Mitología y literatura enGrecia

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TEMA 2
MITOLOGÍA Y LITERATURA EN GRECIA
Esquema:
1. La naturaleza de los mitos griegos
2. Origen y características de los mitos griegos
3. Tipología de los mitos griegos
3.1. Mitos cosmogónicos y relatos sobre los orígenes
3.1.1. Cosmogonías
3.1.2. Teogonías y luchas de soberanías
3.1.3. La creación del hombre
3.2. Mitos sobre los dioses
3.3. Las aventuras de los héroes
3.3.1. Los grandes ciclos legendarios
a. Ciclo tebano
b. Ciclo argivo
c. La guerra de Troya
4. La transmisión de los mitos griegos
4.1. Homero y Hesíodo
4.2. La poesía lírica
4.3. La tragedia
4.4. La poesía helenística
4.5. La prosa
4.6. La filosofía
4.7. Las enciclopedias mitográficas
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5. La interpretación de los mitos griegos
5.1. Alegorismo y racionalismo
5.2. La mitología clásica en el Renacimiento
5.3. Las interpretaciones modernas
5.3.1. La mitología comparada
5.3.2. La mitología histórica
5.3.3. La interpretación de los mitos en el siglo XX
a. La mitología simbólica
b. La mitología funcional
c. La mitología estructural
6. Mitos hispánicos
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1. La naturaleza de los mitos griegos.
Es casi obligado al hablar del mito en Grecia intentar dar una definición de esta
palabra, a pesar de la dificultad que entraña. En griego la palabra mythos significaba
‘palabra’, ‘dicho’ y, en principio, podía hacer referencia a un tipo cualquiera de relato.
Posteriormente, después de que en Grecia comenzara a establecerse una
oposición entre lo perteneciente a la esfera del mito y lo racional, van a surgir una serie
de connotaciones negativas, que van a asociar el mito con algo ‘no real’, ‘inventado’, y
que son las que aparecen reflejadas en las definiciones que, a menudo, los diccionarios
modernos ofrecen de la palabra ‘mito’: “fábula, ficción alegórica, especialmente en
materia religiosa”, o bien un uso coloquial de mito como “algo falso e indemostrable” o
como “algo fabuloso o quimérico”.
Estas definiciones “negativas” del mito son ya antiguas. Es en el historiador
Heródoto (s. V a. C.) donde encontramos por vez primera un uso de la palabra ‘mito’ en
el sentido de ‘relato no confirmado por testimonios’, oponiéndolo así al relato histórico,
que sería el ‘relato de hechos ocurridos realmente’. Igualmente, en poetas como Píndaro
o filósofos como Platón, el mythos se va a teñir de ciertas connotaciones de falsedad o
artificio cuando lo ponen en contraste con su propia verdad, como luego veremos.
De todas las definiciones del mito griego hemos seleccionado tres relativamente
modernas, que se complementan.
Para Jean Pierre Vernant los mitos son “conjuntos de relatos sobre los dioses y
los héroes, es decir, los dos tipos de personajes a los que las ciudades antiguas elevaban
su culto”. Burkert ha definido el mito como “un relato tradicional con referencias
parciales y secundarias a algo de importancia colectiva”. Para García Gual, el mito es
“un relato tradicional que refiere la actuación memorable y ejemplar de unos personajes
extraordinarios en un tiempo prestigioso y lejano”. Las tres definiciones coinciden,
pues, en que el mito se trata de un tipo de relato tradicional con carácter dramático y
valor ejemplar para la comunidad.
En primer lugar, es un acontecimiento cuyo desarrollo se considera enmarcado
en un tiempo “anterior, exterior y heterogéneo respecto al tiempo en que vivimos”,
como ha señalado Veyne. Por otro lado, se trata de un acontecimiento considerado
fundamental, y sus protagonistas no son seres humanos corrientes, sino héroes o dioses
o, en cualquier caso, personajes con algún rasgo sobrenatural.
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Se trata, pues, de un relato que presenta a unos seres sobrenaturales, que cuenta
un acontecimiento sucedido en un tiempo primigenio anterior al tiempo real, y que
proporciona la clave explicativa de algo que sucede o existe en el tiempo real.
Los mitos, como han señalado los antropólogos, tienen una función importante
en la vida de una sociedad primitiva o arcaica. Sirven para explicar el mundo, para
justificar los hábitos y ritos de una determinada cultura. Esto es, precisamente, lo que
diferencia al mito de otros términos con los que, en muchas ocasiones, aparece asociado,
tales como ‘leyenda’, ‘saga’, o ‘cuento popular’. Los mitos tratan temas fundamentales
de la existencia humana, como los orígenes del universo, de la vida, la necesidad de la
muerte, etc. Por el contrario, las leyendas serían relatos tradicionales que relatarían
aventuras de seres reales o hechos del pasado que habrían ocurrido en determinados
lugares. El cuento popular, a su vez, describe hechos puramente imaginativos con fines
de entretenimiento en un tiempo sin determinar. El problema reside en que los griegos
llamaban mitos a estos tres tipos de relato que acabamos de mencionar. Así, relatos
como el de la guerra de Troya, encajarían en el tipo de la leyenda, mientras que el mito
de Perseo y Andrómeda reúne todas las características del cuento popular.
En Grecia, la práctica del relato mítico desembocó irrefrenablemente en el paso
del mythos al lógos, es decir, en la aparición del pensamiento racional. El
enfrentamiento entre ambos términos se inició en el siglo VI a.C. y trajo consigo las
primeras especulaciones con base científica sobre el universo, que dieron origen, a su
vez, al nacimiento de la filosofía y de la ciencia. Como explicación de lo real, el mito va
a ser inapropiado para las exigencias racionales de la época. Mientras el pensamiento
mítico intentaba explicar el mundo y sus fenómenos por medio de acontecimientos
considerados reales, pero que no lo eran, el pensamiento racional sólo tenía por válidas
las explicaciones que recurrían a hechos cuya realidad era demostrable y constatable.
Filósofos como Jenófanes o Heráclito van a criticar a Homero y a Hesíodo por
contar historias poco edificantes. Así, pues, son los filósofos, y sobre todo, Platón, los
primeros que rompen con la unidad entre mythos y lógos. La palabra lógos también tiene
muchos significados en griego: por un lado es ‘relato’, ‘narración’ igual que mythos;
pero también es ‘palabra’, ‘frase’, ‘tratado’, ‘razón’, ‘razonamiento’, etc.
El mito se encargaba de exponer los problemas del entorno humano, pero no
intentaba comprobarlos, mientras que el lógos busca una explicación racional. Los
filósofos van a despreciar el saber de los mitos. Éstos van a buscar el origen de la vida
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por la vía racional. Pero va a ser en Platón donde se produzca la crítica más virulenta de
los mitos, ya que contribuyen a la corrupción de los jóvenes.
Más tarde, Aristóteles en su Poética va a utilizar la palabra mythos en dos
sentidos: relato tradicional y arcaico, por un lado, y ficción literaria, por otro. Los
autores latinos usaron la palabra fabula para ambos sentidos y así, por fabulae entendían
tanto los repertorios mitológicos de Apolodoro o Higino, como las tragedias de
Eurípides o las comedias de Aristófanes. Esta doble acepción de mito va a continuar
durante la Edad Media y el Renacimiento. Sólo a partir del siglo XVIII, en que se
descubren otras mitologías, se va a diferenciar entre el mito propiamente dicho y la
ficción literaria.
2. Origen y características de los mitos griegos
El origen de los mitos griegos es muy complejo. Por un lado, son huella de los
mitos indoeuropeos. Lo mismo que se compararon lenguas para establecer rasgos
comunes entre ellas, se compararon los mitos de los pueblos indoeuropeos. Según la
teoría de Dumézil aplicada a la ideología indoeuropea, todas las actividades humanas se
agrupan en tres funciones presididas por tres categorías específicas de divinidades: la
función de soberanía, la función guerrera y la función de producción y reproducción.
Esta teoría que se cumple con bastante exactitud en la mitología india, no tiene tanto
reflejo en la griega, aunque algunos mitos, como el del concurso de belleza que enfrentó
a las diosas Hera, Afrodita y Atenea, puedan, de algún modo, ponerse en relación.
Pero los mitos griegos no sólo tienen elementos indoeuropeos. También
contienen mitos autóctonos, del sustrato pregriego y, especialmente, mitos procedentes
del Oriente próximo, que habrían penetrado a través de los numerosos contactos con
Asia Menor.
Una característica de los mitos griegos es que, a diferencia de otras culturas, no
están especialmente ligados a una literatura religiosa, ni su custodia está encomendada a
grupos sacerdotales como sucede en la India o en la tradición hebrea. Esto no quiere
decir que muchos mitos griegos no vayan a estar unidos a creencias o rituales locales.
Pero son los poetas principalmente, como educadores del pueblo, quienes van a utilizar
sobre todo los mitos y los encargados de su transmisión. Esto ha proporcionado a los
mitos griegos una flexibilidad y una libertad que no tiene la transmisión mitológica de
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otros pueblos. Los mitos se convierten así en materia literaria, por lo que van a poder ser
objeto de modificaciones de todo tipo: desde variaciones de detalle hasta
reinterpretaciones en profundidad de su sentido último.
