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La suciedad en Góngora

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ALISES GARCÍA- MADRID, Adriana
La suciedad en Góngora
El Barroco Literario Español
Curso 2019/2020
ÍNDICE
Pág.
0. Introducción
3
1. Motivaciones: qué empujó a Góngora a escribir sobre la suciedad
1.1. La suciedad como escatología
4
1.2. La suciedad como pensamientos impuros
5
2. Consecuencias: cómo se ve reflejada la suciedad en su obra
2.1. Ríos y otras aguas en la poesía escatológica de Góngora
6
2.2. La lujuria desbocada entre metáforas escondida
8
3. Conclusiones
11
4. Bibliografía
12
2
0. Introducción
El presente trabajo versará sobre la suciedad que se refleja en diferentes
creaciones del poeta cordobés Luis de Góngora y las razones por las que dicha temática
aparece en estas. Si bien sus excelsos versos podrían ser calificados como el súmmum de
lo retórico y lingüísticamente enrevesado, también hemos de contar con otra faceta que
el autor supo cultivar de manera prolífica y es que no se queda lejos de lo desconocido,
aunque sí un poco de lo estudiado, su lado soez e indigno.
El mecanismo que emplearemos para cumplir los objetivos mencionados constará
de dos partes: exponer de manera sencilla las razones que pudieron llevar al poeta a
escribir sobre la suciedad y de qué manera esta se ve reflejada en su proyección literaria
a partir de una serie de ejemplos.
Es conveniente, antes de proceder con el desarrollo de este estudio, explicar el
término que lo articula; pues aunque creemos que ha quedado suficientemente claro en
qué nos detendremos, es preciso saber que cuando nos referimos a suciedad, hablamos
sencillamente de la definición que nos ofrece la RAE, en la segunda y tercera de sus
acepciones: Inmundicia, porquería; dicho o hecho sucio.
Entonces, antes de concluir con esta breve introducción, aclaramos que nuestro
análisis abarcará tanto la escatología, cuyo porqué en esta monografía está claro, como el
erotismo que puede entenderse como “suciedad mental” desde el pensamiento de un
clérigo del siglo XVII como lo fue Góngora.
Dado que nos encontramos en unas circunstancias excepcionales, y actualmente
no tenemos a mano ninguna antología completa sobre este autor, los textos que
tomaremos como ejemplo en la presente monografía se sacarán de la plataforma virtual
que la Universidad Pompeu Fabra ha puesto a disposición en la web.
3
1. Motivaciones: qué empujó a Góngora a escribir sobre la suciedad
Aunque el Siglo de Oro, como su propio nombre indica, refleja un momento
literario verdaderamente lúcido y lucido en nuestro país; también tiene su lado sucio. Don
Luis de Góngora, como testigo y protagonista esencial de esta época, a pesar de su
sublime poesía, no se puede sustraer a lo que cualquier observador de la época sintió: la
inmundicia, la mugre, la porquería y la llamada de Eros.
1.1. La suciedad como escatología
Es un hecho admitir que en los entornos urbanos de las principales ciudades
españolas del siglo XVII la higiene brillase por su ausencia. Son muchas las epidemias
que por aquel entonces asolaban dichas ciudades. La expulsión de los moriscos llevada a
cabo de forma escalonada entre 1609 y 1613 (reinado de Felipe III), culminando
definitivamente en las dos Castillas el 10 de julio de 1610, da al traste con las magníficas
costumbres sanitarias impuestas por musulmanes y judíos durante su estancia en nuestro
territorio. Se cierran los baños públicos, se dejan de utilizar y mantener redes de
alcantarillado y la práctica del “agua va” se normaliza en nuestras calles.
No solo las aguas residuales que discurrían libremente por las calles y sus
consiguientes malos olores son muestra de la inmundicia de por aquel entonces. Debemos
tener en cuenta que tanto el trasiego de animales como el hábito de los ciudadanos de
dejar la basura en las proximidades de los ríos, contribuyeron al crecimiento de la mugre.
