EDUCACIÓN PARA EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL Y SOLIDARIO LUCES DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA MARCO TEOLÓGICO-PASTORAL PARA LA APROXIMACIÓN A LA REALIDAD DE LA EDUCACIÓN Y DE LA PASTORAL EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE Documento de trabajo para uso privado Pbro. Edwin Aguiluz Milla (compilador). San José, Costa Rica 2013 Nuestro marco teológico-pastoral es tan amplio como los contenidos de nuestra fe. De ahí que, para el ejercicio del “ver-juzgar-actuar” en relación con la pastoral educativa, se impone hacer una síntesis de algunos aspectos fundamentales. La V Conferencia del Episcopado de América Latina y el Caribe articuló gran parte de esos aspectos fundamentales en torno al concepto bíblico de “vida plena” dada por Jesucristo. Esta visión es el punto de partida de nuestro marco doctrinal (primera parte). También incluiremos algunos contenidos medulares del magisterio eclesial sobre la educación, en general, y la educación católica, en particular (segunda parte). 1. LA BUENA NOTICIA DE LA VIDA EN PLENITUD1 1.1. “He venido para que tengan vida… y la tengan en abundancia” En el Evangelio de San Juan, el Señor nos revela el gran propósito de su encarnación: “Yo he venido para que tengan vida [ζωή /zoé/] y la tengan en abundancia [περισσός /perissós/: superabundante (en cantidad) o superior (en calidad): Strong]” (Jn 10,10). Vida en abundancia, vida en demasía, vida en plenitud, vida de sobra, vida de forma completa o total… son traducciones posibles del texto bíblico. Esta vida no se restringe a un ámbito de la existencia humana. Así, no es solamente la que se experimenta en las coordenadas de espacio y tiempo en el mundo, o la vida en gracia, o el estado de la vida posterior a la muerte. El documento de Aparecida, que es una gran proclamación de la Buena Este primer apartado está tomado del Proyecto Familia y Juventud, de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (San José: CECOR, 2012), en cuya redacción participamos. Hemos realizado algunas pequeñas modificaciones no sustanciales 1 ~2~ Nueva de la Vida, nos dice: “La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana ‘en su dimensión personal, familiar, social y cultural’ (Discurso Inaugural de Benedicto XVI)” (DA 355). La enseñanza del Papa en el discurso inaugural de Aparecida destacó que la vida plena propia de los hijos de Dios es un derecho de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Que esa vida plena debe contar con “condiciones más humanas: libre de las amenazas del hambre y de toda forma de violencia” (n.º 4). 1.1.1. Rasgos fundamentales de la Vida Plena El episcopado de la región señaló diversos rasgos de esa “Vida Plena”: Es la que trae Cristo −ya que Él es “plenitud de vida””−, en su “Reino de vida”, y que tiene su expresión más alta en la condición divina a la que él eleva la condición humana (DA 358 y 355; cf. 24 y 33). En otras palabras, la vida plena consiste en “participar de la naturaleza divina” (2 P 1,4), en participar de la propia vida de Dios, la vida trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es una vida eterna (cf. DA 348). “La vida nueva en Cristo es participación en la vida de amor del Dios Uno y Trino. Comienza en el bautismo y llega a su plenitud en la resurrección final” (DA 357). La vida en plenitud no se refiere solamente a la “vida futura”, a una “vida eterna” extraña a la “vida terrena”. La vida es una sola, que se desarrolla desde la concepción y que tiende a su plenitud. Por eso, la amistad de Jesucristo, “no nos exige que renunciemos a nuestros anhelos de plenitud vital, porque Él ama nuestra felicidad también en esta tierra. Dice el Señor que Él creó todo ‘para que lo disfrutemos’ (1 Tm 6,17)” (DA 355). En efecto, “la vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana ‘en su dimensión personal, familiar, social y cultural’ (DI 4)” (DA 356). La salvación de Cristo transfigura las varias aspectos de la propia vida. De ahí que “la vida en Cristo sana, fortalece y humaniza” (ibid.). “La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regla como signos de su amor sincero” (DA 356). Se trata de una “vida digna y plena para todos” (DA 363; cf. 35 y 41). Por eso, “la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño” (DA 380). ~3~ “Solo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque ‘Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos’ (CDSI 52)” (n. 359). Por eso, el papa Benedicto XVI nos recuerda que la caridad “da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (CiV 2). En definitiva, la vida plena es la “realización de la más alta dignidad de nuestra vocación humana”, que se realiza en “Cristo, Señor de la vida” (DA 43). La “oferta de vida en Cristo” comporta “un dinamismo de liberación integral, de humanización, de reconciliación y de inserción social” (n.º 359). Es una “oferta de una vida más digna” (n.º 361). “Se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento” (n.º 360). Esta vida es incompatible con: “el consumismo hedonista e individualista, que pone la vida humana en función de un placer inmediato y sin límites, [y que] oscurece el sentido de la vida y la degrada” (DA 357); la “obsesión por acumular” (DA 357); situaciones inhumanas (n.º 358), como: “las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor” (ibid.), las “‘las desigualdades y la enormes diferencias en el acceso a los bienes’ (DI 4)” (ibid.). La vida exige renunciar a la muerte, por la que a veces optamos mediante el pecado. Exige, en concreto, “conversión, que nos hace participar del triunfo del Resucitado e inicia un camino de transformación” (DA 351). 1.1.2. El servicio a la Vida La Iglesia está llamada al “servicio fraterno a la vida digna”. La V Conferencia asocia a este servicio diversas acciones, como las de “desarrollar estructuras más justas”, “transmitir los valores sociales del Evangelio” (DA 358) y dar “un testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y capacidad de compartir, como Jesús lo hizo. Él sigue convocando, sigue invitando, sigue ofreciendo incesantemente una vida digna y plena para todos” (DA 363). ~4~ El “servicio a una vida nueva para todos” es el compromiso amoroso de quien “ha pasado de la muerte a la vida”, esto es, del que ama (DA 358). El servicio a la vida, en definitiva, es el deseo del bien común y el esfuerzo por conseguirlo, lo que, como señaló el papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in Veritate, “es exigencia de justicia y caridad” (CiV 7). 1.1.3. El Desarrollo Humano al servicio de una vida cada vez más digna y plena El desarrollo humano es la vía para alcanzar niveles de vida cada vez más altos, orientados a la plenitud. El Documento de Aparecida califica este desarrollo humano como integral, solidario, sustentable y autosostenible (DA 67, 69, 126, 406 a, 474 b-c, 475, b 542 y 549). En la conmemoración de los cuarenta años de Populorum Progressio, el papa Benedicto XVI retomó y enriqueció las enseñanzas de Pablo VI sobre el desarrollo. En Caritas in Veritate, el desarrollo se describe como una vocación (16); universal (4 y 8); con carácter humano y humanizador (9); trascendente (17); integral (4, 9, 11, 17, 18, 23), centrado en la caridad (18) − que es su principal fuerza (18)−; en lo económico, productor de un crecimiento real, extensible a todos y concretamente sostenible . “Con el término ‘desarrollo’ quiso indicar [Pablo VI] ante todo el objetivo de que los pueblos salieran del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo. Desde el punto de vista económico, eso significaba su participación activa y en condiciones de igualdad en el proceso económico internacional; desde el punto de vista social, su evolución hacia sociedades solidarias y con buen nivel de formación; desde el punto de vista político, la consolidación de regímenes democráticos capaces de asegurar libertad y paz” (21). Así, comprendemos que la Vida en Cristo nos impulsa al compromiso en favor de la Vida. Porque la Vida es don de Dios, pero también es tarea, responsabilidad del ser humano. Una tarea que nos compromete en la búsqueda del bien común mediante un desarrollo que tiende a la plenitud de vida. 1.2. La Misión Continental en función de la Vida El impulso de una Misión Continental por parte del episcopado regional está inserto, justamente, en el corazón del documento de Aparecida: en su proclamación de la Buena Noticia de la Vida en Plenitud (cap. 7). Allí se declara: Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigiera profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento ~5~ de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo (DA 362). 2. LA EDUCACIÓN: UN DERECHO HUMANO NECESARIO PARA LA VIDA PLENA 2.1. Núcleo de nuestro “credo” La educación es un derecho humano. 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos. 2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. 3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos. (Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 26) 1. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educación. Convienen en que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen asimismo en que la educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las actividades de las Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la paz. 2. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen que, con objeto de lograr el pleno ejercicio de este derecho: a) La enseñanza primaria debe ser obligatoria y asequible a todos gratuitamente; b) La enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secundaria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita; c) La enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita; ~6~ d) Debe fomentarse o intensificarse, en la medida de lo posible, la educación fundamental para aquellas personas que no hayan recibido o terminado el ciclo completo de instrucción primaria; e) Se debe proseguir activamente el desarrollo del sistema escolar en todos los ciclos de la enseñanza, implantar un sistema adecuado de becas, y mejorar continuamente las condiciones materiales del cuerpo docente. 3. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. 4. Nada de lo dispuesto en este artículo se interpretará como una restricción de la libertad de los particulares y entidades para establecer y dirigir instituciones de enseñanza, a condición de que se respeten los principios enunciados en el párrafo 1 y de que la educación dada en esas instituciones se ajuste a las normas mínimas que prescriba el Estado. (Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. 13) Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones (Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art. 18,4) Todo Estado Parte en el presente Pacto que, en el momento de hacerse parte en él, aún no haya podido instituir en su territorio metropolitano o en otros territorios sometidos a su jurisdicción la obligatoriedad y la gratuidad de la enseñanza primaria, se compromete a elaborar y adoptar, dentro de un plazo de dos años, un plan detallado de acción para la aplicación progresiva, dentro de un número razonable de años fijado en el plan, del principio de la enseñanza obligatoria y gratuita para todos. (Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. 14). Toda persona tiene derecho a la educación, la que debe estar inspirada en los principios de libertad, moralidad y solidaridad humanas. Asimismo tiene el derecho de que, mediante esa educación, se le capacite para lograr una digna subsistencia, en mejoramiento del nivel de vida y para ser útil a la sociedad. El derecho de educación comprende el de igualdad de oportunidades en todos los casos, de acuerdo con las dotes naturales, los méritos y el deseo de aprovechar los recursos que puedan proporcionar la comunidad y el Estado. Toda persona tiene derecho a recibir gratuitamente la educación primaria, por lo menos. (Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, art. XII) Los padres, y en su caso los tutores, tienen derecho a que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. (Convención Americana sobre Derechos Humanos, art. 12,4) La educación es un quehacer cultural integral orientado a favorecer el desarrollo humano integral, justo, solidario, equitativo y sostenible, y, a la vez, ~7~ es un resultado de los procesos de desarrollo humano. Por tal motivo, es una manifestación de vida en plenitud, y a la vez ayuda a construir esta. El más alto grado de desarrollo humano (de humanización) se adquiere mediante el desarrollo de la espiritualidad (la dimensión más profunda del ser humano), que le capacita para la trascendencia (en relación con Dios) y el amor (en relación con Dios y con los seres humanos). La educación debe orientarse a este fin. El ejercicio del derecho a la educación requiere del respeto y promoción de los demás derechos humanos. En el siguiente apartado se exponen textos fundamentales del Magisterio de la Iglesia que sustentan estos aspectos nucleares de nuestra concepción de la educación. 2.2. Selección de textos “nudo” del Magisterio de la Iglesia El Magisterio de la Iglesia es, por decirlo así, un tejido o, más precisamente, una red: la componen hilos entrelazados por nudos. Cada nudo del tejido magisterial entrelaza hilos, y, por medio de estos, se une a otros nudos. En realidad, todos los hilos están conectados a los demás directamente o a través de otros. Así, pues, “tirando” de los nudos citados en este apartado es posible llegar a otros “nudos” e “hilos” de la red. Este principio metodológico de la selección justifica que la selección no sea exhaustiva. Advertencia.− Se omiten las citas y referencias contenidas en los textos citados, por lo que se recomienda releerlos en su contexto documental. 2.2.1. Los Derechos Humanos en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia a) El valor de los derechos humanos 152 El movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre es uno de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana. La Iglesia ve en estos derechos la extraordinaria ocasión que nuestro tiempo ofrece para que, mediante su consolidación, la dignidad humana sea reconocida más eficazmente y promovida universalmente como característica impresa por Dios Creador en su criatura. El Magisterio de la Iglesia no ha dejado de evaluar positivamente la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, que Juan Pablo II ha definido « una piedra miliar en el camino del progreso moral de la humanidad ». ~8~ 153 La raíz de los derechos del hombre se debe buscar en la dignidad que pertenece a todo ser humano.305 Esta dignidad, connatural a la vida humana e igual en toda persona, se descubre y se comprende, ante todo, con la razón. El fundamento natural de los derechos aparece aún más sólido si, a la luz de la fe, se considera que la dignidad humana, después de haber sido otorgada por Dios y herida profundamente por el pecado, fue asumida y redimida por Jesucristo mediante su encarnación, muerte y resurrección. La fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador. Estos derechos son « universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto ». Universales, porque están presentes en todos los seres humanos, sin excepción alguna de tiempo, de lugar o de sujeto. Inviolables, en cuanto « inherentes a la persona humana y a su dignidad » y porque « sería vano proclamar los derechos, si al mismo tiempo no se realizase todo esfuerzo para que sea debidamente asegurado su respeto por parte de todos, en todas partes y con referencia a quien sea ». Inalienables, porque « nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su propia naturaleza ». 154 Los derechos del hombre exigen ser tutelados no sólo singularmente, sino en su conjunto: una protección parcial de ellos equivaldría a una especie de falta de reconocimiento. Estos derechos corresponden a las exigencias de la dignidad humana y comportan, en primer lugar, la satisfacción de las necesidades esenciales —materiales y espirituales— de la persona: « Tales derechos se refieren a todas las fases de la vida y en cualquier contexto político, social, económico o cultural. Son un conjunto unitario, orientado decididamente a la promoción de cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad... La promoción integral de todas las categorías de los derechos humanos es la verdadera garantía del pleno respeto por cada uno de los derechos ». Universalidad e indivisibilidad son las líneas distintivas de los derechos humanos: « Son dos principios guía que exigen siempre la necesidad de arraigar los derechos humanos en las diversas culturas, así como de profundizar en su dimensión jurídica con el fin de asegurar su pleno respeto ». b) La especificación de los derechos 155 Las enseñanzas de Juan XXIII, del Concilio Vaticano II, de Pablo VI han ofrecido amplias indicaciones acerca de la concepción de los derechos humanos delineada por el Magisterio. Juan Pablo II ha trazado una lista de ellos en la encíclica « Centesimus annus »: « El derecho a la vida, del que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo el corazón de la madre después de haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral, favorable al desarrollo de la propia personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la verdad; el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes de la tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los seres queridos; el derecho a fundar libremente una familia, a acoger y educar a los hijos, haciendo uso responsable de la propia sexualidad. Fuente y síntesis de estos derechos es, en cierto sentido, la libertad religiosa, entendida como derecho a vivir en la verdad de la propia fe y en conformidad con la dignidad trascendente de la propia persona ». El primer derecho enunciado en este elenco es el derecho a la vida, desde su concepción hasta su conclusión natural, que condiciona el ejercicio de cualquier otro derecho y comporta, en particular, la ilicitud de toda forma de aborto provocado y de eutanasia. Se subraya el valor eminente del derecho a la libertad religiosa: « Todos los hombres deben estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y ello de tal manera, que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos ». El respeto de este derecho es un signo emblemático « del auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda sociedad, sistema o ambiente ». ~9~ d) Derechos de los pueblos y de las Naciones 157 El campo de los derechos del hombre se ha extendido a los derechos de los pueblos y de las Naciones, pues « lo que es verdad para el hombre lo es también para los pueblos ». El Magisterio recuerda que el derecho internacional « se basa sobre el principio del igual respeto, por parte de los Estados, del derecho a la autodeterminación de cada pueblo y de su libre cooperación en vista del bien común superior de la humanidad ». La paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los pueblos, particularmente el derecho a la independencia. Los derechos de las Naciones no son sino « los “derechos humanos” considerados a este específico nivel de la vida comunitaria ». La Nación tiene « un derecho fundamental a la existencia »; a la « propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve su “soberanía” espiritual »; a « modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales y, en particular, la opresión de las minorías »; a « construir el propio futuro proporcionando a las generaciones más jóvenes una educación adecuada ».2 El orden internacional exige un equilibrio entre particularidad y universalidad, a cuya realización están llamadas todas las Naciones, para las cuales el primer deber sigue siendo el de vivir en paz, respeto y solidaridad con las demás Naciones. 2.2.2. El derecho a la educación (integral) en Gravissimum Educationis (Declaración sobre la Educación Cristiana, Concilio Vaticano II. 1965) a) Derecho universal a la educación y su noción 1. Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educación, que responda al propio fin, al propio carácter; al diferente sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las varias sociedades, de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades deberá tomar parte una vez llegado a la madurez. Hay que ayudar, pues, a los niños y a los adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en la cultura ordenada y activa de la propia vida y en la búsqueda de la verdadera libertad, superando los obstáculos con valor y constancia de alma. Hay que iniciarlos, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual. Hay que prepararlos, además, para la participación en la vida social, de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diálogo con los otros y presten su fructuosa colaboración gustosamente a la consecución del bien común. Declara igualmente el Sagrado Concilio que los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal y también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios. Ruega, pues, encarecidamente a todos los que gobiernan los pueblos o están al frente de la educación, que procuren que la juventud nunca se vea privada de este sagrado derecho. Y exhorta a los hijos de la Iglesia a que presten con Juan Pablo II, Discurso a la Quincuagésima Asamblea General de las Naciones Unidas (5 de octubre de 1995), 8, Tipografía Vaticana, p. 12. 