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Dialnet-ReflexividadDelLenguaje-3731107

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Reflexividad del lenguaje:
Análisis metapragmático de
una muestra de habla juvenil
Rosanna Boadas Fermín
Universidad de Oriente
rosanna [email protected]
Resumen
Este estudio aborda el análisis de una muestra de habla juvenil referida a
la intervención reactiva del hablante en una entrevista semiestructurada,
con el objeto de determinar sus intervenciones metapragmáticas. Se presenta la descripción, organización y el análisis de los usos lingüísticos del
hablante, en relación con los aportes de Briz (2001) en el campo del análisis
conversacional y con los procedimientos de la perspectiva metapragmática, propuesta por Reyes (2002). Se concluye que, en este caso, el hablante
mostró una amplia competencia metapragmática en la producción de su
discurso, valiéndose de elecciones lingüísticas deliberadas como el estilo
cuasi indirecto y la atenuación, entre otros, con el fin de expresar su punto
de vista en torno a la manifestación explícita de la homosexualidad.
Palabras clave: usos reflexivos del lenguaje, habla juvenil, conciencia
metapragmática, implicaturas.
Recibido: 23.ix.2010 – Acceptado: 14.xii.2010
Sumario
1
2
3
Metapragmática del coloquio
Análisis de la muestra
Consideraciones finales
Referencias
109
Ianua. Revista Philologica Romanica
Vol. 10 (2010): 109–122
ISSN 1616-413X
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1.
Rosanna Boadas Fermín
Metapragmática del coloquio
La naturaleza de la palabra hecha sustancia del coloquio es la actuación lingüística más cercana a la intrínseca necesidad de comunicar(se) y de manifestar el
humano fervor por aquella facultad que permite hacer(nos) con el lenguaje y
participar de comunidades lingüísticas diversas.
Al hablar de lenguaje, hablamos no sólo de palabras sino de relaciones y conversaciones que construyen, actualizan y mantienen la
realidad. La confianza en la conversación y su potencialidad como
creadora de esa realidad y, eventualmente, como medio para mantenerla o modificarla es fundamental. (Vásquez 2001, 95)
Así se construye el habla del día a día, la palabra que entreteje y se entreteje
de sentidos e intenciones en cotidiano intercambio.1 Sobre ella se eleva el entramado conversacional en el cual asistimos a la confrontación de las actitudes
de los interlocutores, a la expresión de sus ideologías y usos lingüísticos, a los
acuerdos y a los emplazamientos que promueven la interacción. Esta situación
comunicativa «determina la elección de los rasgos lingüísticos caracterizadores del coloquio, siempre dominado por la afectividad (tratamientos, réplicas,
entonación, fórmulas enfáticas, elipsis, doble sentido, frases interrumpidas o
aparentemente inacabadas, etc.)» (Narbona 1989, 154) y también una serie de
medios cohesivos semánticos y funcionales que distinguen las estructuras particulares de la interlocución cara a cara. De tal manera, el habla del coloquio
comporta una unidad coherente y cohesionada mediante la explicitación y el
uso concreto de una gramática coloquial, una gramática cónsona con los usos y
los fines de los hablantes en situaciones de interacción social.2
En consecuencia, visto el carácter intencional de estos actos comunicativos y
los propósitos perseguidos por los interlocutores, el discurso del coloquio supone, asimismo, conocimiento y manejo apropiado de los contextos situacionales
y de las condiciones que rigen los procesos de producción e interpretación de los
enunciados; es decir, aquellos estímulos ostensivos que atraen la atención del
1 Como expresa Mandoki (2006) a propósito de todos aquellos contenidos que las relaciones
interpersonales aportan a la interacción comunicativa y le añaden nuevas voces y conocimientos,
en función de experiencias compartidas que derivan en realidades comunes para los hablantes:
«Comunicar —poner en común— es tender puentes por lo menos entre dos sujetos, así emerjan de
un mismo individuo. Cuando algo es comunicado de una persona a otra, ese algo adquiere ya, por
el simple hecho de ponerlo en común, un grado de intersubjetividad igual a dos.» (2006: 17).
2 «Y al hablar de ‘gramática’, de esa otra ‘gramática’, sólo se pretende poner de relieve que
el centro sintáctico se desplaza ahora a un centro pragmático y que los entornos y contextos se
convierten en marcos explicativos del texto o discurso. Es decir, la información que se transmite
en cualquier texto se vincula, además de al sistema o código lingüístico, al contexto de situación,
a los usuarios, con sus características diatópicas y diastráticas, y a la relación interpersonal. [. . .]
Es, en suma, un intento de gramática de la interacción, de una gramática pragmática que estudia,
atendiendo a sus diferentes niveles y unidades de análisis, la conversación, en cuanto producción
(intención) – recepción (aceptabilidad) en una situación de comunicación, reflejo, así pues, de los
planes y metas que se fijan los hablantes/oyentes cuando conversan coloquialmente.» (Briz 2001,
11–12).
