CARACTERIZACIÓN DE LOS APORTES DE JULIO NÚÑEZ MADACHI A LA FILOSOFÍA Y LA CULTURA DEL CARIBE COLOMBIANO JOSÉ LUIS GONZÁLEZ PUENTES Docente – Asesor: NUMAS A. GIL O. Trabajo presentado para optar el título Profesional de Filósofo FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS PROGRAMA DE FILOSOFÍA UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO BARRANQUILLA, D E, I Y P 2017 TABLA DE CONTENIDO RESUMEN…………………………………………………………………………… Pag.3 INTRODUCCIÓN........................................................................................................ Pag.4 1. EXISTENCIA CARIBENSE: CONDICIONES PARA LA FILOSOFÍA DESDE EL CARIBE......................................................................................................................... Pag.6 1.1. VIDA Y SUCESOS DE UN FILÓSOFO DE RIO Y MAR......................... Pag.9 2. JULIO ENRIQUE BLANCO: NEXO ENTRE MAESTRO Y DISCÍPULO... Pag.18 2.1. ESTUDIO Y DIVULGACIÓN DE LA OBRA DE JULIO ENRIQUE BLANCO......................................................................................................... Pag.22 3. CARACTERÍSTICAS DE LAS APORTACIONES DE JULIO NUÑEZ MADACHI A LA FILOSOFÍA Y LA CULTURA EN BARRANQUILLA.............................. Pag.29 3.1. ESCRITURA Y DIVULGACIÓN DE TEMÁTICA FILOSÓFICA, LITERARÍA E HISTORICA.................................................................................... Pag.34 3.2. PARTICIPACIÓN Y FOMENTO DE ESPACIOS E INSTITUCIONES DE ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA................................................................... Pag.48 4. BALANCE CRÍTICO DE LA APORTACIONES HASTA LA ACTUALIDAD... Pag.53 CONCLUSIÓN........................................................................................................... Pag.54 BIBLIOGRAFÍA........................................................................................................ Pag.55 ANEXOS...................................................................................................................... Pag.61 RESUMEN La monografía que aquí se presenta radica en la recopilación, estudio y divulgación de la obra del filósofo Julio Núñez Madachi. En ello es un punto importante su relación con Julio Enrique Blanco, siendo su discípulo y amigo, cuya interacción le permitió el conocimiento y estudio de su pensamiento, para posteriormente dar a conocer una nueva visión de la historiografía de la Filosofía Moderna en Colombia. A las aportaciones de Julio Núñez Madachi al desarrollo de la Filosofía en Barranquilla se le suman los estudios de Literatura Moderna y estudios heterodoxos a la Historia Cultural de Barranquilla; el objetivo es hacer el primer estudio general de un personaje qué se inscribe con méritos propios en la Historia de la Filosofía en la ciudad de Barranquilla a finales de la segunda mitad del siglo XX. Palabras claves: Filosofía Moderna en Colombia, Literatura Moderna en Barranquilla, Aportes, Cultura del Caribe colombiano, Caribense. INTRODUCCIÓN En torno al conocimiento de la filosofía y a la consecuente praxis a filosofar desde el Caribe que nos impregna, nos vemos interesados por saber acerca de nuestro lugar en la filosofía en Colombia; no solo podemos abordar dicha catedra constatando los hechos más significativos sino también los personajes que abrieron paso, fundando y asentando las bases para la posible exploración y estudio pormenorizado desde un ámbito académico la filosofía. Es así que desde este punto de vista, se buscaran los referentes en la historia de cómo sucedió la posibilidad para que se estudiara y se enseñara Filosofía o precisando, la Historia de la Filosofía en la ciudad de Barranquilla. Las vicisitudes, necesidades, hechos y acontecimientos que se requirieron para que fuera una realidad. Todo esto irremediablemente nos lleva a conocer la figura de Julio Enrique Blanco, como filósofo referente para el surgimiento de lo que hoy es la Universidad del Atlántico y posteriormente su Programa de Filosofía. Pero al constatar que no solo Blanco, sino muchos otros personajes se daban a la tarea del estudio de la filosofía, ya fuera desde lo académico o lo informal, se revela un campo de estudio bastante amplio donde ciertas figuras y lugares, se mezclan en una emblemática historia. Es aquí donde la efigie de Julio Núñez Madachi, aparece ante nosotros no solo como un estudiante de filosofía, luego como profesor de la misma, sino cómo un auténtico filósofo que vive y transmite la filosofía por medio de su personalidad y su corporalidad. Consecuentemente nos vemos interesados por averiguar desde su misma voz y sus textos, dar un testimonio de su existencia como ente clave para la consolidación de un legado, un rastro, un nexo entre él y su maestro Julio Enrique Blanco de la Rosa. Estas son las razones que nos impulsa a investigar su labor como docente y divulgador de la ideas de su maestro, como continuador de esa In-tele-agencia que buscaba realizar y concretar ideas titánicas en torno a una ciudad que iba y va creciendo a la par del mundo en sus distintas épocas. Lo anterior se ve reflejado cuando se busca los referentes a la labor filosófica de Julio Núñez Madachi, en torno a la vida y obra de Julio Enrique Blanco de la Rosa, la cual es muy conocida y citada, a pesar de tener muchos años, aún se refleja en la admiración y respeto por parte de colegas y entendidos. Y es que en su recorrido por los caminos de la filosofía nos topamos con muchos referentes; desde su profesorado y publicaciones en la Universidad del Norte, su papel fundamental en la fundación de los Conversatorios Filosóficos en la ciudad de Barranquilla -de ininterrumpida activad-. La creación junto a colegas del Instituto de Filosofía Julio Enrique Blanco, siendo su primer director e igualmente la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad del Atlántico, con su Programa de Filosofía, consolidado así el efecto final que su maestro y amigo no logro ver en vida. Además del despliegue del rigor de la escritura filosófica, a la literatura y la historia de la ciudad y su posterior publicación en los diarios y revistas culturales. Sobre todo, es hacer un balance general de su trabajo, desde sus falencias, lo que ha trascendido y lo que ha desaparecido del mismo. Son todos estos referentes y su misma presencia lo que nos lleva a optar su figura como sujeto de estudio, ya que poco se ha escrito acerca de él y de otros personajes, que han tenido una incidencia en el desarrollo y consolidación de la filosofía en el Caribe colombiano. Razones de peso, en un intrincado sendero ya que se ha de escarbar entre sus libros, ensayos y conexiones con toda una gama de personajes en esta ciudad del Caribe, ambiente y terreno geográfico del cual como análoga ciudad alejandrina o las más antiguas colonias helenas, dio cabida a un ser para filosofar y dejar una huella atemporal a los futuros filósofos para continuar un hilo, un legado, para hacerlo propio; atreverse a pensar y actuar, viviendo la filosofía en el Caribe colombiano. 1. EXISTENCIA CARIBENSE1: CONDICIONES PARA LA FILOSOFÍA DESDE EL CARIBE. Barranquilla, ciudad privilegiada de Colombia dado su particular nacimiento y desarrollo a lo largo de los siglos, se nos revela como una ciudad, que no solo ha sido un lugar o territorio en donde han confluido multitud de escenarios tanto económicos, antropológicos, culturales y sociales, sino que se revela también como un enclave de un pequeño universo llamado Mar Caribe; un vasto mar de múltiples riquezas, tanto étnicas como materiales, desde aborígenes y sus sociedades centenarias desarrolladas en un ámbito espiritual y matemático-astronómico, dada su conexión con el cosmos, pasando por utopías piratas, hasta llegar a proyectos humanísticos en pro de la libertad y el desarrollo de una cultura caribense, propia. Es ese mismo Mar, horizonte del cual emula en muchas etapas y lugares de la historia de la filosofía, se dieron las condiciones para que surgieran personajes, vivencias, ideas y pensamientos de los cuales muchos han llegado a nuestro tiempo, dada la universalidad de las mismas, permitiendo así eventualmente su reproducción en diferentes condiciones pero con los mismos anhelos humanos por el desarrollo de sí mismos y de sus semejantes. Y es que “El mar Caribe como realidad y como metáfora ha vuelto a ese espacio familiar de la filosofía y de la historia como filosofía” (Ferro, 1990). 1 Neologismo acuñado por Julio Núñez Madachi, para expresar ese particular forma de ser del hombre del Caribe, una existencia cargada de una atmosfera de cultura universal en un mar que asemeja un microcosmos. Esta misma realidad del Caribe, ha hecho posible la consolidación de un legado filosófico. Con distintas generaciones que han sabido atisbar y dar el lugar que nuestro contexto existencial tiene para consecuentemente generar una forma o manera de pensar propia. Julio Enrique Blanco, fue el pionero en hacerlo y dar unas bases sólidas para una filosofía creativa, una “Metafísica del Ser Caribe” prototipo, arquetipo u “sofotipo” que él mismo pensó y encarnó, siendo un ejemplo a seguir y admirar. Así lo tenía esclarecido desde su propia vivencia. “Atiende bien a cuanto voy a decirte y escríbelo claramente para los tiempos que han de venir. No temas repetir lo que voy a decirte por la crudeza cáustica de la verdad y justeza de lo que anuncia. Será ciertamente para que se admiren los andinos por lo que es posible en tu marina ciudad natal y no lo es en las montañosas ciudades de ellos. Porque el mar es la apertura de todas las vías de la historia, civilización y cultura de la humanidad, y la montaña es la cerradura, atajo y rechazo de esas vías.” (Núñez, 1999). Un ser u ente caribense, más allá de tener ínfulas de una palabra, concepto o raíz metafísica y existencialista de los hombres del Caribe, encarnará un aquí y ahora, individuos dispuestos a filosofar y a crear desde su propio legado, o, en su defecto, el de las filosofías que nos han llegado universalizadas hasta nuestro tiempo; es decir de una ética, estética y epistemología propias o prestadas, que den efectos concretos en la realidad social de nuestra ciudad. Y es que el filósofo auténtico, aquel de antigua estirpe, producía consecuencias en sus congéneres, manifestaba con su forma y estilo de vida el reflejo de un pensamiento que buscaba transformar su realidad. Así lo entendió Julio Núñez Madachi, al continuar y hacer propio ese legado para fomentar nuevos espacios donde fuera la filosofía protagonista y poder continuar con la labor iniciaba por su maestro y amigo. Todo ello en una Barranquilla donde a lo largo de su trasegar por la misma, se hallaba en un ambiente económico en total decadencia, en parte por la mala administración de los políticos de turno en su avaricia de poder económico y en un proceso histórico de desvaloración de Barranquilla, como puerto principal de Colombia con el desligue del entorno agrícola, totalmente ignorado y sin articulación con la ciudad. Decenios que pese a la situación social alarmante, mostraba otro aspecto en el plano cultural. Con el auge todavía latente de la literatura Latinoamérica, y en especial del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez y el acuñado “Grupo de Barranquilla”, se veía un campo fértil para los estudios literarios que muchos personajes llevaban a cabo, entre los cuales Julio Núñez Madachi se destacó, dada su formación académica, no solo como filósofo sino también como crítico literario. Por consiguiente, estas han sido las condiciones en que se desenvolvió un personaje que nos invita a seguir una tarea filosófica; las nuevas generaciones de filósofos barranquilleros, han de llevar la filosofía a la calle, seguir fomentando nuevos focos para popularizar la filosofía y dar soluciones a problemas concretos, desde el ejercicio de la reflexión, y complementar la tarea que desde la academia se ha venido forjando, que es el fortalecer ese legado filosófico, cultural y académico en el que nos vemos inmersos. 