noviembre 2020 Capital Intelectual S.A. Paraguay 1535 (1061) Buenos Aires, Argentina Publicación mensual Año XXII, Nº 257 Precio del ejemplar: $190 En Uruguay: 130 pesos www.eldiplo.org 9 771514 el dipló, una voz clara en medio del ruido 522005 JOSÉ NATANSON PABLO TOUZON ERNESTO C ALVO OLIVIER ZA JEC I A N U R B I N A P I E R R E R I M B E R T G I L B E R T AC H C A R S E R G E H A L I M I Dossier Una nación fracturada Las elecciones de Estados Unidos mostraron una sociedad polarizada por motivos culturales, sociales y políticos y los déficits de una democracia frágil y tensionada. Kyle Grillot / AFP Argentina frente al FMI Escriben Noemí Brenta Oscar Ugarteche Luego del acuerdo con los bonistas privados y con una posible disparada del dólar como amenaza permanente, el gobierno se prepara para encarar la negociación con el Fondo Monetario Internacional. ¿Qué se puede esperar del organismo financiero? ¿Cambió o sigue siendo el mismo? Edición 257 | noviembre 2020 2| Weimar por José Natanson C on sus camisas pardas, su marcha sobre Roma y sus partidos disciplinados, el fascismo de entreguerras es una ideología compacta que conjuga mal con un país de convicciones laxas y creencias flexibles como Estados Unidos, un dogma demasiado estático para una sociedad cuya marca es el cambio permanente, como si viviera perdiendo la inocencia, preguntándose una y otra vez si eso realmente es Estados Unidos. Pero el fascismo puede entenderse también en un sentido más amplio, ya no como un programa sino como una práctica política consistente en responsabilizar a ciertos grupos sociales, en general vulnerables, por las propias frustraciones, como una operación que proyecta sobre un otro débil el malestar que genera en un amplio colectivo social una situación de incertidumbre cuyas causas profundas no logra descifrar y, por lo tanto, siente que no puede controlar (1). La agresividad –esa profunda negatividad colectiva– circula por los subsuelos de la sociedad hasta que emerge un líder dispuesto a utilizarla, y que al hacerlo habilita que se expresen una serie de ideas que en otro momento hubieran sido reprimidas: tal el efecto liberalizador, el alivio catártico del liderazgo neofascista. Si en la campaña de 2016 de Trump descargó el peso de sus inventivas y sus prejuicios contra los inmigrantes mexicanos, esta vez se volcó hacia los afroamericanos y el movimiento Black Lives Matter; si cuatro años atrás desplegaba un discurso anti-elite política, ahora es anti-elite científica. El blanco es móvil; el método es el mismo. No es una cuestión de programas de gobierno. Las políticas pueden variar, no hay casi nada en común entre el colonialismo de Mussolini o el rearme alemán y el proteccionismo de Trump, más allá de una cierta voluntad industrialista asociada a una imagen de potencia nacional e incluso de masculinidad exacerbada: Make America Great Again. También, claro, la apelación a un pasado mítico (la de Trump, como la de los fascismos del siglo XX, es una utopía reaccionaria), de regreso a lo “auténtico”, a menudo asociada a una noción vaga de rurali- dad idealizada, junto a una propuesta, en este caso sí muy concreta, de regeneración cultural (2): Trump, por ejemplo, canceló los fondos federales de apoyo a las iniciativas de capacitación en empresas y oficinas públicas en temas de sensibilidad racial y diversidad con el argumento de que Estados Unidos tiene que volver a sus “valores fundamentales”. Esos son los ecos de Weimar. El peligro del fascismo como práctica política no reside en la imitación del pasado sino en su capacidad de adaptarse al presente. Hay que subrayar este punto: el problema no son unos pocos miles seguidores de Hitler que se tatúan esvásticas e imitan el saludo nazi sino decenas de millones de estadounidenses cargados de odio. Sucede que el fascismo –considerado, insisto, no como una ideología sino un recurso político– es intrínsecamente nacionalista, y encuentra su eficacia en la apelación al pueblo y el destino manifiesto de grandeza de la nación. No se puede importar ni comprarse envasado. Como el sapo que se cocina sin notarlo en un agua que se calienta de a poco, el fascismo comienza como una ideología tibia que se va normalizando con los valores nacionales y familiares hasta hacerse indistinguible de ellos, y cuando rompe el hervor ya es demasiado tarde. En Cómo mueren las democracias (3), los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt explican que hoy las democracias no mueren de un único disparo letal sino que se van desangrando lentamente. Lejos del modelo de toma del poder por parte de los militares o los revolucionarios propio del siglo pasado, que permitía establecer un corte nítido, casi diríamos fechar el momento en el que el Chile de Allende o la Argentina de Isabel Perón dejó de ser una democracia, hoy no existe un único momento en el que un régimen cruza esa línea de fuego: la democracia comienza a morir, a menudo sin que nadie se dé cuenta, cuando un demagogo irresponsable es elegido presidente, y luego emprende la tarea de socavar desde adentro los mecanismos que garantizan la democraticidad de la democracia. La impugnación de los resultados y las denuncias de fraude más allá de toda evidencia son la última muestra de esta voluntad de arrasarlo todo. El fascismo, decíamos, es siempre nacional. “Cuando el fascismo llegue a los Estados Unidos lo hará envuelto en la bandera y portando una cruz”. La frase, que remite a la escena de Trump llevando la Biblia en medio de los gases lacrimógenos de las protestas en Washington, se le atribuye a Sinclair Lewis, autor de Esto no puede pasar aquí, la novela que imagina una derrota de Roosevelt en las elecciones de 1993 y la posterior construcción de una autocracia americana, en la misma línea de La conjura contra América, de Philip Roth, otra novela escrita a partir de una hipotética derrota de Roosevelt, y el Hombre en el castillo, de Philip Dick, que imagina unos Estados Unidos ocupados por alemanes y japoneses tras una derrota aliada en la Segunda Guerra Mundial. Mucho antes que la sociología, la industria cultural detecta los miedos profundos de la sociedad: no debe ser casual que estas tres novelas se hayan convertido en populares series televisivas durante el gobierno de Trump. Si House of cards ya no funciona no es solo por exclusión de Kevin Spacey del elenco tras las acusaciones de abuso, sino porque la política estadounidense de los mil pactos y contubernios fue arrasada por el huracán Trump y su relación directa con el pueblo conservador. Ni la conspiración ni el policial, la ucronía es el género de nuestra época. Pero la artillería retórica no debería ocultar que se trata de una reacción defensiva. La destrucción estructural del empleo industrial, el estancamiento del salario aún en períodos de casi pleno empleo y la pérdida de estatus relativo de las clases medias bajas se anudan para configurar una amplia mayoría blanca en retroceso, que, como el Rocky de los muelles de Filadelfia, se repliega lanzando golpes. El trumpismo expresa también una reacción al proceso de ampliación de derechos que comenzó con el movimiento por los derechos civiles y las luchas feministas de los 60 y continuó con el Me Too y la llegada al gobierno de Barack Obama. Es resultado, por último, de la progresiva dilución del centro político y la creciente polarización social fomentada por el aumento de la desigualdad, la autocomplacencia miope de las elites cos- |3 Staff Di­rec­tor: José Natanson Re­dac­ción Pablo Stancanelli (editor) Creusa Muñoz (editora) Luciana Garbarino Nuria Sol Vega Fermín Gdansky Orgambide (pasante) Se­cre­ta­ria Pa­tri­cia Or­fi­la se­cre­ta­ria@el­di­plo.org Co­rrec­ción Alfredo Cortés Diagramación Ariana Jenik mopolitas y la configuración de un espacio público a partir de una serie de burbujas desconectadas entre sí, el mundo en el que vive el hombre que piensa que todos piensan como él. Más que una causa, Trump es un síntoma de los problemas de Estados Unidos. Zigzagueando pero con un norte, Trump logró introducir algunos cambios cruciales en la política de su país. Cuando, cuatro años atrás, aplastó al resto de los aspirantes republicanos y se alzó con la candidatura presidencial, el establishment partidario creyó que, atendiendo a los cambios demográficos que mostraban un incremento del peso relativo de las minorías en estados clave, la última oportunidad de recuperar la Casa Blanca se les había escapado: con el pintoresco constructor de Manhattan la batalla por el centro estaba perdida. La intuición genial de Trump fue entender que no había que librar esa batalla sino otra, que no había que conquistar a los moderados sino ganar la ciudadela de los radicales y los desencantados –sobre todo los desencantados demócratas–, a los que logró movilizar como ningún candidato conservador desde Reagan. La velocidad con la que se apoderó del Partido Republicano marginando impiadosamente al sector centrista y la brutalidad con la impuso su agenda de gestión le permitieron alcanzar un objetivo que los conservadores venían persiguiendo desde hacía al menos dos décadas: dado que la posibilidad de conformar una auténtica mayoría popular parece cada vez más lejana (de hecho Trump obtuvo menos votos que los demócratas en las últimas dos elecciones), la única forma de frenar los avances democratizantes y progresistas era desde las instituciones contramayoritarias: el Senado y, sobre todo, los tribunales, donde Trump designó un total de 217 jueces de fueros inferiores y federales e impuso una mayoría conservadora de 6 a 3 en la Corte Suprema de Justicia. Trump lo hizo. El otro cambio, al principio incomprendido pero ahora plenamente aceptado por su partido e incluso por sectores demócratas, es el giro estratégico en relación a China. Con sus aranceles, sus sanciones a Huawei y sus acusaciones sobre el origen del coronavirus, Trump rompió un consenso sobre la conveniencia de mantener una relación amistosa con China que se remontaba a Nixon-Kissinger y que había ido derivando en una perspectiva fatalista sobre el ascenso económico y tecnológico del gigante: de una política de cooperación pasó a una de contención que dio inicio a una nueva Guerra Fría. Rebobinemos antes de concluir. El hecho de que ni el caos total de la administración, ni las sospechas de corrupción y evasión impositiva, ni las revelaciones de que presionó a un gobierno extranjero para que incrimine a sus adversarios, ni el pésimo manejo de la crisis sanitaria, ni el flujo permanente de mentiras y provocaciones hicieran desistir a casi la mitad de los estadounidenses de volver a apoyar a su Presidente confirman que el trumpismo, entendido no como un gobierno ni como un momento del Partido Republicano sino como una corriente político-cultural, expresa una serie de tendencias que preceden su llegada al poder y que explican la emergencia de líderes con un parecido de familia en países tan distintos como Brasil y Filipinas, Gran Bretaña e India: un experimento político peligroso y a gran escala, el primero realmente original en el siglo XXI, con el que más allá de los resultados de la elección probablemente debamos convivir durante mucho tiempo. g Editorial Co­la­bo­ra­do­res lo­ca­les Carlos Alfieri Noemí Brenta Ernesto Calvo Germán Conde Carolina Keve Federico Lorenz Leandro Morgenfeld Josefina Sartora Pablo Touzon Oscar Ugarteche Marta Vassallo Ilustradores Gustavo Cimadoro Ariana Jenik Tra­duc­to­res Teresa Garufi Aldo Giacometti Víctor Goldstein Patricia Minarrieta Heber Ostroviesky Gustavo Recalde Andrea Romero María Julia Zaparart Diseño original Javier Vera Ocampo Publicidad Maia Sona [email protected] [email protected] ww­w.el­di­plo.org Fotocromos e impresión: Kollor Press S.A., Uruguay 124, Avellaneda. Le Monde diplomatique es una publicación de Capital Intelectual S.A., Paraguay 1535 (C1061ABC) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, para la República Argentina y la República Oriental del Uruguay. Redacción, administración, publicidad, suscripciones, cartas del lector: Tel/Fax: (5411) 4872 1440 / 4872 1330 E-mail: [email protected] En internet: www.eldiplo.org. Marca registrada®. Registro de la propiedad intelectual Nº 348.966. Queda prohibida la reproducción de todos los artículos, en cualquier formato o soporte, salvo acuerdo previo con Capital Intelectual S.A. © Le Monde diplomatique y Capital Intelectual S.A. Distribución en Cap. Fed. y Gran Bs. As.: 1. Véanse, entre otros, el libro de Daniel Feierstein, La construcción del enano fascista (Capital intelectual, Buenos Aires, 2020), así como los artículos de Ezequiel Ipar. 2. Sarah Churchwell, “El fascismo estadounidense no Vaccaro Hermanos y representantes de Editoriales S.A. Entre Ríos 919, 1º piso. Tel. 4305 3854, C.A.B.A., Argentina. Capital intelectual S.A. es algo nuevo”, disponible en www.eldiplo.org 3. Ariel,Buenos Aires, 2018. Le Monde diplomatique (París) © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur Fundador: Hubert Beuve-Méry Presidente del Directorio y Director de la Redacción: Serge Halimi Jefe de Redacción: Benoît Bréville 1-3 rue Stephen-Pichon, 75013 París Tél.: (331) 53 94 96 21 Fax: (331) 53 94 96 26 Mail: [email protected] Internet: www.monde-diplomatique.fr 4| Dossier Edición 257 | noviembre 2020 Una negociación crucial ¿Puede verdaderamente cambiar el FMI? ¿Los discursos keynesianos sobre políticas contracíclicas que ahora difunde tendrán una traducción concreta en las negociaciones entabladas con Argentina? Tal vez el problema no sea el FMI sino nuestro país, tras la debacle de la política económica provocada por el anterior gobierno. Un nuevo capítulo de la deuda argentina ¿Cambió el FMI? por Oscar Ugarteche* L a relación entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI) se inició en 1944, cuando el país decidió no firmar los Acuerdos de Bretton Woods que darían origen a la institución, en su calidad de país neutral en la Segunda Guerra Mundial. Tres años antes, en 1941, Raúl Prebisch, gerente general y fundador del Banco Central de la República Argentina (BCRA), había visitado Washington para solicitarle al gobierno de Estados Unidos un préstamo de 100 millones de dólares para llevar a cabo el Plan Pinedo, con la idea de relanzar la estancada economía nacional. Pero el gobierno estadounidense, que lo había invitado y lo mantuvo un mes allá, no concedió el préstamo. La historia de desencuentros entre Argentina y Estados Unidos es larga. En 1889, el secretario de Estado estadounidense, James G. Blaine, convocó a la Primera Conferencia Interamerica- Ariana Jenik, Serie deuda (www.instagram.com/jenik.ari) na. El representante argentino, luego canciller y más tarde Presidente, Roque Sáenz Peña, dijo abiertamente que la propuesta de crear una unión aduanera que facilitara el comercio entre las naciones del hemisferio y dejara a los europeos en posición de inferioridad no era de interés, porque su principal socio comercial, y preferente, era Gran Bretaña, y que ese era el caso de la mayor parte de los países del continente. Sáenz Peña acusó a Blaine de querer convertir en vasallos económicos a Estados soberanos: el europeísmo (o hispanoamericanismo) argentino chocaba contra el panamericanismo estadounidense. Esos inicios ásperos de las relaciones institucionales entre ambos gobiernos se trasladaron pronto al vínculo con los organismos multilaterales. Sucede que el FMI, así como las demás instituciones financieras internacionales, reciben “línea”, es decir definen sus políticas hacia los países, a partir de las instrucciones del Subcomité de Servicios Finan- cieros de la Cámara de Representantes sobre Seguridad Nacional, Desarrollo Internacional y Política Monetaria, que a su vez es un subcomité del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Este subcomité cruza los temas de seguridad nacional con los de política monetaria y hace recomendaciones a los organismos financieros internacionales. Y articula su trabajo con la Oficina de Asuntos Internacionales del Tesoro, bajo las órdenes del subsecretario del Tesoro. El representante de Estados Unidos en el FMI, como ocurre con todos los países del G7, es el secretario del Tesoro, y no el presidente del Banco Central, lo que hace que la relación entre los organismos del Congreso y del Poder Ejecutivo sea muy fluida y se transmita directamente al organismo. La etapa Prebisch Luego de los dos gobiernos de Juan Domingo Perón y el golpe de Estado de 1955, Argentina se sumó |5 al FMI con una misión encabezada por el mismo Prebisch, que había lanzado el llamado “Plan Prebisch”. El economista, que había sido expulsado del BCRA en 1944 por Perón, vivió unos años en México, donde se desempeñó como consultor del Banco de México (1). Allí, por primera vez, presentó de forma ordenada sus tesis sobre el comportamiento de las economías “periféricas” en el ciclo económico, que rechazaban las teorías del equilibrio y explicaban la configuración del comercio internacional en un esquema según el cual los países centrales exportaban bienes industriales de alto valor agregado, en tanto las naciones periféricas se limitaban a exportar materias primas, lo que hacía que los términos de intercambio de los países en vías de desarrollo se fueran deteriorando progresivamente. A su regreso a Argentina en 1955 Prebisch realizó un análisis de las políticas implementadas durante el peronismo, el primer documento oficial que incluía un balance sobre la economía peronista emitido pocas semanas después de la caída de Perón (2), y propuso un plan consistente en estimular la producción agropecuaria para equilibrar la balanza de pagos. La incorporación de Argentina al Fondo en 1956 era parte esencial del plan. Lo notable es que la misión del FMI tuvo que leer el diagnóstico efectuado en casa por Prebisch, sin tener el soporte de las misiones que indican el Artículo IV. Argentina ingresaba así al club de los 18 países de América Latina que tomarían 54 préstamos del FMI entre 1956 y 1961. Esta multiplicación de préstamos fue a causa de la caída de los precios de las exportaciones al final de la Guerra de Corea, combinada con una demanda creciente de importaciones para el sector industrial, puesto que, dados los términos adversos del intercambio comercial, las balanzas de pagos terminaron estranguladas. Argentina firmó 5 acuerdos entre 1958 y 1962. Las primeras condicionalidades En 1969 el FMI estableció por primera vez las condicionalidades a cambio de otorgar los créditos contingentes, en lo que sería la primera reforma del convenio constitutivo utilizando el modelo de Jacques J. Polak del enfoque monetario de la balanza de pagos (3). Con esto se introdujo una metodología para analizar el volumen de crédito que otorga el Banco Central, una de las fuentes de expansión monetaria. La distinción entre la base monetaria y el componente de crédito interno es central. La autoridad monetaria puede controlar una pero no la otra. Cuando la tasa de creación de crédito interno diverge de los cambios en la demanda de dinero, la diferencia se compone de cambios equivalentes en activos externos netos que salen del saldo positivo o negativo de la balanza de pagos. Este enfoque fue utilizado para las condicionalidades a partir de 1969, y más seriamente, de 1973 (4). Este enfoque involucra tres problemas. El primero es que enfrenta el papel del Estado cuando se reduce el crédito interno, el gran conflicto entre los estructuralistas y el FMI en las décadas de 1960 y 1970. El segundo es el efecto sobre el comercio exterior en el largo plazo, al contraer las importaciones. El tercero, las consecuencias sobre la demanda en el corto plazo. En el período 1969 a 1986, en que prevaleció este enfoque, Argentina firmó 15 acuerdos stand by con el FMI. Los ajustes devaluatorios se mostraron inútiles en términos de estabilidad pero funcionales al traslado de recursos del país al exterior por servicio de deuda. El costo en términos de contracción del Producto Interno Bruto (PIB) fue severo y más aun en lo que respecta al alza de la inflación. En 1976, el ministro de Economía de la dictadura cívico-militar, José Alfredo Martínez de Hoz, firmó el acuerdo más grande del mundo por 942 millones de dólares: fue el primer intento de aplicar un programa claramente neoliberal en Argentina con la intención de reducir el tamaño del Estado, posterior al de la dictadura chilena en 1974 (5). Las banderas neoliberales del Fondo En abril de 1997, el Comité Interino del FMI, el órgano normativo de los Estados miembros, anunció su intención de emprender una revisión fundamental del Convenio Constitutivo de la institución “para hacer de la promoción de la liberalización de la cuenta de capital un propósito específico del FMI y darle jurisdicción sobre el movimiento de capitales” (6). Es decir, las condicionalidades comenzaron a incluir también la liberalización de la cuenta de capital. Este enfoque se venía aplicando en los hechos desde fines de la década de 1980 y se conoce como las políticas por metas de inflación o inflation targetting. El control de inflación se efectúa mediante tipos de cambio revalorados, regulados en el mercado por las tasas de interés. La liberalización de los flujos se acompañó con recomendaciones tendientes a asegurar la independencia del Banco Central. Argentina fue, en este aspecto, una excepción. El acuerdo firmado con el Fondo en 1991, en el marco del Plan de Convertibilidad lanzando por Domingo Cavallo, fijó el tipo de cambio para evitar la inflación inercial y con ella el movimiento de los tipos de cambio. Durante una década se mantuvo fijo el tipo de cambio para alcanzar las metas de inflación. Pero cuando Brasil, el principal socio comercial de Argentina, devaluó su moneda en 1998, el peso argentino quedó sobrevaluado, generándose un severo problema de balanza de pagos. Durante 1992-1999 Argentina recibió más de 100.000 millones de dólares en entradas netas de capital, lo que permitió sostener el tipo de cambio. La devaluación de Brasil activó una salida masiva de capitales e hizo difícil seguir manteniendo el tipo de cambio. Tras la devaluación del real brasileño a principios de 1999, el staff del FMI comenzó a considerar más seriamente la viabilidad de soltar el tipo de cambio en Argentina. Sin embargo, la cuestión no se planteó a las autoridades en deferencia a la prerrogativa del país de elegir un régimen de tipo de cambio de su agrado (7). El resultado fue que en el otoño de 2000 Argentina perdió el acceso a las fuentes de financiación del mercado. Las autoridades, ya bajo el gobierno de Fernando de la Rúa, se dirigieron al FMI para solicitar un aumento sustancial del apoyo financiero en el marco del acuerdo stand-by aprobado en marzo de 2000, que hasta ese momento había sido tratado como precautorio. En respuesta, de enero a septiembre de 2001 el FMI tomó tres decisiones para proporcionar apoyo financiero excepcional a Argentina. Pero en diciembre de 2001 el Fondo decidió retirar el apoyo a Argentina, que en ese momento entró en default. ¿Sólo una lavada de cara? Luego de la década de gobiernos kirchneristas, Mauricio Macri, tras aumentar de manera vertiginosa la deuda hasta que los mercados voluntarios se negaron a seguir prestándole, negoció el acuerdo más grande de la historia del FMI, por 57.000 millones de dólares. El gobierno le pedía al Fondo asistencia para la solución de un problema fabricado por la política económica que había aplicado. No es de extrañar que, en simultáneo, los depósitos en dólares en el exterior de los argentinos sumaran 40.425 millones de dólares a fines de junio del 2020, según el Banco de Pagos Internacionales. Esta es la situación con la que se encontró el gobierno de Alberto Fernández cuando llegó al poder, un año atrás. ¿Cambió el Fondo? Hay algunos elementos de forma y otros de fondo que podrían analizarse. Recientemente, por primera vez desde la década de 1960, el FMI le permitió a Costa Rica diseñar su propia política económica y llegar a la mesa de negociación con su propio diseño, lo que finalmen- te no sucedió por la dificultad del gobierno para consensuar un programa con la oposición y por las protestas en las calles. Es posible que ahora le toque el turno a Argentina y que el país pueda presentar, como en 1956, su propio programa: en este sentido, un indicio positivo es que el FMI le permitió a Argentina negociar la deuda con los bonistas antes que con el organismo, a la inversa de toda su historia, lo que le da margen al gobierno argentino para negociar condiciones de crédito análogas a las acordadas con los bonistas. Luego del paso de Christine Lagarde, el FMI intentó un lavado de cara. Sin embargo, lavar la cara no es igual a cambiar la esencia de las políticas. Hay cosas que se mantienen intactas. La relación del FMI con el Tesoro estadounidense y la de éste con el subcomité de la Cámara de Representantes es la misma de siempre. La distribución de poder hacia adentro del organismo apenas se ha modificado: el peso de los votos de China, por ejemplo, no ha crecido en proporción a su PIB y al aumento de su comercio internacional. Hasta ahora, salvo en casos extremos de países muy pobres, el FMI nunca redujo un saldo de deuda. En el caso argentino, sería una posibilidad remota para guardar la proporcionalidad con los demás acreedores. De ser así, se trataría de un cambio histórico en la institución. La otra incógnita es si abandonará la política de metas de inflación. La situación argentina es compleja. Una cosa es enfrentar la crisis por la pandemia del Covid-19 con una economía sólida y aplicar políticas contracíclicas, y otra es introducir políticas de este tipo en medio de un problema inflacionario. Si Argentina diseña su propio programa de salida de la crisis y reducción de la inflación, y si este plan es aceptado por el FMI, habrá logrado un triunfo importante. Considerando la historia reciente del FMI, hay una oportunidad. Pero, incluso si el gobierno consigue este objetivo, ¿cuánto tiempo va a pasar hasta que el país ingrese en otra crisis similar, se produzca una nueva fuga de capitales y vuelva a llamar al Fondo? El patrón pendular argentino se remonta a los años 70. ¿Puede Argentina salir de su péndulo? g Los ajustes devaluatorios se mostraron inútiles en términos de estabilidad pero funcionales al traslado de recursos al exterior. 1. Celso Furtado, “Raúl Prebish, el gran heresiarca”, Comercio Exterior, Vol. 37, N° 5, México, mayo de 1987. 2. Claudio Belini, “El Plan Prebisch de 1955, los dilemas del desarrollo argentino y las controversias en torno a los legados económicos del peronismo”, Revista de Indias, 2018, Vol. LXXVIII, N° 273. 3. J. J. Polak, “Monetary analysis of income formation and payments problems”, Staff PapersInternational Monetary Fund, Vol. 6, N° 1, 1957. 4. Mario Blejer, Moshin Khan y Paul Masson, “Early Contributions of Staff Papers to International Economics”, Staff Papers-International Monetary Fund, Vol. 42, N° 4, 1995. 5. Pablo Nemiña y Juan Larralde, “Etapas históricas de la relación entre el Fondo Monetario Internacional y América Latina (19442015)”, América Latina en la Historia Económica, Vol. 25, N° 1, 2018. 6. Jeffrey Chwieroth, “Normative Change from within: The International Monetary Fund’s Approach to Capital Account Liberalization”, International Studies Quarterly, Vol. 52, N° 1, 2008. 7. Benjamin Cohen, Shinji Takagi, Isabelle Mateos y Lago, Ricardo Martin, y Misa Takebe, “The IMF and Argentina, 1991-2001”, International Monetary Fund, 2004. * Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM, SNI/CONA- CYT; Coordinador del Observatorio Económico de América Latina, OBELA. Autor de Historia crítica del FMI. El gendarme de las finanzas, Capital intelectual, Buenos Aires, 2016 (3ra ed.). © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur 6| Dossier Edición 257 | noviembre 2020 Una negociación crucial El objetivo del FMI es la problemática del sector externo, pero la teoría económica más difundida, y no por casualidad sino por intereses, explica los déficits del sector externo como exceso de gastos por encima de la producción, y no tiene en cuenta sus fuentes reales. La estrategia argentina en el FMI En busca del equilibrio por Noemí Brenta* E n Argentina, como en la mayoría de los países fuera del club de unos pocos que son ricos, los déficits externos obedecen al rezago tecnológico que las potencias avanzadas y las elites locales promueven con ahínco; a las consiguientes limitaciones de la estructura productiva y del comercio exterior, y a las malas políticas que animan ráfagas de capital especulativo y deuda externa. Pero las crisis periódicas originadas en las cuentas externas son convenientemente disfrazadas aquí y en otros países, para disimular su naturaleza y justificar medidas que continúen la acumulación desigual. La crueldad de las sanciones a quienes pretenden otros caminos señala que este orden es intencional y no el único posible. El atraso tecnológico deriva de la eterna escasez del presupuesto público para estos fines, donde el Estado es un actor central aun en los países avanzados; y también de la presión de las potencias para impedir los avances en sectores que consideran estratégicos, o podrían limitar sus mercados o entrañar una peligrosa autonomía. Los embates de Estados Unidos contra el desarrollo tecnológico chino exhiben esta fuerza de bloqueo. En Argentina, los frenos de la administración Cambiemos al desarrollo nucleoeléctrico y satelital pa- Ariana Jenik, Serie deuda (www.instagram.com/jenik.ari) ra congraciarse con la potencia del Norte, así como el escarnio y el desfinanciamiento de la ciencia y la educación públicas, fueron consistentes con los de otros gobiernos neoliberales igualmente alineados, como el desmantelamiento de la CNEA en los años noventa. También las presiones directas de “la Embajada” para frenar los avances en informática y biotecnología, a que se refería el legendario Manuel Sadovsky, secretario de Ciencia y Técnica en el gobierno de Raúl Alfonsín, señalan que el subdesarrollo es un estado provocado. Y las recurrentes crisis del sector externo son una manifestación de ese subdesarrollo. Puerta giratoria Suprimir las políticas prudenciales del sector externo agrava su inestabilidad. Así ocurrió cuando el gobierno de Mauricio Macri desreguló los movimientos de capitales especulativos, eliminó la obligación de ingresar las divisas de exportación, impulsó las importaciones aunque el dólar barato dañaba a la industria nacional, y duplicó la deuda externa pública y su carga de intereses en moneda extranjera. Todo esto provocó un enorme déficit externo, que los mercados saturados de las colocaciones récord de Argentina se negaron a financiar en marzo de 2018. En esta situación Macri recurrió al Fondo Monetario Internacional (FMI). Mala praxis o malicia estratégica, imposible saberlo por ahora. Sin embargo, la carta de intención del gobierno, acordada con los funcionarios del FMI, no mencionaba el problema del déficit externo sino la cuestión fiscal, y la solicitud del stand by giraba en torno a ella. Incluso estipulaba que la mitad del primer desembolso de 15.000 millones de dólares sería para uso presupuestario. Pero el FMI solo puede proveer financiamiento cuando existe una necesidad del sector externo, es decir, del balance de pagos, según su Convenio Constitutivo (art. V, sección 3), que es su norma de máxima jerarquía. Aunque el uso presupuestario de los recursos del FMI era muy excepcional, a partir de la crisis mundial de 2009 su aplicación se relajó, principalmente para los países del Este de la eurozona, pero continuó sujeta al requisito de la existencia de una necesidad de balance de pagos. Y si bien éste era el problema principal de Argentina el pedido del stand by de 2018 apenas lo mencionaba en un par de párrafos de las 16 páginas del memorándum de políticas económicas y financieras, a pesar del enorme déficit en cuenta corriente de 31.000 millones de dólares (4,9% del PIB), y los fuertes vencimientos de deuda en el corto plazo. Según el gobierno, el déficit de cuenta corriente bajaría al 3,6%, sin |7 explicar cómo lo lograría, y a pesar de su criticidad esta variable no involucró ningún compromiso en el stand by. En un optimismo infundado, el presidente del Banco Central y el ministro de Hacienda afirmaban que ese déficit “debería financiarse cómodamente con los flujos de inversión extranjera”, pero ésta a duras penas alcanzó en 2018 al 1,9% del PIB, el mismo porcentaje que el año anterior, muy lejos del dibujo oficial. Ese primer desembolso del FMI de 15.000 millones de dólares aumentó las reservas del Banco Central de 48.000 millones de dólares a 63.000 el 22 de junio de 2018, y repuso lo perdido por la continua salida de capitales, que había minado las reservas de 62.000 millones de dólares en abril a 48.000 en junio; esta caída vociferaba el problema del balance de pagos. Pero los dólares del FMI se esfumaron en solo un trimestre, porque el BCRA continuó vendiendo reservas, que en septiembre de 2018 habían vuelto a 48.000 millones. El FMI desembolsó 30.000 millones de dólares más, que también salieron del sistema, de modo que al concluir el período de Macri el 10 de diciembre de 2019, solo quedaban 43.700 millones de dólares de reservas y 45.000 millones de dólares de deuda con el organismo. ¿Por qué tanta plata? El stand by acordado a Argentina en junio de 2018 por 35.376 millones de degs (el deg es la unidad de cuenta del FMI), equivalentes a 50.000 millones de dólares y luego ampliado a 56.300 millones de dólares, fue el mayor en la historia del organismo. Es cierto que existieron otros arreglos aun mayores, como la línea de crédito flexible acordada a México en 2017 por 88.000 millones de dólares, pero eran solo precautorios y no implicaban desembolso de fondos sino puesta a disposición. El monto acordado a Argentina superó largamente los límites asequibles al país: 1.277% de la cuota, frente al máximo previsto de 435% para los stand by. Con un poco de esfuerzo, los funcionarios del FMI consideraron que Argentina cumplía los cuatro criterios requeridos para acordarle el acceso excepcional a los recursos del organismo. En primer lugar, las necesidades de balance de pagos (dólares) de Argentina excedían los límites normales de acceso a los recursos del FMI; además –dijeron–, aunque su deuda era dudosa (“sostenible pero no con alta probabilidad”), tenía fuentes de financiamiento adicionales al FMI, como el swap con China y un acceso limitado a los mercados. El tercer criterio establecía que el país tendría suficiente acceso a los mercados de capital privados en una escala tal que le permitiría cumplir sus deudas con el FMI; una arriesgada proyección a futuro. Por último, el staff estimaba que el programa económico era viable, y que el ajuste podía implementarse y gestionarse institucional y políticamente. De estos cuatro criterios, solo el primero era contundente. El segundo suponía que la deuda pública permanecería bajo el umbral del 70% del PIB, pero a pocos días de la aprobación del stand by basado en este supuesto, entre otros, las cifras oficiales lo desmintieron: la deuda de la administración central ya alcanzaba al 77,4% del PIB a fin de junio de 2018, los técnicos del FMI no podían ignorarlo. La deuda subió al 95,4% en septiembre y 86,2% en diciembre. Aun así, justificaron el acceso excepcional bajo este criterio porque el país todavía podía tomar deuda en los mercados, y, a su juicio, eso le facilitaría suavizar el ajuste, crecer y lograr consenso político y social para sostener el programa comprometido. En esto tampoco acertaron: el ajuste contrajo la producción y aumentó el desempleo, la pobreza, el riesgo país y el descrédito gubernamental. Las consideraciones para aprobar los criterios tercero y cuarto eran puramente ideológicas e ilusorias, suponían que profundizar las políticas ortodoxas que llevaron a la crisis en Argentina y otros países esta vez podría resultar diferente, y apoyaban con nombre y apellido al gobierno de Macri. Previo a solicitar formalmente el stand by, el gobierno acordó su monto y condiciones con el equipo técnico del FMI, la aprobación de la directora gerente y la bendición del socio principal, Estados Unidos. La intervención de Donald Trump fue crucial para obtener el gigantesco stand by y sus desembolsos. Si bien ya Macri y sus funcionarios habían agradecido públicamente el apoyo del gobierno estadounidense en las negociaciones con el FMI, fue Mauricio Claver Carone –nuevo presidente del BID surgido de una elección controvertida–, quien relató cuánto peleó en su carácter de representante de Estados Unidos en el FMI para que el stand by se aprobara, a fin de ayudar a Macri a ganar las elecciones, que más tarde perdería (1). También hay que mirar el otro lado del mostrador y advertir que más allá de la presión política, el FMI podía tener un interés especial en acordar este gran stand by. Los intereses y cargos cobrados a los países miembros por usar los fondos del FMI son los principales ingresos del organismo. En 2018 esos montos habían bajado un 20% respecto del año anterior a pesar del aumento de las tasas; la deuda de los miembros con el FMI, que es la base para cobrar intereses y cargos, también caía. Varios de los programas más grandes se acercaban a su fin, como los de Grecia, Ucrania, Pakistán y Portugal. El stand by de Argentina incrementó la cartera del FMI sustantivamente: al cierre del ejercicio 2019 (que abarca desde mayo de 2018 hasta abril de 2019), el crédito desembolsado era 68% mayor que el año anterior, había pasado de 56.000 millones de dólares a 94.000 millones de dólares, todo ese aumento obedecía a la deuda de Argentina, que ya sumaba 38.900 millones de dólares (2). Los ingresos por intereses y cargos también aumentaron, de los 2.152 millones de dólares ingresados en el ejercicio cerrado en abril de 2019, Argentina pagó 764 millones, más de un tercio del total. Y en el ejercicio siguiente, finalizado en abril de 2020, los pagos argentinos por intereses y cargos representaron el 42% de los ingresos del FMI por ese concepto. Este es el rubro más importante de los ingresos del FMI, que contribuye a solventar los gastos en personal, honorarios de expertos contratados, jubilaciones, viajes, y los intereses que el FMI remunera a los miembros que “prestan” a otros miembros. Estos pagos de intereses y cargos nunca se interrumpieron, y representan algo más de 1.000 millones de dólares anuales. Esto significa que hoy Argentina es el principal deudor del organismo y el principal aportante de ingresos operativos del FMI. Cómo estamos ahora La deuda de Argentina con el FMI es impagable en los plazos y condiciones estipulados originariamente. Como el organismo desembolsó casi 45.000 millones de dólares en solo trece meses, los vencimientos para el repago están muy concentrados. Cada desembolso del FMI comenzaría a pagarse a los tres años, en ocho cuotas iguales. Por ejemplo, los 10.613 millones de degs (15.000 millones de dólares) recibidos el 22 de junio de 2018 comenzarían a pagarse en septiembre de 2021, en ocho cuotas de 1.326 millones de degs (1.875 millones de dólares), la última caería en junio de 2023, a cinco años del desembolso, que es el plazo máximo en condiciones normales. Lo mismo ocurre con los 30.000 millones de dólares restantes, recibidos en cuatro desembosos en octubre y diciembre de 2018, y abril y julio de 2019. Su repago se superpone, se acumula en 2022 y 2023, y quedaría un resto para 2024. También hay que seguir pagando los intereses y cargos. Y la deuda no es mayor porque después de las elecciones PASO de agosto de 2019, que Macri perdió de forma contundente, no hubo más desembolsos del FMI. Tras esa derrota el FMI mandó una misión técnica que tomó contacto con el entonces candidato a presidente por el Frente de Todos (FdT), Alberto Fernández y miembros de su equipo económico. Después de la reunión, el FdT publicó una declaración señalando que más del 80% de los desembolsos recibidos se utilizaron para la fuga de capitales y la reversión de inversiones de capitales especulativos; sentaba su prioridad de recuperar la economía real, y concluía: “Quienes han generado esta crisis, el Gobierno y el FMI, tienen la responsabilidad de poner fin y revertir la catástrofe social que hoy atraviesa a una porción cada vez mayor de la sociedad argentina. Para ello deberían arbitrar todos y cada uno de los medios y las políticas necesarias”. Los siguientes contactos con el organismo, antes y después de la asunción presidencial, dejaron en claro que Argentina propondría un plan económico y un acuerdo de pago cumplible, pero sin más ajuste, y el gobierno de Fernández tampoco deseaba aumentar la deuda con el organismo ni continuar el stand by. Por su parte, el FMI cambió al jefe de misión para Argentina por el venezolano Luis Cubeddu, que ya había sido representante residente en Buenos Aires entre 2002 y 2004. La renegociación de la deuda en moneda extranjera con los acreedores privados pasó al primer plano en la relación entre Argentina y el FMI. La declaración de la insostenibilidad de la deuda argentina y la exhortación a los acreedores a realizar un esfuerzo importante, esto es, a acercar sus posiciones a la oferta argentina, jugaron a favor de un cierre de las renegociaciones, que le dio aire al país para buscar la recuperación de la depresión económica, que viene desde 2018 y la pandemia agravó aun más. La carta del 26 de agosto a la nueva directora general del FMI Kristalina Georgieva, firmada por el ministro de Economía, Martín Guzmán, y Miguel Pesce, presidente del Banco Central, anunció formalmente “la iniciación de las consultas para acordar un nuevo programa con el FMI que suceda al cancelado y descarrilado stand by de 2018”. El gobierno busca refinanciar la deuda para iniciar el repago en 2024, en mayor cantidad de cuotas, y aun no está definido el tipo de programa que se implementará, ni, al menos públicamente, las nuevas condicionalidades. El ministro Guzmán, neokeynesiano, fue ungido por el Presidente como cabeza principal de estas negociaciones. Hasta ahora su propuesta consiste en reducir el déficit fiscal de a poco, y poner el foco en reequilibrar al sector externo, con la ambición de corregir el problema estructural de Argentina de la escasez de divisas; aumentar las exportaciones con valor agregado, en trabajo coordinado con los Ministerios de Desarrollo Productivo y de Relaciones Exteriores, y sustituir algunas importaciones, aunque esta es una materia delicada que frunce el ceño de los organismos de Washington. Desdolarizar las transacciones es otra meta oficial, para fortalecer el mercado de capitales en pesos, con el desarrollo de instrumentos financieros en moneda doméstica –su reciente desgravación obedece a ese propósito–, y una progresiva pesificación de la deuda pública. También hay otros temas no vinculados con el ajuste, como la agenda verde contra el cambio climático y las cuestiones de género en las que el gobierno ha activado políticas y que hoy son importantes para el FMI. En cuanto a las políticas para “los más vulnerables”, como dice el FMI, sin dudas son prioridad para el gobierno de Fernández, pero a juzgar por la realidad de los programas implementados en otros países, como Ecuador –el ejemplo más cercano–, el FMI ayuda más a aumentar su número que a resolver su vulnerabilidad. La misión del FMI volverá en noviembre, para avanzar en definir el nuevo programa. El anterior fracasó, reconoció Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental (nombre del continente americano en el FMI, excluye a Estados Unidos y Canadá, que revisten entre los países avanzados) el 21 de octubre, al presentar un informe sobre la región. La cuestión ahora es que el precio de ese fracaso recaiga en sus responsables. g Argentina es hoy el principal deudor del FMI y el principal aportante de ingresos operativos del organismo. 