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LA LEY DE CASTIDAD
Fernando Vera
LA LEY DE CASTIDAD
Rama Los Jardines
sábado 12 de noviembre de 2011
LA LEY DE CASTIDAD
Fernando Vera
L. Fernando Vera Lomparte
Presidente de Escuela Dominical
Rama Los Jardines – Distrito Barranca
Advertencia A Los Padres.
Los líderes de la Iglesia nos han dicho que los padres tienen la responsabilidad de enseñar a
sus hijos acerca de la procreación (el proceso de concebir y dar a luz hijos). Los padres deben
también enseñar a sus hijos la ley de castidad.
Los padres pueden comenzar a enseñar a sus hijos a tener actitudes apropiadas hacia su
cuerpo cuando aún los niños sean pequeños. Hablar a los hijos con franqueza pero con
reverencia y utilizar los nombres correctos que tienen las diferentes partes y funciones del
cuerpo les ayudará a crecer con una actitud sana, sin sentir una vergüenza innecesaria hacia su
cuerpo.
Los niños son curiosos por naturaleza y desean saber cómo funciona su cuerpo. Quieren
también saber de dónde vienen los bebés, y si los padres les responden en forma inmediata y
con claridad para que ellos puedan comprender, cuando tengan más preguntas, seguirán
haciéndoselas a sus padres; sin embargo, si los padres contestan a las preguntas de sus hijos
de una forma que los haga sentirse avergonzados, rechazados o insatisfechos, lo más probable
es que, cuando tengan otras dudas, acudan a otras personas y quizás adquieran conceptos
incorrectos y actitudes inapropiadas.
Sin embargo, tampoco es prudente ni necesario decirle a los niños todo de una sola vez. Los
padres deben solamente darles la información que los niños les pidan y que puedan
comprender. Al contestar esas preguntas, los padres deben enseñar a sus hijos la importancia
de respetar su cuerpo y el cuerpo de los demás. Los padres deben enseñar a sus hijos a vestir
modestamente; deben corregir los falsos conceptos y el lenguaje obsceno que los hijos
aprendan de otras personas.
Rama Los Jardines
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LA LEY DE CASTIDAD
Fernando Vera
Antes de que los niños alcancen la madurez, los padres ya deben haberles hablado
francamente sobre la procreación. Es importante que los niños comprendan que esos poderes
son buenos y que el Señor fue quien nos los dio; Él espera que los utilicemos dentro de los
límites que nos ha dado.
Los niños vienen de la presencia de nuestro Padre Celestial a la tierra de manera pura e
inocente y, a medida que los padres oren pidiendo la guía necesaria, el Señor les inspirará en
cuanto a la forma de enseñar a sus hijos en el momento oportuno y de la forma adecuada.
El Poder De La Procreación
Dios mandó a todo ser viviente que se reprodujera según su especie (véase Génesis 1:22). La
reproducción forma parte de Su plan a fin de que todas las formas de vida continúen
existiendo sobre la tierra.
Después, colocó a Adán y a Eva en la tierra; ellos eran diferentes de Sus otras creaciones
debido a que eran Sus hijos espirituales. En el Jardín de Edén, Dios unió en matrimonio a Adán
y a Eva y les mandó que multiplicaran y llenaran la tierra (véase Génesis 1:28). Sin embargo,
sus vidas serían gobernadas por leyes morales y no por el instinto.
Dios quiso que Sus hijos espirituales nacieran en una familia para que se les cuidara y educara
debidamente. Nosotros, al igual que Adán y Eva, debemos proporcionar cuerpos físicos para
esos hijos espirituales. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce han manifestado:
“Declaramos que la forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por
decreto divino” (“La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág.
24). Dios nos ha mandado que las relaciones sexuales existan solamente en un matrimonio de
un hombre y una mujer. A ese mandamiento se le llama la ley de castidad.
