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Derecho procesal civil romano
Derecho Romano (Universidad Complutense Madrid)
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DERECHO PROCESAL CIVIL ROMANO
I. Época arcaica (del 753 a.C. hasta mediados del siglo II a.C.)
El sistema en vigor es el de “las acciones de la ley”.
II. Época clásica (desde mediados del siglo II a.C. hasta el 235 d.C.)
Este período recibe su nombre al coincidir con el máximo esplendor del Derecho
romano y se suele subdividir en tres etapas:
II.A. Primera etapa clásica o preclásica (del 130 a.C. hasta el 27 a.C.)
Se desarrolla el procedimiento formulario. Es cuando más fórmulas se introducen en el
edicto del pretor.
II.B. Etapa clásica central (del 27 a.C. hasta el 130 d.C.)
Se deroga definitivamente el sistema de acciones de la ley. En el 130 a. C. se codifica el
edicto del pretor y a partir de entonces ya no se introducen más fórmulas en ese edicto.
II.C. Etapa clásica tardía (del 130 d.C. hasta el 235 d.C.)
Los particulares usan cada vez más un nuevo sistema procesal conocido como
extraordinario o de cognición oficial que irá desplazando al procedimiento formulario.
III. Época post-clásica (desde el 230 d.C. hasta el 530 d.C.)
El sistema procesal que subsiste es ya el extraordinario o de cognición oficial.
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Miguel Herrero Medina – Curso 2013/2014
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1. LAS ACCIONES DE LA LEY
1.1. El sistema procesal de las acciones de la ley.
El sistema procesal civil más antiguo es el de las “legis actiones” (acciones de la ley).
Se desarrolló durante la época de las XII Tablas y se usó durante toda la República,
aunque desde el siglo II a. C. comenzó a caer en desuso, y fue sustituido por el
procedimiento formulario propio de toda la Época Clásica.
El término acción (actio) aludía a cualquier tipo de actuación, y en el ámbito jurídico se
refería a las actuaciones jurídicas solemnes. Pero más tarde, en el ámbito procesal actio
se utilizó para referirse a la reclamación en juicio. Por su parte, el término ley (legis) se
usa para denominar a las fórmulas verbales de carácter solemne. Así, las legis actiones
son reclamaciones en juicio que se tramitan a través de fórmulas verbales solemnes.
El procedimiento de las acciones de la ley se configura con la bipartición procesal,
que será la misma estructura que seguirá su sucesor en la época clásica, el
procedimiento formulario. Ello implica diferenciar dos fases:
 Fase “in iure”: Hay un primer grupo de actuaciones procesales que se
realizan ante el magistrado dotado de potestad jurisdiccional.
 Fase “apud iudicem”: Hay actuaciones posteriores que se desarrollan ante el
órgano judicial, que normalmente es un particular elegido por las partes para
asegurar su independencia y al que incumbe de la resolución definitiva de la
controversia conforme a derecho (“ius dicere”).
El procedimiento en las acciones de la ley declarativas comienza en la fase “in iure”con
una citación oral (“in ius vocatio”), que el demandante realiza de forma privada al
demandado para que le acompañe ante el magistrado. Solía hacerse en presencia de
testigos, y el demandado tenía el deber inmediato de acompañarle y si se negaba, se le
podía forzar a ello. Era posible aplazar la comparecencia si un tercero solvente se ofrece
a actuar como garante del demandado (“vindex”).
Al comparecer, las partes formulan sus alegaciones de conformidad con las fórmulas
rituales correspondientes. Primero declara el demandante acerca del derecho que
pretende hacer valer en el proceso, a lo que el demandado puede oponerse alegando el
mismo derecho que esgrime el demandante, negando el derecho del demandante o
admitiendo lo alegado. En este último caso, finaliza el litigio y el magistrado atribuye
(“addictio”) el derecho sobre la cosa litigiosa al demandante sin contradictor, si es que
se trata de una acción real o le otorga un título ejecutivo equivalente a la sentencia
judicial, si es que se trata de una acción personal.
Al momento en el cuál el demandante presenta su alegación oral solemne, y a
continuación se opone el demandado de forma oral y solemne, se le denomina “litis
contestatio” (atestiguamiento del litigio), y designa el momento central del
procedimiento en el que nace la relación jurídica procesal.
El siguiente paso consistía en el nombramiento del juez. En la acción de la ley por
petición del juez o árbitro, la elección del juez es inmediata, pero en el resto de las
acciones de la ley declarativas, las partes deben comparecer de nuevo transcurridos 30
días del fin de la fase “in iure” para la elección del juez.
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Una vez nombrado juez da comienzo la fase “apud iudicem” que se inicia con el
emplazamiento por parte del demandante al demandado para que se presente en dos días
ante el juez, una vez que se les ha notificado el nombramiento de éste. Ambas partes
debían presentarse la mañana del tercer día desde el nombramiento del juez, pues de no
hacerlo se daba la razón automáticamente a la parte presente.
Con ambos presentes, se explica sucintamente la controversia y se realiza la defensa
(“peroratio”) de cada parte con presentación de pruebas. La prueba era casi
exclusivamente testifical, y la deposición de testimonia era obligatoria, bajo pena de ser
declarado “inestabilis” (en el futuro no puede reclamar la presencia de testigos para
ningún acto jurídico).