1. Mauricio Claver Carone, “Estados Unidos en el contexto hemisférico”, videoconferencia en el Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales, 22-7-20, YouTube (https://bit.ly/32TtjMn). 2. Las cifras originales se expresan en degs, pero se convirtieron a dólares para una mejor comprensión. *Economista (UBA) y UTN-FRGP. Su último libro es Historia de la deuda externa argentina. De Martínez de Hoz a Macri, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2019. © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur 8| Edición 257 | noviembre 2020 Abdoulaye Konaté, Bleu au cercle rouge et jaune, 2018 (fragmento) A un año de su irrupción, las medidas establecidas para contener al Covid-19 provocaron una triple crisis: económica, política y social. Dos tendencias importantes han sido reforzadas por la pandemia: el triunfo de las industrias digitales y el retorno del Estado como rector del capitalismo. Dos movimientos complementarios... La configuración del nuevo mundo Una pandemia, dos futuros por Robert Boyer* L os economistas rara vez mostraron interés por los procesos mediante los cuales se construyen las reglas del juego, las instituciones y organizaciones cuya convergencia asegura la resiliencia de un régimen socioeconómico. Su incomprensión de la larga depresión económica que siguió al desmoronamiento del régimen soviético en Rusia es prueba de esta carencia. Ahora bien, salvando las distancias, es exactamente la pregunta que plantea la salida del coma en el que se vieron inmersas las economías para intentar detener la pandemia de Covid-19: ¿cómo reconstituir un sistema económico funcional a partir de componentes desconectados unos de otros? Ante la falta de un apoyo histórico, cada cual propone una aproximación normativa en función de sus preferencias doctrinales o ideológicas. “Para facilitar la recuperación, hay que eliminar los impuestos a la producción”, afirman las organizaciones patronales. “Hay que restablecer el impuesto a la riqueza, instituir un impuesto transitorio, o incluso permanente, a los altos ingresos y encaminarse hacia más justicia social”, proclaman los investigadores y los movimientos de izquierda. Otros sugieren “empezar todo de cero”: tomar finalmente en cuenta la amenaza de desmoronamiento ecológico y prolon- gar el decrecimiento, cuya posibilidad ha sido demostrada por el confinamiento. Explorar el legado de las dos últimas décadas se impone como una condición previa. La pandemia irrumpe en una coyuntura marcada por la difícil salida de la crisis de 2008, que no desembocó en un retorno a una regulación estricta de las finanzas. Al contrario: implicó la conservación de tasas de interés casi nulas para estimular la actividad económica, fuente de recurrentes desmanes especulativos –por ejemplo sobre el petróleo y las materias primas– en las sociedades dominadas por la financiarización (1). El avance de los ingresos del capital y la precarización del empleo alimentan un alza constante de las desigualdades. A principios del año 2020, los líderes políticos no podían imaginar que un virus fuese capaz de detener estas poderosas dinámicas. ¡Adiós al cálculo económico racional! Ciertamente, a partir de la observación del síndrome respiratorio agudo severo (SARS, en inglés) y del H1N1, especialistas en salud pública habían llegado a la conclusión de que había que prepararse para el retorno de epidemias cuya probabilidad aumentaba con la movilidad internacional. En Asia se acusó recibo del mensaje, pero no en Estados Unidos o en Europa. En general, los gobiernos buscaron limi- tar el crecimiento de los costos de la salud, a riesgo de no invertir lo suficiente en los equipamientos elementales de lucha contra las epidemias. Grande fue el desconcierto cuando la rápida progresión de los contagios obligó a una medida radical –el confinamiento–, por no haber previsto y preparado los medios para una estrategia eficaz: testear, trazar y aislar. Así se explica la desigual letalidad de la pandemia entre las grandes zonas de la economía mundial y entre países geográficamente cercanos (Francia y Alemania, por ejemplo). La decisión de muchos gobiernos de priorizar la defensa de la vida humana más que perseguir la normalidad económica invirtió la jerarquía tradicional instituida por los programas anteriores de liberalización, que habían debilitado el sistema de salud. Este cambio inesperado y brutal precipita una serie de ajustes que recorren toda la sociedad: pánico bursátil, desmoronamiento del precio del petróleo, falta de crédito, reducción del consumo, volatilidad de las tasas de cambio, abandono de la ortodoxia presupuestaria, etc. La irrupción del Covid-19 tomó por sorpresa a los mismos comentaristas y actores, incapaces de encontrar las palabras para describir la situación que tenían que enfrentar. Después de la guerra contra el terrorismo, ¿era sensato declararle la guerra a un virus? ¿Era pertinente calificar de “recesión” lo que es de hecho una decisión política y administrativa de detener todas las actividades que no son necesarias para luchar contra la pandemia y para la vida diaria? Los no especialistas y los líderes políticos pudieron creer que los avances de la biología permitirían un control rápido del Covid-19. Pero eso implicaba ignorar la advertencia de los investigadores en virología: no hay virus tipo, cada cual tiene características que hay que descubrir al mismo tiempo que se expande. Las autoridades tuvieron que tomar decisiones de largo alcance ante una incertidumbre radical. ¿Cómo decidir hoy cuando sabemos que aún no sabemos lo que terminaremos sabiendo pasado mañana –lamentablemente, ¿demasiado tarde?–. ¡Adiós al cálculo económico racional! De lo cual resulta un mimetismo general: mejor equivocarse todos juntos que tener razón por separado. Así, los gobiernos se copian unos a otros y terminan refiriéndose a un mismo modelo de difusión de la pandemia. Los financistas se conforman con invertir en fondos que siguen un índice bursátil, porque no tienen la información pertinente para evaluar los activos financieros. Asimismo, los gobernantes no previsores tienen que innovar con medidas sin precedentes, lo que agrega una segunda incertidumbre radical, dado que nadie sabe cuál será su impacto final. Esto es lo que explica en parte los contrastes de las decisiones públicas y las contradicciones que atraviesan los discursos oficiales. Esta pregnancia de la incertidumbre tiene una consecuencia importante en materia de responsabilidad: cuando las estrategias que se hayan revelado como las más eficaces sean conocidas, los ciudadanos perjudicados por un tratamiento inadecuado de la pandemia, ¿podrán enjuiciar a la administración de la salud o incluso a las políticas? La decisión de cuasi suspensión de la economía con el riesgo de hacer quebrar a las empresas más frágiles y empobrecer a los más débiles debía verse acompañada de medidas de apoyo a las empresas y a los ingresos de los asalariados. En Francia, el aporte masivo del Estado rompe con el proyecto de un regreso al equilibrio de las finanzas públicas: el imperativo de la salud pública y la urgencia –cuando no el pánico– justifican esta reapreciación de la doctrina gubernamental. Pero la esperanza de una victoria rápida sobre el virus se ve frustrada y hay que extender las medidas sanitarias, por lo tanto, también el esfuerzo presupuestario. La vida humana, que parecía no tener precio, tiene un costo. Turismo, gastronomía, transporte aéreo, espectáculo: sectores enteros se encuentran a punto de quebrar y sus organizaciones profesionales exigen un regreso a una actividad económica más sostenida. Que no puede ser la que prevalecía en 2019, pues las barreras a la propagación del virus pesan sobre la productividad, los costos y la rentabilidad. Dos tipos de capitalismo Lógicamente, si la sensibilidad creada por el Covid-19 se mostrara duradera, la pandemia podría marcar una toma de conciencia: la búsqueda del bienestar debería convertirse en la piedra angular de las sociedades. Es necesario moderar este pronóstico optimista, ya que el Covid-19 no hace tabula rasa del pasado. “Cambiar todo para que nada cambie”, en particular en la distribución del poder en las sociedades y, entre ellas, a escala internacional. Por un lado, el Covid-19 ya cambió muchos comportamientos y prácticas: la estructura del consumo registró los riesgos de las relaciones cara a cara; el trabajo se digitalizó, permitiendo una desconexión al mismo tiempo temporal y geográfica de las tareas que producen un bien o un servicio desmaterializado; la movilidad in- |9 ternacional de las personas ha sido indefinidamente obstaculizada, y las cadenas de valor a escala mundial no saldrán indemnes de los esfuerzos de reconquista de una cierta soberanía nacional sobre la producción de bienes considerados estratégicos. Los modos de regulación se verán transformados, con pocas probabilidades de un regreso al pasado. Por otro lado, el Covid-19 aceleró dos de las tendencias observadas desde la década de 2010. La primera tiene que ver con el capitalismo de plataformas, centrado en la explotación de cualquier tipo de información, que empezó a conquistar el mundo. Con la crisis sanitaria, mostró su poder manteniendo la actividad del comercio electrónico gracias a sus algoritmos potenciados por la inteligencia artificial y a su logística, proponiendo informaciones en tiempo real de todas las actividades, facilitando el trabajo y la educación a distancia, explorando caminos para el futuro en nuevos sectores (vehículos autónomos, explotación comercial del espacio, telemedicina, equipos médicos). Por su parte, los inversores apuestan a su éxito a largo plazo en el contexto de una caída de la economía tradicional. Este capitalismo transnacional invasivo parece haber salido de la crisis sanitaria aun más poderoso. Pero también suscitó su contraparte dialéctica: una miríada de capitalismos impulsados por el Estado que, empujado por los “dejados de lado” por la apertura de las economías, pretenden defender las prerrogativas del Estado-nación, incluso en el campo económico. A medida que los beneficios de la globalización se desdibujaban, aparecieron diversos tipos de capitalismos estatales. Sus gobiernos salen ideológicamente fortalecidos de la pande- mia, que rehabilitó el rol protector de las fronteras. Esta presentación no puede dejar de suscitar una objeción de sentido común: ¿cómo pueden coexistir dos regímenes tan opuestos? Si se mira bien, se alimentan mutuamente. La ofensiva de las multinacionales del capitalismo digital tiene como contrapartida una desarticulación de los sistemas productivos nacionales y una polarización de las sociedades según una línea de fractura entre los grupos y las pro- La pandemia irrumpe en una coyuntura marcada por la difícil salida de la crisis de 2008. fesiones que prosperan por las ventajas de la apertura de los territorios y los otros, los perdedores, cuyo nivel de vida se estanca, e incluso baja. Tal es el terreno del que se alimentan los movimientos que defienden la identidad nacional y le piden al Estado que los proteja del ventarrón de la competencia internacional, que no tienen los medios para enfrentar. Paradójicamente, la pandemia consolida estos dos tipos de capitalismo. El capitalismo transnacional de la información domina desde hace mucho tiempo el comercio electrónico, en el cual construyó una logística aceitada, y el teletrabajo. El distanciamien- to físico está en el centro de su modelo productivo y las medidas de confinamiento le permiten conquistar clientes rápidamente, desarrollar nuevas aplicaciones para la medicina, la educación a distancia, las reuniones de trabajo. Los inversores financieros ven en la información y en la investigación médica los raros sectores que salen fortalecidos de la pandemia. En el campo ideológico, los gobiernos calificados de “populistas” ganan terreno, porque la amenaza de un virus venido de afuera justifica un control de las fronteras, la defensa de la soberanía nacional y el fortalecimiento del Estado en la esfera económica. El capitalismo estatal no pretende competir con el capitalismo transnacional, sino simplemente afirmar una soberanía económica, por más que se adquiera en detrimento del nivel de vida. Los gobiernos pueden dirigir su mirada hacia China para contener a las GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), de manera tal que una división del espacio mundial entre dos esferas de influencia se vuelve posible, sin implicar necesariamente la victoria de una sobre otra. En este clima sombrío, los conflictos sociales, no superados en el pasado reciente, corren el riesgo de resurgir tanto más cuanto que los puestos de trabajo destruidos podrían ser más numerosos que los creados en los sectores de futuro. En el capitalismo, un régimen socioeconómico solo es viable si descansa sobre un compromiso fundador que organice la arquitectura institucional –en particular la de la relación salarial y la de la competencia–, guíe la acumulación y canalice el conflicto entre capital y trabajo. La polarización de las sociedades vuelve extremadamente difícil el ejercicio, pero sería ilusorio pensar que medidas puramen- te técnicas, por más innovadoras que sean, puedan reemplazar el rol de lo político en la construcción de nuevos compromisos. Visto que sería inútil buscar una previsión en un determinismo de orden tecnológico o económico, ¿por qué no imaginar cómo las fuerzas que trabajan las sociedades pos Covid-19 podrían desembocar en configuraciones dotadas de una cierta coherencia? Un primer futuro podría resultar de una alianza entre las técnicas digitales y los avances de la biología para llegar a una sociedad de vigilancia generalizada que instituya y vuelva posible una polarización entre una pequeña cantidad de ricos y una masa de sujetos impotentes por el abandono del ideal democrático. El segundo futuro podría resultar del desmoronamiento de una sociedad semejante. La dislocación de las relaciones internacionales y el fracaso de la implementación de un determinismo biológico muestran la necesidad de un Estado social que se convierta en el tutor de una democracia extendida a la economía. El éxito de una cantidad creciente de experiencias nacionales vuelve a hacer posible, a largo plazo, la construcción de un régimen internacional centrado en los bienes públicos mundiales y los comunes sin los cuales los regímenes nacionales no pueden prosperar. La historia se encargará de invalidar, o no, estas dos visiones, y de sorprendernos, como lo hizo el Covid-19. g 1. Véase Frédéric Lemaire y Dominique Plihon, “Los peligros de las tasas de interés negativas”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, noviembre de 2019. *Economista. Autor del libro Les Capitalismes à l’épreuve de la pandémie, La Découverte, París, 2020, que inspiró este texto. Traducción: Aldo Giacometti Edición 257 | noviembre 2020 10 | Por el Covid-19, el planeta sufre su peor crisis económica desde la Gran Depresión. Explosión del desempleo, inseguridad alimentaria, desconexión escolar... El “gran confinamiento” afecta al mundo entero, pero sus efectos se multiplican en los países pobres, donde el sector informal, por definición falto de protección social, es preponderante. La pandemia incrementa la dependencia del Tercer Mundo El “gran confinamiento” por Gilbert Achcar* Aboudia, Sin título, 2016 (Gentileza Chrisitie’s) A sí como las consecuencias del cambio climático se hacen notar en todas las latitudes, la pandemia de Covid-19 nos afecta a todos, jefes de Estado o refugiados. Pero se sabe que estas crisis planetarias no impactan de la misma forma en todos los humanos. Además de las diferentes vulnerabilidades en función de la edad y distintos factores de riesgo, la pandemia, al igual que el calentamiento global, incide de manera muy diferente a escala mundial, y también al interior de cada país, a raíz de las líneas de fractura tradicionales entre ricos y pobres, blancos y no-blancos, etc. Desde luego, la infección de Donald Trump confirmó que el virus no discrimina en función del rango político, pero el tratamiento excepcional que recibió el presidente estadounidense, cuyo costo estimado supera los 100.000 dólares por tres días de hospitalización (1), demuestra que, si bien los humanos son todos iguales ante la enfermedad y la muerte, algunos, como escribió George Orwell en Rebelión en la granja, son “más iguales que otros”. Como de costumbre, el Tercer Mundo es el más afectado por la crisis eco- nómica en curso, una crisis que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha denominado “el gran confinamiento” en su informe semestral de abril de 2020 (2). Una crisis que ya es la más grave desde la Gran Depresión del período de entreguerras. El Tercer Mundo es ese Tercer Estado planetario del cual solo unos pocos países de Asia Oriental consiguieron despegarse desde que el economista Alfred Sauvy creó el término en 1952. Lo definiremos aquí como el conjunto de países de bajos ingresos, así como aquellos de ingresos medios (capas inferiores y superiores), según la clasificación del Banco Mundial, con excepción de China y Rusia que, si bien cuentan con ingresos medios superiores, son potencias mundiales. Vulnerabilidades A escala internacional, “el gran confinamiento” generó una fuerte suba de la desocupación. Ahora bien, el impacto social de esa desocupación es mucho más fuerte en los países del Tercer Mundo que en los países ricos, donde en general se adoptaron una serie de costosas medidas para atenuar sus consecuencias. En promedio, se destruyó el equivalente de 332 millones de empleos a tiempo completo en el mundo a lo largo de los tres primeros trimestres de 2020, es decir 11,7% de pérdida en relación al último trimestre de 2019. Entre ellos, 143 millones se perdieron en los países con ingreso medio inferior (14%), 128 millones en los países con ingreso medio superior (11%) y 43 millones (9,4%) en los países ricos, de acuerdo a los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (3). Y si los Estados con ingreso bajo “solo” perdieron el equivalente a 19 millones de empleos (9%) durante el mismo período, esta cifra traduce mal el impacto socioeconómico de la crisis que atraviesan. En efecto, en estos países, así como en los de ingreso medio inferior, la gran mayoría de los empleos y actividades independientes se encuentran en el sector informal, que absorbe el 60% del trabajo mundial y está, por definición, desprovisto de toda protección social. En un informe reciente, el Banco Mundial estima que la pobreza extrema –a la que define como el hecho de tener que sobrevivir con menos de 1,90 dólares por día– aumentó en este 2020 por efecto de la pandemia por primera vez desde 1998, tras la crisis financiera asiática de 1997 (4). Asia del Sur es la zona más perjudicada en términos absolutos: 49 a 56,5 millones de personas más que las previstas antes de la pandemia deberían ubicarse bajo el límite de la pobreza extrema o permanecer allí este año. En lo que respecta al África subsahariana, se esperan 26 a 40 millones, lo cual confirma la posición del subcontinente como el de mayor tasa de pobreza extrema. La variación rondará entre los 17,6 y 20,7 millones de personas para los países en desarrollo de Asia Oriental (5); podría llegar a 4,8 millones en América Latina y 3,4 millones en la región de Medio Oriente-África del Norte. En total, según las cifras del Banco Mundial, de 88 a 115 millones de personas caerán bajo el umbral de los 1,90 dólares o permanecerán allí en 2020 por culpa de la pandemia. El crecimiento neto en la cantidad de muy pobres en relación a 2019 se ubicará entre los 60 y 86 millones. Desde 2013, la aceleración del cambio climático, del cual las poblaciones más pobres son las primeras víctimas, así como los nuevos conflictos, como los de Siria, Yemen y Sudán del Sur, venían frenando el descenso de la pobreza. “El gran confinamiento” terminó de liquidar el “Objetivo de Desarrollo Sostenible” relativo a la pobreza extrema que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se había fijado para 2030 y que apuntaba a reducir la tasa mundial al 3%. Esta tasa se ubicaba todavía en el 10% en 2015, lo cual correspondía a 736 millones de personas. Según el Banco Mundial, en 2030 debería ubicarse en torno al 7%. En julio, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, en inglés) de las Naciones Unidas, hizo sonar las alarmas. Mark Lowcock, secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, resumió la situación en el prólogo de su informe: “Las estimaciones recientes sugieren que unos seis mil niños morirán cada día por causas evitables, a causa de efectos directos o indirectos del Covid-19. El acaparamiento de recursos sanitarios podría generar la duplicación de muertes por sida, tuberculosis y malaria. El cierre de escuelas erosionará la productividad, reducirá los ingresos a lo largo de toda la vida y aumentará las desigualdades. La desaceleración económica, el aumento del desempleo y la baja en la frecuentación de las escuelas aumentarán las posibilidades de guerras civiles, lo cual provoca hambrunas y desplazamientos de poblaciones” (6). Incluso sin nuevas guerras, el hambre aumentó notablemente. Según el informe de la OCHA, la pandemia la agravó en las zonas donde ya azotaba y creó nuevos epicentros. Sin una asistencia masiva y rápida de parte de los países ricos, la cantidad de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda podría alcanzar los 270 millones antes de fin de año, contra 149 millones antes de la pandemia. Ahora bien, en septiembre, de los 10.300 millones de dólares solicitados por la OCHA, solo le habían atribuido 2.500 millones de acuerdo al informe anual del secretario general de la ONU (7). Y no será el millón de dólares atribuido al Programa Alimentario Mundial por el Premio Nobel de la Paz el que podrá colmar ese vacío. ¿Será porque el hambre no es contagiosa y no pasa las fronteras con los migrantes como el virus? El último 13 de octubre, el Banco Mundial otorgó 12.000 millones de dólares a los países en desarrollo para un programa de vacunación y de testeos anti Covid-19. Por otra parte, el programa “Cada mujer, cada niño”, lanzado por la ONU en 2010 y administrado en conjunto por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), advierte en su último | 11 informe que el cierre de escuelas debido a la pandemia significa que muchos niños y adolescentes no retomarán probablemente jamás ese camino en los países del Tercer Mundo (8). Y se expondrán por lo tanto a niveles mayores de violencia familiar y, en el caso de las niñas y adolescentes, a elevados riesgos de embarazos precoces. El mismo informe estima que “el gran confinamiento” podría reducir en un tercio el progreso realizado en la eliminación de la violencia de género con horizonte en 2030, y provocar 13 millones de casamientos de niños suplementarios durante la próxima década. Los que pueden... y los que no “No es inevitable. Podría prevenirse con dinero y voluntarismo de la parte de los países más ricos –afirma Lowcock–. Estimamos que el costo de la protección del 10% más pobre contra los peores efectos de la pandemia y la recesión asciende a 90.000 millones de dólares, es decir menos del 1% del plan de reactivación que los países ricos pusieron en marcha para proteger sus economías.” En efecto, según el FMI, el monto total de los planes de reactivación anunciados en el mundo alcanza unos 11,7 billones de dólares en septiembre, es decir un 12% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, de los cuales la mayor parte se limita a los países de ingresos altos (9). El nivel global de la deuda pública real de esos países supera ahora el 120% del PIB –un nivel que solo fue alcanzado una vez en la historia del capitalismo: al final de la Segunda Guerra Mundial–. Ahora bien, de acuerdo a la OIT, 937.000 millones de dólares permitirían paliar las pérdidas de empleo de los países con ingresos medios bajos, y 45.000 millones alcanzarían para los países de ingresos bajos, es decir un total de 982.000 millones de dólares para un conjunto de Estados que reúnen a la gran mayoría de la población mundial. Esta ayuda requerida para los países pobres, modesta si se la compara con las medidas tomadas por los Estados más ricos, es además urgente. Tres expertos del FMI advirtieron sobre los efectos a largo plazo de esta crisis en los países con in- El Banco Mundial estima que la pobreza extrema aumentó por primera vez desde 1998, tras la crisis financiera asiática. gresos bajos. Utilizan el término scarring (literalmente, “dejar cicatrices”), que designa una pérdida permanente de capacidad productiva. “El scarring fue el legado de las pandemias que precedieron a esta: [mayor] mortalidad; deterioro de la salud y de la educación lo cual disminuye los ingresos futuros; agotamiento del ahorro y de los bienes que impone el cierre de empresas –sobre todo las pequeñas empresas sin acceso al crédito– y causa per- turbaciones irrecuperables en la producción; y un sobreendeudamiento que frena los préstamos al sector privado. Así, tras la pandemia del virus del Ébola, en 2013, la economía de Sierra Leona nunca pudo recuperar la senda de crecimiento previa a la crisis” (10). El país más poblado del Tercer Mundo, India, es también uno de los más afectados por “el gran confinamiento”. Su PIB cayó casi un cuarto (23,9%) al segundo trimestre de 2020. Se trata de un duro golpe a su “ambición de transformarse en una potencia mundial, de salir de la pobreza y modernizar sus Fuerzas Armadas”, explica el jefe de la oficina de The New York Times en Nueva Delhi, Jeffrey Gettleman. La gestión errática del primer ministro de extrema derecha, Narendra Modi, contribuyó notablemente y exhibió a las claras los peligros de reproducir de forma idéntica medidas tomadas en países con características sociales y demográficas muy distintas. Según cuenta Gettleman, “el 24 de marzo, a las 20 horas, después de haber ordenado a toda la población permanecer confinados, Modi cerró la economía –oficinas, fábricas, rutas, trenes, fronteras entre Estados [de la Unión india], casi todo– con cuatro horas de preaviso. Decenas de millones de indios instantáneamente perdieron sus empleos. Muchos trabajaban en fábricas, en obras de la construcción o eran empleados domésticos en las ciudades, pero eran migrantes de la India rural. Por miedo a morirse de hambre en las villas miseria, millones de ellos abandonaron los centros urbanos a pie, en bicicleta o haciendo dedo, desesperados por regre- Novedades de Capital intelectual BADIOU CONTRA TRUMP Alain Badiou /capitalintelectual.ar CÓMO LOS SUPERHÉROES EXPLICAN EL MUNDO sar a sus pueblos: una migración épica de la ciudad al campo, a contrapelo del sentido habitual, y que India nunca había atravesado, pero que desperdigó al coronavirus por cada uno de los rincones de este país de 1.300 millones de habitantes” (11). Incluso la clase media india no pudo escapar al desastre, con 6,6 millones de “cuellos blancos” condenados al desempleo y una suba de la tasa de suicidios entre los empleados y entre los representantes de las profesiones liberales (12). El gobierno de Modi respondió a esta crisis colosal con un plan de reactivación de… 10.000 millones de dólares, anunciado el 12 de octubre –cifra incomparable con los 2 billones de dólares del plan adoptado en Estados Unidos, un país cuatro veces menos poblado–. El 6 de octubre, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, celebró que estas medidas excepcionales hayan permitido que la economía mundial resista mejor de lo previsto al impacto del confinamiento. Si lo peor había podido evitarse hasta el momento, afirmó “es en gran parte gracias a las medidas excepcionales que impidieron el derrumbe de la economía mundial. Los Estados volcaron alrededor de 12 billones de dólares en ayuda presupuestaria a los hogares y empresas. Y medidas de política monetaria sin precedentes mantuvieron los flujos de crédito, lo cual ayudó a millones de empresas a mantenerse a flote” (13). Sin embargo, la directora del FMI se encargó de afirmar que “algunos pudieron hacer más que otros. Los países avanzados hicieron todo lo que había que hacer. Los países más pobres hacen lo que pueden”. d EN LIBRERÍAS Y EN LA WEB CAMBIAR O MORIR Cine, cómics y política internacional Capitalismo, crisis climática y el Green New Deal Mariano Turzi Noam Chomsky · Robert Pollin /EditorialCI www.editorialcapitalintelectual.com.ar Edición 257 | noviembre 2020 12 | Su diagnóstico para los países del d Tercer Mundo fue el siguiente: “Los países emergentes, así como los de ingresos más bajos, siguen estando en una situación precaria. Tienen sistemas de salud menos eficaces. Se ven muy afectados por los sectores más dañados, como el turismo y la exportación de materias primas. Y son muy dependientes de los financiamientos externos. El exceso de liquidez y las bajas tasas de interés ayudaron a muchos países emergentes a volver a tomar deuda, pero el África subsahariana no emitió deuda externa desde marzo”. En efecto, el continente africano, una vez más, es el más seriamente afectado. Según las informaciones del Banco Africano de Desarrollo (BAD), la contracción del crecimiento proyectada para 2020 debería representar pérdidas para África que van de 145.000 a 190.000 millones de dólares, en relación a los 2,59 billones de PIB proyectados antes de la pandemia (14). El BAD estima que el año 2021 podría marcar también una caída de 28.000 a 47.000 millones en comparación con las previsiones anteriores. Son especialmente vulnerables los Estados “altamente endeudados y cuya economía reposa en buena medida en los aportes financieros internacionales, que se tornaron muy volátiles”. Estos últimos, en efecto, se atrofiaron considerablemente. Además de los efectos globales del “gran confinamiento” en sus propias economías, la totalidad del Tercer Mundo sufre crudamente los efectos derivados de la crisis que afecta a los países ricos. En especial, la caída brutal de los flujos monetarios y de las inversiones destinadas a los países en desarrollo, en especial los envíos de fondos de los trabajadores emigrados. Uno de los efectos de la globalización, a raíz de la doble relación de circulación entre personas y dinero, es que esos envíos –llamados “remesas migratorias”– crecieron de manera sostenida desde el inicio de este siglo. En 2019 alcanzaron el monto récord de 554.000 millones de dólares, y superaron por primera vez a las inversiones extranjeras directas (IED), las cuales decayeron constantemente en los países en desarrollo durante la última década, tras haber llegado a su punto más alto de 700.000 millones de dólares (15). Por otra parte, desde el cambio de siglo, las remesas migratorias siempre superaron tanto a las inversiones privadas de portafolios de deudas y acciones hacia el Tercer Mundo como a la ayuda pública al desarrollo –muy ampliamente en el caso de esta última, incluso cuando llegó a su récord absoluto en 2019 con 152.800 millones de dólares (16)–. Una deuda cada vez más pesada La contribución de los trabajadores expatriados alcanza o supera el 10% del PIB para muchos países africanos, como Senegal, Zimbabwe y Sudán del Sur (más del 34% en el caso de este último); para las ex repúblicas soviéticas del Cáucaso y de Asia Central desprovistas de riquezas en hidrocarburos (cerca del 30% para Kirguistán y Tayikistán); para Jordania, Yemén, Líbano y los Territorios Palestinos en Medio Oriente; para Nepal (27%), seguido por Pakistán y Sri Lanka (cerca del 8% cada uno), en Asia del Sur, para Filipinas en Asia Oriental y para varios Estados de América Central, como El Salvador y Honduras (más del 20%) y Haití (37%) (17). Ahora bien, el Banco Mundial prevé que en 2020 los envíos de fondos hacia los países en desarrollo bajarán en el orden del 20%, es decir más de 110.000 millones de dólares, por el hecho de que los migrantes son los más afectados por los despidos y las reducciones de salarios. Además, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) estima que las IED destinadas a países de África caerán entre un 25 y un 40% en 2020, después de una baja del 10% en 2019 (18). Para los países en desarrollo de Asia, especialmente aquellos sensibles a las perturbaciones de las cadenas globales de aprovisionamiento, la caída de las IED debería alcanzar entre el 30 y 45%, y hasta el 50% para el caso de América Latina. A todo esto, se agrega el problema creciente de la deuda. Los montos destinados a su reembolso alcanzaron los niveles más altos desde comienzos del siglo (19). En promedio, deberían representar 14,3% de los ingresos de los Estados implicados en 2020, contra el 6,7% en 2010. Algunos enfrentan situaciones dramáticas, como Gabón, donde la deuda absorbe el 59,5% del total de los ingresos públicos, Ghana (50,2%), Angola (46%) o Pakistán (35%). Cincuenta y dos Estados dedican más del 15% de sus ingresos a reembolsar deuda, contra 31 en 2018, 27 en 2017, 22 en 2015... Ante esta situación urgente, los representantes de las finanzas internacionales multiplican las declaraciones de buenas intenciones, afirman la necesidad de aliviar la deuda de los países del Tercer Mundo a causa de la pandemia. Entre ellos, el presidente del Banco Mundial, David Malpass, o su economista jefa, Carmen Reinhart, quien preconiza anulaciones de deudas para permitir que los paí- ses en desarrollo tomen nuevos préstamos (20). Pero la realidad es menos color de rosa, tal como lo explica el Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM): “A raíz de la pandemia, los países del G20 acordaron una moratoria sobre el reembolso de la parte bilateral de la deuda para el período que va de mayo a diciembre de 2020. […] 73 países fueron inicialmente seleccionados, pero solo 42 llegaron a un acuerdo con el Club de París” (21). ¿Por qué tan pocos? Una de las explicaciones sería “el chantaje de los acreedores privados y de las agencias de calificación”. Estas últimas “indicaron que los países que presentaban demandas de moratorias tomaban el riesgo de ver degradada su nota por las agencias de calificación y de ver recortado su acceso a los mercados financieros”. En suma, “esos países deberán reembolsar sumas superiores con menos recursos” (22). Acosados por la crisis, los países del Tercer Mundo solicitan un mayor alivio de sus deudas (23). La revuelta está a punto de estallar. En un artículo publicado por Financial Times, el ministro de Finanzas de Ghana, Ken Ofori-Atta, convocó a los Estados africanos a “tomar la delantera creando un secretariado para coordinar los diversos grupos de intereses y los centros de poder con el objetivo de proponer una reestructuración de la arquitectura financiera global”, a fin de adaptarla “a las necesidades de África y de otros países en desarrollo en el momento en que debemos gestionar la reconstrucción post Covid-19” (24). Otros, como el académico filipino de izquierda Walden Bello, defienden la idea según la cual los países del Tercer Mundo deberían salir colectivamente de dos instituciones fundamentales de la arquitectura financiera mundial: el FMI y el Banco Mundial (25). A fin de cuentas, “el gran confinamiento”, al consolidar la posición de subordinación del Tercer Mundo en el seno del sistema político-económico del mercado mundial, alejará aun más la esperanza de que se pueda salir sin rupturas de la lógica neoliberal, cuya inadecuación a las necesidades de una humanidad inmersa en una catástrofe es cada vez más flagrante. g 1. Sarah Kliff, “How much would Trump’s coronavirus treatment cost most Americans?”, The New York Times, 7-10-20. 