaam: ¿Que te he hecho, que me has azotado estas tres veces? Entonces Jehová abrió los ojos de Balaam, y vio al ángel de Jehová que estaba en el camino, y tenía su espada desnuda en su mano. Y Balaam hizo reverencia, y se inclinó sobre su rostro. Y el ángel de Jehová le dijo: ¿Por qué has azotado tu asna estas tres veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí” (v. 22b-25, 28, 31,32). 36 Dios, en su misericordia y conociendo las intenciones de avaricia del corazón de Balaam, le dio la oportunidad de verse reflejado en el espejo de su propia maldad a fin de que se arrepintiera. El corazón de Balaam estaba emocionado, creyendo que Dios le concedería por fin la oportunidad de maldecir a Israel para obtener ganancias materiales. Es posible que la avaricia fuese una de las debilidades del profeta y su corazón fue seducido por lo material hasta sucumbir a la tentación. Hay ministerios que comienzan bien, pero en el camino las tentaciones les doblegan al punto de pervertir los caminos de Dios. Ese fue el caso de Balaam. Dios le dio la oportunidad de restaurarse y él reconoció su pecado, por eso Dios le permitió bendecir y profetizar acerca de Israel; pero finalmente, Balaam sucumbió a la tentación y su pecado le arrastró a la muerte. Posteriormente, Balaam se vendió por avaricia a los madianitas, abandonó su ministerio profético y terminó siendo un perverso adivino que pervertía al pueblo de Israel: “Y les dijo Moisés: ¿Por qué habéis dejado con vida todas las mujeres? He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo que hubo mortandad en la congregación de Jehová” (Nm. 31:15-16). Balaam fue muerto por la espada de Jehová, cuando los israelitas atacaron Madián: “También a Balaam hijo de Beor mataron a espada” (Nm. 31:8b). En el relato de Josué, ya no se menciona a Balaam como un profeta de Dios, sino como un adivino: 37 “También mataron a espada los hijos de Israel a Balaam el adivino, hijo de Beor, entre los demás que mataron” (Js. 13:22). Dios le dio la oportunidad a Balaam de ser su profeta, pero este no supo retener su ministerio y finalmente sucumbió a la tentación de los cultos paganos por su ambición al poder y el amor al dinero (Judas 11). La Biblia no explica si Balaam había sido adivino antes de servir a Dios, para luego regresar de nuevo a sus prácticas. Lo cierto es que su final fue en extremo pecaminoso y su ejemplo es aleccionador para entender que Dios es grande en misericordia, pero hay que permanecer fiel al llamado. Balaam no afirmó sus convicciones en Jehová, y el tiempo en que sirvió a Dios lo hizo sin una entrega total. Al no encontrar lo que buscaba y después de ser usado por Jehová, la ambición por los bienes materiales le llevó a abandonar a Dios y a envolverse en la adivinación pagada y en todo tipo de perversión, muriendo en esa condición. Todo profeta debe aprender de Balaam, que se puede conocer la voz de Dios e incluso su poder, pero a la vez se puede desconocer quien verdaderamente es Dios. No basta conocer el poder y la voluntad de Dios, hay que hacerla. El pecado de Balaam, fue tan grande que marcó un precedente de advertencia para los profetas de Dios de todos los tiempos. En Apocalipsis (2:14) se menciona el pecado de Balaam como la Doctrina de Balaam, un espíritu de confusión que mezcla lo sacro con lo profano y pervierte por avaricia los caminos rectos de Dios. En un caso diferente, cuando Nahamán (general sirio) trajo gran riqueza para recompensar al profeta Eliseo, este no quiso aceptar nada de su mano, ni le recibió personalmente, quizá por orden divina para no ser tentado 38 por aquellas riquezas. Su criado (Giezi) cayó en la tentación material, su corazón se fue detrás de las dadivas y como castigo recibió la lepra de Nahamán (2 R. 5). La Biblia señala que las dadivas corrompen al justo (Ec. 7:7). El profeta de Dios debe cuidarse de no comprometer su mensaje por las dadivas. d. El reto del profeta es obedecer a Dios El profeta debe confrontar grandes retos que pondrán a prueba su carácter y obediencia total a la voluntad de Dios. Jeroboam (uno de los reyes más perversos que gobernó a Israel) en su desobediencia a Dios edificó dos becerros de oro para que el pueblo los adorara y enseñaba que estos eran los dioses que habían sacado a Israel de Egipto, blasfemando contra el verdadero Dios de Israel. Cierto día, Jeroboam disponía hacer un sacrificio a estos ídolos y descendió de Judá a Betel un profeta, que por orden de Jehová confrontó a Jeroboam por su pecado: “Aquel clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres” (1 R. 13:2). Esta profecía se cumplió cerca de 300 años después, durante el reinado de Josías en Judá (2 R. 23:15-16). El profeta de Judá (la Biblia no menciona su nombre) solo había obedecido a Dios al dar esta palabra profética, por eso no 39 tuvo temor de dar una señal para confirmar que era un verdadero profeta de Dios13: “Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: Esta es la señal de que Jehová ha hablado: He aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre el está se derramará” (1 R. 13:3). El rey Jeroboam, al oír las palabras del juicio divino contra su culto pagano, extendió su mano sobre el profeta en señal de orden para que fuese capturado y muerto: “Extendiendo su mano desde el altar dijo: ¡Prendedle! Mas la mano que había extendido contra él, se le secó y no la pudo enderezar. Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por palabra de Jehová” (1 R. 13:4b, 5). Dos señales inmediatas habían sido dadas por éste profeta, como evidencia de la veracidad de su ministerio. La mano del rey se había secado y el altar se había deshecho inmediatamente, como advirtió. Además, el profeta oró y la mano del rey fue restaurada y sanada (1 R. 13:6) La Biblia señala que este profeta hizo todo bajo obediencia a Dios: “Vino de Judá por palabra de Jehová”. También, dio señal “por palabra de Jehová”. Todo lo había hecho en obediencia a Dios. Este profeta tenía orden divina de no comer, ni beber en Betel, ni regresar por el mismo camino que había transitado (1 R. 13:9). Quizá era una orden específica para este viaje, como rechazo a la idolatría y en protesta al pecado de Betel. Pero un viejo profeta radicado en Betel, habló al joven profeta de Judá diciendo: 13 Una de las evidencias del falso profeta es que no se cumpla lo que profetiza. Este profeta de Judá, dio evidente señal de que era verdadero profeta de Dios, pues su profecía se cumplió (Dt. 18:21-22). 40 “Ven conmigo a casa, y come pan. Mas él respondió: No podré volver contigo, ni iré contigo, ni tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar. Porque por palabra de Dios me ha sido dicho: No comas pan ni bebas agua allí, ni regreses por el camino por donde fueres” (1 R. 13:15b-17). La palabra de Dios para el profeta de Judá le impedía recibir atenciones de los moradores de Betel, pero finalmente cedió a la invitación insistente del viejo profeta de Betel; quien puso a prueba su obediencia: “Y el otro le dijo, mintiéndole: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua” (v. 13:18). No se sabe qué clase de profeta fue este que probó la obediencia del joven profeta, porque un verdadero profeta no miente, ni engaña a su hermano (Lv. 19:11). Pero lo relevante es la lección acerca de la obediencia que el relato pretende trasmitir. El punto importante es que el joven profeta accedió a la invitación prohibida, en contra de la advertencia divina. El profeta murió por su desobediencia a la palabra que Dios le había ordenado, de mantenerse en completa austeridad y alejado de Betel. Mientras comían, el viejo profeta habló al joven profeta de Judá diciendo: “Así dijo Jehová: Por cuanto has sido rebelde al mandato de Jehová, y no guardaste el mandamiento que Jehová tu Dios te había prescrito, sino que volviste y comiste pan y bebiste agua en el lugar donde Jehová te había dicho que no comieses pan ni bebieses agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus padres. Y yéndose, le topó un león en el camino, y le mató; y su cuerpo estaba echado en el camino, y el asno junto a él, el león también junto a su cuerpo” (1 R. 13:21b, 22, 24). 41 Este fue un final triste para el profeta que recién había hecho grandes prodigios en nombre de Jehová. No se sabe de qué manera el viejo profeta usó sus palabras para poner a prueba al joven profeta. El escritor dice que mintió, pero la mentira es condenada por Dios (Lv. 19:11) y quien quite o añada a la palabra de Dios recibirá condenación14. Lo cierto es que el viejo profeta probó al profeta de Judá y el joven murió por su desobediencia a la advertencia divina. Lo importante de este relato es la lección acerca de la obediencia y no enfrascarse en lo que el pasaje no explica, ofuscándose en detalles periféricos estériles. El propósito de estos relatos es aleccionar a quienes desean agradar a Dios a fin de vivir una vida de obediencia (Ro. 15:4). Un atributo incuestionable del carácter divino es que es inmutable. Dios no cambia y éste profeta obvió esta característica divina. El profeta de Dios no puede ser un ser imbuido en una burbuja espiritual, carente del conocimiento del carácter divino. Existe la tendencia en los profetas, a enseñar doctrinas fundadas en sus propios criterios con la excusa de que Dios se los revela; sin tener fundamento bíblico. Eso crea grandes conflictos a la Iglesia, al punto de dar origen a falsas doctrinas. Es peligroso cuando los profetas dan más importancia a sus revelaciones que a la palabra de Dios. Este es otro de los tropiezos difíciles de superar para el profetismo y es causa de gran aversión y rechazo al tema de la profecía como ministerio y don activo de la Iglesia. 14 Los hechos fueron narrados posteriormente al suceso y esa podría ser la visión del escritor. Aun así, la palabra de Dios no cambia y quien le agregue o le quite recibirá el juicio divino (Ap. 22:18-19). Aunque el pasaje no lo explique, sin duda, Dios también juzgará al viejo profeta. 42 III. LOS VERDADEROS Y FALSOS PROFETAS a. La señal bíblica del verdadero y falso profeta Dios dijo en su Palabra, que hablaría por medio de profetas (Am. 3:7). Pero Satanás puede imitar y engañar el corazón humano para profetizar erradamente en nombre de Dios. La Biblia señala: “El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá. Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él” (Dt. 18:20-22). En la Ley el profeta que hablaba en nombre de los dioses paganos o que presumía que Dios le hablaba (sir ser verdad), debía morir irremisiblemente. Esta sentencia pretendía que nadie engañara en nombre de Dios. En la Biblia, Dios dejó señal para distinguir a los profetas. El falso profeta, se reconoce porque lo que dice no se cumple; así de simple. Eso implica que nadie está obligado a creer, antes de confirmar la profecía. Si no se cumple, el profeta habló con engaño o presumió que Dios le hablaba. La Biblia señala que estas “profecías” se deben ignorar y no se debe temer a dichos profetas. Implica también, que el verdadero profeta se reconoce porque lo que profetiza se cumple. b. Espíritus de mentira en la boca de los “profetas” Hay profetas que reclamarán hablar en nombre de Dios, siendo engañados por sus propios corazones o siendo 43 víctimas del engaño se Satanás. Estos creerán ciegamente lo que pregonan. Algunos serán engañados por doctrinas de demonios (1 Ti. 4:1), que son espíritus demoníacos destinados al engaño que utilizarán a personas que parecerán ser muy santos o inocentes. La Biblia relata que Josafat (rey de Judá), antes de entrar en una batalla unificada con Acab (rey de Israel) en contra del rey de Siria, pidió consultar a Jehová (1 R. 22). Cerca de 400 profetas falsos decían por supuesta “palabra de Dios” que subieran a pelear contra la ciudad siria, porque sería entregada en sus manos. Incluso, un seudo-profeta llamado Sedequías usó unos cuernos de hierro simbolizando la manera en que cornearían a sus enemigos. Acab, fue un reconocido adorador de ídolos (Baal y Asera, 1 R. 16:29-33). Es posible que los falsos profetas de Acab estuviesen aliados a ese culto falso. Josafat, siendo temeroso de Dios, quiso asegurarse y pidió consultar a un profeta reconocido de Jehová. El rey de Israel le mencionó que había un profeta de Jehová llamado Micaías, pero lo aborrecía porque nunca le profetizaba bien. El profeta Micaías, siendo amonestado por los enviados del rey para que hablara cosas buenas, como habían hecho los demás profetas, exclamo diciendo: “Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré”. Habrá personas que desearán oír lo que les agrada, no lo que Dios quiera decir. Micaías sabiendo que el rey no quería oír palabra de Dios, le respondió en forma irónica: “Sube, y serás prosperado, Jehová entregará en tu mano la ciudad”. El rey sabía que Micaías, solo estaba complaciendo su capricho, pero no le estaba hablando la palabra de Jehová y le pidió que se la dijera. Micaías le respondió que en una visión él vio a todo Israel esparcido 44 por los montes (derrotados), señalándole que no subieran a pelear. Además, Micaías le explicó al rey Acab que en su visión vio espíritus malignos a quienes Dios les permitió engañar al rey Acab para que fuera a la guerra a fin de castigarlo por su idólatra, pues la Escritura señala que Acab servía a los baales. Micaías no estaba voluntariamente en contra de Acab, fue Dios quien movió su corazón para confrontar el pecado. Sedequías, el falso profeta, golpeó en la cara a Micaías y le dijo: “¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti?”