Subido por Centro de Terapia Somos Pareja

TIP CGDD 2016

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Terapia Integral Conductual de Pareja: Una nueva mirada a los conflictos de
la pareja desde el enfoque conductual.
Carmen Gloria Díaz Dosque (2016)
Trabajo Requisito para Acreditación como Especialista en Psicología Clínica
Material de uso restringido para Instituto Ikastola
Un análisis histórico de las denominadas terapias conductual (TC) y cognitivo
conductual (TCC) señala actualmente la existencia de tres generaciones u olas. La
primera de estas generaciones corresponde a los orígenes de la Terapia de
Conducta y agrupa a los iniciadores de esta forma de intervención, cuyos postulados
se basan en los principios del aprendizaje del condicionamiento clásico y operante.
La segunda generación corresponde a la denominada terapia cognitiva, que sigue
manteniendo la confianza en el método científico para el desarrollo de la
psicoterapia y suma a las estrategias conductuales los principios del procesamiento
de la información, considerando a la cognición como el agente causal más relevante
de los trastornos psicológicos y, consecuentemente, el principal objetivo de
tratamiento. La tercera generación de Terapia de Conducta se caracteriza por
enfatizar aspectos que anteriormente no habían sido valorados en el trabajo
terapéutico, entre ellos, la atención plena, la aceptación, los valores, la espiritualidad
y las relaciones. Junto con lo anterior, revitaliza importantes factores de la terapia
conductual y cognitiva en sus inicios, como el análisis funcional, el desarrollo de
habilidades y el moldeamiento directo en la terapia (Hayes, 2004a; Hayes, Masuda,
Bisset, Luoma y Guerrero, 2004; Mañas, 2007; Pérez, 2006).
De acuerdo con Hayes (2004a), el contexto que permite el surgimiento de las
nuevas terapias conductuales posee tres elementos fundamentales. Primero,
ciertas anomalías empíricas, que no han sido explicadas adecuadamente por las
hipótesis y supuestos de la segunda generación; en este punto señala que la TCC
no ha dado cuenta porqué se evidencia mejoría clínica en el tratamiento, previo a la
aplicación de los elementos fundamentales de la terapia cognitiva. Segundo, las
distintas formas de Terapia Cognitiva de la segunda ola han mostrado signos de
desgaste, pues el tamaño de los efectos de la terapia se ha estancado. De la mano
de este factor, se señala que quienes financian las investigaciones en estas áreas
requieren teorías innovadoras y con mayor cercanía a las ciencias básicas (Hayes,
2004a).
Por otra parte, Pérez (2006) señala que la desvirtuación del sentido contextual e
ideográfico, propias de la terapia de conducta en sus inicios, junto con los problemas
en la evidencia, propician el surgimiento de esta tercera ola en 1990, pero que se
reconoce como tal en 2004, con los trabajos de Hayes (2004a; 2004b), quien define
de la siguiente forma la tercera ola de terapia de conducta:
Fundamentada en una aproximación y principios empíricos, la tercera ola de terapia
conductual y cognitiva es particularmente sensible al contexto y a las funciones de
los fenómenos psicológicos, no sólo a su forma, y por lo tanto, enfatiza estrategias
de cambio basadas en el contexto y la experiencia, además de otros más directos y
didácticos. Estos tratamientos tienden a buscar la construcción de repertorios
amplios, flexibles y eficaces, en lugar de una aproximación eliminativa de los
problemas claramente definidos, y haciendo hincapié en los temas de importancia
tanto para los clínicos como para los clientes. La tercera ola reformula y sintetiza las
generaciones anteriores de terapia de conducta y cognitivas y las lleva hacia
adelante en las preguntas, problemas y dominios previamente abordados
principalmente por otras tradiciones, con la esperanza de mejorar tanto la
comprensión como los resultados (Hayes, 2004b, pág. 658).
El surgimiento de nuevos movimientos dentro de la terapia conductual, se refleja en
ciertas formas de tratamientos específicos; un ejemplo claro de ello lo constituye la
Terapia de Pareja. Al analizar esta forma de intervención, en su desarrollo cognitivo
conductual, es posible apreciar que ésta se ha encontrado en las tres olas con claras
distinciones entre ellas.
La Terapia Conductual Tradicional de Pareja (TCTP) (se le dará este nombre para
distinguirla de las otras dos formas de intervención), la Terapia Cognitivo
Conductual de Pareja y la Terapia Conductual Integral de Pareja (TCIP), son la
expresión de las diversas formas de intervenir en los conflictos de la vida en pareja,
a lo largo del desarrollo de las tres olas.
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El objetivo primordial de la TCTP, es cambiar el contexto, a través del cambio de los
agentes de conducta, volviéndose central en las intervenciones el entrenamiento en
comunicación, el enfoque en resolución de problemas, la disminución de las
interacciones negativas y el aumento de las interacciones positivas entre los
miembros de la relación de pareja (Liberman, Wheeler, de Visser, Kuehnel, &
Kuehnel, 1987). De acuerdo a Liberman (1970), se fundamenta en la producción de
cambios conductuales de los miembros de la pareja, a través de una
reestructuración básica de sus ambientes interpersonales, modificando las
contingencias de reforzamiento que se producen en la relación de pareja.
Posteriormente, se desarrolla la Terapia Cognitiva con parejas cuyo objetivo es
abordar la estructura de las creencias de cada pareja para fomentar la
reestructuración hacia una relación más productiva, centrándose en las cogniciones
identificadas como elementos del problema de la relación y como elementos que
contribuyen a la insatisfacción subjetiva de cada uno de las partes respecto a la
relación. El trabajo en esta forma de Terapia de Pareja se realiza a través de tres
ejes fundamentales: modificación de expectativas irreales sobre la relación; la
corrección de atribuciones falsas en las interacciones y el uso de procedimientos de
auto-instrucción para disminuir la interacción negativa (Datilio & Padesky, 2004).
Terapia Conductual Integral de Pareja
•
Bases Conceptuales de la Terapia Conductual Integral de Pareja
La TCIP, tal como lo señala su nombre, es una forma de terapia conductual, sus
raíces teóricas se fundamentan en los principios de la terapia de conducta, posee
técnicas similares a las utilizadas en otros enfoques, entre ellos, la terapia
estratégica, la terapia centrada en la emoción o la terapia centrada en el cliente, a
pesar de estas similitudes, la TCIP enfoca sus intervenciones desde la mirada
conductual. El concepto de “integral” se debe a que en sus procesos se integran
técnicas que favorecen el cambio con técnicas que buscan la aceptación, pero
además porque en este enfoque integral conductual, se funden una variedad de
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intervenciones que son coherentes con la aproximación conductual (Dimidjian,
Martell, & Christensen, 2008).
