Subido por Evelin Hernández

DOCUMENTO ARTE

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¿De qué hablamos cuando hablamos del arte?
Hasta ahora nos hemos referido al arte, a los mensajes estéticos y aún no
aclaramos de qué hablamos. Por supuesto, todos tenemos una vaga noción de lo
que es una obra de arte, aunque no siempre seamos capaces de definirla. Incluso,
cantantes comerciales insisten en llamarse “artistas” a pesar de que no aportan
más que su voz, la cual ha sido arreglada electrónicamente para no evidenciar
disonancias.
Desde la antigüedad se conocía como arte a cualquier actividad que requería de
aprendizaje y que de' mandaba habilidades técnicas para ejecutarlas. Incluso, por
muchos siglos se confundían los conceptos de arte, artesanía, ciencia, técnica,
etcétera. Fue hasta el siglo XVIII cuando se empezó a perfilar una definición del
arte como actividad estética. Entonces, se creó el término bellas artes, (pintura,
escultura, arquitectura, literatura, música y danza) para diferenciarlo de las artes
decorativas o aplicadas (cerámica, jardinería, tapicería, etcétera).
Durante la época grecolatina, nuestro objeto de estudio era vinculado
directamente con la imitación de la naturaleza para producir catarsis o liberación
en los espectadores. Hacia la Edad Media, el arte cumplía funciones didácticas
para hacer a los feligreses, en su mayoría analfabetas, conocieran y
comprendieran los pasajes bíblicos. En el mejor de los casos, el arte servía para
decorar los grandes palacios o iglesias.
La concepción de arte como un fin en sí mismo, del arte por el arte se remonta al
siglo XIX y es una de las principales herencias del Romanticismo. Fueron estos
artistas quienes empezaron a concebir la existencia de obras cuyo valor estaba en
sí mismas y no en su utilidad. Desde entonces también se fue acentuando una
visión individualista del artista, al definirlo como un pequeño dios, creador de
mundos. Por ejemplo, durante la Edad Media, ni siquiera existía el concepto de
artista como de un ser creador, individual, genio. Las grandes obras de arte eran
creadas colectivamente y a nadie interesaba conocer el autor. Desde el
Renacimiento se empezó a individualizar el concepto de artista. Se dio gran
atención a figuras estéticas de renombre como Rafael, Miguel Ángel, Leonardo...
Por supuesto, la evolución en la definición del arte corre paralela con la de toda la
sociedad. La concepción del arte desde un plano subjetivo, individualista es
también parte del desarrollo del mercantilismo, que empezó a gestarse hacia
finales de la Edad Media. Los mercaderes empezaron a acumular un gran poder
económico pero carecían del poder político y de la legitimación social. Por ello, es
sintomático que los mecenas, aquellos patentados que apoyaban a los artistas,
fueran, regularmente, mercaderes adineradas.
El arte empieza a secularizarse (se independiza de la religión) en la medida en la
que la aristocracia medioeval pierde el poder económico real. El arte como
manifestación individualista se consolida en la medida en la que la burguesía
emerge coma clase dominante.
Pero el triunfo definitivo del arte como una obra semi-divina, de creación individual
y como manifestación máxima de la capacidad personal de trascender ocurre,
justamente, con el triunfo definitivo de la burguesía sobre la aristocracia: a finales
del siglo XVIII y principios del XIX.
En este siglo, el artista empezó a exigir la atención hacia su persona. Primero,
como un ser incomprendido, con una sensibilidad superior a la de la mayoría de
sujetos. Luego, como un ser marginado. A finales de ese siglo a los propios
artistas les gusta llamarse “malditos”. Es decir, personas con una especie de
demonio dentro que los hacía sufrir y ver más allá que los mortales comunes. En
el siglo XX, el concepto fue evolucionando. Dentro de la visión individualista, se
perfiló al artista como un genio; como un ser dotado de una inteligencia
extraordinaria.
Los estudios de la obra de arte van paralelos a su concepción. De ahí que hasta
mediados del siglo XX, al considerar al arte como producto de un genio creador,
se asumía que la obra era un objeto indescifrable. Los grandes teóricos
planteaban que una pintura o una escultura no pueden explicarse científicamente.
Solo intuirse en su grandeza y en su calidad estética.
Sin embargo, esa visión es la propia de la ideología burguesa, que ha dominado
los hilos del poder económico y, por lo tanto, también ha hecho que sus valores
sean los que se impone en toda la sociedad. Pero desde estas mismas
sociedades, de acuerdo con la dialéctica, surgen sus propias contradicciones. Así,
a mediados del siglo XX empezó a generalizarse la llamada teoría crítica
ideológica. Sus representantes empezaron a evidenciar lo contradictorio e
