LAS ACOTACIONES VALLEINCLANESCAS EN “EL RETABLO DE LA AVARICIA, LA LUJURIA Y LA MUERTE” Las acotaciones de Valle, ya en sus obras más maduras, destacan por su considerable extensión, algo no común en el teatro de su época. Además, recurre a muy menudo a ellas y, teniendo en cuenta su longitud, esto las convierte en un rasgo característico de Valle. Las acotaciones teatrales tienen diversas funciones, normalmente son de carácter referencial y utilitario (es decir, para orientar al lector, actor/actriz y director/a sugiriendo por dónde ir, detalles necesarios para la representación). También hay acotaciones que describen acciones, por ejemplo: “La mozuela moja los labios en la copa y se la ofrece al tuno, que levanta la quimera de su tabanque en el claro lunero”. Valle – Inclán va más allá: Para empezar, indicar la poesía de escenarios imposibles que recae en muchas de ellas, por ejemplo, en “Sacrilegio”: “..puesta la linterna en alto, se mira en el espejo de la charca, y el ojo de la linterna mete su guiño sintió cubrírsele el alma de veato temor, frente al reflejo sacrilegio de su imagen inmersa, sellada por un cristal, infinitamente distante del mundo en la cláusula azul de la charca, el ojo de la linterna como un lucero sobre la tonsura de San Antoñete”; o en “La Rosa de Papel”: “…cae una velilla y en las manos de marfil arde la rosa de papel como una rosa de fuego. Arden las ropas, arde el ataúd. Simeón Julepe, entre las llamas, abrazado al cadáver, grita frenético…”. Están las acotaciones espaciales, sumamente detalladas, crean espacios enormes que no tendrían cabida en un teatro, pero sí en cine, por ejemplo, la primera acotación de “El embrujado” dice: “Una casa grande, toda de piedra, con aroma de mosto en el zaguán, galgo en la solana y palomas en el alero. Por delante cruza un camino de aldea, y entre el camino y la casa hay un campo verde, cercado de laureles viejos, donde pace una vaca…”. Las acotaciones cinematográficas son también aquellas en las que hay un movimiento que, visualmente, sólo se conseguiría con una cámara, capaz de ofrecemos distintos planos y encuadres. Un escenario fijo y delimitado desconoce tales posibilidades: “Simeón se arranca la gorra. El aire melodramático: Marchando con la cara torcida, sin perder ojo de las cotillonas, cierra la puerta. Recostándose en el muro con un traspiés, se mete la llave en la faja”, este ejemplo en cine se explicaría si una vez cerrada la puerta viésemos un plano del personaje al otro lado de la puerta. Abundan acotaciones de descripciones, objetos o acciones muy detalladas que en un teatro no se verían pero que una cámara en plano detalle lo solucionaría. Por ejemplo, en la última acotación de “Ligazón”: “Quiebra el rayo de luna con el brillo de las tijeras”, algo que difícilmente se conseguiría en cada representación, puede filmarse con paciencia; o en “La cabeza del bautista”: “Arden los ojos de la bribona”, un primerísimo primer plano de los ojos de este personaje; o en “Sacrilegio”: “Las cristalinas ascadas se atorbellinan de maravillosos reflejos, y el esmalte de una charca azul tiene ráfagas de sangre…”; etc. O cuando aparece un animal, como el caballo de “El embrujado” o “la sombra ahuyentada de un perro blanco…” de “Ligazón”; pues tendría que tratarse de animales adiestrados o, como en cine, de dibujos animados o marionetas. En “El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte”, crea un espectáculo de luces y sombras, ambientados en la noche, casi sin luz natural, con escenarios nocturnos, espacios cerrados y mal iluminados. Las acotaciones referidas a la iluminación son muy precisas: “Volaba un nublo sobre la luna, y en el morado tenebrario de la parra…”, “Lívidas luces de la mañana”, etc. La representación del teatro esperpéntico de Valle implica una escena de tipo expresionista. Valle compone autos para siluetas, los personajes son bultos, sombras corpóreas que salen de la zona oscura del escenario: “El mozo afilador se disimula en la sombra”; la poca luz que hay parece dar vida a los personajes y objetos que, fuera del área iluminada, carecen de consistencia; como en la pantalla cinematográfica, es la luz la creadora de las imágenes; lo que queda fuera de ella es como si no existiera, porque el espectador no lo ve. Por ello, sólo permite colores muy oscuros o pálidos. El arte de Valle-Inclán no se atiene a las convenciones del teatro y una de las vías de ruptura consiste precisamente en acercarse al séptimo arte. Las acotaciones narrativas, propias del relato, se formulan como narración o descripción. Las encontramos en la presentación de personajes: "La vieja caduca es Andrea la Navora: la del pelo cobrizo y