2. “The Great Lockdown”, World Economic Outlook, FMI, Washington, DC, abril de 2020. 3. “ILO Monitor: Covid-19 and the world of work. Sixth edition”, OIT, Ginebra, 23-9-20. 4. “Reversals of fortune – Poverty and shared prosperity 2020”, Banco Mundial, Washington, DC, 2020. 5. “From containment to recovery: Economic update for East Asia and the Pacific”, Banco Mundial, octubre de 2020. 6. “Global Humanitarian Response Plan: Covid-19 (April-December 2020)”, OCHA, Ginebra, julio de 2020. 7. “Memoria del secretario general sobre la labor de la Organización – 2020”, ONU, Nueva York, 2020. 8. “Protect the progress: rise, refocus, recover”, OMS y UNICEF, Ginebra, 2020. 9. “Fiscal Monitor: Policies for the recovery”, FMI, octubre de 2020. 10. Daniel Gurara, Stefania Fabrizio y Johannes Wiegand, “Covid-19: Without help, low-income developing countries risk a lost decade”, IMFBlog, 27-8-20. 11. Jeffrey Gettleman, “Coronavirus crisis shatters India’s big dreams”, The New York Times, 5-9-20. 12. Stephanie Findlay, “Suicides rise after virus puts squeeze on India’s middle class”, Financial Times, Londres, 6-10-20. 13. Kristalina Georgieva, “La longue ascension: surmonter la crise et bâtir une économie plus résiliente”, FMI, 6-10-20. 14. “Perspectives économiques en Afrique 2020”, BAD, Abiyán, 30-1-20. 15. “Covid-19 crisis through a migration lens”, Migration and Development Brief, N° 32, Banco Mundial y Partenariado Mundial para el Conocimiento sobre las Migraciones y el Desarrollo (KNOMAD, en inglés), Washington, DC, abril de 2020. 16. “ODA 2019 preliminary data”, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), www.oecd.org 17. “Covid-19 crisis through a migration lens”, op. cit. 18. “World Investment Report 2020: International production beyond the pandemic”, UNCTAD, Ginebra, 2020. 19. “Debt Data Portal”, Jubilee Debt Campaign, data.jubileedebt.org.uk. Véase también “Fautil payer la dette ?”, Manière de voir, N° 173, París, octubre-noviembre de 2020. 20. Larry Elliott, “World Bank: Covid-19 pushes poorer nations ‘from recession to depression’”, The Guardian, Londres, 19-8-20, y Jonathan Wheatley, “Borrow to fight economic impact of pandemic, says World Bank’s chief economist”, Financial Times, 8-10-20. 21. El Club de París es un grupo de acreedores públicos que comprende a la mayoría de los miembros de la OCDE, así como a Brasil y Rusia. 22. Éric Toussaint y Milan Rivié, “Les pays en développement pris dans l’étau de la dette”, CADTM, Lieja, 6-10-20. 23. Jonathan Wheatley, David Pilling y Andrés Schipani, “Emerging economies plead for more ambitious debt relief programmes”, Financial Times, 12-10-20. 24. Ken Ofori-Atta, “Ghanaian finance minister: Africa deserves more Covid help”, Financial Times, 12-10-20. 25. Walden Bello, “The Bretton Woods twins in the era of Covid-19: Time for an exit strategy for the global south?”, Focus on the Global South, Bangkok, 10-10-20. *Profesor en Estudios de Desarrollo en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres. Traducción: Heber Ostroviesky DEUDA EXTERNA El altruismo del torturado por Renaud Lambert* D esde el 1º de abril de 2020, los países en vías de desarrollo contrajeron más de 100.000 millones de dólares de nuevas deudas ante inversores internacionales (1). Ahora bien, los países más pobres no acceden a las tasas de interés mínimas que le permiten a Francia, por ejemplo, gastar menos endeudándose más (2). Para ellos, cada nuevo préstamo implica reembolsos más costosos, que conducen a nuevas solicitudes de fondos. Es bien conocido que ese efecto bola de nieve significa que una parte de las sumas prestadas no serán reembolsadas. ¿Cuáles? En un artículo publicado por la revista del Fondo Monetario Internacional (FMI), cua- tro economistas conocidos por su capacidad para no molestar demasiado a los poderosos aportan elementos de respuesta: “Aunque el sector público sea teóricamente un acreedor privilegiado, la historia muestra más bien otra realidad. Durante la crisis de los años ochenta ligada a la deuda de los países emergentes, los acreedores privados se las arreglaron bien, mientras que los acreedores oficiales acumulaban pérdidas. […] La situación tuvo el mismo sesgo durante la crisis de la deuda europea. […] Este esquema se repitió durante más de dos siglos de financiamientos privados y públicos: los acreedores oficiales cargan con lo esencial de las pérdidas, incluso cuando inicialmente no tengan más que una pequeña parte del saldo pendiente de la deuda, como en Grecia” (3). En este último país, la parte de los títulos de la deuda poseídos por el sector privado –principalmente grandes bancos– pasó de más del 80% en junio de 2010 a alrededor del 10% en diciembre de 2012. Al mismo tiempo, la exposición de los países europeos y del FMI –o sea, in fine, contribuyentes– saltaba del 6% del total al 64% (4). Para los autores del FMI, tal situación ilustra “el altruismo […] del sector oficial frente a los acreedores privados”. g Times, Londres, 28-9-20. 1. Jonathan Wheatley, “Emerging economies tap *Jefe de redacción adjunto de Le Monde diplomatique, París. debt markets but risks pile up ahead”, Financial Traducción: Víctor Goldstein 2. Véase “Cassandre au chômage technique”, en “Faut-il payer la dette ?”, Manière de voir, N° 173, París, octubre-noviembre de 2020. 3. Jeremy Bulow, Carmen Reinhart, Kenneth Rogoff y Christoph Trebesch, “La pandémie de la dette”, Finances et développement, Vol. 57, N° 3, Washington, DC, septiembre de 2020. 4. Cifras de la Comisión Europea, del Ministerio de Finanzas griego y del FMI. | 13 “Pero los Estados han elegido su prioridad –comenta Chateil–: la fluidez del comercio, aunque signifique restaurar la esclavitud en la marina mercante.” En el Día Marítimo Mundial, el 24 de septiembre, el secretario de la ITF advirtió: “Si no llevamos a casa a estos marineros cada vez más exhaustos, habrá más accidentes: mareas negras en nuestras costas, muertes en nuestros mares”. El secretario general de las Naciones Unidas (ONU) también exhortó a los gobiernos a que concedan a la gente de mar el estatus de “trabajadores esenciales” que, por ejemplo, permite al personal sanitario cruzar las fronteras incluso en caso de confinamiento. Su alegato, el segundo desde junio, ¿convencerá a los líderes internacionales paralizados por el miedo al Covid-19? Benito Quinquela Martín, La despedida, 1936 (fragmento) ¿En qué abismo han hundido al mundo las políticas contra el Covid19 para que los marineros del sector comercial se vean reducidos a mendigar que se les conceda al menos el mismo derecho del que gozan las mercancías: poder embarcar y desembarcar? Marineros confinados a bordo La trampa diabólica por Pierre Rimbert* E n octubre de 2020, más de 800.000 de los 1.700.000 trabajadores de la marina mercante quedaron varados, algunos a bordo, con la prohibición de desembarcar, y otros en tierra, con la prohibición de embarcar. Para estos últimos, la ausencia de contrato, y por lo tanto de salario, los condena a la miseria. Para los otros, todavía en el mar, el infierno se hace eterno. Comenzó en marzo, cuando el cierre de la economía asiática, y luego mundial, impidió el relevo de las tripulaciones y comprimió el horizonte de los marineros a las zonas espartanas de los portacontenedores y graneleros –o hacia las cubiertas inferiores de los cruceros–. Mientras que en tierra una parte de la población confinada ordenaba frenéticamente en Amazon simuladores de remo para interiores y colchonetas de yoga, los marineros se ocupaban de transportar esos elementos fabricados en Asia a los puertos occidentales. En un mes típico, cien mil navegantes desembarcarían y otros tantos los reemplazarían. Hong Kong, Singapur o Filipinas son algunos de los puntos clave de esas rotaciones. Pero entre los cierres de puertos y fronteras, las cancelaciones de vuelos, las prohibiciones de desembarco, las medidas de cuarentena, las formalidades administrativas bizantinas, etc., se hacía difícil que una tripulación se presentara en el preciso momento en que otra abandonaba el barco con la seguridad de ser repatriada: desde marzo, sólo se han realizado una cuarta parte de los relevos. Agotamiento físico y mental A bordo, las condiciones de trabajo y de seguridad se fueron deteriorando: “Las horas de descanso se ignoran y son sustituidas por horas de trabajo no remuneradas; los sistemas esenciales de seguridad se descuidan a diario y se reemplazan por inspecciones superficiales a distancia”, detalla un informe de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF) (1). Los medios de comunicación dieron a conocer la situación a principios del verano boreal, cuando todo el mundo aplaudía a los trabajadores anónimos (2) hasta el punto de inspirar al Papa un mensaje específico (17 de junio), y patrones y autoridades prometían una rápida mejora. Pero la situación siguió deteriorándose. En teoría, el Convenio sobre el Trabajo Marítimo de 2006 limita la duración máxima de embarque a once meses. Pero miles de marineros atrapados desde la primavera boreal ya llevan un año y medio a bordo... Obligados a prolongar sus contratos más allá del límite legal, continúan trabajando, a menudo con poco personal y en un estado de agotamiento físico y psicológico tan avanzado que se multiplican las alucinaciones, los ataques de ansiedad y las depresiones. Se han registrado varios casos de suicidio. Sin atención médica, sin descanso, sin contacto con sus seres queridos, sin información sobre su futuro, estos trabajadores –en su mayoría de países con bajos salarios– temen ser marginados si se quejan o dejan de trabajar. Cualquiera que se reporte a las autoridades, explica Jean-Philippe Chateil, secretario general de la Federación de Oficiales de la Marina Mercante de la Confederación General del Trabajo (CGT), “está muerto; no volverá a navegar nunca más: su patrón lo pondrá en la lista negra”. Para obligar a los armadores a repatriar a su personal, habría que autorizar a los inspectores de asuntos marítimos (Port State Control) [Estado Rector del Puerto] a bloquear los buques infractores. Moderno trabajo forzado Mientras tanto, los riesgos de colapso de las rutas marítimas a través de las cuales transita el 90% del comercio mundial empiezan a inquietar a las elites económicas. Por lo general menos preocupado por la suerte de los proletarios, Financial Times, diario de la City londinense, afirma: “Estos trabajadores ignorados que impulsan la globalización merecen un trato mucho mejor” (29 de septiembre) y retransmite el llamamiento de una treintena de empresarios, entre los que se encuentran los de Unilever, Procter y Gamble, Danone y Auchan, instando a los gobiernos a hacer todo lo posible para poner fin a “esta forma moderna de trabajo forzado” (24 de septiembre). Aquí podemos apreciar la deliciosa hipocresía de aquellos contratistas que de pronto se alinearon con las posiciones sindicales, pero que hasta entonces se acomodaban muy bien a la esclavitud moderna practicada en un sector en el que las agencias de “manning”, encargadas de reclutar tripulaciones, son comúnmente consideradas “mercaderes de hombres”. Un sector donde el registro de tres cuartos de la flota mundial bajo banderas de conveniencia de las Bahamas, Panamá, Liberia, etc. ha generalizado la competencia a la baja, social y fiscal. Donde la gente trabaja legalmente catorce horas al día con diez horas de descanso divididas en dos períodos. Donde la tripulación es una variable de ajuste menos importante que el combustible. Saben que la pirámide del comercio mundial descansa, con la punta hacia abajo, en unos pocos cientos de miles de trabajadores filipinos, indonesios, chinos, rusos y ucranianos, al límite de sus fuerzas. Tienen miedo. g 1. “Beyond the limit. How Covid-19 corner- cutting places too much risk in the international shipping system”, International Transport Workers’ Federation Maritime Safety Committee, Londres, septiembre de 2020. 2. Véase Marie-Béatrice Baudet, “Les marins perdus du coronavirus”, Le Monde, París, 19-6-2020. *De la redacción de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Teresa Garufi Edición 257 | noviembre 2020 14 | El Alto Karabaj sufre una nueva escalada militar. El conflicto en torno a esta república autoproclamada, situada dentro de las fronteras oficiales de Azerbaiyán y apoyada por Armenia, amenaza la estabilidad del Cáucaso. El fracaso de las treguas negociadas por Moscú y el apoyo de Turquía a Bakú alejan las perspectivas de paz. Del enfrentamiento interétnico a la geopolítica global El Alto Karabaj en el caldero del Cáucaso por Sergei Markedonov* GEORGIA RUSIA GEORGIA Ku Shaki rá Oleoducto BakúTiflis-Ceyhan (BTC) Gumri Base militar rusa Lago Mingachevir Hacia Bakú Tovuz Represa Vanadzor Mingachevir AZERBAIYÁN Gandja Levlak Shahumian Barda rá Hrazdan Ku Monte Aragats 4.090 m Terter C a d e na d e l M r a v Lago Seván Paso de Sodits Ereván Aras Artashat Vardenis 2.366 m Martakert / Agdara Kelbadjar ARMENIA Alto Karabaj 3.616 m TURQUÍA Stepanakert / Khankendi Berdzor / Lachine Un viejo conflicto... Límite del Alto Karabaj, región autónoma de Azerbaiyán disuelta en 1990 y autoproclamada independiente en 1991 Línea de cese el fuego de mayo de 1994(zonas con minas de ambas partes) Najicheván (Azerbaiyán) Najicheván Distritos reivindicados por las autoridades del Alto Karabaj Goradiz IRÁN Zangelán Ara Enclaves ocupados s Altura superior a 1.500 m Incidentes fronterizos en julio de 2020 azerbaiyanos Shushi / Shusha Kapán ... reactivado Principales bombardeos desde el 27 de septiembre de 2020 Martuni / Khodjavend Hadrut Goris Territorio azerbaiyano ocupado por las fuerzas armenias desde 1994 y vaciado de su población azerí Frontera cerrada Talish Talich 3.724 m armenios Principales zonas de ofensivas terrestres de las fuerzas azerbaiyanas en octubre de 2020 0 25 50 75 km Fuentes: https://caucasus.liveuamap.com; International Crisis Group; Le Monde; Le Figaro. Cécile Marin L a reciente ola de violencia en el Alto Karabaj llamó nuevamente la atención sobre la situación en el Cáucaso. Sin embargo, el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán no es nuevo. La pulseada etno-política en torno a este pequeño territorio del Cáucaso Sur, con una superficie de 4.400 kilómetros cuadrados, fue una de las primeras del espacio postsoviético. En poco más de tres décadas, el enfrentamiento entre comunidades y repúblicas de un mismo Estado, la URSS, se convir- tió en un conflicto internacional con perspectivas de resolución inciertas. La primera fase de este conflicto (1988-1991) puede describirse como un litigio interno entre dos repúblicas federadas. En esa época, la reivindicación principal de Armenia era el miatsum (“la unificación”): la anexión del óblast autónomo del Alto Karabaj (NKAO), que en ese entonces integraba el Azerbaiyán soviético, a la República Socialista Soviética de Armenia. La República de Azerbaiyán, por su parte, priorizaba la preservación de su integridad territorial. Las autoridades soviéticas dudaban acerca de qué partido tomar: ¿perpetuación del statu quo (favorable a Bakú) o afirmación del derecho a la autodeterminación (favorable a Ereván)? Esas vacilaciones favorecieron una escalada de violencia: pogromos antiarmenios en Sumgait (Azerbaiyán) en 1988, luego represalias en Bakú, en 1990; desplazamientos forzados de poblaciones... Las posiciones se radicalizaron. En una segunda fase (1991-1994), el diferendo devino en enfrentamiento armado abierto, primero entre Bakú y los armenios del Karabaj (que Azerbaiyán calificaba de “separatistas”), y luego, con la intervención del ejército regular armenio, en 1993, entre Estados. Un acuerdo de cese el fuego irrestricto entró en vigencia en mayo de 1994. El conflicto ingresó entonces en una tercera fase, que puede calificarse de político-diplomática, durante la cual prevaleció la búsqueda de una solución pacífica. En diciembre de 1994, el Grupo de Minsk, creado con ese objetivo dentro de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), se dotó de una triple co-presidencia: París, Washington y Moscú, quienes desde entonces desempeñan el papel de garantes del proceso de paz. Esta tercera fase terminó en abril de 2016, con “la guerra de los cuatro días”. Por primera vez desde el cese el fuego de 1994, el statu quo se resquebrajó. El entonces presidente armenio, Serge Sarkissian, reconoció la pérdida de 800 hectáreas –un revés acotado que, no obstante, anunciaba la política de reconquista por la fuerza que se observa hoy en día (1)–. Aun así, el marco de negociación permaneció sin cambios: más allá de los intercambios de información sobre los incidentes militares, Bakú y Ereván siguieron negándose a un acuerdo más vasto. Retórica guerrera El conflicto del Alto Karabaj forma parte de la familia más amplia de los conflictos llamados “congelados” del espacio postsoviético. En 1991, la URSS se derrumbó tras la proclamación de independencia de cada una de sus repúblicas federadas. Algunas regiones pertenecientes a esos nuevos Estados reclamaron entonces el mismo derecho a la autodeterminación, o la anexión a alguna otra república. Ese tipo de desafíos surgieron con el Alto Karabaj en Azerbaiyán, pero también en Georgia con Osetia del Sur y Abjasia o en Moldavia con Transnistria. Pese a ser más tardía, la declaración de independencia, en 2014, de las dos repúblicas autoproclamadas del Donbás (Lugansk y Donetsk) puede vincularse a este mismo proceso de fragmentación que siguió a la dislocación de la URSS. Pero la cuestión karabají presenta características específicas. En efecto, los “separatistas” tomaron allí el control de la mayor parte del territorio correspondiente a las antiguas fronteras soviéticas, pero también de los distritos adyacentes (en total, siete: cinco por completo y dos parcialmente). Esos territorios, montañosos y poco poblados, revisten una importancia estratégica crucial. El corredor de Lachín une al Alto Karabaj con Armenia; el distrito de Kelbajar, en el norte, contiene fuentes de agua que abastecen al Alto Karabaj. De modo que antes del aumento de la tensión de este otoño, las fuerzas armadas armenias controlaban alrededor del 13,4% del territorio de Azerbaiyán, según lo reconoce la “comunidad internacional”. Desde entonces, las negociaciones están atascadas, en relación al ordenamiento y la coordinación de tres parámetros: el estatuto de la ex región autónoma, el fin de la ocupación de los distritos adyacentes y la instalación de un corredor seguro entre el territorio del Alto Karabaj y Armenia. Más allá de este rompecabezas territorial, hay que admitir que la salida negociada no tiene buena prensa, ni en la sociedad de Azerbaiyán ni en la | 15 población armenia. Los dirigentes que se arriesgaron a buscar una solución de ese tipo, en muchos casos debieron abandonar sus funciones. Eso ocurrió con el ex presidente armenio Levon Ter-Petrosian, que asumió en 1998 y propuso aceptar un plan de paz escalonado. En 1999, varios altos funcionarios del equipo del presidente azerí Heydar Aliyev, como el ministro de Relaciones Exteriores Tofik Zulfigarov, también debieron renunciar a sus cargos. Y la población azerí sabe hacerse recordar por sus dirigentes: en julio de 2020, cuando aumentó la tensión a lo largo de la frontera armenioazerbaiyana, un grupo de manifestantes se dirigió al Parlamento para pedir la movilización militar (2). Para asentar su legitimidad frente a las antiguas elites, el primer ministro armenio Nikol Pashinian, quien llegó al poder en 2018 gracias a una “revolución de terciopelo”, adoptó una retórica guerrera. Exigió, entre otras cosas, la participación en el proceso de paz de representantes de la autoproclamada República del Alto Karabaj, o declaró, durante una visita a Stepanakert para la inauguración de los Juegos Panarmenios de verano, el 6 de agosto de 2019, que “Artsakh [denominación armenia de la región] es Armenia” (3). Si bien esas ideas ya circulaban antes de él, Pashinian se sintió obligado a hacerlas suyas, siendo que él no combatió en Karabaj en los años 90 –hecho de armas indispensable, hasta ese momento, para quien quisiera imponerse como dirigente nacional–. Internacionalización del conflicto Los enfrentamientos de este otoño superaron en magnitud a “la guerra de cuatro días” de 2016. Fue la primera vez que las ciudades del Alto Karabaj (la capital Stepanakert, pero también Shusha o Martuni) sufrieron bombardeos. Peor aun, los disparos desbordaron sobre el territorio de Armenia. Se produjeron incidentes cerca de la ciudad de Vardenis, en el distrito de Gegharkunik, a ochenta kilómetros en línea recta de Ereván. Las ciudades azerbaiyanas de Ganyá y Mingechevir, a un centenar de kilómetros de la zona de combate, fueron blanco de ataques de las fuerzas armenias. La amenaza de una internacionalización del conflicto fue más fuerte que nunca, sobre todo cuando los dos sectores del ex ꄀ㘀먀 渀℀ 椀挀椀 攀搀 enfrentamiento etnopolítico –el mismo Karabaj y la zona fronteriza– están implicados simultáneamente. Es imposible referirse a la internacionalización del conflicto sin mencionar el papel de Ankara. Arraigado en una solidaridad panturca, el apoyo de Turquía a Bakú no es nuevo. En 1993, Turquía cerró su frontera terrestre con Armenia, y desde entonces, no existe ninguna comunicación por vía terrestre entre ambos países. Entre los Estados vecinos o dentro del Grupo de Esos territorios, montañosos y poco poblados, revisten una importancia estratégica crucial. Minsk, nadie aboga con tanta constancia por la victoria total de Bakú sobre Ereván y Stepanakert. De hecho, Ankara propone una condición previa a todo proceso de negociación: el retiro total de las fuerzas armenias, no sólo de los distritos ocupados, sino también del mismo Karabaj (4). La escalada de este otoño sacó asimismo a la luz el involucramiento de combatientes yihadistas y grupos armados proturcos provenientes de Medio Oriente (5). Aunque algunos de ellos, poco numerosos, hayan participado en las hostilidades del lado azerbaiyano a principios de los años 90, en esa ocasión su papel fue marginal. Su participación, renovada y numéricamente más importante, hace gravitar un riesgo de desestabilización, tanto sobre Azerbaiyán –donde la mayoría musulmana de la población se divide entre chiitas y sunnitas– como sobre sus vecinos, Georgia o Rusia (y muy en particular, sobre sus repúblicas musulmanas del Cáucaso Norte). En comparación con la determinación turca, Rusia actuó con reserva. El presidente Vladimir Putin afirmó que la asistencia militar prometida a Ereván en caso de ataque, en virtud del tratado de seguridad colectiva que vincula a ambos países desde 1992, solo concernía al territorio de Armenia, no al Alto Karabaj. Y si bien el Kremlin intentó una primera mediación, invitando a ambas partes a reunirse en Moscú el 9 de octubre, la tregua negociada entonces nunca entró en vigencia. ¿Por qué Rusia adoptó una actitud tan prudente, cuando en 2008 no dudó en enviar sus tanques contra Georgia, que intentaba reconquistar por la fuerza a Osetia del Sur? En realidad, Moscú no desarrolló una estrategia única para resolver los conflictos caucásicos. Prefiere reaccionar según las realidades del terreno. Contrariamente a Tiflis, que supo adoptar una postura pro-occidental, Bakú no asocia la restauración de su unidad territorial con una retórica antirrusa. Azerbaiyán no declaró aspirar a incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o a la Unión Europea; no lleva adelante una “política histórica” basada en el rechazo total de la experiencia soviética y el cuestionamiento de la victoria común en la “Gran Guerra Patriótica” (contra la Alemania nazi). Por otra parte, ambos países están igualmente ligados por varios acuerdos de cooperación que conciernen tanto a la seguridad transfronteriza como a la energía, la explotación de los recursos del Mar Caspio o los transportes. El Kremlin no querría ver a Azerbaiyán convertido en una segunda Georgia, y en consecuencia, no hace nada por empujar a Bakú hacia la vía del enfrentamiento. No obstante, el fortalecimiento de la cooperación estratégica entre Azerbaiyán y Turquía puso a Rusia ante un dilema. Ankara ya propuso a Moscú el establecimiento de una suerte de “condominio geopolítico” en el Cáucaso Sur, es decir, la extensión del modelo sirio de conciliación de los intereses y las contradicciones al “exterior cercano” de Rusia (6). Por ahora, Ankara no invitó a Moscú a ninguna negociación. Además, el Kremlin no toleraría la derrota de una de las dos partes, y menos bajo la presión directa de Turquía. Eso significaría a la vez una amenaza para su influencia en el Cáucaso Sur y el riesgo de que la inestabilidad de Medio Oriente alcance a sus repúblicas del Cáucaso Norte. Hoy en día, el conflicto de Karabaj es la única cuestión, en Eurasia, respecto a la cual los intereses de Rusia y los de Occidente no se contradicen tanto. Es casi imposible imaginar una declaración común de Donald Trump, Emmanuel Macron y Vladimir Putin sobre cualquier tema. Y sin embargo, en el quinto día de la escalada militar en Karabaj, el 1º de octubre de 2020 (7), los presidentes estadounidense, francés y ruso pusieron sus firmas al pie de un mismo documento... Su preocupación común sobre la amenaza yihadista, así como la desconfianza creciente de Washington, París y Bruselas respecto a Ankara favorecen la convergencia de sus visiones. ¿Será suficientemente fuerte su voluntad, para superar la desconfianza que existe sobre prácticamente todos los demás asuntos? Por ahora, una cosa es segura: en la Bolsa de la geopolítica, el conflicto del Alto Karabaj incrementa su capitalización a simple vista. g 1. Sara Khojoyan y Anthony Halpin, “War may resume at ‘any moment’, Armenian president warns”, Bloomberg Businessweek, Nueva York, 24-4-16. 2. Lenta.ru, 15-7-20 (en ruso). 3. Rosbalt, 8-8-19 (en ruso). 4. “Turkey’s Erdogan says Armenia must withdraw from Azeri lands”, Reuters, 28-9-20. 5. Ria Novosti, 6-10-20 (en ruso); Bethan McKernan, “Syrian rebel fighters prepare to deploy to Azerbaijan in sign of Turkey’s ambition”, The Guardian, Londres, 28-9-20; Kareem Khadder, Gul Tuysuz y Tim Lister, “Rebels from Syria recruited to fight in conflict between Azerbaijan and Armenia, source says”, CNN, 1-10-20. 6. Eurasia Daily, 30-9-20 (en ruso). 7. “Déclaration conjointe des ministres des affaires étrangères français, russe et américain, coprésidents du groupe de Minsk, appelant à un cessez-le-feu au Haut-Karabakh”, Ministerio de Europa y de Relaciones Exteriores de Francia, París, 5-10-20. *Investigador del Instituto de Estudios Internacionales del MGIMO (Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa), jefe de redacción de la revista Journal of International Analytics, Moscú. Traducción: Patricia Minarrieta ꄀ㘀먀 渀℀ 椀挀椀 攀搀 ꄀ一伀嘀䔀䐀䄀䐀䔀匀 一伀嘀䤀䔀䴀䈀刀䔀℀ 䘀䔀䴀䤀一䤀匀䴀伀 夀 䄀刀吀䔀 䰀䄀吀䤀一伀䄀䴀䔀刀䤀䌀䄀一伀 䄀渀搀爀攀愀 䜀椀甀渀琀愀 䈀䤀䜀 䐀䄀吀䄀 圀愀氀琀攀爀 匀漀猀愀 䔀猀挀甀搀攀爀漀 䠀䤀匀吀伀刀䤀䄀 䔀䌀伀一팀䴀䤀䌀䄀 䐀䔀 䰀䄀 䄀刀䜀䔀一吀䤀一䄀 䌀氀愀甀搀椀漀 䈀攀氀椀渀椀 䨀甀愀渀 䌀愀爀氀漀猀 䬀漀爀漀氀 䰀䄀 준倀伀䌀䄀 䐀䔀 䰀䄀匀 䴀䄀一䤀䘀䤀䔀匀吀伀 倀䄀匀䤀伀一䔀匀 吀刀䤀匀吀䔀匀 匀伀䌀䤀䄀䰀䤀匀吀䄀 䘀爀愀渀漀椀猀 䐀甀戀攀琀 䈀栀愀猀欀愀爀 匀甀渀欀愀爀愀 16 | Edición 257 | noviembre 2020 Desde hace diez años, la capital rusa cuida su comunicación. Adepta al marketing urbano de moda, la municipalidad de Moscú busca atraer inversores y ejecutivos de multinacionales, como las otras grandes metrópolis globales. Pero esta política no logra ocultar el control que ejerce el Kremlin ni las crecientes brechas territoriales. La capital rusa limpia su imagen Moscú quiere ser una “ciudad global” por Vladimir Pawlotsky* A Metamorfosis moscovita Zelenograd Sheremetyevo Korolev Anillo circul ar cen tra l (M Balashikha Mos c a ov 2.000 a 4.000 5.000 a 10.000 10.500 a 14.000 Densificación reciente Reutov Moskva City Parque Zaryadye ín e (variación 2010-2020 superior o igual a 50%) irc ula r c Skolkovo Innovation Center a K (B Urbanización reciente de la Nueva Moscú Complejo residencial vertical Zona de actividad Mytishtchi Cir c un vala ci ó n (MKA D) Jimki K) Ts Circulación automotriz Red principal existente Construcción o renovación desde 2010 Transporte público Red ferroviaria existente y estaciones centrales Obras de mejora de la red desarrolladas desde 2010 Líneas de subte existentes Prolongaciones recientes y líneas en construcción Nuevas estaciones de subte (2019-2022) Densidad de población Habitantes por km2 por distrito, en 2020 Zonas no urbanizadas menos de 1.000 Ivantevka l Gran l pie del Kremlin, los turistas –rusos o extranjeros–, levantando sus teléfonos celulares para sacarse fotos, se amontonan sobre el puente flotante del nuevo parque Zaryadye, que sobrevuela el río Moscova. En una síntesis de la flora rusa, este parque integra paisajes de estepa, tundra, bosque y humedal. También tiene una cueva de hielo, un museo arqueológico, restaurantes gourmet, un centro multimedia donde se llevan a cabo proyecciones de películas y exposiciones, un auditorio para 1.600 personas y un anfiteatro al aire libre con una capacidad similar, en el que se realizan, desde la inauguración del parque el 9 de septiembre de 2017, los eventos internacionales más prestigiosos de la capital. En 2018, el parque Zaryadye, orgullo de los ediles, fue incluido en el ranking de la revista estadounidense Time como uno de los lugares más lindos del mundo para visitar. Primer parque público moscovita que se construyó en más de cincuenta años, Zaryadye forma parte de un proyecto de embellecimiento y puesta en valor de la capital ante el mundo que emprendió el alcalde de Moscú, Serguei Sobianin, hace unos diez años. En 2010, cuando asumió su cargo, este ex funcionario federal –seguidor de larga data del presidente Vladimir Putin– se propuso limpiar la imagen de la ciudad para impulsarla en la competencia mundial que libran las grandes metrópolis. En otras palabras, el objetivo consiste en competir con Nueva York, Londres, Tokio o París y convertir Moscú en una “ciudad global”, según el concepto popularizado por la socióloga y economista holandesa Saskia Sassen, quien por otra parte integró el jurado del concurso que seleccionó a los diseñadores del parque. En una economía dependiente del precio –muy volátil– de los hidrocarburos, Moscú debe convertirse en un centro mundial de estabilidad financiera e innovación. Rusia, y sobre todo su plataforma privilegiada para establecer inversiones extranjeras, la metrópolis moscovita, buscan captar los flujos económicos y financieros inter- L) Liubertsy M o scov Kotelniki Vnoukovo Lytkarino Vidnoïe Comuna de Moscú antes de 2012 Nueva Moscú 0 2 4 6 km Ostafievo Fuentes: https://rosstat.gov.ru; http://maps.yandex.ru; Troïtsk Municipalidad de Moscú; Servicio de política urbana y de construcción de la ciudad de Moscú (http://stroi.mos.ru). Hacia el aeropuerto de Domodedovo Nueva Moscú 0 10 km Cécile Marin nacionales al darles asilo a las oficinas centrales y a las filiales de empresas transnacionales, y al desarrollar actividades culturales y el turismo. Construir un relato metropolitano Para eso, es preciso cumplir con una serie de condiciones. Además del respeto a la propiedad privada, un sistema fiscal ventajoso, una burocracia laxa y una sede exclusiva, las empresas transnacionales requieren un entorno urbano atractivo e infraestructuras colectivas de calidad para brindarles a sus ejecutivos. Estos son parte de los miembros de la famosa “clase creativa” –motor de la nueva econo- mía– junto con científicos, ingenieros, artistas, trabajadores de medios de comunicación, educación, salud y justicia. De hecho, el padre de este concepto, Richard Florida (1), visita Moscú. En 2019, fue el invitado de honor del Moscow Urban Forum (MUF), una gran convención sobre cuestiones urbanas que reúne cada año a varios miles de espectadores y a cientos de actores –funcionarios públicos, economistas, urbanistas– de más de cincuenta países. Y que desde 2017 se celebra en... el parque Zaryadye. Desde 2018, la compañía Mosinjproekt, coorganizadora del evento y “brazo constructor” de la municipali- dad (que posee el 100% de la empresa), recurre a los servicios (por 10.000 euros mensuales) (2) de un representante de primera línea: Maurice Leroy, quien ocupa el cargo de subdirector general. El ex diputado del departamento francés de Loir-et-Cher y ex ministro de Vivienda del tercer gobierno de François Fillon (2010-2012, a cargo en ese entonces del Gran París), es el responsable de los grandes proyectos internacionales de la empresa pública moscovita. Leroy supervisó, entre otras cosas, la firma de un programa de cooperación entre Sobianin y el presidente de la Metrópolis del Gran París, Patrick Ollier, el 4 de julio de 2019. El acuerdo permitió que se posicionaran varias de las principales empresas francesas, como Électricité de France (EDF) y Suez. El MUF ofrece así una oportunidad única al gobierno municipal para promover los resultados de su política urbana ante los dirigentes e inversores internacionales. Actualmente, Moscú está cubierta de eslóganes de un metro de alto con letras mayúsculas, que se encuentran en determinadas plazas del centro, y de logos coloridos y floreados. Se instalaron redes wi-fi por todas partes y la identidad visual de la municipalidad pasó a elaborarse en colaboración con la población, a través de aplicaciones disponibles para smartphones. En 2018, en el subterráneo, las pantallas transmitían el canal municipal Moskva 24, en el que, entre dos imágenes de hinchas brasileños haciendo jueguitos en la Plaza Roja durante el Mundial de Fútbol, se veía al alcalde inaugurando infraestructuras de todo tipo: parques, estaciones de subte, rutas, hospitales e incluso barrios enteros en las afueras de la ciudad. Porque construir ya no es suficiente; también hay que comunicarlo mediante la edificación de un relato metropolitano: el de una ciudad en movimiento, conectada a los grandes flujos mundiales. Con esta gran dosis de comunicación, Sobianin pretende pasar la página de la era Yuri Luzhkov, alcalde de la capital entre 1992 y 2010, cuyo balance es duramente criticado en la actualidad. En la mente de los ciudadanos, su mandato quedó asociado a la explosión demográfica de la ciudad. En efecto, en la década de 1990, las empresas constructoras empezaron a obtener permisos de obra sin dificultad alguna. La densidad de la ciudad pasó de 8.280 habitantes por kilómetro cuadrado en 1989 a 10.681 en 2010, una cifra cercana a la de las grandes ciudades asiáticas. Atravesada por las vibraciones de los taladros, Moscú arrastraba también la mala imagen que se había forjado en la primera mitad de los años noventa, cuando la tasa de homicidio se cuadruplicó. Por otra parte, incluso después de que los grupos criminales hubieran cesado los tiroteos en medio de las calles, la ciudad se vio salpicada con regularidad por asuntos de corrupción. El alcalde Luzhkov encarnaba en sí mismo el concepto de conflicto de intereses. Su mujer, Yelena Baturina, con quien se casó en vísperas de su nombramiento como jefe de la alcaldía en 1991, se convirtió en la directora de Inteko, el gigante de la construcción. Baturina se hizo rica durante el mandato de su marido, al punto de convertirse en la primera mujer multimillonaria del país. Asimismo, juntos pusieron en marcha, en un es- | 17 tilo que mezclaba pastiche y modernismo, grandes proyectos relacionados con el patrimonio histórico, que apuntaban a desdibujar la marca del sovietismo por un retorno a los orígenes prerrevolucionarios. La reconstrucción entre 1995 y 2000 de la Catedral de Cristo Salvador, que había sido dinamitada en 1931 por el poder comunista, y la inauguración en 1997 de una estatua del emperador Pedro el Grande, erigido sobre un barco con obenques de bronce, reflejan el gusto dudoso de la época. Pero uno de los aspectos más determinantes de la política de Luzhkov fue la transición de la capital hacia la economía de libre mercado. Bajo su mandato, los espacios comerciales y de oficinas, que prácticamente no existían en la URSS, se multiplicaron. Su principal hazaña fue la construcción, iniciada en 1998, del distrito financiero Moskva City, que hoy cuenta con siete de los diez rascacielos más altos de Europa. Erigido en la orilla del Moscova, frente a los edificios estalinistas de la avenida Kutúzov, donde vivían dignatarios del Partido, este distrito simboliza la entrada de la capital rusa en el grupo de las metrópolis mundiales. Sin embargo, en 2006, con 5,5 millones de metros cuadrados de oficinas, es decir, unos 0,56 m 2 por habitante, Moscú seguía estando muy por debajo de los promedios internaciones. En la misma época, París, por ejemplo, contaba con 4,5 metros cuadrados de oficinas por habitante. La demanda moscovita era tal que el precio anual del alquiler de oficinas por metro cuadrado se disparó. Según un informe de la consultora inmobiliaria británica Knight Frank (3), en 2008 alcanzó los 900 euros, lo que la situó por delante de París (840 euros), Singapur (826 euros) y Dubai (780 euros), pero por detrás de Tokio (1.400 euros) y Londres (1.017 euros). Regreso a la órbita federal Aunque la relativa escasez de superficies de oficinas debilita el atractivo internacional de la metrópolis, su distribución también plantea problemas. Un tercio de los empleos están situados en el distrito central de la capital, que representa menos de un décimo de su superficie (4). A los flujos cotidianos de millones de trabajadores moscovitas se suman los 1,4 millones de trabajadores que vienen de la re- gión de Moscú, es decir, el 30% de su población activa. Entre ellos, algunos viven en las ciudades dormitorio densamente pobladas que limitan con la capital o en las pequeñas ciudades situadas a cien kilómetros de la autopista de circunvalación (MKAD) y realizan trayectos de ida y vuelta de entre cuarenta y doscientos cuarenta minutos por día (5). En los alrededores de las ciudades dormitorio, también empezaron a surgir superficies comerciales, grandes consumidoras de te- Construir ya no es suficiente; también hay que edificar el relato de una ciudad vital, siempre en movimiento. rrenos. En 2010, por ejemplo, el primer local de Ikea abrió sus puertas en Jimki, un suburbio situado al noroeste de la capital, y en 2002, Auchan (la cadena de supermercados francesa) siguió los mismos pasos. Rápidamente, cientos de marcas rusas y extranjeras ocuparon la autopista de circunvalación, en el cruce con las autopistas federales, para maximizar su alcance de mercado. Tras la caída de la URSS, la ampliación del acceso al automóvil particular acarreó importantes reconfiguraciones del tejido urbano. La tasa de motorización aumentó drásticamente, algo raro en una gran ciudad europea a fines del siglo XX. Pasó de 113 a 308 autos por cada 1.000 habitantes entre 1993 y 2016. Y esto sucedió en una ciudad cuyo plano general, en el año 2000, no preveía más de 8,5 millones de habitantes para 2025, mientras que hoy cuenta con alrededor de 13 millones. Consecuencia lógica: el sistema de transporte de Moscú es uno de los más saturados del mundo (6). En 2010, la elección de Sobianin, ex jefe de la administración presidencial (2005-2008) y ex viceprimer ministro de la Federación (2008-2010), marcó una ruptura. Con la designación de altos funcionarios federales al frente de los principales departamentos de la administración municipal, Moscú volvió a estar en manos federales después de dieciocho años de relativa autonomía política. Esta recuperación del control se vio acompañada, algunos meses más tarde, del anuncio de una nueva política urbana voluntarista. El 17 de junio de 2011, durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, el presidente Dimitri Medvedev anunció que quería ampliar las fronteras de la municipalidad y transferir