Algunos cuadros de Murillo, nacido en una ciudad ribereña del río Guadalquivir
(Sevilla), muestran de alguna forma esa pobreza y desgaste por la poca higiene urbana y
personal de la época. Son ejemplo de ello: Almuerzo de los niños (1675) y Niños jugando
a los dados (1675).
Nuestro autor, también nacido en una ciudad cercana al mismo río que el anterior
(en este caso Córdoba), es testigo y víctima de este problema y lo refleja en su obra, como
así explicaremos más detalladamente en el siguiente punto.
A pesar de lo dicho, no todo era suciedad y falta de higiene en el XVII. Francisco
Martínez Motiño ya nos dice en su Arte de cocina, pastelería, bizcochería y conservería
que para ser un buen cocinero con toda su autoridad hacen falta tres cosas: «la primera es
la limpieza, la segunda el gusto y la tercera la prestanza» (Luján, 1988, pág. 37).
Recordemos que Martínez Motiño fue cocinero palaciego durante los reinados de Felipe
II, Felipe III y Felipe IV.
4
1.2. La suciedad como pensamientos impuros
De todos es sabido que nuestro autor no está totalmente imbuido del carácter
lujurioso de este siglo, como le pasa a prácticamente al resto de los autores del Barroco
Español. Sí que se ve tentado en varias ocasiones de relajarse y escribir dentro de alguna
letrilla satírica e incluso algún soneto pasajes cargados de lujuria en los que hace clara
referencia a las relaciones sexuales.
El siglo XVII es un siglo repleto de hipocresías sociales. Bajo el manto de la
religión imperante en todos los aspectos tanto sociológicos como jurídicos, se esconde
una moral distendida llena de protegidas, meretrices, o simplemente “solteras” de
costumbres relajadas; de hecho, a dichas “solteras” se les separa muy bien de las llamadas
“doncellas”. Ambas están fuera del sagrado Sacramento del Matrimonio y, mientras las
primeras juegan continuamente al arte de la seducción con caballeros de diversa índole y
condición (hidalgos, nobles, lindos, pisaverdes…), las segundas hacen de su virtud
ejemplo, apartándose de cualquier “tufillo” a impiedad y profanación de su cuerpo.
Durante esta época, aún calientes los rescoldos de lo que fue el Amor Cortés en
épocas anteriores, el juego de la seducción hace que la búsqueda de la dama perfecta sea
constante. Esto hace que la visión de la dama elegida para algo tan natural como el
escarceo amoroso sea para los varones una aventura continua y casi imposible.
Como decíamos al principio, Góngora, fiel al espíritu de la época, tiene un
ramillete de poemas eróticos que aunque, como buen culterano, son sutiles y muy difíciles
de entender para el público en general en ocasiones, están totalmente cargadas de
erotismo y sensualidad, incluso lujuria descarada, como demostraremos en el punto 2.2.
5
2. Consecuencias: cómo se ve reflejada la suciedad en su obra
No es una tarea demasiado fácil encontrar en una obra tan extensa como la de Luis
de Góngora demasiados poemas que nos argumenten de una manera formal el trabajo que
tenemos entre manos. El Culteranismo hace de la metáfora un universo lleno de imágenes
tan sutiles que a veces es difícil reconocer incluso el tema. No obstante, tras más de una
lectura intensa de su obra hemos encontrado un sinfín de ejemplos que ilustran
perfectamente la presente monografía.
2.1. Ríos y otras aguas en la poesía escatológica de Góngora
Todos los humanos somos proclives a fruncir el ceño cuando pasamos por un lugar
infecto, pero somos incapaces de apartar la vista de lo sucio, de lo que desprende mal
olor, de lo que despierta en nuestro más íntimo ser la necesidad del vómito. La poesía de
Góngora está trufada de esa sensación tan humana de lo que nos da asco. Esto lo refleja,
casi siempre evidente a pesar del mundo metafórico en el que vive, en algunos de sus
poemas que no son otra cosa, sino el fiel reflejo de los problemas sanitarios de su siglo.