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oyente hacia los contenidos expresados y el consiguiente procesamiento inferencial de éstos.3 Se trata de actividades discursivas que involucran estrategias
de selección y combinación de recursos lingüísticos y extralingüísticos «[. . .] de
modo que no es posible perder de vista la codificación y el proceso de ostensión
e inferencia de los que deriva la interpretación adecuada de cualquier elemento
del discurso y del discurso en su totalidad [. . .]» (Briz 2001, 48).
Por otro lado, además de los rasgos situacionales propios del registro coloquial4 y de las combinaciones y ordenamientos particulares de una sintaxis de
la lengua oral (Vigara 1992; Briz 2001; Domínguez 2005), el discurso coloquial
comparte con otras tipologías textuales un interés marcado por los usos evaluativos del lenguaje y una serie de sistemas semánticos que, mediante categorías
referidas a la actitud, el compromiso y la gradación, permiten tomar posiciones,
construir identidades y evaluar los enunciados puestos en circulación, su adecuación al contexto y el conjunto de normas y reglas bajo las que se conducen las
relaciones interpersonales. Estos usos proceden de la Teoría de la Valoración, la
cual Kaplan (2007, 70) define como «[. . .] la construcción discursiva de la actitud
y la postura intersubjetiva. Es un concepto de amplio alcance, que incluye todos
los usos evaluativos del lenguaje, mediante los cuales los hablantes y productores de textos adoptan posturas de valor particulares que negocian con sus
interlocutores reales o potenciales.» Es, asimismo, un sistema de intermediaciones socioculturales que apunta a la representación del que habla y del que
escucha, a sus ideologías, a sus actuaciones y afectos, a sus maneras de decir, a
sus variadas voces y conocimientos del mundo.5 Es, ciertamente, una actitud y
3 Véase Sperber & Wilson (1994, 192–197). Una descripción y aplicación de estos procedimientos
aparece también en Guntern (1998, 4–10). Para una interesante exposición de aspectos fundamentales de la Teoría de la Relevancia, Trujillo (2001, 221–232).
4 Partiendo de criterios utilizados para delimitar los aspectos caracterizadores de los registros,
tales como el campo, el modo, el tenor y el tono, Briz (2001, 41) ha descrito de manera precisa estos
rasgos situacionales:
– La relación de igualdad entre los interlocutores, ya sea social (determinada por el
estrato sociocultural, la profesión, etc.) o funcional (el papel que poseen en una
situación; por ejemplo, un profesor y un peón de albañil ingresados en el hospital en la misma habitación son funcionalmente enfermos). La relación entre
iguales o, en términos de Brown & Gilman (1960), de [−poder] y [+solidaridad]
favorece la coloquialidad.
– La relación vivencial de proximidad: conocimiento mutuo, saber y experiencias
compartidos (presuposiciones comunes).
– El marco discursivo familiar: determinado por el espacio físico y la relación concreta de los participantes con ese espacio o lugar.
– La temática no especializada: cotidianidad; el contenido enunciativo lo constituyen temas al alcance de cualquier individuo.
5 En un muy documentado trabajo Kaplan ofrece una revisión de los fundamentos teóricos y
metodológicos que sustentan estos aspectos:
Para la Teoría de la Valoración, los recursos evaluativos pueden dividirse en tres
grandes dominios semánticos: la Actitud, el Compromiso y la Gradación. La Actitud
incluye los significados por los cuales los hablantes o productores de textos atribuyen
un valor o una evaluación intersubjetiva a participantes, procesos y circunstancias
(Halliday, 1994). La Actitud está relacionada tanto con respuestas emocionales como
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un plantarse ante los otros, en el escenario de la interacción, con todo lo que se
es en un intento por extender los vínculos de la relación yo–tú más allá de las
experiencias individuales hacia un nosotros que comparte saberes y consolida
lazos vivenciales dentro de sus comunidades lingüísticas.