Esta nueva forma de terapia surge a propósito de los estudios de Jacobson y
Christensen (1995, en Jacobson, Christensen, Prince, Cordova, & Eldridge, 2000),
quienes señalan que los éxitos de la Terapia Conductual Tradicional de Pareja, no
eran tan efectivos como parecía ser, primero, porque al menos un tercio de las
parejas que participan de los estudios clínicos aleatorizados evidencian claros
fracasos del tratamiento, manteniéndose los niveles de estrés marital al finalizar el
tratamiento y, en segundo lugar, las parejas que han logrado mejorías en su
relación, al cabo de dos años no logran mantener los cambios que se habían
conseguido al finalizar el tratamiento (Christensen, y otros, 2004). Estos resultados
se explicarían porque la terapia conductual tradicional de pareja busca el cambio de
conducta en el otro y no considera las contingencias de reforzamiento naturales,
enfatizando el uso de reglas para la relación entre los miembros de la pareja. De
esta forma, TCIP incorpora elementos cruciales, y característicos de las terapias de
la tercera ola, la aceptación y el contextualismo, al trabajo con las parejas,
incluyendo estrategias que ayudan a aceptar aquellos aspectos de la pareja, que
inicialmente se consideran inaceptables. El trabajo en la aceptación no es para
promover la resignación frente a la relación de pareja, sino más bien ayudar a la
pareja a utilizar sus problemas irresolubles como un vehículo para establecer mayor
cercanía e intimidad (Jacobson, Christensen, Prince, Cordova, & Eldridge, 2000;
Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
La TCIP se fundamenta conceptualmente en la Terapia de Aceptación y
Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés). Ésta se diferencia de otras formas de
terapia, en que no busca que la persona evite el sufrimiento o reduzca los eventos
aversivos a los que está expuesto, más bien reconoce como una característica
intrínseca de la condición humana la idea fundamental de que el sufrimiento sería
la otra cara de la moneda del bienestar, que la búsqueda del placer inmediato y, por
lo tanto, el rechazo al dolor, es propio del desarrollo humano. Al poseer lenguaje,
podemos reconocer la paradoja que se produce cuando la cultura y la sociedad le
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envía mandatos en los que le señala que debe evitar las situaciones dolorosas y
aproximarse a las placenteras, y sin embargo, las situaciones dolorosas y el
sufrimiento son aspectos intrínsecos en el desarrollo humano. La ACT reconoce
esta paradoja y, en contraposición a otras formas de terapia, no busca que el ser
humano evite el sufrimiento, sino que aprenda a reconocer esta paradoja y pueda
desarrollar las herramientas para adaptarse a ella. El conocimiento de ello está
posibilitado por ser la condición humana relacional/verbal. Esto es lo que lleva a la
ACT a trabajar considerando un enfoque funcional del lenguaje y la cognición
(Luciano & Valdivia, 2006).
En el entendido que el humano es un ser verbal, la ACT incorpora como marco de
referencia la teoría del marco relacional, la que se basa en el análisis funcional
contextual. Éste se caracteriza por ser monista, no mentalista, funcional, no
reduccionista, e ideográfica. Su eje principal se constituye al entender que a través
de la conducta verbal, las personas establecen asociaciones y relaciones entre
diversas situaciones y eventos, lo que permite derivar nuevas relaciones y nuevas
funciones.
Lo anterior posibilita que en el comportamiento humano se responda frente a ciertos
eventos de la misma forma que se responde a otros, aunque sea la primera
experiencia con ellos, debido a que se establece una relación entre ellos. Esto es
válido no solo para los eventos agradables, sino que también para los eventos
aversivos. Producto de la comparación que se hace entre los eventos, se puede
evidenciar una generalización del comportamiento evitativo. Un resultado de esto,
se puede ejemplificar en el miedo al futuro, en que los humanos, por el hecho de
ser verbales, tienen la posibilidad de comparar los eventos presentes con aquellos
que van a ocurrir. Si se establece una relación de igualdad entre los eventos
aversivos presentes y los eventos futuros, surgirá este temor. Éste no es posible de
observar en otros organismos, pues no poseen lenguaje (Luciano & Valdivia, 2006).
El aprendizaje relacional posee ventajas y desventajas, por ejemplo, permite la
evocación de recuerdos positivos, pero también de los negativos; nos hacer ser
exitosos en el control ambiental pues permite comprender, razonar y derivar
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conclusiones, sin embargo, estos mismos procesos son los que nos llevan a
acciones con efectos peligrosos y desadaptativos. Además explican que se generen
estados de ánimo -y motivaciones- y que cambien “sin aparente razón”, que
podamos pensar en positivo de alguien o algo, o cambiar la valoración de alguien o
algo, sin haber tenido experiencia alguna que lo justifique (Luciano y Valdivia, 2006).
Estrechamente relacionado con la existencia de la paradoja mencionada al inicio, la
ACT identifica la existencia de la evitación experiencial destructiva, que describe la
forma en que las personas obedecemos al mandato del no sufrimiento impuesto por
la cultura, en que el malestar y el dolor deben ser constantemente evitados y son
considerados como anormales. Debido a ello, la persona en la búsqueda de
“sentirse bien siempre” genera procesos para cambiar o poner fin a los eventos
privados negativos. Éstos surgen a través de las relaciones entre las diversas
situaciones, sin embargo, al insistir en la búsqueda de los eventos positivos y
constante control de los negativos, se deja de analizar que existe situaciones que
son incontrolables y que, por lo tanto, la persona busca comportarse y controlar
funciones y relaciones que en la realidad escapan a su control. Esto, finalmente,
conlleva a un aumento del malestar y, por ende, la evitación es destructiva.
Esto, llevó a describir el Trastorno de Evitación Experiencial (TEE) que:
Es un patrón inflexible que consiste en que para poder vivir se actúa bajo la
necesidad de controlar y/o evitar la presencia de pensamientos, recuerdos,
sensaciones y otros eventos privados. Ese patrón inflexible está formado por
numerosas respuestas con la misma función: controlar el malestar y los
eventos privados así como las circunstancias que los generan (Luciano y
Valdivia, 2006, p. 84).
De esta forma, se expresa una paradoja: al intentar evitar las situaciones dolorosas
para vivir el placer, la evitación permanente no permite vivir a la persona. Se agrega
que al intentar evitar lo inevitable, el dolor y el sufrimiento vuelven a la persona como
un boomerang, siendo más intenso y el placer más breve cada vez. Así, el día a día
se reduce a desarrollar conductas permanentes de evitación, dejando de lado las
acciones que puedan llevar a situaciones más valiosas (Luciano & Valdivia, 2006).
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Producto de la descripción del TEE, la ACT se establece como objetivo que las
personas regulen flexiblemente su comportamiento, alterando la función que
cumplen los pensamientos, recuerdos y sensaciones molestos, sin tratar de
reducirlos. Para ello, una de las primeras metas terapéuticas es que la persona sea
capaz de apreciar lo paradójico de su comportamiento, y generar conciencia y
aceptación del flujo de eventos privados, pero esta vez generando una función
positiva de éstos. Así, forja un repertorio conductual extenso y flexible, encaminado
a metas personalmente valiosas.
Al considerar los aportes de la teoría del marco relacional, la visión de la paradoja
placer/malestar, la condición humana como seres verbales, la ACT es, en definitiva:
“(a) es un tratamiento centrado en las acciones valiosas para uno; (b)
contempla el malestar/sufrimiento como normal, producto de la condición
humana en tanto que seres verbales; (c) define que se aprende a resistir el
sufrimiento normal y esa resistencia genera el sufrimiento patológico; (d)
promueve el análisis funcional de los comportamientos del paciente y, por
tanto, se basa en la experiencia del paciente como la clave del tratamiento
(…)(e) (…) El objetivo primordial de ACT es, pues, romper la rigidez del
patrón de evitación destructivo o la excesiva o desadaptativa regulación por
procesos verbales que la cultura amplifica al potenciar sentirse bien de
inmediato y evitar el dolor como fundamental para vivir; (f) implica clarificar
valores para actuar en la dirección valiosa, aceptando con plena conciencia
los eventos privados que surjan, y practicar la aceptación cuanto antes y
tantas veces como sea posible; y (g) implica aprender a “caer y a levantarse”,
o sea, a elegir nuevamente actuar hacia valores con los eventos privados que
sobrevengan por la recaída” (Luciano & Valdivia, 2006, pág. 87)
Los principios de la ACT son posibles de observar en la TCIP, en la medida, que su
visión se traslada de la corrección de la conducta de un miembro de la pareja (o de
ambos) a la aceptación de la diferencia al interior de la relación, entendiendo que la
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búsqueda del cambio en el otro, bien se puede tratar de una constante evitación de
las características que causan malestar en alguno de los miembros de la pareja.
De esta manera la TCIP, se diferencia de la TCTP al trasladar el enfoque desde el
agente de conducta hasta el destinatario de esa conducta. Este nuevo enfoque se
basa en la idea de que no solo el agente conductual modifica el contexto, sino que
también lo hace el destinatario, al recibir de una manera distinta la conducta.
Existen tres importantes razones, por las cuales se modifica el énfasis en la TCIP:
1. En toda relación de pareja hay algunos problemas irresolubles, que el agente
está reacio o es incapaz de cambiar, al nivel de los deseos del destinatario.
El mejoramiento en estos casos puede ser mediado, a través del aumento de
la aceptación y la tolerancia.
