Subido por nicolas dominguez

D. N. DOMINGUEZ- LA OBEJA, EL LOBO Y EL LEÓN.

LA OBEJA, EL LOBO Y EL LEÓN
D. N. DOMINGUEZ
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PROLOGO DEL AUTOR
Práctica y teoría, método y enfoque, sabiduría y ciencia… Como estas existen cientos de
palabras que encierran lo esencial de la evolución del ser humano: El conocimiento.
Tal como una vez la semilla de la vida se desarrolló en el ambiente adecuado hasta formarnos
físicamente, como las millones de historias ocurridas, las relaciones y la capacidad de entender y
manipular el entorno, nuestro “todo” se forma y transforma entre la dependencia inseparable de las
miles de acciones racionales o emocionales que podamos realizar y las casualidades universales que
nos realizan; creando a cada paso conocimiento.
Pero… ¿Qué conocimiento es propicio para la vida?... No para crearla, no para entenderla
científicamente, sino para sencillamente vivirla lo mejor posible y darle un sentido a cada hora, en
cada día… Una pregunta que resulta tan simple y complicada de responder.
Caminando aprendí que, en esta increíble y única travesía, a medida que marchamos hay
contantemente preguntas que se van cruzando y para las cuales muchas veces no hay soluciones
escritas. Caminando un poco mas entendí que, aunque nunca lo digamos y si bien de nosotros
mismos surgen muchas de ellas, las respuestas las vamos descubriendo de la misma manera: En la
medida que caminamos; pues “caminante hace camino al andar” escuché alguna vez versar una
canción.
Alguna que otra vez me pregunté: ‹‹¿De qué estamos hechos?››… Y a pesar de no poder
demostrarlo fehacientemente con hechos científicos, he llegado a creer que estamos hechos de una
relación universal que jamás alcanzamos a ver; y no me refiero a lo que esta mas allá de las estrellas
y el cosmos sino a algo mucho más cercano.
Es verdad, existe un universo; un espacio exterior que compartimos y que nos rodea por
completo con su constante movimiento, sus abundantes misterios y su eterna infinidad. Pero a su vez,
existe otro universo; también en movimiento, misterioso e infinito, pero individual; y con esto me
refiero a ese espacio dentro de nosotros que nunca podremos ver con los ojos... Pues los seres
humanos no somos más que la interacción de una relación irremediablemente ligada de estos dos
universos.
Podría decir entonces que somos luz y sombra, tiempo y espacio, movimiento y quietud, el
inicio y el final de dos universos que despiertan todos los días al abrir los ojos; una interminable e
impredecible unión que interactúa segundo a segundo. Somos una relación que en su incomprensible
y milenaria manera de obrar es quien indeterminadamente forja los momentos y circunstancias sobre
las cuales nos vamos desenvolviendo. Somos esos cientos de sucesos inesperados y esas inevitables
pero a veces necesarias casualidades que jamás podemos controlar; las cuales percibimos a través de
los sentidos del cuerpo y aprendemos a interpretar con nuestra mente. Junto con el innumerable
cúmulo de impulsos y cálculos, sentimientos e ideas, locura y lógica; toda una infinidad que abunda
dentro de todos nosotros, esa esencia que nos diferencia de las rocas y que va más allá de la
superficialidad, de lo tangible o visible; eso que a veces llamamos conciencia, espíritu o alma, que no
es más que nuestra propia humanidad.
Somos la acción de uno y la reacción del otro a cada instante, en cada desafío, ante cada
momento que atravesamos. Somos también la evolución que la precede; y con evolución me refiero
al simple hecho de aprender algo nuevo y desaprender algo viejo para interpretar de manera
diferente. Somos la suma de estas partes, el exterior y el interior, quienes crean una constante
dependencia que nos construye y reconstruye, que nos comienza y nos termina, que da forma total y
plena a la razón, al impulso y al pensamiento.
¿Qué es la vida sin un propósito?... ¿A cuáles aventuras estamos predestinados?... ¿Qué objeto
mueve nuestra imaginación?... ¿Qué oportunidades podemos crear o encontrar?... ¿Estamos
evolucionando o involucionando a cada paso que damos?... ¿Por qué elijo como elijo?... ¿Por qué
siento como siento?... ¿Quién soy?... ¿Cómo soy y a que llegaré?...
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Las respuestas a tantas preguntas se aparecen sobre la marcha, las vamos descubriendo,
aprendemos de ellas; nos cambian y a veces nosotros las cambiamos. Lo mejor, lo más asombroso,
increíble y único para mí es llegar a ser parte de estas oportunas historias que son las más simples
manifestación y testimonio de todo esto.
Tal vez si nuestro tiempo fuera eterno y la inmortalidad un don de todo ser humano todo esto no
importaría, pero en la realidad cada respiro, cada parpadeo y cada latido cuentan; porque el tiempo es
un maestro que a medida que va enseñando desgraciadamente también va matando a sus discípulos.
Por eso el hecho de lograr sentir, emocionarse, experimentar, razonar, aprender y transformarse
con esas simples pero mágicas casualidades inesperadas resulta ser el más maravilloso regalo que
podemos recibir mientras nos mantengamos ante la tutela de este irrenunciable profesor.
Ella me dijo una vez: “deja de perder la vida persiguiendo respuestas, solo vive la vida y las
respuestas vendrán solas”… Y aquí estoy, dando tumbos de a ratos, mirando curioso al camino,
levantándome y andando, buscando eso que me haga ser acción y reacción.
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El yo tan Común… Ese de todos los días
Tan común como la decisión de cambiar mis sueños por un trabajo estable, como los pocos
recuerdos que me quedan de la niñez donde por única vez tuve los huevos para jugármela por algo
que realmente anhelaba. Tan común como encender la televisión y enterarme sobre un político
corrupto o el incremento de la inflación y los despidos del último mes. Tan común como ver un rico
que se hace más rico y un pobre que se hace más pobre o como un creyente que reza y expía sus
pecados en la iglesia y luego es un racista, egoísta y prejuicioso en las calles. Tan común como los
pocos amigos que aún quedan y los muchos conocidos que se han ido, como las relaciones que
terminan con corazones rotos, como las decepciones en los demás y en uno mismo, como los muchos
errores y las pocas victorias, como los grandes temores y los pequeños riesgos. Tan común como las
autoexcusas para romper la dieta o las repeticiones de la alarma del celular en las mañanas para
dormir cinco minutos más. Tan común como los comentarios con errores de ortografía, las cadenas
de oración para obtener “likes” y las fotos de perfil sutilmente retocadas en las redes sociales. Tan
común como el alcohol en las juntadas de fin de semana y los encuentros de sexo vacío para evitar
las noches solitarias y olvidar la tristeza de sentirse solos y desolados.
Un yo de todos los días, tan predecible, tan insignificante y tan común como mi nombre: Daniel;
uno de los cinco nombres más elegidos para recién nacidos de habla hispana en el mundo. El que en
cada despertar se queda unos minutos congelado mirando al vacío, al que ya le da lo mismo quien es
esa persona que se refleja en el espejo, el que estudió una carrera tan prestigiosa como la de
diseñador grafico por cuatro años en una universidad para que hoy con internet cualquiera pueda
aprenderla en meses desde su casa; para terminar haciendo un trabajo que no le estimula ni le da
placer; para ganar un sueldo a fin de mes para pagar impuestos, comprar objetos innecesarios que
casualmente ve en las vidrieras y ahorrar; tal vez para hacer el viaje que nunca podrá hacer, o tal vez
tener el auto que nunca podrá tener; o para soñar con complacer a la mitad princesa de Disney, mitad
gata de playboy que nunca aparecerá. El yo de los muchos “peros” y “porqués” para todo y para
nada; ese de las muchas sonrisas disfrazadas, miradas huecas, gestos falsos e intereses chatarra.
Ese yo fue aquel que se encontró ese día en la oficina, como todos los días, vestido de camisa y
corbata en su cubículo que durante ocho o más horas era su mundo, suspirando de aburrimiento,
fingiendo escuchar la historia enredada de un colega y distraído con las ideas sin sentido que
atravesaban por mi insatisfecha e inentendible cabeza.
En ese momento no lo percibí, pero no creo equivocarme al afirmar que aquella vez mi guía fue
la ocasión; ese misterioso y mágico instante en que la mera coincidencia de momentos guiados por
motivaciones completamente ajenas a aquel encuentro me llevaron a estar en ese lugar en ese
momento.
Un lunes tan normal y corriente después de un fin de semana de repasar datos, navegar en
internet, disfrutar de la película cómica que pasaban en la televisión por enésima vez y por enésima
vez miraba; y los tragos con amigos entre charlas comenzadas con el infaltable “te acurdas
cuando…” de viejas aventuras de esa juventud de un pasado mejor.
Fue por la tarde; de esos días frescos del inicio del otoño en la ciudad; donde de a ratos se nubla
y el frio se persuade con un abrigo liviano y de a ratos sale el sol con su calor envolvente que te hace
quitártelo si no quieres comenzar a sudar; cuando el hambre después de horas de trabajo sin parar
hacia resonar mi estomago.
No lo niego, en mi mente solo eso, devorar un sándwich aunque más no sea; y de paso
ventilarme un poco de la rutina cansadora de todos los días y de los cientos de cosas que todavía
quedaban por hacer.
Salí de la oficina avisando mi ausencia por un momento a Ernesto, el guardia de seguridad al
que poco le importaba que sucedía; solo pensaba en estar sentado allí en la guardia descansando su
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barriga y leyendo sus revistas hasta la hora de irse. Caminé unos metros y como acompañando el
momento ese lugar habitual donde siempre me llegaba tenía un cartel en su puerta: “vuelvo en cinco
minutos”; pero más cómplice fue mi apetencia feroz que dominaba mi pensamiento y que me hizo
marchar al instante de ahí en busca de otro comercio; sin pensar que solo debía esperar 5 minutos.
Tres cuadras después, ya a paso apurado, vi aquel sitio: común, normal... como yo; un
establecimiento que ya había visto unas treinta o cuarenta veces al pasar por la vereda, justo en frente
de la plaza donde siempre cantan las aves, donde se escucha el resonar de las campanas de la iglesia
a la hora de la misa y el aturdidor y sofocante sonido del tránsito de los vehículos en la calles que son
suficiente excusa para distraerse y hacer la vista ciega a los vagabundos que duermen en sus bancos.
Miré hacia la entrada y justo en ese momento tenía sus puertas abiertas al público; excelente
oportunidad para por fin echar un bocado sobre algún alimento que saciara mi apetito. Ni lo dudé.
Fue entonces cuando la simple ocasión, la inesperada acción misteriosa del universo, se hizo
presente. Pues al pasar por esa puerta algo extraño pasó, no fuera ni en el lugar sino dentro de mí,
porque al primer paso de adentrarme y asomar la mirada la vi.
Muy simple podríamos decir; un hombre entra a un lugar buscando algo para comer y se topa
con un montón de desconocidos; cuantos millones de veces ha pasado. Yo era un hombre común,
tenía un pequeño departamento, ropa sin planchar en un ropero desordenado, un sueldo, cuentas por
pagar y ni siquiera conocía el mar; en mi vida común a veces cosas muy simples me llamaban la
atención. Pero esa vez fue insólito el momento por la manera en que noté su presencia y sentí esa
extraña sensación de no esperar nada, tan solo algo para comer, y que de golpe la vista se agudice y
la mente diga que no dejes de mirar. En ese momento, tal vez la mejor manera de describirlo, me
sentí yo diría “curioso”.
De niño recuerdo que siempre fui un poco entrometido en todo, pero con 25 años en mi espalda
mi curiosidad se despertaba por querer enterarme alguna noticia en la TV, la radio, el diario o la web;
cosas que se solucionaban muy rápido con la computadora o el celular; y otras veces mi curiosidad se
despertaba al levantar la oreja para escuchar y poder opinar en una conversación ajena, porque
casualmente había leído en una revista un artículo del tema tratado por esas personas y quería
participar haciéndome el gran sabiondo para sentirme importante. Pero esta vez al ver a esa
desconocida quise extrañamente saber quién era. ¿Porque?…
Al dirigirme a la góndola donde estaban los sándwiches observé que llevaba puestos unos jeans,
unas zapatillas negras, y un sweater de lana a rayas horizontales blanco y violeta, unos aretes
sencillos y el cabello recogido en forma de cola de caballo.
Luego, mientras recorría el lugar para buscar una bebida, me detuve un momento y noté como se
movía con soltura por aquel mostrador repleto de artículos, y además, como atendía de una manera
complaciente y elegante a todos los clientes. Si lo vemos así, nada de otro mundo.
Después, cuando llegué a la fila de espera, advertí que sonreía. Tenía una hermosa sonrisa; una
boca ancha de labios finos y un poco de brillo labial; y dientes blancos relucientes que acompañaban
perfectamente la tez clara de su piel. Y conducida de una segura y contagiosa expresión de
comodidad, como disfrutando del momento, entablaba conversación con las personas.
Otro aspecto peculiar fue distinguir que miraba fijo. Posaba la mirada en los ojos del otro con
quien hablaba; como prestando real atención a lo que le decían; dando la importancia adecuada a
cada transacción; y no los desviaba en ningún momento salvo para mirar el monitor donde aparecían
los precios, recibir el dinero y dar el cambio de cada venta. Algo llamativamente gracioso era
observar como con la picardía de todo buen comerciante ofrecía alguna golosina u otro producto a
cambio de las monedas; lo cual lograba con éxito.
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Pero hubo algo mas, un instante que duró segundos donde pude contemplar, más allá de todo lo
anterior, que había algo en su mirada, algo diferente; algo que, más allá de que sus facciones me
resultasen atractivas, provocaba que mis ojos estuviesen posados en ella.
En la primera impresión, donde pude apreciarla superficialmente, tal vez había encontrado una
persona más como las miles que conocí durante toda mi vida. Pero en la segunda, en ese tiempo
transcurrido de espera en que pude observarla mejor, se notaba que había algo en esos ojos color
café que quitaban el sueño; esos ojos que poso en mí por un instante y luego apartó mientras yo
esperaba mi turno para ser atendido.
En su forma segura de actuar había algo, pero no entendía qué. No solo de mirarla, sino más bien
de prestar atención detenidamente me di cuenta, o tal vez fue solo mi imaginación, que ella era más
de lo que dejaba ver. Pues detrás de esas facciones y su forma de actuar existía un relato; se notaba
que arrastraba consigo una historia, un cuento largo y difícil, la trama de un libro extenso y
complicado de entender, un laberinto con vaivenes palpados por el tiempo, una batalla constante
entre decisiones que tomar e indecisiones que temer.
Observarla no era como ver la foto de una mujer en una revista; vacía, sin vida, con más
maquillaje o edición post fotográfica que ropa y difícilmente acomodada en una pose muy
complicada para lograr ser el estereotipo insípido de una propaganda. Sino que era como ver más
allá; o imaginar mas allá porque como siempre mi enredada cabeza me decía que todo lo que notaba
podría ser efecto de mi imaginación. Fuese lo que fuese, realidad o fantasía, sentía que podía
observar una persona con un corazón lleno de sentimientos y cicatrices; y también, una cabeza llena
de ideas, dudas, y experiencias vividas.
En ese momento tan inesperado se me ocurrió pensar que esa bella mujer tan vivaz y
resplandeciente del otro lado del mostrador escondía mucho detrás de su actitud. Y para mí verla era
como observar frente a mí un rompecabezas disfrazado de princesa.
Me quedé ahí, solo mirándola, sin decir una palabra.
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El yo filósofo
“Será que la vida es así”
Recuerdo cuando volar era hamacarse alto y cuando usar protección era ponerse las zapatillas
para jugar al futbol; cuando unas pocas monedas eran todo un dineral, los hombros del abuelo eran la
cima más alta del mundo, la competencia más grande era correr ida y vuelta hasta la esquina y lo
peor que se podía esperar recibir de otra persona era contagiarse de piojos.
Lo que no recuerdo bien claro es cómo y cuando los chupetines se volvieron cigarrillos y el agua
se cambió por alcohol; como las charlas, las miradas y las risas se volvieron parte de un ritual de
seducción; como los raspones de las rodillas se suplieron por heridas de un corazón roto y las
tristezas de los sueños sin cumplir. Pues es extraño pero también muy común que no recuerde a
veces cosas que yo mismo decidí hacer, sino solo darme cuenta después de hacerlas.
Y de la misma manera; así como de repente reemplacé la alegría de un “te quiero” y un “cuenta
conmigo” por la preocupación de ver la poca cantidad de “likes” que obtenían mis publicaciones; así
como de repente la mayor victoria pasó a ser el hacer callar a otros al final de una discusión sin
sentido (Que creía ganar por tener una lengua afilada o la voz elevada); los “Yo creo”… “Yo
supongo”… “Debe de ser”… también se volvieron una habilidad recurrentemente utilizada para
darme excusas a mí mismo y auto convencerme con explicaciones inventadas por mi cabeza cuando
algo no concordaba con mi vida común.
Cuando desarrollé esa habilidad realmente no lo sé, lo que si se es que me fue más fácil y
placentero articular y creerme un supuesto antes que aventurarme a descubrir y enfrentar alguna
verdad, sencillamente eso hacía.
Esa vez no fue diferente, porque al final, cuando tocó mi turno todo ocurrió en unos momentos;
pues al fin y al cabo en ese lugar era tan solo un cliente más.
Ella, en un segundo y con su sonrisota, recibió el sándwich y la bebida, confirmó su precio,
colocó todo en una bolsa y lo cobró. La miré, recibí las cosas, pagué, agradecí y me fui; aunque me
di cuenta que no intentó cambiarme las monedas del vuelto por golosinas como a los demás, tal vez
porque se dio cuenta que mientras la observaba haciendo sus picardías inconscientemente en mi cara
se dibujaba un gesto de extrañeza. Y también noté que conmigo no fijó la mirada, solo me miró a los
ojos un santiamén y desvió los suyos hacia otro lado, como queriendo evitarme; tal vez se sintió
incomoda con una persona que desde que había aparecido ahí no le quitaba los ojos; o simplemente
solo volteó a ver la hora. Nunca lo sabré.
‹‹¿Por qué no dije nada?›› Me pregunte al salir… ‹‹¿Será que fue todo muy de repente, que
estaba pensando en cualquier cosa y no me esperaba que sucediese lo que sucedió?››.
Volví al trabajo y me quedé un momento inmóvil en la entrada, en silencio, tratando de
comprender que había pasado. Pues sin darme cuenta la había transformado en una incógnita que con
el pasar de los días me haría volver una y otra vez a ese lugar con el mayor ímpetu de querer saber
más. Pero una incógnita silenciosa porque con nadie habría de compartir esto; lo único que faltaba
era que me llamasen demente.
Ya en mi cubículo me dije a mi mismo: ‹‹Si trato todos los días con personas que desconozco y
con ninguno tengo problemas para expresarme… Tengo amigos y amigas con quienes puedo hablar
un millón de palabras por horas y horas… ¿Porque con ella me paralice?... ¿Será que de verdad
quería observarla y no perdí tiempo parloteando para aprovechar cada momento que la tuve ante
mí?... ¿Será que me intimidó lo que observé?... ¿O tal vez fue otra cosa?››
Y con la misma facilidad de un político para prometer y no cumplir, el remolino de
pensamientos en mi cabeza empezó a dar tumbos filosóficos. Me decía: ‹‹Será que la vida a medida
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que crecemos nos enseña a callar y a renunciar›› y continuaba ‹‹Será que al crecer las
responsabilidades que nos van abordando, los miles de momentos que pasamos, nuestra educación y
todo lo que nos rodea nos van amoldando y forjan nuestra manera de ser, de actuar y de interpretar el
mundo››. E inclusive, apoyando mi mano en el mentón y cruzando una pierna, me auto complací con
una filosofada profunda: ‹‹Será que en verdad “somos lo que hacemos con lo que hicieron de
nosotros”… como dijo una vez el filósofo Sartre››. Por supuesto haciendo uso de una frase que leí
una vez por la red; algo hipócrita de mi parte porque a decir verdad no sabía muy bien quién era
Sartre.
Todo esto para que el remolino mental de pensamientos filosofales inútiles comenzara a
rememorar anécdotas:
‹‹Durante mucho tiempo una gran pregunta que resonaba en mi mente era que me depararía el
destino… Y con ella un montón de otras incógnitas… ¿Echar raíces o desplegar las alas y volar?
¿Estudiar, encontrar trabajo y casarme? ¿Aventurarme a lo desconocido, viajar y conocer el mundo,
seguir algún sueño?... Y atado a estas dudas siempre fui avanzando y aprendiendo›› Me dije mirando
al vacio.
Y luego de la anécdota y del profundo pensamiento asociativamente proseguía el recuerdo; ya
que otra de mis capacidades era asociar mis pensamientos con recuerdos, aunque nunca con los
mejores. En esa ocasión, sin hacer una excepción, me dije:
‹‹Como aquella vez de niño en que se me ocurrió que quería ser guitarrista››… Resulta que
había visto la imagen de un famoso con su instrumento; tan audaz y tan brillante encima del
escenario, tan querido y aceptado por todos sus fans. Y en un suspiro me convencí de que quería ser
como él; por supuesto que necesitaba una guitarra y viniendo de una familia que vivía con lo justo a
mis padres se les hacía imposible comprar una para mí. Pero yo, tan impactado y tan decidido a
cumplir mi sueño tomé la decisión de buscar trabajo; el cual conseguí con un tío que me puso a lavar
platos en su restaurant; para después de unos meses poder por mi mismo comprar una guitarra.
Pero como queriendo discutirme a mí mismo esa última afirmación me dije: ‹‹Pensar que la
alegría me duró tan poco al darme cuenta que el cuento no terminaba ahí››… Y esto pasó porque
recordé que no sabía tocar el instrumento, necesitaba un profesor, pero tenía que trabajar para
pagarlo y mientras trabajaba no podía tocar ni aprender y los horarios no coincidían, y a pesar de
tener mi instrumento y el dinero para pagar a alguien que me enseñara llegaba tan cansado a casa que
tenía ganas solo de dormir para ir al otro día a la escuela y después al trabajo. La ilusión de golpe se
volvió una responsabilidad que debía cumplir y al final no quedó otra cosa que solo acostumbrarme a
estudiar, trabajar, renunciar a mi sueño y callar lo que realmente quería.
Mi filosofía, si es que a esa maraña de pensamientos se la podía llamar así, era tan barata que era
adaptable; es decir que variaba conforme al momento; y extrañamente era también como una contra
constante entre pensamientos que me levantaban la autoestima y otros que socavaban en mi propio
pozo de decepciones.
Al final, para concluir mi momento de gran filosofo teórico mental, mi conclusión de todo esto
fue: ‹‹Y si… Necesité generar medios que me ayudaran a lograr lo que quería y esos medios
encontraron la forma de irme estancando, más tarde se convirtieron en un freno y al final surgió la
decepción cuando noté que ese medio me había dejado totalmente detenido… Porque al fin,
pensándolo detenidamente, la decisión de desplegar las alas y volar fue la que me hizo echar raíces…
Una gran ironía››… Mi cabeza era una ironía de sí misma.
¿Pero por qué hacía todo ese embrollo? E inclusive: ¿Qué tenía que ver con todo la anterior?
Pues esta experiencia es la primera que recuerdo como mi primera decepción, mi primer roce
con el mundo de la frustración. Y así, a medida que el tiempo transcurrió, con cada nueva
experiencia fui descubriendo que el mundo podía ser cruel y que estaba lleno de contradicciones y
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limitaciones; tanto en el amor, la religión, el trabajo, el deporte y en todas las experiencias que se
presentaban.
De una u otra forma se me mostró como los deseos y los anhelos eran fantasías de un niño
inocente, que debía entender que en el mundo real se basaba en adaptarse y conformarse. Y si se
anhelaba mas existía un mundo irreal de sueños que despertaba al cerrar los ojos; como así también
películas y redes sociales, medios con los cuales podía escapar de vez en cuando para no sentirme tan
vacio.
Un paso fundamental hacia la madurez fue cambiar la inocencia de dejar el corazón abierto a
todo lo mejor, que creía existía en el mundo, por la conciencia de cerrarlo para no decepcionarme y
no penar ni sufrir por nada; porque a pesar de no existir pasión o gloria tampoco existía el desaliento,
el dolor y más que nada el miedo a perder por arriesgar a ganar.
Días, meses y años llegaron con este concepto que de a poco me fui quedando varado hasta que
finalmente me acomodé en un pequeño sitio donde podía estar seguro y cómodo; esa pequeña parte
que no me generaba riesgos y me permitía solo seguir respirando, callando y renunciando a los
sueños, la pasión, el amor, las oportunidades y a todo… excepto a pagar impuestos.
Tal vez, tratando de entender a fondo que pasó conmigo, esa inesperada curiosidad que despertó
en mí fue de hecho lo que me paralizó, lo que me dejó congelado observándola. Era yo y no ella,
porque en ese extraordinario segundo sentí una infinita necesidad de entrometerme, de querer saber
quién era, de destapar ese misterioso secreto oculto detrás de su mirada y su sonrisa, de arriesgarme a
develar que guardaba detrás de esa calurosa actitud y esa sutil picardía. Una vez más tenía ganas de
ser ese niño inocente con ganas de soñar; algo no muy normal en mí.
Y eso, en mi concepción, debía ser combatido. Por eso el adulto “consiente” y “responsable”; el
que basaba su enfoque en el miedo a lo desconocido; ese yo de todos los días seguro en su pequeño e
insignificante rincón; me obligó a callar, tomó el control de la situación y sin más ni menos dijo
gracias, adiós y salió por la puerta; algo si muy normal en mi.
Esa misma noche me encontré con la cabeza apoyada sobre la almohada y la imagen de una
extraña que conocí ocasionalmente deambulando por mi mente. Cerraba mis parpados intentado
dormir y al minuto los abría nuevamente preguntándome porqué seguía ahí.
Una voz me decía: ‹‹Déjala ir, vaya a saber quién es, como se llama, qué edad tiene, que hace
aparte de trabajar allí… llora, ríe, se enfada, miente, dice la verdad›› etc. etc. Y la otra voz solo me
decía: ‹‹Averígualo››.
Negarme a ceder ante el impulso o vencerme ante él… “Ser o no ser, he ahí el dilema” dijera
Hamlet… Toda mi experiencia de vida, mi trabajo, mi educación y el tiempo mismo me enseñaron lo
primero; pero algo muy profundamente dentro de mí, ese mensajero rebelde aparecido de la nada, me
decía lo segundo. Ese fue mi gran y continuado torbellino esa noche que dio vueltas y vueltas hasta
quedarme dormido.
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El yo complicado.
Una razón vs. Mil excusas
La vida fluye, el tiempo no se detiene, la existencia tiene un avance constante y el mundo sigue
su marcha… Lo escuchas por todos lados y cientos de personas te lo repiten una y otra vez. Y lo
escuchas tanto que llega un día en el que simplemente te detienes un momento, te das un respiro y te
das cuenta que todo eso pasó pero no fuiste consciente ni participe de ello. Te encuentras con que
tienes un sueldo, cuentas por pagar, responsabilidades que nunca pediste y tus sueños rotos, luego te
percatas que nunca nadie va a querer un autógrafo tuyo, que no te van a recordar por ninguna clase
de mérito o talento, que no vas a hacer el viaje que tanto querías hacer, no vas a tener lo que soñabas
tener, no vas a ser quien anhelabas ser y también con que tienes mil excusas para justificarte de ello;
cuando la única razón por la que nada de eso pasó es porque tal vez no hiciste el mérito suficiente de
creer en ti y sentiste un escalofrío intenso al entender que fracasar era una opción viable. Entonces,
en vez de ser osado y arriesgado, solo te peleaste contigo mismo, aplastaste tus ideas con miedo
disfrazado de practicismo y te volviste eso que eres, eso que no te gusta pero según dicen te conviene
y te da seguridad; en otras palabras decidiste ser eso que se llama resignación: El silencioso suicidio
de todos los días.
Por la mañana me aturdió un ruido repentino y atronador en la calma de la habitación ya
iluminada por los primeros rayos de sol que entraban por la ventana. Era ese pesado e indestructible
despertador antiguo que me prestó mi abuelo; pero que mas allá de todo era muy efectivo para
levantarse porque no tenía repetidor como mi celular; te levantabas o seguías durmiendo, no había
segunda, tercera o cuarta oportunidad cada cinco minutos.
Me enderecé de a poco con los ojos todavía entre cerrados; todo normal y común como siempre.
Tomé mi ropa, una toalla y me adentré al baño para darme una ducha; me miré al espejo después del
bañarme; me peiné, afeité, vestí y coloqué loción: Todo muy normal. Preparé el café caliente y puse
el pan a tostar. La rutina de todas las mañanas en que mi todavía medio dormido cerebro no
terminaba de reaccionar; como siempre: “todo normal”.
Entonces, en un suspiro, ocurrió. Bastó con un instante menor a un segundo, un inesperado
momento mientras desayunaba antes de irme a trabajar, para que me invadiera una sensación de
desánimo que me fue muy difícil de controlar. No era ese bajón corriente que solía sentir como
cuando me tocaba pagar las cuentas a fin de mes y veía como con el aumento decretado y los
tarifásos no decretados mi bolsillo se vaciaba mas y mas; o como en mi trabajo cuando no rendía de
la manera en que debía hacerlo y mis compañeros se molestaban porque los procesos se atrasaban.
Sino que, en mi cabeza, percibí que el instante del día anterior en que la vida había mostrado su
magia y su arte había quedado atrás, y que nada había hecho al respecto; bueno, en realidad hice lo
mismo de siempre: callar y renunciar. Y luego del desánimo despertó la incertidumbre porque
entendía que algo de repente había cambiado, mejor dicho, algo había despertado; una voz diferente
que surgía muy dentro de mí que se volvía un grito de guerra contra todo lo que para mí era la base
de mi comportamiento.
Y al final llegaron las nuevas interrogantes: ¿Que era aquello?... ¿Acaso se me habría zafado un
tornillo?... ¿Alguna vez volvería a pasar?... Me quedé congelado en el silencio.
Pero, para bien o para mal, la realidad siempre tan puntual me recordó que se hacía tarde para
llegar a la oficina, que de tanto pensar el café ya estaba frio y las tostadas resecas de más; que debía
correr si quería ser puntual y no dejar a nadie esperando; y finalmente que dar tantas vueltas en mi
cabeza me desviaba y no me permitía enfocarme.
Ni siquiera levanté mi taza; solo me enderecé con prisa, tomé mi abrigo, cerré todo y me fui.
Cuando llegué al trabajo saludé a todos y noté las mismas caras de sueño que la mía; en esos rostros
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noté como todos coincidíamos en que el fresco de la mañana nos recordaba el tentador calor de la
cama. Me senté en mi escritorio, encendí mi computadora, revisé mails y mensajes, ordené el
papelerío y un momento después Miguel, encargado de administración, me trajo la lista con las
actividades que debía desarrollar ese día: especificaciones, concejos, y lineamientos a seguir; rutina,
rutina y más rutina. Pasaron dos horas con solo una pequeña interrupción de un colega que me
preguntó unas cosas. Dos horas más y se produjo el corte habitual del medio día para comer la misma
vianda de arroz con pollo sin sal ni sabor de todos los martes, acompañada por una fruta para la
buena digestión. Luego de eso siguió como de costumbre encender un cigarro en la acera de la
empresa donde se juntaban los colegas fumadores; donde siempre estaba Gastón, el que todos los
martes se veía gordo porque el arroz lo hinchaba; Esteban, el que me pedía un cigarro gratis con cara
de peregrino que volvía de la procesión del Santo de la Misericordia; y Mariano, el que miraba a las
chicas delgadas que entraban y salían del gimnasio de en frente y más aún a las no tan delgadas; por
supuesto que con dos pensamientos diferentes. Y de nuevo, después de alimentar el vicio, a la acción
cuatro horas más.
Nunca pensé en cómo me costarían esas cuatro horas; en lo eterna se haría la espera para irme;
el sentir de a ratos que iba a explotar. No me sentía bien para nada, no físicamente sino mentalmente.
Realmente no sé como comenzó, si vi u observé algo en internet o en el teléfono, si realmente
hubo un disparador o surgió todo de repente. Lo que sí sé es que en un momento me encontré
mirando al frente de mi escritorio leyendo un cartel con una frase; que el gerente general Sosa había
colgado para motivarnos; que decía: “Sueña, atrévete, supérate y nunca jamás abandones las ganas
de hacer de tu vida algo extraordinario”. Y al verlo me preguntaba: ‹‹¿Qué carajos hago aquí
sentado?››.
Dos segundos más tarde me dije a mi mismo: ‹‹Si es verdad, hoy día tengo un empleo bien
remunerado; estudié y enorgullecí a mis allegados; puedo comprar cosas e inclusive ahorrar; disfruto
de alguna manera de la familia y los amigos los fines de semana, de las fiestas y las borracheras,
casualmente de la compañía de una dama; e inclusive en el futuro podría pensar en una relación
seria, tal vez casarme, tener hijos, una casa, un auto, un gran televisor y dedicar el resto de mi vida a
trabajar, criar a mis hijos, convivir con mi esposa, disfrutar de vacaciones una vez al año hasta el día
de mi retiro y envejecer para en un momento volverme polvo en el viento››… Luego, por primera
vez en mucho tiempo, me pregunté: ‹‹¿Eso es todo?... ¿El gran éxito en la vida del que tanto
hablan?... Y si lo tengo todo… ¿Por qué siento una gran inconformidad conmigo mismo?... ¿Cuándo
dejé de soñar?... ¿Cuándo acepté los límites que creí no podía traspasar?››
Y no frené allí, las preguntas irremediablemente siguieron apareciendo: ‹‹¿Tan en el tiempo me
he quedado?››… Y luego me planteé: ‹‹Siempre con las mismas historias que contar… un cliente que
se fue disconforme, un electrodoméstico que compré y la conversación sobre el perro del vecino que
no para de ladrar››.
Esas preguntas de a poco me fueron haciendo analizar, aunque no lo esperara ni lo quisiera, en
lo que se había convertido mi vida; que tan plantado estaba en la rutina continua del trabajo y las
responsabilidades; que básicamente que había olvidado quien era.
Pero no terminé allí, seguí dando vueltas preguntándome: ‹‹¿Cuándo deje de animarme y
empecé a conformarme?››… Y luego me dije: ‹‹Es más… me pregunto si en verdad alguna vez quise
todo lo que tengo o fueron circunstancias que fueron surgiendo y me fui convenciendo de que eso era
lo moralmente correcto que debía hacer… o si fue la opinión ajena que me influencio demasiado y
me dejé vencer por lo que me dijeron era el supuesto éxito en la vida››.
¿Qué me estaba pasando? ¿Que era todo esto que revolvía mi existencia completa y me hacía
sentir tan insignificante?
11
Sentía que no me entraba el aire, el desaliento me invadió y de repente necesitaba salir de ese
lugar como fuere; no quería saber absolutamente nada con el cronograma, mis funciones, el trabajo
por hacer, las responsabilidades, absolutamente nada. Me salí del cubículo que ya parecía una celda
carcelaria y caminé directamente hacia la puerta sin decir absolutamente nada.
-¿Sales?-… Me dijo una voz. Me volteé rápidamente sabiendo de antemano que era Ernesto;
quien por supuesto debía tomar nota de mi salida voluntaria para no tener que pagarme el seguro en
caso de accidente; uno de los grandes logros acordados individualmente con cada empleado por no
tener un sindicato. Entonces le dije: -Ya vengo, estoy descompuesto, voy a comprar una pastilla para
tomar y aliviar el malestar-.
El me miró y abriendo grandes los ojos me respondió: -¿Estás bien?... se te nota un poco pálidoA lo que yo respondí: -si si, debe de haber sido algo que comí; salgo unos minutos a comprar y
de paso aprovecho para tomar un poco de aire– Aunque por dentro de mí lo único que quería era salir
de ahí desesperadamente.
- Ok – me dijo el –Vuelve rápido y avísame si no te mejoras-.
Y no tengo alas, porque sino creo que hubiese salido volando.
Una vez en la puerta miré hacia el kiosco habitual, esta vez estaba abierto, pero ese yo tan nuevo
que estaba comenzando a conocer me dijo: ‹‹No quieres entrar ahí en realidad… Mejor aprovecha…
Ya sabes a donde quieres ir››
Y el otro yo que si conozco dijo: ‹‹¡Bobo!… cuenta hasta diez, respira profundo, compra algo
como para justificar tu salida, vuelve adentro y enfócate en el trabajo que tienes cuentas por pagar››.
Para luego de escucharlos a ambos encontrarme solo y diciéndome: ‹‹Que hombre complicado y
con falta de decisión… ¿esta insignificante situación te tiene a tras perder?››.
El gran filósofo y sabio hombre que el día anterior encadenaba eslabones, parloteaba deduciendo
hechos, entendiendo situaciones y además vociferaba sobre los hechos de la vida, ahora no era más
que un cobarde y desesperado sujeto sin control.
Luego comencé a recordar los tiempos de universidad cuando lo daba todo para perseguir un
buen promedio; con seguridad y compromiso por lograr mi meta; la de ser un sujeto promedio. Me
preguntaba donde había quedado aquel joven que se animaba a tomar riesgos.
Y tal vez si, podía ser, con la diferencia que en aquellos momentos mi mente estaba preparada
porque conocía en lo que me metía, o creía que lo conocía, y de alguna manera eran riesgos seguros;
opciones sin peligro de salir mal; donde tenía tiempo de analizar cada paso detalladamente en la
tranquilidad que otorga un banco frente a un pizarrón.
Pero esto se trataba de un terreno desconocido para mí. Pues una mujer, que no sabía ni siquiera
como se llamaba y que apareció de repente en un lugar inesperado un día cualquiera, en un repentino
suspiro logró despertar en mi sensaciones e impulsos que conseguían desbordarme y poner en tela de
juicio toda mi existencia hasta el momento; situación en donde no contaba con manuales, un
profesor, tiempo de estudio, fechas para rendir y dos recuperatorios.
Respiré profundo, pensé una vez más y me dije: ‹‹Caramba… Tanto misterio por un momento
de euforia… Tanto que te va a llamar la atención la desconocida… Debe de haber sido el hambre
mezclado con el apuro de volver rápido al trabajo y las seis horas seguidas sin parar del lunes
inferna; mas el resto de alcohol que te quedó del fin de semana por la borrachera con tus amigos…
No existe tanto enredo en esto››
Esa voz dentro de mí me estaba dando una conclusión totalmente acorde y científica de las cosas
(diciéndolo sarcásticamente). En realidad era mi cobardía inmersa, ese sujeto anti riesgos subyugado
por el miedo que prevalecía en mi, que ya me decía locuras con tal de inventarme una excusa para
escapar a la situación.
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‹‹!Alto¡… detente un momento›› Exclamé luego. ‹‹Mejor aprovecha ya que estas fuera…
enciende un cigarro, despéjate y vuelve a hacer lo tuyo››… Gran solución: hacer la vista ciega una
vez más y hacer como si nada pasase.
Introduje mi mano en el bolsillo del pantalón, percibí el encendedor pero no mi caja de cigarros,
busqué en los otros y nada; me pregunté si los habría dejado encima del escritorio (De ser así me
quedaría sin alimentar el vicio porque debería volver a entrar y ya no podría salir). Y ahí fue cuando
recordé que el último cigarro de mi paquete se lo había dado a mi compañero al medio día después
del almuerzo y la caja la había tirado en el canasto de residuos de la calle.
‹‹¿Pucha que hago?… ¿Entro o aprovecho y compro ahora que me pude escapar?›› Me pregunté.
Luego me dije: ‹‹En el comercio de siempre no venden cigarros, ahí voy a comprar comida… Ya sé
donde venden››. Y pensé que era la perfecta oportunidad para matar el mito y comprobar que en
realidad no había pasado nada. ‹‹Voy, compro mis cigarros, la miro, compruebo que no pasa nada y
vuelvo a la normalidad como renacido››.
Entonces comencé a caminar sin pausa ni apuro, vi esa puerta y sin dudar entré.
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Me reí, después existí…
Tres actitudes para una misma situación como para otras miles que había vivido anteriormente.
Tres capítulos de mi mismo que no fueron más que para hacer mi carta de presentación. Pues esos
tres yo eran los pilares de mi incoherente existencia; los que formaban mi pensamiento y estimulaban
mis reacciones a las acciones del universo: El sujeto común con la capacidad de sentirse
insignificante, el filósofo mediocre con la habilidad de inventarse excusas controvertidas y
finalmente el sujeto inseguro y complicado atrapado en el pensamiento neurótico, provocado e
incentivado por las razones y las locuras de los dos primeros. Tres acompañantes contantes que eran
desplegados de manera sistemática en cada trama de mi vida.
Ese era yo: Una víctima de mi mente; un sujeto que podía llegar a sufrir mucho más por lo que
mi cabeza imaginaba que por lo que en realidad pasaba. Un constante enemigo de mi mismo, alguien
sumergido en su propia indecisión y temor; acumulados y alimentados durante años; que le jugaban
en contra.
Y tanto había acumulado de las mismas actitudes que las había vuelto hábitos que obraban en mi
manera de ser y de hacer. Hasta ese momento en que ese mismo torbellino me llevo extrañamente a
hacer algo que no se me habría ocurrido hacer, ni siquiera soñándolo.
Una vez dentro del lugar pasé inadvertido y sin mirar mucho me dirigí directamente hacia el
fondo; como queriendo ignorar todo lo que había a mi alrededor; indiferente y desinteresado, como
sobrando la situación. Paré en frente de la góndola de sándwiches y tomé uno, luego pase por
heladera con bebidas para tomar una gaseosa y finalmente el último tramo: mostrador y caja… A la
carga me fui.
Primero y principal: no había fila; el lugar estaba un poco vacio y las pocas personas que
quedaban ahí todavía deambulaban entre las góndolas eligiendo sus productos. Me dije a mi mismo
que era un excelente momento para no perder tiempo y volver rápido a trabajar… que todo marchaba
de maravilla. Llegué a la caja, puse mis cosas sobre el mostrador, levanté la vista y noté que no había
nadie del otro lado. Entonces tomé el celular, como de costumbre, para ojear un poco las redes
sociales y distraerme un poco mientras esperaba ser atendido.
De repente dieron un grito: -¡Un momento!-… Y ahí estaba ella, apareciendo desde el fondo del
comercio con cinco paquetes grandes de golosinas. La miré, sonreí y pensé: ‹‹¿Le venderá todo eso a
las personas con su picardía?››. No dije nada por supuesto.
Cuando se acercaba dijo: -Disculpe la espera- A lo cual respondí sin pensar: -No hay problemaSe fue del otro lado del mostrador, dibujó una sonrisa, me miró fijamente y muy simpáticamente
me dijo: -Disculpe… Como no había nadie en caja aproveché para ir a buscar productos que necesito
reponer en este espacio y de paso para ir al bañoY ahí estaba yo matando el misterio, ya galán y más relajado.
–No hay problema señorita- Respondí bajando los ojos, pues a pesar de estar tranquilo no pude
sostener la mirada. Le señalé luego cuales artículos eran los míos, lo cobro y me preguntó: -¿Algo
más?Y si… en ese momento recordé que yo no iba a comprar para comer y para tomar, iba a comprar
cigarros.
Me di cuenta que tanto me había concentrado en no involucrarme en la situación para no sentir
nada que hasta de mi propio pretexto me había olvidado. Entre a reír, me di cuenta lo volado que en
realidad estaba y el gran alboroto que había armado en mi cabeza sin sentido alguno.
Ella sonrió y se me quedó mirando a la espera de mi respuesta.
14
–Una caja de cigarros- Le dije luego; los cuales ella tomó y puso en una bolsa junto con lo otro.
–Y nada mas- concluí.
Me dijo cuanto era, pagué, y antes de darme el cambio agregó:
-¿Puedo darle caramelos por las monedas de su cambio?–
Y largué a reír a carcajadas mientras ella me miraba sonriente pero extrañada de la gracia que a
mí me había provocado su comentario.
–Si si, no hay problema- Dije entre carcajada y carcajada. Luego recibí mis cosas, le di las
gracias, ella dio las suyas y con una sonrisa grande la miré por última vez y me fui.
Me reí de mi mismo todo el camino de vuelta. Miraba al cielo y me decía: ‹‹Que tonto soy…
Tanto pensar y pensar y pensar… Regodearme entre mis ideas y no darme cuenta que las cosas son
más simples de lo que me planteé››.
Cuando llegué a la oficina y pasé por la puerta Ernesto me observó sorprendido. No era aquel
que había salido casi desesperado hacia cinco minutos medio inmerso en un ataque claustrofóbico;
era un hombre alegre, feliz, perfectamente de salud y con una energía renovada; un cambio total.
–¿Qué tomaste?- Me dijo. Yo sonriente le contesté que algo en la calle me había generado
mucha risa y de golpe el malestar se me había pasado; y además, que el aire fresco me había hecho
súper bien (No le dije por supuesto que me estaba riendo de mi mismo, de mi propia ridiculez). Me
miró, frunció el mentón y levantando ambas cejas se dio vuelta y se fue a su silla.
De nuevo en mi cubículo la risa no frenaba, recordaba una y otra vez el momento. Todos me
observaban al pasar; habrían creído que era víctima de un feroz ataque ciclotímico, pues mi humor en
menos de una hora pasó de la depresión casi incontenible a un estado de buen humor insuperable.
Cuando pude calmarme me puse a trabajar nuevamente y terminé todo en un santiamén; pues al estar
relajado pude concentrarme rápidamente y de golpe surgieron las ideas necesarias que me ayudaron a
hacer todo lo que debía hacer rápidamente; estaba animado, me sentía divertido, con muchas ganas y
sobre todo tranquilo. El día terminó, me fui a casa y esa noche dormí como un tronco
Miércoles por la mañana… El mismo ruido repentino y aturdidor en la calma de la habitación
del viejo y pesado despertador del abuelo. Abrí los ojos, percibí la luz y me dije: ‹‹¿Todo
normal?››… Esa mañana en particular NO.
Pegué un salto de la cama como niño que lo llaman para comer su plato favorito. Mi estado de
ánimo era otro, me sentía con las pilas totalmente recargadas, renovado, enérgico, activo. Apagué el
despertador, asomé por la ventana para confirmar que el día estaba algo soleado y denoté que las
hojas corrían arrastradas por la brisa otoñal. ‹‹¡Qué hermoso día!›› pensé luego; tal vez el día era
igual que el de ayer y antes de ayer pero mi estado anímico era completamente distinto; pues sin
darme cuenta, al verme a mí mismo haciendo el ridículo mi mente dejó de lado el pensamiento
neurótico y simplemente se dispuso a relajarse y tomar todo con calma.
Elegí una vestimenta no muy habitual para trabajar, dejé la camisa, el pantalón de vestir y los
zapatos de lado, tomé unos jeans, una remera manga larga color azul marino; mi color favorito; y las
zapatillas de vestir rojas que me había regalado mamá (Que nunca había usado porque en realidad no
eran de mi agrado; pero que esa vez me parecieron acordes).
Encendí la radio y salté a la ducha donde canté tres rock & rolles, al menos, a toda voz con el
frasco de shampoo en la mano imitando un micrófono. Luego el desayuno en vez del café fue con
jugo de naranja y en vez de tostadas unas galletas dulces.
8:45 hs. de la mañana entré a la oficina con mi renovada actitud, todavía tarareando una canción;
de zapatillas coloradas y remera azul marino en vez de los zapatos negros y la camisa blanca que
habitualmente usaba. “Buen día”… “Como va”… “Que hermoso día”… Decía con una gran sonrisa
a cuanta persona se me cruzase.
8:46 hs. de la mañana del miércoles de ese otoño noté que todos me miraban. Ernesto, Miguel,
los muchachos con que comparto el cigarro después del almuerzo, la gente de recepción, producción
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y administración; todos me observaban con cara de no entender nada. A mí la verdad me importaba
poco lo que pensaran, simplemente disfrutaba del momento.
Un comentarista de TV, motivador deportivo y múltiples veces reconocido por sus logros a nivel
profesional decía: “La habilidad es lo que eres capaz de hacer, la motivación determina lo que harás
y la actitud determina lo bien que lo harás”. Escuché esa frase una vez cuando estudiaba de boca de
uno de mis profesores y creí haberla entendido, pero fue hasta ese momento en que me senté con la
lista de tareas en mi escritorio a las 8:50 hs de ese miércoles de otoño cuando en realidad comprendí
que solo había asumido una parte.
Pero antes de seguir me parece correcto aclarar: ¿Por qué había elegido la carrera de diseñador
gráfico y marketing pudiendo elegir ser ingeniero, abogado, contador, doctor e infinidad de otras
carreras?
Yo creo que fue la última vez en mi vida, hasta ese momento, en que escuché tenuemente mi
voz interior al tomar una decisión. Pensé esa vez que si ya había comprendido que mi vida iba a ser
trabajar y pagar impuestos hasta morir, por lo menos iba a tratar de hacer algo para lo que tuviese
habilidad y que me agradase un poco; como para no pasarla tan mal. En realidad motivación y
actitud fueron algo desconocidos en ese momento y también lo fueron durante los cuatro años de
cursada, el día de mi graduación, el día en que comencé a buscar trabajo y desde el momento en que
me senté en mi escritorio. En mi trabajo simplemente me jactaba de la habilidad que había adquirido
al estudiar para desempeñarme correctamente en el trabajo, hacer lo que me pidiesen que hiciera y
cobrar mi sueldo a fin de mes. Ni más ni menos.
Pero esa mañana, sin darme cuenta, comencé a convertir lo monótono en algo extraordinario.
Surgían ideas increíbles de la nada, las cuales desarrollé con una creatividad que no cría podía surgir
de mi interior. En un momento dejé de seguir la lista de especificaciones que Miguel me daba todos
los días y comencé a seguir mi instinto; a hacer las cosas de manera diferente; como me iban
saliendo; como mi cabeza me las iba largando y mi cerebro las iba moldeando y mejorando. Me
sentía seguro, confiado en que lo que estaba haciendo no iba a dar los resultados esperados sino
mejores; e inclusive me di el gusto de incentivarme a mí mismo diciéndome que el hoy era el
momento perfecto para dar lo mejor de mí… Y así lo estaba haciendo.
Terminé lo que debía hacer en unas pocas horas; por supuesto que no de la manera en que me lo
habían pedido; es decir que me estaba arriesgando a equivocarme o a hacer algo indebido; pero en
ese momento realmente no le prestaba mucha atención a la idea de posibles represalias.
Por supuesto no me quedé ahí; comencé también a hacer sugerencias creativas sobre otros
trabajos; luego, aunque no fuese de mi incumbencia, empecé a entrometerme en el trabajo de mis
colegas y a dar consejos sobre cómo avanzar y desarrollar ideas. En el almuerzo, cuando todos se
fueron a comer, me senté frente a mi computadora; preparé y envié al departamento administrativo
una lista con nuevas ideas sobre cómo mejorar el rendimiento y los métodos de trabajos; pues entre
que me movía por los cubículos y entablaba conversación con los demás fui notando que había
problemas en común que todos teníamos.
Recuerdo que en un momento mi colega, como siempre, entro para pedirme un cigarro y como
estaba tan concentrado tome el paquete, que todavía estaba cerrado, y se lo entregué sin pensar;
nunca volví a ver ni uno solo.
En un momento, ya sin nada que hacer, comencé a pensar y a recordar métodos y estrategias de
mercadeo que casualmente había estudiado en la universidad pero que nunca había puesto en práctica
porque no eran mis obligaciones en esa empresa. Luego me dediqué a renovar la imagen de la
misma: un nuevo logo, un nuevo eslogan, una nueva identidad corporativa, nuevos colores y formas.
