Subido por Lilliana Alvarado Montero

concepción de la idea de muerte

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Percepción de la muerte a lo largo de la vida
et
Boris Isla Molina
VRBE
IVS
revista
de opinión
jurídica
Percepción de la muerte a lo largo de la vida
Por Boris Isla Molina
Universidad de la Frontera, Temuco Chile
1. Introducción.
Cada día hay más personas que manifiestan interés por saber algo, hacer algo más, experimentar, por leer algo... sobre la
muerte. De hecho, hablar de la muerte es algo delicado y complejo, y a la vez absolutamente simple ya que es el final ineludible
de nuestras vidas. Depende de la madurez y reflexiones previas de cada persona. En este trabajo voy a hablar del espacio que ocupa
la muerte en nuestras sociedades, y de la manipulación ideológica de que es objeto. Además de la forma en que la muerte es vivida en diferentes etapas de la vida y cómo podemos ayudar desde nuestra naturaleza humana a las personas que viven cercenas a
la muerte y cómo, a su vez, podemos permitir que ellos nos ayuden a nosotros mismos, enseñándonos cómo el sentido de la muerte
puede dirigir nuestras vidas hacia una expresión enriquecedora de la muerte y el dolor.
El miedo que tenemos a enfrentar a la muerte es un miedo a algo desconocido, la muerte es una experiencia que nadie
jamás en vida podrá conocer a ciencia cierta, por lo cual nos genera gran ansiedad. Nuestra tendencia es a alejar a la muerte de
nuestro espectro de vida, sentenciarla al encierro hospitalario, o a los cementerios cada vez más compactos.
Si bien es cierto, tanto la muerte como el nacimiento están indicados por importantes cambios biológicos y culturales
que puntúan la existencia de cada persona. En la muerte misma es la biología quien impone sus leyes entrópicas, no obstante nuestra cultura tradicional ha sabido encontrar elementos para postergar la muerte, el avance tecnológico ha producido el desplazamiento de la muerte principalmente al final del ciclo vital, cuando antes lo fue constante en cualquier período de la vida. Esto
repercutió en nuestra conciencia de ella, y convirtió a la muerte en algo fuera de nuestra cotidianeidad. Dejó de hablarse de la
muerte, por lo tanto se perdió la posibilidad de enfrentarla cara a cara. A cambio de eso encontramos a la televisión inundando de
información distorsionada sobre la muerte a nuestros hijos, se produce así una paradoja, en la cual por temor a el impacto que
pueda causarle el acontecimiento a nuestros niños le ocultamos la información, sin embargo permitimos que por medio de la tele-
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visión accedan a información contaminada con violencia que genera a su vez mayor ansiedad.
A lo mejor nuestro rechazo a la muerte es algo que se ha construido junto con nuestra evolución cultural, en el sentido
que, nuestro desarrollo cultural occidentalizado se ha planteado en términos de seguridad planificada y predictibilidad, que se
refuerzan en la matriz valórica, y de significaciones culturales que consideramos esenciales para vivir. La muerte ataca la misma
raíz fundamental de los valores que estamos persiguiendo en nuestras sociedades. Se ve atacada la necesidad humana de vivir en
un mundo predecible ( fundamento de la ciencia) y que sea seguro, conocido lo cual va muy ligado al concepto de revelar los misterios antaño desconocidos por el hombre y hoy asequibles por la ciencia.
La muerte entonces es socialmente rechazada, en cuanto atenta con nuestro mundo material, el único que existe. Nos
vemos culturalmente motivados a dedicarle menos tiempo a la muerte, por que el morir perjudica la productividad, la tristeza debe
resolverse lo antes posible, dado que el mundo "real" requiere de los cuerpos y las mentes limpias de los que trabajan para su crecimiento. Esta vida en sociedad exige ciertos sacrificios, entre ellos el desconocer a la muerte como parte de este mundo, cerrar los
ojos aún cuando el sol se retira cada anochecer para volver al día siguiente iluminándolo todo, cuando en cada otoño muere el
mundo vegetal para verlo renacer a la primavera siguiente. El significado de la muerte se expresa claramente en la vida, pero la
gente ve lo que los demás quieren que vean. Cuando por fin entiendan que en la muerte hay mucho mas que aprender sobre la
vida que en la evitación permanente de la naturaleza, cuando por fin sean capaces de aceptar la muerte sin maquillarla de juventud, cuando nuestra tanatofobia seda paso al compartir con los muertos, solo entonces podremos comenzar a vivir, por que la única
postura coherente y sólida ante la muerte, como ante cualquier otro evento o conflicto de la vida humana, es encararla, tomar
consciencia de ella, conocerla hasta donde sea humanamente posible ; respetar y observar frente a frente es la fórmula para librarse
de ello.
2. Percepción de la muerte del infante.
El desarrollo psicológico del niño lo imposibilita para darse realmente cuenta del fenómeno de la muerte y sus implicaciones. Su aparato psíquico se encuentra en esta etapa centrado en su propia perspectiva y en la realidad vivenciada desde sí
mismo, por lo cual su pensamiento presenta las características de egocentrismo y animismo entre otras, que distorsionan sus experiencias en la formación de su realidad configurada particularmente.
La falta de introspección y la incompleta cimentación de su individualidad, que aún está en desarrollo hacen que la
muerte para el niño tenga un significado libre en gran medida de angustia y crueldad, por lo cual difiere de la significación adulta de la muerte. Sin embargo, el niño vivencia el fenecer como un viaje o un abandono, por lo que puede experimentarlo con mucha
ansiedad y considerar esta dolorosa separación como un acto de agresividad contra él, ej. "la persona se murió por que no quiere
estar conmigo".