Dado que a instancias del Duque de Lerma la Corte se traslada a Valladolid en
1601, lo más florido de la Cultura va tras su estela. Son esta ciudad, por tanto, y sus
alrededores los que ponen escenario preciso para ilustrar el tema que tenemos entre
manos. El crecimiento demográfico será un hecho inevitable y este será directamente
proporcional al aumento de deposiciones humanas que, como indicamos en el apartado
1.1. del presente estudio, contribuían a la poca higiene en las calles.
Haciendo uso del tópico menosprecio de corte, Góngora obtendrá de este
panorama una musa por la que escribir y es por esto por lo que nos encontramos una
particular cantidad de poemas escatológicos dedicados a Valladolid y a su río. Lo
observamos, por ejemplo, en diferentes versos del siguiente soneto:
¿Vos sois Valladolid? ¿Vos sois el valle
de olor? ¡Oh fragrantísima ironía!
A rosa oléis, y sois de Alejandría,
que pide al cuerpo más que puede dalle.
Serenísimas damas de buen talle,
no os andéis cocheando todo el día,
que en dos mulas mejores que la mía
se pasea el estiércol por la calle.
6
Los que en esquinas vuestros corazones
asáis por quien, alguna noche clara,
os vertió el pebre y os mechó sin clavos,
¿pasáis por tal que sirvan los balcones,
los días, a los ojos de la cara,
las noches, a los ojos de los rabos?1
No solo alude al olor, sino que emplea términos como “cocheando”: «que van en coche
mientras defecan» (Roses, 2006, pág. 64) para referirse a ciertas mujeres; “estiércol” que
se esparce por las calles; u “ojos” que no hacen referencia precisamente a los de la cara.
Esta no es la única vez que menciona los ojos como parte del cuerpo por la que se
expulsan fluidos. En una de sus letrillas vuelve a emplear el término para hablar de las
aguas fisiológicas que van a parar al Esgueva:
[…] Lleva lágrimas cansadas
de cansados amadores,
que, de puro servidores,
son de tres ojos lloradas;
de aquel, digo, acrecentadas,
que una nube le da enojo,
porque no hay nube de este ojo
que no truene y que no llueva.
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva. […]2
De todas formas, este no es el único río del que Góngora habla haciendo alusiones
a los fluidos que sus aguas lleva, también dedica una serie de poemas escatológicos al
Manzanares. El modo en el que lo hace en estos casos es mucho menos metafórico que el
que hasta ahora hemos visto, pues, aunque ya hemos comprobado que no emplea
demasiadas finezas para referirse a estos temas, en estas composiciones se desentiende
totalmente de ellas. Es por esto por lo que tenemos versos como los siguientes:
[…] que a los primeros del diciembre frío,
de sus mulas harán estos señores
que los orines den salud al río.3
1
¿Vos sois Valladolid? ¿Vos sois el valle...? https://www.upf.edu/todogongora/poesia/sonetos/142/
¿Qué lleva el señor Esgueva? [vv. 23·32] https://www.upf.edu/todogongora/poesia/letrillas/149/
3
Señora doña puente Segoviana [vv. 12·14] https://www.upf.edu/todogongora/poesia/sonetos/198/
2
7
[…] me di, ¿cómo has menguado y has crecido,
cómo ayer te vi en pena, y hoy en gloria
-Bebióme un asno ayer, y hoy me ha meado.4
En efecto, como habíamos indicado en puntos anteriores, la vida en el Siglo de
Oro es áurea no precisamente por el momento histórico y social que se estaba viviendo,
sino por la literatura (y otras artes) que nació de dicha situación. Podemos afirmar, con
bastantes pruebas de antemano, que se trata de una época bastante mal oliente en estos
otros aspectos, olor que nos ha intentado dejar plasmado este poeta culterano en sus
distintos poemas.
