Motín de Esquilache En su historial de luces y sombras, quedan para la posteridad los patinazos dados en el tema del motín de Esquilache por la cuestión de los chambergos o casacas típicas de la época y el afán de su ministro por meter la tijera de manera indiscriminada en los atuendos de los españoles.Una vez superado el «motín de Esquilache» (1766), que fue un estallido tradicionalista instigado por la nobleza y el clero contra los aires renovadores que traía Carlos III, se inició una larga y fructífera etapa en su reinado. A pesar de estar rodeado de monarquías absolutistas, este ecuánime rey impulsó reformas por doquier. El reparto de tierras comunales y el troceo de latifundios para su distribución entre los desfavorecidos fue un hito que tuvo que enfrentar no sin sortear dificultades obvias. Enfrente tenía a los eclesiásticos y a la aristocracia, Si algo hizo bien Carlos III fué rodearse de competentes y sabios gestores de actuaciones cuasi revolucionarias, en su firme apuesta por la renovación del estado con una clara visión de futuro. Carlos III fue un gobernante inusual e irrepetible. Siempre intentó legislar de cara a mejorar la vida de sus súbditos en vez de añadir sufrimiento. Es posiblemente la mejor encarnación o representación del despotismo ilustrado. Mientras que lo relativo a su gestión intramuros culminaba por lo general con éxito a través de la potenciación de la obra civil, mejora de la legislación, renovación de la Armada, el agro, un avanzado sistema postal, la introducción de la lotería, una embrionaria seguridad social para atender a las viudas y huérfanos de guerra y otras apuestas de calado, los berenjenales de la política internacional y su equivocada alianza en el Pacto de Familia con Francia le traerían una serie de disgustos sobrevenidos. En cuanto a la política exterior, el tercer Pacto de Familia firmado con Francia en 1761 alineó a España con Francia en su conflicto permanente con Gran Bretaña. Ello llevó a España a intervenir en la Guerra de los Siete Años (175663) y en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América (1775-83); como resultado final de ambas, España recuperó Menorca, pero no Gibraltar . En la línea del despotismo ilustrado propio de su época, Carlos III realizó importantes reformas -sin quebrar el orden social, político y económico básico- con ayuda de un equipo de ministros y colaboradores ilustrados como el marqués de Esquilache, el conde de Aranda, Pedro Rodríguez de Campomanes, el conde de Floridablanca, Ricardo Wall y Jerónimo Grimaldi. Reorganizó el poder local y las Haciendas servicio de la Monarquía. municipales, poniéndolos al Carlos III puso coto a los poderes de la Iglesia, recortando la jurisdicción de la Inquisición y limitando ,como aconsejaban las doctrinas económicas más modernas, la adquisición de bienes raíces por las «manos muertas. Reorganizó el ejército, al que dotó de unas ordenanzas (1768) destinadas a perdurar hasta el siglo XX. En esa pugna por afirmar la soberanía estatal expulsó de España a los jesuitas en 1767. Fomentó la colonización de territorios despoblados, especialmente en la zona de Sierra Morena, donde las «Nuevas Poblaciones» contribuyeron a erradicar el bandolerismo, facilitando las comunicaciones entre Andalucía y la Meseta. Creó además la Orden de Carlos III para premiar el mérito personal, con independencia de los títulos heredados. Protegió las artes y las ciencias; apoyó a las Sociedades Económicas de Amigos del País, en donde se agrupaban los intelectuales más destacados de la Ilustración española. Creó manufacturas reales para subvenir a las necesidades de la Monarquía (cañones, pólvora, armas blancas, cristal, porcelana), pero también para estimular en el país una producción industrial de calidad. En esa misma línea, impulsó la agricultura) y el comercio colonial. Cuando el rey murió en 1788 terminó la historia del reformismo ilustrado en España, pues el estallido de la Revolución francesa al año siguiente provocó una reacción de terror que convirtió el reinado de su hijo y sucesor, Carlos IV, en un periodo mucho más conservador. Entre los aspectos más duraderos de su herencia quizá haya que destacar el avance hacia la configuración de España como nación, a la que dotó de algunos símbolos de identidad (como el himno y la bandera) e incluso de una capital digna de tal nombre, pues se esforzó por modernizar Madrid. El impulso a los transportes y comunicaciones interiores (con la organización del Correo como servicio público y carreteras la que construcción cubrían de todo una el red radial territorio de español convergiendo sobre la capital) ha sido, sin duda, otro factor político, acrecentando la cohesión de las diversas regiones españolas.