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Y el toque final: escribí un enfoque empresarial; una visión diferente de cómo debía avanzar la
empresa mencionando métodos y formas de mercadeo, búsqueda de nuevos clientes y mercados,
desarrollo de propaganda y redes de inversión. Exprimí mi cabeza al 100% e incluí todo,
absolutamente todo, en un comunicado impreso y bien detallado que gracias a la ayuda de Miguel
fue a parar, al final del día, directamente al escritorio del gerente.
Vale mencionar que toda esa magia desplegada no tuvo que ver en nada con una cabeza
brillante, una mente superior, el intelecto de un genio o un ser mágico devenido de otro planeta con
poderes especiales. Motivación y Actitud, esos fueron mis estribos ese día en la oficina. Finalmente
estaba entendiendo la frase.
Al final de la jornada me dije: ‹‹Lo hice… No sé si bien o mal sino diferente… A mi forma… La
que mejor me salió››. Me sentí animoso porque después de mucho tiempo me estaba atreviendo a
tomar riesgos mas allá de lo que pudiese pasar. Y sin darme cuenta estaba cambiando, estaba
resurgiendo de las cenizas aquel niño curioso con hambre de volar y seguir sus sueños.
Al salir de la oficina saludé a todos, me abrigué porque ya había refrescado, salí la calle, revisé
mis bolsillos para ver si no olvidaba nada y sonriendo comencé a caminar. Unas cuadras después me
encontré en ese lugar nuevamente, sin pensarlo, sencillamente sintiendo y siendo el que era en ese
momento.
Me entrometí y ahí estaba ella, del otro lado de ese mostrador sentada en una silla revisando su
celular, tan bella y tan extraña como siempre. Pasé al fondo con la cabeza erguida y una actitud de
despreocupado y tomé solamente una bebida, no tenía hambre solo un poco de sed. Hice una cuenta
rápida de cuanto me costaría eso más un paquete de cigarros nuevo, ya que mi colega nunca me
devolvió el que le había dado. Me dirigí a la caja y la miré sonriente, le entregué las cosas y con un
billete en mi mano, que ya sabía era más grande que el costo que debía pagar, le dije: -Buenas tardes
señorita, aparte de este refresco voy a querer un paquete de cigarros… y la respuesta es “si”, puede
darme caramelos por el cambio… Preferentemente caramelos de menta cristal que son los que me
gustanElla sonrió y se sonrojó un poco, recibió la bebida y mi billete, tomó los cigarrillos y los
caramelos que le había pedido, puso todo en una bolsa y me los entregó. Me miró y dijo
simplemente: –Gracias-.
-Gracias a usted- le contesté -Que tenga buena tarde- y me fui, colmado de esa intensa sensación
de sentirme tan bien conmigo mismo como hace mucho tiempo no me sentía. Entendiendo que era un
momento diferente, tal vez un nuevo comienzo. ¿Por qué?... Sencillamente porque me estaba
animando.
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Nuevos aires, el mundo de colores
y los obsequios comunes que el común no ve.
Los dos días siguientes fueron exactamente iguales. Despertar y dar un salto de la cama,
arreglarme informalmente y desayunar escuchando buena música, trabajar apasionadamente; e
indebidamente podría decirse; extrayendo lo mejor de mí para cada cosa que debía hacer.
A eso se sumaba el conversar y bromear con mis compañeros y colegas, compartir un mate y por
supuesto al final de cada jornada pasar a visitar a esa extraña unos segundos y poder gozar de su
sonrisa, buscar mi bebida y mis cigarros, saludarla con cortesía e irme.
Llegado el fin de semana comencé a planear cosas que quería hacer. Escribí en una lista un
montón de cometidos que incluía entre otras cosas tirarme en paracaídas, algo bastante desaforado
para mí pero que siempre me había llamado la atención, renovar mi vestimenta, comer con mis
amigos y con mi familia sin pensar en la cuenta, y el más importante, en algún momento, sin
volverme loco ni forzando ninguna situación, llegar a conocer mejor a esa desconocida que
repentinamente se había cruzado en mi camino; después de todo con ella había iniciado ese cambio.
Tomé mi guitarra polvorienta y con la ayuda de internet me puse a practicar; todo el sábado me
dediqué a eso. Pues tal vez no lograría ser una estrella pero esa guitarra se volvería una compañera
fiel en las noches largas, me regalaría el gozo de su armonía musical y, lo más importante, me
recordaría siempre que no por fallar o que las cosas no salieran como las esperaba debía
decepcionarme y dejar de intentar.
El domingo me relajé con la familia. Aparecí por la mañana en casa de mis padres sin avisar,
mamá ya tenía el mate listo y papá le conversaba sobre un artículo que contaba una anécdota
controvertida de un prócer de nuestro país.
- ¡Buenas!- Dije yo, abriendo la puerta con una docena de facturas en las manos.
-¡Hola hijo, que alegría verte tan temprano!- Dijo mama sonriendo.
-¡Apareció la luz mala, que milagro!- Exclamó el viejo con vos de locutor de radio que recita la
propaganda del desodorante durante el partido de futbol.
A veces los hombres tenemos eso de ser un poco duros y no expresar nuestros sentimientos, es
como un código de “macho” por así decirlo, que bobamente no nos deja expresarnos para que nadie
sepa que también las situaciones nos afectan. Duro como una roca al hablar y firme en la expresión,
solo para no decir: “me causa una tremenda alegría verte”.
Apenas llegué me senté junto a ellos a compartir. Notaron que estaba cambiado, que parloteaba
y me reía constantemente rebozando alegría de poder estar con ellos. Ese domingo no pensé en nada
y sencillamente disfrute. No tuve que salir de fiesta, hacer llamadas, vestirme bien o gastarme un
cuarto del sueldo en extravagancias y cosas innecesarias para aparentar ser algo o alguien; y la pasé
de lo mejor.
Y en la noche antes de dormir un pensamiento vino a mi mente: Me pregunté porqué con el
tiempo las personas tomamos el hábito de preocuparnos tanto por cosas sin sentido, porqué tiramos
infinidad de horas haciendo nada en nuestras mentes y olvidamos que existen regalos únicos que
alimentan, como compartir con las personas que de verdad te aprecian, las que no necesitan que
tengas el mejor auto, el mejor teléfono, la mejor pilcha o que seas socio de la “Mega Corp
Antertaiment Manager Group”; sino que te quieren y aceptan por quien eres. Pero me dormí antes de
responderme filosofando.
El lunes por la mañana todo marchaba bien hasta que llegué a la oficina y Miguel con cara larga
me dijo que debía dirigirme en medía hora a la oficina del gerente; algo totalmente inédito desde que
trabajaba allí.
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Luego de eso le pregunté: -¿Por qué la cara larga?– Como asumiendo que su cara y el mensaje
tenían que ver uno con otro.
El mirándome serio contestó: –Y que esperabas con todo lo que has hecho… ¿Que nada iba a
pasar?... ¿Que nadie iba a reaccionar y que seguirías haciendo las cosas como a ti te complaciera?E inmediatamente se acerco más y me dijo al oído: –Hace años que trabajo en esta empresa,
mucho antes de que tú llegaras – Y continuó: -Se nos paga por hacer un trabajo específico y nada
más, así funciona esta empresa, por eso tu estas aquí, para hacer lo que se te pida y nada más, no para
andar opinando acerca de otras cuestiones que no te incumbenY terminó diciendo: -Al gerente general lo he visto pasar por esta oficina menos veces que la
aurora boreal… Y nunca habían llamado absolutamente a nadie de tu sector para hablar en
privado…. No sé de qué quieren hablarte pero su función es hacer que las cosas funcionen como está
preestablecido en las normas de funcionamiento-. Entonces se alejó y levantando sus cejas agregó: Y tú en la última semana… No creo que deba decirte más- y se fue. No hizo falta que me lo dijera,
ya lo sabía, había tomado el riesgo e hice una montonera de cosas que no me correspondían hacer.
En ese momento, no lo voy a negar, el frio recorrió mi espalda. Me heló el miedo repentino que
comencé a sentir e imprevistamente ahí estaba ese yo nuevamente diciéndome: ‹‹“Te avisé… No me
hiciste caso”››. Ese yo temeroso que me había guiado por años reapareció para volverme de una
patada al mundo real y decirme que tomar riesgos era un error y que por mis acciones debía pagar.
Comencé a pensar: ‹‹!Qué gran burro soy¡… Voy a perder el trabajo por andarme haciendo el
chico rebelde… ¿Cómo voy a pagar las cuentas ahora?››. Y me regañaba hablándome como si fuera
mi propia madre: ‹‹Vaya a saber en qué lio te metiste… que vas a hacer ahora niñito impulsivo››.
Esa medía hora la sufrí pero la verdad no tanto como esperaba porque a pesar del revoloteo de
este yo de siempre que se regodeaba y crecía en mi mente, el otro yo me hablaba de oportunidades y
de paciencia, me decía que no me volviera loco y que afrontara la situación.
9:30 hs. puntual golpeé la puerta de la oficina del gerente.
- Adelante- Me dijeron desde el interior.
Me entrometí y vi que estaban sentados, por un lado el gerente Sosa serio y con una copia de mi
“informe de sugerencias” en la mano y otra montonera de papales sobre el escritorio. Y por otro lado
un hombre con cara de póker, como se dice vulgarmente, que no conocía pero por su presencia allí
seguramente era importante. Ambos con sus trajes grises y con las piernas entrecruzadas sentados en
sus sillas al mejor estilo empresario.
-Tome asiento- Me dijo el gerente, el otro no decía una palabra.
- Caballero lo hemos citado porque queremos hablar con respecto a su desempeño y sus acciones
de la semana pasada- Agregó.
-Entiendo- Dije yo con voz palpitante, imaginando que me esperaba lo peor. El tomo una hoja
de las tantas que tenía a disposición y dijo:
-Voy a comenzar leyendo un e-mail que me
enviaron a mi casilla personal de una de las empresas que el día miércoles pasado nos solicitó hacer
una propaganda de promoción de un nuevo producto que se lanzaría vía internet, la cual usted
desarrollóYo, sentado en esa silla sin decir una palabra, medio agonizante de los nervios por dentro, me
dispuse a escuchar:
Estimado señor Sosa: me comunico para informarle que la propaganda solicitada para el
lanzamiento de uno de nuestros nuevos productos es totalmente diferente a lo previamente
conversado con su asistente de ventas. Resultó que cuando nuestros especialistas la analizaron
encontraron un enfoque totalmente distinto a nuestras expectativas.
Se detuvo un momento y me dijo: -¿Prosigo?-
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¿Será que son rachas?
El zodíaco no lo anunció.
Yo, la verdad, no quería saber nada al respecto, me sentía tan incomodo que solo quería irme del
lugar, pero algo dentro de mí decía: ‹‹Termina de escuchar››… Entonces le dije: -Prosiga- Y él
prosiguió:
Realmente debo felicitarlos, porque nos ha sorprendido la manera en que han acertado, nos
encantó el resultado final y a pesar de no ser lo acordado estamos tan a gusto que hemos decidido
no solo publicar esta propaganda vía internet, sino generar una completa estrategia publicitaria que
saldrá por la mayoría de los medios en que esté a nuestro alcance lanzarla, y fervientemente
deseamos que sean ustedes quienes se encarguen de llevarla adelante. Felicitaciones por tan buen
trabajo y en la brevedad estaremos comunicándonos para ponernos manos a la obra. Atte. Osvaldo
Pool, Sub-gerente.
Respiré profundo, muy profundamente aliviado, mi corazón volvió a latir con normalidad y mis
hombros se relajaron. Pero sabía que no terminaba ahí. Sosa tomó otra hoja y comenzó a leerla:
Sr. Sosa, nos comunicamos para darle las gracias y las felicitaciones, hemos quedado
totalmente complacidos por el excelente trabajo que hicieron con la imagen para la portada de
nuestra empresa que saldrá el mes entrante. Realmente han interpretado a la perfección nuestros
deseos, esa imagen transmitía pasión. Un trabajo excelente e incluso mejor de lo hemos venido
buscando hace tiempo. Estaremos en contacto nuevamente para trabajar sobre otras propuestas
que se nos han ocurrido desarrollar y que sabemos con su increíble creatividad ustedes sabrán
desarrollar. Saludos Cordiales.
Suspiraba más aliviado todavía y ya, en ese momento, me preguntaba que estaba pasando,
porque estaba ahí.
-Tengo cinco e-mails mas– Dijo Sosa -Todos iguales: “felicitaciones”, “muchas gracias”, “gran
trabajo”, “queremos más”, etc etc-.
Bajando las hojas que tenía en sus manos me miró y me agregó:
-Realmente no sé si felicitarlo o no, porque no ha hecho el trabajo que se le encargó, lo ha hecho
mucho mejor, pero rompiendo con nuestras normas. Usted no ha seguido las especificaciones que se
les dan a los empleados… Sin embargo no le puedo mentir, realmente me alegra mucho saber que
tengo clientes muy importantes complacidos con lo que usted ha hecho y queriendo trabajar más aún
con nosotros…. Ese es mi gran debate en este momentoEntonces miró al otro hombre unos segundos, asintieron ambos con la cabeza y volteó
nuevamente hacia mí:
-Hay otra cosa de la que queremos hablarle, no se apure en irse… Permítame presentarle al
Señor Polansky, el dueño de la empresa, quien ha venido personalmente luego de que yo le enviara
su inesperado informe de sugerencias‹‹“No”›› Me dije al principio ‹‹Si metí la pata debo de haberla metido hasta el fondo››. Pero al
segundo siguiente pensé: ‹‹¿El dueño aquí?... Que extraño… Más vale haz silencio y escucha lo que
tiene para decir›› Todo esto sin manifestar la más mínima expresión.
El se levantó de la silla y preguntó: -¿Realmente fue usted quien escribió ese informe?20
-Así es… Pero de ninguna manera mi intención era criticar el funcionamiento de la empresa, lo
escribí de manera constructiva intentando dar mi aporte para seguir mejorando- Contesté apresurado.
El sonrió y me dijo: -Tranquilo, no se apure, no he venido aquí para despedirlo ni castigarlo,
vine aquí porque he leído totalmente lo que usted escribió y me han sorprendido mucho las ideas que
planteaUna alegría mas para mí, pero no debía cantar victoria todavía, tal vez aparte de las
felicitaciones habría algo más que debían decirme; y lo había. Polansky, a quien acababa de conocer
pero desde siempre había sido mi jefe bajó la cabeza un momento para pensar, respiró y en un
momento comenzó a hablar:
-Le voy a contar algo- Me dijo -Cuando comencé esta empresa tenía casi su edad, era una
persona inexperta pero decidí dejar de dudar y me aventuré a lo desconocido–
Mis ojos se abrieron grandes al escucharlo. ‹‹Un filósofo de las anécdotas como yo›› pensé
‹‹Aunque con mucho dinero››. El escéptico y cínico yo había vuelto, pero era mi jefe y aunque no
entendiera el porqué de aquello que estaba por contarme y mucho menos el porqué de la reunión,
debía escucharlo. Entonces prosiguió:
-Recuerdo que en mis inicios tenía una idea, la idea era hacer algo diferente, algo nuevo, en mi
mente ideaba construir una empresa en la que nada fuese imposible, que nuestro trabajo se hiciera
con pasión y que los límites no existiesen para nuestra creatividad-.
Captó un poco mi atención, aunque comencé a pensar que era notorio que esa empresa ideal no
existía en la realidad, por solo mencionar que nadie trabajaba con pasión en ese lugar, todos hacían
solo lo que se les pedía como monos de circo entrenados para dar un show; excepto yo esa última
semana. Sin embargo seguí escuchando pues estaba empezando a salirme de foco con mis enredados
pensamientos, debía volver al asunto y prestar atención para poder captar en algún momento porqué
estaba allí sentado. Y él, sin ninguna interrupción de mi parte o de Sosa, prosiguió:
-Me fue muy difícil… Porque en esos tiempos estaba solo, contaba con muy poco capital y nadie
en el mundo quería invertir en una empresa manejada por un muchacho joven con sueños e ideas
poco convencionales…Y lo peor fue que desgraciadamente no tenía las habilidades para explayarme
o para interpretar lo que los clientes querían‹‹¡Eureca!›› exclamó mi cabeza ‹‹Por eso esta empresa no fue la “empresa ideal” de sus
pensamientos››… Pero extrañamente comencé a prestarle más atención porque reconocer esos
defectos me hizo verlo como una persona más común, más imperfecta, más humana. Y ahora me
interesaba saber más de él.
-Por lo cual- Agregó -Me dediqué a hacer la administración del negocio y apoyándome siempre
en el trabajo de gente más creativa que yo vi crecer la empresa… Aunque el impulso real siempre fue
el talento de las personas a quienes contrataba y administraba… Hasta que en un punto creció tanto
que ya no me necesitaban- Y antes que pudiese siquiera pensar algo continuó:
-Hoy solo soy el dueño porque un papel lo dice y tomo, de vez en cuando, una que otra decisión
importante cuando las circunstancias lo demandan… Pero después de eso prácticamente no hago
falta‹‹Solo sirve para cobrar las ganancias a fin de mes›› ironicé nuevamente ‹‹Para eso nunca deja
de hacer falta››.
-Cuando vi su informe me llamó la atención, en realidad lo leí dos o tres veces, luego de esos me
enteré de lo que usted estaba haciendo… y personalmente el fin de semana me dediqué a verificar
todo el trabajo que supuestamente usted había realizado-Y concluyó allí.
Hizo silencio por unos segundos, tomó el informe escrito por mí entre sus manos, lo observó y
sonrió levemente, entonces dijo:
-Gracias…Aunque le cueste creerlo usted despertó en mí sensaciones de gozo que hace mucho
no experimentaba-
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Y ahora sí, más allá de que no entendiese porque me decía lo que me decía, tenía toda mi
atención.
Polansky, sin pedirle que continuase, agregó:
-Me dije: a ese muchacho debo conocerlo… ¿Por qué?– Exclamó –Bien…Porque usted en su
informe estuvo muy acertado, materializó sus ideas de manera muy acorde a la imagen de empresa
que yo deseaba crear… Al leer fui poco a poco rememorando aquel anhelo profundo de hacer la
diferencia, ese sitio de trabajo diferente que pudiese crear a partir de ideas innovadoras provenidas de
personas motivadas, comprometidas y apasionadas se notaba claramente detallado entre sus líneas.
Usted trabaja apasionadamente, veo pasión en su trabajo, la misma pasión que yo invertía en mis
tiempos, pero con la diferencia que usted posee una habilidad muy grande… La de transmitir ideas y
provocar en las personas sensaciones… Usted hace que un trabajo sea un arte, y déjeme decirle que
lo envidio por eso-.
Me quedé boquiabierto. Ante mi había un hombre expresando abiertamente sobre supuestas
habilidades que yo tenía y que mi trabajo le generaba placer y le recordaba a él cuando era joven; y
no solo era un hombre sino el dueño de todo. En ese momento no podía ni hablar, estaba como
tildado, intentando asimilar toda esa información. Y él al fin comenzó a darle sentido a todo:
-Pero bueno- Exclamó -Usted no está aquí solo para escuchar a un viejo empresario, yo quería
expresarle mi gratitud por todo lo que ha hecho y el Sr. Sosa va a hacerle una proposición, que de mi
parte espero que la respuesta sea afirmativaMudo, sin poder articular ni medio verbo, me giré hacia el gerente con los ojos tan abiertos que
parecía que se me iban a estallar. El, por primera vez en toda la reunión sonrió, luego dijo:
-Estuvimos hablando y estamos de acuerdo en poner en marcha las sugerencias que usted hizo…
Comenzaríamos por renovar la imagen de la empresa, usar el logo, el slogan y la imagen corporativa
que usted diseñó, realmente a ambos nos pareció una idea brillante y como ya le dijimos
acertadamente planteada-.
‹‹¿Entonces solo estaban allí para pedirme permiso?›› Pensé primero. Luego me respondí:
‹‹¿Me darían algo por ello, un bono extra quizás?... Después de todo es fruto de mi trabajo el que
pretenden tomar›› Tomando sin demora una actitud de querer obtener provecho.
Pero antes de poder hablar o hacer algún planteo Sosa se adelantó:
-Y además… Queremos crear un puesto nuevo-¿Un nuevo puesto?- Respondí, con una pregunta que era una absurda obviedad porque había
escuchado bien, pero intentado por primera vez romper el silencio.
-Así es– Contestó -Ya que su sector siempre ha dependido directamente de administración
hemos decidido crear el puesto de “gerente de departamento creativo” que por supuesto se lo
ofrecemos a usted para poder desarrollar e implementar su enfoque sobre funcionamiento… Y
supervisar el correcto desarrollo del mismo-.
‹‹¿Será que formo parte de una cámara oculta?... ¿Me están haciendo un chiste?›› Me pregunté
incrédulamente. Sencillamente no podía creer lo que escuchaba; entré a una habitación esperando un
despido inminente y un rato después me estaban ofreciendo un ascenso, pero además, se me ofrecía
poner en marcha y supervisar el desarrollo de mis ideas, de mi creación.
De repente no podía dar orden a los pensamientos de mi mente, no se me despertaba ni una
neurona más que para recordar que la mañana del lunes anterior estaba sentado en mi escritorio
todavía intentando despegar los ojos, y en tan corto tiempo, con un cambio de actitud, mi mundo
cambiaba. ‹‹¿Qué ha hecho esa extraña conmigo?›› Me repetí varias veces.
Después de unos segundos de quedarme perplejo y no responder Sosa me dijo: -Esperaba otra
reacción, no ha dicho nada… ¿Le interesa al menos?-
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-Después de su gran desempeño durante la semana pasada y sus grandes ideas se queda mudo…
La empresa sigue su marcha y debemos ponernos a trabajar… Esperamos su respuesta- Agregó
Polansky con una tenue sonrisa en el rostro.
Miré a Sosa, luego miré a Polansky, luego volví a mirar a Sosa y sin decir nada comencé a
asentir con la cabeza.
-¿Acepta?- preguntaron.
Y la respuesta fue primero un “si” apagado y dudoso, seguido de otro “si” más convencido, y
finalmente un -“SI, acepto”- dicho con convicción. Lo demás fue cortesía, nos dimos la mano y
sonreímos los tres-Bien, habiendo concluido lo libero- Me dijo Sosa- Vuelva a su puesto que el próximo lunes
pasará a ser gerente creativo - Gracias… Muchísimas gracias- Contesté.
Polansky se acercó y me dijo: -Buena decisión… Espero verte tan comprometido con tu nueva
responsabilidad como lo has hecho hasta ahora… Y personalmente gracias a ti, me has dado una gran
alegríaVolví a sonreír y agradecí nuevamente, gire hacia la puerta y salí.
Me atreví, me animé, me zambullí, como no lo había hecho hasta entonces. No importaron
razones, ni responsabilidades, ni los problemas futuros que pudiesen surgir, esa era mi oportunidad
de hacer por fin algo por convicción propia, de seguir adelante y no temer, de dejar lo positivo fluir y
adentrarme a enfrentar un nuevo desafío.
Mis compañeros se extrañaron al verme volver a mi escritorio, habrían pensado que iba derecho
para la puerta. Hasta Miguel se sorprendió al verme ahí sentado. Se me acerco y me dijo -¿Qué
pasó?... ¿No te despidieron?- Se dio cuenta que estaba un poco pálido y que mi cara estaba como
entumida, paralizada. Entonces agregó:
–No me quiero imaginar la que pasaste… Tranquilo ya va a pasar… Dedícate a hacer tu trabajo
como te digo y esto en un mes se olvidaPor mi expresión se habría pensado que me habrían querido asesinar en ese lugar.
-Después te cuento- Le respondí sentándome en mi silla. Luego encendí mi computadora que
antes de la reunión no había ni tocado por estar tan distraído pensando en que me iban a decir.
Miguel se marchó y yo me puse a hacer mis cosas con normalidad, revisar mails y mensajes, diseñar,
seguir especificaciones, pues esa sería la última semana en que iba a hacerlo.
A la hora de salida ya respiraba con tranquilidad y mi rostro era más normal, estaba calmado
pero a su vez extasiado, había vivido muchas emociones juntas.
Saludé y todos me saludaron condescendientemente. Como yo no había dicho nada todavía y mi
expresión era nula al salir de la reunión imaginaron que en esa habitación había sufrido un gran
penar. Me abrigué y me fui… ¿A dónde?: Si, a verla.
En realidad no sé porque quería verla, pero eso quería, habían pasado dos días sin que pasase por
ahí y algo me decía que debía pasar.
Al verme entrar se acercó al mostrador; recuerdo que estaba en el fondo del lugar ordenando
unas cosas antes de eso. Pasé a buscar una bebida y fui derecho hacia donde estaba ella. La miré,
sonreí y entonces noté que ya tenía los cigarros en la mano y me esperaba sonriente (No iba a
comprar cigarros esa vez, tenía el otro paquete sin abrir en casa y no había fumado ni un solo cigarro,
pero sin embargo no dije nada). Le devolví la sonrisa y le dije: -Que servicial, muchas graciasMe miró fijo y me dijo simpáticamente: -“Es que fuma mucho usted”-“En verdad fumo poco”- Le conteste amablemente – Es que en el trabajo mis compañeros me
los roban, siempre fumo uno o dos cigarros y los demás son para otros–
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No sé porque, pero no quería decirle que tenía un paquete lleno en casa y que no los necesitaba,
no estoy seguro de que fuese solo amabilidad, es que también quería conversar con ella.
-Gracias por lo de “Usted”– le dije luego -Pero no me agrada mucho que me digan así…Me hace
sentir viejo-Es por cortesía caballero- Me contesto -Pero ya que estamos… ¿Cómo le parece que lo llame?Y respondí: -¿Le parece Daniel, o “Dani”?... Como me dicen todos-Perfecto señor Daniel… o “Dani” como le dicen todos– Me dijo con una gran sonrisa en su
boca y mirándome fijamente, y agregó:
–¿Le puedo dar caramelos por el cambio?... Prometo que serán de menta cristalMe sonrojé un poco y reí, entonces contesté: –Que buena memoria señorita del mostrador–.
Entonces puso todo en una bolsa y mientras me la entregaba me dijo:
-Gracias por lo de “señorita del mostrador”, pero no me agrada mucho que me digan así-Es por cortesía señorita- Contesté – Pero ya que estamos… ¿Cómo le parece que la llame?- ¿Le parece Sofía, o “Sofi”?... Como me dicen todos-.
‹‹“Sofía”›› Pensé. Y al fin tenía nombre, al fin dejaba de ser extraña (en realidad no porque no
sabía de ella más que eso, pero al fin podía darle un nombre a la dueña de esa sonrisa).
-¿Sofi o Sofis… con “s” al final?- Le dije… Y a mí mismo me dije ‹‹Que pregunta estúpida››.
Pero no sabía que decir y con todo lo que había pasado en el trabajo mi cerebro ya no razonaba igual;
pero no quería irme porque al fin la estaba conociendo, aunque fuese un poco. Fue sencillamente lo
que se me ocurrió en el momento.
- Con “i” al final solamente- Contestó -Me molesta mucho que me digan “Sofis”- agregó
levantando una ceja y borrando la sonrisa por un instante.
- Perfecto- Le respondí -Ha sido un gusto charlar contigo Sofí con “i”… Gracias por la buena
atención y que tenga una linda tardeVolvió a sonreír un momento y dijo: -Gracias e igualmente señor Daniel, no fume tanto que hace
mal.Luego me fui, pero con muchas ganas de quedarme, siendo una vez más ese que pensaba en una
cosa, sentía otra y terminaba haciendo algo completamente distinto, como las veces en que he
pensado en la miseria del mundo, he sentido la impotencia y el enojo para finalmente dar la solución
más patética y común que pueda dar: quedarme mirando televisión distrayéndome con los
programas que hablan de los problemas de los famosos o el escote de la conductora, el raro peinado
de los invitados y la propaganda del perfume que debo usar si quiero ser un metrosexual. Pero al fin,
sabiendo que al menos sabía su nombre y que una horas antes una nueva oportunidad se presentó en
el trabajo y que estuve dispuesto a tomarla.
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Ante la duda mi mejor respuesta:
El temor
Inconscientemente, por el profundo miedo que sentía por dentro, muchas veces no fui capaz de
aprovechar las oportunidades que se me presentaban en la vida, no solamente por el riesgo existente
de que las cosas salieran mal y fracasar sino también por lo contrario: triunfar.
Hay particularmente un fragmento que escuché casualmente un día haciendo zapping en la TV
de un presidente sudafricano en su discurso de toma presidencial en 1994; aunque luego supe que era
de un libro de la escritora Británica; Es una ilustración poéticamente escrita sobre el sinsentido de
empequeñecerse y las razones que existen para liberarnos y brillar. Es un texto que al leerlo levanta
el espíritu y anima a seguir adelante. Ese fragmento decía:
Nuestro miedo más profundo no es el de ser inapropiados, nuestro miedo más profundo es el de
ser poderosos más allá de toda medida.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta…Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para
ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?...Más bien, la pregunta es: ¿Quién eres tú para no
serlo? Pues al igual que todos eres hijo del universo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas no se sientan inseguras cerca de
ti… Nacimos predestinado a brillar, como lo hacen los niños.
Tú y yo hemos nacido para manifestar la gloria divina del universo que existe en nuestro
interior, la cual no está solamente en algunos: “Está dentro de todos”. Y mientras dejamos lucir
nuestra propia luz, inconscientemente permitimos a otras personas hacer lo mismo. Al liberarnos de
nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”.
Sin embargo, para mí el escucharlo fue como un pequeño haz de luz en un mundo obscuro, fue
la emoción de un momento que acabo al minuto siguiente por el hecho de encontrarme
constantemente inmerso en esa visión de la sociedad que perseverantemente me mostraba que yo era
una persona común, indigna e insignificante. Y apoyaba esa moción un pasado que garantizaba que
los fracasos, las desilusiones y el sufrimiento tocarían a mi puerta si intentaba arriesgarme.
Es razonable y entendible ver a un niño temerle a la obscuridad, yo al contrario era de esos que
absurdamente le tenía miedo a la luz. Y aunque me dispuse a intentar, gracias a las circunstancias y
ese yo cobarde que pujaba en contra mano, comencé a querer desintentar.
Una semana quedaba en mi puesto hasta convertirme en gerente creativo, y aunque no supiese
realmente como me iría en el cargo, esos días fueron transcurriendo de manera calma. Pero tan
lógicamente ilógica como era mi cabeza, las preocupaciones comenzaron a surgir sigilosamente, me
pusieron a dudar y terminaron por casi derrotarme.
Por las mañanas daba un salto de la cama, cantaba en la ducha escuchando música, cumplía mis
horas laborales y compartía con mis compañeros charlas ocasionales. Pero en realidad bajé un poco
el nivel al que venía trabajando, comencé a seguir las listas de especificaciones y consejos que el
personal del sector de ventas nos transmitía para desarrollar cada trabajo en vez de explotar mi
cabeza pensando libremente ideas innovadoras.
¿Qué sucedió?... en realidad no pasó que me sentí cómodo y dejé de lado mi motivación y
actitud porque ya sabía de mi acenso y me importo poco, la realidad es que dentro de mí comencé a
sentir, historia de todos los días en mi mundo imperfecto, temor.
De vez en cuando Sosa me llamaba a su oficina y me tenía al menos una hora sentado
explicándome algunas de las nuevas tareas que una vez ascendido debía ejecutar. En ese lapso llegué
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a conocerlo mejor, porque al darme las indicaciones correspondientes siempre cortaba un momento
la conversación para darme alguno que otro consejo de los que había aprendido en su extensa
experiencia en este y otros cargos que había ocupado anteriormente, y a su vez, me relataba historias
sobre distintos momentos que le habían tocado vivir.
De esos consejos tan especiales, que no vienen escritos en manuales pero que resultan muy
oportunos en ocasiones, hubo uno que cambió mi percepción. No recuerdo bien si fue la segunda o
tercera vez que hablamos pero mientras me explicaba las funciones de mí cargo leyendo el protocolo
de la empresa se detuvo un momento, dejó la lectura de lado y me dijo:
-Es importante que sepas esto… Tal vez no lo asimiles del todo ahora pero en algún momento a
través de la practica lo entenderás: “Un resultado diferente a lo esperado, no quiere decir que este
mal o bien, solo significa eso, que es diferente”‹‹¿Que puede llegar a tener que ver con las tareas de un gerente?›› Pensé. Y el continuó
diciendo: -Llevar un cargo gerencial es una responsabilidad muy grande, debes aprender que tu
responsabilidad ya no deberá ser producir, sino que deberás conducir un grupo de personas y
coordinarlas de manera que puedan hacer bien las cosas. Entiende que de ti dependerá que el trabajo
se haga, no de hacerlo, y que si no eres capaz de confiar en el criterio de tu gente y entender que sus
ideas pueden ser igual de efectivas, e inclusive mejores, jamás podrás delegar nada… Todo te
parecerá mal hecho, o hecho a medias, y no estarás contento con ningún resultado… Entonces te
colmarás de tareas y te cargaras de demasiadas responsabilidades que no podrás cumplir–
Y ese fue el punto de partida. En ese momento se me dio por pensar que en realidad no estaba
preparado para tal responsabilidad. ‹‹¿Dirigir personal?›› Me dije. Jamás me había preparado para
ello, yo era un simple diseñador… ¿Que podía saber sobre el tema?.
Volvió a mí el recuerdo de mi pequeño triunfo de la niñez cuando compré esa guitarra y mi
posterior sueño roto de no llegar a ser famoso. Luego me dije que mis acciones me habían generado
una posibilidad, una oportunidad, pero tomarla significaba un riesgo grande que implicaba enfrentar
un cambio, muchas nuevas responsabilidades que debería enfrentar y para las cuales no me sentía
capaz.
Mi miedo renacía de repente y atentaba contra mí al punto de sentirme indigno de esa
oportunidad, incapaz de realizar lo que se me pedía.
‹‹¿Lo haré bien, lo haré mal, lo haré pésimo?...¿Quién soy yo para meterme en esto?... ¿Porqué
dije si?›› Me dije sintiéndome insignificante.
De nuevo una espina enorme pinchó fuerte en el pecho y me aceleró el corazón, hizo mis manos
temblar, tensó mi cuerpo de pies a cabeza y puso mi mente a deambular por una tempestad.
‹‹Pero el compromiso ya está tomado›› Me dije extrañamente después del episodio de cobarde
‹‹No puedo dar marcha atrás›› O mejor dicho, en el fondo no quería. A pesar de estar atemorizado, a
pesar de tambalear, sentía el impetuoso deseo de dejar de lado todo el pavor, estaba comenzando a
cansarme de aturdirme a mí mismo de mis propias inseguridades y me di cuenta de que estaba arto
de dejar ver pasar el tiempo mientras mis pies permanecían hundidos en un charco de resignación y
desesperanza.
A pesar de estar sintiendo el frio de una amenazante nueva derrota, una pequeña chispa estaba
comenzando a calentarme desde adentro, sentía que si el universo me había dado esta oportunidad
era el momento en que debía reaccionar, debía salir del nido de mi atronadora comodidad y
arrojarme al abismo, debía saltar al vacío, porque a pesar de poder caer y estrellarme en el fondo era
la única forma en que sabría qué tan grandes podrían llegar a ser mis alas y que tan extenso podría
ser mi vuelo.
Era una ridícula ironía pensar que luego de echar un vistazo de lo que me esperaba del otro lado
por el miedo estaría rechazando atravesar la puerta que yo mismo había logrado abrir, pero era así,
durante tantos años me había estado intoxicando tanto a mi mismo que sin darme cuenta había
creado un infierno personal enorme que ya era una adicción el estar empequeñeciéndome,
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oprimiendo y auto aborreciéndome. Y lo peor era que proyectaba hacia afuera un constante auto
sabotaje a mis posibles avances y hacia adentro un compulsivo aborto de mis anhelos y sueños.
“Peros” por todos lados y una lista interminable de excusas inventadas que alentaban la depresión
silenciosa de mi alma y el obsesivo asesinato de mis ilusiones, de mis pasiones y de toda mi
humanidad.
Pero como caído del cielo aparecía ese pequeño destello de claridad que me acariciaba el
corazón, que me decía que si estaba indeterminadamente destinado a caminar en un viaje largo y
penoso para adentrarme en la obscuridad, por lo menos, aunque fuese una mísera vez, debía
animarme a mirar al cielo con otros ojos y dar un suspiro de vida.
Respiré profundo y esperé a que Sosa terminase de hablar, respiré de nuevo y le agradecí por la
lección, y cuando salí tome una decisión, decidí que esa vez sería diferente.
Sabía que mi tiempo en el horario de trabajo era limitado para aprender, por lo cual me propuse
aprovechar el tiempo que tenía fuera de allí; después de todo, la mayoría de ese tiempo lo
desperdiciaba mirando tv o en internet.
A la salida de cada día me iba derecho a casa y me la pasaba por las noches leyendo manuales de
administración que encontraba navegando, miraba videos de conferencias de grandes personalidades
y profesionales en el ámbito del manejo de personal; aunque por los nervios comencé a fumar un
poco más de lo normal.
El viernes por la tarde antes de salir Sosa me llamó por última vez, con la diferencia que esta vez
no me hizo sentar en su oficina para darme una de sus valiosas lecciones, sino que nos tomamos un
momento para conocer la que sería mi nueva oficina, la cual estaba casi vacía salvo por un escritorio,
una silla y una PC de escritorio.
Apenas entramos me dijo: -Este será tu lugar a partir del lunes a primera hora… cuando llegues
la próxima semana aquí debes venirMe entregó una llave para entrar y salir; deambulé un momento por el lugar y antes de irse me
miró y me señaló: -Recuerda todo lo que hablamos, no te vuelvas impaciente, haz las cosas tranquilo
y ante cualquier duda me consultas, tanto el señor Polansky como yo depositamos nuestra confianza
en ti… Buena suerte¿Por qué dijo eso?... el dueño y el gerente, los dos más importantes depositando su confianza en
mí. Lo sentí más que como un pinchazo como una puñalada. Más que buena suerte necesitaba un
milagro; sonreí por fuera pero esa sonrisa no era más que una máscara que ocultaba mi sigilosa y
todavía contenida desesperación.
A la hora de salir simplemente busque mis cosas, me abrigué y en silencio salí por la puerta sin
saludar a nadie. Comencé a caminar con la cabeza baja sintiendo otra vez la fragilidad emocional de
una persona que siente el peso de las indecisiones, mis pasos uno a uno me fueron llevando y si bien
iba con los ojos abiertos andaba por la vereda como ciego, totalmente distraído y desenfocado del
trayecto por el que deambulaba. Entonces, en un momento de lucidez, levanté la mirada y me
encontré parado frente al marco de esa puerta, donde del otro lado aguardaba Sofía.
Me introduje y miré hacia el mostrador, apenas la vi noté que llevaba consigo una campera de
lana roja que ajustaba perfectamente su silueta, tenía el cabello recogido y revisaba un estante de la
pared trasera lleno de productos tratando de ordenar un poco.
Me paré en el lugar en silencio, ella giró y sonrió al verme, dejó lo que estaba haciendo y se
acercó a mí, posó sus manos sobre el mostrador, y levantando una ceja me dijo:-“Usted me tiene
olvidada”- y volvió a sonreír.
Automáticamente me hizo sonreír, mi respiración se calmó y mirándola fijamente a los ojos le
dije: - Pero aquí estoy… Mejor tarde que nunca-.
Tal vez en ese momento se alegró de verme, o tal vez solo estaba siendo cortes y era yo quien en
realidad me alegraba de verla. Sosteniendo la mirada y levantando levemente mis cejas le dije:
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-Sinceramente no sé porque entré, recién salgo del trabajo y venia con un millón de cosas en la
cabeza y de repente estaba pasando por tu puertaEntonces me respondió: -“Y bueno… Tal vez me extrañabas Daniel… o Dani como te dicen
todos”-.
Me reí y conteste: -Todo puede ser Sofí con “i”- Sacando de repente chapa de campeón.
Comenzamos a reír un momento y apartamos la mirada.
Entonces me pregunto: -¿Va a querer llevar sus cigarrillos de siempre?... Se lo vio entrar un
poco serio, como si estuviese tensionado”Lo pensé un segundo, en realidad no tenía y últimamente estaba fumando mucho, pero en vez de
confirmar su pregunta le dije: -Esta vez no, vamos a cambiar la rutina... Ya que el otro día me retó…
Mejor deme caramelos por el mismo valor del paquete que siempre me vende-¡Y bueno!- Exclamó- Es que hace mal… Y en realidad el cigarrillo no lo ayuda si esta
tensionado-¿Y tendría algún consejo para darme?- Le pregunté.
-¡Haaa!...Sabía que estaba tensionado- Contestó sonriendo
-Tiene buen ojo… tengo que tomar una decisión que me está costando tomar- Le señalé.
Entonces me miró fijamente y muy convencida me dijo: -Fácil… Siga su corazón, es la mejor
guía-¿Usted cree?- Exclame sonriente.
-Por supuesto, la diferencia es que la cabeza siempre hace preguntas y le encanta complicarse
con un millón de cosas a la vez, en cambio el corazón no piensa, el corazón siente- Contestó.
Me sonreí un momento y le dije: “Muchísimas gracias, voy a tener en cuenta su consejo”Entonces me dejó un momento, buscó los caramelos que le había pedido, los puso en una bolsa,
me los entregó y con la voz más dulce que le había escuchado hablar dijo: -Deje de perder la vida
persiguiendo respuestas, solo viva la vida y las respuestas vendrán solas-.
No lo entendí en el momento del todo pero me alegró lo que dijo y me gustó más como lo dijo.
Y no supe que un milagro, el que necesitaba, el que anhelaba, en el lugar menos esperado de todos,
había ocurrido.
Sonreí, asentí con la cabeza, le dije hasta luego y me fui.
Esa frase quedó grabada en mi mente desde el momento en que salí del lugar, “El corazón no
piensa, el corazón siente”. Con tanta simpleza y sin enredarse entre miles de razones y sinrazones en
un segundo ella me regaló una mirada, una sonrisa y la respuesta que necesitaba.
En casa no busqué manuales para leer ni conferencias para ver, sino que simplemente me senté
en el más absoluto silencio a pensar y razonar. Me dije: ‹‹¿Qué estaba haciendo cuando decidí
empezar a hacer las cosas como me salían?›› Cuando comencé a sacar esas ideas innovadoras,
cuando comencé a aconsejar a mis compañeros, cuando escribí ese informe y se lo envíe al gerente.
Y entendí que en ese lapso no estaba pensando: estaba sintiendo.
Luego de esto se me ocurrió encender mi PC, me puse a buscar el informe que había redactado;
casualmente había enviado una copia a mi casilla de e-mail personal para poder tenerla a disposición
por si alguien lo solicitaba; imprimí y me puse a leer, pero no lo que decía concretamente, eso ya lo
sabía de memoria, sino para intentar interpretar entre líneas y comprender cuál era el secreto, la llave
que abrió esa puerta, el punto clave que necesité y que estuvo ahí todo el tiempo pero no pude
comprender cuando escribía por más que estuviese viviéndolo. Me refiero a esas mágicas
sensaciones, ese repentino impulso, esa motivación inigualable que forjaron una actitud renovada, lo
que permitió al final explotar todo mi potencial.
Me encontré razonando analíticamente, o simplemente filosofando un poco como siempre, pero
al fin haciendo una catarsis de los hechos previos a todo esto. Pensé: ‹‹Todo comenzó por una
casualidad, y dentro de ella existió una oportunidad››…‹‹Y tal vez esa fue la acción: coincidir en un
momento y en un lugar preciso con una mujer desconocida despertó en mi una cadena de reacciones:
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una curiosidad de niño como chispa inicial, la que encendió todo… Luego esa sensación de
comenzar a dudar y a poner en tela de juicio todo mi accionar, para después entender el desperdicio
que estaba siendo mi vida y sobre todo lo contaminada que mi mente estaba con negatividad, flagelo,
desmotivación y sobre todo del peor miedo… Y con ello se encendió una necesidad de cambio, de
comenzar a sanar, de comenzar luchar por sacar todo ese veneno que tan mal me hizo durante tantos
años y comenzar a sentir mi voz interior, a mi corazón, a ese niño lleno de sueños, pasiones y amor
que yo mismo había escondido en una caja de pandora... Y finalmente la creación, la evolución, por
solo sentir esas llamas a flor de piel de una motivación sin precedentes, que combinada con una
actitud positiva hicieron callar todas esas malditas voces y por fin, atreverme a vencer el miedo para
lograr el cambio››.
Recuerdo muy bien ese momento de reflexión, porque fue la primera vez que razoné así. Ese
había sido mi camino esas últimas semanas, el universo que no había podido ver por más de estarlo
viviendo, el sendero que sin esperarlo y sin darme cuenta había comenzado a andar.
Y si, tambaleaba, dudaba, las cosas se descontrolaban y las emociones se disparaban por
doquier porque cambiar implicaba una lucha sangrienta entre lo viejo que no quería morir dentro de
mí y el calor de eso nuevo que estaba naciendo.
Otra vez, después de tanta tormenta, rayos y truenos comencé a sentir calidez, la tensión
desapareció y me sentí seguro y calmo. Todo en mi cabeza estaba en orden una vez más; había tanto
silencio en mi mente que hasta podía oír mi respiración lenta y aliviada junto con las pulsaciones
tranquilas y enérgicas del corazón.
Y una vez más, con mi cabeza en orden, las respuestas surgieron en segundos. Comencé por
asimilar algo muy simple como darme cuenta que para hacer un gran trabajo el conocimiento y la
habilidad eran importantes, pero el factor fundamental era la motivación, la base de una mente
creativa era simplemente esa, y ese sería mi mensaje para mis colegas. Solo debía encontrar la
manera de hacer explotar esa motivación y me pasé todo el fin de semana planeando una forma de
llevar a cabo aquello.
Cuando llegué el lunes por la mañana a la empresa estaba más que preparado.
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El entusiasmo y las mariposas,
los espejos y la reflexión.
Llegué un momento antes que los demás para poder acomodarme en mi nueva oficina, trasladar
algunas cosas de mi antiguo escritorio y prepararme para el gran show; pues ese día me presentarían
ante los demás como el nuevo gerente creativo de la empresa.
9:00 hs. ya con todo el mundo presente y por comenzar a trabajar Sosa pidió a administración
que juntara todo el personal del sector. Unos minutos después ahí estaba, parado frente a mis colegas
y junto al gerente general que en palabras resumidas dijo: -Buenos días a todos… La empresa ha
decidido incorporar un nuevo puesto a su estructura con objeto de seguir mejorando: El de gerente
creativo… Quien estará a cargo del departamento de diseño… Y los hemos juntado para decirles
también que dicho cargo será ocupado por el señor Daniel.Luego miró a todos y con una expresión de modestia me dio lugar para hablar; no puedo negar
que estaba un poco nervioso, aunque era una sensación insignificante en ese momento. Miré a todos,
entonces sonriendo y con voz calma pero firme les dije: -Muy bien… Como escucharon la empresa
me ha pedido ocupar este puesto, para lo cual no me siento más capacitado que ninguno de los aquí
presentes… Ustedes son personas a las cuales conozco, con las cuales he compartido muchas
experiencias y de todos he podido aprender algo; por lo cual no creo equivocarme al decir que cada
uno de ustedes sería totalmente adecuado para estar en mi lugar… Sin embargo, he aceptado el
ofrecimiento con solamente un objetivo–
Me detuve un momento para observarlos y notar si tenía su atención; descubrí que por lo menos
me miraban, que pensarían la verdad ni idea. Y continué diciendo: -Para ser sincero no creo que tener
esta responsabilidad me convierta en una persona especial o mejor que cualquiera; todos aquí son
esenciales y por eso mi meta es colaborar para que trabajemos unidos como un equipo; y a través de
esa unión explotar lo mejor de nosotros mismos para hacer nuestra laborCuando terminé, todos me devolvieron la sonrisa, como entendiendo que frente a ellos no había
un jefe, alguien que venía a imponerles algo, sino su mismo compañero de todos los días dispuesto a
ayudarlos; salvo algunos que todavía traslucían el sueño en sus caras y la verdad no sé si me
escucharon. Un momento después se acercaron a mí, me dieron las felicitaciones y volvieron
finalmente a sus puestos, mientras yo, por primera vez, me dirigí a mi lugar.
Esperé aproximadamente una hora; todos trabajaban con normalidad y en silencio. Analicé en
ese tiempo unas planillas de rutina que debía llenar y en un momento y casi a las once de la mañana
salí de la oficina con un cuadro que contenía un diseño que había hecho el fin de semana. Ellos
dejaron de hacer sus cosas y me observaron asomándose cada uno por su cubículo; era hora de ver
como lo hacia el nuevo gerente. Caminando por el centro del sector con el cuadro en la mano pasé
hasta la pared de fondo y lo colgué, después giré hacia ellos y les dije con la misma expresión de
simpatía del discurso inicial:
-Hoy antes del almuerzo quiero que corten su actividad treinta minutos antes-… Y hasta los que
todavía estaban medio dormidos se despabilaron; nadie jamás les había solicitado que dejaran de
trabajar antes de tiempo, ni siquiera por cinco minutos. Entonces continué:
-Van a buscar una frase que les guste, que les motive, que les ayude a concentrarse y a ser
positivos; no importa autor, origen, ni nada por el estilo… Después de almorzar, quiero que se tomen
un tiempo, durante el transcurso la tarde, para armar un diseño representativo incluyendo esa
frase…Y finalmente quiero que me lo envíen a mi e-mail para juntarlos todos, imprimirlos,
enmarcarlos y colgarlos; así como este que acabo de poner en la pared-. Y terminé diciendo: –
“Vamos a construir nuestro lugar de trabajo entre todos…Gracias”Me di vuelta y caminando erguido con una gran sonrisa me adentré de nuevo en la oficina, me
senté en el escritorio y esperé. Uno por uno se fueron levantando de sus lugares para husmear que
decía aquel cuadro.
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Quería incentivar su curiosidad, que se preguntaran por qué estaba haciendo aquello, que
quisieran participar y se sintieran incluidos. Ese era para mi el primer paso para lograr motivarlos y
comenzar a extraer lo mejor de ellos; a propósito aquel cuadro tenía una frase que decía: “Si puedes
imaginarlo, nada es imposible”… el cuál era el nuevo slogan que dos semanas antes había diseñado
para la compañía; diseñado con letra grande y con un fondo azul marino, que muchos sabían, era mi
color preferido.
Un buen rato pasó, terminé de hacer mi trabajo de rutina y me asomé nuevamente por la puerta,
pero esta vez con mate y termo en la mano. Un mate por aquí y otro por allá, les ofrecí a todos
mientras les preguntaba si necesitaban algo; o que si tenían una idea mejor en mente que las listas de
especificaciones me las comentaran y que las analizaríamos. Media hora antes del almuerzo
supervisé personalmente que todos se detuvieran y se pusiesen a hacer lo que les había pedido, luego
los dejé solos para que pudiesen hacerlo.
Pasó el intermedio del almuerzo y la tarde comenzó a transcurrir, atendí a unos llamados y
consultas, organicé el cronograma, hice algunos aportes y transmití un par de ideas de a ratos. Mi
trabajo se había vuelto sencillo, más sencillo de lo que pensaba; hasta que al final del día revisé mi
casilla de e-mails y encontré tan solo había dos mensajes nuevos.
Tan solo dos de las quince personas que ahora tenía bajo mi responsabilidad hicieron lo que les
pedí. Y además, una hora antes de terminar, mientras revisaba los trabajos realizados, descubrí que
todos estos se habían hecho en base a las recomendaciones; lo cual no estaba mal porque el trabajo
se había hecho, pero todavía existía la monotonía de todos los días. No era creatividad e ingenio
surgidas de personas motivadas, era el trabajo de personas que cumplían sus horas laborales para
poder irse a casa; y en ese momento no pude evitar verme, ver al yo que durante tanto tiempo fui, en
las personas de ese sector… Con la actitud desganada del que hace lo justo y necesario no por querer
sino por deber; donde la obligación le ha ganado la batalla a la pasión y el temor a errar por arriesgar
se ha vuelto una acción permanente.