2.2. La lujuria desbocada entre metáforas escondida
Al igual que hemos hablado de la suciedad como sinónimo de porquería en la
poesía de Góngora, consideramos que no menos importante es hablar de la suciedad
moral en su obra. Hay un sinfín de ejemplos que nos ilustran de una forma bastante
gráfica, desnuda incluso de las sutilezas culteranas a las que nos tiene acostumbrados,
este aspecto en sus versos.
Es conveniente, antes de sumergirnos en el análisis como tal, hacer hincapié en la
diferencia que existe entre la sensualidad y la lujuria desbocada. Aunque de primeras
pudiéramos confundirlos, son dos términos que no aluden a lo mismo: el primero de ellos
atiende más al eros y la expresión del este en la práctica sexual; el segundo es la
manifestación del ardor más indecente e impúdico.
Habiendo hecho esta distinción, debemos aclarar que si bien el primero es
cultivado también por Góngora (como es en el caso del soneto Al tronco Filis de un laurel
sagrado), el que nos interesa por estar cercanamente relacionado con la “suciedad de
pensamiento” es el segundo, que también utiliza el poeta, como a continuación
comprobaremos.
Las formas en las que se manifiesta este tipo de suciedad en la poesía del autor
culterano son bastante amplias, a la par que variopintas: no siempre será igual de
explícito, ni ilustrará el mismo tipo de promiscuidades.
Uno de los temas que Góngora sabe vestir de las más cuidadas metáforas y con
gran agudeza es el de las poluciones nocturnas. Resulta casi inverosímil que este
4
Duélete de esa puente, Manzanares [vv. 12·14] https://www.upf.edu/todogongora/poesia/sonetos/071/
8
problema de descontrol varonil nocturno pueda ser plasmado de manera tan perspicaz en
un poema. Podemos observarlo en el siguiente soneto:
Varia imaginación, que en mil intentos,
a pesar, gastas, de tu triste dueño,
la dulce munición del blando sueño,
alimentando vanos pensamientos,
pues traes los espíritus atentos
solo a representarme el grave ceño
del rostro dulcemente zahareño,
gloriosa suspensión de mis tormentos:
el sueño, autor de representaciones,
en su teatro, sobre el viento armado,
sombras suele vestir de vulto bello.
Síguelo; mostraráte el rostro amado
y engañarán un rato tus pasiones
dos bienes, que serán dormir y vello.5
Vemos que, casi de manera imperceptible, consigue introducir y desarrollar el tema al
que hemos aludido anteriormente. Esta maestría con la que consigue hacer de lo indecente
una bella pieza poética también la observa Joaquín Roses, director de la Cátedra Luis de
Góngora: «La tendencia constante de Góngora a situarse en los límites de lo permitido,
de lo socialmente aceptable, a superarlos incluso con tal prodigiosa habilidad lingüística
y retórica que sus transgresiones pueden pasar por inocuas» (Roses, 2006, pág. 13).
Este no es el único problema masculino que el autor refleja en sus poemas. En la
décima Con Marfisa en la estacada nos deja constancia del fracaso de un caballero en la
realización del coito, esta vez sin servirse tanto de la metáfora:
Con Marfisa en la estacada
entrastes tan mal guarnido,
que su escudo, aunque hendido,
no lo rajó vuestra espada.
¿Qué mucho, si levantada
no se vio en trance tan crudo,
ni vuestra vergüenza pudo
5
Varia imaginación, que en mil intentos https://www.upf.edu/todogongora/poesia/sonetos/043/
9
cuatro lágrimas llorar,
siquiera para dejar
de orín tomado el escudo?6
Pero, como hemos aclarado al comienzo de este punto, Góngora en ocasiones deja
a un lado los preciosismos léxicos propios del Culteranismo para abordar de manera más
soez esa suciedad que apuntamos dentro de lo puramente impúdico. Se le ha atribuido un
poema que, en efecto, no tiene nada de refinado y deja olvidada su belleza lingüística
habitual para plasmar algo sumamente ordinario. Describe, sin ningún tipo de reparo,
tanto el miembro viril, como los atributos sexuales femeninos:
Decidme, dama graciosa,
qué es cosa y cosa.