las principales instituciones federales –sobre todo ambas Cámaras del Parlamento y la Fiscalía General– hacia los territorios anexados, en un amplio distrito administrativo, con el fin de liberar el centro de la ciudad de las actividades burocráticas. “Los negocios siempre quieren estar cerca del gobierno, los ministerios y los organismos estatales”, afirmaba Sobianin. El alcalde estaba convencido de que este nuevo territorio sería un imán de inversiones y que constituiría el principal instrumento de su política de reorientación de los flujos de transporte (7). El presidente les pidió a Sobianin y a Borís Gro- mov, entonces gobernador de la región de Moscú, que seleccionaran un territorio para ampliar la capital. Los funcionarios encontraron una “corbata” de tierra de unos 1.480 kilómetros cuadrados sobre un eje sur-oeste que multiplicó el tamaño total de la ciudad por 2,4. El territorio, bautizado “Nueva Moscú”, tenía una población de apenas 232.000 habitantes y prometía a la capital importantes perspectivas de despliegue. Después de esta anexión, aprobada el 1° de junio de 2012, Moscú, con sus 2.561 kilómetros cuadrados (veinticinco veces el tamaño de París intramuros), se convirtió en la sexta ciudad más grande del mundo, con una densidad promedio de 4.919 habitantes por kilómetro cuadrado, es decir, desde un punto de vista puramente estadístico, dos veces menos que antes de la anexión. A las autoridades rusas les gusta comparar la Nueva Moscú con el Gran Londres (1999) o con la Metrópolis del Gran París (2016). En el caso británico, un nivel administrativo suplementario coordina la capital y el gran anillo londinense, y sobre esta estructura, el alcalde de Londres, Sadiq d PREPONDERANCIA ECONÓMICA Ocho por ciento de la población M oscú no es Rusia. ¿De qué capital no se escucha una reflexión parecida? Sin embargo, en este caso refleja en primer lugar una realidad estadística. En 2018, con sus 12,6 millones de habitantes, Moscú, principal ciudad del país, por delante de San Petersburgo (5,3 millones de habitantes), representaba el 8% de la población rusa. Su presupuesto es casi cuatro veces superior al de la ex capital imperial. Dicha preponderancia también se manifiesta en su producción de riqueza, que representa un 21% del Producto Interno Bruto (PBI). En la mayoría de las regiones rusas, las infraestructuras de transporte se encuentran en un estado crítico, la producción está orientada mayoritariamente hacia los mercados loca- les y el turismo apenas existe. Por lo tanto, no es ninguna sorpresa que, en 2013, Moscú concentrara cerca del 60% de las sedes centrales de las filiales extranjeras. Una cifra inferior a la que registraban París (73%), Tokio (70%) o Londres (69%), pero muy por encima de la de las ciudades de estados federales como Fráncfort del Meno (18%) o Nueva York (16%) (1). g 1. Olivier Di Lello y Céline Rozenblat, “Les réseaux de firmes multinationales dans les villes d’Europe centre-orientale”, Cybergeo, N° 678, 20-6-14, https://journals.openedition.org V.P. 18 | d Khan, tiene la mayor parte del poder. Por el contrario, la Metrópolis del Gran París consiste en un dispositivo de coordinación de 131 municipalidades. Estas dos configuraciones difieren mucho del caso moscovita, ya que la capital rusa absorbió, por anticipado, territorios poco urbanizados. Probablemente sería más pertinente compararse con Hanoi, otra ciudad poscomunista que triplicó su superficie en 2008 después de anexar la provincia limítrofe de Hà Tây. Pero esa comparación sería menos prestigiosa... El mito del derrame Para diseñar la organización de este nuevo territorio, el municipio de Moscú lanzó en enero de 2012 una gran competencia internacional, con diez equipos candidatos. El estudio estadounidense Urban Design Associates ganó el concurso y propuso articular doce “bloques funcionales” (industrial, administrativo, comercial, sanitario, educativo, científico, turístico, logístico, etc.) alrededor de un nuevo centro administrativo federal. Este proyecto, que estaba pensado para 1,7 millones de personas y contemplaba la creación de 800.000 puestos de trabajo, preveía conectar la Nueva Moscú con la “ciudad vieja” mediante un sistema de transporte rápido y eficaz. Sin embargo, en su mayoría, estos proyectos quedaron truncos y solo vieron la luz sobre folletos de papel satinado. Sin que fuera anulado oficialmente, el traslado de las instituciones políticas desapareció del programa. Ante la prensa, los funcionarios adujeron que Putin (quien volvió a la Presidencia en 2012) quería darle prioridad a la financiación de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que tendría lugar en Vladivostok en 2012 y a los Juegos Olímpicos de Sochi de 2014. Al no recibir a las instituciones federales, la Nueva Moscú se convirtió en un paraíso para las constructoras. El ballet ininterrumpido de topadoras da cuenta de ello. Las ocho estaciones de subte que se construyeron para unir la ciudad nueva con la red exis- Edición 257 | noviembre 2020 tente cumplen el papel de descomunales generadoras de plusvalía del suelo. Y otras diecisiete estaciones deberían inaugurarse de acá a 2035. Según el Ayuntamiento, ya se dio inicio a la obra de más de 14 millones de metros cuadrados de viviendas y más de 4,3 millones de metros cuadrados de superficies comerciales. La población de la Nueva Moscú pasó de 232.000 personas en 2012 a 404.000 en 2020, lo que supone un aumento del 74%. Para este mismo período, los datos oficiales pronostican la apertura de 170.000 espacios de trabajo. Sin embargo, ya se están observando los primeros casos de congestión de la red. La prensa La densificación urbana se apoya en las nuevas tecnologías, que permiten mitigar posibles conflictos sociales y recabar datos personales. local señala embotellamientos y saturación de las líneas de subte puntualmente en estas zonas, ya que los habitantes van a trabajar al centro gracias a las nuevas estaciones, a las que suelen acceder por minibús. Tras tomar nota del estancamiento del proyecto para trasladar las instituciones, el alcalde de Moscú cambió de estrategia. Mientras que los ingresos fiscales de la ciudad se disparaban (+11,3% entre 2015 y 2016) y que el ministro federal de Finanzas estudiaba la posibilidad de reducir el presupuesto moscovita en beneficio de las demás regiones (8), la capital necesitaba un plan alternativo. Así, en 2017, se formalizó un ambicioso programa de renovación urbana, cifrado en 100.000 millones de rublos (1.500 millones de euros). Su objetivo: demoler cinco mil edificios vetustos. Este parque de viviendas, constituido principalmente por jrushchovkas –edificios prefabricados construidos en serie entre 1957 y 1968, cuando Nikita Jrushchov dirigía la URSS–, comprende 350.000 departamentos en los que viven más de un millón de personas, es decir, aproximadamente uno de cada diez moscovitas. Según el decreto municipal del 1° de agosto de 2017, su destrucción tiene por objeto “dar una imagen moderna de la capital de la Federación de Rusia” y, al mismo tiempo, acompañar “la formación de una estructura policéntrica”. En una entrevista concedida al portal de noticias de economía RBK, el ministro federal de la Construcción, Mikhail Men, anunció la relocación de los habitantes: “En el mismo barrio o cerca, pero se lo prometo: ¡no en la Nueva Moscú!” (9); una manera de admitir disimuladamente el fracaso de esta última. Además, los departamentos tendrán una superficie equivalente a la de los antiguos, pero en edificios mucho más altos (¡de hasta setenta pisos!) (10) y mixtos, es decir, integrados por viviendas, oficinas y comercios. La idea es introducir en barrios, hasta ahora principalmente residenciales, nuevas funciones para “reducir [la necesidad de movilidad de la población y] la ocupación en las infraestructuras de transporte” (11). De este modo, cada barrio debe convertirse en un islote de vida relativamente autónomo –un polo– en el que los habitantes residan, puedan encontrar trabajo y mandar a sus hijos al colegio. Este programa, que fue anunciado un año antes de las elecciones municipales y presidenciales de 2018, suscitó una breve pero enérgica oposición. La municipalidad respondió rápidamente y lanzó, del 15 de mayo al 15 de junio de 2017, una gran consulta popular en la aplicación móvil “Ciudadano Activo”. Haciendo unos clicks en sus smartphones, los habitantes –muchos de los cuales, desde 1992, recibieron gratuitamente un título de propiedad privada de la vivienda en la que residían durante la época soviética– pu- dieron expresarse sobre el destino de su inmueble. Si más de un tercio de los copropietarios se oponía a la demolición, ésta era anulada. El resultado de la votación representó un éxito para la municipalidad: solo el 11% de los edificios registrados se retiraron de la lista de las demoliciones. Así continúa la densificación urbana que comenzó bajo el mandato de Luzhkov. Esta vez, se apoya en las nuevas tecnologías, que permiten mitigar los posibles conflictos sociales y a la vez recabar datos personales (véase “Espejismos de la democracia digital”). A fines de los años 2000, la municipalidad apenas se preocupaba por la “democracia participativa”. Así, por ejemplo, las autoridades falsificaron en masa las firmas de los propietarios de los departamentos para asignar a sindicatos amigos la gestión de los edificios de viviendas de la capital... Los métodos actuales, inspirados en el marketing urbano, no por ello dejan de constituir un incumplimiento. Todos estos proyectos alteran la vida de los moscovitas. Muchos expertos temen que la anexión de territorios y la “renovación” del viejo Moscú, lejos de reequilibrar el esqueleto de la capital, provoquen nuevos problemas. Moscú por sí sola captó el 45% de los 8 millones de nuevos habitantes urbanos con los que cuentan las quince ciudades millonarias rusas desde 1989, y la tendencia no está ni cerca de revertirse. “La vida dinámica y activa de Rusia, en su enorme territorio, no puede concentrarse en unas pocas megalópolis”, indicaba Putin en 2018 en su discurso presidencial ante el Parlamento, con motivo de su investidura. ¿Autocrítica? No precisamente. “Las grandes ciudades deben difundir su energía, servir de apoyo para un desarrollo espacial armonioso y equilibrado de toda Rusia”, agregaba el jefe de Estado(12). Se trata, entonces, de “difundir su energía”... En un contexto de hipercentralización política y presupuestaria (véase “Ocho por ciento de la población”), el mito del derrame parece tener aun un futuro prometedor. g 1. Richard Florida, The Rise of the Creative PROPAGANDA ELECTORAL DIRIGIDA Espejismos de la democracia digital A demás de organizar grandes concursos internacionales de arquitectura, la capital rusa ha incursionado en las últimas innovaciones en materia de “democracia digital local”. El objetivo: conectarse a las últimas tendencias del marketing urbano para romper la imagen de la ciudad soviética monumental, rígida y autoritaria, y unirse al club de las “ciudades globales”. En 2015, el gobierno lanzó la plataforma Internet “Ciudadano Activo”, que hoy cuenta con 3 millones de usuarios, 140 millones de opiniones recogidas y cerca de 4.500 preguntas sometidas a votación. Estas últimas tocan veinticuatro grandes temáticas, como el transporte (“¿Moscú necesita una nueva línea de subte?”), la ecología (“¿De qué tipo de arbustos debe- rían ser los cercos de tal barrio?”), la construcción (“¿Deberíamos hacer más hincapié en los estacionamientos, las áreas de juego o los caniles para mascotas?”) e incluso el deporte (“¿En qué estadio moscovita preferiría presenciar el Mundial de Fútbol de Playa?”). La idea no es someter al voto de los ciudadanos las preguntas más importantes –al contrario– sino de hacerles las preguntas cuyas respuestas son susceptibles de coincidir con los objetivos de las autoridades, contribuyendo así a legitimar el accionar municipal. Para asegurarse de que la plataforma sea utilizada de manera sostenida a pesar de los temas más bien anecdóticos que pone sobre el tapete, la municipalidad les da a los usuarios más asiduos regalos varios: souvenirs, ropa, entradas para espectáculos, tickets de estacionamiento, boletos de transporte, códigos de descuento, etc. Esta estrategia clientelista le permite recabar diversos datos personales. Los cuestionarios no solo no son anónimos sino que, para poder participar de ellos, también hay que proporcionar una serie de informaciones: lugar de residencia y trabajo, correo electrónico, cantidad de hijos, profesión, sensibilidad estética y política, etc. Todos datos que pueden resultar útiles para la propaganda electoral dirigida... g Class: And How It’s Transforming Work, Leisure, Community and Everyday Life, Basic Books, Nueva York, 2002. 2. David Bensoussan, “Quand les Russes recrutent d’anciens députés français”, Challenges, París, 5-1-19. 3. “Global Real Estate Markets – Annual Review and Outlook”, Knight Frank, Londres, 2009. 4. Pascal Marchand, Moscou, Autrement, col. “Atlas Mégapoles”, París, 2010. 5. Alla Makhrova y Roman Babkine, “Metodología para delimitar los límites de la aglomeración moscovita basada en datos de operadores celulares” (en ruso), Estudios Regionales, Moscú, N° 2, 2019, www.smolgu.ru 6. Hélène Richard, “La recuperación del transporte público”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2015. 7. Entrevista en la radio Ekho Moskvy, 17/06/11. 8. Forbes, edición rusa, Moscú, 27-4-19. 9. RBK, 27-2-17, www.rbc.ru 10. Kommersant, Moscú, 29-12-19. 11. Decreto N-497, 2017. Ley del Gobierno de Moscú N 497-PP del 1-8-17, “Sobre el programa de renovación del parque de viviendas en la ciudad de Moscú”. 12. Citado en Jean Radvanyi, “La nouvelle ‘Stratégie de développement territorial’ russe. Entre volontarisme et utopie ?”, Regards de l’observatoire franco-russe, París, 2020. *Doctorando en Geografía en el Instituto Francés de Geopolítica (Universidad de París VIII). V.P. Traducción: Andrea Romero Dossier Manifestación contra Trump, Boston, 18-10-20 (Anik Rahman/NurPhoto) Estados Unidos, nación fracturada Las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020 dejaron en evidencia las fracturas que dividen a la sociedad estadounidense: raciales, políticas, económicas, sociales, de género... Pero estas divisiones no son coyunturales, se remontan a las bases mismas de la nación e ilustran a su vez el repliegue de la potencia estadounidense tras la era Clinton-Bush. Una decadencia que pone en cuestión el lugar de Estados Unidos en el mundo. El orden internacional que viene por Olivier Zajec 20 | ¿Cuándo se jodió Estados Unidos? por Pablo Touzon 24 | La polarización es una falla geológica por Ernesto Calvo 26 Edición 257 | noviembre 2020 20 | Dossier Una nación fracturada Lansing, Michigan, 31-10-20 (John Moore/Getty Images/AFP) Treinta años después del final de la Guerra Fría, la configuración de los equilibrios mundiales y regionales ha cambiado sustancialmente. En este nuevo mundo, la identidad del ocupante de la Casa Blanca y sus decisiones diplomáticas ya no definen todos los equilibrios estratégicos. ¿Qué lugar ocupará Estados Unidos? El orden internacional que viene “ por Olivier Zajec* Guiar al mundo democrático”. Este es el eslogan que resume el programa de política exterior de Joseph Biden. Para precisar el contenido de esta ambición, el candidato demócrata a la elección presidencial estadounidense firmó, en marzo de 2020, una columna titulada “Por qué Estados Unidos debe dirigir de nuevo”. Allí constataba que “el sistema internacional que Estados Unidos construyó con tanta precaución se está resquebrajando”. Y oponía este declive a los triunfos conseguidos por su país –victoria en la Segunda Guerra Mundial, caída de la Cortina de Hierro– que definieron el orden internacional liberal en sus versiones bipolar (1947-1991), y luego unipolar (1991-2008). Ciertamente, el ex vicepresidente de Barack Obama admite que los peores males estadounidenses –desde el fracaso generalizado del sistema educativo hasta la desigualdad en el acceso a la salud pasando por las fallas de la política peni- tenciaria– son hoy de naturaleza interna. Pero afirma insistentemente que la diplomacia sigue siendo una de las fuentes principales de la influencia de Washington y que la relación entre Estados Unidos y el mundo, dañada por la administración Trump, debe ser restaurada con prioridad, “no sólo por el ejemplo de nuestra potencia –escribe–, sino también por la potencia de nuestro ejemplo” (1). Este concepto de restauración y de ejemplaridad impregna toda la plataforma demócrata en materia de política exterior. Sus redactores –en su inmensa mayoría editorialistas estadounidenses mainstream, cuyas contribuciones pasan por el filtro de los expertos Ely Ratner y Daniel Benaim– consideran que el mundo no sabría “organizarse por sí solo”. No habría otra solución que la reconstrucción de un orden en el seno del cual la administración Trump sólo habría constituido un paréntesis destructivo. Entonces, este orden debería ser reconstruido, y no repensado. Esta- dos Unidos, que conserva los planos del edificio original, cuyas bases se mantienen, retomaría lógicamente el triple rol de promotor, maestro mayor de obras y administrador de la copropiedad. En caso contrario, advierten Biden y sus consejeros, “alguien más tomará el lugar de Estados Unidos, pero de un modo que no será beneficioso para nuestros intereses y valores; o nadie lo hará, y esto llevará al caos” (2). El mejor argumento de esta tesis paternalista es, por supuesto, la brutalidad que demostró la administración Trump en una gran cantidad de asuntos, desde el retiro unilateral del Plan de Acción Integral Conjunto sobre el programa nuclear de Irán, hasta la orientación completamente sesgada que le dio a la cuestión palestino-israelí. Sin embargo, por más convincente que resulte para algunos el contraste buscado con la política de Trump, la “restauración” diplomática demócrata descansa sobre tres errores de perspectiva. | 21 En primer lugar, se equivoca en la definición misma de un “orden” internacional, concepto que trata con demasiada frecuencia en términos exclusivamente jerárquicos. Además, no acepta la evidencia de la evolución multipolar contemporánea. Finalmente, este proyecto demócrata deja entender que el conjunto de las acciones de la presidencia de Trump respondería al fracaso o a una lectura errónea de las relaciones internacionales. Este análisis parecería tener todo para triunfar, aunque estaría condenado de entrada por el rápido fracaso de las políticas de “restauración” que pretende. Un “orden” internacional nunca es un bloque, sino un entramado de varios niveles. El primero (“macropolítico”) se basa en el efecto de polarización de las relaciones entre los Estados más potentes, en la medida en que los demás actores van a orientar una parte de su estrategia en función de estos antagonismos entre grandes potencias. Las relaciones actuales entre China, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia ilustran los efectos de atracción y repulsión de este primer nivel. El segundo (“mesopolítico”), implica la existencia de configuraciones regionales político-estratégicas, que presentan regímenes de cooperación y de competición diferentes en función de la identidad y de los intereses de los Estados que los constituyen. Estas configuraciones regionales pueden tener un efecto de filtro que atenúa los efectos de los enfrentamientos entre grandes potencias. Así ocurre, por ejemplo, con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, en inglés), cuyo foro permite en algunos casos que sus miembros conserven sus “opciones abiertas” a pesar de las presiones opuestas ejercidas por Pekín y Washington. Algunas potencias medias encuentran allí la posibilidad de preservar una libertad de acción estratégica defendiendo intereses concretos en su región. Por último, el tercer elemento de un orden internacional descansa sobre la existencia, entre los diversos Estados, de una convergencia de intereses independiente de la geografía. Esto se traduce en acuerdos internacionales relativos a temáticas de interés universal en los planos sanitario, cultural, comercial, tecnológico, securitario, etc. La lista no es exhaustiva. Un enfoque del “todo o nada” Como conlleva varios niveles distintos, un orden internacional está entonces fundado no tanto en la sola noción de jerarquía, sino más bien en el ajuste perpetuo de equilibrios inestables, sujetos a sutiles efectos de cambio, en particular a nivel regional. Ya en 1942, el teórico realista de las relaciones internacionales Nicholas Spykman brindaba una impactante traducción de esta efervescencia: “En un mundo dinámico en cuyo seno las fuerzas evolucionan y las ideas cambian, ninguna estructura legal puede ser aceptada indefinidamente. Preservar el orden de un Estado no consiste en definir de una vez por todas la supuesta solución a todos los problemas, sino en tomar las decisiones que, cotidianamente, allanarán las fricciones humanas, equilibrarán las fuerzas sociales y favorecerán los compromisos políticos. Esto implica decidir, en circunstancias cambiantes, qué es lo que merece ser preservado y lo que debe ser modificado. Preservar el orden de la sociedad internacional es un problema de la misma naturaleza” (3), escribía este crítico del mesianismo estadounidense. La evolución de la sociedad internacional actual ilustra la pertinencia de esta visión que, en lugar de oponer inercias geopolíticas y dinámicas sociales, las reconcilia en el marco de un análisis en movimiento. Treinta años después del final de la Guerra Fría, la configuración de los equilibrios mundiales y regionales cambió de manera fundamental. Estados Unidos, que mantiene una considerable ventaja militar sobre el resto del mundo, debe tener en cuenta la evidente progresión de una China que procede metódicamente y a largo plazo. Junto a los eventuales socios que deseen “subirse al tren exprés del desarrollo chino” –para retomar la fórmula de Xi Jinping, calurosamente aplaudida en 2017 por los participantes del Foro Económico de Davos–, es ahora lo suficientemente fuerte para proponer marcos de socialización geopolíticos y geoeconómicos alternativos a los de Estados Unidos. China, bajo vigilancia desde la administración Clinton y ahora plenamente “emergida”, fue el blanco evidente de las fuerzas terrestres estadounidenses cuando, en 2018, establecieron un nuevo mandamiento de la prospectiva (Futures Command). Esta vez, su misión no era disertar sobre la manera de “conquistar los corazones y los espíritus” en la “guerra global contra el terrorismo”, sino preparar un conflicto armado con un adversario militar de nivel equivalente, en campos de confrontación inéditos como el espacio extra-atmosférico. El aumento de las tensiones es real: Michael O’Hanlon, experto de la Brookings Institution, llama la atención sobre el riesgo ahora plausible de guerras mayores que impliquen a Pekín, que podrían nacer en el marco de crisis localizadas, incluso con objetivos limitados (4). Este ascenso a los extremos puede parecer una fatalidad para quienes se quedan en el primer nivel de análisis del orden internacional. En efecto, si nos atenemos a los conceptos clásicos que generalmente se utilizan para pensar el futuro en este campo, existen principalmente dos posibilidades: el advenimiento de un nuevo equilibrio de bloques entre Washington y Pekín; o el reemplazo de Estados Unidos por China en la cima de la jerarquía de las potencias mundiales en el horizonte de 2050. La primera opción le daría la razón de manera póstuma a Kenneth Waltz, teórico del equilibrio bipolar de la Guerra Fría. La segunda, obligaría a confrontarnos –entre otros– a los análisis pesimistas de Robert Gilpin, teórico de la estabilidad hegemónica, o de Charles Doran, pensador de los ciclos de potencia, que sugieren que el bipolarismo es sólo un unipolarismo retrasado, y que el relevo hegemónico casi nunca se efectúa sin una guerra general. Ambos escenarios resultan bastante convenientes para los partidarios del “liberalismo hege- mónico” (5). Entre los numerosos think tanks que apoyan el “ticket” Joseph Biden-Kamala Harris, el Council on Foreign Relations (CFR) es sin dudas el representante histórico más emblemático de este enfoque. En una obra reciente, cuyo título denota ambiciones analíticas medidas (“El mundo: una breve introducción”), su actual presidente, Richard Haass, propone responder a los nuevos desafíos con recetas que remiten más o menos a las que Henry Luce preconizaba en 1941 en un artículo emblemático que definía la misión del “siglo estadounidense”. “Los países del mundo desean encontrar socios. Evidentemente, los socios tienen que compartir los mismos valores. […] Esto puede no corresponder a la imagen que la gente tiene del mundo y de la acción colectiva –el enfoque del “todo o nada” sugerido por las Naciones Unidas–. Tenemos que pensar cada vez más en la manera de forjar lo que llamo coaliciones de actores voluntarios, capaces y pertinentes, para hacer frente a desafíos particulares” (6), diagnostica Haass, autor asimismo de libros de gestión de empresas. Al sugerir que el orden internacional liberal que desea ver retornar es mejor que los enfoques de la ONU condenados al fracaso, Haass, ferviente defensor de la candidatura de Biden, cree sin dudas demostrar su pragmatismo y su realismo. Sin embargo, el resultado es problemático. En sentido estricto, y contrariamente a lo que sostiene, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no tiene un enfoque “todo o nada”, sino un enfoque todos o nada. Como fue construida –al menos teóricamente– sobre el principio de la igualdad soberana de los Estados, la ONU representa el único foro interestatal internacionalmente legítimo, contrariamente a las alianzas de defensa colectiva geográficamente limitadas como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), o las “coaliciones voluntarias” (coalition of the willing) cuya eficacia instrumental produjo los resultados que conocemos durante estos últimos veinte años en Irak, Afganistán o Libia. Esta legitimidad de la ONU es aun menos sustituible si se piensa que el escenario mundial actual se ve afectado por un doble movimiento multipolar y poliárquico, algo que el autor parece no advertir. Sin contar el hecho de que no duda en resucitar algunos conceptos tan caducos como controvertidos, como el eslogan de una “coalición de voluntarios”, tan preciado por la segunda administración Bush, la lógica del “club de socios” defendida por Haass ilustra principalmente la esclerosis que afecta al concepto de orden liberal democrático, siempre a la espera de una renovación real. Michael C. Williams, entre otros, expuso muy bien el proble- d EE.UU. no percibe la creciente distancia entre el rol que se atribuye y la potencia real de la que dispone. #2 3 Es una publicación de cultura, literatura y política que ofrece una selección de los mejores textos de The New York Review of Books junto con artículos de prestigiosos escritores y académicos argentinos y latinoamericanos. Suscripción y más en rdelibros.com EN KIOSCOS Y ONLINE Edición 257 | noviembre 2020 22 | d ma principal de este enfoque: su incapacidad de pensar el concepto de cambio social en el orden internacional (7). ¿América “primero” o “adelante”? ¿El concepto de multilateralismo, utilizado de manera insistente por los defensores de un orden liberal democrático más representativo, podría constituir una respuesta a las limitaciones de esta tesis en la era multipolar? Emmanuel Macron lo sugiere cuando denuncia el estado de “muerte cerebral” de la OTAN, donde todo debate se ve sofocado por algunos Estados miembro, o cuando intenta, descartando todo juicio de ingenuidad, defender un enfoque más interaccional con Rusia. Pero el multilateralismo invocado por el Presidente francés posee una naturaleza doble. Por una parte, expresa una diplomacia inclusiva y participativa, respetuosa de las soberanías y de sus declinaciones culturales. Pero traduce también, para algunos, una orientación general que postula una creciente superación de las prerrogativas estatales en beneficio de un ideal de gobernanza global. La primera dimensión del multilateralismo se impone en el nivel internacional de manera relativamente consensual porque, lejos de cuestionar el principio de soberanía, se apoya en él para funcionar. La segunda dimensión es, al contrario, objetada por un número creciente de Estados para los que la gobernanza debe quedar reservada al tercer nivel del orden internacional (las temáticas de alcance universal), mientras que los gobiernos deben ser libres, sobre la base de un proceso de deliberación nacional legítima, de poder elegir su destino geopolítico en el primer y el segundo niveles (relaciones con las grandes potencias, configuraciones regionales), en acuerdo con la diversidad de los valores y la organización del diálogo que la ONU –y ninguna otra organización– tiene el deber de reflejar. Este es uno de los principales problemas del discurso liberal-hegemónico que estructura el fondo del orden internacional que Biden se propone restaurar. Aunque el eslogan “Estados Unidos primero” sea en apariencia patrimonio de su adversario republicano, los autores de su programa lo Una nación hicieron propio sin advertirlo. Este fracturada “primero” demócrata no se expresa en términos de prioridad, sino de posición. Ciertamente, no alude a un Estados Unidos ubicado “antes que alguien”, como lo reivindica con crudeza la visión autocentrada de Donald Trump. Pero posiciona, no obstante, a Estados Unidos “delante de alguien”, podríamos decir, debido a que “le corresponde a Estados Unidos marcar el camino”, como escribe Biden. Según él, “ninguna otra nación tiene la capacidad de hacerlo”, simplemente porque “ninguna ha sido construida sobre esta idea [de libertad]”. Esta visión –el orden estadounidense o el caos– se limita a una idea expresada en el 2000 por el subsecretario de Estado estadounidense, Strobe Talbott, para quien, “particularmente en este siglo, Estados Unidos intentó explícitamente y de manera persistente promover a la vez su interés nacional y sus valores nacionales, sin ver ninguna contradicción entre estos dos objetivos” (8). Esto supone que los valores nacionales, producto de una experiencia histórica específica, podrían ser universalmente aplicados. Este excepcionalismo manifiesto no percibe la creciente distancia entre el rol que Estados Unidos se atribuye y la potencia real de la que dispone. Está a punto de volverse inaudible. En la ecuación de las transformaciones internacionales contemporáneas, la exigencia de reconocimiento está, en efecto, en vías de imponerse. Este giro “identitario” no deja de amplificarse desde hace algunos años, ya sea en China, en India, en Rusia, o en el corazón mismo de los bastiones del orden democrático liberal occidental, Estados Unidos y países europeos incluidos. Tras haber vulgarizado el concepto de “fin de la historia” en cuanto terminó la Guerra Fría, Francis Fukuyama diagnosticó su retorno al publicar una puesta en perspectiva bajo el título Identity: The Demand for Dignity and the Politics of Resentment (“Identidad: la exigencia de dignidad y la política del resentimiento”) (9). Aunque se po- Dossier siciona contra lo que describe con razón como un “nuevo tribalismo”, no deja de asociar la noción de identidad a la necesidad de dignidad y de reconocimiento de las comunidades políticas organizadas (estatales o no), ya sea sobre los continentes “nuevos” o en “Occidente”. Por otra parte, constata la fuerza de las dinámicas de fragmentación social en un mundo económicamente globalizado. La consideración de estas nuevas dinámicas sociales que remodelan el orden internacional no aparece en el programa de los dos principales partidos estadounidenses. A decir verdad, es legítimo interrogarse sobre la existencia misma de un programa diplomático del lado republicano. Ya sea en la teoría o en la práctica, ambos bandos se concentran en el primer nivel del orden internacional, el de la competencia en cuanto a la potencia jerárquica. Con diferentes palabras, se contentan con trasponer las consecuencias al segundo nivel, el de las configuraciones geopolíticas y geoeconómicas regionales. De ahí el interés renovado de sus respectivos teóricos por la cuestión de las alianzas (a “reconstruir”, lo que evita repensarlas). En el orden internacional que viene, y que no podría, para unos u otros, quedar en manos de la ONU, Estados Unidos no puede tener otra función más que la de líder de un bando –“Occidente” para el secretario de Estado Michael Pompeo; el “mundo libre”, para los estrategas demócratas, que prefieren esta otra expresión de la Guerra Fría–. Como hemos señalado, sin esta restauración, nos espera el “caos”, según las palabras de Biden. Esta tesis del “todo o nada” subestima o deslegitima los escenarios alternativos de equilibrio del orden internacional. Si se tiene en cuenta la inquietud aguda que afecta hoy a actores de primer rango como Japón o India debido al aumento de la potencia de China en su región, dos actores serían sin embargo capaces, juntos o por separado, de perturbar el escenario bipolar en vías de reescritura. El primero es Rusia, denunciada por el liberalismo hegemónico en Europa o en Estados Unidos, sobre todo porque Trump ensayó un pas de deux sostenido con Moscú desde que asumió la Presidencia. Aunque se le pueden hacer reproches a este país –particularmente desde la apropiación ilegal de Crimea en 2014–, esta situación contrasta con las reflexiones de los diplomáticos estadounidenses realistas de los años 90, siguiendo el ejemplo del republicano James Baker, del que se acaba de publicar una biografía esclarecedora. “Hoy tenemos que cooperar con Rusia cuando sea posible. Y cuando Rusia se oponga a nuestros intereses nacionales, tenemos que enfrentarnos a ella. Pero es triste ver que hay personas en mi partido que lamentan que no tengamos más enemigos acérrimos. Hemos ganado numerosas elecciones durante la Guerra Fría porque éramos el partido de la defensa nacional […]. Y algunos quieren recrear otro enemigo: China, Rusia. No podemos estar de acuerdo en todo con estos países. Pero hoy, ya no son nuestros enemigos; el problema es que podemos convertirlos en enemigos” (10), estimaba Baker, en respuesta a un periodista de Newsweek que lo entrevistaba en 2009 con motivo de los intentos de acercamiento de la administración Obama. Lucha de clases diplomática El bloqueo que denuncia Baker sigue presente en el campo republicano –la personalidad de un John Bolton lo confirma–. Pero la evolución sociológica de este partido, cada vez menos elitista electoralmente, tiene como consecuencia que los guardianes de la llama de la Guerra Fría migran cada vez con mayor claridad hacia el bando demócrata. La definición de la política exterior estadounidense parece en otros términos estructurada por una suerte de lucha de clases. Esta última se ve ilustrada de manera improbable, pero eficaz, por un Trump que adopta el tono de un Dwight Eisenhower para denunciar al complejo militar-industrial estadounidense: “No digo que los militares estén de acuerdo conmigo. Los soldados, por su parte, lo están. La alta jerarquía del Pentágono probablemente no lo esté, sin dudas porque sólo quieren guerras que permitan a todas esas maravillosas compañías que fabrican bombas, aviones y todo lo demás ser felices y continuar siéndolo” (11). Este lenguaje va directo al corazón de los electores de Trump, que prefieren olvidar que este dealmaker (negociador encarnizado) se regocija al mismo tiempo de haber obtenido en 2017 una promesa de compra de material militar por 450.000 millones de dólares del régimen saudita (12). Dadas las circunstancias, estas contradicciones por lo menos groseras, les parecen menos graves que las del campo demócrata, que, en nombre del cambio, pone como caballo de batalla al senador de un paraíso fiscal (Delaware) que votó a favor de la guerra en Irak en 2002. El orden internacional les llama menos la atención que la pauperización desigual de la clase media estadounidense. Quieren que los soldados estadounidenses dejen de perder sus vidas en guerras improductivas. Firmarían sin dudarlo las propuestas de Biden de “hacer que la diplomacia vuelva a ser la prioridad de Estados Unidos” y abandonar las “guerras interminables”, si estas proclamaciones de sentido común no hubieran sido redactadas por las mismas personas que se opusieron a todo cambio fundamental de estrategia en Afganistán durante diecisiete años. Finalmente, les cuesta comprender por qué quienes denuncian la regresión nostálgica que expresa el eslogan “Devolverle a Estados Unidos su grandeza” (“Make America Great Again”) le dan a su propio programa diplomático el título de “Por qué Estados Unidos tiene que dirigir de nuevo” (“Why America Must Lead Again”). La última candidata a una perturbación del escenario bipolar en curso es la Unión Europea, más creíble en este rol que Rusia. Pero algunos de sus propios Estados miembro juzgan más ventajosa la dependencia con respecto a la OTAN que la autonomía estratégica europea –un concepto impuesto por una pareja franco-alemana desunida y que hace rechinar los dientes desde La Haya a Varsovia pasando por Copenhague–. La eventual elección de Biden probablemente no cambiará en nada este panorama. Incluso podría agravarlo. El electroshock Trump ofrecía, al menos para Europa, la posibilidad de retomar progresivamente las riendas de su propio destino estratégico. Pero esta oportunidad no fue aprovechada. Y la probable restauración de una sociabilidad transatlántica si Biden ganara tendría el efecto de incentivar a los aliados a volver sin remordimientos a una era de subordinación estratégica. Queda esperar que las evoluciones políticas democráticas en el continente europeo vengan a perturbar esta “muerte cerebral” que ilustra la focalización excepcional sobre los resultados electorales del soberano estadounidense. Este reflejo revela menos la importancia de Estados Unidos en el orden internacional que la impotencia europea para imaginar otra solución estratégica efectiva. A pesar de las lecciones de la era Trump. g 1. Joseph R. Biden Jr, “Why America must lead again. Rescuing US foreign policy after Trump”, Foreign Affairs, Nueva York, marzo-abril de 2020. 2. Ibid. 3. Nicholas J. Spykman, Americas Strategy in World Politics: The United States and the Balance of Power, Harcourt, Brace and Co., Nueva York, 1942. 4. Michael E. O’Hanlon, The Senkaku Paradox: Risking Great Power War Over Small Stakes, Brookings Institution Press, Washington, DC, 2019. 5. Stephen Walt, The Hell of Good Intentions: Americas Foreign Policy Elite and the Decline of US Primacy, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2018. 6. “James Manyika speaks with Richard Haass about businesses as global entities”, McKinsey Global Institute, Washington, DC, 16-10-20. 7. Michael C. Williams, The Realist Tradition and the Limits of International Relations, Cambridge University Press, 2005. 8. Strobe Talbott, “Self-Determination in an Interdependent World”, Foreign Policy, N° 118, primavera boreal, 2000. 9. Francis Fukuyama, Identity: The Demand for Dignity and the Politics of Resentment, Farrar, Straus and Giroux, 2018. 10. Adam B. Kushner, “James Baker on the return to realism”, Newsweek, Nueva York, 16-1-09. 11. “Trump: Pentagon leaders want war to keep contractors ‘happy’”, Associated Press, 7-9-20. 