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LECTURA APRENDIENDO A SER ESTUDIANTE UNIVERSITARIO

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FACULTAD DE EDUCACIÓN
METACOGNICIÓN Y FORMACIÓN UNIVERSITARIA
PSP100
PR
APRENDIENDO A SER ESTUDIANTE UNIVERSITARIO
Autores: Silvia Luján, Ana Montenegro, Liliana Ponti, Araceli Sanchez Malo, Carolina Savino,
Rina Vasquetto y Gisela Vélez.
Universidad Nacional de Rio Cuarto, Cordoba, Argentina.
Son muchas las ideas que circulan referidas a los cambios que significan la finalización de la
escuela secundaria y el inicio de los estudios universitarios. En esta instancia surgen preguntas
a las que no siempre se encuentran respuestas seguras, interrogantes cómo ¿Cuál será mi
vocación? ¿Qué voy a estudiar?, ¿Qué es lo que me gusta?, ¿Tendré las capacidades
necesarias? ¿Podré adaptarme a la vida universitaria? ¿Podré estudiar y trabajar a la vez? etc...
Éstas y otras cuestiones representan problemas importantes en los momentos de la vida que
nos exigen tomar decisiones, plantear y replantear algunas de nuestras metas, reconocernos a
nosotros mismos, valorar nuestras posibilidades. Aunque sin duda todo ello supone asumir
responsabilidades personales. La búsqueda de respuestas o de alternativas posibles es un
camino a compartir, un viaje en el que la compañía y la ayuda de otros se vuelve indispensable.
Con la intención de ayudarlos a transitar esta etapa y de acompañarlos en sus primeros
aprendizajes como estudiantes universitarios, los invitamos a recorrer estas páginas, como una
oportunidad para pensar sobre diferentes aspectos que constituyen el tránsito ‘del secundario
a la Universidad’. Este camino es un desafío que implica ingresar a una organización y a una
cultura especial, la cual se va conociendo y aprendiendo en forma gradual. Nadie se recibe de
estudiante universitario de un día para el otro, ni en dos o tres semanas. Esto requiere tiempo,
aunque no es sólo ‘cuestión de tiempo’. Ingresar a la Universidad implica cambios y los
cambios requieren adaptación y transformación, reorganización personal, familiar, y social.
Estos procesos son propios del crecimiento y se dan en esta etapa de la vida en la que se
modifica el ‘afuera y el adentro’; es decir, que asumimos nuevas maneras de afrontar la vida,
pensando sobre el modo de estudiar y aprender, relacionándonos de otro modo con el
conocimiento y con los demás, afianzando nuestra manera de ser. La escuela sirve para
aprender, compartir y crecer. Es el espacio que ya se había convertido en familiar, en el que las
reglas y los códigos son claros y permiten organizar y responder en forma segura. Pero, al
finalizar la escuela y al comenzar los estudios en la Universidad, se sienten las incertidumbres
de no saber cómo actuar, de qué manera organizar el tiempo, a quién recurrir, a dónde ir. La
sensación a veces es de vacío porque “ya no nos sentimos estudiantes secundarios, pero
tampoco universitarios”.
Responder a las preguntas ¿Cómo soy? ¿Qué es lo que más me gusta hacer? ¿Qué es lo que
puedo hacer? ¿Con qué herramientas cuento? ¿Qué espero lograr a través de una carrera?
¿Qué aprendizajes serán necesarios adquirir? etc., nos movilizan a informarnos, comparar,
reflexionar sobre nosotros mismos y el contexto.
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Texto Adaptado por Christian San Martín Quiroz, Psicopedagogo.