inhumano del sistema post-capitalista o post-industrial.
Se empezó a poner en duda el que fuera una manifestación de individuos
geniales, dado que ello conlleva un culto exacerbado al individualismo. En cambio,
se empezó a ubicar al arte como un producto social, enmarcado en su contexto y
creado por personas comunes. Se empieza a rescatar también el carácter utilitario
del arte, como manifestación de un sentir colectivo (dado que el artista vive dentro
de una sociedad, de ella bebe sus códigos y con estos produce sus obras).
2.1. Una esencia escurridiza
Aunque nuestro texto se interesa en los mensajea estéticos en tanto que
mensajes y, por lo tanto, desde la lupa de la semiótica, de alguna manera las
reflexiones semióticas sobre los mensajes estéticos tienen como punto de partida
y referencia las discusiones filosóficas en torno del mismo. Por ello realizamos
este pequeño recorrido por la estética filosófica, para dar un Vistazo general a los
debates que la ha venido desarrollando a lo largo de los siglos.
2.1.1. La belleza
Desde el principio, se relacionó al arte como la manifestación de la belleza. Se
considera la belleza como un ideal humano. Filósofos como Platón plantearon que
el ser humano busca realizar sus ideales. Por ejemplo, son ideales el bien y la
belleza. El ser humano, según esta visión busca perfeccionarse siguiendo los
ideales de lo bueno y de lo bello; por lo tanto, trata de alejarse de los contrarios: lo
malo y lo feo. Platón decía que el ser humano busca la belleza absoluta. Pero esta
no existe en las cosas del mundo, las cuales solo pueden reflejar algunos de sus
aspectos. Las personas captan la belleza de las cosas, pero estas son solo
manifestaciones incompletas de la belleza misma. Esta es inaccesible al ser
humano común.
Según este filósofo, el hombre utiliza la belleza como peldaño para alcanzar sus
máximos anhelos, como el amor. Al captar las cosas bellas, puede ascender a la
captación de las bellas normas y así, sucesivamente, hasta alcanzar la belleza
absoluta. Cuando llega a esto, el hombre se extasía y vive a plenitud.
Percibir la belleza significa desarrollarnos como humanos. Para hacerlo, debemos
educarnos, prepararnos. Según Platón, el ser humano se perfecciona por medio
del conocimiento. Solo los sabios pueden acceder al conocimiento de las cosas;
entre ellas, la belleza. Percibirla requiere de capacidades que se enriquecen en la
medida en que se ejercitan. La base para percibir la belleza es la sensibilidad.
Como todos somos sensibles, todos podemos acceder a la valoración del arte.
Pero ello dependerá del grado de desarrollo de nuestra alma, nuestros
conocimientos y, en general, nuestra sabiduría. Acercarnos al conocimiento de la
belleza absoluta implica poseer un espíritu que se ha refinado por medio del
conocimiento.
Siguiendo la teoría platónica, existen dos tipos de belleza: perfección y pulcritud.
Como perfección, las cosas bellas son las bien hechas. Por ejemplo, seria bello un
mueble realizado con técnicas apropiadas. Como pulcritud, las cosas bellas son
las cuidadosas y limpias. Sería bella una casa limpia y ordenada.
2.1.2. La mímesis
A la par de la concepción del arte como
manifestación de la belleza, se encuentra la
teoría que la define mímesis. Esta es una
palabra de origen griego que significa
“imitación”. En la Grecia clásica, el arte se
consideraba tal cuando lograba imitar la
realidad y reproducirla. Sin embargo, la
mímesis; plantea la necesidad de lo que
Platón llamaba la belleza ideal, la misma que
no puede encontrarse en la naturaleza. Los
artistas, entonces, construyen un “canon” de
belleza; un modelo ideal al cual deben aspirar
todos los artistas. Por ello, las esculturas de la
antigüedad griega y latina no retratan a ningún modelo real y concreto. Más bien
son construcciones ideales del “cómo debe ser” un cuerpo humano.
Eso trataron de continuar los renacentistas.
La famosa estatua llamada David, de Miguel Ángel, representa a un joven bello y
armonioso. Pero no existe un solo modelo de la realidad actual, ni de la del siglo
XVI, que corresponda con las dimensiones de la estatua. Para empezar, mide más
de cinco metros de altura. Miguel Ángel, como los griegos de la antigüedad, no
pensaba en “imitar” la realidad tal cual, sino en reproducir una especie de realidad
ideal, como la proclamada por Platón en su filosofía idealista.
De esta cuenta, la teoría de la mímesis no es tan sencilla. Con el transcurrir de los
siglos ha venido evolucionando. Así, de significar “imitación” evolucionó a significar
“representación”. Aunque su origen es similar, esta nueva Visión, desarrollada a
partir del siglo XVII, permite establecer otros elementos dentro de la definición del
arte:

En primer lugar, la teoría de la mimesis implica que el arte se relaciona con
la realidad. Es decir, el artista, de alguna manera, refleja su percepción del
mundo a través de sus obras. En esto se diferencia de las teorías estéticas
del siglo XX que plantearon la total independencia del arte con respecto a la
realidad.

El reflejo artístico no es inmediato, como podría ser el
de una fotografía espontánea. Está tamizado por la
visión del mundo del propio artista. Además, requiere de
una transformación o, en todo caso, de una traducción
de la experiencia sensible inmediata al código estético
usado por el artista. Por ejemplo, en la Monalisa de
Leonardo apreciamos cómo el artista “tradujo” el efecto
visual que provoca la distancia por medio de lo que
posteriormente se conoció como “sfumatto” o
degradación del color y su textura para provocar el
efecto de la atmósfera.
Cuando se trata de una obra realista, es sencillo
comprender la explicación anterior. Las cosas se
complican en obras cuyo referente ya no es un
elemento material concreto, sino algo abstracto. El
famoso cuadro El grito, de Munch por supuesto que
no refleja a una persona real, gritando al pasar por, un
puente. Está reflejando una angustia, un dolor
profundo y una necesidad de expresar el dolor, la
incomprensión, etcétera. Pero, en todo caso, está
reflejando algo.