Si queréis aprender más principios y cómo enseñar la ley de castidad a sus hijos leed el folleto
SOLO PARA VARONES JOVENES - Boyd K Packer y el discurso SOIS TEMPLO DE DIOS - Boyd
K. Packer (Liahona, noviembre de 2000, pág. 72).
LA LEY DE CASTIDAD
La castidad es la pureza sexual, condición que "agrada a Dios" (Jacob 2:7). Para ser casto(a),
debes ser moralmente limpio en tus pensamientos, palabras y hechos. No debes tener ninguna
relación sexual antes de estar legalmente casado(a) y, cuando estés casado(a), debes ser
totalmente fiel a tu cónyuge.
Rama Los Jardines
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Fernando Vera
Antes Del Matrimonio
Se nos ha enseñado que la ley de castidad abarca más que la relación sexual propiamente
dicha. La Primera Presidencia advirtió a la juventud acerca de otros pecados sexuales:
“Antes del matrimonio, no hagas nada para despertar las poderosas emociones que
únicamente se deben expresar en el matrimonio. No participes de los besos apasionados, no
te acuestes encima de otra persona ni toques las partes privadas y sagradas del cuerpo de otra
persona, con ropa o sin ella. No permitas que nadie haga eso contigo. No despiertes esas
emociones en tu propio cuerpo” (Parala fortaleza de la juventud, folleto, 2001, pág. 27).
Al igual que otras violaciones a la ley de castidad, el comportamiento homosexual es un grave
pecado. Los profetas de los últimos días han hablado en cuanto a los peligros del
comportamiento homosexual y sobre la preocupación de la Iglesia por las personas que tengan
esas inclinaciones. El presidente Gordon B. Hinckley dijo:
“La gente nos pregunta acerca de nuestra posición con respecto a aquellos que se consideran
“gays” y lesbianas. Mi respuesta es que los amamos como hijos e hijas de Dios; pueden tener
ciertas inclinaciones que son poderosas y que pueden ser difíciles de dominar. La mayoría de la
gente tiene inclinaciones de una u otra clase en diferentes épocas. Si ellos no actúan de
conformidad con esas inclinaciones, entonces pueden seguir adelante como todos los demás
miembros de la Iglesia. Si violan la ley de castidad y las normas morales de la Iglesia, entonces
están sujetos a la disciplina de la Iglesia, tal como los demás.
“Deseamos ayudar a esas personas, fortalecerlas, auxiliarlas en sus problemas y socorrerlas en
sus dificultades; pero no podemos quedarnos sin hacer nada si se entregan a actividades
inmorales, si intentan sustentar, defender y vivir lo que llaman el matrimonio de personas del
mismo sexo. Permitir semejante cosa sería restarle importancia tanto a la sumamente seria y
sagrada base del matrimonio autorizado por Dios como al propósito mismo de éste que es el
de tener hijos” (Liahona, enero de 1999, pág. 83).
En El Matrimonio
“En primer lugar, creemos que el matrimonio entre el hombre y la mujer fue decretado por
Dios. Creemos que el matrimonio puede ser eterno mediante el ejercicio del poder del
sacerdocio sempiterno en la Casa del Señor. ” (Presidente Gordon B. Hinckley, Liahona, enero
de 1999, pág. 83).
A los israelitas, el Señor les dijo: “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14); los que
quebrantaban ese mandamiento quedaban sujetos a castigos severos. El Señor repitió ese
mandamiento en los últimos días (véase D. y C. 42:24).
“El destino de hombres y mujeres es unirse con el fin de establecer familias eternas. Las
relaciones sexuales íntimas están bien y cuentan con el sello divino de aprobación cuando
éstas ocurren dentro de los lazos del matrimonio legalmente contraído. La sexualidad en sí no
tiene nada impuro o degradante puesto que es por ese medio que los hombres y las mujeres
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se unen en el proceso de creación y en una expresión de amor” (President Kimball Speaks
Out, pág. 2).
