El Mercantilismo Ignacio Villar Gutiérrez

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El Mercantilismo
Ignacio Villar Gutiérrez
El mercantilismo
Ignacio Villar
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INDICE
1. Conceptualización e interpretaciones del mercantilismo
1.1.
Definición de mercantilismo
1.2.
Interpretaciones históricas del mercantilismo
1.2.1. La interpretación de los fisiócratas, Adam Smith y la Escuela
Clásica.
1.2.2. Las interpretaciones de la Escuela Histórica Alemana y de William
Cunningham.
1.2.3. La interpretación de Heckscher y Viner: poder contra riqueza
1.2.4. La interpretación de John Maynard Keynes
1.2.5. Las interpretaciones surgidas a partir de los años cuarenta del siglo
XX
2. La época mercantilista
2.1.
Antecedentes
2.2.
Principales rasgos definitorios de la época mercantilista
3. El comercio europeo en los siglos XVI y XVII
3.1.
Panorama general
3.2.
Zonas y rutas comerciales y principales productos
3.3.
La organización del comercio
4. Las industrias europeas en los siglos XVII y XVII
4.1.
Panorama general
4.2.
La expansión de la producción
4.3.
Distribución geográfica de la industria en la época
5. Las finanzas europeas en los siglos XVI y XVII
5.1.
Finanzas privadas
5.2.
Finanzas públicas
6. Conclusión
Referencias bibliográficas
Anexos (mapas, esquemas, tablas y gráficos)
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1.
CONCEPTUALIZACIÓN E INTERPRETACIONES DEL MERCANTILISMO
1.1. Definición de mercantilismo
“The unhappy word “mercantilism” proved exceedingly difficult to define.”
(E. A. J. Johnson, Predecessors of Adam Smith, 1937, p.3)
La cita reproducida arriba pretende llamar la atención sobre el hecho de que intentar
proporcionar una definición del término “mercantilismo” es, sin duda, una tarea no
exenta de dificultad. La cita ha sido tomada del primer capítulo de la obra
mencionada, en el cual el autor, tras revisar algunos de los intentos de arrojar luz
sobre la “desafortunada” palabra (“unhappy word”), comenta que en su obra evitará
su uso en la medida de lo posible. En palabras de Johnson,
Cthe word has become a positive nuisance. It is confused for
autarchy, with nationalism, and with protection, it has become a
word of opprobium [C] Journalists have taken up the word and
use it as carelessly as they use many others. At their hands
“mercantilism” may be an antonym for laissez-faire or a
synomym for stupidity [C] To abolish a word, however, is about
as difficult as to abolish sin. Yet if a word is ambiguous, it ought
certainly to be avoided [C] Although I have often used the
word, I have gradually come to the conclusion that as a critical
category in terms of which early British writers on economics
can be appraised, "mercantilism" is no longer a particularly
useful word, and in this book the expression will be avoided as
much as possible1. (4)
1
...la palabra se ha convertido en un auténtico fastidio. Se la ha confundido con autarquía, con
nacionalismo, y con protección, se ha convertido en una palabra de oprobio [...] Los periodistas han
adoptado la palabra y la usan tan despreocupadamente como usan muchas otras. En sus manos
“mercantilismo” puede ser antónimo de laissez- faire o sinónimo de estupidez.[...] Abolir una palabra,
sin embargo, es casi tan difícil como abolir el pecado. Con todo, si una palabra es ambigua, debería
ciertamente ser evitada.[...] Aunque he usado la palabra con frecuencia, he llegado a la conclusión de
que, como categoría critica en términos de la cual se puede valorar a los autores británicos
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A pesar de las palabras de Johnson, resultaría difícil –como afirma Charles
Henry Wilson– “abolir” un término que ha dado lugar a la cantidad de literatura,
historia y controversia que ha generado el mercantilismo (1966:3). Además, aunque
se haya abusado de él, el término mercantilismo sigue resultando de utilidad.
Seguiremos, por tanto, a este último autor en su recomendación de revisar los
orígenes y distintas interpretaciones del término a fin de clarificar en la medida de lo
posible qué se ha entendido a lo largo de los siglos por “mercantilismo”.
Etimológicamente, el vocablo “mercantilismo” procede del latín mercari
“comprar”, que, a su vez procede de la raíz merx “mercancía”, cuyo origen es
posiblemente etrusco, como indican autores como Douglas Harper2. Las palabras
“mercantilismo” y “mercantilista” eran desconocidas en el siglo XVII y buena parte del
XVIII. La frase “el sistema mercantilista” –acuñada por el fisiócrata3 francés Victor
Riquetti, Marqués de Mirabeau– no adquirirá significado hasta la publicación de la
influyente obra de Adam Smith The Wealth of Nations en 1776 (Wilson: 3).
La cuestión de si el término “mercantilismo” corresponde a un cuerpo
coherente y unificado de ideas y a una escuela de pensamiento y autores ha sido
obtejo de debate a lo largo de los siglos. Una buena parte de los críticos parece
inclinada a creer que el mercantilismo no puede verse como un conjunto coherente y
consistente de principios económicos y, por tanto, pone en duda la existencia de una
escuela mercantilista (Perdices de Blas y Reader: 10, 16). Sin embargo, aceptemos
o rechacemos la existencia de una “escuela mercantilista” o de un “sistema
mercantilista”, entendido como un núcleo coherente de principios de política
económica, no se puede negar la existencia de puntos de unión entre los múltiples
escritos sobre temas económicos aparecidos en el período que comprende los siglos
XVI, XVII y gran parte del XVIII –fundamentalmente panfletos y opúsculos que
contenían propuestas y recomendaciones relacionadas con aspectos muy concretos
de la política económica. El principal nexo existente entre estos escritos se
encuentra en el objetivo perseguido por los mismos, que no era otro que contribuir al
tempranos dedicados a la economía, “mercantilismo” ya no es una palabra particularmente útil y, en
este libro, la expresión se evitará en la medida de lo posible. (La traducción es propia)
2
En la entrada correspondiente a la palabra inglesa “market”, a la que remite la palabra
“mercantilism”, en el Online Etymology Dictionary. http://www.etymonline.com.
3
Véase el apartado 1.2.1. del presente trabajo para una definición del término fisiocracia.
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fortalecimiento de la nación estado4, como queda recogido en las obras de diversos
autores (Perdices de Blas y Reader, 11; LaHaye). Así pues, si por razones de
claridad, hubiese que proporcionar una definición simplificada de mercantilismo,
diríamos que se entiende por mercantilismo el conjunto de ideas y políticas
económicas que se desarrollaron durante los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII
en Europa que perseguían la formación de naciones estado lo más fuertes posible.
De entre las ideas para fortalecer la nación estado que subyacen en los
planteamientos de los autores de panfletos, tratados y opúsculos considerados como
mercantilistas hay que destacar las siguientes:
a) la principal obligación de la nación estado es aumentar y mantener tanto la
riqueza nacional como el poder nacional; por lo cual el objetivo de toda
actividad económica debe ser el fortalecimiento del Estado
b) el “bullonismo” o “bullionismo” (en inglés, bullion significa “lingote de oro o
plata”) o creencia de que la riqueza de un Estado viene determinada por la
cantidad de metales preciosos que posee; asi, los Estados que no tienen
acceso a fuentes de producción de metales preciosos (minas de oro y plata,
fundamentalmente) deben adquirirlos a través del comercio exterior mediante
la venta de sus productos
c) la importancia del comercio y la industria, idea que surge en íntima conexión
con el “bullonismo”
d) la idea de una balanza comercial favorable, basada en una concepción de la
riqueza global como un “juego de suma cero” (Perdices de Blas y Reader:
15); es decir, que lo que uno gana es necesariamente lo que otro pierde
e) el poblacionismo o creencia de que un Estado es más rico cuanto mayor es
su población (idea lógica en una época en la que las actividades productivas
dependían enormemente de la mano de obra disponible)
f) la importancia de la capacidad militar en la adquisición y defensa de la
riqueza y el poder (ya que se competía con otros países por las fuentes de
riqueza y poder, era inevitable que surgiesen conflictos y guerras, cuyo éxito
dependía en gran medida del número de efectivos militares disponibles)
4
Como se afirma en la obra de Perdices de Blas y Reeder, la nación estado “representa la unidad
básica de organización política en la Europa Atlántica de aquellos tiempos” [los tiempos del
mercantilismo] (11).
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g) el
proteccionismo
o
la
promoción
y
protección
de
las
industrias
manufactureras domésticas, que perseguía el fin de alcanzar un balance
positivo en la balanza comercial, es decir, que las exportaciones superasen
las importaciones y que se exportasen fundamentalmente productos
terminados.
Es preciso señalar que no existe ningún tratado mercantilista que exponga
sistemáticamente todas las ideas que se acaban de referir. Así, la síntesis que se ha
elaborado pretende únicamente clarificar el concepto de mercantilismo y debe
entenderse, por tanto, como un corolario de las ideas que se encuentran
diseminadas en panfletos y tratados mercantilistas.
No obstante lo señalado en el párrafo anterior, conviene mencionar que ya en
el siglo XVII, el austríaco Phillipp Wilhelm Von Hornick, realiza una aproximación al
pensamiento económico (mercantilista) de su época en su obra Oesterreich über
Alles, Wann Es Nur Will, publicada anónimamente en 16845. En esta obra, Von
Hornick presenta nueve reglas esenciales de economía nacional, que son las que
siguen:
1. Inspeccionar el suelo del país con el máximo cuidado, de manera que hasta la
última esquina sea tenida en consideración en cuanto a sus posiblidades
agrícolas.
2. Que todos los bienes que se encuentren en el país que no puedan ser usados
en su estado natural, se modifiquen en las manufacturas nacionales, ya que
el pago por bienes acabados excede en mucho el valor de las materias
primas.
3. A fin de cumplir las dos primeras reglas, que la población sea tan grande
como el país pueda soportar y que esa población sea instruida con el fin de
que pueda trabajar en todo tipo de profesiones, artes y negocios.
4. Que se prohíban todas las exportaciones de oro y plata y que todo el dinero
nacional se mantenga en circulación.
5
La obra de Von Hornick, cuyo título se traduciría al castellano aproximadamente como Austria sobre
todos, si quisiese se ha consultado en su traducción al inglés, Austria over All, if She Only Will,
disponible online en el Archivo para la Historia del Pensamiento Económico de McMaster University
(Archive
for
the
History
of
Economic
Thought
,
McMaster
University:
http://socserv.mcmaster.ca/econ/ugcm/3ll3/). El archivo correspondiente a la obra de Von Hornick se
en la dirección siguiente: http://socserv.mcmaster.ca/econ/ugcm/3ll3/hornick/AustriaOverAll.pdf. Las
nueve reglas de Von Hornick aparecen también recogidas en Ekelund y Hébert, 1997: 44.
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5. Que los habitantes del país consuman productos domésticos y que se
prescinda, en la medida de lo posible, de productos extranjeros.
6. Que cuando determinadas importaciones sean indispensables, éstas se
obtengan de primera mano siempre que sea posible, a cambio de otros
bienes nacionales, y no de oro y plata.
7. Que en la medida que sea posible las importaciones se limiten a las materias
primas que puedan trabajarse en el país y así obtener las ganancias que
implica la manufactura.
8. Que se busquen constantemente oportunidades para vender el excedente de
manufacturas del país al extranjero, a cambio de oro y plata.
9. Que no se permita ninguna importación si los bienes que se importan existen
de modo suficiente y adecuado en el país. (Van Hornick: 3-5)
A esta aproximación de Van Hornick al mercantilismo, siguieron muchas otras
interpretaciones del término, las cuales serán examinadas a continuación.
1.2. Interpretaciones históricas del mercantilismo
Históricamente, el mercantilismo se ha interpretado de diversos modos. Desde los
fisiócratas y Adam Smith hasta la actualidad, figuras destacadas en el ámbito de la
economía y de la historia del pensamiento económico han aportado su perspectiva
del mercantilismo y han explicado de distintos modos qué han sido y qué han
significado para el desarrollo económico y social los autores conocidos como
mercantilistas. En este apartado se realizará una somera revisión de algunas de
estas interpretaciones.6
1.2.1. La interpretación de los fisiócratas, Adam Smith y la Escuela Clásica.
La fisiocracia o fisiocratismo es una escuela de pensamiento económico que floreció
en Francia a mediados del siglo XVIII en torno a la figura de François Quesnay,
quién publicó su Tableau Economique en 1758. La palabra "fisiocracia" proviene del
griego physis, naturaleza, y significa el gobierno del orden natural. Los fisiócratas
entendían que la única actividad humana capaz de producir una nueva riqueza era la
6
Para la elaboración de este apartado se ha tomado como referencia el capítulo segundo de la obra
de Perdices de Blas y Reeder (pp 25-58).
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agricultura. Según ellos, la industria y el comercio sólo cambiaban las características
de los bienes, los transformaban, pero no agregaban nueva riqueza a la sociedad.