Los niños asocian la muerte principalmente a la pérdida de su objeto amoroso más preciado, su madre, y con ella todas
las garantías de cuidado y amor incondicional que solían protegerlo del mundo desconocido y hostil. Todo esto, además de temor
le produce ira, pues como ya dijimos, el niño cree que la muerte es una afrenta contra él, dado que el morir es para él dejarse morir
sin perder la vida, sino solamente alejándose como en un viaje. A su vez desconocen la posibilidad de su propia muerte dado que
ésta constituye algo externo, ajeno, situación en la cual no hay amenaza vital. En este sentido los niños tienden a ver la muerte
como algo remoto, en cuanto la aversión que les provoca los obliga a alejarla hasta el punto que quede fuera de nuestra realidad.
Ellos creen que el que evita la muerte, engañándola, no muere. Esta es una característica de su pensamiento egocéntrico, el cual
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no le permite entender la muerte por que va más allá de su experiencia personal, y además es consecuencia de que los niños tienen
en parte la noción de la inevitabilidad de la muerte, sin embargo, desarrollan defensas psicológicas tales como el pensamiento
mágico, para sobreponerse al sentimiento de indefensión que le produce.
Los psicólogos abocados a la investigación de la ontogénesis de las distintas capacidades a lo largo del desarrollo humano,
han realizado diversos trabajos con niños. Ellos en sus distintos estudios encontraron que a los 4 años la idea de muerte es muy
limitada, y el hecho de que ésta ocurra o se mencione su concepto no supone una emoción intensa, ni tanto positiva como negativa. Antes de esta edad el niño tiene ciertas nociones ligadas a la muerte, pero éstas se traducen en intuiciones emocionales ligadas a la ausencia de la madre.
Entre los 5 y los 7 años, los niños comienzan a entender que la muerte es irreversible, universal, o sea que todas las cosas
que están vivas inevitablemente tienen que morir, también comprenden que todas las funciones de la vida terminan con la muerte.
Según Piaget estas características se desarrollan cuando los niños pasan del pensamiento preoperacional al operacional concreto.
Durante esta etapa el niño busca reafirmar su conocimiento objetivo, y vuelca sus esfuerzos al entendimiento de las pautas de su
cultura. En este sentido los códigos de significación cultural constituyen una buena base para la elaboración más acabada del concepto de muerte. Las explicaciones fantásticas ya no le son funcionales, pasando de un razonamiento mágico a un pensamiento
materialista positivo. Aún más, en esta etapa la muerte adquiere una connotación emocional mucho más intensa para el niño, que
comienza a temer la muerte de sus seres queridos. El hecho de morir se tiñe en su mente con las ansiedades de su cultura, y pese
a no tener conciencia de la posibilidad objetiva de morir, si reconoce a la muerte como una clara experiencia humana.
Ya a la edad de 8-10 años acepta que todos moriremos, asimila con todo realismo el hecho de tener que morir más adelante.
No todos los autores concuerdan en cuanto al grado de consciencia real que tienen los niños sobre las diferentes dimensiones de éste acontecimiento, y prefieren hablar de etapas no tan marcadas y otorgar un poco más de flexibilidad en el desarrollo de la elaboración de un concepto tan complejo como lo es la muerte. De esta manera hablar de etapas sin referentes en el plano
etario es útil para captar la secuencia del desarrollo o formación del concepto. Diversos autores reconocen ésta secuencia de etapas como adecuadas :
1º etapa en que el niño es incapaz de comprender el problema de la muerte.
2º etapa en que la muerte se relaciona con una ausencia provisional.
3º etapa en que la muerte se integra en una imagen del mundo mediante elementos culturales.
4º etapa en que el niño elabora la idea de su irremediable destrucción.
El hecho de que la cultura otorgue un espacio dentro de su dinámica donde el dolor y la muerte se resuelvan, mantienen
la armonía de su continuidad.
Una cultura debe estructurar este dolor por que su sentido se configura a través de las historias personales que la
atraviesan. El orden y la continuidad de la misma depende de la construcción simbólica de rituales que orienten la identidad de
todos los individuos a la conformación de la unidad estructural y funcional de la cultura.
Ahora bien, basta dar una mirada hacia el interior de nuestra cultura y nos encontramos con la sobreexaltación de la vida,
basada en su energía, en su dinámica y en su desarrollo, una cultura que esconde a sus moribundos en hospitales donde no logren
infectarnos con la muerte y que reducen las tumbas en los cementerios donde cada domingo cientos de personas caminan sobre
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los cuerpos de nuestros ancestros que simbólicamente yacen extendidos en el césped. Nuestra cultura no acepta la muerte, la arroja lo más lejos de sí para no entorpecer su funcionamiento. En esta cultura la muerte debe ser un proceso rápido, dado que se ha
convertido en un tabú, así como alguna vez lo fue el sexo. Esta situación disminuye las posibilidades de que logremos un duelo
verdadero, dado que el duelo negado es el peor de los duelos.
El niño quiere saber que ocurre cuando está frente a la muerte, busca la respuesta en sus padres quienes no confían en
su capacidad de entender la situación, y creyendo protegerlo lo envuelven en un manto de fantasía. Nuestra cultura nos enseña a
proteger a nuestros hijos de algo que es tan natural como la vida misma y lo único que logramos es condenarlos a una vida a
medias, una vida orientada al absurdo de la imposible eternidad, una ansiedad perpetua, una vida irreal.