Esto constituye el rasgo principal del mito griego: su transmisión y reelaboración
por parte de los poetas, junto con el carácter tradicional del relato. El relato mítico en
Grecia, pues, no está fijado de forma definitiva. Ahora bien, no depende únicamente de
la invención individual o de la fantasía creadora de los poetas, sino que a la vez está
rígidamente incardinado en la transmisión y la memoria colectiva. Memoria, oralidad y
tradición son condiciones básicas de la existencia y supervivencia del mito. Se trata, por
tanto, de un relato tradicional de carácter abierto, pero sólo a condición de que se
inscriba en la línea de la tradición, es decir, si respeta las convenciones de temas,
asociaciones, vinculaciones y contrastes, fuera de los cuales el mensaje dejaría de ser
comprensible para los receptores.
La mitología griega es, pues, el resultado de una síntesis elaborada por los
griegos que combina mitos indoeuropeos, autóctonos y orientales. Por mitología se
entiende, por un lado, el repertorio de mitos, tal y como aparecen narrados de Hesíodo a
Apolodoro. Pero también, la explicación de los mismos, su estudio. En este segundo
sentido, la mitología es relativamente moderna, como veremos más tarde.
3.Tipología de los mitos griegos
Dentro de los mitos griegos, se pueden distinguir tres grandes categorías, que, a su
vez, comprenden otros tipos:
a) Mitos cosmogónicos y relatos sobre los orígenes: cosmogonías, teogonías, lucha por
la soberanía, creación del hombre.
b) Mitos sobre los dioses: genealogías, aventuras, etc.
c) Mitos sobre los héroes: ciclos legendarios.
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3.1. Mitos cosmogónicos y relatos sobre los orígenes
3.1.1.Cosmogonías
Las cosmogonías cuentan la creación del universo y el origen del mundo. En el
caso de las cosmogonías griegas la narración se hace en términos de genealogía hasta
alcanzar la etapa en que impone la soberanía de Zeus. A la vez son también mitos de
soberanía. Exaltan el poder de un dios que reina sobre todo el universo.
Entre las cosmogonías hay que destacar la Teogonía de Hesíodo, por ser la más
amplia y la mejor conservada. El poema describe (versos 116 ss.) las diferentes etapas
de la creación hasta llegar a la supremacía de Zeus:
En Hesíodo existen tres seres primigenios, es decir, las primeras realidades del mundo y que van
a ser a su vez el origen de todo. Primero existió el Caos, el abismo sin fondo, un espacio abierto sumido
en la oscuridad. Después surgió la Tierra, que habría de ser el fundamento seguro de la vida posterior. Y
en tercer lugar Eros (el Amor), el motor de la creación, que empuja a los seres a unirse y a multiplicarse.
De Caos nacerán, sin unión femenina, Érebo (las tinieblas), y la Noche. Gea (la Tierra) por su
parte, y también si necesidad de elemento masculino, engendra a Ponto (el mar) y a Urano (el Cielo).
Posteriormente, Gea se une a Urano, su hijo, y de esta unión nacerán los Titanes, entre los cuales va a
estar Crono, el más importante, porque va a ser el que castre a su padre Urano para separarlo de la Tierra.
Tras la separación de Urano y Gea motivada por la castración de Crono, Hesíodo describe las etapas en la
lucha por la soberanía de Zeus.
Además de este tratamiento pormenorizado de Hesíodo en los albores de la
Literatura griega, conservamos huellas de otros intentos, en alguna medida divergentes,
de explicación cosmogónica. Así, en Homero (Ilíada XIV 201) tal vez podría haber una
alusión a ver el origen del mundo en un principio único, el Agua primigenia,
personificada en Océano. Otros autores piensan en la Noche original, que puede
desdoblarse en dos formas, una masculina y la otra femenina.
A mediados del siglo VI a. C., en un momento aún importante, pues, de la época
arcaica, Ferecides de Siros, en consonancia con su momento intelectual, intenta un
primer acercamiento racionalista a la explicación del origen del mundo. Y así, conserva
las figuras de las grandes divinidades tradicionales, pero transforma sus nombres
mediante juegos etimológicos de palabras.
Especialmente interesantes son las cosmogonías órficas, que se remontan por lo
menos al siglo V a. C., como lo prueban la parodia de Aristófanes en Las Aves así como
el papiro de Derveni de finales del siglo IV a. C, aunque muy probablemente sean más
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antiguas, también de época arcaica. Pero estas cosmogonías son sobre todo conocidas
por textos tardíos atribuidos a Orfeo, poeta mítico anterior a Homero y a Hesíodo. El
poeta Apolonio de Rodas (El viaje de los Argonautas I 496ss.) pone en boca de Orfeo
una cosmogonía.
3.1.2. Teogonías y luchas de soberanía
Tras el período cosmogónico las teogonías suelen pasar a explicar también el
origen de los dioses -siguiendo en ello normalmente una estructura genealógica-, hasta
la implantación de nuevo orden, en nuestro caso el orden de Zeus. Ya hemos
mencionado la Teogonía de Hesíodo como la principal. En dicho poema (vv. 132ss.) se
nos da una perspectiva de conjunto sobre la formación y organización del mundo divino.
Es una narración mítica que incluye material de diversa procedencia, donde destacan
influencias orientales, que el poeta ha sistematizado y reelaborado para presentar una
visión global que va desde el caos inicial hasta el triunfo de Zeus.
3.1.3. La creación del hombre.
Existen diferentes mitos griegos que intentan explicar el origen del hombre. En
unos, los hombres nacen de las piedras lanzadas por Deucalión, el hijo de Prometeo y de
su esposa Pirra; otros hablan de Prometeo, que modela a los hombres con agua y tierra;
finalmente, otras versiones mencionan simplemente que fueron creados por los dioses.
Y junto a la creación del hombre la mitología griega también encara la aparición de la
primera mujer (Pandora). Sobre este punto de la presencia del hombre sobre la tierra es
importante el mito de Prometeo -el protector de la estirpe humana-, que aparece
desarrollado en Hesíodo, tanto en la Teogonía (vv. 535 ss.: engaño de Prometeo a Zeus
y castigo de éste a los hombres) como en Los Trabajos y los Días (vv. 42 ss.: robo del
fuego por Prometeo y aparición de la mujer en el mundo):
El mito de Prometeo:
Una vez establecido el orden del mundo, Zeus reina sobre el universo. Dioses y hombres
conviven en paz y armonía. Los hombres no conocen ninguno de los males venideros, no existen las
mujeres, no envejecen, en fin, es la Edad de Oro. Pero llega el momento de repartir honores entre dioses y
hombres. Los dioses eligen a Prometeo para llevar a cabo el reparto. Prometeo es hijo de un Titán, Jápeto,
hermano de Crono, pero no ha participado en la lucha contra Zeus. Después de sacrificar una res,
Prometeo es el encargado de repartir las primicias. Mediante un engaño, Zeus elige la peor parte, los
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huesos, y da a los hombres lo mejor del sacrificio, la carne. Zeus, burlado y lleno de ira, decide negar a
Prometeo y a los hombres el fuego y el trigo. Sin embargo, Prometeo va otra vez a apoderarse de la
semilla del fuego y a entregarlo a los hombres. A su vez, la semilla del trigo tendrá que ser ocultada bajo
la tierra y los hombres deberán trabajar para obtener su cosecha.
El mito de Pandora, la primera mujer:
A continuación, Hesíodo va a contar la creación de la primera mujer, Pandora. Zeus va a
convocar a algunos dioses como Hefesto, Atenea, Afrodita, Hermes, y entre todos van a hacer a Pandora.
Hefesto la modela con agua y arcilla, Hermes le da vida y fuerza y la dota de voz. Atenea y Afrodita la
visten y adornan. Pero junto con la voz, Hermes la hace mentirosa, de mente taimada. Prometeo se da
cuenta de lo que va a significar para los hombres, las desgracias que va a acarrearles e intenta prevenir a
Epimeteo, su hermano. Pero éste se deja seducir por la belleza de Pandora y la deja entrar en su casa. Se
convierte así en la primera esposa humana. Instigada por Zeus, que excita su curiosidad, va a destapar la
vasija que contenía todos los males de la humanidad. Sólo Elpís, la esperanza, se va a quedar dentro de la
vasija. Así, pues, Pandora, la primera mujer, va a ser el origen de todos los males del mundo.
Los mitos griegos también se ocupan de la evolución del hombre sobre la tierra.
Y así, Hesíodo en Los Trabajos y los Días (vv. 106 ss.) nos cuenta que hubo cinco
etapas en la historia del hombre. Las tres primeras y la última están asociadas a un
metal: oro, plata, bronce y hierro. La cuarta es la edad de los héroes.
Por último no debemos olvidar los llamados mitos etiológicos, que buscan
explicar el origen de la diversidad de pueblos, ciudades, de la que eran perfectamente
conscientes los griegos. Hesíodo habla de Helén, hijo de Deucalión, que tuvo tres hijos:
Juto, Eolo y Doro. Los dos últimos dan nombre a los eolios y a los dorios. A su vez,
Juto tuvo un hijo, Ión, que da nombre a los jonios.
3.2. Mitos sobre los dioses
Los dioses griegos se definen por sus relaciones mutuas dentro de una sociedad
que es, fundamentalmente, la de una familia patriarcal.