La escuela fisiócrata afirmaba la existencia de una ley natural por la cual el
buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención
del gobierno. Su doctrina queda resumida en la expresión laissez faire. La frase
"laissez faire, laissez passer", usada por primera vez por el fisiócrata Jean-Claude
Marie Vicent de Gournay, es una expresión francesa que significa "dejad hacer,
dejad pasar", refiriéndose a una completa libertad en la economía, que supondría
libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado laboral, y
mínima intervención de los gobiernos. Por todo lo expuesto, se observa que los
puntos de colisión entre la fisiocrácia y el mercantilismo fueron muchos, por lo que
no es de extrañar que los fisiócratas criticasen “la absurda inconsistencia del sistema
mercantil” (Perdices de Blas y Reeder, 26).
Algunos de los planteamientos de los fisiócratas, especialmente su posición a
favor del librecambio, tuvieron una importante influencia sobre los economistas
clásicos y, en particular, sobre Adam Smith, que permaneció en Francia entre 1764 y
1766, y publicó The Wealth of Nations (La riqueza de las naciones) en 1776. Smith
critica el sistema mercantilista fundamentalmente porque lo considera un conjunto de
falacias inspiradas por los productores y comerciantes con el fin de obtener
ganancias a costa del consumidor. Así lo expone:
It cannot be very difficult to determine who have been the
contrivers of
this whole
mercantile
system; not
the
consumers, we may believe, whose interest has been
entirely neglected; but the producers, whose interest has
been so carefully attended to; and among this latter class our
merchants and manufacturers have been by far the principal
architects7. (Smith: 1904, Libro IV, Cap. 8)
7
“No es difícil determinar quiénes idearon el sistema mercantil. Desde luego, no los consumidores,
cuyo interés se olvida por completo, sino los productores, que han sido cuidadosamente beneficiados,
y entre estos, nuestros comerciantes y manufactureros han sido, con mucho, los principales
arquitectos”. (Traducción extraída de Perdices de Blas y Reeder, p. 27)
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Además, Smith sostiene que el fundamento de la riqueza se encuentra en la
producción y no en la acumulación de metales preciosos, razón por la que critica los
planteamientos mercantiles basados en esta idea. La idea de que equiparar metales
preciosos y riqueza es absurda será sostenida también por los discípulos de la
Escuela Clásica, entre los que destacan D. Ricardo, T. R. Malthus, J.B. Bay y J.S.
Mill. Asimismo, estos autores también dirigirán sus ataques contra el mercantilismo
en tanto en cuanto consideraban que dio lugar a una orientación completamente
falsa a la política de Europa, una política que no permitía sacar metales preciosos
del país o que favorecía las exportaciones y dificultaba las importaciones con el fin
de obtener una balanza comercial favorable.
1.2.2. Las interpretaciones de la Escuela Histórica Alemana y de William
Cunningham.
La Escuela Histórica Alemana surgió como contraposición a la economía clásica y
alcanzó su momento cumbre en la segunda mital del siglo XIX. Los principales
autores de la escuela son Adam Müller, Friedrich List, Wilhelm Roscher, Bruno
Hildebrand, Karl Knies y Gustav Schmoller.
Los autores de Escuela Histórica Alemana, en general, consideraron el
mercantilismo de una forma más positiva que los fisiócratas y la Escuela Clásica.
Particularmente, List, Roscher y Schmoller consideraron el mercantilismo como un
“elemento esencial del proceso de unificación y prosperidad nacional” (Perdices de
Blas y Reeder, 30).
List, en su obra Sistema nacional de economía política8 (1841), insiste en la
importancia de la nación como institución que media entre el individuo y la
humanidad. Señala que tanto la riqueza de las naciones (aspecto económico) como
los intereses espirituales y políticos de las mismas (aspecto político) son relevantes.
Es teniendo esto en mente que List valora las doctrinas mercantilistas. List considera
que los economistas de la Escuela Clásica han sobresimplificado las doctrinas
mercantilistas, reduciéndolas sólo a dos puntos; por una parte, la identificación entre
los metales preciosos y la riqueza y, por otra, la política comercial dirigida a vender
lo máximo posible a otras naciones, comprando de éstas lo mínimo.
8
Se ha consultado la traducción al inglés de Sampson S. Lloyd (Véase apartado de referencias bibliográficas).
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List titula el capítulo XXIX de su obra, “The Industrial System (falsely Termed
By the School 'the Mercantile System’)” o, lo que es lo mismo, “El sistema industrial
(falsamente denominado por la Escuela9 ‘el sistema mercantil’” . Aquí List señala que
este sistema ha tenido los siguientes aciertos:
1. Que reconoce el valor de las manufacturas del país y su influencia sobre la
agricultura nacional, sobre el comercio y la navegación, y sobre la civilización
y el poder nacional.
2. Que indica los medios por los cuales una nación, que esté preparada para
establecer una potencia manufacturera, puede crear una industria nacional.
3. Que está basado en el concepto de nación y, considerando las naciones
como entidades individuales, tiene en cuenta los intereses y condiciones
nacionales (List, 271; la traducción es propia).
List, sin embargo, también detalla los defectos de los que, en su opinión, adolece el
sistema industrial (mercantil). Son los que siguen:
1. Que no reconoce, generalmente, el principio fundamental del desarrollo
industrial de la nación y las condiciones bajo las que puede ponerse en
funcionamiento.
2. Que, consecuentemente, podría guiar erróneamente a los pueblos que viven
en un clima no adecuado para la manufactura, así como a estados y pueblos
pequeños y no civilizados, hacia la adpción de un sistema proteccionista.
3. Que
siempre
busca
aplicar
el
proteccionismo
a
la
agricultura
y,
especialmente, a la producción de materias primas –dañando la agricultura –
cuando las industrias de la agricultura ya están suficientemente protegidas de
la competitividad extranjera por la naturaleza de las cosas.
4. Que busca favorecer las manufacturas injustamente, mediante la imposición
de restricciones en la exportación de materias primas, en detrimento de la
agricultura.
5. Que no enseña a la nación que ya ha alcanzado supremacía manufacturera y
comercial a proteger a sus propios manufactureros y mercaderes de
la
desidia, lo que conseguiría si permitiese la libre competitividad en sus propios
mercados.
9
Se refiere a la Escuela Clásica.
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6. Que ignora las relaciones cosmopolitas de todas las naciones, los objetos de
la raza humana y, de aquí, que puede encaminar erróneamente a los
gobiernos a un sistema prohibitorio o a imponer impuestos que son
prácticamente prohibitivos, cuando impuestos proteccionistas moderados
serían más adecuados.
7. Que, ignorando el principio de cosmopolitismo, no reconoce la futura unión de
todas las naciones, el establecimiento de paz perpetua y de libertad de
comercio universal, como objetivos hacia los cuales todas las naciones
deberían aproximarse cada vez más. (List, 272; la traducción es propia)
Al igual que List, Schmoller, incide en la importancia de una política nacional en
asuntos económicos y señala que la relevancia esencial del mercantilismo radica en
la sustitución de una política económica local y territorial por una política nacional:
The essence of the system lies not in some doctrine of money,
or of the balance of trade; not in tariff barriers, protective duties,
or navigation laws; but in something far greater: - namely, in the
total transformation of society and its organisation, as well as of
the state and its institutions, in the replacing of a local and
territorial economic policy by that of the national state10.
(Schmoller: 1897)
En línea con List, Schmoller y otros autores de la Escuela Histórica Alemana,
algunos historiadores ingleses de finales del siglo XIX consideraron al mercantilismo
bajo una luz más positiva de lo que lo habían hecho los autores de la Escuela
Clásica. De entre ellos, mencionaremos aquí a William Cunningham, quién en su
The Growth of English Industry and Commerce in Modern Times (1882) traza la
historia de la industria y el comercio británicos en la época moderna. En el capítulo
sexto de la obra analiza el sistema mercantil, dando unas nociones generales sobre
el
10
mismo
(Cunningham,
12-24).
Para
él,
los
mercantilistas
perseguían
La esencia del sistema no radica en cierta doctrina monetaria o en la balanza comercial; no está en
barreras arancelarias, en impuestos proteccionistas o leyes de navegación, sino en algo mucho más
grande, a saber, en la total transformación de la sociedad y su organización, así como del Estado y
sus instituciones, en la sustitución de una política económica territorial y local por la del estado
nacional. (La traducción es propia)
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fundamentalmente objetivos políticos, el principal de los cuales era la consecución
del poder para la nación. El fin de las reglamentaciones mercantilistas, argumenta
Cunningham era engrandecer el poder de la nación.
1.2.3. La interpretación de Heckscher y Viner: poder contra riqueza
Eli Heckscher no comparte con los historicistas alemanes su simpatía hacia las
doctrinas mercantilistas. Sin embargo, señala la coherencia política de la doctrina
mercantilista y de los objetivos que se propone, aunque también destaca la debilidad
de los medios empleados para alcanzar tales objetivos y la insuficiencia de sus
resultados. Analiza detalladamente el mercantilismo en su obra dedicada a la época
mercantilista, que apareció en sueco en 1931 y cuyo título se tradujo al español
como La época del mercantilismo. Historia de la organización y las ideas
económicas desde el final de la Edad Media hasta la sociedad liberal.
Heckscher, influido por Gustav Schmoller, William Cunningham y Adam
Smith, aúna las interpretaciones de éstos para luego añadir la suya. Habla del
mercantilismo como una doctrina en la construcción del estado (recogido de
Schmoller), como un sistema de poder (propugnado por Cunningham), desde el
punto de vista de su política proteccionista y sus actitudes monetarias (como ya
refiere Smith) y añade su tesis a estas cuatro: describe el mercantilismo como una
concepción social.
En cuanto al mercantilismo como una doctrina en la construcción del estado,
Heckscher considera que funciona como un sistema unificador cuya labor tiende a
asegurar el poder del estado en el interior frente a otros organismos de carácter
particular. En relación al mercantilismo como sistema de poder, Heckscher afirma
que “el poder del Estado era la mira central del mercantilismo” y , en particular, el
“poder del Estado en el exterior, frente a otros estados” (tomado de Perdices de Blas
y Reeder, 35). Asimismo, Heckscher considera que el mercantilismo concebía el
poder como un fin en sí mismo, más que como un medio para otro fin. La
combinación del punto de vista de unificación con el fin de asegurar el poder del
estado en el interior y del punto de vista de poder en cuanto a asegurar la primacía
del estado en el exterior es lo que caracteriza al mercantilismo.
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Desde el punto de vista del mercantilismo como sistema proteccionista,
Heckscher revisa la idea de que el peligro primordial contra el que se enfrenta la
política económica es el de que haya exceso de mercancías dentro del país.
Asimismo, Heckscher también dedica una parte de su estudio a estudiar el
mercantilismo como sistema monetario, un sistema que recalca la importancia del
dinero y el afán de retenerlo, así como a los metales preciosos.
Finalmente, Heckscher propone su interpretación del mercantilismo como
concepción social. Destaca que el mercantilismo primero y luego el liberalismo
rompieron con unas creencias sobre la religión y la moral que determinaban el
comportamiento de los agentes económicos.
En la misma época en la que Eli Heckscher publica sus obras, lo hace otro
autor con el que éste mantendría una larga polémica. Se trata de Jacob Viner, en
cuya obra Studies in the Theory of International Trade, recoge sus ideas sobre el
mercantilismo.
Viner
sintetiza
los
elementos
esenciales
de
las
doctrinas
mercantilistas en los siguientes puntos:
1. La política debe estructurarse y practicarse en términos estrictamente
nacionalistas, es decir, solamente debe pesar el interés nacional.
2. En la valoración de un elemento importante de la política nacional o del
comercio exterior ha de atenderse mucho a sus efectos, directos o indirectos,
sobre las existencias nacionales de metales preciosos.
3. En ausencia de minas interiores de oro o plata, un objetivo nacional
primordial ha de ser la consecución de un excedente de las exportaciones
sobre las importaciones tan grande como sea posible, como único medio de
aumentar las existencias nacionales de metales preciosos.
4. Ha de buscarse una balanza de comercio favorable al propio país mediante
la promoción directa por las autoridades de las exportaciones y la restricción
de las importaciones, o mediante otras medidas que actúen indirectamente
en este sentido.
5. La política económica exterior y la política exterior general han de
perseguirse con atención constante tanto a la abundancia como al “poder”
(incluida la seguridad) como objetivos nacionales coordinados y en general
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mutuamente apoyados, cada uno de ellos capaz de usarse como medio para
la consecución del otro.
El quinto punto es el que hace surgir la polémica entre Viner y Heckscher. Viner
señala que el mercantilismo tenía objetivos tanto políticos como estrictamente
económicos, mientras que el autor sueco no está de acuerdo con esta afirmación.