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METACOGNICIÓN Y FORMACIÓN UNIVERSITARIA
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La Universidad como Comunidad de Aprendizaje y Formación De alumno
secundario a estudiante universitario
Llegar a ser estudiante universitario, como decíamos anteriormente, implica aprendizajes
diversos y simultáneos, que muchas veces originan sentimientos de incertidumbre. Quizás por
momentos te sientas igual que cuando ingresaste al secundario. Era un mundo poco familiar
aún, pertenecías al grupo de los ‘nuevos’ de ese nivel. Para formar parte ese grupo, “los del
secundario”, tenías que aprender palabras desconocidas, reconocer códigos que se volvían
imprescindibles para poder comunicarse (materias, horas libres, profesores, amonestaciones,
preceptores) y respetar formas diferentes de convivencia. Sería bueno recordar algunas
estrategias que utilizaste en ese momento y que te sirvieron para seguir adelante. Quizás
buscaste referentes o personas conocidas que te ayudaron, allanándote el camino y
facilitándote el aprendizaje de ciertos códigos. Estos procesos de adaptación hubieran sido
más lentos y problemáticos, si hubieras tenido que hacerlo solo. En este sentido los
profesores, seguramente explicitaron aspectos referidos a normas de la institución, reglas de
convivencia, condiciones de aprobación y evaluación, etc., lo que favoreció que
progresivamente te sintieras menos extraño. ¿Por qué te recordamos hoy tu ingreso al
secundario? ...Porque nuestra intención es que al evocar esa experiencia valores que si hoy
estás aquí, empezando esta nueva etapa de tu vida, es porque fuiste capaz de afrontar y
superar ese momento. Probablemente ahora te esté pasando algo similar, obviamente en un
ámbito más complejo: la Universidad; pero al mismo tiempo más abierto en cuanto a las
posibilidades de participación y que, por eso mismo, te exige mayores responsabilidades y
mayor protagonismo.
Este volver sobre la propia historia contribuye al proceso de comprensión del presente, con
sus incertidumbres y sus potencialidades, para poder desde allí empezar a imaginar futuros
posibles y a diseñar trayectos de formación.
Del encuentro entre ‘tener que estudiar’ y ‘querer estudiar’
Como verás, pueden existir diferentes matices o grados de compromiso con el conocimiento,
que pueden diferir también, claro está, según el objeto de conocimiento del cual se trate. ¿Has
pensado alguna vez en esto? ¿En qué punto te situarías? ¿Qué pasaba cuando tenías que
estudiar temas que eran de tu interés y agrado? ¿Qué te ocurría, en cambio, cuando los
contenidos a abordar no se relacionaban en absoluto con tus intereses? Probablemente uno
de los aspectos más apasionantes de estudiar en la universidad consiste en que la mayoría de
los temas que se abordan se relacionan con nuestros intereses. Y eso no es poco. Muchas
veces, la actitud de estudiar sólo para “zafar” o para superar las evaluaciones, está asociada
con el desinterés por algunos temas que creemos no serán ‘aplicados’ al aprendizaje en la
carrera elegida, ni en nuestro futuro desempeño profesional. En otras ocasiones, estudiar
temas vinculados a nuestros intereses y objetivos, ya de por sí nos predispone de otra manera,
enfrentamos el desafío de aprender con una actitud diferente. Un hecho importante a tener
presente, es que a veces no se ha tenido la posibilidad de desarrollar ciertas actividades que
permitan definir preferencias. Supongamos, por ejemplo, el caso de un joven cuyos familiares
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Texto Adaptado por Christian San Martín Quiroz, Psicopedagogo.
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y amigos no se interesan particularmente en la música, y que no ha tenido oportunidad de
aprender a ejecutar un instrumento, de escuchar atentamente grabaciones, de asistir a
conciertos. Tal vez su interés por la música no sea tan fuerte como el de alguien que haya
tenido más experiencia en este campo. Para que una actividad pueda agradarnos o
desagradarnos debemos conocerla o descubrirla primero. Es cierto también -y es importante
destacarlo- que a medida que se avanza y se tienen oportunidades para participar en
experiencias ricas y diversas, algunos de los intereses primitivos se pueden modificar y pueden
aparecer otros, re-definiendo el sentido que le otorgamos a lo que aprendimos. La
participación en algo que uno ha decidido que podría gustarle puede, a la vez, fortalecer el
interés por ello. Y, más allá de ‘lo que nos gusta o no nos gusta aprender’, podemos utilizar
recursos de automotivación que nos predispongan hacia un aprendizaje más significativo, esta
predisposición puede contribuir a que un mayor dominio sobre el tema estudiado haga que
‘nos guste más lo que ahora conocemos mejor’. Tampoco podemos olvidar que para poder
comprender situaciones, desempeñar tareas o alcanzar metas no inmediatas, hay ocasiones en
las que es necesario aprender ‘lo que no nos gusta’ (pero siempre es importante encontrarle
sentido, aunque esto implique esperas).