La fase “apud iudicem” finaliza con la sentencia del juez ese mismo día, que será firme
desde el momento de su pronunciamiento. Sólo podía aplazarse la sentencia si el juez o
las partes sufrían alguna enfermedad que les obligara a retirarse del pleito, o bien si el
juez no veía claro el asunto y pedía un tiempo para reflexionar.
1.2. Acciones de la ley declarativas y ejecutivas.
En el período republicano avanzado, el sistema procesal de las acciones de la ley
consistía en cinco modos de litigar, según el tipo de controversia necesario, de los que
tres eran de carácter declarativo (se ejercitan con la finalidad de que el juez declare la
existencia de un determinado derecho) y dos de naturaleza ejecutiva (se ejercitan con la
finalidad de que se ejecute una sentencia declarativa que no se ha cumplido).
Acciones de la ley de carácter declarativo:
1. “Legis actio per sacramentum” (acción de la ley por apuesta sacramental): Es la
acción de la ley declarativa general, y por tanto servía para todo tipo de
reclamaciones. Así, presenta dos variantes:
 Variante real (“in rem”): Se utilizaba para poder afirmar un poder jurídicamente
reconocido (“vindicatio”), sobre una cosa o una persona sometida a potestad. Ante
el magistrado, la parte demandante pronunciaba unas frases solemnes alegando su
poder sobre la cosa (presente en el pleito), al tiempo que realizaba un acto físico
de soberanía sobre la misma. Seguidamente, la otra parte podía:

No reivindicar la cosa: se trataba de un allanamiento y el primer litigante se
puede llevar la cosa con autorización pretoria (addictio).

Repetir esa fórmula solemne y realizar el mismo acto de soberanía. En ese
caso, existía confrontación entra las partes, y se comprometían, mediante
declaración jurada o “sacramentum”, a depositar en el Erario público una
cantidad de dinero (variable en función del litigio). El juez declaraba que
sacramento era justo y cuál injusto, y de esta forma, el vencedor del litigio se
hacía con la cosa y su cantidad de dinero depositada previamente.
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 Variante personal (“in personam”): Parece haber surgido como cauce declarativo
previo en obligaciones delictuales que carecían de la evidencia requerida para usar
la acción ejecutiva. Se trata de casos no flagrantes o de casos por daños causados
subrepticiamente. El procedimiento se inicia con la declaración solemne del
demandante en la que manifiesta que el demandado le debe algo por una causa
reconocida por el derecho. El demandado podía:

Reconocer lo debido.

Negar lo debido. En ese caso, existía confrontación entra las partes, y se
desafiaban recíprocamente a una cantidad de dinero (variable según la cuantía
del litigio), que se depositaba en el Erario público.
2. “Legis actio per iudicis arbitrive postulationem” (acción de la ley por petición
del juez o árbitro): Este procedimiento se utilizaba para dos casos:
 La partición de la herencia o división de la cosa común (caso de copropiedad): El
origen de esta acción se encuentra en los casos de condominio en los que los
condueños no llegaban a un acuerdo para dividir la cosa común, y entonces debía
acudirse a un tercero denominado arbiter (árbitro). En estos casos no podía
aplicarse la “legis actio per sacramentum in rem” ya que no existe contradicción
entre las partes.
 Para hacer valer créditos derivados de un tipo de negocio formal: cuando se
incumplía una deuda surgida de sponsio no podía usarse la “legis actio per
sacramentum in personam”, sino que el demandante ejercitaba esta acción para
nombrar a un juez que dirimiese la controversia.
3. “Legis actio per condictionem” (acción de la ley por emplazamiento): Se trata de
una acción de la ley más moderna, ya que fue introducida por una lex Silia a finales
del siglo III a.C. para poder reclamar deudas ciertas de dinero, y más tarde, la lex
Calpurnia la extendió para reclamaciones de cualquier objeto determinado.
En el procedimiento, el demandante afirmaba ante el magistrado que el demandado
le debía algo determinado, conminándole a reconocerlo o negarlo. Si lo reconocía,
se trataba de una situación de allanamiento. Si lo negaba, se procedía a nombrar un
juez en el plazo de 30 días.
Además, cabe destacar que esta acción presenta tres grandes notas características:
a) Carácter abstracto: ante el magistrado se afirmaba que el demandado debía algo
cierto, pero no la causa, que debía probarse luego ante el juez.
b) Juramento necesario y decisorio: la controversia podía resolverse, por iniciativa
del demandante, dando la oportunidad al demandado de jurar que debía o no
debía nada (lo que suponía allanamiento o su absolución). A su vez, el
demandado podía no jurar y referir al demandante el juramento.
c) Sanción por temeridad: a través de dos estipulaciones que las partes se cruzaban,
se prometía entregar al adversario un tercio del valor del pleito en concepto de
pena si se perdía el litigio.
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Acciones de la ley de carácter ejecutivo:
1. “Legis actio per manus iniectionem” (acción de la ley por imposición de la mano):
Es un procedimiento de carácter ejecutivo que utiliza el acreedor frente al deudor
insolvente para que cumpla la sentencia declarativa que le condenó. La ejecución
por incumplimiento de una deuda es personal y no patrimonial, por lo que recae
sobre la propia persona del deudor insolvente que no cumple.
Este procedimiento se puede instar a los treinta días del pronunciamiento de la
sentencia. Se inicia con la comparecencia de las partes ante el magistrado. Se
hace declaración solemne y aprehensión corporal del demandado, justificado
por el incumplimiento de la sentencia condenatoria. Así, el magistrado pronuncia
“addictio” autorizando al acreedor a que se llevara al demandado condenado
(iudicatus) y le retuviera en su poder.