La realidad representada es anterior y precede a la obra de arte. El arte no
surge de la nada. Incluso las obras más abstractas tendrían siempre algún
referente anterior que las genera. En el mismo ejemplo de El grito, antes de
realizar el cuadro, Much de alguna manera codificó sus sentimientos y los
plasmó en el lienzo. Pero los sentimientos precedieron y originaron el
cuadro.
2.1.3. Esteticismo
Otra concepción del arte es el llamado esteticismo.
De acuerdo con esta corriente, el papel del arte es liberamos de la naturaleza.
Esta visión se opone a la mimética ya que hace énfasis en la independencia del
arte en relación con el mundo. En palabras de Adorno, quien critica esta visión, el
esteticismo plantea que “Las obras de arte se salen del mundo empírica y crean
otro mundo con esencia propia y contrapuesto al primero” (Adorno, 1992:10). El
artista crea sus propias reglas mediante las cuales inventa mundos inexistentes
pero posibles o deseables. Esta corriente se relaciona con los preceptos e ideales
de los artistas románticos, modernos y algunas vanguardias. Su ideal es la frase
“El arte por el arte“. Es decir, el arte vale por sí mismo e independientemente de
cualquier uso que se le pueda dar.
Esta visión se fundamenta en una idea formalista al plantear que “(...) el valor
estético de una obra da arte queda definido por su excelencia formal”. (Cortina,
2002:260). De ahí que lo único que interese sea la capacidad formal que el artista
pueda plasmar en su creación. Esta concepción no toma en cuenta nada más que
la obra en sí, fuera de contexto. No le interesa, por ejemplo, el efecto que pueda
provocar en el espectador o los valores que la obra pueda transmitir. El escritor
irlandés Óscar Wilde consideraba de mal gusto pretender relacionar una obra de
arte con algo más que consigo misma. Incluso llegó a afirmar que la naturaleza
imita al arte en esta célebre frase: "La vida, la mísera vida, verosímil y sin interés,
reproduce las maravillas del arte".
Las teorías esteticistas. se desarrollaron a partir del siglo XIX y representan una
visión idealista. Sin embargo, son las que prevalecen en la mayor cantidad de
artistas, quienes abogan por una libertad y autonomía totales. Los representantes
del expresionismo, creacionismo, futurismo, parecen inspirarse en esta visión.
También es la visión que se desprende de todas esas manifestaciones esnobistas
o las producciones en las que se enaltece el carácter genial de artistas como
Leonardo, Van Gogh, Dalí, etcétera.
Dentro de esta línea se cataloga al expresionismo, el cual plantea que la obra de
arte vale por los sentimientos que pueda despertar en quienes la contemplan
debido a que ella es en sí misma la expresión de sentimientos. Esta teoría se aleja
del formalismo ya que no se interesa por las características intrínsecas (formales)
de la obra, sino por sus efectos.
Se le ha criticado a esta concepción estética que, entonces, podría ser una obra
de arte un cadáver en estado de putrefacción pues este produciría fuertes
emociones. Algo parecido intentó Salvador Dalí cuando, al realizar una película
experimental con Luis Buñuel, pidió una escena en la cual se colocara el cadáver
putrefacto de un burro encima de un piano. El quería provocar un sentimiento
ambivalente de sublimidad estética y asco a la vez.
2. 1.4. El simbolismo
Existe una tercera forma de concebir al arte: filósofos como Kant y Hegel, plantean
que la obra de arte constituye una armonía entre naturaleza e imaginación. Hegel
considera que “(...) el arte abre un campo de juego a la libertad humana en la
naturaleza C..) tiene la misión de ponernos delante de nosotros mismos C..)”. Lo
que el filósofo indica es que toda obra de arte construye una realidad ficticia; pero
esa ficción cobra sentido hasta el momento en que es relacionada con el propio
espectador, quien traduce dicha experiencia en códigos y vivencias propias. Por
ejemplo, la lectura de Don Quijote resulta realmente enriquecedora cuando somos
capaces de relacionar los ideales y las andanzas del protagonista con nuestros
propios ideales; o cuando comparamos ambos y sometemos a juicio los nuestros.
Esta es la concepción estética filosófica dentro de la cual se enmarca el desarrollo
de la semiótica estética. El arte, para expresar sentimientos, los simboliza; es
decir, crea o combina lenguajes de distinta naturaleza. Aunque durante toda esta
obra me extenderé en señalar los elementos esenciales del arte desde esta
perspectiva, adelanto tres aspectos señalados por Cortina (2002):

Las obras de arte son no referenciales. Es decir, crean su referente
ficticio. Por ejemplo, en el cuadro La libertad guiando al pueblo, de
Delacroix, el personaje central, La Libertad, una bella mujer, no hace
referencia a ninguna persona en concreto. Cuando el artista se refiere a un
ser que existió, lo hace después de un proceso de ficcionalización. Por
ejemplo, otro cuadro del mismo autor, llamado Dante y Virgilio, retrata a dos
artistas, uno de la antigüedad clásica y el otro, de finales de la Edad Media.
Pero en ambas épocas no existían fotografías ni se conserva retrato alguno
de Virgilio. El artista tuvo que imaginar a ambos y los pintó de acuerdo con
la idea que él tenía, aunque esta no es necesariamente coincidiera con el
referente aludido.