1.1. VIDA Y SUCESOS DE UN FILÓSOFO DE RIO Y MAR Julio Cesar Núñez Madachi nació el 24 de abril de 1948, en la ciudad de Barranquilla. Hijo de Eugenia Madachi Sánchez, nacida en Curazao y de Jorge Núñez Peña proveniente de la ciudad de Santa Marta. Los mismos influyeron muy poco en su educación y crianza, debido a que ambos viajaban constantemente a Curazao por distintos motivos, no obstante, las relaciones con los mismos, fueron muy buenas hasta el grado, -según confiesa en una entrevista concedida en el año de 1994- (ver anexo No.1) que él llegó a influenciarlos gratamente a ellos. Así devino en una familia de consanguineidad de 3 hermanos por parte de su madre y 3 por parte de su padre. Criado por parte de una de sus abuelas, muy querida y estimada por él, fue impositiva en lo social, lo que le limitó la sociabilidad cuando niño. Así que pasó gran parte de la misma dedicado a jugar, muchos de estos inventados por sí mismo, por medio de las mascotas de la casa (gatos y perros); propias figuras de un naturalismo filosófico. Fueron estas circunstancias las que forjaron una conciencia aislada y solitaria en su periodo infantil. Fue este el contexto hogareño en el que cursó su primaria en la escuela Sexta de Varones, conocida hoy como Colegio Simón Bolívar. Desde su infancia hasta su adolescencia se vería ya personificada esa tendencia a la introspección y reflexión -que conlleva una vida solitaria- con todo lo que le circundaba e impregnaba en su memoria: “El juego ya compartido, de tipo social, va a partir de los 13 años; es decir, la influencia de mi abuela ayudó a determinar mi temperamento y carácter, y mi decisión de salir adelante; pero debo ser sincero, realmente me hice solo, mis padre estaban distantes, en Curazao, y puedo decir que fue una gestión muy personal la mía. Recuerdo mucho una imagen de niño en una emisora. La Voz del Atlántico, en el Paseo Bolívar, donde hoy queda un hotel, diagonal a la estatua de Bolívar, en los años 50, y fue un saludo que me dio el presidente de ese momento, Rojas Pinilla, militar, y además me entregó un balón de fútbol; esa imagen la tengo constantemente en el recuerdo.” (Del Castillo, 1994) Esas mismas situaciones y acontecimientos a los que se veía sometido por distintas circunstancias, hicieron que suspendiera sus estudios secundarios que luego retomaría y culminaría en el INEM. “Mi ingreso al INEM fue decisivo para mi vida, yo entré en una edad avanzada, mi reinicio de los estudios a nivel secundario fue tardío, pero ingresé y esa fue mi salvación.”(Del Castillo, 1994). Pero paradójicamente esa interrupción de sus estudios le dio la sensatez para desarrollar todo su potencial reflexivo: “En cuanto a mi rendimiento académico en el INEM, puedo decir que la costumbre de leer debido a mi madurez, me permitía tener una perspectiva más amplia para captar las explicaciones, y a veces adelantarme al pensamiento mismo del profesor, y eso me impulsaba a estar leyendo constantemente, lo cual fue muy provechoso para mí.” (Del Castillo, 1994). Fue ese mismo talante por la lectura lo que lo llevó a la filosofía, siendo la misma el inicio de la interminable enseñanza y vivencia de esa labor que hasta la actualidad ha seguido promulgando. “(…) La filosofía, por su parte, fue una intrusa que en un momento dado se presentó allí, cono una especie de necesidad de apoyo a la lectura para ayudarme a entender y comprender la forma de pensamiento de algunos personajes, pero creo que una persona que influyo mucho fue un filósofo y literato, Jean Paul Sartre, existencialista. Esa ambigüedad en Jean Paul parecía que yo la hubiese estado viviendo y la asumí. El estudio de Jean Paul Sartre me condujo al padre del existencialismo, Kierkegaard, quien presenta aspectos maravillosos y muchos conflictos de tipo personal que me atraían enormemente; luego me acerqué a Karl Jaspers, especialmente por unos estudios suyos sobre estética y sicopatología que me impresionaron, pero siempre llevaba la idea precisa de que la filosofía me condujera al método de interpretar los textos; ya después, con Hegel y las lecturas que realizaba, la filosofía fue más doctrinal y tomé en serio el mundo de la filosofía y opté por la cultura griega.” (Del Castillo, 1994). Así que esa lectura inicial del existencialismo, sería el inicio más que indicado, para su iniciación en los estudios filosóficos y añadidamente sus preocupaciones vivenciales que le hicieron identificarse inicialmente con esa corriente de pensamiento, que más adelante, se verían reflejados en su estilo de escritura, de enseñanza y encarnación de la misma. Después de finiquitar los estudios secundarios consecuentemente Julio Núñez Madachi, se inclinó a seguir sus estudios superiores, pero irónicamente su inicio no fue la filosofía de forma profesional, la vida, y él mismo, tuvieron un rumbo inesperado: “Inicialmente yo me inscribí como estudiante de derecho, en la Universidad del Atlántico, pero era incómodo para mí, como estudiante universitario que apenas iniciaba su actividad académica, saber que era el 110, según el orden de lista de la A a la Z; Era imposible entrar al curso, de manera que abandone rápidamente la carrera y se da la coincidencia de que abren la Facultad de Filosofía en la Universidad Metropolitana, así que me trasladé allá; era una Universidad que se iniciaba y la Facultad de Filosofía tenía como finalidad irrigar culturalmente todas las demás facultades de salud, finalidad que en un momento dado cumplió, pero para el Consejo Superior de la Universidad, esa oxigenación se convirtió en algo contraproducente, y vieron la necesidad, después de 5 o 6 promociones, de cerrar la facultad. Comenzamos entonces, un grupo de jóvenes, a crear un taller de literatura que fue integrado por estudiantes destacados en ese momento y luego artistas y escritores como Mónica Gontovnik en la poesía, Diego Marín en el ensayo, Ernesto Gómez en la crítica de Cine, Eduardo Bermúdez como filósofo y escritor. Con ellos se configuro un grupo interesante de estudiosos tanto de la Literatura como de la poesía, y se mantuvo un nivel de estudio e investigación permanente. Después vendrá la creación del Instituto de Filosofía “Julio Enrique Blanco”. ” (Del Castillo, 1994). Ese grupo de estudiantes graduados de la Facultad de Filosofía de la Universidad Metropolitana, entre los años 1980-1983. Egresaron como Licenciados en Filosofía y Letras, Margarita Marín Contreras, Claudia Posada, Lácides Martínez y Mario Zapata, además de los citados. Todos ellos organizaron el Centro de Estudios Filosóficos de Barranquilla, quienes: “agitaron la reflexión racional por esa época en nuestra ciudad. Los intereses del grupo oscilaban entre la literatura y la filosofía, siendo mentor del Centro el desaparecido filósofo Carlos J. María. La producción de los integrantes empezó a divulgarse en la revista <<Huellas>> de la Universidad del Norte” (Coley, 1997, p.42). No solo esta generación de nuevos filósofos, donde está incluido Julio Núñez Madachi – Graduado con un ensayo sobre la obra de Porfirio Barba Jacob: Aquarimántima: lo divino y lo humano en el rapto de imaginaciones oníricas de Barba Jacob.-, publicaron en la Revista Huellas, también muchos de ellos lo hicieron en el desaparecido Diario el Caribe por medio de su Suplemento dominical Intermedio. El mismo fue la plataforma para que se dieran a conocer los primeros trabajos sobre la figura de Julio Enrique Blanco, por parte de uno de sus contertulios dialógicos. Así el 18 de mayo de 1980 en el ejemplar de Intermedio No 325 titulado Julio Enrique Blanco 90 años de vida. Aparecerían los textos, Notas aproximativas para inquirir su valoración, Principio de una conversación con Julio E. Blanco y Un joven de 90 años, que constituyen el primer esbozo de lo que sería el trabajo monumental entorno a la figura de su maestro y amigo. Pero la anécdota de cómo Julio Núñez Madachi conoció a su homónimo, es muy singular e interesante: “El contacto con Julio Enrique Blanco fue uno de los más significativos en mi vida. Yo era un joven muy soberbio, aunque esa soberbia se había serenado un poco con mi transcurrir por el INEM pues el logro moldear mi temperamento. Luego, mi carácter se vio orientado y definido a partir de mi amistad con Julio Enrique. Mi relación se estableció a partir de la necesidad de elaborar una tesis de grado para titularme como filósofo; entonces me di a la tarea de buscar una cantidad de artículos de ese “filósofo lechero”, como lo llamaban peyorativamente y me di cuenta de que era famoso a nivel nacional e internacional, por sus escritos en varias revistas; en mi investigación en la Biblioteca Departamental, le comenté mi propósito a Meira del Mar, quien fue el nexo directo de la relación con Julio enrique Blanco. Al realizarle mi primera visita, yendo recomendado por Meira, nos caímos bien de inmediato, y a partir de ahí, establecimos una relación de amistad sincera y muy trascendental para mi vida y algo significativa para él. Empezamos todos los sábados, todas las semanas y todos los años desde el 74 hasta el 86 en que él murió. La enseñanza más grande que obtuve de Julio Enrique Blanco, fue el sentido de la modestia, el rigor y la exigencia en el estudio, la estética de las relaciones humanas y los principios morales.”(Del Castillo, 1994). Fue gracias a la poetisa Meira del Mar, -cuyo seudónimo es el nombre de la misma Biblioteca Departamental en la actualidad- la conexión para que ambos se conocieran y crearan un fuerte vínculo; solo la muerte interrumpió el dialogo constante que mantuvieron. Y es gracias a esa amistad filosófica la que permitió la colosal labor de dar a conocer la obra y vida del “Filósofo Absoluto” como le calificaría su amigo en un libro que recoge parte de su correspondencia. Y fue esa misma labor, la que mantiene viva la memoria y el ejemplo de un filósofo integral, que replanteo los inicios de la Filosofía Moderna en Colombia. Y es por ese mismo trabajo que algunos consideran a Julio Núñez Madachi, el “guardián incansable de su legado” (Rodríguez, 2013, p.15). Su experiencia como docente la iniciaría en la Universidad del Norte como paralelamente en la Universidad del Atlántico, esto se puede constatar según Ábel Avila, quien hace una pequeña biografía y bibliografía de Julio Núñez Madachi, (1995, p. 262). La evidencia que hace constar su tiempo como “prestador de servicios profesionales” en un certificado afirma que empieza desde el 2 de agosto de 1983 hasta noviembre de 1990. (Ver Anexo N. 2). No obstante según lo expresado por Julio Núñez Madachi en una entrevista e igualmente el certificado que serán anexados al final de esta monografía, su trabajo en dicha institución empezó desde el año de 1981, siendo inicialmente archivista de la Biblioteca de dicha Universidad. Una evidencia que contradice el certificado, es la Revista Huellas, Vol. 3 No. 7 del mes de septiembre de 1982. Allí, pagina número 2, por parte del editor, Lola salcedo Castañeda, hay una breve descripción de su curriculum vitae. ”Es licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Metropolitana. Ha realizado estudios de especialización en Filosofía Latinoamericana e Historia de Colombia. Colabora en distintos suplementos literarios de la prensa barranquillera. Actualmente es funcionario adscrito a la Biblioteca de la Universidad del Norte y profesor catedrático en la Universidad del Atlántico.” Igualmente en dicha revista se encuentran reproducido el texto José Feliz Fuenmayor la poesía del “Hombre en transición”. Y 3 reseñas bibliográficas de los libros: Nea-apo-kalipsis de Julio Enrique Blanco; Pensamiento Económico de Ben