2. La Teoría de la TCIP sugiere que, paradójicamente, al incrementar la
aceptación en uno de los miembros de la pareja, al mismo tiempo se puede
mediar en el incremento de cambios en el otro miembro; así, cuando la
presión por cambiar es eliminada por el aumento en la aceptación o la
tolerancia, puede ocurrir el cambio.
3. La teoría de la TCIP sugiere que en la mayoría de los casos, la reacción
frente la conducta infractora es más problemática que la conducta infractora
en sí misma. Christensen y Jacobson (2000) escribieron que “los crímenes
del corazón son habitualmente delitos menores” (Christensen y Jacobson,
2000, citado por Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008, pág. 76). La gran
mayoría de los problemas en las parejas no se refieren a transgresiones tan
importantes como lo son la violencia y la infidelidad, sino que implican daños
y heridas que se hacen más dramáticas por la vulnerabilidad de quien las
recibe. Entonces, el énfasis en el cambio en la conducta del agente, debiera
equilibrarse con un énfasis sobre la aceptación del receptor de la conducta
(Jacobson, Christensen, Prince, Cordova, & Eldridge, 2000; Dimidjian,
Martell, & Christensen, 2008).
Según Morón (2006), teóricamente la diferencia entre ambas formas de terapia de
pareja radica en que la TCIP, tiene una visión distinta de los problemas en la pareja,
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atendiendo en mayor medida a la raíz de éstos. Poniendo el énfasis en tres aspectos
principales:
(1) se vuelve al análisis funcional como forma de evaluar los
problemas de la pareja; (2) se hace más hincapié en el
reforzamiento natural y se usan menos reglas; y (3) se da más
importancia al contexto en el que surgen los problemas, esto
es, se atiende mucho más al papel de la historia del individuo
en los problemas actuales (Morón, 2006, pág. 277).
Así mismo, Christensen, Wheeler y Jacobson (2008) postulan tres aspectos que
dirigen la intervención con TCIP que la convertirían en un tratamiento con resultados
más duraderos y aplicable de manera más amplia: (1) foco en los temas de la
relación de pareja; (2) énfasis en la historia de contingencia de reforzamiento de un
comportamiento y (3) foco en la aceptación emocional.
El foco en los temas de la relación de pareja busca enfatizar los patrones de
comportamiento, las múltiples y complejas interacciones que se han dado a lo largo
de la historia de pareja y las temáticas que han sido dificultosas, más que centrarse
en conductas específicas como objetivos de la terapia. De la misma manera, la TCIP
busca mantener los posibles patrones conductuales que llevan a los cónyuges a un
estado de bienestar emocional (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008).
El compromiso de la TCIP con el énfasis en las contingencias de reforzamiento para
el cambio conductual hace que los terapeutas traten de descubrir los eventos que
funcionan para desencadenar experiencias deseadas en cada pareja y entonces
intentan orquestar todos estos eventos. La TCIP sugiere que centrarse en las
contingencias de reforzamiento naturales que se dan en las relaciones de pareja
puede ser muy dificultoso para el terapeuta; sin embargo, esto conduciría a cambios
más profundos y duraderos en la relación de pareja. Una de las estrategias
utilizadas para que surjan las contingencias naturales de refuerzo en la relación de
pareja consiste en que el terapeuta crea una experiencia reforzante para la pareja,
al generar espacios de intimidad durante la sesión, por ejemplo, al validar las
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emociones de cada uno de los miembros de la pareja, hacer que ellos expresen lo
que sienten, dejando de lado la hostilidad, la rabia y otras emociones duras, lo que
puede generar una sensación de conexión entre los miembros de la pareja
(Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008; Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
Cada una de las intervenciones que se llevan a cabo en la TCIP son guiadas por el
énfasis en el uso de las contingencias naturales de la vida en pareja para
comprometerlos en una nueva experiencia que cambiará su comportamiento tanto
dentro de las sesiones como fuera de ellas (Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
El objetivo principal de la TCIP es promover la aceptación del otro y sus diferencias
en cada uno de los miembros de la pareja. En lugar de tratar de eliminar los
conflictos de larga data de una pareja, se busca ayudar a las parejas a desarrollar
una nueva comprensión de sus diferencias, aparentemente irreconciliables, y utilizar
estas diferencias para promover la intimidad, la empatía y compasión por los demás.
Con su enfoque en la aceptación en lugar del cambio, la TCIP crea un medio
ambiente para que las parejas entiendan el comportamiento del otro antes de decidir
sí y cómo se podría modificar. Esto no implica que no se busque el cambio, sino
que en lugar de orientarse en cambiar aquella conducta de un miembro de la pareja,
que se supone está generando los conflictos, se persigue que el otro miembro
modifique su reacción frente al comportamiento problemático de su pareja. Lo ideal
sería que, a través de la exploración de los pensamientos y los sentimientos
subyacentes a las conductas de los miembros de la pareja, el destinatario de la
conducta problemática logre una nueva comprensión del comportamiento de su
pareja y, así, transformar la queja en una respuesta menos destructiva. A su vez,
este cambio en la reacción del destinatario tiene un efecto saludable en la frecuencia
o intensidad de la conducta del otro miembro de la pareja. Al utilizar este enfoque,
en contraposición a uno exclusivamente focalizado en el cambio, incluso las parejas
más inmutables tienen una oportunidad de aumentar su satisfacción marital en
general.
Este contexto de aceptación no se debe confundir con resignación. Mientras que la
resignación implica que un miembro de la pareja cede a regañadientes ante el otro,
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tal vez sin quererlo, y el tolerar implica que se ve como un status quo inflexible, la
aceptación implica que los miembros de la pareja dejan ir la lucha por cambiar al
otro. La aceptación se centra en transformar las diferencias irreconciliables de la
pareja en un vehículo para la promoción de la cercanía e intimidad. Idealmente, los
miembros de la pareja no deben dejar ir la lucha con tristeza, sino que como
resultado de una nueva apreciación de su experiencia con la pareja. Al comprender
sus conflictos de pareja en términos de sus diferencias individuales, y al aprender a
aceptar las diferencias del otro, se espera que los conflictos que históricamente ha
generado su lucha por cambiar entre sí, se reduzcan. Así, para que la TCIP sea
eficaz en el tratamiento de los conflictos de pareja es importante que sus miembros
logren entender los factores que han contribuido al desarrollo y al mantenimiento de
sus conflictos (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008).
•
Visión de los conflictos en la relación de pareja, desde la perspectiva
de la TCIP
La TCIP asume que incluso para las parejas felices y sanas existen áreas de
desacuerdo y diferencias que son inevitables, y que los problemas no aparecen a
causa de aquellas diferencias, desacuerdos o conflictos entre los miembros de la
pareja, sino que el malestar surge debido a las formas en que las parejas responden
frente a las incompatibilidades que son inevitables (Dimidjian, Martell, &
Christensen, 2008).
Diversas investigaciones han demostrado que existen tres patrones que
caracterizan a las parejas en conflicto: la trampa mutua, el desprecio y la
polarización, en cambio las parejas felices, sin conflictos, se caracterizan por
mostrar una gran aceptación y tolerancia de las diferencias que existen en sus
relaciones (Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008). La aceptación se evidencia,
cuando los miembros de la pareja, frente a algún estímulo aversivo, reaccionan con
conductas que buscan mantener e incrementar el contacto entre ellos, en lugar de
recurrir al escape, evitación o la destrucción del evento aversivo (Dimidjian, Martell,
& Christensen, 2008).
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En el desarrollo de la formulación clínica, Christensen, Wheeler, & Jacobson, (2008)
plantean tres componentes claves en el análisis funcional de los conflictos de pareja:
el tema, el proceso de polarización y la trampa mutua.