Son icónicas. Es decir, su valor inicial no radica en el significado mismo
(que, como veremos, es transformado por el artista) sino por el conjunto en
sí sublimado, con el valor autónomo que le asigna la connotación. Para
apreciar estéticamente la escultura La piedad, de Miguel Ángel ,debemos
ver en ella un símbolo de la perfección que supone la belleza ideal. El
cuadro, además de retratar a la Virgen con Jesús, constituye un ícono de la
perfección, de la belleza y del sentimiento de piedad referido en su nombre.

Expresan valores. Es decir, plantean una manera peculiar de entender la
realidad tratada o ficcionalizada por el artista. La catedral de Notre Dame,
en París, con características góticas, más allá de su valor artístico, refleja el
ideal cristiano de acercarse al cielo. Por ello, sus formas alargadas
provocan en el espectador la sensación de que esa iglesia (y la Iglesia, el
catolicismo, en general) nos hacen llegar al cielo y aspirar a la grandeza del
“Señor”. De ahí que detrás de la monumentalidad artística del gótico se
expresan los valores defendidos por la iglesia Católica.
Lo anterior no significa que el simbolismo niegue la teoría mimética y la esteticista;
por el contrario, integra los planeamientos de ambas y les otorga un valor
semiótico. Es decir, plantea que las formas novedosas de una obra son en
realidad maneras nuevas de comunicación mediante las cuales se transmite una
visión del mundo distinta, con sus propias emociones.
A partir de la perspectiva simbolista se puede comprender mejor el concepto de
experiencia estética. Se llama así al encuentro que el espectador tiene con el arte.
Por ejemplo, la contemplación de un cuadro de Matisse o el escuchar el Concierto
de Brandemburgo, de Bach. Esta experiencia trae con sigo tres aspectos:

Transforma nuestra visión de la realidad. Toda obra de arte, al ser única e
irrepetible nos obliga a pensar de una nueva forma. Leamos este pequeño
poema Machado:
Ayer soñé que dormía
y a Dios gritándome “alerta”.
Luego era Dios quién dormía;
yo le gritaba “despierta”.
El poema nos obliga a pensar en nuestra concepción de Dios. Aunque esta no
cambie radicalmente, en algo se habrá transformado después de leer y
comprender en profundidad lo que dice el poema. Esto lo retoman Arnold Haúser y
Umberto Eco, cuando se refieren a que la obra de arte, al crear un estilo propio,
requiere de un nuevo código.

Altera la vivencia del tiempo. La captación misma exige que la persona
suspenda el tiempo y viva una contemplación que obliga a la meditación.
Por ejemplo, escuche los movimientos iniciales de la obra Divertimento, de
Mozart. Verá que se deja llevar por el ritmo cadencioso y sus violines y
adaptará sus movimientos a ellos.