. Cuando la soberbia gobierna el corazón de una persona los demonios le harán creer que ellos están en la verdad, y serán capaces hasta de dar la vida por sus falsas profecías y engaños. La Biblia confirma que Dios puede permitir que espíritus malignos azoten a la gente como prueba o castigo por su pecado (Job 1: 12; 1 Ts. 2:11). Cuando las personas persisten en pecar y resisten la autoridad de Dios y Su voluntad revelada en la Biblia pueden ser presas fáciles para que espíritus engañadores los confundan y perviertan los caminos de Dios (1 S. 15:22-23). En una ocasión Dios había determinado un juicio contra el pueblo de Israel a causa de su pecado y le permitió a un espíritu inmundo de falsa profecíá que confundiera al pueblo: “Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti” (1 R. 22: 21-23). 45 c. Características del profeta bíblico Características del verdadero profeta El profeta del AT es comisionado por Dios con un mensaje y señales de su poder que confirman su misión. Es celoso de la Ley. Su corazón está ligado a Dios e inclinado a hacer su voluntad, por encima de los sentimientos personales. No tiene compromisos sociales, ni ataduras personales que le impidan transmitir su mensaje. Causan controversia en el pueblo. No porque les agrade. Su compromiso con la verdad les convierte en confrontadores del pecado, y ganan enemigos gratuitos. Su pasión por la justicia divina y el amor por el prójimo es evidente en todas sus acciones. En profeta no sigue el pensamiento de las masas. No se acomoda a las corrientes de pensamiento popular. Esto les hace ganarse el rechazo del pueblo y de sus líderes. La mayoría mueren en Israel a manos del pueblo por confrontar el pecado y señalar la indiferencia espiritual. Los profetas aparecen en los momentos de crisis, se agigantan ante la decadencia del sacerdocio y el descuido de la Ley en Israel. Los profetas ministraron sacrificios a manera de sacerdotes. Dios levantó profetas por la necesidad que existía de advertir al pueblo su consejo, ante el descuido del oficio sacerdotal y la desobediencia del pueblo. Los profetas proceden de todas las clases sociales y oficios; aparecen del anonimato en momentos de crisis y decadencia espiritual. 46 Los profetas representan el reclamo del corazón de quienes no quiere apartarse de Dios y reconocen que su fracaso radica en la desobediencia a Dios. Lo que predicen se cumple. Características del profeta falso: Profetizan lo que la gente quiere escuchar. Agradan a sus oyentes, no a Dios. Sus motivaciones son ajenas a la voluntad de Dios, siendo engañados por sus propios corazones, que no son rectos ante de Dios. Juzgan por lo que ven u oyen; no por revelación de Dios. Coaccionan voluntades y tratan de imponer sus propias palabras en nombre de Dios No permiten que sus profecías sean juzgadas por temor a ser descubiertos. Resisten las autoridades y quieren ir por encima de ellas. Son absolutos en sus criterios; no les agrada que los confronten. Consideran que sus palabras deben ser obligatoriamente obedecidas; para eso infunden temor en nombre de Dios. Detrás de sus mensajes hay una agenda escondida. Sus mensajes provocan confusión. Su estilo de vida no concuerda con lo que predican. Se venden fácilmente ante las ofertas económicas o posiciones de los poderosos. Abusan de sus seguidores. Les gusta el protagonismo. Lo que profetizan no se cumple. Son víctimas de sus propios temores y prejuicios. Su fin es vergonzoso y el tiempo delata su falsedad. 47 48 Capítulo – 3 – EL PROFETISMO DURANTE LA MONARQUÍA ISRAELITA ____________________________________________________ I. DEL GOBIERNO TEOCRÁTICO A LA MONARQUÍA a. En Samuel se fusionan el sacerdote, el profeta y el juez Después que Israel tomó posesión de la tierra prometida constantemente se apartaron de Dios, por esa causa sus enemigos les oprimían. Pero Dios escuchaba sus oraciones cuando clamaban y les daba jueces llenos de poder para defenderles de sus enemigos. Estos caudillos ungidos, gobernaban al pueblo, bajo el poder de Dios (Jue. 4 y 5). Los jueces de Israel tenían una relación estrecha con el profetismo, fusionándose a veces en ellos ambos oficios (profeta y juez) como el caso de Moisés, Samuel y Débora15. La decadencia del sacerdocio israelita, en los días de Samuel, fue evidente. La condición moral de Elí (sumo sacerdote), y sus hijos, era deplorable. Los hijos de Elí habían corrompido el sacerdocio ante el pueblo (1 S. 2: 2736) y Elí no tuvo firmeza de carácter para tomar acciones correctivas o expulsar a sus hijos del sacerdocio. De acuerdo a la Ley, los sacerdotes debían mantenerse en santidad durante el ejercicio de su oficio16 y eran los encargados de enseñar la Ley al pueblo17. Elí y sus hijos no Moisés (Gn. 20:7; Dt. 34:10-12); Débora (Jueces 4); Samuel (1 S. 3:19-20; 7:15). 16 La Biblia advierte la vida de separación y el alto grado de consagración que debían mantener los sacerdotes ante Dios, durante el ejercicio de su oficio sacerdotal (Éx. 28, 29; Lv. 21, 22). 17 Ver, Lv. 10:8-11; Dt. 33:8-11; Mal. 2:7. 15 49 predicaron con el ejemplo18. Ante la decadencia del sacerdocio, Dios levantó a Samuel como juez en Israel. Del oficio profético de Samuel la Biblia señala, que Dios no dejó caer ni una de sus palabras a tierra19. Samuel fue fiel profeta de Dios (1 S. 3-19 y 1 S. 3-20) y juez de Israel (1 S. 7-15). Con el ejemplo de estos jueces y profetas el profetismo se consolida en Israel para luego convertirse en un ministerio divino especializado. Después, Israel pidió rey y cambió el orden teocrático a uno monárquico. Esta breve reseña de los líderes y jueces de Israel permite analizar el desarrollo del profetismo del AT y su influencia en el gobierno teocrático de Israel.20 b. Israel pide rey Israel demandó un gobierno monárquico ante Dios21 que produjo cambios drásticos en la nación. Los jueces, que antes gobernaban Israel, fueron reemplazados por reyes a 18 Dios no es partícipe del pecado y no puede negarse a sí mismo; respaldando a ministros pecadores, si no se arrepienten a tiempo. 19 “No dejó caer sus palabras a tierra”, es un lenguaje figurado del escritor para demostrar que las profecías de Samuel eran veraces y se cumplían. Esta es una evidencia que deben reflejar los verdaderos profetas de Dios, según Deuteronomio 18:21-22. 20 Dios puede ubicar a un cristiano en puestos gubernamentales de liderazgo; pero no se puede usar el caso de Israel (cuyas leyes estaban fundadas en un estado teocrático) como ejemplo para justificar ambiciones políticas en gobiernos corruptos. Dios también levantó líderes judíos en gobiernos seculares, como a José en Egipto o Daniel en Babilonia; pero estaba involucrado un Pacto divino con el propósito de preservar la vida del pueblo judío y cumplir la promesa de regresarlos a su tierra (Gn. 46:14; Jr. 29:10). Un líder cristiano en un puesto gubernamental puede ser muy útil a la causa del Evangelio, pero no se puede prometer un paraíso en la tierra en medio de sistemas gubernamentales injustos con leyes corruptas. 21 Ver, 1 Samuel 8. 50 petición del pueblo. Rechazaron a los jueces ungidos con poder que Dios les levantó para juzgarles y defenderles. Samuel fue el último juez para este tiempo de transición: “Y le dijeron (a Samuel). He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos. Por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 S. 8:5). El cambio exigido por Israel no le agradó a Dios: “Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 S. 8:7). “Y dijo Samuel: ¿No es ahora la siega de trigo? Yo clamaré a Jehová, y él dará truenos y lluvias, para que conozcáis y veáis que es grande vuestra maldad que habéis hecho ante los ojos de Jehová, pidiendo para vosotros rey. Y Samuel clamó a Jehová, y Jehová dio truenos y lluvias en aquel día; y todo el pueblo tuvo temor de Jehová y Samuel” (1 S. 12:17-18). Israel había dejado de confiar en Dios, quien los había defendido con poder de sus enemigos desde su salida de Egipto. Su falta de fe les hacía creer que un anciano como Samuel no les defendería de sus enemigos y pidieron un rey joven y fuerte, con un ejército bien armado y numeroso. Este sería un error más de los muchos que Israel cometió y que le hizo fracasar como nación. Ellos despreciaron el gobierno divino, sus profetas y líderes ungidos con poder de Dios, para confiar en sus propias fuerzas para defenderse. 51 II. LA RELACIÓN ENTRE PROFETAS Y REYES a. Los profetas durante la monarquía israelita A petición del pueblo de Israel, Dios quitó los jueces y levantó a Saúl como el primer rey de Israel. Aún Saúl fue ungido por el Espíritu de Dios y profetizó, haciendo notaria la relación estrecha del profetismo con los reyes: “Y el Espíritu de Dios vino sobre él (Saúl) con poder, y profetizó entre ellos” (1 S. 10:10b). Era de esperar que los reyes israelitas fuesen llenos del Espíritu, pues Dios siempre quiso un gobierno teocrático para Israel. David (el segundo rey), también fue profeta de Dios y lleno del Espíritu Santo22. A partir del establecimiento de la monarquía Israelita, el oficio de profeta y el del rey se bifurcan. La función del profeta, estaba encaminada al cumplimiento de la Ley e impartir el consejo divino a los monarcas y al pueblo. El rey (a diferencia de los jueces) era más político y su relación con Dios dependía de la actitud de respeto de cada rey por las leyes de Dios. Eso determinaría que gozaran del respaldo divino en sus gobiernos (Dt. 17:1420). Por eso en la historia bíblica resalta que unos reyes hicieron lo bueno; y otros lo malo en sus gobiernos. A pesar de existir una función separada del ministerio de los profetas y los reyes, no significa que no hubiese relación entre ellos o que haya sido ese el deseo de Dios. Con frecuencia se lee en la Biblia que los profetas del AT reprendían a los reyes, pero fue a causa de la 22 Lucas 24:44, en este pasaje Jesús mencionó las profecías de los Salmos que en su mayoría se le atribuyen a David. En Hechos 2:29-30, Lucas hace notar que Pedro llamó profeta a David. 52 desobediencia de los monarcas de Israel, no debe entenderse como una aversión del profeta hacia los reyes. Desde el inicio de la monarquía israelita se nota una estrecha relación entre el rey Saúl (primer rey de Israel) y el profeta Samuel. Lo mismo sucede con el rey David y otros profetas, como Samuel y Natán23. Los profetas tenían como misión que los reyes y el pueblo obedecieran las leyes de Dios a fin de ser bendecidos y protegidos de sus enemigos. No se debe estereotipar al profeta bíblico como un rebelde sin causa. El profeta del AT aparece en tiempos de decadencia espiritual y por eso resalta la exhortación en sus profecías; pero no significa que ínsitamente, el profeta debía ser enemigo del rey o del pueblo. Al contrario, cuando los profetas estaban delante de reyes obedientes y temerosos de Dios, su actitud fue de respeto hacia ellos. Los profetas como conocedores de la Ley, sabían que debían respetar a los monarcas, pues eran acogidos y ungidos por Dios para gobernar. Pablo conociendo la Ley de Moisés, reconoció que no debía ofender a una autoridad del pueblo (Hch. 23:5), haciendo referencia a Éxodo 22: 28, donde Dios ordenó el respeto a los reyes. El verdadero profeta de Dios estaba sujeto a la autoridad divina y la misma Ley le demandaba respeto hacia sus líderes.24 Era el desprecio al pecado, no al pecador, lo que motivaba al profeta a exhortar. No significa que el profeta debe andar con un martillo en la mano para destruir al prójimo. La faceta de la exhortación es solo parte del ministerio del profeta y la 23 Ver, 1 Samuel 9, 16 y 2 Samuel 12. Salvo en el caso de los reyes que se oponían a la voluntad de Dios, los profetas exhortaban y confrontaban su pecado, pero lo hacían por orden divina y no por odio personal. 