A Homero y Hesíodo, principalmente, debemos los rasgos más característicos de
los dioses griegos. Una de sus principales características es su antropomorfismo y su
sumisión al dios soberano Zeus. Los dioses y diosas homéricos son esencialmente
humanos en su conducta y actúan motivados también por deseos humanos. En los
poemas homéricos se ve a los dioses actuando para castigar y destruir a los humanos que
de alguna manera se atreven a poner en duda su poder, a cuestionar sus prerrogativas o a
competir con ellos.
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Por otro lado, los dioses también proporcionan un punto de partida a las
genealogías heroicas, habida cuenta que, en muchos casos, los héroes son fruto de la
unión de un dios con una mortal.
La organización familiar y la estructura genealógica permiten dar cohesión a los
dioses del panteón helénico, formado agregaciones de dioses de diferente origen.
Hesíodo en la Teogonía relata cómo desde el caos originario fueron surgiendo
los dioses, en varias generaciones, y cómo Zeus logró, tras vencer a los dioses más
antiguos, los Titanes, asentar ese orden divino que tiende a la armonía y a la justicia.
Los dioses Olímpicos.
Los dioses que habitan el Olimpo se reparten en dos generaciones: la de los hijos
de Crono y Rea, que son Hestia, Deméter, Hera, Hades, Posidón y Zeus; y la de los hijos
de Zeus: Atenea, Perséfone, Apolo, Ártemis, Hefesto, Ares, Hermes, Afrodita y
Dioniso.
De todos ellos, Zeus fue el que consiguió la supremacía y el poder en el Olimpo
cuando destronó a su padre. Se repartió el dominio del mundo con sus dos hermanos:
Posidón y Hades. Combatió a los Titanes y sometió a monstruos primigenios como
Tifón. Es el dios de la luz del día, del cielo y los fenómenos atmosféricos y goza de un
poder ilimitado. Recibe el epíteto de ‘padre de hombres y dioses’. La descripción de sus
devaneos amorosos ocupa buena parte de la mitología griega.
Hera es hermana y esposa legítima de Zeus, y madre de Ares y Hefesto. Diosa
del matrimonio, tiene un carácter terrible cuando se enfada.
Poseidón es uno de los hijos de Crono que, tras vencer a éste, se repartió el
mundo con sus dos hermanos Zeus y Hades. A él le tocó reinar sobre los mares y las
aguas, junto a su esposa Anfitrite. Es el que provoca oleadas y tempestades blandiendo
su tridente, y también el dios de los terremotos.
Hades reina sobre el mundo de los muertos, que lleva su mismo nombre, en
compañía de Perséfone, la hija de Deméter, a la que raptó para hacerla su esposa.
Deméter es una diosa de carácter agrario. Protege las cosechas de cereales y la
tierra cultivada. Es madre de Perséfone, a quien Hades se llevó al Hades.
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Atenea es hija de Zeus. Su parto fue singular. Nació de la cabeza de Zeus, de
donde salió vestida con su armadura y su casco de bronce. Es una doncella guerrera que
protege a los héroes y se distingue por su inteligencia.
Ares es hijo de Zeus y Hera. Es el dios de la guerra y a él se le hacen numerosos
sacrificios. Tuvo amores muy famosos con Afrodita, la esposa de Hefesto.
Hefesto es hermano de Ares. Es el dios de la fragua, donde fabrica armas para
los dioses y los héroes. A pesar de ser cojo, su esposa es la diosa Afrodita.
Afrodita es la diosa del amor y del deseo sexual. La versión más antigua de su
nacimiento cuenta que nació de la espuma que se formó en las aguas del mar al caer el
esperma del miembro mutilado de Urano, el dios del cielo. Según otra versión es hija de
Zeus. Aunque estaba casada con Hefesto, tuvo muchos amantes, entre ellos Ares, el
héroe troyano Anquises, Adonis, etc.
Apolo es hijo de Zeus y Leto. Es el dios de la luz y la pureza ritual, de las artes,
la poesía y la música. Sabe tocar la lira rodeado del coro de las Musas. Sus grandes
santuarios estaban en la isla de Delos y en el oráculo de Delfos, donde decía sus
enigmáticas profecías.
Ártemis es hermana gemela de Apolo. Diosa de la virginidad, de la caza y
señora de los animales salvajes. Protege a las doncellas y a las mujeres en el parto.
Dioniso es hijo de Zeus y de una princesa de Tebas, Sémele. Era un héroe en
origen, pero luego se convirtió en dios. Es el dios del vino, de la embriaguez y del
frenesí. Suele presentarse como un dios oriental, con su séquito de bacantes, ménades y
sátiros. Es también el dios del teatro, tanto de la tragedia como de la comedia.
Hermes es hijo de Zeus y Maya, una ninfa de Arcadia. En origen era un dios de
los pastores y del ganado. Es un dios astuto, engañador y viajero. Era el patrón de los
comerciantes, de los mensajeros, de los pactos y de los ladrones.
Pan es hijo de Hermes. Tiene cuernos y patas de cabra. Es una divinidad agreste
que persigue ninfas, cuida del ganado y toca el caramillo. De él ha tomado la
iconografía cristiana la imagen del demonio.
Hestia es hermana de Zeus. No es muy conocida. Es la diosa del fuego del hogar
y por ello está relegada al interior del hogar.
Hécate es la diosa terrible que aparece de noche en los caminos.
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Cada una de estas divinidades va a tener un perfil propio y a cumplir funciones
específicas de protección y patrocinio de todas las actividades de la existencia humana.
Entre ellas se dan relaciones de oposición y complementariedad. Hay divinidades
guerreras, como Ares y Atenea, pero con un enfoque distinto de la actividad. Ares
representa una concepción salvaje y primitiva de la actividad guerrera, mientras que
Atenea encarna una concepción socializada de la guerra y la pone al servicio de la
ciudad. Atenea, por otra parte, comparte con Hefesto el patrocinio de la artesanía, pero
cada uno de ellos tiene su cometido propio: Hefesto, el trabajo de los metales y de la
forja; Atenea, los trabajos del bosque y el telar.
Hera, la esposa de Zeus, preside la institución matrimonial. La diosa Afrodita le
sirve de complemento. Afrodita es la diosa del amor carnal, del deseo amoroso. Hestia
es la diosa del hogar y se opone, de alguna manera, a Hermes, el dios viajero.
Ártemis reina sobre los lugares no civilizados, y, por tanto, es la diosa de la caza,
y de la etapa salvaje de la vida, la adolescencia. Deméter, por su parte, domina sobre la
tierra cultivada, es la diosa de la agricultura.
Apolo es el dios del orden y la estabilidad. Preside el canto y las artes en general.
Dioniso es un dios errante y vagabundo; representa lo que es diferente. Es el dios del
vino y de la vid, del entusiasmo y del éxtasis. No protege a la familia ni a la ciudad, sino
que inspira el frenesí y la locura.
El rasgo principal de los dioses griegos es el antropomorfismo. Los dioses tienen
formas y pasiones humanas y están emparentados entre sí.
3.3. Las aventuras de los héroes.
Los héroes van a desempeñar un papel fundamental en la mitología y, por
consiguiente, en la literatura griega. De hecho, son los protagonistas de gran parte del
repertorio de mitos griegos. Los héroes griegos son seres semidivinos, famosos por sus
acciones ejemplares, a los que se rendía culto en algunas ciudades griegas. El término
héroe designaba en griego a aquellos que, tras su muerte, pasaban a disfrutar de un
estatuto sagrado, convirtiéndose en semidioses. Había muchos lugares de culto a los
héroes locales y las ciudades se gloriaban de tener un héroe fundador, así como muchas
familias nobles. También instituyeron fiestas públicas como los Juegos Olímpicos o
Ístmicos.
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Los héroes nacen, generalmente, de la unión de un dios y una mortal, como
Heracles, hijo de Zeus y de Alcmena; o bien de una diosa y un mortal, como en el caso
de Aquiles, hijo de la diosa marina Tetis y de Peleo; o Eneas, hijo de Afrodita y del
troyano Anquises. Pero también hay héroes que son plenamente humanos, aunque de
estirpe regia, como Odiseo o Edipo. Su rasgo principal es que tanto unos como otros, a
diferencia de los dioses, son mortales.
Hay héroes mayores, famosos en toda Grecia, cantados en la épica y en toda la
literatura clásica, y otros menores, de carácter local, ligados a un culto determinado.
Algunos han pasado a la posteridad por librar de monstruos y peligros los lugares por
donde pasaban a lo largo de sus aventuras, como Heracles, Teseo o Jasón. Otros como
Aquiles, Agamenón, Polinices, Adrasto, fueron al frente de ejércitos a combatir en
Troya o en Tebas. Otros, menos conocidos, pasan por ser los impulsores de un
determinado elemento cultural. Así, Triptólemo es el introductor del cultivo de los
cereales, etc. Dioses o diosas auxilian o persiguen a algunos de estos héroes, como
Jasón, por ejemplo, que recibe ayuda de Atenea, o Heracles amenazado por Hera.
Las características de los héroes no son exclusivas de los griegos. También
encontramos héroes similares en otras culturas, no sólo de estirpe indoeuropea, sino
también orientales, cuyas hazañas y aventuras ocupan buena parte de la poesía épica.
Sin embargo, en Grecia el héroe es, la mayoría de las veces, el héroe homérico o el
héroe trágico, lo que le ha conferido unos rasgos singulares.