12. Javier E. David, “US-Saudi Arabia seal weapons deal worth nearly $110 billion immediately, $350 billion over 10 years”, CNBC, 20-5-17. *Profesor de Ciencia Política en la Universidad Jean Moulin-Lyon-III. Traducción: María Julia Zaparart | 23 Edición 257 | noviembre 2020 24 | Dossier Una nación fracturada Detroit, Michigan, 31-10-20 (Brian Snyder/Reuteurs) La excepcional coyuntura que vive Estados Unidos no constituye un paréntesis que pueda cerrarse para restaurar la grandeza perdida. Responde a un profundo proceso histórico, político y social que comienza con el fin de la Guerra Fría y se cristaliza con las presidencias de William Clinton y George W. Bush. Genealogía de un repliegue ¿Cuándo se jodió Estados Unidos? L por Pablo Touzon* a elección presidencial estadounidense de 2020 fue excepcional –algo que a esta altura ya es un cliché–. Sin embargo, la persistente referencia a esta “excepcionalidad” puede opacar cuánto respondió la coyuntura electoral del 2020 a ciclos más largos dentro de la historia política y social de Estados Unidos. El grueso del establishment del Partido Demócrata –entendido este en un sentido más amplio que el estrictamente partidario, en un arco que comprende también a mucha de su intelligentsia presente en la burocracia estatal, mediática y académica– insiste en presentar al fenómeno Trump como una anomalía, un accidente histórico, un desvío en el camino de la nación providencial. Esta percepción tiene consecuencias políticas prácticas: la solución al problema consistiría básicamente en derrotar a Trump y volver al sendero anterior. Algo de esto es perceptible en la dificultad de los demócratas en procesar alternativas y opciones a su propio establishment interno; una “política de la indignación” frente a la monstruosidad de Trump que se sostiene en la denuncia de las miles de transgresiones a la ley y la norma del actual Presidente pero que no pudo, en casi ningún caso, frenarlas. Para los demócratas, el new normal es un old normal. Con este diagnóstico, es natural que su candidato, Joseph Biden, parezca extraído de una elección de 1999: un afiliado al PAMI del círculo rojo demócrata. Ante tal escala de crisis interna, de cualquier manera y a pesar de esos esfuerzos, la pregunta persiste: ¿cuándo empezó la secuencia histórica que termina con Trump presidente sosteniendo una Biblia rodeado de gases lacrimógenos? ¿Qué pasó con el país que había ganado la Guerra Fría y extendido su influencia política, económica y cultural en un nuevo “imperio universal”? O, en clave de Mario Vargas Llosa: ¿cuándo se jodió Estados Unidos? La ruptura final del New Deal Are We Rome? es el título de un libro del periodista y editor Cullen Murphy, expresivo de una pregunta de época. Los años 90 habían consolidado no solamente un triunfo ideológico y político fukuyamista, sino también una práctica institucional a nivel global. La Guerra del Golfo de 1990 fue característica de este tono, una guerra conducida por el espíritu de autorrestricción y límite de la generación política de la Guerra Fría y del trauma de Vietnam, y de la cual George Bush padre era un claro representante. A principios de los años 90, la sociedad estadounidense se proponía disfrutar, finalmente, las mieles de la victoria, la paz y la prosperidad. El clintonismo amanecía con este nuevo sueño, y su triunfo tenía un aire de familia con el de Attlee frente a Churchill en 1945: los que son buenos para la guerra quizás no lo sean para la paz. La ya remanida frase de “Es la economía, estúpido” cristaliza ese deseo noventista. Clinton era un perfecto representante de una generación sesentista que se abría paso en la política estadounidense aceptando en buena medida el nuevo statu quo de la era Reagan: economía de los 80 con cultura de los 60. El axioma de la Tercera Vía. El hermano mayor de una serie de líderes –Tony Blair, Gerard Schroeder– que tenían en su biografía fotos en el “Mayo Francés” pero que aceptaban el carácter eminentemente cultural de su rebelión juvenil. La era Clinton edificó un nuevo | 25 centro político de pos Guerra Fría –un nuevo consenso histórico– sobre esta piedra angular, que marcó el rumbo de muchos partidos populares en Occidente. En clave electoral, el asesor de campaña Dick Morris llamaba a este proceso “triangulación”: vaciar la derecha política incorporando gran parte de su agenda económica, dejándoles tan solo los temas identitarios y “morales”, considerados inapropiables y básicamente reaccionarios y minoritarios. Esta opción trajo consecuencias sociopolíticas que todavía persisten en la demografía electoral: los tratados de libre comercio impulsados por Clinton –en particular el TLCAN (o NAFTA en inglés) en su sección mexicana– y la amplificación del fenómeno del outsourcing de la industria estadounidense en busca de salarios baratos lesionaron y modificaron la vieja alianza entre los trabajadores blancos y el Partido Demócrata. El mismo Donald Trump machacó una y otra vez sobre este punto en su campaña contra Hillary: los Clinton como “traidores de la clase trabajadora”. Era la consumación de la ruptura de la coalición rooseveltiana del New Deal que años después Trump aprovecharía para edificar la propia. El centrismo político en Estados Unidos tuvo en el anticomunismo y la Guerra Fría su gran galvanizador. Incluso en la furiosa década del 60 la izquierda no logró nunca el entrismo que deseaba en el Partido Demócrata (graficada en el enfrentamiento de la Convención Nacional en Chicago en 1968, hoy popularizada en Netflix). Tampoco la derecha extrema al estilo Barry Goldwater pudo penetrar la elite política del Partido Republicano, ni siquiera en los años de Reagan. Ese “centro de gravedad” político de las elites, dispositivo de gobierno antipolarizador, sobrevivió reconvertido en los años 90 a través del clintonismo, y entró en crisis en la década que marcaria el devenir del siglo XXI estadounidense: los años 2000, la era de George W. Bush. Fecha de parto: 11 de septiembre de 2001. La victoria final de Osama Ben Laden La necesidad histórica solo existe en perspectiva. La teleología es siempre, en ese sentido, una ciencia póstuma. El historiador británico Ian Kershaw describió en su extraordinaria obra Decisiones trascendentales –que trata sobre el cúmulo de decisiones que entre 1940 y 1941 modelaron el curso de la Segunda Guerra Mundial– cómo, frente a las coyunturas históricas más extremas, siempre existe una gama de opciones. Alternativas distintas con un mismo grado de aplicabilidad, que hacen que lo que hoy nos parezca inexorable haya sido en realidad fruto de una –o varias– decisiones. La espectacularidad de la coreografía área de Al Qaeda ese 11 de septiembre de 2001 fue, en realidad, mucho menos trascendental que la política que prohijó. El aleteo de una mariposa gigante que habilitó el poder casi absoluto de una Presidencia cuyas decisiones estratégicas transformaron un Imperio y cuyas consecuencias –deseadas o no– llegan hasta el día de hoy. Ni Barack Obama ni Donald Trump hubiesen llegado a la Presidencia de no haber mediado el doble efecto de Irak y la crisis financiera de 2008, hijas de la era Bush. Y probablemente China no hubiese podido transcurrir tan plácida ni rápidamente su propio ascenso a la cima. El atentado terrorista amplió radicalmente el margen de maniobra del equipo neocon. Si Afganistán era la guerra inevitable, Irak fue la guerra deseada. Sobre las ruinas de las Torres Gemelas, Bush construyó su propio unipolarismo, una hiperpotencia que al fin liberada del peso de sus propios aliados podría utilizar el poder militar como herramienta de transformación social. Un Imperio sin instituciones, cuya opus teórica fue la National Security Strategy de 2002. Irak sería el laboratorio de una experimentación de ingeniería social a gran escala: la construcción de una democracia a la americana hecha por marines y corporaciones petroleras. Un cambio radical teniendo en cuenta que históricamente, tanto en Corea en los 50 como en Vietnam en los 60 y en la primera Guerra del Golfo en los 90, Estados Unidos había respondido, bien o mal, a situaciones de conflicto preexistentes, en una lógica de contención más que de acción. La Guerra de Irak (Parte 2) no sólo fue la pretensión utópica de rediseño político de Medio Oriente vía la herramienta militar, sino que también dio forma a una nueva actitud frente al conflicto internacional: Estados Unidos pasó de producir orden a producir desorden. Un revisionismo desde arriba que pasaba a tratar al mundo entero con la misma lógica que a su patio trasero centroamericano. Big Stick para todos. A George W. Bush la Guerra contra el Terrorismo (War on Terror) le permitió organizar con un objetivo común a la federación de derechas que presidía. El Partido Republicano había comenzado desde fines de los 90, luego de la derrota en 1996 frente a Clinton de Bob Dole –al cual se acusó internamente de no ser “lo suficientemente conservador”– un viraje paulatino y consistente hacia la derecha. Pero un vergel de derechas de difícil asimilación común, que iba desde los libertarios hasta la derecha religiosa, desde los neocon gubernamentales hasta los republicanos más tradicionales, del estilo de Colin Powell. Un “centrista” dentro de ese universo, el joven Bush oscilaba entre la apertura hacia el mundo latino y el reaganismo económico, una fórmula a la que llamó “conservadurismo compasivo”. Hasta el 11 de Septiembre no tenia un “mandato” claro: el atentado y lo que siguió le permitieron unificar hacia afuera un movimiento tan multiforme. Sin embargo, los años Bush fueron los de la crisis definitiva del republicanismo centrista de posguerra, incorporados desde el “centro” a la coalición reaganista y cuyo último exponente con poder fue George Bush padre. Los vulcanos de Bush –así se autodenominaron– trasladaron su fobia a los que llamaban RINO –Republicans in Name Only– al interior de la administración, cuyo representante más cabal era el solitario y siempre hostigado Colin Powell. Los sucesivos fracasos de John McCain y Mitt Rommey frente a Obama sólo confirmaron ese diagnóstico, abriendo el camino para la aparición de Trump, que sólo tuvo que patear una puerta que ya estaba podrida. Paradojas de la historia: los sobrevivientes de la vieja elite republicana moderada compartieron el destino de desierto de sus enemigos internos jurados, los neocon (en el fondo, tan insiders como ellos). La War on Terror fue el último consenso estratégico de las elites políticas americanas. Con honrosas excepciones por izquierda y derecha –entre ellas el entonces senador Barack Obama– la casi totalidad del establishment político apoyó la guerra. Y no sólo en Irak, también la “guerra” interna. La Guerra contra el Terrorismo modificó sensiblemente la arquitectura institucional estadounidense. La sanción de la Patriot Act cristalizaba la inadecuación entre el sistema vigente y las demandas de la nueva guerra, una gran dislocación en los usos y costumbres de la democracia estadounidense: Guantánamo, el uso legal de la tortura, la construcción de un sistema de control interno masivo y tecnológico –el Departamento de Homeland Security– y la reeducación de la sociedad a un estado de guerra permanente que le es constitutivamente hostil. Una transformación institucional que no había existido nunca en el siglo XX. Por aquellos días, era un lugar común en los medios estadounidenses sostener que el verdadero triunfo de Osama Ben Laden sólo tendría lugar si sus acciones lograban modificar el “modo de vida americano”. Retrospectivamente, podría decirse que tuvo éxito: la hibris republicana que desató había destruido en una década el sueño de la “Nueva Roma” de la pos Guerra Fría. La política de los outsiders El fracaso de los neocon tuvo como corolario inmediato el desmembramiento de Irak, la expansión iraní sobre esas ruinas, el apogeo de la organización del Estado Islámico y la guerra civil siria: el fin de ese Medio Oriente imaginado en los años 90. El inmenso déficit de la guerra junto con la política de “consumo para todos” y la contabilidad creativa que dio origen a la crisis de las subprime –en términos económicos, Bush hijo solo amplificó el festival desregulatorio estadounidense– reveló todas las vulnerabilidades y límites de la hiperpotencia ganadora de la Guerra Fría. A fines de 2008, la atmósfera era funeraria. Barack Obama y Donald Trump comparten, contraintuitivamente, un origen de fábrica: ambas presidencias nacen de la crisis de una elite y con una nueva conciencia del fracaso, y esta debilidad subyacente en el rol global de Estados Unidos. En ese marco, el repliegue estadounidense fue la constante que unifica a las eras de Obama y de Trump, sea por la vía pacífica en el caso del demócrata (paz con Cuba, acuerdo con Irán, repliegue de Afganistán, Irak e incluso Siria) o por la vía del aislacionismo político y financiero del republicano (el “No voy a pagar más por esto” universal). La idea estratégica consistía en dejar de diversificar la energía en gobernar el mundo y concentrar las fuerzas y el foco en la “contradicción principal”, la pelea por el título contra la potencia que mejor supo aprovechar la economía del mundo pos Guerra Fría diseñado por los mismos estadounidenses: la República Popular China. Obama intentó organizarle un soft landing a la República estadounidense, convertir paulatinamente a Estados Unidos en un país europeo –en un modelo más “británico” de despedida imperial– haciéndose cargo de todas las hipotecas de la era Bush: el colapso económico y social de 2008, las guerras perdidas, la ejecución de Ben Laden y el desmoronamiento del Estado de control del cual los nombres de Edward Snowden, Julian Assange y todas las “leaks” son un muestrario vivo. El objetivo de Trump fue –es– convertir a Estados Unidos en Rusia. Un país gigante, con intereses geopolíticos duros y mercantilistas, pero ya no más un faro civilizacional. Una América desnaturalizada y brutal a la que le amputaron la idea de progreso y que mira con terror a un futuro que ve con ojos rasgados. En términos políticos, la irrupción de Obama salvó al Partido Demócrata de sí mismo: una síntesis viable y carismática de subversión y orden para el cual no se encontró reemplazo. Obama encarnó un aspiracional de ascenso social y reivindicación racial que estiró los límites de la “gentrificada” coalición clintoniana, y el pecado de posibilismo que se le achaca tiene tal vez ese mismo origen. La conciencia de su propia excepcionalidad de base, los “papeles flojos” del recién llegado. La combinación entre su llegada al poder y la crisis de las elites republicanas en los años 2000 radicalizó al “pueblo de derecha” de una manera casi inmediata; de hecho, el Tea Party se fundó como una respuesta a su entronización, el “resistiendo con aguante” de las bases republicanas, apenas comenzado su gobierno. Un proceso que demuestra que para gran parte del electorado estadounidense el concepto de Obama en sí, más allá de cualquier iniciativa en política pública, era el problema. Obama despertó a la Sudáfrica dormida que siempre late debajo de la costra liberal estadounidense. A esa radicalización le faltaba un Mesías, y en eso llegó Trump. Una consecuencia directa y, en el fondo, no tan sorpresiva, de la imposibilidad de la dirigencia republicana para contener o gestionar a sus bases; la representación pura y el fin de todo ejercicio de pedagogía política. Trump es la expresión de la crisis de lo político pero no porque representa poco, sino porque representa demasiado. En realidad, la ola es tan poderosa porque se edificó sobre una crisis política sistémica que abarca a ambos partidos. La de los demócratas, que tras la “excepción Obama” no encuentran más rumbo político que volver una y otra vez a un clintonismo que despierta alergia en los sectores trabajadores blancos industriales pauperizados, y cuya deserción no logra ser del todo reemplazada por el factor étnico. Y la de los republicanos, que tampoco tienen un reemplazo a la “coalición de perdedores” de la globalización –ricos y pobres– organizada por Trump. La historia le reservó ese destino paradojal a un hombre tan intrínsecamente atado al concepto de winner: ser el representante de los losers. Una coalición que es tan exitosa precisamente porque Estados Unidos hace 20 años que está perdiendo, en términos relativos. Perdiendo el que creían su lugar en el mundo y su destino manifiesto: una América nacida para expandir la frontera, y que así lo hizo desde las 13 colonias a la unipolaridad pos caída del Muro, y que desde Irak solo se contrae, mientras su nuevo rival, China, hace precisamente lo contrario. Trump es el nombre de ese trauma. El gran mérito de Trump es ése: escenificar una victoria de lo que en el fondo es una derrota. Es más actor que Ronald Reagan, porque la victoria en su Guerra Fría es solo simulada. Y más allá de los conteos interminables y del resultado electoral, en el contexto de una pandemia, 200.000 muertos y miles de escándalos indican que el magnate sigue marcando el ethos de su época. Su sentido profundo. Parafraseando a Margarita Stolbizer, el presidente americano podría pararse sobre las ruinas de su propio sistema político y proclamar: “Yo ya gané”. g Los años Bush fueron los de la crisis definitiva del republicanismo centrista de posguerra. *Politólogo. Editor de Panamá Revista. Coautor de La Grieta Desnuda, Capital intelectual, 2019. © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur Edición 257 | noviembre 2020 26 | Dossier Una nación fracturada Enfrentamiento entre partidarios de Trump y Biden, Nueva York, 24-10-20 (John Lamparski/NurPhoto/AFP) El resultado de la elección estadounidense es un baldazo de agua fría. La mitad del país votó por un candidato racista, xenófobo y misógino, que gobernó para el 1% más rico. Pero la historia demuestra que las fracturas que la elección ilustra son en realidad parte constitutiva de la nación. Una larga tradición racial, religiosa y política La polarización es una falla geológica por Ernesto Calvo* L uego de cuatro años de crecimiento, colapso, crisis económica y emergencia sanitaria, el voto de la elección presidencial de este año en Estados Unidos reproduce fielmente la distribución territorial del voto del año 2016. Si no hubiéramos realizado ninguna encuesta electoral y simplemente hubiéramos reproducido los porcentajes de votos obtenidos por demócratas y republicanos hace cuatro años, los resultados estarían considerablemente cerca. En efecto, la polarización en Estados Unidos es de tal magnitud que ha llevado a que los “verdaderos” independientes sean una pequeña minoría, una especie en riesgo de extinción. Entender el origen de esta polarización, o quizá la versión ecléctica que propongo a continuación, explica la continuidad electoral. Para quienes vivimos en Estados Unidos y creemos en la importancia de la tolerancia política, las reglas democráticas, la diversidad social y la igualdad económica, los resultados de la elección 2020 son un baldazo de agua fría. A diferencia de 2016, no podemos aducir que quienes votaron por Donald Trump lo hicieron por desconocimiento de sus preferencias, intenciones y aspiraciones presidenciales. La mitad de Estados Unidos ha votado por un candidato racista, xenófobo, misógino y que gobernó para el 1% más rico del país. No hay chances de reinterpretar la “vaguedad” del discurso de Trump en forma benévola. A diferencia de la elección 2016, el votante trumpista del 2020 se hace radialmente propietario del discurso autoritario y ha internalizado sus políticas. Un tercio de los republicanos votó a su candidato porque comparte las mismas preferencias. Otro tercio, el voto evangélico, apoyó a Trump porque sus fallas “personales” son menos importantes que la legislación y la política pública con que se les retribuye. El último tercio, el voto nostálgico, votó a Trump porque ser racista, xenófobo, misógino y pro-rico es simplemente un efecto colateral de volver a la “América” de 1950 en Make America Great Again. Pero, ya sea por creencia o por complacencia, la mitad de Estados Unidos ha apoyado a un candidato que cuando miente no esconde que está mintiendo, porque la mentira es simplemente una forma más del ejercicio del poder. No es la primera vez que pasa. Posiblemente tampoco será la última. Pero el discurso profundamente antidemocrático había perdido las credenciales que tuvo en el período de entreguerras. La “casa dividida” El 16 de junio de 1858, durante la campaña electoral que lo llevaría a la Presidencia, Abraham Lin- | 27 coln pronunció uno de sus discursos más celebrados, en el cual afirmó: “Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse”. A pesar de las reminiscencias martinfierristas, la metáfora de Lincoln no advertía a quienes lo escucharon sobre los riesgos de pelearse entre hermanos. Nadie devora desde afuera a la “América” de Lincoln, y la unidad no se resolvía en una partida de truco. Entender por qué esa casa “no puede sostenerse” es una ventana a la estabilidad histórica de los clivajes sociales de Estados Unidos. Es también lo que explica que el mapa de los estados esclavistas sea hoy, luego de más de 160 años, una buena proyección de los votos que Trump y Biden obtuvieron en la última elección. El sur profundo es hoy el sur republicano, el sunbelt. El norte profundo es hoy el norte demócrata, por encima del rustbelt. La pregunta sobre la continuidad de estos quiebres territoriales, religiosos, raciales e ideológicos es el material con el cual se escriben las novelas. El discurso de Abraham Lincoln daba cuenta de un problema fundacional en la formación de Estados Unidos. Los estados del Sur y del Norte no se distinguían simplemente porque los primeros tenían “esa peculiar institución” que era la esclavitud. La Constitución que entró en vigor en 1789 les otorgó a los estados esclavistas protección constitucional al tiempo que prohibió la creación de nuevos estados esclavistas. Los hacendados del sur, sin embargo, querían expandirse hacia los territorios del oeste y moverse libremente en el norte con “su propiedad”. La expansión de su “propiedad” estaba limitada por la misma Constitución que garantizaba sus privilegios. La libre movilidad de los terratenientes del sur, hacia el norte y hacia los territorios del oeste, buscó reintroducir la esclavitud en regiones en las cuales estaba constitucionalmente prohibida. La “casa dividida” es literalmente el mapa de Estados Unidos. La línea divisoria, sin embargo, era porosa y no podía separar a sus habitantes. Luego del intento del presidente James Buchanan (1857-1861) de autorizar la transformación del territorio de Kansas en un estado esclavista, la tensión constitucional era imposible de resolver. Estados Unidos se transformaría en un país de esclavos o de hombres libres, pero no podía ser ambos, ese era el corolario del discurso de Lincoln. Una casa dividida contra sí misma no se puede sostener. La gran unificación no fue una partida de truco sino una guerra civil con más de 800.000 muertos. Las enmiendas constitucionales que destruyeron las formas institucionales de la casa dividida son también ahora parte de los mitos fundacionales de la democracia en Estados Unidos. El gran desalineamiento que no sobrevivió Durante más de 30 años luego de la guerra civil, el Partido Republicano controló la totalidad de las instituciones federales. Los demócratas en el sur, mientras tanto, reconstruyeron sus mitos fundacionales y pusieron las Legislaturas estaduales a construir el entramado legal de la segregación racial. El nuevo sur consolidó sus leyes de Jim Crow a través de una decisión de la Corte Suprema en 1896, utilizando la violencia legal y extra-legal al servicio de la política. Hacia 1920, Make America Great Again describía la “América” que existió en 1850, tal y como fue enarbolado en los carteles del Ku Klux Klan en sus apariciones públicas. Mucho se ha hablado de la decisión de Trump de utilizar un eslogan que fue popularizado por el supremacismo blanco de principios del siglo XX. El mismo hilo conductor: nostalgia y racismo. A partir de 1950, el sur demócrata segregacionista chocaría contra el norte demócrata anti-segregacionista. El ascenso político del movimiento por los derechos civiles, liderado por Martin Luther King, forzaría un realineamiento que devolvería coherencia a las divisiones políticas entre demócratas y republicanos. Entre 1950 y 1970, el sur demócrata y segregacionista se transformaría en el sur republicano formerly known como segregacionista. El realineamiento del sur unificó clivajes raciales, religiosos y económicos que la guerra civil y el segregacionismo habían separado. Con la desaparición de los “blue dog democrats”, Richard Nixon, Ronald Reagan, George Bush (padre), George Bush (hijo) y Trump fueron versiones cada vez más sinceradas de las preferencias de su partido. El viejo norte y la costa oeste, por su parte, se tornaron, bajo dominio demócrata, versiones cada vez más claras de una América socialmente diversa y económicamente desigual. No es white fragility La historia de Estados Unidos me hace dudar de los argumentos que explican el giro a la derecha como la reacción a la pérdida de estatus económico (“white fragility”) y la nostalgia del poder perdido por las mayorías blancas. El racismo y la violencia del trumpismo podrían ser interpretados como una reacción a la pérdida del estatus mayoritario y privilegiado del votante masculino blanco sólo si ese mismo racismo y esa misma violencia no hubieran sido comunes en sus años mozos, cuando el hombre blanco fue rey. El racismo y la violencia del supremacismo blanco son menores hoy que en los tiempos del segregacionismo y el estatus dominante de las mayorías blancas no estuvo acompañado de “benevolencia” racial sino de formas extremas de violencia y odio que incluyeron cientos de linchamientos y masacres. Decía Mark Twain que los dos momentos más importantes en la vida de los seres humanos son el momento en que nace y el momento en que descubre para qué. Ese descubrir “para qué” describe la imagen del “hombre protestante” que tiene una misión en la vida y es respetado por cumplir sus objetivos. Pero las formas del trumpismo son formas del sometimiento al poder político, no del descubrimiento de un “segundo día”. Es cierto que entre los movimientos supremacistas blancos la expectativa de una guerra racial que devuelva a Estados Unidos a su grandeza de otras eras proyecta también imágenes de masculinidad e importancia que contrasta con la impotencia, la caída en ingreso y la vulnerabilidad del votante blanco rural. Pero la imagen de ese votante blanco rural fue vilificada también por las mayorías blancas de los años 50. Lo característico de esta nueva fragilidad blanca no es el contenido racial sino el discurso anti-elite. En el fin de campaña electoral, los movimientos de las milicias en Michigan, el acoso a los militantes de Joseph Biden, la presencia de paramilitares armados en marchas o custodiando monumentos de “héroes” segregacionistas fueron la representación política de ese “segundo día” del trumpismo más intenso. El fantasma de actos de violencia no describe tan sólo el uso del aparato estatal y el Departamento de Justicia para iniciar causas legales contra oponentes demócratas, lo cual ha sido abiertamente solicitado por Trump, sino también la activación de un militante de derecha autoconvencido del rol histórico que le corresponde jugar en este momento de la historia de Estados Unidos. Cuando el desempleo se había reducido a 4,5% de la población económicamente activa, tan solo 9 meses atrás, el discurso supremacista y xenófobo marchaba por Charlottesville (Virgina) diciendo “no seremos reemplazados”. El canto no era una demanda por inclusión, ingreso y empleo, sino un acto de violencia en busca de argumentos. Trump 2.0 En contraste con las encuestas y los vaticinios auspiciosos de los últimos dos meses de campaña, el resultado de la elección fue similar al 60/40 proyectado por el estadístico Nate Silver en septiembre y no al optimista 90/10 de los últimos días. Los “fundamentals” de las elecciones fueron considerablemente más importantes que el coronavirus o el 15% de desempleo de estos últimos meses. La historia de Estados Unidos se hizo más presente que la coyuntura y las largas tradiciones raciales, religiosas y políticas ganaron la pulseada contra los shocks de época. La historiadora Doris Kearns Goodwin cuenta en su libro Team of Rivals que Abraham Lincoln, durante la campaña electoral, fue interpelado por un votante demócrata pro-esclavismo que le preguntó si pensaba ir a la guerra contra los estados del Sur. Lincoln le respondió que no era esa su intención, pero que esperaba que los esclavistas del Sur supieran que los anti-esclavistas del Norte tenían los números a su favor. Esa respuesta, “recuerden que somos más”, era lo que uno demandaba de esta elección. No es un consuelo saber que el voto popular fue ganado por los demócratas por quinta vez en seis elecciones. No es suficiente saber que los sesgos en el Colegio Electoral y en el mapa político pueden permitir que gane la Presidencia un candidato que obtiene una minoría de votos. Como señal histórica, uno hubiera esperado que la condena al racismo y la intolerancia política se impusiera por una diferencia más contundente. g Lo característico de esta nueva fragilidad blanca no es el contenido racial sino el discurso anti-elite. *Profesor de la Universidad de Maryland. © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur “Estados libres, estados esclavistas, indecisos”, mapa de EE.UU. publicado en 1857 en William Chambers, American Slavery and Colour Edición 257 | noviembre 2020 28 | En todos los mares del mundo Delimitaciones marítimas Zona económica exclusiva china (exceptuadas las zonas disputadas) Altamar Millones de horas de pesca en 2016 Intensidad de actividad de la pesca china1, en 2016 (5 primeros países) Francia Italia España Taiwán Nula Baja China 16 0 2 Fuente: Global Fishing Watch. Alta 1. Incluida la pesca no declarada. Fuente: Sea Around Us, Universidad de Columbia Británica (www.seaaroundus.org/data). Cécile Marin Nadie sabe con precisión cuántos buques posee la flota pesquera china. Pero no existe duda alguna de que supera a todas las demás, tanto en envergadura como en radio de acción. Para Pekín desempeña un papel crucial, alimentando a su población mientras ocupa espacios en el tablero geopolítico. Una armada en el mar El poderío de la flota pesquera china por Ian Urbina*, enviado especial P ara cualquiera que navegue en altamar, el poderío y la temeridad de la flota pesquera china se imponen como una evidencia. Embarcados en 2019 durante una semana en una unidad de la policía marítima de Gambia que patrulla a más de 150 kilómetros de las costas, fuimos testigos de cómo se inspeccionaba a quince buques extranjeros acusados de violaciones al derecho laboral y de pesca ilegal. Todos, excepto uno, eran chinos. Poco tiempo antes, durante un mes en un palangrero que había dejado el puerto chileno de Punta Arenas para ir a pescar merluza austral en el Océano Antártico, no nos cruzamos prácticamente con nadie en nuestra ruta, salvo cerqueros (1) chinos, aproximadamente una docena, en un estado de avanzado deterioro. En agosto de 2020, más de 340 buques pesqueros chinos fueron detectados en las inmediaciones de la reserva marina de las Islas Galápagos, frente a las costas de Ecuador, cuya fauna excepcional figura en el patrimonio mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (2). La mayoría de ellos habían sido alquilados por armadores vinculados a actividades de pesca ilegal, tal como lo reveló el Center for Advanced Defense Studies (C4ADS) (3). Ya en el verano boreal de 2017, se había visto merodear en torno a ese santuario marino a una flotilla china de dimensiones semejantes. Un barco había sido capturado con alrededor de 300 toneladas de pesca ilegal a bordo, entre ellas especies amenazadas, como el tiburón martillo. El descubrimiento reciente de ochocientas traineras chinas presentes ilegalmente en aguas norcoreanas podría explicar la desaparición de más del 70% de los calamares que antes vivían allí en grandes cantidades (4). Enviando a esas aguas prohibidas una armada de buques industriales, China no sólo empobreció los recursos pesqueros; expulsó también sin miramientos a los pequeños barcos norcoreanos que navegaban allí. Esta presencia naval, otrora invisible, pudo ser detectada por el sitio Global Fishing Watch, gracias a una nueva tecnología satelital. Consultado sobre esta revelación por la cadena NBC, el ministro de Relaciones Exteriores chino no lo confirmó ni lo desmintió. Se limitó a responder que su país hacía “respetar estrictamente” las resoluciones del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que prohíben la pesca extranjera en aguas norcoreanas, y castigaba “sin descanso” las prácticas ilegales. Un despliegue intimidante Animados por su superioridad numérica y por los agentes de seguridad armados que viajan a veces con ellos, los buques chinos se muestran a menudo agresivos con sus competidores o cualquier embarcación considerada una amenaza. Lo sufrimos en mayo de 2019. Deseando constatar con nuestros propios ojos su presencia ilegal en el Mar del Japón, nos embarcamos, a cambio de una retribución, en un barco surcoreano de pesca de calamar. El capitán era un hombre bajito, enjuto, de aproximadamente 70 años, de ojos muy hundidos y piel apergaminada. La mañana de la partida, todos los miembros de la tripulación contratados para la ocasión desertaron. Explicaron que no querían involucrarse en un informe periodístico sobre Corea del Norte ni acercarse demasiado a pescadores chinos. El capitán dijo estar dispuesto a continuar la expedición con la asistencia de su segundo, en la medida en que aceptáramos condiciones de viaje un poco más caóticas y menos confortables que lo habitual, y que estuviéramos dispuestos a ayudarlo cuando nos lo solicitara. Sobre las condiciones de viaje, no nos había mentido. Nuestra embarcación –un barco de madera de unos veinte metros de eslora– no había podido ser limpiada desde su última salida al mar. Un fuerte olor a carnada podrida flotaba en el puente, al que los desechos de la pesca anterior tornaban tan resbaladizo como una pista de patinaje, y los sectores reservados a la tripulación estaban cubiertos de basura. Para colmo, el motor se detuvo cuando nos encontrábamos a varios cientos de kilómetros de la costa, y no fue sino al cabo de un angustiante suspenso de dos horas que pudimos reanudar el viaje. La primera noche, apenas comenzó a oscurecer, nuestro radar nos señaló la proximidad de un barco. Acelerando a fondo, logramos alcanzar lo que resultó ser no uno, sino una veintena de buques, que avanzaban en fila india en dirección a las aguas territoriales norcoreanas ignorando las resoluciones de la ONU. En todos ellos flameaba la bandera china, y ninguno había encendido su transpondedor, tal como lo exige sin embargo la reglamentación surcoreana. Durante aproximadamente cuarenta y cinco minutos de observación, grabamos videos y registramos los números de identificación de los barcos, y luego decidimos enviar un dron por encima de ellos para verlos más de cerca. La reacción china no se hizo esperar. Uno de los capitanes hizo sonar su sirena de niebla y parpadear sus luces de navegación, antes de desviar súbitamente su trayectoria para dirigirse hacia nosotros. Mientras manteníamos nuestro rumbo, siguió acercándose. Finalmente, cuando estuvo a menos de diez metros, nuestro capitán cambió de rumbo rápidamente para evitar la colisión. Lo que fue suficiente para el viejo capitán. Considerando demasiado peligroso permanecer mucho más tiempo, dio media vuelta en dirección al puerto. Durante las ocho horas que duró el trayecto, parecía agitado y se mantuvo asombrosamente silencioso, salvo para murmurar de vez en cuando: “Realmente no bromean...”