Nos saca de la realidad concreta en la que estamos y nos transporta a la
realidad ficticia que está creando. Luego, el retorno a la realidad es difícil,
puesto que se ha estado fascinando con el goce estético.
El goce estético es una experiencia única. No se compara con el placer de los
sentidos, aunque también es placentero. Adela Cortina plantea que “(...) hablamos
del goce estético para referirnos a ese otro tipo de placer que no procede de la
satisfacción de necesidades del organismo”. (2002:254). De ahí que el goce
estético nos conduzca a un momento de admiración en el cual se suspende
nuestra racionalidad. Esa suspensión exige una forma de comunicación guiada
por la imaginación. Es decir, “(...) el objeto estética no anula ni el entendimiento ni
la voluntad, más bien los detiene, los mantiene fascinados.”(Cortina, 2002:254).
Por ello, la vivencia estética, más que enfrentar al intelecto con la sensibilidad,
busca un equilibrio y armonía entre ambos: se requiere sensibilidad para iniciar
ese proceso de comunicación alternativa que nos propone la obra; pero se
necesita intelecto para descifrar las claves (los códigos de esa comunicación
novedosa)
Solo la combinación de ambas herramientas humanas da como resultado lo que
los filósofos consideran como “el juicio del gusto”: la valoración del objeto estético.
Por ejemplo, si contemplamos la Monalisa de da Vinci de manera indiferente, no
apreciaremos lo sugerente que resulta su sonrisa y lo connotativo del paisaje que
se difumina al fondo. Al descuidar estos aspectos nos perderemos la posibilidad
de comprender los e interpretarlos racionalmente.
De ahí que la filosofía haga una distinción entre la belleza natural y la belleza
artística. Una rosa es una belleza natural pero no una obra de arte.
2.2. Hacia una visión científica del arte
Ya con el desarrollo del estudio científico también se fue desarrollando una
perspectiva distinta. Por una parte, los estudios literarios fueron desentrañando las
claves para la comprensión de las obras. Empezó a declinar esa Visión mágica
que se tenía del arte y se le empezó a definir como un producto humano de
dimensiones sociales. Por otra parte, los artistas mismos fueron concibiendo su
actividad como un oficio, con características diferentes, pero en última instancia
similares a las de cualquiera otro. Ya desde el siglo XIX, Beethoven había dicho
que la obra de arte se compone de 2% de genialidad y 98% de esfuerzo y
constancia. Gabriel García Márquez en alguna ocasión dijo que las obras literarias
“se escriben con el culo” aludiendo a que el escritor tiene que estar sentado horas
y horas escribiendo, borrando, reescribiendo, etc.
Más o menos esa es la percepción que del artista se tiene en la actualidad,
aunque en algunos círculos perviven las visiones románticas del siglo XIX. Ahora,
se ha despojado al arte de esa visión idealista, metafísica, que lo concebía como
algo inexplicable. Hoy sabemos que las producciones estéticas, aunque sean
producto de una persona, en realidad son una síntesis cultural,anclada en una
sociedad específica y en un momento determinado. Los artistas, aunque son seres
dotados de excepcionales condiciones, estas no devienen como por arte de
magia: más bien, se cultivan) perfeccionan.
Por otra parte, es necesario aclarar un poco cómo se clasifica el arte, ya que esta
categorización ha ido cambiando con el tiempo. Cuando se inicia con la distinción
entre artes aplicadas (artesanías) y bellas artes, hacia el siglo XVIII, se concebían
cinco bellas artes o artes mayores:

Artes del espacio. Son obras cuya concepción y recepción se realiza en
un espacio concreto y finito. Puede ser de dos dimensiones, como la
pintura; o de seis dimensiones, como la escultura y la arquitectura. Son
artes visuales y táctiles. Están ahí, sincrónicamente acabadas y, según su
tamaño o la capacidad de recepción, pueden ser percibidas de un gol' pe
de vista. A ellas pertenecen
o Pintura
o Escultura
o Arquitectura