El tema
Generalmente es una frase que describe el conflicto primario de la pareja, la cual
logra dar cuenta de la naturaleza de las diferencias en la relación. El tema es una
forma de unificar en una clase amplia, problemas que aparentemente son de áreas
muy dispersas (Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008). En general, sólo un par de
temas son los que subyacen a los procesos de polarización y trampa mutua al
interior de la pareja. Por ejemplo, el tema ‘de la cercanía a la distancia’, en este caso
uno de los miembros de la pareja, busca mayor cercanía, mientras que el otro busca
mayor independencia. La TCIP, señala que los temas que surjan en la relación,
dependen de las diferencias que hay entre los miembros de la parejas y de las
vulnerabilidades de cada individuo (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008). Por
ejemplo, en el tema de la cercanía y la distancia, el miembro A de la pareja puede
querer más cercanía y conexión, y el miembro B puede querer más independencia,
simplemente porque son personas diferentes con diferentes genes y diferentes
historias de aprendizaje social. Quizás, esta diferencia no fue prontamente evidente,
porque ambas partes estaban encantados por el desarrollo de su relación. O tal vez
hay muy poca diferencia en sus deseos de cercanía e independencia, hasta que
tuvieron niños o hasta que la carrera de uno de ellos despegó. Cualquiera que sea
la base de la diferencia, se crean problemas para la pareja, encontrándose que los
dos no pueden satisfacer plenamente sus necesidades. El compromiso puede ser
relativamente fácil al haber menos vulnerabilidades. En el caso del conflicto
cercanía-distancia, si el miembro A quiere una mayor cercanía a B y es
emocionalmente vulnerable a sentirse abandonado fácilmente, entonces las
negociaciones que realice A sobre la cercanía pueden estar dirigidas a acortar el
distanciamiento. Del mismo modo, si el miembro B quiere mayor independencia y
es emocionalmente vulnerable a sentirse fácilmente controlado y siente que las
negociaciones lo restringen, entonces, la cercanía puede ser una amenaza para B.
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Así ambos miembros, A y B, poseen diferentes vulnerabilidades emocionales, lo
que hace probable el participar en una comunicación destructiva que la TCIP, llama
el "proceso de polarización".
Dimidjian, Martell & Christensen (2008), señalan que además del tema de la
cercanía-distancia, hay otros muy comunes en las relaciones de pareja, entre ellos
el tema del control y la responsabilidad, en este caso la pareja argumenta que quien
mantiene el control y la responsabilidad posee un dominio particular sobre la
relación; un tercer tema frecuente es el del artista versus el científico, en estas
parejas hay un miembro que valora lo espontáneo y la aventura en la relación,
mientras que el otro miembro, el científico, necesita la predictibilidad y se apega a
metas.
El proceso de polarización.
Se refiere a la interacción destructiva que se produce cuando una pareja angustiada
entra en un tema relacionado con sus conflictos. Una respuesta natural de los
miembros de la pareja, al enfrentarse con sus diferencias es tratar de cambiar al
otro. En muchos casos, estos esfuerzos de cambiar entre sí pueden ser exitosos.
Sin embargo, muchas veces el resultado puede ser que sus diferencias se
exacerban y los dos miembros de la pareja se polarizan en sus posiciones en
conflicto. Cuando una pareja se ha polarizado en un tema, aumentan los intentos
por cambiar al otro, lo que genera un aumento en el conflicto, provocándose así la
perpetuación de la polarización. Por ejemplo, en una pareja cuyo tema es la
cercanía y distancia, es probable que ocurra el proceso de polarización, cuando el
miembro B, busque mayor distancia, el miembro A, acentúa la conducta de
acercamiento, buscando mayor intimidad, provocando al mismo tiempo, que B
perciba como intrusivos los esfuerzos de cercanía de A, lo que genera mayor
alejamiento, así cuanto más avances realice A, más retiros generará en B, y por
ende A al percibir los retiros, su conducta será de mayores avances a la cercanía,
con lo que B actuará con más retiros, es decir, cuantos más avances en uno,
mayores retiros en el otro, y a más retiros en uno, mayores avances en el otro. Un
aspecto importante de este patrón, es que los miembros de la pareja entenderán
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sus diferencias como deficiencias del otro. Por ejemplo, el buscador de cercanía
puede ver al otro como “miedoso a la intimidad", el solicitante de la independencia
puede ver al otro como "neuróticamente dependiente". Además, al estar privados
de un objetivo deseado puede hacer que ese objetivo parezca aún más importante.
Los miembros de la pareja pueden llegar a desesperarse, escalando en sus
esfuerzos inútiles, lo que
magnifica sus diferencias (Christensen, Wheeler, &
Jacobson, 2008; Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
La Trampa Mutua
La trampa mutua, describe el resultado del proceso de polarización, se denomina
"Trampa", ya que por lo general hace sentir a los miembros de la pareja que están
"atrapado" o "atrapados" en su conflicto. Los miembros de una trampa común
sienten que han hecho todo lo posible para cambiar al otro, y nada parece funcionar.
Pero ellos se resisten a renunciar a sus esfuerzos por cambiar al otro, porque esto
significaría renunciar a sí mismos por una relación insatisfactoria. En consecuencia,
se arraigan más en sus respectivas posiciones. La experiencia de la pareja que está
tan polarizada es de impotencia y futilidad, y esta experiencia rara vez se discute
abiertamente entre ellos. Como resultado, cada uno puede no ser consciente de
que el otro también se siente atrapado. Hacer consciente a los miembros de la
pareja que ambos se sienten atrapados, es parte importante del trabajo de
aceptación, alentar a cada miembro a comprender el sentido de estancamiento que
posee el otro miembro, a veces puede ser el primer paso hacia la promoción de la
empatía y la intimidad en la pareja (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008).
Complementando lo anterior, para la TCIP la etiología de los conflictos en las
relaciones de pareja, es la combinación de dos influencias: erosión del
reforzamiento y la emergencia de incompatibilidades. La erosión del reforzamiento
se refiere al fenómeno en el que las conductas que fueron reforzantes alguna vez,
tienden a ser menos reforzantes con la exposición repetida, esto debido al proceso
de habituación. Por ejemplo, las manifestaciones de afecto físico pueden generar
fuertes sentimientos de calidez y placer en cada miembro de la pareja durante las
primeras etapas de su relación. Pero después de que la pareja ha pasado muchos
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años juntos, las propiedades de refuerzo de estas conductas afectivas pueden
disminuir. En algunos casos, los comportamientos que alguna vez fueron
considerados
atractivos,
simpáticos o
agradables
se
convierten
en los
comportamientos mismos que generan o exacerban el conflicto de la pareja. Las
incompatibilidades pueden surgir en las parejas al pasar más y más tiempo juntos.
En las primeras etapas de una relación, las diferencias en las historias, objetivos e
intereses de las parejas, inicialmente puede ser minimizados o ignorados. Por
ejemplo, si el miembro A de la pareja prefiere ahorrar dinero y B prefiere gastar
dinero, esta diferencia puede no ser evidente durante el noviazgo. Si esta diferencia
se detecta temprano en la relación, quizás se considerará como positiva, pues a
cada miembro se le anima a ser un poco más como el otro en sus hábitos de gasto.
O, tal vez, cada miembro de la pareja espera que el otro se comprometa,
eventualmente, para cambiar su forma de hacer las cosas. De lo contrario, con el
tiempo estas incompatibilidades y su relevancia en la relación serán inevitablemente
expuestas. Las diferencias que se consideraban al inicio de la relación como
novedosas, interesantes o desafiantes en última instancia, pueden percibirse como
un obstáculo para las propias metas e intereses. Además de las incompatibilidades
ya existentes, pueden surgir más con las nuevas experiencias de vida (por ejemplo,
tener hijos, cambiar de carrera). Así, incluso aquellas parejas que inicialmente
hicieron
una
evaluación
realista
de
sus
diferencias,
pueden
descubrir
incompatibilidades inesperadas con el tiempo. Uno de los objetivos de la TCIP es
identificar y replantear un par de incompatibilidades de manera que se minimice su
naturaleza destructiva y aumentar al máximo el nivel de intimidad y satisfacción en
la relación de pareja.