24 53 razón por la que resalta en el profetismo bíblico del AT es a causa de la desobediencia de Israel, no porque el profeta este remitido solo a pronunciar juicios. El celo de los profetas bíblicos es fruto de su amor a Dios y su deseo de obedecer su Palabra. No es un sentimiento personal de odio al prójimo o misantropía. b. La relación de David y Saúl con el profetismo Los reyes David y Saúl mostraron profunda relación con el profetismo. David fue ungido por Dios para su reinado y manifestó una faceta profética en su vida. Jesús mismo dio testimonio de David como profeta (Lc. 20:42; 24:44). Saúl y David fueron llenos del Espíritu Santo, después de ser ungidos con el aceite santo para ejercer sus reinados (1 S. 10:5-13; 16:13). Saúl, después de ser ungido como rey, se encontró con una compañía de profetas, y él también profetizó en medio de ellos. Esto demuestra la relación estrecha entre los reyes y el profetismo en Israel. La relación personal de David con el profetismo israelita fue más íntima y estable que la de Saúl, debido a que decidió seguir a Dios y se arrepintió de sus pecados. Mientras, Saúl, insistió en rebelarse contra Dios. David estuvo rodeado de profetas durante su reinado. David fue lleno del Espíritu Santo al ser ungido por el profeta Samuel como rey de Israel (1 S. 16:13). El profeta Natán le confirmó que su descendencia retendría el reino de Israel (2 S. 7:16-17); también le exhortó por su pecado (2 S. 12:1-15). La vida y el reino de David estuvieron marcados por el espíritu profético. 54 III. EL AUGE DEL PROFÉTISMO EN ISRAEL a. El profeta resaltó ante la decadencia del sacerdote El profeta y el sacerdote desempeñaron ministerios paralelos en Israel. Desde el inicio de la nación israelita se nota a María (profetiza) ejerciendo su ministerio a la par de Aarón (sacerdote), aunque sus funciones fueron diferentes. El sacerdote habla e intercede ante Dios por los hombres, mientras el profeta habla a los hombres de parte de Dios. Durante la monarquía de Israel la decadencia sacerdotal contrastaba con el respeto que ganaban los profetas. Incluso, no eran los sacerdotes quienes ungían a los reyes; sino los profetas (1 S. 9:16; 6:12-13). El profeta desempeñó un ministerio que le ubicó en posición de liderazgo, en parte por la decadencia del sacerdocio. Los verdaderos profetas de Dios no estaban ligados a nada, solo al corazón de Dios. Por antonomasia, se entendía que el oficio profético en Israel estaba remitido a dar a conocer la voluntad de Dios al pueblo. ____________________________________________________ El sacerdote habla e intercede ante Dios por los hombres, mientras el profeta habla a los hombres de parte de Dios. ____________________________________________________ b. Elías y Eliseo en la cumbre del profetismo israelita Elías y Eliseo están entre los profetas más renombrados de Israel. Con ellos el profetismo toma el curso de un oficio más especializado, incluyendo compañías alcanzando un alto nivel de prestigio y respeto dentro del pueblo judío. Son bien conocidos los relatos bíblicos acerca de los grandes prodigios que Elías y Eliseo realizaron y el respeto a Dios que imponían derrotando a sus enemigos con 55 grandes señales del poder de Dios (1 R. 17; 2 R. 1 y 2). Bajo la influencia de estos grandes profetas, es que aparece en el relato bíblico compañías de profetas dedicados a un profetismo comunitario en Israel (1 S. 10:10; 2 R. 2:3). Cuando Israel pidió rey, le quitaron a Dios el derecho de ser dirigirlos y es cuando aparecen los profetas como líderes espirituales investidos de poder, para exhortar al pueblo a que se mantuviese fiel a Dios. Los profetas bíblicos fueron personas comunes, de todas las clases sociales, que representaban el carácter justo de Dios y anidaban celo por Dios en su corazón y amor por su pueblo. Estos profetas entendían que las consecuencias que el pueblo sufría, era fruto de la desobediencia y su labor era volver el corazón de ellos a Dios. Ante el despreció del gobierno divino, al desechar a Samuel como juez, Dios debió proclamar su voz a través de hombres comunes de entre el pueblo. Estos profetas estaban revestidos de poder divino para cumplir con su misión, porque debían enfrentarse al poder político y militar de los reyes perversos de Israel. Este poder espiritual de los profetas era el que debían utilizar los mismos líderes ungidos para gobernar Israel, como lo hicieron los jueces desde los tiempos de Moisés hasta Samuel. Pero en Israel cada rey hacía como le placía (no todos estuvieron dispuestos a obedecer a Dios). Por esa razón la unción y el poder divino se manifestó a través de los profetas (hay que hacer la salvedad, que también hubo reyes temerosos de Dios que movieron la mano divina a su favor). La valentía del profeta para confrontar reyes y levantarse en medio del pueblo como la voz de Dios para exhortarles a abandonar el pecado hizo que el profeta alcanzara renombre en Israel. Pero la mayoría se tornaron enemigos acérrimos de los reyes rebeldes arriesgando sus 56 vidas, siendo despreciados, odiados y finalmente muertos a manos del mismo pueblo. c. Elías mostró que el verdadero profeta de Dios es un siervo obediente Cuando Elías oró a Dios y preparó el holocausto para que Dios mostrara quien era el verdadero Dios de Israel, explicó que todo lo había hecho en obediencia a Dios: “Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, Oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos” (1 R. 18: 36-37). Este pasaje resume el papel del profeta en Israel. Ante la ambivalencia del pueblo, Elías reunió a 450 profetas del dios pagano Baal, para demostrar quién era el verdadero Dios de Israel. Después que los baales no pudieron hacer descender fuego del cielo clamando a su dios, Elías oró a Jehová, autodenominándose siervo, dando a entender que su posición como profeta delante de Dios era obedecer las órdenes de su Señor. Elías declaró que todo lo que hizo fue por mandato divino y reclamó respuesta; porque estaba seguro de que no había hecho las cosas por voluntad propia. La misión de Elías era que el pueblo reconociera que Jehová es el verdadero Dios de Israel. Para hacer volver el corazón del pueblo hacia Dios. Dios no hace milagros para que sirvan de espectáculo. El propósito es que a través de la manifestación de su poder, el pueblo se vuelva a Él. 57 El profeta debe saber que Dios responde oraciones dirigidas por el Espíritu Santo, no complace simples caprichos humanos. La motivación para que se manifieste el poder divino, debe proceder del corazón de Dios. Elías estaba ubicado en la perspectiva correcta al hacer su petición; ya que antes de actuar había recibido órdenes específicas de Dios, acerca de lo que debía hacer. Por eso actuaba con serenidad y osadía. El hecho de haber orado y escuchado la voz de Dios antes de actuar, le daba la seguridad de que Dios respondería su oración. Si Elías no hubiese hecho estas cosas por dirección divina, le esperaba una muerte inminente y una vergüenza pública. Se pueden tener sanas intenciones de hacer grandes cosas para Dios y a la vez tener motivaciones erradas que simplemente Dios no las ha demandado. El verdadero profeta de Dios no inventa profecías, no se mueve por motivaciones personales, ni sentimentales, es solamente un siervo que obedece la voz de Dios. Esa es la gran lección que enseña uno de los más grandes profetas de la Biblia (Elías), quien es un digno ejemplo a emular del modelo del profeta bíblico. Al estudiar los profetas del AT se puede suponer que estos tenían poder para hacer todo lo que se les ocurriera. Si esto fuese así, entonces Elías no hubiese huido cuando Jezabel (profetisa de Baal) lo perseguía (Jezabel no perseguía a Elías literalmente, sino un ejército bajo sus órdenes, 1 R. 19). ¿Por qué Elías no hizo descender fuego sobre Jezabel como lo había hecho en muchas ocasiones? (2 R. 1:10-13). Porque el poder no era de Elías, sino de Dios y Él no se lo había autorizado. El poder que se manifestó en los profetas bíblicos estaba siempre sujeto a la autoridad divina, no era una varita mágica que ellos podían manipular a su antojo. Moisés hizo todas las maravillas en Egipto, porque Dios le 58 mando hacerlo, no por voluntad propia. El profeta de Dios está sujeto a las órdenes divinas, no actúa independiente. d. El profeta sufre los efectos de sus propias profecías Como ser humano el profeta es vulnerable a su entorno, mientras Dios es soberano. El profeta es un instrumento en las manos de Dios y está sujeto a sufrir las consecuencias que puedan producir sus mismas profecías. No se debe transmitir la falsa imagen del profeta como un semidiós, que hace lo que quiera con solo extender una mano o decir una palabra, atribuyendo poder al hombre25. El ser humano es solo un instrumento débil en las manos de Dios (2 Co. 4:7) y no puede actuar en una dimensión de poder independiente, separado de Dios. Moisés como profeta debió sufrir juntamente con el pueblo de Israel el castigo de dar vuelta por el desierto durante cuarenta años, aunque él fue el instrumento que Dios utilizó para liberar al pueblo (Nm. 14: 26-38). Elías dio palabra de Dios para que se detuviera la lluvia y el mismo sufrió las consecuencias de la sequía en Israel. Aunque Dios lo sustentó con pan y agua debió vivir aislado de la sociedad a la orilla de un arroyo (1 R. 17: 1-7). 25 Vanagloria. Grandes sectas religiosas se han fundado cuando llamados profetas llegan a usurpar el lugar de Dios o se llenan de soberbia y vanagloria. En Latinoamérica existe el culto a Mita (“profetiza” puertorriqueña) cuyo culto es practicado hasta hoy día, después que esta declarara que ella misma era el Espíritu Santo y quien ahora supuestamente ha reencarnado en su sucesor Aarón. Ramos, Marcos A. Nuevo Diccionario de Religiones, Denominaciones y Sectas. Ed. Caribe, USA, 1998. p. 206. Pablo escribió: “Porque ¿Quién te distingue de los demás? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿Por qué te glorias como si no lo hubieras recibido?” (1 Co. 4:7). 59 Elías no pudo hacer nada durante el período de sequía para que la lluvia regresara de nuevo, hasta que Dios le ordenó que orara nuevamente para que lloviera. Jeremías sufrió con Israel todo el proceso del asedio babilónico (Jr. 39: 1-14). Aunque en estos casos Dios sustentó la vida de estos profetas, durante el proceso, no estuvieron ajenos a sufrir las consecuencias de la palabra de Dios dada por ellos. El profeta no está divorciado de Dios al hacer o decir algo en Su nombre. Al contrario, la sumisión a la voluntad y el poder divino es una característica que resalta en el oficio profético. Jesús mismo señaló que la mayoría de los profetas israelitas, en su afán de cumplir con el mensaje divino fueron muertos en su misión (Lc. 11:50-51). Los profetas están sujetos a debilidades humanas (Stg. 5:17). No tienen poder de sí mismos y tal pretensión es necia. Existe el peligro de que alguien en nombre de Dios, manipule la conciencia y la fe de otros, reclamando ser un profeta de Dios. En el AT la presunción de ser un profeta de Dios, sin serlo, era condenado con la muerte (Dt. 18:20). Jesús mismo, siendo Dios, se despojó de su gloria para permitirse la perfección por medio de los sufrimientos típicos de los humanos (Hb. 5: 7-10; Fil. 2:5-8). Esa actitud de humildad debe caracterizar a los hijos de Dios, quienes a diferencia de Cristo, son solo vasos de barro en las manos del alfarero (2 Co. 4:7). Los dones o ministerios son dádivas que los hijos de Dios reciben para ser partícipes de las riquezas de la Gracia divina. Ningún don o ministerio pertenece al hombre, sino a Dios quien los da: “Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Co. 4:7). 