Subido por Manolo Martinez Martinez

CARLOS III

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Motín de Esquilache
En su historial de luces y sombras, quedan para la posteridad los patinazos
dados en el tema del motín de Esquilache por la cuestión de los chambergos o
casacas típicas de la época y el afán de su ministro por meter la tijera de manera
indiscriminada en los atuendos de los españoles.Una vez superado el «motín de
Esquilache» (1766), que fue un estallido tradicionalista instigado por la nobleza y
el clero contra los aires renovadores que traía Carlos III, se inició una larga y
fructífera etapa en su reinado.
A pesar de estar rodeado de monarquías
absolutistas, este ecuánime rey impulsó
reformas por doquier.
El reparto de tierras comunales y el troceo de latifundios
para su distribución entre los desfavorecidos fue un hito
que tuvo que enfrentar no sin sortear dificultades obvias.
Enfrente tenía a los eclesiásticos y a la aristocracia,
Si algo hizo bien Carlos III fué rodearse de
competentes y sabios gestores de
actuaciones cuasi revolucionarias, en su
firme apuesta por la renovación del estado
con una clara visión de futuro.
Carlos III fue un gobernante inusual e
irrepetible. Siempre intentó legislar de cara
a mejorar la vida de sus súbditos en vez de
añadir sufrimiento.
Es posiblemente la mejor encarnación o
representación
del
despotismo
ilustrado.
Mientras que lo relativo a su gestión
intramuros culminaba por lo general con
éxito a través de la potenciación de la
obra civil, mejora de la legislación,
renovación de la Armada, el agro, un
avanzado
sistema
postal,
la
introducción
de
la
lotería,
una
embrionaria seguridad social para
atender a las viudas y huérfanos de
guerra y otras apuestas de calado, los
berenjenales de la política internacional
y su equivocada alianza en el Pacto de
Familia con Francia le traerían una serie
de disgustos sobrevenidos.
En cuanto a la política exterior, el tercer Pacto de Familia
firmado con Francia en 1761 alineó a España con Francia
en su conflicto permanente con Gran Bretaña. Ello llevó a
España a intervenir en la Guerra de los Siete Años (175663) y en la Guerra de Independencia de los Estados
Unidos de América (1775-83); como resultado final de
ambas, España recuperó Menorca, pero no Gibraltar .
En la línea del despotismo ilustrado propio de su época,
Carlos III realizó importantes reformas -sin quebrar el
orden social, político y económico básico- con ayuda de
un equipo de ministros y colaboradores ilustrados como
el marqués de Esquilache, el conde de Aranda, Pedro
Rodríguez de Campomanes, el conde de Floridablanca,
Ricardo Wall y Jerónimo Grimaldi. Reorganizó el poder
local
y
las
Haciendas
servicio de la Monarquía.
municipales,
poniéndolos
al
Carlos III puso coto a los poderes
de
la Iglesia,
recortando la jurisdicción de la Inquisición y limitando
,como
aconsejaban
las
doctrinas
económicas
más
modernas, la adquisición de bienes raíces por las «manos
muertas.
Reorganizó el ejército,
al que dotó de unas
ordenanzas (1768)
destinadas a perdurar
hasta el siglo XX.
En esa pugna por
afirmar la soberanía
estatal expulsó de
España a los jesuitas
en 1767.
Fomentó la colonización de territorios despoblados,
especialmente en la zona de Sierra Morena, donde las
«Nuevas Poblaciones» contribuyeron a erradicar el
bandolerismo, facilitando las comunicaciones entre
Andalucía y la Meseta.
Creó
además
la
Orden de Carlos III
para
premiar
el
mérito personal, con
independencia de los
títulos heredados.
Protegió las artes y
las ciencias; apoyó a
las Sociedades
Económicas de
Amigos del País, en
donde se agrupaban
los intelectuales más
destacados de la
Ilustración española.
Creó manufacturas
reales para subvenir
a las necesidades de
la Monarquía
(cañones, pólvora,
armas blancas,
cristal, porcelana),
pero también para
estimular en el país
una producción
industrial de calidad.
En esa misma línea,
impulsó la
agricultura) y el
comercio colonial.
Cuando el rey murió en 1788 terminó la
historia del reformismo ilustrado en
España,
pues
el
estallido
de
la Revolución francesa al año siguiente
provocó una reacción de terror que
convirtió el reinado de su hijo y
sucesor, Carlos IV, en un periodo mucho
más conservador.
Entre los aspectos más duraderos
de su herencia quizá haya que
destacar el avance hacia la
configuración de España como
nación, a la que dotó de algunos
símbolos de identidad (como el
himno y la bandera) e incluso de
una capital digna de tal nombre,
pues se esforzó por modernizar
Madrid.
El
impulso
a
los
transportes
y
comunicaciones
interiores (con la organización del Correo como servicio
público
y
carreteras
la
que
construcción
cubrían
de
todo
una
el
red
radial
territorio
de
español
convergiendo sobre la capital) ha sido, sin duda, otro
factor político, acrecentando la cohesión de las diversas
regiones españolas.
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