. Durante ese tiempo, los pescadores chinos, sin alterarse, continuaron su ruta hacia las aguas norcoreanas. | 29 Subsidiando masivamente su pesca, China dio origen a una flota monumental y poderosa, capaz de sacar provecho de la debilidad de las reglamentaciones para desarrollarse al margen de todo control. Pero también infundió a sus marinos una ambición, una voluntad y una audacia que muy pocos Estados –y mucho menos sus capitanes de pesca– osan o pueden cuestionarles. ¿Para qué un despliegue semejante? Para China, se trata primero de colocar a sus peones en el tablero mundial y garantizar su seguridad alimentaria. Frente a las costas de África Occidental y de la Península Arábiga, pudo ocupar el lugar dejado vacante por la marina de guerra estadounidense e intensificar su actividad pesquera. Paralelamente, en el Mar de la China Meridional y a lo largo del Paso del Noreste, reivindica la soberanía sobre corredores de navegación muy preciados, así como sobre yacimientos submarinos de petróleo y gas. “Con una flota tan gigantesca y tan agresiva, China claramente maneja las riendas”, comenta Greg Poling, director de Asia Maritime Transparency Initiative en el seno del Center for Strategic and International Studies, en Washington. E intimida: son pocos los países que se atreven a responder cuando sus barcos incursionan en sus aguas territoriales. China debe también alimentar a sus 1.400 millones de habitantes. Como la mayoría de los stocks de pescado que bordean sus costas se redujeron por efecto de la sobrepesca y la industrialización, sus buques se ven obligados a aventurarse cada vez más lejos para llenar sus redes. Según un reciente informe del Stimson Center, un think tank estadounidense que trabaja en cuestiones de seguridad, los aproximadamente 2.600 buques de pesca de altura informados por China (5) representan el triple del conjunto de las flotas de los cuatro países que se ubican detrás de ella, a saber, Taiwán, Japón, Corea del Sur y España. Y se trata de una estimación baja: en un informe de junio de 2020, el Overseas Development Institute británico estima la flota en alta mar china en 16.966 buques (contra 13 a mediados de los años 1980). Una potencia que, según Poling, debe todo a los subsidios: “Sin este maná, no sólo la flota sería infinitamente más modesta, sino que no podría estar presente en el Mar de la China Meridional”. Demasiados barcos en el mar En un correo electrónico, Tabitha Grace Mallory, profesora de la Universidad de Washington y especialista en políticas pesqueras chinas, nos detalla los sistemas de ayuda implementados estos últimos veinte años por Pekín. En 2018, sus subsidios representaron 7.200 millones de dólares, sobre un monto total estimado en 35.400 millones a nivel mundial. Según Mallory, estos fondos tienen un efecto globalmente “nocivo”, en la medida en que sirven para extender la flota en lugar de reducirla, especialmente a través de subsidios para la compra de combustible y la puesta en servicio de barcos adicionales. Inversamente, sólo una muy pequeña fracción financia el desmantelamiento de los barcos al final de su vida útil. Los subsidios contribuyen también a la renovación de los motores y la adquisición de cascos de acero más duraderos para las traineras. Cubren además una parte de los costos que ocasiona el estacionamiento, en los mismos lugares de pesca, de agentes de seguridad armados y de buques hospitales con el fin de que los capitanes puedan permanecer en el mar mucho más tiempo. Finalmente, los marinos chinos gozan de la información suministrada por el gobierno para localizar las zonas más abundantes en peces. Para el investigador Daniel Pauly, director del proyecto Sea Around Us del Institute for the Oceans and Fisheries de la Universidad de Columbia Británica, el apoyo estatal “desempeña un papel importante en el agotamiento de los recur- Son pocos los países que se atreven a responder cuando los barcos chinos incursionan en sus aguas territoriales. sos pesqueros, ya que permite mantener en operación buques que deberían ser desguazados”. Un punto de vista compartido por numerosos expertos: mientras la sobrepesca se vuelva posible con ayudas financieras, el objetivo de una pesca sustentable seguirá siendo inalcanzable. Entre los stocks de pescado comercializados que controla la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 90% se ven ya afectados por la sobrepesca, e incluso se agotaron –es decir que ya no tienen la capacidad de regenerarse–. Tal como ocurre particularmente con las diez especies más consumidas en el mundo. China está lejos de ser el único país que subsidia a su flota a fuerza de millones. Más del 50% de las actividades de pesca mundiales no serían rentables en su escala actual sin el apoyo estatal del que gozan (6). En la pesca en altamar –esas zonas oceánicas que no están bajo la jurisdicción de ningún Estado–, Japón es el más generoso, con 841 millones de dólares de subsidios, es decir, aproximadamente el 20% del total mundial. España, por su parte, representa el 14% de los subsidios a la pesca en altamar distribuidos en el mundo, seguida de China (10%), Corea del Sur y Estados Unidos. Pero en lo que respecta al número de buques en actividad, China supera en gran medida a todos los demás países. En 2014, podía jactarse de realizar más del 35% de la pesca mundial declarada en altamar. En comparación, Taiwán, con 593 buques, representaba aproximadamente el 12% de esa pesca, y Japón menos del 5%, con 478 buques. Además de vaciar progresivamente los océanos de peces, todos estos subsidios conducen simplemente a poner demasiados barcos en el mar. Lo que genera una sobrecapacidad de pesca y una competencia malsana entre las flotas nacionales, causando conflictos territoriales. La pesca ilegal se ve así exacerbada, ya que los capitanes buscan desesperadamente nuevos lugares de pesca menos frecuentados. Peter Thomson, enviado especial del secretario general de las Naciones Unidas para los Océanos, utiliza una imagen impactante para describir la situación: “Es algo así como pagarles a ladrones para que vayan a desvalijar la casa de su vecino”. Alarma ambiental Según el índice establecido en 2019 por Poseidon Aquatic Resource Manage- ment Ltd, una consultora británica especializada en pesca y acuicultura, China muestra los peores resultados mundiales en materia de pesca ilegal, no declarada y no regulada. Sin embargo, comienza a dar algunos tímidos pasos en la dirección correcta –aun cuando los ecologistas y los expertos sigan siendo escépticos–. Desde hace algunos años, frente a la presión de los defensores de los océanos o de gobiernos extranjeros, Pekín decidió particularmente controlar de manera más estricta a su flota. Así, en 2016, se promulgó un plan quinquenal tendiente a limitar a tres mil el número de buques de pesca de altura hacia 2021; sin embargo, es difícil apreciar la concreción de este objetivo en ausencia de datos gubernamentales confiables sobre el número de barcos en actividad. Por otra parte, en junio de 2020, las autoridades chinas anunciaron haber prohibido a sus buques la captura de calamares en algunas aguas territoriales de América del Sur entre julio y noviembre, con el fin de que las poblaciones puedan regenerarse. Es la primera vez que China anula una temporada de pesca por iniciativa propia. “Pienso que el gobierno chino tiene realmente la intención de reducir su flota de pesca de altura –declara Pauly–. En cuanto a saber si tiene el poder de hacer cumplir sus decisiones, es otra historia. Dudo que tenga más autoridad sobre sus barcos que navegan en altamar que la que tienen los países occidentales sobre los suyos.” Otro campo de acción: el pescado de criadero. Con una clase media china en rápida expansión, la demanda de frutos del mar explota. Para reducir su dependencia de la captura de peces salvajes, China otorgó más de 250 millones de dólares de subsidios al sector de la acuicultura entre 2015 y 2019. Pero esta medida plantea un problema: para engordar a sus stocks, la mayoría de los criaderos utilizan harina de pescado, una mezcla rica en proteínas fabricada esencialmente a base de pescado salvaje capturado en el exterior o en aguas internacionales. Y éstos la consumen en enormes cantidades: antes de llegar a los puestos de venta, un atún de criadero habrá engullido tal vez más de quince veces su peso en forma de harina. Las asociaciones de protección de los océanos dieron la voz de alarma. Esta avidez por la harina de pescado, que acelera el agotamiento de los recursos pesqueros, sólo puede fomentar la pesca ilegal y desestabilizar las redes tróficas marinas, privando a los habitantes de los países pobres de una fuente de proteínas indispensable para su subsistencia. “Capturar todos esos peces salvajes para satisfacer la creciente demanda de pescado de criadero es absurdo –sostiene el ex profesor Enric Sala, devenido explorador de la National Geographic Society–. Esta pesca podría servir para alimentar directamente a las poblaciones, con un impacto mucho menos devastador en la fauna submarina.” La suerte del krill, un alimento básico para las ballenas, también preocupa a los ecologistas. En 2015, las autoridades chinas anunciaron su intención de aumentar su pesca de krill en el Océano Antártico de 32.000 toneladas a 2 millones, con el fin de satisfacer sus necesidades de harina y aceite de pescado. Sin embargo, se comprometieron a no tocar las zonas “ecológicamente frágiles”. Posicionamiento estratégico La sobrepoblación naval no hace más que degradar el medio ambiente a través de la sobrepesca y el agotamiento de los stocks; se ve además acompañada por una intensificación de las rivalidades en torno a los lugares de pesca, conduciendo a tensiones diplomáticas, e incluso a violentas confrontaciones. En 2016, la Guardia Costera de Corea del Sur abrió fuego sobre dos barcos chinos que amenazaban con chocar a sus patrulleros en el Mar Amarillo –en el mismo lugar donde, un mes antes, una lancha surcoreana se había hundido tras un ataque similar–. Ese año, Argentina hundió también un buque chino al que acusaba de pescar ilegalmente en sus aguas territoriales. Otros países, como Indonesia, Sudáfrica o incluso Filipinas, vivieron conflictos similares, la mayoría de las veces con barcos que pescaban calamares –especie que representa más de la mitad de la pesca de la flota china en altamar–. Entre los innumerables buques chinos que recorren los océanos, hay algunos que no sólo pescan, tal como lo explica Poling, sino que integran “milicias civiles” enviadas por el gobierno a zonas de conflicto marítimo con fines de vigilancia, pero también, llegado el caso, para intimidar y destruir barcos pesqueros o de policía extranjeros. Para ello, Pekín dispone de un programa específico de incentivos financieros tendiente a alentar a los pescadores a que naveguen en el Mar de la China Meridional con el fin de reforzar allí sus posiciones. Además de las ventajas de las que gozan sus colegas pescando en altamar, estos últimos cobran un adicional en efectivo para compensar el hecho de que la zona sea relativamente poco lucrativa. Una milicia de más de doscientos barcos permanece así en torno a las Islas Spratly, una región rica en pescado, pero también, potencialmente, en petróleo y gas natural, que se disputan cuatro países: China, Filipinas, Vietnam y Taiwán. A juzgar por las imágenes satelitales, la flota china pasa allí la mayor parte de su tiempo fondeada, en formación cerrada. “Si no les pagaran para hacerlo, a los pequeños pescadores [chinos] nunca se les ocurriría ir allí”, afirma Poling. Su presencia en todo caso aceleró la disminución de las poblaciones de peces en torno al archipiélago y provocó numerosas escaramuzas con barcos extranjeros, ofreciéndole a China una excusa fácil para militarizar la zona. g 1. Se trata de barcos que pescan con cerco, una red que se arrastra en los fondos arenosos. 2. “Some 340 Chinese vessels fishing off Galapagos Islands protected waters”, MercoPress, 10-8-20. 3. “Strings attached: Exploring the onshore networks behind illegal, unreported and unregulated fishing”, C4ADS, Washington, DC, 2019. 4. “The deadly secret of China’s invisible armada”, NBC News, 22-7-20. 5. Buques pesqueros en alta mar, más allá de las 200 millas marinas que delimitan las zonas económicas exclusivas. 6. Enric Sala et al., “The economics of fishing the high seas”, Science Advances, Vol. 4, N° 6, Washington, DC, junio de 2018. *Periodista. Dirige The Outlaw Ocean Project, una plataforma de investigación sobre cuestiones ambientales y derechos humanos en el mar. Autor de La Jungle des océans : crimes impunis, esclavage, ultraviolence, pêche illégale, Payot, París, 2019. Traducción: Gustavo Recalde Edición 257 | noviembre 2020 30 | Yun Suknam, Persimmon, 2003 Detrás de su fachada moderna, Corea del Sur sigue siendo una sociedad muy patriarcal, en la que las mujeres sufren múltiples e insidiosas discriminaciones. Harta de esta situación, una nueva generación de feministas marca la hora de la revuelta, y avanza. Ante una sociedad ferozmente conservadora y patriarcal La rebelión de las surcoreanas por Frédéric Ojardias* E l 11 de abril de 2019, los jueces de la Corte Constitucional de Corea del Sur emitieron un veredicto histórico: por siete votos a favor y dos en contra, dictaminaron que la penalización del aborto, en vigor desde hacía décadas, era ilegal. Las mujeres surcoreanas ya no necesitan esconderse; una gran victoria para las asociaciones feministas. “El resultado de años de lucha”, proclamaba una activista, con la voz alterada por la emoción, al anunciarse la sentencia. Explosión del feminismo En los últimos años se alcanzaron otros avances significativos. El movimiento #metoo, que llegó tarde al país, tuvo un impacto considerable. A principios de 2018 una fiscal, Seo Ji-hyun, acusó públicamente a su superior de manosearla y relató cómo su carrera quedó destruida después de que se atreviera a protestar. Otras siguieron su ejemplo, rompiendo a su vez la ley del silencio. Dirigentes políticos, cineastas, artistas, académicos: estallaron varios casos resonantes que hicieron saber a todos que las agresiones sexuales, otras veces calladas, ya no lo serían más. A raíz de estas revelaciones, muchas mujeres que aún dudaban se unieron al movimiento, se mostraron en público y al- zaron la voz. En el verano de 2018, Seúl fue el escenario de las más importantes manifestaciones feministas de la historia del país. Al grito de “Mi vida no es tu película porno”, decenas de miles de mujeres denunciaron la inacción de las autoridades ante la proliferación de cámaras ocultas, llamadas molka, colocadas en lugares públicos (baños, saunas) para filmarlas sin su conocimiento. Estos videos, así como otros sex tapes robados, se difunden y venden en Internet, arruinando la vida de las víctimas. Se acusa a la policía y a la justicia de ser culpables de laxitud e indulgencia. Estas airadas manifestaciones condujeron, en agosto de 2019 y nuevamente en mayo de 2020, al endurecimiento de la ley que castiga los delitos sexuales en línea. “Las protestas de 2018 fueron las primeras reuniones feministas a las que me atreví a asistir”, cuenta Seo Ji-eun, una periodista de 22 años. Porque, en Corea del Sur, incluso la palabra es tabú: llamarse “feminista” es provocar la ira de la familia, los colegas masculinos, los internautas... “En ese entonces me escondía, temiendo que me identificaran como una militante y me atacaran. Pero las cosas están cambiando.” El éxito de Kim Ji-young, nacida en 1982 (1), una novela de Cho Nam-joo que vendió más de un millón de ejemplares, lo atestigua. Su heroína, una joven recién casada, se ve agobiada por las expectativas de una sociedad ultrapatriar- cal, así como por las humillaciones diarias e insidiosas impuestas a las mujeres. Así, poco a poco van saltando ciertos tabúes. “Cuando en 1991 creamos nuestra organización, ni siquiera podíamos pronunciar las palabras ‘violencia sexual’ –recuerda Park A-reum, representante del Centro de Ayuda contra la Violencia Sexual–. Ahora las víctimas encuentran el valor para hablar. Es un cambio importante.” En mayo de 2016, cerca de la estación de metro de Gangnam de Seúl, una pasante de 23 años fue asesinada por un desconocido de 34 años, quien confesó haber querido matar a una mujer al azar. Este hecho desencadenó una ola de activismo. La escritora feminista Lee Minkyung explica: “Esa víctima podría haber sido yo. Después de ese crimen, explotó el movimiento feminista”. Cuatro años más tarde, en abril de 2020, el primer partido feminista surcoreano se presentó a las elecciones parlamentarias. No obtuvo ningún escaño, pero su mera existencia fue una pequeña revolución. La Asamblea Nacional tiene ahora un 19% de diputadas. Un récord... para Corea del Sur. La vecina democracia taiwanesa tiene un 41,6%. Estigmatizadas y precarizadas Bajo su apariencia moderna y ultraconectada, la sociedad sigue estando muy im- buida de la ideología neoconfuciana que sirvió de columna vertebral a la dinastía Joseon (1392-1910) y que promueve valores ferozmente patriarcales y conservadores: la mujer debe estar sometida toda su vida a su padre, a su marido y luego a su hijo mayor. Ciertamente, Corea del Sur es una democracia vigorosa que en 2017 pudo destituir a su presidenta Park Geunhye –la primera mujer elegida para el cargo– tras meses de manifestaciones masivas y pacíficas (2). Pero sigue estando sorprendentemente atrasada en la cuestión de la igualdad de género. Y las surcoreanas siguen chocando con un techo de cristal demasiado bajo. Las presiones sociales y familiares para que renuncien al tener su primer hijo son abrumadoras. La figura tradicional sigue siendo la hyobu, la nuera modelo que cocina, dirige la casa y se dedica a sus hijos, al marido y a los suegros –un destino con el que ya no sueñan las jóvenes surcoreanas modernas, ultra-diplomadas y abiertas al mundo–. Las madres solteras sufren de lleno el impacto de este persistente patriarcado. Los nacimientos fuera del matrimonio son raros (1,9% del total en 2018, contra un 59,1% en Francia (3)) y son violentamente condenados. Las mujeres solteras embarazadas sufren una enorme presión para abortar o abandonar a sus bebés al nacer. “Incluso mis padres me aconsejaron que abandonara a mi hijo –dice Kim Do-kyung, presidenta de la Asociación Coreana de Familias de Madres Solteras (Korean Unwed Mothers Families Association, KUMFA)–. Nos ven como depravadas. Muchas pierden sus trabajos: conservar al bebé significa volverse más precaria. En la escuela, los padres piden a sus hijos que no jueguen con el mío. Murmuran a mis espaldas. No me invitan a las reuniones de padres de alumnos. En el certificado de nacimiento de mi hijo, figura: ‘nacido fuera del matrimonio’. Fue etiquetado desde el primer día.” Joven madre de una hija de 14 años y miembro de la asociación, Jeong Su-jin añade: “Cuando mi jefe se enteró de que estaba embarazada siendo soltera, me despidió. Me dijo: ‘No quiero a alguien como tú aquí’. Incluso mis colegas me señalaban con el dedo”. La KUMFA proporciona asistencia financiera y psicológica a esas madres, pero no recibe ningún subsidio. Muchas solteras están excluidas de facto de algunos programas municipales de natalidad. Rechazadas a menudo por sus propias familias, durante mucho tiempo fueron la presa de agencias de adopción internacionales sin escrúpulos, que las acogían antes de que dieran a luz y abusaban de su angustia para inducirlas a abandonar a sus bebés. Este arraigado patriarcado explica por qué Corea del Sur, a pesar de ser rica e industrializada, sigue siendo la fuente de adopción de miles de niños en el exterior. También influye mucho en el mundo del trabajo. Aunque las surcoreanas son las más instruidas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), son las que tienen los trabajos más precarios y peor pagados. “La discriminación comienza en la entrevista de trabajo –explica Bae Jin-kyung, directora de la Asociación de Mujeres Trabajadoras de Corea (Korean Women Workers Association)–. Es común que los reclutadores pregunten a una candidata si tiene un novio, si proyecta casarse o planea tener un hijo. Una vez en el cargo, se le confiarán tareas de poca responsabilidad.” También será excluida de las huesik, esas cenas de empresa muy regadas (que a veces terminan en un burdel) utilizadas tanto para negociar contratos como para refor- | 31 zar los lazos de un equipo o facilitar los ascensos. Para muchos empleadores, lo más sencillo es evitar contratar mujeres, porque podrían dejar la empresa tan pronto tuvieran su primer hijo. En 2018 tres de los mayores bancos de Corea del Sur, Hana Bank, Shinhan Bank y Kookmin Bank, fueron condenados por falsificar sus concursos de reclutamiento: bajaban la puntuación de las candidatas para reclutar más hombres. Las empleadas de ciertas profesiones muy feminizadas, como las enfermeras, suelen ser presionadas por sus superiores para no quedar embarazadas al mismo tiempo. “En otros sectores, simplemente despiden a las que están embarazadas. Existen leyes sobre la igualdad de género en el lugar de trabajo, pero se las ignora”, denuncia Bae Jin-kyung. Según ella, la crisis financiera asiática de 1997, al provocar un mercado laboral muy precario –bajo la égida del Fondo Monetario Internacional (FMI), que acudió al “rescate”– hizo que el incumplimiento del Código del Trabajo sea tácitamente aceptable. En cuanto al salario promedio de las mujeres, es apenas el 68,5% del de los hombres (4), la mayor diferencia entre las economías llamadas “desarrolladas”. Sólo el 52% de las mujeres en edad de trabajar tienen empleo, en comparación con el 72,3% de los hombres, y la crisis del Covid-19 afectó más a las mujeres con empleo (5). De los 15.000 altos directivos de las 500 principales empresas del país, tan sólo el 3,6% son mujeres. Guerra de géneros Sin embargo, las surcoreanas tienen un nivel de educación más alto que sus pares masculinos: mientras que hace dos gene- raciones sólo sus hermanos eran enviados a la universidad, hoy en día el 75,7% de las mujeres entre 25 y 34 años tienen un título universitario, en comparación con el 64,1% de los hombres (6). Obligadas a elegir entre la carrera y los hijos, rechazando las arcaicas expectativas de una sociedad que evoluciona con demasiada lentitud, muchas prefieren mantener su independencia y renuncian al matrimonio. Sólo el 22% de las mujeres consideran que el ma- “En 1991 ni siquiera podíamos pronunciar las palabras ‘violencia sexual’. Ahora las víctimas encuentran el valor para hablar.” trimonio es indispensable; hace diez años, eran el 47% (7). Como las surcoreanas se casan cada vez menos y más tarde, los nacimientos disminuyen. Para 2019, la tasa de fecundidad ha caído a 0,92 hijo por mujer: un récord (8). Los programas de fomento de la natalidad, aplicados desde 2005 por gobiernos tanto de derecha como de centroizquierda, costaron una fortuna –123.000 millones de euros en total– y demostraron ser espectacularmente ineficaces. ¿Estarían apuntando a un blanco equivocado? “No es una casualidad que la región con la tasa de natalidad más alta sea Sejong”, señala Bae Jin-kyung. En la nueva capital administrativa, situada al sur de Seúl, la mayoría de los residentes son funcionarios públicos; allí hay una mayor igualdad de género en el trabajo y una mayor seguridad laboral. Por su parte, Lee Min-kyung lamenta que el gobierno “persista en considerar la caída de la tasa de natalidad sólo desde una perspectiva económica, cuando se debe a una guerra de géneros”. En efecto, las recientes victorias de las mujeres han provocado una radicalización del discurso misógino, en especial entre las generaciones más jóvenes. “Muchos hombres odian a las feministas. Nos insultan”, cuenta Seo Ji-eun. El grupo de los de 20 a 30 años es aun más virulento que el de los de 30 a 40 años; el 76% de estos jóvenes muestran abiertamente su oposición al feminismo (9). En septiembre de 2019, la adaptación cinematográfica de Kim Ji-young, nacida en 1982, desató un torrente de odio e insultos en línea, exponiendo la nueva línea divisoria que recorre la sociedad. Los hombres que afirman ser víctimas de discriminación se agrupan en asociaciones masculinas y enarbolan su largo servicio militar obligatorio para justificar sus privilegios tradicionales. La controversia tiene consecuencias políticas: el presidente de centroizquierda Moon Jae-in, cuyas ideas se perciben cercanas a las feministas, ha visto cómo el apoyo de los jóvenes varones votantes caía en picada. El conflicto se agravó por el aumento del desempleo juvenil y el estancamiento de la economía. Muchos jóvenes varones no pueden ajustarse a normas sociales muy rígidas: para casarse, deben ganar lo suficiente para comprar una vivienda y pagar la escolarización de sus futuros hijos. Se sienten expoliados. Frustrados por la nueva competencia de las mujeres en el mundo del trabajo, muchos se niegan a ver que las expectativas de las mujeres han cambiado. “La joven generación de varones no es para nada diferente. Crecieron viendo a sus padres”, reflexiona una estudiante de Seúl. Para las surcoreanas, la lucha puede ser todavía larga. g 1. Cho Nam-joo, Kim Ji-young, née en 1982, NiL Éditions, París, 2020 (1ª ed.: 2016). 2. Véase Sung Il-kwon, “Révolution des bougies à Séoul”, Le Monde diplomatique, París, enero de 2017. 3. “Population trend investigations”, Kosistat (en coreano), mayo de 2020, y, para Francia, “Naissances hors mariage”, Institut National d’Études Démographiques, París, marzo de 2020. 4. Ministerio de Empleo y Trabajo, Seúl, 2019, www.wage.go.kr. 5. Ock Hyun-ju, “At workplaces and home, female workers hit harder by Covid-19 outbreak”, The Korea Herald, Seúl, 18-5-20. 6. “Diplômés de l’enseignement supérieur”, Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), www.oecd-ilibrary.org 7. “Till death do I stay single: South Korea’s #NoMarriage women”, AFP, 6-12-19. 8. “S. Korea’s total fertility rate hits new low in 2019”, Yonhap News Agency, Seúl, 26-2-20. 9. Jake Kwon, “South Korea’s Young men are fighting against feminism”, CNN, 24-9-2019. *Periodista (Seúl). Autor del ensayo Les Sud-Coréens, Ateliers Henry Dougier, col “Lignes de vie d’un peuple”, 2017. Traducción: Teresa Garufi ¡YA SALIÓ! ENCONTRALO EN LIBRERÍAS Y EN LA WEB UNA VIDA CRÍTICA María Gainza “Sin notas al pie, sin un pesado cúmulo de bibliografías que vengan a sostener un aparato crítico, agradecemos que aún existan quienes posean tal maestría en la elipsis”. Rafael Cippolini Incluye textos sobre Federico Peralta Ramos · Roberto Aizenberg Manuel Espinosa · Jorge De la Vega · Diana Aisenberg · Rodolfo Azaro · León Ferrari · Delia Cancela · Antonio Berni · Alejandro Kuropatwa · Flavia Da Rin · Jorge Macchi · Roberto Jacoby Max Gómez Canle · Jorge Romero Brest · Liliana Maresca · Diego Bianchi · Alfredo Guttero · Sergio De Loof · Gyula Kosice · Sergio Avello · Alberto Goldenstein... | www.editorialcapin.com.ar /capitalintelectual.ar /EditorialCI 32 | Edición 257 | noviembre 2020 Para sus hinchas, el Liverpool FC, campeón de la Premier League en junio de 2020, es el emblema de una ciudad orgullosa de su singularidad: popular, abierta al mundo y desafiante hacia el resto del país. Los dueños estadounidenses del club cultivan cuidadosamente esta imagen, que seduce a fanáticos más allá de la ciudad portuaria. Liverpool FC, un éxito “basado en el socialismo” El fútbol como crisol de la identidad por Quentin Guillon*, enviado especial Gustavo Cimadoro (instagram.com/oldemar_cimadoro) E s un momento de comunión famoso en todo el mundo. Antes de cada partido como local del Liverpool Football Club (LFC), los hinchas, entre ellos los del “kop”, tribuna donde se reúnen los más fervorosos, entonan el canto You’ll Never Walk Alone (“Nunca caminarás solo”), símbolo de una devoción total a un equipo que figura entre los gigantes del Reino Unido y de Europa. En la era del rey-dinero y de la globalización de la pelota, el LFC, en manos del conglomerado estadounidense Fenway Sports Group (FSG), pretende encarnar la singularidad de una ciudad respecto del resto de Inglaterra. También reivindica la síntesis entre objetivos financieros y pasión de los fans, gracias a la adhesión a principios “socialistas”. Campeón de la UEFA Champions League en 2019 y vencedor en junio de 2020, por primera vez en treinta años, del campeonato de Inglaterra, el club no deja de recordar a Bill Shankly, su ilustre ex entrenador (entre 1959 y 1974), homenajeado con su estatua en la entrada del estadio de Anfield, la casa del LFC (1). Conocido por su famosa declaración: “Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso”, Shankly había expuesto su visión a sus jugadores: “Que cada uno trabaje para alcanzar el mismo objetivo y que cada uno comparta el éxito si es alcanzado: ese es el socialismo en el que creo. Así veo al fútbol y a la vida”. Unos cincuenta años después, el CEO del club, Peter Moore, ofrecía el mismo mensaje en las páginas de El País: “El éxito de Liverpool se basa en el socialismo” (2). ¿Realidad u oportunismo por parte del representante de FSG, tercera empresa del negocio deportivo del mundo según Forbes, conglomerado que tiene un volumen de negocios de seis mil seiscientos millones de euros (dos mil doscientos millones de los cuales provienen del LFC)? La misma pregunta podría hacerse respecto a su entrenador, Jürgen Klopp, cuyo salario anual alcanza los once millones trescientos mil euros y que afirma su adhesión a los valores “de izquierda” jurando que no votará “jamás a la derecha”. Unidos en la tragedia Para comprender la particularidad del LFC hay que sondear “el corazón ‘scouse’ que late en las noches de partidos de la Liga de Campeones”, como nos explica Joe Blott, a la cabeza del Spirit of Shankly, el más importante grupo de hinchas. Liverpool tiene una historia tumultuosa. La ciudad se enriqueció durante dos siglos gracias a la esclavitud (“Es una desgracia, pero lo reconocemos”, dice Blott); el poder de su puerto construyó su prosperidad. El scouse, un guiso vigorizante (papas, carne de res y zanahorias cocidas a fuego lento) derivado del lapskaus noruego, fue introducido por marinos escandinavos a fines del siglo XVIII. Sus pares locales se harán llamar luego scousers, plantando la base de la identidad local. Para Peter Millward, sociólogo que vive en la ciudad donde nacieron los Beatles, “Liverpool se ubica a mitad de camino entre la cultura insular británica y las múltiples influencias de sus movimientos de población; la ciudad se ha vuelto cosmopolita”. Él evoca la inmigración irlandesa –que hizo de la ciudad un bastión católico en un país en gran medida protestante–, pero también galesa, escandinava, etc. El acento scouse, que retuerce los oídos del neófito, nació de esas múltiples influencias. Liverpool fue violentamente golpeada por la crisis económica de los años 1970 y 1980. “Un informe de 1981 y hecho público veintiocho años más tarde afirmaba que el objetivo del gobierno de [la primera ministra] Margaret Thatcher era dejar morir la ciudad”, recuerda el sociólogo (3). La desindustrialización masiva provocó un aumento de la desocupación y la pobreza. Pero quedaban los “Reds” (el LFC), uno de los dos clubes de la ciudad con los “Blues” del Everton Football Club (EFC). “Éramos los mejores de Europa. El fútbol era el único campo donde el gobierno de Thatcher no podía hacernos sufrir”, recuerda el emblemático defensor James “Jamie” Carragher. El club vivió en ese entonces el período más glorioso de su historia, en el que logró once títulos de campeón de Inglaterra y cuatro Copas de Europa bajo la férula de John Smith, su presidente entre 1973 y 1990. “El LFC nos salvó de la depresión”, afirma el historiador Frank Carlyle en una obra del investigador y especialista en fútbol Daniel Fieldsend consagrada al club y a la ciudad (4). El libro cita también al productor y escritor Dave Kirby, que decía en 1977: “El club representa quiénes somos, cuáles son nuestras esperanzas, nuestros sueños, y permite que la mayoría de nosotros pase el fin de semana, se olvide de la desocupación, de la fábrica, de la mierda cotidiana. Nosotros existimos para él y él existe para nosotros”. Veinte años más tarde, la hazaña de un jugador también quedará en las memorias. En 1997, cuando los estibadores estaban en huelga y luchaban para sobrevivir, Robbie Fowler celebraba su gol número ciento trece, a los 21 años, mostrando bajo su camiseta una remera con esta inscripción: “Apoyen a los quinientos estibadores de Liverpool despedidos en septiembre de 1995”. Su | 33 acción permitió mediatizar el conflicto; Fowler sigue siendo elogiado por ese gesto. Más allá de la crisis económica, una tragedia aún une a los habitantes de la ciudad. El 15 de abril de 1989, durante la semifinal de la Copa de Inglaterra, Liverpool desafíaba al Nottingham Forest en el estadio de Hillsborough, en Sheffield. Con el partido empezado, miles de espectadores se precipitaron al estadio. Noventa y seis de ellos, incluidos niños, murieron aplastados contra las rejas o pisoteados. Ya cuatro años antes, el LFC había sido cuestionado por el comportamiento violento de sus hinchas en la estampida mortífera del Heysel (Bélgica), el 29 de mayo de 1985, durante la final de la UEFA Champions League, que disputaba con la Juventus de Turín: 39 muertos y 450 heridos. Una vez más, se hallaba en el banco de los acusados. Y unos días más tarde, el diario The Sun titulaba: “The Truth” (“La verdad”): retomando la versión policial, acusaba a los hinchas de ser los únicos responsables de lo sucedido. El diario también expresaba tres acusaciones que resultarán mentirosas: “Hinchas [de Liverpool] orinaron sobre valientes policías [que intentaban reanimar a los heridos] […] vaciaron los bolsillos de las víctimas […] impidieron que los socorristas les hicieran respiración boca a boca a las víctimas”. En 2009, durante la conmemoración del drama de Hillsborough en Anfield, el diputado Andrew Burnham, secretario de Estado de Cultura, Medios y Deportes, dio un discurso en nombre del gobierno laborista de Gordon Brown. Espontáneamente, los cerca de 28.000 espectadores se levantaron y gritaron: “Justice for the ninety-six!” (“¡Justicia para los noventa y seis!”). Iniciada a continuación, una investigación independiente disculpó al LFC en 2012 y puso de manifiesto la aplastante responsabilidad de la policía, culpable sobre todo por haber bloqueado las rejas, así como las mentiras difundidas por The Sun, por otros medios de comunicación y por el personal político. El drama de Hillsborough contribuyó a reforzar la especificidad de una ciudad que los tories no gobiernan desde 1972. Estos últimos años, las tribunas también se llenaron de cánticos de apoyo al ex dirigente del Partido Laborista, Jeremy Corbyn. “Ningún grupo los promovió. Eran espontáneos”, ase- gura Blott. “La injusticia nos hizo así. Algunos habitantes de Liverpool ven incluso a su ciudad como un enclave independiente en el seno del Reino Unido. Hay que recordar que la gran huelga de los estibadores, en 1911, ya nos había unido”, recuerda por su parte Ian Byrne, hincha inveterado del club y diputado por la circunscripción vecina de West-Derby desde 2019. “Nosotros no somos ingleses; somos scousers”, claman regularmente banderas y tifos (5) en las tribunas del estadio. “Liverpool es nuestra propia pequeña República”, escribe también Fieldsend. El LFC, por lo tanto, es el campeón de un país cuyos hinchas aborrecen a los dirigentes, a quienes acusan de haber maniobrado por la decadencia de la ciudad. En agosto de 2019, las tribunas de los “Reds” silbaron el himno God Save the Queen. “Muchos hinchas quieren que pierda el equipo nacional”, confirma el académico (e hincha) Joel Rookwood. Matrimonio forzado En 2007, dos inversores estadounidenses repletos de deudas, George Gillett y Tom Hicks, compraron el club al hombre de negocios y filántropo Peter Moores, el dueño desde 1991. Como reacción, algunos hinchas formaron el club Spirit of Shankly. La movilización desembocó en la partida de los propietarios sospechosos y en la venta del club a FSG. A imagen de otros equipos, como el rival de siempre, Manchester United, o el trío londinense Chelsea, Arsenal y Tottenham, el LFC se ocupó de hacer venir al estadio muchos más turistas extranjeros atraídos por su aura. Los precios de las entradas aumentaron; las tribunas del estadio se aburguesaron (6). El 6 de febrero de 2016, Liverpool gana dos a cero frente a Sunderland. En el minuto setenta y siete, alrededor de diez mil fans abandonan el estadio de común acuerdo. ¿La razón? El club llevó el precio de las entradas a 77 libras esterlinas (85 euros). El aumento es menos marcado que en los estadios de sus rivales, pero los hinchas están indignados. Muchos de ellos trabajan a tiempo parcial o se encuentran en una total precariedad: semejante aumento es inaceptable para ellos. Impulsada por el Spirit of Shankly, la movilización prosigue y se extiende a otros clubes británicos, y logra que el precio de las entradas para los partidos de visitante sea fijado en 30 libras RADIO. AMDELPLATA.COM esterlinas mientras que, en Liverpool, centenares de entradas por partido en su sede sean vendidas a 10 libras esterlinas a los fans de la región. No obstante, los hinchas admiten que el dinero es indispensable para la victoria. “Los fans quieren los mejores jugadores. Desgraciadamente, la economía del fútbol es tal que hay que pagarlos caro. En 2010 estábamos cerca del descenso. Desde la llegada del FSG, todos ganamos”, admite Byrne. Por su parte, los dirigentes del LFC hacen algunas concesiones, porque comprendieron su interés en preservar el corazón scouse, ya que los fans locales están en el origen del excepcional ambiente de las veladas de los grandes partidos. Es una muy buena publicidad para vender entradas en el exterior, pero también diversas prestaciones: estadías en un gran hotel, visita guiada de la ciudad, etc. En asociación con el club, sociedades como Virgin proponen por 95 libras esterlinas (alrededor de 105 euros) un conjunto de prestaciones que comprenden una visita completa de Anfield, una comida en un palco del estadio, una sesión de preguntas y respuestas y fotos con antiguas glorias del club, etcétera. Otra confrontación: en 2019, los propietarios del club buscan comercializar la marca “Liverpool” y apropiarse de los derechos de algunos cánticos populares. La Oficina de la Propiedad Intelectual, probablemente influida por la movilización hostil a esta iniciativa, pone su veto. Para Blott, el matrimonio forzado entre el capitalismo y el “espíritu socialista” del club y de su público está llamado a durar: “Los propietarios del FSG siempre serán capitalistas que harán ganancias. Y los hinchas siempre tratarán de impedírselo, o de asegurarse de que lo hagan de la mejor manera posible. Los fans son los guardianes del templo”. A pesar de su singularidad, Liverpool no escapa a las tensiones que crispan al Reino Unido. En 2016, la ciudad votó en un 58% por mantenerse en la Unión Europea, pero el barrio de Anfield, que figura entre los diez más pobres de Inglaterra, optó en un 52% por el Brexit. Por otra parte, los actos de racismo antimusulmán están en alza desde hace algunos años en Liverpool –donde viven alrededor de 25.000 musulmanes (sobre unos 500.000 habitantes)– como en el resto del país. Sin embargo, desde la llegada en 2017 del prolífico goleador egipcio Mohamed Salah, esos delitos disminuyeron un 18,9% en la ciudad y en la región de Merseyside, como mostró un estudio de 2019 (7). Los investigadores también pasaron por el tamiz 15 millones de tuits y señalaron que los fans de Liverpool hostiles a los musulmanes habían disminuido a la mitad respecto de aquellos de otros clubes ingleses. Una canción del “kop” está incluso dedicada al jugador: If he scores another few, then I’ll be Muslim too (“Si marca más goles, yo también me hago musulmán”). En 2015, Byrne ya había firmado una asociación entre los Fans Supporting Foodbanks –que organizan vastas colectas de alimentos para los menesterosos antes de los partidos– y varias mezquitas de la ciudad. En 2018, en ocasión de la Copa del Mundo, el partido entre Rusia y el Egipto de Mohamed Salah fue retransmitido en la mezquita Abdullah Quilliam. “Muchos venían por primera vez –se acuerda el representante–. La acogida fue muy calurosa. El fútbol es para nosotros un medio de integración. Era nuestra mejor acción, y una manera de hacer pedazos las falsas ideas difundidas por los medios de extrema derecha”. g 1. Véase el número especial “In red with Liverpool”, France Football, Boulogne-Billancourt, 5-11-19. 2. Diego Torres, “Peter Moore: ‘El éxito del Liverpool se basa en el socialismo’”, El País, Madrid, 9-10-19. 3. “Regional Policy. Inner city Policy: creation of urban development corporations to assist in regeneration of Liverpool and London Docklands”, 30-7-1979 - 7-8-1981, https://discovery. nationalarchives.gov.uk. Véase también Simon Parker y Rowland Atkinson, “Disorderly cities and the policy-making field: the 1981 English riots and the management of urban decline”, British Politics, Vol. 15, N° 2, Londres, junio de 2020. 4. Daniel Fieldsend, Local: A Club and Its City: Liverpool’s Social History, 2019. 5. Animaciones visuales realizadas por los hinchas de un equipo. 6. Véase Olivier Pironet, “Les pauvres chassés des stades”, en “Royaume-Uni, de l’Empire au Brexit”, Manière de voir, N° 153, París, junio-julio de 2017. 7. Ala’ Alrababa’h, William Marble, Salma Mousa y Alexandra Siegel, “Can exposure to celebrities reduce prejudice ? The effect of Mohamed Salah on Islamophobic behaviors and attitudes”, Immigration Policy Lab, Stanford-Zurich, julio de 2020. *Periodista. Traducción: Víctor Goldstein 34 | Contra el olvido de la revolución Maurizio Lazzarato despliega en este libro un ataque frontal a los desarroEl capital odia a todo el llos teóricos de Michel Foucault y de mundo la corriente de pensamiento crítico Fascismo o revolución post-1968, centrada en la biopolítica, con todas sus variantes, encarnadas Maurizio Lazzarato en autores como Toni Negri, Michael Eterna Cadencia; Buenos Aires, febrero de Hardt, Giorgio Agamben, Luc Boltanski 2020. 