60 IV. LA MINISTRACIÓN DE LA PROFECÍA a. La ministración de la profecía en la alabanza La relación del profetismo con la música y el regocijo en grupo se encuentra registrada desde los comienzos de la nación de Israel. María (hermana de Moisés) era una profetisa que utilizaba los instrumentos musicales como medio de alabanza (Éx. 15: 20). Eliseo también se inspiraba por medio de la música para profetizar (2 R. 3:15). Saúl profetizó en medio de una compañía de profetas que alaban a Dios con todo tipo de instrumentos, como el salterio, el pandero, la flauta y el arpa (1 S. 10:5). El Espíritu de Dios, también se manifestaba en la vida de David a través de la alabanza. La Biblia señala que cuando un espíritu malo atormentaba a Saúl, David tocaba el arpa y el espíritu malo se alejaba de Saúl (1 S. 16:23). David fue músico e inventor de instrumentos (Am. 6:5) y acostumbraba alabar a Dios por medio de la música en grupo. Durante su reinado se organizó formalmente la música en Israel. Además, estableció a levitas cantores que también profetizaban por medio de la alabanza: “Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Heman y de Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos” (1 Cr. 25: 1a). Esto demuestra la cercanía del profetismo con los reyes que agradaban a Dios en Israel y sirve para desmitificar al profeta del estigma de ser un ogro. El verdadero profeta de Dios es profundamente amoroso y justo. b. La ministración de la profecía por medio de símbolos El profeta bíblico, inspirado por Dios, ha usado símbolos para transmitir su mensaje. Dios usó en particular al 61 profeta Ezequiel con señales dramatizadas para advertir a Israel acerca del cautiverio. Ezequiel predice el sitio de Jerusalén por medios de símbolos En una ocasión Dios mando a Ezequiel que hiciera una maqueta de la ciudad de Jerusalén, con ejércitos rodeándola, como si estuviera sitiada por sus enemigos. También le ordenó que durmiera sobre su lado izquierdo durante 390 días y 40 días sobre su lado derecho a fin de simbolizar la carga de la maldad de Israel. Además, debía comer y beber por medidas. Su comida debía ser cocinada con excremento de animales. Toda esta simbología estaba relacionada con el futuro asedio a Jerusalén26 (Ez. 4). Ezequiel predice del cautiverio de Jerusalén por medio de símbolos Dios mandó al profeta Ezequiel que sacara todos los utensilios de su casa y los cargara a la luz del día delante del pueblo, como quien se muda de prisa a otro lugar. También le ordenó que rompiera la pared de su casa y saliera por ella de noche (Ez. 12). Esa señal estaba relacionada con la forma rápida y obligada con la que el pueblo de Israel sería llevado cautivo por sus enemigos. Dios le había hablado de muchas formas a Israel, pero no escuchaban. Esta vez el profeta dio su mensaje de forma dramatizada a fin de que el pueblo le preguntara que significado tenía su mensaje. 26 Cuando estas ciudades amuralladas eran asediadas sus habitantes no podían salir, los recursos se agotaban, hasta que se rendían o morían de hambre (2 R. 6:24-33). 62 Ezequiel predice el juicio sobre Jerusalén por medio de símbolos Dios ordenó a Ezequiel cortar sus cabellos y barba. Después le ordenó pesarlos y dividirlos en tres grupos. Una tercera parte le ordenó quemarla, la otra picarlos con un cuchillo y la otra esparcirla por el viento. Esta simbología estaba relacionada con el juicio sobre los moradores de Jerusalén, a causa de su pecado. Una tercera parte de sus moradores morirían quemados por sus sitiadores, la otra sería muerta a espada y una tercera parte sería esparcida por todas las naciones (Ez. 12). Dios usó al profeta Isaías con símbolos En un caso excepcional, Dios mandó a Isaías andar descalzo y desnudo por tres años, como símbolo de advertencia acerca de la forma en que serían llevados cautivos los moradores de Egipto y Etiopía por mano de los asirios (Is. 20). Es posible que Isaías haya tenido alguna protección en sus partes íntimas, pues el mensaje divino no pretendía escandalizar al pueblo, ni ridiculizar al profeta, sino advertir lo grave del cautiverio para los pecadores27. Al parecer la exhortación estaba dirigida a algunos judíos que habían puesto su esperanza en estas potencias de su época como refugio y protección, creyendo que escaparían de los juicios divinos causa de su pecado. 27 Es posible que Isaías tapara sus partes genitales, ya que el verso señala que enseñaría sus nalgas. Además, el propósito no era el exhibicionismo, sino servir de señal. No se debe usar este caso como una excusa para profetizar desnudo, pues como norma, Dios mismo vistió a la primera pareja a fin de que cubrieran sus cuerpos (Gn. 3:21). 63 64 Capítulo – 4 – LOS PROFETAS ESCRITORES ____________________________________________________ I. EL ANUNCIO DEL MESÍAS a. La esperanza de un Mesías El gran aporte histórico de los profetas escritores28 fue dar a conocer a través de sus escritos, las vivencias del profetismo israelita. Estas Escrituras servirían de mapa para guiar al pueblo de Israel hacia el Mesías (2 P. 1: 19). El pueblo de Israel abandonó a Dios en tiempos de los monarcas israelitas. Esto causó que el reino de Israel se dividiera (Israel y Judá). Ambos pueblos fueron entregados a la esclavitud por su desobediencia a Dios. Aun en medio de la crisis de Israel, a causa de su desobediencia, abrigaban esperanzas de liberación por medio de las palabras de salvación que Dios en su misericordia les dio a través de las profecías escritas. Daniel clamó a Dios por liberación durante el cautiverio babilónico, basado en las profecías escritas por Jeremías (Jr. 29:10; Dn. 9:2). El profeta es la boca de Dios en medio de la crisis de un pueblo en decadencia (Jr. 15:19) y tiene la función de cumplir lo mismo que la etimología de la palabra sugiere, a saber: Anunciar de antemano lo que vendrá, con el propósito de que el ser humano se aperciba del peligro y de la condenación del pecado y se vuelva a Dios. 28 Se les llama profetas escritores por que escribieron sus profecías, hecho que se le atribuye al desarrollo de los medios de escritura y no a que hayan sido más importantes que los demás profetas. 65 La Biblia señala que: “Dios no hará nada, sin que antes lo revele a siervos los profetas” (Am. 3:7). Jeremías exhortó al pueblo de Israel por depreciar a los profetas que les amonestaron día y noche para que se volvieran a Dios (Jr. 7: 13, 25). Irónicamente, las palabras de los profetas fue la gran esperanza de liberación del pueblo en su esclavitud. Los escritos proféticos harían que los judíos en el exilio añoraran más la esperanza del Mesías escatológico, que les libraría de sus enemigos. Además de urgirles un Salvador y a falta de un lugar donde adorar, los escritos de los profetas fueron un bastión del pueblo judío en el exilio. b. El cumplimiento de las profecías mesiánicas Es bajo la esperanza de salvación prometida por Dios, a través de los profetas escritores, que aparece en escena el Salvador del mundo y con lo que se suponía culminara un ciclo de espera para Israel. Con la llegada del Mesías Salvador, anunciado por Juan el bautista, el último profeta del AT en anunciar al Mesías de Israel (Mt.11:13, Lc. 7:28), se cierra el ciclo de la profecía canónica del AT. Juan el Bautista fue considerado un gran profeta en Israel. La Biblia señala: “Y Herodes quería matarle, pero temía al pueblo; porque tenían a Juan por profeta” (Mt. 14: 5). El pueblo de Israel consideraba el título de profeta como uno muy importante cuando se le reconocía a un verdadero profeta de Jehová. Ni Herodes, con toda su sanguinaria crueldad con la que había dado muerte a sus propios familiares, se atrevía a poner sus manos sobre Juan el bautista, pues el pueblo de Israel lo consideraba un verdadero profeta. Juan fue considerado el más grande profeta por Jesús: “¿Pero qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Si, os digo, y más que un profeta. De cierto os digo: Entre los que 66 nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mt. 11: 9 y 11a). Con la aparición de Juan el Bautista en la escena de Israel, se puede dar por concluido el breve análisis del profeta del AT, dando paso al estudio de la profecía en el marco del Nuevo Testamento, que permitirá analizar la diferencia que pueda existir con el profeta del Antiguo Testamento. c. La profecía canónica La profecía canónica (profecía de la Biblia), es inalterable. Juan el bautista, fue el último profeta del AT que anunció a Jesús como el Mesías de Israel. Así como Juan (escritor del Apocalipsis) fue el último que escribió en el canon bíblico del NT. Nadie, no importa como se llame (profeta, ángel, espíritu, etc.), puede agregar o quitar al contenido de la Biblia bajo juicio de condenación eterna (Gá. 1:8; Dt. 4: 2; Dt. 27: 26a; Jn. 12:48; Ap. 22:18-19). Uno de los peligros en el mal uso del don de profecía en la Iglesia, es cuando supuestos “profetas” reclaman tener la interpretación verdadera de la Biblia, sin permitir ser juzgadas a la luz de la Biblia (1 Co. 14:29). Ese error ha dado origen a muchas herejías y sectas destructivas. Nadie puede seguir ciegamente el consejo de un ser humano o espíritu que proclame ser un “mensajero de Dios”, si el contenido de sus palabras no se ajusta inequívocamente a las enseñanzas de la Biblia. Las enseñanzas deben ser expuestas abiertamente en la Iglesia, no de forma privada (2 P. 1:20). Toda herejía contiene algo de verdad, como gancho para atrapar a los incautos. El verdadero profeta de la Iglesia debe confirmar las Escrituras y el Evangelio de Jesús (Ef. 3:5-6), sino quedan expuestos al juicio divino (2 P. 2:1-3). 67 68 Capítulo – 5 – LA PROFECÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO ____________________________________________________ I - JESÚS COMO PROFETA a. Jesús, el Profeta anunciado Jesús manifestó los títulos mesiánicos de Rey (Zc. 9:9), Sacerdote (Hb. 5:6) y Profeta (Dt. 18:18; Hch. 3:22, 7:37) que revelaría el Mesías escatológico que las profecías anunciaron, confirmando la veracidad de su divinidad. Jesús fue reconocido como el profeta anunciado por Moisés: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis” (Dt. 18:15). Jesús como profeta reveló la voluntad del Padre a la humanidad. Para los judíos del tiempo de Jesús ésta profecía era una de las más esperadas acerca del Mesías. Esa fue la razón por la que preguntaron a Juan el Bautista y a Jesús si ellos eran el profeta anunciado (Jn. 1:21, 6:14). La pregunta está escrita en singular, ¿Eres tú el profeta? Aludiendo a un profeta en particular (al anunciado por Moisés), el que ellos esperaban como Mesías de Israel. Así lo entendió Pedro en su discurso del libro de los Hechos (Hch. 3:22). También Esteban reconoció que Jesús, es el profeta anunciado por Moisés (Hch. 7:37). De Jesús como el profeta escatológico esperado por los judíos se escribió en el AT y se cumplió cabalmente. Jesús dijo: “Porque la ley y los profetas profetizaron hasta Juan” (Mt. 11: 13a), haciendo alusión a las profecías cumplidas en Él en su primera manifestación al mundo. 69 b. Jesús es más que un profeta Jesús cumplió su faceta profética durante su ministerio terrenal. Jesús (siendo Dios) conocía todas las cosas que había en el corazón de los hombres: “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues Él sabía lo que había en el hombre” (Jn. 2 24 –25). El reveló la vida íntima de la mujer samaritana: “Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer; Señor, me parece que tú eres profeta” (Jn. 4:17-19). Jesús supo la vida de Natanael antes de verle: “Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita en el cual no hay engaño” (Jn. 1: 47). Jesús advirtió los eventos que sucederían después de su partida, dio señales de su segunda venida y del fin del mundo (Mt. 24). Jesús habló cosas futuras que se cumplieron y aun se siguen cumpliendo. Pero la profecía solo fue una faceta de su ministerio terrenal y un título mesiánico al que debía dar cumplimiento. Los apóstoles también manifestaron dotes proféticos en sus ministerios. Pedro descubrió las mentiras de Ananías y Safira por el Espíritu (Hch. 9). Pablo profetizó que Elimas, el mago, quedaría ciego, antes de suceder (Hch. 13: 4-12). Es evidente que el ministerio profético siguió vigente en la era del NT con los cambios característicos que la Gracia produjo en el reino de Dios. 70 II. EL REINO DE DIOS BAJO EL NUEVO PACTO a. Israel y la Iglesia en el reino de Dios Existe evidencia bíblica acerca de la profecía como don y ministerio de la Iglesia. No obstante, los cambios que produjo la Gracia en la ministración de estos dones ministeriales difieren con relación al AT. La gran diferencia es que en el marco del AT el profeta de Israel ejercía su ministerio bajo la Ley, la cual permitía la venganza y la muerte inmediata del pecador (Dt. 19:21). La Gracia no permite la venganza, ni la muerte inmediata del pecador, como hacían los profetas antiguos (1 R. 18:40). La Gracia le da oportunidad al pecador de arrepentirse de sus pecados hasta el último día de su vida (Hb. 9:27). La Gracia de Cristo produce un nuevo orden en el ejercicio de la autoridad de los ministerios. De una nación escogida (Israel) bajo el marco de la Ley; pasa a una Iglesia establecida en la tierra bajo el Pacto de la Gracia. Israel estaba bajo un gobierno teocrático y la Iglesia es un ente apolítico que posee autoridad espiritual en el reino de Dios, a través de cada uno de los ministerios establecidos para su edificación. Cuando Cristo se manifestó a Israel, el pueblo estaba oprimido a consecuencia del abandono de la Ley de Dios. Jesús dio respuesta a este caos social a través de la instauración de la Iglesia, que ejecuta su autoridad delegada a través de los diferentes ministerios. La Iglesia procura establecer el orden perdido en la tierra (primero por Adán y Eva, luego por la desobediencia de Israel). Con relación al AT, en el nuevo Pacto el culto y los ministerios dan un giro en su administración de poder y autoridad que no debe desconocer quien pretenda ejercer cualquier ministerio en la Iglesia. 