los ojos zarcos…”; también cuando informa de una intención. A veces actúa como un narrador omnisciente que nos informa del pasado de los personajes, como, por ejemplo, cuando nos presenta a El Malvín, en “El embrujado”: "…Nació en el pajar, y en refajuelo jugó por los rincones de la cocina, rodando los calabazos de grandes vetas amarillas. Veinte años del mismo pan, le han dado la lealtad de un mastín". O se permite información reflexiva, como sería el ejemplo de la última acotación de “La cabeza del bautista”: "…Parece cambiada la ley de las cosas y el ritmo de las acciones. Como en los sueños y en las muertes, parece mudada la ley del tiempo…". Además, Valle se permite ser subjetivo a la hora de calificar a sus personajes, por ejemplo: “Vejete flamenco, tufos de ceniza, patas de alambre (…)”. Añadir que, lo normal en teatro es utilizar el presente del verbo, puesto que hace que el lector tenga la sensación de que está viendo la representación en directo. Sin embrago, Valle utiliza, en muchas ocasiones, el imperfecto, rasgo de la narrativa. Así crea la ilusión de alejarnos en el tiempo o el espacio de sus personajes, o bien congelar su imagen por un momento, lo cual es posible hacer en el cine. También, muchas veces escribe acotaciones que nos informan de un movimiento en forma anticipada o retrospectiva. No interrumpe el diálogo con un breve paréntesis explicativo, lo tradicional en teatro, sino que se espera a una pausa o silencio para especificar ampliamente qué actos acompañan a las palabras ya pronunciadas. Por ejemplo, en “La Rosa de Papel”, Julepe dice: “Me quedé sordo de un aire.”, y posteriormente aparece la acotación que aclara porqué ha dicho eso: “Julepe, ladeándose la gorra, se dirige a la puerta. El viento frío arrebuja la cortina cenicienta de la lluvia, que rebota en el umbral…”. Este autor también tiende a utilizar una técnica de resumen por la cual obvia diálogos cubriéndolos con un coro de murmullos y ruidos (llamada panorama en la narrativa). Por ejemplo, en “Ligazón” la mozuela llora mientras discute con su madre y, textualmente, “La disputa se aleja, se apaga, se encrespa, se extingue…”. Para crear el efecto de que una conversación se vaya ahogando en medio del ruido ambiental, en el teatro tradicional, sólo es posible si los actores se retiran mientras hablan. En cambio, una cámara de cine sí puede retroceder; en estos casos podríamos retomar el pensamiento de que Valle se acercaba nuevamente al cine. A la manera expresionista, en las acotaciones metonímicas, Valle utiliza la técnica de la caricatura gráfica: elegir unos pocos rasgos, exagerarlos y eliminar todos los demás. Nos presenta a los personajes como fantoches descritos con dos o tres rasgos, prendas o instrumentos que retienen el conjunto del cuerpo y anulan el aspecto corporal y facial: “Los calcaños azules y las alpargatas desaparecen por la escotilla del fayado...”, haciendo referencia a cuando Julepe sale de la habitación, “…viene por la carretera un jinete. Poncho, jarano altas botas con sonoras espuelas. Se apea con fantasía de valentón.”, en “La cabeza del bautista”, etc. De esta manera, se perciben en la noche los cuerpos como sombras, los rostros como máscaras, los personajes como muñecos. Se sabe que Valle-Inclán imaginaba una posible representación sin actores, con prendas colgando de hilos en movimiento. El fantoche aparece fragmentado, como un muñeco hueco por dentro: “Entra una vieja pingona con el féretro terciado sobre la cabeza, seguida de un rapaz críneo que porta la tapa. El retablo de huérfanos, ahora vestidos de domingo, con gorro de estambre y zuecos gaileros, llora bajo la claraboya”. Valle, creador del esperpento, caricaturiza, animaliza y cosifica a sus personajes (por ejemplo, refiriéndose a la Raposa: “…con el garfio de sus dedos”; o al Jándalo: “…haciendo el gallo se acerca a la mujer”. Las acotaciones estrictamente visuales son gestos, decorado, atrezo, luces, etc., incluso las imágenes que se pueden grabar, a pesar del matiz cubista. Mientras que las acotaciones sensoriales se refieren a los demás sentidos: las auditivas pueden incorporarse con una banda sonora (como serían los perros que ladran en “Ligazón”); las olfativas, casi imposibles en teatro; las gustativas y táctiles quedan en la percepción de los actores y lo que reciba de ellos el público. Luego están las sinestésicas, en las que mezclaen una sola impresión sensaciones de diversa procedencia. En resumen, las acotaciones de Valle-Inclán se establecen como literatura general (drama, narración, poesía) y como intento de teatro total (utópico), síntesis de las artes (plástica, literatura, cine) y de los sentidos corporales.