Seligman y Universidad a distancia de Luis M. Peñalver. Podemos reafirmar, en parte, la veracidad de las palabras expresabas en la entrevista. Y constatar los estudios de Postgrados realizados en la Universidad Santo Tomas, de Bogotá. (Coley, 1997, p. 44). Al igual que la Especialización en Administración Universitaria en A.S.C.U.N. e ICFES. (Ávila, 1995, p. 262). Hayan sido, 9 o 10 años los pasados por dicha Universidad, lo importante es resaltar el paso por la misma y el motivo no muy claro de su salida. Ya que las versiones de su retiro no están del todos claras. La más factible es que haya sido por incitaciones de carácter sindical, ya que pretendió forma dicha agremiación. En todo caso su salida por el motivo que haya sido, calo hondamente en dicho personaje. Desde la Revista Huellas publicando varios textos y siendo unos de los redactores de la misma, hasta la publicación del libro compilatorio sobre la correspondencia filosófica entre Julio Enrique Blanco y Luis López de Meza, su trabajo en la misma es de destacar y así lo plasmó su actual Rector por más de 37 años: “El mérito de Núñez Madachi, en éste como en otros trabajos sobre Blanco, ha consistido en la organización y comentarios de los escritos de un pensador que no ha recibido todavía la suficiente atención en la historia de la filosofía en Colombia y que es, a todas luces, un verdadero innovador y filósofo representativo de lo que hemos llamado el cosmopolitismo de los pensadores de la filosofía de la Costa.” (Ferro, 1988, p. 2) La importancia del trabajo en torno a la literatura de Julio Núñez se verá recompensada en esta época siendo miembro del Consejo Regional de Colcultura, miembro del Comité de redacción del Suplemento Literario del Diario el Caribe. (Ávila, 1995, p. 263). A su vez desplegando sus conferencias en el entonces Teatro Municipal Amira de la Rosa, muchas de ellas de corte sobre crítica literaria que al parecer aparecerían en un libro intitulado, Antología crítica de la poesía del Atlántico. (Ávila, 1995, p. 263). De todo ello apenas hay registros fotográficos de recortes de periódicos y referencias asiladas, un ejemplo es una conferencia enmarcada en un ciclo de Literatura, con el título Ensayistas de la Costa Atlántica. Todo esto dio fue terreno fértil para que se iniciaran los Conversatorios Filosóficos, a la par que pasaba a la Universidad del Atlántico como profesor de planta, creando junto a José Gabriel Coley y una comisión de profesores, el Instituto de Filosofía Julio Enrique Blanco. Todo ello en el año de 1991. (2011, p.75) En medio de todo ese trabajo, se casó 2 veces y se separó en 2 ocasiones, del último de ellos, con la Señora Ruby Pérez tuvo 3 hijos. (Del Castillo, 1994). Desde entonces, año 1991, hasta la actualidad Julio Núñez Madachi ha pasado por distintas etapas en la Universidad del Atlántico. Fue director de la Biblioteca Julio Enrique Blanco alrededor de 2 años, profesor catedrático del Instituto de Filosofía, profesor titular del Programa de Filosofía adscrito a la Facultad de Ciencias Humanas para posteriormente ser nuevamente catedrático. De todo ese periodo publicó el libro Julio Enrique Blanco: Dialogo con un Hombre de Pensamiento y Acción Educativa, a la par de ensayos en las Revistas STUDIA, INEYA, ALETHEIA, AMAUTA, entre otras. En el capítulo 3 se hará un estudio periodizado, más a fondo de todo lo publicado, desde la Revista Huellas, pasando por el Suplemento del Diario el Caribe, Revista Dominical del Heraldo, hasta las publicaciones de la Universidad del Atlántico, el Observatorio del Caribe colombiano, la Revista Olas y la Revista Catedra Gabriel García Márquez. Así ha sido y así es, la vida y la obra de Julio Núñez Madachi, un filósofo que orbitó por múltiples espacio, desplegó todo su saber y capacidad para darnos un relato biblio-biográfico que se entrelaza y entremezcla, da fe y razón de sus andanzas en la filosofía y nos deja un escenario para seguir actuando como esos hombres caribenses que han de continuar pensando el Caribe. 2. JULIO ENRIQUE BLANCO: NEXO ENTRE MAESTRO Y DISCÍPULO En cuanto a la indagación de su trabajo y posterior conocimiento desde la misma voz del maestro, la impronta que él mismo dejó en su discípulo e igualmente la posible influencia que Julio Blanco tuvo en Julio Núñez, se ha de indagar inicialmente cual era el pensamiento o la impresión que tenía el maestro de su discípulo; así hemos podido dilucidar unas líneas en torno a esa amistad filosófica que desde estudiante tuvo con esa “inteligencia solitaria”. Así los expresó Blanco en una entrevista “(…) A propósito de éste joven, tengo la percepción de que él tiene verdaderamente el don estudioso de la filosofía.” (Hermida, 1986, p. 11). Dada a esa autentica propensión a la filosofía fue que Julio Núñez, entabló ese diálogo constante como herramienta discursiva e interpretativa para ir esbozando y consolidando el estudio a fondo y sistemático de la filosofía de la In-Tele-Agencia: “J.N.M. Diálogo en forma sencilla. J.E.B. Perfecto me parece entonces. Me gusta hablar con personas a quienes también les gusta hablar conmigo en ese sentido. Conversar así sobre temas que, como los últimos que usted acaba de insinuarme, son para mí de su complacencia. J.N.M. Pero tengo entendido que el diálogo es un instrumento que, a diferencia de otros (por ejemplo el musical), resulta de una gran eficacia cuando más o menos, y guardando las distancias debidas, se mueve dentro de un sistema de categorías que están a la misma altura vital. Me pone usted entonces en la embarazosa posición de hacer de mí un colocutor a un nivel al que, como estudiante de filosofía que soy, aún no he accedido. J.E.B. habla usted con modestia. Pero quiero anotarle que a ese nivel se puede llegar por la espontaneidad misma con que se va desarrollando la conversación. Recuerde que el Sócrates de los diálogos de Platón lo sostenía así. Hacía que las mentes de sus colocutores “parieran” los pensamientos que levantaban los niveles de sus temas, extrayéndolos así de los “embarazos” en los fondos de sus conciencias.” (Núñez, 1998, p. 27). Diálogo socrático entre ambos, desde la indagación por la vida y obra del maestro, pasando por el proceso de la creación de la Universidad de Atlántico, el ser del intelectual, la crítica, la literatura, la política, el arte y distintos personajes históricos del pensamiento y del escenario nacional. Terminando así en una prolija erudición de ambas partes en una casi interminable conversación -grabada magnetofónicamente y perdida lamentablemente- la cual sería el producto mismo de la confianza para la posterior divulgación parcial de la obra y el estudio a fondo de la misma. La consecución del epistolario del “óptimo amigo” Luis López de Mesa, mantuvo con Julio Enrique Blanco y así consolidar la visión propia del discípulo para con el maestro y proponer el replanteamiento de la secularización de la filosofía a principios del Siglo XX. En cuanto a la influencia del maestro en el discípulo, se ha podido establecer esa constante indagación por la cultura del hombre del Caribe colombiano, ese hombre caribense que desde el ámbito literario en su mayor expresión lo ha develado en su singularidad de hombre cosmopolita, y en su historia como terreno atípico para un desarrollo un tanto discontinuo ya que es esa misma falta de continua reflexión filosófica la que nos ha develado la consecución de un consciencia política de esa utópica ciudad alejandrina. Al respecto podemos constatar esa preocupación e influencia en Julio Núñez Madachi: "Las reflexiones que hemos hecho hasta aquí ponen de relieve la necesidad de una reflexión filosófica de las sedimentaciones de la naturaleza del latinoamericano, en cuyo horizonte se estructura la imagen del hombre del llamado subcontinente. Sin una imagen del hombre ganada a partir de la reflexión filosófica de sus propias sedimentaciones, las políticas de desarrollo constituirían como hasta ahora constituyen un hacer sin proyectar a un proyectar sin hacer. Lo primero nos conduce a un nihilismo cultural y lo segundo a formulación de utopías. Para superar este dilema es preciso reflexionar nuestra cultura." (Núñez, 1984, p. 15). Esa tendiente universalización que tiene la filosofía para indagar desde lo particular, para hallar construcciones hacia lo universal y consecuentemente hacia lo práctico, devela una de las grandes influencias de Blanco en Núñez. Además de esa modestia manifiesta en Blanco, hará en Núñez una especie de fomentador y fundador tras el escenario, un actor en la sombras para la terminación de su legado. Ya que teniendo conciencia del proyecto blanquista en el cual: “J.E.B. De acuerdo con los propósitos y programas que también oportunamente hice saber, funde la Escuela de Bellas Artes como una unidad integral de música y de pintura, a fin de que de ella, y por ella, irradiasen después las enseñanzas de las demás artes que dan ornato y cultura a la existencia humana. Y más aún, indicando que, allende éstas, debía tenderse a la creación de una facultad de humanidades, ya que son las enseñanzas de éstas las que coronan, por decirse así, toda obra de genuina, verdadera cultura, valor de lo humano dentro de una sociedad. Ante todo, con una Facultad de Filosofía.” (Núñez, 1998, p. 92). En definitiva la consecución de esa acción educativa, el Telos que coronaria el inicial Museo del Atlántico y posteriormente la Universidad del Atlántico, era ese escenario donde fuera posible la reflexión crítica, que permite la filosofía hacia la cultura para llevarla a esa genuina humanidad universal. Julio Núñez Madachi de antemano tenía conocimiento de ello y cuando las circunstancias y los personajes confluyeron él actuó en concordancia a lo que aprehendió de su maestro: “Obra de Julio Enrique Blanco, que al momento de querer ser consecuente y realizar en el acto (con la creación de la U. del Atlántico) el “núcleo racional” de esa su filosofía, se reveló como postulado moral indeclinable, el imperativo del deber que a todo individuo, miembro de una sociedad y sujeto de una ciudad, manda a que contribuya, no solo al logro del bienestar material, sino también al progreso espiritual de esa sociedad. De donde se infiere que la Universidad del Atlántico, como realización en acto, de la idea más fecunda de Blanco, fue, como finalidad, el resultado de un proyecto filosófico, pero, también, el cumplimiento de un imperativo ético; imperativo ético de amplio espectro que debía proyectarse en “amplias ondas”, desde su núcleo central (la Universidad ya como foco dinámico de cultura) hacia finalidades de orden social y amplia cobertura cultural, en pro, siempre, del desarrollo material y el progreso espiritual de la ciudad de Barranquilla, del departamento del Atlántico y la Costa Norte de Colombia. Y aún más en amplitud de proyección cultural, en beneficio de la nación y de todo el Caribe antillano.” (Núñez, 2002, pp. 69-70). 