Para Hecksner el mercantilismo consideraba el poder como un fin en sí mismo,
mientras que Viner sostiene que los mercantilistas buscaban el poder para conseguir
otros fines. Como recogen Perdices de Blas y Reeder, según Viner, los
mercantilistas “trataron de llegar a conseguir una superioridad de poder suficiente
para ‘imponer la ley’ a otros países, para conquistar territorios continuos o colonias
ultramarinas o para derrotar a sus enemigos en la querra” (39).
1.2.4. La interpretación de John Maynard Keynes
Keynes, en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), se ocupa
del mercantilismo y señala su importancia. Afirma el autor que puede considerarse el
mercantilismo “como una contribución al arte de gobernar que se ocupa del sistema
económico en conjunto y de lograr la ocupación óptima de todos los recursos del
sistema” (cit. en Perdices de Blas y Reeder, 40).
Keynes defendió explícitamente algunos de los planteamientos mercantilistas.
Keynes también hizo notar que la preocupación de los mercantilistas por las
entradas de metales preciosos, algo por lo que habían sido duramente criticados,
era razonable en la época en la que se dio (comienzos de la era moderna). Cree
Keynes que en una época anterior al papel moneda, un incremento de los metales
preciosos y de las reservas del estado era la única forma de incrementar la cantidad
de dinero en circulación. Además, añade Keynes, en una sociedad en la que no
existían inversiones públicas ni política monetaria, el proponer una balanza favorable
es una idea digna de alabanza, ya que ésta tendría como consecuencia el estímulo
de la inversión y el empleo. Keynes también se mostró en consonancia con la la idea
mercantilista de que el intervencionismo gubernamental es una necesidad
económica.
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1.2.5. Las interpretaciones surgidas a partir de los años cuarenta del siglo XX
A partir de los años cuarenta del pasado siglo las interpretaciones del mercantilismo
se disgregan, desde una perspectiva general, en cuatro direcciones diferentes. Por
una
parte,
aparecen
las
interpretaciones
de
historiadores
(como
Joseph
Schumpeter, George Stigler, William R. Allen) que consideran el mercantilismo como
un período preanalítico del pensamiento económico. Por otra parte, están los los
autores, como William D. Grampp, que argumentan que el mercantilismo anticipó
muchos de los elementos importantes de la doctrina clásica, incluyendo la
concepción clásica del propio interés, del mecanismo de precios, de la ventaja
mutua en el intercambio y del lugar que ocupa el Estado en la organización
económica. Un tercer grupo de historiadores hacen hincapié en la política, ya no
exterior y proteccionista, sino en la local y nacional. En este grupo destacan
Eckelund y Tollison, que en su obra Mercantilism as a Rent-Seeking Society.
Economic Regulation in Historical Perspective (1981) realizan un estudio del
mercantilismo que no hace hincapié en la política exterior y proteccionista sino en lo
que ocurre en la economía local y nacional. Por último, y como aportación
argumentativa a la afirmación de la inexistencia de una escuela mercantilista, un
cuarto grupo de historiadores –con D.C. Coleman como máximo exponente– aboga
por la idea de que el mercantilismo es una invención de los investigadores, pues no
hay homogeneidad ni coherencia en su doctrina y, por tanto, el debate que
gradualmente se centra en una visión homogénea es erróneo.
2.
LA ÉPOCA MERCANTILISTA
Como se ha mencionado anteriormente, el mercantilismo comprende los siglos XVI,
XVII y gran parte del siglo XVIII. Si se quiere proporcionar mayor concrección a esta
delimitación temporal, diremos que buena parte de los autores sitúa el inicio de la
época mercantilista en torno al año 1500, mientras que otro grupo lo hace en torno a
1550, y que como final del período suelen señalarse los años 1750 o 1776.
La época mercantilista es un período que fue testigo de cambios de gran
transcendencia tanto a nivel social como a nivel político, económico y cultural. La
Europa de comienzos del siglo XVI es un lugar totalmente diferente a la que
encontramos dos siglos después. En esta época se deja atrás el feudalismo que
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había caracterizado el período medieval y se consolidan los estados modernos; de
hecho, el mercantilismo se asocia generalmente con el nacimiento de la nación
estado.
2.1. Antecedentes
Podría decirse que la época mercantilista tiene sus orígenes históricos en lo que se
ha dado en llamar la Crisis de la Edad Media, en torno al siglo XIV. En esta época se
dan varios factores que contribuyen al desmantelamiento del sistema feudal y a una
profunda reestructuración de la sociedad. De una parte, es bien sabido, que la Peste
Negra azotó Europa a mediados del siglo XIV, lo que provocó un cambio radical en
los perfiles demográficos y económicos del continente. La reducción en la población
fue extremadamente alta –se estima que Europa perdió entre un tercio y la mitad de
su población en el punto álgido de la pandemia, entre 1348 y 1350. Esta caída en la
población, ligada al hecho de que muchos campesinos abandonaban el campo en
favor de las ciudades, causó la despoblación rural. Las tensiones entre señores
feudales y campesinado se hicieron notorias y se sucedieron una serie de revueltas
del campesinado.
Por otra parte, la última parte de la Edad Media, especialmente el siglo XV, es
testigo del inicio de una revolución a nivel tecnológico, que contribuirá también al
declive del sistema feudal. Avances en las herramientas agrícolas, así como en los
sistemas de cultivo, hicieron que se produjesen excedentes que había que
comercializar. Se pasa de una economía de subsistencia en el mundo rural a
producir con el fin de comerciar. Emerge un mundo de ciudades basado en una
economía comercial y los centros de poder se desplazan hacia los burgos, donde se
destacan las figuras de los artesanos, que se agrupan en gremios (controlaban la
calidad y técnicas de elaboración de los productos) y los comerciantes, que se
agrupan en guildas (que controlaban los precios y evitaban la competencia).
Asimismo, los avances en la técnica repercuten en la obtención de energía
mecánica; aparecen inventos como la imprenta y los sistemas de tipos móviles, que
tendrá una importancia esencial en la difusión del pensamiento y la cultura; y se
producen también avances en el transporte y la navegación, que serán
determinantes en la expansión del mundo conocido durante la Edad Moderna.
El mercantilismo
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2.2. Principales rasgos definitorios de la época mercantilista
La época mercantilista no podría comprenderse sin tener en cuenta tres
factores esenciales, interrelacionados entre sí, que determinan la evolución de
Europa –y del mundo– entre los siglos XVI y XVIII. El primero de estos tres aspectos
es la desaparición de las estructuras feudales medievales y el surgimiento y
consolidación de las naciones estado centralizadas. El segundo factor es el
surgimiento de las potencias coloniales en el siglo XVI, consecuencia de
descubrimientos iniciados a finales del siglo XV. El tercer elemento que define la
época mercantilista es el enorme crecimiento del comercio que se produce durante
la misma.
En cuanto a la formación de las naciones estado, es necesario tener en
cuenta que el proceso que daría lugar a las naciones modernas fue un proceso lento
y plagado de dificultades y confrontaciones y que no ocurrió de forma simultánea en
toda Europa. España, Francia e Inglaterra fueron las primeras en revelarse como
territorios dotados de una cierta unidad nacional y un poder centralizado. En el caso
de España, el camino hacia la formación de una nación se inicia con el matrimonio
de Isabel de Castilla y Fernándo de Aragón y la unión de sus respectivos reinos en
1469. Los Reyes Católicos consiguieron dominar los restantes territorios y
completaron con éxito la unificación de la península española al concluir en 1492 la
Reconquista con la toma de la ciudad de Granada.
En el caso de Francia, se puede situar el comienzo del desarrollo de la nación
estado al término de la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que enfrentó a este
país y a Inglaterra. Esta guerra también contribuyó en gran medida a hacer germinar
un cierto sentimiento nacional en Inglaterra, donde el monarca de la dinastía de los
Tudor Enrique VII (1485-1509) estableció un poder monárquico centralizado al
término de la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485).
Las ideas subyacentes a los orígenes de las naciones estado, caracterizadas
por la centralización de poder en la figura del monarca, adoptando en muchas
ocasiones la forma política de la monarquía absoluta, se encuentran de forma clara
en las obras de tres autores que se suelen vincular con el nacimiento del estado
moderno, a saber, Nicolás de Maquiavelo, Jean Bodin y Thomas Hobbes.
El mercantilismo
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Maquiavelo señala la importancia de concentrar atribuciones en un príncipe
dotado de instrumentos básicos para ejercer su dominio (fuerza armada propia y
permanente, y una capacidad de propaganda) en su famosa obra El príncipe de
1513, fecha que algunos autores emplean para situar el nacimiento del estado
moderno. En esta obra, Maquiavelo separa nítidamente la esfera religiosa de la
política y reflexiona sobre la aparición en el escenario europeo de una temprana
organización política, caracterizada primordialmente por su aspiración a la
autonomía, a la que el pensador florentino denominará lo stato.
En línea con algunas de las ideas expuestas por Maquiavelo se encuentra
Jean Bodin, quien elaboró el principio de la soberanía estatal. La aparición en 1576
de sus Seis Libros de la República, revolucionó la esfera política de la época, pues
mientras hasta ahora el “príncipe” basaba su poder en distintos títulos de
intervención, a partir de Bodin se unifican todos los títulos en uno solo: la soberanía.
El Príncipe es soberano y, en consecuencia, no está sometido a ninguno otro poder,
sea éste temporal o espiritual.
Por su parte, el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), que es
considerado el teórico por excelencia del absolutismo político, proporciona una
explicación del origen del Estado y también señala la importancia de un soberano.
En su Leviatán (1651), Hobbes expone que el origen del Estado es el pacto que
realizan todos los hombres entre sí, subordinándose desde ese momento a un
gobernante con poder absoluto, el cual procura por el bien de todos los súbditos y de
él mismo.
La segunda característica definitoria de la época mercantilista es la expansión
del mundo y la aparición de las grandes potencias coloniales. La expansión del
mundo conocido se produce como resultado del descubrimiento de América por
Cristóbal Colón en 1492, pero también por el descubrimiento de una ruta marítima
hacia el Asia (la India y los países árabes) al realizar Vasco da Gama la
circunnavegación del África en 1497. Como sabemos, las empresas de ambos
navegantes resultaron de un interés de los europeos de comerciar con el oriente,
interés acrecentado desde los viajes de Marco Polo a la China a fines del siglo XIII.
La expansión hacia occidente del mundo conocido se consolidó inicialmente
con la conquista de América por España y Portugal durante el siglo XVI, y más tarde
El mercantilismo
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por Inglaterra y Francia, al norte de México durante el siglo XVII. Los estados
europeos buscaron consolidar su expansión hacia el oriente con la creación de la
East India Company por los ingleses el año 1600, y de compañías similares por los
holandeses y los franceses. Estas entidades estaban encargadas no sólo de
monopolizar el comercio y la navegación de esos países con sus colonias, sino que
estaban también controlaban el tráfico de esclavos y estaban dotadas de una serie
de prerrogativas de tipo político y administrativo, de tipo similar a las que tenía la
Casa de Contratación, creada por los españoles en Sevilla en 1503.
Las metrópolis europeas veían a sus colonias no sólo como una fuente de
metales preciosos y materias primas, sino también como una fuente de demanda
potencial por exportaciones, y el comercio con dichas colonias debía monopolizarse.
En Inglaterra, por ejemplo, se promulgaron Actas de Navegación (Navigation Acts)
en 1651 y 1660, estableciendo que sus importaciones debían hacerse en buques
ingleses o del país de origen, y que el comercio con sus colonias debía realizarse
por ingleses, en buques ingleses, con tripulación inglesa, y que algunos productos,
tales como el azúcar, el tabaco y el algodón, producidos en las colonias americanas,
sólo podían ser exportados a puertos ingleses, una práctica denominada
enumeration. Estas Actas, que originalmente buscaban excluir a la poderosa marina
mercante holandesa del comercio británico, terminaron sirviendo para monopolizar el
comercio colonial inglés, y su reforzamiento en 1764 aumentó el descontento que
condujo a la revolución por la independencia americana en 1776. Además de
Inglaterra, otras potencias coloniales europeas, tales como España y Francia,
tuvieron normas similares a estas Actas de Navegación.
Además del tremendo crecimiento del comercio colonial, durante la época
mercantilista tuvo esencial importancia el comercio interior en las distintas naciones
de Europa. No sólo el comercio, sino también la industria y las finanzas
experimentaron un notable desarrollo durante la época mercantilista. En este punto
no nos detendremos aquí, ya que estos tres aspectos del desarrollo económico se
tratarán detalladamente más adelante en este trabajo.