“El propósito principal de la unión del hombre y la mujer, del esposo y su esposa (y
únicamente del esposo y su esposa), es traer hijos al mundo. El Señor nunca consideró en sus
planes que la experiencia sexual fuese un mero juego o que sirviese simplemente para
satisfacer las pasiones y la lujuria. No tenemos conocimiento de que el Señor haya dado
instrucciones de que la debida relación sexual entre marido y mujer deba limitarse totalmente
sólo a la procreación, pero contamos con amplias evidencias, considerando el tiempo desde
Adán hasta el presente, de que el Señor tampoco ha dado plenas libertades para abusar de la
relación sexual” (Presidente Spencer W. Kimball, Liahona, abril de 1976, pág. 3).
“Me ofende la sofistería de que para lo único que sirve una mujer Santo de los Últimos Días es
para ‘estar confinada en la casa y embarazada’. Se trata de una frase astuta, pero falsa. Por
supuesto que creemos en tener hijos. El Señor nos dijo que nos multiplicáramos en la tierra a
fin de poder tener gozo en nuestra posteridad, y no hay mayor gozo que aquel que deriva de
tener hijos felices y darles un buen hogar, pero el Señor no ha especificado cantidad alguna ni
tampoco lo ha hecho la Iglesia. Ese es un asunto sagrado que queda entre la pareja y el Señor.
La declaración oficial de la Iglesia en este asunto dice lo siguiente: ‘Los esposos deben ser
considerados para con sus respectivas esposas, quienes tienen la mayor responsabilidad no
solamente de dar a luz a los hijos sino de velar por ellos desde su infancia, y deben ayudarlas a
conservarse saludables y fuertes. Las parejas casadas deben ejercer autocontrol en todos los
aspectos de su relación. Deben procurar la inspiración del Señor en todas las instancias de su
vida matrimonial y en la crianza de sus hijos conforme a las enseñanzas del Evangelio’ (Manual
General de Instrucciones, sección II, “Normas”)” (Presidente Gordon B. Hinckley, Piedras
angulares de un hogar feliz, pág. 6).
No sé de ningún pasaje de las Escrituras ni autoridad que dé el consentimiento para que las
esposas jóvenes demoren el tener familia o que salgan a trabajar para que sus maridos
terminen sus estudios universitarios. Los matrimonios jóvenes pueden abrirse el camino y
lograr sus metas educativas, si están firmes en su determinación para hacerlo" (Presidente
Spencer W. Kimball, The Marriage Decision", Ensign, febrero de 1975, pág. 4).
“Eviten cualquier proceder dominante o indigno en la delicada e íntima relación entre marido y
mujer. Por motivo de que el matrimonio ha sido ordenado por Dios, la relación íntima entre
marido y mujer es buena y honorable a los ojos de Dios. Él ha mandado que sean una sola
carne y que se multipliquen e hinchen la tierra (véase Moisés 2:28; 3:24). Ustedes deben amar
a su esposa como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (véase Efesios 5:25–
31).
“La ternura y el respeto —nunca el egoísmo— deben ser los principios que rijan la relación
íntima entre marido y mujer. Cada uno debe ser considerado y sensible para con las
necesidades y los deseos del otro. Cualquier proceder tiránico, indecente o desenfrenado en la
relación íntima es condenado por el Señor” (Liahona, enero de 1995, pág. 58).
“Aun cuando las relaciones sexuales pueden ser una parte importante y satisfactoria de la vida
conyugal, debemos recordar que el objeto de la vida no es solamente [tener relaciones
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sexuales]. Ni aun el matrimonio aprueba ciertas prácticas extremosas en la relación sexual. A
los santos de Éfeso el apóstol Pablo aconsejó el decoro en el matrimonio: ‘Así también los
maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí
mismo se ama” (Efesios 5:28). Y tal vez en esta censura del Señor se incluyen los pecados
sexuales secretos en el matrimonio, cuando dijo: ‘…y [los] que no son [puros], y han dicho que
son [puros], serán [destruidos], dice Dios el Señor’ (D. y C. 132:52)” (Élder Spencer W. Kimball,
El Milagro del Perdón, págs. 71–72).