Estos sistemas de valoración conllevan una atención específica sobre los recursos lingüísticos utilizados y, lo mismo que en el caso de la comunicación
ostensiva e inferencial, la interpretación de los enunciados producidos no depende únicamente del valor semántico y convencional de los signos sino del
significado de esos signos en contextos de uso concreto, por parte de hablantes
concretos con intenciones también concretas. Hablamos, entonces, de un significado pragmático que se vale de aspectos extralingüísticos y funcionales para
explicar los sentidos que adoptan los enunciados realizados en una situación
comunicativa concreta,6 toda vez que se trata de llegar a interpretaciones válidas desde una perspectiva pragmática a la cual «[. . .] se le adjudica la tarea
de ocuparse de las condiciones bajo las que las manifestaciones lingüísticas son
aceptables (acceptable), apropiadas u oportunas (appropriate); estos tres supuestos son
válidos para la situación comunicativa en la que se expresa el hablante» (Van
Dijk 1983, 80–81). Nos referimos también a la frecuencia con que los movimientos argumentativos aparecen en la dinámica de la lengua oral. Así, al interior del
coloquio se suceden toda suerte de intercambios en donde los hablantes evalúan
explicando sus ideas, ofrecen argumentos, refutan las opiniones del interlocutor,
negocian sus apreciaciones, emiten juicios, aplican mecanismos de persuasión
y seducción y manifiestan su acuerdo o desacuerdo con distintos puntos de
vista. Como expresa Fuentes (2000, 153): «La evaluación es fundamental para
la dimensión argumentativa del texto.» y, por consiguiente, argumentación y
evaluación coexisten en estrecha relación cuando nos ocupamos de los aspectos
reflexivos del lenguaje y de su incidencia en la interpretación de los discursos.7
De igual modo, un aspecto fundamental destaca en medio de estas consideraciones: la intención del hablante, porque comunicar es siempre comunicar la
intención y tratar de que esta sea adecuadamente interpretada por los destinatarios. Lo que queremos decir y a quién se lo queremos decir, el modo en que
con sistemas de valores determinados por la cultura. El Compromiso se refiere a los
recursos lingüísticos que pueden utilizarse para posicionar la voz de los hablantes o
productores de textos, y la Gradación está relacionada con la manera en que los emisores intensifican o disminuyen la fuerza de sus enunciados y agudizan o desdibujan
el foco de sus categorizaciones semánticas. (Kaplan 2007, 71)
6 Escandell
(1996, 22) lo expresa así:
Una vez más nos encontramos con que una parte importante de la interpretación
de un gran número de enunciados depende decisivamente de los factores extralingüísticos que configuran el acto comunicativo: conocer la identidad del emisor o del
destinatario y conocer las circunstancias de lugar y tiempo de emisión son requisitos
imprescindibles para conseguir una interpretación plena. Y una vez más, también,
resulta evidente que sólo desde una perspectiva pragmática se podrá tener acceso al
tipo de información necesaria para lograr este objetivo.
.
7 A propósito de la argumentación en los textos orales, véase Cortés & Banón (1997, 64–70).
También Briz (2001, 177–188) para una explicación del conector argumentativo.
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lo decimos y el tipo de texto seleccionado para decirlo, lo que decimos y lo que
dejamos como un decir implícito; son todas actuaciones lingüísticas determinadas por la intención y por el uso de los signos en contextos concretos. Tales
signos se muestran así revestidos de fuerza pragmática (Reyes 1994, 54) y es esta
fuerza, precisamente, la que permite encontrar interpretaciones adecuadas para
todo aquello que queremos decir y perseguimos como fin último de nuestras
interacciones comunicativas.
Es así como en la producción y en la interpretación de enunciados ostensivos
puede encontrarse, junto a la intención del hablante, una reflexión sobre las razones por las cuales las formas lingüísticas seleccionadas constituyen estímulos
y señales que guían al oyente en su tarea de decodificación y de interpretación.
Lo mismo ocurre en el caso del procesamiento inferencial: integrar datos contextuales en la construcción de posibles hipótesis, orientadas a deducir ciertos
contenidos, implica una conciencia de por qué nos inclinamos más hacia unas
interpretaciones que a otras. Evaluar lo que decimos, el cómo, dónde, por qué, a
quién, cuándo, para qué, categorizar situaciones y personas mediante procedimientos escalares, decidir lo que podemos decir en una situación comunicativa
determinada y lo que debemos dejar implicado otras veces, aclarar y reformular
los enunciados producidos, decir en «entredichos» ocultándose, cuidar la propia imagen y la de los otros, decir desdiciéndose o a través de voces ajenas son
elecciones lingüísticas deliberadas y suponen una conciencia metapragmática
de los usos del lenguaje. Estas actuaciones no representan una novedad puesto que se desprenden de la propia naturaleza autorreflexiva del lenguaje; sin
embargo, al ser la metapragmática una perspectiva de análisis de la pragmática, durante bastante tiempo ambas han funcionado como parte de un mismo
acercamiento a los hechos del lenguaje; por lo cual muchos procedimientos,
claramente metapragmáticos, han sido tratados solamente desde el punto de
vista pragmático.8
En este estudio nos interesó, entonces, aproximarnos al análisis del discurso
del hablante desde una mirada que nos permitiera, a la par del registro de los
usos lingüísticos en contexto, identificar el empleo de procedimientos de naturaleza metapragmática, esto es, aquellas marcas que identificaban su intervención
en los enunciados en el marco de un comentario del lenguaje como acción,
su conciencia sobre las condiciones del entorno de producción/recepción9 y su
reflexión sobre los efectos de las elecciones lingüísticas realizadas durante la
interacción social: adecuación, efectividad y aceptabilidad. De esta manera po8 «[. . .] Una de las razones para este aparente descuido es la extensión de la reflexividad, la
dificultad de distinguir niveles, especialmente cuando la pragmática y la metapragmática son
coextensivas.» En Reyes (2002, 16), quien ha realizado notables aportes con respecto al estudio, la
delimitación y las aplicaciones de la perspectiva metapragmática.