Junto con los tres rasgos esenciales de la época mercantilista ya
mencionados, en el período comprendido entre el siglo XVI y la primera mitad del
XVIII se produjeron otra serie de acontecimientos importantes, que trataremos
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brevemente. En el ámbito religioso, hay que hacer mención a la gran transformación
que supuso la Reforma Protestante, iniciada por Martín Lutero (1517) y que provocó
un cisma entre católicos y protestantes que se mantiene hasta la actualidad. La
Iglesia Católica reaccionó a la Reforma con la llamada Contrarreforma o
simplemente “Reforma Católica”. En el ámbito cultural también se produjeron
grandes cambios. El Humanismo convirtió al hombre y la naturaleza en objetos de
estudio y se pasó del teocentrismo medieval al antropocentrismo renacentista. El
Humanismo también fomentó el estudio de los clásicos y estableció las bases de la
ciencia moderna, difundiéndose sus ideas en las Universidades y academias. La
invención de la imprenta dio lugar a la difusión de las ideas y el pensamiento y
contribuyó a dispersar el saber. Esta época fue testigo de un gran desarrollo
científico, consecuencia del pensamiento Humanista y del Renacimiento, al situar la
experimentación como mecanismo para conocer y explicar la realidad. Entre los
grandes hallazgos científicos se encuentra la Teoría Heliocéntrica de Copérnico, la
Ley de la Gravitación Universal de Isaac Newton o los hallazgos de Miguel Servet en
relación a la circulación de la sangre. Asimismo, aparecen en esta época inventos y
avances técnicos que alterarán la sociedad de modo drástico.
El siglo XVIII fue testigo durante su segunda mitad de cambios muy
importantes que marcan el fin de la primacía de las políticas mercantilistas. Por un
lado, se inicia el derrumbe de las potencias coloniales con la Revolución Americana
en 1776. Por otra parte, comienza el declive del absolutismo que marca la
Revolución Francesa de 1789. Además, se inicia la Revolución Industrial en
Inglaterra (James Watt patenta la máquina a vapor en 1769). Finalmente, tenemos
también el inicio de importantes cambios intelectuales, que en el terreno político y
económico se materializan en la crítica y rechazo de las políticas mercantilistas.
3.
EL COMERCIO EUROPEO EN LA ÉPOCA MERCANTILISTA11
3.1. Panorama general
Comienza Kristof Glamman el capítulo que escribe sobre comercio europeo en la
Historia económica de Europa editada por Carlo M. Cipolla afirmando que:
11
Para la elaboración de este apartado se ha tomado como base el Cap. 6. de la Historia económica de Europa.
Siglos XVI y XVII de Carlo M. Cipolla.
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Apenas hay período de la historia de Europa en el que el
comercio juegue un papel tan central como el de los años 1500
a 1750. Algunos historiadores lo llaman época capitalista
temprana o época del capitalismo mercantil, mientras otros lo
denominan época mercantil o mercantilista. (333)
El comercio en esta época – principalmente, el comercio con países extranjeros– era
considerado la fuerza esencial para la prosperidad de las naciones y la riqueza era
considerada, de modo similar, el medio absolutamente necesario para la
consecución del poder (aunque esta última afirmación funciona también en sentido
contrario). Como ya se ha mencionado en reiteradas ocasiones a lo largo del
presente estudio, tanto la riqueza como el dinero eran las finalidades últimas de una
política que buscaba el fortalecimiento de las naciones que comenzaron a emerger
durante el período que nos ocupa.
Al comienzo de la época mercantilista, los modernos estados nacionales aún
eran agrarios en sus aspectos demográficos y productivos. Aparte de unas pocas
excepciones,
las
ciudades
europeas
parecían
pueblos
grandes
que,
comercialmente, funcionaban como mercados locales de alimentos y materias
primas. Los vínculos para el transporte eran débiles y sus costes elevados. La mayor
parte de la actividad económica cotidiana se realizaba a nivel local, básicamente
sobre productos de subsistencia, y sin utilización del dinero, pagándose muchos
salarios en especie. El intercambio internacional de productos respondía a una
demanda marginal, proveniente de las clases más altas de la población o de las
zonas urbanizadas de Europa.
Al ir avanzando el período, el aislamiento que caracterizaba la Europa de
inicios de la época mercantil, comienza a diluirse. Se comienzan a producir
relaciones entre distintas regiones de forma cada vez más regular y el comercio
internacional, que ve ampliados los estratos sociales a los que sirve, comienza a
resultar en muchas ocasiones más barato y más fácil de establecer que el comercio
interior. Se establece por primera vez un comercio intercontinental regular debido
fundamentalmente al desarrollo de las rutas marítimas. Estos cambios vienen
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acompañados por una necesidad cada vez más creciente de dinero en efectivo,
cuya oferta dependía básicamente del movimiento de metales preciosos en el
comercio exterior. Así, política monetaria y política comercial comienzan a ser
cuestiones íntimamente conectadas.
En el siglo XVI se produce la llamada revolución de los precios. Europa
experimentó en esa época una continua inflacción, que afectó de forma violenta a
los alimentos, mientras que los productos de los sectores industriales y artesanos
quedaron prácticamente al margen de ella. Los salarios, en cambio, no siguieron el
mismo camino y se produjo un descenso notable del nivel de vida de los asalariados.
El alza de precios estimuló una expansión general de los negocios y el aumento de
empresas comerciales de gran escala. Las razones para esta subida de precios han
de buscarse en el aumento demográfico y el crecimiento de las ciudades, el hecho
de que la producción fuera insuficiente para atender la demanda y, especialmente,
en la afluencia de metales preciosos, dándose en la segunda mitad del siglo XVI una
fase de inflacción de la plata.
Además de a la inflacción, la afluencia de metales preciosos y las reservas de
las que cada estado disponía afectaban directamente al sistema de crédito. Sirva
como ejemplo el caso español. La década de 1581-1590 fue testigo de un máximo
de llegadas de metal precioso a Sevilla12 y la disminución de las cantidades
enviadas en el siglo siguiente supuso grandes dificultades para el sistema crediticio,
además de dificultades monetarias. Como ejemplo de área de gran fortaleza del
sistema crediticio en el siglo XVII, podríamos citar a los Países Bajos, que tuvieron
en el citado siglo un período de apogeo del comercio internacional, convirtiéndose
Amsterdam en un gran centro de comercio intermediario.
Además de Amsterdam, otras muchas ciudades del noroeste de Europa
experimentaron un gran crecimiento durante el siglo XVII, siglo en que remitió la
tendencia alcista de los precios del siglo anterior. Londres comenzó a convertirse en
un centro de comercio de reexportaciones al continente, Hamburgo vio cómo sus
actividades comerciales se expandían y en París también se estimuló de forma
notable la actividad económica.
12
Véase Anexo (Tabla 1, Gráficos 1, 2 y 3), en los que se aprecia la evolución de las cantidades de metales
preciosos que llegaban a Sevilla provenientes de América durante el siglo XVI.
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El siglo XVIII fue testigo de ciertos cambios vitales en el comercio europeo.
Mientras que hasta finales del siglo XVII el tráfico interior de los mares europeos
constituía la mayor parte del comercio europeo, en el siglo XVIII la expansión de los
comercios extraeuropeos es el factor que más importancia adquiere a nivel
económico y comercial, siendo particularmente destacado el comercio exterior
británico. Al mismo tiempo que Inglaterra despunta comercialmente, muchas de las
localidades de la zona del Mediterráneo que habían sido florecientes entran en
decadencia. Así, a finales del período mercantilista,ciudades como Lisboa, Sevilla o
Venecia han perdido su posición de vanguardia, dejando paso a otras como Londres
o Ámsterdam.
3.2. Zonas y rutas comerciales y principales productos
Entre las zonas comerciales en la época mercantilista hay que distinguir el
Mediterráneo, Europa Central, la zona del Báltico, el Atlántico y, debido a la
expansión europea que tuvo lugar gracias a los grandes descubrimientos iniciados
en el siglo XV, también hay que hacer especial mención del comercio transoceánico.
Alrededor de 1500 el Mediterráneo, la zona comercial clásica de Europa, era
un área comercial con gran relación entre sus partes. Dentro de esta zona, el
comercio rompía con la división entre Cristiandad y el Islam. Había rutas que iban
hacia Oriente por tierra y mar, así como a la Europa central y occidental, por mar, río
y por pasos de montaña. La Italia septentrional era una de las regiones más ricas del
Mediterráneo y en ella se encontraba la más amplia gama de actividades
económicas. Florencia y Milán eran grandes centros manufactureros. Lo mismo
ocurría con Venecia y Génova que, además, eran fuertes potencias marítimas y
puertos de origen de grandes flotas comerciales. El sur de Francia era también una
zoma de próspero comercio. Una tercera zona de grandes ciudades y próspero
comercio se situaba en el este, con metrópolis como Constantinopla y El Cairo. En la
parte occidental, hay que destacar la zona de Andalucía, desde la que se inauguró
en el siglo XVI el comercio con América. También es importante el área que hoy
ocupa Cataluña como generadora del comercio mediterráneo occidental.
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En el área mediterránea circulaba una gran variedad de productos, teniendo
gran relevancia el comercio de abastecimiento, así como el comercio de las
especias y otros productos que llegan asociados a éstas.
En lo que se refiere al comercio de abastecimiento, hay que mencionar que
los productos básicos de este tipo de transacciones eran productos alimenticios. Es
fundamental el comercio de la sal, el aceite, el vino y el grano, siendo Sicilia el
principal granero del Mediterráneo occidental.
En cuanto al comercio de las especias hay que decir que éste estaba
monopolizado en el siglo XVI por genoveses y venecianos. Las especias se usaban
fundamentalmente como conservantes y en la farmacopea. Las especias llegaban al
mundo mediterráneo a través de intercambios comerciales que empezaban en el
extremo Oriente y terminaban en Alejandría y Trípoli. Asociados al comercio de
especias, llegaban otros costosos productos orientales, como las sedas chinas y
persas, la porcelana y las piedras preciosas. Las especias y otros productos que
llegaban con ellas se distribuían desde Venecia a la Italia septentrional, desde allí a
Alemania y, por mar, a Marsella y Francia, a las ciudades españolas del
Mediterráneo occidental.
El área mediterránea entró en crisis en la segunda mitad del siglo XVI. En ese
período comienza a depender de las importaciones de grano –en las que
desarrollaron un papel esencial los buques holandeses e ingleses– y comienzan a
llegar otros productos, como arenques embarrilados que llegaban en barcos
holandeses procedentes del mar del Norte. Estas actividades permitieron a los
comerciantes ingleses y holandeses introducirse más en ciertas zonas del comercio
mediterráneo en el siglo XVII, en especial en la comercialización del paño en el
próximo Oriente. El centro de poder se trasladó en esta época a la Europa
noroccidental.
La Europa central era otra importante zona comercial, donde se situaban
industrias de notable importancia así como algunos de los yacimientos mineros más
ricos de Europa, especialmente en plata y cobre. Los ríos Danubio y Rhin actuaban
como arterias del comercio en esta área. El gran comercio de la zona se daba en
torno a los metales y artículos de metal y a mediados del siglo XV se produjo una
expansión del comercio basada en la producción de plata alemana, expansión que
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continuó en el siglo XVI con el cobre. El mercado se fue enfocando hacia Amberes,
que era una ciudad próspera debido al comercio de las especias portuguesas, la
plata y el cobre alemanes y los metales preciosos del Nuevo Mundo. Todos estos
productos abrieron camino a otros al tráfico internacional, como fue el caso del paño,
la lona, el lienzo, el lúpulo y el grano. Amberes combinaba el comercio continental y
la expansión marítima. Era lugar de reunión de las casas de comercio del sur de
Alemania, de los agentes del rey portugués, y de los Merchant Adventurers13
ingleses, italianos y los de la liga hanseática (llamados así por la zona de la
Hansa14). Sin embargo, el comercio continental perdió terreno a favor de la
expansión marítima durante el segundo tercio del siglo XVI.
Otra de las plazas claves del comercio de los siglos XVI y XVII es el área del
mar Báltico, del que se ha dicho que es un Mediterráneo en miniatura. En esa zona
se pueden distinguir dos tipos de comercio, un por mar y otro por tierra, ambos de
productos pesados de uso cotidiano. El comercio desarrollado por mar era el del
grano, la sal y pescado en salazón, el paño de lana y las piedes, madera y otros
productos forestales, hierro y cobre. El comercio por tierra comprendía un único
producto, que era el ganado que iba de norte a sur. Así como Sicilia era el granero
del Mediterráneo occidental, la zona del Báltico lo era con respecto a la Europa
septentrional. Otro producto alimenticio que suministraba esta zona era el arenque
en salazón, habiendo pesquerías en el extremo sur de Suecia, que serían sustituidas
por otras en otras zonas del Mar del Norte tras la primera mitad del siglo XVI.
La zona de la costa atlántica es otra de las zonas comerciales europeas de
importancia en los siglos XVI y XVII. El comercio en esta zona era
fundamentalmente de tipo pesado, con productos de uso cotidiano, como la lana, el
vino o la sal. Entre esta zona y las zonas mediterránea y septentrional se producían
activos contactos, notables especialmente en el caso del comercio de la sal. Los
principales suministradores de sal marina eran Francia y Portugal, mientras que los
principales consumidores se encontraban en el mar del Norte y el Báltico. En
dirección opuesta viajaba el grano para el pan, que escaseaba en Portugal y
España. Entre Portugal y el norte se establecieron relaciones comerciales en las
que los Países Bajos, por su situación, comenzaron a actuar como intermediarios.