Entonces el niño calla al ver la cara de sus padres timoratos ante la muerte y calla para protegerlos, el sabe que odiamos
a la muerte y lo que le espera como herencia es este odio, quien odia la muerte odia a la vida y por lo tanto se odia a sí mismo y
vive temiendo.
Un niño solo requiere expresar sus emociones, sus temores, sus inquietudes, solo requiere de un adulto capaz de escucharlo y saber explicar con palabras simples y sensibles qué es lo que ocurre, sin mentiras. En este sentido la religión puede ser muy
beneficiosa, siempre y cuando su acción esté dirigida a resolver los conflictos humanos existenciales en la forma más honesta, evitando la sobreexplotación de artificios y que pueda brindar un soporte espiritual para el niño.
Desde el punto de vista del psicoanálisis, la muerte es tan poderosa que nuestros impulsos dirigidos a ella constituyen
parte de nuestra personalidad. Estos impulsos no son privativos del hombre, dado que operan en todas las criaturas vivientes y tienden a reducir la vida a su materia inerte original, estos impulsos son los responsables de las tendencias destructivas y agresivas.
Esto se traduce en que parte de nuestra naturaleza busca la muerte, se dirige a ésta como también se dirige al amor. Esta dualidad posee al niño en su corporalidad y en su psiquis, por eso a temprana edad inician su exploración con la muerte de pequeños
seres vivos, buscando la forma para asegurarse a sí mismo su individualidad y su potencia, actuando con superioridad ante estos
seres, pero a la vez reteniendo sus impulsos agresivos e identificándose proyectivamente con sus víctimas. Esta experiencia condiciona de manera inevitable una buena parte de las respuestas del niño y su desarrollo cognitivo respecto al concepto de muerte.
En la medida en que el niño va desarrollando más destrezas tanto en el área biológica, social, cognitiva y emocional el concepto
de muerte va evolucionando hacia causas más abstractas, como "enfermedades", "hacerse mayor", etc. el punto de cambio para
esta parte del concepto de algo concreto a algo abstracto parece situarse alrededor de los 7 años. A esta edad se produce en el
niño un gran temor en cuanto a su salud dado que la relación que establece entre la enfermedad y la muerte lo atormenta cuando él está enfermo, cualquier síntoma; fiebre, catarro, estornudos, etc. le hacen creer que se va a morir.
Los niños que se ven enfrentados al hecho de la muerte presentan una serie de reacciones, que si bien pueden no darse
en un orden específico, ni aparecer todas ellas, si nos sirven para comprender el cómo lo vivencian en general:
1. La negación: el niño niega que la muerte haya ocurrido y parece que ésta no le ha afectado. Normalmente esto sig
nifica que la pérdida ha sido demasiado grande para él y que sigue pretendiendo que la persona en cuestión está viva.
2. Aflicción corporal: la muerte produce en el niño un estado de ansiedad que se expresa en síntomas físicos y/o emo
cionales.
3. Reacciones hostiles contra el difunto: el niño toma la muerte de una persona o animal como una afrenta personal por
parte del difunto, que lo ha abandonado.
4. Reacciones hostiles hacia otros: el niño, generalmente, culpa a otros de la muerte acaecida.
5. Sustitución: el niño rápidamente comienza a buscar el afecto de otros con el fin de sustituir la figura del difunto.
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6. El niño asume las maneras del difunto, intentando conseguir sus mismas características.
7. Idealización: el niño sobre valora las cosas buenas del difunto y elimina los recuerdos de sus defectos, llegando incluso a falsear los recuerdos respecto al carácter y la vida real del difunto.
8. Reacciones de ansiedad y de pánico, preocupándose por quién le cuidará en el futuro.
9. Reacciones de culpa: el niño puede pensar que la muerte tiene que ver con que "es malo" o ha tenido mal comportamiento, y elaborar a partir de aquí fantasías de muerte.
El dato esencial es que toda muerte requiere un duelo, y esta es una ley de la naturaleza, dado que si bien la estructura
cultural de la vivencia varía, el sentido de la perdida es universal, con distinto matíz connotativo emocional, pero que no obstante
revela su cualidad netamente humana.
El niño debe poder des-identificarse de la causa de la muerte y estar desprovisto de todo deseo de muerte inconsciente
(los cuales llevan en sí sentimientos de culpabilidad o remordimiento) además debe elaborar y aceptar a través de su experiencia
la propia muerte futura en tanto que destino.
3. Percepción de la muerte del adolescente.
La adolescencia se expresa en las siguientes necesidades: mayor autonomía, necesidad de estabilidad y seguridad,
reconocimiento del grupo de amigos y necesidad de diferenciación. Estos podrían considerarse un buen marcador de la etapa, sin
embargo la falta de un hito psicológico que determine el cambio de etapa hace necesario un espacio social de soporte para el adolescente en su lucha por integrar su identidad, este espacio estaría constituido por la familia. La falta de este soporte trae graves
consecuencias al adolescente quien ve como se ve absorbido por situaciones que escapan de su control, apareciendo sentimientos
de incontrolabilidad ante factores sociales, políticos y económicos para construir un proyecto de vida. Las características de esta
etapa hacen del adolescente un ser muy vulnerable a sentimientos ligados a la autodestrucción. La muerte en estos casos puede
presentarse como una alternativa favorable en pos de darle fin al dolor psicológico que abruma al adolescente. El considerarse
solos, alienados, que no son amados pueden constituir motivos suficientemente fuertes como para elegir extinguirse, para comprender esto es necesario pensar en que el joven está esencialmente volcado hacia las relaciones con otros y su aceptación, por lo
que hasta los fracasos académicos adquieren una fuerza desconocida dado que en estas actividades sociales el joven va configurando su autoconcepto. Otros puntos de vista versan sobre el suicidio adolescente no como una fuerza o tendencia a la autodestrucción, sino más bien como una súplica por llamar la atención y pedir ayuda, por lo que prefieren hablar de prevención considerando el mejor modo de hacerlo, el tomar conciencia del cuidado del adolescente y ser sensible a sus peticiones.
