La calidad del semen está bajando alarmantemente Como apunta Ana Fabregat, farmacéutica, analista clínica con máster en reproducción asistida y doctora en medicina clínica del Instituto Bernabeu, en Alicante; especializado en técnicas de reproducción asistida, “hace once años la proporción media en una muestra de semen era de entre 70 y 100 millones de espermatozoides por milímetro. Ahora la media ha descendido hasta los 30- 50 millones. En nuestra clínica los donantes de semen deben ser varones jóvenes, sin hábitos tóxicos, con una calidad seminal entre los 50 y 60 millones de espermatozoides y que además, éstos tengan una movilidad del 50%”. La calidad de este fluido ha empeorado considerablemente en los últimos años, ya que no solo contiene menos espermatozoides, sino que éstos son más perezosos y se mueven más lentamente. La Organización Mundial de la Salud ha bajado sus parámetros en 2010, y lo que antes era considerado como patológico, ahora está dentro de lo normal. La razón de esta peor calidad hay que buscarla, según indica Fabregat, en la contaminación y en la alimentación. “La polución aumenta la producción de radicales libres, sustancias que afectan a los espermatozoides. El aire que respiramos está lleno de sustancias químicas con estructuras muy parecidas a los estrógenos, que están ‘feminizando’ al varón. Hay peor calidad de semen y en el hombre hay rasgos secundarios propios del otro sexo, como puede ser la menor presencia de vello. Este es un problema difícil de combatir, como no sea trasladándose a vivir a zonas rurales y con menor contaminación atmosférica. Con la alimentación pasa lo mismo. Habría que renunciar al agua –el plástico de las botellas altera el sistema hormonal-, a las latas de conservas –los revestimientos internos que llevan son perjudiciales- y a otros productos de uso frecuente y cotidiano”. Si unimos el hecho de que la calidad del semen es cada vez peor con la tendencia de las mujeres a decidirse a ser madres cada vez más tarde, tendremos un cóctel molotov para acabar con la raza humana sin necesidad de esperar demasiados años. “Los embarazos espontáneos empiezan a ser cada vez más complicados”, reconoce Fabregat. “La primera opción a la que se recurre es la de la inseminación artificial del cónyuge. Por una parte se estimula el ovario de ella, y por otra se mejora la calidad del semen del padre. Esto se complementa con una inseminación en el momento más adecuado para la mujer. Si esta fórmula falla, siempre se puede recurrir a otras más sofisticadas, como la fecundación in vitro”. Tal vez sea esta la estrategia del planeta Tierra para desembarazarse de la raza humana, que tantas veces ha demostrado su poca inteligencia y estupidez. Impidiendo, poco a poco, que se reproduzca y, por lo tanto, que contamine y que interfiera con el resto de vida inteligente.