Pero no estaba dispuesto a detenerme, por lo cual tomé esos dos mensajes, descargue su
contenido y cumplí con lo que había expuesto: Imprimí, encuadré y en la mañana siguiente cuando
todos llegaron ya estaban los retratos ya colocados en la pared.
Esas dos personas se sorprendieron al ver sus trabajos; yo me les acerqué, les di mis
felicitaciones y les volví a insistir con que si había una idea que rondara en sus cabezas la plantearan.
Cuando volví a mi oficina en mi segundo día como gerente creativo pedí una de esas listas que
el sector de ventas nos transmitía; una vez en mis manos tomé una y corrí el riesgo: La modifiqué.
Borré su contenido oficial y coloqué información sin sentido, algunos detalles inconclusos e ideas
con muy poco criterio y finalmente se lo envié a desarrollar a uno de esos muchachos; básicamente
armé una idea pésima para un trabajo de marketing y diseño. Estaba tomando un riesgo muy grande,
de verdad muy grande, porque si se hacía y se transmitía al cliente se podría haber generado un gran
inconveniente.
Pasó la mañana normalmente; todos trabajaban, yo hacía mi trabajo de rutina, mis rondas y entre
mates compartía información y daba instrucciones. Era un jefe con sus empleados en una rutina
diaria como todas para tener un sueldo a fin de mes y muchas cuentas que pagar. El medio día llegó y
luego del almuerzo volvimos a lo mismo.
En un momento, sentado revisando unos papeles, levanté la mirada y vi como Marcos, uno de
los muchachos que si había realizado el trabajo que le solicité el día anterior, leía de pie un papel y
fruncía sus cejas, luego volteaba la mirada para observar hacia mi oficina, volvía a leer, miraba su
monitor y se quedaba inmóvil, como pensativo.
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Había llegado el momento esperado, sabía que en sus manos tenia la hoja que yo había
modificado; era mi oportunidad y debía aprovecharla. Disimuladamente salí y me fui acercando poco
a poco, cuando llegué junto a él me detuve un momento, hice silencio por unos segundos mientras
revisaba mis papeles, volteé y le pregunté: -¿Todo bien?– A lo que contesto con un: -Si– A secas
automáticamente.
Esa persona que vivía en mí también existía en él; pues Marcos, así como lo hice yo muchas
veces, no quería tomar el riesgo de decirme que algo estaba fuera de lo normal y que había algo
rondando por su cabeza. Lo encontré siendo esa persona que le decía que no se metiera en líos y que
no asumiera un riesgo; y no podía pensar en otra cosa que combatirla.
-Perfecto- Respondí – Es que me pareció verte un poco pensativo-.
-Si… Es que me costó entender un poco lo que decía en la lista, pero ya lo entendí y ahora voy a
comenzar a desarrollarlo- Respondió.
Sabía que esa era una gran mentira, pues las cosas que allí había escritas no tenían ningún
sentido ni razón; pero no dije nada, simplemente le respondí con un:-“Ok, cualquier cosa me avisas”Y me fui.
Esperé una hora aproximadamente y volví a salir; el estaba en el mismo lugar, en la nada. Me
acerqué nuevamente en silencio y cuando llegué a su lado vi como intentaba esconder que estaba
atascado disimulando que escribía; como un niño en un examen para el que no estudió cuando su
maestro se acerca. Igualmente memantuve la calma, un momento le pregunte: -¿No hay caso?Me miró, bajó la cabeza y respondió: -“Hoy no es mi día”‹‹Con esa información para trabajar jamás lo va a ser›› Pensé. Entonces me senté a su lado y con
voz tranquila y una sonrisa.
-Me gustó mucho la frase que elegiste: “Hagamos hoy la excepción de romper las reglas y que
arder sea mejor que durar”- Dije mientras observaba su monitor vacío de ideas. – No la había
escuchado jamás pero es muy buena… ¿Quién la escribió? –
Hizo un momento de silencio, comenzó a sonreír y contestó: -Es una frase de un músico muy
famoso de rock nacional que escucho desde niño, es una persona que siempre me ha inspirado con
sus letras-No es para menos- Contesté – Es una frase muy inspiradora e imagino que sus canciones deben
ser increíbles.
-“Siii”- Exclamo –Sus canciones son el soporte en mis días malos como este… Cuando llegue
hoy a casa voy a escucharlo a todo volumenEn ese momento lo miré fijamente y pregunté -¿Te gustaría escucharlo ahora, mientras
trabajas?-¡Amaría escucharlo!- Respondió.
Sonriendo y haciendo silencio un momento tomé la hoja de especificaciones y comencé a leerla;
en realidad sabía lo que había escrito, era yo quien había redactado esa ridiculez, pero él no lo sabía.
Cuando terminé dije: -He escuchado muchas veces la frase: “El cliente siempre tiene la razón”…
La verdad aquí no se en que estaban pensando-.
El me miró, volvió a sonreír y contestó: -La verdad no quería decir nada porque desde el día que
entré aquí lo que hice fue hacer caso omiso a lo que me pedían que hiciera, por más que muchas
veces me pareciera incorrecto, porque era lo que me solicitaban-.
- Tienes razón- Dije después -Lo mismo hago yo aquí… Pero no siempre hacer lo que se pide es
lo correcto; más aún cuando nuestra imaginación inventa ideas que pueden generar mejores
resultados… A veces es necesario romper las reglas y hacer las cosas diferentes- Y agregué: -Le
podríamos preguntar a tu ídolo si está de acuerdo-.
-Sí, puede ser, pero ¿Qué gano yo?... Si lo mismo me van a pagar por hacer esto o por hacer algo
mejor… Y si creyendo que lo hago mejor cometo un error y lo hago mal aún peor- Contestó de
nuevo, automáticamente como un casette.
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Me calle un momento y comencé a pensar: ‹‹¿Cuantas veces me dije a mi mismo las mismas
frases?››. Incontables veces me justifiqué de esa y tantas otras formas para no hacer algo, para no
esforzarme y no salir de mi zona de confort. Tan cobarde había sido y en algún punto lo seguía
siendo porque en realidad el miedo no había desaparecido, solo lo estaba confrontando a pesar de
poder cometer errores; las voces seguían ahí solo que yo elegía no escucharlas.
Lo miré entonces y poniéndome serio le dije: -Voy a proponerte algo… Evidentemente piensas
que el trabajo que solicitan en esta lista es incorrecto; por lo cual creo que tienes la suficiente
capacidad de desarrollar algo mejor, entonces voy a darte una oportunidad… “Hoy haré una
excepción, te dejaré romper las reglas y te dejaré arder”… Vas a dejar estas instrucciones de lado y
desarrollarás una idea que pienses puede ser mucho mejor para este trabajo… Si lo haces mal yo
asumiré la responsabilidad completa, por tanto no correrás riesgo de ser sancionado y mucho menos
de ser despedido… Y si lo haces bien no puedo prometerte un aumento pero si te doy mi palabra de
que a partir de mañana sonará en este sector la música de tu ídoloAl escucharme giró rápidamente su cabeza hacia mí, me observó un momento con los ojos bien
abiertos y respondió: -¿Es en serio o es solo una broma?-Es en serio… Pero no es un regalo, es una oportunidad– Respondí mirándolo fijamente y
dibujando una leve sonrisa en mi rostro
-Si lo aceptas yo cumpliré pase lo que pase… Pero quiero para el final del día una propuesta
creada por ti, hecha usando tu enfoque y creatividad; no una lista de especificaciones y un monitor en
blanco como ahora- Agregué después.
Me observó extrañado, pues jamás una persona dentro de esa empresa le había hecho una
propuesta semejante, y mucho menos un superior. Luego bajó la cabeza, miró al piso, puso sus
manos en su teclado y dijo: -En cuanto termine te envío mí propuesta a tu e-mail-.
Y supe que lo tenía; el primer paso ya estaba dado, había logrado despertar su curiosidad y lo
había convencido de tomar un riesgo. Y aunque para él no lo fuese y aunque el trabajo fuese a
realizarse por una recompensa, para mí era importante que comenzara a actuar, a crear. Por tal
después de escucharlo levante el pulgar, asentí con la cabeza, volví a sonreír, me levante y me retiré
en silencio.
Unos minutos después ya podía verlo desde mi oficina; primero un poco pensativo, después un
poco dudoso y finalmente activo, accionando, dejando volar la imaginación; y por su expresión de
concentración y enfoque entre sonrisas de disfrute mirando su computadora entendí que para él, al
igual que lo era para mí, esa situación le resultaba muy gratificante.
Me puse muy contento, no voy a negarlo, me generaba una gran alegría saber, en primer lugar,
que no era yo el único bicho raro atrapado por el miedo a vivir en un insignificante camino a la
muerte decadente de sueños, anhelos y pasiones, sino que a mí alrededor estaba lleno de personas
con los mismos temores, dudas, decepciones y inseguridades; solo debía callarme un momento y
prestar atención a lo que decían para darme cuenta que eran como un espejo de mi mismo.
Y segundo, lo más importante, que se podía luchar contra ello, atreverse a cambiar sin importar
cuando, a decidir no solamente respirar y pagar cuentas hasta volvernos polvo en la tierra sino a vivir
más valientemente, hacer latir fuerte el corazón y suspirar intensamente con cada emoción de
satisfacción, regocijo y deleite en cada instante en que podamos atrevernos a vencer el miedo. Cada
vez que dejan de afectarnos cosas insignificantes y decidimos dar un aleteo de existencia nada es
imposible.
Media hora antes de salir recibí en mi computadora su presentación. Era increíble, no solo no
tenía nada para corregir sino que estaba asombrado. Había ante mí un trabajo excelente, totalmente
acertado y muy efectivo realizado por una persona, que para hacerlo, no tuvo que tener el mejor
promedio de la universidad más prestigiosa del condado mejor establecido del país más poderoso del
mundo, sino que por un momento lo único que tuvo que hacer fue creer en sí mismo y arriesgarse.
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Por supuesto que al otro día, firme a mi palabra, en el sector creativo sonó la música de aquel
ídolo de rock que inspiró con una gran frase a un muchacho a romper las reglas y arder…Y a mí
también.
Esos días, más bien en las noches cuando nadie me veía, y como acompañando el momento, no
encontré la forma de no comenzar a mirar hacia atrás, al pasado. Realmente nunca me esperé verme a
mí mismo apagando el televisor y desconectándome de mi cuenta en la red social, donde me
encantaba matar el tiempo, para recostarme en la cama a pensar y hacer un análisis en retrospectiva y
principalmente oírme siendo honesto y conciso, sin enredarme entre tanto barullo de ideas y
recuerdos.
Me enfoqué en una frase de las palabras que había escuchado de Sofía: “Deje de perseguir
respuestas…”, Y eso me hizo reflexionar profundamente sobre el sentido de mi vida.
Desde niño, a partir de que comencé a hablar, leer y escribir, básicamente a conectarme con el
mundo y la sociedad moderna, comencé a vivir bajo la presión de un concepto universal que creo en
algún punto nos afecta a todos: El éxito.
A medida que crecía y sin saberlo me iba insertando en lo que se me ocurrió llamar: “El plan
éxito”; refiriéndome a que siempre, desde que tengo uso de la memoria, fui escuchando y asimilando
versiones sobre lo que significaba tener éxito en el trabajo, en el amor y en casi todos los ámbitos de
la vida, y con estas definiciones miles de métodos establecidos que uno a uno fui conociendo e
inconscientemente fui absorbiendo hasta volverlos mi realidad.
Básicamente para tener éxito debía lograr que todos me amaran, respetaran y aceptaran; y para
ello el camino a seguir era a través de difíciles e inalcanzables estereotipos. Uno de ellos, por
ejemplo, establecía que dependiendo de cómo fuera físicamente o mi posición económica me darían
más o menos posibilidades de lograr ese supuesto éxito; y de no lograrlo pagaría con el castigo más
grande que podría sufrir: El infierno de no ser apto, digno o meritorio de considerarme humano.
Para ejemplificar: Debía ser rubio, de facciones áureas y tener un físico prodigioso, ser bien
parecido o provenir de una familia de prestigio para poder tener más posibilidades.
Otro predicamento decía que debía poseer grandes cantidades de cosas materiales: Un gran auto,
una casa inmensa, un celular último modelo y el traje más exclusivo junto con la chapa de
profesional de mente refinada de las instituciones diseñadas para ello, grandes cantidades de dinero
para gastar y gastar sin sentido. Y por supuesto, medir y elegir mis vinculaciones y relaciones
cuidadosamente considerando constantemente mis posibilidades de asenso y aceptación social, es
decir, de éxito.
No importaba la humildad, la bondad, la honestidad, la caridad, la amistad, la fe, los sueños, la
pasión, los valores, la perseverancia, el respeto, el compromiso y el trabajo duro. Mientras cumpliera
con esta larga lista de requisitos lograría que todos me amaran y aceptaran; que en mi vida era el
anhelo más importante que podía perseguir.
Por lo cual, durante mucho tiempo resultó que mirarme al espejo al inicio de cada día significaba
una gran decepción y un impulso a conquistar mas esa inalcanzable meta.
Observar al hombre retratado en el reflejo y sentirme insignificante, indigno, inapropiado y
constantemente insatisfecho era cosa de todas la mañanas; que mi cabello fuera obscuro y enrulado y
no dorado con rizos ultra definidos; mi piel del tono incorrecto, mi nariz más grande y no tan
refinada; mis ojos marrones como el lodo y no azules como el mar o verdes como la esmeralda; que
mi cuerpo no estuviese lleno de músculos o mi abdomen marcado; que el dinero me alcanzara solo
para un sweater de la tienda del barrio, unos jeans y unas zapatillas de segunda marca; que mi
apellido fuera tan común como la injusticia o que no supiera hablar otros idiomas o que me alcanzara
solamente para comer un guiso de arroz y no salmón rosado en bajilla de plata; que para enamorar
debía cumplir una lista de requisitos y para enamorarme exigir aun más requisitos; que morirme de
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hambre y castigar a mi cuerpo con tantas cosas era más importante que la salud misma; que pasar por
estrés, depresión y ansiedad o que simplemente me disgustara lo que hacía valían la pena con tal de
llenar un poco más los bolsillos para tener más para gastar y gastar; y que lo que tenía nunca me
alcanzara para el gran emporio material de la vida de los especiales.
Ese espejo me hacía sentir banal e ingrato en cada mirada que le daba; y además, al ver como
todos me observaban con la misma mirada prejuiciosa y condenatoria, el tener que mentir a todos
sobre mi situación económica y amorosa se volvió costumbre. Así como improvisar constantemente
un redecoro ficticio de historias aburridas para que fueran cautivantes, forzar una sonrisa de
satisfacción cuando dentro de mí abundaba la tristeza, soportar ser alguien que no era o malgastar mi
tiempo haciendo cosas que me afligiesen para agradar a personas que ningún interés tenían por mí o
por mi bienestar y sobre todo el inventarme excusas a mi mismo para engañarme, conformarme,
justificarme y justificar mi insignificante existencia. Todos esos fueron los puntos integrados a la
lista de consignas obligatorias para perseguir sin sosiego ese inalcanzable y utópico “éxito” que solo
los especiales estaban destinados a merecer.
Pero finalmente: ‹‹¿Qué es “perseguir el éxito”?›› Me pregunté después de reflexionar sobre
todo esto: ‹‹¿Vivir una vida toxica, narcótica y nauseabunda con tal de estar buscando siempre la
aprobación de los demás?›› Y me di cuenta de algo… Si ese era el camino al éxito que tanto debía
perseguir entonces podría afirmar con gran asombro que el “plan éxito” era estar siempre buscando
razones para ser infeliz.
Recuerdo que una vez escuché una opinión diferente de un hombre que decía: “El éxito es el
simple efecto de encontrar la felicidad con cada paso que se da”. Ese hombre se llamaba Albert,
quien de niño obtenía malas notas en el colegio y sin embargo de grande tuvo unos cuantos aciertos
en su profesión como físico.
Ese era yo por las noches; y en los días que acompañaron esa etapa nocturna de reflexión todo
marchó bien. A pesar de mis dudas, mis temores y el hecho de siempre tener un riesgo de
equivocarme, estaba dispuesto a saltar y a agitar mis alas con gran impulso.
Después de lo ocurrido con Marcos los demás uno a uno se fueron contagiando, poco a poco
cada uno fue encendiendo su creatividad, animándose a crear publicidad con sus propias ideas.
En días los grandes e inspiradores enunciados de todos decoraron los muros de nuestro lugar, se
hizo costumbre trabajar al ritmo de la música y cada uno de nosotros comenzó a tener un
compromiso muy grande con sus labores; no por el hecho de que fuera una responsabilidad sino
porque al darnos la oportunidad de hacer las cosas a nuestra forma y dar rienda suelta a la creatividad
generaba gran placer hacer lo que hacíamos. El compañerismo y la motivación se fueron volviendo
poco a poco nuestras fortalezas más grandes, cada actividad la realizábamos con gusto y todo lo que
hacíamos generaba tan buenos resultados que nuestra empresa comenzó a llamar la atención. Pronto
recibíamos pedidos y ofertas de trabajo por decenas de las más grandes y lucrativas compañías, en un
mes ese sector se volvió el alma de una empresa que crecía a pasos agigantados y yo particularmente
no era millonario, no tenía un auto de lujo ni una casa gigante ni era el más bello top model
masculino de pasarela, mi cabello, el color de mi piel, mi manera de vestir, todo seguía bastante
igual, pero por primera vez en mucho tiempo no me daba tormento mirar al espejo; ninguna de todas
esas cosas vacías me importaba en absoluto, simplemente encontraba en esas pequeñas cosas
cantidades gigantes de felicidad.
Todos los días después de una gran jornada de trabajo pasaba por aquel lugar, compraba algo; lo
que fuere: Caramelos, cigarros, alguna bebida o algo para comer; pero lo más importante era que
aunque fuera por unos minutos tenía tiempo para verla y sobre todo para conversar con ella, con
Sofía.
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Me encantaba ese momento al cruzar la puerta y verla con su gran sonrisa siempre tan
predispuesta y simpática al otro lado del mostrador. Nos reíamos juntos y entre miradas
compartíamos charlas sencillas que me permitían ir conociéndola un poco más. Supe que tenía 25
años, que su signo era cáncer y su cumpleaños era el 6 de julio, que le fascinaban los libros de un
escritor brasileño muy reconocido, que le agradaban muchos estilos de música pero su preferido era
el cuarteto y perdía los estribos cuando se trataba de una banda de ese género musical en especial;
inclusive que tenía un tatuaje en su espalda en afecto al vocalista de ese grupo; que su color favorito
era el rojo y que particularmente las rosas rojas eran su debilidad. Supe también que trabajaba en ese
lugar hacia cuatro meses, cual era su bebida favorita, que de vez en cuando le gustaba disfrutar de
una cerveza fresca con amigos y salir a fiestas, que le encantaban los chocolates y disfrutar de un
helado de dulce de leche, selva negra o mascarpone.
Resultó además que era muy sentimental y afectiva, que disfrutaba de charlas sencillas envueltas
en risas y bromas pero también sabía escuchar y ser sensata cuando la ocasión lo ameritaba.
Me sorprendí una vez en que llegue a comprar… Venía súper contento y un poco exaltado de la
oficina porque todo marchaba excelente y me habían anunciado que por el gran desempeño que
estaba realizando mi sueldo iba a ser mejorado. Pasé por la puerta, me detuve frente al mostrador, la
miré y sonriendo la saludé con un beso en la mejilla, conversamos unos segundos como siempre,
compré y al salir me di cuenta de que estaba olvidando un paquete de yerba para tomar mate en casa,
cuando regresé ella se volteó a verme y preguntó:
-¿Qué se olvidó?Y yo en ese momento sin pensar mucho le contesté –primero de pedirle un paquete de yerba-.
- Esta bien… ¿Y en segundo lugar?- Preguntó levantando una ceja.
-“De decirle que el día de hoy está muy bella”- Respondí mirándola fijamente y con una leve
sonrisa dibujada en mi rostro.
Automáticamente se sonrojó, se puso completamente colorada y comenzó a sonreír con fervor.
Hizo un momento de silencio mientras se tranquilizaba y echaba viento con las manos, luego me dijo
–Gracias, aunque no parezca soy un poco tímida y me sonrojo cuando me dicen cosas como esa… Es
muy amableYo sonreí y me quede mirándola un poco asombrado por la reacción; nunca me lo esperé.
Sorprendido pero alegre a la vez recibí mi paquete, pague, la saludé nuevamente con un beso en la
mejilla, le dije que no era mi intención avergonzarla sino ser amable y me fui.
Unos días después nos hicimos amigos en la red social y de vez en cuando charlábamos por
mensajes privados; sobre todo en las noches después del trabajo. Me contó que era soltera y que se
había separado hacia ya tres años; sinceramente no pregunté el motivo pues me pareció algo personal
y que era ella quien debía decidir si correspondía contármelo alguna vez. También me comentó que
tenía tres hijos: Dos niños y una niña que eran su vida y su razón de existir. Hablamos además del
trabajo, de gustos musicales y de nuestra vida; sin hacer mucho énfasis en nada en general, solo nos
contábamos historias y compartíamos ideas, anhelos y sueños.
Me sentía cómodo con lo que teníamos, pues ella se había vuelto alguien con quien conversar
fuera del trabajo, alguien con quien compartir sin compromisos laborales, familiares o amorosos.
Éramos simplemente dos personas que se la pasabas bien juntos como buenos amigos; aunque no lo
éramos porque jamás planeábamos nada, simplemente las cosas sucedían por casualidad como desde
el primer día y eso me resultaba muy cómodo y reconfortante. Sin complicaciones y sin
compromisos, solo disfrutar del tiempo que pudiésemos compartir cara a cara o por mensajes.
Casi sin darme cuenta dos meses transcurrieron; tan rápido pasaron que no me alcanzaba el
tiempo para detenerme a ver todo lo que estaba pasando. Tal vez había caído en una rutina
nuevamente, trabajaba y trabajaba, comía, veía constantemente a las mismas personas, cobraba mi
sueldo a fin de mes y pagaba mis cuentas, pero era placentero ser parte de esa realidad. En el trabajo
no había un día en que la pasara mal; debatíamos de vez en cuando, las cosas se atrasaban un poco a
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veces, costaba en algunas ocasiones focalizarnos, pero todo lo resolvíamos con compañerismo,
mucho compromiso y sobre todo con pasión, éramos apasionados por lo que hacíamos y esa pasión
lograba cosas increíbles.
Comencé a disfrutar más de la familia y los amigos, porque ya el tormento de mi mente cobarde
no resonaba constantemente y si lo hacía lo enfrentaba y lo resolvía. Podía escuchar, conocer
realmente y estar para las personas cuando me necesitaran, y por supuesto, recrearme en cada
momento que compartía y agradecer por cada uno de ellos.
Salté en paracaídas… Fue increíble el temblor de mi cuerpo provocado por el vértigo que sentía
encima de ese avión mientras ascendía hacia el punto salto; pero la emoción de animarse a brincar y
la caída libre fueron indescriptibles. El viento en el rostro y el sonido de este en mis oídos junto con
el golpeteo extra acelerado del corazón para luego disfrutar de la calma y la belleza del paisaje una
vez que se abrió el paracaídas completaron esa emocionante aventura fueron experiencias únicas; a
pesar de casi desmayarme de los nervios por el miedo a pensar que tal vez no se abriría el paracaídas
y terminar estampado al piso o que el avión se averiara en pleno vuelo, o que mi corazón reventara
por las pulsaciones a flor de piel.
De pronto era positivo ante cada desafío, más allá de lo que pudiese pasar enfrentaba toda
prueba que se me presentase con muchas ganas; y sobre todo volví a ser curioso, tenía ganas de
descubrir el mundo, el sentido de la vida, experimentar miles de nuevas aventuras y aprender de cada
experiencia: lectura, deporte, poesía, ajedrez, clases de guitarra, matemáticas, tecnología, cultura,
psicología, arquitectura, moda, sociedad, animales, cine, literatura, fiestas, reuniones, diseño y sobre
cuanto se me cruzara. Experimentaba cada actividad con el entusiasmo y motivación de un niño
deseoso de volar; era de pronto, sin tener 500 millones y la tabla de lavar marcada en el abdomen, la
persona más exitosa del mundo.
En eso se transformó mi vida: Soñar despierto, seguir el vuelo del corazón, desatar pasión por
cada paso dado y de vez en cuando, cuando estaba de suerte, hablar con Sofía. De golpe no vivía,
sino que ardía… Sentía que era exitoso al estilo pero no al estilo clásico sino al estilo de aquel físico,
pues era muy feliz.
Pero luego, cuando creí tener todas las respuestas, llegó el universo a cambiarme las preguntas.
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La falsa gloria del oprimido…
Creer en la mentira que más feliz le hace.
Un fin de semana particular fue el inicio, más concretamente un sábado por la noche en que mis
amigos me invitaron a un bar; la idea era disfrutar como siempre de la amistad, beber unos tragos y
conocer gente.
Luego del trabajo nos juntamos en la casa de uno de ellos, cenamos, bebimos un poco y reímos
mucho. Como a las tres de la mañana, ya un poco atrasados para el horario normal de salir y un poco
alegres de más por el efecto del alcohol, partimos hacia el lugar; el cual, al llegar, notamos que
estaba colmado de personas y al cual pudimos entrar porque justamente uno de nosotros conocía al
guardia de seguridad.
Seguimos bebiendo un poco en el interior, yo de vez en cuando salía a fumar un cigarro en el
espacio abierto del bar y en una de esas vueltas por dentro del sitio, entre toda la gente amontonada,
observé que mi trago se había acabado. Una vez en la barra mientras esperaba para llenar mi baso me
puse a observar el panorama, aunque por mis copas de más solo veía sombras y siluetas que
bailaban, iban y venían. Y sin esperármelo, entre parejas y grupos que bailaban, comencé a notar una
silueta que se movía entre las personas; la silueta de una mujer delgada con una remera blanca lisa y
de una sola manga, bien pegada al cuerpo. Puse más atención y noté que traía una falda negra
ajustada a la cintura que llegaba hasta por encima de las rodillas y el cabello lacio suelto hasta un
cuarto de la espalda, obscuro con delicados y muy finos reflejos claros en las puntas. Danzaba y se
movía con mucha desenvoltura al ritmo de la música con un grupo de hombres y mujeres; y no
alcanzaba a ver su rostro por la obscuridad del lugar pero de alguna manera me atrajo algo que si
llegaba a dilucidar: Su sonrisa.
Era una sonrisa que conocía, que había visto muchas veces y que más de una vez me había
embrujado, de esas sonrisas pícaras pero muy dulces que contagian y alegran el día.
Luego me di cuenta que era Sofía; la mujer del otro lado del mostrador del lugar donde siempre
entraba a comprar; la mujer con quien cambiaba cumplidos y hacia bromas, compartía charlas por
mensajes e intercambiaba sonrisas y miradas. Estaba ahí, junto a un grupo de amigos y amigas en ese
mismo lugar; radiante, bella, totalmente cautivadora; y particularmente un poco más grande que de
costumbre pues los zapatos de tacón que se había colocado lograban que estuviese cuatro y cinco
centímetros más alta que yo.
Me acerqué por detrás y toqué su espalda suavemente, ella al girar y verme fijó sus ojos en los
míos, dibujó una gran mueca de oreja a oreja y automáticamente me dio un gran abrazo. Luego me
preguntó cómo estaba y pude entender entre el ruido del lugar que estaba sorprendida pero muy
alegre de verme, luego comentó que estaba allí festejando el cumpleaños de una de sus amigas.
Después la saludé y le conté que había venido con amigos pero los había perdido de vista y
finalmente me presentó con todo su grupo. Me tomé el atrevimiento de decirle que estaba muy
hermosa y la invite a tomar un trago, se puso colorada por el cumplido y aceptó compartir el trago,
después bailamos y conversamos un poco.
Volvimos donde estaban sus amigos antes de que terminara la fiesta, yo intentaba comunicarme
por teléfono con las personas del grupo con quienes había ido al bar pero no podía; también miraba
entre el tumulto pero no lograba divisarlos. Un momento después terminó efectivamente la fiesta,
encendieron las luces, apagaron la música y en el transcurso de salir hacia afuera me tomó de la
mano para no perderme de vista. Una vez afuera sus amigos fueron a ver si conseguían un taxi y nos
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dejaron unos momentos solos; rodeados de desconocidos que esperaban taxis y se despedían para
poder irse pero solos ella y yo siendo parte de un mismo momento.
En realidad estaba un poco distraído intentando divisar un rostro conocido de la gente con quien
debía irme, hasta que en un segundo giré hacia ella y noté como me observaba fijamente mientras en
silencio peinaba su cabello con los dedos, pero sin sonreír. Me quedé mudo y paralizado mirándola
de la misma forma, sin tener nada para decir, solo sintiendo los latidos acelerarse. Entonces acercó su
rostro lentamente hacia el mío, apoyó sus manos en mis hombros y cerró sus ojos. La sujeté
suavemente de la cintura, pegué su cuerpo al mío y como ella junté también mis parpados.
Por un instante el ruido de la calle se hizo silencio, se sintió como si el mundo se apagara y las
personas a nuestro alrededor desaparecieran, y al siguiente instante ahí estábamos, sin pensarlo ni
habiéndolo esperado unas horas antes, sintiendo la magia de una soplo de verano en invierno,
inesperado suceso de una casualidad que nos encontró en ese momento y en ese lugar… Su boca y la
mía eran una sola… ¿Y lo demás?... Realmente importaba un bledo.
El sol comenzaba a asomar en el horizonte y ya era más clara la mañana. Abrí los ojos, separé
mi boca de la suya un momento, suspiré profundamente y me quedé mirándola en silencio; tal vez
parezca un poco cursi para que lo diga un hombre, pero en mi mente desee con todas mis fuerzas
quedar detenido en el tiempo y que la vida misma ya no transcurriera para que ese momento no
acabara nunca. Era alocadamente asombroso pensar que un día había cruzado una puerta motivado
por el hambre y un tiempo después me encontraba junto a la desconocida del mostrador que había
despertado mi curiosidad, descubriendo el dulce sabor de sus labios y el calor de su cuerpo junto al
mío en el antepuesto expirar de la noche.
De golpe no quería nada más que su sonrisa… ¡Una gran mentira!... La quería toda para mi, solo
para mí; ansiaba eufóricamente devorar su boca nuevamente y así lo hice apretujando los brazos
entre su cintura para tenerla bien pegada mientras ella rodeaba mi cuello con los suyos y me tomaba
sutilmente del cabello. Otro beso de sus labios y casi perdí el aliento, luego nos miramos y sonreímos
en silencio mientras su frente se apoyaba contra la mía. Ella cerró los ojos un momento y se quedo
allí, abrazada a mí y sin decir nada; podía sentir el latido de su corazón acelerado y su respiración
precipitada. Después Abrió los ojos y dijo:
-Tengo que irme, mis amigos me esperan… Pero no quiero-De verdad quisiera quedarme así y congelar el tiempo- Le respondí –Pero si te vas ahora tienes
que saber que voy a soñar con tu boca desde que me duerma hasta que despierte-.
Sonrió, se sonrojó un poco y dijo-“Gracias, yo igual”-.
Volteamos la mirada para ver donde estaban sus amigos que ya la esperaban en la puerta de un
taxi. Caminamos hacia ellos, nos besamos nuevamente, nos despedimos y se fue.
Al irse me saludó desde el taxi con la mano y sonrió. Yo me quedé un momento parado frente a
la calle mirando el amanecer; no me importaba si estaba solo o si mis amigos ya se habían ido, si no
tenía dinero para un taxi y tendría que caminar a casa y ni siquiera tenía ganas de pensar en que había
sucedido, solo sabía que me había dejado llevar y sin esperarlo se había dado la oportunidad de vivir
y ser parte de un momento fantástico; y que esta vez lo había aprovechado.
Luego escuché un silbido, voltee y ahí estaban mis amigos, me acerqué caminado despacio y una
vez que estuvimos todos nos fuimos.
El domingo, cuando desperté, me tomé un momento en la cama; ya más lúcido y sin ser víctima
del efecto del alcohol pero castigado por el irremediable resabio de la resaca y sin saber todavía ni
siquiera que hora era. En el silencio de la habitación el recuerdo vino a mi mente, y con él, no pude
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evitar que se colasen las preguntas de mi inestable, inseguro, autodestructivo y todavía existente
pensamiento.
A decir verdad no estaba arrepentido, absolutamente para nada; realmente me hacía feliz el
momento que vivía, pero tal vez en esa ocasión fue necesario hacerme algunas preguntas.
Disfrutaba mucho de lo que teníamos antes de ese beso, pero ¿Qué pasaría después?... Tal vez
cambiaría todo, para mejor o peor, o no modificaría nada. ¿Sería el inicio o el final de una etapa o
ninguna de las dos?... ¿Volvería a poder mirarla con los mismos ojos de antes? Esperando una
sonrisa contagiosa, una mirada cómplice, un gesto pícaro y una charla entre amigos… ¿O la vería
totalmente diferente?... y eso ¿Terminaría por acercarnos o alejarnos?
Nuevamente como en cada acción de la vida había tomado un camino; esta vez me había dejado
fluir y me entregué a las emociones que las circunstancias de esa noche habían generado en vez de
callar y renunciar como siempre lo había hecho. Pero esa acción despertaría una reacción… y ¿Cuál
sería?... En ese punto hasta me hacia la idea de que tal vez podría fingir que nada habría pasado,
disimular, ocultarlo y encubrirlo; pero olvidarlo jamás.
Igualmente, en el transcurso de estos últimos meses, desde que pasé por esa puerta ese lunes
hacía ya casi cuatro meses, sentía que me entendía cada vez más a mi mismo y mientras más lo hacía
más quería fluir más libremente a pesar de lo que pudiese pasar; no quería cometer el error de mirar
ese hoy con los ojos del ayer, no quería un segundo más de sucumbir ante el miedo e inventarme
excusas para esquivar desafíos y no tomar riesgos para luego terminar escondido y arrepentido en la
dolencia de sentirme ahogado por cosas que nunca dije y acciones que nunca me animé a realizar.
Me dije a mi mismo que esta vez, fuese lo que fuese, a pesar de todas esas dudas y temores, estaría
dispuesto a saltar al abismo para descubrirlo.
Me levanté, hice una pasada por el baño, me vestí, curioseé un poco las redes sociales y me puse
un rato a mirar la televisión hasta que el hambre me invadió. Luego fui a la heladera y en ella había
solamente un botellón de agua, una cebolla, mostaza, mayonesa y el sache de gel refrigerante que uso
para cuando el tobillo me atosiga después de hacer un poco de deporte.
‹‹Domingo por la tarde… ¿Qué voy a encontrar abierto en este momento?›› Pensé. Entonces
sencillamente salí de casa y comencé a caminar; dos cuadras, tres, cuatro, cinco, diez, y todo estaba
como en un pueblo fantasma, solo algún que otro auto recorría las calles. Todas las puertas cerradas
y las almas desaparecidas; tal vez disfrutando de una siesta, mirando una película o volviendo de
viaje para arrancar la rutina del lunes que venía y quien sabe que mas.
En un momento me di cuenta de que me encontraba cerca del comercio donde trabajaba Sofía, la
dueña de mis sueños de la noche anterior; porque así es… Soñé con el recuerdo de ese instante de
fervor y esa boca de miel. Pero no quería en realidad ser molesto ni precipitar las cosas porque en
realidad tal vez estaba haciéndome mucha idea sobre el tema; habíamos sido todo nuestro mundo en
esos segundos de fantasía pero en el mundo real era todo muy distinto.
En el mundo real no éramos ni amigos ni amantes, nuestro tiempo junto se basaba en la plena
casualidad de circunstancias, no había planes y jamás nos habíamos puesto de acuerdo para
encontrarnos o hacer algo juntos; solo compartíamos la sorpresa de coincidir nuestros caminos
diferentes el uno del otro entre tanta multitud, éramos hasta ese momento un grupo de frases
improvisadas en las páginas de de dos libros diferentes. Pero más allá de esa lógica igualmente
estaba ahí, siguiendo su rastro, sabiendo que a pesar de no conocerla del todo todavía no quería
detenerme; pero tal vez las cosas cambiarían y de a momentos extrañaría todo como era antes; pero si
no corría el riesgo tal vez nunca sabría cuál sería el desenlace y ese niño indiscreto y entrometido
mas fisgón que nunca dentro mío quería saberlo…. Estaba encerrado entre los “peros” de mi propia
inseguridad una vez más.
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Igualmente llegué al lugar, e impulsivamente entré y pasé a la góndola de alimentos, retiré unos
sándwiches, un refresco y me acerqué al mostrador:
-Buenos días señor– Me dijo.
-Buenos días señorita- Contesté mientras entregaba las cosas.
El silencio y la seriedad en nuestros rostros que se miraban fijamente dibujaban la tensión de un
momento incomodo; se sentía como esos momentos de pareja en que después de una pelea ambos se
quedan contenidos en silencio mirándose y dándose cuenta que están perdiendo el tiempo en una
discusión sin sentido con la persona por la cual darían todo. Nos quedamos ahí un momento, solo
ojeándonos; entonces noté que comenzaba a sonrojarse e intentaba contener su sonrisa, por lo cual
incliné mi cabeza hacia un costado y sonreí, ella desvió su mirada hacia otro lado y puso su mano
derecha en su rostro tapando la sonrisa que ya no podía disimular. Volvió a mirarme y me dijo:
-¡Me siento tonta!… Estoy frente a ti sonrojándome como una niñaEntonces deslicé mi mano y tomé la suya para quitarla del rostro; con la otra acaricié su mejilla,
la miré fijamente y comencé a acercarme a su rostro. Y ahí con mucha naturalidad cerramos los ojos,
uno a cada lado del mostrador, nos asomamos un poco y rompimos el hielo de la mejor manera: Con
un beso apasionado; pero diferente al de la noche anterior porque esta vez, por primera vez, nos
vimos como algo más de solo una noche.
Abrí los ojos, separé mi boca de la suya y simplemente dije:
-Tenía muchas ganas de hacer eso-No tanto como yo- Me respondió.
Ya más relajados y desinhibidos conversamos un momento; pero no debía olvidarme que estaba
interrumpiendo su trabajo, por lo cual fui breve. Le pregunté sencillamente si había dormido bien y
hasta que hora estaba en el trabajo; me respondió que casi no había podido dormir porque debió
levantarse temprano, que salía en el mismo horario de siempre pero debía hacer unas cosas después y
quería irse a descansar un poco. Por tal, después de escucharla, pagué mis cosas, volví a besarla y le
dije con una gran sonrisa que esperaba que pudiese terminar todo rápido y pudiera irse para
descansar bien. Luego me fui, tranquilo y sabiendo que por lo menos entre ambos no hubo
indiferencia ni intentamos fingir que nada había pasado; y que tiempo me bastaba para caminar e ir
descubriendo de manera natural las cosas.
¿Porque no dije nada más ni insistí con vernos después del trabajo?... Pues en esa ocasión al
menos, no fue por temor; y tal vez sea que de pensar tanto a veces me enredaba de más, pero esa vez
actué pensando… ¿En qué pensaba?... Pues en viejos amores.
Es un poco difícil de explicar, son pensamientos que siempre rondan en la mente de los cuales
nunca se habla porque no es de hombres hacerlo, algunas veces resuenan más fuerte y otras son
dejados de lado por el hecho de que pueden resultar dolorosos; pero basta un momento, como con
todo, para que se vuelva necesario volver a esas páginas como un lector critico de uno mismo, para
no cometer los mismos errores que nos costaron caro.
Para la vida, el trabajo y sobre todo para el amor, aprendí que cuando vemos a personas y las
volvemos parte de nuestras vidas imprudentemente comenzamos a querer modificar parte de ellas.
Inconscientemente empezamos a pretender que las personas sean como nosotros esperamos que sean
y cuando no lo hacen terminamos por molestarnos, no nos damos cuenta que las personas son antes
que nada personas: libres, completas y reales, al igual que nosotros, pero por alguna razón se nos
mete en la cabeza la idea mediocre de que sabemos cómo las personas deberían vivir sus vidas;
aunque no tenemos idea de cómo vivir las nuestras.
Me pasó innumerable cantidad de veces y siempre obtuve pésimos, y devastadores resultados;
unas veces al pensar así y otras por recibir comentarios de personas que pensaban así, sobre todo en
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el amor. Y es por eso que entendí a Sofía y no insistí en que no viésemos después del trabajo; pues
no quería ser alguien que viniese a pedirle que cambiara sus planes o modificara su vida por mí. Ella
era una mujer, una hija, una madre, una empleada, una amiga, una conocida y cientos de otras cosas,
por lo cual tenía sus responsabilidades y ocupaciones, una vida completa.
Y en realidad tampoco sabía que aguardaba, que sería de todo aquello, lo que aportó a tal
decisión; pero en mi entereza sabía que no quería era ser un estorbo sino solo aprovechar al máximo
los momentos y el tiempo del que ella quisiera disponer para mí.
Llegué a casa, comí, descansé en el sofá mirando el televisor, toqué un poco la guitarra, me di un
baño y preparé mi ropa para la semana que comenzaría al sonar el despertador. La noche me invadió
y a pesar de no comprender del todo muchas cosas me sentía tranquilo; no por indiferencia ni
insensibilidad sino por paciencia, sencillamente estaba deseoso y dispuesto a experimentar a viva
piel lo que viniese con la entereza de entender que pasaría lo que debiera pasar.
Entonces me vencí ante los brazos de Morfeo.
El lunes, el martes, el miércoles, el jueves y el viernes; los cinco días transcurrieron de la mejor
manera. Como siempre con un salto de la cama comenzaba el día y la música me acompañaba en el
desayuno y en el trabajo; era extrañamente satisfactorio observar como a medida que los días
avanzan las personas del trabajo me veían de manera diferente, cada vez mas lleno de energía y con
un gran entusiasmo, pero sobre todo con una desenvoltura sin precedentes, como si hubiese nacido
para hacer ese trabajo… Mates, charla, trabajo, reuniones, debates, música, almuerzo, mas trabajo,
más mates y cada vez más resultados sobresalientes provenidos de la imaginación de personas
altamente motivadas y comprometidas; tampoco faltaban las felicitaciones constantes de los sectores
jerárquicos de la empresa, los premios y los reconocimientos a nuestra excepcional y destacada
labor.
Salía del trabajo y me iba derecho a ver a Sofía… Risas, bromas, miradas y gestos y un beso, a
veces más de uno, de despedida completaban esa rutina… Esos eran mis días; o lo que se veía de
ellos porque como en toda bella y crédula historia de superación siempre hay información que
siempre se prefiere omitir.
Pero como esta no era una película de amor y fantasía, sino la vida real, de pronto algunos
baches comenzaron a aparecer.
El martes por la tarde me escabullí a mi oficina un momento y le envié un mensaje para invitarla
a tomar un helado; extrañamente en esos días de otoño, casi invierno, hacía calor, pero
desgraciadamente debía cuidar a sus hijos; o por lo menos eso me dijo. El jueves después de salir del
trabajo pasé por el de ella y la invité a cenar, pero me dijo que ya había quedado en verse con
amigos. El viernes quedó en escribirme para que ambos saliéramos a cenar y beber algo por la noche,
pero al final nunca lo hizo.
En mi mente pensaba que tal vez me estaba equivocando, o tal vez no; me decía que tal vez el
esperar que las cosas sucediesen y no insistir produjeron el efecto equivocado.
Si hubiese sido el de unos meses atrás, el de los miedos y la desidia que inventaba excusas
ficticias para deambular por el lado obscuro de la ventisca de su cabeza, habría desvariado un poco y
le hubiese hecho algún reclamo; o hubiese indagado más sobre el tema. Pero en vez de eso me
quedaba pensando que también esa había sido la causa por la cual las mis relaciones anteriores se
arruinaban; algunas veces por mis inseguridades y otras por la de la otra persona. Entonces al final
no hacía nada, solo tener paciencia y esperar; aunque de igual manera no podía evitar de a rato
maquinarme la mente con pensamientos.
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Nos acostumbramos tanto de dar tropiezos con cada derrota y cada tristeza que terminamos
refugiados en la obscuridad de nuestro ser inseguros y temerosos. Por eso, cuando una persona
aparece y se vuelve un pequeño haz de luz que nos ilumina y rompe nuestros esquemas, ya estamos
tan ensombrecidos e intoxicados que de pronto nuestra disputa más grande es decidir si la
perseguimos desesperadamente con un afán emocionalmente, exasperado y excitado, o la dejamos ir;
porque nuestra esencia en la tempestad es igual a la del ser más insignificante que nos dice que no
merecemos ni siquiera un segundo del calor de ese tenue rayo de claridad.
Esa lucha interna algunas veces nos obliga a escapar y ocultarnos en las tinieblas; y en las otras,
cuando decidimos entregarnos a amar, encontramos un mundo nuevo, cálido y reconfortante que nos
hace aferrarnos y volver al otro nuestro todo, porque resulta ser lo único en nuestras vidas que nos da
consuelo. Pero como resultado nos volvemos tan dependientes de la otra persona que cuando no está
las penurias de la cripta resurgen y ese veneno se vuelve un narcótico que recorre nuestras venas y
nos vuelve susceptiblemente tóxicos; el pensamiento y la razón se ennegrecen y explotamos contra
todos, en especial con el otro, de la peor manera, contaminándolos de esa infame y aborrecible
persona en que nos hemos convertido.
Puede pasarle a uno, al otro o a ambos; y esa toxicidad tan nociva en la que vivimos termina por
destruirnos y alejarnos. Nunca comprendimos que tal vez desde el principio no estábamos listos para
amar y terminamos lastimándonos sin darnos cuenta, pero de nosotros mismos, por nuestra propia
ineptitud.
Al final, nuestra única certeza después de tanto terror y de la rutilante nocividad de nuestro peor
veneno es encontrar, cuando terminamos de asesinar el amor y recogemos los trozos de nuestro
corazón roto, que este ya tiene otra forma: la del miedo al amor.
Y es en ese momento que la soledad de nuestro rincón obscuro nos abraza con más fuerza y nos
acoge de nuevo en el frio diciéndonos que lo mejor que hubiésemos podido hacer, y de ahora en
adelante deberíamos poner en práctica, es callar y renunciar para no “sufrir por amor”.
Ese era yo filosofando una vez más; y eso último no es más que una pequeña muestra de las
maquinaciones mentales, acertadas o no, que rondaban en mi mente mientras esperaba un desenlace
de todo. Y ese pensamiento me decía que no la presionara, que mejor dejara todo fluir; por eso me
propuse esa vez no escribir “ahora” con las mismas cinco letras con las que se escribe “tarde”. Me
sentía inquieto pero diferente, pues no necesitaba justificaciones ni explicaciones porque
simplemente pretendía que fuese ella quien estuviese dispuesta a darme lo que quisiera, y entendí
que si no lo hacía era porque tenía cosas mejores que hacer.
¿Si me sentía un poco confundido?... No lo decía pero sí, un poco lo estaba. Pero no para
suponer o inventar cosas y asomar los pies de nuevo a la ventisca porque, a pesar de estar cautivado,
entendí también que en esa situación éramos dos; no solo yo con mis deseos y pensamientos frente a
un trofeo para poseer y presumir, un pedazo de carne que se pudiese moldear a mi antojo o un cuerpo
para coger, sino un ser pensante con su propia vida, deseos y razones; una mujer completa.
¿Y qué hacer?... Mi respuesta era la misma: Esperar.
La había encontrado casualmente, casualmente nos habíamos ido conociendo y de la misma
manera habíamos dado otro paso; sin forzar nada y con naturalidad. Pero por el momento lo que
compartía con ella sucedía a través de una visita de minutos a un comercio donde podía verla, hablar
y ocasionalmente robarle un beso; y también una charla a través de un teclado y una pantalla en las
redes sociales de vez en cuando. Quería más, pero tampoco quería forzarlo, entonces me quedaba
esperar y disfrutar del momento dejando fluir el agua bajo los pies mientras el viento me despeinaba
el flequillo… Solo eso hice el fin de semana.
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Al próximo lunes la visité un poco más temprano, había salido un momento de la empresa a
buscar unos papeles, que ni siquiera eran de mi sector sino del departamento contable, pero me había
ofrecido para buscarlos porque ya se habían realizado todas las funciones que debíamos hacer en el
sector que conducía; y además servía como excusa para tomarme unos minutos y verla.
Estaba un poco seria, noté que se sintió un poco incomoda de verme ahí; casi ni me miró y se
comportó levemente indiferente. Al despedirme quise besarla y se negó apartando su rostro.
-¿Estás bien?- Le pregunté.
-Si si, después hablamos- Me contesto disponiendo una sonrisa forzada -en este momento estoy
ocupada-.
-Perfecto- Respondí -Que tengas buena tarde-.
Entonces sonreí y me marché. La verdad no me extrañó mucho, tal vez estaba teniendo un mal
día; más de una vez me había contado que muchas veces al atender, la gente podía ser muy grosera y
que la hacían enojar.
Pasada media hora mí teléfono sonó; era un mensaje de Sofía diciendo que la disculpara por no
besarme pero que su jefe le había dicho que no le agradaba que en su tiempo detrás del mostrador yo
la distrajera, que evitara esas situaciones y que durante el trabajo yo era solo un cliente más. Le
contesté pidiéndole disculpas y confirmándole que no volvería a suceder, pues de ser así tenía razón,
estaba comprometiendo su trabajo. Me contestó con un: “Gracias por entender, después te escribo”.
Terminó mi día y me fui directamente a casa, no quería pasar para no parecer molesto, esperaría
a que ella me escribiera.
Toda la semana transcurrió, en mi trabajo la normalidad de cada día seguía siendo de deleite,
hice deporte con amigos, fui a cenar con mis padres, tomé mucho mate y disfrute de un par de
películas que un amigo me había recomendado ver, entre otras cosas. Pero no fui a verla, ni le
escribí, esperaba sencillamente que ella lo hiciera; después de todo se había comprometido en
hacerlo. Llegó el fin de semana y nada; fui al mismo bar con amigos pero no la encontré.
No sabía nada de ella y me importunaba un poco el hecho de comenzar a extrañarla; junto con la
incertidumbre de no saber si respiraba o no, si sonreía o no, o si al menos me recordaba un poco. Me
había comenzado a acechar la idea de que todo estaba inconcluso, pues no sabía que éramos y que no
éramos, un punto suspensivo o un punto final, si era propicio esperar algo o seguir adelante, no tenía
idea de nada; un hecho que despertaba mucho mis inseguridades. Pero al mismo tiempo estaba
bastante ocupado y entretenido con todas mis responsabilidades y proyectos. Hasta el día miércoles...
Un día que no voy a olvidar.
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De campeón al descenso…
De lo común a la jungla y las confesiones.
Ese miércoles por la tarde Marcos se acercó a mi oficina, entró y pidió sentarse porque tenía
algo que decirme, entonces lo recibí y comencé a escucharlo. Me comentó sobre una investigación
que había estado desarrollando fuera del horario de trabajo la cual trataba sobre un proyecto para
mejorar nuestro rendimiento a través de un software nuevo que permitiría utilizar más y mejores
herramientas de diseño para lograr resultados más innovadores y más rápidos; pero para utilizarlo
deberíamos renovar nuestro equipamiento.
Era una idea excelente, más de lo que esperaba, sencillamente estaba proponiendo hacer una
inversión que permitiría acelerar nuestros procesos y optimizar los sistemas para hacer nuestro
trabajo mejor y más rápido. Nadie se lo había solicitado, no era su trabajo, no estaba pidiendo nada a
cambio, pero era brillante y yo estaba encantado; porque más allá del resultado que pudiésemos
obtener noté en sus ojos el entusiasmo y la motivación de una persona que se atrevía a romper las
reglas y a sacar lo mejor de él tomando un riesgo, lo cual era excelente.