La ley establecía un plazo de 60 días en esa situación en espera de que una persona
de confianza del deudor hiciera frente al pago de la deuda (vindex). Para favorecer el
rescate, el demandante estaba obligado a exponer al deudor retenido durante tres
mercados consecutivos en Roma. Posibles soluciones:
 Si la situación del deudor era asumida por un vindex se revisaba la condena
sancionatoria anterior. Si el vindex lograba salir absuelto se anulaba esa condena
precedente también, pero si salía condenado debía pagar el doble (su condena y
la del anterior deudor al que sustituyó). En la tardía república, se admitió que el
propio condenado pudiera defenderse a sí mismo sin necesidad de vindex pero
con el riesgo de condena al doble.
 Si nadie se hacía cargo de la deuda en ese plazo, el acreedor podría vender como
esclavo al deudor o darle muerte. En caso de existir varios acreedores, estos
pueden incluso repartirse en pedazos el cadáver en proporción a las cuotas
debidas a cada uno. No obstante hoy en día, no hay huellas de la efectiva
aplicación de este precepto, y más bien se cree que se utilizaba como medida de
presión para que el deudor o sus familiares pagaran las deudas.
2. “Legis actio per pignoris capionem” (acción de la ley por toma de prenda): Es una
acción muy antigua, surgida consuetudinariamente en el ámbito militar, que luego se
extiende a ciertos supuestos legales. Consiste en que determinados acreedores
podían tomar cosas del patrimonio de sus deudores para coaccionarles al pago de
sus deudas. No era necesaria la presencia de magistrado, pero sí pronunciar una
fórmula solemne al apropiarse de esas cosas. En principio, si la deuda no se
satisfacía en el plazo de un año, la cosa tomada en prenda era usucapida por el
acreedor.
El caso más frecuente de aplicación es a favor de los publicanos (recaudadores de
impuestos), a los que se otorgaba esta acción frente a los contribuyentes que no
habían pagado sus impuestos. procedimiento que podían utilizar determinados
acreedores para hacerse con bienes concretos del deudor.
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2. EL PROCEDIMIENTO FORMULARIO
2.1. Origen del procedimiento formulario.
Desde la última época republicana, las acciones de la ley son sustituidas por el
procedimiento formulario, que ya no se basa en el pronunciamiento de determinadas
palabras solemnes, sino en un texto escrito denominado fórmula. La fórmula es un texto
compuesto por diferentes cláusulas en las que se recogen las alegaciones de las partes.
Se redacta ante el magistrado y en presencia de los litigantes, y suministra al juez la
información precisa para resolver la controversia. Así, la sentencia debe pronunciarse de
acuerdo con el contenido de la fórmula.
El origen del procedimiento formulario es discutido, pero casi todos los romanistas
aceptan que este origen habría que situarlo en el nuevo proceso que se habría creado
para dirimir las controversias entre ciudadanos romanos y extranjeros, ya que el sistema
de las acciones de la ley no se podía aplicar, por ser exclusivo de aquellos que tenían la
condición de ciudadanos romanos.
De esta manera, se creó en el ámbito del Pretor peregrino un nuevo sistema procesal
más flexible y ágil que ofrecería una serie de ventajas frente al cada vez más rígido y
anticuado proceso de las acciones de la ley. Así pues, su origen lo situamos
necesariamente después de la creación de la figura del Pretor peregrino (año 242 a.C.) y
antes de la derogación definitiva de las acciones de la ley como sistema procesal en
vigor (finales del siglo I a.C.).
Dentro del proceso de sustitución de las legis actiones por el procedimiento formulario,
hay que destacar la aprobación en el año 130 a.C. de una lex Aebutia. Esta ley introdujo
la posibilidad de sustituir las declaraciones solemnes que tenían que pronunciar las
partes para ejercitar la legis actio per condictionem, por un breve escrito en donde se
recogen los términos de la controversia. Esta práctica después se extendería a las
restantes acciones de la ley, manteniendo siempre la ficción de que las declaraciones
solemnes que se debían realizar se habían llevado a cabo.
Ya en el año 17 a. C., la aprobación de una lex Iulia de la época de Augusto derogó
definitivamente las acciones de la ley y estableció el procedimiento formulario como
ordinario para todas las controversias de derecho privado, manteniendo las acciones de
la ley únicamente para casos residuales.
Ahora bien, la reforma de Augusto introdujo una división de los juicios que resulta
importante desde el punto de vista de la caducidad de los litigios. Así, se distinguían
entre juicios legítimos, que eran aquellos que se desarrollaban ante un juez único en la
ciudad de Roma y siempre entre romanos. Estos juicios legítimos debían concluir en el
plazo máximo de dieciocho meses. Por otro lado, estaban los juicios apoyados en el
imperium del magistrado. Estos son los juicios que se daban cuando fallaba alguno de
los requisitos exigibles para los legítimos. Este tipo de juicios imperiales o apoyados en
el imperium del magistrado debían de concluir antes de que el magistrado jurisdiccional
que los había instituido dejara su cargo.
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2.2. Las acciones formularias.
2.2.1. Fórmula y acción. Tipicidad de las fórmulas.
La palabra acción (actio) es, en el procedimiento formulario, la facultad de actuar en
juicio para alcanzar la satisfacción de un derecho subjetivo reconocido por el Derecho
civil o para proteger una situación que el Pretor ha prometido que tutelaría en su Edicto.
