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Fragilidad social. Ensayo sobre la película Los Olvidados (1950)

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Universidad Nacional Autónoma de México.
Facultad de Arquitectura.
Taller Juan O´Gorman.
Fragilidad social
Ensayo sobre la película Los Olvidados (1950)
Asignatura: Extensión Universitaria I
Semestre: Tercero (2021 – 1)
Académico: Arq. Pérez Salinas Francisco
Alumno: Alonso Morales Gabriel
Ciudad de México, México a 7 de octubre de 2020.
Fragilidad social
Ensayo sobre la película Los Olvidados (1950)
A lo largo de la historia del cine mexicano se han presentado una gran cantidad de
películas de carácter social, estas rescatan diversos matices y durante muchos años se
crearon conceptos ligados a la felicidad de la sociedad, el lenguaje versado y las
melodiosas canciones que se convirtieron en íconos populares.
Proponiéndonos abordar un tema vinculado al contexto social de la capital mexicana
en los años 40 donde surge una serie de polémicas sobre su funcionalidad cultural, una
de las visiones más atractivas es la de Luis Buñuel, quien comienza una crítica enfocada
a las prerrogativas del mexicanismo. Contrastando con los filmes mexicanos que
romantizaban los problemas sociales de la época, Buñuel, comienza una producción de
películas realistas como “Los olvidados” (1950) en donde personas socialmente
marginadas por la modernidad y el progreso de la ciudad, ocupan lugares inhóspitos en
la periferia dando como resultado el afianzamiento de la pobreza, la desigualdad y la
delincuencia.
Si bien Los olvidados no es un documental o una película de propaganda moral, la
objetividad con la que denuncia las injusticias sociales está bien lograda y parece erigir
una representación descarnada de las vidas de los niños en situación de calle y las
condiciones precarias del poblado donde existen, poniendo inicio a una ruptura de la
ilusión estética dada por el cine de oro mexicano. Desde el comienzo, plantea temas
como los vicios y el abandono, donde cabe destacar esa participación de actores
genuinamente asociados a la vida del barrio.
En general, los personajes parecen ser devorados por el ambiente que los rodea y
cuando salen de este, los persigue obligándolos a regresar a la miseria, y dentro de ella
a lo largo de su vida toman diversas formas, en otras palabras, los lleva a una pérdida
de identidad personal, por eso, la película intenta generar una conciencia autocrítica
sobre la mala calidad de vida y así poder alterar ese desorden social. Por ejemplo, el
Jaibo es un joven criado por la calle, sobrevivió solo y por ende es egoísta, da la imagen
falsa de tener muchos amigos, pero no es leal, y por otro lado sus subordinados, son
constantemente víctimas de sus engaños, en otras palabras, los sujetos están sometidos
por leyes de hegemonía social (reconocimiento y protección) y simbólica (el macho que
todo lo puede y nada teme).
En la producción se jugó arriesgadamente con los aspectos genéricos que se
sensibilizaron como clichés en el cine mexicano; por ejemplo, Don Carmelo, es un ciego
manipulativo en su trato con las personas, sobre todo con los niños, y que manifiesta en
variadas escenas su esencia vengativa y conservadora genuino de los ideales porfiristas,
dándonos a conocer dos elementos fundamentales en el juicio a la cultura: primero, la
correlación entre la cultura del porfiriato y la cultura post revolución; y segundo, un sutil,
pero grave problema social que desde entonces nos afecta: ese nacionalismo llevado
hasta el extremo de carácter convencional.
Es de suma importancia el trabajo de la cámara, el cual logra detallar de una forma
constante aspectos culturales en cada toma, aún si no fue intencionado, desde la
fisonomía de los personajes hasta los contrastes de la luz del cielo y la naturaleza, con
las sombras de las viviendas y edificaciones. Por lo tanto, fue imposible ocultar la crudeza
de la violencia y crueldad, y nos desvía por momentos de un libreto estilizado a una
comedia populachera, con burlas, principalmente marcadas en los recursos sonoros.
Referente al paisaje, este se nos muestra arrasado propio del subdesarrollo
proporcionándonos dos marcos; uno, el del hacinamiento en el barrio, recordemos las
plazas, el mercado, y sobre todo las viviendas en las que se aprecia un local que, en el
mejor de los casos están hechos de barro o simplemente son jacales de madera que
contienen todo (camas, mesa, cocina), sin orden alguno, lo que genera una nula
condición de privacidad entre personas, retomando así la mala expresión de “vivir como
animales”; y segundo, el vacío de lo no construido o lo abandonado, simbolismo que es
representado por la estructura aplastante de acero y por la edificación abandonada
donde se esconde El Jaibo. Estos dos marcos serán el escenario del infortunio de Pedro
y Jaibo.
Finalmente, la realidad en todo momento sin importar la época o el tiempo en general,
siempre nos será difícil aceptar y soportar, lo preocupante es que problemas enmarcados
hace 70 años nos aquejen con tanta frecuencia hoy en día, eso habla de los escasos
valores ideológicos inculcados en el mexicanismo, que se opone a toda evolución del
pensamiento queriéndolo separar de la cuestión política y económica.
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