200 páginas, 799 pesos. o Roberto Esposito, entre otros. Reconoce en Foucault al pensador que más renovó la categoría de poder, pero también a quien más se alejó de su funcionamiento real bajo el neoliberalismo; su concepto de gubernamentalidad –dice– oscurece la violencia real que aquel ejerce sobre las personas y las cosas. Los dispositivos de subjetivación de los “gobernados”, las técnicas biopolíticas que incitan, solicitan, suscitan y actúan “sobre la virtualidad de los comportamientos” de las clases subalternas en vez de recurrir a la represión desnuda, lo cual “pacificaría” las relaciones de poder, constituyen solo una versión parcial del poder capitalista, que se combina con la posibilidad siempre latente de ejercer la violencia directa sobre las personas. Lazzarato recuerda lo que los biopolíticos parecen haber olvidado alegremente, de la misma forma que desterraron la idea de revolución de sus planteamientos: la “violencia fundadora” sobre la que se construyó el neoliberalismo como revancha del capital tras la derrota de la revolución mundial en las décadas de 1960/1970, puesta en práctica por primera vez en el Chile de Pinochet y replicada con mayor ferocidad, si cabe, en las sangrientas dictaduras de Argentina y otros países de América del Sur. Milton Friedman, Friedrich Hayek o el criminal de guerra Henry Kissinger configuran un continuum con los militares y policías torturadores. El nuevo fascismo, afirma Lazzarato, es la otra cara del neoliberalismo; no hay autonomía de los dispositivos biopolíticos ni del Estado, que ha sido reemplazado en sus decisiones políticas por la máquina de guerra del capital. Contra el ilusionismo cibernético, que cree con candor que la tecnología informática contribuirá a una difusión horizontal de poder y libertad, sostiene que las máquinas técnicas nunca revolucionan la máquina de guerra capitalista, pues es esta la que captura y actualiza las posibilidades de desarrollo tecnológico relativamente indeterminadas. La gran máquina del capital no es automática ni impersonal, y la supuesta “revolución” cibernética no la ha modificado ni descentralizado; por el contrario, ha consolidado la centralización de su poder y la toma de decisiones. Desde el colapso financiero de 2008 se genera una secuencia histórica que, según la caracteriza el autor, viene a confirmar que la guerra y el fascismo son las fuerzas políticas y económicas necesarias para la conversión de la acumulación de capital. Hoy, el capitalismo está librando una guerra contra las poblaciones que es también racial y sexual; los velos institucionales se rasgan uno tras otro y dejan aflorar la violencia desnuda que ha sido siempre la esencia de su realidad. Carlos Alfieri Afiche del Atelier Populaire École des Beaux Arts, París, 1968 (fragmento) Política Libros del mes Edición 257 | noviembre 2020 Internacional Justicia Badiou contra Trump La Justicia acusada Alain Badiou Capital intelectual; Buenos Aires, agosto de 2020. 95 páginas, 650 pesos. Mauro Benente, Federico G. Thea (comps.) Sudamericana; Buenos Aires, agosto de 2020. 480 páginas, 899 pesos. El reconocido filósofo Alain Badiou se encontraba en Estados Unidos el 8 de noviembre de 2016, la “profunda noche” en la que se conoció el triunfo de Donald Trump. Este libro recoge la conferencia magistral que dictó en Los Ángeles, dos días después de ese acontecimiento, y otra que ofreció ese mismo mes en Boston. Luego, un ensayo del 2019 y una entrevista de enero de este año, en los que agudiza la caracterización del fenómeno trumpista. En su aguda crítica, Badiou lo compara con otras expresiones similares y esboza los cuatro principios con los que se podrían juzgar a todos los programas, decisiones, partidos o ideas políticas: el colectivismo contra la propiedad privada, el trabajo polimorfo contra la especialización, el universalismo concreto contra las identidades cerradas y la libre asociación contra el Estado. Para enfrentar a los Trump, Bolsonaro, Orbán o Duterte, y al capitalismo globalizado, ya no basta con gestos morales o “democráticos” ni reivindicaciones liberales o libertarias, sino oponerles una idea, que debe responder a tres principios: el internacionalismo –que impide que el movimiento abra paso al nacionalismo (y mucho menos que tolera el racismo o la islamofobia)–, la destrucción del orden capitalista y burgués –evitando así el apoyo a fuerzas que sólo buscan ocupar posiciones de poder dentro del orden dominante– y la abolición de la propiedad burguesa –llevada hoy al extremo de que un centenar de personas acumulan la misma riqueza que dos mil millones–. La Justicia hoy parece erigirse como espacio privilegiado de la vida pública. Y, sin embargo, sigue constituyendo una dimensión cuyo funcionamiento permanece al resguardo de una minoría. ¿Qué características tiene nuestro sistema penal? ¿En qué consiste el control de constitucionalidad? ¿Cómo funciona el nombramiento de jueces? ¿Cómo se garantiza la autonomía del Ministerio Público? ¿Qué es la prisión preventiva y cuál es su correcta utilización? ¿En qué casos se aplica la asociación ilícita y por qué se debate tanto? ¿Qué nos dice la sobrepoblación carcelaria de Argentina y qué problemas históricos enfrenta el régimen penitenciario? Una a una, se van planteando las preguntas en esta serie de ensayos que con rigor técnico se proponen alentar un debate teórico sobre un tema que en los medios solo parece abordarse desde su correlato político. Al respecto, no se puede desconocer el contexto en el que se publica este libro –marcado por la reforma impulsada desde el gobierno–, compilado por el Secretario General bonaerense, Federico Thea y Mauro Benente, representante del Consejo de la Magistratura provincial, y con prólogo del presidente Alberto Fernández. No obstante, tampoco se puede dejar de advertir que se trata de una extensa revisión que reconoce los diversos costados que atraviesan al sistema judicial y uno de cuyos valores más grandes es justamente el de alentar la reflexión, entendiendo que la administración de justicia en un país no solo es una traducción de su vida política. También constituye un modo de concebirla. Leandro Morgenfeld Carolina Keve Crónica En 2019, el periodista argentino Fernando Duclos inició un recorrido que lo llevó, en la tradición de los grandes cronistas de viaje, de España a Kirguistán por la legendaria Ruta de la Seda, a través de 15 países (desde los Balcanes y las ex repúblicas socialistas soviéticas de Asia Central hasta el mundo musulmán de Turquía, Irán, Afganistán y la península árabiga). A través de su alter ego en las redes sociales, Periodistán, registró un diario de viaje con el que llevó a unos 120.000 seguidores por un recorrido sin prejuicios por la historia, la cultura, la vida cotidiana, la cocina, las luchas, cambios y conflictos de los países que visitó y descubrió, encontrando a su vez amistades, puntos de encuentro y parecidos inesperados con costumbres y problemas locales. Un viaje fascinante por pueblos que no suelen estar en el centro de la atención mediática local, y mucho menos desde una mirada latinoamericana. Periodistán Un argentino en la Ruta de la Seda Fernando Duclos Futurock ediciones; Buenos Aires, octubre de 2020. 304 páginas, 850 pesos. | 35 Crónica Memorias Género Fichero En letras de sangre y fuego George Caffentzis Tinta Limón; Buenos Aires, agosto de 2020. 384 páginas, 890 pesos.. Soñar con las Islas Una vida más allá de las fronteras Guerrilleras Ernesto Picco Prohistoria; Rosario, septiembre de 2020. 224 páginas, 1.090 pesos. Benedict Anderson FCE; Buenos Aires, julio de 2020. 214 páginas, 1.100 pesos. Monique Wittig Hekht; Buenos Aires, diciembre de 2019. 224 páginas, 900 pesos. De Malvinas sabemos todo y nada a la vez. Son “un sentimiento”, pero son pocos los que exploran más allá de esa asunción. Ernesto Picco, periodista, docente e investigador en la Universidad de Santiago del Estero, ganó la Beca Michael Jacobs de la Fundación García Márquez de Nuevo Periodismo Iberoamericano y decidió exponerse: viajar a las islas a conocer a quienes viven allí. Así encuadra sus crónicas: “Nací en Santiago del Estero […] exactamente un mes después de la rendición argentina. Mi ingreso tardío al mundo me excusa de todo: no fui a la Plaza a festejar cuando creíamos que íbamos ganando ni les escribí cartas en la escuela a los soldados argentinos […] Sin tener la más mínima relación con el asunto, una educación escolar y una serie de rituales cotidianos atravesados por el fervor malvinense me han enseñado que son nuestras, aunque durante muchísimo tiempo no sabía cómo eran ni qué había en ellas. Tal y como la mayoría de los argentinos no lo sabe, y –como vamos– probablemente nunca lo sepa”. A partir de allí surgen las preguntas que guían su libro: “¿Por qué estamos tan pendientes del lugar y no sabemos nada de las personas que están en él? ¿Por qué no sabemos quiénes están allí y qué están haciendo?”. Sería esperable que Soñar con las Islas se transformara en un clásico de los textos sobre el archipiélago. Demanda lectores tan exigentes y sensibles como lejanos a los fundamentalismos. Nacido en Japón, criado en Estados Unidos y estudiante en Gran Bretaña, Benedict Anderson fue un politólogo que dedicó sus estudios a la realidad e historia del Sudeste Asiático. El investigador publica esta autobiografía intrincadamente relacionada con el devenir de los países que ha estudiado: Indonesia, Filipinas, China. Después de haber sido expulsado de Indonesia por Suharto en 1965 por haber denunciado la participación de su ejército en la masacre de cientos de miles de comunistas, Anderson se instala en Siam –recupera así el antiguo nombre de Tailandia– donde se vivía una primavera democrática. Pero la ocupación estadounidense durante la Guerra de Vietnam desató una serie de acontecimientos que habrían de establecer un régimen conservador que aún perdura. El investigador resalta la importancia del trabajo de campo, que él llevó a la práctica en todos esos países, conviviendo y haciendo amistad con los nativos, hablando su idioma, requisitos fundamentales para conocer y escribir sobre neocolonialismo, imperialismo y su especialidad: el nacionalismo. Asimismo, rescata la fundamental necesidad de establecer el pensamiento comparado en los análisis culturales y en el estudio de las ciencias políticas internacionales. La trayectoria académica que ha desarrollado Anderson permite revisar los cambios vividos en el estudio de las políticas culturales, en los programas universitarios y los estudios sociales, que progresivamente tienden a ser interdisciplinarios. La editorial Hekht presenta esta traducción de la obra ya clásica de Monique Wittig, publicada en 1969, como su primera traducción completa al castellano. El cuestionamiento de la noción de mujeres, la concepción del sexo como categoría política y no biológica, y del lesbianismo como lucha política antes que como práctica sexual, abordados en los ensayos de Wittig, tienen una vigencia significativa en el feminismo contemporáneo. Guerrilleras es una metáfora de dimensión lírica, cuyo acierto literario le permite abrirse a interpretaciones múltiples, más allá de la que se deduce del pensamiento de la autora. Un sujeto colectivo designado como “ellas”, iconoclasta, se desplaza por distintos escenarios, comparte la diversión ante mitos y fábulas que pretenden interpretar su origen, se burla de la exaltación de la vulva como de la del pene, evoca tan pronto un paraíso perdido como una larga historia de esclavitud y derrotas, y fundamentalmente se prepara para la guerra feroz que libra hacia la segunda mitad del texto, con armas nuevas, un lenguaje nuevo, un odio nuevo, contra los vencedores históricos. ¿Cómo discernir si la victoria final reitera los límites de las revoluciones modernas, muchas de cuyas consignas enarbola, o si se constituye en la excepción definitiva que todo revolucionario sueña para su revolución? El carácter circular de la narración, la insistente alusión a la O, círculo cerrado, o yuxtaposición de círculos que se ensanchan, habilita la duda. Federico Lorenz Josefina Sartora Marta Vassallo Sociología to-emblema actúa en el relato como magdalena proustiana, como un Rosebud que atesora la memoria infantil: la autocaravana, el vehículo que conocemos popularmente como “combi”, asociada globalmente al turismo familiar alternativo, los campamentos, la excursión a la naturaleza y el universo agreste. El autor recuerda aquí los viajes con sus padres en los años ochenta, y se formula una pregunta: “¿A quién pertenece mi infancia?”. Su respuesta apela a una saga que es familiar pero además colectiva, y que incluye moda turística, ideales post 68, pedagogía progresista, ideal de la vida al aire libre, rechazo de las convenciones burguesas y también horizonte cultural de la pequeña burguesía ilustrada. En ese vehículo, Jablonka encuentra así el punto de contacto entre lo individual y el mundo social, la redención de los traumas familiares y su dramatización más intensa, el relato de iniciación infantil y la historia –la del pasado monumental europeo y la de la tragedia contemporánea–. La búsqueda de “una utopía a la medida de un niño”, vehiculizada por la combi y el viaje, persigue la felicidad que la ausencia de los antepasados del autor asesinados en la Shoah les ha sustraído a sus padres. Por eso, Jablonka asume que lo que escribe es un relato autobiográfico (definido además como “egohistoria”) que, sin embargo, construye un “yo-problema”, un enigma que se resuelve comprendiendo qué les debe a los demás, los vivos y, en particular, los muertos. En camping-car Ivan Jablonka Anagrama-Libros del Zorzal; BarcelonaBuenos Aires, octubre de 2019. 192 páginas, 1.095 pesos. Conocido sobre todo como historiador del Holocausto, el francés Ivan Jablonka aborda aquí su propia infancia en un relato autobiográfico que, en el camino de Walter Benjamin, reconstruye cómo una subjetividad se edifica en el cruce entre infancia y experiencia, y cómo esta última es atravesada por la historia, la de los contemporáneos y la de quienes nos anteceden. Un obje- Germán Conde Filósofo, profesor y militante; fundador, junto a su compañera Silvia Federici y Peter Linebaugh del Midnight Notes Collective, Caffentzis propone una actualización teórica que permita “estirar” los conceptos clásicos de Marx e iluminar las nuevas formas de explotación para establecer un puente entre el movimiento obrero “pasado” y los movimientos que surgieron tras los años 60. El objetivo es asumir una renovada lucha de clases que permita enfrentar al capitalismo en su fase totalitaria y crear solidaridades extendidas. El vuelo Horacio Verbitsky Las cuarenta; Buenos Aires, octubre de 2020. 288 páginas, 1.170 pesos. Al cuidado de Diego Sztulwark, la editorial Las Cuarenta lanza la colección “Obra reunida de Horacio Verbitsky” en la que se propone reeditar las obras del reconocido periodista argentino. Entre estas se destaca El vuelo, obra cumbre de investigación publicada en 1995 que se inscribe en la tradición de la “no ficción” nacional. El libro, que sirvió de elemento de prueba en los juicios de lesa humanidad, presenta una extensa entrevista en la que el ex marino Adolfo Scilingo confiesa la existencia de los “vuelos de la muerte”. Mis inventos Nikola Tesla Alquimia; Santiago de Chile, septiembre de 2020. 96 páginas, 1.190 pesos. Autobiografía del genio inventor Nikola Tesla (Smiljan, Croacia, 1856-Nueva York, 1943), conocido como “el hombre que iluminó al mundo” por sus descubrimientos sobre la corriente alterna y su desarrollo de los modernos sistemas de potencia y distribución eléctrica. Integrante de la bohemia cultural de Nueva York, donde llegó en 1884 para trabajar con Thomas Edison, buscó proveer al mundo de energía gratuita y renovable, utopía que lo llevó a la quiebra. El monstruo de la memoria Yishai Sarid Sigilo; Buenos Aires, noviembre de 2020. 160 páginas, 750 pesos. Quinta novela del escritor israelí Yishai Sarid, en la que explora los límites y peligros de la construcción oficial de la memoria histórica. Un joven historiador israelí, experto en los métodos de exterminio nazi, dirige excursiones cada vez más frecuentes a los campos de concentración en Polonia para instruir a políticos, soldados y estudiantes secundarios. De a poco, el horror se va adueñando de él y nota cierta fascinación en las personas que guía por el poder de los asesinos. 36 | Edición Edición 257 | noviembre 142 | abril 2020 2011 Editorial Sumario La máquina infernal por Serge Halimi* E nfrentada ya a preocupaciones sanitarias, ecológicas, económicas y sociales, la sociedad francesa soporta también una andanada de golpes bajo la forma de atentados terroristas. Se pretende entonces movilizarla para la “guerra”. Otra más. Pero al ser el enemigo a menudo indetectable, su destrucción reclama siempre un arsenal más poderoso que el anterior. No –o no todavía– con cañones y tanques, sino con más ataques a las libertades públicas. En efecto, ¿quién se atreve a defenderlas tras un atentado o durante una epidemia? Se imponen y aceptan pues restricciones sin discusión. Sólo se trata de un paréntesis, nos dicen; lo cerraremos una vez que se derrote al virus, o al terrorista, y vuelvan los días felices. Los días felices no vuelven. Pero, sometida a este régimen, una sociedad puede resquebrajarse. Perpetrado en un contexto semejante, el crimen de un islamista fanático que, basándose en un falso testimonio difundido por las redes sociales, decapitó a un profesor al que no conocía, ha abrumado y conmocionado a todo un pueblo. Un checheno sin vínculos estrechos con una organización terrorista; pocos cómplices; apoyos casi inexistentes en el país: en otros tiempos, el asesinato de Samuel Paty se habría asemejado a la tragedia que puede causar un demente. Pero se produce en una historia jalonada por actos de terrorismo islámico que una o dos palabras asocian entre sí: Salman Rushdie, 11 de Septiembre, Bali, Madrid, Mohamed Merah, Charlie, Bataclan, Niza... Sangrientos atentados o amenazas de muerte contra escritores, judíos, caricaturistas, cristianos. Y que también mataron a musulmanes. “Nada se hizo en los últimos treinta años” Queda clara pues la irresponsabilidad de aquellos que, no bien se dio a conocer la decapitación de Conflans-Sainte-Honorine, superaron rápidamente su conmoción para pregonar, sin razón, Editorial: Weimar 2 por José Natanson Staff 3 Dossier Argentina-FMI, una negociación crucial que en materia de vigilancia y represión “nada se hizo en los últimos treinta años”. Con el fin de exigir luego que el Estado tome medidas excepcionales contra los inmigrantes y musulmanes. La derecha habla pues de reformar la Constitución; el ministro del Interior está preocupado por las “góndolas dedicadas a la cocina comunitaria” en los supermercados; periodistas reclaman que se calle al Consejo de Estado, al Consejo Constitucional, al Tribunal Europeo de Justicia, para que ya nada pueda obstaculizar las resoluciones administrativas arbitrarias y las detenciones motivadas por un simple antecedente policial. Los mismos agregan que hay que prohibir los “discursos de odio” en las redes sociales sin darse cuenta de que divulgan otros igualmente venenosos, pero en canales de noticias en continuado. El horror de un crimen habría podido favorecer el apoyo finalmente unánime de la población a docentes a los que los sucesivos gobiernos han reducido al papel de variable de ajuste presupuestario y entregado a las presiones de los padres de alumnos. En lugar de ello, se percibe nuevamente un tufillo a “guerra de civilizaciones”. No podrá sino dividir más a sectores del pueblo francés a los que sistemáticamente remiten –y no sólo a los integristas musulmanes o la extrema derecha– a su “comunidad”, a su familia, a su Dios (1). Y es contra esta máquina infernal que “nada se hizo en los últimos treinta años”. g ¿Cambió el FMI? Argentina en busca del equilibrio 6 por Noemí Brenta Una pandemia, dos futuros 8 por Robert Boyer El “gran confinamiento” del Tercer Mundo 10 por Gilbert Achcar La trampa diabólica 13 por Pierre Rimbert El Alto Karabaj en el caldero del Cáucaso 14 por Sergei Markedonov Moscú quiere ser una “ciudad global” 16 por Vladimir Pawlotsky Dossier Estados Unidos, una nación fracturada El orden internacional que viene 1. Véase Serge Halimi, “‘Ahmadinejad, mon héros’”, Le Monde diplomatique, París, agosto de 2016. 4 por Oscar Ugarteche 20 por Olivier Zajec ¿Cuándo se jodió Estados Unidos? 24 por Pablo Touzon *Director de Le Monde diplomatique. Traducción: Gustavo Recalde La polarización es una falla geológica 26 por Ernesto Calvo El poderío de la flota pesquera china 28 por Ian Urbina La rebelión de las surcoreanas 30 por Frédéric Ojardias Liverpool FC, el fútbol como crisol de la identidad 32 por Quentin Guillon La Argentina después de la pandemia Con la conducción de Noelia Barral Grigera y el aporte de referentes de la ciencia, la política y los movimientos sociales, intentaremos respondernos ¿cómo será la Argentina que viene? eldiplo.org Libros del mes 34 Editorial: La máquina infernal 36 por Serge Halimi Suplemento # 7: Atlas de las migraciones Suplemento # 86: La educación en debate Universidad Pedagógica Nacional La educación en debate #86 La docencia ante las nuevas desigualdades por Ana Pereyra* A raíz de la pandemia, el Estado argentino dispuso un conjunto de medidas de protección social que en materia educativa significaron la suspensión de las clases presenciales en las escuelas de los niveles Inicial, Primario y Secundario, en todas sus modalidades, y también en la educación superior y universitaria. Las desigualdades sociales y territoriales en los niveles de conectividad, en el acceso a Internet y a los dispositivos tecnológicos llevaron a las jurisdicciones y al Ministerio de Educación nacional a adoptar medidas para garantizar el derecho a la educación. Muchos distritos promovieron estrategias digitales y multimediales para dar cobertura educativa a diferentes territorios. El Ministerio implementó el programa nacional Seguimos Educando, un portal educativo en Educ.ar con videos, libros digitales, juegos, secuencias didácticas, orientaciones a docentes y familias, que se complementa con programas de televisión y radio y la distribución de millones de cuadernos impresos. Los materiales tienen como objeto favorecer la continuidad pedagógica de estudiantes en contextos vulnerables, con escaso acceso a tecnologías digitales o nula conectividad. Asimismo, el Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD) fortaleció sus programas para la enseñanza en entornos virtuales. La “educación en el hogar comandada por la escuela” – al decir de la pedagoga Flavia Terigi– es la modalidad de la que participa desde hace siete meses la mayoría de la población escolar y presumiblemente la que se extenderá hasta la finalización del ciclo lectivo 2020. La emergencia ha colocado la relación entre Estado, tecnologías digitales y sociedad en un lugar prioritario de la agenda educativa (1). Los distintos circuitos La continuidad pedagógica desde la suspensión de las clases presenciales está fuertemente condicionada por el entorno en el que se despliega. Un indicador posible de los diferentes entornos es el de los circuitos sociotécnicos, definidos por la combinación de clase social, locación territorial, disponibilidad y uso de tecnologías digitales y vinculación escuelas-familias. Una lectura preliminar de la información relevada en algunos estudios nacionales (2) permite aproximarnos a cómo se han ido entramando las viejas desigualdades relativas al origen de clase, la localización territorial y el consumo, con las nuevas: la disposición y el uso complejo de las tecnologías digitales. 1. Clase alta y media alta En este primer circuito (3), conformado principalmente por la oferta de educación privada urbana, toda la comunicación con las familias en lo relativo a la continuidad pedagógica es coordinada por el equipo directivo, lo que favorece el registro formal del vínculo escuelas-familias, aun en condiciones en que la actividad educativa se desarrolla en los hogares. A inicios del ciclo lectivo, el lapso de pasaje entre las clases presenciales y las virtuales fue corto y menos accidentado que en los demás circuitos. También la reorganización de contenidos curriculares resultó menor y ocurrió sobre la base de los núcleos centrales de los programas previstos. Estas escuelas ya eran usuarias de las plataformas educativas antes de la pandemia para la realización de tareas asincrónicas complementarias del trabajo presencial. De esta manera, docentes, estudiantes y familias contaban no sólo con computadoras conectadas a Internet sino que también tenían algún grado de familiaridad con su uso. Disponer en el hogar de un ámbito apropiado para el trabajo escolar y el apoyo familiar constituye otro de los factores insoslayables asociados a los logros educativos en este circuito. Los alumnos organizados por sala, grado o clase, y usuarios de direcciones de correo electrónico institucionales, ya estaban todos vinculados a la plataforma lo que permitió mantener el encuadre institucional de la actividad pedagógica. Al concentrar las actividades de las asignaturas o áreas de conocimiento en un mismo entorno, se pudo sostener una organización horaria, que en un primer momento reprodujo la de la presencialidad –con clases en videoconferencias– y luego se estabilizó con una reducción horaria de la actividad sincrónica. Recursos digitales, tutoriales, videos y audios complementaron las clases, y muchas actividades a realizar por los alumnos del segundo ciclo de primaria y secundaria en forma individual o grupal requirieron el uso de programas específicos como Word, PowerPoint, Google Site, líneas de tiempo, gráficos o dibujos. Las plataformas permitieron pautar fechas de entrega de las producciones estudiantiles y mantener criterios habituales de evaluación. En cuanto a las dificultades, los docentes de este circuito se refieren al notable incremento del tiempo de trabajo para la preparación de las clases, la selección de los recursos, las devoluciones sincrónicas y asincrónicas de las producciones de los estudiantes y la atención de los alumnos con mayores demandas. La escuela que viene es percibida por ellos en alternancia entre clases presenciales y virtuales con la consolidación del uso de las tecnologías para la enseñanza y su dominio por parte de los estudiantes para la elaboración de las producciones requeridas. 2. Clase media y media baja La comunicación entre escuelas y familias de este circuito (4) está repartida entre el equipo docente de la escuela, integrantes del equipo de orientación pedagógica y los preceptores en el secundario. El restablecimiento de esta comuni- Suplemento noviembre 2020 cación requirió de un trabajo específico. Una vez reconstruidas las redes de contacto con las familias a través de grupos de WhatsApp –integrados por padres y madres en los niveles Inicial y Primario y por los mismos estudiantes en el Secundario–, Facebook o un canal institucional de YouTube, comienza el proceso de intercambio. En un primer momento consistió en el envío de tareas y, en un segundo momento, en una propuesta de clases sincrónicas e intercambios asincrónicos con horarios estabilizados. Las readecuaciones curriculares fueron importantes y orientadas por los supervisores y los equipos directivos para concentrar las actividades en los núcleos de aprendizaje prioritarios (NAP). Los diseños curriculares jurisdiccionales y los propios cuadernos Seguimos educando apuntalaron este proceso. El uso de plataformas educativas institucionales en este circuito es minoritario. Una parte importante de los estudiantes no cuenta en sus hogares con computadoras, notebooks o tablets conectadas a Internet, de modo tal que su participación en las clases sincrónicas es a través del celular. A diferencia de lo que pasa en el Circuito 1, estos encuentros no ocurren en forma diaria y requieren ser acordados previamente con los padres para que los estudiantes tengan a su disposición sus celulares. Los recursos empleados con más frecuencia para la elaboración de clases asincrónicas son videos, audios y Power Point. Es muy frecuente la recomendación de la visualización de programas de TV y films, entre los que Paka Paka concentra las preferencias de la docencia del Nivel Inicial. En cuanto a las dificultades, la no disponibilidad de una computadora conectada a Internet o de un celular en el horario establecido por la escuela es una de las razones que más incide en la reducción de los encuentros sincrónicos y del trabajo grupal entre alumnos. Sin embargo, los docentes destacan como positivo el proceso de colaboración –forzado por la virtualidad– en el diseño de propuestas de enseñanza entre colegas de la misma institución y con los equipos directivos. La modalidad de trabajo más cooperativo y la idea de que “la tecnología vino para quedarse” forman parte del modo en que los docentes de servicios oficiales y privados proyectan la escuela que viene. 3. Sectores populares urbanos La gran mayoría de la población escolar urbana pertenece a este circuito (5), d II | La educación en debate d estrechamente vinculado a la educación pública. Tras la suspensión de las clases presenciales, la comunicación con las familias recae en el equipo docente. El lugar del equipo directivo está asociado a la organización de guardias mínimas, tanto para la distribución alimentaria como de los cuadernos de Seguimos educando u otros recursos preparados por los docentes para aquellos estudiantes con escasa o nula conexión a Internet. Son frecuentes las visitas domiciliarias cuando ningún familiar se acerca a la escuela. El primer momento estuvo centrado en construir las redes de contactos con familias y estudiantes, fundamentalmente a través de WhatsApp con el sentido –propuesto desde la supervisión y el equipo directivo– de mantener la continuidad vincular y, en un segundo momento –con la prolongación de la cuarentena–, se inicia el proceso de reorganización curricular, basada en los NAP y en los cuadernos del Ministerio jurisdiccional o nacional. La carencia de conexión a Internet en los hogares y de datos en los dispositivos móviles dificulta la participación de los estudiantes en encuentros simultáneos. De ahí que el WhatsApp resulte la aplicación más usada para el intercambio con estudiantes y familias. Por este medio, los docentes comparten mensajes y recursos, como videos y audios, y ensayan estrategias de envío de archivos que minimicen el uso de datos a los efectos de cuidar la economía familiar, particularmente de aquellos hogares con varios hijos en edad escolar. Una de las mayores dificultades que expresan los docentes es la imposibilidad de generar una propuesta única para todo el grupo. Por el mismo motivo, les resulta imposible restringir el trabajo a una banda horaria, ya que muchos estudiantes cuentan con el celular en el momento en que los adultos se encuentran en el hogar. También refieren al “trabajo a ciegas” que genera la asincronía, al no poder hacer intervenciones apropiadas mientras los alumnos están desarrollando la actividad, y a las restricciones que se autoimponen al hacer devoluciones a los trabajos de los alumnos en este contexto. La mediación con las familias para el desarrollo de las actividades escolares, cuando los adultos cuentan con bajos grados de escolarización y no están familiarizados con el uso de las tecnologías, constituye otra de las dimensiones que complejizan el trabajo docente. En cuanto a las perspectivas de regreso a la presencialidad, los docentes destacan la necesidad de dotar a las escuelas de conectividad y plataformas educativas en las que todos los estudiantes estén organizados por aulas y a través de las cuales sea posible sostener espacios de consulta asincrónicos y encuentros sincrónicos. 4. Sectores populares rurales Tanto los equipos directivos como los equipos docentes fueron los responsables de comunicar a las familias la propuesta educativa para la continuidad pedagógica. En muchos casos se trata de escuelas plurigrado, en las que el rol del docente-director está ligado a la entrega de bolsones de comida, ocasión en las que las familias reciben también los cuadernos o las guías producidas para el trabajo escolar y acercan al docente las producciones de los alumnos. #86 La docencia ante las nuevas desigualdades Silvia Carbone, Alto en la torre, (Gentileza www.sitiodearte.com) La dificultad de conectividad hace depender la comunicación entre familias y escuelas de la calidad de la señal y de los datos disponibles. Los cuadernos Seguimos educando sirvieron de guía para la reorganización curricular una vez que docentes y directivos asumieron que la extensión de la cuarentena regía también para las áreas rurales. Entre las adecuaciones curriculares que generaron mayor dificultad se destacan las relativas a la individualización de tareas previstas para ser realizadas en forma colaborativa por estudiantes del multigrado. Los recursos más empleados, además de los cuadernos y de las guías elaboradas por los propios docentes, son la radio o la TV pública. Varios docentes hacen referencia a la adecuación de sus horarios a la actividad laboral de las familias; envían tareas, consignas y explicaciones a primera hora de la mañana y quedan a disposición el resto del día para cualquier consulta por parte de los chicos. El apoyo familiar constituye un factor clave para el funcionamiento de la escuela en el hogar. A diferencia de lo que ocurre en los demás circuitos en los que las tecnologías se proyectan integradas definitivamente a la vida escolar, las perspectivas del retorno a las clases presenciales de estos docentes se centran en la restitución de los lazos, de la compañía y del espacio del juego. Docencia y fragmentación Los condicionantes sociotécnicos de la actividad pedagógica en los distintos circuitos evidencian un proceso de fragmentación, caracterizado por la pérdida de referencias comunes, y una agudiza- ción de las desigualdades, a partir de la suspensión de las clases presenciales, entre el Circuito 1 –conformado a lo sumo por el 10% de los niños y adolescentes– y el resto. A las condiciones materiales apropiadas en los hogares para el desarrollo del trabajo escolar y al alto clima educativo, se sumaron la conectividad a Internet, la tenencia de dispositivos tecnológicos para cada alumno y la asistencia a establecimientos educativos que contaban con plataformas educativas desde antes de la emergencia. Tanto los docentes como los alumnos estaban familiarizados con su uso para la realización de actividades asincrónicas. La rápida incorporación de herramientas que permitieran el desarrollo de clases sincrónicas favoreció la coactividad de docentes y estudiantes y entre estos últimos y, consecuentemente, las posibilidades de aprendizaje. La pandemia afectó también al Circuito 1, pero de un modo mucho más amortiguado en comparación al resto, donde las situaciones de enseñanza fueron fundamentalmente asincrónicas y la modalidad más frecuente de resolución de las actividades propuestas fue individual. El empeño docente por sostener la continuidad vincular y pedagógica y las políticas públicas constituyen factores decisivos para amortiguar las desigualdades y la fragmentación. La docencia, como colectivo de trabajo, transita una experiencia inédita en el pasaje abrupto de las clases presenciales a las de entornos virtuales. Su capacidad de hacer escuela en la emergencia sanitaria reactualizó la conciencia social acerca de lo irreemplazable de la presencia de los educadores y del sentido de las relaciones pedagógicas. Esta experiencia permite anticipar las transformaciones que vienen: una escuela en alternancia con integración plena de las tecnologías digitales. Sin embargo, se presta menos atención a los cambios identitarios de los docentes: ya no son los mismos que antes de la pandemia. La psicóloga del trabajo Nicole Roelens dice que la experiencia “es para un sujeto la problematización de aspectos hasta ahora desconocidos del mundo y de sí mismo, por su irrupción en la situación” (6). La necesaria problematización de esos aspectos para tornarlos conocidos no es un proceso individual ni espontáneo. Se requiere construir condiciones institucionales para la conceptualización de lo que se está realizando en materia de continuidad pedagógica. Es necesario detenerse en ciertos eventos muy representativos de la identidad de la docencia argentina, tales como ir al encuentro de los estudiantes que no se conectan con la escuela, la vinculación con familias muy distintas, diversificar las propuestas de enseñanza para estudiantes diferentes, establecer nuevos modos de colaboración con los colegas y equipos directivos, explorar y potenciar los usos pedagógicos de las tecnologías digitales. Sin volver objeto de análisis la propia actividad, sin ponerla en común con otros, difícilmente haya adscripción de esos hechos (el qué de la experiencia) como constitutivos de la identidad colectiva (quiénes son ahora los que hacen escuela durante la pandemia). En absoluta tensión con la inercia a la fragmentación, la configuración de lo común depende del modo en que el colectivo docente construye relaciones con los saberes enseñados a lo largo de las diversas trayectorias de estudiantes en entornos sociotécnicos tan divergentes como los descriptos. Por eso, la pregunta “¿Cómo volver sobre lo vivido para buscar la unidad significante?” (7) es central en la organización de las propuestas de formación permanente diseñadas desde el INFoD en colaboración con otros organismos públicos, instituciones formadoras y gremios docentes con vistas a la proyección de la escuela que viene. g 1. Inés Dussel, Patricia Ferrante y Darío Pulfer, “Nuevas ecuaciones entre educación, sociedad, tecnología y Estado”, en íd. (comps.), Pensar la educación en tiempos de pandemia. Entre la emergencia, el compromiso y la espera, Buenos Aires, UNIPE: Editorial Universitaria, 2020. Una versión extendida también fue publicada en este libro. 2.“El aislamiento social, preventivo y obligatorio y sus efectos en las prácticas educativas: los actores institucionales, los vínculos, las propuestas de enseñanza”, Secretaría de Educación de la Nación, INFoD y UNIPE y “Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica”, de la Secretaría de Evaluación e Información Educativa de la Nación. 3. Conforman la clase media alta los niños y adolescentes en hogares cuyos jefes son pequeños empresarios, profesionales o jefes superiores. 4. Están incluidos niños y adolescentes en hogares cuyos jefes son técnicos y jefes intermedios y administrativos, empleados de comercio y afines. 5. Incluye los niños y adolescentes en hogares cuyos jefes son trabajadores manuales calificados, no calificados y marginales. 6. Nicole Rolens, “La constitution du pensé et de l’agir à travers l’experience”, Éducation permanente, 2009. 