13
14
Véase explicación del término en la p. 28.
Véase el Mapa 1, que figura como anexo al presente trabajo.
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La zona costera atlántica era además de una zona importante de comercio
continental, el punto de partida del comercio transoceánico, en sus dos corrientes
principales, el comercio transoceánico con las Indias Occidentales y el comercio
transoceánico con las Indias Orientales. Desde el siglo XV existía una pugna entre
Portugal y Castilla por conseguir el control de la ruta marítima a Oriente. Portugal
consiguió el dominio de las costas africanas y durante mucho tiempo mantuvo el
monopolio del comercio con la parte asiática. Posteriormente, durante el XVII,
encontramos que los holandeses comienzan a hacerse presentes en Asia. Los
“objetos del deseo” del comercio con Oriente eran Japón (cuyo puerto comercial era
Nagasaki) y China (que tenía en Cantón el único espacio para el mercado con los
europeos). Las grandes potencias asiáticas exigían unos requisitos muy estrictos a
aquellos que quisieran comerciar con ellos. Por este motivo, cuando se consigue
potenciar la extracción de metales preciosos de las minas americanas, africanas o
europeas, el comercio con el Extremo Oriente se intensifica.
Los europeos acudían a Asia especialmente interesados por las especias,
entre las que destaca la pimienta. Este producto sufrió una crisis entre los años
1620-1630, consecuencia de los cambios en la alimentación y la caída del precio de
la carne, además de la llegada de nuevos productos procedentes de América.
También el comercio de esclavos tuvo su proyección oriental. Aquí los protagonistas
fueron, en primer lugar, los árabes que ocuparon el África sahariana y subsahariana,
creando lo que se ha denominado la corriente oriental de la esclavitud negra.
En cuanto al comercio atlántico transoceánico con el Nuevo Mundo hay que
mencionar que lo más espectacular es la explotación de los yacimientos de metales
preciosos15. Otros artículos intervienen en el tráfico el Nuevo al Viejo Mundo y,
desde el punto de vista comercial, son igualmente esenciales. Entre ellos se
destacan la madera, el azúcar, el tabaco y el algodón brasileño. En el siglo XVII se
aprecia como algunos de estos productos como el tabaco y el azúcar pasan de tener
precios prohibitivos que los convertían en artículos de lujo a ser artículos de
consumo de masas.
También se produce un comercio en sentido inverso, es decir, de Europa al
continente americano. Fundamentalmente, los productos que se exportan desde
15
Véase en el Anexo, las tablas y gráficos correspondientes a las cantidades de oro y plata que
llegan a España procedentes de las Indias Occidentales (Tabla 1, Gráficos 1-3).
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Europa son productos que satisfacen las necesidades de consumo de las
comunidades coloniales, como paño, utensilios domésticos, mobiliario, productos
alimenticios como el vino. Hacia el final del siglo XVII, la demanda de productos
manufacturados por parte de las colonias se eleva y será de gran importancia para
Inglaterra, que ve diversificado y revitalizado su comercio exterior.
Otro elemento importante en el tráfico comercial transoceánico fue la
exportación de personas al otro lado del Atlántico. La esclavitud negra se extendió
de Portugal a las islas atlánticas y a Brasil con el cultivo del azúcar. El comercio de
esclavos desde África a Brasil y las Indias Occidentales formaba parte de lo que se
llama el sistema comercial atlántico. Este sistema tuvo su punto cumbre en los siglos
XVII y XVIII y una de sus características fue la diversidad de formas de comercio
triangular incluidas en él, con rutas, por ejemplo, entre Europa, África y las Indias
Occidentales, o entre las colonias norteamericanas, África y las Indias Occidentales,
o, sin esclavos, entre la Europa septentrional, Norteamérica y la Europa meridional
(se intercambiaban productos manufacturados por pescado, carne, madera y grano,
que a su vez se cambiaban por vino y frutos meridionales)16.
Entre los dos grandes comercios transoceánicos existían ciertos lazos de
unión. Por ejemplo, es sabido que los metales en la época que nos ocupa no
conocían fronteras. El comercio ultramarino, aunque generalmente fragmentario , sí
posee una coherencia en ciertos sentidos. En los mercados europeos había
competencia entre los productos, que podía ser entre productos entre los que se
pudiera optar (como tejidos de las Indias orientales y los europeos), entre productos
idénticos procedentes de zonas distintas con similares condiciones climáticas(como
el azúcar de Java y Bengala y el de Brasil y las Indias occidentales) o también entre
productos cultivados en zonas climáticas distintas (como el tabajo cultivado en
climas tropicales, subtropicales y templados).
3.3. La organización del comercio
La organización del comercio tomó una amplia variedad de formas, que tenían como
motivos básicos los afanes de proteger e incrementar el capital comercial, de facilitar
y conseguir contactos a larga distancia y de distribuir el riesgo.
16
Véase representación gráfica de las formas de comercio triangular en el Esquema 1 del Anexo.
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La forma más simple y antigua de comercio era aquella en la que el propio
comerciante acompañaba sus productos y se encargaba personalmente de la
compra y la venta. Se podía abarcar un radio de acción mayor si colaboraban dos o
más individuos, yendo uno con los productos y quedándose el otro en el centro de
operaciones. El representante del comerciante en el exterior podía ser un agente
que recibiría por su trabajo un salario. También podía ocurrir que el representante
participara en el negocio según los beneficios y pérdidas obtenidas, quedando así
constituída una compañía o sociedad comercial. La gran ventaja de la sociedad era
que distribuía el riesgo .
Los servicios de los agentes eran también utilizados por los reyes y
soberanos, tanto en sus operaciones personales como para atender a los intereses
del estado. Por ejemplo, los reyes portugueses utilizaban agentes para las compras
y las ventas, así como para que desempeñasen la función de encargados de una
factoría. Este sistema de factorías fue una pieza clave de la orgnización comercial
portuguesa y se basaba en una mezcla de intereses públicos y privados. Dicho
sistema fue adptado por los españoles, holandeses, ingleses y franceses en su
expansión ultramarina. Las factorías tenían sus propios locales y combinaban las
funciones de almacén, mercado, base militar y puesto aduanero. Las factorías
gozaban de distintos privilegios. Las concesiones otorgadas a comerciantes
extranjeros eran normalmente revocables a placer el gobierno anfitrión. Consistían
en ciertos privilegios como la jurisdicción interior y normas especiales respecto al
pago de derechos aduaneros.
En la organización comercial de la época mercantilista jugaron un papel
esencial, en el ámbito del comercio ultramarino, instituciones gubernamentales a
través de las cuales se llevó el comercio como la Casa da India de Lisboa y la Casa
de Contratación de Sevilla, fundada en 1503 y trasladada a Cádiz en 1517. Los
gobiernos siempre se reservaban un sector del comercio, el de los metales
preciosos, dejando el resto, junto con la organización del establecimiento en las
colonias, a los empresarios particulares.
En Holanda, Inglaterra y Francia, por el contrario, lo que predominó fue la
iniciativa privada. La forma de organización preferida fue la de la compañía de
privilegio. Estas compañías se autogobernaban y el estado les concedía el
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monopolio del comercio con alguna zona geográfica. Se dividen en dos grupos, las
reglamentadas y las sociedades por acciones.
En las compañías de privilegio reglamentadas, un grupo de comerciantes
actuaban individualmente por su propio riesgo, pero dentro del marco de condiciones
comunes de la actividad y sujeto a una disciplina colectiva. Un famoso caso de este
tipo de organización era el de la compañía Merchant Adventurers, cuyo origen se
remonta al menos al siglo XV. Se le concedió el monopolio del comercio del paño
inglés con los Países Bajos y Hamburgo mediante un privilegio de 1564. Otra
compañía de este tipo era la Eastland Company, constituida en 1579, que
comerciaba con el Báltico.
El grupo de las sociedades por acciones estaba constituido por empresas
comerciales permanentes con un capital común en el que podía participar
cualquiera. Las sociedades por acciones tenían un gran número de accionistas
pasivos que consideraban sus acciones como una inversión de capital pero que,
aparte de ello, ni se interesaban ni intervenían en el comercio. Ejemplos de este tipo
de sociedades son la Compañía Holandesa de la Indias Orientales (fundada en 1602
y que sería la mayor compañía comercial del mundo en el siglo XVII), la Compañía
Holandesa de las Indias Occidentales (fundada en 1621), la Compañía Inglesa de
las Indias Orientales (fundada en 1600) o las compañías francesas fundadas por
Colbert, que tomaron el modelo de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
Las grandes sociedades por acciones fueron los instrumentos del comercio
ultramarino.
Si se examina en su conjunto la clase de los comerciantes, entre los
comerciantes ordinarios o medianos puede verse que destaca una aristocracia
comercial. El siglo XVI ha sido denominado siglo de los Fugger, ya que las grandes
casas alemanas concentraban un capital cuya influencia en el comercio internacional
tendía cada vez más a la creación de monopolios. Un ejemplo del siglo XVII de
empresa familiar de escala gigantesca está en la empresa de la familia Tripp de los
Países bajos. Esta familia intervenía en diversas ramas del comercio (hierro, cobre,
armamento) y tenía intereses navieros y bursátiles.
En lo que a los pequeños y medianos comerciantes se refiere, hemos de
mencionar que no quedaban excluidos. La participación en el comercio a larga
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distancia ya no era derecho exclusivo de los que podían costear el viajar a los
mercados o eran miembros de gremios cerrados. Se encuentran ejemplos de
comercios en los que los comerciantes ordinarios participaron a gran escala, como
es el caso del comercio de cereales y de sal, arenques, madera y labrillo en el
contexto de la expansión holandesa.
La concepción que se tenía de la comunidad mercantil, así como de la función
económica del estado variaba de un lugar a otro en la época que nos ocupa. Así, en
Holanda se tenía la idea de que la prosperidad de la actividad económica procedía
de la comunidad mercantil y desde ella llegaba hasta un gobierno con poderes
mínimos. En los estados absolutos, en cambio, tendía a encontrarse una orientación
impuesta por los gobiernos a favor de los intereses del estado. Estos intereses
coincidían con los del poder dinástico y la preocupación por los ingresos fiscales, lo
que no significaba que el soberano no empleara su poder para fomentar el comercio.
Sobre el tema del comercio, como ya se ha mencionado, los teóricos de la época
mercantilista estaban especialmente interesados por la balanza comercial y sugerían
diversos procedimientos para hacerla favorable, tales como fuertes derechos sobre
exportaciones de materias primas e importaciones de productos manufacturados,
subvenciones a las exportaciones de productos manufacturados, medidas para
restringir el uso de productos de lujo extranjeros y legislación destinada a
incrementar las flotas nacionales con objeto de obtener los beneficios de la actividad
de transporte.
4.
LAS INDUSTRIAS EUROPEAS EN LOS SIGLOS XVI Y XVII17
4.1. Panorama general
En los siglos XVI y XVII, Europa sufrió una considerable expansión industrial,
aunque hay que ser cautos y tener en cuenta que, a pesar de todos los cambios
experimentados en esa época, el sector industrial en torno al año 1700 se parecía
mucho más a su antecedente medieval que al que habría de aparecer en el siglo XIX
con la Revolución Industrial.
17
Para la elaboración de este capítulo se ha partido del capítulo dedicado a la industria europea en la Historia
económica de Europa de Carlo M. Cipolla.
El mercantilismo
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Las industrias cabeceras seguían siendo las que satisfacían necesidades
básicas, como la vivienda y el vestido. Las industrias que más contribuyeron al
producto nacional y que mayor difusión geográfica alcanzaron fueron la construcción
y los tejidos. No sólo la primacía de la construcción y los tejidos, así como el limitado
desarrollo de la metalurgia, fueron características de la industria de la época
heredadas del período medieval. Quizás el elemento que mejor ilustra esta
continuidad es la pequeñez del sector industrial en relación al sector primario de la
economía.
En 1700, Europa seguía siendo predominantemente agraria. Sin embargo, es
cierto que algunos de los acontecimientos que tuvieron lugar en los siglos XVI y XVII
impulsaron la producción industrial europea; siendo los más importantes el
descubrimiento y posterior colonización de nuevos territorios. De hecho, se enviaban
desde Europa, tanto a América como a otras colonias, una gran variedad de
productos manufacturados para el uso y consumo de los colonizadores. La
competición entre los distintos estados por el abastecimiento de las colonias generó
enfrentamientos entre ellos. Asimismo, la rápida expansión comercial que tuvo lugar
en el período, debida no sólo a las colonias sino también al comercio interior
europeo, dio lugar a una de las pocas industrias pesadas de los inicios de la Edad
Moderna, la construcción naval.