•
La estructura de la TCIP
La forma más típica de la TCIP involucra a un terapeuta con la pareja. Sin embargo,
ocasionalmente pueden incorporarse otros miembros de la familia o incluso a un
coterapeuta, dependiendo de las necesidades de cada caso en particular (Dimidjian,
Martell, & Christensen, 2008)
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Dimidjian, Martell & Christensen (2008), describen un formato de terapia en el que
utilizan un máximo de 26 sesiones semanales de 50 minutos cada una. Durante las
primeras tres sesiones se realiza la evaluación, destinándose la primera a una
entrevista en conjunto y las dos siguientes a entrevistas individuales con cada
miembro de la pareja. La cuarta sesión está dedicada a la retroalimentación de la
evaluación y las sesiones restantes están dirigidas a la intervención, considerando
una o dos sesiones finales para la recapitulación y finalización de la terapia. Para la
finalización de la terapia no se busca que la pareja no tenga más conflictos, sino
que puedan enfrentar sus diferencias con mayor tranquilidad y menos conflictos. Sin
embargo, tanto la estructura como el formato de la terapia, (es decir, el número de
sesiones, su frecuencia y duración) deben adecuarse a las necesidades de cada
pareja (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008; Dimidjian, Martell, & Christensen,
2008).
El proceso de evaluación
El objetivo principal de la evaluación, es reconocer si la pareja es apta para el
proceso terapéutico, en caso que así sea, en esta etapa se desarrolla la formulación
clínica. Cabe mencionar, que Christensen, Wheelery Jacobson (2008) son enfáticos
al señalar, que si al momento de la evaluación, ésta evidencia que existe una
situación de violencia al interior de la relación de pareja, no es posible intervenir a
través de la terapia de pareja, dado que es fundamental que la persona que agrede
reconozca su responsabilidad en esta situación, y dado que las sesiones de terapia
pueden provocar fuertes reacciones emocionales que deriven en violencia, el mismo
espacio terapéutico se puede constituir en un espacio para la violencia. Durante el
periodo que dura la evaluación, el terapeuta debe orientar a la pareja al proceso de
terapia, si bien no se busca intervenir activamente, igualmente la evaluación puede
tener un impacto terapéutico en la pareja (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008).
Durante el proceso de evaluación, se distingue un primer periodo de Orientación,
en este, se acuerda la forma de funcionamiento de la terapia, se firma el
consentimiento informado y se orienta específicamente sobre la TCIP. Los
terapeutas deben explicar que la terapia no comienza de inmediato, diferenciando
16
los procesos de evaluación e intervención, se debe indagar en las expectativas que
tiene la pareja sobre la terapia y para ayudar que estos comprendan sus problemas
y los puedan conceptualizar y entender desde la perspectiva de la TCIP, la pareja
deberá leer la primera parte del libro Reconcilable Differences [Diferencias
Reconciliables] de Christensen y Jacobson (2000, en Christensen, Wheeler, &
Jacobson, 2008). En muchas ocasiones, uno de los miembros de la pareja o ambos,
siente ambivalencia respecto a iniciar el proceso terapéutico, el terapeuta debe
trabajar sobre este punto haciendo hincapie en que es normal este sentimiento, y
utiliza la fase de orientación para permitir que sus clientes aclaren sus dudas y
puedan decidir si continuarán con el proceso o no (Christensen, Wheeler, &
Jacobson, 2008).
Las sesiones de evaluación buscan los elementos centrales que permitan el
desarrollo del Análsis Funcional de la relación de pareja y la formulación clínica,
basada en este Análisis Funcional. A diferencia de lo que ocurre en la TCTP, donde
el Análisis Funcional se centra en la topografía que tiene la conducta, en la TCIP, el
principal objetivo de éste, se centra en descubrir la función que cumple la conducta
en la relación de pareja, en el origen y mantención de los conflictos. Así, al analizar
los antecedentes y consecuencias de la conducta, se busca comprender la función
que esta cumple no sólo en el agente de la conducta, sino que también en el
receptor de ella. El terapeuta de pareja, manipula las contingencias ambientales de
tales conductas, y observa los cambios que se producen. Desafortunadamente, el
terapeuta no tiene acceso directo al ambiente natural donde se producen estas
conductas, por lo tanto, su intervención se encuentra limitada en distintas maneras.
Primero, el terapeuta debe basar su análisis en los reportes que haga la pareja
sobre su conducta y sobre las observaciones que él haga en la sesión. Segundo,
las personas tienen historias de aprendizaje idiosincráticas, y diversas condiciones
de estímulos pueden servir para la misma función. Por ejemplo, en una pareja, en
la que el esposo demuestre rabia cuando su mujer mantiene silencio durante las
sesiones, pero que cuando ella habla sobre los problemas, también manfiesta esta
misma rabia, así, tanto el silencio como la expresión verbal de la mujer cumplen la
misma función de elicitar la conducta de rabia del esposo. Tercero, el terapeuta no
17
puede influir directamente en las condiciones de vida de la pareja, por lo tanto, la
mayor atención la debe prestar a lo que ocurre con sus manipulaciones del ambiente
en la sesión terapéutica (Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
Áreas Problemáticas (Sesiones 1, 2 y 3)
Luego de finalizado el proceso de orientación a la terapia de pareja, el terapeuta
debe comenzar con la evaluación propiamente tal, mediante la revisión del problema
que presenta la pareja. Para obtener esta información es posible la utilización de
medidas objetivas, como también se destinan las sesiones individuales con cada
miembro de la pareja. El objetivo fundamental de la primera sesión es que la pareja
se sienta escuchada y validados, sintiendo que sus problemas y angustias son
comprendidos por el terapeuta.
Con la información obtenida a través de las medidas objetivas y las sesiones de
evaluación, los terapeutas deben ser capaces de describir las áreas problemáticas
de la pareja y desarrollar la formulación clínica.
De acuerdo a Christensen, Wheeler & Jacobson (2008) las siguientes seis
preguntas proporcionan una guía para esta evaluación, y cada una de ellas debe
ser respondida al final del periodo de evaluación.
1. ¿Cómo es la pareja angustiada?
2. ¿Qué tan comprometida está esta pareja a la relación?
3. ¿Qué cuestiones dividen a esta pareja?
4. ¿Por qué son estos temas un problema para ellos?
5. ¿Qué fortalezas mantienen a esta pareja juntos?
6. ¿Qué puede hacer el tratamiento para ayudarles?
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Las respuestas a las tres primeras preguntas se pueden obtener con cuestionarios
objetivos. Sin embargo, siempre se debe explorar con más detalle en las entrevistas.
La evaluación de las áreas problemáticas de la pareja también debe incluir una
determinación del "ambiente de colaboración" (Jacobson & Margolin, 1979 en
Christensen, Wheeler & Jacobson, 2008). Este término se refiere a la perspectiva
conjunta de la pareja, en la que comparten la responsabilidad de los problemas en
su relación, y que ambos tendrán que cambiar para así modificar la relación. Si al
evaluar este ambiente, se aprecia un alto grado de colaboración, se utilizan
estrategias orientadas hacia el cambio, por el contrario, se privilegian las
intervenciones que promueven la aceptación, en caso de haber un ambiente de
colaboración más débil.
La pregunta ¿por qué los problemas de la pareja son un problema para ellos?,
requiere un análisis funcional que normalmente se basa en la información obtenida
en las entrevistas individuales y conjuntas. El análisis funcional implica mucho más
que una simple y directa, pregunta, pues se deben explorar las contingencias
ambientales que han moldeado estos conflictos. El terapeuta debe ser
particularmente sensible a las reacciones emocionales de la pareja, pues éstas
pueden dar indicios respecto a los reforzadores y castigos presentes en la relación.
Por ejemplo, supongamos que la pareja cuyo tema es la cercanía-independencia
argumentan con frecuencia sobre la cantidad de tiempo que pasan juntos. Sin
embargo, esta cuestión específica se puede relacionar con contingencias mucho
más poderosas. Quizás, la historia de la mujer incluye haber sido abandonada por
sus familiares en un momento cuando presentaba una necesidad particular de
apoyo y confort. Su temor en su relación marital es que su marido pudiera hacer lo
mismo. Para ella, el tiempo que pasan juntos es simplemente un sustituto deficiente
para sus preocupaciones sobre las situaciones en las que su pareja no puede estar
allí cuando ella lo necesita, si se siéntese segura de que él estará en esas
ocasiones, ella podría tolerar mejor menos tiempo juntos. Por parte de su marido,
se puede suponer que su historial de aprendizaje social lo ha llevado a ser
especialmente sensible a sentirse controlado o restringido por otra persona. Por lo
19
tanto, se enfrenta a su esposa durante su tiempo juntos, no tanto porque él no quiere
ese tiempo juntos, sino porque se siente controlado por su esposa y, naturalmente,
se resiste. En este caso, el terapeuta TCIP, tiene que enfocar la discusión, no en la
cantidad de tiempo que pasan juntos, sino que en las contingencias que afectan el
comportamiento de cada cónyuge (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008).