...Lo que creemos y lo que sabemos sobre el aprendizaje
A lo largo de nuestra vida y a partir de nuestras experiencias, todos hemos formado un
conjunto de ideas, convicciones y creencias sobre qué significa aprender; de este modo,
aunque nunca hayamos ‘estudiado el aprendizaje’, todos tenemos algunas ‘teorías personales’
que, orientan nuestra manera de aprender sin que seamos muy conscientes de ello. Por
ejemplo si creemos que ‘nuestra mente reproduce y copia’, intentaremos estudiar ‘repitiendo
hasta grabarlo’ ‘tomar apuntes al pie de la letra’, leer muchas veces hasta ‘poder decirlo’. De
modo diferente, otras personas creen que al aprender transformamos el conocimiento, y
también nos transformamos a nosotros mismos, entonces, es más probable que estas
personas al estudiar, intenten analizar, reorganizar el contenido, atender al modo en que el
nuevo conocimiento modifica al conocimiento que ya se tenía, tendrán en cuenta de qué
manera se relaciona lo que está estudiando con otras ideas; es decir, en lugar de orientar sus
acciones a decir o reproducir el contenido de lo que estudia, las dirigirá a establecer relaciones
nuevas, a reconstruir, a formularse preguntas. Muchas veces nuestra teoría personal nos lleva
a equivocarnos, pero si somos receptivos a nuestros errores podremos revisar estas creencias
y aprender de ello. (Parece que repetir no basta, ¿estaré estudiando bien?). Es importante que
comiences a cuestionarte sobre el modo de estudiar que has utilizado hasta ahora y si te ha
servido para ‘aprender’, entendiendo por ‘aprender’ la posibilidad de incorporar el
conocimiento, transformarlo, de que permanezca en el tiempo y que se pueda utilizar en
diversas situaciones. Una de las mayores preocupaciones de los ingresantes habitualmente se
refiere a su capacidad para estudiar, que se manifiestan en frases como “tengo miedo de no
poder aprender tantos contenidos que dan en la Universidad”, “Siempre estudié de
memoria”, “con lo que atendía en clase me alcanza para aprobar pero ahora...”. Frente a
estos temores, es posible examinar lo que sabemos sobre nuestro propio aprendizaje, cómo lo
controlamos, y qué acciones podríamos emprender para mejorarlo. Podrías formularte
entonces, algunas preguntas acerca de los temas que te planteamos a continuación:
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Texto Adaptado por Christian San Martín Quiroz, Psicopedagogo.
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1) El conocimiento sobre el propio aprendizaje
a) Conocimiento acerca de sí mismo como sujeto de aprendizaje, lo cual implica pensar
sobre:
Metas y estilos personales para estudiar y aprender Estudiar para comprender el significado de
lo que se estudia y darle sentido personal a ese aprendizaje, o ... Estudiar de un modo
superficial con el objetivo simplemente de cumplir con la tarea y pasar a otra cosa Qué se
entiende por éxito y fracaso en los aprendizajes, y a quién y a qué le atribuimos “las causas” de
dichos éxitos o fracasos.
b) Conocimiento de las tareas:
Cómo es mi comprensión de una consigna Con qué tipo de problemas me enfrento para
realizar tareas académicas
c) Conocimiento de los procedimientos que realizo para estudiar:
¿Mis lecturas tienen en cuenta el propósito de la tarea? ¿Adapto mis formas de leer a los
diferentes materiales de estudio? ¿Reconozco mis posibilidades y dificultades para expresarme
en forma oral y escrita? ¿Soy capaz de discriminar ideas principales de otras, de relacionar
conceptos, de jerarquizar en orden de importancia? ¿Reorganizo los contenidos en cuadros,
esquemas, resúmenes, etc? ¿Intento relacionar los contenidos con mis experiencias y con
otros conocimientos?