2.1 ESTUDIO Y DIVULGACIÓN DE LA OBRA DE JULIO ENRIQUE BLANCO Visto que la indagación de la vida filosófica de Julio Enrique Blanco, comienza a dar sus frutos en esos diálogos constantes, en consecuencia Julio Núñez Madachi , empieza a dar a conocer esas conversaciones iniciales juntos a su compañero de estudio Eduardo Bermúdez. Que mejor forma de hacerlo un día después de su cumpleaños 90, el 18 de mayo de 1980 en el ejemplar No. 325 del suplemento del Diario del Caribe: Intermedio, titulado Julio Enrique Blanco 90 años de vida. En Principio de una conversación con Julio E. Blanco, ambos indagan por los autores, que desde esa misma autodidaxia, forjo su intelecto desde su juventud. Así hace un recuentro de los autores tanto en biología y física, como de filosofía y literatura dieron el talante a su inquebrantable labor por el pensamiento. Además el texto Un joven de 90 años, donde Julio Núñez hace una pequeña biografía y un extenso catálogo de las traducciones, tratados completos, ensayos y diarios publicados e inéditos, dando casi una completa bibliografía de los publicado y por publicar hasta ese momento. También el ensayo Notas aproximativas para inquirir su valoración, con el cual se hace una vehemente denuncia en torno al abordaje y desconocimiento de la obra de Blanco: "Las presentes notas son un modesto intento de abordar tan difícil empresa, con el objetivo irreverente de fustigar a las inteligencias de nuestro medio tan acostumbradas y satisfechas con la llegada aquí de los Gilard y Zuluagas, que hacen lo que nosotros hemos sido incapaces de hacer." (Núñez, 1980). Así pues estas “notas” son más que un estudio crítico y divulgativo del trasegar de la filosofía blanquista. En ellas se elabora una cruenta contextualización de ese intelectualismo de antigua estirpe “egipcíaco” con la metafísica kantiana y el relativismo eisteiniano, en un sistema vernáculo de filosofía cientificista de la inteligencia. En resumen, así iniciaría Julio Núñez su perito en torno a la obra de Blanco, no sin antes constatar que mucho de lo publicado inicialmente, se volvería a reeditar, reproducir y divulgar con un impacto tal vez limitado ya que no solía trascender lo local o lo regional. “Así lo retrata quien es el guardián incansable de su legado y autor de dos libros de recopilación de su autobiografía y su correspondencia, además de varios artículos de prensa, y quien amablemente colaboró en nuestra investigación: el profesor Julio Núñez Madachi. Muchos de estos dato personales provienen de diversas versiones biográficas que en entrevistas privadas han sido publicadas por él, pues desde 1980 ha divulgado su pensamiento en varias publicaciones regionales –lamentablemente- sin lograr trascender ese espacio.” (Rodríguez, 2013, p.15). Y es que ha sido tal vez esa limitante lo que no ha dejado salir a luz toda la obra inédita de Julio Enrique Blanco, ya que por falta de interés no ha sido, más bien deviene tal vez factores de índole económica u otro problema el que no nos permita tener unos tomos de la obra completa de tan ilustre filósofo. Por su parte Julio Núñez Madachi ha quedado en deuda al no publicar un borrador que actualmente se halla todavía inédito: La filosofía como metafísica de la inteligencia: Diálogo filosófico y científico con Julio Enrique Blanco. Por otra parte es innegable la continua labor por dar a conocer los textos y publicaciones de su maestro, como vimos en el suplemento Intermedio del Diario el Caribe también se publicarían en los ejemplares No. 418 y 420 de 1982, el trabajo en torno a la Correspondencia Filosófica con Luis López de Mesa, que luego sería presentando en forma de libro bajo la editorial de la Universidad del Norte. En dicha publicación hallamos una carta fechada el 20 de agosto de 1986, unos meses antes de la muerte de Blanco en donde muy amistosamente le da las gracias en recuerdo de su gran amigo Luis Eduardo López de Mesa, con el cual tuvo ese gran flujo epistolar, recordando siempre la visión que ambos compartían del desarrollo del país. “A usted, amigo Julio Núñez y al vehemente deseo de llevar a cabo la publicación del “Epistolario” a que acabo de referirme, se debe la labor que ha llevado para el logro de ella” (Nuñez,1987, p.11 ). Trágicamente no vería en sus manos dicha publicación pero ante todo, sabiendo que su legado estaba en buenas manos. Con respecto a esa recopilación de cartas comentara Jesús Ferro Bayona: “(…) Tres años después, y cumplida una labor titánica de compilación, Núñez Madachi publica “Correspondencia Filosófica (1917 - 1966)” entre Julio E. Blanco y Luis López de Mesa, trabajo que recoge más de cincuenta años de coloquio epistolar en el cual se condensan estos dos grandes pensadores de nuestro siglo. Es un libro de referencia obligada para entender la historia de las ideas filosóficas en Colombia.” (Ferro, 1988, p.3). Y más que obligada, es el reconocimiento tanto a Blanco como a López, de esa labor casi desértica de secularizar desde su pensamiento y acciones un país en un terreno fértil para despertar su mayoría de edad. Así fueron pocos los que asumieron esa responsabilidad. Igualmente en el prólogo del mismo Núñez, tajantemente sella en definitiva ese reconocimiento: “La correspondencia que aquí se ofrece (…) constituyen un valioso documento en cuanto se refiere a la actividad filosófica en Colombia y al desarrollo de nuestra cultura en general. Aquellos que se interesen por la filosofía latinoamericana y por el desenvolvimiento del pensamiento filosófico nacional encontrarán la forma no sólo de llenas las numerosas lagunas nacionales, sino también la de poder valorar el esfuerzo de ambos por despertar, a comienzos de siglo, la conciencia ideológica del país y la intención de elaborar conceptos originales en filosofía, todo con el deseo de que Colombia iniciara la elaboración de ideas atrevidas que la colocaran en trance de nacionalidad pensante y no meramente comentadora de culturas foráneas. Para que Colombia, en fin, se adelantara -tal como lo señalara en ese entonces Julio E. Blancoun poco a la Argentina, Brasil y México: países que estaban trabajando con más ahínco en estos aspectos de “cultura superior; adelantarse en la expresión de algunos conceptos originales y no meramente reflectores de la vieja cultura eurasiática”.” (1987, p.14). La Universidad del Norte fue la plataforma, mientras estuvo laborando en la misma, donde Julio Núñez Madachi pudo divulgar sus estudios de la obra de Blanco e igualmente su rector, al publicar parte de la obra del mismo. Es así que en el ejemplar No. 7 de la Revista Huellas, hallamos en las reseñas bibliográficas, una reseña de la obra Nea-apo-kalipsis. Libro de revelaciones por razonamientos: “Pues bien, en este libro el filósofo barranquillero Julio Blanco intenta dar una respuesta a través del análisis y la descripción, pero fundamentalmente por razonamiento de la funcionalidad de esas complejas estructuras que conducen a la auténtica sabiduría de la especie humana ya en sus niveles superiores de cultura.” (Núñez, 1982, p.28) Libro eminentemente de estilo narrativo de experiencias vivenciales y teorizadas a partir de las mismas. Contenido original de su filosofía desde su propia concepción autobiográfica, de estados de conciencias y razonamientos especulativos. Un libro bastante extraño que el mismo Núñez no le daría un buen fortunio: “Muy poca atención se le ha presentado a este importantísimo libro de don Julio Enrique Blanco: sin embargo, creemos que si NEA-APO-KALIPSIS permanece y habrá –quizás- de permanecer inerte, potencialmente inerte por largo tiempo, y que muy a pesar del tema que trata, de ideología difícil de como prender, apreciar y aparentemente inútil, habrá de tener en el tiempo una luminosa aurora, como producto de verdadera cultura filosófica” (1982, p. 29). Y al parecer el tiempo le ha dado la razón, ha sido más de 30 años desde esta reseña y poco o nada ha calado este, al parecer, esencial libro en la filosofía engendrada por Blanco. Y el mismo continuara así, desconocido, entre colegas y los no estudiosos de su obra. Tal vez sea la poca publicación en su tiraje o el dar a conocer el mismo, que se hace desconocer el mismo. En la misma Revista Huellas No. 14 de 1985 publicara La Dimensión Metafísica de la Inteligencia, una prolongación de aquellas “Notas aproximativas” pero ahondando en la vida y en la filosofía de Blanco con una cronología anexada: “Considerando, entonces el curso del material que hasta el presente Blanco ha publicado, en un orden meramente cronológico, la filosofía o sistema de filosofía que ella expone se puede tratar de resumir esquemáticamente así: primero, como una inteligencia –IN-TELE-AGENCIA– o actividad que obra interiormente efectos finales que es la base de todo ser. Cuya esencia es la de su pensar, el cual, fluyendo, se estructura y, estructurándose así mismo, esquematiza la estructura del ser. Es así inmanente en su pensar y trascendente en su ser, para lo cual se da como impulso inteligente, impacto noético: flujo de noeses (pensamientos) que interior, inmanentemente aún, se estructura en categorías, noemas (centros acumulativos de duración y extensión), y arquetipos. Tales estructuras son, por tanto fluyentes siempre, siempre dinámicas, nunca estáticas, se mueven continuamente, son actividad incesante, como lo es la categoría de la causalidad que, con la correspondiente corriente de noeses, que arrancan de la inteligencia absoluta produce, al transcurrir, el noema del tiempo. Produciéndose de manera similar el noema del espacio. Y también similarmente más adelante los arquetipos. Todo esto como en un primer ciclo en que se realizan las estructuras de la esencia -actos necesarios de la inteligencia- que en su propia inmanencia fundamentan entonces la trascendencia. Como en un segundo ciclo la naturaleza viene entonces a producirse como un proceso telescópico, actuando por la causalidad que es su instrumento, del tiempo, del espacio y de ciertos arquetipos, hasta culminar en la sustantivación de sus primeros elementos. La energía y sus tipos: electrones, protones, fotones, etc., que resultan de dicho proceso.” (Núñez, p. 28). Esto es una metafísica inmanente o una inmanente metafísica, del reino eidético al materialismo atomista. Proyecto de sistema filosófico arriesgado y un tanto anacrónico, más de una genialidad y estilo brillante. Cuasi posmoderno salvando las distancias y las apariencias. Blanco hace de la filosofía un filosofar autentico y propio en un lugar donde la filosofía no tiene mucha relevancia, aun así ella misma fue pensada para penetrar esa áspera cultura y producir esos “efectos finales”, de una cultura genuina, autentica y universal, que muy al parecer estamos todavía en proceso de ese efecto final. Y finalmente la Dimensión espacial y temporal originaria en la vida de Julio Enrique Blanco, publicado el No. 28 de abril de 1990. En este texto nos trasladamos al pasado, a la niñez de Blanco y la Barranquilla de finales del Siglo XIX. Documento histórico y biográfico más que interesante ya que narra esa atmosfera y las trasformaciones ocurridas en la ciudad, tanto cultural, política y socialmente, siendo Blanco el eje central de esta crónica vivencial de una ciudad y un hombre que nace y se desenvuelve en la misma: “Acorde, pues, a como ocurrían las cosas que iban transformando a los pobladores, que a su vez transformaban en ciudad su aldea, había comenzado, también, para Julio Enrique, el tránsito de su niñez a su adolescencia. Había venido creciendo paralelamente con el embrión de la ciudad. Embrión vasto en desarrollo que será percibido en general, a través del prisma del niño Julio Enrique, que era también un embrión a su manera: el de un adolescente.” (Núñez, p. 16). Era así que hombre y ciudad estaban entrelazados y no es de extrañar que la reflexión filosófica que emprendía en la misma, tendría que sufrir los efectos de ese filosofar desde el Caribe colombiano. En definitiva la vida y obra de Julio Enrique Blanco, estudiada y divulgada por Julio Núñez Madachi ha tenido una mediana divulgación, tanto a la hora de publicar sobre su filosofía o su vida, tanto como la reproducción, reedición y promoción de esos mismos escritos que dan cuenta de su maestro. El tiempo dirá si Julio Blanco tendrá su merecido lugar en la Historia de las Ideas en Colombia, ya que desde la concepción de él mismo, poco o nada se preocupaba él por tales méritos o por publicidad de ser un pionero en la Filosofía Moderna en Colombia, desde la ciudad de mar y de rio que permitió el despliegue de su filosofía. 