2 ~ 10 ~ generosidad su ayuda en todo el campo de la educación, sobre todo con el fin de que puedan llegar cuanto antes a todos los rincones de la tierra los oportunos beneficios de la educación y de la instrucción. b) La educación cristiana 2. Todos los cristianos, en cuanto han sido regenerados por el agua y el Espíritu Santo han sido constituidos nuevas criaturas, y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana. La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana arriba descrita, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en el espíritu y en verdad, ante todo en la acción litúrgica, adaptándose a vivir según el hombre nuevo en justicia y en santidad de verdad, y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan al crecimiento del Cuerpo Místico. Ellos, además, conscientes de su vocación, acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza y a promover la elevación cristiana del mundo, mediante la cual los valores naturales contenidos en la consideración integral del hombre redimido por Cristo contribuyan al bien de toda la sociedad. Por lo cual, este Santo Concilio recuerda a los pastores de almas su gravísima obligación de proveer que todos los fieles disfruten de la educación cristiana y, sobre todo, los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia. 2.2.3. Derecho a la educación en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) 447. Entre las causas que en mayor medida concurren a determinar el subdesarrollo y la pobreza, además de la imposibilidad de acceder al mercado internacional, se encuentran el analfabetismo, las dificultades alimenticias, la ausencia de estructuras y servicios, la carencia de medidas que garanticen la asistencia básica en el campo de la salud, la falta de agua potable, la corrupción, la precariedad de las instituciones y de la misma vida política. Existe, en muchos países, una conexión entre la pobreza y la falta de libertad, de posibilidades de iniciativa económica, de administración estatal capaz de predisponer un adecuado sistema de educación e información. La responsabilidad de todos por el bien común 166 Las exigencias del bien común derivan de las condiciones sociales de cada época y están estrechamente vinculadas al respeto y a la promoción integral de la persona y de sus derechos fundamentales.349 Tales exigencias atañen, ante todo, al compromiso por la paz, a la correcta organización de los poderes del Estado, a un sólido ordenamiento jurídico, a la salvaguardia del ambiente, a la prestación de los servicios esenciales para las personas, algunos de los cuales son, al mismo tiempo, derechos del hombre: alimentación, habitación, trabajo, educación y acceso a la cultura, transporte, salud, libre circulación de las informaciones y tutela de la libertad religiosa. Sin olvidar la contribución que cada Nación tiene el deber de dar para establecer una verdadera cooperación internacional, en vistas del bien común de la humanidad entera, teniendo en mente también las futuras generaciones. 2.2.4. La misión educativa de la familia según el CDSI CDSI 238 Con la obra educativa, la familia forma al hombre en la plenitud de su dignidad, según todas sus dimensiones, comprendida la social. La familia constituye « una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad ~ 11 ~ ».Cumpliendo con su misión educativa, la familia contribuye al bien común y constituye la primera escuela de virtudes sociales, de la que todas las sociedades tienen necesidad. La familia ayuda a que las personas desarrollen su libertad y su responsabilidad, premisas indispensables para asumir cualquier tarea en la sociedad. Además, con la educación se comunican algunos valores fundamentales, que deben ser asimilados por cada persona, necesarios para ser ciudadanos libres, honestos y responsables. CDSI 239 La familia tiene una función original e insustituible en la educación de los hijos. El amor de los padres, que se pone al servicio de los hijos para ayudarles a extraer de ellos («e-ducere») lo mejor de sí mismos, encuentra su plena realización precisamente en la tarea educativa: « El amor de los padres se transforma de fuente en alma y, por consiguiente, en norma que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor ». El derecho y el deber de los padres a la educación de la prole se debe considerar « como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable, y... por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros ». Los padres tiene el derecho y el deber de impartir una educación religiosa y una formación moral a sus hijos: derecho que no puede ser cancelado por el Estado, antes bien, debe ser respetado y promovido. Es un deber primario, que la familia no puede descuidar o delegar. CDSI 240 Los padres son los primeros, pero no los únicos, educadores de sus hijos. Corresponde a ellos, por tanto, ejercer con sentido de responsabilidad, la labor educativa en estrecha y vigilante colaboración con los organismos civiles y eclesiales: « La misma dimensión comunitaria, civil y eclesial, del hombre exige y conduce a una acción más amplia y articulada, fruto de la colaboración ordenada de las diversas fuerzas educativas. Éstas son necesarias, aunque cada una puede y debe intervenir con su competencia y con su contribución propias ». Los padres tienen el derecho a elegir los instrumentos formativos conformes a sus propias convicciones y a buscar los medios que puedan ayudarles mejor en su misión educativa, incluso en el ámbito espiritual y religioso. Las autoridades públicas tienen la obligación de garantizar este derecho y de asegurar las condiciones concretas que permitan su ejercicio. En este contexto, se sitúa el tema de la colaboración entre familia e institución escolar. CDSI 241 Los padres tienen el derecho de fundar y sostener instituciones educativas. Por su parte, las autoridades públicas deben cuidar que « las subvenciones estatales se repartan de tal manera que los padres sean verdaderamente libres para ejercer su derecho, sin tener que soportar cargas injustas. Los padres no deben soportar, directa o indirectamente, aquellas cargas suplementarias que impiden o limitan injustamente el ejercicio de esta libertad ». Ha de considerarse una injusticia el rechazo de apoyo económico público a las escuelas no estatales que tengan necesidad de él y ofrezcan un servicio a la sociedad civil: « Cuando el Estado reivindica el monopolio escolar, va más allá de sus derechos y conculca la justicia... El Estado no puede, sin cometer injusticia, limitarse a tolerar las escuelas llamadas privadas. Éstas presentan un servicio público y tienen, por consiguiente, el derecho a ser ayudadas económicamente ». CDSI 242 La familia tiene la responsabilidad de ofrecer una educación integral. En efecto, la verdadera educación « se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las sociedades, de las que el hombre es miembro y en cuyas responsabilidades participará cuando llegue a ser adulto ». Esta integridad queda asegurada cuando —con el testimonio de vida y con la palabra— se educa a los hijos al diálogo, al encuentro, a la sociabilidad, a la legalidad, a la solidaridad y a la paz, mediante el cultivo de las virtudes fundamentales de la justicia y de la caridad. ~ 12 ~ En la educación de los hijos, las funciones materna y paterna son igualmente necesarias.552 Por lo tanto, los padres deben obrar siempre conjuntamente. Ejercerán la autoridad con respeto y delicadeza, pero también con firmeza y vigor: debe ser una autoridad creíble, coherente, sabia y siempre orientada al bien integral de los hijos. 243 Los padres tienen una particular responsabilidad en la esfera de la educación sexual. Es de fundamental importancia, para un crecimiento armónico, que los hijos aprendan de modo ordenado y progresivo el significado de la sexualidad y aprendan a apreciar los valores humanos y morales a ella asociados: « Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana ». Los padres tienen la obligación de verificar las modalidades en que se imparte la educación sexual en las instituciones educativas, con el fin de controlar que un tema tan importante y delicado sea tratado en forma apropiada. 2.2.5. Educación en orden al derecho al trabajo en el CDSI CDSI 290. La conservación del empleo depende cada vez más de las capacidades profesionales.628 El sistema de instrucción y de educación no debe descuidar la formación humana y técnica, necesaria para desarrollar con provecho las tareas requeridas. La necesidad cada vez más difundida de cambiar varias veces de empleo a lo largo de la vida, impone al sistema educativo favorecer la disponibilidad de las personas a una actualización permanente y una reiterada cualifica. Los jóvenes deben aprender a actuar autónomamente, a hacerse capaces de asumir responsablemente la tarea de afrontar con la competencia adecuada los riesgos vinculados a un contexto económico cambiante y frecuentemente imprevisible en sus escenarios de evolución.629 Es igualmente indispensable ofrecer ocasiones formativas oportunas a los adultos que buscan una nueva cualificación, así como a los desempleados. En general, la vida laboral de las personas debe encontrar nuevas y concretas formas de apoyo, comenzando precisamente por el sistema formativo, de manera que sea menos difícil atravesar etapas de cambio, de incertidumbre y de precariedad. CDSI 293 Para la promoción del derecho al trabajo es importante, hoy como en tiempos de la « Rerum novarum », que exista realmente un « libre proceso de auto-organización de la sociedad ». Se pueden encontrar significativos testimonios y ejemplos de auto-organización en las numerosas iniciativas, privadas y sociales, caracterizadas por formas de participación, de cooperación y de autogestión, que revelan la fusión de energías solidarias. Estas iniciativas se ofrecen al mercado como un variado sector de actividades laborales que se distinguen por una atención particular al aspecto relacional de los bienes producidos y de los servicios prestados en diversos ámbitos: educación, cuidado de la salud, servicios sociales básicos, cultura. Las iniciativas del así llamado « tercer sector » constituyen una oportunidad cada vez más relevante de desarrollo del trabajo y de la economía. 