Por su parte, la fórmula es un escrito en donde el magistrado recoge de manera breve y
concisa los distintos términos de la controversia litigiosa, después de haber escuchado
las alegaciones de las partes. Este escrito o fórmula se trasladaba posteriormente al juez
para que, a la vista del mismo, emitiera su sentencia una vez practicadas las pruebas.
Toda acción se caracteriza por su tipicidad: cada situación jurídica tiene la
correspondiente fórmula procesal prevista en el Edicto, para que pueda hacerse uso de la
misma en juicio. Por tanto, en el procedimiento formulario, las acciones se ejercitaban
mediante fórmulas. Pero es un sistema abierto, ya que también cabe la posibilidad de
que el pretor cree una acción improvisada para tutelar supuestos no tipificados en las
fórmulas recogidas en el edicto.
2.2.2. Acciones civiles y pretorias.
Acciones civiles: Son las que introduce el Pretor para sancionar derechos que ya se
encontraban tutelados en el anterior sistema procesal, es decir, en el de las acciones de
la ley. En definitiva, lo que supone la intervención del Pretor mediante la creación de
este tipo de acciones no es más que la adaptación de las acciones de la ley al nuevo
procedimiento formulario.
Acciones pretorias: se trata de acciones que son declaración exclusiva del Pretor y,
tradicionalmente, se dividen en tres tipos:
1. Acciones ficticias: a través de estas acciones, el Pretor remite una fórmula al juez en
la que le ordena que considere como existente algo que realmente no ha sucedido, o
como inexistente algo que sí sucedió. Destaca la Acción Publiciana.
2. Acciones útiles o acciones con transposición de sujetos (adyecticias): a través de
estas acciones se pretende que los efectos del litigio recaigan sobre una persona
distinta de la del titular de la relación sometida a juicio. Para ello, en el
encabezamiento de la fórmula, se recoge el nombre del titular de la relación jurídica
sometida a juicio y en el final de la fórmula, la condemnatio, se indica el nombre de
la persona sobre la que van a recaer los efectos de ese juicio. Presentan una
transposición de sujetos.
3. Las acciones in factum, o acciones por el hecho. a través de estas acciones, el
Pretor aplica acciones tipificadas para sancionar conductas consideradas
inconvenientes, pero que no están contempladas por el ordenamiento jurídico. Las
acciones in factum son innumerables y solían ser acciones personales de carácter
delictual o casi delictual (Por ejemplo: tradicionalmente el delito de daños
patrimoniales exigía que existiera un contacto físico entre la persona y la cosa
dañada; gracias a las acciones in factum se extiende la sanción por este delito a
casos en los que no haya ese contacto).
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2.2.3. Acciones de buena fe.
Se trata de acciones civiles caracterizadas porque las situaciones jurídicas que amparan,
el deber civil exigible al demandado (“oportere”) no tiene un fundamento legal, sino
que se sostiene en el valor ético-social de la buena fe (fides bona). Se refiere a la
exigencia, en determinadas relaciones, una serie de comportamientos y criterios de
conducta, basados en valores ético-sociales, que el derecho acabará por considerar
fundamento de deberes jurídicos.
Son de este tipo, el mandato, la gestión de negocios ajenos, la tutela, la sociedad, la
compraventa y el arrendamiento; en el Principado, se añaden el depósito y el comodato.
2.2.4. Acciones reales y personales.
Acciones personales (in personam), son aquellas que puede ejercitar todo acreedor
para exigir el cumplimiento de la prestación en que consiste la obligación de un deudor.
Acciones reales (in rem) son aquellas que ejercita una persona que afirma tener un
derecho sobre una cosa frente a otra que discute o niega ese derecho.
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4. FASE IN IURE EN EL PROCEDIMIENTO FORMULARIO
4.1.
Citación y comparecencia.
El litigio comienza con el “ius vocatio” o llamamiento a juicio: el demandante tiene
la obligación de comunicar extraprocesalmente al demandado su intención de litigar.
Esta citación previa al pleito debe ser motivada, pues el demandante debe indicar la
acción que pretende ejercitar y los medios de prueba en que funda su pretensión. Si
no realiza este aviso preprocesal, y a pesar de todo el demandado comparece, éste
dispone de una acción in factum contra ese demandante por una cantidad de dinero
en concepto de multa.
Al llamamiento a juicio le seguía de ordinario, una promesa de comparecencia en juicio
por parte del demandado (“vadimonium”), cuyo incumplimiento daba lugar a una
sanción pecuniaria para el demandado. También podía aseguirar la comparecencia en
juicioa través de un tercero solvente o vindex, que asegura la comparecencia de ese
demandado como fiador.
Llegado el día de la comparecencia, el demandante reafirma su pretensión, que ya
estaba en conocimiento del demandado, y se procede al inicio de las actuaciones
procesales. No obstante, es posible concluir el pleito en este instante, sin resolución
judicial, si se dan alguna de las siguientes circunstancias:
1. La indefensión.
Se produce cuando el demandado no comparece o aún compareciendo, no se defiende,
obstaculizando con ello la buena marcha del litigio. Hay tres posibilidades:
 Si el demandado no comparece porque se esconde, el Pretor pone fin al litigio
mediante un decreto de embargo ejecutivo sobre su patrimonio, para que se
proceda a su venta al mejor postor en pública subasta.
 Si el demandado no comparece porque está ausente o de viaje, el Pretor decreta
un embargo de sus bienes de carácter preventivo, en espera de que comparezca o
un representante le defienda.