El héroe homérico participa de las características de los héroes, pero a la medida
humana. Posee la cualidad de la areté (‘excelencia’), que en griego hace referencia tanto
a cualidades morales como físicas. Es, por tanto, valiente y virtuoso. Debe sufrir y
morir, y las intervenciones de los dioses con los que está emparentado, no pueden
sustraerlo a ese doble destino. En los poemas épicos se exalta su valor y su búsqueda de
‘gloria imperecedera’. A algunos de ellos les estaba reservado un final feliz en la Isla de
los Bienaventurados o en los Campos Elíseos, pero Homero no hizo suyas esas
tradiciones.
Cada héroe tiene su propia historia llena de hazañas y acciones valerosas.
Algunos, como Heracles, obtuvieron la inmortalidad como premio.
Heracles es el más grande de los héroes griegos. Su fuerza era sobrenatural ya desde su infancia.
Recuérdese que en la propia cuna estranguló a dos serpientes que Hera le había enviado. Hera estaba
celosa porque Zeus lo había engendrado con una mortal, Alcmena, la esposa de Anfitrión. Su odio hacia
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el héroe fue tal que consiguió que Heracles quedara sometido a Euristeo, rey de Micenas y Tirinto. Éste le
mandó ejecutar los famosos doce trabajos, que ejecutó sano y salvo. Participó en la primera guerra de
Troya, en la expedición de los Argonautas, en la lucha con los Centauros, etc. Murió al ponerse la túnica
envenenada con la sangre de la hidra de Lerna que el centauro Neso había entregado a su mujer Deyanira.
3.3.1. Los grandes ciclos legendarios
Los mitos heroicos se suelen agrupar en ciclos organizados alrededor de una
ciudad. Los más importantes giran en torno a Tebas y Argos, por un lado, y a Troya, por
otro.
a. Ciclo tebano
La historia de Tebas comienza con el fenicio Cadmo, hermano de Europa, que
había salido en busca de su hermana, raptada por Zeus, y llegó a Beocia, donde fundó la
ciudad de Cadmea. Es antepasado de Edipo, que pertenece a la dinastía de los
labdácidas. Lábdaco, el antepasado epónimo de la dinastía, era el abuelo de Edipo, y
descendiente de Cadmo.
Edipo es hijo de Layo. Éste había recibido un oráculo según el cual si
engendraba un hijo varón, moriría a manos de éste. Su mujer, Yocasta, tiene un hijo y
Layo, atemorizado por el oráculo, decide abandonarlo. Edipo es salvado por un pastor y
adoptado por el rey de Corinto, Pólibo. Un día se entera de que había sido recogido en el
monte y decide consultar al oráculo de Delfos para averiguar su origen. El oráculo le
dice que si vuelve a su patria, matará a su padre y se casará con su madre. Ante tal
situación Edipo decide no regresar a Corinto al lado de Pólibo, a quien sigue
considerando su padre, para así intentar evitar el cumplimiento del oráculo, y encamina
sus pasos a la más próxima Tebas. En el camino se encuentra con un desconocido, con
el que tiene un altercado y lo mata sin saber que es su verdadero padre. Al llegar a Tebas
resuelve el enigma de la esfinge. Como recompensa recibe la mano de la reina Yocasta,
su madre, cumpliéndose con ello el oráculo. Con Yocasta tiene cuatro hijos: Antígona,
Ismena, Eteocles y Polinices. Cuando se descubre la verdad, Yocasta se suicida y Edipo
se arranca los ojos. Tras este desenlace, terrible pero en conexión directa con el oráculo,
Edipo marcha al destierro en compañía de Antígona y se encamina a Colono, una aldea
de Atenas, donde muere.
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Tras su muerte, sus hijos Eteocles y Polinices se disputan el trono de Tebas y
luchan entre ellos. Eteocles expulsa a su hermano, que regresa a la ciudad, a reclamar
su trono, al frente de un ejército. Los dos hermanos se enfrentan y mueren. Creonte, el
nuevo soberano, tío de los anteriores, prohíbe dar sepultura al traidor Polinices.
Antígona desobedece la orden y lo entierra, lo que le acarrea la condena a ser enterrada
viva y se suicida. En la siguiente generación, los descendientes de los que habían
atacado Tebas consiguen apoderarse de la ciudad. Es el retorno de los Epígonos, que
marca para los griegos el fin de los tiempos heroicos.
b. Ciclo argivo.
La historia de Argos se remonta a Ío, sacerdotisa de Hera, de la que Zeus se
enamora. Transformada en ternera, fue acosada por un tábano enviado por Hera y huye a
Egipto, donde recobra la forma humana. Es la antepasada de las Danaides. Éstas, para
escapar del matrimonio con sus primos, los cincuenta hijos de Egipto, fueron a buscar
refugio a Argos. Los argivos libraron una dura batalla con los hijos de Egipto. Su
derrota obligó a las Danaides a casarse con sus primos, pero todas, excepto una, mataron
a sus esposos durante la noche de bodas. La pareja superviviente constituye el inicio de
la dinastía real de Argos.
La otra gran familia argiva es la de los Pelópidas. Su fundador, Pélope, es hijo de
Tántalo y tuvo dos hijos, Atreo y Tiestes. Éstos se disputaron el trono y, con la ayuda de
la esposa de Atreo, Tiestes se proclamó vencedor porque consiguió robarle a su
hermano el vellocino de oro. Atreo se vengó sirviéndole a Tiestes la carne de sus hijos
como festín. Atreo tuvo dos hijos, Agamenón y Menelao. Agamenón fue rey de Micenas
y Menelao de Esparta. Cuando el troyano Paris raptó a Helena, la esposa de Menelao,
Agamenón se puso al frente de un ejército y se dirigió a Troya. Para conseguir que la
expedición tuviera buen fin tuvo que sacrificar en Áulide a su propia hija Ifigenia a la
diosa Ártemis. A su vuelta, su esposa Clitemestra lo asesinó con la complicidad de su
amante Egisto, el hijo de Tiestes. Clitemestra y Egisto impusieron una tiranía en Argos,
hasta que Orestes, hijo de Agamenón, regresó para vengar la muerte de su padre.
Orestes mató a su madre y a Egisto y, posteriormente, fue purificado por Apolo en
Delfos y absuelto en Atenas por el tribunal del Areópago, según la versión de Esquilo.
15
Hay otros mitos que reagrupan en una empresa colectiva a héroes procedentes de
diversos ciclos como la caza del jabalí de Calidón, los juegos fúnebres de Pelias, y la
expedición de los Argonautas, con Jasón al frente, en busca del vellocino de oro. Una
generación después va a tener lugar la expedición aquea contra Troya al mando de
Agamenón.
c. La guerra de Troya.
El relato de la guerra de Troya va a ocupar la Ilíada homérica. En este poema
épico van a destacar héroes como Aquiles, Diomedes, Áyax en el lado de los griegos; o
Héctor y Eneas, en el lado troyano. Es el relato de la cólera de Aquiles, sus causas, y,
sobre todo, sus funestas consecuencias. La Ilíada cuenta en 24 cantos un momento de la
guerra, situándose en el décimo año de la guerra.
La Odisea es el poema de su protagonista, Odiseo, el que introduce en Troya el
caballo de madera que dará la victoria finalmente a los griegos. Relata la vuelta del
héroe a su patria, Ítaca, y las aventuras llenas de peligros que tiene su viaje, así como la
venganza de Odiseo sobre los pretendientes de su mujer, la fiel Penélope.
Además de los poemas homéricos, el tema de la guerra de Troya fue completado
por los poemas que forman el llamado “ciclo troyano”: Los Cantos Ciprios, la Etiópide
de Arctino de Mileto, la Pequeña Ilíada de Lesques, el Saqueo de Troya (Ilioupersis),
los Retornos (Nostoi), y la Telegonía
4. La transmisión de los mitos griegos.
La mitología griega comienza con Homero y Hesíodo. Aunque en las tablillas
micénicas aparecen mencionados algunos dioses como Zeus, Poseidón, Ártemis, etc., no
contamos con relatos mitológicos de época micénica, si bien es probable que algunos
mitos tengan origen micénico.
Los mitos griegos los conocemos, sobre todo, por lo que nos ha sido transmitido
por la literatura griega. El peso que tiene la tradición mítica en la literatura griega es
enorme. Desde el siglo VIII a. C. al VI d. C., poetas, prosistas, historiadores, filósofos,
etc. no cesaron de transmitir los mitos y de recrearlos. Por ello, se ha dicho que nuestra
perspectiva del mito griego es filológica. Nos han llegado los mitos como textos
aislados, pero formaban parte de una cultura viva y compleja y las variaciones en su
transmisión se deben a que reflejan las tensiones del contexto social que las impulsaba.