2.2.6. Educación católica como educación integral y en favor del desarrollo CDSI 532 Las instituciones educativas católicas pueden y deben prestar un precioso servicio formativo, aplicándose con especial solicitud en la inculturación del mensaje cristiano, es decir, el encuentro fecundo entre el Evangelio y los distintos saberes. La doctrina social es un instrumento necesario para una eficaz educación cristiana al amor, la justicia, la paz, así como para madurar la conciencia de los deberes morales y sociales en el ámbito de las diversas competencias culturales y profesionales. La Escuela Católica 8 (Congregación para la Educación Católica, 1977). Para llevar a cabo su misión salvífica, la Iglesia se sirve principalmente de los medios que Jesucristo mismo le ha confiado, sin omitir otros que, en las diversas épocas y en las varias culturas, sean aptos para ~ 13 ~ conseguir su fin sobrenatural y para promover el desarrollo de la persona. Es deber esencial de la Iglesia desarrollar su misión adaptando los medios a las cambiantes condiciones de los tiempos y a las nuevas necesidades del género humano. Al encontrarse con diversas culturas y frente a las continuas conquistas de la humanidad, la Iglesia, a través del anuncio de la fe, revela «al hombre de todos los tiempos el único fin trascendente que da a la vida un sentido más pleno». Para llevar a término esta misión, la Iglesia crea sus propias escuelas, porque reconoce en la escuela un medio privilegiado para la formación integral del hombre, en cuanto que ella es un centro donde se elabora y se trasmite una concepción específica del mundo, del hombre y de la historia. La Escuela Católica 12 (Congregación para la Educación Católica, 1977). El pluralismo cultural invita, pues, a la Iglesia a reforzar su empeño educativo para formar personalidades fuertes, capaces de resistir al relativismo debilitante, y de vivir coherentemente las exigencias del propio bautismo. Además, la apremia a promover auténticas comunidades cristianas que, precisamente, en virtud de su propio cristianismo, vivo y operante, puedan dar en espíritu de diálogo, una contribución original y positiva a la edificación de la ciudad terrena y, con tal fin, la estimula a potenciar sus recursos educativos. Estas mismas finalidades se imponen a la Iglesia frente a otros elementos característicos de la cultura contemporánea, como el materialismo, el pragmatismo y el tecnicismo. La Escuela Católica 13 (Congregación para la Educación Católica, 1977). Para garantizar estos objetivos, como respuesta al pluralismo cultural, la Iglesia sostiene el principio del pluralismo escolar, es decir, la coexistencia y —en cuanto sea posible— la cooperación de las diversas instituciones escolares, que permitan a los jóvenes formarse criterios de valoración fundados en una específica concepción del mundo, prepararse a participar activamente en la construcción de una comunidad y, por medio de ella, en la construcción de la sociedad. La Escuela Católica 45 (Congregación para la Educación Católica, 1977). La Escuela Católica asume como misión específica —y con mayor razón hoy frente a las deficiencias de la familia y de la sociedad en este campo— la formación integral de la personalidad cristiana. Para lograr la síntesis entre fe y vida en la persona del alumno, la Iglesia sabe que el hombre necesita ser formado en un proceso de continua conversión para que llegue a ser aquello que Dios quiere que sea. Ella enseña a los jóvenes a dialogar con Dios en las diversas situaciones de su vida personal. Los estimula a superar el individualismo y a descubrir, a la luz de la fe, que están llamados a vivir, de una manera responsable, una vocación específica en un contexto de solidaridad con los demás hombres. La trama misma de la humana existencia los invita, en cuanto cristianos, a comprometerse en el servicio de Dios en favor de los propios hermanos y a transformar el mundo para que venga a ser una digna morada de los hombres. 2.2.7. Comunidad educativa La Escuela Católica 54 (Congregación para la Educación Católica, 1977)- La dimensión comunitaria de la Escuela Católica viene, pues, exigida no sólo por la naturaleza del hombre y la del proceso educativo, como ocurre en las demás escuelas, sino por la naturaleza misma de la fe. Consciente de sus limitaciones para responder a los compromisos que se derivan de su propio proyecto educativo, la Escuela Católica sabe que ella constituye una comunidad que debe alimentarse y confrontarse con las fuentes de las que se deriva la razón de su existencia: la palabra salvífica de Cristo, tal como se expresa en la Sagrada Escritura, en la Tradición sobre todo litúrgica y sacramental, y en la existencia de aquellos que la han vivido o la viven actualmente. ~ 14 ~ 2.2.8. Educación contextualizada El laico católico, testigo de la fe en la escuela (Congregación para la Educación Catóica, 1982): 35. Al mismo tiempo necesita también el educador prestar una constante atención al entorno sociocultural, económico y político de la escuela, tanto al más inmediato del barrio o zona donde la escuela se halla enclavada, como al contexto regional y nacional, que muchas veces, a través de los medios de comunicación social, ejercen tanta o mayor influencia que aquél. Sólo ese seguimiento de la realidad global inmediata, nacional e internacional le proporcionará los datos precisos para salir al paso de las necesidades actuales de formación de sus alumnos e intentar prepararlos para el mundo futuro que intuye. 2.2.9. Concepto de ambiente educativo cristiano Dimensión religiosa de la educación en la escuela católica (Congregación para la Educación Católica, 1988: 24). Tanto la pedagogía actual como la del pasado, da mucha importancia al ambiente educativo. Este es el conjunto de elementos coexistentes y cooperantes capaces de ofrecer condiciones favorables al proceso formativo. Todo proceso educativo se desarrolla en ciertas condiciones de espacio y tiempo, en presencia de personas que actúan y se influyen recíprocamente, siguiendo un programa racionalmente ordenado y aceptado libremente. Por tanto, personas, espacios, tiempo, relaciones, enseñanza, estudio y actividades diversas son elementos que hay que considerar en una visión orgánica del ambiente educativo. 2.2.10. Rasgos de la escuela católica La escuela católica en los umbrales del Tercer Milenio (Congregación para la Educación Católica, 1997) 8. La mirada dirigida a los éxitos y a las dificultades de la escuela católica, sin pretender tratar cabalmente su amplitud y profundidad, nos mueve a reflexionar sobre la ayuda que ella puede prestar a la formación de las nuevas generaciones en los umbrales del tercer milenio, consciente de que, como escribe Juan Pablo II, «el futuro del mundo y de la Iglesia pertenece a las nuevas generaciones que, nacidas en este siglo, alcanzarán la madurez en el próximo, el primero del nuevo milenio».(5) La escuela católica, por tanto, debe estar en condiciones de proporcionar a los jóvenes los medios aptos para encontrar puesto en una sociedad fuertemente caracterizada por conocimientos técnicos y científicos, pero al mismo tiempo, diremos ante todo, debe poder darles una sólida formación orientada cristianamente. Por esto, estamos convencidos de que para hacer de la escuela católica un instrumento educativo en el mundo de hoy, sea preciso reforzar algunas de sus características fundamentales. La persona humana. 9. La escuela católica se configura como escuela para la persona y de las personas. «La persona de cada uno, en sus necesidades materiales y espirituales, es el centro del magisterio de Jesús: por esto el fin de la escuela católica es la promoción de la persona humana».(6) Tal afirmación, poniendo en evidencia la relación del hombre con Cristo, recuerda que en su persona se encuentra la plenitud de la verdad sobre el hombre. Por esto, la escuela católica, empeñándose en promover al hombre integral, lo hace, obedeciendo a la solicitud de la Iglesia, consciente de que todos los valores humanos encuentran su plena realización y, también su unidad, en Cristo.(7) Este conocimiento manifiesta que la persona ocupa el centro en el proyecto educativo ~ 15 ~ de la escuela católica, refuerza su compromiso educativo y la hace idónea para formar personalidades fuertes. En el corazón de la Iglesia (11-12) Identidad cultura de la escuela católica (14-15) Al servicio de la sociedad (16). La escuela católica no debe ser considerada separadamente de las otras instituciones educativas y gestionada como cuerpo aparte, sino que debe relacionarse con el mundo de la política, de la economía, de la cultura y con la sociedad en su complejidad. Concierne, por tanto, a la escuela católica afrontar con decisión la nueva situación cultural, presentarse como instancia crítica de proyectos educativos parciales, modelo y estímulo para otras instituciones educativas, hacerse avanzadilla de la preocupación educativa de la comunidad eclesial. De este modo se pone de manifiesto claramente el rol público de la escuela católica, que no nace como iniciativa privada, sino como expresión de la realidad eclesial, por su naturaleza revestida de carácter público. Ella desarrolla un servicio de utilidad pública y, aunque siendo clara y manifiestamente configurada según la perspectiva de la fe católica, no está reservada a solo los católicos, sino abierta a todos los que demuestren apreciar y compartir una propuesta educativa cualificada. Esta dimensión de apertura, es especialmente evidente en los países de mayoría no cristiana y en vía de desarrollo, en los que desde siempre las escuelas católicas son, sin discriminación alguna, promotoras de progreso social y de promoción de la persona. Las instituciones escolares católicas, además, al igual que las escuelas estatales, desarrollan una función pública, garantizando con su presencia el pluralismo cultural y educativo, y sobre todo la libertad y el derecho de la familia a ver realizada la orientación educativa que desean dar a la formación de los propios hijos. 