 Si la indefensión se produce por comportamiento procesal inadecuado, el Pretor
pone fin al litigio concediendo otro tipo de remedios procesales a favor del
demandante que varían según la naturaleza de la acción ejercitada.
2. La transacción.
Es un acuerdo que celebran las partes por el que deciden ceder recíprocamente a sus
pretensiones. Así, el demandante decide no continuar con el litigio, renunciando a la
acción; y el demandado se obliga a prestarle unos servicios o entregarle una cosa. Si el
demandante incumpliera este acuerdo, el demandado dispone de una excepción
fundamentada en la transacción que le sirve para neutralizar la acción del demandante.
3. La confesión.
La confesión o allanamiento supone el reconocimiento por parte del demandado, de que
la pretensión que alega el demandante es cierta. Si el litigio versa sobre una cantidad de
dinero, el demandado resulta condenado a pagar dicha cantidad de dinero. Pero si el
objeto del litigio no está determinado en dinero, es necesario lleva a cabo una
estimación de la condena.
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4. El juramento.
Las partes pueden poner fin al litigio mediante un juramento, solución que, casi
siempre, tiene el carácter de voluntaria. Si el juramento favorece al demandante, se
procede como en el caso de la confesión, y si favorece al demandado, éste va a disponer
de una excepción fundamentada en ese juramento para paralizar al demandante.
Si no se dan ninguna de estas circunstancias, el litigio continúa. Por tanto, el magistrado
solicita las declaraciones oportunas de las partes, decide si concede o deniega la acción,
y si la concede, redacta la fórmula de la misma. Procede al nombramiento formal del
juez y se pasa ya a la litis contestatio, que pone fin a la fase in iure.
4.2. Las partes litigantes.
Se denomina “partes procesales” a los titulares activo y pasivo de la relación jurídica
procesal, que en el procedimiento formulario se constituye mediante la litis contestatio:
 El demandante o actor es aquella persona que asume la iniciativa de promover
un litigio contra otra
 El demandado o reo es la persona contra la que se litiga.
La capacidad procesal es la idoneidad de una persona para ser parte en un litigio, lo
que requiere capacidad jurídica para ser titular de relaciones de derecho privado. En
principio sólo pueden alcanzar la condición de parte procesal las personas que son sui
iuris o jurídicamente independientes. No obstante, este principio no se aplicó
rígidamente durante todo el Derecho clásico.
La legitimación procesal es la idoneidad concreta de una persona para actuar en un
determinado proceso como parte, en virtud de su relación con el asunto litigioso, bien
como demandante (legitimación activa) o como demandado (legitimación pasiva). Sólo
si ambas partes son legítimas, la sentencia será eficaz. Caben dos posibilidades:
 Legitimación directa: el titular de la relación jurídica interviene en el litigio.
 Legitimación indirecta: el titular de la relación jurídica no interviene en el
litigio, sino que lo hace un representante procesal en su nombre.
Por otra parte, el Derecho romano reconoció la posibilidad de que varias personas
actuasen como demandantes o como demandados. A esta situación se la denominó
litisconsorcio, es decir, conjunto de personas que corren la misma suerte en un litigio.
En la mayoría de las situaciones, el litisconsorcio es voluntario, por lo que no es
necesario que concurran todos los titulares de la relación para que el litigio pueda
desarrollarse válidamente.
En último lugar, un caso especial lo representan las llamadas acciones populares, que
tienden a la defensa de intereses generales o colectivos, y pueden ser ejercitadas por
cualquier ciudadano. A pesar de la finalidad de estas acciones, se ejercitan siempre a
título individual, por lo que si la sentencia es condenatoria deberá pagarse a quién
solicitó el ejercicio de la acción. Precisamente, si varias personas solicitan el ejercicio
de una misma acción popular ante el Pretor, éste concede la legitimización para su
ejercicio al más idóneo según las circunstancias, que normalmente solía ser quien había
solicitado su ejercicio en primer lugar.
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4.3. La representación procesal: Cognitor y procurador.
En el proceso, en el litigio, pueden intervenir tanto los propios interesados, como otras
personas que actúan en su lugar y defiendan sus intereses. Esta segunda posibilidad,
muy frecuente en el proceso romano, se denomina representación procesal.
Inicialmente la representación sólo se usaba en casos en que era necesaria porque los
interesados no tenían suficiente capacidad procesal o eran personas jurídicas. Desde el
siglo II a.C. se admitió la representación voluntaria, y en la segunda mitad del siglo I
a.C. ya estaba absolutamente generalizada.
Esta representación es, desde el punto de vista moderno, indirecta, de modo que el
representante asume plenamente el pleito y los efectos del litigio no recaen directamente
sobre la persona del representado o dueña del litigio, sino que recaen sobre el propio
representante, quien debe transmitir luego, esos efectos, a su representado en virtud de
la relación jurídica que les une. Por este motivo, cuando interviene siempre un
representante, la fórmula de la acción presenta transposición de sujetos, es decir, al
comienzo de la fórmula, aparece el nombre del representado, titular de la relación
jurídica en litigio y en la condemnatio figura ya el nombre del representante, para que
los efectos de la sentencia recaigan sobre él. La transmisión de los efectos de la
sentencia se hace a través de una segunda fórmula especial, en un acto posterior.
En el proceso formulario clásico, hay dos tipos de representantes: el cognitor y el
procurator, lo que lleva a que haya cuatro posibilidades para realizar la representación.