16
Los poetas y autores antiguos mencionan las historias como algo familiar y
sabido por el auditorio. Hasta muy tarde, el siglo II a. C., no se va a producir una
descontextualización de la mitología griega. En época alejandrina, se dan dos
circunstancias importantes: la voluntad de conservar el pasado, y la tendencia a
reelaborar las narraciones de interpretación oral. Por primera vez se reúnen todas esas
tradiciones por obra de los llamados mitógrafos. El más famoso es Apolodoro de Atenas
a quien se atribuye la colección conocida como Biblioteca, en donde los mitos están
recogidos por orden cronológico. También hay que mencionar las Fábulas y Astronomía
de Higino, bibliotecario de Augusto en el s. I a. C., de gran importancia para la tradición
posterior, sin olvidarnos del papel fundamental que en la transmisión de los mitos
jugaron los poetas latinos, especialmente Ovidio, hasta la compilación de los Mitógrafos
Vaticanos, o Excerpta Vaticana, nombre con el que se conoce una recopilación de mitos
conservada en el Codex Vaticanus Graecus 305 y realizada a partir de textos de diversos
autores.
4.1. Homero y Hesíodo.
Homero y Hesíodo son figuras cruciales en la transmisión de los mitos griegos.
Se convirtieron en los grandes educadores de los griegos al plasmar en sus versos el
legado de una larga tradición oral, tradición que no cesó con la introducción de la
escritura en Grecia.
La pervivencia de la cultura oral en Grecia fue muy amplia, aun después de la
introducción de la escritura. Desde el s. VIII hay una transmisión oral de los poemas. En
la cultura griega, la poesía habitaba en los poetas. El poeta invoca a las Musas, que son
hijas de Mnemósine (Memoria), para que le inspiren el recuerdo del pasado. El poeta,
cuando canta, es consciente de hacerse eco de una tradición previa, pero ello no impide
que la adapte a las exigencias y gustos de su público. La epopeya homérica utiliza los
métodos de la poesía oral, compuesta y cantada ante los oyentes por generaciones
sucesivas de aedos inspirados por Mnemósine, y hasta mucho después no es recogida
por escrito en una redacción encargada de establecer y fijar el texto oficial.
Los textos de Homero y Hesíodo se aprenden de memoria en las escuelas y se
recitan en los grandes festivales públicos. Los héroes y dioses son sus protagonistas. Se
repiten los mitos como función recordadora.
17
Se puede decir , por otra parte, que Hesíodo es el que sistematiza y organiza el
mundo divino y fija, de alguna manera, el corpus mitológico. Hesíodo expuso de un
modo ordenado y sistemático la mitología griega en su Teogonía. Como ya hemos dicho
anteriormente, se trata del primer intento de exponer un sistema mitológico que parte de
las divinidades primigenias del universo para terminar con los héroes y heroínas. La
Teogonía de Hesíodo termina evocando el triunfo de Zeus y el establecimiento del orden
celeste. Los poemas homéricos, en cambio, nos cuentan cómo vivían y actuaban los
mismos dioses y cómo intervenían en el mundo humano.
La difusión de los poemas épicos permitió la expansión de un repertorio
narrativo tradicional y canónico a todos los lugares de Grecia. A estas obras, habría que
añadir los poemas del llamado Ciclo épico, de los que tenemos conocimiento por los
resúmenes que Proclo hizo en su Crestomatía. En ellos se relatan los acontecimientos
que precedieron y siguieron a la guerra de Troya. También hay una serie de poemas
épicos desaparecidos que estaban consagrados a la leyenda de Tebas, como la Edipodia,
sobre Edipo; la Tebaida, que contaba las luchas fratricidas de Eteocles y Polinices y el
fracaso de la expedición argiva enviada contra Tebas; o como los Epígonos, que relataba
la conquista de Tebas por los hijos de los Siete.
El resto de los mitos griegos se encuentra disperso en los más diversos géneros,
poesía lírica, tragedia, historia e incluso filosofía. A veces, los autores se refieren sólo a
determinados aspectos de los mitos, sin describirlos de un modo completo. Existen sólo
como breves alusiones. Esto es debido a que todo el mundo los conocía y no era
necesario una exposición formal.
4.2. La poesía lírica.
En los poetas líricos arcaicos el mito va a tener también un papel destacado. De
algunas obras sólo conocemos el título, como la Esmirneida de Mimnermo de Colofón.
En todos hay alusiones mitológicas. De Estesícoro de Hímera, poeta siciliano del siglo
VII a. C., sabemos que poetizó los temas de la guerra de Troya, de Heracles, de
Meleagro, de Erifila, de Gerión, etc. Estesícoro es un ejemplo de cómo se puede innovar
dentro de la tradición. Su versión del episodio del rapto de Helena es diferente a la
transmitida por Homero. En su célebre Palinodia cuenta que Paris se había llevado a
Troya sólo un fantasma y no a la verdadera Helena. Al público espartano le debía gustar
mucho esta versión, ya que en Esparta Helena era considerada una diosa.
18
Pero es, sobre todo, en la lírica coral y especialmente en Píndaro (s. V a. C),
donde el mito va a tener una función destacada: servir para ilustrar los diferentes
aspectos de la acción humana. Sus célebres Epinicios ( poemas sobre la victoria) cantan
a los atletas que han vencido en los grandes juegos panhelénicos. Las hazañas de los
héroes de antaño sirven para conectar al vencedor con esa esfera intemporal del mito.
De ahí que la elección del mito dependa estrechamente de las circunstancias de la
victoria. Puede también explicar el origen de la familia del vencedor.
4.3. La tragedia.
Sin embargo, es en la tragedia donde se produce la incorporación literaria más
completa de los mitos griegos. De todo el repertorio de leyendas heroicas, el poeta
trágico suele elegir aquéllas a las que el propio Homero o la tradición literaria anterior
habían dado forma. Se trata de una elección consciente de una situación ficticia
conocida, como medio para presentar un análisis deliberado y personal. Los argumentos
de las obras son versiones más o menos alteradas de episodios míticos. Hay algunas
excepciones como Los Persas de Esquilo, o la Toma de Mileto (493 a. C.) y Las
Fenicias de Frínico, que son de tema histórico. Los temas favoritos de las tragedias
conservadas son: la guerra de Troya (de Sófocles: Áyax, Filoctetes; de Eurípides:
Andrómaca, Hécuba, Las Troyanas, Helena, Ifigenia en Áulide), la historia de los
Labdácidas (los Siete contra Tebas de Esquilo; Antígona, Edipo rey y Edipo en Colono
de Sófocles; las Fenicias de Eurípides), los Atridas (Agamenón, Coéforas, Euménides
de Esquilo; Electra de Sófocles; Electra, Ifigenia entre los tauros, Orestes de
Eurípides). Otras giran en torno a mitos locales, relativos a Atenas: Los Heraclidas, las
Suplicantes, Hipólito, Ión de Eurípides, o a Corinto y Tesalia: Medea, Alcestis de
Eurípides. También el héroe por excelencia, Heracles, dio lugar a Las Traquinias de
Sófocles y al Heracles loco de Eurípides. Las Suplicantes de Esquilo se basa en el mito
de las Danaides, las Bacantes de Eurípides en el dios Dioniso, y el Prometeo
encadenado de Esquilo cuenta la tragedia del benefactor de la humanidad.
Hasta aquí hemos visto las tragedias conservadas. Pero existen infinidad de
restos fragmentarios de los trágicos, que hablan de éstos y de otra infinidad de temas,
todos ellos procedentes del mito. El uso del mito en la tragedia se corresponde con el
desarrollo del género y precisamente hacia su final, la tragedia va a intentar liberarse del
mito. Aristóteles (Poética 1451b21) cuenta que el poeta trágico Agatón compuso una
19
tragedia donde tanto la trama como los nombres eran inventados y que no por ello
gustaba menos. Pero con la desaparición del mito en la tragedia no sólo acabó una etapa
sino, en cierto modo, la propia tragedia.
El mito proporcionaba a los trágicos, en primer lugar, una historia conocida por
todos. Cada autor podía variar los detalles, añadir personajes, o dar su propia visión
situándose en un momento determinado del relato, o bien, centrándose en un personaje.
Pero, obviamente, no se podía cambiar el núcleo central del mito, es decir, no se podía
presentar a un Edipo ignorante de que se había casado con su madre, o a un Orestes que
no quisiera matar a su madre. Por esta razón, los poetas trágicos podían repetir los temas
sin que ello les supusiera ningún problema. Por ejemplo, si se compara la Electra de Las
Coéforas de Esquilo, con la de Sófocles o la de Eurípides se ve que aunque tratan el
mismo tema, la venganza de los hijos de Agamenón contra su madre Clitemestra y
Egisto, son muy diferentes en cuanto a su planteamiento. Por otra parte, a veces, un
mismo autor podía repetir el mismo mito, como en el caso de Eurípides y sus dos
versiones del mito de Hipólito: la primera, que no conservamos, no gustó al público, y
por ello, volvió a hacer otra tragedia sobre el mismo mito, pero con otro planteamiento.
En segundo lugar, el mito en la tragedia adquiere valor universal porque se sitúa
en un mundo lejano y por ello en la tradición occidental va a ser un recurso literario
conscientemente elaborado por los autores. Es el mito como recreación. Pero, al igual
que en la epopeya, la tragedia va a mantener intacta la frontera que separa mito y
realidad. Los héroes trágicos no son seres humanos corrientes. La tragedia griega hace
del héroe mítico un ejemplo de la condición humana, pero así como Homero ponía de
relieve su grandeza y sus virtudes, la tragedia desarrolla sus errores y subraya sus
limitaciones. El héroe deja de representar un modelo, como en Píndaro, para convertirse
en objeto de discusión. Por otra parte, el público de la tragedia clásica es el de la Atenas
democrática y esto va a influir en los autores. Se ensalza a Teseo en Los Heraclidas, que
no duda en socorrer a las víctimas de la injusticia; o bien se destaca el papel de
instituciones atenienses, como el tribunal del Areópago, que absuelve a Orestes en Las
Euménides de Esquilo, etc.