Le propuse que después del trabajo, si no tenía compromisos, ir a mi casa para que pudiese
mostrarme con más detalle su investigación, así la analizaríamos, corregiríamos, desarrollaríamos y,
si estaba todo bien, pondríamos en marcha. Exaltado y muy contento aceptó, salió de la oficina y
volvió a su lugar, y para cuando se hizo la hora de salida lo busqué y nos fuimos caminando.
-Necesito comprar cigarros- Me dijo revisando su mochila mientras caminábamos rumbo a casa.
-No hay problema, yo también- Le contesté.
Seguimos caminando y mientras conversábamos nos topamos con un comercio, pero no vendían;
seguimos caminando y yo ya lo sabía, estábamos yendo hacia Sofía. No dije nada igualmente, no
tenía porque hacerlo, simplemente avancé y seguí con la conversación, luego llegamos al lugar y
entramos.
Peculiarmente, en mi mente estaba encantado de que una persona del sector estuviese actuando
de la misma manera que yo; me daba mucho gusto saber que no solamente yo podía cambiar sino
que también podía contribuir a que otros lo hicieran. Por otro lado el no saber con qué me iba a
encontrar al pasar por esa puerta desataba interrogantes que me sujetaban al desconsuelo: ¿Qué iba a
decirle a Sofía y que me diría?... ¿Fingiríamos que nada había pasado?... ¿Seriamos indiferentes?...
Todo eso pasó por mi mente; y de pronto cuando levante la cabeza ya estaba ahí listo para
descubrirlo.
Marcos entró primero y apenas se introdujo se volteó y preguntó:
- ¿Y si llevamos algo para comer?A lo que asentí con la cabeza sin dudar. Luego mis ojos instintivamente se dirigieron a la caja
del mostrador, pero Sofía no estaba allí, del otro lado, como siempre estaba. Entonces pasamos hacia
el fondo del local y en el camino la vi, al final de ese largo mostrador y al lado de una góndola llena
de productos, con otro hombre, besándole los labios.
Pues bien, dicen que una desilusión no es más que una situación que te ayuda a salir de un lugar
incorrecto, pero ninguna persona que la experimente puede negar que es muy difícil mirar algo que te
lastima y tener que disimular, o inclusive sonreír.
Pasé hacia el fondo del lugar junto con Marcos, sin decir una palabra y con la mejor cara de
póker que me salía en el momento; ni siquiera pestañeaba para no apretar los párpados y que sin
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querer una lágrima se escapase. Tomé un sándwich y una bebida, Marcos hizo lo mismo mientras me
comentaba lo entusiasmado que estaba con todo esto; yo en ese momento lo había olvidado por
completo y solamente fingía que lo escuchaba, tenía todo mi enfoque concentrado en no demostrar ni
la más mínima expresión. Entre tanto, ese hombre desconocido que era dueño de sus besos se
despidió y se fue antes que nosotros. Después, cuando tuvimos lo que necesitábamos, nos dirigimos a
la caja
.
¿Si me vio cuando entré?... Realmente no lo sé… ¿Si notó que la había visto?... Tampoco lo
sé… Solo sé que cuando estuvimos frente a frente no pude hablar y ella tampoco, solo nos miramos y
en ese instante el silencio fue la mejor respuesta; pues este habló cuando todas las palabras callaron.
Pude notar en su rostro la incomodidad, se la notaba tensa, como esperando el momento en que yo
dijera algo. En tanto mi compañero pidió cigarros para ambos y entregó las cosas para ser
embolsadas sin notar que algo pasaba, las pagamos y antes de salir la miré, sonreí y le dije con la voz
más cortes y serena que pude ensayar en ese momento: -“Gracias por todo”-. Después de eso nos
fuimos.
Una vez en casa Marcos me mostro con más detalle lo que había estado haciendo mientras
cenábamos, luego conversamos un rato y después de eso se fue. La verdad, hubiese deseado que se
quedara porque al menos su presencia me distraía y el intercambio de ideas, los comentarios y las
anécdotas mantenían mi mente ocupada.
Quisiera haber gritado pero no era enojo lo que sentía, quisiera haber llorado pero no estaba
triste, quisiera haber reído pero no le encontraba la gracia, quisiera haber hecho algo… beber un vaso
de whisky, ver televisión, enviar un mensaje a algún amigo, entretenerme en las redes sociales,
cualquier cosa; pero no fue así.
Cerré la puerta con llave, junté las ventanas, apagué todas las luces, me senté en el sofá y ahí me
quedé; rodeado de un silencio ensordecedor y volviéndome presa del abatimiento.
En ese momento quise razonar y me dije a mi mismo que nuestra historia, si es que alguna vez la
hubo, había terminado antes de comenzar; pero sin un punto final, solo con puntos suspensivos.
Luego se me dio por pensar que las expectativas me habían engañado y que solo me había quedado
sintiendo algo que nunca sucedió. Y fuera de toda lógica, también pude experimentar que perder a
alguien que jamás había sido mía también podía doler.
De pronto el tiempo se detuvo, el sofá se volvió una tumba donde renacía el desaliento del día
sin sol y de la noche sin estrellas, sentía que ningún lugar era mi lugar y de pronto ya no conseguía
reconocerme en nada ni en nadie. Justo después las palabras dejaron de parecerse a lo que
nombraban y mucho menos asemejarse a su propio sonido; ya no estaba donde estaba, ya no era
quien era, solo dejé mi cuerpo y me fui, lejos no importó donde, a ninguna parte; no quería estar con
nadie, ni siquiera conmigo mismo. Ahí en esa obscuridad mi anhelo mayor fue ser las más completa
ausencia, una extensa inexistencia entre el vacío y la eterna nada; sin oídos que escuchasen, sin ojos
que mirasen, sin manos que tocasen, sin boca que hablase y sin corazón que latiese; sensación que
recorrió justo antes de perder las ganas de llamarme o ser llamado y de nombrarme o ser nombrado.
Esa noche, la tormenta y el abismo me dieron una cordial bienvenida una vez más. Esa noche sin
quererlo a los sueños y deseos les dije adiós hasta quedarme dormido.
Luego de eso… “Una mañana de hacia unos meses atrás”, así se sintió; con la diferencia de que
esta vez no estaba en la cama, estaba en el sofá, por lo que el despertador se sintió resonar a lo lejos;
con la coincidencia de sentirme ese yo “tan común” una vez más.
No podía despegar los ojos, los sentía muy pesados, asique me enderecé despacio como un árbol
podrido que se derrumba pero en reversa, después apoyé las manos a los costados y me quedé
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paralizado unos momentos, como esperando que la batería terminara de cargarse, miré al vacío unos
momentos y finalmente puse los huesos de punta.
Fui a la pieza, apagué el despertador, tomé mi ropa: camisa, pantalón de vestir y zapatos; como
rutinariamente, sin siquiera tener en cuanta si me sentía a gusto con ello. Me di una ducha, preparé al
café y las tostadas y me senté a desayunar en silencio; pensando que la epopeya de esos días de racha
había llegado a su fin, que era hora de volver a ser el yo de siempre, un vegetal con vestigios de
humanidad y un trabajo estable.
Llegué al trabajo y ahí me esperaba Marcos con su cara de entusiasmo, enérgico y dispuesto para
comenzar a darle forma a su proyecto, pero yo ya no era ese de los días de gloria, ni existían rasgos
de la persona que el día anterior había estado con él; era un cuerpo vacio, un sujeto desconocido, sin
motivación, sin actitud y sin ganas que solo se dedicaba a respirar.
Le pedí unos minutos, le dije que debía revisar unas cosas antes de empezar, que comenzara a
trabajar y que yo lo llamaría a su momento; extrañado y confuso se dio la vuelta y se fue a su
cubículo. Me encerré solo en mi oficina sin deseos de ser ni hacer y me quede allí en soledad
sucumbiendo al frío de la desesperanza, mirando de a ratos por la ventana hacia el sector donde
trabajaban mis colegas.
Luego, comencé a ver los colores de las paredes y la decoración, también escuchaba la música
que sonaba, observaba esas personas, tan motivadas y comprometidas, y no sabía como yo había
creado todo eso. Leí las frases en los retratos una y otra vez, pero no les encontraba sentido, oía las
canciones de aquel músico de Rock tan estimulantes pero no significaban nada, miraba las listas de
especificaciones para los trabajos y no se me ocurría una sola idea, la computadora estaba encendida
pero no quería ni tocarla. Me sentía vació y pensaba en como ella había comenzado una fantasía
hermosa y le había dado fin, o así lo entendía entre filosofía barata el yo de ese momento.
Pero la vida continuaba, estaba ahí debiendo trabajar y cumplir mis responsabilidades; debía ser
fuerte aunque no lo quisiera. Dos horas pasaron y seguía igual, era la absoluta nada y cada vez me
sentía más nada, estaba solo y cada vez me sentía más solo, hasta que en un momento golpearon mi
puerta.
Pensando que era Marcos grité desde adentro: -Dije que iba a llamarte a su momento… Vuelve a
trabajarEntonces giraron el picaporte, la puerta se abrió y una voz me contesto: -Imposible que me hayas
dicho eso porque acabo de llegar y hace unos meses que no te veoEra Polansky, el dueño de la empresa que estaba de visita. La persona que menos habría deseado
ver en ese momento cayó del cielo sin que nadie la llamara; pero era su empresa, el podía ir i venir
cuando se le diera la gana.
Al verlo di un salto de la silla y muy sorprendido me acerqué a él para saludarlo, le di la mano y
lo invité a sentarse.
-Qué gran sorpresa verlo por aquí, no esperaba verlo hoy- Le dije.
-Es una visita de improviso, he venido a ver los avances de su intrépido plan- Respondió.
Sonreí sin saber que esperar ¿Qué diría?... Y más aún ¿Qué haría?...
-La verdad debo felicitarlo caballero, esto es mucho mejor de lo que imaginé- Agregó – Sosa me
envió fotos e informes pero nunca me esperé encontrar con toda esta maravilla-¿Maravilla?- Exclamé -No creo que sea para tanto- Agregué después con toda mi negatividad
retoñada.
Entonces el sonrió e hizo silencio, como que al observarme pudo darse cuenta que algo pasaba
conmigo; igualmente con mi cara no creo que lo hubiese disimulado muy bien. Luego se levantó de
la silla, giró y se acercó a la ventana, volvió a mirarme y me dijo: -Venga aquí y lo verá por usted
mismoDesganado y apático me levanté y me puse junto a él a observar el panorama en silencio.
Entonces Preguntó: -¿Quiere que le diga que veo?-“Por su puesto”- Respondí; a pesar que dentro de mí no sabía si en realidad quería escucharlo.
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- En fotos vi un lugar colorido, cambiado, renovado, con frases y muchos colores en las paredes,
con limpieza y orden; y además en uno de los informes Sosa escribió que deja oír música en el
horario de trabajo... Pero al entrar hoy encontré un panorama diferente que no había podido apreciar
en fotografías e informes... Por eso vine a su oficinaLo miré abriendo los ojos grandes y preguntándome si estaría allí para sacarme personalmente
de patitas a la calle por haberle hecho perder su tiempo. Pero entonces prosiguió:
-Veo ante mí personas apasionadas, personas muy motivadas y con una actitud de compromiso y
compañerismo inigualables-¿Usted cree?- Le pregunté desconfiado.
- No lo creo, lo veo con mis propios ojos al observar por esta ventana... Ha logrado algo que de
verdad en años me propuse realizar y nunca estuve ni cercaMe quedé tildado ya que en mi estado de negatividad imaginaba que me diría algo malo; pero al
escucharlo no pude evitar que derepente una sonrisa se dibujase en mi cara. Y al verme sonreír el
continuó diciendo:
-Una vez entendí que existen obstáculos que uno debe afrontar, que la vida nos coloca
constantemente desafíos… Algunas veces muy duros y difíciles de enfrentarY esa frase la dijo con la voz más informal que le había escuchado entonar; como si hablase con
un amigo y no con su empleado. Luego agregó: -Es en esos momentos cuando se pone a prueba la
fortaleza misma de las personas… Su esencia misma, su coraje, perseverancia y fuerzaY para finalizar preguntó: -¿Ha escuchado alguna vez hablar de la filosofía de la OVEJA el
LOBO y el LEÓN?-No- Le contesté -Pero estaría encantado de escucharla- Y esa fue la llave de apertura para
iniciar con su discurso:
- Mi padre me dijo una vez que existen tres tipos de personas… Las ovejas, los lobos y los
leones- Dijo inicialmente.
‹‹¿Ovejas, lobos y leones?›› Me pregunté… ‹‹Será que me dará un paseo por el bosque›› Me dije
cínicamente después; pero no dije nada, solo lo dejé continuar:
-Primero están las ovejas, las “víctimas del mundo”- Dijo.
-¿Victimas del mundo?- Exclamé dudoso, porque al escuchar esa frase en realidad me llamó
mucho la atención.
Y el prosiguió:-Sí sí, no ha escuchado mal... Me refiero a esas personas que viven encerradas en
un “corral” como aceptando su condición de ser el resultado de lo que el mundo hace con ellos…
Son seres humanos que viven atrapados en su insignificante espacio deduciendo que los
acontecimientos externos obligan y que deben sobrevivir con lo poco que el mundo les brindaDespués, como haciendo burla a estas actitudes agregó:
-Son esos que siempre se quedan esperando que las fuerzas del universo actúen y les traigan a
sus manos lo que creen que merecen mientras se dibujan a sí mismos la imagen de inocentes; pues en
su lógica no tienen la culpa de que las cosas no sean como deberían ser… Se quedan inmóviles,
estancados, paralizados y entorpecidos, se vuelven presas del miedo y pasan sus días inventándose
miles de excusas para no tomar riesgos, aprendiendo que es más fácil quejarse de todo y culpar a
todos antes que actuar… Y ahí en ese mundo tan marchito de ilusiones, sueños y pasiones; pero
repleto de miedos, decepciones, inseguridades y excusas; sucumben ante la negación y el
resentimiento-.
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No voy a decir que escucharlo no me molestó; porque en realidad lo hizo. De repente usó un
tono un poco soberbio al expresarse y su mirada se tornó despectiva, pero más allá de eso fue porque
en el fondo tenía lógica lo que decía, había visto cientos de casos como ese; y por supuesto, el más
importante que había visto y vivido era el mío.
Igualmente no lo interrumpí; pues ya sabía con cuál de los tres animales me identificaba pero
también quería saber de los otros dos. Por eso simplemente me contuve, asentí con la cabeza y lo
dejé continuar.
Y él dijo: -Luego están los lobos, “los victimarios del mundo”Se detuvo y me miró como esperando que lo interrumpiera, cosa que no pasó; pues quería saber
más y no discutir porque sí. Y al ver que yo estaba prestando atención pero no decía nada, prosiguió:
-Lo más importante de estos es que entendieron algo... “Que existen las ovejas”- Dijo y se
sonrió -Suelen verse como tales, porque alguna vez lo fueron, pero se alimentaron tanto tiempo del
resentimiento que su rencor los llevó a despreciar a sus iguales... Y al perder la capacidad de ver a
los demás como semejantes, al desconectarse de ellos, les fue fácil aprender a manipularlos para
obtener beneficios en su favor... Son quienes actúan a través de la mentira, ese es su fuerte, su mejor
herramienta; y lo vuelven un arte…. Es el egocéntrico y celoso, explotador y despreciativo, el que
logra confundir y evadir a los demás, ponerlos a trabajar en lo que él quiera y los vuelve
dependientes al mostrarles que sin él no serían nada… Básicamente se alimenta de las ovejas para
lograr siempre lo que desea… Logra inmensidad de cosas, pero nunca logra conformarse porque en
realidad sus motivaciones son las mismas: El miedo, la decepción y el resentimiento-.
Vaya discurso que estaba dando, parecía sacado de un manual, y me dejaba desorientado lo que
escuchaba; estaba describiendo al demonio y a las pobres almas que van a parar al infierno pero
extrañamente parecía que hablaba de personas a las cuales conocía muy bien, por las descripciones
bien detalladas que daba de cada uno.
Mientras tanto, la actividad continuaba y yo seguía de pie junto a el escuchándolo como podía;
por la distracción que me generaba escuchar la música que sonaba y más aún por el eco de las mil
ideas que iban de aquí para allá en mi mente.
En ese momento Polansky se detuvo, miró hacia abajo unos segundos y suspiró, luego miró
hacia arriba y nuevamente al frente, después dijo:
-Finalmente están los leones, “los verdaderos dueños del mundo”‹‹¿Los dueños del mundo?... ¿Los verdaderos?›› Me pregunté… Si había una frase que podría
haberme llamado la atención era esa. Levanté las cejas y abrí bien grande los ojos; evidentemente
una persona con las actitudes de un león era para Polansky una persona a quien admirar y no pude
evitar pensar que me hablaría seguramente de reyes, emperadores o tal vez grandes personalidades,
de todos esos seres “especiales” merecedores del “éxito” de la vida.
Había sido muy claro en la descripción de los otros dos, pero ¿Qué me diría de este último?...
Estaba ansioso de escucharlo. Pero el, haciendo una pausa antes de dar su discurso, agregó un
comentario:
-E visto muy pocos en mi vida pero cada vez que he tenido el gozo de estar cerca de uno han
logrado marcarme-.
Me llamó un poco la atención eso último pero no entendía del todo a que se refería; y la otra
parte de mi atención estaba enfocada en querer saber que diría de “los leones”… De pronto al
comenzar a hablar su voz se volvió más tenue y relajada, con lo que dijo:
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-El león es, a mi parecer, el ser más extraño que habita el universo... Es ese que no quiere
dominar el mundo, no desea riquezas ni extravagancias, pero desborda felicidad a cada paso que daY yo quedé medio boquiabierto… Nada que ver con lo que esperaba que dijera.
-No vive según las circunstancias – Agregó – Es ese que logra romper con todo, absolutamente
todo, porque ha entendido que es el dueño de su vida y con cada paso que da logra forjar su
destino… Esas personas toman lo que la vida les ofrece y todo lo que les sucede únicamente como
datos que apoyan sus decisiones y a partir de las cuales actúan… Saben que no siempre podrán
alcanzar sus cometidos y que pueden llegar a equivocarse, pero igualmente se arriesgan, se pone a
prueba y dan lo mejor de sí mismos… El león es el batallador por excelencia porque no se rinde,
porque siente a través del corazón y usa su cabeza para abrirse camino…. Es la persona que brilla por
lo que es y con su brillo permite que los demás hagan lo mismo, porque es tan grande su humanidad
que toma a todos como iguales y los impulsa a florecer, a crecer, a tomar las riendas de su vida… Y
quienes están cerca de ellos no pueden evitar verlos como líderes, pastores del rebaño, seres que
irradian luz; pero no con grandes artilugios ni decoros sino siendo ellos mismos… Son los sencillos,
humildes, soñadores apasionados y luchadores; son de esas personas que resultan imprescindibles…
¡Los que rujen!-.
Si estaba medio boquiabierto ahora lo estaba completamente; pues no mencionó reyes, ni
famosos, ni a nadie que yo hubiese imaginado que podría llegar a describir. Simplemente mencionó
actitudes de algunas las personas, de esos “buenos tipos” como se acostumbra decir, que caminan por
la vida siendo justamente eso: Buenos tipos.
Sin embargo, aunque no dijo lo que pensé que diría, igualmente no encontraba mucho de mí de
todas esas pequeñas cosas que hacen a la mejor actitud humana.
Entonces, para cerrar su discurso agregó:
-Y ese joven amigo es para mí, el verdadero hombre de éxito, el que rompe todos los limites
para lograr su cometido… El de ser feliz-.
Y la verdad es que esa actitud que no había contemplado como la de un “león” realmente parecía
encajar; aunque todavía no me había enterado que Polansky se sentía, también como yo, ajeno a
identificarse como un león. Y además, todavía no lograba entender que quería decirme; deambulaba
entre la idea de que se estuviese burlando de mi o que en realidad quisiera enseñarme algo. Y más
aún, rondaba en mi mente una contradicción con mi forma de ser, de pensar y de actuar en la cual no
lograba encajar por completo en sus pintorescas descripciones; aunque sinceramente, como ya lo
aclaré, me sentía más identificado con la primera.
Luego se alejó de la ventana y volvió a tomar asiento; estaba calmo y sereno. Hice lo mismo, me
senté en mi silla aunque no tan sereno como él y le pregunté:
-Disculpe mis dudas pero… ¿Por qué me ha contado todo esto?Entonces sonrió y contestó: -Porque cuando lo vi por primera vez en aquella reunión, en la
oficina del gerente Sosa, noté su entusiasmo y su motivación pero en ese momento eran palabras e
ideas lo que usted proponía… Y como siempre, mi experiencia me decía que usted podía llegar a
tener intenciones de oportunismo… Pero también había algo en su rostro que me decía que debía
darle una oportunidad… Hoy aquí, después de unos meses, veo los resultados y con gusto puedo
decir que ante mí hay un joven león-.
E instantáneamente comencé a reír, pero no de alegría sino por incredulidad; era lo único que
faltaba, a mi jefe se le había desprendido un tornillo o le había afectado de más la vejez.
Lo miré con aprensión y le dije: -No creo que sea para tanto, yo no puedo considerarme un
león… Le agradezco de verdad el alago pero solo hago mi trabajo-.
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-¿Le cuesta creerlo?- Exclamó – Tal vez es porque no se ha dado cuenta todo lo que ha hecho…
¿Sabe cuánto dinero hemos y estamos ganando en este momento?... ¿Sabía que nuestra efectividad y
creatividad nunca habían sido tan buenas y que nuestros teléfonos no paran de sonar?... ¿Sabía usted
que el nombre de la empresa ha comenzado a resonar entre las grandes corporaciones?... ¿Sabe usted
lo que es lograr en este mundo de oportunistas y victimas que las personas trabajen con convicción y
compromiso así como usted lo ha logrado?Volvió a detenerse un momento, respiró profundo, se quitó sus anteojos y los dejó sobre la mesa,
entonces continuó:
-Pero más allá de todo eso, para que entienda el alcance de sus acciones, voy a contarle algo y a
hacerle una confesión- Me miró fijamente y continuó:
-Podría decir que he tenido una vida privilegiada: riqueza, poder, status, respeto y libertades…
Pero llegó un momento en la vida en que al mirar hacia atrás inevitablemente no pude evitar sentir
arrepentimientos‹‹¿Arrepentimientos?›› Pensé yo ‹‹¿De qué podría arrepentirse una persona que había gozado de
una vida favorecida?››
- En mi juventud soñaba con poder hacer algo diferente, algo propio que me sacara de mi
condición de cobarde víctima y me convirtiese en el dueño de mi vida- Dijo él.
‹‹Y quien no›› Exclame por dentro. Parecía que me estaba describiendo a mi cada vez que me
miraba al espejo después de horas de mirar televisión; donde veía a esos personajes de película que
hacían mil maravillas que yo jamás podía, o inclusive el hombre de la propaganda de perfume
estéticamente perfecto, millonario y galán que excitaba a todas las mujeres.
-Un día ya cansados de esa vida- Continuó - Decidimos con mi hermano, mi gran compañero de
aventuras, invertir todos nuestros ahorros para fundar esta empresa… En nuestros tiempos vimos
que, en general, el marketing y el diseño eran terrenos poco desarrollados pero con mucho potencial,
que el negocio podría perdurar en el tiempo y por supuesto ser muy lucrativo si se hacía bien…
Decidimos entonces aventuramos en esta travesía con toda la fe y las esperanzas de llegar a buen
puerto… Pero desgraciadamente al pasar el tiempo las complicaciones comenzaron a surgir por
nuestra inexperiencia e incapacidad, luego problemas económicos, desorganización, problemas
personales, falta de financiamiento, poca administración y contabilidad, falta de tiempo, excusas e
irresponsabilidades y un montón de obstáculos que siempre nos atosigaban… La frustración y las
decepciones comenzaron a ser cada vez más grandes y en un momento comenzaron a generar rencor
y resentimientos que comenzamos a volcar contra nosotros mismos y contra el mundo… En un
momento se volvieron tan grandes estas malas actitudes, y a esto sumado el miedo de perderlo todo,
que nos convertimos en “lobos”… Sobre todo yo-.
Para esos momentos estaba más perdido que en cualquier otro momento de la conversación, pero
más allá de no comprender el porqué de lo que contaba, si entendía de esas actitudes y me sentía
identificado con lo que decía; pues había experimentado toda mi vida miles de frustraciones y
decepciones, así como las duras sensaciones de enojo, tristeza, rencor y resentimiento. Pensé que tal
vez estaba en camino a convertirme en un “lobo”, como lo llamaba Polansky, lo cual causaba que
toda mi atención estuviera sobre él. Y Polansky continuó diciendo:
-Enojado y resentido comencé a desvalorizar a las personas, rompí vínculos, me alejé de ellos y
a partir de allí emprendí mi treta… Empecé a alimentarme de sus habilidades usándolas a mi favor…
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A través de la manipulación los hice dependientes de mí diciéndoles que ellos eran un recurso, que
había cientos como ellos y por lo tanto eran prescindibles…. Tomé el control de sus vidas usando el
miedo y la desvalorización… La mentira, las contestaciones evasivas y los discursos confusos se
hicieron mi fuerte a la hora de sacar provecho de ellos, de sus errores, de sus dudas y debilidades…
Provocaba su ignorancia escondiendo y tergiversando la información… Obtenía cada vez más
beneficios y todos comenzaron a soportar trabajar para mí por su necesidad, ofrecían sus servicios a
cambio de un sueldo y con su trabajo llenaban mis bolsillos… Así logré sobrevivir, reponerme y
avanzar, usando sus destrezas y su inocencia para mi beneficio personalDespués de eso hizo silencio unos momentos, como que su cabeza permanecía enredada en
recuerdos y reflexiones y necesitaba unos segundos para ordenarse. A mi realmente me sorprendió
mucho que me contara todo aquello; mas aun siendo yo su empleado y pudiendo reaccionar de
cualquier forma posible, como mandarlo al demonio. Sin embargo no lo hice y es que tal vez
necesitaba escuchar todo lo que me decía; pues esto era algo que siempre había vivido pero nunca
nadie me lo había explicado con tanta claridad. Y además, yo con mi estado de ánimo de negativismo
pensando que era una “oveja” camino a convertirme en “lobo” había escuchado de la boca de mi jefe
decir que creía que yo era un “joven león” y quería saber porqué.
-Hoy tengo mucho dinero- Dijo de repente retomando su historia…
-Autos lujosos, una mansión, propiedades, joyas, todo lo que podría encajar con la palabra
“éxito”… Pero no tengo felicidad… Porque a pesar de acumular y acumular tantas cosas materiales,
la frustración, el resentimiento, y sobre todo el miedo aún siguen allí.
Soy una persona solitaria, no confió en nadie, me perdí de ver crecer a mis hijos e inclusive no
tengo contacto con ellos mas allá de las veces que me llaman para pedirme dinero, elegí a las
personas con quien vincularme por los beneficios que podría obtener y esas personas me eligieron a
mi por lo mismo, me casé y divorcié tres veces, no tengo amigos, mis padres fallecieron y no fui a
sus funerales, no pude ni siquiera despedirme, darle un beso a mama y un abrazo a papa, y mi
hermano, mi gran compañero de aventuras, mi soporte y cómplice de toda esta travesía falleció hace
ya tres años y nunca pude pedirle disculpas por haberlo dejado fuera del negocio por mi codicia y
egoísmo, o simplemente compartir con él y decirle lo mucho que lo quería… Me paso los días
rodeado de lujos materiales en mi solitaria y resentida existencia, los años me abordaron y me
convertí en un hombre viejo, mi cabello es gris, mi piel se arrugó, me duelen los huesos y las
articulaciones y siento que entre tantas cosas, al final, no tengo nada… Al final aprendí que por mis
decisiones dejé de ser un “tipo pobre” y me convertí en un “pobre tipo”-.
El matiz de la conversación cambió por completo al escucharlo hablar; y ya no pude reírme en
mi mente con comentarios cínicos ni mantenerme incrédulo. Estaba escuchando a un hombre que
creía sobresaliente, una persona a imitar, uno de esos “exitosos”, develando los demonios de su
amarga realidad, lo cual, me dejaba pasmado.
Entonces, después de tanto discurso y reflexión e confesión de arrepentimiento, fue al grano:
-Un día llegó a mí un informe que mi gerente general me había enviado con un cartel que decía
“me pareció interesante”… Era el supuesto trabajo de uno de mis empleados, de mis máquinas de
generar dinero para mí… ¿Quién se lo había pedido?... ¿Para eso se lo había contratado?... ¿Quería
algo a cambio?... ¿Era a caso una broma?Se sonrió, yo lo miré pensando que eso era justo lo que esperaba pensarían ese día en que
caminaba a la reunión donde finalmente me anunciaron mi ascenso. Luego siguió:
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-Un hombre tomando el riesgo de llegar a ser despedido por hacer cosas indebidas en el horario
laboral, que ofrecía su trabajo por amor al arte, que exponía enfoques, ideas e innovaciones…
¿Porque sí?...
A decir verdad, estaba listo para avisar que prepararan su telegrama de despido, pero por una
casualidad estaba sin nada que hacer y muy aburrido, entonces me puse a leer… Hojeé desganado
una página, luego dos páginas, tres, cinco y así sucesivamente… Y entre esas líneas comencé a notar
algo, no lo que decía por más que fuese correcto o incorrecto, sino algo impalpable plasmado en ese
papel: pasión.
-¿Pasión?- Pregunté yo interrumpiendo su discurso.
- Entrega, optimismo, motivación, determinación… Todo estaba allí- Respondió mientras yo
comenzaba a sonreír -Sensaciones que para mi eran desconocidas desde hacía décadas- Agregó. Pero fue extraño porque aunque no lo crea todo eso logró por un momento hacerme recordar aquel
joven que fui una vez, el hombre que anhelaba ser y que abandoné… Me alegró que todavía lo
recordaba, y si lo recordaba tal vez podría volver a sentirlo y reencontrarlo dentro de mí… Me sentí
vivo de nuevo- Completó levantando las cejas y asintiendo varias veces con la cabeza.
-Eso logró conmigo y eso está logrando con estas personas, puedo notarlo en sus caras y en sus
actitudes… Eso es lo que usted no ve… Por eso le digo que me crea cuando le digo que ante mí hay
un joven león, porque usted al rugir brilla y lo más importante es que hace brillar a los demás-.
Me miró y volvió a sonreír, y con eso concluyó su enorme travesía de palabras y yo finalmente
pude notar el porqué de todo lo que me había contado. Habló un millón de palabras y creo que debió
tomarse todo el trabajo de hacerlo para poder entender a fondo lo que quería transmitirme, y que yo,
en mi estado deplorable de victima pudiese creerle.
Hay momentos en que callar y hacer silencio es insensato, y es en esos momentos en que la
palabra es como una ulcera viral que queda encerrada para infectarnos y carcomernos. Pero hay otras
ocasiones en que callar es una sabía decisión: cuando la palabra es antídoto y curación. Lo difícil es
encontrar y saber diferenciar esos momentos.
Polansky se había tomado el tiempo necesario para exponer y explayarse con claridad, mi
silencio y pasividad fueron cómplices que me hicieron escuchar. Al principio no lograba entender,
permanecí incrédulo, e inclusive en algún momento llegué a desconfiar cuando escuché de su boca
decir que él se consideraba un “lobo”, pero conforme fue avanzando y conectando todo lo que
exponía hizo que raramente entendiera su mensaje.
En todo ese extenso discurso pude notar muchas cosas: a un hombre arrepentido, perseguido por
los recuerdos de las decisiones que había tomado en su vida y todo lo que habían provocado. Pude
asimilar lo que pensaba de las personas, razonamiento que más allá de poder estar en desacuerdo, o
no, tenía mucha lógica. Metafóricamente pudo describir con claridad y mucha sensatez aspectos
ocultos de las personas que hacen a su forma de pensar, interpretar y accionar: “ovejas”, “lobos” y
“leones”. Y también su historia, la de su camino recorrido; que tal vez, más que historia era un
desahogo, el de un hombre atormentado por sus actos, desconectado de las personas durante mucho
tiempo, quizá demasiado, y asfixiado en el silencio de su solitaria riqueza material por sus peores
adjetivos.
En ese momento no quedó más que hacer silencio, me incliné hacia adelante, apoyé los codos
sobre el escritorio, puse la mano sobre mi mentón y me quedé inmóvil, mirando a la nada unos
minutos.
En mi mente nuevamente existía una discusión, esa acides agria y amarga de la batalla entre mis
yo internos. Por un lado el sofoco de mi escepticismo e incredulidad, mi imposibilidad para creer en
mí mismo; y por el otro el rigor de la riqueza de mi corazón que rompía cada vez más mi realidad
marchita y transformaba mi mundo.
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-“Gracias”- Conteste por fin -Es muy gratificante escuchar lo que acaba de decirme, pero más
allá de lo que piensa sobre mí ha logrado con sus palabras llevarme a un estado de reflexión… Me ha
dado mucho en que pensarEl sonrió, suspiró aliviado y volvió a colocarse sus anteojos. Luego abrió su maletín y extrajo de
adentro un porta retrato, lo tomó con sus dos manos, lo observó por unos momentos y finalmente
dijo:
-La verdad hacía mucho tiempo que no conversaba con nadie, y mucho menos lograba abrirme y
expresarme sin etiqueta ni título alguno, simplemente siendo yo… Debo de haber dicho como un
millón de palabras. Le agradezco por dar su tiempo para escucharme. La verdad me siento como si
me hubiese quitado 100 Kg de encima-.
-Gracias a usted nuevamente, por confiar y ser franco conmigo- Contesté.
Luego él dijo:
-En una de las fotografías que me enviaron pude apreciar que llenó las paredes de su sector con
frases, pero noté que sus paredes, las de su oficina, están totalmente vacías… Todo pintado de blanco
y sin decoración alguna, solo tiene este escritorio, unos estantes y su PC, es todo el espacio muy
neutro y desmotivante a diferencia del de afuera… Entonces me tomé el atrevimiento de hacer una
frase para que adorne un poco el lugar… Como un pequeño obsequioEntonces me entregó el cuadro y al verlo pude leer la frase que Polansky había plasmado. En él
que decía: “Se un león, Ruge”.
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¿Encontrarse para perderse?
O solo un efecto placebo.
En otro momento, tal vez hubiese pensado que un buen presente habría sido un aumento de
sueldo, una semana de vacaciones o alguna placa conmemorativa con mi nombre y la frase: “El
mejor empleado del universo”; y que esta estuviese colgada en la entrada de la empresa para que
todos la viesen y así poder presumirlo y fanfarronear. Pero toda esa experiencia me había dado una
enseñanza muy importante para el resto de mi vida; y no pude evitar en ese momento sentirme feliz
por ello, no por el regalo en si mismo sino por todo lo que significaba.
Pues pude percibir del extenso y colorido discurso de Polansky que en ningún momento
identificó a las personas por lo que se ve, por lo físico, sino que describió actitudes profundas para
definirlos; para lo cual hay que ser muy observador, algo que a mí que era una persona de los “a
primera impresión” hasta el día en que conocí a Sofía me resultaba totalmente difícil de comprender.
No pude evitar reflexionar sobre ello.
Estaba acostumbrado a mirar hacia afuera, al exterior, a lo tangible, a eso que predominaba
fuera del cuerpo. Mi percepción no iba más allá de esas pequeñas actitudes superficiales, como las
miradas, las sonrisas, las palabras endulzadas y las caras de mal gesto; y aunque lo negara muchas
veces también apremiaba la intención de observar que poseían las personas, o lo que aparentaban
poseer, y cuáles eran sus vinculaciones. Pero en lo demás era un inexperto; a diferencia de Polansky
quien, mas allá de que sus intenciones fueran reales o no, me había dado una valiosa lección.
Y en realidad en muchos aspectos el ver y creer con los ojos era lo que había aprendido. Pues
creía que la vida material y el dinero podían brindarme felicidad, amor, gozo, dicha, amistad,
bienestar, auto estima, respeto y belleza; cuando en realidad alimentaba el morbo de mediocridad
individualista que me consumía como persona. Esa era mi verdad cruda y ya no podía hacerle oídos
sordos.
Ya que poco a poco, mientras transcurría mi pasaje por este sendero del sistema, aprendí a
comprar todo lo que tenía un precio y a tirar a la basura todo lo que en realidad tenía valor. Sin
darme cuenta la vida del “plan éxito” se volvió un esfuerzo impasible y sin escrúpulos donde me
sometí a creer ciegamente la absurda idea de que lograr el mítico “éxito” me proclamaría como una
divinidad respetable y admirable de esta sociedad y me evitaría el juicio social condenatorio del cual,
siendo honesto, muchas veces también fui participe e impulsor.
No sé cómo, pero en un momento los objetos se volvieron tesoros invaluables para mí; más
importantes que mi bienestar, salud y hasta mi vida misma. Las personas, dependiendo de lo que
pudiese obtener de ellas, se transformaron en posibles aliados o posibles enemigos; ya que podrían
ayudarme o también amenazar con quitarme esa imaginaria fortuna y el puesto de divinidad de yo
perseguía. La ética, la moral, la justicia, la igualdad, la unidad, la verdad y los valores se
transformaron en malas palabras; dignas de un discurso para ganarse la confianza de alguien pero
inútiles a la hora de perseguir mis avaros objetivos. El oportunismo, la manipulación y la mentira se
volvieron un rumbo constante y sin darme cuenta, mientras fui ganando superficialmente lo poco que
podía conseguir, fui perdiendo en el interior lo mucho que tenía.
Mi vida fue, desde que se me metió en la cabeza la idea del éxito, cambiar mi humanidad por un
pensamiento repugnante y enfermizo; el cual me transformaba en una estatua cínica y presumida,
llena de adornos bonitos y mucho maquillaje, que miraba y envidiaba a los demás por lo que tenían,
también se burlaba por lo que no tenían y por supuesto destruía su interior transformándolo en un
desierto de roca árida lleno de temor, insatisfacción y rencor.
Me volví una conciencia ligada a lo físico donde todo esfuerzo me resultaba insatisfactorio y
solo lograba hacer crecer mi rencor, envidia, cinismo, arrogancia e ira, lo peor que podía llegar a ser.
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Ese día, Polansky pudo escoger cualquier otra cosa, o inclusive nada; pero siendo mi jefe y
pudiendo esperar tantas otras cosas de mí, como hacerle ganar dinero, escogió de manera diferente.
Y yo, que podría haber pretendido cosas materiales u otros beneficios de la misma índole para
alimentar mi propia mediocridad y así dar lugar a que otros también lo hicieran, sencillamente me
forcé a callar esas voces que me alentaban a recorrer e mismo sendero y sencillamente escuché y
aprendí.
Lo que ese viejo lobo hizo fue soltar su rencor, egoísmo, soberbia y olvidar su propia
conveniencia para indirectamente, primero a través de una extensa conversación y después con
simples palabras plasmadas en un retrato, desearme que fuese la mejor parte de mí que pudiese ser. Y
eso para mí significó más que una simple conexión laboral o un acto de negocios; era un alimento
para el alma, era apreciar ante mi gestos de verdadera humanidad.
Después de colgar el cuadro me quedé mirándolo y sonriéndole; sentía plenitud y tranquilidad
pues me había olvidado de lo mal que había comenzado mi mañana. Luego el se acercó a mí y me
dijo que debía seguir su camino, que estaba muy complacido por mi trabajo y que pronto volvería
para conversar un poco más. Entonces dijo: -“Hasta luego”… “Gracias por todo”-… Y finalmente
salió por la puerta.
Me quedé casi por una hora encerrado en mi mente; pero esta vez mi cabeza no era una zona de
guerra o un espacio de corrientes de viento contrarias que chocaban para crear un gran huracán. Se
había vuelto un lugar pacífico, un área de tranquilidad y meditación, pues había entrado en un
espacio de reflexión. Es increíble cómo puede transformarse nuestra visión con solo transformar el
pensamiento; siempre había visto la vida a través del cuerpo, lo que hacía que todo fuera un esfuerzo,
pero al cambiar y comenzar a ver más allá todo eso de todo empezó a tener mucho más valor; y me
sentía muy afortunado por ello.
Ahí en el silencio de la oficina realmente comencé a entender de otra manera, una forma que no
conllevaba interpretar todo a través de la decepción, el remordimiento y el miedo.
¿Existía alguna explicación para todo lo que estaba sucediendo?... O tal vez ¿Habría sido todo
una mera casualidad?... Tal vez jamás me había dado cuenta de la simpleza de la vida misma por
estar tan atrapado entre el mundo de las preocupaciones, los miedos, los sueños rotos, el deseo del
absurdo éxito y la frustración de jamás poder alcanzarlo.
Y en realidad, tal vez todo lo que había pasado no era gran cosa; simplemente me había dejado
llevar por impulsos y había tomado riesgos. Posteriormente me animé a tomar decisiones que
resultaban ilógicas y contrapuestas al dogma que en casi toda mi vida adulta había seguido; me había
desprendido de mis propias limitaciones y pisé fuera de mi zona confort para ir más allá y probar
formas diferentes basada en mi instinto; y nunca dejé de usar la cabeza pero esta vez las razones que
movilizaban mis pensamientos provenían de mucho más adentro: del corazón; que por una
casualidad, en un día cualquiera en que fui a comprar un sándwich, me recordó que mi vida no era
más que una insignificante, mediocre e hipócrita existencia.
Sin poderes especiales, ni una barita mágica, sin haberme cruzado con un mago que me
concediera deseos, y mucho menos sin enormes cantidades de dinero, joyas, autos, casas,
propiedades, grandes contactos, ni siendo el más apuesto o por tener un intelecto de genio.
Simplemente me había animado a pensar diferente, a confiar en mí mismo, a conocerme, a ponerme
a prueba, a aceptar desafíos, a apasionarme por lo que hacía, a romper las reglas y sobre todo a mirar
más hacia adentro y no tanto hacia afuera. Y al final, había logrado resultados que estaban
cambiando mi vida; y realmente lo estaban haciendo porque tal vez no era el fabuloso, mágico y
exitoso hombre estereotipo que siempre me dijeron que debía ser pero era simplemente yo, uno más
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autentico, mas espontaneo, más imperfecto y más humano, además de menos prendido a la idea de
aptitud y más comprometido con mi actitud. Un yo mas conectado con el interior y sobre todo mucho
más feliz.
Con esa simplicidad había logrado hacer cosas que jamás en mi vida adulta había logrado, pero
realmente era difícil entender cómo podía haber llegado a influir sobre otras personas, como había
manifestado Polansky, e impulsarlas a cambiar al igual que yo lo había hecho.; cuestión difícil de
asimilar por que jamás me había visto como un ejemplo de algo más que una persona común. Pero,
al fin, no imposible de creer ya que lo había visto con mis propios ojos y sentido profundamente.
Más allá de todo, el mundo seguía su marcha y yo no debía olvidar mis responsabilidades; y más
importante aún que Marcos aguardaba para trabajar en su proyecto.
Por lo cual, luego de filosofar un poco decidí, antes que nada, dejar de lado la angustia que la
noche anterior me había invadido; me dije a mi mismo que no valía la pena preocuparme por lo que
había sucedido porque circunstancias fabulosas estaban ocurriendo el día de hoy. Que solo había sido
un tropezón y por algo había sucedido lo que había sucedido; solo que todavía no lo entendía, y me
resultaba confuso, pero seguramente con el tiempo encontraría las respuestas adecuadas.
Entonces dejé de lado el asunto y me llamé a silencio, me propuse ser indiferente; que entre ella
y yo no existiera más que distancia. Que cada acción que me acercara se transformara en una
reacción que me alejara más e hiciera crecer la ausencia. Pues para no llegar a querernos ni a
detestarnos, para no intentar ser felices ni producirnos tristezas, para no pretender curarnos las
heridas ni mucho menos generarnos cicatrices, para no robarnos sonrisas ni miradas o eventualmente
derramar lagrimas, para que no existiesen aciertos ni errores, decepciones, desconfianza ni
desencanto, la solución inmediata era convertirla en un recuerdo del pasado, un vacio en el presente
para que fuera olvido en el futuro. Por lo cual dispuse decirle adiós, pero sin disfraz de hasta luego.
Cerré ese capítulo y abrí uno nuevo: el mío. Ordené unos papeles, consulté si alguien tenía
alguna duda o necesitaba algo, llamé a Marcos a mi oficina y nos pusimos manos a la obra.
Concentrados y enfocados comenzamos a desarrollar su idea en profundidad; trabajo que no
llevo mucho tiempo porque el ya había hecho la mayoría y realmente muy bien. En horas teníamos
todo listo: proyecto, presupuesto, factibilidad, proyección, todo. Lo habíamos analizado todo
minuciosamente y con la mayor seriedad posible.
Al otro día lo presentamos a Sosa, a los tres días estaba aprobado y en una semana estaba
funcionando. Al mes los resultados hablaban por si solos: mayor rapidez, mejor calidad y por
supuesto el trabajo excelentemente realizado por personas altamente motivadas, comprometidas y
apasionadas. Era un sueño hecho realidad, porque trabajar en un momento sencillamente dejó de ser
una obligación para transformarse en una actividad que nos encantaba hacer; disfrutarlo al máximo,
crecer y aprender cada día más para avanzar se volvieron metas y alcanzarlas triunfos que nos
llenaban de satisfacción y gozo.
Mis días en ese mes transcurrieron muy rápido; mi mente pasaba la mayoría del tiempo enfocada
en el trabajo y en lo personal disfrutaba de cada experiencia que me tocaba vivir con familia, amigos
y hasta conmigo mismo, pues comencé a darme tiempo de hacer todo tipo de actividades. Me iba
muy bien.
El invierno llegó con un frio arrollador; las camperas y los buzos se volvieron imprescindibles.
Renové mi vestuario tal y como me lo había propuesto en mi lista de cosas por hacer; pero a mi
forma, no a conveniencia sino a gusto. La cama ya necesitó una frazada más y la calefacción, como
siempre para esa estación, hizo elevar por los cielos la cuenta del gas.
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Al tiempo, encontré que ser estricto conmigo mismo se regía también por un interés: el de no
querer sufrir; pues podría ser un ser humano muy común pero, como todo el mundo, buscaba la
felicidad. Aunque siendo un sujeto común y después de haber cosechado muy pocos triunfos, las
justificaciones no eran más que escudos que protegían mi bienestar y estabilidad mental; y a su vez
me permitían seguir adelante ya que me obligaba a creérmelas, aceptarlas y no preguntar mas por
asuntos que podrían hacerme sufrir.
Como el hecho de decir: “fumo porque de algo e de morir”… Que no es más que una excusa que
se auto implanta en su cabeza un fumador y así poder alimentar su vicio con libertad y sin culpas;
evitando enfrentar la problemática y dura realidad de estar asesinando de a poco su vida con cada
pitada. Para mí el estar todo el día ocupado y enfocado en el trabajo fue muy servil ya que me
permitió crecer, desenvolverme, aprender, recibir y transmitir y realmente apasionarme por la
profesión; pero también, cosa que nunca admití, fue que esta fue una forma de sepultar por completo
un hecho que me angustiaba y confundía; demás mencionar cual era.
Bien… Para ser concreto: Mi vida personal, aunque realmente lo disfrutara mucho porque
principalmente dejé de odiar los lunes, se volvió una constante actividad laboral en la empresa y
fuera de ella; y más cuando Miguel pasó ese día por mi oficina.
Uno de los días más fríos, con casi 14 grados bajo cero, me costó horrores salir de la cama que
estaba tan calentita y acogedora que lograba apresarme cada vez que levantaba las sabanas para salir.
Después del quinto intento a duras penas logré levantarme; y menos mal que lo hice porque ese
mismo día Sosa llegó a mi oficina con una noticia… Responsabilidad que asumir para pesimistas u
oportunidad de crecer para optimistas; un nuevo y gran desafío para esquivar o una puerta al futuro
para abrir….
El nombre de la empresa resonaba con fuerza en grandes esferas de negocios; en las cuales
nunca habíamos ni siquiera sido nombrados. Pero por todos los cambios el progreso, ocurrido ese
otoño, de repente nos encontramos con la noticia de que grandes corporaciones y grupos
empresariales estaban interesados en trabajar con nosotros. Aunque a decir verdad, más allá de que
nos alegrara y motivara este hecho, en ese terreno éramos inexpertos, por lo cual lo primero fue
analizar si podríamos conllevar todo el trabajo adelante; no resultaba una cuestión para tomar a la
ligera.
Se necesitaría conformar un equipo, pues para las grandes corporaciones el método de trabajo
era totalmente distinto a lo que acostumbrábamos; antes recibíamos los llamados o las visitas en
nuestras instalaciones, se ejecutaban los pedidos, se generaban las listas de especificaciones y lo
hacíamos realidad esas demandas usando nuestro ingenio y creatividad. Pero esta vez era diferente:
Los grandes estaban dispuestos a pagar mucho dinero por publicidad y para ello era esencial firmar
un contrato que nos diera rienda suelta para producir; pero también era esencial lograr resultados con
un fin específico: Hacer que nuestros contratistas ganaran mucho más dinero. Por lo cual la
competencia por la obtención de esos contratos era feroz e ingería poner todo el esfuerzo y
dedicación en lograr grandes resultados.
Necesitaríamos básicamente lo mejor de lo mejor y para mí ya lo éramos; no por ser grandes
artistas ni tener mentes privilegiadas, sino por la pasión que invertíamos al hacer lo nuestro.
Por supuesto, aceptar o rechazar esos contratos no era mi decisión. Fue Sosa, pues como gerente
general llevaba controles constantes del avance de la empresa, quien aceptó encaminarse en este
nuevo sendero. El además se encargaría de armar el proyecto, juntar el equipo, acordar las reuniones
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y demás. Y Miguel, encargado de administración y quien me puso al tanto de todo, sería vocero, líder
y guía en esas reuniones; hablaría sobre métodos de trabajo, comunicación y tiempos de entrega y
proyecciones.
El equipo estaría también formado por Yanina, encargada de contaduría, quien daría una mano
en caso de necesitar tratar números y presupuestos; Mario, el gerente de ventas, que apoyaría a
Miguel hablando sobre nuestros clientes y, usando sus habilidades de venta, intentaría persuadir a los
representantes de las corporaciones de firmar contratos. Y yo, finalmente, estaría simplemente para
hacer algún aporte por si surgía eventualmente alguna pregunta que se necesitase yo contestara; tal
vez mi participación no sería esencial pero si los resultados se daban sería una gran oportunidad para
aprender y ayudar.
¿Qué ocurría conmigo?... Pues el muchacho que hacía unos pocos meses le costaba salir de la
cama para ir a su aburrido trabajo en su aburrida y rutinaria vida se preparaba para formar parte de un
equipo que iría en búsqueda del futuro de su empresa.
¿Magia?.. ¿Algún componente extra?... ¿Súper poderes?... ¿Ser el descendiente de Afrodita, la
diosa griega de la belleza; o la reencarnación de Ceo, el Titán de la inteligencia?... ¿Dinero?... ¿Un
gran título universitario?... ¿Grandes contactos y vinculaciones?... ¿Inmensidad de joyas y tesoros
materiales?...
Nada de eso, comprendí sencillamente que ese solo era el mundo de fantasía en el que había
vivido toda mi vida. Y mientras más realidad enfrentaba más me daba cuenta que la irrealidad era el
programa constante de mis días; pero no porque el mundo fuese así sino porque mi mente lo
interpretaba así y construía esa nociva realidad.
Pues una vez que asimilas que los sueños no son únicamente aquello que vemos al dormir sino
esos anhelos que nos mantienen despiertos hasta altas horas de la noche, logras ver el mundo con
otros ojos; cambias la el riesgo por oportunidad y la obligación de hacer algo por la satisfacción de
hacerlo. Y también, cuando vislumbras que la felicidad es un camino y no un destino, pero para
descubrirla es necesario enmudecer el aturdidor y sofocante ruido externo y subir el volumen de la
música interior para bailar a tu ritmo, no te queda otra que levantarte y comenzar a caminar, haciendo
y disfrutando del camino.