En otro sentido, el adolescente vivencia la muerte como un hecho romántico, entregando su vida por la lucha por ideales, el ejercito, etc. a los jóvenes les importa mucho más la calidad de la vida que la cantidad, este es otro factor que acerca a los
jóvenes al suicidio. Dentro de su desarrollo mantienen una idea egocéntrica llamada "fábula personal" la cual les hace creer que
pueden tomar cualquier clase de riesgos dado que a ellos jamás les ve a ocurrir nada, manejan imprudentemente, toman decisiones
descabelladas, experimentan potentes drogas y formas de placer.
Cuando los adolescentes se encuentran cara a cara con la muerte reaccionan de maneras sorprendentes y contradictorias, elevando algunos las cuotas de misticismo o religiosidad. O bien otros jóvenes enfermos optan por negar su condición y hablan
como si se fuesen a recuperar aunque tienen la certeza de que eso no será así. Sin embargo pese a lo dramático de esta situación
y a los problemas que acarrea la utilización de mecanismos de defensa en cuanto a la elaboración e integración de los hechos sin
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distorsión, la negación y la represión de las emociones constituyen herramientas útiles que ayudan a muchos jóvenes enfermos a
tratar y superar este golpe agobiante para sus expectativas de vida. Los jóvenes enfermos por lo general están más enfadados y
disgustados que reprimidos. Ocupan mucho menos tiempo en pensar en el suicidio en comparación a adultos de la misma condición, y probablemente están mucho más dispuestos en buscar a alguien a quien culpar.
Las distintas maneras de reaccionar ante el hecho de la muerte inminente está supeditada en gran medida al estilo de
personalidad.
4. Percepción de la muerte en adultos jóvenes.
Los adultos jóvenes están abocados al término de sus tareas sociales, y se encuentran ansiosos por desarrollar sus planes
de vida, para lo cual ya se encuentran capacitados. Su gran tarea es lograr la intimidad para lo cual destinan una no menospreciable cantidad de su tiempo y energía. La muerte es algo lejano, asumido como algo inevitable, sin embargo con una certeza
inconsciente de que a uno jamás le va a pasar, comienza la carrera por la consecución de lo que uno pueda llegar a ser, y junto a
quienes ame, construir una vida plena de satisfacción.
Para un individuo que se encuentra en esta etapa de la vida, la aparición de una enfermedad catastrófica se vivencia
como algo muy frustrante y difícil de llevar debido a la imposibilidad de conquistar las metas anheladas. Su trabajo no ha valido
de nada y esta injusticia lo enfurece, es el paciente más conflictivo y el más lábil emocionalmente, a esto se suma la dificultad del
personal que por lo general tiene la misma edad que el paciente para tratar asertivamente a un desahuciado de su mismo grupo
etáreo.
Estos adultos piensan de manera evasiva, rehuyen de la muerte pues es un tema que no les agrada.
5. Percepción de la muerte de un adulto intermedio
En esta edad se produce la defunción de los padres, y este hecho constituye el motivo por el cual es en esta etapa donde
se instala la certeza de la muerte en nuestros corazones, en esta etapa sabemos muy adentro que de veras moriremos. Sin embargo este no es el único dato sobre su condición que recibirá en esta época; los obituarios comenzaran a llenarse con nombres conocidos, los organismos e instituciones enviaran información sobre nuestra condición y se encargará además de hacernos saber que
tan aceptados seremos en el mundo en el que supuestamente nosotros (los de esta etapa) tenemos el poder. Los adultos intermedios cambian el referente de su cuenta de edad, pues ahora los días que faltan son mucho menos que los que ya han pasado. Esta
sensación de limite impulsa al sujeto a buscar sacarle provecho a lo que le resta de vida, y nace un nuevo ímpetu por hacer mayores cambios en su vida. La evaluación a la que se someten será crucial en cuanto una vida satisfactoria propugna integridad y
autoestima, y por el contrario la inconformidad genera desesperanza, frustración y un sentimiento de vacuidad.
6. Percepción de la muerte en ancianos.
La muerte puede sobrevenir en cualquier etapa de la vida, sin embargo el orden natural supone que se produzca al final
del ciclo completo, cuando su cercanía forma ya parte de la experiencia cotidiana. En esta edad casi la mayoría del tiempo está
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destinada a la solución de asuntos acerca de la muerte y están significativamente menos ansiosos que los adultos intermedios con
respecto a la muerte.
Es necesario considerar que el mundo frente al cual se enfrenta el anciano es un mundo distinto, irreconocible, perturbador, obviamente que nuestra es la responsabilidad de que no le sea hostil. Antes su mundo estaba poblado por determinadas
personas que fueron muy significativas en su vida. Con el correr de los años todo eso de alguna manera, por no decir literalmente,
ha desaparecido. Es probable que los problemas cotidianos de hoy le resulten algo abrumador e inexplicable. Ante esta situación
uno puede entender el por qué los abuelos están cansados de la vida, y por qué es tan natural que muchas veces los inunde la tristeza.