Si queréis aprender más principios sobre los asuntos del matrimonio leed como pareja el
manual EL MATRIMONIO ETERNO - MANUAL DEL ALUMNO DE INSTITUTO.
Satanás desea que quebrantemos la ley de castidad
El plan de Satanás es el de engañar a tantos de nosotros como le sea posible con el fin de
impedirnos volver a vivir con nuestro Padre Celestial. Una de las armas más dañinas que él
puede utilizar es persuadirnos a quebrantar la ley de castidad. Él es astuto y poderoso, y le
gustaría que creyéramos que quebrantar esta ley no es ningún pecado. Mucha gente ha sido
engañada; por consiguiente, nosotros debemos estar en guardia contra esas influencias
malignas.
Satanás ataca nuestras normas de modestia y desea que creamos que, como el cuerpo
humano es hermoso, es algo que se debe exhibir y ostentar. Nuestro Padre Celestial desea que
cubramos nuestro cuerpo de una manera decorosa para que no alentemos pensamientos
indebidos en la mente de los demás.
Satanás no solamente nos insta a que nos vistamos inmodestamente, sino que nos alienta
también a pensar en forma inmoral y a tener pensamientos inapropiados por medio de
fotografías, películas, relatos, chistes, música y bailes que hacen pensar en actos inmorales. La
ley de castidad requiere que no sólo nuestros actos sean puros, sino también nuestros
pensamientos. El profeta Alma enseñó que, cuando Dios nos juzgue, “...nuestros pensamientos
también nos condenarán. Y en esta terrible condición no nos atreveremos a mirar a nuestro
Dios...” (Alma 12:14).
Jesús enseñó: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. “Pero yo os digo que cualquiera
que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo
5:27–28).
El presidente Gordon B. Hinckley advirtió: “Viven ustedes en un mundo de espantosas
tentaciones. La pornografía con su sórdida inmundicia azota la tierra como una horrorosa y
pavorosa marejada. Es veneno. No la vean ni la lean. Los destruirá si lo hacen. Les quitará el
respeto por ustedes mismos. Les robará la sensación de las bellezas de la vida. Los derribará y
los arrastrará al lodazal de los malos pensamientos y posiblemente de los malos actos.
Manténganse alejados de ella. Evítenla como rehuirían una enfermedad horrorosa, puesto que
es igual de mortal. Sean virtuosos de pensamiento y de obra. Dios ha plantado en ustedes, por
un propósito, un instinto divino que fácilmente se puede socavar para fines malignos y
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destructivos. Mientras son jóvenes, no salga con una sola señorita como novios. Cuando
lleguen a la edad en que piensen en casarse, entonces podrán hacerlo. Pero ustedes, los
jóvenes que están en la escuela secundaria, no deben hacerlo ni tampoco las jóvenes” (Véase
Liahona, enero de 1998, pág. 64).
A veces Satanás nos tienta por medio de nuestras emociones; él sabe cuándo nos sentimos
solos, confundidos o deprimidos y elige esos momentos de debilidad para tentarnos a
quebrantar la ley de castidad. Nuestro Padre Celestial puede darnos la fortaleza necesaria para
pasar por esas pruebas sin sufrir daño alguno.
En las Escrituras se nos habla acerca de un joven digno y recto llamado José, en quien su amo,
Potifar, confiaba mucho. Potifar entregó en poder de José todo lo que poseía. La esposa de
Potifar codiciaba a José en forma lujuriosa y lo incitó a que cometiera adulterio con ella; pero
él rehusó y huyó de ella. (Véase Génesis 39:1–18).
Pablo enseñó: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente
con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). Alma recalcó que no
seremos “...tentados más de lo que pod[amos] resistir” conforme nos “...humill[emos] ante el
Señor, e invoqu[emos] su santo nombre, y vel[emos] y or[emos] incesantemente...” (Alma
13:28).