Ahora bien, si iba a hacer algo quería hacerlo correctamente. Entonces no pude evitar
preguntarme ¿Qué aportaría?... ¿Qué me preguntarían?... ¿Cómo se daría todo?... Y en realidad no lo
sabía pero me sentía preparado porque vivía a pleno todos los días en ese sector; conocía al personal,
su capacidad y confiaba en todo el trabajo que realizábamos juntos. Por eso, en vez de deambular
entre preocupaciones y dudas, en vez de intentar estudiar manuales o escuchar conferencias de
especialistas o pasarme horas navegando por la web buscando información, simplemente me decidí a
descubrir que pasaría.
Pero desgraciadamente, como dije antes, éramos inexpertos cuando se trataba de trabajar con
grandes corporaciones, y en el afán de buscar el prestigio de la empresa nos encontramos con un
escenario que podría llevarnos al fracaso.
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¿O perderse para encontrarse?
Destino: La Pícara.
Dicen que si se camina lo suficiente siempre se llega a alguna parte, que viajar es vivir y que no
se viaja para escapar de la vida sino para que la vida no se te escape. Pero siempre que me
preguntaron a donde quería viajar, automáticamente mi mente me llevaba a imaginar una playa de
arenas blancas, un mar azul y un sol cálido que bronceaba mi piel; además de las frutillas del postre
que eran la compañía mujeres hermosas, tragos exóticos, hoteles 5 estrellas y mi bolsillo lleno de
dinero para gastar.
Y claro, como no hacerlo si esas preguntas me las hacía el televisor, a través de una propaganda
de una empresa de viajes, justo después de mostrarme, con imágenes muy pintorescas, como en esos
lugares la felicidad se podía comprar en cómodas cuotas. Y como además un “tour premium
caribean”, que justo estaba de oferta si llamaba en el momento, era un excelente y única oportunidad
de escapar de mi insignificante e insatisfecha existencia de vegetal sincronizado con horarios que
cumplir y sonrisa forzada para no preocupar a terceros; donde, aparte de conseguir felicidad
momentánea, podía también vanagloriarme subiendo muchas fotos a la red social para que todos los
demás vieran como obtenía un momento de gloria artificial, a cambio de endeudarme hasta las
orejas.
Sin embargo, al estar tan atrapado en el significado material de las cosas, nunca pensé que un
viaje podía llevarme a destinos sobre los que no sabía que existían… Como mi interior. Tuve que
vivirlo para descubrirlo.
Comencé aquella experiencia pensando en un destino: La capital; la jungla de cemento, la ciudad
de la furia que nunca duerme; la cuna de las grandes inversiones y los grandes negocios. Donde nos
aventuraríamos a perseguir y conquistar las metas establecidas.
Fuimos en vehículo, en un auto que habían alquilado, con chofer profesional incluido: Juan; para
tener a nuestra disposición, poder ir y volver rápidamente, pues al ser una empresa organizada pero
pequeña por ese día se quedaría sin gerentes. Acordamos dejar un encargado por sector y que estos
estarían comunicados con nosotros; el mío fue Marcos, como premio al esfuerzo y el compromiso
que había demostrado.
En el camino pude notar la preocupación de muchos de los demás gerentes; estaban
tensionados, impasiblemente ansiosos e inquietos. Leían una y otra vez todo lo que habían preparado,
notas y ayuda memorias para recordar palabras claves, tenían conversaciones constantes e
intercambios de ideas; era un grupo de profesionales haciendo su trabajo y, aunque no decía nada,
había momentos en los cuales me sentía excluido al no entender de que hablaban.
Sin embargo, de a ratos me veían extrañamente a mí; al darse cuenta de mi serenidad, mis
siestas en plena ruta y mis comentarios acerca del paisaje o de la música que sonaba en la radio; y
mucho mas por mis frecuentes conversaciones amistosas con el chofer quien, mas allá de su
profesionalismo, resultó ser un amable y muy amistoso conversador.
Una vez allá, siguiendo las indicaciones del GPS, pudimos llegar sin ningún problema a la
puerta de la primera parada de nuestro tour de negocios. Nos anunciamos en la entrada, nos indicaron
donde dirigirnos y luego de esperar unos quince minutos en un pasillo nos presentaron al equipo
administrativo encargado de hacer la entrevista donde desgraciadamente sufrimos nuestro primer e
inesperado fracaso.
Dos hombres no mucho mayores que yo, tal vez entre 27 y 30 años, y una mujer un par de años
mayor a ellos, con una voz un poco más grave de lo normal y dientes amarillentos tal vez resultado
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de años de tabaco; todos prolijamente vestidos al estilo empresarial y con rostros carentes de
emociones e insensibles ante los halagos y cumplidos.
Sin perder tiempo mis colegas gerentes se pusieron manos a la obra, cada uno dio su discurso tal
cual lo habían preparado, en orden, con fehaciente información y de la manera más profesional
posible, como de manual. Y yo por supuesto, más silencioso que la letra “h”, no era más que un
simple espectador de a momentos.
Después de finalizar la exposición se pregunto si había alguna duda.
Ellos se miraron por unos momentos haciéndose gestos, era como si hablaran una especie de código
de muecas que solo ellos entendían. La mujer se volteó hacia nosotros y nos dijo:
-Los hemos convocado por el hecho de que algunos de sus anuncios nos llamaron la atención, la
sencillez con que estaban hechos y la gran efectividad que estos tenían hicieron que nos
interesáramos y por eso están ustedes aquí hoy… Sin embargo hemos visto muy poco de lo que
esperábamos ver… En realidad su exposición fue tan común como muchas de las que tenemos aquí.
Disculpen si resulta duro nuestro comentario pero preferimos ser directos y honestos… No está mal
su presentación, pero nuestra tarea es encontrar a quien pueda generar una diferencia radical, una
estrategia publicitaria y propaganda que marquen grandes diferencias para que nos permitan crecer y
expandirnos a otros mercados y generar ganancias... Agradecemos realmente que se hayan tomado el
tiempo de venir y exponer para nosotros… Tenemos sus datos y por cualquier eventualidad nos
pondremos en contacto-.
Y así, luego de hablar, se levantaron de sus sillas, nos dieron la mano y acompañaron de nuevo a
la entrada. Directos y honestos, pero letales; ese fue nuestro primer roce con el mundo de las grandes
corporaciones. En menos de 40 minutos obtuvimos el primer fracaso, y decir que no dolió sería decir
una gran mentira.
Aunque en mi cabeza había quedó resonando lo que había dicho esa publicista: “Generar
diferencias radicales”… ¿A que se estaría refiriendo?
Ya en los vehículos, camino a nuestro próximo encuentro, nos propusimos no desalentarnos,
pues esto significaba poco por ser la empresa más pequeña de las cinco que debíamos ver. “Tachón y
cuenta nueva”. Solo hasta el próximo destino que resulto ser otro golpe duro.
Sospecho que existía conexión entre la primera y la segunda corporación porque al hacer la
presentación uno de los entrevistadores nos detuvo y expuso el mismo argumento que la mujer de la
primera entrevista, pudo haber sido pura coincidencia, pero al terminar de hablar giró hacia sus
colegas y suavemente dijo:-“Tenían razón… Perdimos nuestro tiempo”. O tal vez habrían tenido una
conversación entre ellos antes de comenzar la reunión. Las frustraciones me llevaban al mismo
destino, a filosofar desaforadamente; aunque en mi mente seguía rondando aquella frase, pero…
¿Cuál era la forma de generar una diferencia radical?
Otra nueva decepción que llevó la moral al piso de todo el equipo, nadie entendía que estaba
haciendo mal; sus exposiciones eran impecables y toda la información era volcada y explicada de la
manera más clara y profesionalmente posible. En cuanto a mí, mi contribución en ambas ocasiones
había sido nula; tal vez esas personas se preguntaban que hacía yo ahí y me sentía mal por ello, por
no encontrar la forma de aportar.
En el auto hubo algunas discusiones de las cuales no formé parte activa pero fui, junto con Juan,
un activo oyente. El fracaso inentendible estaba comenzando a generar desesperación y eso se
volcaba en acusaciones sin sentido: “Porque tu esto”… “Porque tu lo otro”… “Porque hiciste o no
hiciste”… “Porque dijiste o no dijiste”… Provocaciones y excusas que solo eran fruto de la
decepción y desesperación que generaba toda esa situación; inclusive uno llegó a comentar que había
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sido una pérdida de tiempo el viaje, que debíamos cancelar los tres compromisos que faltaban y
emprender el viaje nuevamente.
‹‹Renunciar… Una vez más esa opción›› Pensé. La solución a todos los problemas del pasado, el
santo grial de los cobardes que brindaba una salida rápida y sencilla a nuestros desafíos; y no solo fui
yo quien lo pensó porque también noté que al escuchar ese comentario de repente había cuatro
personas mas dispuestas a seguir ese camino.
Yo, a pesar de encontrarme escuchando miles de pretextos que podrían convencerme de ceder,
increíblemente no quería; o al menos no iba a hacerlo sabiendo que no todo estaba perdido y que
quedaba mucho todavía por hacer. Sabía lo que decía mi corazón, el problema era que mi cabeza no
encontraba la solución.
La hora de almorzar llegó y todavía teníamos tiempo hasta la próxima reunión. Entonces, para
ganar tiempo y pensar un poco más, se me ocurrió detenernos en algún lugar para almorzar y
distraernos; así, luego de comer, podríamos tomar una decisión definitiva.
Cuando se los dije todos me miraron con cara de sorprendidos como diciendo “Hablaste,
pensamos que eras mudo”… Y aunque rezongaron un poco aceptaron. Luego nos detuvimos en una
estación de servicio con restaurant y autoservicio; el chofer aprovecharía para cargar el tanque del
auto y nosotros para comer.
No voy a negarlo, fue uno de los almuerzos más incómodos que pasé en mi vida; todos estaban
tensionados, el silencio abundaba en esa mesa como preludio de una masacre verbal que se desataría
cuando alguno explotara con algún comentario agresivo. A mí me miraban de a ratos, entre bocado y
bocado, como si estuviesen viendo un sapo de otro poso, a un inútil infiltrado que había venido para
ocupar un lugar y hacer bulto; y cuyo aporte más importante en todo el viaje había sido mencionar
que era hora de almorzar. Igualmente permanecí en silencio y tranquilo.
Cuando terminé de almorzar todavía quedaban unos quince minutos y el chofer esperaba en el
estacionamiento. Salí y me fui junto a él para airearme un poco. Al llegar noté su rostro hambriento y
le pregunté si había almorzado a lo que respondió con un rotundo “NO”; luego sonreí y le pedí que
esperara unos minutos, que iría a comprarle algo. Me introduje de nuevo en el lugar pero no fui a la
sección de restaurant; no quería ni mirar para el lado de la mesa donde todavía almorzaban los
demás; fui directamente al sector de autoservicio, tomé un sándwich, una bebida y me dirigí a caja.
Puse las todo sobre el mostrador y la señorita en la caja tomo las cosas, corroboró su precio, colocó
todo en una bolsa y me confirmó el costo. Después le entregué un billete y automáticamente me
miró, sonrió y dijo: -¿Puedo darle caramelos por el cambio?-. E instantáneamente comencé a reír.
Reí porque al escuchar ese comentario fue imposible impedir que se activaran las neuronas en
mi cerebro y el recuerdo de Sofía con su picardía colmara automáticamente mi pensamiento. De
golpe y sin quererlo recordé los momentos en que ella con su picardía lograba persuadir a las
personas y quedarse con sus monedas; tan sencillo como sonreír, mirar fijo y aprovechar el momento
siendo picara.
-Por supuesto, de menta cristal son los que me gustan- Le respondí mientras ella miraba sin
comprender que había sido tan gracioso.
Después me entregó todo, le di las gracias y finalmente salí.
-¿Por qué tan sonriente?- Preguntó Juan.
-Recordé algo- Respondí mientras le entregaba el sándwich y la bebida.
-Gracias- Exclamó – Debe de haber sido algo muy gracioso porque tiene la boca de oreja a
oreja- Agregó después.
Y mientras sonreía y asentía con la cabeza confirmando su comentario, se me ocurrió algo.
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Salí apurado hacia la mesa del restaurant, entré por la puerta y caminé directamente hacia los
gerentes, tomé asiento, miré a todos y dije:
-Al apreciar el silencio creo que todos aquí están dispuestos, o por lo menos teniendo en cuenta,
abandonar el viaje y volver a casa… Sin embargo quisiera pedirles un momento para que me
escuchen-Te escuchamos- dijo Yanina, mientras Mario y Miguel permanecieron en silencio.
Sabía que debía expresarme bien, lo más claramente posible y tomándome el tiempo que fuese
necesario, tal como Polansky lo había hecho conmigo; pues debía luchar contra las actitudes de
negación e incredulidad que la situación había despertado en los tres. Entonces expresé:
-He estado pensando en una frase que escuché dos veces en las reuniones que tuvimos: “Estamos
buscando a quien pueda generar una diferencia radical”… Y creo que allí está el punto donde
hemos cometido un errorMe miraron con ojos extrañados y de pocos amigos, entonces Miguel pregunto acérrimo y
pedante: -¿Y cuál sería ese error?–
A lo que Respondí de una vez y sin detenerme: -Estas corporaciones no son grandes porque si,
porque la suerte los acompaña… Son grandes porque saben lo que hacen… Porque se toman el
tiempo de investigar y razonar antes de hacer algo… Y se interesaron en nuestro trabajo, es verdad,
porque al verlo les llamó la atención… Pero si de algo estoy seguro es que el siguiente movimiento
no fue conseguir nuestro teléfono y citarnos sino que seguramente se dieron el tiempo para saber
quiénes somos, que hacemos y hace cuanto lo hacemos; además quienes son nuestros clientes y
como trabajamos… Entonces nuestro error fue tal vez que nosotros, en nuestra presentación, lo que
hicimos fue repetir datos que ellos ya sabían… Tal vez esperaban de nosotros algo más que la
información que escuchan de decenas de empresas que desean firmar contratos con ellos… Por eso
tal vez nuestra presentación les pareció monótona y por eso no lograron sorprenderse-.
Al terminar, hasta yo me sorprendí de lo que había dicho, ‹‹¿De donde estoy sacando ese poder
deductivo?›› Pensé. Pero debía continuar y no me distraje yéndome por las ramas.
-¿Qué estas proponiendo?- Exclamó Mario -¿Que sentados aquí en este lugar a kilómetros de
casa y con muy poco tiempo rehagamos una estrategia de negocios que llevó casi una semana
conformar?- No rehacerla desde cero, sino cambiar el enfoque- Respondí.
-¿Y a que te refieres con eso?- Volvió a preguntar -¿Qué otro enfoque se le puede dar a nuestra
presentación?
Y respondí intentando ser lo más claro posible:
-Trabajamos en el negocio de la publicidad… Por ello sabemos que despertar la curiosidad de
las personas es el primer paso para que estas se interesen en alguien o en algo… Pues la curiosidad
de las personas que trabajan en estas corporaciones ya la tenemos; la obtuvimos en el momento en
que pudieron ver nuestro trabajoHice silencio un momento, tomé aire y continué:
-En segundo lugar… sabemos que un cliente curioso busca obtener más información para
comenzar a pensar que necesita lo que ofrecemos y a su vez que esto resulte una opción viable y
confiable… Ellos a esa información ya lo obtuvieron en sus investigaciones… Entonces lo que nos
falta es el paso definitivo que es cerrar el trato…. Pero para lograrlo hace falta algo más: “Picardía”-¿Picardía?- Preguntaron los tres al mismo tiempo, como diciéndolo graciosamente en coro
vocal, luego de escucharme.
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-Así es… Picardía– Respondí. Y entonces comencé a explicarles mi teoría; que no era más que
información que había leído alguna vez en la universidad pero que jamás pensé usar; porque ni
siquiera me imaginé alguna vez llegar a esta situación:
-Una vez que todo está dicho falta el apretón de manos, poner el gancho, cerrar el trato… Pero
para ello se necesita generar el empujón necesario para que todo fluya, sin tantas presentaciones,
etiquetas o formalidades… Creo que hemos venido aquí no con la oportunidad de hacer contratos,
sino con la oportunidad de cerrarlos… Y para ellos necesitamos ser menos profesionales y
simplemente más pícarosTal como sucedía en aquel lugar cuando esa picara con su gran sonrisa en el rostro me ofrecía a
mí y a cuanto cliente atendiera, caramelos por el cambio…
Se quedaron callados por unos momentos, tal vez pensando en lo que habían escuchado, y al no
responder decidí justamente darles una demostración de lo que estaba hablando. Los miré, sonreí y
les dije:
-Les propongo algo… Visitemos una empresa mas, solo una, preferentemente la más grande…
Si todo sale mal diremos que fue mi culpa no poder hacer el trabajo, que mi exposición fue incorrecta
y mis aportes fuera de lugar; además que estos posibles clientes perdieron el interés por mi
desacertada participación… Yo asumiré las consecuencias-No sé, no estoy segura- Respondió Yanina mientras los otros dos permanecían en silencio.
Luego agregué:
-Lo que necesito que hagan es que reduzcan al mínimo posible lo que tengan para decir, que lo
digan de manera concisa y segura… Y por favor, cuando lo hagan, miren a las personas a los ojos y
sonrían… Yo me haré cargo del resto-.
Podía observar sus caras de inseguridad y miedo, pero sin embargo sabía que me habían oído y
que lo que les decía por más extraño que fuese tenía lógica; por eso lo que prevalecía era la duda
entre aceptar o negarse. Para alentarlos un poco más a que aceptaran comenté:
-Somos gerentes… Supuestamente lo mejor de nuestra empresa… Creo que sería decepcionante
para nuestros empleados, nuestro jefe y sobre todo para nosotros mismos no darnos una oportunidad
al menos de intentarlo-.
Pues el orgullo, en ocasiones, suele ser una herramienta utilizada para convencer, según dicen.
Me miraron dudosos pero ya más animados, sabía que casi los tenía pero todavía no podía cerrar
el acuerdo. Me faltaba tan poco que no quería aflojar y, como último recurso, ya dejando los
manuales y las estrategias, se me ocurrió decir una vieja frase que escuché decir a mi abuelo tantas
veces cuando ya no había nada que perder:
-Perdido por perdido”… “Vencido por vencido”… Por lo menos no nos quedemos con las
ganas-. Y me quedé en silencio esperando una respuesta.
-Bien, cuenta conmigo - Dijo Miguel- Una vez te vi arriesgarte y aunque te quise matar al final
te salió bien y hoy eres gerente… Veamos que pasa-. Un gran alivio; pero faltaban los otros dos.
-Y tú asumirías la responsabilidad si sale mal- Dijo Mario.
-Así es- Respondí.
- Bien, lo haré… Pero solo por esta vez-.
Uno más y faltaba Yanina, que todavía permanecía en silencio
-¿Tu qué opinas?- Le pregunte –Di que sí antes que lo sometamos a votación y te mandemos a
hablar a ti sola– Agregué con una sonrisa en la cara y levantando las manos.
-Bien, de acuerdo… Pero voy a decir lo justo y necesario; si hacen alguna pregunta fuera de eso
te dejaré la responsabilidad de responder a ti-
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-Excelente- Exclamé después -Terminen de almorzar y los espero afuera para ponernos manos a
la obra entonces-. Me levanté y me fui.
Fui pícaro y funcionó, los presioné e induje a que se animaran y de repente los tenía a todos en
un auto rumbo a la más grande de las cinco empresas que íbamos a visitar ese día; no voy a mentir,
estaba un poco nervioso y expectante, sinceramente no tenía la seguridad de que esto saldría y no
quería ni pensar en las consecuencias de tener que asumir la responsabilidad el fracaso total si mi
plan salía mal. Pero si estaba seguro de que quería intentarlo más allá de los resultados.
Llegamos al lugar, un enorme edificio con un gran estacionamiento y un movimiento constante;
era una corporación de salida internacional, con sucursales en varios países e ingresos anuales
multimillonarios. Si había un desafío en este viaje era este.
Pregunté a Miguel si sabía de qué manera nos habían contactado, a lo que respondió:
-Una persona de publicidad se comunicó vía e-mail diciendo que el día de hoy se haría un
licitación porque estaban buscando a quien dirigiera su nueva campaña publicitaria, que les había
interesado nuestro trabajo y que estábamos cordialmente invitados a presentarnos… Al ser el día de
hoy organicé las otras reuniones junto con esta para no hacer tantos viajes-.
‹‹Más dificultad›› Pensé; pues en realidad no nos habían citado especialmente como los demás,
era una licitación, por lo cual habría varias empresas compitiendo.
Nos anunciamos en la recepción y pudimos notar que efectivamente había otras personas
esperando su turno para hacer sus exposiciones, grupos de profesionales vestidos de traje repasando
datos por doquier y conversando entre sí; y nosotros allí siendo simplemente una empresa mas de
todas las involucradas. Aguardamos, observamos que se abrió la puerta de una oficina y que de ella
salió un grupo de personas que luego se retiraron; luego entró otro, la puerta se cerró y comenzamos
la espera una vez más, a los veinte minutos se abrió y salieron, entonces fue nuestro turno. Antes de
entrar volteé y les dije a todos: -“Recuerden sonreír”- Y nos introdujimos.
Dentro había un grupo de cuatro personas; profesionales de alto nivel sentados al otro lado de
una gran mesa rodeada por sillas y a su lado un gran proyector encendido para hacer presentaciones
en caso de que hiciese falta. Saludamos, presenté a cada uno con su nombre y cargo dentro de la
empresa, después tomamos asiento frente a ellos. Agradecieron por nuestra presencia, nos dieron una
vana idea del ambicioso objetivo monetario que tenían pensado alcanzar con uno de sus nuevos
productos y de la necesidad de lograr una publicidad que fuera lo suficientemente efectiva para
alcanzar esa meta.
Habló Mario sobre nuestros clientes y nuestras ventas; luego Miguel de nuestra organización,
métodos de trabajo y capacidad productiva; y finalmente Yanina sobre el crecimiento de la empresa,
proyecciones, honorarios y pagos. Cada uno fue conciso y claro, mencionando lo justo y necesario en
un tiempo de entre tres y cinco minutos; y me alegró que recordaran sonreír.
Ellos, mientras escuchaban, se mantenían serios y en silencio, y había uno de ellos que sonreía
levemente y asentía con su cabeza con cada comentario o afirmación que explayábamos. Una vez
que terminaron de hablar mis tres colegas fue mi turno para poder cerrar la exposición; si bien era
todo improvisado y me temblaban las piernas, tomé todo el coraje que había dentro de mí, puse las
manos sobre la mesa, me senté erguido, los miré con convicción a los ojos y con una sonrisa
dibujada en el rostro les dije:
-Hemos realizado una exposición bastante simple para no quitarles demasiado de su tiempo,
cada uno de mis colegas ha dicho la información justa para demostrarles que somos confiables para
realizar el trabajo y ante alguna ampliación de información tenemos preparados informes escritos…
Pero estando aquí podría preguntar: ¿Qué nos convierte en los indicados?... Es decir quiénes pueden
marcar una diferencia radical para lograr los objetivos deseados… Déjenme decirles fuera de todo
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protocolo que creo firmemente que una palabra nos define con claridad mejor que ninguna otra:
“Pasión”… Somos personas totalmente apasionadas por lo que hacemos, nos encanta y por ello
ponemos todo nuestro compromiso, esfuerzo, compañerismo y capacidad para lograr resultados
únicos… Explotamos al máximo nuestra creatividad para llegar a maravillar con nuestro trabajo a las
personas, no nos conformamos con “bien” o “muy bien” y mucho menos “excelente”, buscamos el
“asombroso”, el “magnífico”… el “extraordinario”…. Esa es nuestra motivación de todos los días y
no frenamos hasta conseguirlo… Por eso creo que somos los indicados y si nos dieran la oportunidad
estaríamos encantados de demostrárselos-.
Se quedaron todos mudos cuando terminé de hablar; serios se miraban entre si y se hacían señas.
Entonces uno de ellos, quien era el único que sonreía, nos dijo:
-Se lo nota confiado caballeroA lo que respondí: -Es que sabemos quiénes somos y lo que podemos hacer… Sabemos que “si
podemos imaginarlo nada es imposible”Luego todos sonrieron y el volvió a hablar:
-Yo soy la persona que descubrió varias de sus publicidades y al observarlas detenidamente en
todas pude ver justamente eso: Pasión… Y al verlos aquí me doy cuenta que lo que dicen es cierto,
los veo confiados y convencidos… Únicamente personas que saben o que hacen y la calidad que
ofrecen pueden jactarse de hablar de su empresa asíDespués agregó: -Sin embargo es una decisión difícil de tomar porque de ello depende la
publicidad que se desarrollará para toda nuestra campaña que saldrá en varios países; por lo cual no
podemos darles una respuesta inmediata sino debemos terminar con todos y deliberar antes de
decidir… Desde ya les agradecemos por su tiempo, su concisa y clara presentación y estaremos en
contacto a la brevedadY no se dijo nada más; simplemente agradecimos por la oportunidad, nos despedimos y salimos.
Una vez afuera el ambiente era confuso pues existía una pequeña tensión entre nosotros por las dudas
y el miedo de fracasar una vez más; pero tampoco nos habían dado un no directo, es más, resultaba
algo esperanzador el saber que les había gustado nuestra presentación, que había sido de apenas
veinte minutos, y también era motivante el hecho de que uno de sus profesionales elogiaba nuestro
trabajo. De todas maneras la decisión final dependía de ellos y tendríamos que esperar para saber la
respuesta.
Camino a la puerta de salida del edificio una persona de recepción nos llamó y dijo: -Disculpen,
no se vayan, acabo de recibir un llamado de la sala de conferencias donde se están haciendo las
entrevistas, me dijeron que queda solamente un licitante para entrevistar y que si pueden esperar
porque quieren hablar con ustedes-.
-¿No le dijeron sobre qué?- Pregunté
-No me dijeron, pero si pudiesen esperar los guio a la sala de espera… Serán unos minutos-.
Nos miramos entre todos y Miguel exclamó: -“Perdido por perdido”… Esperemos- Entonces
sonreímos y confirmamos que esperaríamos.
Nos llevaron a la sala de espera y desde allí avisamos por teléfono a Juan, el chofer, que debía
esperar un poco más. Esos pocos minutos fueron casi 40 pero la incertidumbre de no saber esperar
hacia que parecieran horas; se estaba haciendo tarde y todavía no sabíamos siquiera si debíamos
cancelar los siguientes compromisos o no. Y en un momento la persona que había hablado con
nosotros entró a la sala, se dirigió a nosotros y nos dijo: -Disculpen por la tardanza, estuvimos
deliberando unos momentos-.
-No hay problema… De que quería hablarnos- Contestó Mario.
-Bien– Expresó -Después de ver todas las presentaciones creemos que la de ustedes ha sido la
mejor: Concisa, clara y simple… Se dieron el tiempo para decir lo justo y necesario y nos sorprendió
su confianza y autodeterminación… Además conocemos su trabajo y hemos visto sus capacidades
por lo cual, antes que se fueran y tener que comunicárselos por otro medio, preferimos que esperaran
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para decirles personalmente que hemos decidido que ustedes sean quienes lleven adelante la
campaña-.
Casi lloré de la emoción al escucharlo, pero contuve las lágrimas porque era un momento para
demostrar calma y profesionalidad; sin embargo mi sonrisa se extendió de oreja a oreja y mis ojos se
pusieron brillosos. Mis colegas quedaron maravillados, pero congelados al oír que finalmente, ante el
mayor desafió, el contrato más grande pero más lejano, era solo nuestro.
Después de sonreír como niños emocionados nos dimos la mano y las gracias; el pidió hablar en
su oficina con Yanina para tomar los datos de cuentas bancarias e información legal para hacer el
papeleo mientras nosotros esperábamos en la entrada y a los quince minutos ella salió de la oficina
con una gran sonrisa y un contrato firmado.
En el estacionamiento, antes de subir al auto nos abrasamos, inclusive saltamos un poco, pues
habíamos conseguido solo uno de los cinco contratos que veníamos a buscar pero este era enorme.
Pensar que hacía unas pocas horas el panorama era totalmente obscuro; la frustración de las dos
primeras experiencias había logrado que quisiéramos escaparle al asunto y volver con la voz de la
decepción a poner excusas de nuestra propia ineficacia.
Y más aun pensar que nuevamente la casualidad, ese momento inesperado en que la oportunidad
se presenta para hacernos ver diferente, se presentó en el autoservicio de una gasolinera donde fui a
comprar un sándwich, a cientos de Kilómetros de casa. Y con ella la solución, algo tan sencillo
como ser pícaro; porque eso fue todo lo que hicimos, ese fue todo el plan, algo tan común y cotidiano
que muchas veces ignoramos, esa simple capacidad de lograr en el momento justo generar en otra
persona una sensación que lo haga cambiar, que lo haga ver de otra forma y así lograr algo… Mirar
fijo, sonreír y ser pícaro, simplemente eso, algo que no aprendí en ningún instituto, universidad,
conferencia magistral o manual; sino que aprendí inesperadamente un día, en un comercio a tres
cuadras de donde trabajaba, de una mujer desconocida.
Al darnos cuenta del horario debimos cancelar las demás reuniones, ya no había tiempo y
debíamos volver, por lo cual en el vehículo se hicieron un par de llamados mientras emprendíamos la
vuelta para avisar a Sosa y a las demás empresas de nuestra situación.
El día se hizo noche sobre la autopista y el transito más tenue, las luces de los faros se
encendieron y Juan manejó muy tranquilo con un poco de música de fondo mientras los demás
decidieron dormir en el asiento trasero, pues el viaje y las tensiones los habían agotado. Yo, en el
lugar del acompañante, estaba alegre y satisfecho pues había sido una gran experiencia y a pesar de
las complicaciones el resultado era complaciente; me había puesto a prueba una vez más y
enfrentado un gran desafío, estaba un poco cansado y aliviado pero también inquieto.
Fue un viaje largo y bastante silencioso que se hizo en un solo tirón; no hubo pausas prolongadas
para descansar sino simplemente de unos minutos para recargar combustible, estirar las piernas, ir al
baño y continuar. Juan me sorprendió por su capacidad de permanecer despierto y atento al volante
durante tantas horas; me comentó en un momento que había aprovechado para dormir mientras
esperaba en el estacionamiento del edificio que habíamos visitado, que este era su trabajo desde
hacía ya años y por eso estaba acostumbrado a permanecer mucho tiempo despierto; igualmente le
hice compañía dándole conversación.
Después de casi 11 horas en ruta aparecieron a lo lejos las luces de la ciudad iluminando la
noche, el reloj marcaba las 5:40 del nuevo día cuando llegamos. Me llevaron hasta la puerta de casa,
saludé a todos y entre a casa; al otro día recién tendría que asistir por la tarde a trabajar gracias a que
Miguel antes de quedarse dormido en el viaje llamó a Sosa para, entre otras cosas, anunciar nuestro
horario de llegada, y este al escucharlo nos permitió tomarnos la mañana para descansar.
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Había sido un día largo y difícil, y era hora de descansar, tomé una ducha antes de acostarme,
lave mis dientes y me acosté en la cama a ver un rato la televisión en donde solo pasaban las
propagandas de productos, películas repetidas de los 80’ y los programas de “pare de sufrir! del
pastor que habla en portuñol y se exaspera con los cosas del demonio en su discurso. Apagué la
televisión, la luz del velador, me envolví en las frazadas y me dispuse a dormir pero seguía inquieto
tal como sucedió en el viaje de vuelta, porque en esa noche obscura y nublada de invierno el rostro
de la picara había vuelto a mí. Estaba en mi cabeza y no podía sacarlo, no podía dejar de pensarla y
no entendía porque.
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Una mañana para pensar en
esas cosas que no quiero pensar.
No sé si será por costumbre o una señal divina que nos dice que algo no está bien, pero…
¿Porque será?... Que cuando las luces se apagan en la noche, y en el silencio de la habitación
escuchamos nada más que el sonido de las agujas del reloj en la obscuridad, extrañamente nuestra
cabeza despierta.
Me había pasado miles de veces al recordar hechos y haber deseado que las cosas ocurrieran de
otra forma; también con recuerdos, reflexiones y el imaginar cómo podría ser el mundo si esas cosas
se hubiesen dado de otra forma. Noches en que de golpe la cama se volvía una tabla de clavos donde
por supuesto el arrepentimiento, las dudas, el miedo y la decepción eran los intérpretes de toda
imagen que eventualmente aparecía por mi cabeza.
En esas noches mi mente demostraba una constante capacidad de crear mundos alternos en los
cuales siempre me veía de manera diferente a mi vida real; capacidad que al final me hacía
esporádicamente incurrir en la bronca y resignación volcada contra mí mismo. Y que no era más que
el sinsentido de una tormenta sin fin ungida de mi decepcionante, insignificante y sobre todo
inconforme vida; que podía manifestarse de manera diferente según la carga que arrastrara: Como
depresión por ese pasado que me pesaba, estrés por un presente que me agobiaba, o quizás ansiedad
causada por la incertidumbre de un futuro incierto que me aguarda.
En esas noches, siendo tan cobarde, cualquier excusa era buena para no pensar; para escaparle a
esas tinieblas. Podía elegir prender las luces para leer una revista, encender la televisión, charlar con
alguien no importaba quién y pretender ser amable ante comentarios desagradables; o buscar también
conversación por celular para matar el tiempo. Y por supuesto, cuando no bastaba con todas esas
cosas, buscar consuelo en los peores vicios como el alcohol, el tabaco, las pastillas e inclusive, en
instantes desesperados, el sexo vacio, se añadían también en la lista de acciones a tomar para
distraerme. Aunque mi vicio en los últimos tiempos era pasarme horas, hasta desmayarme del sueño,
en mi segunda vida: la de la red social.
Bien, esa vez, al apagar la luz para irme a dormir después del largo viaje de vuelta a casa, mi
cabeza se convirtió una vez más en un sinfín que me mantuvo despierto; pero esa vez, y creo que fue
la primera vez en mi vida, ese sinfín se mantuvo ordenado y calmo. Pues en principio sabía porque
me aturdía el bullicio… Por el recuerdo de una sonrisa, una mirada y una picardía.
Me di cuenta que en realidad no había resuelto nada porque cuando todo estaba inconcluso, y la
angustia comenzaba a manifestarse, en realidad sepulté el asunto, lo deje de lado y decidí convertirlo
en una completa nada que abundaría en un hueco vacio. Pero, como sucede siempre, las cosas que no
se resuelven en algún momento vuelven como recuerdos del pasado a golpear la puerta y a decirnos:
“Aquí estamos, no nos hemos ido, solo estábamos esperando a que te desocuparas”.
Una parte de mi, mi incesante cobardía, como una “oveja” asustadiza en su corral me decía:
‹‹“Déjala ir… No te molestes en involucrarte porque solo te generará problemas… Ya vendrán
tiempos mejores”››. Mi obscura mediocridad me hablaba como un lobo entre los arbustos al acecho
de su presa diciéndome: ‹‹“Observa, se nota que es una cualquiera… Que puedes esperar de una
mujer así más que buscar sacar provecho manipulándola para tenerla a tu disposición”››. Y
contrariamente otra voz más cálida y profunda me decía: ‹‹Espera, antes que nada recuerda algo: Si
vas a criticar a alguien comienza por ti… Antes de actuar analiza, antes de existir piensa››.
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De solo escuchar pude hacerme una pregunta: ¿Qué había hecho mal?... Y me respondí, como de
costumbre, siendo una víctima:
‹‹En realidad no fui más insistente y actué pasivamente, con naturalidad y sin exigirle que
tuviese actitudes conmigo; que no tuvo; ni presionarla a hacer cosas que no le surgiesen
voluntariamente… Por tanto es ella quien no supo apreciarme y por eso no me merece… No hice
nada mal, es ella quien no vale la pena››
El facilismo de la negación; como si las relaciones se trataran de que una de las personas sea
más importante que la otra. Una excusa más para evitarme la molestia, quitarme la responsabilidad
de encima y sepultar el tema de la manera más profesionalmente cobarde.
Pero no me convencí a mí mismo y me dije que no iba a quedarme con esa repuesta tan ridícula
y cretina. Por lo que volví a preguntarme: ¿Qué había hecho mal?... Y esta vez la respuesta fue
diferente; a lo absurdamente victimario:
‹‹Tal vez fui demasiado para ella… Una mujer soltera con tres hijos trabajando en un simple
lugar cobrando un pequeño sueldo… Seguramente quiso animarse a dar un bocado de lo bueno; tener
una pequeña historia, una anécdota que contar… Pero sabe que necesita un hombre más a su altura…
Estoy para cosas mejores››
Mi otra arma de autodefensa: El cinismo soberbio. Casi me doy un golpe en la cabeza a mi
mismo después de decir semejante estupidez; me desconocí completamente por haber pensado con
semejante brutalidad. Y sé que es algo injustificable pensar así pero así son esos momentos y todo
mundo quien ha pasado por un momento de amargura los ha vivido; porque en esos momentos nos
alimentamos de lo peor de nosotros y provocamos lo peor, volviéndonos insensibles, absurdos,
incoherentes pesimistas y cínicos.
Me quede sin pensar un momento al notar que la luz comenzaba a aclarar tenuemente la visión;
el día estaba iniciando y faltaban momentos para que el mundo despertara nuevamente. Me había
pasado sin darme cuenta casi dos horas deambulando en mi mente y todavía no podía conciliar el
sueño; y no miento al decir que estaba a punto de renunciar al asunto; a punto de sepultarlo todo
nuevamente hasta nuevo aviso y así sucesivamente. Pero en realidad no podía, pues me mantenía
atrapado la curiosidad; esa curiosidad que ya era muy latente en mí desde hacía un tiempo. Entonces
me dije a mi mismo:
‹‹¿Sera que estaré destinado a estar solo?... Siempre que se trató de amor terminó acabando;
pues es difícil querer a alguien cuando esta persona cambia a los tres meses de estar junto a ella,
cuando se pierde el encanto››.
Un segundo después mirando la claridad que entraba por la ventana me respondí: ‹‹Es que
querer es de por sí una gran hazaña donde se necesita energía, tiempo, generosidad y sacrificio…
Pues ponerse a querer a alguien es decidirse en un momento a saltar a un precipicio; y si uno se pone
a reflexionar no lo hace… Pues para saltar hay que pensar menos y sentir más; como una suerte de
ceguera”››.
Y fue entonces cuando me di cuenta que estaba filosofando otra vez; que me estaba volviendo a
ir por las ramas como siempre hacía. Asique solo me puse un freno y decidí parar pero
increíblemente, al frenar y darme cuenta de lo que estaba diciendo, encontré una posible respuesta; o
tal vez solo era más filosofía barata… ¡Vaya uno a saber!
‹‹“Ceguera”›› Me dije ‹‹Pues no es solo estar ciego por no poder usar los ojos, sino también ser
ciego simplemente por ignorar información››. Y esa reflexión me llevó a pensar lo ignorante que
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había sido; pues me di cuenta de mi error un instante después de filosofar al aire y sin sentido sobre
el querer; como si fuese un experto en ello.
Entonces, y por tercera vez, me volví a preguntar: ¿Qué había hecho mal?... Y la respuesta fue
muy simple: Estuve ciego todo el tiempo.
Me di cuenta que en realidad no conocía a Sofía. Es decir: Conocía sus gustos de helado, su
edad, su trabajo, su sonrisa, su mirada, su trago favorito y su color preferido; en fin cosas
superficiales, cosas de todos los días. Pero nunca supe que sentía ni cuáles eran sus emociones;
mucho menos de su historia, sus victorias y derrotas, sus heridas y cicatrices, de su forma de pensar,
de sus miedos, sus venenos, sus dolores, sus penas, su espíritu, que guardaba en su corazón, cuáles
eran sus anhelos más profundos, sus sueños rotos y tanta infinidad de cosas que nunca me di tiempo
de descubrir.
Fui ignorante todo el tiempo y perdí desde un inicio porque en realidad lo que me llamó la
atención de ella al primer momento en que la vi aquella vez, esa curiosidad que sentí por saber quién
era, la fui dejando de lado y reemplazando con las facciones externas que ella me dejaba ver.
¿Que había hecho mal?…“Me dejé encantar por la princesa y olvide el laberinto”.
¿Sería la respuesta correcta?... En realidad no lo sabía pero tal vez era la más acertada y realista;
y es que poder captar esa esencia que es invisible a los ojos era algo que me sucedía todo el tiempo
sin darme cuenta.
Pues creía conocer a las personas en lo cotidiano al hablar con ellas y al compartir momentos;
cuando las palabras, las anécdotas, los gestos, las sonrisas y las pequeñas cosas, en los cortos lapsos
de tiempo en que las veía, eran lo único que percibía de ellas. Luego tendía a encantarme con esa
superficialidad; y me refiero a encantarse como el hecho de asimilar, convencerse y aceptar que esa
persona era así; para finalmente acostumbrarme a esa imagen y creer que ese personaje percibido por
mis ojos era la persona real; y lo peor de todo es que ignorantemente creaba expectativas de lo que
podía obtener de ellas, no digo necesariamente dinero o cosas materiales sino gestos, momentos de
distracción, recreación o diversión, amistad, una relación, etc.
Eso me sucedió con Sofía, como ya me había sucedido cientos de veces, y de la misma forma
terminé fracasando como ya me había sucedido cientos de veces. Pues cuando los personajes ficticios
idealizados por mi cambiaban por algún motivo, generalmente porque las actitudes cambiaban, en
algunos cazos me molestaba y comenzaba a exigir, de muchas formas, que se cumplieran mis
expectativas; volviéndome destructivo y alejando a esa persona. Y si no, que al final era lo más
común, el golpe generado por ese cambio hacía que me alejara de esa o esas personas pensando
absurdamente que eran ellas las que cruelmente cambiaban; era protagonista del papel de víctima.
Ahí recostado en esa cama comencé a reflexionar de una manera que jamás lo había hecho; pues
a medida que el sol estaba cada vez más arriba y el sonido de la ciudad en movimiento se iba
perpetuando yo seguía desconectado del mundo y sumergido en mi espacio descubriendo cada vez
mas otras formas de comprender la vida misma y crecer a través de ello. Se me dio por pensar
también que tal vez la soledad era un espacio abrumador y sofocante del cual elegía escapar, pero
esta vez se había vuelto un espacio en que podía crear una conexión conmigo mismo para poder
pensar, repensar, y transformar mi pensamiento para poder crecer.
Y con todo este nuevo proceso de aprendizaje se me dio por preguntarme: ¿Por qué razón somos
como somos ante el mundo?... Y no sé porque acostumbro a decir “somos” como si fuera
representante que hablara por muchos o un filósofo de la humanidad; simplemente debería decir:
¿Por qué soy como soy?... Pues sería más realista.
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La verdad es que nunca me sentí capacitado para hablar de las demás personas y el porqué de
sus actitudes fingidas e inventadas frente a los otros; simplemente puedo analizarme a mí mismo y
tratar de entenderme.
Desde niño recuerdo que me dijeron que mentir era un pecado; algo malo y digno de merecer un
castigo. Pero de hecho observando el mundo exterior y siendo una parte de él aprendí que mentir
podía ser una forma de eludir problemas, de generar soluciones prácticas y sencillas para evitar
castigos y reprimendas; como una vez en que mis padres discutían a cerca de quien se había acabado
el dulce de leche que papa había comprado para la merienda y nadie lo sabía; excepto yo porque
había sido yo en medio de un antojo de comer algo dulce quien se lo había devorado a la hora de la
siesta cuando todos descansaban; y simplemente, por miedo a ser castigado, cuando me preguntaron
si era el culpable o si sabía algo al respecto mi respuesta fue un rotundo “NO” que me aparto del
problema al instante.
Pues así, una vez que comprendí esa veta de provecho y la fui desarrollando poco a poco fui
sacrificando parte de mi inocencia e integridad para no ser juzgado y mucho menos castigado; que
partió de esa tan insignificante acción y fue alimentándose durante toda mi vida ante cada dificultad.
Ocultarme bajo una telaraña de mentiras se volvió una parte tan común de mí que se hizo una
opción irrenunciable para cualquier aspecto de la vida. Y creo que eso es lo que las personas
llamamos “personalidad” que no es más que una máscara de mentiras y excusas inventadas para
esconder o maquillar quien verdaderamente somos o como nos sentimos; o simplemente para
conseguir algo que jamás conseguiríamos mostrándonos tal cual somos.
Puede que así surja, al menos en mi caso así lo fue, pero con el tiempo esa mascara, ese muro
impenetrable, se volvió una prioridad. Se volvió una herramienta imprescindible en la vida porque
resultó una forma más fácil de interactuar en la sociedad; no ser juzgado en primera instancia y
encontrar la aprobación en segunda; pero que al fin ocultó un común denominador: El miedo a ser yo
mismo.
¿Cómo demostrármelo?... la respuesta más sencilla sería analizar mi vida misma como era hasta
hacía poco; la historia de una vida totalmente insatisfactoria donde las decepciones y frustraciones
habían matado mis sueños y donde el inmaculado éxito jamás se presentó con todos sus tesoros
materiales y el cariño fraternal de la humanidad. Donde el amor rompió mi corazón; porque jamás
pude encontrar a la princesa de Disney o a la conejita atrevida de Playboy. Donde el dinero que podía
conseguir con mi esfuerzo se iba en impuestos, servicios y pequeños antojos vacios de comida,
alcohol, fiestas, ropa; y la imitación del reloj de plata y oro de los famosos que indiscutiblemente
debía ser fotografiado y subido a las redes sociales para que todos lo viesen. Donde los cuadros del
abdomen nunca aparecieron por más que me muriera de hambre por cinco meses e hiciera mil
abdominales por día como me lo había recomendado el video del modelo de tv en televisión. Y
donde la vulnerabilidad, las buenas intenciones y la autenticidad eran avisos de “presa fácil” para los
aprovechadores.
Todo un bloque depresivo y deplorable que no tenía solución considerable excepto recurrir a las
mentiras para fácilmente disfrazarlo ocultarlo a los demás.
Mi personalidad, la que todos veían, se basaba en omitir información real; luego inventar un
personaje y dotarlo de grandes atributos estéticos, materiales y una actitud cínica, escéptica, segura,
graciosa, oportunista, y atrevida; que pasaba mucho tiempo frente al espejo mirándose, corrigiéndose
y gozaba de un buen corte de cabello. Pero impenetrable e incomprometible ya que cruzar ciertos
límites era exhibir la verdad y exponerme a sufrir.
Simple y oportuna solución a mi desilusionante vida: mentir… El problema es que alimenté
tanto esa imagen exterior durante tanto tiempo que me volví un especialista en aparentar y en un
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momento tomé la fantasía como una realidad; pues llegué a pensar que ese era yo cuando en realidad
era un reflejo de lo que el mundo esperaba de mí, algo que yo había inventado. Logré ocultarme y tal
vez protegerme, pero lo que más logré fue perderme a mí mismo y olvidarme de quién era.
Esa era otra de mis verdades que negué durante mucho tiempo, quizá demasiado, a aceptar; pero
que en ese momento de reflexión debí animarme a enfrentar para poder entenderme en profundidad y
comprender mi pensamiento.
Y tal vez, aunque no estaba seguro, con Sofía sucedía lo mismo; la princesa era un disfraz, la
trinchera en que ella se refugiaba de un mundo que la había atormentado. Tal vez esa belleza exterior
que fue el encanto de un instante era solo apariencia, un ropaje muy diferente a la desnudez de su
alma.
Al final la curiosidad que sentí con solo observarla aquel día en que crucé esa puerta por primera
vez seguía existiendo; por más que hubiera tratado de dejarla de lado. Y es también verdad que me
equivoqué en un momento al dejarme llevar por una máscara de apariencias y terminé por perderme
en los rincones de un difícil laberinto; luego intente sepultarla, sacarla de mi vida y renunciar a ella
imponiéndome excusas e inventando razones. Pero al final su recuerdo regresó a mí en una
casualidad que atravesé a cientos de kilómetros de ella y me atrapó nuevamente.
Entendí entonces lo mucho que me faltaba por aprender; y sobre todo que no había mejor
momento para comenzar a hacerlo que en ese momento.
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Tal vez no solo se trate de pensar…
Intentar también es una opción.
Resultados increíbles pueden obtenerse con solo tomarse tiempo para escucharse, para hablar
con uno mismo y analizar en profundidad las cosas. Es necesario también ser paciente, socavar y
tener en cuenta todas las voces que abundan dentro de uno. Pero sobre todo es más que necesario
salirse del papel de víctima del mundo para que el pensamiento no se vuelva una solo una vasta lista
de justificaciones y excusas que justifique nuestra cobarde mediocridad y nos mantenga, como un
animalito de granja, encerrados en un corral de hipocresía; porque al reconocer nuestros errores
aprendemos, y tener esa actitud es una virtud que nos convierte en grandes personas.
Esa mañana tal vez no dormí, no pegué los ojos, pero al final mi alivio fue tan grande que mi
mente se sentía en paz. La serenidad y la armonía fueron apareciendo y ocupando cada espacio de mi
mente, tal cual como lo hacía la luz que entraba por la ventana en la habitación.
A las doce del medio día ya estaba en pié. Limpié un poco el desorden de la casa y almorcé
acompañado por música suave, llamé a mama para saludarla y preguntar cómo estaban ella y papa;
luego revisé las noticias para oír lo mismo de siempre: que el equipo de futbol del cual era hincha se
preparaba para el partido de la noche, que habían escrachado a un famoso en una fiesta por estado de
ebriedad, que la inflación seguía creciendo y las tarifas aumentarían, que el conflicto político se
incrementaba y que el riesgo país amenazaba con provocar una debacle social; todo eso justo antes
de que anunciaran las miles de historias negativas, los asesinatos, los robos, el peinado nuevo de la
esposa de un conductor de un programa; que seguramente anunciaba una infidelidad; también la
nueva promoción de teléfonos al 2x1 luego de la noticia que decía que el saldo de vidas en la guerra
en medio oriente alcanzaba nuevas cifras.
Como siempre los medios de comunicación con una constante irrigación de veneno y acido,
alimento del miedo y la incertidumbre social que nos lleva a perder la cordura. Básicamente toda una
pantomima mediática que mostraba como los corderos seguían siendo corderos, que los oportunistas
dominaban al mundo y que el amor, la comprensión, la unión y la bondad seguían siendo palabras
legendarias vistas alguna vez en un pasado mejor.
Mi almuerzo estuvo acompañado por la locución de los periodistas que muestran el mundo
donde los ricos son cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres y como los políticos se
encargan de obtener el voto de ambos con la excusa de mantener alejado a unos de los otros; y donde
la religión es un negocio al igual que la salud, la educación, el trabajo, el deporte y la cultura. Y con
solo escucharlos pensaba en cómo no descarrilarse en una sociedad totalmente descarrilada, marchita
y desesperanzada; quien puede culpar a las personas de trastabillar cuando la civilización moderna es
un trastabilleo constante.
Luego exploré un poco las redes sociales, las cuales según la propaganda se crearon como un
lugar donde conectarse con personas y compartir con ellas; aunque más que un punto de conexión
entre personas era una herramienta más utilizada para lo mismo: mentir un poco más. Lo cual se
logra fácilmente comenzando con una foto de perfil que se tomó tres o cuatro veces, se analizó bien y
fue retocada con los programas de edición antes de ser exhibida al público. Lo demás es agregar
publicaciones que adornen y maquillen; y por supuesto muchos likes.
A las 14:00 hs. Estaba puntual en el trabajo. Sorpresivamente me recibieron de la mejor manera,
como si fuese un héroe, alguien que había revolucionado el mundo. No voy a mentir que me provocó
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alegría el reconocimiento, pero que falto de enfoque podría haber estado si no reconociese que el
esfuerzo real lo hacían todos quienes conformaban esa empresa, que cada vez crecía más.