La gran tarea del anciano es reorganizar sus pensamientos y sentimientos para aceptar su propia muerte. Los problemas
físicos impiden que el anciano vea las cosas de un modo alentador y placentero, al contrario, esto se suma a la lista de estímulos
que lo abandonan a la muerte.
Cuando la persona ha construido un autoconcepto estable y satisfactorio, y cuando ha sido rodeada de amor logra concebir de manera más tranquila su propia muerte, aceptando este final natural.
7. Enfrentar la muerte.
La forma en que nos dispongamos frente a la muerte definirá nuestro proceso de muerte, por que ¿qué es la muerte, sino
un nacer a otra cosa ? como plantea la doctora E. Kübler-Ross ; quien dice que la muerte no es más que un pasaje hacia otra forma
de vida. Esta profesional de la salud supo comprender el real significado del término "salud" y lo aplicó a sus moribundos, esos tantos que lejos de ser sustancias en desecho, son verdaderos maestros de la vida, por que allí donde ésta se extingue aflora todo su
esplendor, al acompañar la muerte se nos regala la belleza de la vida, cuando el último aliento adorna nuestras caras con expresiones de felicidad por que algo se ha descubierto, en nosotros mismos.
Volviendo a lo nuestro, Kübler-Ross después de realizar una cantidad de estudios de campo inimaginable sobre enfermos
terminales , dio a conocer la existencia de 4 etapas de la muerte y la agonía, las cuales serían :
1. negación: cuando una persona se entera de que sufre una enfermedad mortal su primera reacción es la negación, aquel
mecanismo de defensa que ante la evidencia nos hace decir "no, no puede ser", esto constituye una autosugestión que implica la
no aceptación de la condición, la persona se convence de que ha habido errores en los resultados de laboratorios o radiografías y
cambiando de médico para obtener otra respuesta. La negación es un mecanismo normal que nos ha acompañado a lo largo de
toda nuestra vida en relación al tema de la muerte, y la negación parcial de ésta hasta se hace necesaria para asumir algunos riesgos, pero ante la noticia de una muerte inminente se hace total. La negación permite una tregua entre la psiquis y la realidad, le
otorga el tiempo al individuo para pensar su muerte de manera más distanciada, buscando la adaptación del evento que ha asaltado su psiquismo de manera muy abrupta. La negación constituye un mecanismo de amortiguación del efecto.
Es importante destacar que la negación, a su vez, no es un fenómeno absolutamente individual, dado que nuestra cultura poco a
poco ha ido negando los eventos de la muerte, no se habla de ella, los velatorios se trasladaron de la cama de la propia casa donde
se era acompañado por gran cantidad de familiares y amigos, a una camilla de terapia intensiva, con restricción de visitas y con la
soledad que un lugar tan descarnado como ese provoca.
2. ira: cuando el enfermo acepta por fin la realidad se rebela contra ella, y nace la pregunta ¿por qué yo? la envidia
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comienza a corroer el alma, que injusto es que me haya tocado a mi morir, deseos de tener la vida de los demás, su ira inunda todo
a su alrededor, nada le parece bien, nada le conforma. Todo lo que ve le produce un agudo dolor, recordar su condición le inunda
de odio y rencor, esta etapa se caracteriza por la negación de dios, los insultos. Su autosestima está atropellada por no ser él el
elegido para permanecer con vida. Los enfermos en esta etapa necesitan expresar su rabia para librarse de ella.
3. pacto o negociación: se asume la condición, pero aparece una tentativa por negociar el tiempo, se intenta hacer un
trato, dado que en vida este recurso más de alguna vez lo sacó de algún apuro, aunque la realidad le indique que para eso es
demasiado tarde, ej. El eterno fumador que cuando se entera que tiene cáncer promete no fumar nunca más. Los adultos en estas
circunstancias se vuelven regresivos, pidiendo tiempo a cambio de buena conducta. La gran mayoría de estos pactos son secretos
y sólo quienes los hacen tienen consciencia de ello.
4. depresión: esta aparece cuando se tiene conciencia de que todos los pasos anteriores fracasan ante el desarrollo de la
enfermedad que provoca gran invalidez, dolores u hospitalizaciones continuas. Las consecuencias psicosociales que acarrea una
enfermedad catastrófica, entre ellas ; decadencia física, imposibilidad de trabajar o desempeñarse en tareas habituales, problemas
económicos y familiares, sensación de inutilidad y de constituir una carga innecesaria, provocan en el enfermo un estado natural
de depresión. La depresión es producto de lo ya perdido, pero también un proceso de preparación ante la propia muerte. En esta
etapa, es saludable para el enfermo expresar la profundidad de su angustia en vez de esconder su dolor.
5. aceptación: requiere que la persona haya tenido el tiempo necesario para superar las fases anteriores. La persona ha
trabajado con la muerte a través de la ansiedad y la cólera, y ha resuelto sus asuntos incompletos. A esta etapa se llega muy débil,
cansado y en cierto sentido anestesiado afectivamente. En su lucha por desprenderse del mundo y de las personas prefiere estar
solo, preparándose para morir, durmiendo demasiado, a lo mejor en un proceso de evaluación mnémica que es una experiencia privada y personal. El paciente ha comenzado a morir, a renunciar a su vida en paz y armonía, en esta etapa no hay ni felicidad ni
dolor, solo paz, el dolor está en quienes rodean al enfermo, éste solo desea el silencio para terminar sus días con un sentimiento
de paz con sigo mismo y con el mundo.