4.3.1. Cognitor.
Nace como modo de representación para personas ancianas y enfermas, pero pronto se
generaliza. Se nombraba a través de una fórmula solemne recitada ante el adversario,
donde se indicaba quién era nombrado cognitor.
1. Cognitor del demandante. Era una situación que no planteaba problemas, ya que el
nombramiento formal de este representante hacía que la acción se consumiera, lo
que impedía, a su representado, volver a ejercitar en un futuro la acción. Por lo
demás, la rendición de cuentas entre representante y demandante, se regulaba en
virtud de la relación del mandato.
2. Cognitor del demandado. El riesgo que corre el demandante en caso de enfrentarse
a un cognitor es el de la posible insolvencia de éste. Por este motivo, el Pretor exige
al demandado y representado, que preste una estipulación pretoria (cautio
iudicatum solvi) en el acto del nombramiento, por la que se compromete a pagar la
sentencia en caso de que ésta sea condenatoria.
4.3.2. Procurador.
A diferencia del cognitor, no precisa de nombramiento formal, sino que puede ser:
 Procurator omnium bonorum: es el procurator que administra todo un patrimonio
y que puede acudir a un litigio como consecuencia de la gestión de ese patrimonio.
En este tipo de representación no hay un mandato u orden expreso para que acuda al
litigio, sino que el representado da un mandato genérico a su representante que
supone, entre otras cosas, la posibilidad de representarle procesalmente.
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 Procurator ad litem: es el procurator que acude expresamente al litigio a defender
los intereses de su representado. Esto lo puede hacer bien en virtud de un mandato
específico de su representado o bien espontáneamente, sin contar con la autorización
de su representado. Esto último cuando el representado está ausente y puede perder
sus posibilidades por no intervenir en el litigio.
A su vez, el procurador puede ocupar dos posiciones distintas:
1. Procurator del demandante. El riesgo que corre el demandado deriva de que no se
consume la acción ejercitada. Esto se produce porque no se exige un nombramiento
formal ante el Pretor y ante la otra parte, por lo que el representado podría ejercitar
otra vez la misma acción contra ese demandado si no quedase satisfecho con el
primer resultado. Para asegurar este riesgo, el Pretor exigía al procurator que
prestase una estipulación pretoria, la cautio de rato o caución de ratificación, por la
que ese representante garantizaba que su representado daría por ratificado el
resultado del litigio. Por otra parte, concluido el litigio, se produciría la rendición de
cuentas entre representante y representado. Esta rendición o transmisión de los
efectos del litigio, se regulaba:
a) Por los principios de una gestión de negocios ajenos, tutelada por las acciones
civiles, si era un procurator omnium bonorum.
b) Por las normas propias de una relación de mandato, si hubo un mandato
específico del representado para que el procurator acudiese a ese litigio.
c) Por las normas de una gestión de negocios ajenos, pero tutelada ahora por
acciones in factum o acciones por el hecho, si el procurator acudió
espontáneamente, sin autorización del representado.
2. Procurator del demandado. Como en el caso del cognitor, se plantea el problema
de la posible insolvencia del representante. Sin embargo, en este caso quien presta la
caución (cautio iudicatum solvi o caución de pagar en sentencia) es el propio
procurator y no su representado, que puede incluso estar ausente. La rendición de
cuentas entre representante y representado se regula según mandato o una gestión de
negocios ajenos civil o in factum si ha intervenido una autorización expresa.
NOTA: La caución sirve para evitar que el demandante litigue a través de una segunda
acción, sin respetar el compromiso adquirido por su procurator de no litigar
nuevamente. Pero si el demandante, descontento, intenta litigar, el demandado tiene la
posibilidad de ir contra el procurador, quien a su vez, iría contra su representado para
resarcirse de lo que le hayan obligado a pagar en razón de la caución que existía.
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5. LITIS CONTESTATIO Y CONTENIDO DE LA FÓRMULA
5.1. Datio actionis y litis contestatio. Efectos de la litis contestatio.
Tras haber oído a ambas partes, el pretor decidía si concedía la acción, y en ese caso
procedía a redactar el texto de la fórmula. Sobre este escrito, las partes celebran la
litis contestatio, que es el momento central del litigio que pone fin a las actuaciones
ante el magistrado.
Litis contestatio significa atestiguamiento del litigio, debido a que en el proceso de las
acciones de la ley era el momento procesal en el que las partes llaman a unos testigos
para que acreditasen que se han pronunciado las declaraciones formales por las que se
decide someter la controversia a la decisión de un juez. En el proceso formulario, esta
litis contestatio se concibe como el acuerdo procesal por el que las partes deciden
someter la controversia, tal y como ha quedado reflejada por el Pretor en la fórmula de
la acción, a la decisión del juez o jueces elegidos.
La litis contestatio reviste el carácter de acuerdo necesario, por lo que, si no se celebra,
el litigio no puede continuar.
5.2. Efectos de la litis contestatio.
Tradicionalmente se habla de tres efectos de la litis contestatio:

Efectos fijatorios: se fijan definitivamente las partes o sus representantes
procesales, el objeto del litigio o cosa litigiosa y el juez o jueces. Por eso, si la
acción es temporal, es decir, si hay un plazo de tiempo para su ejercicio, el riesgo de
caducidad desaparece una vez celebrada la litis contestatio.