Marcos me contó cómo habían estado las cosas en mi ausencia y al escucharlo realmente me
sorprendió el gran trabajo que había realizado dirigiendo a todo el equipo.
Sosa me llamó por unos minutos para felicitarme y decirme que estuviese tranquilo ese día y
delegara en caso de que lo quisiera; como dándome permiso a que me dedicara a estar de brazos
cruzados si lo prefería. Y que se iba a organizar una reunión para poner en marcha todas las
actividades que demandaba el contrato; reunión que cuando tuvo lugar se llevó a cabo con una gran
soltura y en tiempo record para rápidamente ponernos a convertir lo dicho en hechos concretos.
Al final del día recordé que ya era viernes y también que en la televisión transmitirían el partido
del club de mis amores; por lo cual se me ocurrió relajarme en casa viéndolo. Entonces, por ser esa
ocasión compraría algo para cenar, en vez de cocinar, y acompañaría la cena por un par de cervezas
frescas para el deleite del paladar.
Sin más ni menos tomé mis cosas, saludé a todos y me marché. Caminé unas cuadras y
finalmente me encontré, una vez más, atravesando por la puerta del lugar donde aguardaba Sofía.
Ahí, del otro lado del mostrador como siempre, estaba ella; con una campera de cuero negra que
usaba desprendida, debajo un sweater de cuello alto color marrón, el cabello recogido y el mejor
maquillaje que podía adornarla: Su gran sonrisa.
Se quedó mirándome en silencio por unos instantes, tal vez extrañada de verme nuevamente por
ahí, o tal vez, sintiéndose un poco incomoda por lo que yo podría llegar a hacer o decir. Simplemente
sonreí, busqué lo que necesitaba y cuando me dirigí a caja la salude con un beso en la mejilla; luego
le pregunté cómo estaba a lo cual contestó: -“Un poco cansada”-; y que además había tenido un día
agitado. Simplemente le contesté que tuviese paciencia, que ya quedaban unas pocas horas para que
terminara su día y podría irse a descansar.
Lo demás fue simplemente rutina: Tomó las cosas, las colocó en una bolsa, las cobró, me las
entregó y sin más pagué, recibí el pedido, la saludé nuevamente con otro beso en la mejilla, sonreí y
le dije que tuviese una buena tarde; luego sonreímos nuevamente y me fui.
El partido estuvo muy entretenido; el equipo jugó muy bien y ganó 3 a 1.; yo tomé mis cervezas
y cené lo más tranquilo. Cuando terminó ya eran casi las doce de la noche pero en realidad no tenía
sueño; a pesar de que llevaba casi dos días sin dormir. No sabía qué hacer, estaba tranquilo pero
pensativo sobre toda la reflexión que había hecho por la mañana y me sentía bien pero mi mente
deliberaba una y otra vez sobre el mismo hecho: No conocía Sofía; pero quería hacerlo; ya había
abierto esa puerta y mi curiosidad con respecto al tema no me dejaba en paz.
Pero… ¿Cómo hacer para doblegar el velo que la cubría?... ¿Cuál sería la forma correcta de
traspasar esa barrera exterior y llegar a visualizar su ser interior?... En ese mismo momento tomé mi
computadora y simplemente me puse a escribir; en realidad no sabía cómo hacerlo porque nunca lo
había hecho y además no sentía el impulso obsesivo de lograr algo como llamar su atención.
Simplemente, de alguna manera, comencé a relacionar todo lo que había vivido con ella y sentía
la necesidad de escribirlo; no para hacer un grafiti o un cuadro comparativo e intentar interpretar sus
motivaciones, que la impulsaba, que la detenía, cuáles eran sus emociones, sus contradicciones; sino
sencillamente aclarar mi mente.
Empecé a plasmarlo de la manera más sincera y natural en que me iba saliendo pero no sé
porqué la escritura se fue tornando como un soneto poético; cosa que no entendía muy bien porque
como comenté jamás escribí algo en mi vida. Al final las palabras hablaron por si solas:
Tiene la habilidad de cautivar, es especialista en encantar y posee una maestría en hechizar.
Puede con una mirada revolver el mundo y luego con su sonrisa volverlo un mejor lugar. Lo he
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visto, he sido parte, me he sentido atrapado por la magia de todo aquello que no es. Pues que fácil
es ver con los ojos para creer y que difícil percibir con la mirada para entender.
Lo que oyes, lo que hueles, lo que ves es un engaño y nada más, una máscara, un velo, un
antifaz.
Para ella es el refugio, la trinchera, la barrera, la insurrecta e impenetrable defensa
protectora de la dura realidad. Para mí un reflejo de mi inocencia, mi ingenuidad, la nefasta
herencia de ser hijo de esta herrada sociedad.
A la luz es la princesa, la dama de la belleza, la ternura y el cariño, la apasionada del amor,
la que ríe, se sonroja y se emociona, la que besa y abraza, la que escucha y aconseja, la segura,
divertida y feliz, la más maravillosa sensación.
A la sombra el laberinto, la mujer de la obscuridad, la que erró, lloró y se derrumbó cada vez
que la vida la hirió. Es la cicatriz que sangró, el golpe que se dio, el llanto que la ahogó, el sueño
que no cumplió, el desaliento del corazón y los suspiros de dolor.
La que quiere pero no quiere querer, la que siente pero no quiere sentir, la que extraña pero
no quiere extrañar, la que piensa pero no quiere pensar, la que ama pero se niega a amar.
El tiempo es el tiempo que ella te quiera dar, es que a veces necesita respirar y contigo puede
un poco fantasear, ausentarse, distraerse, escaparse y divagar. Perseguirla es inservible,
pretenderla impensable, enamorarla imposible.
Nunca trates de cambiarla, comprende que ella es perfecta como es, es blanco y negro a la
vez, un rompecabezas y un ajedrez, confusión y lucidez, tan simple y tan compleja en todo su ser.
Solo quiérela como es, aprende a disfrutar y no pretendas nada más, no exijas, no la
hostigues ni la acorrales, porque sabe rasguñar y lo hará.
En ese momento esas líneas no eran más que mi imaginación, pues había visto únicamente a la
princesa frente a mí; sabía de su otra mitad, esa que había logrado percibir con la mirada justo aquel
día en que la tuve frente a mí por primera vez.
Y lo demás, tal vez en muchos sentidos, era una interpretación de mi mismo; de entender que un
corazón no se endurece porque sí sino que existen miles de razones, que jamás encuentras en
manuales sino que están plasmadas en la vida misma, y por las cuales el poco a poco las almas
prefieran encerrarse en la soledad interior.
Pero… ¿Por qué de repente se me había ocurrido escribir?...
Tal vez porque al portar un antifaz para la sociedad, hay verdades que nunca decía más que al
silencio; porque así es más fácil. Y como “llorar no es de hombres” hay lagrimas que solo derramaba
hacia adentro en las horas solitarias; cuando la luna resplandecía en la obscuridad de la noche.
También me resultó más fácil y reconfortante encontrar tranquilidad al desahogar sentimientos en un
teclado, que ante miradas ciegas y oídos sordos. Y por supuesto, esto lo guardaría solo para mí.
Los días siguientes fueron un poco apresurados; el contrato firmado resulto una carga enorme,
tal cual lo habíamos previsto, y llevó mucho esfuerzo y dedicación lograr los resultado esperados; ya
que debíamos constantemente mantener contacto con los publicistas de la gran empresa que ahora
era nuestro mayor cliente y la atención debía ser completa ante cada cambio de opinión, devolución y
el planteo de nuevos escenarios. Lo bueno de cada experiencia es que algo se aprende, de mi parte
pude aprender que cuando se trataba de una gran inversión en una economía y sociedad en constantes
cambios, y la de otros países, las estrategias de marketing y propaganda, que en ese momento eran
nuestra función desarrollar, debían ser lo más acertadas posibles para lograr los resultado esperados.
Estábamos trabajando en las grandes ligas, a un nivel profesional e intelectual que demandaba lo
mejor de nosotros; por supuesto que el desafío era excitante y motivador, y los resultados a cada paso
resultaban increíblemente efectivos. Una vez que lográbamos dar en el clavo, después de horas de
debate y reflexión, la creatividad hacia lo suyo y los clientes quedaban totalmente complacidos. Era
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difícil y sacrificado, pero ellos querían lo mejor y obtenían eso de nosotros; los esfuerzos
individuales y conjuntos lo superaban todo.
Fuera de eso, no lograba conectarme con Sofía más allá del momento en que pasaba a comprar
algo y por unos minutos conversábamos…. Un beso en la mejilla, un “como estuvo tu día”, algún
comentario ocurrente que nos ponía a reír, una mirada, una sonrisa y un hasta luego; éramos
simplemente eso.
En realidad no pretendía mucho mas, no buscaba insinuarme ni mucho menos intentar
conquistarla, solo quería hacerle saber que conmigo no debía sentirse incomoda ni mucho menos;
pero en la diminuta medida de tiempo que compartía junto a ella observaba siempre frente a mí la
misma imagen; el árbol me tapaba el bosque. Y más allá de conversar, de hacerla sonreír, e inclusive
de comenzar a enterarme de algunas cosas de la vida cotidiana como que había almorzado, o como
estaba su ánimo, y alguna que otra anécdota, la puerta del laberinto permanecía cerrada.
¿Será que era mi problema en realidad?... Pues nunca supe darle un nombre a ese deseo
constante de atravesar esa barrera externa, la cual me hacía volver una y otra vez a ella; tanto en el
mundo real como en mi mente. Será que al poner en tela de juicio completamente el sentido de mi
vida ocurría que necesitaba respuestas constantes a todo y me complicaba de más intentando
entender algunas incógnitas; o tal vez había algo en mí que todavía no terminaba de entender. Más
allá de todo Sofía había quedado involucrada accidentalmente, desde aquel día, en el punto central de
mi curiosidad.
Una de esas noches tranquilas en que estaba agotado por lo demandante que resultaba el trabajo
me puse a tocar mi guitarra; que en ese momento ya era mi compañera fiel y un cable a tierra que me
alejaba de todo con sus notas y acordes. Por varias horas me distraje en la armonía del sonido,
cerrando los ojos y dejándome llevar por la música que poco a poco iba tocando. Entonces ella,
picara y sonriente, se apareció en mi cabeza una vez más como una incógnita silenciosa que me
llamaba a aventurarme a resolver su misterio. Me dije una vez más una excusa: que estaba a
kilómetros, ella en una punta de la ciudad viviendo su vida y yo en la otra parte haciendo lo mío; que
eran casi las doce de la noche y escribirle tal vez sería una molestia; y además podría llegar a sonar
extraño porque hacía bastante que no lo hacía.
¿Pero qué hacer?... Intentar olvidarme del asunto ocupándome en un millón de actividades,
distraerme escribiéndole a algún amigo, encender la televisión, cocinar algo, seguir tocando un rato
mas para seguir acordándome de su rostro o intentar dormir; lo cual creí traería los mismos
resultados.
Luego, impulsivamente tomé mi computadora y la encendí para escribir pero no había nada para
escribir más de lo que ya había escrito y, como de costumbre, terminé dando una visita a las redes
sociales; insana manía que muchas veces he visto puede volverse una obsesión, tal vez por lo mismo
de siempre pues ese es un lugar más para fingir y aparentar como siempre lo hacemos, pero desde la
comodidad del hogar.
Ahora bien ya estaba ahí, culpable de lo mismo que acababa de acusar, pero más allá de eso se
me ocurrió pensar que podría llegar a usarla para lo que fue creada: conectar a las personas. Entonces
se me ocurrió pensar que si bien ella nunca podría llegar a leer mi mente ni yo la suya, tal vez, si
publicaba las líneas que había escrito unas noches antes, y oportunamente ella podía leerlo,
entendería un poco mas lo que pensaba; y que yo no era simplemente una figura vacía que
rutinariamente la visitaba por unos minutos.
Osada y complicada ocurrencia a esa hora de la noche; que podría cambiarlo todo o no cambiar
nada en absoluto. Además, no voy a negar que sentí un poco de vergüenza por lo que pudiesen
opinar los demás amigos virtuales, es algo que llevaba conmigo constantemente y que había
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alimentado durante mucho tiempo; y que muchas veces me hizo perder valiosos momentos.
También, me generaba incertidumbre lo que pudiese imaginar o hacer alguna persona que viese mi
publicación; tal vez lo tomarían para la burla, les extrañaría o se reirían. No podía evitar pensarlo,
pero sin embargo, lo hice.
Unos minutos después recibí unos cuantos “likes” de algunos conocidos y conocidas; recuerdo
que eran 7 u 8 que de alguna forma me levantaron el ánimo; y ayudado por la falta de comentarios
cínicos o burlistas me sentí más tranquilo. Me aparté un rato de la PC, fui al baño, encendí el
televisor y me puse, sin un interés en particular, a hacer zapping.
Pasó casi medía hora cuando volví a revisar; ya me había bajado un poco el sueño cuando me
conecté nuevamente. Tenía un par de “likes” mas y particularmente un único comentario que decía –
“Eso lo escribió usted?... Me hizo emocionar”- Luego noté que habían compartido una vez la
publicación.
¿Quién había sido?... La misma persona en ambos casos: Sofía.
Le contesté con un simple “gracias” y me quedé allí un momento revisando las noticias hasta
que en un momento se abrió una ventana de diálogo con una pregunta: -¿Quién te hace sentir así?Era ella nuevamente, iniciando una conversación conmigo casi a las dos de la mañana. No voy a
negar que sonreí y me alegró el hecho de que ella estuviese escribiéndome; y también que haberme
animado a hacer la publicación hubiera dado frutos. Pero antes de que pudiese responder volvió a
escribir:
-Me hizo sentir muy identificada lo que escribiste, porque aunque no pueda verse porque lo
escondo en muchos aspectos es así como soy¿Qué decirle en ese momento?… No podía creer lo que estaba leyendo en mi pantalla, ella nunca
me había dicho algo así, nunca se había expresado de esa forma; bueno en realidad yo tampoco
nunca había escrito o siquiera hablado sobre algo así.
Entonces, aprovechando el momento le respondí, con honestidad:
-Escribí aquello que leíste para ti, se refiere a lo que he observado de ti desde que te conozco-.
Ese fue mi primer mensaje, después le siguió un momento incertidumbre; porque al ver que leyó
mi respuesta no respondió por unos minutos; simplemente la pantalla permaneció en blanco.
Entonces volví a escribirle otro mensaje:
-Me alegro que te sientas identificada, si bien parece que acerté en realidad escribí imaginando
un poco como eres porque la verdad no conozco mucho de ti, simplemente intenté deducir un poco-.
Y se lo envié.
En el instante vi que lo recibió y pudo leer, que seguía conectada y atenta; solo que no
respondía. Por eso decidí esperar que contestara y no volver a insistir más.
Casi dos minutos después recibí su respuesta:
-Me dejas sin palabras-Es hermoso lo que escribiste-Me hiciste emocionar mucho porque en verdad no te equivocasteY después más abajo siguió escribiendo:
-Viste una parte de mí que nunca nadie ve- Por eso no sé qué decirte-Pero no mientas- No importa si en realidad no escribiste para mí y me dices que si porque quieres quedar bien-Si es así no hay problema, pero no mientas, no lo hagas por favorLos pequeños mensajes llegaban continuamente uno después del otro. Era la primera vez que me
hablaba de esa manera, aunque no fuese cara a cara, y en ese momento por su manera de escribir, de
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a pequeñas frases apresuradas, noté que no era la mujer que siempre sonreía y bromeaba, sino que
era una mujer distinta; emocionada pero también temerosa, lo cual la mantenía de alguna manera
incrédula a creer lo que yo afirmaba.
El problema era como hablar con ella; como mantener una conversación sin ahuyentarla ni
alejarla. Sabía cómo mantener una conversación con la princesa: bromas, sonrisas, gestos de buen
humor y comentarios alegres para pasar un buen rato. Pero esta era una conversación comprometida,
estaba traspasando una barrera; su barrera. Ella por fin me mostraba un poco mas de quien era
realmente y si llegaría a confiar en mí o no dependería de mi comportamiento.
Por lo cual le respondí seriamente, sin bromear y con la verdad:
-¿Por qué habría de mentir?- Escribí.
-Ese pequeño e improvisado poema eres tú-O al menos es lo que eres para mí por lo que he observado de ti desde que te conozcoY al instante contestó:
-No lo puedo creer-Cuando mencionaste a la princesa y el laberinto casi derramo una lágrima.-Sentí que era yo de quien hablabas-Me hizo emocionar mucho porque no me lo esperaba-No podía dejar de leerLuego escribí:
-Una vez te dije que era muy observador-No me refería a la ropa que llevabas o el peinadoY ella respondió:
-Sí, recuerdo que me lo dijiste-Nunca pensé que fuese de esa maneraPero allí se detuvo, luego solo dejó de escribir y se desconectó sin que alcanzase a responder. La
verdad nunca supe porqué, tal vez sencillamente se quedó dormida, o se perdió su conexión de
internet; o tal vez tenía algo que hacer mucho mejor que hablar conmigo.
Simplemente, al observar que ya no estaba en línea, decidí no escribirle más. La conversación
quedó inconclusa así como así; pues es lo que suele pasar cuando se habla a través de una pantalla.
Pero no me preocupé, en realidad todo lo opuesto; me sentí tranquilo porque al fin había encontrado
la manera, aunque fuese un poco extraña e improvisada, de hablar con ella de otra forma; más allá de
las etiquetas y dogmas de todos los días. Y ella por un momento breve había sido conmigo más que
la coraza superficial que era a todas horas. Además, me sentí optimista; porque si habíamos podido
hablar así en cualquier momento podríamos concluir esa conversación y tener muchas otras.
Entonces cerré mi cuenta en la red, apagué mi computadora y me fui a dormir, sintiendo que
todo esto era el comienzo de algo nuevo; lo cual me generaba mucha serenidad.
Ese una noche en que busqué perderme entre la música de mi guitarra y terminé encontrándome
en los pasillos de una musa.
El último día de esa misma semana fue agitado como era costumbre últimamente; muchas
responsabilidades que cumplir como gerente creativo. No solamente debía cumplir tareas
administrativas sino que lo más importante y desafiante era encontrar la forma de sacar lo mejor de
cada uno de mis colegas; lo cual se había vuelto un poco difícil debido a que las grandes cargas de
trabajo, las exigencias de trabajar a contra reloj para cumplir con los tiempos establecidos, además de
la necesidad de precisión y el gran esfuerzo, llevaban a veces a entrar en debates y discusiones que
generaban un ambiente tenso. Estábamos trabajando al máximo y todos habíamos comenzado a
sentir el agotamiento mental; y no solo se trataba de hacer el demandante trabajo de nuestro nuevo
contrato, que ocupaba mucho espacio y tiempo, sino también de seguir atendiendo a nuestros clientes
habituales.
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Habíamos conseguido los objetivos propuestos por Sosa de trabajar con grandes empresas;
habíamos alcanzado a modernizar nuestro equipamiento y métodos a través de la gran idea de
Marcos; las relaciones y colaboración con los departamentos de contabilidad, administración y
producción eran un muy buenos; y, tal vez lo más difícil, habíamos logrado conformar un equipo de
trabajo formidable, lleno de motivación, compañerismo y predisposición que trabajaba
apasionadamente. Pero todo ello, el hacer las cosas bien, había ocasionado una gran demanda, por lo
cual era hora de seguir creciendo.
Plantee primero ante mis colegas, quienes estuvieron de acuerdo, y luego ante Sosa, la necesidad
de incluir personal en el área; dos o tal vez tres nuevos puestos de trabajo para poder alivianar las
cargas. En principio Sosa se negó alegando que sería muy costoso el mantener a tres personas más;
como no hacerlo siendo el gerente general… “Optimizar procesos y reducir gastos”… El gran objeto
de los profesionales de manual y chapa; observar siempre lo que les enseñaron a observar: la
cantidad de dinero que hay en los bolsillos.
Una vez escuche una frase, cuando estudiaba, que decía que los administradores sienten miedo a
los cambios; porque su función es lograr orden y tener un absoluto control; y eso ingiere no asumir
riesgos, no hacer crecer los procesos porque deberían reorganizarse y eso podría generar desorden, y
sobre todo por gastos.
No puedo culpar a Sosa de tirano por negarse a aceptar mi propuesta pues solo es parte de lo que
aprendió a hacer: administrar como se debe lo que se tiene para lograr el mayor lucro, sin visión y sin
riesgo; lo cual siempre lleva a que las empresas se estanquen, como estaba comenzando a pasarnos.
Además, yo era una maquina constante de querer asumir riesgos y proponer metas; y él más de una
vez había cedido ante mis proposiciones. Inclusive un gran riesgo, aunque fuese por insistencia de
Polansky, fue elegirme para conformar el equipo que debió emprender la travesía de buscar esos
grandes contratos; a mí que jamás había vendido ni una golosina.
Sin embargo mi posición fue firme y lógica pues aunque las aspiraciones muchas veces puedan
ser grandes existen límites que la cabeza humana necesita respetar para trabajar de la mejor manera;
tal cual como sucede con un vaso al que le entra cierta cantidad de agua. Si se sobresatura
exponencial y continuamente de actividad del cerebro, este en algún momento se colma y se vuelca,
tal cual como querer colocar a un vaso más contenido del que es posible añadirle. Por lo cual
debíamos, antes de que surgieran inconvenientes, construir un embase mas grande.
Sosa no estaba convencido, pero mi insistencia fue constante y mi juicio al realizar aquella
petición fue ineludible. Por la tarde ya estaba planificando todo para comenzar a hacer entrevistas y
organizando las tareas y responsabilidades de las cuales se encargarían los nuevos empleados. Pues
para ahorrar esfuerzos, y dinero, propuse ser yo mismo quien se encargara de todo lo necesario para
integrar al nuevo personal, iniciando desde las entrevistas.
¡Estaba a punto de aprender una valiosa lección!
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Yo… El que siempre cree que sabe mucho
En la mayoría de las empresas es el sector de administración quien se encarga de hacer la
selección de personas para ocupar un puesto. El requisito primordial para entender la selección de
personal es que este es un recurso para la empresa; en simples palabras alguien que sea útil para
generar lucro. Y al buscar trabajo, como en mi caso y como en el de todo aquel que busca o alguna
vez tuvo que buscarlo, la idea más acertada es mostrarse como un recurso más provechoso que los
demás para conseguirlo. De mi parte recuerdo que tuve que presentar un curriculum en donde
describía mis habilidades, naturales y adquiridas, luego pasar por una entrevista y finalmente
atravesar un período de prueba para comprobar mi aptitud.
Vivimos en un sistema económico llamado capitalismo, donde las personas básicamente
ocupamos tres puestos: trabajadores, jefes y dueños; y esto se establece legalmente. Para el dueño,
quien emplea a los otros dos, y quien es poseedor del capital, soy antes que nada un recurso; si sirvo
permanezco en el lugar, si no soy descartado y reemplazado con otro. Pero no queda solo allí, sino
que también cuentan mis necesidades que podrían ser de provecho para quien me contrata porque si
estas son muchas, y obligatorias, se convierten en una haz bajo la manga que se usa para obtener
todo lo que se pueda de mi al menor costo; como se dice: “Ante la necesidad baila el mono”. Y qué
lugar más ideal para un dueño que el mundo en que vivimos, donde todos necesitamos comer, beber,
vestirse, un lugar donde habitar, pagar impuestos y según nos enseñaron consumir y consumir todo lo
que pueda hasta morir; esto sin mencionar a quienes tienen una familia que mantener.
Para poder hacer todo aquello necesitamos trabajar, prestar nuestros servicios a cambio de
dinero que sirve para tales fines. Básicamente eso dicen los manuales aunque decorado con palabras
bonitas y disfrazadas de una falsa “ética empresarial”.
¿Qué es la vida del ser humano en sí misma más que una cárcel disfrazada inteligentemente de
libertad?... En mi inocencia siempre creí ir en búsqueda de conseguir provecho y poder ser libre, es
decir, trabajar y trabajar para obtener todo lo que necesitaba para vivir. Cuando en realidad toda mi
vida estuvo planeada para que el mismo sistema sacara provecho de mí porque, en primer lugar, al
trabajar para alguien más mi energía se aprovecha para llenar los bolsillos de alguien más; el dueño
legal de los recursos necesarios para desarrollar una labor. Y en segundo, todo el dinero que ganase
era para ser gastado y que otras personas también llenasen sus bolsillos.
¿Pero de qué estoy hablando?... Esto lo aprendí a partir del día en que me puse a pensar que
personas serían las correctas para ocupar los nuevos puestos que se crearían. Pues había asumido una
nueva responsabilidad y quería hacerlo bien, no quería cometer errores; por lo cual comencé a leer
manuales y también pedí uno que otro consejo a Miguel. El asunto fue que mientras lo hacía pude ir
descubriendo, poco a poco, toda esa artimaña tan sutilmente planificada y lograda.
En ese momento entendí que el mundo del “lobo”, como Polansky alguna vez dijo, está mucho
más allá de las insignificancias de la vida cotidiana; como la de convencer a alguien para que haga
algo, como mentir para seducir una mujer, mentirle a un maestro sobre el perro que se comió la tarea,
o las excusas para no devolver algo que se prestó o no pagar algo que se debe. El mundo del “lobo”
es la realidad en que vivimos, donde no existe la justicia ni la equidad sino la “legalidad”, una
mentira intelectualmente desarrollada e perspicazmente impuesta en la sociedad; que define
básicamente que es normal y aceptable que las personas sean propietarias de los recursos del mundo
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para usarlas en su provecho, ponerlas en funcionamiento a través del esfuerzo de otros hombres que
han sido ignorantemente educados y así generar riquezas.
Y tal vez suene un poco exagerado, como una teoría conspirativa y algún otro dirá que soy un
demente, pero al solo buscar un poco se encuentran datos bastante interesantes, como por ejemplo
que un grupo de personas que entra en una avión de pasajeros normal es dueño del 85% de los
recursos del mundo; y ninguno de ellos es capaz de transformar el agua en vino ni mucho menos.
Que queramos evitar reconocer que hemos sido bobos y hacer oído sordo es otra cosa.
Bien, de alguna forma esa debía ser mi tarea en ese momento, ser quien seleccionaría a los
próximos tres recursos que se exprimirían para obtener ganancias; como le había ocurrido a alguien
cuando me contrató a mí y a mis compañeros. Era el jefe-empleado que debía lograr introducir a
personas ingenuas al sistema establecido para generar dinero para otros.
Finalmente entendía quién había sido y quien era Polansky.
Ahí, encerrado en mi oficina, inicié un duelo moral. Primero atravesé un estado de negación al
no querer entender que toda mi vida podría llegar a ser una mentira. Luego la agresividad me indujo
a golpear con fuerza la lapicera que tenía en mi mano contra el escritorio. Ese acto fue la antesala a la
bronca e impotencia que me causaba comenzar a entender todo aquello, al mirar por la ventana y
observar como yo había inducido sin darme cuenta a un grupo de personas honestas a dar lo mejor de
ellos para llenar de riquezas a un viejo y astuto lobo; me tomaba la cabeza pensando en lo ingenuo
que había sido.
Pensé en negociar conmigo mismo inventándome excusas, inventando una nueva conducta
defensiva para auto convencerme de que estaba haciendo mi trabajo y que no podía hacer nada al
respecto porque así eran las cosas; pues desde la revolución industrial habían sido así. Pero por
aquello me invadía la decepción, el hecho de volver a fallarme a mí mismo; que como consecuencia
sentía como me arrastraba a un estado circular y continuo de angustia y depresión, pero sin
aceptación.
No quería hacer todo aquello, no quería auto convencerme, no quería ceder ante ese tan grande
infortunio. Comencé a deambular por todos los rincones de ese pequeño espacio, queriendo no estar
ahí, queriendo volver el tiempo atrás y hacer las cosas de otra manera.
Pero el mundo real estaba ahí y las agujas del reloj seguían su ritmo y mientras más realidad
enfrentaba más me daba cuenta que todo resultaba ser una enorme irrealidad, que seguía siendo el
mismo ingenuo.
Me porté extraño el resto del día y todos pudieron notarlo; estaba callado, distraído y pensativo,
pues nuevamente atravesaba en mi interior por un debate moral enorme, una tormenta de rayos y
truenos acompañada de viento helado; y no sabía cómo resolverlo.
En ese momento la solución fue Marcos; quien sin pedírselo se hizo cargo de la situación.
Inesperadamente se acercó a mí, me dijo que no me veía bien y que si yo estaba de acuerdo él podía
hacerse cargo por ese día para que yo pudiese descansar; un enorme y desinteresado gesto al cual en
ese momento no me negué por no estar en mi entereza.
Al terminar el día tomé mis cosas, saludé a todos desde lejos y me fui; estaba pasmado y
aturdido, quería desentenderme de todo y darme tiempo para pensar. Me fui directamente a casa,
entre por la puerta y me quedé en la obscuridad con mil ideas que rondaban por mi cabeza, ausente
del mundo, olvidado en el silencio del lugar, sentado en el sillón que parecía hundirse mientras me
sumergía en la desesperanza.
Casi tres horas después me puse de pié, no tenía apetito ni ganas de nada, comencé a dar vueltas
por todos lados buscando que hacer para distraerme. Recordé que en la alacena tenía una botella de
whisky, luego encendí las luces, lo busqué y me serví una medida en un vaso que tardó menos de un
segundo vaciarse en mi boca y atravesar mi garganta. Tomé otro y luego otro y comencé a buscar en
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mi teléfono números de teléfono para contactar a alguien que me hiciese compañía, pues quería
conversar de cualquier cosa que me hiciese olvidar de mi asquerosa existencia de ese momento; e
inclusive hasta pensé en contactar a aquellas viejas aventuras para alimentarme un poco del consuelo
ilusorio del sexo vacio.
Pero si alguien me hubiese visto en ese momento, un poco ebrio y con una actitud totalmente
tóxica de seguro me hubiese enviado al diablo. Por lo cual antes de escribirle a alguien se me ocurrió
entrar en la red social para alimentarme de la vida digital de los demás y no sentirme tan
insignificante; y además nadie tendría que verme ni escucharme.
Navegué un poco sin buscar nada en especial, solamente miraba las publicaciones, comentarios,
algunos videos y fotografías. Y de un momento a otro, sin pensarlo y sin motivación alguna me
encontré escribiendo nuevamente; pero esta vez no en un documento privado, sino ahí mismo, para
después publicarlo.
¿Por qué?... La verdad es que no hay una explicación muy científica para entenderlo, pues lo que
sucede es que solo somos seres humanos y en los bloques depresivos los seres humanos hacemos
cosas muy estúpidas y sin sentido; y ese estoy seguro que fue un gran sinsentido de estupidez.
“Otra noche más donde escapar con el sutil toque del alcohol es la respuesta, dibujar una
sonrisa forzada y tal vez dejarse llevar por una falsa ilusión para sentir calidez por un momento.
Otra noche en la que todo vale, con tal de no enfrentar los viejos y nuevos venenos que aparecen en
las penumbras nocturnas como demonios que intoxican la mente y el corazón. Respuesta que por las
mañanas no soluciona nada pero hace que todo le sea más fácil, o por lo menos, menos penoso. Otra
noche en que todo se vale… Excepto enamorarse”.
Escribí, publiqué y me quedé allí, con la vista fija observando la pantalla. Luego seguí
navegando sin un interés específico, solo por entretenerme; podía ver publicaciones de personas que
ni siquiera conocía pero por alguna razón, me imagino que ninguna muy criteriosa, había agregado
como amigos.
Reproduje algunos videos que me hicieron reír un poco, seguí bebiendo de mi vaso y me
entretuve un rato con los comentarios de política, economía y sobre todo con las publicaciones
reflexivas, acusatorias, ofensivas y amorosas de las almas para las cuales las redes sociales se han
vuelto su diario íntimo; todo ello analizado desde mi negativamente odiosa actitud del momento.
Ya el aburrimiento me ganaba y el alcohol iba provocando su efecto en mí. Las letras y las
imágenes comenzaban a verse difusas y un leve mareo mantenía mi cabeza tambaleante, los parpados
comenzaban a pesar más, las pupilas ya picaban un poco y un repentino bostezo me avisó que era
hora de dormir. Volví a tumbar el vaso en mi boca para tomar un trago mas mientras apuntaba el
botón de desconexión; que me costaba cliquear. No baje el vaso hasta ver el fondo, después lo dejé
en la mesa y tapé la botella que ya poco whisky contenía.
Y Ahí, cuando volví a ojear la pantalla para cerrar mi conexión, se abrió una ventana del chat
con un mensaje.
El mensaje decía: -“Esta noche me sentí muy así”-Y era de Sofía.
Y en el instante otro más debajo de ese:
-Cada vez que leo lo que escribes me encuentro entre tus líneas-Y peor aún-Porque pareciera que leyeras mi pensamiento‹‹¿Habrá sido una coincidencia?...¿Por qué escribí y publiqué?›› Pensé al instante. Hacia unos
momentos había observado de manera cínica y pedante comentarios de otras personas y al final había
hecho lo mismo; gran superación de mi parte, pero ahora la cuestión era: ¿Por qué?
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Tal vez, aunque no lo supiera, deseaba en mi interior hablar con ella, o tal vez fue una indirecta
como las miles que veo siempre en esos sitios; un intento desesperado de encontrar algún alma
piadosa que se compadeciera de mí; algo muy vano y vulgar que demostraba todo lo cobarde que
podía llegar a ser. Y me dije: ‹‹¿Por qué escribí al final de la publicación “Excepto
enamorarse”?...¿En qué diablos estaba pensando?››
Más allá de todo lo que pudiese pasar por mi cabeza, y de haberme encontrado siendo presa de
mi basta hipocresía, Sofía estaba ahí del otro lado nuevamente escribiéndome; y aunque esta vez no
hubiese escrito específicamente pensando en ella mi publicación logró hacerla sentir identificada.
Sería que al coincidir otra vez comprendí que no éramos tan diferentes; y no lograba comprenderlo
del todo pero algo me decía que tal vez en el interior ambos concordábamos y que conocerla, más
allá de lo que a simple vista se observaba, también era conocerme a mí mismo.
Aparté el mouse del botón de desconexión y maximicé la ventana para poder leer bien; porque
mas allá de mi interés por hablar con ella el toque del alcohol me hacía un poco difícil visualizar el
texto, e inclusive, en ese momento no lo pensé pero tal vez no estaba en toda mi lucidez para
mantener una conversación. Abrí los ojos bien grandes, respiré profundo intentando despabilarme un
poco y que mis ideas se aclararan; como quien dice: “cosas de borrachos”; luego coloqué mis manos
sobre el teclado y le respondí:
-¿Y qué pasó?... ¿Te arrepentiste?E inmediatamente me respondió:
-De caer?... Sinceramente sí -No sé porqué pero hubo algo que no se explicar-Me hizo pensar y decidí no hacer nada-¿Por qué?Ya era demasiada coincidencia; no llamé a nadie, no escribí a nadie ni tampoco organicé nada
porque algo dentro de mí me precavió de no hacerlo. Sería ¿responsabilidad?... ¿Entereza?... ¿Amor
propio?... ¿Flojera?... ¿Vergüenza?... No sé que fue, pero en realidad algo había hecho que prefiriera
aislarme y permanecer oculto antes de perder los estribos.
-Porque estás hablando conmigo en este momentoLe respondí ilusamente de la misma manera cínica en que suelen contestarme las personas; la
cual me hace enojar. En ese momento mi actitud era un poco repugnante y ella estaba en todo su
derecho de enviarme a volar si lo deseaba, pero sin embargo no lo hizo. En vez de ello respondió:
-Estoy recostada junto a mi hijo más pequeño-Abrazada a él y mirándolo dormir-Pero como yo no puedo dormirme me conecté-Y vi tu publicación-Me encanta lo que escribesY al final agregó:
-¡Te envidio!Envidiarme, a mí, al hombre decepcionado y frustrado que bebía whisky aislado en la soledad de
su casa, que se mofaba de la personas que publicaban comentarios en redes sociales e hipócritamente
seguía el mismo rumbo.
-Del un abrazo de mi parte a tu niño- Escribí a continuación
–¿Pero envidiarme por qué?-
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-Porque tienes un gran talento para escribir- Respondió.
-Imagino que escribes en otro lugar aparte de la red social-Deberías escribir un libroResulta que ahora de repente alguien me decía que tenía un “gran talento” para escribir;
comentario que me resultaba difícil de creer.
Pues en mi vida no recuerdo bien como arranqué con ello pero en un momento de mi
adolescencia los libros se volvieron una gran compañía; sobre todo por las noches. He leído obras y
novelas, cuentos e historias, fabulas y leyendas; todo tipo de libros, los cuales, si bien muchos nunca
lograron captar mi interés, otros alcanzaron realmente a maravillarme.
Esos mundos fantásticos siempre alimentaron mi imaginación y la hicieron volar; en un mundo
real que al contrario se ocupaba de estrellarme una y otra vez. Pero tiempo después la realidad que yo
mismo iba construyendo me fue apartando de ellos hasta volverme esa persona apagada. Viví mil
vidas fantásticas gracias a los libros, excepto una que nunca lo fue: la mía.
Pero talento para escribir o escribir un libro para una persona tan común como yo no era una
realidad posible; pues había vuelto al estado de incredulidad sobre mí mismo y mi juicio atentaba
contra mí haciéndome sentir insignificante. Y esa fue mi respuesta para ella:
-¿Escribir un libro yo?- Respondí.
-Gracias por el alago-Pero no creo tener tal habilidad-Y mucho menos para escribir un libroA lo que ella contestó:
-Créeme, tienes talento-He leído dos de tus publicaciones-Ambas me hicieron sentir identificada de tal forma que me emocioné casi hasta las lágrimas-Es como si escribieras desde el corazón-Ojala pudiera yo expresarme de esa forma¿Cómo había podido yo llegar a emocionar a esa mujer?... Simplemente había hecho eso,
expresar lo que sentía por dentro, lo que surgía desde mi interior y lo había volcado en palabras de la
mejor manera en que me salía; ridículamente luego de ello había terminado haciéndolo público lo
cual me generaba cierto arrepentimiento, aunque al final sorprendentemente había logrado acercarme
a ella.
Tal vez nunca había entendido la esencia de todas esas líneas que habían logrado asombrarme y
que la palabra tiene un poder inconmensurable; que la usamos tan a diario que no nos damos cuenta
de su inmensidad y de que es un utensilio tan fundamental para nuestra vida. Tal vez porque siempre
mi concepto sobre ello siempre estuvo errado, porque en realidad no se trata tanto de ser un gran
letrado o tener facilidad de habla, ni de saber rimar o saber cómo y cuándo usar un adjetivo o
ensamblar un verbo, sino que se trata de lograr expresar lo que llevamos por dentro y que esto se
vuelva el testimonio escrito de nuestros más profundos sentimientos, alegrías y penas, felicidad y
tristeza, penas y gozos, lamentos y placeres, arrepentimientos y satisfacciones. Como Un gran
tanguero dijo alguna vez: “Para entonar un tango no basta con tener la voz más melodiosa. Hay que
sentirlo, hay que vivir su espíritu.”
Entonces, en ese momento, decidí hacer lo mismo que había hecho al escribir mis líneas:
abrirme y contestarle hablando desde mi interior; correr el riesgo de romper inclusive con mi propia
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barrera de personalidad y ser el yo que siempre ocultaba, más allá de lo que pudiese pasar. Tal vez de
más decir que el alcohol que cargaba encima me ayudó a tomar esa decisión; ya dicen que “los
borrachos no mienten”. Entonces escribí:
-Puede ser por vergüenza, porque vivimos en un mundo donde el cinismo, la vulgaridad y la
burla están de moda; donde solo lo superficial y material es objeto de aplausos pero expresar lo
interior, los sentimientos, las pasiones o el amor, son cosas de débiles o bobosTerminé de redactar y presioné el botón de enviar, entonces Sofía respondió:
-“Yo me prefiero boba”- Lo cual me hizo sonreír. Después continuó:
-De verdad… Ojala pudiese expresarme de esa forma-Sería hermoso poder escribir todo lo que siento y nunca digo-Una vez lo intenté-Pensé que la vida me golpeaba para enseñarme-Y yo quería escribir un millón de cosas sobre todo eso-Pero nunca pude-Por mi mente pasaban mil cosas-Y mis manos solo escribían dos palabras-Eso de alguna forma eso me frustró y terminé por abandonarRealmente me sorprendía más de cada mensaje que iba llegando. Ella se prefería “boba” como
diciendo: “Prefiero ser como soy sin que me importe lo que piensen”; hábito en el cual encontraba
sabiduría y que, de a poco, también había comenzado a practicar desde aquel momento en que la vi
por primera vez.
Con solo leer comprendí que a Sofía la vida le había traído dolor y decepción a través de los
golpes que había recibido. Que había abandonado proyectos que había comenzado por no encontrar
la forma de llevarlos adelante y que se sentía frustrada; a un experto de la frustración.
En ese momento era yo quien se sentía identificado con lo que leía; más allá de que nuestras
historias fuesen diferentes los resultados eran coincidentes. Tal vez éramos muy distintos por fuera,
pero descubrir lo que había detrás de ese exterior fue como encontrar un reflejo de mi mismo. Y
volví a contestarle de la misma forma: Con la verdad.
- Es muy cierto lo que dices-Ahora soy yo quien se siente identificado-Lo que me sucede particularmente es que a veces me resulta más fácil fingir que soy otra
persona-Es como usar una máscara, una coraza superficial-Y aunque muchas veces quisiera ser yo mismo para todo lo que hago, de una u otra forma, me
resulta más fácil sepultar lo que siento o lo que creo para ser lo que se espera de mí, porque así
es más fácil-Aunque últimamente he estado trabajando mucho en ello; me he dejado escuchar a mí mismo y
he logrado de alguna manera reencontrarme conmigo mismo-.
-Y me di cuenta que a veces lo único que hace falta es comenzar¿Que era aquello?... De golpe escribiendo y sin pensarlo tanto comencé a ser positivo. La
situación externa me había colocado en un hueco de frustración pero al escribir me estaba dando
lugar a mi mismo a comprender mi interior.
Lo próximo que ella escribió realmente me sorprendió:
-No hay que viajar a otra dimensión para oír lo que suena mejor, solo hay que bajar e volumen
exterior y escuchar dentro tuyo-
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Me provocó una gran sonrisa poder leer aquello y una pequeña dosis de satisfacción que levantó
mi ánimo. Entonces contesté:
-Y si nos llaman locos por querer bailar a nuestra forma que nos llamen locos, nadie que se
llame cuerdo disfruta la vida por ser perfecto para otros tanto como el loco que baila su mambo
y es feliz con su propia luzY ella debajo contestó:
-Depende de ti desatar tu locura y bailar¡Automáticamente me sentí feliz!...
Nunca había logrado hablar con nadie de esta manera, nunca había logrado entenderme con
alguien de esta manera, y más que todo nunca me había atrevido a abrirme con nadie por miedo a ser
agredido, insultado, avergonzado o difamado. Estaba volviendo a comprender la esencia de todo lo
que había hecho: “Cambiar mi rumbo oyéndome a mí mismo para encontrar mi felicidad”.
Y más allá de todo aquello, de lo que pudiese pasar conmigo, me ponía feliz el que ella al fin se
abriera conmigo; pues no era la sonrisa, la mirada y la actitud de la princesa que veía del otro lado
del mostrador en ese local en frente de la plaza de la ciudad, quien hablaba con migo era la mujer que
guardaba en su interior y que de a poco, y aunque fuese por este medio, comenzaba a conocer.
Antes que pudiese contestarle escribió:
-¿No te sucede que entre tantas personas que te rodean llegas a veces a sentirte totalmente
solo?-Y qué maldices porque te sientes extraño o inadaptado por ser el único que piensa de una
forma- O siente de manera distinta a todos-“Todo el tiempo”- Respondí. Y debajo continuó:
-A veces me pregunto si por pensar diferente, es decir por ser fiel oyente de mi corazón, estaré
destinada a estar sola-Porque siento que la única que me entiende es mi soledad-Me pregunto si hay algo malo conmigo-Si se me zafó un tornillo-Que debo estar loca-¿Tú qué piensas?Vaya pregunta me había hecho, vaya conversación estábamos teniendo, tal vez única e
irrepetible; pues éramos dos personas expresando lo más profundo de nuestro ser y más allá de
conocernos poco compartíamos uno con el otro pensamientos y sentimientos profundos y privados.
Y resultaba increíble coincidir en ello.
Después de unos segundos de leer y releer, para darme cuenta que era verdad lo que estaba
viendo, escribí:
-Pienso que estás loca, y que tu locura es hermosa porque resulta ser lo más cuerdo que he
escuchado en años-Creo que tú deberías escribir un libroLuego de enviarle ese mensaje ella tardó unos momentos en contestar; veía que escribía y
borraba una y otra vez pero sin enviar nada. Como que no podía encontrar las palabras para una
contestación, o estaba buscando las palabras justas para enviarme al diablo. Entonces, después de
unos minutos, respondió:
-¡Me hiciste sonrojar!-Nunca me esperé una respuesta así y no sabía cómo contestarte87
-Gracias, pensé que ibas a mandarme al diabloY debajo agregó:
-¿Porque dices que yo debería escribir un libro?-Ya te comenté que intenté y no pudeNo se lo dije pero, como mencioné más arriba, yo pensé lo mismo.
Me di cuenta que estaba loca, que cargaba en su alma una locura preciosa, y escucharla hablar
desde esa locura única me cautivaba; mucho más que esa simple imagen exterior que había conocido
hasta ese momento.
-Vuelve a leer lo que escribiste- Le respondí.
-Como me expresaste a mí, te noté hablando desde el corazón-Todo lo que dijiste en esas líneas me hizo sentir identificado-Lograste emocionarme-Y lo dijiste en menos de treinta segundos-Tal vez esta todo dentro tuyo y no hace falta tener, como dijiste tu, “ese no se qué”Casi sin darme cuenta habían pasado más de una hora y media desde que comenzamos a hablar,
el tiempo se había ido volando; eran casi las tres de la mañana para cuando me fijé en el reloj.
Y ahí estaba nuevamente el mundo, diciéndome que debía levantarme en unas horas para
trabajar; pero extrañamente no tenía sueño y sinceramente la borrachera había desaparecido casi por
completo, o así lo sentía yo.
-Gracias nuevamente, me hiciste emocionar- Escribió luego
-Es muy difícil para mí hablar muchas cosas, pero contigo no sé porque he dicho cosas que
jamás le he dicho a nadie-Sinceramente no sabía que esperar cada vez que comentaba algo-Me ha hecho muy bien-Fue como un desahogo-Gracias por escuchar y comprender-¡Gracias a ti!- Le contesté.
A lo que preguntó: -¿Por qué?-¡Por confiar!- Respondí.
Y la conversación llegó a su fin.
Esperé unos momentos a que contestara pero mis ojos ya pesaban; ver el reloj me hizo volver al
mundo real y de repente el sueño me invadió muy fuertemente, entonces simplemente cerré mi
computadora y me fui a la cama. Me sentía exhausto pero tranquilo, un poco sorprendido por todo
aquello que inesperadamente había sucedido, pero contento porque sucedió. Lo que vendría estaba
por verse.
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Lo más difícil:
Escuchar esas cosas que no queremos escuchar.
Desde el día en que la conocí, indirectamente Sofía siempre tuvo la capacidad de hacerme ver
hacia donde debía ver: Hacia adentro.
Nunca me lo dijo, nunca lo advertí. Pero su sola presencia, cara a cara o a través de la pantalla de
mi PC, siempre lograba hacerme cambiar; es decir poder razonar sobre la cotidianeidad, analizar mi
vida misma y todo lo que me rodeaba, entender y entenderme de formas en que jamás lo había
hecho, generar nuevos pensamientos y razonamientos. Los cuales resultaban ser impulsos para crecer
y avanzar.
Luego de la impensada charla que llevamos adelante volvió a sorprenderme por la mañana mi
estado de ánimo renovado; que si bien no relucía por la euforia y energía de todos los días, gozaba de
un estado profundo de tranquilidad.
Me sentía calmo, pues había hablado con una mujer totalmente distinta, sin ninguna clase de
maquillaje o máscara, que había confiado en mí y me había transmitido un poco de su esencia
desnuda; había logrado escuchar su sonido interior y percibir e aroma de sus verdades ocultas. Y
todo ello trascendió en mí.
Pero tenía un asunto por resolver todavía, pues la persona que una vez fue un empleado se había
convertido en jefe; una responsabilidad que durante toda mi vida había resultado una incógnita pero
que había logrado sobrellevar con eficacia y eficiencia a través del compromiso y el entusiasmo.
Más allá de eso, como en toda nueva experiencia, un conocimiento oculto había tocado a la
puerta transformándose en una responsabilidad que debía sobrellevar; aunque enfrentarla era afrontar
que lo que había tomado como realidad toda mi vida era solo irrealidad. Una confusa y absurda
concepción de lo que era el mundo en el que vivía.
La vida me había enseñado a callar y renunciar con cada decepción, pero para evitar la
frustración, la pena y la depresión hubo un método que aprendí a usar hasta volverme un profesional
en ello: La negación.
Pues una de las actitudes más difíciles en la vida es la de asumir que nos equivocamos; algunos
lo llaman orgullo, otros lo llaman arrogancia, otros presunción o pedantería. Cualquiera fuere el
nombre de esta actitud no resulta ser más que un mecanismo de defensa que se crea para lograr una
existencia más placentera y menos conflictiva; y aunque se escuche demasiado duro decirlo de este
proceso resulta ser como una hipocresía planificada.
Así como no vemos el aire que respiramos pero de igual manera lo respiramos, poco a poco y sin
darnos cuenta vamos creando una lista de temas que no se discuten porque el hacerlo nos arrastraría a
ese estado constante de duelo y desaliento. Al igual que no aceptar que hemos sido ignorantes y que
personas en las cuales creímos nos han manipulado, mentido y obtenido beneficios a cuenta nuestra.
O por haber depositado nuestra confianza, creyendo, teniendo fe y esperanza en sucesos y momentos
pensando que esa era la verdad absoluta; como quien dice “colocar las manos en el fuego” por
alguien o algo y haberse equivocado.
Ante todo ese vacío de respuestas y resultados favorables surgen un sin fin de creativas excusas
e ingeniosas actitudes para evitar, esquivar, sortear, soslayar, rehuir, eludir, negar y justificar
cuestiones y asuntos; lo cual hace la vida más fácil, pues elegir creer en algo que funciona como un
escudo para escaparle al fuego que quema y así poder vivir mejor es más fácil.
Tal vez sucedió que en mi cabeza había quedado grabada aquella conversación con Polansky,
sobre “ovejas”, “lobos” y “leones”, que se refería metafóricamente a las actitudes de las personas; tal
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vez ya no quería ser oveja y encerrarme en mi corral a esperar mi destino; o tal vez me aturdía el
hecho de saber que siempre fui víctima de “lobos”. Fuese por la razón que fuese de mi cabeza ya no
podía borrar esa denominación tan deshumanizante de mi mismo; que yo nunca me di sino que ya
tenía designada desde el día en que nací.
Para el sistema no era más que un recurso; un número que podía servir para algo y si no servía
para tal fin debía ser reubicado o descartado. Esa era mi realidad cruda y sin decoros; y pude haberlo
negado un millón de veces y haber enterrado el asunto con paleadas y paleadas de excusas y auto
convencimiento. Pero como aquella vez en que pase por una puerta a comprar un sándwich me bastó
con un mísero y único segundo para despertar; lo que siguió después fue decidir si volvía a cubrirme
con el mismo escudo hipócrita o enfrentar esa dura realidad.
Yo, animoso de socavar en un poso oculto impulsado por la curiosidad, no iba a detenerme; y
mucho menos iba a hacerlo una vez que entendí que si no lo hacía sería aceptar conscientemente mi
mediocre inocencia e irracional ridiculez.