9 «La actividad metapragmática no es solamente una parte de la actividad metalingüística, ya
que tiene otras características: incluye tanto un conocimiento del lenguaje como del mundo social,
de los parámetros del uso del lenguaje, de las normas de comportamiento, incluso las lingüísticas, y
de todo lo relacionado con los textos y su papel en nuestra vida. En efecto: los comentarios sobre la
actividad lingüística entrañan una reflexión sobre la relación entre lo lingüístico y lo extralingüístico,
que se manifiesta en todos los niveles, desde la entonación hasta el léxico y la sintaxis.» (Reyes 2002,
24).
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díamos percatarnos de las señales que el hablante dejó en el texto para guiar la
interpretación y mostrar cómo las formas lingüísticas no sólo remiten a sus referentes semánticos sino que se vuelven sobre sí mismas, se evidencia su carácter
reflexivo y adquieren nuevos sentidos desde una perspectiva metapragmática.
2.
2.1.
Análisis de la muestra
Preliminares
La muestra analizada procedió de una entrevista informal para la cual fueron convocados dos estudiantes universitarios y cuyo guión incluía preguntas
abiertas relacionadas con diversos tópicos: escogencia de la carrera, intereses,
expectativas en cuanto a la profesión, uso de drogas, aborto, preferencias sexuales. Aunque partiendo de criterios metodológicos, en principio, se escogió
la técnica de la entrevista, esta fue realizada simultáneamente con ambos hablantes. De esta particular manera se logró conseguir que sus respuestas fueran
insertándose en el marco de una interacción y, progresivamente, ellos mismos
fueron haciéndose cargo del cambio de turnos y las respuestas/intervenciones
ahora no estuvieron dirigidas hacia la investigadora sino al intercambio de ideas
y posturas entre interlocutores. La muestra, objeto de este análisis, se corresponde con una intervención reactiva en el contexto de la conversación luego de que
la hablante femenina, en la intervención que precedió, mostró su desacuerdo
con respecto a la expresión explícita de la homosexualidad.
2.2.
Transcripción: hablante masculino de 18 años, estudiante
universitario
Para la transcripción de algunos signos y convenciones se sigue a Briz (1995,
39–48).
/
//
///
TODOS
¿?
¡!
Negritas
es que
Pausa corta, inferior al medio segundo.
Pausa entre medio segundo y un segundo.
Pausa de un segundo o más.
Pronunciación marcada o enfática.
Interrogaciones.
Exclamaciones.
Estilo cuasi indirecto.
Marcadores.
Efectivamente/ eso// eso es así/// Ellos como dicen TODOS todo
el mundo es libre/ ellos tienen el libre albedrío de EJERCER su
sexualidad/ sean heterosexuales/ bisexuales/ homosexuales// YO
en mi caso/ YO respeto a ese tipo de personas y las respeto SIEMPRE
Y CUANDO se comporten como personas normales/ ¿qué quiero
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decir con personas normales?/ como tú dices aquellos transformistas/ aquellos homosexuales que se hacen que quieren ser el centro de
atención y por eso lo que se ganan es la repugnancia de los demás/
NO/ yo/ YO en mi caso no soporto a ese tipo de personas// la verdad
nunca las he soportado no porque yo diga no YO SOY muy macho
ni nada de eso NO/ pero es que es así// uno siempre y cuando esas
personas se comporten como personas normales/ es decir que no
anden con esos cambios de look/ así de que son hombres y se visten
de mujeres hasta el punto de estarse haciendo implantes de senos/
cuestiones así// ¡NO/ QUÉ VA!/ eso yo no lo veo o por lo menos//
los muchachos esos que se ponen zarcillos/ no necesariamente son
homosexuales pero yo no veo a esa como una actitud realmente
masculina/ porque como digo/ los zarcillos son un accesorio femenino/ que un cantante venga y se ponga eso/ eso no quiere decir/
son imágenes públicas// extravagantes/ son personas que dicen no
ser homosexuales/ pero se agarran hábitos del sexo femenino// y /
bueno.
2.3.