En el caso de que el juez elegido fallezca antes de dictar sentencia, se debe proceder
a un nuevo nombramiento. Si quien fallece es alguna de las partes, su posición en el
litigio pasa a ser ocupada por sus herederos, incluso aunque la acción que dio lugar
al juicio sea pasivamente intransmisible.

Efectos extintivos o de consumación de la acción: la acción se extingue, se
consume y no se puede volver a ejercitar en el futuro contra el mismo demandado.
Esta idea se expresa a través del viejo aforismo latino “non bis in idem”, es decir,
no se puede volver dos veces sobre lo mismo.
Este efecto opera de distinta manera según la naturaleza de la acción ejercitada. En
unos casos, lo hace de manera automática, denegando el Pretor la acción si se
ejercita por segunda vez. Pero en la mayoría de los casos, este efecto opera a través
de la excepción de la cosa deducida en juicio, siendo el juez quien decide la
identidad de la acción.

Efectos creadores: la relación jurídica sometida a juicio, se extingue y nace una
nueva de carácter obligacional que permite al demandante exigir al demandado
como si fuera un deudor, el cumplimiento de la condena si la sentencia es
condenatoria. Se trata, por tanto, de un derecho de crédito condicionado a que el
juez condene al demandado.
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5.3. Las partes ordinarias de la fórmula.
5.3.1. La intentio.
Es aquella parte de la fórmula que figura en el comienzo de la misma y en dónde el
demandante alega el derecho pretendido. Puede ser de dos tipos:
 Cierta: cuando se reclama un objeto determinado, generalmente dinero. Si se
trata de esta intentio, el demandante tiene que precisar absolutamente su
petición, ya que si se equivoca puede incurrir en peticiones abusivas o “pluris
petitio”, lo que le supone perder el litigio. Ejemplos de peticiones abusivas son
reclamar más dinero de lo que se debe o reclamar antes del vencimiento del
plazo dado o reclamar ante un lugar distinto del que corresponde.
 Incierta: cuando no es cierta. En estos casos, se precisa de un aclaración, por lo
que se recoge una cláusula previa, denominada demonstratio, en donde se
recogen los hechos que fundamentan el derecho pretendido por el demandante.
5.3.2. Demonstratio.
Es aquella parte de la fórmula que recoge la cláusula que fundamenta la petición del
demandante, y es necesario introducirla en las fórmulas de las acciones con intentio
incierta para recoger los hechos que fundamentan el derecho del demandante. También
llevan demonstratio las fórmulas de las acciones pretorias que son acciones in factum o
acciones de hecho porque al ser creación pretoria, no están fundamentadas en un
derecho previamente tipificado.
5.3.3. Condemnatio.
Es aquella parte de la fórmula que figura al final de la misma, en donde se le concede al
juez la facultad de condenar o absolver al demandado. En caso de que la sentencia sea
condenatoria, esta es siempre pecuniaria, o sea, consistente en una cantidad de dinero.
La condemnatio puede ser de dos tipos:
 Cierta: indica al juez la cantidad exacta de dinero a la que debe condenar al
demandado, en el caso de que resuelva condenarle.
 Incierta: no se indica la cantidad exacta a la que puede condenar. En estos casos, se
puede otorgar total discrecionalidad al juez para que fije la cuantía de la condena, o
bien indicarle unos parámetros para que realice una estimación de la condena.
En este último caso, normalmente el Pretor fija unos criterios para determinar la
estimación de la condena. Estos criterios son:
 Si el tipo de acción ejercitada es una acción penal: la valoración del objeto
litigioso debe realizarse según el valor que tenía en el momento de la comisión
del hecho delictivo.
 Para las acciones personales de la propiedad de una cosa cierta: la
estimación se realiza en función del valor que tenga el objeto litigioso, en el
momento de la litis contestatio.
 Para el resto de las acciones: la estimación de la condena se realiza en función
del valor que tenga el objeto litigioso en el momento de dictar la sentencia.
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5.4. Las partes extraordinarias de la fórmula.
5.4.1. Exceptio.
Las partes extraordinarias de la fórmula no son necesarias para el funcionamiento de la
misma, y sólo se introducen a petición de una de las partes. La principal es la exceptio,
una cláusula que se introduce después del intentio con la finalidad de neutralizar la
pretensión del demandante en caso de que la alegación contenida en esa cláusula resulte
probada.
Las excepciones tienen que ser recogidas siempre por el pretor en la fórmula de la
acción. Excepcionalmente, no es necesario que aparezcan en las fórmulas de las
acciones de buena fe, debido a la gran discrecionalidad de que goza el juez en este tipo
de juicio, lo que le permite tener en cuenta las alegaciones del demandado sin que
consten expresamente en la fórmula de la acción.
5.4.2. Praescriptio.
Es la parte que se introduce al comienzo de la fórmula para concretar expresamente el
objeto de la pretensión del demandante. De esta manera, el demandante asegura los
riesgos que se puedan derivar del efecto extintivo de la litis contestatio y del efecto de
cosa juzgada, que se deriva de la sentencia. Un ejemplo de su utilización es la
reclamación de rentas periódicas impagadas, pues sirve para matizar que no sólo se
reclaman las rentas vencidas, sino que luego se reclaman también las rentas futuras que
todavía no hayan vencido.
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6. FASE “APUD IUDICEM” EN EL PROCEDIMIENTO FORMULARIO
Técnicamente, la fase apud iudicem comienza a iniciativa del demandante quien
solicita del pretor que decrete el intertium, es decir, que comiencen esas actuaciones
en el plazo de tres días, lo que, en sentido romano, equivale a pasado mañana.