2.2.11. Coparticipación solidaria con los pobres / opción por los pobres / servicio a la cultura de paz / convivencia humana Las personas consagradas y su misión en la escuela (Congregación para la Educación Católica, 2002: 69). La presencia de las personas consagradas en la comunidad educativa concurre a afinar la sensibilidad de todos por las pobrezas que afligen, también hoy, a los jóvenes, las familias y pueblos enteros. Esta sensibilidad puede llegar a ser origen de profundos cambios en sentido evangélico, induciendo a transformar las lógicas de excelencia y superioridad en las del servicio, de la preocupación por los demás, y formando un corazón abierto a la solidaridad. La opción preferencial por los pobres lleva a evitar todo tipo de exclusión. En el ámbito escolar, a veces está presente una planificación del proyecto educativo en función de grupos sociales más o menos acomodados, mientras que la atención a los más necesitados se encuentra claramente en segundo plano. En muchos casos las circunstancias sociales, económicas o políticas no dejan una alternativa mejor. Pero esto no debe impedir el tener claro el criterio evangélico e intentar aplicarlo a nivel personal y comunitario y en las propias instituciones escolares. Proyectar partiendo desde los pobres Las personas consagradas y su misión en la escuela (Congregación para la Educación Católica, 2002: 70-71) 70. Cuando la opción preferencial por los más pobres está en el centro del proyecto educativo, los mejores recursos y las personas más preparadas son puestos ante todo al servicio de los últimos, sin ~ 16 ~ excluir por ello a cuantos tienen menores dificultades y carencias. Éste es el sentido de la inclusión evangélica, tan lejana de la lógica del mundo. En efecto, la Iglesia quiere ofrecer su servicio educativo "ante todo, en atender a las necesidades de los pobres en bienes temporales, de los que se ven privados del auxilio y del afecto de la familia o no participan del don de la fe” [CONC. ECUM. VAT. II, Decl. sobre la educación cristiana Gravissimum educationis, n. 9]. Situaciones injustas dificultan en algunas ocasiones plasmar esta opción. Pero a veces son las instituciones educativas católicas las que se han alejado de esa opción preferencial, que caracterizó los inicios de la mayoría de los institutos de vida consagrada dedicados a la enseñanza. Por tanto, esta opción que cualifica a la vida consagrada hay que cultivarla desde la formación inicial, para que no llegue a ser tenida como reservada únicamente a los más generosos y audaces. 71. Siguiendo las huellas del Buen Pastor, las personas consagradas se comprometen a individuar entre los alumnos las diversas situaciones de pobreza que obstaculizan la maduración integral de la persona y la marginan de la vida social investigando sus causas. Entre éstas ocupa un lugar indiscutible la miseria, que, a menudo, conlleva la falta de familia y de salud, la inadaptación social, la pérdida de la dignidad humana, la imposibilidad de acceder a la cultura y, en consecuencia, una profunda pobreza espiritual. Hacerse voz de los pobres del mundo es un reto aceptado por la Iglesia, del que han de hacerse cargo todos los cristianos [Cf. JUAN P. II, Carta ap. Tertio millennio adveniente, 10/11/1994, n. 51, AAS 87 (1995), p. 36.]. Las personas consagradas, por razón de sus opciones y del compromiso profesado públicamente de un estilo de vida personal y comunitario pobre, son mayormente sensibles al deber de promover la justicia y la solidaridad en el ambiente en que actúan. Dar voz a los pobres 72. El acceso, sobre todo de los más pobres, a la educación es un compromiso que han contraído en diversos niveles las instituciones educativas católicas[LIV]. Lo cual exige enfocar la obra educativa en función de los últimos, independientemente de la clase social de los alumnos presentes en la institución escolar. Esto implica, entre otras cosas, proponer los contenidos de la doctrina social de la Iglesia a través de los proyectos educativos y requiere comprobar el perfil que la escuela prevé para sus alumnos. Si una escuela escucha a las personas más pobres y se organiza en función de las mismas, sabrá interpretar las disciplinas para el servicio de la vida y valerse de sus contenidos para el crecimiento global de las personas. 73. La escucha de los pobres les descubre a las personas consagradas dónde comprometerse también en el ámbito de la educación no formal y cómo llevar a los más desaventajados a acceder a la instrucción. El conocimientos de países donde la escuela está reservada a unos pocos o encuentra graves dificultades en el ejercicio de su cometido podría suscitar en las comunidades educativas de los países más desarrollados iniciativas de solidaridad; entre ellas, hermanamientos entre clases o instituciones escolares. Las ventajas formativas serían grandes para todos, especialmente para los alumnos de los países más desarrollados, que aprenderían concretamente lo que es esencial en la vida y se sentirían ayudados a no seguir las modas culturales inducidas por el consumismo. 74. La defensa de los derechos de los niños constituye otro desafío de especial importancia. La explotación de los niños, en formas diversas, a menudo aberrantes, está entre los aspectos más inquietantes de nuestro tiempo. Para las personas consagradas comprometidas en la misión educativa resulta una tarea ineludible dedicarse a la tutela y promoción de los derechos de los niños. Las aportaciones concretas que puedan dar como individuos y como institución educativa serán, probablemente, insuficientes en comparación con las necesidades; pero no inútiles, en cuanto que están destinadas a concienciar de las raíces origen de los abusos. De buena gana las personas consagradas aúnan sus esfuerzos con los de otras organizaciones civiles y eclesiales y de las ~ 17 ~ personas de buena voluntad, para reforzar el respeto de los derechos humanos y favorecer el bien de todos, partiendo de los más débiles e indefensos. 75. La opción preferencial por los pobres requiere vivir en actitud personal y comunitaria de disponibilidad para dar la vida allí donde sea necesario. Por lo tanto, podría exigir el dejar obras, quizá prestigiosas, pero que ya no logran realizar programas formativos adecuados y, en consecuencia, no dejan entrever las características de la vida consagrada. En efecto, “podríamos tener escuelas irreprochables en el aspecto didáctico, pero que son defectuosas en su testimonio y en la exposición clara de los auténticos valores”. Las personas consagradas están llamadas, pues, a comprobar si en la actividad educativa persiguen principalmente el prestigio académico más que la maduración humana y cristiana de los jóvenes; si favorecen la competición en vez de la solidaridad; si están comprometidas en educar, conjuntamente con los otros miembros de la comunidad escolar, personas libres, responsables y justas según la justicia evangélica. 76. Precisamente gracias a su consagración religiosa, las personas consagradas son, por excelencia, libres de dejarlo todo para ir a anunciar el evangelio hasta los confines de la tierra. Para ellas, también en el campo educativo, sigue siendo una prioridad el anuncio “ad gentes” de la Buena Noticia. Por lo tanto, son conscientes del papel fundamental de la escuela católica en los países de misión. En efecto, en muchos casos la escuela es la única posibilidad de presencia de la Iglesia; en otros, constituye un lugar privilegiado de acción evangelizadora y humanizadora, corresponsable del desarrollo humano y cultural de los pueblos más pobres. A este respecto es importante considerar la necesidad de la participación del carisma educativo entre las Familias religiosas de los territorios de antigua evangelización y entre las nacidas en los territorios de misión, en el que se inspiran. En efecto, “los antiguos Institutos, muchos de los cuales han pasado en el transcurso de los siglos por el crisol de pruebas durísimas que han afrontado con fortaleza, pueden enriquecerse entablando un diálogo e intercambiando sus dones con las fundaciones que ven la luz en este tiempo nuestro”. Ese compartir se traduce asimismo en el campo de la formación de las personas consagradas, en el apoyo a las nuevas Familias religiosas y en la colaboración entre los diversos Institutos. Cultura de la paz 77. El camino de la paz pasa por la justicia. “Éste es el único camino para asegurarle a nuestro mundo un porvenir pacífico, destruyendo de raíz las causas de conflictos y guerras: la paz es fruto de la justicia [...]. Una justicia que no se contente con dar a cada uno lo suyo, sino que tienda a crear entre los ciudadanos condiciones de igualdad de oportunidades y, por consiguiente, a favorecer a quienes por condición social, por cultura, por salud peligran con quedarse atrás o con estar siempre en los últimos puestos en la sociedad, sin posibilidad de personal redención". Educar para la paz partiendo del corazón 78. La consciencia de que la educación es la vía maestra para la paz es un dato compartido por la comunidad internacional. Signo elocuente de ello son los diversos proyectos lanzados por las Organizaciones internacionales para sensibilizar la opinión pública y los gobiernos. Las personas consagradas, testigos de Cristo príncipe de la paz, captan la urgencia de poner la educación para la paz entre los objetivos primarios de su propia acción formativa ofreciendo su contribución específica para alimentar en el corazón de los alumnos y alumnas la voluntad de hacerse constructores de paz. En efecto, las guerras nacen en el corazón de los hombres, y en el corazón de los hombres es donde hay que construir las defensas de la paz. Valorando el proceso educativo, las personas consagradas se comprometen a suscitar en el ánimo de los hombres del tercer milenio actitudes de paz, que “no es simplemente ausencia de conflictos, sino un proceso positivo, dinámico, participativo que favorece el diálogo y la solución de los conflictos en espíritu de mutua ~ 18 ~ comprensión y cooperación”. En este empeño las personas consagradas colaboran con todo hombre y mujer de buena voluntad compartiendo con ellos la tarea y la urgencia de buscar siempre nuevas vías idóneas para una eficaz educación, que “a todos los niveles es el medio principal para edificar una cultura de paz”. 