Análisis
El hablante toma su turno introduciendo una construcción-eco (Herrero 1995,
125–145), intervención colaborativa en que asume lo dicho anteriormente, haciéndose «eco» y manifestando acuerdo con el planteamiento de su interlocutora, mediante el marcador de modalidad epistémica ‘efectivamente’ (Martín &
Portolés 1999, 4146), el cual le permite también parafrasear la información ya
enunciada. Sin embargo, éste se apoya en el recurso-estrategia de la intensificación10 para enfatizar el juicio o la opinión de un colectivo en relación con la
libre escogencia de las preferencias sexuales: a ese propósito apuntan TODOS
y EJERCER; pero, además, estas estructuras se presentan insertas en la reproducción cuasi indirecta del parecer de otros o de «todo el mundo». Es una voz
u otras voces traídas al cuerpo de la enunciación del discurso de manera encubierta, pues toda vez que al inicio ha mostrado acuerdo con un punto de vista
contrario, ahora se «oculta» y sin involucrarse directamente puede hacer que
otras voces hablen por él. Es un discurso ajeno actualizado desde la actitud del
hablante porque la palabra se hace «[. . .] propia cuando el hablante la empapa
con su propia intención, su propio acento: cuando se la apropia para adaptarla
a lo que quiere expresar.» (Reyes 1994, 132). Esta elaboración discursiva constituye una evidente marca de intervención metapragmática y de reflexión sobre
los fines que el lenguaje persigue en el contexto intra y extralingüístico en que
trascurre la interacción de los hablantes. Aquí, en lugar de asumir completa res10 Con
estos recursos se logra el realce de los actos ilocutivos y se refuerza la intención explícita o
implícita de los enunciados y como señala Briz (2001, 142): «En suma, los intensificadores son realces
pragmáticos, estratégicos, que refuerzan el decir o lo dicho, a la vez que dialógicamente manifiestan
de forma intensa el acuerdo o el desacuerdo, ya sea en el plano local, es decir en algunas de las
intervenciones, intercambios, ya sea en el plano global de la conversación.»
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ponsabilidad por el contenido del enunciado, el hablante ha elegido expresar su
opinión con las palabras de los otros, con lo cual muestra la naturaleza reflexiva
de su elección deliberada de unos recursos lingüísticos y no de otros.
Por otra parte, las numerosas posibilidades expresivas de la lengua, actualizada y puesta en acción por el hablante le ha permitido utilizar esta cita como
una estrategia de atenuación de la fuerza ilocutiva del enunciado anterior, como un resguardo de su autoimagen y para expresar ahora su respeto por la
inclinación sexual de las personas. Sabe que, a pesar del desacuerdo, declarar
abiertamente desaprobación por el «libre albedrío» de las preferencias sexuales
es un acto hostil y descortés, es un atentado contra su propia imagen social y, en
cierto modo, también contra la imagen de los homosexuales.11 Tiene conciencia
de los recursos lingüísticos que puede utilizar para mitigar el efecto de sus palabras. Tiene conciencia metapragmática del contexto situacional y de lo que debe
decir y de aquellas «normas que incluyen una serie de restricciones respecto
a lo que es apropiado decir y lo que no es apropiado decir en determinados
contextos.» (Tusón 1997, 35).
La elativización, el carácter enfático del pronombre YO, repetido a su vez, no
obstante, revela las actitudes del hablante y su punto de vista que, al fin y al cabo,
se establece mediante relaciones dialógicas con diferentes voces,12 en el sentido
de un respeto condicionado (SIEMPRE Y CUANDO, también intensificados) por
el comportamiento normal de homosexuales y transformistas. Estas actitudes
comportan:
[. . .] una estructura de marco algo esquemático y consisten en conjuntos de proposiciones generales que determinan la información en
el conjunto de opiniones, el conjunto de intereses y el conjunto de
deseos/preferencias, conjuntos que unidos forman la base de decisiones, intenciones y acciones venideras. (Van Dijk 1986, 102)
las cuales, en cierto modo, influyen en diverso grado en el contenido intencional y pragmático de la interacción y en su interpretación. De nuevo, el hablante
manifiesta su reflexión sobre los enunciados que produce y mediante la interrogación (empleada aquí con una precisa función metapragmática controladora
del sentido del enunciado) define y aclara, más adelante, lo que considera «personas normales», para lo cual apela otra vez a la atención de su interlocutora
(‘como tú dices’), se apoya en la intertextualidad y en el recurso de la expansión dialógica (Kaplan 2007, 80) y renueva el acuerdo inicial conviniendo en lo
11 «[. . .] Uno de los aprendizajes sociales más arduos es sin duda el de calibrar la relación entre
nuestra persona, nuestra palabra y la persona a quien nuestra palabra va dirigida, directa o indirectamente. Una enorme fuente de conflictos en nuestra vida diaria son las fallas de comunicación que,
técnicamente, son fallas de cortesía y provocan ofensas, desconfianza, desinterés, o redondamente,
malentendidos.» (Reyes 2002, 51).