Y no pude evitar decirme a mí mismo, justo después de decidirme a enfrentar la realidad, que
toda mi vida había sido planeada y ejecutada para un fin concreto: que no solamente fuera un
empleado en mi trabajo sino también un empleado de mi vida.
Pues si lo pienso detenidamente me doy cuenta que desde los cuatro años comencé el largo
camino de deber prepararme para el mundo; por supuesto siguiendo el sendero que otros me
indicaban que debía seguir y entendiendo al mundo como me decían que debía entenderlo. Luego de
la educación familiar de los primeros 4 años; donde aprendí a hablar, vestir, comer y a ser
responsable de hacer mis necesidades; siguieron dos años de jardín de infantes, luego seis años de
primaria y seis años de secundaria; que me “enseñaron” el mundo: como era, como estaba
organizado, como funcionaba y como debía actuar en él; para finalmente atravesar por cinco años de
carrera universitaria que me “enseñarían” simplemente a hacer un trabajo para sobrevivir,
desenvolverme en el mundo, mantenerme y mantener una familia.
Con empeño y sacrificio pasé los primeros 23 años de mi vida educándome formal e
informalmente; digo formalmente refiriéndome a la familia y la escuela e informalmente porque
también estaban los otros educadores informales, esos que nunca se vieron pero que infinidad de
veces me influenciaron mucho más que los primeros, como la televisión, la radio, el internet, las
revistas, y todos aquellos medios que muy sutilmente me fueron introduciendo en la cabeza
conceptos como lo que es el “éxito” y como conseguirlo; además de lo indispensable de tener mucho
dinero y cosas materiales, lo imprescindible de la aceptación social, la belleza superficial, la
elegancia, la sofisticación, el estilo y la moda, la clase social y las vinculaciones; y las otras miles de
nociones ajenas al bien y el mal, a la justicia y la injusticia, la verdad y la mentira, el amor, la
humildad, la pasión, la bondad, el respeto, la ternura, la compasión y la amistad. En fin
conocimientos que luego de recibirlos lograron hacer que me odiase a mi mismo al mirarme al
espejo.
Y tal vez la enseñanza más grande, e inaceptable que no aprendiese, fue que este mundo es
regido por la “legalidad”. La cual es irremplazable, irrenunciable e indiscutible; y que nada tiene que
ver con la justicia, la razón o la moral pero es la imposición número uno del sistema social. Por lo
cual es legal y aceptable que uno o varios hombres se apropien del mundo y sus riquezas, me tomen
como un inquilino y me exijan un beneficio a cambio de habitar su mundo; en otras palabras que la
avaricia del ser humano sea legal.
Y luego la segunda etapa; camino que transitaba desde hacía casi dos años. Porque como sucede
a todos, algunos antes y otros después, una vez listo y con todas mis certificaciones en la mano,
pruebas legales del cumplimiento de las expectativas para ser un recurso, debería pasar al menos los
siguientes 54 años de mi vida; porque según esta establecido legalmente las jubilaciones en mi país
90
corresponden a los 78 años; debiendo ofrecer mis servicios físicos y/o mentales a un sistema que
generaría ganancias conmigo. Por supuesto que a cambio de una remuneración monetaria que
resultaría servil para ser gastada en impuestos, servicios y cosas materiales indispensables para lograr
el título de ser humano decente y apto; y además para conseguir la compañía de un objeto llamado
mujer que me daría aun más aceptación social, compañía, sexo, hijos, un almuerzo diario, una cena
diaria y muchos problemas de indiferencia y entendimiento con el pasar del tiempo y el desgaste de
la relación, para finalmente con suerte retirarme con un aplauso y un “gracias por todo” de parte de la
persona que hiciese millonaria con mi esfuerzo.
Y finalmente, con las manos cansadas, la piel arrugada, el poco cabello que me quedase teñido
de blanco, una visión disminuida, una próstata inflamada y un sistema circulatorio sensible; y por
supuesto los recuerdos de las miles de cosas que siempre hubiese querido hacer pero jamás pude por
pasarme 78 años ocupado: una parte estudiando cómo ser un recurso y la otra siéndolo; gastar la
mitad del poco sueldo, que el estado me brindaría por mis años y años de aporte, en medicamentos
para seguir existiendo con mi ya casi marchita energía vital. Y la otra mitad en comida especial para
viejos, abrigos y los mismos impuestos que nunca dejaría de pagar; pero esta vez con un 5% de
descuento por ser parte de la tercera edad. Hasta llegar al descanso eterno en mí tumba terrenal que
mi descendencia debería seguir pagando para conservar decentemente mis restos.
Básicamente una vida que existió para el negocio de alguno u o algunos. Y que necesario resultó
para mí ese entendimiento, esa larga y complicada reflexión; porque aunque quisiera negarlo, aunque
me enfureciera, aunque me deprimiera y frustrara, el aceptarlo era el punto de inflexión para
comenzar a cambiar. El resultado necesario que debí descubrir para poder seguir adelante y
transformarme a mí mismo y a mi frívola e insignificante existencia. Ese miserable proyecto de vida
había sido el mío; no por tonto, no por demente ni por deficiente, sino por ignorante. Y lo admito
porque también hay grandeza en reconocer que uno ha sido ignorante, iluso e finalmente hipócrita;
luego solo queda comenzar a cambiarlo.
En realidad ya había progresado, había comenzado a cambiar, pues estaba recuperando el interés
en tomar riesgos y aventurarme, interés por curiosear, por dejar de mirar hacia afuera y mirar hacia
adentro y hurgar en profundidad sobre “temas prohibidos”; lo cual solo había sido la sumatoria de
sucesos que finalmente me colocaron en esa posición. El primer paso ya lo había dado al comenzar
con esa curiosidad e interés por saber, y este era tal vez el segundo: el llegar a profundizar
enteramente sobre mi vida y por completo analizarla para comprenderla desde un punto de vista
totalmente distinto. Y ahora que había resurgido debía actuar.
Por más que me llamasen formalmente jefe, pues era gerente y tenía la función de hacer que
todos hiciesen lo suyo de la mejor manera, seguía simplemente siendo un empleado; solo que con
otra función, pero en fin era una persona que debía responder ante tareas solicitadas para generar
resultados beneficiosos para otro. Y una de esas nuevas tareas era la que me había llevado a mi
estado de duelo.
Se podría decir que tomar personal para trabajar era poner en tela de juicio mi integridad;
entendiendo que un empleado dentro de una empresa privada es un recurso, así como yo lo era, y
como todos en cada una de las empresas de este sistema. Pero en ese momento debía hacerlo, era mi
función, por lo que comencé por preguntarme cual sería la mejor opción, es decir, cuál era el mejor
recurso que podría adquirir para, a futuro, llenarle los bolsillos a Polansky.
Fríamente, si me hubiese arrancado el corazón y colocado en su lugar un helado bloque de hielo,
la mejor opción habría sido sin dudas una persona con los siguientes requisitos:
Estudios necesarios: para ocupar el lugar.
Joven: para aprovechar su energía.
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Con necesidades: para exigirle mucho a cambio de poco; y aprovechar ese punto para tenerlo
atado a su trabajo.
Y el más importante: IGNORANTE; para poder pagarle un sueldo mínimo a cambio de sus
servicios que generarían ganancias para el dueño de la empresa.
Fácil y sencillo, como todo un oportunista de la inocencia humana.
Pero mientras más lo pensaba mas imposible me resultaba la tarea; sencillamente no podía
hacerlo porque todo lo bueno en mi agonizaba ante la tentación de ejercer la maldad a cambio de
dinero.
Este pensamiento me atravesó durante toda la mañana de ese helado sábado invernal; aunque si
bien me concentré en el trabajo y colaboré eficientemente con mis colegas en el departamento
creativo, e hicimos todo lo que debíamos hacer y como siempre los resultados superaron las
expectativas, para mí todo el trabajo de esa mañana fue distracción que me mantuvo apartado del
problema que me abrumaba y que dé a ratos, cuando tenía un momento para descansar, volvía a mi
mente; al igual que lo hacía Sofía.
Al final de la mañana, comencé a pensar detenidamente el asunto, pues debía resolver la
situación. Mis colegas estaban al máximo al igual que yo, y más allá de toda esa idea en mi mente
sabía que ellos dependían de sus puestos, que no tenían nada más, que debían trabajar para subsistir y
llevar su vida adelante; que por supuesto era la misma vida de manual creada para consumir y pagar
impuestos hasta morir.
Todo era una gran contradicción, y con tanto barullo filosofal me preguntaba también quién era
yo para cambiarlos, quien era yo para juzgarlos, quien era yo para tratarlos de ignorantes si yo mismo
lo era. Estaba en un aprieto y no sabía cómo resolverlo; y además debía contratar a una o dos
personas más para alimentar el mismo ciclo.
Estuve pensando el resto del día, y reaccioné cuando Sosa entró en mi oficina para preguntarme
si había tomado una decisión y si estaba listo para entrevistar personas. Pero no creo que mi reacción
haya sido la que él esperaba:
-“Renuncio”- Le dije frente a frente dentro de mi oficina mientras estábamos sentados uno a
cada lado de mi escritorio.
-¿Qué?- Me contesto él con una cara de sorpresa en su rostro.
-Así es- Le respondí –Renuncio porque no poseo las facultades de llevar a cargo las
responsabilidades que mi puesto ingiere-.
Luego Sosa se quedó en silencio mirándome fijamente; con su cara de sorpresa que en unos
pocos segundos desapareció para volver a mostrar las mismas rígidas y frías facciones de su rostro.
Entonces respiró profundamente un par de veces, como intentando contener una explosión que
parecía inminente, cerró los ojos y meditó por unos segundos para calmarse; cuando los abrió me
contestó:
-Te he estado observando detenidamente desde hace unos días y te he notado extraño; sobre todo
luego de que propusiste ser tú quien entrevistase a las personas que ocuparían el nuevo puesto que
querías crear-Justamente- Exclamé- Es por ello por la cual he entendido que no soy el adecuado para ocupar
este cargoEl repentinamente sonrió; una reacción que me resultó completamente extraña en ese momento.
Entonces dijo:
-No es que no eres el adecuado, ni tampoco tienes las facultades necesarias, lo que sucede
contigo es que llevas por dentro una carga moral resultante de los manuales que leíste y de los pasos
que debes seguir para tomar una decisión como esta-
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¿Cómo lo había deducido? o ¿Quién se lo había dicho?... Me quedé helado en ese momento y
pensé ‹‹Tal vez me adelanté, quizá el ya se había dado cuenta y venía a despedirme››. Como no
pensarlo; a una empresa no le hace falta un gerente con problemas de moral e integridad, le hace falta
una persona que haga lo que le piden hacer para ganar dinero.
Y aunque ya veía sentenciado el final de mis días de gerente creativo no dije nada; solo me
quedé en silencio esperando que el hablara. Entonces continuó:
-¿Qué pasó?... No puede responder a pesar de que pasa todo el día parloteando, dando
indicaciones y complicándome la vida con sus ideas y proposiciones- Se detuvo un momento, volvió
a sonreír y dijo:
-Tranquilo, no estoy aquí para despedirte, y mucho menos para verte tomar una decisión tan
ridícula como renunciarLo observé en silencio y a decir verdad me quedé un poco tranquilo de que no viniese a
despedirme… ¿Pero ridículo el que quisiese renunciar?... Eso no lograba explicarlo. Por lo que le
pregunte:
-¿Por qué le parece ridículo que quiera renunciar?... Podría tener mis razones- Si usted renuncia la única razón válida que podría darme es que es un cobarde- Respondió el
levantando levemente la voz.
-¿Un cobarde?- Le dije mientras levantaba las cejas
-¡De los peores!- Respondió – Pero déjeme explicarle para que no lo tome como una ofensa-Lo escucho- Le conteste; y el prosiguió:
-Hace 40 años que ejerzo esta profesión, arranqué desde muy joven, prácticamente desde que
salí de la universidad… ¿Cree usted que yo no he atravesado por eso?... ¿Que no entiendo cómo
funciona todo esto?... O tal vez crea que soy un hombre cruel e ignorante… Voy a explicarle algo
muy seriamente y espero que me escucheEntonces se levantó de la silla, se acercó a la ventana tal cual como Polansky lo había hecho y
con su mano me hizo una seña para que lo acompañase. Inmediatamente me levanté de la silla y me
puse junto a él con la vista apuntando hacia el sector.
-Esto no se lo cuento a nadie- Dijo -Se lo voy a contar a usted como cuota extra, para que
entienda lo que le digo… Y espero que preste atención porque voy a hablar una sola vez-De acuerdo, lo escucho- Contesté.
Entonces, al igual que el dueño de la empresa hacia un tiempo, comenzó con su memorable
arenga:
En mis años de universidad comencé a participar de un grupo de jóvenes como yo… Me
atrajeron con un discurso donde exponían ideales y valores con los cuales me sentía identificado;
hablaban de justicia social, de equidad e igualdad entre los hombres y enarbolaban con fervor la
bandera de los derechos… Luego de un tiempo de conocerlos comenzó a gustarme mucho pasar mi
tiempo con ellos, pues con ellos exponía ideas, aprendía nuevos conceptos y escuchaba historias
sobre grandes hombres que peleaban hasta la muerte por la conquista de esa igualdad, la justicia y la
libertad que defendían… Fue una gran experiencia y muy enriquecedora donde el dinero y lo
material no existían; solo el impulso de luchar constantemente por construir un futuro mejor donde
los hombres pudieran verse como iguales, donde la justicia fuera realmente justicia, los derechos
fueran para todos y no para unos pocos, las ideas fueran respetadas y el conocimiento un bien
común… Y los valores, la razón, la moral y la integridad lo más preciado de un hombre pudiese
poseer… Y déjame asegurarte que no era el único, que existían miles como yo que hacían lo
mismo… Tal vez ese fue uno de los momentos más felices de mi vida; donde podía explayar todo lo
que sentía y compartirlo con personas que pensaban igual a mí… Se podría decir que hasta ese
momento fui un soñador, un idealista y un optimista-.
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‹‹Sosa, el joven militante›› Pensé. Ya de comienzo me llamó la atención lo que dijo; si bien
estaba más predispuesto a escuchar nunca me hubiese imaginado que aquel viejo cascarrabias alguna
vez hubiese tenido ideales de libertad y justicia, pero así era y eso me sorprendía mucho.
-Desgraciadamente con el tiempo- Continuó -Me di cuenta que a pesar de mis intenciones era
solo un niño inocente; que mi mayor enemigo era mi propia ignorancia e inexperiencia, pues solo fui
presa de un oportunista… Una persona que consideraba un hermano de ideales, un colega soñador,
un compañero imprescindible y un guía inquebrantable resulto ser un sagaz manipulador que supo
aprovecharse de mis ilusiones… De mí y de muchos otros quienes creímos ingenuamente en su
palabra y sus actitudes… El, pintándonos el mundo de bellos colores, nos puso a trabajar para él e
hizo que ciegamente tomáramos riesgos importantes solo para que el pudiese obtener poder y lograr
acceder a un puesto político cercano a personas poderosas que le brindarían muchos beneficios…
Esa fue tal vez la última vez que confié en alguien, y después de aquello fue tan grande mi decepción
que marchitó hasta las raíces toda esperanza en mí de construir un mundo mejor… Me volví frío y
calculador y empecé a actuar según mi conveniencia; y en mucho sentido, cada vez que tomo una
decisión como gerente de esta empresa, lo que hago es combatir todo aquello con que alguna vez
soñé-.
Sentía en ese momento el mismo tono de arrepentimiento en su voz que Polansky había usado, y
de repente comencé a preguntarme si esta no sería una treta ensayada para convencerme de seguir
trabajando. Pero igual no dije nada, lo deje continuar.
-Es verdad- Dijo a continuación -Vivimos en un mundo desequilibrado donde los hombres
pudiendo ser lo mejor que pueden llegar a ser elijen continua y enfermizamente ser lo peor que
pueden llegar a ser, y con ese ejemplo contagian e impulsan a los demás a hacer lo mismo… Pero
que puedes pedirle al hombre o maldecir de él cuando eso es lo que le han enseñado… “Una y otra
vez muéstrale a un niño que el dinero y el poder son los anhelos más grandes que puede perseguir y
casualmente menciónale que busque y aproveche las oportunidades… de grande veras por ti mismo
los resultados”-.
Era la realidad sobre la cual había reflexionado y que cada vez era más visible. Sobre un mundo
desigual y nefasto construido para que unos pocos tengan mucho y muchos tengan muy poco; y
además la ignorancia sea el medio de lograrlo.
En Sosa podía ver una persona abatida y machucada por las malas experiencias. Cada palabra
que mencionaba, cada frase, me atravesaba el interior de los pies hasta el alma; igualmente no quería
adelantarme a sacar conclusiones sin sentido asique permanecí en silencio y lo dejé continuar:
-¡Mira estas personas!- Exclamó luego de contarme todo aquello.
-Cada uno de ellos ha atravesado por al menos un hecho que los derrumbó y apagó su espíritu; al
igual que tu y yo… Pero aquí los ves, encendidos, dando lo mejor de sí, trabajando en equipo y
desenvolviéndose con mucho compromiso y lucidez… Es un grupo que no trabaja solamente por
necesidad sino también porque lo disfrutan; y eso puedo asegurártelo porque desde hace tiempo este
es el sector más sinérgico, el que menos ausencias a tenido y menos fallas ha cometido, el que menos
quejas a presentado y el que más se impulsa a seguir creciendo… Eso no sucede porque sí, eso
sucede porque alguien les ha dado el poder de ver más allá del dinero, de mostrarles que el trabajo es
mucho más que una obligación y que puede ser una actividad que los apasione y les produzca
satisfacción y gozo… Y ese alguien has sido tú-.
Y antes de que pudiese contestarle volteó la mirada hacia mí y dijo:
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-¡Pero no soy bobo!… También se que existe una persona: tu jefe y el mío; quien es propietario
de esta empresa y quien se apropia de la ganancia que estas personas producen… Y que eso es muy
injusto… Tú y yo lo sabemos pero por el momento eso es lo que hay; tal vez mañana ocurra un
milagro, algo increíble suceda y encontremos una solución beneficiosa para todos, pero para ello hay
que tener paciencia… Lo que puedo decirte es que tú aquí eres esencial y que no deberías renunciar,
porque te estarías fallando a ti y a todas estas personas… Sigue adelante porque eres la única persona
aquí totalmente adecuada para este trabajo-.
Entonces sonreí y pregunté: -¿Y cómo sabe que yo soy el indicado?... ¿No cree que podría ser yo
un oportunista más?-Porque descubriste cómo funciona el sistema, observaste esta tan bien planeada injusticia y no
quisiste ser partícipe de ella; y además, porque te compadeciste de tus compañeros aún sabiendo que
podías obtener provecho de todo esto y quisiste renunciar…. Un oportunista jamás lo haría… Estas
personas necesitan una persona como tú, alguien que no les falle-.
Formalmente permanecí tranquilo, pero no pude disimular la sonrisa de regodeo que me causaba
escuchar lo que había escuchado; ya que, si bien era toda una responsabilidad que personas
depositaran tanto en mi persona, me causaba mucha plenitud el saber que resultaba ser, dentro de ese
pequeño espacio, una persona importante, alguien que hiciera falta y causase en los demás reacciones
positivas. Sosa tenía razón, no podía irme como un cobarde, sería fallarle a mis compañeros y
traicionarme a mí mismo por todo lo que había logrado; sería volver a lo mismo de antes: callar y
renunciar para evitar riesgos. Existían responsabilidades que debía cumplir y debía de alguna manera
resolverlo.
-Hagamos una cosa- Dijo Sosa rompiendo el silencio -Que sea administración quien se encargue
de seleccionar el personal; son buenos para eso… Después de todo ellos te eligieron a ti y aquí
estas… Además, recuerda que una vez te dije que una de las cosas más difíciles es delegar; no te
empecines con querer hacer todo tú… Descansa el fin de semana y el lunes comenzamos de nuevo-.
No era la solución pero era una opción momentánea que me daba aire para pensar; tal vez me
estaría salvando y eludiendo el asunto pero en ese momento era la mejor idea que se había
presentado. Entonces respondí: -Esta bien, que ellos se encarguen-.
-Excelente respuesta- Dijo el –Bien… Habiendo resuelto el asunto me retiro a seguir con mis
funciones… Buen fin de semana-Gracias por tomarse el tiempo de venir a hablar conmigo…E igualmente, que tenga buen fin de
semana- Respondí.
Entonces sonrió por última vez, se acercó a la puerta y salió.
Jamás me había hablado así, nunca había podido ver al gerente más que como una persona que
me daba órdenes, pero debajo de su coraza de seriedad había un hombre, uno muy sabio, que con
paciencia y suspicacia se dio el tiempo necesario para hacerme ver cosas que no veía y extenderme
bondadosamente una mano para rescatarme de la orilla del abismo de contradicciones al que estaba a
punto de caer.
El día terminó con normalidad, les anuncié a todos que pronto tendrían nuevos compañeros para
alivianar las cargas; hecho que alegró a todos; terminé de llenar unas planillas de rutina que debía
completar, saludé y me fui.
Extrañamente, después de atravesar por todo ese lío me sentía calmo, como con un estado de
ánimo placentero; ni helado ni extremadamente caluroso, sino la dosis justa entre cóncavo y
95
convexo, en un estado de equilibrio y seguridad mental y espiritual. El lunes sería otro día y habría
mucho tiempo para todo lo que viniese, el resto del sábado y el domingo quería relajarme.
Pasé, como de costumbre, por el lugar frente a la plaza. Entré a comprar algo para cenar y beber
porque al llegar a casa me recostaría en el sillón a mirar un rato de futbol y tal vez a escuchar un
poco de música.
Lo primero que noté al entrar fue que otra persona estaba en aquel mostrador; un muchacho
simpático que era repositor de las góndolas y heladeras que siempre saludaba. Lo saludé, pasé hacia
el fondo, me paré frente a las heladeras y busqué con los ojos donde estaban las cervezas, luego abrí
la puerta y extraje una. Al cerrarla, percibí movimiento hacia el fondo del local e instintivamente giré
la cabeza para observar; era Sofía quien venía caminando.
Inmediatamente pude notar que traía puesto una pollera negra, acompañada por encima de un
sweater de cuello alto del mismo color, atuendo que le quedaba muy bien. Al verme y cruzar las
miradas extrañamente bajó la cabeza quitándome de su vista; pero siguió caminando hacia donde yo
estaba. Y al llegar frente a mí se detuvo, volvió a enderezar su cabeza, me miró sonriente y
repentinamente levantó los brazos, los cruzó alrededor de mi cuello y sin decir ni siquiera un palabra
me dio el mejor abrazo, de esos que hacen olvidarnos de todo; y lo aseguro porque en ese momento
mis piernas temblaron al sentir el calor de su cuerpo fuertemente pegado al mío; y porque mis
sentidos se agudizaron al percibir el aroma de su formidable perfume presente en cada milímetro de
su cuello.
De mi parte extendí automáticamente mis brazos y la aferré aun más a mí, y nos quedamos allí,
congelados y perplejos en ese instante mágico mientras sentía que el tiempo desaparecía y todo
aquello que me preocupaba sencillamente dejaba de existir.
Luego de unos segundos de permanecer en silencio y casi fundidos el uno al otro sentí que dio
un gran suspiro, como expresando una gran satisfacción y un estado de complacencia y deleite, para
después escuchar de su boca una muy dulce y sincera palabra:
-“Gracias”-.
Y volvimos a quedar unos segundos más apretujados entre nuestros brazos. Moví levemente la
cabeza para poder ver su rostro y noté que tenía los ojos bien cerrados; como sintiendo el momento
en vez de verlo. Entonces le pregunté: -¿Por qué?A lo que ella respondió con voz calma y segura:
-“Por escuchar”-.
Y al escuchar esa respuesta volví la cabeza a su lugar e hice lo mismo; apreté los párpados,
apagué el mundo y me volví invisible aferrado a ella; y de alguna manera a la vida misma;
encontrando en ese punto sencillamente un pase libre a la libertad del alma.
96
Buscar y al fin encontrar a
dos locos… Diciendo locuras.
En tiempos de encuentro y de abrazos, la lucha por aquello en que creemos nos arrebata a
pedazos las mezquinas certezas cotidianas y nos arroja impiadosos al universo de la incertidumbre.
Se requiere el valor que a veces falta, y resulta imprescindible la cercanía de los que comparten
nuestros sueños; porque el encuentro en el abrazo con los otros nos devuelve siempre renacidos,
apostando a la vida, aunque esta nos rompa una y mil veces en pequeñas muertes necesarias.
S. B. E.
¿Cuáles eran mis preocupaciones en ese momento?... Ni siquiera supe el significado de la
palabra.
¿Cuál fue mi sorpresa? … Me sorprendió estrepitosamente la simpleza con que el mundo entero
no hizo más ruido y como llegué a perder la percepción del tiempo; tan sencillamente que no hizo
falta nada más para llegar a sentirme eterno en un instante.
¿Cuál fue el resultado?... En ese momento el resultado fue no querer ni anhelar nada más;
sentirme completo y suspirar de sosiego; darme cuenta que no habría mejor lugar donde estar.
Pero como todo instante mágico tiene que terminar. Lentamente nos soltamos hasta tener
nuestras manos entrelazadas, luego nos miramos con ese brillo especial que refleja la quietud y
plenitud de un corazón en paz; y que raramente se aparece en los ojos de las personas.
No había nada para decir más que lo que pudiésemos sentir en el momento, no dijimos nada,
solo soltamos nuestras manos y el silencio de la ausencia de palabras se apropió de la situación. Un
segundo después las sonrisas levemente fueron desapareciendo al sentir elevarse el volumen del
mundo exterior, justo después nos dimos cuenta de que ella debía volver a su puesto y yo continuar
con mi camino. Nuestras realidades existentes nos llamaban a cumplir nuestras partes y como
habitantes del mundo debimos acudir a su llamado. La acompañe al mostrador, cobró y me entregó
lo que había tomado de la heladera; que ya sinceramente ni me interesaba; y al recibir el cambió le
dije:
-¡Qué raro!... La picara me dio monedas en vez de caramelos-.
Entonces se sonrojó, comenzó a sonreír y sin decir nada tomó caramelos de menta cristal, se
acercó a mí, los colocó en mi mano y dijo:
-¡Qué bueno!... El poeta me pidió caramelos en vez de cigarrosY fui yo quien, aunque intenté disimularlo, me sonrojé; hacía ya varios días en realidad que no
fumaba, extrañamente ni recordaba el vicio. Tomé mis cosas, guardé los caramelos en el bolsillo de
mi pantalón, la miré nuevamente a los ojos y le dije:
-Gracias por el gran obsequio-Son unos pocos caramelos… No es gran obsequio- Respondió
Entonces contesté: -No hablo de los caramelos sino del abrazo; algo así no se puede comprar y
llena más-.
Y entre miradas cruzadas, grandes sonrisa y rostros sonrojados me dijo: -“Gracias a ti”-¿Por qué?- Pregunté
-Por abrazar a esta loca y por unos segundos hacerla desaparecer del mundo- Respondió.
Se llamó a si misma loca, y yo me sentía igual desde hacia tiempo. Pues locura es tal vez la
definición más acertada para los seres humanos ya que nuestra propia vida es un roce constante con
locuras que ingenuamente llamamos lógica; como inventarnos un personaje ficticio acorde a las
normas sociales para agradar a los demás, y a su vez, pensar que en nuestro interior abunda una parte
estropeada que debe ser escondida y mitigada.
97
Ella cargaba consigo una locura única, salvaje, destructiva y demoledora; pero a la vez
tremendamente hermosa y que extrañamente cautivante. Era insólitamente el centro y el extremo de
ambas partes; el alfa y el omega deambulante entre locura y razón; un ser magníficamente
inolvidable que me hacía de a momentos querer perder los estribos.
-¡Es que entre locos nos entendemos!- Le dije después.
-¡Me he dado cuenta!- Respondió sonriente.
Y luego de todo aquello sin ya mucho por decir instintivamente surgió el comportamiento propio
de un habitante “cuerdo” de la sociedad: simplemente la salude con un beso en la mejilla y me fui,
dando final al momento.
De solo pensar en que significan estos dos términos: “la locura y la razón” mil pensamientos me
invadieron. Esa noche comencé por preguntarme: ¿Cuáles eran las razones de nuestros encuentros?...
¿Por qué motivos volvía a ella?... Y con honestidad: ¿Qué podía llegar a esperar de todo aquello que
vivíamos?
Tal vez pueda parecer a simple vista que es lógico que un hombre y una mujer que se atraen
puedan expresarlo; por ejemplo a través de un beso; y a partir de allí desatar la locura de quererse.
Diciéndolo así suena tan sencillo y bello; un cuento de hadas que ocurre entre un príncipe y una
princesa en un mundo ideal donde pueden quererse abiertamente y florecer a través del amor más
puro y divino. Pero en nuestro mundo resulta un comportamiento tan herrado que al final termina por
no generar ese final feliz de las películas; por el hecho de entender que desde un principio no somos
seres puros, pues ninguno de nosotros puede jactarse de ello. A mi forma de verlo en realidad somos
almas revestidas de un cuerpo y disfrazado de encanto; y esa realidad es la que nos lleva
constantemente al fracaso en el amor.
Sofía en la noche a la salida del bar besó al hombre que la hacía reír y sonrojar; ese hombre
brioso y seguro de sí mismo que la miraba a los ojos y le hablaba suspicazmente; el de la sonrisa
determinada y comentarios decididos; al muchacho tangible que ella podía percibir con sus sentidos;
el que eventualmente pasaba por su trabajo. No besó al hombre con una vida carente de sentido, con
un trabajo monótono y aburrido; ni al torpe incrédulo que nunca se arriesgaba por nada; al ser común
con un alma descomponiéndose un poco más cada día y que pasaba por ser un cadáver sin pulso ni
aliento; al temeroso incomprometible, al cínico mediocre o al filosofo absurdo e incomprensible.
Y esa misma noche el beso que yo di era para la princesa, la mujer que sonreía y se sonrojaba
por mis comentarios; la chica divertida y calurosa del cabello luminoso y la figura perfecta; la de los
ojos café que quitaban el sueño y la sonrisa deslumbrante que hacia soñar. No besé al laberinto; a la
mujer del corazón roto y el alma herida; la de las idas y vueltas, la cautiva de los temores, la que
lloraba hacia adentro y buscaba un rato de ilusión que la apartara de sus penumbras.
Ambos fuimos farsantes, pues erigimos desde el principio una ilusión, un fraude, una mentira; y
fuimos oportunistas del momento para crear entre ambos una delirio irracional con antifaz de
autenticidad que nos apartaba de la cruda realidad interior donde ambos éramos víctimas de nuestra
propia agonía. Y esa fantasía hipócrita de la cual fuimos gestores fue la sentencia final de nuestro
casi inexistente romance; el error fundamental que cometimos; tanto como cientos de miles quienes
usan sus corazas artificiales de la superficie, quienes pretenden ser por fuera quien lo que no son por
dentro para conseguir algo.
Por más que se tratamos de ocultar lo que en realidad éramos en un momento los escondites no
alcanzaron, la fantasía se derrumbó y la realidad pasó factura. Lo que quedó al final fue buscar la
distancia silenciosa sometida a la negación y la búsqueda de una nueva oportunidad de crear una
quimera más; esa misma droga tóxica y nociva pero efectiva para los males del corazón que tal vez
fuimos. Y ese fue el precio del ilógico y trastornado comportamiento al que recurrimos, el mismo
que pagan miles de seres humanos cuando se trata de relacionarse y buscar amor de la misma
manera.
98
Esa fue nuestra locura: dar lugar a la fantasía absurda que duro unos minutos e ignorar que
estábamos asesinando una oportunidad de tal vez en algún momento llegar a conocernos realmente; y
que ese beso fuese entre dos almas en busca de curarse, no distraerse. Y la razón fue el terminar
ajenos el uno al otro; por ser víctimas del miedo que nuestros propios infiernos nos habían
fraternizado.
Tal vez por eso volvía a ella, porque esto que razoné en ese momento en mi mente, mi corazón
ya lo sabía. Tal vez sucedía que, al despertar de su tumba, el corazón me decía sin que mi cabeza lo
asimilara que era necesario volver para intentar hacer las cosas de la manera que correspondían
Igualmente, para ser sincero, existía una fuerza invisible que no me impulsaba a buscarla para
tener una relación; la verdad es que dudaba si ella tenía encuentros con otros hombres y eso me
importaba realmente poco. Era más como un impulso de querer descubrirla, de lograr deambular por
los pasillos y rincones más ocultos de su interior y llegar a comprenderla; como de a poco estaba
comenzando a hacerlo. Sentía ese vicioso impulso que seguía, como la primera vez, manteniéndome
cautivo; tal vez porque al hacerlo, como ya lo mencioné, también lograba descubrirme más a mí
mismo.
El domingo me aparté de todo. Por la mañana me levante un poco más tarde que de costumbre,
desayuné al son de la música y me informé con el matutino desfile de noticias de la TV e internet. Al
medio día fui a cenar con mis padres; era justamente una ocasión especial pues cumplían 30 años de
casados y toda la familia, hermanos, tíos, primos, sobrinos y demás parientes compartimos un
almuerzo lleno de festejos y alegría; y me hizo muy bien despejarme con ellos y gozar del caluroso
fervor familiar. Por la tarde entre cartas y vinos compartimos muchas risas y buenos momentos; y
para cuando me di cuenta eran casi las nueve de la noche, todo el día había transcurrido y era hora de
volver a casa.
Me despedí de todos y partí, me fui caminando y disfrutando de la tarde noche; que
particularmente no estaba tan fría producto de nuestro tan presente calentamiento global; con una
gran sonrisa en mi cara atravesando las veredas y admirando el viento al mover las hojas de los
arboles, el eventual movimiento de los autos de las personas que marchaban a casa para, al igual que
yo, comenzar la semana al salir el sol del nuevo día. Y entendiendo cada vez más la fortuna y el
valor que poseen los más simples momentos llegué a casa extasiado de buenas sensaciones; y
también un poco ebrio por los repetidos brindis.
Al abrir la puerta noté esa vacía habitación; fría, solitaria, con un aura ociosa a lo largo y a lo
ancho. No pude evitar decirme que ese no era mi hogar sino el lugar donde habitaba; el espacio
donde transcurrían mis días fuera del trabajo, la familia y los amigos. Pero no era cálido y ya no lo
sentía cobijarme; no era ni siquiera mío sino que lo poseía eventualmente a cambio de un alquiler
mensual.
¡Notar todo!... Era uno de los síntomas de despertar y romper con la ceguera que me atrapaba.
Pues cuando uno comienza a preguntarse comienza a observar e indefectiblemente a notar muchas
cosas que antes no notaba; tal vez pueda llamarme a mí mismo inconformista pero es que en muchos
aspectos mi vida había sido construida por completo sobre una base de necesidad. Hacía todo lo que
hacía para conseguir lo que supuestamente necesitaba para poder ser un sujeto digno y apto, no lo
que quería para sentirme feliz. Era una vida totalmente inconformista; lo cual resultaba ser la base
para estar constantemente gastando mi dinero y adquiriendo posesiones materiales que, según las
afirmaciones de todo buen vendedor, resolverían todos mis problemas.
Me recosté en el sillón, tomé el teléfono de mi bolsillo y comencé a buscar en el navegador;
quería leer un poco antes de dormir y se me ocurrió buscar algún libro digital que pudiese descargar
o leer on-line.
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¿Moby-Dick?... ¿Robinson Crusoe?... ¿20 mil leguas de viaje submarino?... ¿Don Quijote de la
Mancha?... ¿Los viajes de Gulliver?... Rueron todos títulos que se me cruzaron por la cabeza a la
hora de buscar. Eran todas enormes fábulas que había leído en mi adolescencia, cuando por las
noches los deseos insatisfechos me empujaban a buscar en la fantasía el cumplimiento de ellos;
cuestión que me resultaba destructiva por la mañana al despertar y observar el contraste entre estos y
el mundo real.
O tal vez algo diferente como “El Aleph”, “Rayuela”, o “Los Siete Locos “. Otros buenos
ejemplares que acompañaron esos momentos; cada uno con una visión diferente pero cautivante a su
manera.
Por supuesto que la pantalla permaneció en blanco, no escribí ni un solo nombre porque no me
decidí por cual leer; en realidad releer porque eran libros que ya había disfrutado. En vez de eso,
como perro arrepentido que vuelve siempre al rancho, terminé finalmente deambulando por la red
social.
Me distraje unos momentos mientras movía hacia abajo el dedo en la sección de noticias
observando los cientos de comentarios de las cientos de cuentas de los cientos de usuarios de la
página. Hasta que en un momento vi una publicación, era una fotografía con una pregunta y una
respuesta, que decía:
“¿Para qué debo escuchar mi corazón?”… “Porque no conseguirás jamás mantenerlo callado.
Aunque finjas no escuchar lo que te dice, estará dentro de tu pecho repitiendo siempre lo que piensa
sobre la vida y el mundo”…
Y al final de la frase, el nombre del autor y de la obra de donde se había extraído la frase; que de
repente recordé era el escritor favorito de Sofía. Vaya recuerdo vino a mi mente, pero así era, la
princesa me lo había contado una tarde de esas en que el príncipe pasó a comprar nicotina en tubos
de papel para fumar.
Aparte de recordar aquello, y más allá de que fuese solo un diminuto fragmento del libro, sentí
concordancia por aquellas palabras por todo lo que me había estado sucediendo; y a pesar de no ser
una costumbre el hacerlo, por más de que me agradase algo de ese sitio, compartí en mi muro la
imagen.
Luego minimicé esa ventanilla, abrí una nueva pestaña del navegador y comencé a buscar la
obra para poder leerla pero desgraciadamente era reciente y no se encontraba disponible en internet
para comprarla y descargarla digitalmente; solo podía adquirirla comprando un ejemplar impreso que
tardaría unos días en llegar.
Pude leer solamente una reseña del libro, la cual decía en el inicio: “Cuando una persona desea
realmente algo el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño”.
Tal vez era una frase comercial, una estrategia publicitaria, pero sinceramente en ese momento
no me importó ya que para mi resultó la clave para ordenar un ejemplar impreso; y lo hice.
Cuando volví a la red vi una ventana de dialogo abierta con un mensaje que decía:
-¡Adoré ese libro!- de Sofía.
-Acabo de comprar una copia por internet para leerlo- Contesté inmediatamente.
Y ella respondió: -Te encantará, a mí me ayudo mucho en un momento muy malo de mi vida-.
¿Por qué tuvo que mencionar aquello?... Si mi debilidad más grande era esa; saber de ella, de su
historia y de las miles de sensaciones y sentimientos ocultos tras su antifaz; fue como una invitación
innegable a preguntar y no pude detenerme:
-¿Podría preguntarte de qué momento?- Escribí.
Entonces, como toda persona que usa redes sociales le ha pasado alguna vez, comencé a notar
que ella escribía, luego se detenía y borraba, volvía a escribir y al siguiente segundo volvía a borrar;
pero al final no respondía.
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Por unos minutos no recibí ninguna respuesta y se me dio pensar que tal vez había sido
demasiado entrometido; tal vez ella quería únicamente charlar con alguien y yo crucé demasiado
rápido un límite que no era correcto atravesar. Por lo cual, antes de que respondiese volví a enviarle
un mensaje:
-Disculpa, tal vez fui un poco entrometido, no tienes que contarme si no lo deseas-.
Y automáticamente, apenas visualizó el mensaje, contestó:
-No es que no quiera-Es que en realidad es largo de contar-Y no se por donde comenzarMe alegró el saber que seguía del otro lado; que no había escapado de la conversación y sobre
todo que tuviese interés, más allá de no encontrar la forma, de contarme sobre su vida.
Igualmente sería precavido y humilde de mi parte sencillamente cambiar el tema, por ejemplo
preguntarle sobre el libro; que aunque no me interesara ya mucho en ese momento era una forma de
no presionarla a hablar de algo que le incomodaba.
-¿Podrías contarme sobre el libro?- Escribí a continuación.
-¿A qué se refiere?-Es un libro muy bello- Contestó debajo.
-Con una trama muy simple y sencilla-Y se enfoca en un gran mensaje-El de luchar por realizar los sueños-Explica también los miles de obstáculos que pasamos-Y que nos derrumban-Pero que el corazón es más fuerte y logra seguir adelante-¡O al menos eso entendí yo!-Me da más entusiasmo leer el libro- Agregué debajo.
-¡Ojalá llegue pronto el ejemplar que encargué!-.
-Aunque de alguna manera yo no llamaría a todo “obstáculos”-Sino también errores-Porque parece como si nosotros fuésemos victimas de todo-el libro habla también de eso-. Escribió luego.
“Errores”… Una de mis especialidades. Por más que no sea a propósito, sino por un hecho de
ignorancia, podría denominarme profesionales en cometer errores.
-Me parece muy acertada tu opinión- Le contesté.
-De hecho soy un experto en ello-Al igual que yo- Respondió
-Creo que ayuda saber que debemos ser precavidos porque el mundo no es todo “flores y bellos
colores”-Pero tampoco creernos que somos únicamente victimas-Porque las decisiones de hacer o no algo al final las tomamos nosotros-Soy una mujer que ha cometido grabes errores-Y me ayudó el reconocer que los había cometido¡Volvió a arrojar esa piedra!... Y en ese momento agradecí que no pudiese verme porque sentí
una tentación incontenible de preguntar. Me levanté rápidamente del sillón y comencé a deambular
101
por toda la casa con el teléfono en la mano queriendo escribir para preguntarle sobre esos “grabes
errores”. Pero en vez de eso volví a sentarme en el mismo lugar, respire profundo y escribí:
-A de ser un libro muy bueno según lo que cuentas-Tal vez al leerlo me ayude con los míosY ella, tal como yo lo había hecho, no tardo en preguntar:
-¿Puedo preguntarte?-¿Sobre qué errores?Esa pregunta particularmente me sorprendió; pero si lo pienso fui yo con mis comentarios quien
posibilitó que ella la hiciera.
Me di cuenta que si bien nunca mi intención al hablar con ella había sido transmitirle mi realidad
privada, la que guardaba solamente para mí, ya lo había hecho hacia unas noches con un poco de
ayuda del whisky. Antes de eso ella sabía de mi trabajo, mi edad, mi nombre, que caramelos me
gustaban y que marca de cigarros, en que horario solía pasar a verla, que ropa vestía, el color de mi
cabello y el de mis ojos y muchas cosas superficiales. Pero esa pregunta me sirvió para abrir mi
mente y comprender que, como ella era un antifaz para mí, yo lo era también para ella.
Me alegró saber además que ella estaba interesada; tal vez no tan obsesivamente como yo pero
lo estaba. De solo pensar ataba cabos, como el hecho de que cada vez que habíamos tenido una
conversación había sido ella quien la había iniciado; yo disparaba una indirecta a través de las redes
sociales pero ella se encargaba de romper el hielo cada vez. Luego yo preguntaba, escuchaba y
comentaba cuando la charla fluía, pero en si me di cuenta lo cobarde que había sido y estaba siendo
al comportarme así.
Pero bien, era un error que podía resolver y decidí comenzar en ese momento siendo prudente,
ya que esa vez estaba más sobrio, y honesto:
-¿Por dónde comenzar?- Le respondí.
-Tal vez uno de los más grandes errores que siempre cometí es callar cuando quiero decir algo-O quedarme inmóvil cuando quiero hacer algo-Por miedo a lo que pueda pasarQue distinto debió haber sonado ese comentario a las glosas que recitaba el hombre que ella
conocía; ese que siempre intentaba hacerla reír y sonrojar. Leí una vez que para seducir a una mujer
la mejor estrategia es lucir seguro y despreocupado; la famosa actitud de “macho alfa”; pero yo no
estaba intentando seducirla ni enamorarla, simplemente abrirme siendo auténtico; tarea que me
costaba horrores.
-¡Dímelo a mí!- Respondió
-Si me pagaran por las veces que callo o me quedo inmóvil seria millonaria-Como te conté hace unas noches-A veces creo que estoy loca por pensar diferente-Y me refugio en mi soledad para evitar inconvenientes-¡Llamémonos locos entonces!- Escribí debajo
–Porque coincidimos en esoY entonces comenzaron a agolparse uno debajo del otro sus mensajes:
-¿Será que seremos personas destinadas a estar solas?-Me refiero a estar solos por dentro-Aunque estemos rodeados todo el tiempo-A veces no se qué pensar de la soledad en si misma102
-Me sucede que a veces la acepto-Y otras la rechazo haciendo mil cosas con un millón de personasY de todo eso que escribió encontré un eje fundamental que resonó en mi mente con fuerza:
Soledad.
“Un estado social que refiere a estar solo, sin acompañamiento de una persona o un ser vivo,
por decisión propia o ajena (aislamiento por enfermedad o reclusión por sentencia)”…Esa es la
definición que se puede extraer de cualquier diccionario; sin embargo cuando decimos “soledad
interior” el asunto es muy diferente.
Como ella lo mencionó: podía estar rodeada de personas e igualmente sentirse completamente
sola; más que un estado social es un sentimiento que atraviesa por dentro a las personas, y como
muchos otros, imperceptible a las miradas ajenas. Sentimiento del cual mucha experiencia
acumulaba;
Y esa palabra que agitaba mis pensamientos me remontó inevitablemente a pensar a mi menos
deseado visitante: El miedo.
Había reflexionado sobre él, de cómo tal vez surgía y como me había ido contaminando, pero
nunca había terminado de entender que este temor estaba tan encarnizado por dentro de mí que se
volvía la emoción más difícil de sobrellevar.
Al dolor podía llorarlo, la rabia descargarla gritando, la pena despejarla riendo, pero el miedo se
había atracado lentamente y fue corroyéndome, volviéndome un disfraz por fuera que ocultase todo
el desorden que después de un tiempo era por dentro, básicamente volviéndome una mentira de mi
mismo, y abriendo las puertas a ese vacío agudo y angustioso de insatisfacción que cierra la
garganta, oprime el corazón y vuelve todo un producto de emoción momentánea e instantáneamente
descartable.
Pero mientras mi cabeza volaba ella volvió a escribir:
-En un momento estar sola era para mí adictivo-Era un sitio en que me sentía cómoda porque no había riesgos-No había peleas, discusiones, celos, indiferenciaY unos segundos después continuó:
-Pero también me destruía por dentro-Porque en esos momentos me atormentaba todo el ruido de mi cabeza-Las millones de ideas, recuerdos y pensamientos-Como un gran huracán que arrasaba mi mente-Y me enloquecía por completoY para cerrar toda esa seguidilla de mensajes llenos de confesiones escribió:
-En fin-Soy un lio andante de contradicciones-Solo sé que aun me queda mucho por aprender-Para lograr que no duela tanto-Pero no te preocupes-El problema soy yoY eso fue todo, luego de recibir ese último mensaje se desconectó automáticamente; no me dio
tiempo ni siquiera a que dijera un “hasta luego” o un “que descanses”. Y de toda esa gran cantidad de
mensajes que había enviado como un largo desahogo que llevaba mucho tiempo queriendo descargar
obtuve yo una lista aún más grande de dudas:
103
Sus errores, la soledad y su soledad interior, sus contradicciones, y su dolor; y por supuesto un
nuevo concepto totalmente inesperado que escuché por primera vez salir de su persona: “El huracán
que arrasaba su mente”.
Seguramente mi primera actitud, si hubiese hablado de esto hacía un tiempo atrás, habría sido
decir: ¡Que complicada!... Hubiese hablado a través del cinismo que usaba como arma de evasión
para apartarla de mi vida y alejarme de posibles problemas; pues como leí una vez: “Aquello que
desconocemos es generalmente lo que más miedo nos da”.
Decir que no sentía temor sería una afirmación muy hipócrita, pero para mí ya no se trataba de
temer o no, sino de enfrentarlo. Sofía era una princesa por fuera y un misterioso laberinto de miles de
pasadizos y rincones por dentro, hecho que me alentaba aún más para arriesgarme a conocerla y
sobre todo a comprenderla.
Después que desapareció de la red me quedé pensando sobre todo aquello y me preguntaba
cuáles serían las respuestas a todas esas incógnitas; y además, sobre como en mí, al igual que en ella,
habitaba una obscuridad llena de miserias ocultas.
Sin más, en la noche fresca de ese domingo de invierno y sumergido en mis pensamientos, caí
sin darme cuenta sumergí en el sueño.
104
Ella desnuda en la pantalla y yo con
mi teclado en la red social.
Lunes por la mañana sonó el despertador desde mi pieza, me enderecé del sofá con mi ropa
arrugada pero mi sonrisa estirada; extrañamente el sillón fue una gran cama, o al menos pareció serlo
porque mi cuerpo se sentía renovado. Conecté mi celular para recargar su batería; ya que se había
apagado en algún momento mientras yo planchaba la oreja. Encendí el equipo de audio y lo conecté
a mi PC donde guardaba toda la música que me gustaba; subí el volumen y le di play.
Brinqué a la ducha y bailé debajo del agua unas tres o cuatro canciones mientras intentaba
ineficazmente pero con mucha entrega entonarlas. Luego de terminar me envolví en la toalla y salí
tirando pasos al mejor estilo amateur hasta la cocina donde prepararía el desayuno. Tostadas con
dulce de leche mas café con leche caliente fueron la combinación perfecta para el desayuno
acompañado de música sonando a todo volumen.
El horóscopo anunció que la tercera luna de Júpiter estaría sincronizada con el tercer planeta de
la estrella más lejana de la vía láctea y que entre estos cuerpos engendrarían vibras positivas que
viajarían a través del universo aun más rápido que la velocidad de la luz; y justamente yo estaría
ubicado sobre coordenadas inter espaciales en las cuales las vibras me atravesaban y me llenaban de
energía.
Esa pudo haber sido la explicación más cuerda y acertada que pudría haber escuchado durante la
mañana si hubiese encendido la TV o leído el diario. La otra teoría, que resultaba mucho mas irreal,
me decía que toda esa efervescente energía que sentía podría provenir desde mi interior; lo cual
seguramente era imposible, una herejía total en una persona tan común. Pero como a esa altura ya
estaba un poco descarriado de la cordura del mundo decidí creer lo segundo; era un poco más
alocado.
Desayunando al son de la música comenzó a resonar una palabra en particular de toda la charla
que había tenido hacía horas con Sofía: Soledad.
Podría considerarme un hombre solitario ya que, aunque muchas veces lo disfrazaba, en mi vida
misma solo había espacio para mí y mis problemas. Trataba constantemente con otras personas; en el
trabajo, con la familia, con las amistades y en la calle misma… ¿Pero hasta que punto?
Pues como ya mencioné mi fuerza, la voz de mi corazón, mi integridad, mi valentía, mis ánimos
de curiosear para descubrir el mundo, mis ansias por animarme a tomar riesgos, mis impulsos de
seguir mis sueños, mis ideales de un mundo distinto y toda luz que pudiese brillar en mi interior
habían sido golpeadas una y otra vez en las diferentes circunstancias que había atravesado;
pisoteándoles y rasgándoles hasta quedar estropeadas.
Luego de volverme un cadáver de aquella persona que alguna vez fui, y atestarme de miserias
interiores comandadas por el temor, a esa masa de carne con vestigios de humanidad encerrada en la
alambrada de espinas del miedo; imperceptible a la vista pero que pinchaba una y otra vez en la
mente y el corazón; la oculté en un disfraz de superficialidad, una coraza que me volvía impenetrable
e inaccesible; y que reflejaba hacía afuera un disimulo de habitante vagamente apto y digno del
sistema.
Y ese fue el camino hacia mi soledad interior; el escondite donde dejé olvidado a mi “yo soñador
empedernido” que cuando lloraba por las noches era domado y callado a fuerza de diligencias
nocivas como las juntas cínicas y superficiales, el alcohol, las fiestas y el sexo vacio.