71 b. El marco de acción del profeta en el reino de Dios Cuando se lee acerca de los profetas del AT, como a Elías haciendo descender fuego del cielo sobre los baales, inmediatamente se podría pensar que el profeta de la Iglesia puede hacer lo mismo, sin hacer la justa diferencia entre los dos estadios de acción del profetismo (Ley y Gracia). Aunque es el mismo poder de Dios que actúa en ambos contextos la ministración no es igual por los cambios obvios que produjo el Nuevo Pacto (Jr. 31:34). Un ejemplo claro es cuando Elías hizo descender fuego del cielo sobre los profetas de Baal en Samaria (1R. 18, AT). En el NT Jacobo y Juan pretendieron repetir ese milagro en el mismo lugar, queriendo hacer descender fuego del cielo sobre una ciudad samaritana que rechazó a Jesús. Pero, Jesús reprendió la falta de misericordia de sus discípulos: “Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan dijeron: Señor, ¿Quieres que mandemos fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de que espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los pecadores, sino para salvarlas” (Lc. 9: 54 -56). Mientras en la Ley el pecador moría irremisiblemente y de forma inmediata por su pecado; en la Gracia se le brinda oportunidad de arrepentimiento mientras vive físicamente. Los discípulos le pidieron poder a Jesús para hacer descender fuego sobre esta ciudad samaritana para repetir el milagro que Elías hizo sobre los baales (1 R. 18:20). Pero, Jesús les reprimió su acción, enseñándoles que la Gracia no condena inmediatamente al pecador. Jesús les señaló que El vino al mundo a salvar las almas, no a perderlas. Jesús explicó que los discípulos estaban turbados y el espíritu que les motivó a pedir fuego sobre los samaritanos 72 no era el de la Gracia de Cristo, sino el espíritu punitivo permitido en la Ley (Lv. 24:19-20). Lo mismo sucedió cuando los religiosos judíos trajeron ante Jesús a una mujer que había sido sorprendida en pleno acto de adulterio (Jn. 8:1-11). Ellos reclamaban que según la Ley debía morir, pero Jesús les mostró que todos eran pecadores y nadie podía condenar la mujer. El Padre le dio todo el juicio a Jesús para juzgar, y Él le concedió el perdón a esta mujer por medio de su Gracia infinita. En la época del AT, el pecador debía morir por su pecado, es por eso que se refleja con frecuencia tanta muerte en el AT. Dios mismo ordenaba exterminar a los pecadores, en ocasiones con juicios tajantes, como el caso de las ciudades de Sodoma y Gomorra a quienes destruyó con fuego y azufre (Gn. 19), o con la espada, como hizo Israel con los cananitas (Dt. 9:5). En la Ley, el castigo por el pecado era la muerte inmediata. En la Gracia, Jesús carga con la maldición del pecado y de la Ley por medio de su sacrificio en la cruz. En la Gracia el pecador tiene oportunidad de arrepentirse de su pecado y librarse de la muerte mientras vive (Hb. 9:27). Si se ignora este cambio se cometerán errores crasos de interpretación bíblica. ____________________________________________________ La gran diferencia es que en el marco del AT el profeta de Israel ejercía su ministerio bajo la Ley, la cual permitía la venganza y la muerte inmediata del pecador (Dt. 19:21). La Gracia le da oportunidad al pecador de arrepentirse de sus pecados hasta el último día de su vida (Hb. 9:27.) ____________________________________________________ 73 74 Capítulo – 6 – EL MINISTERIO DE LA PROFECÍA EN LA IGLESIA ____________________________________________________ I. LA PROFECÍA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA a. La profecía predictiva y futurística La profecía como don y ministerio de la Iglesia se refiere a la profecía predictiva y futurista para edificación de la Iglesia y no estrictamente a la predicación del Evangelio. La predicación del Evangelio está enmarcada dentro de la profecía, ya que advierte a la humanidad lo que ha de venir y el futuro eterno que le espera a la humanidad. No obstante, la profecía predictiva y futurista tiene la función de edificar a los cristianos y no está por encima de la autoridad de la Biblia. Cualquier profeta que contradiga el Evangelio está puesto bajo el anatema divino (Gá. 1:8-9). La profecía, es un don que edifica sobre el fundamento de la doctrina bíblica, enseñada por los apóstoles de Jesús. No se debe confundir el don o ministerio profético de la Iglesia, con un “nuevo canon” que contradiga o altere la Biblia. Sectas y herejías cristianas han surgido de las mismas comunidades de fe cristianas, por autodenominados “profetas” que pretenden darle la misma autoridad de la Biblia a sus “revelaciones”. El don o ministerio profético de la iglesia no es para crear o agregar nuevas doctrinas a la Biblia, el canon está cerrado. El ministerio profético de la iglesia es para consolación, edificación y exhortación (1 Co. 14:3), siempre sobre la base de la Biblia y nunca en contradicción. 75 b. La profecía como don y ministerio de la Iglesia La profecía es un don (1 Co. 12:10-11), y también un ministerio de la Iglesia que Dios le da a ciertos cristianos para edificación (1 Co. 12:28; Ef. 4:11). Como don, Dios puede usar al creyente que desee para dar una palabra profética; pero se manifiesta con más frecuencia en los cristianos a los que Dios les ha dado este ministerio. Pablo expone los dones y ministerios de la iglesia por separado: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo” (1 Co. 12: 4-5). Aunque el cristiano no tenga un ministerio profético, el don de profecía puede manifestarse en su vida, si cree: “A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus... Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Co. 12: 10a- 11). No significa que todo el que profetiza posee un ministerio profético. Tampoco se necesita un ministerio profético para ejercer la profecía como un don del Espíritu en la Iglesia, pues el Espíritu puede impulsar al cristiano a profetizar según su voluntad. La profecía también es mencionada como ministerio de la Iglesia: “Y a unos puso Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” (1 Co. 12 –28). La profecía es un ministerio y un don activo de la Iglesia. Como ministerio suele manifestarse constantemente en la vida del profeta, si permanece en obediencia a Dios y su Palabra. Como don espiritual se puede manifestar ocasionalmente en la vida de cualquier cristiano. 76 c. ¿Tiene vigencia la profecía predictiva y futurista como ministerio de la Iglesia? Pablo establece un equilibrio en cuanto al don de profecía: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5: 19-21). Pablo, en una serie de amonestaciones, señala que no se deben apagar los dones del Espíritu Santo en la Iglesia. Pero se debe examinar el contenido de la profecía, con el derecho de retener lo bueno y desechar lo que no conviene. Nadie puede imponer profecías, esta queda sujeta al juicio consciente de quien la recibe y la Iglesia. La Biblia aprueba el uso del don de profecía en la Iglesia: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación” (1 Co. 14: 1-5). La Biblias muestra que la profecía es un don y ministerio vigente de la Iglesia, y se le da relevancia a la hora de procurarla entre otros dones del Espíritu. La Biblia señala que no se debe menospreciar la profecía (1 Ts. 5: 19-21). Y no se refiere a la profecía bíblica, pues dice que se tome lo bueno y se deseche lo malo; eso no se refiere a la profecía de la Biblia porque toda, es palabra de Dios. 77 II. EL PROPÓSITO DEL MINISTERIO PROFÉTICO EN LA IGLESIA a. El propósito de la profecía como don de la Iglesia Edificación, exhortación y consolación son tres elementos propios a la naturaleza de la profecía en la Iglesia: “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (1 Co. 14: 3-4). Estas tres palabras ayudan a entender el propósito de la profecía como don y ministerio en la Iglesia. Por medio del don profético el Espíritu Santo, revela lo íntimo y confirma que Dios está en medio de su pueblo (1 Co. 14: 24-25). b. Edificación Edificación (gr. Oikodomeo), significa construir, edificar, reedificar, etc. Construir es un concepto mesiánico de la construcción del reino de Cristo comenzado por Él y que será completado con su segunda venida29. El Espíritu Santo edifica la Iglesia por medio de los dones y ministerios. Edificar, es uno de los propósitos de la profecía y significa sumar a la obra comenzada por Jesús. Toda edificación posterior se debe hacer sobre la Roca que es Cristo (Mt. 16:18), consecuentemente sobre las enseñanzas de los apóstoles primitivos quienes dan testimonio de su vida, muerte y resurrección en la Biblia (1 Co. 3:10-12). La profecía debe edificar encima del fundamento (la Biblia), en amor al prójimo. No es para confusión. La 29 Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, Geoffrey W. Bromiley. Libros Desafió, Grand Rapids, Michigan, 2002. Pág. 661 78 profecía que no edifica sobre la Biblia debe desecharse, pues es señal de que no cumple el objetivo de la profecía. c. Exhortación Exhortación (gr. Parakaléo), se traduce como estímulo, consuelo o ruego. Esta faceta de la profecía no se debe confundir con la ofensa, pues en su significado original tiene el sentido de animar e infundir aliento30. Exhortar es otro propósito de la profecía, advertir con amor lo que no está bien y señalarlo con valor para el crecimiento y arrepentimiento de los que desobedecen. Esto no convierte al profeta de la Iglesia en juez o acusador. La exhortación es muy importante para mantener una fe sana dentro de la Iglesia. En la Biblia muchos fracasaron por ser alcahuetes con el pecado, sin embargo, la persona que no refleja frutos de amor, tampoco debe exhortar, porque lo hará con ira contra los demás, convirtiéndose su exhortación en una acción condenatoria, sin amor. La exhortación entre cristianos se debe hacer en un espíritu de amor que es la conclusión de Pablo a toda la temática de los dones espirituales (1 Co. 13). d. Consolación Consolación (gr. paramutía) significa animar, refrescar, cuidar, mitigar, aliviar, amortiguar, resolver, aplacar o satisfacer.31 Esta es una de las obras más resaltadas por Jesús acerca del Espíritu Santo (Jn. 14:16, 14; 26, 15:26, 16; 7). Si alguien reclama estar lleno del Espíritu Santo y ser un verdadero profeta, debe también mostrar misericordia. 30 31 Ibíd. Ibíd. 79 Sanar el alma herida es otra función de la profecía. Llevar paz a los que están atribulados y brindar palabras de aliento a los que sufren por diversas causas. Lo importante en todo el contenido de la profecía es que no se menciona que la profecía confunda. Todo lo que causa confusión no procede de Dios. El propósito de la profecía no es el escándalo, sino la edificación, exhortación y consolación de los creyentes. e. El propósito evangelístico del don profético En el día de Pentecostés, cuando los discípulos de Jesús fueron llenos del Espíritu Santo, hablaron por inspiración divina en los diferentes idiomas de las comunidades judías dispersas y presentes ese día en Jerusalén. Las lenguas eran inteligibles a los que escuchaban y Dios les habló a través de ellas. La manifestación del Espíritu Santo en otras lenguas ese día instó a los presentes a convertirse a Dios. Pablo también perseguía un orden en la profecía (no sólo para edificar la iglesia); con un propósito evangelístico, para que los incrédulos aceptaran a Jesús como salvador, al revelador el Espíritu lo que ocultaban en sus corazones: “Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así postrándose sobre el rostro, adora a Dios declarando verdaderamente que Dios está entre vosotros” (1 Co. 14:24-25). La profecía como un don o ministerio de la Iglesia puede traer conversos a Cristo a través de una palabra profética. 80 III. EL ORDEN DE LA PROFECÍA EN LA IGLESIA a. Ningún profeta puede contradecir la Biblia En el Nuevo Testamento hay evidencia del ministerio y don profético de la Iglesia. Pero es preciso aclarar que este es un don y ministerio para edificar la Iglesia sobre el fundamento de la Biblia. Hay juicio advertido a quien quite o añada a la Biblia (Dt. 4:2; Ap. 22:18-19). El Espíritu Santo inspiró la Biblia (no puede contradecirla), y menos por medio de alguien que se autoproclame profeta: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:20-21). La palabra privada (gr. “Jidios”) significa, propio, particular o privada. “El apóstol Pedro explica que los escritores de la profecía bíblica no impusieron su propia construcción sobre las palabras divinamente inspiradas que registraron” (Vine, 1999. 