12 «[. . .] Enunciado y punto de vista, en tanto que formas de discurso, tienen en común su carácter
dialógico. En el caso del enunciado, le viene dado por el debate de puntos de vista que constituyen
su propia significación. El punto de vista es dialógico por naturaleza, puesto que es el resultado de
una selección y menciona, por exclusión, otros puntos de vista.» (García & Tordesillas 2001, 179–
180). Esta selección supone una discriminación entre formas lingüísticas posibles y una evaluación
de los sentidos implicados; por tanto, una conciencia metapragmática de este procedimiento.
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insoportable que le resulta la condición de homosexuales y transformistas que
expresan explícitamente su sexualidad y sus comportamientos.
Nótese además cómo, desde el punto de vista de la disposición de los núcleos
temáticos que estructuran el texto y de su progresión, la información nueva se
superpone, con cada enunciado, sobre la estructura del acuerdo con la interlocutora en cuanto al repudio de la «exhibición pública» de la homosexualidad,
opuesta a la conducta considerada como «normal» por el hablante y las modalizaciones que permiten atenuar y justificar las expresiones a favor del respeto,
el tacto y la cortesía verbal. A partir del marcador causal ‘por eso’ se introduce
la sustentación argumentativa del discurso del hablante con el rechazo hacia
la conducta de quienes ‘quieren ser el centro de atención’ y a favor de lo que
considera un comportamiento normal. Las selecciones lingüísticas realizadas
para expresar la «normalidad» han sido estratégicamente insertadas mediante
el reformulador ‘es decir’, verdadero mecanismo de control de la interpretación
que el hablante espera que se haga y muestra de la función metapragmática de la
reformulación. Así procede la aclaratoria y la explicación del acto reformulado:
LO NORMAL ES →
× No andar con cambios de ‘look’.
× Los hombres no se visten de mujeres.
× Los hombres no se realizan implantes de senos.
l
[Con la intensificación centrada en la demarcación
del grado máximo de algunas prácticas de los transformistas mediada por la preposición ‘hasta’, señal
de la actividad evaluativa y reflexiva del lenguaje, la cual procede de la gradación y de procedimientos escalares y la presencia del marcador de
(in)conclusión13 ‘cuestiones así’, en un enunciado
que pretende dejar implicado, como un saber compartido, otros sentidos social y culturalmente adjudicados a lo que debe ser la conducta normal de los
hombres.]
13 Con datos provenientes del Corpus sociolingüístico de Mérida (Venezuela), Domínguez (2005) ha
registrado las formas y la cuestión, y todas esas cuestiones, y esa cuestión, y esas cuestiones, las cuales ha
denominado marcadores de (in)conclusión. Con respecto a sus funciones señala que:
[éstos] responden a todos los criterios sintácticos a los cuales responde el resto de los
marcadores en español y, desde esta perspectiva únicamente, podrían considerarse
parte del conjunto de los marcadores en nuestra lengua. También hemos visto que
estos marcadores tienen las características de una distribución restringida a una sola
posición en el texto, esto es, al final de una secuencia (real o virtual) con la cual
se conectan mediante una conjunción copulativa. Igualmente hemos avanzado la
idea de que estos marcadores podrían también caracterizarse funcionalmente como
delimitadores de la secuencia en que aparecen. El término (in)conclusión se explica
entonces así: el marcador cierra la secuencia lineal del mensaje, que se considera
completado de esta manera, aunque en realidad la secuencia no ha sido explicitada,
sino implicada, por eso se puede decir que queda inconclusa. El marcador señala, a
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Estas elecciones referidas a lo que se expresa y no se expresa, a lo que se
afirma enfáticamente o se elativiza constituyen actuaciones metapragmáticas y
una reflexión sobre las formas lingüísticas utilizadas. En este sentido también
apuntan los enunciados a partir de: ‘/la verdad [. . .] ¡NO/ QUÉ VA!’;14 donde
la locución ‘la verdad’ funciona como una intensificación expresa de la actitud
del hablante quien, a continuación, justifica y muestra la causa de su desaprobación mediante la construcción ‘no porque yo diga no YO SOY muy macho
ni nada de eso15 NO/’, en que la doble negación y la forma verbal en subjuntivo
dan lugar a la aserción suspendida.16 Metapragmáticamente esta expresa la negación de lo que el hablante no puede (o no desea) afirmar: no es la proclamación
de la propia masculinidad, aunque intensifique el centro deíctico desde el cual
se expresa. En realidad, se trata de un complejo recurso polifónico pues detrás
de este «yo» parecen estar otras voces (quizás también un «uno» indeterminado:
‘no porque uno diga’) en una especie de discurso diferido, de factualidad irrelevante; reflejo de una situación hipotética o imaginaria en la cual se situara el
hablante. Es, igualmente, un recurso de distanciamiento y de cortesía positiva:
por un lado, al utilizar el subjuntivo el hablante ha negado deliberadamente la
aserción contundente del uso indicativo (conocimiento metapragmático) por lo
cual se distancia y mitiga la fuerza ilocutiva de «YO SOY muy macho» y, por el
otro, protege y cuida su imagen (no quiere ser visto como «macho»).