Estas etapas no se dan rigurosamente como una secuencia invariable, alguien puede morir enojado con el mundo, o sin
jamás aceptar la muerte por que su amor a la vida es más fuerte que su paz interior, por lo general quien no desea morir llegando su hora ha dejado algo pendiente, resolver sus asuntos de la mejor forma puede ser un incentivo para el buen morir. Lo importante es que a través de estas etapas Kübler-Ross supo plasmar una anatomía psíquica de la muerte, acompañada de todo su carácter emocional, ahora algo podemos entender el proceso de la muerte, para poder aceptar su llegada de mejor manera.
8. La pena de muerte y el duelo.
Como ya he repetido antes toda muerte exige un duelo, o sea una elaboración e integración del acontecimiento de la
muerte como parte de la vida de un sujeto, se debe asimilar hasta el punto de reconstruir la vida sin el ser amado, recordándole
con amor y cariño, y comenzar el desarrollo de una vida normal, cumpliendo con todas la exigencias sociales.
La muerte es un hecho muy duro, tanto como para quien lo vive como para los que lo rodean (sobrevivientes). Estos últimos deben aceptar su aflicción, o sea el hecho objetivo de la perdida y el cambio de su condición social de vida en cuanto a la
desaparición de la persona muerta. Así una esposa debe asumir su condición de viuda, por ejemplo.
Una cultura debe estar dispuesta a resolver el problema del dolor de sus miembros por medio de rituales y ceremonias, y
en resumen por medio de espacios para elaborar la pérdida con un gran soporte social. Por ello sus condiciones de luto serán primordiales para lo que a salud mental se refiere. Esta acción eminentemente cultural permite abordar la muerte desde una mirada
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social de reconocimiento de sus miembros, como una pérdida total de la cultura y no una difusión particular sin importancia. Las
culturas deben estructurar el dolor por medio de tradiciones y ritos que ayuden a sobrellevar el dolor.
La forma en que sentimos la pérdida como algo muy doloroso tiene gran importancia. La persona afligida debe aceptar
la dolorosa realidad, para ello debe dejar el vínculo con la persona fallecida, organizar la vida sin esa persona y desarrollar nuevos
intereses y relaciones. Para poder describir una pena normal debemos mencionar las etapas que subyacen en ella:
Fase inicial: (varias semanas) la muerte se vive como algo impactante e increíble, los sobrevivientes se sienten muy abrumados, aturdidos y confundidos. Estas condiciones constituyen en algún aspecto una defensa de los dolientes para protegerse de
sus reacciones intensas. Todo este periodo está acompañado de un fuerte correlato fisiológico, emocional y psicológico que vulnerabiliza en demasía al individuo. Tiene accesos de nauseas y un profundo sentimiento de vacuidad por la impotencia ante la vida.
2º fase: (6 meses o más) persiste la preocupación por la persona fallecida. Realiza un gran esfuerzo por entender la muerte
sin lograrlo debido a que no es capaz de aceptarla, en esta etapa hay mucho llanto, insomnio, fatiga, pérdida de apetito, etc. este
periodo de crisis es necesario, pues en medio de este dolor se evalúa emocionalmente la relación que en vida tuvo con el fallecido. Para elaborar la muerte esto es esencial, dado que en este periodo se rescata la intensidad de las emociones compartidas y se
tiñen los recuerdos para revivirlos hasta la eternidad.
Fase final: el tiempo es muy variable, esta es el periodo de la resolución, la persona reanuda el interés por sus actividades
diarias, recordando al muerto con cariño y tristeza en vez de dolor y nostalgia. Se asume la idea de que la vida continúa y de que
existen otros motivos por los cuales luchar.
Cuando deformamos el dolor que sentimos por el fallecido nos arriesgamos a vivir una pena patológica, es muy probable que a la base de ésta exista un desorden de la personalidad o una relación altamente dependiente u hostil con el fallecido.
Muchas veces se vivencia la pena de esta manera debido a las circunstancias traumáticas en que pudo ocurrir el episodio de muerte
y la prestancia social de apoyo deficiente que pudo sufrirse. Esta forma distorsionada de elaborar la pérdida puede traer consigo
la presencia de hiperactividad conpulsiva, identificación patológica con la persona muerta, deterioro físico, depresión, culpa, ira,
etc.
9. Terapia para el dolor.
La Tanatologia, como disciplina de ayuda profesional, concibe integralmente a la persona en su ser bio-sico-social-espiritual, para vivir en plenitud. Proporciona ayuda profesional al enfermo terminal y a sus familiares, a personas con ideas suicidas
y a todo individuo que haya tenido una pérdida significativa.
El apoyo de la tanatología como alternativa para revalorar la vida descansa en el principio de la condición mortal de todo
ser humano. ¿Cómo condiciona o determina la vida de un individuo este principio del cual no existe la menor duda? La respuesta
es variable de acuerdo a las convicciones y circunstancias personales, pero de una u otra forma tiene que asimilarse este hecho. De
ahí la importancia de aprender a elaborar el propio duelo no como una carga lóbrega sino como un acontecimiento necesario en
la vida, y, en base a ello, vivir plenamente el "mas acá" de la muerte. Se sugieren dos caminos para aproximarse a ella: por la vía
teleológica en base a la propia imaginación y por la reflexión de acontecimientos de muerte, como las enfermedades incurables,
la misma muerte de familiares o amigos muy queridos o del dolor que se experimenta por separación del ser amado, que es una
forma de vivir la muerte.
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El cómo ayudar a las personas a resolver la muerte constituye una tarea ardua, y más aún en una sociedad donde la
muerte se suele ocultar. Es primeramente necesario comenzar por la educación infantil, ayudando a los niños a disminuir su
ansiedad hacia la muerte, o sea se debe educar al niño a nivel cognitivo impersonal por medio de la enseñanza cultural (escuela)
y a un nivel emocional personal (en el seno familiar).