3. CARACTERÍSTICAS DE LAS APORTACIONES DE JULIO NÚÑEZ MADACHI A LA FILOSOFÍA Y LA CULTURA EN BARRANQUILLA La caracterización de los aportes de Julio Núñez pasa por varias fases desde su papel como filósofo de la cultura. Su filosofar tiende por varias temáticas; desde la enseñanza misma de la filosofía hasta su despliegue en ensayos, comentarios y pensamientos propios y de autores clásicos de la Historia de la Filosofía, el importante trabajo junto a su maestro Julio E. Blanco, investigando y fomentando su obra y su figura; Igualmente el estudio de la obra de José Félix Fuenmayor y la literatura moderna de Barranquilla; además aportando al estudio de la historia de la ciudad; su papel en la creación de los espacios y entidades que la Filosofía necesito para su decisivo desarrollo en la ciudad, ya que hoy podemos hablar de una consolidación de la misma en Barranquilla. Como se puede constatar en el capítulo anterior, el nexo entre Julio Núñez y Julio Blanco, sería la primera caracterización de los aportes que se pueden dilucidar. Antes de proseguir con las demás, podremos constatar el influjo y la recepción de ese aporte en torno a los estudios y divulgación de la filosofía de Blanco. Por consiguiente haremos un sondeo del impacto de ese trabajo en el ámbito local, regional y nacional. Una reseña importante del libro de Correspondencia filosófica, es la que hace German Vargas, miembro del llamado “Grupo de Barranquilla” en su espacio Ventana al mar. En ella da cuenta un esbozo del mismo y da su opinión: “El profesor Núñez Madachi ha logrado realiza un admirable trabajo que permite conocer, a través de su correspondencia, el pensamiento filosófico de Julio Enrique Blanco y del profesor López de Mesa.”2. Y a su vez citando parte del prólogo en tanto a ser un referente a la historia de las ideas filosóficas en Colombia. Asimismo cabe resaltar la reproducción de parte de ese estudio de la correspondencia en la Revista Olas, No. 1 de 1984, y parte de las cartas en Olas No.2 de 1984. Ello a nivel local. En tanto al nacional, la Revista Tadeo, de la Fundación Universitaria de Bogotá, Jorge Tadeo Lozano de 1987, reproduciría un comentario de libro por parte Abel Naranjo Villegas y la Revista Cromos de 1987 reseñaría dicho libro como valiosa pieza en la Historia de la Filosofía en Colombia. Por otro lado la transmisión del lanzamiento de ese mismo libro por parte del programa Olas TV en el canal Telecaribe, marca un hito sin precedentes en torno a mediatizar la filosofía en la región. Dicho lanzamiento del libro conto con la participación del Rector de la Uninorte, Jesús Ferro. Bayona. Julio Núñez Madachi, siendo el distinguido responsable del mismo. Además de la familia de Julio E. Blanco, entre quienes se encontraban sus hijos y nietos. Hay que considerar que estos aportes se enmarcan en torno a una nueva generación de filósofos que venían consolidando el estudio de filósofos del Caribe colombiano. Uno de esos jóvenes de esa generación es el filósofo Numas Armando Gil, quien fue el encargado de dar a conocer la vida y obra del filósofo Rafael Carillo. Y es en torno a ese trabajo tanto divulgativo y de reportaje donde a la hora de dar su propia visión de Julio E. Blanco, hallamos como Julio Núñez sirvió de enlace para tal labor: 2 Archivo personal de Julio Núñez Madachi. Sin título ni fecha. “Fue un treinta de diciembre de 1982, a las dos media de la tarde, cuando lo conocí personalmente. Julio Núñez Madachi, siempre me había hablado de él. Me decía que era puro, candoroso y muy puntual en todos sus actos. Que era anciano de edad, pero joven en su pensamiento. Que duraba horas y horas enteras charlando sobre filosofía, literatura, ética y de la vida de la ciudad más civilista de América Latina, como era Barranquilla en épocas pasadas. (…) La cita con Julio Núñez Madachi, su discípulo predilecto, habíamos acordado llevarla a cabo en el Coliseo Cubierto Humberto Perea, pues desde allí era más fácil llegar a su morada. Estuvimos a eso de las dos de la tarde. Vivía en una especie de castillo. Nos abrió su criada nos hizo pasar a la sala de espera. Al rato apareció el, con sus noventa un años encima. Estaba vestido impecablemente de Blanco y su estatura no llegaba a un metro con ochenta centímetros. Se veía entusiasta con la alegría a flor de labios; tal vez sería por el hecho de reencontrarse con su discípulo. Me di cuenta que abrazo a Julio Núñez como quien abraza a un hijo al que hace tiempo no veía. Julio Núñez Madachi me lo presentó y pude estrechar su mano cálida y afectuosa. Al instante nos invitó a que pasáramos al lado de la ventana que daba al jardín, pues allí se podía escuchar el canto de las flores y dialogar sin ninguna interrupción.” (1993, p. 12-13). Relato efusivo como entrañable, en torno a un eminente personaje que ante su sola presencia e incesante diálogo, causaba tan trascendentes palabras al recordar tan memorable encuentro en la primera de múltiples reuniones que sostuvo Numas Gil y Julio Blanco. Siguiendo en torno a las aportaciones, es de recalcar que a Julio Núñez Madachi se le conoce o cataloga como un filósofo de la cultura. Y si entendemos la Cultura como un entramado de todas las actividades humanas que tienden al desarrollo de la sociedad a niveles avanzados; desde lo artístico, lo literario y lo histórico, lo científico, lo arquitectónico, etc. Muchos de estos en torno a la cultura del Caribe colombiano, han sido parte de la reflexión llevada por Julio Núñez Madachi en variados escritos. Y entre esa labor tuvo méritos hallando y rescatando parte de nuestra cultura. Uno de esos hallazgos es el rescate de un texto de la pintora Cecilia Porras, emblemática mujer que entraría en contacto con nombrado “Grupo de Barranquilla”. El cual fue publicado en el ejemplar No. 370 de Intermedio, suplemento del Diario del Caribe el 12 de Abril de 1981. En dicho escrito a manera de nota introductoria Julio Núñez nos esboza el contexto y la efigie de dicho escrito: “A manera de presentación En 1949, y cuando se hacía inminente el encuentro con el "Grupo de Barranquilla", la pintora cartagenera Cecilia Porras hubo de escribir la presente nota. Lo hacía a manera de presentación a sus últimos cuadros, para una modestísima muestra fotográfica que realizaba para entonces la Revista de la Universidad Católica Bolivariana. Muestra que llevaba a cabo muy regularmente la citada universidad con pintores jóvenes del país, y acompañadas casi siempre de estimulantes notas de presentación de pintores ya consagrados, críticos, escritores y hasta poetas. Cecilia sin embargo habría de hacer su propia presentación. Bien podría decirse que era una perfecta desconocida. ¡En hora buena! Porque hoy esa su presentación —de su obra de medio camino— que hemos titulado "Autorretrato" se convierte en un valiosísimo documento que revela impresionantemente todos aquellos angustiosos períodos de búsqueda y experimentación por los que transitó; la sinceridad y lo hondo de su lucha interior, su profunda y a la vez sólida concepción estética. Así como el grado de madurez alcanzado en el momento de/encuentro con el Grupo de Barranquilla. Encuentro a través de Obregón o Grau que habría de ser decisivo en la definición de su espacio plástico. Se transparenta ya en estas líneas la agitación y el estremecimiento de su frágil y bellísimo cuerpo, afiebrado ya, sin duda, por el "virus estético" que afectó por igual a esa vigorosa generación costeña de los 50’s, virus estético o compromiso histórico irreductible de poner los pies en su propia tierra sin perder de vista el lenguaje universal de la comunicación estética. Hoy, Cecilia Porras no necesita presentación: Las recientes muestras retrospectivas de sus cuadros en el Museo de Arte Moderno de Cartagena, la Galería Buchholz y el Museo de Arte Moderno de Bogotá, son indicios de que cualquier encomiástica presentación de sus virtudes artísticas no dejaría de ser en cierta forma un riesgo tautológico. Su obra y —por qué no— su palabra la de este Documento-Autorretrato, bien que podrían ser suficientes.” Descripción más que detallada en torno a esa generación de artistas, que confluirían desde sus distintos talentos para eclosionar la cultura barranquillera en dimensiones que aun hoy en día resuenan con gran influencia. Se debe añadir que el hallazgo de ese escrito no es un hecho aislado. Parte de esa labor de reconstrucción de la cultura barranquillera se volvió a constatar con el rescate de dos cuentos recuperados por Julio Núñez. Pequeña Estampa de Alvaro Cepeda Samudio y De mi diario de Ciro Mota (Alter Ego de José Félix Fuenmayor). Ambos publicados en la revista Huellas No. 8 de la Universidad del Norte. Para Núñez Madachi, estos autores representan ese espíritu Caribe en pos de la universalidad desde su realidad, crear una obra partiendo de lo regional hacia lo universal: “Vale decir, pues, que desde los momentos iniciales de sus respectivas trayectorias literarias, se presentó en esta maravillosa generación de narradores una clara y firme voluntad de expresar, en primera instancia, las realidades locales y regionales como una imprescindible necesidad para acceder a lo universal. Curiosamente, todos presentan en el momento inicial de sus trayectorias un profundo interés por lo regional mucho antes de su encuentro. Será, pues, la identificación con su medio el paso inicial para la universalización de lo costeño mediante la transmutación mítica de esa realidad.” (1983, p.22). En definitiva, estas serían –en parte- las aportaciones en torno a la filosofía y la cultura de Barranquilla, tanto desde su estudio, rescate y divulgación. En consecuencia ampliaremos en profundidad las demás aportaciones en su trasegar como figura importante de la ciudad y dar una recopilación de todo lo escrito por él. 3.1. ESCRITURA Y DIVULGACIÓN DE TEMÁTICA FILOSÓFICA, LITERARÍA E HISTORICA Para empezar a abordar lo escritos y el estilo que caracteriza a Julio Núñez Madachi, primeramente podemos constatar la concepción, el proceso y la técnica a la cual acudía a la hora de redactar sus textos: “Hay una expresión de Federico Nietzsche que dice: “Escribe con sangre y sabrás que la sangre escribe”, y la traduzco así: escribir es difícil cuando se quiere escribir con seriedad y responsabilidad, dándole un matiz nuevo y profundo a lo que se quiere decir; eso exige demasiado. Para mí, la escritura es una labor de artesanía. Te cuento que primero escribo a mano y lo hago más de 20 veces, y luego vuelvo a revisar, hasta que lo transcribo a máquina 2 o 3 veces, lo que me va dando una idea más clara de lo que quería desarrollar inicialmente, esas transcripciones le permiten a uno ir puliendo el estilo y la idea.” (Del Castillo, 1994, p.12). Por tanto, por lo que nos dice, al momento de abordar sus escritos se hallara ese producto de una hipérbole de edición, rigurosa y exigente. Lo cual nos da una primera impresión a la hora de interpretar sus escritos, hallar su marcado estilo, dilucidar vehementemente el rigor tanto lógico como estilístico y sobre todo, los marcados temas que enmarcan sus concepciones filosóficas. Por lo que se refiera al primer escrito de carácter filosófico desde sus propios pensamientos y reflexiones en torno a la situación de la filosofía en Suramérica, el ensayo Filosofía de la marginación como marginación de la filosofía, publicado en el suplemento literario del Diario el Caribe, Intermedio No.570 del 1 de abril de 1984. En el mismo se parte de una pregunta realizada por Nietzsche: ¿Para qué ha servido la filosofía? Desde esa misma pregunta situada en el contexto europeo y a su vez desde el suramericano, Julio Núñez hace un sondeo tanto histórico como epistemológico. Dejando de relieve que desde el “descubrimiento, la colonización y la posterior liberación del continente latinoamericano siempre ha sido pensado desde la visión y el discurso de poder de la cultura aparentemente civilizadora.”