Muestra de que el hablante ha evaluado en todo momento los signos elegidos y sus efectos, y es consciente del valor comunicativo que estos adquieren
en el contexto de la interacción son los movimientos argumentativos que sila vez, que hay secuencia pero que esta debe aún ser completada. (Domínguez 2005,
232–233)
Una variante de las formas localizadas por la autora es la que aparece en nuestra muestra: sin la
presencia de la conjunción copulativa (ausencia que parece haberse apoyado en la pausa entonativa
para suplir la cópula: ingenio constructivo del hablante) aparece aquí acompañada del marcador
consecutivo ‘así’, con lo cual se ha reforzado precisamente su carácter inconcluso al señalar la
continuidad de algunos otros contenidos implicados que el interlocutor debe completar. A su vez,
esta construcción se presenta como una clara señal de lo que el lenguaje puede expresar, de su uso
en el contexto de la interlocución y de la conciencia metapragmática del hablante.
14 Fórmula discursiva de recusación muy utilizada en el español coloquial de Venezuela. De
acuerdo con Ruíz (1998, 46–48):
Las fórmulas constituyen unidades fijadas pragmáticamente, por lo que encierran
funciones ilocutivas que son aprovechadas por los interlocutores para persuadir,
negar, afirmar, expresar enfado o sorpresa, etc. [. . .] el significado es de tipo social,
expresivo o discursivo fundamentalmente. [. . .] vienen determinadas por situaciones
y circunstancias concretas.
En este caso, como fórmula también expresiva, aparece marcada por la pronunciación enfática del
hablante, la cual remite a la negación rotunda del comportamiento de homosexuales y transformistas.
15 Como variante aquí de los marcadores de (in)conclusión registrados por Domínguez (2005,
223) y elaborada de la siguiente manera: ni nada + prep. + dem., pero con las mismas características
de enunciado que recurre al conocimiento compartido con el interlocutor para que lo complete con
aquellas referencias específicas asignadas socioculturalmente a la identidad del «macho».
16 «[. . .]En el discurso, la aserción puede suspenderse porque el hablante no tiene suficiente certeza o bien porque afirmar no es relevante comunicativamente, o es redundante en ese punto del
discurso.» (Reyes 2002, 44).
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guen a continuación. Luego del argumento anterior, el carácter antiorientado
de ‘pero es que’, vehículo de la oposición, introduce, nuevamente, las razones
fundamentales que justifican la actitud del hablante con respecto a los homosexuales: serán respetados con la condición de comportarse como personas
normales. En esta ocasión, el hablante ha abandonado el pronombre de primera
persona y ha elegido comunicar esos mismos contenidos desde la referencia
omnipersonal (Muñiz 1998, 85–93) del pronombre indefinido «uno», detrás del
cual se puede tomar una postura y defenderla, asimilar un colectivo innominado a nuestro parecer, sin que la voz del enunciador se identifique y atenuando
la propia responsabilidad con respecto a lo enunciado. De igual manera, estas
elecciones lingüísticas apuntan a un reforzamiento de la argumentación, pues
ahora no se trata solo de lo que el hablante podría decir sino del criterio de
todas las personas. Son los recursos de la polifonía y de la impersonalidad al
servicio de la interacción conversacional que, en esta intervención, se muestra
rica en presuposiciones e inferencias en función de la expresión implícita de las
intenciones y las valoraciones del hablante en el discurso. Son las prácticas lingüísticas de un usuario de la lengua con conciencia metapragmática de sus usos
contextuales, sus restricciones y su adecuación a sus intenciones comunicativas.
Así, ya al final de su intervención, el hablante retoma el modo de la atenuación, para lo cual se apoya en el reformulador de carácter extensivo ‘por lo menos’
con el propósito de presentar la situación de los jóvenes que usan zarcillos, en los
cuales no ve actitudes homosexuales, pese a la inmediata negación de la masculinidad que sigue. La progresión temática se sucede mediante el apoyo preciso
de los marcadores pragmáticos que introducen el núcleo de la argumentación e
indican las acciones lingüísticas del hablante:
a. ‘pero yo no veo a esa como una actitud realmente masculina/’
l
El uso de zarcillos es opuesto a la masculinidad
(Con marcador epistémico, modalizador de la evidencia y de la posible
duda sobre las inclinaciones sexuales de quienes los usan)
b. ‘/ porque como digo/ los zarcillos son un accesorio femenino/’
l
(Junto al marcador de justificación una fórmula reformulativa que
rectifica el carácter femenino de los zarcillos)
En ‘que un cantante venga y se ponga eso/ eso no quiere decir/’, encuentra el hablante un ejemplo cotidiano de modelaje cultural elaborado sobre el
impacto de la imagen mediática y la tecnologización de las experiencias,17 de
17 «[. . .]