Decid qué es aquello tieso
con dos limones al cabo,
barbado a guisa de nabo,
blando y duro como hueso;
de corajudo y travieso
lloraba leche sabrosa:
¿qué es cosa y cosa?
[…]
¿Por qué vuela pico a viento,
y sin comer hace papo?
¿Por qué, cuanto más le atapo,
más se abre de contento?
Y, si es tintero de asiento,
¿cómo bulle y no reposa?
¿qué es cosa y cosa?7
No dudamos de la existencia de muchos más indignos quehaceres dentro de sus
versos, envueltos en metáforas tan complejas que solo un público selecto conseguiría
apreciar. La bibliografía que gira en torno a la obra de don Luis es amplia y muchos, sus
estudiosos, casi todos los campos del Universo Góngora han sido ya estudiados, pero
pocos han sido los que se ha atrevido con esta Suciedad Moral a la que aludimos en la
presente monografía. No somos los primeros y esperamos no ser los últimos, con todo el
respeto.
6
Con Marfisa a la estacada [vv. 5·10] https://www.upf.edu/todogongora/poesia/decimas/401/
Decidme, dama graciosa http://lenguaindomita.blogspot.com/2012/05/decidme-dama-graciosa-que-escosa-y.html
7
10
3. Conclusiones
Definitivamente, suciedad no es solo un término que abarque las diferentes
composiciones de distintos poetas del siglo XVII, es también la realidad de la que fueron
partícipes estos mismos.
Hemos podido comprobar a lo largo de los diferentes apartados que comprenden
esta monografía que la obra de Góngora no solo son esos elaborados versos
aparentemente incomprensibles a veces en una primera lectura. El autor, haciendo más o
menos uso de esas metáforas preciosistas a las que nos tenía acostumbrados, supo plasmar
diferentes capítulos de su tiempo que de primeras podrían resultar poco usuales como
tema para una obra poética.
Al fin y al cabo, Luis de Góngora solo empleó su destreza habitual para
demostrarnos que, sea la época que sea, todos somos sucios por unas u otras cosas: ni de
miccionar, ni de, al menos, pensar en actos ciertamente pecaminosos se libra nadie.
11
4. Bibliografía
CONDE PARADO, Pedro y Javier GARCÍA RODRÍGUEZ [2011]: « «Aprovechando que el Esgueva…: Góngora (y Quevedo) en la corte vallisoletana (1603)», La Perinola. Revista
anual de investigación Quevediana, N.º15, pp. 57-94.
LUJÁN, Néstor [1988]: La vida cotidiana en el Siglo de Oro español, Planeta, Barcelona.
PEDRAZA JIMÉNEZ, Felipe B., y Milagros RODRÍGUEZ CÁCERES [1980]: Manual de literatura española, III. Barroco: Introducción, prosa y poesía, Cénlit, Estella (Navarra).
ROSES, Joaquín (coord.) [2006]: Góngora hoy VIII. Góngora y lo prohibido: erotismo y
escatología, Estudios Gongorinos, Córdoba.
Recursos en Red:
−
https://porvosmuero-hio.blogspot.com/2012/07/luis-de-gongora-cuando-larosada-aurora.html [10/04/2020]
−
https://www.upf.edu/todogongora/poesia/ [8/04/2020]
12
Se terminó de escribir en Valdepeñas el día 15 de abril de 2020,
ochenta y dos años después de la muerte de
César Vallejo
que murió
en París con aguacero
un día del que tenía ya el recuerdo.
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