En Eurípides, el mito va a recibir un trato un tanto diferente. Sus héroes y
heroínas van a estar más cerca de los seres reales, y el propio poeta va a cuestionar el
mito por boca de sus personajes, como Helena, que duda de la veracidad de su leyenda
(Helena vv.17-18), o Hécuba que duda de la verosimilitud de la historia del juicio de
20
Paris en Las Troyanas. También concedió una especial importancia a los mitos
etiológicos: algunas de sus tragedias acaban con la institución de un culto y con
predicciones que sirven para unir el pasado mítico con la realidad de los espectadores.
Se puede decir que la tragedia, cuando recoge las tradiciones míticas, las utiliza
para plantear a través de ellas problemas que no admiten solución. Por ello, los temas de
los mitos narrados por la tragedia, se van a utilizar en épocas posteriores para plantear
problemas similares de la existencia humana: el abuso de poder, la guerra, etc.
4.4. La poesía helenística.
En los siglos III/II a. C. se inicia una nueva etapa en el desarrollo del mito.
Poetas como Apolonio de Rodas, Calímaco de Cirene, Teócrito, Licofrón o Nicandro,
vuelven a relatar los mitos en toda su extensión y van a ser imitados por los poetas
romanos como Propercio u Ovidio. Pero su exposición tenía un tono artificial, y se
caracterizan por el gusto por mitos poco conocidos y por las leyendas locales.
Desarrollan aspectos secundarios de los ciclos legendarios o mitos etiológicos, y, en
general, prestan más atención a la tradición escrita que a la oral. Las Argonáuticas de
Apolonio de Rodas narra las peripecias de una expedición muy famosa al mando de
Jasón en busca del vellocino de oro. En ella participaron casi todos los héroes
conocidos, y el propio Heracles. Jasón logra el vellocino de oro con la ayuda de Medea.
Apolonio se distancia en ocasiones de la tradición mítica hablando de las diferentes
versiones que hay de una historia y acercando el pasado mítico al tiempo real.
El mito en la poesía helenística es un medio de dar a conocer el mundo tal como
es, remitiéndose al pasado para explicar su origen. De ahí la abundancia de mitos
etiológicos en Calímaco.
4.5. La prosa.
En el terreno de la prosa, hay que hacer referencia a la labor mitográfica de los
logógrafos. A pesar de que en un determinado momento el mito se opuso a la historia,
como algo ficticio frente a los hechos ocurridos realmente, los primeros historiadores,
como Hecateo de Mileto (S.VI a. C.), escribieron sus Historias, también llamadas
Genealogías o Discursos sobre los héroes, referidas a la época mítica. Bien es verdad
que Hecateo decide escribir sólo ‘lo que le parece cierto’, pero esto no es obstáculo para
que incluya relatos poco verosímiles. Los relatos genealógicos abundaron en época
21
clásica y los cultivaron autores como Acusilao de Argos, Helanico de Lesbos o
Ferecides de Atenas (s. V. a. C.).
Tampoco están ausentes los mitos en el historiador Heródoto, a pesar de su
rechazo explícito, y de hecho hace remontar a sucesos acaecidos en época mítica la
rivalidad entre griegos y bárbaros. Sin embargo, no toma partido sobre la veracidad de
tales relatos. Tucídides, por su parte, conserva de los mitos aquello que le encaja con su
modelo de análisis. Así, menciona a Minos como fundador de la primera talasocracia, o
a Teseo como fundador del estado ateniense.
En época imperial, destaca Diodoro de Sicilia como el historiador que más
utiliza los mitos. Dedica los seis primeros libros de su Historia universal a los
acontecimientos anteriores a la guerra de Troya, y dice seguir a Homero, Hesíodo y
Orfeo.
Los oradores áticos también hacen uso de los mitos en calidad de argumentos o
de ejemplos, al mismo nivel que los hechos históricos. A veces, usan el mito como
elogio de un determinado pueblo, o para justificar una política exterior.
4.6. La filosofía.
Ya hemos dicho que los filósofos son los primeros en censurar a Homero y
Hesíodo por ser transmisores de relatos falsos. Hay unos famosos versos de Jenófanes
de Colofón, poeta del s. VI a. C., que dicen:
“A los dioses atribuyeron Homero y Hesíodo todo cuanto entre los humanos es objeto
de censura y de oprobio: robar, cometer adulterios y practicar el mutuo engaño”
Platón, sin embargo, es el que va a llevar más lejos estas críticas. Considera que la
mayoría de los mitos son falsos y no resultan convenientes para la educación y la moral.
Para él, los mitos homéricos dan una imagen falsa de dioses y héroes. Sin embargo, por
otro lado es un auténtico creador de mitos nuevos que cumplen todas las funciones que
la tradición asigna generalmente a los mitos. Así, Platón recurre al mito para explicar el
origen del universo en el Timeo, y en el Banquete o se sirve de las genealogías para
comprender la naturaleza del amor. Platón propone una nueva genealogía de Eros: es
hijo de Poros (‘Recurso’) y Penía (‘Pobreza’) y, por ello, ha heredado cosas de ambos:
está siempre necesitado, como su madre, pero ávido de caza como su padre.
22
Después de Platón, es Epicuro quien va a rechazar de manera más contundente la
falsedad de los mitos, que no son más que un motivo de perdición.
4.7. Las enciclopedias mitográficas.
Hasta el siglo I a. C. no vamos a disponer de textos que pretenden recoger la
mitología griega de manera sistemática. El primero de ellos es la llamada Biblioteca de
Apolodoro, compuesta por tres libros y un epítome, donde resume obras de autores
anteriores, épicos y trágicos. La obra empieza por el origen de los dioses, las
genealogías heroicas, los reyes de Atenas y finaliza con un epítome sobre las hazañas de
Teseo, la guerra de Troya y el regreso de los héroes.
La segunda gran compilación de mitos es la obra conocida como Fábulas o
Genealogías atribuida a Higino, bibliotecario de Augusto, que fueron traducidas al
griego a principios del s. III d. C. Por un autor anónimo. Contiene datos
complementarios a Apolodoro y también incluye mitos romanos.
Otros textos mitográficos se ocupan de aspectos concretos de la mitología, como
los Catasterismos de Eratóstenes de Cirene o la Astronomía de Higino. Tratan, sobre
todo, de personajes que acabaron convertidos en constelaciones por la acción de un dios.
Otra obra que merece destacarse no sólo por sus cualidades poéticas, sino, sobre
todo, por su gran influencia en la literatura europea medieval y renacentista, es las
Metamorfosis de Ovidio. Está basada en obras previas como las Transformaciones de
Nicandro de Colofón (III/II a. C.) y los Sufrimientos de amor de Partenio de Nicea (I a.
C.). Ovidio ordena cronológicamente las metamorfosis contenidas en los mitos griegos,
desde el origen del mundo hasta Eneas y sus descendientes.
También hay que destacar la obra del mitógrafo latino de época antonina
Antonino Liberal (II d. C.), que escribe en griego otro repertorio de metamorfosis
míticas.
Además de los textos, todo el arte griego está lleno de referencias míticas, la
escultura, la cerámica. El material iconográfico constituye una fuente complementaria
para el conocimiento de los mitos griegos.
23
5 . La interpretación de los mitos griegos.
5.1. Alegorismo y racionalismo.
Cuando se empieza a dudar del sentido literal del mito, se empieza también a
interpretar el mito en términos alegóricos. Pródico ofrece un esbozo de esta exégesis
alegórica, la primera gran corriente de interpretación mítica, aunque fue Teágenes de
Regio, contemporáneo de Jenófanes, el primero en recurrir a la alegoría. La palabra
“allegoría” en griego significa ‘palabra con significado oculto pero que es el verdadero’,
es decir, este tipo de interpretación permitía encontrar un sentido filosófico bajo la capa
falaz de los mitos.
Por otro lado, la explicación que subyacía en estos mitos no era accesible a
todos, sino sólo a los iniciados, por lo que algo que era abierto a todos se va a convertir
en algo esotérico. La alegoría física es la más antigua. Teágenes dice, por ejemplo, que
la lucha de los dioses en el canto XX de la Ilíada simboliza el enfrentamiento entre los
elementos del universo: Apolo representa el fuego, Posidón, el agua, etc. La
interpretación alegórica fue popular ya en el siglo IV a. C. Sus seguidores se sirven,
sobre todo, de la etimología porque ésta les permite descubrir ‘lo verdadero’ (tò étymon)
de los nombres de dioses y hombres.
Este tipo de interpretación va a aparecer, sobre todo, en un estoico conocido
como Heráclito el Rétor (s. I a. C.) en su obra las Alegorías de Homero. En ella se hace
una interpretación de la mayoría de los cantos de los poemas homéricos. Otra obra
dedicada a la interpretación de Homero en términos alegóricos es El antro de las ninfas
de Porfirio, filósofo neoplatónico del s. III d. C. Pero sólo se ocupa de un pasaje del
canto XIII de la Odisea. Otras obras son más generales como la Teología de Cornuto,
gramático y filósofo estoico del s. I d. C., que es una exégesis en clave alegórica de los
diferentes dioses griegos.