Llegado el día, las partes tienen que comparecer ante el juez y si falla alguna de ellas, la
decisión favorecerá al que esté presente.
El día de la comparecencia, las partes deben practicar las pruebas y en ese mismo día el
juez tiene que dictar sentencia. Las pruebas, en el procedimiento formulario son
fundamentalmente orales, es decir, se practican a través de declaraciones de testigos y
de las propias declaraciones de las partes. Estas pruebas son libremente valoradas por el
juez y no puede solicitar la práctica de pruebas distintas de las propuestas por las partes.
Una vez practicadas las pruebas, el juez dicta sentencia, que es su opinión sobre el caso
que se le ha planteado. Si los jueces son varios, la decisión se toma por mayoría.
Determinadas sentencias llevan aparejada la denominada nota de infamia, que viene a
ser una pena accesoria de inhabilitación para desempeñar determinados cargos públicos
y otras funciones relacionadas con el tráfico negocial. Las acciones que dan lugar a una
condena por nota de infamia, se denominan acciones infamantes y son, casi todas,
delictuales y relativas a materia de contratos.
Por lo demás, la sentencia es firme desde el mismo momento en que es pronunciada por
el juez. Esa firmeza implica que la sentencia no se puede recurrir; ahora bien, al
demandado que ha sido condenado, puede dejar transcurrir el plazo de treinta días que
tiene para cumplir la condena y esperar a que el demandante victorioso ejercite la acción
ejecutiva “actio iudicati” que da lugar a un nuevo procedimiento en el que ya puede
alegar las causas que considere oportunas para que se revise la sentencia. Esta actitud es
arriesgada, porque si no resulta absuelto en ese procedimiento de ejecución, el
demandado va a ser condenado a pagar el doble de la cantidad en que consistía la
primera sentencia (litiscrescencia).
Por último, de la sentencia, se deriva el denominado “efecto de cosa juzgada”, que
impide volver a pleitear en el futuro sobre ese mismo asunto. Ahora bien, la diferencia
entre estos dos efectos está en que, mientras el de la litis contestatio impide ejercitar la
misma acción en el futuro, el de la cosa juzgada afecta al fondo del asunto, lo que
impide ejercitar, cuando esto sea posible, cualesquiera acciones de que disponga el
demandante para demandar al demandado por lo mismo.
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7. EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA
7.1. Ejecución de la sentencia. La actio iudicati.
El condenado en un litigio tiene treinta días para cumplir la sentencia. Si no lo hace, el
demandante victorioso puede forzarle a cumplir esa sentencia abriendo un segundo
procedimiento mediante la acción ejecutiva o actio iudicati. En este procedimiento, el
demandado puede seguir varios comportamientos:
1. Reconocer la pretensión del demandante, por lo que el procedimiento acaba en la
fase in iure. Sucede cuando el condenado es insolvente y no puede pagar la
sentencia, por lo que él pretor ordena la puesta de sus bienes a disposición del
demandante para que se ejecute la sentencia sobre su patrimonio.
2. Oponerse a la pretensión del demandante. En este caso, el litigio continúa su
tramitación. No obstante, la oposición del demandando puede ser de dos tipos:
 Oposición intencionada: el demandado alega que ya cumplió la sentencia o que
se da algún vicio en el procedimiento anterior que invalida la sentencia. El
demandado asume el riesgo de “litiscrescencia”.
 Oposición a los términos de la sentencia: el demandado no discute el derecho del
demandante, únicamente pretende una reducción de la sentencia por que no se
ha tenido en cuenta alguna circunstancia que posibilita esa reducción. En este
caso no hay riesgo de “litiscrescencia”.
7.2.
El objeto sobre el que recae la ejecución.
En el procedimiento arcaico, la ejecución tenía carácter personal personal, pero en la
época del procedimiento formulario, se puede optar tanto por la ejecución personal
como por la patrimonial, o ambas a la vez. Se usa la ejecución patrimonial si el deudor
solicita la “cessio bonorum” o puesta a disposición de sus bienes.
La ejecución patrimonial supone la puesta a disposición de todo el patrimonio del
deudor en manos de los acreedores mediante decreto de embargo del magistrado para
que se proceda a su venta en pública subasta y así resarcirse con lo obtenido de las
deudas no satisfechas por el deudor.
7.2.2. Tramitación de la venta o de la ejecución.
La ejecución puede comenzar a iniciativa del acreedor o del propio deudor si manifiesta
su insolvencia al solicitar la “cessio bonorum”. A continuación, el pretor emite un
decreto de embargo provisional sobre todo el patrimonio del deudor. Este decreto
mantiene ese carácter provisional durante un plazo de treinta días si el deudor está vivo
o de quince si ha fallecido, para que acudan todos los acreedores a la ejecución y
también para que, como ultima oportunidad, pueda levantarse el embargo si un tercero
satisface las deudas del embargado. Después de este plazo, el embargo se convierte en
definitivo, se declara fallido al ejecutado y además, se le aplica la nota de infamia, si no
ha sido él quien ha solicitado la “cessio bonorum”.
La venta del patrimonio se prepara por uno de los acreedores que recibe el nombre de
síndico o “magíster bonorum”, quien fija las condiciones de la venta y el día de la
subasta. Llegado el día de la venta en subasta, el patrimonio se entrega al máximo
licitador o “bonorum emptor”, con cuya puja se paga a los acreedores.
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