Las respuestas a la pregunta por las fortalezas, también se obtienen a partir de las
entrevistas. Es útil para las parejas mantener sus fortalezas en consideración,
incluso mientras se concentran en sus dificultades. A veces hay una relación
interesante entre las fortalezas y problemas de la pareja, en que estos últimos,
pueden implicar alguna variación de las primeras. Por ejemplo, en el caso de una
pareja se unió, en parte debido a sus distintas visiones de vida. Él es mucho más
espontáneo, ella en cambio es más planificada. Estas diferencias pueden ser
atractivas y útiles en ocasiones, pero también pueden ser una fuente de irritación y
malestar.
Al responder a la pregunta final, ¿qué puede hacer el tratamiento para ayudar a la
pareja?, el terapeuta, primero, debe asegurarse que la pareja pueda hacer un
tratamiento en conjunto. Tal como se señaló anteriormente, si la pareja está en una
situación de violencia o hay algún problema de dependencia a sustancias, la terapia
de pareja no es la recomendación. En estos casos, el tratamiento debe estar dirigido
a aquellos problemas específicos. Al considerar que la terapia de pareja es la
apropiada, el terapeuta debe definir el enfoque que tendrá ésta (Christensen,
Wheeler, & Jacobson, 2008).
La historia de la Pareja (Sesión 1).
Una vez que se ha decidido iniciar el proceso de terapia de pareja, y se han
evaluado los problemas, el terapeuta explora la historia de la relación de pareja.
El primer objetivo de reconstruir la historia de la pareja, es dilucidar que hizo que se
estableciera en los inicios la relación, que vieron uno del otro.
20
A menudo, el conflicto en la pareja se ha intensificado hasta el punto de que ha
eclipsado las razones por las que se convirtieron en una pareja en sus inicios.
Además, esta historia puede proporcionar algún beneficio terapéutico inmediato a
la pareja. Por lo general, cuando pareja mira nuevamente las etapas anteriores (y
por lo general más felices), tiene un efecto positivo sobre la relación actual, pues
durante mucho tiempo se han centrado en los aspectos negativos de la relación,
que no han pensado por mucho tiempo en el periodo de romance, cortejo y la
atracción entre ambos. El relato de la evolución de su relación, puede ser
terapéutico en sí mismo, sin embargo, en algunas parejas el dolor y conflictos son
tan profundos que este mismo relato puede provocar acusaciones de culpa mutua,
en este tipo de situaciones el terapeuta debe priorizar la validación del dolor, más
que seguir indagando en la historia de la pareja. A pesar de estas excepciones, la
mayoría de las parejas disfrutan al recordar sus momentos más felices.
La siguiente serie de preguntas proporcionan al terapeuta con información útil sobre
la historia de pareja y da a las personas una oportunidad para reflexionar sobre las
razones por los llevaron a enamorarse e iniciar la relación:
1. ¿Cómo llegaron a estar juntos?
2. ¿Qué les gustaba de la época del cortejo/noviazgo?
3. ¿Qué le atrajo a cada una de ellos del otro?
4. ¿Cómo era su relación como antes de comenzar los problemas?
5. ¿En qué se diferencia su relación actual con la época en la que se llevaban
bien?
6. ¿En qué sería diferente la relación si sus problemas actuales ya no
existieran?
Estas y otras preguntas relacionadas también pueden revelar información útil
acerca de cada uno de ellos, por ejemplo sobre sus esperanzas y sueños para el
futuro (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008; Dimidjian, Martell, & Christensen,
2008).
Historia Individual (Sesiones 2 y 3)
21
La historia personal de cada miembro de la pareja puede proporcionar información
útil para la formulación, ya que otorga un contexto adecuado para conocer el
comportamiento de cada uno de ellos y puede arrojar datos sobre eventuales
vulnerabilidades individuales. Por ejemplo, una mujer pudo haber vivido una
situación de violencia en la pareja en alguna relación anterior, de la que se protegía
a través de la retirada, pauta que mantiene en la actualidad ante cualquier indicio
de discusión con su pareja, o un varón al cual fue abandonado en su infancia por
su madre, puede leer que las actitudes de independencia de su pareja, es
abandono.
Las siguientes preguntas pueden ser útiles en guiar una la entrevista individual de
los miembros de la pareja.
1. ¿Cómo fue el matrimonio de sus padres?
2. ¿Cómo era la relación con su padre?
3. ¿Cómo era la relación con su madre?
4. ¿Cómo eran las relaciones con sus hermanos?
5. ¿Cómo fueron sus relaciones de pareja anteriores?
Para evitar ocupar demasiado tiempo en estas preguntas el terapeuta puede tratar
de obtener las características comunes de estas relaciones tempranas y que
puedan entregar información sobre la forma de relacionarse actual (Christensen,
Wheeler, & Jacobson, 2008; Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
Sesión de Retroalimentación.
Con la información obtenida de las entrevistas en conjunto e individuales, más los
resultados de los cuestionarios que se pudieron haber aplicado, se realiza la
formulación del caso.
La formulación inicialmente realizada por el terapeuta, debe ser discutida con la
pareja en la sesión de retroalimentación, lo fundamental de esta sesión es que se
convierta en un espacio de discusión entre la pareja y el terapeuta, y no sea solo el
22
terapeuta quien entregue la información, pues es crucial conocer la opinión de la
pareja sobre la formulación.
Una vez que ha sido revisada la formulación, el terapeuta propone a la pareja los
objetivos de la intervención y los procedimientos que se utilizarán a lo largo del
tratamiento. Los primeros objetivos terapéuticos es lograr un entorno de
colaboración en las sesiones que permita que los problemas se puedan abordar a
través de la combinación de técnicas de cambio y de aceptación.
Los procedimientos para alcanzar estos objetivos son por lo general (1) en la sesión
discusiones de incidentes y problemas en relación con la formulación, y (2) las
tareas que se llevan a cabo fuera, en los periodos entre sesiones.
El propósito de la sesión de retroalimentación es orientar a la a los objetivos del
cambio y la aceptación a través de la comunicación abierta y la búsqueda de nuevas
maneras de mirar a sus problemas. Además, la sesión de retroalimentación se
utiliza para dar a la pareja una idea de lo que pueden esperar de la terapia, y para
provocar su voluntad de colaboración con el proceso.
Por último, la sesión de retroalimentación puede ser utilizada para implementar
algunas intervenciones. La primera intervención es la descripción del terapeuta de
los puntos fuertes de la pareja. De esta discusión, la pareja puede ser capaz de ver
algunas soluciones a sus problemas. El terapeuta puede comenzar a asignar
capítulos correspondientes de la Parte II de Diferencias Reconciliables (Christensen
& Jacobson, 2000, en Christensen, Wheeler& Jacobson, 2008), que aborda
específicamente el tema de la aceptación. Después de la formulación y el plan de
tratamiento que se han descrito para la pareja, y que han acordado proceder a la
terapia, las sesiones restantes están dedicadas a la construcción de la aceptación
entre la pareja y la promoción de cambio en cada uno de ellos.
•
Procesos, técnicas y estrategias
23
Las intervenciones utilizadas en TCIP, se pueden agrupar en tres categorías:
estrategias para la aceptación, estrategias para la tolerancia y estrategias de
cambio.