(p.15) Y es esa misma asimilación es la que impido y sigue impidiendo un pensamiento propio. “Las recepciones de la filosofía europea asumieron las formas de escolástica, iluminismo, positivismo y utilitarismo, revelan la función ideológica que la filosofía europea ha cumplido en América Latina. El propio quehacer filosófico de algunos pensadores aislados no puede ser calificado como pensamiento propio, puesto que constituye no como el devenir de una conciencia propia sino la repetición del pensamiento filosófico europeo.” (1984, p.15) Para Núñez la solución sería la propia reflexión de nuestra cultura, desde nuestra propia idiosincrasia y nuestra cosmovisión, tal como Luis López de Mesa y Julio E. Blanco trataron, pero lo paradójico es que ellos mismos, en su afán de universalidad y originalidad terminaron usando conceptos y categorías de tradición del viejo continente. Y ante esa marginalidad que se halla la filosofía en América Latina, que solo puede producir una filosofía marginal y que del autor tampoco escapa, da su tajante sentencia: “Es obvio entonces que el espíritu del suramericano es dionisíaco, báquico. Es cierto que esta vuelto hacia el interior (los deseos), que se expresa en lo fantástico. Este espíritu se deja ilustrar con la obra de dos suramericanos: J.L. Borges y G. García Márquez.” (1984, p.16). Ante su propio diagnostico cabe resaltar que sus escritos filosóficos tendrán ese aire un tanto melancólico pero con la convicción de filosofar desde el Caribe esa existencia y cultura caribense que se refleja en sus propias concepciones vivenciales y del aprendizaje de esas filosofías foráneas que en parte dan luz a esa condición humana, naturaleza propia de todo hombre de se cultiva a sí mismo. Por consiguiente la obra filosófica de Julio Núñez Madachi, entrara en un diálogo constante entre sí mismo y los pensadores clásicos de la filosofía. Así tanto a la hora de comentar a ciertos autores como también al momento de tráelos en asociación entre sus propios pensamientos. Un ejemplo de esa simbiosis son las Notas para una filosofía del reposo y del descanso, escrito durante un encierro en una habitación durante un puente festivo entre los días 6 a 8 de mayo de 1989. Y luego publicado en la Revista Dominical del periódico el Heraldo el 9 de julio del mismo año. En torno a esa situación se despliega toda la capacidad reflexiva en torno a estas dos actividades elevadas a conceptos. Es así que al mejor estilo dialéctico y metafísico inicia su reflexión contraponiendo estos dos conceptos. “El descanso expresa una antítesis: descanso adverso a cansancio. Siendo el descanso la búsqueda de la compensación al trabajo y sus fatigas sea material o intelectual. En esta forma corresponde al sentido original de la palabra relajación, relaxatio, que expresa el significado de lo que abandona, las penas de los esfuerzos corporales o espirituales que se han concentrado e intensificado en una labor u otra. El descanso es pues, como una dis-tracción de la acción, sea del cuerpo o del intelecto. Es como un recogimiento en sí de lo que se ha distendido, extendido, exteriorizado, y necesita entenderse, abstraerse de lo exterior, concentrarse. Un rompimiento momentáneo, o más o menos duradero con los vínculos que atan al ser de la existencia y necesita desatarse en el ser de la esencia, para reponerse, es decir, energizarse en la potencialidad que capacita para la renovación de la acción abandonada, relajada, la reposición en ésta. Y como en el descanso así entendido y practicado hay una especie de diversión, di-versión o versión divergente de las fuerzas potenciales que se han hecho actuales en una labor u obra, en él hay también delectación: la delectación de lo que se restablece a sí mismo.” (p.2). Y es en ese mismo reposo donde el ser se despliega para renovarse, donde se da una dislocación interna, para entrar en una especie de inactividad potenciadora. “Lo escrito sobre el descanso se relaciona directamente con lo que se puede decir del reposo. ¿Pero, qué es el reposo en relación con el descanso? algo que significa una fase nueva, más asentada, del descanso. Pues busca un mayor recogimiento o concentración que el mero descanso: Habría en él una mayor relajación, aflojamiento o soltura de fuerzas y esfuerzos. (…)Justamente a partir del punto y momento en que más allá del descanso, por la intermisión de todo acto, retención de causas y efectos, por el reposo, que solo es un grado más allá del descanso -donde aún no se ha llegado en posición, capacidad o aptitud de continuar en posición, capacidad o aptitud de continuar avante en la operación por medio de la cual se hace continuo por la esencia del ser la existencia de este mismo ser. Hay entonces como un avance de grados, que son también gradas, en el recogimiento del alma que busca el descanso de sus esfuerzos, la concentración de éstos en el equilibrio que les da reposo y que en su ultimación viene a ser como una sublimación del reposo y del descanso, en la quietud completa. En esta última fase se cumple una especie de volatilización de todo movimiento, toda agitación y toda inquietud e la acción y de la animación a la acción, para que el alma se halle en sí sola dentro de la quietud máxima que le es posible. Y, separada del mundo de los sentidos, se aquiete inefablemente en el mundo de los intelectos, es decir, de la pura, abstracta inteligencia que sólo se contempla a sí misma.” (p. 2-3) Toda esta disertación en torno a los estados mentales que se alcanzan en medio del reposo y el descanso, la asociara con los estados eudemonistas de los sabios y filósofos griegos, tales como la ataraxia, la epojé y la autarquía. Pero fue tal la reflexión universal en torno a esos estados mentales que sospecho, dado que igualmente ese recorrido por esas fases mentales, son tan similares a los estados meditativos y de contemplación que plantean las filosofías orientales. Con relación al comentario del pensamiento y la vida de filósofos de la filosofía occidental, podemos hallar múltiples ensayos donde demuestra un total dominio y despliegue en torno los conceptos y temáticas de dichos autores. En Schopenhauer y los riesgos del filosofar, antes los 3 riegos que amenazaron su vida según Nietzsche: la soledad y aislamiento; la duda de la verdad; las limitaciones humanas. Núñez recalca la salvación de los supuestos peligros a los que se veía Arthur. En el primero, el gozo del sabio solitario que con su presencia y el placer estético –escuchando a Beethoven- es feliz en su soledad, con jocosidad y pasión por la misma. En el segundo riesgo más allá de seguir las sendas kantianas de la verdad tanto de la metafísica como del agnosticismo, hallo su propia verdad “Por la introspección que él viviera profundamente de la voluntad que para él vendría a manifestarse como la raíz y fuente de todo, justamente del mundo como voluntad y representación.” (Núñez, 1987, p.3). Y finalmente el tercer remedio ante ese riesgo fue su inquebrantable eudemonismo, con la voluntad de ser y existir. Asimismo en el ensayo La filosofía ante la intimidad del amor, donde plantea que la angustia existencial de Kierkegaard se debió a su impotencia sexual y su frustrado amor con Regina Olsen alias Cordelia, una interpretación bastante freudiana. O el ensayo Los humanistas y el ideal de paz, donde desde los ideales humanistas planteados por Erasmo de Rotterdam y Juan Luis Vives, promulgan la paz desde la doctrina cristiana que aboga por la reconciliación y el amor al prójimo, exhortando a los príncipes y monarcas a acabar con el periodo tan belicista de su tiempo, trayendo ambas reflexiones a nuestro propio conflicto interno de su momento. Ambos textos publicados originalmente en la revista Dominical del Heraldo seria posteriormente reeditados y publicados en la Revista Aletheia No.2 e Ineya No.2 respectivamente. Por lo que se refiere a la literatura moderna en Barranquilla, José Feliz Fuenmayor es el mayor referente del estudio pormenorizado por parte de Julio Núñez. Como se ha podido constatar desde el año 1980, en el mes de agosto la selección de poemas que aparece en Intermedio con Poesía inédita o desconocida de José Félix Fuenmayor y a principios de septiembre José Félix Fuenmayor o la poesía del “Hombre en transición”. Constituyen el valor inicial en torno a la reconstrucción de la historia de la literatura moderna en la ciudad. Así en La poesía del “Hombre en transición”, plantea la relación de la prosa y la personalidad del autor a la hora de concebir su obra dando a su vez el talante para adelantarse a sus contemporáneos: “En este momento inicial y transcendental de nuestra cultura literaria es cuando “Musas del Trópico” –libro insular que muy poco tiene que ver con la poesía escrita en Colombia para 1910- realmente adquiere notable significación. Porque si bien es cierto que los trabajos tanto de Fuenmayor (25 años), como de Rasch Isla (21) y Leopoldo de la Rosa (22) son las expresiones más cualificadas de ese momento, también es cierto que los trabajos de estos dos últimos no adquieren aun el grado de madurez y originalidad de los versos de Fuenmayor, ni por la ambición de cambio en el oficio poético que “Musas” entraña.” (Núñez, 1982, p.14). Y es que frente al modernismo que se iba imponiendo en los escritores de la época, Fuenmayor se aleja ante esa propia vertiente de forma independiente y su novedad se dio al hecho que “el genio poético de Fuenmayor supo (mucho antes) decantar con maestría los elementos extraños, las influencias raizales e imprimirle a la poesía genes de su propia personalidad: de ahí su autenticidad.”(Núñez, 1982, p.14). Finalmente se nos revela que esa misma autenticidad se debe al influjo de dos momentos, dos transiciones que penetran al ingenio de José Félix: “De esa generación de poetas ninguno como él experimentó, tanto de espectador como de protagonista, el drama del acelerado proceso de modernización de su “vieja Barranquilla”; el final de una forma tradicional de vida y la consolidación gradual de la realidad urbana. (Barranquilla, de incipientes formas precapitalistas -comercio- a formas pre y capitalistas dependientes más desarrolladas: comercio e industrias). Todo su arte está “imprentado” por esta condición de “HOMBRE-TRANSICIÓN”. Hombre transición escindido entre dos épocas que sufre ante la impotencia para descifrar el arcano de un maremágnum social.”