Nos comprometemos a SER PROFETAS Hablar de ser profeta nos trae a la memoria los nombres de grandes hombres y mujeres que han sabido ser Palabra de Dios para el mundo. Desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días hay muchas personas a las que reconocemos como tales. Todas ellos hicieron con su palabra o con su vida que la gente de su tiempo reconociera la presencia de Dios en el mundo, señalaron aquello que impedía que el Reino de Dios se hiciese presente o propusieron nuevos caminos que aterrizaran en lo concreto la fe en Dios. Pero la capacidad de ser profeta no es algo exclusivo de unos pocos, sino algo a lo que todos estamos llamados. Para ser los ojos, los oídos y la palabra de Dios en medio del mundo. El Señor me habló así: (Jr 1, 4-10) PETICIÓN: Que mi vida Señor sea reflejo de Ti, de palabra y de obra MIRAR CON LOS OJOS DE DIOS Vivimos en una sociedad donde cada día nos llegan miles de opiniones y análisis sobre lo que pasa en el mundo, en nuestro país, en nuestros ámbitos cercanos... Y a menudo la manera en que me acerco al mundo acaba estando llena de prejuicios e ideas preconcebidas. Pero el profeta es capaz de salir de todo eso. No se anuncia a sí mismo, ni sus ideas ni sus razonamientos. Es capaz de dar un paso atrás y dejar que sea Dios el que le hable a través de la realidad. Puedo ser profeta cuando miro la realidad con los ojos de Dios, como lo hizo Jesús. Atento a los más pequeños, al interior de cada persona. (Mt 15, 22-28) ESCUCHAR EL CLAMOR DEL MUNDO Dios siempre está a favor de las personas. Intentando hacerse entender, hablando de los pequeños, de los necesitados, de los que sufren. Se acercó a todos lo que necesitaban algo de él. Por eso el profeta es voz de Dios cuando es capaz de hacer visibles a aquellos que no cuentan para nadie, aquellos excluidos de la sociedad, aquellos a los que más cuesta llevar una vida en plenitud. Puedo ser profeta cuando ayudo a descubrir dónde hace más falta hacer presente y visible el Reino de Dios. (Ex 3, 7-12) HABLAR LA PALABRA DE DIOS El movimiento del profeta empieza en su interior. En el contacto íntimo con Dios que le va ayudando a mirar el mundo a su modo y le va descubriendo su misión. Pero esta misión siempre termina en medio del mundo. Siendo palabra de Dios allí donde haya sido enviado. Palabra que algunas veces será de denuncia de las injusticias, otras veces palabra de misericordia, llamada a la conversión casi siempre. Conversión que busca que todos sean capaces de descubrir a Dios en su vida y tener una nueva mirada hacia la realidad. Puedo ser profeta cuando busco qué es lo que Dios espera de mí y colaboro a que otros descubran a Dios y lo que quiere ofrecer al mundo. Leemos CONSOLAD Consolad, a mi pueblo, dice el Señor. Hablad al corazón del hombre. Gritad que mi amor ha vencido, Preparad el camino, que viene tu redentor. Yo te he elegido para amar, Te doy mi fuerza y luz para guiar. Yo soy consuelo en tu mirar. Gloria a Dios. Consolad, a mi pueblo, dice el Señor. Sacad de la ceguera a mi pueblo. Yo he sellado contigo Alianza perpetua Yo soy el único Dios. Consolad, a mi pueblo, dice el Señor. Mostradles el camino de libertad. Yo os daré fuertes alas. Transformaré tus pisadas en sendas de eternidad.