En cuanto al hecho de si otros acontecimientos acaecidos en el período,
especialmente el aumento notable de la población, tuvieron un impacto notable en la
demanda de productos industriales, las cosas no están tan claras como en el caso
del descubrimiento de nuevos territorios y el establecimiento de colonias
ultramarinas. Aunque el crecimiento global de la población no tuviese un impacto
definitivo sobre la industria, sí lo tuvieron los movimientos migratorios de las zonas
rurales a las urbanas, ya que éstos generarían necesidades de vivienda y servicios
públicos que repercutirían en el desarrollo de ciertas actividades industriales como
las relacionadas con la construcción. Otros factores tuvieron importancia en cuanto
al desarrollo de la industria en la época, como son el creciente gusto por el lujo o la
guerra.
El gusto por el lujo, la ostentación y la comodidad de la época se tradujo en la
construcción de bellos palacios y casas, en la utilización de grandes y suntuosos
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carruajes, en la decoración interior con sedas y metales preciosos. La fabricación de
tejidos de seda, pasó de ser prácticamente exclusiva de Italia a extenderse por
Alemania, Holanda y sobre todo Francia. Otro producto de estas características, era
la cerámica vidriada, la cual alcanzó una calidad sin precedentes. Una cantidad
importante de artículos llegó a estar a disposición de una mayor clientela, como la
mejor calefacción de las casas, lencería, alquiler de carruajes. Incluso las prendas
de vestir de seda llegaron a la gente “común”. Los consumidores llegaron a rechazar
los viejos tejidos mas duraderos y fuertes por los mas atractivos y débiles. Todo esto
fue posible por el aumento de la gama y reducción de costes a través de la mejor
maquinaria en la industria textil.
Otra industria que alcanzó un notable y rápido desarrollo fue la de la imprenta.
Entre la gente acomodada y la minoría culta se difundió en hábito por la lectura.
Además, la Reforma, la Contrarreforma y las grandes polémicas religiosas actuaron
como poderosos estímulos de la actividad relacionada con el libro, siendo la
literatura religiosa la parte principal de la producción de los impresores. La invención
de la imprenta de tipos móviles hizo que los materiales de lectura dejasen de ser un
lujo y, hacia el siglo XVII, el libro impreso se había convertido en un artículo bastante
corriente.
Otro de los factores que contribuyó al desarrollo industrial es, como se ha
mencionado, la guerra. Las batallas entre monarquías, la piratería y los viajes a los
nuevos descubrimientos, llevaron consigo el aumento de la demanda. A finales del
siglo XVII, los ejércitos, mas profesionales, necesitaban de mayor equipo, más
complejo y costoso. Aparecen industrias dedicadas a la fabricación de armas
pequeñas para ser usadas por las personas y armas más grandes para la artillería,
campo en el que la sustitución del bronce por el hierro constituyó un gran avance.
4.2. La expansión de la producción
Afirma Domenico Sella que “cuando se consideran el crecimiento de las ciudades, la
apertura de nuevos mercados en ultramar, la creciente diversificación y la mayor
complejidad de la producción, es difícil [...] no llegar a la conclusión de que el
período de 1500 a 1700 fue para Europa en su conjunto un período de expansión y
progreso industrial” (Cipolla, 303).
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Esta afirmación de Sella va en contra de la idea, sostenida por algunos
historiadores, de que en los siglos XVI y XVII se debe distinguir un período
ascendente desde 1500 hasta el último cuarto del siglo XVII y un período de crisis
general en la última parte del siglo XVII. Esto se debe a que, según Sella, no debe
hablarse de un período de crisis general en el siglo XVII, sino de una época de
produnda reestructuración tanto en la composición económica de Europa como en la
distribución geográfica de la actividad económica. Así, este autor considera que
debe considerarse la imagen global del progreso de la industria europoea desde un
ángulo diferente al que se venía usando y propone que este ángulo sea el análisis
de la oferta de factores que influyeron en esa expansión industrial. Sella señala
como factores esenciales los recursos naturales, la fuerza de trabajo humano, la
tecnología y el capital.
En lo que se refiere a los recursos naturales, huelga decir que el medio más
común para hacer frente a las crecientes necesidades la industria era la explotación
de nuevas fuentes de recursos no explotadas con anterioridad. Así, en esta época
se produjo la explotación de nuevas fuentes de suministro de hierro y cobre –por
ejemplo, se localizaron y explotaron yacimientos ferríferos en Irlanda y Suecia– para
hacer frente a la escasez de las viejas zonas mineras y abastecer las actividades del
metal, cuya expansión se produjo como respuesta a la creciente demanda de
herramientas, pequeños utensilios y armas.
Otra materia prima cuya gran demanda generó la necesidad de nuevas
fuentes de suministro fue la madera. La madera y sus derivados se empleaban en la
mayoría de las industrias de la época y ello derivó en escaseces graves en gran
parte de la Europa meridional. Así, para hacer frente a esta situación se optó por
explotar otras fuentes de suministro de madera más distantes (como fue el caso de
los países bálticos y el Nuevo Mundo) o por emplear sustitutos (como el ladrillo y la
piedra en la construcción).
Aparte de la explotación de nuevos recursos, se emplearon otros medios para
afrontar la demanda de recursos. Estos medios venían en muchos casos de la mano
del perfeccionamiento de la tecnología que se estaba produciéndo en la época. Así,
el factor del desarrollo tecnológico fue también esencial en la expansión de la
producción industrial. Entre los casos de progresos tecnológicos que repercutieron
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directamente en la expansión industrial se podrían mencionar el proceso indirecto de
fundición del hierro, que aumentó la producción notablemente, o la mejora en los
transportes, que también contribuyó a un mejor uso de los recursos.
Otro factor decisivo en la expansión industrial fue la creciente preocupación
por el ahorro de fuerza de trabajo. Sin embargo, antes del siglo XVIII los casos de
técnicas y procedimientos que ahorraran trabajo fueron escasos. En la metalurgia,
se tendió a adoptar más ampliamente maquinaria de tracción mecánica ya
introducida al final del medievo y aparecieron algunas innovaciones commo la
máquina de rodillos para el aplanado del hierro y la máquina cortadora. En el caso
de las industrias navieras, se destaca el uso de grúas mecánicas y sierras. En
cuanto a la industria textil se perfeccionó el telar, apareció una máquina para
calcetar en Inglaterra que hizó que el género de punto se hiciese muy común, y se
adoptó en la zona de Venecia y el valle del Po la máquina de tracción mecánica para
el hilado de la seda.
A pesar de estas innovaciones, la manufactura siguió dependiendo
principalmente del hombre. Como las necesidades de trabajadores eran mayores, se
produjo un desplazamiento a las ciudades de grandes cantidades de gentes del
campo. También se produjo un fenómeno de trabajo a jornada parcial de
trabajadores rurales que dedicaban los períodos bajos del ciclo agrícola a otras
labores productivas, como el trabajo en telares o la forja. Las industrias que
empleaban a estos trabajadores rurales veían atractivo el hecho de que esta mano
de obra resultaba más barata, ya que estos trabajadores podían permitirse trabajar
por una retribución menor al tener otra actividad como fuente de subsistencia.
Además, el trabajo en las zonas rurales aportaba otras ventajas, como impuestos
más bajos y libertad con respecto a las normas gremiales.
Finalmente, entre los factores señalados anteriormente como decisivos en la
expansión industrial de la época debemos tratar el capital. Mientras es fácil
identificar las fuentes de las que el sector industrial europeo obtenía sus materias
primas, sus técnicas de producción y su fuerza de trabajo humana; resulta difícil
identificar las fuentes del capital industrial.
Por una parte, es cierto que se posee información de los grandes financieros
–como los Fugger o los Tripp– que hicieron grandes fortunas, dominaron el mercado
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monetario de la Europa renacentista y barroca y prestaron su dinero a soberanos
arruinados. Sin embargo, hay que tener en cuenta que su papel el la industria fue
limitado. Principalmente, éste se redujo a proveer de capital a ciertas industrias
fuertemente orientadas a mercados de exportación distante. El principal interés de
estos financieros estaba en el comercio internacional, las finanzas de estado y las
transacciones monetarias.
Por otra parte, se sabe que la mayor parte de las industrias tenían que recurrir
para cubrir sus necesidades de inversión a fuentes que no eran las grandes firmas
bancarias y financieras de la época. Es importante tener en cuenta que sobre estas
fuentes más pequeñas, existe menor rastro en los documentos históricos.
A pesar de la dificultad de identificar las fuentes de capital, ésta no es una
tarea imposible. Se sabe que una fuente de capital industrial fijo de cierta
importancia la representaban las pequeñas inversiones de los artesanos, ya que en
la época moderna el mayor grupo de unidades de produccion lo constituían los
talleres, locales urbanos o casas de campo en los que trabajaban un artesano y
unos pocos ayudantes o parientes. En este tipo de actividades solía estar presente
la figura de un intermediario o comerciante, que disponía de fondos para que el
artesano pudiese tener acceso a la materia prima y distribuir la producción.
En un pequeño número de industrias la aportación de capital fijo excedía con
mucho los recursos del artesano medio. Esta aportación se obtenía o bien de un
individuo o institución de gran potencia financiera o bien por el esfuerzo conjunto de
varios pequeños inversores. Ambos casos se observan en la industria de la minería
y la metalurgia.
La formación de sociedades industriales se produjo de manera notable en el
campo de la construcción y la propiedad de barcos mercantes. La notable
transformación de la flota mercante veneciana que se produjo en el siglo XVI se
debe a los que aportaban participaciones. Algo similar ocurrió con la flota comercial
holandesa, que entre 1500 y 1700 experimentó un enorme crecimiento gracias a la
existencia de compañías navieras en las que reunían sus ahorros un número muy
limitado de individuos, que podían ser comerciantes, marinos, patricios o abogados.
Así, durante los siglos XVI y XVII llegó mucho capital nuevo a empresas
industriales procedente de artesanos, comerciantes o terratenientes particulares o a
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través de alguna forma de participación. En la llegada de este capital a la industria
tuvieron que ver varios factores, entre los que se destacan las crecientes
posibilidades de comercialización abiertas por la colonización, el cambio en los tipos
de consumo y la caída de los tipos de interés, que causó que el coste de los
préstamos disminuyese drásticamente, con lo que las industrias pudieron responder
más eficazmente a los retos que les planteaba la época moderna.
4.3. Distribución geográfica de la industria en la época
En los siglos XVI y XVII se produce una difusión de la actividad industrial a zonas en
las que, antes de 1500, tal actividad había sido despreciable o totalmente
inexistente. En torno a 1500 las zonas más adelantadas eran las provincias
meridionales de los Países Bajos, el norte de Italia y partes del sur de Alemania.
La actividad industrial se concentraba en la zona comprendida entre Flandes y la
Toscana. Dos siglos más tarde, Suecia se haría con la producción de hierro y
Francia habría aumentado notablemente su fuerza industrial y comercial.
del siglo XVII en la parte septentrional de los Países Bajos y en Inglaterra. En cuanto
a la importancia de Holanda hay que comentar que su industria naviera era de las
más pujantes de la época, llegando la flota holandesa a triplicar a la inglesa.
Además, esta zona, con la ciudad de Leiden a la cabeza, se convirtió en el mayor
centro de la industria de la lana en Europa hacia mediados del siglo XVII. Otras
actividades industriales también tuvieron un importante desarrollo, como la refinación
de azúcar, la destilación de licores, la cerámica, la imprenta y otras manufacturas.
En Inglaterra se formó también una estructura industrial robusta desde finales
del siglo XVI y durante el XVII. La industria del paño se desarrolló en la primera
mitad del siglo XVI, en la que las exportaciones fueron muy importantes. Tras ella,
se inició un proceso de diversificación industrial que, aunque lento, consolidaría a
Inglaterra como gran potencia industrial.
Otras zonas experimentaron un proceso contrario al que acabamos de
describir. Países como España o Polonia se vieron inmersos en un proceso de
desindustrialización, que hizo que comenzasen a depender de fuentes extranjeras
para la satisfacción de sus necesidades. Otros, como Italia del norte o Alemania,
vieron como perdían la supremacía de la que habían disfrutado en una amplia gama
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de actividades frente a sus rivales más jóvenes. Sin embargo, es preciso tener en
cuenta que esto no ocurrió en todos los campos.
5.
LAS FINANZAS EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
Durante el período comprendido entre el siglo XVI y el XVII se da la paradoja de que,
pasando el dinero a ser de gran importancia para una creciente cantidad de gente,
éste se hizo especialmente escaso. Esta escasez de dinero en efectivo se debió a
varios motivos, como el aumento de la población en el siglo XVI, la aparición de
nuevas industrias o el crecimiento del comercio europeo. Todas éstas eran
actividades que requerían la aportación de dinero en cantidades cada vez mayores.
Sin
embargo,
las existencias
de
dinero
físico
no
podían
incrementarse
indefinidamente.