En el caso de las estrategias para la aceptación, se encuentran el acoplamiento
empático [emphatic joining] y el desapego unificado [unified detachment]1, estas
estrategias buscan que la pareja conviertan los problemas en un vehículo para
aumentar la intimidad. El acoplamiento empático busca que los miembros de la
pareja dejen de culparse entre sí de sus problemas y desarrollen empatía por las
experiencia del otro. Esto se logra mostrando que los problemas surgen a partir de
las diferencias que existen entre los miembros de la pareja y no enfocándose en un
solo miembro, una de las formas para conseguir esto es el uso de “revelaciones
suaves”, lo que consiste en revelar las emociones personales, sin culpar al otro de
éstas o bien permitir a los miembros de la pareja expresar sus vulnerabilidades en
un ambiente seguro. Así el acoplamiento empático es promovido por la
reformulación de la discordia de una pareja como resultado de las diferencias
comunes de los miembros y sus reacciones comprensibles a esas diferencias, y el
uso de las revelaciones suaves para expresar las emociones dolorosas
(Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008; Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
Por otra parte, el desapego unificado tiene por objetivo ayudar a que la pareja
desarrolle distancia de los conflictos y alentarlos a un análisis intelectual de los
problemas, al igual que el acoplamiento empático, se busca que la pareja hable de
sus problemas sin culpa ni acusaciones mutuas, enfatizando el uso de una discusión
descriptiva de los problemas, más que las discusiones cargadas emocionalmente.
Así, cuando el terapeuta trabaja con la pareja el desapego unificado, busca que ésta
comprenda las secuencias de interacción que desencadenan y conducen a la pareja
a la frustración y desaliento. Una forma en que un terapeuta puede promover el
desapego unificado es ayudar a la pareja a articular el patrón en un conflicto en
1
La traducción de estos conceptos es realizada por la autora del texto, procurando mantener la mayor
proximidad posible a los términos originales en inglés.
24
particular, para ello se alienta a la pareja a tomar la perspectiva de observadores
del conflicto, el terapeuta puede hacer que cada uno logre identificar los
desencadenantes de sus reacciones emocionales y los esfuerzos crecientes que
hace el otro para entenderlo, y como esto puede generar distancia entro ellos. Al
describir el patrón de interacción entre los miembros de la pareja, se comienza a ver
los problemas de una manera menos emocional, identificando los aspectos
individuales, y de ser posible obtienen una visión más unificada. Otro recurso
utilizado por los terapeutas, es permitir a la pareja comparar y contrastar los
conflictos que surgen entre ellos (Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
El segundo grupo de estrategias, destinadas para la construcción de la tolerancia,
son utilizadas por los terapeutas cuando observan que los problemas tienen una
baja probabilidad de convertirse en vehículos para fomentar la intimidad de la
pareja. El objetivo de estas intervenciones es lograr que las parejas aprendan a
interrumpir más tempranamente y/o a recuperarse más rápidamente de los
conflictos. Estas estrategias están destinadas a aquellas situaciones que no son
destructivas y tienen poca probabilidad de cambio, lo que implica que situaciones
que afectan al bienestar de alguno de los miembros de la pareja no son objetivo de
tolerancia, entre ellos, la violencia, el abuso de sustancias, la compulsión al juego,
relaciones extramatrimoniales, entre otras. Las estrategias que se encuentran en
este grupo son: Señalamiento de los aspectos positivos de las conductas problema,
práctica de las conductas negativas en la sesión terapéutica, fingimiento de
conductas negativas en casa entre sesiones y fomentar la tolerancia a través del
autocuidado (Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
Al utilizar el señalamiento de los aspectos positivos de las conductas problemáticas,
los terapeutas deben estar atentos de qué manera las conductas negativas de un
miembro de la pareja pueden tener aspectos positivos para el otro, ya sea en la
actualidad o en el pasado. Muchas de estas conductas que en el presente generan
conflictos, son las mismas que en el pasado provocaron la atracción entre la pareja.
Para lograr visualizar estas conductas como positivas, el terapeuta debe analizar
junto con la pareja, la función que cumple en la relación y como contribuye a
25
mantener su equilibrio. Por ejemplo, en el caso de una pareja, en que él tiene una
visión más liberal del dinero, lo que lo lleva a gastar más, en comparación con su
mujer, que tiene una visión más conservadora, quien busca ahorrar para el futuro,
estas visiones diferentes generan conflictos entre ambos, sin embargo, el terapeuta
puede hacerlos ver que estas son formas complementarias, que les permite
mantener un equilibrio en el manejo de las finanzas. Lo crucial en estas
intervenciones, es que el terapeuta no juzgue a ninguno de ellos y valide ambas
perspectivas. El objetivo de esto es que los miembros de la pareja no busquen
cambiar estas conductas del otro, aumentando la tolerancia lo que los lleva a vivir
con un mayor sentido de satisfacción con la relación, permitiendo una mayor
apertura a la búsqueda de soluciones a sus problemas (Dimidjian, Martell, &
Christensen, 2008).
La práctica de las conductas negativas en sesión, tiene como objetivos
desensibilizar a la pareja de las conductas problemáticas del otro y, sensibilizar a
cada miembro de como su comportamiento negativo afecta a su pareja. Además
esto da la oportunidad al terapeuta de observar directamente la interacción, lo que
en algunos casos puede facilitar el desapego unificado y al acoplamiento empático
(Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
En el caso del fingimiento de las conductas negativas en casa entre sesiones, se le
indica a la pareja que en algún momento, deben fingir uno de sus comportamientos
negativos, sin estar activado emocionalmente, deben mantenerlo por unos pocos
minutos y luego informar a su pareja que esa conducta era falsa. Luego de ello quien
fingió la conducta interroga al otro respecto a sus emociones en ese momento, al
no estar activo emocionalmente el emisor de la conducta, le permite visualizar con
mayor claridad el impacto emocional que genera en el otro (Christensen, Wheeler,
& Jacobson, 2008; Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008).
Una de las razones que frecuentemente generan conflictos en la pareja, es la idea
de que el otro debe satisfacer gran parte de las necesidades personales, lo cual es
muy difícil de conseguir, por ello, el fomento del autocuidado, tiene por objetivo que
cada miembro de la pareja busque otras fuentes de satisfacción emocional que sean
26
externas a la relación, por ejemplo, amigos y familiares, esto aumentará la
satisfacción personal y autonomía, lo que disminuirá las exigencias hacia la pareja
y por ende el conflicto (Christensen, Wheeler, & Jacobson, 2008).
El tercer grupo de estrategias lo constituyen las técnicas de cambio conductual que
tradicionalmente ha utilizado la TCTP, éstas se aplican de manera posterior a las
descritas previamente, teniendo como objetivo principal aumentar la proporción
diaria de comportamientos e interacciones diarias. Una de las técnicas que se ubica
en este grupo es el cambio conductual, éste tiene por objetivo que los miembros de
la pareja se comporten de manera tal que provean de mayor satisfacción al otro,
esto al hacerlo ambos miembros de la pareja provoca un incremento de las
interacciones positivas. Otras de las intervenciones utilizadas son el entrenamiento
en resolución de problemas y comunicación (Christensen, Wheeler, & Jacobson,
2008; Dimidjian, Martell, & Christensen, 2008). Debido a que el foco del trabajo es
la TCIP, no se describen estas técnicas para mayor información se puede consultar
Liberman, Wheeler, de Visser, Kuehnel, & Kuehnel (1987).
•
Investigaciones en Terapia Conductual Integral de Parejas.
Las investigaciones sobre esta terapia, se han realizado comparando sus
resultados, con los obtenidos por la TCTP.
Cordova, Jacobson, & Christensen (1998), compararon los cambios en la
comunicación en la pareja, entre la TCIP y la TCTP, encontrando que las parejas
tratadas con TCIP incrementaron significativamente las descripciones no
culpabilizadoras de los problemas, lo que se relaciona directamente con la
satisfacción marital y disminuyeron signficativamente la expresión emocional dura
en torno a sus diferencias, demostrando que el tipo de intervención afecta los
niveles de expresión emocional durante la sesión.