las nuevas tecnologías generan una nueva cultura, ya que afectan a nuestra manera de
ver, concebir y vincularnos con el mundo, operan transformaciones en nuestras relaciones con los
demás y con el entorno. Asimismo, las relaciones que las personas mantenemos con las cosas se
transforman en información sobre ellas, se produce un alejamiento del mundo concreto para acceder
a un conocimiento indirecto, tal y como se produce a través de la televisión.» (Vásquez 2001, 62)
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notable influencia sobre los jóvenes, que le permite, de nuevo mediando el uso
de la aserción suspendida (‘venga’), expresar negativamente lo que no puede
afirmar como una certeza absoluta: un cantante no es una persona común y
corriente, normal; por lo tanto, su comportamiento y costumbres no se corresponden con el estereotipo de personas con las cuales llegamos a relacionarnos
cotidianamente. Es una implicatura confirmada por la selección paradigmática
entre expresiones posibles y la categorización de la identidad del cantante se
construye por medio de un procedimiento escalar en donde la escogencia de un
término anula semánticamente a los otros componentes de la escala, con lo cual
se marca metapragmáticamente el sentido de la forma lingüística empleada:
Cantantes → imágenes públicas → extravagantes
l
(Término menos estereotípico: más marcado)
Sentidos implicados
l
Un cantante ya es una persona fuera de lo común, que se expresa, se conduce y
se viste de maneras desacostumbradas.
Por tanto, sus excentricidades son normales.
Esta selección se presenta además reforzada por la reproducción de discurso
encubierto que niega la homosexualidad de los cantantes o de quienes usan
zarcillos, no obstante adscribirse dentro de las actitudes que el hablante ha declarado como femeninas en oposición a las masculinas. Sin embargo, esta no
es una concesión, pues son otras voces las que dicen ‘no ser homosexuales’; el
hablante mantiene la misma opinión que ha sostenido durante toda su intervención, renueva su desaprobación e introduce la réplica: ‘/pero se agarran hábitos
del sexo femenino//’.
Por último, obsérvese el uso del marcador conclusivo ‘bueno’, ahora lleno
de resonancias metapragmáticas en el sentido de que, colocado precisamente al
cierre de la intervención, no ha hecho más que intensificar y marcar el acuerdo
inicial del hablante con su interlocutora y su punto de vista en relación con
la manifestación explícita de la homosexualidad. Y con una palabra decirle al
oyente: ‘esto es lo que pienso’.
3.
Consideraciones finales
Desde la metapragmática asistimos a la producción e interpretación reflexiva
del lenguaje y a la expresión de la conciencia que los usuarios muestran de
sus normas. Así, luego de un ejercicio pleno de competencias metapragmáticas,
esta breve intervención, retazo discursivo de la cotidianidad, permitió un acercamiento al análisis de la propia pragmática del hablante. Como apuntamos al
inicio, se trataba no sólo de señalar las expresiones de su metalenguaje sino de
identificar aquellos usos lingüísticos en los cuales se advirtiera su carácter reflexivo; esto es, la elección deliberada de los signos en relación con un comentario
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constante del lenguaje como acción y la evaluación de cómo se emplea para
construir interacciones sociales. Este acercamiento evidenció las reflexiones metapragmáticas del hablante, lo cual pudo mostrarse por medio de la localización
de indicadores gramaticales y discursivos, cuya función era referirse al mismo
discurso. Todo ello con los siguientes propósitos: llamar la atención sobre los
estímulos ostensivos que guiaban los posibles contenidos de las inferencias y
delimitaban la intencionalidad de los enunciados relevantes, ajustar lo que se
decía a las restricciones impuestas por la cortesía verbal, evaluar los signos que
permitieran expresar su actitud, el modo y su compromiso o distanciamiento
de los enunciados producidos y dejar suspendidos otros sentidos implicados.
En suma, un ejercicio metapragmático de las prácticas lingüísticas y discursivas
del hablante.
«. . . y hablaba para no desdecirse, hablaba para encontrarse con los otros,
hablaba con el goce del encuentro,
así hablaba en este momento.»
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Rosanna Boadas Fermín
Universidad de Oriente, Núcleo de Nueva Esparta
Departamento de Socio-humanidades
Av. 31 de julio, sector Guatamare
Isla de Margarita
Venezuela
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