Artes del tiempo. Son las que no tienen materialidad concreta, aunque se
manifiesten por medios perceptibles. A diferencia de las espaciales, estas
no se presentan sincrónicamente al espectador, quien tiene que viajar por
ellas en el tiempo! no se puede es cuchar la sonata 14 en un solo instante;
sus acordes se suceden unos a otros y el receptor debe viajar según el
ritmo que el autor propuso. Lo mismo sucede con la literatura! no se puede
percibir un poema de golpe. Los fonemas se van sucediendo unos a otros y
el lector debe seguir esa secuencia en el tiempo. Son artes del tiempo la
música y la literatura.
También se contemplan algunas artes mixtas, como la danza, que combina la
escultura en movimiento, la actuación y la música. En la misma categoría se ubica
la ópera, que combina la música y la literatura con el teatro. Con la llegada del
cine, se incluyó a este como “El séptimo arte” (aunque nunca se aclaró del tº' do
cuál era el sexto). De hecho, en la sociedad actual, el arte más complejo es
precisamente el cinematográfico, ya que combina todas las artes a la vez.
Ahora, aunque se sigue practicando cada una de las artes mayores por separado,
existe una tendencia a combinarlas y a no encasillarlas en un género. Por ejemplo
la catedral La Sagrada Familia, de Gaudí, en Barcelona, es una monumental obra
arquitectónica pero cifrada en clave escultórica. Por ello, aunque seguimos
utilizando como referente las definidas como “bellas artes”, cuando hablamos de
obras artísticas nos referimos a todas aquellas que posean elementos de
originalidad. Por lo tanto, pueden ser obras de arte también las canciones, algunos
afiches, los murales, y diferentes expresiones del mundo actual. A lo largo de
estas páginas tomaré ejemplos de cualesquiera de las artes; preferentemente de
la literatura, pintura y canciones con valor estético.
Al respecto, es necesario aclarar: cuando hablamos de “bellas artes” nos referimos
a grandes géneros que representan las formas en las que se manifiesta el arte.
Esto no significa que todas las manifestaciones concretas dentro de esas formas
sean artísticas. Para poner un ejemplo claro y contundente: una pintura de
Francisco de Goya puede ser obra de arte, debido a que el autor plantea siempre
una forma diferente de comprender la realidad que retrata; en cambio, un paisaje
antigüeño, de los que venden a la orilla de la carretera 0 en el mercado central, no
es una obra de arte; será, en todo caso, una artesanía; no solo porque se produce
en serie, sino, sobre todo, porque solo reproduce una visión ya fetichizada de la
Antigua Guatemala; no aporta nuevos elementos de conocimiento, o sensibilidad.
Lo mismo ocurre con las demás artes: un edificio de apartamentos es una obra
arquitectónica, pero no artística; en cambio, la catedral de Burgos, es una obra
artística. Una canción de Arjona no es arte; en cambio sí lo es alguna interpretada
por Jorge Drexler. Con la, películas ocurre lo mismo. De hecho, la mayoría no son
obras de arte. Son solo productos comerciales hechos para el consumo masivo.
Sin embargo, no se puede negar la calidad estética de alguna película de Buñel.
Por otra parte, dada la naturaleza misma del arte, existen muchas otras
manifestaciones humanas que no pue den ser encasilladas en alguna de las bellas
artes, pero que poseen elementos estéticos innegables.
La pregunta obligada es, entonces, ¿cuáles son los criterios para distinguir una
obra de arte de algo que no lo es? Según Pablo Blanco (2007) existen tres
operaciones básicas para buscar esa respuesta! conocer, Sentir, hacer. El
conocer se refiere a que una obra puede ser artística si aporta un nuevo
conocimiento acerca de la realidad; es decir, si “dice” algo nuevo. Como sabemos,
los conocimientos se pueden construir a partir de las ciencias, la filosofía y el arte;
por su puesto, se trata de una forma de conocimiento diferente al que producen
las otras dos actividades humanas. Es un conocimiento que necesariamente está
acompañado de un sentimiento. Esta es la segunda cualidad inherente a toda obra
de arte: además de producir un nuevo conocimiento, debe aportar un nuevo
sentimiento, o una forma distinta de percibir la realidad y de sentirla. Finalmente,
ninguna de las dos cualidades anteriores se“ ría posible sin el tercer elemento! el
hacer. Una obra de arte es una realidad concreta, hecha por un artista, quien, para
plasmar sus nuevos conocimientos y su forma distinta de sensibilidad, debe
poseer ciertas habilidades técnicas.
Bibliografía consultada:

Adorno, Theodor
Teoría estética (Primera edición, 1970)

Blanco, Pablo
Estética de bolsillo (Segunda edición)

Eco, Umberto
Los límites de la interpretación (Primera edición en italiano, 1990)

Velásquez, Carlos
Semiología del mensaje estético (s.f)
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