En la Europa de 1500, el stock monetario no era grande, pero durante el siglo
XVI se añadieron grandes cantidades procedentes de yacimientos de oro y plata
diseminados por todo el mundo. De esencial relevancia fueron las aportaciones de
metales preciosos provenientes del Nuevo Mundo. Sin embargo, los incrementos de
stock de oro y plata no se conservaron todos en Europa.
Aparte de la pérdida de monedas causada por el atesoramiento y desgaste, la
principal causa de la salida de metales preciosos fue la existencia de una balanza
comercial deficitaria que Europa occidental mantenía con las Indias Orientales y el
próximo Oriente. Esos desequilibrios en la balanza comercial se saldaron hasta el
último
cuarto
del
siglo
XVII
en
gran
medida
con
dinero
en
efectivo,
fundamentalmente con plata. Sirva como ejemplo la gran exportación de la
Compañía Inglesa de las Indias Orientales (East India Company) a extremo Oriente,
que alcanzó el máximo en 1700-170118. Lo mismo ocurrió con la Compañía
Holandesa de las Indias Orientales. También se exportó stock de metales preciosos
de manera notable a Oriente medio, sobre todo monedas de plata españolas.
Aunque en la Edad Moderna la escasez de moneda no fue en muchas zonas
un problema permanente, todos los centros financieron sufrían escaseces
18
Para una idea de la importancia de las exportaciones de metales preciosos a Oriente de la East
India Company, véase el volumen de exportaciones de la misma hacia la India en el Anexo (Tabla 2 y
Gráficos 4 y 5), que además son reflejo de la legislación que en 1663 promulgó el Parlamento
británico permitiendo la exportación de metales preciosos.
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monetarias transitorias que provocaban dificultades económicas. Se llevaron a cabo
diversos intentos para realizar negocios sin recurrir a los metales preciosos. En
muchos países se introdujeron monedas de cobre, pero esto sólo ofrecía solución
cuando los valores eran pequeños. Para transacciones mayores, la única solución
era prescindir totalmente de monedas, usando instrumentos de crédito.
Así, el período moderno vio una expansión sin precedentes del uso de
técnicas de crédito. Préstamos, títulos, vales, transferencias de crédito, dinero
bancario, papel moneda y obligaciones negociables se emplearon de forma
creciente para evitar el uso de metales preciosos. La importancia del proceso por el
que se recurría cada vez más al crédito fue considerable. Se constituyeron
instituciones financieras sólidas, se fue creando una oferta de dinero elástica, así
como de crédito fácil y barato, todo lo cual fue imprescindible para el crecimiento
industrial. De no haberse producido la revolución financiera que se produjo en la
Europa moderna, difícilmente se habría producido una revolución industrial.
5.1. Finanzas privadas
Dos procesos destacan por su importancia en el ámbito de las finanzas privadas en
el período moderno. Estos procesos son, primero, la concentración de las
posibilidades de crédito en un número restringido de grandes centros comerciales y,
segundo y ligado al primero, la evolución de un sistema internacional de pagos
multilaterales.
En la Europa moderna, el préstamo de dinero pasó a estar en manos de
especialistas de la actividad. Fue en las ciudades donde las posibilidades crediticias
eran más favorables y existía gran variedad de prenderos, prestamistas
profesionales y de dedicación parcial. Entre estos, debido a la demanda, se creó
cierta especialización.
En esta época aparecen la institución del monti di pietá (Monte de Piedad) en
Italia, con la finalidad de apartar a los pobres de la figura del usurero. Sin embargo,
estas instituciones no consiguieron quitar su negocio a los usureros judíos de cada
lugar, ya que los prestamistas profesionales ofrecían mejor servicio pero a un coste
más elevado. Los monti italianos no arraigaron en otros países, con la salvedad de
los Países Bajos. En varias de las ciudades principales se fundaron durante el siglo
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XVI bancos de préstamo siguiendo el modelo italiano, siendo el más famoso el huis
van leening abierto en Ámsterdam en 1614. Este banco tenía como finalidad prestar
dinero a bajo interés a los poco adinerados que quisiesen expansionar su actividad a
cambio de una garantía o prenda. Tras el éxito de este banco se establecieron
instituciones similares en otras ciudades. Así, la ciudad suiza de Basilea tenía una
institución de cambio pública; en Ginebra se constituyó un change publique en 1568
que cerraría poco más tarde.
Tanto los monti di pietá italianos como los huisen van leening de los Países
Bajos eran “bancos públicos”, es decir, estaban rigurosamente controlados y
garantizados por las autoridades públicas. Los gobiernos los veían con gran
desconfianza y les prohibían permitir a los impositores operaciones al descubierto en
sus cuentas, lo que los hacía prácticamente inútiles para comerciantes y
negociantes. Por ello, la comunidad comercial tenía que acudir a los banqueros
privados.
Al igual que ocurrió con los bancos públicos, la banca privada tuvo que hacer
frente a numerosos problemas. En primer lugar, los banqueros invertían los
depósitos de los clientes con demasiado riesgo, con lo que a veces perdían. En
segundo lugar, muchos banqueros hacían inversiones importantes en empréstitos
del estado y se arruinaban si algún gobierno declaraba una moratoria de sus
obligaciones. También hay que señalar la presión proveniente de la Iglesia, tanto
católica como protestante, que censuraba la banca ganase dinero por medio de los
préstamos.
Todas estas razones desembocaron en una persistente hostilidad al
prestamista en muchas partes de Europa, por lo que mucha gente se disuadió de
usar sus ahorros para proporcionar préstamos a los que los necesitaban. Así, en el
siglo XVI, las condiciones para tomar dinero prestado eran muy costosas. Sin
embargo, en los principales centros comerciales de Europa se hizo posible tomar
dinero prestado a un precio mucho más bajo a medida que avanzaba el siglo.
Ya en el siglo XIV, los banqueros habían ideado la letra de cambio, que era
una promesa escrita que obligaba al pago de una cierta cantidad de dinero a una
persona cuyo nombre se hacía constar, en una fecha futura y en otra ciudad. El
lugar y la moneda en que se pagaba la letra tenían que ser distintos de los de
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emisión. Este sistema era simple y eficaz, pero tenía sus puntos débiles, que
consistían fundamentalmente en los retrasos que se producían y en el hecho de que
una variación del tipo de cambio entre los centros financieros implicados podía
producir una pérdida a uno de los banqueros.
Toda letra de cambio, a la vez que una transferencia de fondos, implicaba un
préstamo y para ello se usaron en muchos países. En otros, como Países Bajos e
Inglaterra la letra de cambio se limitó a su papel original en las transferencias y para
los préstamos se extendían pagarés, mediante los que el tomador del préstamo se
comprometía a devolver una cantidad determinada en una fecha determinada.
En cuanto a los cheques, Italia fue el primer país en introducir el cheque
negociable en el siglo XIV, pero estos cheques tenían el inconveniente de que en
algunos lugares los banqueros exigían la presencia física en el banco de su cliente.
La utilización de auténticos cheques contra los fondos de los banqueros extendidos
por sus clientes a favor de terceros era cosa corriente en el último tercio del siglo
XVI.
Se desarrolló en esta época un sistema para que los comerciantes pudiesen
comprar en las ferias lo que necesitaban sin llevar dinero encima. Los productos se
compraban a crédito, anotando las obligaciones contraídas en los libros de cualquier
banquero presente, y terminada la feria se procedía a los pagos. Este sistema recibe
el nombre de ferias de cambio. La necesidad de comerciar todo el año hizo que las
ferias de cambio se sustituyesen por foros permanentes para transacciones de
mercancías, las lonjas, exchanges o bourses.
El desarrollo del comercio de productos al por mayor durante todo el año
llevaba pareja una necesidad de bancos grandes y regulados en los que los
comerciantes pudieran depositar sus fondos con seguridad y recuperarlos en cuanto
los necesitaran. Así, muchos gobiernos decidieron crear un “banco público” o
adaptar entidades existentes a las características requeridas. Así se crearon muchos
bancos de cambio en distintas ciudades europeas, cifrándose su número en 25 en
1697. De entre los bancos creados, destaca el Banco de Inglaterra, fundado en 1694
como sociedad anónima. Su creación expansionó el stock monetario de Inglaterra
en un cuarto del total, sin incrementar de forma equivalente la cantidad de moneda
efectiva, ya que puso en circulación créditos en papel que tenían el valor de 15
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millones de libras esterlinas a principios del siglo XVIII. Aparte de en Inglaterra y
Escocia, los billetes de banco sólo se impusieron en el período moderno en
Norteamérica.
5.2.
Finanzas públicas
En toda Europa en el período moderno los gastos de estado aumentaron de forma
muy acusada, pero no existía ningún mecanismo para ajustar los ingresos a los
nuevos niveles de gasto. El llegar a conseguir un equilibrio de los presupuestos del
estado era el mayor problema al que se enfrentaban los dirigentes de las nuevas
naciones europeas.
El aumento global de los gastos del estado se debía a una multiplicidad de
motivos. En gran parte respondía al sostenido aumento de los precios y salarios
generales durante el período. Asimismo, el consumo de ostentación y los
despilfarros cortesanos también contribuyeron al aumento del gasto público. Sin
embargo, por encima de la inflacción y los gastos de la corte, el principal factor del
crecimiento del gasto público fue la mayor duración y el rápido aumento del coste de
la guerra. Para hacer frente a sus necesidades en tiempos de guerra, los gobiernos
se veían obligados a tomar préstamos a gran escala. Para ayudar a sufragar el
gasto público se realizaron también ciertos cambios en los impuestos, de manera
que éstos se vieron aumentados en número y en cuantía, pero siguieron
favoreciendo a los ricos. Las nuevas iniciativas de importancia en el terreno de las
finanzas públicas en el período moderno están casi todas relacionadas con el
endeudamiento y el crédito.
Entre los primeros sistemas que implican préstamo de dinero a la corona se
destacan los procedimientos del arriendo de impuestos y el asentamiento de
impuestos, que tuvieron importancia en la mayor parte de estados durante la Edad
Moderna. El primer sistema consistía en la cesión de la recaudación de un impuesto
a un particular, quien pagaba al tesoro una cantidad fija de dinero a cambio de del
derecho a recaudar un impuesto determinado. En el caso del asentamiento de
impuestos, se prometía el pago a un acreedor de la corona sobre la base de tomar el
dinero del futuro producto de una fuente de ingresos determinada. Ambos sistemas
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anticipaban ingresos a la corona y regularizaban el flujo de dinero que llegaba al
tesoro.
Sin embargo, en tiempos de guerra la necesidad de dinero se hacía más
urgente y podía dar lugar a déficit de empréstitos, de forma que el gobierno tomaba
por anticipado más dinero del que podía esperarse que produjera la totalidad de las
fuentes de ingresos. La solución pasaba por hipotecar el producto de los impuestos
de años siguientes. Sin embargo, este sistema seguía siendo una solución a corto
plazo y la deuda debía de ser reintegrada en su totalidad un cierto día, aunque
estuviese alejado en el futuro.
Con mucha frecuencia la toma de préstamos por los gobiernos iba ligada a la
necesidad de enviar dinero al extranjero, especialmente para la guerra. Para
efectuar sus pagos en el exterior los gobiernos hacían uso del sistema comercial de
transferencias crediticias ya existente. El financiero que hacía el préstamo lo
disponía todo para que fuera pagado a la orden del gobierno por sus socios o
corresponsales del extranjero a la recepción de su letra de cambio. Sin embargo, el
envío de dinero al exterior tenía un coste muy elevado y estaba sujeto a fraudes de
importancia.
Aparte de estos mecanismos de gestión de deuda a corto plazo, existían
empréstitos a largo plazo, cuyo desarrollo fue un punto clave en el sistema
económico público. Ya en el siglo XIII, las ciudades europeas fueron salvando
dificultades económicas transitorias mediante la creación de deuda a largo plazo. El
instrumento utilizado era el censo, que consistía en el pago de una única cantidad
global a la ciudad por un inversor que a cambio recibía pagos anuales a un
porcentaje convenido durante un tiempo establecido. En el siglo XVI se comienzan a
vender censos por las ciudades en nombre del rey en países como Francia y
España.
Las ventas de censos no sirvieron para reducir la deuda a corto plazo que
asfixiaba a los estados. Por esto, a mediados del siglo XVI, los técnicos de finanzas
de Francia y España buscaban métodos mediante los que se pudieran reducir o
convertir las obligaciones a corto plazo de sus estados. Así, Felipe II en España
dictó un decreto en 1557 para convertir toda la deuda consistente en préstamos a
corto plazo en censos redimibles. Sin embargo, esta medida no fue suficiente. Algo
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similar ocurrió en Francia, donde los intentos de crear una deuda consolidada
también fueron infructuosos. Donde sí se consiguió bastante éxito al intentar crear
una deuda consolidada fue en Italia, donde aparecieron los Bancos de Giro con el fin
de apoyar el crédito público. El éxito del Banco de Giro en el sector público, animó a
los inversores privados a hacer uso de él. En el norte de los Países Bajos se
introdujo un tipo de deuda consolidada, completamente diferente de la variedad
italiana. Aquí, el éxito vino de la mano del hecho de que el gobierno estaba en
manos de los principales inversores. Así, en esta zona se pudieron tomar préstamos
más báratos y mayores que en ningún otro estado en el siglo XVII.