Quebrantar la ley de castidad es algo realmente serio
El profeta Alma se sentía sumamente apesadumbrado porque uno de sus hijos había
quebrantado la ley de castidad. Alma le dijo una abominación a los ojos del Señor; sí, más
abominables que todos los pecados, salvo el derramar sangre inocente o el negar castidad es
el pecado que le sigue en orden de gravedad.
La inmoralidad sexual se compone de ofensas contra Dios de todo tipo y grado. Todas son viles
y condenables en su naturaleza, en algunos casos, sin embargo, algunas son peores que otras.
“Somos de la opinión que hay más grados o degrados de pecado asociados con la relación
impropia de los sexos que cualesquier otra acción equívoca de la que tengamos
conocimiento”. De acuerdo con el élder McConkie, “Todas ellas conllevan una grave ofensa- el
pecado contra la castidad, pero en gran número de situaciones este pecado se intensifica con
el quebrantamiento de convenios sagrados, a lo que a veces se añade el engaño, la
intimidación o inclusive violencia. (Bruce R. McConkie, Doctrina Mormona, 2da ed. pág.708).
Si un hombre y una mujer quebrantan la ley de castidad y conciben una criatura, se pueden ver
tentados a cometer otro pecado abominable: el aborto. Muy pocas veces existe una razón
justificable para el aborto. Los líderes de la Iglesia han dicho que algunas circunstancias
excepcionales pueden justificar el aborto, tales como cuando el embarazo sea el resultado de
incesto o violación; cuando, en la opinión de una autoridad médica competente, corra peligro
la vida o la salud de la madre; o cuando se sepa, mediante la opinión de una autoridad médica
competente, que el feto tiene serios defectos que no le permitirán vivir después de nacer.
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Sin embargo, incluso estas circunstancias no justifican automáticamente el aborto. Los que se
enfrenten a dichas circunstancias deben considerar el aborto sólo después de haber
consultado a sus líderes locales de la Iglesia y de recibir una confirmación por medio de la
oración sincera.
Quienes quebrantan la ley de castidad pueden obtener el perdón
Quienes hayan quebrantado la ley de castidad pueden encontrar la paz. El Señor nos dice:
“Pero el malvado, si se aparta de todos los pecados que cometió, y guarda todos mis
estatutos… Ninguna de las transgresiones que cometió le será recordada” (Ezequiel 18:21–22).
La paz sólo se puede lograr por medio del perdón.
El presidente Kimball dijo: “Para todo perdón hay una condición… El ayuno, las oraciones, la
humildad deben ser iguales o mayores que el pecado. Debe haber un corazón quebrantado y
un espíritu contrito… Debe haber lágrimas y un cambio sincero de corazón. Debe haber
convicción del pecado, abandono de la maldad, confesión del error a las autoridades del Señor
debidamente constituidas” (El Milagro del Perdón, 2000, pág. 361).
Para muchas personas, la confesión es la parte más difícil del arrepentimiento. Debemos
confesar nuestro pecado no solamente al Señor sino también a la persona a la cual hayamos
ofendido, como por ejemplo nuestro cónyuge, y a la autoridad correspondiente del
sacerdocio. El líder del sacerdocio (el obispo o el presidente de estaca) juzgará nuestra
condición de miembro dentro de la Iglesia. El Señor dijo a Alma: “…al que transgrediere contra
mí… si confiesa sus pecados ante ti y mí, y se arrepiente con sinceridad de corazón, a éste has
de perdonar, y yo lo perdonaré también” (Mosíah 26:29).