462, 701). Fue Dios mismo quien les inspiró a relatar su contenido Si el Espíritu Santo inspiró la Biblia, no puede luego contradecirla. Dios no cambia (Stg. 1:7; 1 S. 15:29). Nadie que profetiza por el Espíritu puede contradecir la Biblia, no importa el título que posea. La Biblia advierte: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gá. 1:8). Pablo reconoce que ni el mismo (quien recibió de Dios la revelación del Evangelio) podía contradecirlo, bajo pena de maldición. Esta verdad es tan seria que Pablo pone en esta lista a cualquier supuesto “ángel” o espíritu que contradiga la Biblia, bajo el juicio del anatema divino. 81 El profeta de la Iglesia está remitido a sujetarse al contenido doctrinal de la Biblia, pues no puede añadir, ni quitar a la profecía canónica, ya que su misión es sobreedificar a los cristianos y evangelizar al mundo sobre el fundamento de la Biblia. En torno al verdadero profeta y su relación con la autoridad de la Biblia, se puede resaltar lo siguiente: La Biblia es el fundamento del cristiano, no la profecía. Debe mostrar total sumisión a la Biblia. No contradice la Biblia, porque el Espíritu Santo no puede contradecir lo que él inspiró (La Biblia, 2 T. 3:16). Todo profeta debe remitirse a confirmar la Biblia. La Biblia tiene autoridad por encima de lo que pueda decir cualquier profeta, no importa el título que posea. No causa confusión en la iglesia. No divide la obra de Dios. La edifica. No manipula con palabras o amenazas para lograr objetivos personales o que se obedezca sus profecías. No coacciona al prójimo para manipular su voluntad. No obliga a hacer nada que otra persona no desee hacer. Respeta la voluntad ajena, aun de aquellos que rechazan sus palabras. El profeta debe respetar el libre albedrío de todo ser humano, porque también Dios lo respeta. b. El Espíritu y la Biblia nunca se contradicen Algunos ejemplos de los profetas de la Iglesia primitiva, demuestran que sus profecías estaban dirigidas a guiar a los santos en sus ministerios y a confirmar la Biblia, no a crear nuevas doctrinas. Cuando Pedro fue guiado por el Espíritu Santo a casa de Cornelio, le predicó el Evangelio, no se creó una nueva doctrina (Hch. 10:9-20). Cuando el Espíritu Santo, por 82 medio de los profetas de la Iglesia les confirmó el llamado a Pablo y a Bernabé, no se agregó doctrinas nuevas (Hch. 13: 1-3). Esos ejemplos muestran que las herejías en que caen algunas personas, al añadir a la doctrina bíblica, es por falta de conocimiento bíblico. Igualmente, los que rechazan la profecía como ministerio de la Iglesia, lo hacen también por falta de conocimiento, pues se llenan de temores al pensar que, si algunos casos se salen del orden bíblico, deben rechazar de manera general la profecía como ministerio y don de la Iglesia. Para el caso, la Biblia o ciertos pasajes bíblicos se han usado como una excusa para crear herejías, pero eso no nos conduce a dejar de leerla. Al contrario, lo que se debe hacer es estudiarla correctamente para no caer en error. Lo mismo sucede con la profecía u otros temas bíblicos, hay que estudiarla a fin de enseñarla correctamente y no caer en error de rechazarla, como advierte la Biblia: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5:19-21). El Espíritu y la Biblia caminan en perfecta armonía. Son como las dos alas en el vuelo de un ave. Si le quitas una, no podrá volar. Las dos forman parte de un solo cuerpo. El Espíritu y la Biblias nunca se contradicen, quien se contradice es el que la interpreta mal. Cuando alguien cae en ese error, ya sea por arrogancia o falta de conocimiento, abre la puerta al error y la herejía. Los saduceos, eran maestros de la Ley; pero, su interpretación errada de las Escrituras y falta de fe en el poder de Dios, abrió una puerta a la confusión acerca del conocimiento divino. Jesús les exhortó diciendo: 83 “Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mt. 22:29). Jesús exhortó a los saduceos diciéndoles que su ignorancia de las Escrituras y el desconocimiento del poder de Dios, les hacían errar. El Espíritu y la Biblia son dos puertas que se pueden utilizar para confusión, cuando los interpretes la usan mal. El apóstol Pablo advirtió que falsos profetas pretenderán hablar por el espíritu, y falsos maestros crearán confusión usando erradamente la Biblia. Él dijo: “Que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Ts. 2:2). Pablo adivirtió que, no se debe caer en confusión, ni por espíritu, ni por palabra. Algunos pretenderán hablar por el espíritu, y otros añadirán nuevas y falsas doctrinas por su error en la interpretación bíblica. De acuerdo al contexto del verso anterior, algunos cristianos primitivos habían escrito cartas en nombre de Pablo o las habían tergiversado. La Biblia advierte que los errores en la interpretación bíblica, y la ministración de los dones divinos, se da por falta de conocimiento y la arrogancia de los que pretenden saber. Pablo escribió: “De las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (1 Ti. 1:67). Se debe tener cuidado de las personas que pretendan hablar por el espíritu o que reclamen ser maestros de la Biblia, sin serlo. Estas dos vías, el espíritu y la palabra, serán aprovechadas por los espíritus de error cuando los incautos y soberbios pretendan hablar en nombre de Dios. 84 Por eso la Biblia advierte que debemos probar los espíritus, para distinguir entre lo falso y o verdadero: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Jn. 4:1). Lo mismo dice de la profecía, que debe ser juzgada: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Co. 14:29). c. La profecía puede y debe ser juzgada por la Iglesia La relación del Espíritu Santo y la Biblia es como las dos alas de un ave; si se le quita un ala no puede volar. Asimismo, el Espíritu y la Biblia son inseparables y nunca se contradicen el uno al otro. Es peligroso creer que quien posee dones espirituales, ha alcanzado el cielo y que sus palabras sean más importantes que la Biblia. Por ese error han surgido grandes herejías y falsas doctrinas en la Iglesia que han llevado a la destrucción de muchos cristianos. Esa fue una de las causas por las que Pablo escribe mandamientos a los Corintios acerca de la profecía, por su pretensión de espiritualidad y sabiduría, que les condujo a la resistencia de la autoridad del apóstol. Los corintios creían que al poseer sabiduría y dones espirituales no necesitaban más instrucciones del apóstol Pablo, quien inicialmente les había predicado el Evangelio (1 Co. 1:5-7). Aunque un profeta haga descender fuego del cielo y haga llover de abajo hacia arriba, su profecía debe ser juzgada a la luz de la palabra de Dios. La Biblia señala: 85 “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”32 (1 Co. 14:29). Pablo advierte que la profecía debe ser juzgada por la Iglesia. Quien profetiza no puede imponer sus criterios, usando el argumento de que Dios le ha hablado y por tanto se debe aceptar obligadamente sus palabras. El profeta debe permitir que la Iglesia vierta su juicio con relación a su profecía para determinar si a la luz de la Biblia procede de Dios o no, porque la Biblia así lo ordena. Quien profetiza debe remitirse a dar el mensaje y la Iglesia tiene la autoridad delegada de Dios para juzgarla33. Conocer la manifestación de los dones del Espíritu no le da autoridad a nadie para imponer sus criterios personales dentro de la Iglesia. Los dones del Espíritu no tienen relación con la autoridad delegada por Cristo a su Iglesia. Hay líderes humildes que no tienen las manifestaciones espirituales de algunos miembros de sus iglesias, pero la autoridad del pastor no puede ser usurpada, por alguien que posea dones espirituales. La autoridad de un ministro no está relacionada con los milagros, sino con la separación que Dios le ha hecho al ministerio, por humilde que sea. Las manifestaciones del Espíritu Santo no determinan el nivel de autoridad que 32 Juzgar, palabra que en griego se usa también para discernimiento de espíritus (determinar si el espíritu que habla o impulsa la acción es de Dios o no). Este juicio lo harán aquellos que han alcanzado madurez en el conocimiento de Dios y su Palabra. 33 Entiéndase la palabra juzgar, en este contexto, como determinar si la palabra del profeta procede de Dios o no, y no como una crítica o condena sin misericordia al profeta. Al menos que la persona profetice con la intención de destruir conscientemente, se debe ejercer la autoridad para corregir cualquier desorden. 86 alguien ocupa en el reino de Dios, son solo dones para edificación de cuerpo de Cristo. En el reino de Dios la autoridad es delegada por medio del llamado divino, no por milagros. Eso lo debe aprender todo el que anhele dones espirituales. El profeta debe ser humilde y someterse a las autoridades establecidas por Jesús en el reino. Profetizar o hacer milagros no da derecho a gobernar. d. La blasfemia contra el Espíritu Santo Uno de los argumentos que más utilizan los profetas falsos para manipular personas por medio de la profecía es la “blasfemia contra el Espíritu”. El profeta asegura que si no hacen lo que él dice les va caer fuego del cielo o se van a morir mañana. Pero, ¿Qué es en verdad la blasfemia contra el Espíritu? La blasfemia contra el Espíritu no es juzgar una profecía. La Biblia le da ese derecho a la Iglesia: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Co. 14-29). Ningún profeta debe resistirse a que sus palabras sean juzgadas por la Iglesia. Es un mandamiento divino (1 Co. 14:37). Si el profeta no quiere que se juzgue su profecía en la Iglesia, que calle y no hable. Nadie puede estar por encima de la autoridad de la Iglesia. La blasfemia contra el Espíritu de la cual Jesús habló, consiste en atribuirle a Satanás de forma deliberada y consciente, la obra divina. Con relación a la blasfemia contra el Espíritu Jesús enseñó: “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres. Mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo, 87 no le será perdonado, en este siglo ni en el venidero” (Mt. 12: 31-32). Jesús habló aquí a los fariseos, quienes lo acusaban de echar fuera demonios por el poder del Satanás, para no aceptar su divinidad y denigrarlo ante del pueblo. Pero la blasfemia consiste en que los fariseos rechazaron las obras de Jesús siendo conscientes de que el Espíritu Santo de Dios era quien obraba los milagros, pero se lo atribuían a Satanás para no reconocer a Jesús como el Mesías. Cuando un cristiano no está seguro si algo procede de Dios y un profeta quiera obligarle a creer, el cristiano no debe sentirse intimidado. Ningún cristiano está obligado a creer u obedecer las palabras de un profeta, pues, aunque procedan de Dios, Él respeta la decisión de cada ser humano. Juzgar una profecía no es blasfemar contra el Espíritu Santo, porque es un derecho que Dios le dio a la Iglesia. 88 Capítulo – 7 – MANDAMIENTOS ACERCA DE LA PROFECÍA ____________________________________________________ I. MINISTRACIÓN DE LA PROFECIA EN LA IGLESIA a. “No pude resistir al Espíritu” En la iglesia de Corinto, algunos cristianos se consideraban muy espirituales (1 Co. 14:37) e interrumpían las reuniones de la congregación arguyendo que no podían resistir al Espíritu Santo. Esto causó desorden entre los hermanos. Pablo les escribió mandamientos a fin de mantener el orden en las reuniones cristianas. Estas tienen vigencia para la Iglesia de todos los tiempos. La Biblia ordena: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas. Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos” (1 Co. 14: 32-33). Dios les demanda control de sí mismo a los profetas. Hay un tiempo para todo y en ese orden es que la Iglesia debe ejercer los dones del Espíritu. Ese orden se debe aprender (1 Co. 14:31). El cristiano, aunque sea un ser nacido del Espíritu, ha sido dotado de dominio propio como un fruto del Espíritu (2 Ti. 1:7). Esto le permite un autocontrol. Con relación a la ministración de los dones espirituales en la Iglesia, Pablo señala: “Pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Co. 14: 40). En 1 Corintios 14, Pablo hace un resumen del problema de los Corintios. Pablo no ataca el ejercicio de la profecía en la Iglesia de Corinto, sino el desorden en que habían incurrido. Pablo apela a un orden consciente en la administración de los dones espirituales: 89 “¿Si pues toda la iglesia se reúne en un solo lugar y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, no dirán que estáis locos?” (1 Co. 14:23). Pablo advierte que si no hay un orden en el ejercicio de los dones espirituales dentro de la Iglesia ésta parecerá un manicomio. A los profetas les manda: “Asimismo los profetas hablen dos o tres y los demás juzguen y si algo fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero” (Vs. 29-30). Al decir que el primero debe callar, Pablo está hablando de orden y dominio propio de los profetas en la Iglesia. Los demás (la Iglesia) deben juzgar la profecía. Pablo señala que todos pueden aprender, no solo a profetizar, sino el orden en que debe darse la profecía: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados” (vs. 31). Cuando se habla de hacerlo uno por uno, Pablo está interesado en el orden de la profecía en las reuniones y no tanto en el modelo. Según Pablo, la profecía en las reuniones, se debe dar en un tiempo y ante la congregación, para que toda la Iglesia aprenda, sean testigos y puedan juzgar lo que se profetiza. La profecía no se debe dar en un rincón, se debe traer a la luz para que edifique la Iglesia. Pablo quiere proveer una salida al problema de los corintios y apela a que usen el dominio propio y que no pretendan atribuirle al Espíritu el desorden que habían provocado. El mandato de Pablo es imperativo: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas” (1 Co. 14:32). Los profetas de Corinto habían entrado en un estado de frenesí y es posible que bajo esa experiencia no 90 quisieran parar de profetizar, con la excusa de que el Espíritu no se los permitía, creando un caos en la Iglesia. Hace más de dos mil años que Pablo escribió estos mandamientos para evitar el desorden en las reuniones cristianas y todavía se cae en los mismos errores. b. Advertencia contra la soberbia En Corinto había profetas que se creían muy espirituales. Este problema parece ser típico en comunidades de fe donde el Espíritu se manifiesta con dones espirituales, creyendo que no necesitan más instrucciones que las del Espíritu. Pablo advierte que todo lo que les escribió con relación a la profecía, son mandamientos del Señor: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Co. 14: 37). Pablo sabía que bajo el manto de la espiritualidad muchos se cobijarían para no aceptar su exhortación acerca del abuso de los dones espirituales. Pablo advierte a los que creían saberlo todo en Corinto (sofistas)34 que les escribe mandamientos del Señor relacionados a la profecía y lo hace con la autoridad que Dios le delegó como apóstol. Pablo escribió estos mandamientos por orden del Señor (Gá. 1:11-12) y esa palabra tiene vigencia hoy día. La profecía se puede ejercer en la iglesia bajo los mandamientos y enseñanzas de la Biblia. Los que niegan el uso de la profecía, como los que creen que se debe ejercer sin un orden en la Iglesia están en extremos no bíblicos. 34 Sofistas - Conocidos con este nombre entre los griegos por su afición a la filosofía y a la discusión por medio de sofismas o argumentos falsos. Muchos conversos de esta línea fueron a los que Pablo debió enfrentarse. 91 c. La presunción de ser profeta Habrá personas que pretendan ser profetas, sin serlo. La Biblia señala que el corazón humano es engañoso (Jr. 17:9) y Satanás puede aprovechar, aun las sanas intenciones, para crear confusión y destrucción. Por eso, Pablo ordena a la Iglesia juzgar la profecía; para evitar el engaño y la herejía. La Iglesia debe usar su discernimiento para juzgar con libertad la profecía. Es un mandato bíblico. La Biblia explica cómo reconocer un verdadero profeta: “Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él” (Dt. 18:21-22). Se puede dar el caso que un supuesto “profeta” presuma que Dios le ha hablado, sin ser verdad. Si la profecía anunciada no se cumple, es evidencia que no procede de Dios. Tal profecía debe ser desechada. Si un profeta habla con presunción se le debe instruir para que no cree confusión. La amonestación se debe hacer con sabiduría a fin de que no se le destruya. Si alguien profetiza intencionadamente, sin ser verdad y persiste, se le debe disciplinar a fin de que desista de profetizar y no caiga en confusión. d. Lo revelado es nuestro; lo secreto le pertenece a Dios El cristiano debe dejar que el tiempo aclare el plan de Dios para su vida, el cual es bueno, según la Biblia (Ro. 12:2). Se debe esperar en Dios y no tratar de conocer lo que Dios ha puesto en su sola potestad (el futuro). La Biblia advierte: 92 “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Dt. 29:29). Dios ha diseñado un plan perfecto para cada ser humano, pero nadie está autorizado a saber todo lo que le depara el futuro, eso está puesto bajo la soberanía divina, pues en parte conocemos y en parte profetizamos (1 Co. 13:8-10). El don profético de la Iglesia se manifiesta para conocer algunas cosas antes que sucedan para que el ser humano entienda que Dios conoce todas las cosas, pero no tiene el fin de revelarlo todo. Dios revela lo que es para provecho y las cosas que no son reveladas (como el futuro) le pertenecen a Él. Si Dios hubiese querido que el ser humano supiera lo todo que le depara el futuro, le hubiese dotado de tal capacidad. El futuro le pertenece a Dios y este es bueno para sus hijos porque el fin es la vida eterna. Hay buenas noticias para todos los que han recibido a Cristo como su salvador, tienen un futuro glorioso, no importa lo que se puedan sufrir aquí en la tierra. Él ha prometido estar todos los días con sus hijos y suplir todas sus necesidades (espirituales, emocionales, económicas, etc., Mt. 28:20; Fil. 4:19). Su Palabra debe dar consuelo a través de sus promesas, las cuales son innumerables para cada necesidad específica. Cualquier palabra profética, debe confirmar lo que ya Dios ha dicho de sus hijos en la Biblia. En gran manera, el futuro de cada persona depende de su grado de obediencia a la Palabra de Dios, más que de otra causa. 93 94 Capítulo – 8 – LOS PROFETAS DEL NUEVO TESTAMENTO ____________________________________________________ I. LA DIFERENCIA ENTRE LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO COMO PROFECÍA Y LA PROFECÍA PREDICTIVA Y FUTURISTA a. La predicación como profecía El canon bíblico (libros de la Biblia aceptados como inspirados), es la única fuente de autoridad que rige la fe y la conducta cristiana. La profecía canónica está sellada. El apóstol Pedro señala: “Tenemos también la Palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en un lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1: 19-21). En este contexto, el apóstol Pedro se refiere a la palabra profética canónica del AT35, las Sagradas Escrituras en las que los profetas y apóstoles dieron su testimonio acerca de la veracidad de la misión de Jesús como el Hijo de Dios. 35 En los versos 16 al 21 (contexto inmediato de 1 Pedro 19:1) se nota que Pedro trata de explicar que Jesús es el Mesías y para eso expone dos evidencias: su testimonio ocular y las profecías mesiánicas relacionadas a Jesús escritas en el Antiguo Testamento. 95 Esta palabra profética a la que Pedro se refiere, son las profecías del AT (Tanak)36 que indiscutiblemente, todas apuntan al Mesías y no debe confundirse con el don profético dado a la Iglesia para edificación de los cristianos. Pedro quiere asegurar que la profecía bíblica es fiel y verdadera; pero no está negando la vigencia de la profecía predictiva y futurista como un don o ministerio de la Iglesia. Al asegurar lo confiable que es la palabra de Dios, Pedro no está negando la vigencia del ministerio profético en el Nuevo Testamento. La palabra de Dios evidencia la vigencia del don y ministerio profético de la Iglesia para edificación de los cristianos. Todo predicador que anuncia el Evangelio se convierte en un profeta al ser el portavoz que anuncia el reino venidero de Cristo, la vida y la condenación eterna, el fin del mundo, etc. Este mensaje escatológico se convierte en sí mismo en una profecía. La predicación del Evangelio es un mensaje profético de la Biblia, pero no niega la vigencia de la profecía predictiva y futurista que es un don y ministerio para edificación de la vida personal de los cristianos y la Iglesia, que está evidenciado en la Biblia. b. La profecía predictiva y futurista A diferencia de la predicación del Evangelio como profecía, la profecía predictiva y futurista se refiere al don de la Iglesia que tiene el fin de edificar, exhortar y consolar a los cristianos por el Espíritu. No se refiere estrictamente a la predicación del Evangelio, aunque tiene implícito ese propósito. 36 Tanak (hb.) – Torah, el pentateuco o primeros cinco libros de la Biblia. Nebiim, los profetas y ketubin los libros sapiensales. 96 La Biblia señala que el día de Pentecostés los discípulos fueron bautizados con el Espíritu Santo y recibieron diversos géneros de lenguas (idiomas) inspirados de forma sobrenatural por el poder de Dios. Ellos hablaron mensajes comprensibles a quienes los escuchaban, sin conocer sus idiomas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras leguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: ¿Mirad no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” (Hch. 2:4-8). Los diversos géneros de lenguas que recibieron los discípulos de Cristo el día de Pentecostés fueron usados por el Espíritu Santo para trasmitir mensajes a los reunidos de todas las naciones en Jerusalén para la pascua judía, hablándoles en sus lenguas de origen. Juntamente con las lenguas se manifestó la palabra profética. Esta misma manifestación recibió los hermanos en Éfeso: “Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hch. 19:6). Cuando Pablo oró por los hermanos de la iglesia de Éfeso, recibieron lenguas del cielo y profetizaron37. 37 Eventos similares se dieron en el AT, donde las personas sobre las cuales descendió el Espíritu Santo, profetizaron (Nm. 11:25; 1 S. 10:10). 97 La misma manifestación espiritual se dio entre los corintios. Pablo explica: “Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así postrándose sobre el rostro, adora a Dios declarando verdaderamente que Dios está entre vosotros” (1 Co. 14:24-25). Pablo trata el tema de la profecía como un don de la Iglesia (14:1). Esta profecía predictiva y futurista, revela un mensaje de carácter personal. El profeta habla por medio del Espíritu Santo a una persona o comunidad en particular y Dios revela lo que hay en su corazón. Eso fue lo que le sucedió a la mujer samaritana, cuando Jesús sacó lo que estaba oculto en su corazón, al declararle que había tenido cinco maridos y el que ahora tenía no era de ella (Jn. 4:18). A través del Don de profecía o la profecía predictiva y futurista, Dios puede revelar lo que está oculto en el corazón de una persona a fin de darle testimonio de que Dios es veraz y esto le puede conducir a Cristo. Esta profecía predictiva, también lleva implícito un fin evangelizador, pero está dirigida a la edificación personal, no puede trastocar el contenido de la Biblia (bajo el juicio de condenación), se remite a confirmarla. 98 II. EL MINISTERIO Y DON PROFÉTICO EN LA ERA DE LA IGLESIA a. Evidencia del profetismo de la Iglesia primitiva En el libro de los Hechos, aparecen relatos de profetas dentro del contexto de la iglesia primitiva (NT). Esto demuestra que el ministerio de la profecía tiene vigencia hoy día para la iglesia: “Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hch. 15: 32). En este pasaje se hace referencia a estos dos cristianos enviados a Antioquia, a quienes se les confiere el título de profetas. Estos fueron enviados a los gentiles con la carta de resolución del concilio de Jerusalén a los gentiles. Estos profetas de la Iglesia primitiva, eran llenos del conocimiento del Evangelio, pero no solo anunciaban el Evangelio; tenían dones espirituales por medio de los que ministraban consolación a los hermanos y les confirmaban en la fe (edificación), dos objetivos claros de la profecía. El verso explica que ellos también eran profetas, dando a entender que no estaban allí solo para entregarles una carta, como profetas de Dios consolaron y confirmaron a los hermanos en la fe. Pablo exhortó a Timoteo a mantenerse firme como un soldado en la milicia de la fe, confortado por medio de algunas profecías que anteriormente se habían hecho con relación a su llamado ministerial: “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia” (1 Ti. 1:18). Es obvio que Pablo no se refiere a ninguna profecía del AT; sino a una palabra profética que Timoteo había recibido de 99 parte de Dios con relación a su ministerio, como ha sido usual en la era neotestamentaria. El Espíritu Santo por medio de los profetas de la Iglesia da testimonio del cristiano y de su llamado ministerial. El Espíritu Santo confirma la obra de Cristo en el creyente. Pablo recibió confirmación del Espíritu Santo acerca de su llamado por medio de los profetas en Antioquía: “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros… Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra que los he llamado” (Hch. 13: 1a, 2). Ya Jesús había escogido a Saulo como apóstol para llevar su Evangelio entre los gentiles (Hch. 9:15). En esta ocasión el Espíritu Santo le confirmó su llamado por medio de los profetas de Antioquia. Es evidente en la Biblia que la iglesia disfruta del ministerio profético para edificación de los creyentes en la era neotestamentaria. b. El profeta Agabo Agabo, es un profeta de la Iglesia muy renombrado en el libro de los Hechos de los apóstoles, un breve vistazo a su vida y ministerio ayuda a entender con más claridad el ministerio profético de la iglesia: “En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual se cumplió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y Saulo” (Hch. 11: 27-30). 