(Núñez, 1982, p.16). Es esa misma modernidad la que escinde la obra y la personalidad del autor, sublimación de la fatalidad en transición de edades y periodos del hombre y la ciudad que le inspira y lacera la existencia. En consecuencia la obra de Fuenmayor estará “llena de tensiones” y “transiciones”, las cuales se perfilaran en sus personajes a lo largo de su obra y culminaran en la preocupación de la senectud y la muerte, tensiones y transiciones que culminan con el relato vivido en las postreras de la vida. Estilo y prolongación narrativa que se impregnaran a la siguiente generación de escritores y a su máximo representante. Así lo dejara plasmado Núñez Madachi en el texto Longevidad y muerte en la narrativa de José Félix Fuenmayor: "Tanto en su relato del 27 La triste aventura de 14 sabios, como en la misma Cosme, se manifiesta ya esta preocupación por describir el hombre viejo, el adulto mayor, como lo denomina la psicología moderna y establecer la actitud que éste adopta frente a su propio devenir, su propio envejecimiento y muerte. (...)Bajo el marco de estas ideas puede señalarse entonces que con Fuenmayor, primero y luego con García Márquez, se inicia en la literatura colombiana el panorama más completo y significativo de la vida en su senectud. Con ello se quiere significar que, en sus obras, la participación de los personajes ancianos no sólo es recurrente sino también muchas veces relevante. Véanse La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad y también El otoño del patriarca, cuyo título es más que significativo. O revísense las notas De mi diario de José Félix. O sus obras del 28 al 29, La aventura de los 14 sabios y Cosme, y en especial La muerte en la calle..." (Núñez, 1985, p. 4-5). En cuanto a la literatura Nacional, el ensayo Aquarimántima: lo divino y lo humano en el rapto de imaginaciones oníricas de Barba Jacob, no solo nos revela ese estudio a fondo de la obra y la vida de los autores a quienes aborda minuciosamente sino que nos revela también, las propias concepciones literarias de Julio Núñez Madachi, que van desde la concepción trágica de la vida y la existencia como a su vez la forma elevada de universalización ensoñada de la propia existencia por medio de la vivencia plasmada como un realista sin tapujos. “La ensoñación nos da el mundo de un alma, ha dicho Bachelard y es evidente sin dónde, que a través del análisis de Aquarimántima, -esta ensoñación hecha poesía-, se puede penetrar en los procedimientos psicológicos que aclaren los estados mentales por donde el poeta tuvo que pasar para crear esa misma poesía que así se va analizando ya. Entonces se comprende cómo fue que la ulterior composición poética del bardo hubo de continuar en su imaginación como ensueño, en onírica pesadilla, variando aún más las imaginaciones de lo que iba fantaseando para seguir anunciando la meta de su composición.” (Núñez, 1995, p.33). Y eran esas ensoñaciones, de elevadas y bajones imaginaciones bruscas, las que en un proceso de estados incoherentes entre, vigilia, subconsciencia y sueños se proyectaban en la creación de su poesía. Las cuales a lo largo de depuraciones mutarían en la imaginación de su vida y su obra. Lo hacían un “héroe originario de Aquarimántima, épico y trágico en vez de místico.” (Núñez, 1995, p.36). “Aquarimántima venía a ser en sí, en suma, lo que al fin al cabo tenía que ser: el poema de la tragedia del espíritu de Barba Jacob. El sonámbulo andariego, transmigrante de todos los dolores, peregrino de abyecciones y poeta de frustrada elaciones místicas. Era que la senda de la verdadera mística habría sido –como seguirá siendo- difícil y terrífica.” (Núñez, 1995, p.36). Asimismo en una audaz y atrevido escrito intitulado La presencia de la filosofía y la ciencia en la novela contemporánea, se hallaría la simbiosis de literatura y filosofía. En el mismo a modo de subtitulo aparece (Notas para un Ensayo de Epistemología Literaria). Tal ensayo no logró consolidarse y solo nos queda estas notas con tentativa de ensayo. En estas notas se nos describe la relación entre ciencia y literatura, y la intrínseca relación que tuvo la física cuántica en la transformación de la novela contemporánea: “El panorama que la literatura ha ofrecido en los últimos ochenta años es el de una coincidencia asombrosa de identidad con las gnoseologías contemporáneas. La revolución del conocimiento que ha experimentado el hombre de nuestro siglo, que tuvo su caldo de cultivo en los siglos precedentes y alcanzó su mayor plenitud en el actual, empujó provocó en el escritor contemporáneo inquietudes y actitudes científicas y filosóficas de gran envergadura y actualidad; de tal forma, que el escritor se hizo catalizador de la sabiduría de su tiempo. Si las ciencias, en su normal proceso de especialización, se desintegraban y atomizaban y el saber perdía unidad y por ende la posibilidad de brindarnos una visión coherente de la existencia, la literatura vino a asumir –como tal parece- este compromiso y el novelista a constituirse en el gran “sintetizador” que ensayaba a partir de su intuición una posible dimensión de ella.” (Núñez, 1987, p.47). Por consiguiente, traza una relación de ciertos autores con relaciones intrínsecas entre la novela, la filosofía y la ciencia. Iniciando con Robert Musil, quien aparte de ser ingeniero fue el primero en acometer el estrechamiento de esas disciplinas. “Su estilo científico, su íntima relación interior con el espíritu de las matemáticas y de la física cuántica, su manera exquisita de hablarnos del mundo objetivo sometido al subjetivo, renegando de la lógica aristotélica y de la artificial división cartesiana entre res cogitans y res extensa, entre conciencia y naturaleza, permiten situarlo por encima de muchos novelistas que enfocan el mundo según las teorías científicas de principios de siglo.” (Núñez, 1987, p. 49). Es decir que el estilo para concebir la nueva novela iba siempre abierta en su estructura, el narrador o el personaje estaba constantemente en movimiento y en cambio, en una renovación esencial de sus cualidades. “Para Musil la finalidad de la vida humana es análoga a ciertos problemas matemáticos que no tienen solución general, pero que se prestan a soluciones parciales, cuya combinación permite acercarse a la solución general. Razón por la cual el mundo vivido por “El Hombre sin Atributos” –título magistral de su obra- no es más que un enorme laboratorio donde se experimenta todas las óptimas posibilidades humanas. De esta forma – en la obra de Musil- lo científico y lo filosófico devienen en ficción y en arte, y la realidad adquiere entonces, una pluridimensionalidad extremadamente complicada de expresión y configuración.” (Núñez, 1987, p. 49-50). El siguiente autor es Marcel Proust y su relación con la filosofía de Bergson. Este escritor “cuyo estilo es un instrumento de precisión científica al servicio del conocimiento.”(Núñez, 1987, p.50) estuvo familiarizado con toda clase de ciencias las cuales fueron sus instrumentos a la hora de crear sus personajes: “…la obra de Proust resulta ser –al igual que la de Musil- una reconstrucción unitaria de nuestra experiencia. Y, al igual que la del escritor austríaco, no tiene como fin la realización de un esquema pre-establecido, sino la edificación de un mundo posible. Quiere como sus propias palabras lo testimonian: “recomposer ce qui est senti nous de la vie”. Al igual que Musil, Proust tampoco busca suministrar juicios definitivos sobre hechos y caracteres. La sola presencia del narrador “Marcel”, que mediatizar la relación escritor-realidad lo pone de manifiesto.” (Núñez, 1987, p.50). Pero de tajo hay una diferencia entre ambos autores, ya que la para Musil la concepción radical de su dinámica es la indeterminación, en Proust esa misma dinámica es reflexiva en tanto se desliga del tiempo. Y esto se debe a la impregnación “de lo científico como de lo filosófico. De las cuales difícilmente podemos hablar si no es en relación con la filosofía de Henri Bergson y la teoría de la relatividad de Einstein.” (Núñez, 1987, p.50). Muy en boga las teorías y conceptos de ambos pensadores, la concepción que tendría Proust del tiempo sería subjetivo, tiempo de memoria y vivido, inclinando la balanza hacia el intuicionismo bergsoniano: “En realidad a través de Bergson había descubierto lo que para él sería genuino tiempo real, “el tiempo vivido” profundamente en lo íntimo del espíritu, donde el filósofo francés había hallado la intuición de lo radical, la iniciación metafísica, casi mística, en ese “radical” que sería precisamente “el querer puro”, que sería el generador de aquel tiempo y, con éste, del contenido de la existencia. La obra de Proust vino a ser –como tal parece- un reflejo consecuente de la filosofía científica y metafísica de Bergson. (…) Tanto para Bergson como para Proust, el tiempo intravertido en la intuición nos permite vivir la realidad desde dentro y de una manera mucho más realista, que vivirla bajo las condiciones del determinismo casual de las leyes físicas.” (Núñez, 1987, p.50). Podemos considerar estas notas imprescindibles a la hora de plantear el influjo de la ciencia y la filosofía en la novela contemporánea. Se podría seguir dilucidando el mismo, pero el punto qué queremos indicar es que estas reflexiones no son de solo este texto, en Carl Sagan. De la estética del cosmos a la poesía de la ciencia, igualmente hallamos este despliegue crítico en tanto dilucidamos que tanto la literatura como la ciencia juegan un papel importante a la hora de dar cuenta de la existencia humana. Y es que el mejor científico es aquel que lograr transmitir sus conocimientos y conceptos de una manera clara y concisa, así, el texto inicia recalcando que Max Planck, Albert Einstein, Heisenberg y el mismo Sagan buscaron siempre transmitir su jerga y complejas ideas científicas a un lenguaje más simplificado, y recalca que esta tradición inicio con Galileo y Descartes. Sagan fue un sobresaliente en este campo, tanto en la expresión estética con el uso de metáforas, casi rozando la poesía y dando entender el componente ético de la ciencia, como forma de entender al cosmos y a nosotros mismos. Así no los da a comprender citando a Sagan: “Es esencial que para nuestra simple supervivencia (he aquí lo ético) que comprendamos la ciencia. La ciencia es una delicia (he aquí lo estético): la evolución nos ha hecho de modo tal que el hecho de comprender (saber la verdad) nos da placer (lo bello, lo estético) porque quien comprende tiene posibilidades de sobrevivir (saber actuar, de nuevo lo ético).” (Núñez, 1998, p.100). En cuanto a las aportaciones de carácter histórico, la peculiaridad de las mismas es que son contadas, solo dos textos podemos destacar que tienen una importancia: Barranquilla: una postal de fin de siglo (de la nostalgia al olvido), una crónica espacial y geográfica que nos sitúa inicialmente a finales del siglo XIX, la pequeña villa llamada Barranquilla, es el escenario donde confluyen un desarrollo económico, social, político y cultural. Desde la propia dinámica como enclave portuario, se nos relata esa metamorfosis a ciudad. Con el desarrollo mercantilista de un capitalismo pujante, la influencia étnica y el cambio de costumbres debido a la inmigración europea. La comparación con otras ciudades del país y el exponencial crecimiento hacia una ciudad industrial, donde la modernidad y la eclosión de un cosmopolitismo material como cultural hacen de Barranquilla una estampa dorada, un hito histórico que solo queda en lo anecdótico, en el recuerdo y la nostalgia que nos revela a mediados del siglo XX, el auge que tuvo la ciudad gracias a su puerto y su gente pujante. Asimismo es de resaltar el texto Periodismo y modernidad en la costa Atlántica, donde Julio Núñez trata de revelar las causas -al mejor estilo detectivesco- del asesinato del periodista y director del Diario La Nación Pedro Pastor Consuegra. La hipótesis que plantea es que dicho asesinato no es más que la confrontación de los 3 poderes que en su tiempo dominaba la ciudad, la política, la religión y el periodismo moderno que se venía forjando en la ciudad. Dicho asesinato se debió a la cruzada por “la verdad” que abanderaba Pastor Consuegra y debido al choque y la pugna con los otros poderes, no sería más que una víctima del contexto bélico de la época, donde solo sería una víctima que anunciaba lo que se venía a venir en Colombia y sus guerras civil, que hasta el día de hoy no han terminado. 