7. Pierre Pastré, La didactique professionnelle. Approche anthropologique du dévéloppement chez les adultes, París, PUF, 2011. *Directora Nacional de Desarrollo Profesional e Investigación, INFoD, y docente investigadora de UNIPE. La educación en debate MARIELA NASSIF, MINISTRA DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA DE SANTIAGO DEL ESTERO CLAUDIA BUSTOS, INSPECTORA La crisis como oportunidad “Para estas escuelas fue más fácil adaptarse” por Diego Herrera* “ Esta crisis es una enorme oportunidad para reforzar la inclusión, las nuevas tecnologías, la conectividad y los estándares de calidad de la educación”, opina Mariela Nassif, ministra de Educación, Ciencia y Tecnología de Santiago del Estero. Abogada de formación, también fue subsecretaria de Educación de la misma provincia entre 2006 y 2012. ¿Qué acciones llevó adelante la provincia para garantizar la continuidad pedagógica durante la pandemia? Hace unos años veníamos desarrollando nuestra primera plataforma educativa en vísperas del bicentenario de la autonomía provincial. Cuando apareció la pandemia, ese recurso se vio potenciado y aceleramos los tiempos para su lanzamiento. Comenzamos a nutrir la plataforma de diversos contenidos y logramos que alrededor de 200 instituciones empezaran a valerse de ella. Hoy tenemos registrados alrededor de 35.000 usuarios. ¿Cuáles son las limitaciones de esa plataforma para alcanzar a toda la comunidad estudiantil? No tenemos conectividad en toda la provincia, por lo tanto, también hubo que recurrir a los cuadernos impresos que produjo el Ministerio de Educación de la Nación en el marco del programa Seguimos Educando. Hasta los primeros días de octubre, entregamos 1.100.000 ejemplares en los niveles Inicial, Primario y Secundario. Esto ha permitido que los alumnos de zonas sin conectividad puedan tener una continuidad pedagógica monitoreada por sus docentes. ¿Surgieron proyectos o recursos novedosos? Hemos visto con satisfacción que los docentes también han avanzado mucho en producciones propias en forma digital e impresa. Surgieron nuevas estrategias y se sostuvieron reuniones permanentes con directivos y equipos técnicos. Nuestros docentes han participado de distintas capacitaciones y se han acelerado los tiempos en el manejo de las tecnologías. ¿Qué posibilidad existe de planificar la continuidad educativa en un futuro próximo? Esta pandemia nos obliga a atender la emergencia y, en simultáneo, a planificar el mediano y el largo plazos. Debemos diseñar modelos que nos acompañen hasta que podamos volver a una nueva normalidad garantizada por una vacuna. Aun sin tener certezas, tenemos que ir manejando todas las posibilidades. Nos ha servido mucho para atender situaciones problemáticas la Encuesta Nacional de Docentes y Directivos que llevó adelante el Ministerio de Educación de la Nación. Los docentes de nuestra provincia manifiestan que han mantenido contacto con sus alumnos. En el Nivel Primario hubo un sostenimiento importante de la actividad; en el Nivel Secundario, los alumnos han tenido menor continuidad. Sa- bemos que este último nivel representa mayores desafíos, aun en la presencialidad. Vamos a seguir trabajando con mejores estrategias para llegar a todos nuestros alumnos. ¿Cómo va a atenderse a quienes mantuvieron un vínculo insuficiente con la escuela? Se han prorrogado las acreditaciones y las promociones de los alumnos, sobre todo de séptimo grado y de quinto o sexto años. En el primer caso, hasta el 15 de marzo; y en el segundo, hasta el 30 de abril. También, junto con los otros ministros del país, hemos definido llevar adelante una unidad pedagógica entre 2020 y 2021 que va a posibilitar que se pongan al día todos aquellos alumnos que no hayan podido dar cuenta de sus conocimientos durante la interrupción de las clases presenciales. Hemos suspendido la escala numérica hasta marzo de 2020 y hemos establecido tres categorías con las cuales los alumnos van a ir acreditando los espacios curriculares: alcanzó los contenidos; alcanzó parcialmente los contenidos; y necesita profundizar los contenidos en el marco de la unidad pedagógica mencionada. ¿Cuál es la situación de las escuelas rurales en este contexto de emergencia? La ruralidad tiene una particularidad en Santiago: la densidad poblacional no es muy alta y es muy dispersa. Por lo tanto, tenemos muchas escuelas de pocos alumnos. Si bien la provincia venía haciendo un avance importante en materia de conectividad, los gobiernos locales nos han ayudado en la distribución de los distintos cuadernos a aquellos lugares sin Internet. De todas maneras, el grueso de la matrícula la tenemos en las áreas urbanas: capital, Banda, Termas, Añatuya, etc. Allí sí tenemos conectividad. ¿Qué va a cambiar cuando se pueda volver a las aulas? Quiero pensar que, a partir de todo esto, vamos a construir una escuela que pueda estar cerca sin la necesidad de tanta presencia física. Las plataformas educativas son herramientas fundamentales, sobre todo en territorios con una densidad poblacional como la nuestra, y con una extensión territorial muy amplia. Aunque la mediación del docente sigue siendo fundamental, las herramientas tecnológicas pueden ser muy importantes. La esencia de la escuela no cambia; pero hay herramientas que, si logramos desarrollarlas, van ayudarnos a incluir mejor a los alumnos y a brindar una educación de calidad. Santiago tiene un tendido de Internet muy interesante, cuyo avance se vio suspendido durante el gobierno anterior. El gobernador está trabajando fuertemente con el gobierno nacional para poder conectar a toda la provincia. La pandemia puso en evidencia la desigualdad en este aspecto y debemos seguir rompiendo las inequidades. g *Licenciado en Ciencias de la Comunicación e integrante del equipo editorial de la UNIPE. “ Aunque parezca mentira, muchas escuelas rurales aún no tienen luz eléctrica”, dice Claudia Bustos, inspectora jefa distrital de Azul, Provincia de Buenos Aires. Esta profesora de Educación Primaria y de Educación Especial tiene a su cargo las escuelas de todos los niveles y modalidades de Azul. En el partido hay 28 escuelas rurales de nivel primario, 13 jardines de infantes rurales y dos extensiones de escuelas secundarias que también funcionan en la ruralidad. Bustos vive en Azul desde los 18 años y trabajó como maestra en distintos parajes: Manantiales de Pereda, San Pomar y Manantiales de Larreta. También se desempeñó como vicedirectora, directora e inspectora de Nivel Primario. “En distintas escuelas rurales, aprendí muchísimas cosas de los chicos. Por ejemplo, fueron ellos quienes me enseñaron a encender una salamandra”, recuerda. En contraparte, asegura que las y los docentes siguen teniendo una importante ascendencia sobre la comunidad. Contra lo que podría asumirse y pese a graves carencias estructurales, las escuelas rurales de Azul pudieron ajustarse enseguida a las nuevas condiciones que impuso la pandemia de COVID-19. “Todas las instituciones establecen un proyecto de continuidad pedagógica ante cualquier emergencia –relata Bustos–. Las escuelas rurales tienen muy aceitados estos mecanismos porque, lamentablemente, tienen muchas interrupciones de clases por el mal estado de los caminos. Entonces, para estas escuelas fue más fácil implementar mecanismos para seguir con la educación de los chicos.” Las escuelas rurales de Azul recurrieron a distintas estrategias para mantener el contacto con sus estudiantes. En primer lugar, y como en la mayoría de las escuelas urbanas, se armaron grupos de WhatsApp. “Las familias se conectan en determinados momentos del día, porque no siempre pueden acceder a electricidad o conectividad –afirma la inspectora–. Quien puede, entonces, se contacta de manera virtual.” Sin embargo, también se debió atender a quienes no tenían acceso a conectividad o a dispositivos adecuados para este tipo de usos. Detalla Bustos: “En otros casos, la maestra carga las netbooks de los chicos con un pendrive el día que se entrega el servicio alimentario escolar. Así, cuentan con los materiales y actividades actualizados”. Para eso, con apoyo de la Dirección de Tecnología de la Provincia de Buenos Aires, se desbloquearon y pusieron a punto unas 300 máquinas. Por último, también se | III recurrió al formato papel y se entregaron los cuadernos que envía el Ministerio de Educación de la Nación: “Los docentes se valen de cualquier instrumento para hacerles llegar el material y las propuestas a los chicos. Saben cuándo los padres van al pueblo y pueden encontrarse con ellos”. Por otra parte, la Provincia entregó a la región unos 172 teléfonos celulares con paquetes de datos de 20 GB para que se repartieran entre docentes sin conectividad o con dispositivos que no estaban preparados para las nuevas exigencias de uso. Como en muchos otros lugares, en las instituciones educativas de este partido también surgieron experiencias novedosas y creativas. Cuenta la inspectora: “Llegaba el momento de los actos y nos preguntábamos cómo íbamos a hacer. En la ruralidad son una verdadera fiesta que permite el encuentro. Tuvimos que manejarnos con videítos. Cómo será el entusiasmo que para el 25 de Mayo una familia entera se caracterizó y grabó una pequeña obra de teatro de autoría propia”. Aunque Bustos rescata la capacidad de adaptación de las escuelas a la nueva situación, no deja de señalar que para que haya justicia educativa, es necesario mejorar las condiciones de la ruralidad. En esta dirección, repara en tres urgencias: el reacondicionamiento de los caminos, el acceso a la conectividad y la provisión de energía eléctrica a todos los parajes de Azul. “Todavía muchas escuelas se manejan con un sistema de acumuladores con pantallas solares –señala–. Si bien es un sistema sustentable y amigable con el medioambiente, parece inaudito que a 13 km de una ciudad como Cacharí no haya luz eléctrica. Es un factor que dificulta las cosas.” Otro problema que desnudó la pandemia, observa la inspectora, es la falta de capacitación docente en el uso de nuevas tecnologías. “Teníamos los dispositivos, pero los docentes, en muchos casos, eran reticentes a utilizarlos. Este tiempo de aislamiento nos permitió organizar capacitaciones como nunca antes y la participación ha sido masiva. El uso de las tecnologías se volvió fundamental en este tiempo y los docentes vieron que, si no se capacitaban, ni siquiera podían mantener un vínculo con sus estudiantes”. Al mismo tiempo, agrega, se evidenció la necesidad de repensar los contenidos y metodologías de enseñanza. “Debemos mejorar las secuencias didácticas para atender los distintos niveles de avance. Si las propuestas son rígidas y homogéneas, dejamos a muchos chicos afuera. En este tiempo pudimos revisar con más detenimiento esas cuestiones”, concluye. g D.H. IV | IV | La Edición 142 | abril 2011 #86 La docencia ante las nuevas desigualdades educación en debate MARÍA DEL CARMEN GUAJARDO, con actividades para repartir cuando DIRECTORA las familias iban a retirar la ayuda ali- La angustia del maestro “ Surge una angustia profunda entre docentes cuando no reciben respuesta del otro lado”, afirma María del Carmen Guajardo, directora de la Escuela Primaria N° 13 de Hurlingham, ubicada en el barrio Mitre, que limita con el municipio de Morón. “Cuando tenemos algún caso de ausentismo en la escuela –agrega–, va la asistente social a las casas. Eso ahora no pasa. El límite es el teléfono y, si ese teléfono no existe más, el docente se angustia mucho, se responsabiliza por las situaciones.” Guajardo considera que las escuelas no estaban preparadas para la situación que produjo la pandemia: “En un primer momento no pudimos dimensionar lo que venía. Pensamos que serían unos quince días de suspensión de clases. Hubo un giro de 180 grados en nuestro trabajo. Para quienes somos un poquito más grandes, no fue fácil acostumbrarnos a trabajar con nuevas tecnologías de forma tan profunda”. Sin embargo, con el correr de los días (y de los meses), la Escuela Primaria N° 13 pudo acomodarse a la nueva situación: “Creo que, incluso, tomó otro valor el rol docente. Las mamás con las que antes no teníamos tanto contacto ahora expresan que nos entienden y nos apoyan”. Como en muchos barrios donde nada sobra, las desigualdades se hicieron más evidentes fuera del edificio escolar. “Casi todas las familias tienen celulares, pero no siempre con capacidad para hacer una clase por videollamada –describe la directora–. Tuvimos que pensar bien cómo hacer nuestro trabajo para que nadie se quedara afuera, y hacemos casi todo por Whatsapp.” Además, hubo que apelar a otros recursos de la era pre Internet: “Empezamos a hacer, de nuestro bolsillo, fotocopias mentaria. Después vinieron los cuadernillos del Ministerio de Educación de la Nación, que también sirvieron como complemento”. A veces, explica Guajardo, el propio equipo docente tiene dificultades de acceso a dispositivos y a Internet: “No todos tienen celulares con las mismas características o tienen que turnarse con los hijos en edad escolar para usar la única computadora de la casa”. En ese contexto, las condiciones laborales también pueden verse deterioradas. “Hay alumnos que se conectan o mandan sus dudas a la noche –relata la directora–. El docente responde, porque sabe que la mamá o el papá, que son los dueños de ese teléfono, van a trabajar y se lo llevan. Tenemos que ajustarnos a esa realidad. Recibimos mensajes hasta las diez y media de la noche. Entiendo la reivindicación de los derechos laborales, pero cuesta respetar horarios.” Aunque pueda parecer una paradoja, el distanciamiento social aumentó la frecuencia del contacto entre docentes de esta institución: “Hemos aprendido a compartir recursos. Todo se trabaja en equipo y estamos más juntos que antes de la pandemia”, considera Guajardo. La situación excepcional generada por la Covid-19 también contribuyó, según la directora, a romper automatismos: “En ese punto me alegro, porque nos damos cuenta de que se puede trabajar de otras maneras. Tuvimos que buscar otros recursos y trabajar con el otro”. Además, la palabra se habría revalorizado: “Antes, todo se notificaba por escrito. Ahora no hay firmas. ¿Cuántas de las formalidades que ocupaban mucho tiempo de nuestras tareas cotidianas son realmente necesarias?”, se pregunta Guajardo. La directora, por otra parte, ya comienza a pensar el retorno a las aulas: “Quizá sea una utopía, pero me gustaría que las autoridades nos pregunten a los que estamos en el terreno cómo pensamos la vuelta. Respeto mucho la autoridad del ministro y creo que está haciendo lo mejor posible en este contexto, pero alguna vez tendrían que consultarnos. Somos los que estamos sosteniendo la tarea educativa y los que vamos a volver al aula con nuestros niños”. g D.H. CAMILO CLAVERIE, ESTUDIANTE Clases para aclarar dudas “ Hay docentes que se preocupan más por el contacto humano y, al menos en las primeras videollamadas, nos pedían que activáramos las cámaras para que pudieran conocernos las caras”, relata Camilo Claverie, estudiante de 4° año de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. ¿Cómo siguieron las clases durante la pandemia? La escuela ya tenía aulas virtuales, pero empezaron a darles uso con la pandemia. Fueron asignando aulas virtuales por materia y por curso, y dejaban ahí el material de estudio o los trabajos. Algunos otros profesores se manejaron por WhatsApp. ¿Había docentes que no subían las actividades al aula virtual y las mandaban por WhatsApp, por ejemplo? Sí. También las formas de manejarse fueron distintas. Algunos nos acompañaron mucho más. En otros casos, hubo menos consideración. Quizá mandaban tareas sin dar una explicación o una clase, o mandaban el mismo trabajo para todas las divisiones, sin que hubiera ningún tipo de tratamiento específico a las características de cada grupo. Por ejemplo, el año pasado, por una licencia docente, estuvimos unos meses sin clases de Física y no vimos un tema correlativo a los contenidos que estamos viendo ahora. Eso no se contempló. A través de los delegados de los cursos, queremos hablar sobre este tipo de problemas con las autoridades, pero por ahora no tenemos respuesta. Quienes sí dan clases, ¿por qué medio lo hacen? Por videollamada. Les pedimos clases y nos las dan. Básicamente son para aclarar dudas sobre el material con el que tenemos que trabajar. Esas clases se enfocan más en las consultas que nosotros llevamos. Ya no pasa como en las clases presenciales, donde siempre hay alguien que no entiende y no pregunta. Ahora no hay otra manera de entender que aprovechar ese momento de la videollamada. ¿Cómo los evaluaron? No tuvimos pruebas integradoras. Nos dan una devolución de los trabajos, pero sin calificación numérica. Algunos dejan la devolución en las mismas aulas virtuales y otros las envían por mail. ¿Hay estudiantes que no tienen los recursos necesarios para seguir estudiando desde sus casas? Sinceramente, el Pelle no se caracteriza por tener estudiantes que no cuenten al menos con algunos recursos. Pero sí puede pasar que en algún momento alguien se quede sin wi-fi y se atrase muchísimo con las tareas, o que la conexión a Internet sea muy lenta y no permita seguir las clases por videollamada. En mi caso, a veces tengo que compartir la compu con mi vieja, pero también puedo recurrir al celular. Con eso puedo arreglarme. g D.H. “Se nos complica con el trabajo” “La maestra de Vicky armó un chat con los niños de la sala, y se comunican de lunes a viernes de 11 a 13. Algunas veces cambia el horario, por ejemplo cuando se entregan los bolsones de comida en el Jardín. A esa hora, nos envían actividades los lunes, miércoles y viernes. Además, todos los días, a las 20, nos mandan un audiocuento. Por último, una vez por semana se organizan videollamadas de 15 minutos con cada familia. La maestra siempre nos pregunta si pudimos hacer las actividades y nos piden videos, audios o dibujos de cada consigna realizada. En general, podemos ayudar a Vicky, pero se nos complica un poco con las propuestas de Música. Lo que puede costar es que ella haga las actividades: a veces se distrae o no se entusiasma. Si bien cumplimos con todo, nos cuesta organizarnos porque tanto el papá de Vicky como yo estamos trabajando desde casa. Implica un esfuerzo, pero estamos muy contentos con la escuela.” (Carolina Gerber, madre de Victoria, alumna de la sala de 3 años del Jardín N° 910 “Villa Rosales” de El Palomar, Provincia de Buenos Aires) Staff UNIPE: Universidad Pedagógica Nacional Rector Adrián Cannellotto Vicerrector Carlos G.A. Rodríguez Editorial Universitaria Directora editorial María Teresa D’Meza Editor de La educación en debate Diego Rosemberg Redactor Diego Herrera ATLAS DE LAS MIGRACIONES |I Suplemento Noviembre 2020 7 ATLAS DE LAS MIGRACIONES Persecución, intolerancia y desigualdad Construir un enemigo Los movimientos de derecha están en alza en todo el mundo. Estos sectores culpan a minorías y a migrantes por los problemas de sus sociedades. Aun cuando no lleguen al poder, la presión que generan influye en la agenda política de otros partidos más moderados. por Friedrich Burschel N o importa en lo más mínimo si las personas huyen de la guerra o la miseria, buscan trabajo, quieren asentarse de forma permanente o son parte de una minoría que está en el país desde hace siglos: los movimientos nacionalistas están constantemente avivando el miedo de que “la patria está en peligro” o que se ve “alienada” por elementos foráneos. Describen a quienes huyen o migran como una amenaza para su existencia. Esta historia es una de las narrativas básicas del racismo. Tiene como propósito cerrar filas en una supuesta antigua sociedad en contra de la intrusión de personas que no pertenecen a la misma, con el fin de preservar la salud y pureza de un pueblo homogéneo y su cultura. El hecho de que una población o nación pura y aislada ya no exista en el mundo moderno, y quizá nunca haya existido, no le importa a la demagogia de derecha. También difunden el mito de una invasión inminente de “millones de personas que puede dispararse en cualquier momento” y que en el proceso propagarían peligrosas enfermedades. Este tipo de estigmatización ayuda al populismo de derecha a impulsar un cambio de sistema, un golpe fatal contra “los partidos del establishment”, el “sistema corrupto” y la “elite decadente”. Este tipo de disparates son parte del canon de movimientos similares en todo el mundo, tanto en los países ricos y posindustriales como en los de ingresos medios y aquellos en vías de desarrollo. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, considera que una caravana de migrantes de algunos miles de personas de países pobres de Centroamérica es una amenaza a la seguridad nacional. Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, celebró con entusiasmo su acuerdo de migraciones de la ONU. La propaganda contra el pueblo rohingya en Birmania, minoría que ya fue despojada de sus ELECCIONES PARA EL PARLAMENTO EUROPEO DE 2019 Resultados de los partidos euroescépticos, populistas y extremistas de derecha, porcentaje total en Estados miembros, y cambios desde las elecciones de 2014, en porcentaje. FI 13.8% SE 15.3% EE 12.7% UK 34.4% Ganancias 0% a 5% 5% a 10% 10% a 20% 30.9% Pérdidas 0% a –5% –5% a –10% –15.9% IE 0.8% LV 17.3% DK 10.8% LT 7.8% NL 21.3% Los límites entre los partidos de derecha y los de centroderecha en general no son claros y no hay un consenso generalizado. La selección está basada en la membresía de partidos políticos en el Parlamento Europeo y el análisis de sus plataformas. BE 27.9% PL 53.7% DE 12.4% LU 10.0% FR 23.3% CZ 9.1% AT 17.2% SK 25.8% HU 58.9% SI 5.7% RO 0% HR 22.1% PT 1.5% ES 6.2% BG 13.2% IT 40.7% GR 12.9% AT: Austria, BE: Bélgica, BG: Bulgaria, CY: Chipre, CZ: República Checa, DE: Alemania, DK: Dinamarca, EE: Estonia, ES: España, FI: Finlandia, FR: Francia, GR: Grecia, HR: Croacia, HU: Hungría, IE: Irlanda, IT: Italia, LT: Lituania, LU: Luxemburgo, LV: Letonia, MT: Malta, NL: Países Bajos, PL: Polonia, PT: Portugal, RO: Rumania, SE: Suecia, SI: Eslovenia, SK: Eslovaquia, , UK: Reino Unido. MT 3.7% CY 8.3% ATLAS OF MIGRATION / WIKIPEDIA El ascenso de los nacionalismos de derecha ATLAS DE LAS MIGRACIONES derechos básicos, llevó a la expulsión de cientos de miles de sus miembros al país vecino de Bangladesh. Propaganda anti inmigrante En Europa, los movimientos populistas autoritarios demonizan a les migrantes y otras minorías, denunciando que son parte de una “invasión” que tiene el objetivo de destruir la cultura de las naciones en las que viven. Aquí entra en juego una noción antisemita de elites explotadoras y traicioneras. “El gobierno quiere reemplazar a la población nativa y sus altos niveles de vida por una masa barata de trabajadores”, dice Renaud Camus, el autor de la nueva derecha, en su libro El gran reemplazo. Estos supuestos planes para un reemplazo de población son invocados por grupos de derecha como el Movimiento Identitario, en conjunto con terroristas como la persona que masacró a inmigrantes musulmanes en Cristchurch, Nueva Zelanda, en 2019. Las campañas populistas de derecha contra el acuerdo de migración de la ONU en 2018 se enfocaron en los hipotéticos planes de nefastos poderes contra Occidente. Las declaraciones políticas siguen corriendo los límites de lo que es aceptable decir. Matteo Salvini, quien fue ministro del Interior de Italia, describió a les refugiades como “carne humana”. Un periódico gestionado por el Partido de la Libertad, un movimiento populista de derecha de Austria, en ese momento parte del gobierno, publicó un poema que comparaba a les migrantes con ratas y advertía contra la mezcla de culturas. En 2018, el ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, declaró que la migración era “la madre de todos los problemas”. Después de varios crímenes serios cometidos por migrantes, Alternativa para Alemania (AfD), un partido autoritario CÓMO CONTRARRESTAR LA XENOFOBIA Proporción de población extranjera en Alemania, 2015, y resultados de la AfD (Alternativa para Alemania, partido de derecha) en las elecciones federales, por distrito, en porcentaje. Resultados de la elección de AfD Proporción de población extranjera 0–5 5–10 10–15 15–20 20–25 25–30 30–35 0–5 5–10 10–15 15–20 20–25 25–30 de derecha, empezó a hablar de la “inmigración del cuchillo” y de “hordas bárbaras e islámicas de hombres violadores”. Afirman que la violencia contra las mujeres es un problema importado a Alemania por hombres no blancos. Alimentar el miedo a la inmigración es propaganda barata que tiene consecuencias fatales: en Alemania, la cantidad de ataques con motivación racial hacia les refugiades aumentó fuertemente después de 2015. Que las narrativas de derecha ganen fuerza y los populismos sumen apoyo político depende también de la cantidad de migrantes que vivan en un país. Pero las Los trastornos de las deportaciones Adiós y no vuelvas iniciativas de bienvenida también juegan un rol importante en contrarrestar tales tendencias, así como una cultura política democrática que rechace las campañas contra las minorías. Esto puede verse en los Estados alemanes que tienen una alta proporción de migrantes, como Hamburgo, Bremen y Renania del Norte-Westfalia. Allí la gente es mucho menos propensa a votar por partidos de derecha que en los Estados con menos migrantes, un fenómeno que también puede observarse a nivel internacional. Los partidos de derecha tuvieron éxito en República Checa, Eslovaquia, Polonia y los Estados bálticos en los años recientes, a pesar de que no hay gran cantidad relativa de refugiades en esos países. El primer ministro anti refugiados de Hungría, Viktor Orbán, empezó a restringir los derechos humanos luego de haber sido elegido en 2010, pero empezó por las personas nativas de su país. Fuentes de los gráficos: Wikipedia, 2019 European Election results, http://bit.ly/2W89yu1. Wikipedia, Die Europawahl in den einzelnen EUMitgliedsstaaten, http://bit.ly/2JTN6TG; FAZ, 21. 8.2018, http:// bit.ly/2KlUgzz. MENOS DE LA MITAD LO LOGRAN Solicitudes de asilo aprobadas y rechazadas en la UE, 2009-2018, y los resultados de los procedimientos de apelaciones en 2018, en miles 434 Una de las acciones más duras que puede realizar un Estado es la deportación. Quienes la sufren tienen pocas herramientas para defenderse y muchas veces son deportades a países con los que ya tienen poca relación. Deportar a alguien es mucho más costoso que permitirle que se quede, se gane su sustento y pague impuestos en el país anfitrión. ATLAS OF MIGRATION / FAZ, DEMOGRAFIE-PORTAL.DE II | 524 Solicitud inicial Rechazada Aprobada 193 116 Apelación Rechazada Aprobada 673 289 365 por Maximilian Pichl sonas que solicitan asilo son deportadas a menudo al país al cual llegaron por primera vez, y en donde se las obliga a procesar su pedido de asilo. En 2017, Alemania deportó o transfirió unas 4.400 personas a Italia, 1.200 a Polonia y 540 a Francia. Algunas de estas personas fueron en ese momento deportadas de inmediato a su país de origen o a otro país por el cual habían transitado. Una deportación no es un ejercicio administrativo inofensivo. Hay muchas muertes, aunque los gobiernos no tienen un registro completo de estos casos. United for Intercultural Action, una ONG de los Países Bajos, intenta documentar esos casos en Europa. Entre 1994 y 2018, registró 139 muertes relacionadas directamente con deportaciones. Estas muertes 438 199 167 178 197 207 308 217 167 56 60 2010 2011 91 108 2012 2013 2014 incluyen suicidios cometidos en centros de detención mientras les migrantes esperaban la deportación. La cantidad de casos sin reportar se considera que es muy superior. Las deportaciones, que por lo general se llevan a cabo de noche y sin previo aviso, 2015 2016 2017 2018 ATLAS OF MIGRATION / EUROSTAT S i se rechaza una solicitud de asilo, la persona que hizo la solicitud tiene un período corto de tiempo para dejar el país. Pasado ese tiempo, las autoridades pueden recurrir a medidas como la deportación. Esta es una de las acciones más duras que un Estado puede ejercer contra un individuo. La persona puede permanecer aislada antes de la deportación. En algunas circunstancias, en la Unión Europea (UE) se la puede privar de la libertad hasta 18 meses. Entre 2000 y 2017, Alemania deportó 314.000 personas. En 2018, fueron poco menos de 24.000 personas, un promedio de 65 por día. La mayor cantidad de gente afectada provenía del Sudeste de Europa: Albania (3.400 personas), Kosovo (2.700) y Serbia (2.400). Dentro de la UE, las per- son una fuente de mucha ansiedad. Las personas afectadas son arrancadas de su ambiente conocido, incluso si están en la escuela o en un hospital. Las deportaciones son por lo general resistidas. Les compañeres de clase, colegas, amigues, doctores, vecines y otres refugiades en el mismo ATLAS DE LAS MIGRACIONES ALEMANIA: Nº1 EN EUROPA Personas a las que se les solicitó dejar Alemania en el primer trimestre de 2018 por nacionalidad, total: 10.720 personas, y 2.400 pedidos de readmisión a otros miembros de la UE. 505 440 2,400 175 Marruecos 660 180 Moldavia Georgia 340 Turquía 135 Túnez 365 170 Argelia Albania 215 Armenia 315 140 230 Líbano Siria Irán 200 Azerbaiyán 545 Afganistán 600 Libia Irak 350 250 Pakistán 170 200 Sudán 510 125 Vietnam 115 Eritrea Nigeria 100 Costa de Marfil 210 105 240 Camerún Somalia Ghana Miembros de la UE Miembros de la EFTA* Países con amenaza de más de 100 deportaciones Países con amenaza de menos de 100 deportaciones Países sin amenaza de deportaciones Eurostat, la agencia de estadísticas de la UE redondea los números de casos al cinco más cercano. Deportaciones a otros miembros de la UE: estimado. Los Estados miembro de la UE deportaron un total de 214.000 personas en 2017. Estas cifras se mantuvieron más o menos constantes desde 2010. Hoy en día, las deportaciones son más rigurosas que en el pasado. En el otoño boreal de 2016, Angela Merkel anunció un “esfuerzo nacional” con este propósito. La deportación de personas con enfermedades mentales ya se simplificó. Desde 2015, las autoridades ya no tienen permitido informarles a las personas cuando cesa su estado de “tolerancia”. En 2017, la así denominada tasa de retorno en la *Asociación Europea de Libre Cambio. UE (la cantidad de partidas voluntarias o forzadas en comparación a las personas a las que se les pidió irse) era del 36 por ciento. Frontex, la Agencia Europea de Guardia de Fronteras y Costas, quiere elevar este porcentaje. Se les otorgaron nuevos poderes para pagar y realizar las deportaciones de forma independiente. Ya tiene un equipo La posibilidad de moverse internacionalmente con libertad y facilidad depende de la riqueza personal y de la del país del cual se provenga. Mientras que un alemán puede ingresar a 127 países sin necesidad de visa, un afgano solo puede hacerlo a 5 países sin ella. por María Oshana y sobre asentarse y emigrar. Este derecho no es respetado por todos los países: China y Túnez, por ejemplo, lo restringen. Lo que no existe es el derecho irrestricto a viajar a otro país. Los Estados-nación controlan el acceso a su territorio mediante permisos de ingreso, o sea, otorgando o rechazando visas. Como consecuencia, hay enormes desigualdades globales. Si una persona tiene un pasaporte alemán, de 690 “personas expertas en retornos”: funcionaries que se especializan en deportaciones. Los Estados miembro de la UE pueden solicitar fondos de Frontex para financiar deportaciones. Dependiendo del destino y la cantidad de policías que acompañen a la persona deportada, este procedimiento puede costar decenas de miles de euros. Fuentes de los gráficos: Eurostat, Code migr_asydcfsta, http://bit.ly/2Wf14kC. Ebd. Code migr_asydcfina, http://bit.ly/2Xpv5Q3, Eurostat Asylum statistics, http://bit.ly/2KlvCPq; Eurostat,Code migr_ eiord1, http://bit.ly/2KoiNDX. FAZ, 28. 6.2018, five months data recalculated for three months, http:// bit.ly/2WFttol. ¿Cuán grande es tu billetera? L 105 India Gambia Guinea 335 Macedonia del Norte Ucrania Otros miembros de la UE 345 185 Kosovo 585 Rusia Visas y libertad de movimiento a Declaración Universal de los Derechos Humanos garantiza a todas las personas el derecho a la libre circulación dentro de un Estado y a elegir su lugar de residencia. Todas las personas pueden dejar cualquier país, incluyendo el propio, y retornar a su tierra natal. Por lo tanto, hay un derecho humano reconocido en todo el mundo sobre el libre movimiento dentro del país propio, Serbia 170 BosniaHerzegovina Alemania ATLAS OF MIGRATION / EUROSTAT alojamiento protestan con fuerza y a veces tienen éxito. Una deportación no siempre es exitosa. Por ejemplo, puede no ocurrir en caso de que no esté el pasaporte de la persona, si tiene una enfermedad que se pueda ver agravada por la deportación o que no pueda ser tratada en su país de origen. Las mujeres embarazadas son por lo general protegidas, pero hay casos en los que la policía hace la vista gorda y deporta de todas formas a embarazadas, exponiendo a la mujer y a su bebé a riesgos severos de salud. Si no se puede deportar a las personas a quienes se les rechazó su solicitud, se les concede un estado de persona “tolerada”. A mediados de 2018, cerca de 181.000 personas en Alemania estaban clasificadas de tal forma. Más de 33.000 estuvieron en esa situación más de seis años. Viven con el temor constante de que se las detenga y se las lleve al aeropuerto. Algunas familias tienen niñes que nacieron y crecieron en el país anfitrión. Tienen poca o ninguna conexión con el país al cual se las deportará. Entre 1999 y 2008, casi 22.000 personas, la mayoría romaníes, fueron deportadas de Alemania a Kosovo. Otras 15.000 personas fueron deportadas entre 2009 y 2015, según la ONG Roma Center. Estas personas encontraron refugio en Alemania en la década de 1990, durante la guerra de los Balcanes. Muches refugiades tuvieron hijes en sus nuevos hogares. El Roma Center considera que entre un 60 y un 70 por ciento de las deportaciones fueron de niñes para quienes Kosovo era un país completamente nuevo. A menudo hay demandas por leyes de deportación más duras contra quienes cometan crímenes en el país anfitrión. Desde 2016, el gobierno alemán deportó a esas personas a Afganistán, un país en el que enfrentaban serios peligros. Pero un Estado constitucional cuenta con el derecho penal para tratar con los criminales. Deportarlos los somete a un castigo doble. A pesar de que todas las personas tienen el derecho a que una corte independiente, con ayuda de abogades, pueda revisar las medidas impuestas por un Estado, las quejas contra los pedidos de deportación son a menudo rechazadas o impedidas a través de medios legales, como la Directiva de Retorno de la UE de 2008. Un ministro del gobierno alemán incluso acuñó el despectivo concepto de “industria antideportación”, frase que se ganó la distinción de ser la “no palabra de 2018” del alemán. | III puede ingresar a 127 países sin necesidad de visa, puede obtener una visa al ingresar en otros 40 países y solamente debe solicitar una visa de antemano en 31 países. Afganistán está en el otro extremo. Quienes tengan un pasaporte afgano, solo pueden viajar a 5 países sin necesidad de visa. Pueden obtener una visa al llegar en otros 25 países, pero deben solicitar una visa de antemano en 168 países. En el Global Passport Power Rank de 2019, listado que mide la importancia de la ciudadanía en términos de libertad de movimiento, el primer lugar se lo lleva Emiratos Árabes Unidos, seguido por Luxemburgo, Finlandia y España en segundo lugar. Alemania y otros ocho países están en tercer puesto. Las personas con ciudadanía de estos países cuentan con un alto grado de libertad de movimiento. Por el contrario, el ingreso a Alemania (por ejemplo) sin visa es solo posible para ciudadanos de los otros 27 miembros de la UE, 5 países que se postularon para la UE y otros 67 países, incluyendo a socios políticos y comerciales de importancia, como Japón y Estados Unidos. Quienes tengan la ciudadanía de otros más de cien países deben llevar a cabo un proceso de solicitación complejo y costoso para conseguir una visa, incluso si solamente quieren hacer una visita veloz a la UE. En ese caso, quienes se postulan deben compartir información privada y sobre IV | ATLAS DE LAS MIGRACIONES LA BIENVENIDA ES PARA LA PLATA Los Estados miembro de la UE que emiten “visas doradas” a cambio de inversiones, compra de propiedades o bonos del gobierno y los flujos de capital promedio anual creados como consecuencia, 2012-2017, cantidad de ciudadanías o permisos de residencia emitidos y los principales países de origen de las personas que las solicitan. Ciudadanías o permisos de residencias emitidos Austria 205 Malta Rusia Brasil 1,290 312 25 Bulgaria 914 3,336 Chipre 24,755 43 Irlanda 7,565 2,027 China Estados Unidos 10,445 250 498 Grecia Reino Unido 17,342 180 Letonia 19,838 17,521 670 434 976 Portugal Hungría España *Algunas cifras son desde 2010 y/o hasta 2018. No hay información para Francia, Luxemburgo y Países Bajos. Para Austria la información es incompleta. Las cifras incluyen parcialmente les integrantes de la familia. Para Chipre y Malta no hay información sobre los países de origen. terceros: ¿Cuánto dinero hay en su cuenta bancaria? ¿Dónde quiere vivir en Europa? ¿Para quién trabaja? ¿Quién le ofreció una invitación? ¿Dónde se va a alojar? ¿Quién cubrirá los costos de su visita? Y, por supuesto, ¿abandonará el país cuando expire su visa? Obstáculos Si las autoridades no creen que la persona se quiera ir, rechazarán su solicitación. El departamento que ofrece visas tiene completa libertad. No hay criterios obligatorios, y no se puede hacer ninguna objeción. El procedimiento habilita la discriminación, la arbitrariedad y la corrupción. De 2008 a 2010, los consulados alemanes en África, Sudamérica y Europa Oriental emitieron visas a cambio de sobornos. En 2018, se conoció que les trabajadores consulares en el Líbano habían vendido turnos anticipados para evitar que la gente haga largas filas para solicitaciones de visa. En 2017, los consulados de los Estados miembro de la UE emitieron aproximadamente 14,6 millones de visas. Rechazaron 1,3 millones de solicitudes. Estos rechazos se distribuyeron de manera muy desigual. El consulado polaco en Irbil, en el norte de Irak, rechazó más del 60 por ciento de todas las solicitudes; un 40 por ciento de las solicitudes en el consulado de Francia en Lagos, Nigeria, también fueron rechazadas. Los funcionarios del consulado de Bélgica en Japón, por otra parte, rechazaron solo 1 de cada 50 solicitudes. Para muchas personas que quieren viajar, los costos son un obstáculo insalvable. Si alguien solicita una visa para estudiar en la UE, es posible que tenga que girar hasta 8.800 euros en una cuenta bloqueada específica, desde la que pueda retirar dinero solamente en el país en el que va a estudiar. Este dinero es para cubrir los costos de vida por lo menos por un año. Los bajos niveles de ingresos en África y Medio Oriente hacen que tal suma sea inalcanzable. Esta regla de hecho excluye la posibilidad de poder trabajar para cubrir los gastos de estudio. La “visa dorada” es lo que mejor ilustra cómo el tamaño de tu billetera determina tu libertad de movimiento. Son para personas que invirtieron determinada cantidad de dinero en el país al que quieren viajar. Un conteo hecho en 2018 por la ONG anticorrupción Transparencia Internacional descubrió que más de 20 países tenían un programa de dichas características. De estos, 14 eran países europeos y miembros de la UE. Grecia, por ejemplo, emite visas para cualquiera que haya invertido 250.000 euros en propiedades griegas. Alemania tiene una regla similar, aunque no se la clasifique como una “visa dorada”. Desde 2004, una persona que invierta una suma importante en su propia empresa en Alemania cumple con los requisitos para una “visa de inversores”. La empresa debe tener un “financiamiento seguro” y ser “viable”. Inicialmente, bastaba con 250.000 euros; hoy en día, la ubicación de la empresa también debe ser promisoria en términos de un desarrollo favorable. Si el proyecto es exitoso y genera ganancias, la persona que solicitó la visa puede esperar conseguir un permiso de residencia permanente después de tres años. PASAPORTE, POR FAVOR Libertad de movimiento según nacionalidad y pasaporte, 2019 ¿A cuántos países pueden viajar sin visa les ciudadanes de cada país? 30–70 71–100 101–140 141–172 *Los países más chicos no aparecen ¿A qué países pueden viajar quienes tengan pasaporte alemán, y en qué condiciones? Libremente, sin visa Visa a la llegada Documento online* antes de viajar Visa antes de viajar Traducción de todos los artículos: Ignacio Barbeito Fuentes de los gráficos: Transparency International, Global Witness: European Getaway. Inside the Murky World of Golden Visas, 2018, p.13 f., http://bit.ly/31flu0O; Global Passport Power Rank 2019, http:// bit.ly/2QI2hja. Passport Index, Compare Passports, http:// bit.ly/2JTE8pu, Auswärtiges Amt,Übersicht zur Visumpflicht bzw. -freiheit, http:// bit. ly/2F28guX Primera Encuesta Nacional Migrante de Argentina Compañeres migrantes, se lanzó la primera Encuesta Nacional Migrante para saber tu situación general de primera mano y generar información valiosa, representativa, actualizada y útil para visibilizar problemas y avanzar en la defensa de tus derechos. Solo te tomará entre 15 y 20 minutos y es anónima. Súmate a esta iniciativa colectiva, organizada por el CONICET y organizaciones de migrantes y de derechos humanos, completando el formulario disponible en: https:// es.surveymonkey.com/r/ENMA . Tenés tiempo hasta el 15 de noviembre. *Incluye eVisa, ESTA, eTA ¿Las personas de qué países pueden ingresar a Alemania sin visa? Sin visa Con visa ATLAS OF MIGRATION / PASSPORTINDEX.ORG 303 Origen ATLAS OF MIGRATION / TI, GW Flujos de capital por venta de visas 43 por año en millones de euros