Este tipo de hermenéutica va a encontrar su expresión más intensa en el
estoicismo y en el neoplatonismo, y luego resurgirá en la Edad Media y el
Renacimiento.
La segunda vía de interpretación de los mitos es la llamada “racionalista”,
aunque también se la conoce como histórica. A esta exégesis racionalista pertenece
Paléfato, autor del que apenas sabemos nada, salvo que escribió un tratado de Historias
24
increíbles, en el que intentaba despojar a los relatos míticos de todos los elementos
fantásticos. Así, explica que a Europa la raptó un cretense que se llamaba Toro, y no un
toro real.
También los primeros historiadores, los logógrafos jonios, como Hecateo y
Heródoto, daban una versión racional de ciertos mitos, pero hasta la época helenística
no se va a producir un escepticismo generalizado con autores como Eratóstenes de
Cirene y Evémero de Mesene de fines del s. IV a. C. Evémero, influido por los cultos
contemporáneos de los soberanos helenísticos, pensaba que los dioses habían sido
anteriormente hombres que habían prestado un gran servicio a la humanidad y que por
ello eran venerados.
5.2. La mitología clásica en el Renacimiento.
Frente a la presencia importante de la mitología griega en el Renacimiento, es
muy poco lo que esta época aporta a la interpretación crítica de los mitos. Se toman los
mitos sin someterlos a un análisis. La teoría de que los mitos eran relatos alegóricos,
difundida en la antigüedad y bien conocida en la Edad Media, gozó en el Renacimiento
de una gran aceptación. Pico della Mirandola planteó escribir un libro sobre la
naturaleza secreta de los mitos paganos con el título Poetica Theologia. También otros
humanistas como Poliziano y Landino o Lorenzo Valla descubren en los mitos una
doctrina religiosa, una enseñanza cristiana. La exégesis neoplatónica les abrió un
camino para la conciliación entre la Biblia y la Mitología, lo que les lleva a aceptar el
dogma cristiano sólo en sentido alegórico. Así justifican las imágenes paganas que
adornan monasterios en pintura, escultura, etc.
En la Edad Media ya había habido esta tendencia alegórica que viene de la
antigüedad. La obra más importante de esta época es la contenida en el Mytographus
Vaticanus III, repertorio compuesto por Alexander Neckham a principios del siglo XIII,
y de la que se sirvió Petrarca para su poema África. La Genealogia Deorum de
Boccaccio supuso un hito importante porque en ella se aprecia ya la actitud renacentista.
Hay un respeto a la Antigüedad clásica y tiene un espíritu erudito, más poético que
teológico. En esta obra culmina el saber enciclopédico medieval. Hasta el siglo XVI no
encontrará sucesión con las obras de Cartari, Conti y Giraldi, muy apreciadas por los
escritores del Barroco.
25
En España, los paralelos de estos repertorios son el libro de Juan Pérez de Moya,
Philosophia Secreta y el Teatro de los dioses de la gentilidad de Fray Baltasar de
Vitoria.
5.3. Las interpretaciones modernas.
Ya hemos dicho anteriormente que la palabra mitología tiene dos acepciones: de
un lado, es el conjunto de los mitos, tal y como se nos han conservado. De otro, es el
estudio de los mitos, y hasta bien entrado el siglo XVIII, este concepto de mitología no
va a hacer su aparición. Hasta ese momento, lo único importante era conocer los relatos,
dar la información necesaria para acceder a los autores griegos y latinos, e incluso de
alguna otra lengua moderna, para comprender el arte, etc. Se recurría con frecuencia a
colecciones modernas de mitos como la del italiano Natale Conti, Mitologías.
5.3.1. La mitología comparada.
En el s. XIX nace lo que se conoce como mitología comparada. Lo mismo que
en otros ámbitos científicos, el descubrimiento de la existencia de semejanzas entre los
mitos griegos y las leyendas de los indios iroqueses o hurones condujo a preguntarse el
por qué de los mitos.
Los primeros intentos de interpretación de los mitos son un esfuerzo por
descubrir lo que subyace bajo la capa superficial de los mitos. Autores como Heyne
(1764) o Creuzer (1810-12) con sus investigaciones sobre los mitos abrieron el camino
de la mitología comparada. Se van a comparar mitos procedentes de diferentes culturas
y se van a encontrar paralelismos llamativos entre los mitos védicos y los de otros
pueblos de raigambre indoeuropea, especialmente en el terreno de los fenómenos
naturales. Así, Max Müller, a quien algunos consideran el padre de la mitología
comparada, dedicó su trabajo a explicar la mitología como se había hecho con la
comparación de lenguas. La comparación entre las diversas lenguas indoeuropeas
mostraba la afinidad de los dioses indoeuropeos: el védico Dyaus, griego Zeus, romano
Júpiter presentan una clara identidad: todos ellos representan la divinidad celeste. Tras
la comparación, la etimología aclaraba el sentido primitivo de los nombres divinos, que
están en el origen de la personificación de los dioses. Así, pues, los dioses eran en
origen fenómenos atmosféricos o aspectos de la naturaleza a los que se aludía de forma
poética o metafórica. Más tarde, se perdió el sentido apelativo original y de ahí
26
surgieron los dioses. Autores como Kuhn en Alemania y Bréal en Francia se empeñaron
en mostrar cómo en los diversos relatos míticos se encerraban alusiones veladas a
fenómenos celestes. Así, Bréal decía que el mito de Edipo reflejaba la lucha del sol
(Edipo) contra las nubes de tormenta (la Esfinge).
La escuela antropológica inglesa, desde Tylor a Frazer, autor de La rama dorada
(1911-15), pasando por Lang, fue muy crítica con Max Müller, aunque Frazer también
veía en los mitos un intento de explicación de los fenómenos naturales. Frazer creía en
una cierta uniformidad de la mentalidad primitiva productora de mitos. Utiliza todas las
mitologías pero intenta reducirlas a una sola: la del desarrollo y declive de la vegetación,
el nacimiento y la muerte de los seres vivos, representada por los nombres de Osiris,
Tammuz, Adonis y Attis. El título de su obra La rama dorada alude al ramo de
muérdago que Eneas llevaba en su viaje al Más Allá en la Eneida.
La mitología comparada va a volver a resurgir de la mano de Dumézil. Este autor
parte del hecho de que igual que se admite que los indoeuropeos forman una sociedad
organizada, también hay que admitir que tienen una ideología y una mitología comunes.
Dumézil se apoyó sobre todo en las mitologías indoiranias, romana y germánica para
construir la ideología de las tres funciones y demostrar que tanto en su sistema religioso,
como en su organización social, los indoeuropeos distinguían entre una función de
soberanía con sus aspectos mágicos y jurídicos, una función guerrera y una función de
producción.
5.3.2. La mitología histórica
Karl Ottfried Müller, en una obra titulada Prolegómenos al conocimiento
científico de la mitología (1825) sentó las bases de la ciencia de los mitos. Parte del
principio de que el mito es un organismo que nace y se desarrolla a partir de una serie de
elementos heterogéneos y por ello va a hacer, en primer lugar, la historia de los mitos,
con una lista de fuentes y estableciendo su genealogía. Fue uno de los primeros en
comprender que Homero y Hesíodo constituyen un terminus ante quem para la
mitología griega y no un comienzo absoluto. También reconoció que el mito puede estar
relacionado con el rito y que la mitología no debe separarse de las realidades concretas
de la historia política, social y religiosa de Grecia.
27
La mitología histórica jerarquiza las diferentes versiones del mito y las
disecciona en episodios diferentes que hay que analizar e interpretar separadamente.
5.3.3. La interpretación de los mitos en el siglo XX.
Los estudios de mitología y de hermenéutica mítica han sido en el siglo XX muy
numerosos y renovadores de la perspectiva teórica.
El final del siglo XIX se caracteriza por un abandono del mito a favor del rito,
prestando una mayor atención a los vínculos que unen a estas dos realidades
constitutivas de la vida religiosa. A ello se van a encaminar los esfuerzos de un grupo de
investigadores de Cambridge, principalmente, Jane Harrison, Gilbert Murray, A.B.
Cook y Francis M. Cornford. Algunos como Harrison, hacen derivar el mito del rito.
Aunque la mayoría de las veces estos autores admiten que el mito y el rito van de la
mano. Todos ellos insistieron en el proceso histórico por el que las creencias, las
instituciones y los ideales griegos habían evolucionado hasta la época clásica,
insistiendo en sus orígenes, en sus implicaciones sociales y rituales. Los dioses del
Olimpo eran el término de un largo proceso de selección, en el que habían prevalecido
sobre formas religiosas mucho más arcaicas y primitivas. Algunos de esos dioses
ctónicos y mistéricos, como Adonis, Dioniso, Orfeo, se conservan en muchos mitos y
rituales.
En esta línea se inscriben los trabajos de Dumézil y más recientemente, de
Burkert. Sin embargo, el propio Burkert reconoce que hay mitos que no tienen ninguna
relación con el rito y viceversa, existen cantidad de ritos a los que no corresponde
ningún mito.