3.2. PARTICIPACIÓN Y FOMENTO DE ESPACIOS E INSTITUCIONES DE ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA Inicialmente pudimos constatar en el primer capítulo que la participación de Julio Núñez Madachi en la creación del Centro de Estudios Filosóficos de Barranquilla, solo sería apenas el inicio de esa labor mancomunada a la hora de crear entidades y espacios donde el estudio filosófico y literario fueran los protagonistas. Esto eventualmente se puede constatar a lo largo de su trabajo en las Universidades del Atlántico y Universidad del Norte, las cuales seria la plataforma para seguir fomentando el estudio cultural de la ciudad y a su vez la plataforma para dar a conocer su trabajo. En particular el papel de Julio Núñez Madachi, junto a José Gabriel Coley en la creación –en el entonces llamado Teatro Municipal Amira de la Rosa- en el segundo semestre del año 1990 de los Conversatorios Filosóficos, fue un trabajo que venía consolidándose de tiempo atrás con la ayuda del entonces director del teatro, Alfredo Gómez Surek. Los antecedentes y hechos son las conferencias que a los largo de los años 80’s llevo a cabo Núñez Madachi. Así la conferencia del 12 de noviembre de 1985 de Julio Núñez, titulada Esbozo de la Historia Cultural de Barranquilla, inscrita en el ciclo de conferencias “Barranquilla 75 años” Igualmente la conferencia titulada La literatura regional en el contexto de la literatura contemporánea, del 5 de junio de 1987. La misma conferencia seria comentada y criticada en la prensa local, por parte de German Vargas. Consecuentemente toda esta labor daría sus frutos en el año de 1990, ya que se celebraría en la ciudad el X Foro Nacional de Filosofía en el teatro, siendo Julio Núñez Madachi y José Gabriel Coley miembros del comité coordinador, participando con los textos: Semblanza de Julio Enrique Blanco y La Filosofía y la Costa Caribe, respectivamente. (Ver Anexo No.3). Participaron en el evento destacados miembros de la comunidad filosófica del país, entre ellos el fallecido Guillermo Hoyos, Daniel Herrera, Victor Flioran, Bruno Mazoldi, Roberto Salazar, Rubén Jaramillo, Jorge Aurelio Díaz (Entonces Presidente de la Sociedad Colombiana de Filosofía). Este espacio dio como resultado mediato la creación del Instituto de Filosofía Julio Enrique Blanco, con el cual se crea la Cátedra Julio Enrique Blanco para posteriormente nacería el Programa de Filosofía de la Universidad del Atlántico. Como nos informa José Coley, los intentos por la elaboración del Programa de Filosofía se venían forjando desde el año de 1988 y fue avalado por el rector de aquel entonces (2011, p.74). Pero fue luego de dos años: “(…) a principio de 1991, salió de la rectoría el reemplazo del Dr. Camargo, y al sucesor tampoco le gusto la propuesta del Programa de Filosofía pero, como paños húmedos, nos encargó a la tarea de realizar otro proyecto para crear un Instituto de Filosofía que llevaría el nombre de “Julio Enrique Blanco”, ya recién fallecido, como tributo al filósofo fundador de la Universidad del Atlántico en el cincuentenario de la Institución. No obstante el Instituto sería el germen de la futura facultad de Ciencias Humanas.” (Coley, 2011, p.75). Y fue gracias al trabajo que llevo a cabo dicho Instituto, y su Catedra Julio Enrique Blanco que a lo largo de los años, fue la plataforma para invitar a filósofos nacionales e internacionales. “A partir de ese momento, la labor del Instituto ha sido infatigable tanto en el interior de la Universidad del Atlántico, como en la ciudad de Barranquilla e incluso en el Departamento. En el interior del primer Centro Educación Superior de la Costa Caribe colombiana, se ha cumplido toda una serie de jornadas que van desde conferencias hasta seminarios y cursos; los cuales han sido impartidos por filósofos de la región, del país y hasta internacionales, tales como Numas Armando Gil, Boris Bustamante; Rubén Jaramillo, Adolfo León Gómez y Pablo Guadarrama, para señalar Botones” (Coley, 1997, p. 45). Uno de esos primeros cursos fue sobre Filosofía Política con su entonces primer director Julio Núñez Madachi, donde se “analizaron conceptos de poder, Estado y derecho en las obras de Tomás de Aquino, Erasmo, Hegel, Marx, Rousseau entre otros.” "Hablar de filosofía política en nuestro país es raro". "Nuestra política se fundamenta principalmente en la historia y la ciencia política. Además precisó que en la mayoría de los trabajos sobre el tema se vinculan, se confunden o se traslapan conceptos acerca de estas dos materias y muy pocas veces respecto a filosofía política. El interés del Instituto es impartir un curso que sea de utilidad no sólo a profesores del área, sino a todos los profesionales que estén preocupados por el fenómeno político del país. Esto con la finalidad de analizar aspectos políticos de actualidad bajo el marco teórico-conceptual de los más grandes pensadores de la cultura universal. Para de esta forma hallar elementos teóricos que puedan ser útiles para el análisis especifico de la política en Colombia."3 Fueron estos cursos, además de especializaciones y los cuales fueron la proyección social de la filosofía a toda la comunidad profesional de la región. “Pero el Instituto se propuso, dentro de sus líneas de extensión, proyectarse hacia el magisterio departamental. Es así como a finales de 1991, se implementó el curso <<Actualización Filosófica>> por 90 horas. Al curso asistieron treinta docentes, quienes en la evaluación final, platearon la necesidad de que la Universidad, por medio del Instituto, organizara cursos de postgrado a nivel de especialización, por contar nuestra Institución con un potencial selecto de diez profesores con Magister en Educación con énfasis en Filosofía latinoamericana y cinco con Magister en Desarrollo Educativo.” (Coley, 1997, p. 46). Un año más tarde se haría un curso sobre “Filosofía de la Educación” donde participaron 60 docentes de la región. Las 10 conferencias serian recogidas en el libro Filosofía de la Educación (Coley, 1997, p. 46). Se halla bastante esclarecido el papel de suma importancia 3 Archivo personal de Julio Núñez Madachi. Sin fecha ni título. que promulgaba el Instituto a nivel local y nacional, como plataforma de irrigación de los estudios filosóficos. “Otro hecho relevante es el que lograron el Instituto de Filosofía de la Universidad del Atlántico y la facultad de Filosofía de la Universidad Santo Tomás de Bogotá, cuando coorganizaron el II Foro Nacional de Filosofía Colombiana, del 11 a l4 de Octubre de 1993, en donde participaron cerca de 200 asistentes, siendo el evento u nexito regional con representativa nacional. El tema de este evento fue <<Axiología y crisis de valores en Colombia>> y participaron filósofos de la talla de Daniel Herrera, Cayetano Páez, Numas Armando Gil, Rubén Darío Maldonado, Eduardo Bermúdez, Wilderson Archbold, Julio Núñez Madachi, etc. ¿Será por gratitud, la UNAM y COLCULTURA eligieron a Barranquilla en agosto de 1994 sede para el I Congreso sobre Filosofía y Cultura del Caribe, con personalidades tan importantes y trascendentes como Leopoldo Zea; el cual se celebró con éxito rotundo?” (Coley, 1997, p.47). Era un hecho que la proyección nacional e internacional del Instituto dio sus frutos y estos se vieron reflejados en la publicación por medio del Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, los libros: Conversatorios Filosóficos, reflexiones docentes; Rafael Carillo, pionero de la filosofía moderna en Colombia de Numas Armando Gil; Epistemología de las ciencias naturales de Jairo Solano; Modernidad y modernización, un compromiso filosófico; Ética y Política, memoria 1 y 2; Epistemología y filosofía de la ciencia, selección de ensayos universitarios. Todos ellos publicados bajo la dirección de Julio Núñez Madachi, José Gabriel Coley y Numas Armando Gil, quienes fueron directores del Instituto en distintos periodos. Por otra parte, el aporte en torno al periodo de poco más de un año al frente de la Biblioteca “Julio Enrique Blanco” por parte de Julio Núñez Madachi fue de gran importancia. Gracias a la experiencia adquirida como archivista de la Biblioteca de la Universidad del Norte, trabajó en pos de la renovación y actualización de la bibliografía de la misma. La adquisición de nuevos ejemplares y la nomenclatura de los mismos. Y es que para Julio Núñez “La Biblioteca representa una especie de índice o brújula orientadora de la vida académica y de sus progresos”. (1993, p.12). (Ver Anexo No.4). 4. BALANCE CRÍTICO DE LA APORTACIONES HASTA NUESTROS DÍAS En resumen, los principales aporte que hasta la actualidad han calado en el tiempo son primeramente, el reconocimiento a Julio Núñez Madachi como pionero en el estudio sistemático y abordaje sobre la figura de Julio Enrique Blanco, la divulgación de su pensamiento y la obra del mismo. Sin embargo hay que manifestar que a pesar de que es un referente obligado al momento de conocer el pensamiento blanquista, una de sus flaquezas fue el dejar inconclusa la divulgación y la obra completa de Blanco así como uno de esos diálogos filosóficos-científicos que quedo sin ver la luz. No obstante a la hora de las referencias a la obra de Blanco, es impensable no hallarlo como un referente obligado. Así lo demuestran los estudios de por ejemplo su colega Eduardo Bermúdez a la hora de abordar su periodo de juventud. O en tanto es citado tanto por sus ensayos La Metafísica de la Inteligencia o la Correspondencia Filosófica. Por otro lado igualmente en torno a la obra de José feliz Fuenmayor es una figura de peso, y en general a nivel de los estudios literarios es un referente en su labor investigativa tanto en la poesía como en los cuentos de autores costeños. Así lo recalcan investigadores de la talla de Ramón Illán Bacca a la hora de reconocer sus estudios sobre literatura y relacionados con la revista Voces y Julio E. Blanco. Todo este trabajo se vería recompensado cuando se le nombró miembro del Consejo Regional de Literatura y a su vez, siendo invitado a la feria del Libro de Bogotá en 1985 y posteriormente en 1994. En tanto al fomento de la Filosofía en Barranquilla, Los Conversatorios Filosóficos que se hacen cada lunes en ambos semestres de cada año, ya tienen 27 años ininterrumpidos siendo éste uno de sus mayores aportes que han trascendido en el tiempo. No obstante es de lamentar la pérdida del Instituto de Filosofía Julio Enrique Blanco debido a la reestructuración financiera que se vio la Universidad del Atlántico en el año de 2006. Sin embargo en el tiempo que estuvo con activo cumplió con debidamente con sus objetivos dando la plataforma para la creación de la Facultad de Ciencias Humanas y su Programa de Filosofía. No obstante creemos que en un futuro no muy lejano dicho Instituto puede ser revivido y ser fusionado con la Facultad; Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas cumpliendo así uno de los efectos finales que el fundador de la Universidad tenia estipulado. CONCLUSIÓN En definitiva las aportaciones de Julio Núñez Madachi a la filosofía y la cultura del Caribe colombiano se diversifican en una amplia gama de escenarios. Desde su propia experiencia, la filosofía tomo su manifestación en la forma de vivir y manifestarse. Sea en forma de gestos, escritos, su particular forma de docencia, el rescate de la obra de Julio Blanco; la continuación de ese legado filosófico, el advenimiento de entidades y espacios filosóficos. Se puede corroborar que sus aportaciones van ligadas a su forma de concebir la existencia, del contexto de un periodo singular de la ciudad donde la filosofía resurgió para no flaquear. Es el impulso que la misma filosofía tuvo a finales del pasado siglo, que ésta monografía solo indaga en uno de múltiples personajes que contribuyeron a su afianzamiento. Así estas caracterizaciones son una perspectiva de un amplio periodo en la historia de la filosofía barranquillera. Julio Núñez Madachi culmino su aporte, participando en la colocación de un busto de su maestro en la entra de la Universidad que el mismo creo, cerrando así un ciclo, una epopeya caribense que aún tiene capítulos por manifestar, nuevas indagaciones por plasmar, y que es un imperativo propio en las nuevas generaciones de filósofos del Caribe colombiano dar a conocer la historia de la Filosofía en Barranquilla. BIBLIOGRAFÍA Ávila, A. (1995). Diccionario de escritores Vol. 2. En El Pensamiento Costeño. Colombia. Editorial Antillas. ________ (1995). En Visión Caribe de la Literatura colombiana. Colombia. Editorial Antillas. Bermúdez, E. (2002). Causalidad y Teleología en Julio Enrique Blanco. 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