79. Una educación eficaz para la paz compromete a elaborar programas y estrategias en diversos niveles. Entre otras cosas, se trata de: proponer a los alumnos una educación en los valores y actitudes idóneos para resolver pacíficamente las disputas en el respeto de la dignidad humana; organizar actividades, incluso extracurriculares (como el deporte, el teatro), que propicien la asimilación de los valores de la lealtad y el respeto de las reglas; asegurar la paridad de acceso a la educación para las mujeres; alentar, cuando sea necesario, la revisión de los programas de enseñanza, incluidos los libros de texto. Además, la educación está llamada a transmitir a los alumnos la consciencia de sus propias raíces culturales y el respeto por las otras culturas. Cuando esto se remata con sólidos puntos de referencia éticos, la educación lleva a una toma de conciencia de los límites implícitos en la propia cultura y en la ajena; pero evidencia simultáneamente una herencia de valores común a todo el género humano. De ese modo “la educación tiene una función particular en la construcción de un mundo más solidario y pacífico. La educación puede contribuir a la consolidación del humanismo integral, abierto a la dimensión ética y religiosa, que atribuye la debida importancia al conocimiento y a la estima de las culturas y de los valores espirituales de las diversas civilizaciones”. Educar a vivir juntos 80. Al comienzo del tercer milenio, como consecuencia de los efectos negativos de una salvaje globalización económica y cultural, cobra una importancia creciente la participación responsable en la vida de la comunidad a nivel local, nacional y mundial. Esa participación presupone la toma de conciencia de las causas de los fenómenos que amenazan la convivencia de los pueblos y la vida humana misma. Como toda toma de conciencia, también ésta encuentra en la educación, y en especial en la escuela, el terreno privilegiado para desarrollarse. Por eso se plantea una nueva y comprometedora tarea: educar en una ciudadanía activa y responsable. En esta línea son iluminadoras las palabras del Papa: “La promoción del derecho a la paz asegura en cierto modo el respeto de todos los otros derechos, porque favorece la construcción de una sociedad en cuyo seno las relaciones de fuerza se sustituyen por relaciones de colaboración con vistas al bien común”. A este respecto, las personas consagradas pueden ofrecer el signo de una fraternidad responsable, viviendo en comunidades donde “cada uno se siente corresponsable de la fidelidad del otro; todos contribuyen a crear un clima sereno de comunicación de vida, de comprensión y de ayuda mutua...”. 2.2.12. Fin de toda escuela Aparecida 329. Ante esta situación, fortaleciendo la estrecha colaboración con los padres de familia y pensando en una educación de calidad a la que tienen derecho, sin distinción, todos los alumnos y alumnas de nuestros pueblos, es necesario insistir en el auténtico fin de toda escuela. Ella está llamada a transformarse, ante todo, en lugar privilegiado de formación y promoción integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura, cosa que logra mediante un encuentro vivo y vital con el patrimonio cultural. Esto supone que tal encuentro se realice en la escuela en forma de elaboración, es decir, confrontando e insertando los valores perennes en el contexto actual. En realidad, la cultura, para ser educativa, debe insertarse en los problemas del tiempo en el que se desarrolla la vida del joven. De esta manera, las distintas disciplinas han de presentar no sólo un saber por adquirir, sino también valores por asimilar y verdades por descubrir. ~ 19 ~ 2.2.13. Educación liberadora Medellín. Educación 8-9 8. Nuestra reflexión sobre este panorama, nos conduce a proponer una visión de la educación, más conforme con el desarrollo integral que propugnamos para nuestro continente; la llamaríamos la "educación liberadora"; esto es, la que convierte al educando en sujeto de su propio desarrollo. La educación es efectivamente el medio clave para liberar a los pueblos de toda servidumbre y para hacerlos ascender "de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas", teniendo en cuenta que el hombre es el responsable y el "artífice principal de su éxito o de su fracaso" (Enc. Populorum progressio, Nº.15). Para ello, la educación en todos sus niveles debe llegar a ser creadora, pues ha de anticipar el nuevo tipo de sociedad que buscamos en la personalización de las nuevas generaciones, profundizando la conciencia de su dignidad humana, favoreciendo su libre autodeterminación y promoviendo su sentido comunitario. Debe ser abierta al diálogo, para enriquecerse con los valores que la juventud intuye y descubre como valederos para el futuro y así promover la comprensión de los jóvenes, entre sí y con los adultos. Esto permitirá a los jóvenes "lo mejor del ejemplo y de las enseñanzas de sus padres y maestros y formar la sociedad del mañana". Debe además la educación afirmar con sincero aprecio, las peculiaridades locales y nacionales e integrarlas en la unidad pluralista del continente y del mundo. Debe, finalmente, capacitar a las nuevas generaciones para el cambio permanente y orgánico que implica el desarrollo. Ésta es la educación liberadora que América Latina necesita para redimirse de las servidumbres injustas, y antes que nada, de nuestro propio egoísmo. ésta es la educación que reclama nuestro desarrollo integral. La educación liberadora y la misión de la Iglesia 9. Como toda liberación es ya un anticipo de la plena redención de Cristo, la Iglesia de América Latina se siente particularmente solidaria con todo esfuerzo educativo tendiente a liberar a nuestros pueblos. Cristo pascual, "imagen del Dios invisible", es la meta que el designio de Dios establece al desarrollo del hombre, para que "alcancemos todos la estatura del hombre perfecto". Por esto, todo "crecimiento en humanidad" nos acerca a "reproducir la imagen del Hijo para que él sea el primogénito entre muchos hermanos". La Iglesia, en cuanto a su misión específica, debe promover e impartir la educación cristiana a la que todos los bautizados tienen derecho, para que alcancen la madurez de su fe. En cuanto servidora de todos los hombres, la Iglesia busca colaborar mediante sus miembros, especialmente laicos, en las tareas de promoción cultural humana, en todas las formas que interesan a la sociedad. En el ejercicio de este derecho y servicio, junto con los demás sectores responsables, la obra educadora de la Iglesia no debe ser obstaculizada con discriminaciones de ningún género. Ésta es la visión alentadora que sobre la educación de América Latina presenta hoy la Iglesia. Ella, es decir, todos los cristianos, sumarán sus esfuerzos con humildad, desinterés y deseo de servir, a la tarea de crear la nueva educación que requieren nuestros pueblos, en este despertar de un nuevo mundo. 2.2.14. Criterios de Puebla, Santo Domingo, Ecclesia in América y Aparecida Principios y criterios de Puebla 1024.- La educación es una actividad humana del orden de la cultura; la cultura tiene una finalidad esencialmente humanizadora (Cfr. GS 53,55,56,59,61). Se comprende, entonces, que el objetivo de ~ 20 ~ toda educación genuina es la de humanizar y personalizar al hombre, sin desviarlo, antes bien, orientándolo eficazmente hacia su fin último (Cfr. DIM 3; GE 1) que trasciende la finitud esencial del hombre. La educación resultará más humanizadora en la medida en que más se abra a la trascendencia, es decir, a la verdad y al Sumo Bien. 1025.- La educación humaniza y personaliza al hombre cuando logra que éste desarrolle plenamente su pensamiento y su libertad, haciéndolos fructificar en hábitos de comprensión y de comunión con la totalidad del orden real por los cuales el mismo hombre humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye la historia (Cfr. GS 55). 1026.- La educación evangelizadora asume y completa la noción de educación liberadora, porque debe contribuir a la conversión del hombre total, no sólo en su yo profundo e individual, sino también en su yo periférico y social, orientándolo radicalmente a la genuina liberación cristiana que abre al hombre a la plena participación en el misterio de Cristo resucitado, es decir, a la comunión filial con el Padre y a la comunión fraterna con todos los hombres, sus hermanos (Cfr. EN 27, 29, 30, 33; Med. Educación, II, 8). Esta educación evangelizadora deberá reunir, entre otras, las siguientes características: 1027.- a) Humanizar y personalizar al hombre para crear en él el lugar donde pueda revelarse y ser escuchada la Buena Nueva: el designio salvífico del Padre en Cristo y su Iglesia. 1028.- b) Integrarse al proceso social latinoamericano impregnado por una cultura radicalmente cristiana en la cual, sin embargo, coexisten valores y antivalores, luces y sombras y, por lo tanto, necesita ser constantemente reevangelizada. 1029.- c) Ejercer la función crítica propia de la verdadera educación, procurando regenerar permanentemente, desde el ángulo de la educación, las pautas culturales y las normas de interacción social que posibiliten la creación de una nueva sociedad, verdaderamente participativa y fraterna, es decir, educación para la justicia. 1030.- d) Convertir al educando en sujeto, no sólo de su propio desarrollo, sino también al servicio del desarrollo de la comunidad: educación para el servicio. Teniendo en cuenta lo anterior, se enumeran los siguientes criterios: 1031.- a) La educación católica pertenece a la misión evangelizadora de la Iglesia (Cfr.Ec 9) y debe anunciar explícitamente a Cristo Liberador (Cfr. EN 22). 1032.- b) La educación católica no ha de perder de vista la situación histórica y concreta en que se encuentra el hombre, a saber, su situación de pecado en el orden individual y social Por consiguiente, se propone formar personalidades fuertes, capaces de resistir al relativismo debilitante y vivir coherentemente las exigencias del bautismo (EC 12). 1033.- c) La educación católica ha de producir los agentes para el cambio permanente y orgánico que requiere la sociedad de A. Latina (Med. 4, II, 8) mediante una formación cívica y política inspirada en la enseñanza social de la Iglesia (J. P. II, Disc. Inaug. I, 9. AAS LXXI, p.195). 1034.- d) Todo hombre, por ser persona, tiene derecho inalienable a la educación que responda al propio fin, carácter, sexo; acomodada a la cultura y a las tradiciones patrias (Cfr. GE 1). Quienes no reciben esta educación deben ser considerados como los más pobres (Cfr. PP 35; Juan Pablo II, Alocución Juventud 4. AAS LXXI, p. 219), por lo tanto, más necesitados de la acción educadora de la Iglesia. ~ 21 ~ 1035.- e) El educador cristiano desempeña una misión humana y evangelizadora. Las instituciones educativas de la Iglesia reciben un mandato apostólico de la Jerarquía (Cfr. EC 71). 