Sin embargo, el presidente Kimball advirtió: “…aunque el perdón se promete tan
abundantemente, no hay promesa ni indicación de perdón para ningún alma que no se
arrepienta completamente… Difícilmente podemos emplear demasiada vehemencia para
recordar a las personas que no pueden pecar y ser perdonadas, y entonces pecar una y otra
vez y esperar que se repita el perdón” (El Milagro del Perdón, págs. 361, 368). A quienes
reciben perdón por un pecado, y vuelven a reincidir en él, se les considerará responsables por
los pecados cometidos anteriormente (véase D. y C. 82:7; Éter 2:15).
Cómo guardar la ley de castidad (Ver “Castidad”, Manual Leales a la Fe, pág. 28).
No obstante lo fuertes que sean las tentaciones, el Señor te ayudará a vencerlas si escoges
seguirlo a Él. El apóstol Pablo declaró: "No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Corintios
10:13). El consejo que está a continuación te ayudará a vencer las tentaciones frecuentes y
descaradas del mundo de hoy:
Decide ser casto(a) ahora mismo. Tienes que tomar esa decisión sólo una vez. Tómala ahora,
antes de enfrentar la tentación, y tómala con tanta firmeza y convicción que nunca flaquees.
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Determina ahora que fuera del matrimonio nunca harás nada para hacer surgir las poderosas
emociones que sólo deben expresarse en el matrimonio. No excites esas emociones en el
cuerpo de otra persona ni en tu propio cuerpo. Decide ahora mismo que serás totalmente fiel
a tu cónyuge.
Controla tus pensamientos. Nadie comete un pecado sexual en un solo instante. Los actos
inmorales siempre comienzan con los pensamientos impuros. Si permites que tus
pensamientos se concentren en algo obsceno o inmoral, ya habrás dado el primer paso hacia
la inmoralidad. Huye inmediatamente de las situaciones que puedan conducir al pecado; ora
por fortaleza constante para resistir la tentación y para controlar tus pensamientos. Incluye
eso en tus oraciones diarias.
Mantente alejado(a) de la pornografía. No mires, no leas ni escuches nada que muestre ni
describa el cuerpo humano ni la conducta sexual de una manera que suscite excitación sexual.
Los materiales pornográficos son adictivos y destructivos y pueden robarte el respeto por ti
mismo(a) y la habilidad de percibir las bellezas de la vida. Pueden destruirte y ocasionar
pensamientos inicuos y una conducta abusiva.
Si eres soltero y sales con una joven o si eres soltera y sales con un joven, trata con respeto a
la otra persona. Nunca trates a la otra persona como si fuera un objeto que usas para
satisfacer tus deseos lujuriosos. Planifica cuidadosamente actividades positivas y constructivas
para que tú y la persona con la que salgas no estén a solas sin tener nada que hacer.
Permanece en lugares seguros donde puedas controlarte fácilmente. No participes en
conversaciones ni en actividades que despierten deseos sexuales. No te involucres en
besuqueos apasionados, no te acuestes con otra persona ni encima de otra persona, no le
toques las partes privadas y sagradas del cuerpo, ya sea con la ropa puesta o sin la ropa. No
permitas que nadie te haga esas cosas a ti.
Si eres casado(a), se fiel a tu cónyuge, tanto en tus pensamientos como en tus palabras y
hechos. El Señor ha dicho: "Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a
ninguna otra. Y el que mirare a una mujer para codiciarla negará la fe, y no tendrá el Espíritu; y
si no se arrepiente, será expulsado" (D. y C. 42:22-23). No coquetees de ninguna forma. En lo
posible, evita estar a solas con una persona del sexo opuesto. Pregúntate si tu cónyuge estaría
de acuerdo si supiera de tus palabras o de tus hechos. Recuerda el consejo del apóstol Pablo
de "[abstenernos] de toda especie de mal" (1 Tesalonicenses 5:22). Si te mantienes alejado de
tales circunstancias, la tentación no tendrá la oportunidad de desarrollarse.
Doy testimonio de que el señor Jesucristo vive, que ha dado esta ley para beneficio nuestro. En
el nombre de Jesucristo. Amen.
Rama Los Jardines
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