La mitología histórica ha tenido sus representantes en la escuela de Roma
(Brelich, Sabatucci, Piccaluga, Brillante). Pero, al contrario que sus predecesores, están
interesados en la evolución de los mitos más que en la cronología. No se contentan con
fechar o localizar las diferentes variantes del mito, sino que tratan de extraer el núcleo
primitivo que sería “el verdadero mito”. Es necesario identificar los diferentes estadios y
situarlas en su contexto histórico, geográfico y social.
Este enfoque histórico de las representaciones míticas va a ser sustituido por otro
modo de abordar los estudios sobre mitología antigua. Estas nuevas orientaciones se
suelen agrupar desde Vernant, en simbolismo, funcionalismo y estructuralismo.
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a. La mitología simbólica.
Los simbolistas, como su nombre indica, consideran el mito como un símbolo.
El mito es, ante todo, una forma de expresar, comprender y sentir el mundo de un modo
diferente a la concepción lógica del hombre moderno. En los mitos queda reflejada una
experiencia primordial y religiosa de la experiencia. Freud y Jung desde el terreno de la
psicología, o Mircea Eliade, desde la historia de las religiones, o Cassirer desde la
hermenéutica filosófica, han utilizado esta exégesis del mito como forma simbólica. En
el campo de la filología clásica, fue Otto quien expresó esa nueva concepción de lo
mítico y lo religioso. Para él las figuras de los dioses griegos son imágenes simbólicas
de una intuición vital intraducible en otros términos. Su discípulo más importante fue
Kerényi, que recogió la interpretación psicológica de Jung y la acomodó a su propia
visión. Kerény introduce el término “mitologema” para referirse a las imágenes, a los
elementos narrativos que aparecen en la composición mítica, y que tienen un valor
simbólico fundamental. Equivalen, en cierta manera, a los “arquetipos” de Jung y
pueden aflorar en los sueños de hombres modernos, porque ese transfundo mítico
pervive en el alma humana.
b. La mitología funcional
El funcionalismo trata de destacar la función social que desempeñan en la vida
comunitaria los relatos tradicionales que configuran el corpus mitológico de un pueblo.
El antropólogo Malinowsky (1884-1942) fue quien expuso esta teoría, tras una larga
estancia con los nativos de las islas Trobriand. La teoría venía a poner su énfasis en el
trasfondo social y el marco colectivo y vital en el que se insertan los mitos vivos.
c. La mitología estructural
La introducción del método de análisis estructural en la mitología es obra de
Lévi-Strauss, que ejerció una profunda influencia. Éste definía el mito por el conjunto
de todas sus versiones. Para él la mitología formaba un todo y cada mito cobra su
sentido según la posición que ocupe en relación con los demás mitos. En 1955 tomó
como ejemplo el mito de Edipo para destacar sus secuencias mínimas fundamentales
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(mitemas) y subrayar cómo, por debajo de la narración aparente, el mito revelaba otra
significación en su estructura profunda.
Considerando que el mito es un sistema semiológico, en el que los elementos se
definen por oposiciones y relaciones mutuas, ve en el mito una estructura narrativa que
puede estudiarse sintagmática y paradigmáticamente, descomponiendo el relato en
secuencias mínimas (mitemas) y tratando de encontrar la significación de éstos por
oposición y referencia a todo el corpus narrativo de la mitología en cuestión. El mito es,
pues, un lenguaje, de segundo orden, un tanto ambiguo, que presenta un modelo lógico,
que plantea los problemas y dilemas fundamentales de una sociedad.
La tesis de Lévi-Strauss de encontrar en una lectura estructural de los mitos una
única función y de poder analizar tales relatos mediante un método analítico unido a una
combinatoria de mitemas, ha recibido algunas críticas por parte de los estudiosos de
mitos antiguos. Autores como Kirk y Vernant han señalado la dificultad de generalizar
las conclusiones sacadas de un repertorio mítico que nada tiene que ver con el de
muchos pueblos antiguos.
Vernant y Detienne representan el mejor exponente de las enseñanzas de LéviStrauss, aunando el método estructuralista y su buen quehacer filológico. Para estos
autores, que se enmarcan dentro de lo que se ha llamado “escuela de París”, el mito no
es más que la suma de sus versiones, que hay que ordenar para descubrir su sistema
oculto. Cada uno de los elementos del mito sólo tiene sentido en relación con el todo y
por el lugar que ocupa en el sistema al que pertenece ese mito.
Los trabajos más recientes dedicados al mito han renunciado a buscar una clave
universal de interpretación y combinan todos los métodos anteriores.
6. Mitos hispánicos.
Vamos a tratar de pasar revista aquí a los mitos griegos que se localizan en
territorio peninsular.
Desde muy pronto, las costas mediterráneas de nuestra península ibérica fueron
frecuentadas por viajeros procedentes de Grecia, mercaderes, navegantes, como el
célebre Coleo de Samos, que desviado por fuertes vientos, según cuenta Heródoto,
estableció relaciones con los tartesios y volvió cargado de oro. Hay toda una tradición
que sitúa la península ibérica como lugar en el que se sitúan leyendas fabulosas: desde la
Atlántida al país de las Hespérides o las islas Afortunadas. La península ibérica aparece
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como el extremo occidente del mundo, el límite entre el mar conocido y el Océano, dios
primordial en Homero, y lugar de extrañas orillas con poblaciones salvajes.
Uno de los habitantes de este apartado confín del mundo era Atlante. Se trata de
un gigante hijo del titán Jápeto. Los titanes pertenecen a la generación anterior a la
instauración del poder de Zeus sobre dioses y hombres. Precisamente por haber
participado en la lucha de los gigantes contra Zeus, fue castigado a soportar sobre sus
hombros la bóveda celeste por toda la eternidad. Su morada se solía situar en el jardín
de las Hespérides.
Las Hespérides -‘las hijas del ocaso’en la Teogonía de Hesíodo- aparecen como
hijas de la noche, pero, según otras versiones, eran hijas de Forcis y Ceto, pertenecientes
también a la primera generación de dioses, o del mencionado Atlante. La tradición más
extendida habla de tres: Egle, Eritia y Hesperaretusa, aunque el nombre de esta última a
veces se divide en dos: Hesperia y Aretusa. No se sabe exactamente dónde estaba el
jardín de las Hespérides. Desde luego en el extremo occidental, aunque parece más bien
que al pie del monte Atlas en África. La función principal de estas muchachas era la de
vigilar con ayuda de un dragón, hijo de los mencionados Forcis y Ceto, el jardín donde
crecían las famosas manzanas de oro que habían sido regaladas por Gea a Hera con
motivo de su boda con Zeus. Las Hespérides aparecen asociadas a la leyenda de
Heracles. Euristeo mandó a éste que le trajese las famosas manzanas. Guiado por los
consejos de Prometeo, Heracles convenció a Atlante para que consiguiese las manzanas,
mientras él ocupaba su lugar sosteniendo la bóveda celeste. Atlante las consiguió, pero a
su vuelta intentó que Heracles se quedara para siempre en su lugar. Heracles lo engañó y
pudo llevarle las manzanas a Euristeo.
En realidad, el mito griego más directamente relacionado con la Península
Ibérica es el del robo de las vacas de Gerión por Heracles, otro de los famosos doce
trabajos impuestos por Euristeo. Gerión o Geriones, como lo llama el poeta Estesícoro,
era un gigante de tres cabezas, hijo de Crisaor, que habitaba en la isla de Eritia. Esta isla
Estesícoro la sitúa ante Tartesos y Gadeira, aunque otras fuentes, como Diodoro de
Sicilia, sitúan la acción en suelo peninsular. Gerión poseía rebaños de vacas, guardados
por el boyero Euritión y su perro Orto. Heracles mató primero al perro, y luego a
Euritión. Gerión acudió en ayuda de sus siervos y, tras luchar con Heracles, fue vencido
y muerto por éste. El episodio aparece recogido en diferentes fuentes. Una de ellas, la de
Diodoro de Sicilia, historiador del siglo I a. C., da una versión evemerizada del mito. Es
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decir, lo trata como si se tratara de una historia verdadera. Diodoro presenta a Heracles
encabezando un ejército: el rey de Iberia, Crisaor, estaba ayudado por sus tres hijos que
tenían una notable fuerza física y un gran valor guerrero. Heracles va a reclutar un
ejército en Creta y tras grandes hazañas en los lugares donde va pasando, llega a Iberia y
se enfrenta con los hijos de Crisaor, a los que vence.
Uno de los descendientes de Crisaor fue el rey Gárgoris, a quien se atribuye la
introducción de la apicultura en Iberia. Gárgoris sedujo, según la leyenda, a su propia
hija de la que tuvo un hijo, Habis. Avergonzado de su acción, Gárgoris expuso al niño,
pero éste se salvó milagrosamente y el rey lo arrojó al Océano. Otra vez, el niño escapó
de la muerte y llegó sano y salvo a tierra firme donde lo amamantó una cierva. Creció
salvaje en el monte hasta que fue capturado por unos cazadores que lo llevaron al
palacio. Gárgoris reconoció a su hijo y fue proclamado sucesor. Habis es el introductor
del arado y de la siembra del grano, además dictó leyes, dividió a su pueblo en siete
grupos y prohibió el trabajo de los nobles. El mito se conoce por un resumen que Justino
hizo de la primera y única versión del galo Trogo Pompeyo. Aunque se trata de un mito
asociado al reino de Tartesos, lo mencionamos aquí por ser el único mito que podemos
calificar de indígena.
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