1036.- f) La familia es la primera responsable de la educación. Toda tarea educadora debe capacitar la a fin de permitirle ejercer esa misión. 1037.- g) La Iglesia proclama la libertad de enseñanza, no para favorecer privilegios o lucro particular, sino como un derecho a la verdad de las personas y comunidades (Cfr. GE 6; EC 11b). Al mismo tiempo, la Iglesia se presente dispuesta a colaborar en el quehacer educativo de nuestra sociedad pluralista (Cfr. EC 14a). 1038.- h) De acuerdo con los dos principios anteriores, el Estado debería distribuir equitativamente su presupuesto con los demás servicios educativos no estatales, a fin de que los padres, que también son contribuyentes, puedan elegir libremente la educación para sus hijos. Santo Domingo 263.- Reafirmamos lo que hemos dicho en Medellín y Puebla (cf. Documento de Educación, Medellín, Puebla) y a partir de allí señalamos algunos aspectos, que son importantes para la educación católica en nuestros días. - La Educación es la asimilación de la cultura. La Educación cristiana es la asimilación de la cultura cristiana. Es la inculturación del Evangelio en la propia cultura. Sus niveles son muy diversos: pueden ser escolares o no escolares, elementales o superiores, formales o no formales. En todo caso la educación es un proceso dinámico que dura toda la vida de la persona y de los pueblos. Recoge la memoria del pasado, enseña a vivir hoy y se proyecta hacia el futuro. Por esto, la educación cristiana es indispensable en la Nueva Evangelización. 264.- La educación cristiana desarrolla y afianza en cada cristiano su vida de fe y hace que verdaderamente en él su vida sea Cristo (cf. Flp 1, 21). Por ella, se escuchan en el hombre las «palabras de vida eterna» (Jn 6, 68), se realiza en cada quien la «nueva creatura» (2Cor 5, 17) y se lleva a cabo el proyecto del Padre de recapitular en Cristo todas las cosas (cf. Ef 1, 10). Así la educación cristiana se funda en una verdadera Antropología cristiana, que significa la apertura del hombre hacia Dios como Creador y Padre, hacia los demás como a sus hermanos, y al mundo como a lo que le ha sido entregado para potenciar sus virtualidades y no para ejercer sobre él un dominio despótico que destruya la naturaleza. 265.- Ningún maestro educa sin saber para qué educa y hacia dónde educa. Hay un proyecto de hombre encerrado en todo proyecto educativo; y este proyecto vale o no según construya o destruya al educando. Este es el valor educativo. Cuando hablamos de una educación cristiana, hablamos de que el maestro educa hacia un proyecto de hombre en el que viva Jesucristo. Hay muchos aspectos en los que se educa y de los que consta el proyecto educativo del hombre; hay muchos valores; pero estos valores nunca están solos, siempre forman una constelación ordenada explícita o implícitamente. Si la ordenación tiene como fundamento y término a Cristo, entonces esta educación está recapitulando todo en Cristo y es una verdadera educación cristiana; si no, puede hablar de Cristo, pero no es cristiana. - El maestro cristiano debe ser considerado como sujeto eclesial que evangeliza, que catequiza y educa cristianamente. Tiene una identidad definida en la comunidad eclesial. Su papel debe ser reconocido en la Iglesia. 266.- En la situación actual encontramos una pluralidad de valores que nos interpelan y que son ambivalentes. De aquí surge la necesidad de confrontar los nuevos valores educativos con Cristo ~ 22 ~ revelador del misterio del hombre. En la nueva educación se trata de hacer crecer y madurar la persona según las exigencias de los nuevos valores; a esto hay que agregar la armonización con la tipología propia del contexto latinoamericano. - Generalmente desde los criterios secularistas nos piden que eduquemos al hombre técnico, al hombre apto para dominar su mundo y vivir en un intercambio de bienes producidos bajo ciertas normas políticas; las mínimas. Esta realidad nos interpela fuertemente para poder ser conscientes de todos los valores que están en ella y poderlos recapitular en Cristo; nos interpela para continuar la línea de la Encarnación del Verbo en nuestra educación cristiana, y llegar al proyecto de vida para todo hombre, que es Cristo muerto y resucitado. Ecclesia in America Evangelizar los centros educativos 71. El mundo de la educación es un campo privilegiado para promover la inculturación del Evangelio. Sin embargo, los centros educativos católicos y aquéllos que, aun no siendo confesionales, tienen una clara inspiración católica, sólo podrán desarrollar una acción de verdadera evangelización si en todos sus niveles, incluido el universitario, se mantiene con nitidez su orientación católica. Los contenidos del proyecto educativo deben hacer referencia constante a Jesucristo y a su mensaje, tal como lo presenta la Iglesia en su enseñanza dogmática y moral. Sólo así se podrán formar dirigentes auténticamente cristianos en los diversos campos de la actividad humana y de la sociedad, especialmente en la política, la economía, la ciencia, el arte y la reflexión filosófica. (267) En este sentido, « es esencial que la Universidad Católica sea, a la vez, verdadera y realmente ambas cosas: Universidad y Católica. [...] La índole católica es un elemento constitutivo de la Universidad en cuanto institución y no una mera decisión de los individuos que dirigen la Universidad en un tiempo concreto ». (268) Por eso, la labor pastoral en las Universidades Católicas ha de ser objeto de particular atención en orden a fomentar el compromiso apostólico de los estudiantes para que ellos mismos lleguen a ser los evangelizadores del mundo universitario. (269) Además, « debe estimularse la cooperación entre las Universidades Católicas de toda América para que se enriquezcan mutuamente », (270) contribuyendo de este modo a que el principio de solidaridad e intercambio entre los pueblos de todo el Continente se realice también a nivel universitario. Algo semejante se ha de decir también a propósito de las escuelas católicas, en particular de la enseñanza secundaria: « Debe hacerse un esfuerzo especial para fortificar la identidad católica de las escuelas, las cuales fundan su naturaleza específica en un proyecto educativo que tiene su origen en la persona de Cristo y su raíz en la doctrina del Evangelio. Las escuelas católicas deben buscar no sólo impartir una educación que sea competente desde el punto de vista técnico y profesional, sino especialmente proveer una formación integral de la persona humana ». (271) Dada la importancia de la tarea que los educadores católicos desarrollan, me uno a los Padres sinodales en su deseo de alentar, con ánimo agradecido, a todos los que se dedican a la enseñanza en las escuelas católicas: sacerdotes, hombres y mujeres consagrados, y laicos comprometidos, « para que perseveren en su misión de tanta importancia ». (272) Ha de procurarse que el influjo de estos centros de enseñanza llegue a todos los sectores de la sociedad sin distinciones ni exclusivismos. Es indispensable que se realicen todos los esfuerzos posibles para que las escuelas católicas, a pesar de las dificultades económicas, continúen « impartiendo la educación católica a los pobres y a los marginados en la sociedad ». (273) Nunca será posible liberar a los indigentes de su pobreza si antes no se los libera de la miseria debida a la carencia de una educación digna. En el proyecto global de la nueva evangelización, el campo de la educación ocupa un lugar privilegiado. Por ello, ha de alentarse la actividad de todos los docentes católicos, incluso de los que ~ 23 ~ enseñan en escuelas no confesionales. Así mismo, dirijo un llamado urgente a los consagrados y consagradas para que no abandonen un campo tan importante para la nueva evangelización. (274) Como fruto y expresión de la comunión entre todas las Iglesias particulares de América, reforzada ciertamente por la experiencia espiritual de la Asamblea sinodal, se procurará promover congresos para los educadores católicos en ámbito nacional y continental, tratando de ordenar e incrementar la acción pastoral educativa en todos los ambientes. (275) La Iglesia en América, para cumplir todos estos objetivos, necesita un espacio de libertad en el campo de la enseñanza, lo cual no debe entenderse como un privilegio, sino como un derecho, en virtud de la misión evangelizadora confiada por el Señor. Además, los padres tienen el derecho fundamental y primario de decidir sobre la educación de sus hijos y, por este motivo, los padres católicos han de tener la posibilidad de elegir una educación de acuerdo con sus convicciones religiosas. La función del Estado en este campo es subsidiaria. El Estado tiene la obligación de « garantizar a todos la educación y la obligación de respetar y defender la libertad de enseñanza. Debe denunciarse el monopolio del Estado como una forma de totalitarismo que vulnera los derechos fundamentales que debe defender, especialmente el derecho de los padres de familia a la educación religiosa de sus hijos. La familia es el primer espacio educativo de la persona ». (276) Aparecida Respuesta al cambio cultural Aparecida 329. Ante esta situación, fortaleciendo la estrecha colaboración con los padres de familia y pensando en una educación de calidad a la que tienen derecho, sin distinción, todos los alumnos y alumnas de nuestros pueblos, es necesario insistir en el auténtico fin de toda escuela. Ella está llamada a transformarse ante todo, en lugar privilegiado de formación y promoción integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura, cosa que logra mediante un encuentro vivo y vital con el patrimonio cultural. Esto supone que tal encuentro se realice en la escuela en forma de elaboración, es decir, confrontando e insertando los valores perennes en el contexto actual. En realidad, la cultura para ser educativa debe insertarse en los problemas del tiempo en el que se desarrolla la vida del joven. De esta manera las distintas disciplinas han de presentar no sólo un saber por adquirir, sino también valores por asimilar, y verdades por descubrir. La educación humaniza y personaliza al ser humano Aparecida 333. Constituye una responsabilidad estricta de la escuela, en cuanto institución educativa, poner de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura, precisamente con el fin de activar el dinamismo espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que