La tanatología cumple un papel fundamental, su nombre proviene de Thanatos: muerte; y Logos: que quiere decir tratado, constituye una disciplina que proporciona ayuda profesional al enfermo terminal y a sus familiares, a personas con ideas suicidas y a todo individuo que haya tenido una pérdida significativa.
La ideología de esta disciplina versa sobre los siguientes puntos:
A) La muerte y el miedo a la muerte son fuente de muchos de los problemas humanos. Eliminar estos miedos es dar vida:
vida a plenitud, vida llena de calidad.
B) El suicidio es un mal que se puede prevenir. En la mayoría de los casos, quienes tienen ideas suicidas prefieren recibir
ayuda adecuada, en lugar de fabricar su propia muerte.
C) Por último, de acuerdo con Kubler Ross, creo que el amor incondicional es un ideal asequible.
En suma, la meta última del tanatólogo es orientar al enfermo hacia la aceptación de su realidad, aceptación que se traduce en ESPERANZA REAL. En ella está contenida el verdadero sentido de la vida. Esto incluye una mejor calidad de vida, la muerte
digna y en paz.
La educación para la muerte tiene ciertos objetivos que vale la pena revisar, entre ellos están; ayudar a crear en las personas sistemas de creencias propios sobre la vida y la muerte, pero no en un sentido de fantasía enajenante, sino como una revelación intima del sentido de la muerte que presupone su aceptación como algo natural, también tiene por uno de sus objetivos
el preparar a la gente para asumir la muerte propia y la de las personas cercanas al individuo, enseñar a tratar humana e inteligentemente a quienes están cercanos a la muerte. Entender la dinámica de la pena desde un punto de vista muy humano, donde se
acentúe la importancia de las emociones más que cualquier otro aspecto de la psicología.
"Por último, la tanatología se propone con su educación y trabajo, hacer de la agonía una actitud lo más positiva posible, destacando la importancia de minimizar el dolor, ofreciendo cariño, cuidado personal, involucrando a la familia y a los amigos cercanos, en el cuidado de la persona agónica y siendo susceptible a los deseos y necesidades del moribundo."
Una terapia para el dolor debe contemplar la expresión de la pena y sus sentimientos de pérdida y culpa , apoyar en el
moribundo la revisión de sus relaciones, e integrar la muerte dentro de la vida. A su vez debe brindar ayuda práctica y emocional,
por medio del encuentro de personas que sufren un proceso parecido, y con la confianza de que al ser un proceso natural las personas disponen de las herramientas para superar esta situación.
Es muy importante para las personas explorar sus actitudes hacia la muerte, involucrarse afectiva y cognitivamente con
ella ayuda a descubrir cuáles son nuestros temores frente a ella y como podemos superarlos.
10. Significado de la muerte.
El sentido de la muerte se encuentra en la vida misma, en cuanto sabemos que vamos a morir, dirigimos nuestros esfuer-
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zos hacia la vida intensamente vivida, el morir nos enseña a amar, querer, recordar. La muerte postergada hacia la eternidad no
puede sino constituir el mas absurdo de los absurdos. En cuanto ésta dejaría de ser fuente de vida, vivir en el más acá, requiere la
certeza de la finitud. La muerte es un espejo en el cual contemplamos nuestra vida entera, la historia personal se perfila hacia un
proyecto común de todos los hombres, de los que están y los que vendrán, el diálogo del espíritu con el corazón, resuelven su acuerdo de vida en un instante, el corazón ofrece energía para la acción, y el espíritu ofrece un viaje hacia el crecimiento. Entender esto,
significa entender que la vida misma no es más que un periodo pequeño de nuestra existencia.
La vida cobra sentido en cuanto se revela como un transito, morir es cambiar de estado y el bien morir puede ser entendido en términos de desprenderse finalmente de todo lo material que nos confina a este mundo para facilitarnos el paso a la
eternidad. El bien morir es estar dispuesto con humildad a despedirse de la vida, entregar la existencia que nos fue dada, sin rencores ni arrepentimientos, sin culpa y sin dolor.
¿por que vivir si sabemos que vamos a morir ?
por que en la vida encontramos el significado de la existencia y en la muerte encontramos el significado de la vida, el convencimiento de nuestra muerte nos impulsa a trabajar, a hacer, a producir, sin posponer inútilmente nuestro destino. La presencia
de la muerte nos pone frente a nuestra responsabilidad, que es la de hacer de la vida el sentido mismo de la existencia.
11. A modo de conclusión
Quisiera, a partir de este pequeño análisis de la muerte abordar un tema muy conflictivo, a modo de conclusión, en lo
que se refiere a la sociedad ante el problema de la muerte. Se trata de la eutanasia definida como una teoría o práctica que
defiende la licitud de acortar la vida de un enfermo incurable, para poner fin a sus sufrimientos físicos y psicológicos. A partir de
las "ventajas" entregadas por la tecnología podemos alargar la vida aún en condiciones de extremo daño físico, sin embargo
muchas personas defienden la idea de la eutanasia pues asumen que es necesario que prevalezcan los criterios de calidad de vida
por sobre los de cantidad de vida.
El día 9 de noviembre de 1999 se realizó, en el auditorio de la facultad de medicina de la universidad de la Frontera de
Temuco, una charla con respecto a este tema llamada "eutanasia: el derecho de morir o asesinato" en esta sala se reunieron las
opiniones de un médico el doctor Arturo Pinto, un asistente jurídico Claudia Turra, desde el plano de la ética se presentó Margarita Zeggy y como representante de la religión se presento el padre Luis Acuña.