2) Acciones que permiten regular el propio aprendizaje
Planificar ¿me ocupo de prever recursos materiales, tiempo, procedimientos? Controlar
¿considero si estoy comprendiendo, si debo buscar otros recursos o cambiar de
procedimientos?
Evaluar los resultados logrados ¿Entendí todo? ¿Puedo poner ejemplos? ¿Explicar las
relaciones? ¿Puedo hacer una síntesis? ¿Expresarlo de diferentes maneras? ¿Generar nuevas
preguntas?
La relación que establece un alumno con las tareas de aprendizaje puede asumir distintas
modalidades; algunos investigadores, han caracterizado al menos dos enfoques típicos que
adoptan los universitarios cuando enfrentan el estudio de un texto. Estos enfoques pueden
ayudarnos a pensar con qué propósitos estudiamos y qué deberíamos cambiar:
Enfoque superficial
El interés está centrado en la evaluación, respondiendo a una exigencia externa sin tomar
conciencia de la relevancia de los conocimientos que se adquieren durante este proceso de
formación.
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Enfoque Profundo
El interés está centrado en comprender el contenido que se está estudiando con el objetivo
de profundizar, establecer relaciones amplias con otros contenidos. Hay conciencia de metas
académicas y profesionales.
De ‘extranjero’ a ciudadano, construyendo la ‘ciudadanía universitaria’
Este proceso, que va desde sentirse ‘extraño’ hasta sentirse protagonista de la vida
universitaria, lleva tiempos personales e institucionales. Sin embargo, hay que destacar que
ese tránsito por sí solo no garantiza el aprendizaje del oficio de estudiante. Se logra con el
esfuerzo y con las experiencias cotidianas compartidas con compañeros y con profesores
También los investigadores se han preocupado por comprender lo que les sucede a los
ingresantes; entre otros aspectos, han reconocido tres momentos que describen el proceso de
incorporación a la Universidad.
Tiempo de extrañamiento: el ingresante se siente extranjero en una cultura que le resulta
nueva y extraña. En parte la sensación de extrañamiento está reforzada por algunos mitos, que
no siempre se corresponden con las prácticas, costumbres y reglas del nuevo lugar, por
ejemplo ‘si uno no entiende los profesores no explican’; ‘no voy a dar abasto para estudiar
todas las materias’. Pero también es cierto que la Universidad es para muchos una ciudad
distinta, y no es suficiente un plano para ubicarse en ella. Desde las cuestiones prácticas que
hacen a la vida cotidiana: ¿Dónde queda el aula a la que debo ir? ¿Quiénes son mis
profesores? ¿Cómo hago para inscribirme? ¿Qué significa ser ‘alumno regular’? Son cuestiones
que indudablemente muestran un universo institucional desconocido, cuyas pautas rompen el
mundo que se acaba de dejar
Tiempo de aprendizaje: el estudiante va reconociendo los nuevos ámbitos y las nuevas reglas
de la institución. Identifica algunas personas a quienes puede recurrir, comienza a formar
nuevos grupos de pertenencia, se ambienta en los espacios. Este tiempo puede extenderse a
lo largo de todo el primer año de estudios o más, y se va resolviendo a medida que se
presentan experiencias y oportunidades de participación, que son diferentes a las ya
conocidas: disponer de horarios de consultas con los profesores, la primera evaluación parcial,
las elecciones en los centros de estudiantes, la necesidad de compatibilizar y organizar
horarios, tomar decisiones acerca de las materias a cursar, entre otras.
Como habrás podido leer, este ‘aprendizaje de la ciudadanía universitaria’ es un recorrido
extenso y desafiante, que inician más de 300.000 jóvenes por año en nuestro país. Se trata de
una situación compartida y reconocida, de la que también se hace eco la información
periodística: El primer año de la carrera universitaria exige un esfuerzo doble: aprobar las
materias previstas en el plan de estudios y, además, convertirse en un estudiante
universitario.(La Nación, marzo de 2003).
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