Subido por melaniechar

Cuento Corto: Gatito

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Día 20. Gatito
Shaoran veía ante sus ojos aquel pequeño gatito de pelaje amarillo como el sol y pequeñas
pecas blancas en su nariz devolverle la mirada con cara de pocos amigos.
—Pareces un muñeco de felpa —le gruñó a la mascota mientras tomaba su celular para revisar
la hora. El felino ante las palabras, solo le dedicó un siseo al castaño y luego tomó la forma de
una bolita para dormir.
Shaoran solo suspiró mientras se dejaba caer entre las almohadas de la cama de su novia y
recordaba cómo llegó a esa situación. Habían quedado de salir a comer pero una llamada urgente
por parte del padre de Sakura, hizo que la chica saliera corriendo de la casa olvidando decirle a
su novio. Al llegar él y ver que no había nadie en casa, Shaoran llamó a Sakura y así fue como
terminó en el cuarto de la chica, usando la llave escondida detrás de una de las macetas de la
entrada, mientras el aroma a cerezo lo hacía perderse en sus pensamientos.
No fue hasta que sintió un peso en su pecho que abrió los ojos y su mueca de enojo creció aún
más.
Kerberos, mejor conocido como Kero por Sakura, se encontraba acicalándose cómodamente en
el pecho del chico, con una pata estirada y mostrando todas sus cosas que deberían no ser
vistas el gato parecía estar de lo más cómodo.
—Te falta vergüenza, yo no soy Lan para que vengas y te limpies encima mío… — le reclamó.
El pequeño lo miró y en un santiamén estaba pasando su rasposa lengua en la mejilla del
castaño.
—¡KERBEROS! —gritó mientras se incorporaba, cuidando que no le pasara nada al gato ya que
sabía que podía quedar soltero por culpa del pequeño, y salía del cuarto de la chica en dirección
de la cocina—. Que asco… me pregunto si Sakura dejará que la bese y luego me besará como
si nada… demonios… no la podre besar en paz...a quien engaño...adoro sus besos aun así
tengan saliva de gato…
Mientras murmuraba aquellas palabras el chico sacaba un poco de pastel que Sakura le había
dicho se encontraba en la cocina pero su alegría duró poco al ver como Kero le miraba expectante
desde el desayunador.
—No vas a comer, tú tienes alimento y Sakura dijo que esto es para mí —dijo sin cuestionarse
que hablaba con el gato—. Te enfermarás si comes comida de humanos, de todas formas.
Kerberos solo lo miró, se levantó, se acercó a donde Shaoran tenía su plato esperando la
rebanada de pastel y luego le dedicó un largo maullido.
—No te voy a dar —repitió.
El pequeño minino colocó su pata en el costado del plato y con la mirada fija en Shaoran empezó
a arrastrarlo hasta el borde.
—¡No! ¡No lo hagas! —gritó mientras se agachaba
centímetros del suelo.
y atrapaba el plato que ya estaba a
En cuestión de segundos, el mínimo usó la espalda de Shaoran como puente y se zambulló
dentro de la refrigeradora con la esperanza de devorar lo que hubiera a su paso. Shaoran, en
estado de pánico no se detuvo a pensar en las posibles heridas que tendrían sus manos y se
enfocó en rescatar lo que parecía ser restos de camarones fritos.
Dos minutos y cinco camarones menos después, Shaoran se encontraba rogándole al felino que
saliera debajo del sillón para poder asegurarse que estaba bien y la batalla por sacarle de la
refrigeradora no lo hubiera lesionado.
—Sal de ahí, gato tonto...no...espera...no…¡KERO! —Las súplicas de Shaoran fueron en vano
al ver cómo el pequeño tomaba una posición de arcadas y empezaba a regurgitar su aventura
de hacía unos momentos. —¡Te dije que no podías comer de eso! ¡Un perro es lo que convenceré
a Sakura de que adopte para que te coma! ¡No te muevas!, iré por servilletas…
Sakura entró apresurada a la casa esperando que Shaoran siguiera esperándola. El tren había
tardado más de lo esperado causando que la castaña sintiera que el viaje de regreso a casa
como algo eterno. Para su sorpresa al entrar, Shaoran se encontraba profundamente dormido
en el sofá y enroscado en su cuello estaba kerberos sumido en el más profundo descanso.
Tomando primero una fotografía del momento, la castaña luego se acercó a su novio para
colocarle un suave beso en la mejilla pero el gesto fue acompañado de una leve mueca de
desagrado.
—Puaj, ¿Por qué su mejilla sabe a atún? Será que… rayos...
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