100 En este pasaje se mencionan unos profetas de la Iglesia, haciendo alusión a varios que descendieron de Jerusalén. Pero el relato se centra en uno de los profetas, Agabo. En este caso la profecía de Agabo no se refiere al anuncio del “Kerigma” (predicación del Evangelio), sino a una profecía predictiva futurista que advertía una hambruna que vendría en todo aquel territorio. El propósito de la profecía del profeta Agabo era para que la Iglesia se preparara con alimentos ante la inminente crisis advertida. El escritor señala, que esto se cumplió en tiempos del emperador romano Claudio (41-54 d. C.). Esto se puede corroborar a través de la historia cristiana. El historiador Josefo confirma una hombruna ocurrida en Judea en el año 46 d. C.38. El profeta Agabo profetizó un evento ajeno al anuncio del Evangelio y se cumplió. Es evidente que el oficio profético continúa vigente en la era de la Iglesia. La Iglesia siempre ha gozado de este don para edificación de los cristianos. Este ejemplo desmiente que el profeta de la Iglesia solo anuncia el Evangelio, también tiene dones espirituales para edificación de la Iglesia. La profecía predictiva es una realidad que se debe encarar, su vigencia en el contexto del NT es evidente. Pero existe la necesidad de apropiarse del orden bíblico que conduzca a canalizar los dones espirituales para beneficio de la Iglesia. Este orden fue uno de los grandes deseos del apóstol Pablo al escribir el capítulo 14 de su primera Carta a los Corintios. Pablo exhortó a los corintios a procurar los dones espirituales con la salvedad de que 38 Maier, L. Paul. Josefo. Las obras esenciales. Ed. Portavoz. USA, 1994. Pág. 239. 101 esto se hiciera en completo orden y armonía dentro de la comunidad cristiana. c. El profeta advierte; no obliga a creer En Hechos 21, el profeta Agabo dio un mensaje profético por medio del Espíritu Santo acerca del futuro inmediato de Pablo usando símbolos. La Biblia señala que Pablo posó en casa del evangelista Felipe, quien tenía cuatro hijas que eran profetisas (Hch. 21:8) y estando allí, descendió de profeta de Judea, el profeta Agabo: “Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quién viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quién es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles” (Hch. 21:10-11). Al puro estilo de los profetas antiguos, y por medio de símbolos, aparece nuevamente en escena este profeta de la Iglesia, quien atándose de pies y manos con un cinto dio a entender por el Espíritu que de la misma manera atarían al dueño del cinto, el cual resultó ser de Pablo. El pasaje sugiere que el profeta no sabía a quién pertenecía el cinto, pero por medio de Espíritu Santo pudo advertir lo que le pasaría a su dueño. Es importante hacer notar que Pablo trato de ser persuadido por los hermanos de no ir a Jerusalén a causa de la palabra del profeta Agabo, pero el continuó su viaje (vs.12-24). Dios le advirtió a Pablo por medio del profeta Agabo acerca del peligro que le esperaba en Jerusalén, pero él partió hacia allá, sin que se impusiera la palabra del profeta, cuya misión fue dar la advertencia, no obligar a 102 Pablo a no ir a Jerusalén. Agabo confirma que el profeta advierte, no obliga a creer. Cuando Dios da un mensaje a través de un profeta, este debe preocuparse por la decisión que finalmente tome el aludido, pues cada persona tiene libre albedrío para aceptar o rechazar un mensaje. Dios no obliga a obedecer. Pablo fue a Jerusalén y le sucedió lo que el profeta le advirtió, pero él estaba dispuesto a morir por la causa de Cristo y no le importó las consecuencias (Dios le advirtió a Pablo lo que le sucedería, pero no le dijo que no fuera). El Espíritu Santo quería preparar emocional y mentalmente a Pablo para lo que le esperaba y este no se detuvo en su intento de ir a Jerusalén a pesar de la advertencia del profeta. La intención del profeta Agabo no fue impedir que Pablo fuera a Jerusalén; sino dar el mensaje que recibió por medio del Espíritu Santo. Si alguien no cree en la profecía, ni en los milagros, simplemente nunca los verá, pero no se le puede obligar a creer en la profecía, ni en los demás dones espirituales. Algunos profetas se enojan cuando no les aceptan sus palabras de profecía, ese es un error, porque el tiempo es el que demuestra lo que es o no es de Dios. La labor del verdadero profeta no es la de imponer sus palabras, ni obligar a que los demás le crean u obedezcan, es sólo un comunicador de lo que Dios le manda decir. La iglesia tiene el derecho a dar su veredicto con relación a cualquier profecía y eso no es una blasfemia contra el Espíritu, ni es pecado. La Biblia no autoriza a nadie a ir por encima de la autoridad de la iglesia. Todo profeta debe estar dispuesto a someter su profecía para ser juzgada por la congregación. Es un mandato divino, le agrade o no (1 Co. 29:30). 103 104 CONCLUSIÓN ¿Creer o no creer en la profecía? El ministerio de la profecía ha sido víctima de los extremos. Por un lado, están los que han ubicado sus propias palabras de supuestas profecías por encima de las enseñanzas de la Biblia, de manera que no son parte de una Iglesia (acéfalos) como establece la Biblia (Hb. 13:17). Tampoco tienen una liturgia formal, sino que sus cultos están supuestamente, dirigidos por el “espíritu” y carecen de un orden en sus reuniones, invalidando el mandato bíblico que advierte que el desorden no lo aprueba el Señor: “Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar en lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden” (Co. 14: 39-40). Pablo no está en contra del uso de los dones espirituales en la Iglesia, si no en contra del desorden. En esa línea están los que creen todo lo que escuchan, sin tener control de sus propias vidas. Cuantos falsos profetas han dicho que el mundo se acabar en una fecha específica y han quedado en vergüenza. ¿Es labor de la profecía provocar escándalo? La Biblia señala que la profecía es para edificar el cuerpo de Cristo. En otro extremo, están los que, por su formación teológica u otras razones personales, niegan que la profecía sea un don vigente de la Iglesia. Sólo Dios es infalible En el tema profético siempre habrá errores, eso es inevitable, porque el ser humano falla. La Iglesia debe educar al pueblo en el conocimiento bíblico de la profecía. La fe cristiana tiene su fundamento en la Biblia y esta tiene autoridad por encima de toda opinión personal o profecía. 105 Ningún profeta puede manipular a otras personas haciéndoles creer obligadamente que sus palabras vienen de la boca de Dios, sin respetar la decisión final que tome cada persona. Ningún profeta puede imponer su profecía, aunque venga de Dios, porque Dios respeta al ser humano y no obliga a nadie a hacer su voluntad. El ser humano tiene libre albedrío para escoger lo que desea hacer con su vida. No se puede usar a Dios como excusa para que los demás acepten caprichos personales. Todo don espiritual debe glorificar a Dios Todo don espiritual procede de Dios: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Stg. 1: 17a). Los dones divinos son del Espíritu, el ser humano es solo un administrador: “Téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios” (1 Co. 4:1). Los dones espirituales deben ser ministrados para la gloria de Dios, no para exaltar al ser humano: “Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Co. 4:7). El amor es el mayor de todos los dones, sin amor ningún don espiritual es útil en el reino de Dios: “Si yo hablo lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor nada soy” (1 Co. 13:1-2). 106 ANEXO EL ORDEN DE LA PROFECÍA COMO DON Y MINISTERIO DE LA IGLESIA Pablo escribió mandamientos en la Biblia para ordenar el don y ministerio de profecía en la Iglesia. A continuación, presentamos un orden sugerido. No se puede menospreciar: Pablo enseñó que el don de profecía no se puede menospreciar en la Iglesia. Pero, advierte que se debe juzgar para tomar lo bueno y desechar lo malo39. “No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5:20-21). Se debe procurar: Pablo menciona la primacía de la profecía ante los demás dones espirituales y exhorta a que se procure más que cualquier otro don: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Co. 14:1). Tiene un propósito: El propósito que persiguen los ministerios es la edificación de la Iglesia como cuerpo de Cristo y la profecía cumple esta función. Además, exhorta sobre la base del amor y consuela, que es la labor más resaltada 39 La profecía en este pasaje se puede referir también a la escrita, pero la profecía escrita no se puede desechar como lo sugiere el verso, en cambio la predictiva y futurista si se puede juzgar. 107 por Cristo acerca del Espíritu Santo (Jn. 14:16, 26; 15:26; 16:7): “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Co. 14:3). Es un don del Espíritu: La Biblia muestra que la profecía es un Don espiritual del que goza la Iglesia y que se manifiesta en los cristianos que el Espíritu Santo desee hacerlo: “Procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. A otro el hacer milagros, a otro profecía” (1 Co. 14:1b, 12: 10a, 11). Es un ministerio de la Iglesia: La profecía se menciona como uno de los ministerios vigentes de la Iglesia. En el NT se menciona como un don espiritual y a la vez como ministerio de la Iglesia: “Y a unos puso Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan” (1 Co. 12:28). Se debe juzgar: La palabra juzgar es usada en 1 Co. 12:10, con el significado de discernir espíritus. Eso implica que juzgar una profecía no es solamente para saber si procede de Dios o no, sino para discernir el espíritu que impulsa la profecía. La Iglesia tiene todo el derecho de juzgar la profecía y determinar si se ajusta o no al contenido de las enseñanzas de la Biblia: “Asimismo los profetas, hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Co. 14:29). 108 El profeta debe tener dominio propio: El hecho de que un profeta este inspirado bajo la unción del Espíritu Santo no debe ser una excusa para causar desorden en las reuniones. Pablo demanda control de sí mismos a los profetas, bajo el principio de que Dios es ordenado y le ha provisto de dominio propio al cristiano (2 Ti. 1:7): “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas, pues Dios no es Dios de confusión sino de paz…” (1 Co. 14:32-33a). Pablo escribe mandamientos de Cristo: Algunos profetas de Corinto se creían muy espirituales (gr. pneumatikos) y se tornaron soberbios escudándose en su espiritualidad para rechazar la autoridad del apóstol Pablo. Pablo les advierte que no es su opinión, sino que les ha escrito mandamientos del Señor con relación a la profecía: “Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Co. 14:37). 109 BIBLIOGRAFÍA Bibliografía general Caballero Y., Raúl. Comentario Bíblico del Continente Nuevo -Efesios. Unilit, USA, 1992. Cavedo, Romeo. Profetas, historia y teología del profetismo en el AT. Ed. San Pablo. Madrid, España. 1996. Cullmann, Oscar. 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Biblia De Jerusalén-revisada y aumentada. Ed. Desclee De Brouwer. Bilbao, 1998. 112 JOEL PERDOMO 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. NO HAY MALDICIÓN PARA LOS CRISTIANOS EL DIEZMO DESDE ABRAHAM A CRISTO LA PROFECIA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA LA ORACIÓN EFICAZ LA LEY Y LA GRACIA EL LLAMADO AL MINISTERIO LOS MINISTERIOS DE LA IGLESIA ADORADODES EN ESPÍRITU Y EN VERDAD FE SIN LÍMITES SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR VIDA Y MINISTERIO (autobiografía). LA IGLESIA E ISRAEL COMO SEÑALES DEL FIN LA AUTORIDAD – El Desafío Cristiano HUMILLACIÓN Y EXALTACIÓN DEL CRISTIANO RESPUESTAS A PREGUNTAS DIFÍCILES DE LA BIBLIA TEMAS INTERESANTES DE LA BIBLIA JESÚS, NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA UNA SOLA CARNE – Matrimonio, Divorcio y Recasamiento a la luz de la Biblia. SOLTERO – ¿Cómo esperar en Dios? ADOLESCENCIA. ¿Cómo enfrentar los cambios? LA SABIDURIA DIVINA LOS PRIMEROS PASOS VIDA CRISTIANA – Reflexiones TESOROS DE LA BIBLIA DISCIPULADO DE DOCTRINAS BASICAS (búsquelos escritos y en audio en internet). 113