La posición del doctor Pinto estaba sustentada en la ética profesional del médico, y dado que el hombre constituye una
unidad, los valores que como médico había jurado defender estaban a su vez en el seno de los valores que como ser humano lo
definen. El doctor pregunta: ¿matar tiene justificación? yo creo que no, y mucho menos como profesional de la salud. Es necesario,
comenta, que se tome en cuanta la importancia de esta situación, dado que la relación del médico con el paciente está basada en
la confianza del segundo que deposita su vida en las manos del primero, a su vez el médico a jurado luchar por la vida de las personas a toda costa, haciendo lo posible por ayudarlo en su condición de enfermo. Si el médico ofrece la muerte se quiebra el vínculo entre paciente y médico.
El doctor finaliza con una reflexión, ¿es lícito decidir ser esclavo ? no, no lo es estamos condenados a nuestra libertad,
tampoco debe de sernos licito decidir morir, pues estamos condenados a la vida.
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Claudia Turra plantea el término de eutanasia como una figura delictual que recibe una sanción penal por parte del estado. El estado modera la interacción de las personas y dirige su actuar en forma bastante determinante, esto significa que el estado con su
pena, priva de libertad, por que existe un bien jurídico afectado que el estado trata de proteger mediante el castigo.
Sin embargo, al considerar la eutanasia como el derecho a bien morir, asumimos el hecho de que nuestra vida nos pertenece en
nuestra corporalidad y el derecho penal defiende nuestra vida de la acción de otros. La decisión de morir pasa por el sujeto solamente evitando de esta manera entrar en criterios utilitaristas de la eutanasia.
El problema que se suscita en la legislación de la eutanasia es el responder a su cuestión ética ¿puede un tercero intervenir en la muerte, aún siendo consentida por el actor?, jurídicamente la respuesta es no; la muerte consentida se puede extrapolar al asesinato consentido, o sea al aprobar mi propia muerte cualquiera que yo desee puede matarme.
Por eso la eutanasia requiere un análisis contextual, si la causa de la motivación a morir es una falta de cuidado, o una carencia
afectiva, la muerte no se puede permitir.
Margarita Zeggy considera que la discusión sobre este tema pasa por el bien morir y el bien vivir, en este sentido el amor
propio nos puede impulsar al deseo de muerte. Al hombre hay que entregarle la libertad que posee como derecho propio, por que
se confía en él, pues es perfectamente capaz de evaluar sus propias condiciones de vida como para asumir este tipo de responsabilidad.
La eutanasia se enmarca en un plano multidimensional que toma aspectos ; emocionales, de conciencia, costumbres, valores, y además es un problema eminentemente social por lo que debe resolverse en esta esfera. El cómo resolver estos problemas
asumiendo que engloba aspectos que van mucho más allá del individuo, pasa por el otorgar la importancia que le corresponde a
la emoción en la toma de decisiones a este respecto.
El ámbito de los derechos humanos apunta a los derechos a la vida, buscando reafirmar la condición humana, en este
sentido la ética se plantea en dirección a la calidad de la vida, el derecho a morir como se ha vivido. Aunque esto signifique el cese
de la vida, se reafirma el derecho a vivir y morir bajo nuestras propias convicciones.
Desde la religión el padre Luis Acuña plantea que el hombre está constituido a imagen y semejanza de Dios, es más somos
parte de dios. La muerte es un evento natural, es la voluntad de Dios, tenemos acaso el derecho supremo de contradecir los dictados del señor.
El valor de la vida humana es el fundamento de la convivencia, no se puede sujetar a consenso, por que no puede estar
en manos de nadie, sino sólo de Dios (lo que Dios creó, solo Dios puede destruirlo).
El proferir la propia muerte niega el deber que tenemos para con los demás, por que yo no solo vivo para mí. La vida es
un bien aquí en la tierra y es útil en la relación entre nosotros los hermanos. El suicidio, por que eutanasia yace en el limite entre
el suicidio y el asesinato, es el rechazo a la soberanía de dios, es la renuncia a lo humano, es la ruptura del compromiso para con
el otro y para con la sociedad.
Desde mí punto de vista, las opiniones vertidas en el foro tienen mucho de razón, considerando que todas, aún siendo
contradictorias, se apoyan en el derecho y el deber a la vida. Sin embargo, me inclino a la idea de libertad planteada en el discurso de Margarita Zeggy, dado que creo en el hombre, y aún cuando muchos crean que detrás de una decisión como la eutanasia
existan intereses alternativos, es inevitable pensar en el sufrimiento del que muere. Compartir su dolor es comprenderlo, sí, es cier-
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to su vida fue un regalo, pero es igual de cierto que la vida sin libertad es una condena del alma. La eutanasia se inscribe en la
problemática social y en tanto sea así, las opiniones siempre van a divergir, es necesario considerar la vida particular de los individuos, para tomar una decisión humana y razonable.
12. Bibliografía.
Craig, Grace. "Desarrollo Psicológico". Ed Prentice-Hall. 1997
Di Segni De Obiols, Silvia "Psicología: unos y los otros." A. Z. Editores. 1997
Laplanche, Jean. "Vida y muerte en psicoanálisis". Amorrotu Editores. 1973.
Papalia, Diane. "Desarrollo Humano". Editorial Mcgraw-Hill. México.1988
Revista de la asociación española de neuropsiquiatría (A.E.N) Nº 65 Enero/Marzo 1998
http//caramuto.com/tanatolo.htm
http//www.pangea.org
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