A finales del siglo XVII Inglaterra y Francia estaban aprendiendo algunas de
las técnicas de las finanzas modernas para intentar paliar la desastrosa situación
económica a la que habían llegado por su imprudencia y desordenada escalada de
gasto público. En Francia, la reconstrucción de las finanzas vino de la mano de
Jean-Baptiste Colbert, principal consejero de Luis XIV.
Se decretó una drástica reducción del gasto y, a continuación, se rebajaron
los impuestos hasta dejarlos en un punto en el que produjesen lo justo para cubrir
los gastos esenciales. Con estas medidas, el presupuesto francés tuvo excedentes
desde 1662 hasta 1671, algo que no se repetiría hasta después de 1789. Colbert
también logró reducir los costes por intereses sobre los antiguos censos mediante la
conversión y consolidación forzosas de algunas deudas y la amortización de otras.
En 1674, Colbert estableció la caisse des emprunts, banco de depósito estatal en el
que podían depositar su dinero los particulares para su conservación segura.
Las reformas de Colbert atrajeron a Francia capital extranjero. Los fondos
procedentes del exterior proporcionaron reservas que resultaron vitales para la
economía del país. Dejaron de necesitarse recaudadores de impuestos y otros
financieros para movilizar capital para la corona. Esta época de buena gestión
económica terminó con la muerte de Colbert y el endeudamiento de Luis XIV fue a
una escala sin precedentes.
Los intentos para racionalizar las finanzas públicas empezaron en Inglaterra
más tarde que los de Colbert en Francia, pero sus resultados fueron más duraderos.
Una de las medidas que se tomaron fue el abandono del arrendamiento de los
principales impuestos. Otra medida de importancia fue la introducción de un nuevo
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instrumento de crédito, las órdenes de pago, que los departamentos del gobierno
extendían a sus acreedores en lugar de dinero en efectivo. Las órdenes eran una
promesa del tesoro de pagar una cierta cantidad en una cierta fecha, junto con el
interés acumulado. Podían transferirse a terceros y por ello fueron aceptadas como
depósitos y pagos por los banqueros de Londres. Otro paso adelante en el proceso
de racionalizar la economía fue la introducción en Inglaterra de los empréstitos del
estado a largo plazo en 1693. El Banco de Inglaterra desarrolló durante esta época y
hasta 1697 actividades como agente para obtener préstamos a largo plazo que
salvaron el crédito del estado. Para impedir la depreciación de los títulos de deuda
del estado se decidió crear una deuda consolidada permanente y garantizada aparte
del Banco de Inglaterra. Así, en 1711, los propietarios de títulos del estado a corto
plazo pasaron a ser automáticamente accionistas de una nueva compañía, la
“Compañía del Mar del Sur”, cuya principal finalidad era consolidar la deuda de
estado flotante en un fondo unificado y permanente.
En 1717, el gobierno decidió tomar medidas para reducir la importante carga
en los ingresos que suponía la deuda pública acumulada, tanto en compromisos a
largo plazo como en préstamos a corto plazo. Gran parte de la deuda a largo plazo
fue consolidada en un nuevo fondo de capital a cargo del Banco de Inglaterra que
producía un notable rendimiento. Se estableció un “fondo general” para pagar el
interés sobre el capital constituido y el ahorro de gastos por intereses se empleo a
reducir la deuda total.
A pesar del éxito de muchas de las medidas expuestas, tanto en Londres
como en otros financieros de la Europa occidental, los nuevos métodos se entendían
de forma imperfecta y estaban precariamente arraigados, por lo que no puedieron
escapar de la primera crisis financiera de los tiempos modernos, que tuvo lugar entre
1719 y 1720. La crisis constituyó una clara demostración de la fragilidad de la nueva
estructura financiera. Sin embargo, pronto se vio la capacidad de recuperación de
las nuevas técnicas financieras. Así, el nuevo sistema creado en el extremo
noroccidental de Europa, que interconectaba crédito, inversión y hacienda pública,
demostró tener fuerza suficiente para sobrevivir a una crisis como la de 1720 y,
aunque en muchas zonas en la primera parte del siglo XVIII las finanzas seguían
El mercantilismo
Ignacio Villar
Página 45
encorsetadas en los anticipos y el arriendo de la recaudación de impuestos, se
habían sentado las bases de las finanzas modernas en Europa.
6.
CONCLUSIÓN
En el presente estudio se ha analizado el fenómeno del mercantilismo y su época
desde diversas perspectivas. Se ha intentado acotar el término y se han revisado las
interpretaciones más relevantes que del mercantilismo se han aportado a lo largo de
los años. Asimismo, se ha analizado el contexto histórico de la época mercantilista y
se han tratado los rasgos más carácterísticos de Europa durante la misma. En este
sentido, se ha profundizado en el comercio, la industria y las finanzas de la época,
ya que en estas áreas se produjeron importantes avances que marcarían el devenir
económico posterior.
En este trabajo se ha intentado también poner de manifiesto la controversia
existente en cuanto a si puede hablarse del mercantilismo como una escuela de
pensamiento o como un sistema económico coherente. Sea cual sea la idea que se
tenga a este respecto, lo cierto es que la época que generalmente se denomina
época mercantilista supuso un antes y un después en la historia europea, e incluso
mundial, y que algunos de los planteamientos de los autores mercantilistas han
tenido una influencia esencial en el desarrollo económico posterior.
El mercantilismo
Ignacio Villar
Página 46
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ANEXOS
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Página 49
Mapa 1. Mapa histórico del comercio de la Cristiandad en el siglo XVI.
En él se ilustran las principales líneas de comercio (en rojo), el distrito del Hansa y
las ciudades libres alemanas (rayado en rojo); los centros manufactureros de la lana
(en azul), lino (en verde) y seda (en amarillo).
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Página 50
Mapa 2. Rutas del comercio de las especias hasta 1500.
Fuente:
Jonh.
H. Munro.
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International Trade in Medieval Europe ca. 1280-ca.1520”.
http://www.economics.utoronto.ca/munro5/L09MedCommerceA.pdf.
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El mercantilismo
Ignacio Villar
Página 51
Mapa 3. Principales fuentes de especias y rutas de los holandeses e ingleses
en la East India Company en el siglo XVII.
Fuente: Jonh. H. Munro. “Commerce. Changing Patterns of International Trade 1520-1750.
The
English
Overseas
Commercial
Empire””.
[Online].
http://www.economics.utoronto.ca/munro5/L18EnglishCommercialEmpire.pdf.
En
El mercantilismo
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Página 52
Esquema 1. COMERCIOS TRIANGULARES EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII
(Inglaterra, África, el Caribe y Nueva Inglaterra)
NUEVA INGLATERRA
Exporta: bacalao, grano, madera a las
Indias Occidentales
Exporta: azúcar, ron, melazas,
madera, a Inglaterra
INGLATERRA
Importa: azúcar, ron, melazas, del
Caribe y Nueva Inglaterra; tabaco de
Virginia
Exporta: caballos, armas, utensilios de
metal, tejidos a África Occidental
Exporta: productos de lana y otras
manufacturas a Nueva Inglaterra
LAS INDIAS OCCIDENTALES
(CARIBE)
Importa: esclavos de África
Occidental
Importa: bacalao, grano y madera de
Nueva Inglaterra
ÁFRICA OCCIDENTAL
Importa: caballos, armas, utensilios de
metal, y tejidos de Inglaterra
Exporta: esclavos al Caribe
Exporta: azúcar, ron y melazas a
Inglaterra y Nueva Inglaterra
Esquema realizado por Ignacio Villar a partir de notas del Prof. John H. Munro, del
Departamento de Económicas de la Universidad de Toronto. “Changing Patterns of
International Trade, 1520-1750.Mercantilism, Money, and the State of Foreign Trade, 16th to
18th Centuries”. Véase Referencias Bibliográficas.
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Tabla 1.
Exportaciones de oro y plata (en kg.) desde las colonias españolas en América
a Sevilla en períodos de 5 años, desde 1501-05 a 1586-90.
Período
1501-05
1506-10
1511-15
1516-20
1521-25
1526-30
1531-35
1536-40
1541-45
1546-50
1551-55
1556-60
1561-65
1566-70
1571-75
1576-80
1581-85
1586-90
Promedio de
importaciones de Promedio de importaciones de plata
en kg.
oro en kg.
517,24
0,00
682,69
0,00
999,95
0,00
830,70
0,00
111,88
3,40
865,93
26,34
854,41
5.090,79
2.038,86
12.147,99
2.363,40
16.815,87
2.628,03
18.698,76
4.707,32
33.479,21
3.816,70
27.145,03
1.019,64
83.373,92
1.286,54
105.197,84
770,06
91.353,22
1.115,77
132.365,17
1.336,21
232.207,57
1.084,12
188.397,97
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Tabla 2.
Comercio de exportación de la East India Company inglesa a la India de
tesoros (oro y plata) y mercancías en libras esterlinas
En decenios de 1660-69 a 1710-19
Décadas
Tesoro total
(oro y plata)
Mercancía s Valor total
% del tesoro sobre % mercancía
total
sobre total
1660-69
74.022,4
41.085,2
115.107,6
64,31
35,69
1670-79
234.091,4
89.990,8
324.082,2
72,23
27,77
1680-89
383.707,7
56.170,2
439.877,9
87,23
12,77
1690-99
166.561,4
72.065,2
238.626,6
69,80
30,20
1700-09
337.008,9
60.876,5
397.885,4
84,70
15,30
1710-19
371.418,1
97.771,3
469.189,4
79,16
20,84
1.984.769,100
78,94
21,06
TOTAL
1.566.809,9
417.959,200
Fuente: Munro, John H.”Commerce. The Changing Patterns of International Trade,
1520-1750. The English Overseas Commercial Empire”. [Online]. En
<http://www.economics.utoronto.ca/munro5/301LectSummaries.htm>.
acceso: 14/04/2010.
Último
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Gráfico 1.
Comparación entre las exportaciones de oro y plata (en kg.)
desde la colonias españolas a Sevilla en períodos
quinquenales
250.000,00
200.000,00
150.000,00
100.000,00
Oro
Plata
50.000,00
85
81
-
15
71
-
75
65
15
61
15
51
-
55
45
15
41
-
35
15
31
15
15
21
-
25
15
11
-
15
15
01
-
05
0,00
Gráfico realizado a partir de los datos de la Tabla 1 del presente anexo.
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Gráfico 2.
Promedio de exportaciones de oro desde las
América española a Sevilla en períodos de 5
años
5.000,00
4.500,00
4.000,00
3.500,00
3.000,00
2.500,00
2.000,00
1.500,00
1.000,00
500,00
0,00
1
Gráfico realizado a partir de los datos de la Tabla 1 del presente anexo.
1501-05
1506-10
1511-15
1516-20
1521-25
1526-30
1531-35
1536-40
1541-45
1546-50
1551-55
1556-60
1561-65
1566-70
1571-75
1576-80
1581-85
1586-90
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Gráfico 3.
Promedio de las exportaciones de plata
(en Kg) desde la América española a
Sevilla en períodos de 5 años
250.000,00
200.000,00
150.000,00
100.000,00
50.000,00
0,00
1
Gráfico realizado a partir de los datos de la Tabla 1 del presente anexo.
1501-05
1506-10
1511-15
1516-20
1521-25
1526-30
1531-35
1536-40
1541-45
1546-50
1551-55
1556-60
1561-65
1566-70
1571-75
1576-80
1581-85
1586-90
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Gráfico 4.
Representación del valor (en libras esterlinas) del comercio de exportación de
la East India Company inglesa a la India de tesoros (oro y plata) y mercancías
En decenios de 1660-69 a 1710-19
Comercio de exportación the la East India
Company inglesa en tesoro (oro y plata) y
mercancías, en libras esterlinas en períodos
de 10 años
450.000
400.000
350.000
300.000
250.000
200.000
150.000
100.000
50.000
0
1660-69 1670-79 1680-89 1690-99 1700-09 1710-19
Tesoro total (libras esterlinas)
Mercancía (en libras)
Gráfico realizado a partir de los datos de la Tabla 2 del presente anexo.
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Gráfico 5.
Representación del valor porcentual del comercio de exportación de oro y
plata de la East India Company inglesa a la India sobre el total de
exportaciones
En decenios de 1660-69 a 1710-19
Porcentaje de oro y plata en el comercio de
exportación de la East India Company sobre
total de exportaciones a la India en los decenios
de 1660-69 a 1710-19
79,16 %
64,31 %
72,23 %
84,70 %
69,80 %
87,23 %
1660-69
1670-79
1680-89
1690-99
1700-09
1710-19
Gráfico realizado a partir de los datos de la Tabla 2 del presente anexo.
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