presupone y perfecciona a la psicológica. Pero, no se da libertad ética sino en la confrontación con los valores absolutos de los cuales depende el sentido y el valor de la vida del hombre. Aun en el ámbito de la educación, se manifiesta la tendencia a asumir la actualidad como parámetro de los valores, corriendo así el peligro de responder a aspiraciones transitorias y superficiales, y de perder de vista las exigencias más profundas del mundo contemporáneo (EC 30). La educación humaniza y personaliza al ser humano cuando logra que éste desarrolle plenamente su pensamiento y su libertad, haciéndolo fructificar en hábitos de comprensión y en iniciativas de comunión con la totalidad del orden real. De esta manera, el ser humano humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye la historia. (Cursiva nuestra /EAM). ~ 24 ~ La educación tiene que ver con todas las dimensiones de la vida Aparecida 333. Lo cual significa que no se concibe que se pueda anunciar el Evangelio sin que éste ilumine, infunda aliento y esperanza, e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la existencia; ni tampoco que pueda pensarse en una promoción verdadera y plena del ser humano sin abrirlo a Dios y anunciarle a Jesucristo. Educación de calidad Aparecida 334. La Iglesia está llamada a promover en sus escuelas una educación centrada en la persona humana que es capaz de vivir en la comunidad, aportando lo suyo para su bien. Ante el hecho de que muchos se encuentran excluidos, la Iglesia deberá impulsar una educación de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente para los más pobres. Educación que ofrezca a los niños, a los jóvenes y a los adultos el encuentro con los valores culturales del propio país, descubriendo o integrando en ellos la dimensión religiosa y trascendente. Para ello necesitamos una pastoral de la educación dinámica y que acompañe los procesos educativos, que sea voz que legitime y salvaguarde la libertad de educación ante el Estado y el derecho a una educación de calidad de los más desposeídos. Aparecida 336. Por lo tanto, la meta que la escuela católica se propone respecto de los niños y jóvenes, es la de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, Hijo del Padre, hermano y amigo, Maestro y Pastor misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y así a la vivencia de la alianza con Dios y con los hombres. Lo hace, colaborando en la construcción de la personalidad de los alumnos, teniendo a Cristo como referencia en el plano de la mentalidad y de la vida. Tal referencia, al hacerse progresivamente explícita e interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida como Él lo hace, a elegir y amar como Él, a cultivar la esperanza como Él nos enseña, y a vivir en Él la comunión con el Padre y el Espíritu Santo. Por la fecundidad misteriosa de esta referencia, la persona se construye en unidad existencial, o sea, asume sus responsabilidades y busca el significado último de su vida. Situada en la Iglesia, comunidad de creyentes, logra con libertad vivir intensamente la fe, anunciarla y celebrarla con alegría en la realidad de cada día. Como consecuencia, maduran y resultan connaturales las actitudes humanas que llevan a abrirse sinceramente a la verdad, a respetar y amar a las personas, a expresar su propia libertad en la donación de sí y en el servicio a los demás para la transformación de la sociedad. Solidaridad y caridad con los pobres Aparecida 337. La Escuela católica está llamada a una profunda renovación. Debemos rescatar la identidad católica de nuestros centros educativos por medio de un impulso misionero valiente y audaz, de modo que llegue a ser una opción profética plasmada en una pastoral de la educación participativa. Dichos proyectos deben promover la formación integral de la persona teniendo su fundamento en Cristo, con identidad eclesial y cultural, y con excelencia académica. Además han de generar solidaridad y caridad con los más pobres. El acompañamiento de los procesos educativos, la participación en ellos de los padres de familia, y la formación de docentes, son tareas prioritarias de la pastoral educativa. Integralidad Aparecida 338. Se propone que la educación en la fe en las instituciones católicas sea integral y transversal en todo el currículum, teniendo en cuenta el proceso de formación para encontrar a ~ 25 ~ Cristo y para vivir como discípulos y misioneros suyos, e insertando en ella verdaderos procesos de iniciación cristiana. Asimismo se recomienda que la comunidad educativa, (directivos, maestros, personal administrativo, alumnos, padres de familia, etc.) en cuanto auténtica comunidad eclesial y centro de evangelización, asuma su rol de formadora de discípulos y misioneros en todos sus estamentos. Que desde allí, en comunión con la comunidad cristiana que es su matriz, promueva un servicio pastoral en el sector en que se inserta, especialmente de los jóvenes, la familia, la catequesis y promoción humana de los más pobres. Estos objetivos son esenciales en los procesos de admisión de alumnos, sus familias y la contratación de los docentes. Libertad de enseñanza Aparecida 339. Un principio irrenunciable para la Iglesia es la libertad de enseñanza. El amplio ejercicio del derecho a la educación, reclama a su vez, como condición para su auténtica realización, la plena libertad de que debe gozar toda persona para elegir la educación de sus hijos que consideren más conforme a los valores que ellos más estiman y que consideran indispensables. Por el hecho de haberles dado la vida, los padres asumieron la responsabilidad de ofrecer a sus hijos condiciones favorables para su crecimiento y la grave obligación de educarlos. La sociedad ha de reconocerlos como los primeros y principales educadores. El deber de la educación familiar, como primera escuela de virtudes sociales, es de tanta trascendencia, que cuando falta difícilmente puede suplirse. Este principio es irrenunciable. Este intransferible derecho, que implica una obligación y que expresa la libertad de la familia en el ámbito de la educación, por su significado y alcance, ha de ser decididamente garantizado por el Estado. Por esta razón, el poder público, al que compete la protección y la defensa de las libertades de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, debe distribuir las ayudas públicas –que provienen de los impuestos de todos los ciudadanos- de tal manera, que la totalidad de los padres, al margen de su condición social, pueda escoger, según su conciencia, en medio de una pluralidad de proyectos educativos, las escuelas adecuadas para sus hijos. Ese es el valor fundamental y la naturaleza jurídica que fundamenta la subvención escolar. Por lo tanto, a ningún sector educacional, ni siquiera al propio Estado, se le puede otorgar la facultad de concederse el privilegio y la exclusividad de la educación de los más pobres, sin menoscabar con ello importantes derechos. De este modo se promueven derechos naturales de la persona humana, la convivencia pacífica de los ciudadanos, y el progreso de todos. La educación como bien público Aparecida 481. Anteriormente nos referimos a la educación católica, pero como pastores no podemos ignorar la misión del Estado en el campo educativo, velando de un modo particular por la educación de los niños y jóvenes. Estos centros educativos no deberían ignorar que la apertura a la trascendencia es una dimensión de la vida humana, por lo cual la formación integral de las personas reclama la inclusión de contenidos religiosos. Escuelas públicas Aparecida 483. Ante las dificultades que encontramos al respecto en varios países, queremos empeñarnos en la formación religiosa de los fieles que asisten a las escuelas públicas de gestión estatal, procurando acompañarlos también a través de otras instancias formativas en nuestras parroquias y diócesis. Al mismo tiempo, agradecemos la dedicación de los profesores de religión en las escuelas públicas y los animamos en esta tarea. Los estimulamos para que impulsen una ~ 26 ~ capacitación doctrinal y pedagógica. Agradecemos también a quienes, por la oración y la vida comunitaria, se esfuerzan por ser testimonio de fe y de coherencia en estas escuelas. Incidencia política y social “La Iglesia, con su Pastoral Social, debe dar acogida y acompañar a estas personas excluidas en los ámbitos que correspondan” (DA 402) .”En esta tarea y con creatividad pastoral, se deben diseñar acciones concretas que tengan incidencia en los Estados para la aprobación de políticas sociales y económicas que atiendan las varia- das necesidades de la población y que conduzcan hacia un desarrollo sostenible. Con la ayuda de distintas instancias y organizaciones, la Iglesia puede hacer una permanente lectura cristiana y una aproximación pastoral a la realidad de nuestro continente, aprovechando el rico patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia. De esta manera, tendrá elementos concretos para exigir que aquellos que tienen la responsabilidad de diseñar y aprobar las políticas que afectan a nuestros pueblos, lo hagan desde una perspectiva ética, solidaria y auténticamente humanista. En ello juegan un papel fundamental los laicos y las laicas, asumiendo tareas pertinentes en la sociedad” (DA 403). Nota del compilador.− “Incidencia” y “centros de decisión” son términos que, lamentablemente, no aparecen en el índice analítico de, al menos, la versión impresa oficial (2007). Sobre incidencia y expresiones que, aunque no contengan el término, expresan su mismo propósito, véanse los números: 99 f, 283, 395, 403, 406, 408, 414, 422, 430, 437 d, 449, 458 d, 437 d, 474 d, 492, 498, 508, apartado 10.5, Mensaje final, n.º 3. Sobre centros de decisión, véanse el apartado 10.4 y los números 506, 517 h, 518; así como sobre ámbitos de decisión, el n.º 533, y sobre centros de opinión, el n.º 518 k3. Incidencia para una educación en valores Aparecida 482. La Iglesia cree que “los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a prestarles su adhesión personal y también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios. Ruega, pues, encarecidamente a todos los que gobiernan los pueblos, o están al frente de la educación, procurar que la juventud nunca se vea privada de este sagrado derecho”. Aguiluz Milla, Edwin. “Pastoral social, ¿un término en vías de extinción? Reflexiones a partir de Aparecida”. Senderos: revista de ciencias religiosas y pastorales. Año 31, Nº. 94, 2009, pp. 383-407. 3