En cuanto a los resultados que se obtienen con ambas formas de terapia marital,
Jacobson, Christensen, Prince, Cordova & Eldridge (2000), obtuvieron que de las
27
parejas que fueron tratadas con la Terapia Conductual Tradicional de Pareja, al
finalizar el tratamiento un 68%, presentó ausencia o disminuyó los niveles de
conflicto marital, mientras que aquellas parejas que fueron tratadas bajo las mismas
condiciones con TCIP, lograron un porcentaje de mejoramiento de un 80%. Este
mismo estudió concluyo que la aceptación no sólo conduce a un mejoramiento en
la relación de pareja, sino que es más eficiente en inducir cambios conductuales
que la Terapia Marital Conductual Tradicional (Jacobson, Christensen, Prince,
Cordova, & Eldridge, 2000).
La investigación más importante consta de un ensayo clínico aleatorizado que
comparó los efectos de la TCTP y la TCIP en 134 parejas, estratificados en grupos
moderados y en muy malas condiciones conyugales. El tratamiento en cada grupo
duró 8 meses, durante el cual se realizaron evaluaciones cada tres meses a ambos
grupos, una vez finalizado el tratamiento las evaluaciones se efectuaron cada 6
meses, durante 5 años. En la medición inmediatamente posterior al tratamiento las
parejas tratadas con TCIP mostraron mejoras constantes en la satisfacción durante
el curso del tratamiento, mientras que las parejas TCTP, mostraron mayores
mejorías al inicio del tratamiento, sin embargo, en etapas más avanzadas se
evidenció un estancamiento en comparación con el grupo TCIP. Ambos
tratamientos produjeron niveles similares de mejoría clínicamente significativa al
final de éste , 71% de las parejas TCIP y el 59% de las parejas TCTP se mejoraron
o se recuperaron de acuerdo a los indicadores de la Escala de Ajuste Diádico de
Spanier (1976), así mismo ambos grupos mostraron mejorías en la comunicación
(Christensen, y otros, 2004).
El seguimiento a dos años de post tratamiento se realizó a 130 de las 134 parejas,
encontrando que ambos tratamientos produjeron similares niveles de mejoría clínica
(69% de las parejas TCIP y 60% de las parejas TCTP). Además ambos tratamientos
mostraron que la satisfacción se redujo inmediatamente después de la terminación
del tratamiento, pero luego se incrementó para la mayoría de las parejas en
seguimiento. La diferencia entre los tratamientos se da en que el grupo de TCIP
muestra satisfacción más tempranamente que el grupo TCTP, y en los caso de
28
aquellas parejas que han permanecido juntas, generalmente reportan mayor
satisfacción las que formaron parte del grupo TCIP que el grupo TCTP (Christensen,
Yi, Atkins, Baucom, & George, 2006).
A los 5 años de seguimiento de la satisfacción marital en relación con el tratamiento
previo, el 50,0% de las parejas TCIP y 45,9% de las parejas TCTP mostraron
mejoría clínicamente significativa. La evaluación del estado de la relación, de las
134 parejas, reveló que el 25,7% de las parejas TCIP y el 27,9% de las parejas
TCTP se separaron o divorciaron posterior al tratamiento. A partir de los datos
expuestos anteriormente los investigadores concluyen que ambos tratamientos
producen efectos sustanciales en las parejas, incluso en aquellas serias y
crónicamente en conflicto. En particular la TCIP, mostró resultados superiores al
cabo de dos años de finalizado el tratamiento, sin embargo, los tratamientos
convergen en sus resultados en los periodos de seguimiento a más largo plazo
(Christensen, Atkins, Baucom, & Yi, 2010).
Respecto a los cambios que se producen en la comunicación diádica, Baucom
(2015) reporta que las parejas del grupo de TCTP, produjeron mayores mejorías en
la comunicación en la evaluación inmediatamente posterior a la intervención, sin
embargo TCIP, mostró mayores mejorías en un seguimiento a dos años del post
tratamiento.
Respecto al proceso de cambio, y al comparar las parejas con resultados exitosos
y no exitosos, se observa que las parejas que trabajaron con TCTP con resultados
exitosos al finalizar el tratamiento demostraron un patrón de aumento en la tasa de
comportamientos positivos, disminuyendo los comportamientos negativos, pero
posteriormente disminuyen la frecuencia de patrones positivos, por el contrario, las
parejas del grupo de TCIP, mostraron un patrón inverso, en el, inicialmente
disminuyen las conductas constructivas, pero luego van en aumento. En los casos
en que no hubo respuesta a ninguno de los tratamientos, se evidencia un patrón
significativo de disminución en los comportamientos positivos y aumento de los
negativos (Sevier, Atkins, Doss, & Christensen, 2015).
29
•
Conclusiones
La TCIP es una forma de intervención relativamente joven en su desarrollo en
comparación con otras terapias de pareja del mismo marco teórico, sin embargo, a
pesar de su breve desarrollo ya ha mostrado aspectos y resultados interesantes de
analizar.
La conceptualización de los problemas de pareja, entendiéndolos a través del tema,
la polarización y la trampa mutua, le otorga un mayor enfoque relacional en
comparación a sus predecesoras conductuales, las cuales entendían los conflictos
como producto de los déficit conductuales en comunicación y resolución de
problemas o bien en las distorsiones cognitivas de los individuos, en cambio esta
nueva forma de entender la etiología de los problemas se centra en la interacción
de la pareja.
El trabajo inicial en la aceptación de las diferencias en la relación de pareja, por
sobre la identificación de conductas problemáticas, puede generar en las personas
mayor motivación al cambio, por no sentirse cuestionados en su actuar, además
permitiría fortalecer la alianza terapéutica, bien puede ser este factor el que explica
que inicialmente las parejas que participaron en TCIP muestran mayor satisfacción
marital en comparación con las parejas incluidas en el grupo de TCTP. Muy de la
mano del trabajo en la aceptación, se encuentra el traslado del foco del agente de
conducta al destinatario de ésta, esto implica que no se centra la intervención en un
supuesto miembro problemático de la relación, sino que en cómo ambos se afectan
con el actuar del otro, lo que podría promover la empatía en la relación amorosa. La
30
empatía también se ve fortalecida por dar mayor importancia a la historia personal
de cada miembro de la pareja, al hacer esto y entender entre ambos participantes
el origen de su actuar, es más factible que se comprenda el comportamiento mutuo,
desde la perspectiva histórica de la biografía de cada uno, más que una forma de
actuar específica con el otro, y por ende, cada uno se sentirá más comprendido por
su pareja, lo que puede allanar la actitud para los cambios requeridos.
La menor utilización de reglas, por ejemplo, de cómo se deben comunicar y resolver
los problemas, y el mayor énfasis en los reforzadores naturales de la relación, puede
hacer que aumente la adherencia al tratamiento, al vivir el proceso terapéutico como
algo más natural y no como cambios artificiales impuestos.
Se evidencia además una mayor incorporación del trabajo en las emociones,
aspecto característico de las terapias de tercera generación, lo que refleja además
la incorporación de énfasis provenientes de otras perspectivas teóricas, en este
caso, de la Terapia Focalizada en las Emociones, lo que demuestra el interés de los
autores en desarrollar una intervención de carácter integral.
El surgimiento de la TCIP se debe a las críticas que se hacían a la TCTP en cuanto
a sus resultados, sin embargo, al comparar los porcentajes obtenidos por ambas
formas de tratamiento, se evidencia que no existen grandes diferencias, por
ejemplo, ambos tratamientos al finalizar tienen casi un tercio de parejas que
igualmente se divorcian o separan, lo que da cuenta que la TCIP en este indicador
no es superior a la TCTP, en este aspecto entonces no implica una mejoría respecto
a su antecesora.
Tras desarrollar esta síntesis de la TCIP es posible observar que bien pueden
complementarse sus estrategias con la TCTP, por ejemplo, iniciando un trabajo
focalizado en la aceptación, promoviendo la intimidad y cercanía en la pareja, lo
cual podría facilitar el abordaje de los patrones de comunicación y resolución de
conflictos, intervenciones características de la TCTP.
Al ser un tratamiento relativamente novedoso, aún quedan muchas áreas por
investigar, por ejemplo, en qué tipo de trastornos y problemas psicológicos
31
específicos sería pertinente abordarlos desde esta perspectiva, ya sea como
intervención central o como estrategia complementaria.
Bibliografía
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