Era solitario, eso era una realidad, pero en este último tiempo había cambiado mi concepción de
soledad. Era diferente en el sentido en que ya no le escapaba a estar solo sino que estos espacios se
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volvían un templo de reflexión y auto comprensión; donde podía escarbar en mi interior y conectar
muchos puntos. Y sin darme cuenta me había hecho uno de los mejores regalos que podía hacerme a
mí mismo: El darme tiempo para conocer, enfrentar y comenzar de a poco a exorcizar mis demonios.
Como esa misma mañana en que me bastaba con tener un café caliente dándome los buenos días,
el sonido de la música regalándome su compañía y el recuerdo de una charla mas en que una mujer
extrañamente cautivante me había obsequiado la oportunidad de echar un vistazo en su interior; y a
su vez, también había podido expresarme con ella de la manera más honesta y auténtica. Todo eso
era propicio para ponerme a pensar, reflexionar y a través de todo ello transformarme.
Tenía unos veinte minutos todavía antes de partir y pensaba que todavía quedaba una charla
incompleta de la noche anterior. Sofía había desaparecido y no sabía porque; tal vez había pasado
algo o simplemente se había quedado dormida pero algo me decía que se había desconectado
voluntariamente al darle vergüenza de su propia confesión y miedo a represalias por contar su oculta
realidad.
Sin embargo decidí que era un error implantar prejuicios o sacar conclusiones subjetivas de mi
filosofía barata. Por lo cual solo tomé mi teléfono, lo encendí y sencillamente comencé a escribir una
nota:
Si me preguntas, la soledad no es un porqué, sino un para qué.
No es un espacio en el tiempo hecho por ti sino un tiempo en el espacio inventado para ti; donde
eres el ir y venir de tus extremos opuestos: entre tu odio y tu amor, entre tu miedo y tu valor, entre tu
locura y tu razón.
Existe el odio si te atrapa en tus tinieblas, si te asfixia en tus miserias, si te hunde en tus
destierros, si te quema en tus infiernos.
Existe el amor si te habla, si te enseña en la palabra, si te enfrenta en los rincones, si te acerca
a tus colores.
Pero no puedes odiarla o amarla, en todo caso puedes odiarte o amarte, porque es contigo con
quien estas en ese tiempo, es contigo con quien levantas las paredes de un templo.
Puedes ser la vida misma en una existencia muerta o la muerte misma en una existente vida,
depende siempre de como la abraces.
Soledad es él cuando está con él, es ella cuando esta con ella, somos nosotros cuando estamos
con nosotros, soy yo cuando estoy conmigo. Soledad eres tú cuando estas contigo.
Patéate o abrásate, tú decides…
Aquella nota la escribí en quince minutos; en los otros cinco lo transcribí en un mensaje, lo
envié a Sofía y debajo coloqué:
-“Espero que hayas descansado bien, que tengas un bello día”Luego tomé mis cosas, ordené todo y partí, el trabajo me esperaba.
En la oficina Sosa me esperaba, no lo dijo directamente pero pude notar que estuvo atento
durante toda la mañana persiguiéndome disimuladamente para ver que hacía y que no. Sin embargo,
estuvo allí para ver únicamente como volaba.
Apagué el teléfono apenas entré en la empresa para luego, una vez en mi oficina, depositarlo en
un cajón y así poder concentrarme pura y exclusivamente en el trabajo.
Una gran diferencia pudo notarse al medio día. ¿Por qué?: Pues me dispuse no solo a hacer el
trabajo rutinario de gerencia sino que subí un poco más de lo normal el volumen de la música con
que habitualmente trabajábamos, preparé el mate y me senté a trabajar a la par de mis compañeros
como un diseñador más. Al principio pensé que estaba un poco oxidado; a pesar que había pasado
relativamente poco tiempo había olvidado cómo usar algunas de las funciones de los programas. Pero
luego de la primera hora ya lo tenía bastante resuelto.
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Donde se notó la diferencia fue en el terreno de las ideas; la creatividad que suele ser difícil
encontrar esa mañana despertó en mi cabeza y me llevó a poder concretar en pocas horas proyectos
que llevaban estancados desde la anterior semana cuando mi concentración permanecía errante.
Risas, charlas, movimiento de hombros y puños apretados ante cada progreso; de a ratos hacía
una ronda de control para ver si alguien estaba retrasado, tenía dudas o necesitaba ayuda y volvía a
sentarme.
Después del almuerzo me encargué personalmente de la instalación del equipamiento que se
necesitaría para los nuevos empleados; que me avisaron de administración en dos días comenzarían a
trabajar. Planillas de rutina, revisión de listas de proyectos, administración de órdenes, análisis de
propuestas de diseño, aprobación de proyectos y finalmente el día terminó. A casa después de un día
lleno de resultados y avances; y lo mejor de todo: sin ningún contra tiempo.
El martes fue igual; motivación y actitud para la rutina, mente abierta para las ideas y la
creatividad, risas, mates y mucha energía acompañada de buena música y buen humor laboral; con
excepción de que, a diferencia con el día anterior, ya no vi a Sosa vigilándome sino ocupándose de lo
suyo.
El miércoles por la mañana inesperadamente recibí la visita de Miguel en mi oficina con una
noticia: Una de las empresas que nos había rechazado en nuestro improvisado viaje a la capital nos
había contactado el martes por la tarde.
¿Que buscaban?... Pues resultó que nuestro trabajo, con nuestro nuevo y para entonces mayor
cliente, había tenido repercusiones gigantescas; en sencillas palabras estábamos llenando sus
bolsillos de dinero con el plan de marketing y la propaganda que habíamos generado para ellos. Tal
información había llegado a manos de las demás corporaciones y por sí mismas habían tomado la
iniciativa de buscarnos para comenzar a trabajar con nosotros sin licitaciones ni competencia;
simplemente solicitando una reunión urgente para firmar un contrato de servicios que se efectuaría el
lunes siguiente.
Sosa, una vez enterado de la situación, inmediatamente había enviado a miguel a hablar conmigo
por una cuestión en específico: Saber si nuestra capacidad sería la suficiente para sobrellevar ambos
contratos.
“Increíble”… Esa fue mi primera reacción; fue muy reconfortante el saber que todo nuestro
trabajo nos abría las puertas a una oportunidad fantástica; pero totalmente desafiante porque a decir
verdad estábamos al límite y en caso de aceptar ya no necesitaríamos uno, dos o tres nuevos
empleados sino una reestructuración completa para el departamento creativo: Más espacio para más
personal y un nuevo sistema de administración y disposición de tareas. Y Miguel, por mandato de
Sosa, dejaba en mis manos la responsabilidad de decidir.
-Intente llamarte anoche- Dijo Miguel -Quería darte la noticia pero fue imposible
comunicarme… ¿Extraviaste tu teléfono?- Me preguntó después. Y recordé que mi teléfono llevaba
dos días apagado y guardado en un cajón de mi escritorio.
¿Cómo podría haber olvidado el teléfono?... Si durante mucho tiempo era totalmente
dependiente de él; era uno de los accesos rápidos a mi second-life en las redes sociales.
Pues durante el espacio de trabajo estuve bastante ocupado pero en casa, donde antes ocupaba
mi tiempo dándole mi tiempo a la digitalizada parte de mi vida y entreteniéndome para escapar del
vacío interior, había surgido una nueva faceta: Escribir.
Se despertó en mí un interés profundo por plasmar todos los pensamientos, las reflexiones y
comprensiones profundas de toda la etapa que atravesaba. No podía explicarlo pero en el momento
en que escribí por primera vez aquel pensamiento, que luego transmití por internet a la chica del
mostrador, sentí una conexión emocional enorme e incomprensible conmigo mismo. Fue una forma
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nueva de expresarme, a través de las palabras, que logró cautivarme por completo e hizo que me
volviese invisible y ajeno al mundo exterior; donde por el tiempo que durara la experiencia podía ser
yo en todas mis facetas sin importarme lo que sucediera a mí alrededor. Y es por eso que
sinceramente me olvidé por completo de mi esclavizante manía por usar el teléfono, porque durante
el lunes y el martes de esa semana, una vez liberado del trabajo, me senté a bosquejar por primera
vez este libro; sin saber aún que iba a terminar escribiéndolo, pues escribir no era más que una
expresión propia, mi testimonio, de todas las cosas que siempre me había guardado para mí, no de lo
que veía sino más bien de lo que sentía.
-Aquí lo tengo- Le contesté a Miguel mientras habría el cajón para retirar mi celular sin batería. Me lo olvidé aquí-.
Y él me miró con cara de sorpresa y sonrió mientras permanecía de pié frente a mí, entonces
dijo:
-Aquí te traigo una nota de la solicitud con todas las explicaciones que nos dieron sobre sus
intenciones, lo que hemos pensado como propuesta desde el departamento de ventas y
administración; estaría faltando tu parte que formaría la decisión final.
-¿Aportes?- Le pregunté mientras recibía el documento.
-Efectivamente- Contestó –Para estos asuntos se debe trabajar en conjunto entre todos los
dirigentes para formular un proyecto viableY después dijo: -Para el viaje que hicimos tomamos tu presencia como un apoyo en caso de
necesitarla… Pero al fin y al cabo no habríamos conseguido nada si no hubiese sido por tus
ocurrencias… Es por eso que esta vez haremos las cosas como corresponden-Perfecto- Le respondí con una sonrisa grande dibujada en el rostro.
-Voy a leerlo y haré lo posible por darte un aporte lo antes posibleEl asintió con la cabeza y dijo: -Esto es importante, es una oportunidad grande… No hagas lo
posible: haz lo imposible… Tienes hasta el final de la tarde-.
-¿No te parece muy poco tiempo?- Contesté.
Y acercándose a la puerta se giró un segundo, levanto sus brazos y agregó: -Si hubieses tenido el
teléfono contigo anoche sería diferente-.
Entonces se nos escapó una pequeña carcajada a ambos. Luego se fue.
Lo primero fue encargarle a Marcos que se hiciese cargo de controlar al grupo; responsabilidad
que siempre estaba gustosamente dispuesto a llevar adelante, y además, que hacía muy bien.
El poco tiempo resultaba un total desafío y necesitaría de todo el que tuviese disponible para
poder tener una respuesta significativa; la cual para mí era lograr percibir y ejecutar las medidas
necesarias para que el trabajo se hiciera de manera eficiente y efectiva, y a su vez, que no significara
una explotación esclavista del esfuerzo de las personas. De más está decir que por mi cabeza nunca
pasó decir no a firmar este nuevo contrato; era un desafío, un riesgo, una inversión, que desde que vi
entrar a Miguel ya estaba dispuesto a asumir; pues con todo lo sucedido ya había aprendido que
siendo positivo y yendo para adelante lo invisible podía hacerse visible, lo intangible tangible y lo
imposible verdaderamente posible.
En el documento figuraban los números financieros crecientes de la empresa, la eficiencia
desplegada en los últimos meses, la disponibilidad de capital para inversiones y proyecciones de
inversión del mercado. Un trabajo detalladamente desarrollado por los profesionales que trabajaban
en las demás áreas; aunque en ninguno de los puntos encontré desarrollado un planteo claro sobre
nuestra capacidad.
En ese momento se me ocurrió pensar en una frase muy simple pero repleta de sabiduría que
dice: “conócete a ti mismo” del filosofo Solón; que por supuesto conocí casualmente por una
publicación en las redes sociales, a decir verdad no se mucho del autor. Y se me ocurrió también
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pensar que esa frase no es un porqué sino un para qué, ya que nos refiere a saber dónde estamos
parados y cual puede llegar a ser nuestra máxima expresión; para luego iniciar la transformación
hacia adelante.
Bien, quienes éramos lo sabía muy bien; lo veía todos los días durante todas las horas en que
estaba allí junto a mis compañeros; y también conocía nuestro potencial, que era ilimitado, pero en
realidad limitado con nuestra manera actual de funcionar. Por lo cual la respuesta más acertada y mi
tarea fundamental para caminar hacia nuevos horizontes era transformarla.
Comencé el proyecto basándome en el plan que había hecho Marcos, el cual serviría como base
ya que integrando tecnología podríamos avanzar, pero lo primordial fue entender que lo necesario
para lograr nuestras metas eran las mentes humanas, nuestra fuerza, nuestra capacidad propia. Por lo
cual se me ocurrió un plan:
Necesitaríamos la contratación de seis personas, en vez de tres como estaba planeado, para
sumarse a las catorce, sin contarme a mí, que ya formaban parte del equipo creativo. Y entre ellas
distribuir las tareas equitativamente entre sub-equipos; los cuales tendrían tareas específicas teniendo
en cuenta la prioridad, el tamaño de la tarea y el tiempo, y además deberían vincularse
constantemente entre ellos para lograr un avance equilibrado y sustentable.
Necesitaríamos también la compra de nuevo equipamiento; una inter conexión del mismo a
través de un sistema de red; y por supuesto una ampliación de nuestra zona de trabajo que nos
permitiese trabajar cómodos y no tan amontonados. Y a todo esto sumarle un nuevo presupuesto
independiente para abastecer las necesidades del sector.
Ese fue mi plan; que me llevó absolutamente todo el día desarrollar lo más detalladamente
posible y argumentar de la manera más clara para demostrar la lógica de todo este proceso.
Al final del día, antes de irme, entregue todo impreso en una carpeta a Miguel; quién debería
hacerlo llegar a manos de Sosa. Imprimí una copia personal que repasaría en casa para defenderlo al
día siguiente; porque sabiendo cómo es la famosa visión empresarial: “maximizar ingresos,
minimizar costos”, sabía que muchos de mis argumentos serían discutidos.
Estaba todo dicho, y de mi parte me sentía súper entusiasmado. Sin embargo, una vez en casa,
cuando encendí el teléfono después de haber recargado su batería inevitablemente me distraje, pues
lo que encontré me apresó y me desencajó totalmente de esa responsabilidad.
Escuchar frases, leer un cuento, comentar un suceso, provocan siempre una reacción para quien
es testigo de las emociones que allí abundan. Y que profundamente grandes pueden ser las
emociones cuando lo que se atestigua es una confesión de un alma que llora por dentro, y que usa las
palabras para desahogarse de las sombras que asfixian su corazón. En un mensaje privado pude
encontrar tal cosa.
Luego del mensaje que había enviado a Sofía sobre la soledad ella me había contestado; aunque
de una manera que jamás habría imaginado que lo haría. Solo que yo, por estar en otra cosa, no había
leído.
-Gracias y mil veces gracias-.
-Tienes el don de hacerme sentir enorme en lo más profundo de mi alma cada vez que
hablamos-Y cada vez que leo lo que escribes mis ojos se llenan de lágrimas y que deseo salir corriendo
sin destino alguno-.
-Es como si expresaras sentimientos que para mí son imposibles de describir-.
-Gracias por todo eso-Por hacerme suspirar profundamente-.
-Que es mucho más para mí que cualquier cosa que alguien pueda regalarme-
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Ese fue el primer mensaje; que había escrito unas horas después de haber leído el mío. Pero no
terminaba allí, ya que ese mismo lunes por la noche había escrito nuevamente:
-Perdón por dejarte hablando solo hace unas noches-Me desconecté porque ya no podía seguir en mis cabales-Hay tormentos muy grandes dentro de mí que me cuestan contener, y sobre todo expresar-A veces me pregunto porque la vida quiere que aprenda de la manera dolorosa-Soy una persona enamorada del amor, el amor lo es todo para mí y he hecho mil locuras por
ese sentimiento-Locuras que después de un tiempo comprendí fueron errores terribles y se convirtieron en
arrepentimientos-Que me mantienen presa de mi misma, me paralizan y me amargan constantemente-Las heridas fueron tan profundas y las cicatrices tan grandes que me asusto y termino
escapando a todo por miedo a ser herida de nuevo-Y escapo también de mi misma, de todas mis sombras que me persiguen y me pinchan como
espinas en el corazón cada vez que estoy sola, haciendo locuras aún peores como fingir ser
alguien que no soy, juntarme con quien no debo o inventándome momentos con desconocidos,
todas locuras que me vacían mas y mas por dentro-Después de todo el infierno que pasé por haber amado tanto y sin medidas me convertí en una
mujer que le tiene terror al amor, que era tan sagrado para mí-Me siento descarriada, y en mi mente atraviesa por mil facetas de locuraY al final escribió:
-Y te pido perdón también por desahogarme así contigo-Eres la única persona con quien he podido hablar de mi honestamente, sin ser la que sonríe o
tiene gestos cariñosos todo el tiempo-Que no son más que vendajes que envuelven y ocultan mi maldito veneno-Espero que lo entiendas y no me juzgues-Eres una persona fantástica y te aprecio mucho a pesar de conocerte poco-Que descansesCreo haber leído y releído al menos tres veces de principio a fin esos mensajes y cada vez que lo
hice no pude evitar conmoverme y por completo sorprenderme con su forma de revelarme la
desnudez de su alma.
Sin embargo, lejos de juzgarla y entendiendo muchas de sus actitudes, tenía más dudas:
¿Errores? ¿Arrepentimientos? ¿Tormentos? ¿Facetas?... Sabía lo que Sofía sentía y que motivaba sus
actos, pero ridículamente no podía saciarme con lo que estaba escrito allí.
Dicen que detrás de la duda se esconde un deseo; pues mi deseo era saber cuáles habían sido los
hechos concretos que la habían arrastrado a su situación. Me atrapó por completo la idea y ya no
tenía retorno; tenía que saber… Tomé mi PC, la encendí y comencé a escribir; pudo haber sido una
idea indulgente y poco apropiada pero ante tan inesperada situación y ante tan irrenunciable deseo de
saciar mi duda la idea más próxima que se me ocurrió fue recurrir a ese hábito que venía practicando:
Escribir…
La tú... la tú que solo tú conoces...
La que habita entre tus sombras, la que adorna tus silencios, la que callas, la que escondes y
encubres. A ella, la que luchas contener pero entre miradas se refleja, que entre palabras se
escucha, la prohibida, la oscura, la imperfecta, la perversa, la absurda, la que no encaja.
Esa, la que grita dentro de ti, la que arde en tu interior, la que burla tu razón, la que no atiende
a la lógica, la que llora en las sombras, la que teme a los momentos, la que sufre en los rincones, la
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que empezaste a sentir una vez y luego comenzaste a ser, porque nunca más se fue. La alocada, la
apasionada emocional, la caprichosa empedernida, la atrevida rompe reglas, la incorrecta que no
entiende de razones.
La que es dama en la calle, la que es madre la casa, la que es hembra en la camal, la guerrera
en los días, la soñadora en las noches y mucho más… Esa tú, quiero que te animes a pararla una
noche frente a mí, solo para mí.
¿Porque?... Si alguna vez sucede sabrás.
Luego inicié sesión desde la PC y lo publiqué en mi muro.
Ya eran casi las doce de la noche. Comí, repasé un poco mi proyecto aunque con la mente
totalmente fuera de lugar, revisé mis mails, los demás mensajes y llamadas que había recibido y
seguí esperando mientras me entretenía navegando por las redes, escuchando música y de a ratos
rasgando mi guitarra.
Casi a la una de la madrugada del nuevo día ella escribió.
-Otra ves tú haciéndome quedar con una sonrisa de boba mirando la pantalla y con mil
sensaciones en el corazón-Otra vez yo queriendo saber de ti- Le contesté de inmediato.
-¿O sea que escribiste esa publicación para mí?- Me preguntó.
-Para ti y solo para ti- Escribí debajo siendo honesto pero arriesgándome a que me mandara al
demonio.
Entonces ella escribió:
-En todas esas palabras me encontré: la llorona, la cobarde, la gritona, caprichosa, absurda, la
dama, la madre, la hembra-Cada “titulo” por así decirle, es una parte de mi-¿De dónde sacas toda esa capacidad para leerme tan eficazmente?-También guerrera, soñadora y apasionada- Contesté.
-También, pero tal vez mas de unos que de otros-Pero al fin esas son tus facetas, las que mencionaste en el mensaje que me enviaste-La descarriada- Escribió ella.
-Yo diría una mujer completa- Respondí.
Entonces, debajo de mi última respuesta, agregó:
-¡Incompleta!, querrás decir-Te lo digo porque a veces creo que hay algo malo en mi, que dentro mío hay algo roto-Siento en mi interior un torbellino de miles de cosas que van y vienen-Como una tormenta desatada que no para de llover-Que por las noches, cuando nadie me ve, me deja sin poder dormir por tanto bullicio que
genera en mi cabezaElla no lo sabía, pero al leer lo que me escribía pude notar que estaba confiando, que se atrevía a
abrirse conmigo, y eso me hacía sonreír.
Entonces no quedó más que decirle cual era mi pensamiento más honesto al respecto; cosa que
hice a través de una reflexión que había escrito la noche anterior; como si de ante mano hubiese
sabido que esta conversación existiría, aunque lo ignorara:
-Escuché alguna vez que somos la perfecta unión de partes imperfectas- Escribí inicialmente.
-La fusión de muchas partes incompletas que nos componen y nos hacen un “uno completo”-.
-Y esta es la más fantástica combinación devenida en un ser, la más increíble y única creación-.
Y luego, antes de que pudiese contestar, continué:
-Eso que sientes se llama VIDA, significa que tus partes están ahí dándote vida desde tu interior111
-Pues tú, y yo, no somos solo lo que vemos en el espejo-Eres un cuerpo: respiras, bebes y sientes hambre, a veces cansancio y energía, frio y calor,
también cosquillas y otras veces dolor, y puedes estar tensa o relajada-¡Y así sabes que existes!-.
-Eres cinco sentidos: un oído que escucha, una boca que saborea, una piel que siente, unos ojos
que ven, una nariz que huele-.
-¡Y así percibes el mundo!-.
-Eres un alma: una conexión espiritual, un vínculo con lo que no ves, con lo que va mas allá de
lo físico, lo terrenal.
-¡Y así creas la fe!-.
-Eres una cabeza: que pregunta, que calcula, que aprende y entiende, una memoria que guarda
recuerdos y cuenta historias.
-¡Y así razonas!-.
Y por ultimo eres un corazón: un latido fuerte, una emoción, un y mil sentimientos, una y mil
pasiones, uno y mil impulsos.
-¡Y así sientes!-.
-Todo eso eres tú, completa, fantástica, única, la vida que abunda dentro tuyo que esta gritando
es lo que percibes y no un torbellino como creíste-.
-Todas nuestras facetas son reflejo de esta unión, que es nuestro diploma de seres humanos. Y
por supuesto podemos llegar a errar, a arrepentirnos de algo que hicimos, sentir dolor, llorar,
frustrarnos y asustarnos, así como todo lo bueno que también podemos hacer.-Si no cometiéramos errores ni fuésemos así seríamos rocasY por último escribí:
-En mi opinión no hay nada malo contigo, solo tienes dudas, inseguridades, miedos y tristezas
porque tus partes pelean y no están de acuerdo, están gritando, algo que todos enfrentamos al ser
caminantes de esta tierra-.
-Por eso creo que eres una mujer perfecta-.
-Depende de ti creerlo-.
Luego de eso dejé de escribir, pues ya me había expresado bastante sobre reflexiones que había
escrito para mí y no sabía si ella entendería o estaría en desacuerdo.
Estuvo unos segundos sin escribir una palabra, pero mientras escribía noté que leía cada línea
que le iba enviando, por lo cual supe que seguía del otro lado. Y antes que pudiese responder le hice
una pregunta:
-¿Si fuese mendigo me negarías un vaso de agua?-Por supuesto que no- Respondió al instante.
Entonces le hice otra:
-¿Si tus hijos tuviesen frío les negarías un abrigo?Y volvió a responder en un segundo:
-Jamás, prefiero pasar frío yo con tal de que ellos estén bienY otra más:
-¿Si ves una injusticia tú sangre hierve?-Exploto por dentro, a veces me mata la impotencia de no poder hacer nada- Respondió.
Y entonces dejé de escribirle; solo hice silencio y esperé. Unos segundos después ella le agregó:
-No entiendo el cuestionario-.
Y al instante respondí:
-Lo ves, no hubo dudas, no hubo miedo ni tristeza-
112
-Respondiste en un segundo sin dudar ni basilar, con seguridad y convencida de lo que estabas
respondiendo-En un segundo todas las tú, tus partes imperfectas, trabajaron juntas guiadas por el corazón-.
-Eso se llama armonía, que no es más que la unión de todas tus facetas para dar como resultado
lo mejor de ti que puedes ser-Un ser humano-.
-Luego de esa armonía, estoy seguro que sentiste paz-.
-Porque todo el bullicio interior se hizo plenitud-.
-¡Te detesto!- Escribió a continuación.
-¿Por qué?- Pregunté pensando que lo había arruinado todo.
-Porque esta vez no se llenaron mis ojos de lágrimas-Me hiciste derramarlas-Jamás me hubiese esperado lo que acabas de decirme-Escribo y borro, no sé qué decir-No me siento en paz, me siento magnífica-Y a pesar de que no puedas verme no paro de sonreírle a la pantalla como una niña bobaLo que Sofía no sabía era que éramos dos los que sonreíamos como niños bobos a una pantalla.
Me sentía verdaderamente bien de poder ayudarla y aunque no pudiese verla de alguna manera
imaginaba en mi mente su sonrisa; no la que había visto decenas de veces sino la otra, la real, la
impulsiva e indisimulable sonrisa que sale del alma, la misma que pude observar ese día del abrazo
que hizo temblar mis rodillas; esa inigualable expresión de felicidad y serenidad plasmada en su
rostro; una sonrisa que definitivamente para mi reflejaba la armonía del paraíso.
-¡Somos dos!- Escribí simplemente.
-El torbellino en mi cabeza soy yo, es la vida que abunda en mí-¿Como llegaste a tal reflexión?- Preguntó.
-Porque existe uno también en mí- Le respondí.
-Y cuando tú crees que estoy leyéndote en parte hablo de mi mismo-Somos dos personas diferentes, con vidas diferentes en lugares diferentes, pero ambos
coincidimos en que, a nuestra forma, hemos pasado por nuestros propios infiernos; hemos sido
testigos y víctimas de la crueldad que el mundo trae consigo, de nuestros propios errores, de los
tropiezos, los arrepentimientos, la frustración, la tristeza y el miedo-.
-Pero por si quieres saberlo, la única forma que encontré, y aún sigo encontrando, de realmente
superarme y animarme a seguir es hacerle frente al torbellino-.
Entonces dijo:
-Tal vez no somos tan distintos entonces, por eso nos entendemos-Y tal vez por eso me resulta fácil hablar contigo-Pero a diferencia de ti mi problema es que no encuentro el valor-Me siento totalmente cobarde-¿Podría preguntarte algo?- Escribí luego.
-Sí, dime- Contestó.
Esperé unos segundos, respiré; pues sabía que esa pregunta podría llegar a alejarla; y entonces le
pregunté:
-Mencionaste que eras una mujer que había cometido graves errores-¿Podría preguntarte a que te referías?-
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Pasaron unos segundos hasta recibir su respuesta, la verdad estaba un poco impaciente y tenía la
incertidumbre de que ella pudiese elegir escaparse como ya lo había hecho. Pero no lo hizo, solo
arrojó una respuesta muy corta pero totalmente contundente que me hizo quedar atónito; porqué
aunque en algún punto lo sospechaba nunca me hubiese imaginado que se animaría a decírmelo tan
abiertamente. Ella dijo:
-“Me enamoré”Sinceramente ahora era yo quien había recibido una respuesta inesperada y por primera vez no
se me ocurría que contestarle; no sabía que decir. Había sido muy ocurrente, honesto, razonable y
comprensivo al hablar de cualquier tema que compartiésemos, pero esta vez ella me decía que su
error más grave había sido enamorarse; y no significaba que no entendiera sobre el tema sino que no
podía atar cabos que me llevasen a una respuesta acorde a la situación. Ya estaba poniéndome un
poco nervioso por no poder decirle nada, sin embargo ella se adelantó y siguió escribiendo; como
entendiendo mi silencio:
-Con 17 años me enamoré de un hombre, el hombre que me hizo mujer y terminó convirtiendo a
una niña en madre-.
-Ese fue mi primer error, un error de niña-.
-Pero al final terminó no siéndolo porque de ese error nació mi primer hijo, uno de los amores
de mi vida-.
-El peor ocurrió después-.
-El que no puedo perdonarme-.
-Siendo madre, amando a mi hijo y teniendo problemas con su padre en nuestra relación, por mi
ignorancia caí nuevamente y volví a enamorarme pero de otro hombre-El fue en un principio un soporte, alguien que apareció de repente en mi vida y en quien pude
apoyarme para seguir adelante-Pero luego se volvió imprescindible, me hizo sentir sensaciones que jamás había sentido y
terminé por enamorarme muy profundamente de él, por quien perdí completamente los estribos-Se volvió mi mundo y lo dejé todo para estar con él-Inclusive a mi hijo quien fue apartado de mi lado por su padre, sin que yo lo impidiese-El me dio dos hijos más, mis otros dos amores eternos-Pero también me regaló un infierno-.
Se detuvo unos momentos pero podía notar que seguía escribiendo. Yo estaba cautivado y
totalmente desprendido del mundo; que me importaba un bledo en ese momento, solo quería estar lo
más atento posible. Entonces ella continuó:
-Me entregué tan completamente que me olvidé de quien era-Para ser quien él quería que fuese-Aunque mi esfuerzo, por más intenso y sacrificado que fuera, nunca le alcanzaba-El tenía sonrisas y buenos gestos para todos, todos lo apreciaban-Pero para mí tenía siempre mil reclamos, su mal humor, sus gritos, sus excusas, sus celos, sus
molestias y su rabia-Y sin embargo era yo quien más lo apreciaba, quien más lo necesitaba y quien más lo amaba-.
-Dejé de hablar con mis padres, con mis amigos, con todo el mundo; me aparté de mi hijo y me
olvidé dejé de lado mis pensamientos y sueños para elegirlo a él-.
-Quería ser todo lo que él esperaba de mí, pero tampoco alcanzó-La violencia verbal con el tiempo se transformó en violencia física-Y cada vez que me gritaba y me golpeaba, pensaba que era yo quien estaba mal114
-Me fue infiel más de una vez con varias mujeres, y yo lo perdonaba cada vez que el me
explicaba que lo hacía por mi culpa-Porque yo no cumplía mis roles de mujer-No solo lo perdonaba sino que también comencé a permitir que en el cuarto me hiciera cosas
en contra de mi voluntad-Estuve ciega por amor, por el amor inmenso que le tenía-Y eso me destruyó-El hombre por el cual lo di todo me lastimó de una y mil maneras, y me hizo creer merecedora
de todo ese dolor-Y luego de pasar por todo eso ya no volví a ser la misma-Ya no pude sonreír igual, no pude confiar igual, no pude querer igual, y ya no me animo a
sentir igual porque me da pánico hacerloSi antes no tenía palabras de apoyo, después de leer todo eso mi cabeza era una roca. Y en el
silencio atravesé por varias sensaciones:
Primero entendimiento… Pues pude conectar todo: su forma de actuar, de escaparse, que no
querer comprometerse, su disfraz de princesa.. Todo.
Y como no hacerlo; su mayor creencia se había transformado en su peor veneno, su tan anhelado
cielo se convirtió en infierno, su ángel en un demonio; y su inocencia, su esfuerzo, todo su sacrificio,
fue pagada con manipulación, insultos, golpes y excesos, para no decir violaciones.
En segundo lugar ignorante… A veces era tan capaz de cegarme egoístamente con mis
problemas cotidianos y mi subjetividad que lo que intentaba analizar con la mirada para comprender
a las personas no era su realidad; sino la que yo inventaba para ignorantemente darme explicaciones
y tapar huecos mentales que hicieran mi existencia más fácil.
Y en tercero, tal vez lo más influyente, sentí dolor… Era una combinación de tristeza,
impotencia y bronca que se transformaban en un dolor punzante en el pecho..
Me frustraba un poco no poder hacer mucho en el momento, y más que no pudiese escribir ni
una sola palabra. Sinceramente era la primera vez en mucho tiempo en que no me animaba a decir
nada, estaba inseguro de lo que pudiese pasar si decía algo que no debía.
¿Decir algo en contra de él?... Sería alimentar un ciclo de violencia y odio; ella no necesitaba
eso.
¿Decirle que la entendía?... Podía comprender sus razones y su forma de ser pero no su dolor ni
su miedo porque no lo había vivido en carne propia; hubiese sido absurdo.
¿Decirle que debía hacer?... Eso si hubiese sido para mí lo más estúpido; el insolente y mediocre
intento de decirle a las personas como arreglar sus vidas cuando ni siquiera podía arreglar mis
asuntos.
Decidí simplemente decirle lo que me surgía desde lo más profundo, por eso pude las manos en
el teclado y escribí una única palabra, la cual era mi primera y más honesta reacción luego de todo lo
que había escuchado. Luego se la envié:
-¡Gracias!-¿Por qué gracias?- Pregunto al instante.
-¡Por confiar!- Respondí.
Le di las gracias de verdad porque todo lo que me contó significó para mí un rayo de luz y
esperanza entre toda esta enfermiza y demencial realidad que llamamos sociedad moderna; donde es
más fácil besar una boca desconocida o desnudar un cuerpo ajeno en una noche de delirio e irse por
la mañana sin pena ni gloria, que tomarse unos segundos para abrirse y confiar en las personas.
No podía pretender más nada de ella, no podía pedirle más, solo ser agradecido.
115
Mientras tanto ella respondió:
-Gracias a ti-Una vez más-Es mucho lo que has logrado conmigo-Y gracias también por no juzgarmeEntonces, para hacerla sentir mejor se me ocurrió decirle:
-Al final no eras tan cobarde como creías-Te animaste a confiar, no es todo pero es un gran paso-Por eso te digo que has logrado mucho- Contestó.
-Pero me falta mucho por aprender todavía-Por ejemplo para lograr que no duela tanto-Y dejar de sentirme tan cobarde-Porque también me pasa que vivo escapándole a todo-Me da miedo sentir, querer, amar, confiar, extrañar, depender; y me invento mil motivos para
no hacer algo que en realidad quiero para no pasar por el riesgo de cometer errores o ser
herida nuevamente-Y me refugio en muchos venenos, por así decirle-Para no pasarla tan mal y no sentirme tan insignificanteY ¿Qué hacer?... ¿Cómo continuar?... Mi mayor deseo era hacerla sentir bien; y conociendo mis
limitaciones del momento, es decir que mi forma de comunicarme fuese a través de un teclado y una
pantalla, sabía que la palabra era mi única expresión posible para comunicarme.
Por su parte, Sofía no solo no se había escapado ni había sido un disfraz, sino que había
desnudado su obscuridad para mí. Me sentía como Sherlock Holmes; pues había debelado un
misterio increíble, había al fin llegado al centro del laberinto, a encajar la pieza primordial del
rompecabezas; y lo había hecho siendo yo mismo, sin inventarme excusas, sin decir mentiras y
animándome a tomar el riesgo más grande que había debido enfrentar: mostrarle a ella mi interior,
hablarle de mis sentimientos, mis pensamientos, mis contradicciones, de mis errores y mis sombras.
Demás decir que mi curiosidad hacia su misterioso transitar se había extinguido.
Y sentí, aunque fuese por un chat en una red social y entendiendo lo difícil que era para mí, que
era hora de decirle una verdad muy importante.
-¿Puedo confesarte algo?- Escribí.
-¡Por supuesto!- Respondió.
Entonces comencé a escribir nuevamente…
116
Los hombres no lloran… O al menos no lo publican.
En mi caso en particular, y es que solo puedo dar testimonio de mi mismo porque no sé si en
realidad funcione de la misma manera para el resto de las personas, siempre me resultó difícil
expresarme abiertamente sobre mí mismo. Tal vez no porque no entendiera sobre mis propios
sentimientos e impulsos ni tampoco porque no encontrase las palabras para expresarlos, sino por un
simple hecho; que puede sonar absurdo viéndolo desde fuera pero que para toda persona, sobre todo
para el sexo masculino, es una completa dogma social que afecta directamente en el comportamiento.
Ese hecho que alguien, alguna vez, desde muy pequeños nos inculcó y que se arraigó muy
profundamente: El de decir que “Los hombres no lloran”.
Hablar del interior, expresar sentimiento y hasta llorar son comportamientos inaceptables para el
rígido y rudo código de macho que muy sutilmente me enseñaron a respetar, y también difundir, a
través de cientos de sucesos. Algo que es muy difícil de entender y hasta pueda llegar a sonar como
una tontería; que nadie te enseña de frente sino que se capta en el espacio subliminal del aprendizaje.
Tal cual como el hecho de que por ejemplo una mujer deba suprimir a un secreto confidencial con
ella misma su deseo sexual y el impulso de sentirse atraída por alguno o algunos para no ser vista, a
los ojos de la sociedad, como una cualquiera.
Pero bien… Al estar frente a la pantalla siendo parte de ese momento emotivo y fantástico con
Sofía, sentí un impulso de romper con ese código y dejar de ser lo que se esperaba de mí para ser
simplemente yo mismo por un momento, porque esta vez entendía de lo que Sofía hablaba.
Nunca lo había pensado, o al menos no en profundidad hasta ese momento, pero creo que llega
un momento en que todos necesitamos tomarnos un suspiro de la vida cotidiana y el mundo exterior;
como un suspiro de tiempo para nosotros mismos; y ser capaces de mirar hacia atrás para poder
navegar por nuestros recuerdos. Y me refiero a ese pasado que ha sido escrito por nosotros mismos
con tinta que no se puede borrar en las páginas de nuestro libro de vida, nuestra memoria. Ese pasado
lleno de relatos buenos y malos, de cuentos cortos y largos.
Con el único fin de descubrir, más allá de no querer reconocerlo porque puede generarnos dolor,
que la mayoría de las veces nuestro mayor problema u obstáculo hemos sido nosotros mismos.
Pero al hacerlo cometemos un error, porque pareciera como si prefiriéramos rescatar y recordar
nuestras historias más tristes, las que remarcan nuestros errores, nuestros problemas, el daño que
generaron las situaciones y todo lo malo que atravesamos por su culpa; pero no para aprender y
hacerlo mejor en el futuro sino para auto justificarnos y rendirnos antes de intentar de nuevo.
Nos damos cuenta que hubo cosas que no vimos, que no supimos manejar y no pudimos
controlar. Y por ello comenzamos a castigarnos, a ser nuestros peores críticos y a reprocharnos una y
otra vez por todas esas amargas vivencias. Comenzamos a sentirnos insignificantes y dejamos de
creer en nosotros mismos, a creernos inapropiados, innecesarios, incorrectos, inexactos, imperfectos,
imprudentes y estúpidos. Justo antes de que nuestros ojos se cristalicen por la nostalgia que genera
recordar tantos sueños perdidos.
Y de todo eso generamos una filosofía tercamente autodestructiva que afecta todas las decisiones
de nuestro futuro. Ya no volvemos a ser los mismos y se vuelve tan vacio nuestro pasar que nos
ocultamos detrás de una barrera de superficialidad que nos protege del mundo y esconde toda la
basura que cargamos; que de vez en cuando nos acedía, hace una carga pesada el pasar de nuestros
días y se aliviana con drogas quita penas como el cinismo irónico, la incredulidad, la negación, el
rechazo a hablar de estos temas o a comprometerse; y por si eso no alcanzase también están la
televisión, las redes sociales, el alcohol, las vinculaciones e inclusive el sexo sin amor de una noche.
117
Cosas que no son la salida pero son una solución rápida que nos mantienen entretenidos y nos sacan
momentáneamente de esos miseriosos momentos; la salidas fáciles que tomamos una y otra vez y
que en un momento se vuelven adictivas
La vida ya marchita de ganas y florecida de justificaciones para no tomar riesgos ni creer en
nada se vuelve una cotidianeidad donde todo es distracción, responsabilidad y obligación; y ya la
magia de la vida, los sueños, los anhelos, los deseos y las pasiones dejan de existir. Y como un
macho que respeta el código de macho, aprendo a sufrir mis penas en silencio y en soledad, para no
pasar vergüenza, ser juzgado o discriminado por nadie.
Sentí apuro por pensar que ella pudiera sentirse mal y desconectarse. Y Antes que ella
prosiguiese vi oportuno ser honesto y enviarle las líneas que había escrito:
-A mi forma, en mi tiempo y espacio he pasado por todo ello, por eso aunque sea de manera
diferente te entiendo; entiendo tus sentimientos y tu pasar porque en mi libro de vida también he
escrito miles de páginas que quisiese arrancar aunque no sea posible. Sin embargo he llegado a creer
que existe un punto en donde el universo en su misterioso andar actúa de manera sigilosa e
inesperada y genera un regaloY debajo agregué: -Una oportunidadDespués de enviarle este largo mensaje y antes de que pudiese recibir respuesta alguna seguí
escribiendo:
-Digo regalo porque es un momento único, un suceso inexplicablemente mágico que introduce
una aguja; una muy pequeña aguja que pincha en el lugar más inesperado y de golpe activa algo que
estuvo dormido durante mucho tiempo y que pensamos no existía-¿Qué será?- Preguntó a continuación
Y entonces rápidamente le respondí:
-¡Nuestro verdadero yo!-O al menos así me gusta decirle-Otras personas dicen nuestro corazón, nuestra alma, nuestra luz, nuestra voz interior, nuestra
esperanza-Inclusive mi jefe me dijo una vez “el león”- Siento miles de voces dentro de mí- Contesto ella.
-Pero en general todas me traen tormento, ninguna me da esperanza-.
- Es muy difícil de entender al principio- Respondí.
-Pero es necesario detenerse a escuchar su mensaje- Es una voz que te dice ¿Qué estás haciendo?... ¿Por qué te castigas así?... ¿Por qué no
luchas?... ¿Por qué estás viviendo de esta manera?... ¿Esto es lo que soñaste?... ¿Este eres tú?-Arremete con un sinfín de preguntas al principio, cuestionando tu existencia, y se vuelve una
punzada muy grande en el pecho que no te deja respirar-Y es tan fuerte e imposible de callar que la única opción es comenzar a darle respuestas, las
respuestas honestas y sinceras aunque estas sean tan duras-.
-Y cuando lo haces comienza un largo camino del que ya no puedes salirte-¿Cuál?- Preguntó.
-El de perdonarte- Respondí.
Y debajo ella escribió: -No sé si algún día podré perdonarme-
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Cuando recibí ese mensaje noté dos cosas: que estaba negada. Pero a la vez, por su “¿Cuál?”
también noté que estaba interesada.
Y no me detuve, simplemente seguí adelante:
-Por eso es el paso más difícil, el inicial, el que enciende la llama de comenzar a cambiar las
cosas, se trata de conocerte y aceptarte como eres con todas esas páginas ya escritas y comenzar a
preocuparte por tomar el riesgo de empezar a escribir de verdad las que permanecen en blanco de la
forma en que realmente lo deseas-Cuando lo entiendes toda tu vida anterior, y sobre todo los errores, se vuelven experiencia-Pero no para estancarte sino para hacerlo mejor ante cada desafío, ante cada riesgo que decidas
asumir-Y sobre todo de darte una oportunidad para volver a soñar, para apasionarte, para volver a creer
en ti misma y comenzar a quererte nuevamente-.
-Es la posibilidad de volver a avanzar, plenamente, sin rencores, sin miedos, sin veneno, poder
redescubrirte y visualizar tu propia luz, y de poder vivir de verdadCuando terminé de escribir todo esto se me dio extrañamente por releer lo que había escrito
mientras esperaba su contestación y sinceramente parecía como si todos esos mensajes los hubiese
escrito un predicador; no podía creer que yo, un sujeto tan común, me estuviese expresando de esa
forma.
Hice silencio unos momentos; pues quería saber si por lo menos había logrado esperanzarla un
poco, si mis palabras al menos significaron un motivo que airease su cabeza o si al menos mi
mensaje pudo llegar a ser una cuerda de la cual sujetarse para comenzar a pensar diferente. Y luego
de casi dos minutos de permanecer mirando la pantalla ella escribió:
-¿Pero como reconozco esa oportunidad? ¿Cómo saber escuchar?Entonces, siendo menos filósofo y más simplemente yo, le contesté:
-Eso no puedo contestártelo-Tal vez recomendarte estar atenta-Pero cuando pase lo sabrás-Como ocurrió conmigo-
Luego ella hizo la gran pregunta:
-¿Que te sucedió a ti?Y Simplemente después de leer lo arrojé; sin pensar en que pudiese pasar luego:
-Yo lo llamaría una increíble y mágica casualidad-Hace tiempo, una tarde de otoño en que sentía hambre y al salir del trabajo para comprar algo,
el lugar donde habitualmente compraba estaba cerrado, entonces comencé a caminar-A las tres cuadras encontré un lugar frente a la plaza principal de la ciudad, y al pasar por la
puerta pude ver una mujer-Era hermosa, tenía una sonrisa cautivante, unos ojos café de esos que te quitan el sueño, el
cabello recogido y una piel clara, vestía una sweater de lana a rayas horizontales blanco y violeta,
unos jeans y unas zapatillas negras-Se movía muy elegantemente por el mostrador repleto de artículos-Y me pareció gracioso como con una pícara actitud ofrecía caramelos en vez del cambio-Pero mientras esperaba en la fila noté algo-No era algo normal en las personas como una mueca o un rasgo-
119
-Puede sonar extraño pero existe una frase una frase que dice “los ojos no mienten porque al
verlos se puede ver el interior de una persona”-Observé en sus ojos, en su mirada que cruzó con los míos unos instantes que ella era más,
mucho más que lo que a simple vista se traslucía-Eran el reflejo de un suplicio que lloraba hacia adentro, un castigo silencioso que resonaba
fuerte en cada rincón, un dolor invisible que marcaba una historia oculta-Pero que resultaba para mí un acertijo, un laberinto de miles de pasadizos, un misterio
desgarrador-Pero cuando estuve frente a ella no pude conjugar un verbo, ni articular dos acciones, me quedé
congelado, pagué y me fui-Y ese fue mi despertar, el preguntarme porque ella me había llamado tanto la atención, no por
lo exterior sino por ese extraño momento en que llegué a notar un leve soplo de su interior-Comencé a preguntarme porque no había hecho nada, y porque siempre hacia nada, y porque
me sentía tan curioso-En fin, después de todo aquello las preguntas se abalanzaron y me asfixiaron, y aunque intente
no escuchar y negarlo en todo momento terminaba retornando y retornando al lugar sin darme una
explicación-Así comenzó, de una inesperada casualidad y un hecho insignificante el despertar de una voz
que en un momento decidí enfrentar-. Hice silencio unos momentos y después agregué:
-Básicamente mi oportunidad fuiste tú-El conocerte aquel día que pase por esa puertaY eso fue todo. Se lo dije sintiéndome un poco cobarde por no habérselo dicho de frente pero
desahogado al fin por haberlo confesado.
Ese fue tal vez fue uno de los riesgos más grandes que me atrevía a hacer con ella en la enredada
y confusa historia que compartíamos. No dije nada más, pues solo quedaba esperar, sabiendo que
entre nosotros se tornaría todo de otra forma; aunque sin saber si para bien o para mal; pero diferente
al fin.
En la pantalla solo quedó plasmado el “visto” que alertaba que había recibido mi mensaje, pero
no tuve respuesta instantánea. Pasó un santiamén, luego un instante, unos suspiros, unos momentos,
unos segundos, unos minutos de una abundante nada que me mantenía inquieto; inmóvil físicamente
pero muy activo mentalmente, deambulante en mi cabeza. Pensaba cual sería su reacción; tal vez un
resultado esperanzador o un silencio eterno entre ambos a partir de ese momento; pero a su vez
estaba convencido de que había hecho lo correcto y estaba dispuesto a aceptar cual fuere el destino
venidero.
Volví un momento a la realidad para darme cuenta de que eran casi las cuatro de la mañana, que
debía levantarme en unas horas y comenzar mi día; que además habría una propuesta que debería
defender y seguramente una discusión que afrontar.
Comencé a sentir los ojos pesados y el cuerpo entumecido por pasarme horas sentado en esa
misma posición. A continuación cerré mi cuenta en la red social, apague la computadora, me levanté
y me fui directamente a la cama. Luego me desvestí, dejé la copia de mi propuesta sobre la mesa de
luz junto al teléfono y me metí entre las sabanas.
Decidí no insistir, no escribirle más; imaginé que después de haberle dicho todo lo que le había
dicho tendría muchas cosas en que pensar y era necesario que tuviese su espacio; no todos los días
una personas te cuenta que indirectamente fuiste la clave para comenzar a cambiar su vida. Revisé
que el viejo despertador del abuelo estuviese programado a la hora correcta para despertarme con su
aturdidor ruido, apagué la luz y junté los ojos.
120
Pero justo antes de caer en el sueño profundo escuche un sonido, un timbre, era la notificación
de mensaje entrante del teléfono, luego hubo otra y otra. Al abrir los ojos vi en la obscuridad la luz
de su pantalla y lo tomé; era Sofía expresando su existencia, luego de casi 30 minutos de mi última
palabra, con una respuesta que todavía no conocía pero al menos rompía la barrera del silencio.
El primer mensaje decía:
-Perdón, no encontraba las palabrasY los demás que fueron llegando:
-Me cuesta creerlo-Pero me dejas atónita-Todavía te acuerdas de cómo vestía, y de que tenía el pelo atado y demás-También te acuerdas del día, de que era otoño y era por la tarde-Eso me emocionó mucho-Lo de la mirada jamás me lo habían dicho, pero me llegaste al alma, y si de verdad pudiste ver
todo eso en mi no te equivocaste en lo más mínimo, lo que me deja más aún boquiabierta-Me cuesta creer lo que piensas que yo causé en ti-Pero si lo que tu causas en miY al final escribió:
-Recordé lo que es llorar pero de felicidad-Gracias por tanto-Y más que todo por haber pasado por esa puerta-Y volver una y otra vez a pesar de mi locura13 mensajes, uno detrás del otro luego de 30 minutos de una controlada pero existente
incertidumbre.
13 mensajes del chat de la red social que al leerlos en mi celular me mostraron como con cuanta
facilidad se pueden encontrar pedazos de cielo en la tierra.
-Gracias a ti- Respondí de inmediato.
-Espero haber podido serte de ayudaA decir verdad fue una respuesta un poco boba, pero estaba emocionado y a la vez cansado; y en
ese momento no se me ocurrió nada más para decir. Me sentí en paz total, ese sentimiento tan
extraño que surge luego de momentos mágicos cuando todo tiene un desenlace satisfactorio. Pero
solo hasta ahí llegue a expresarlo, porque mientras esperaba una respuesta y pensaba que mas decir
los pestañeos comenzaron a convertirse en uniones frecuentes de los parpados y muy difíciles de
separar hasta que finalmente los junté y pesaron demasiado para volver a abrirlos; casi a las cinco de
la mañana me sumergí por completo en el sueño.
Lo próximo que sentí fue el timbre del despertador, pero lejos, como si sonara a decenas metros
de distancia; un sonido que poco a poco, con cada timbrazo, fue elevando su volumen y me fue
trayendo a la realidad.
Me quedé un momento observando la claridad de la habitación, extendí mi mano y lo apagué
para luego seguir buscando mi teléfono en la mesa de luz que no estaba ahí; estaba enredado entre las
sabanas porque lo tenía junto a mi cuando me dormí.
Cuando lo encontré ni me fije en la hora sino que fui directamente a revisar los mensajes
privados de mi cuenta en la red social; pero no había respuesta, solo mi último mensaje escrito al
final de esa inmensa conversación.
121
Habían pasado aproximadamente dos horas y media, como máximo tres, desde que había
perdido conciencia del mundo; sin embargo no me sentía cansado, más bien tranquilo y armonioso
en el silencio de la habitación que ese iluminaba con los tenues rayos de luz del día nublado del final
del invierno que entraban por la ventana.
Hice a un lado las sabanas y me enderecé notando la frescura del ambiente mientras escuchaba
el ruido de los vehículos de la calle y el sonido de la brisa invernal en los arboles. Luego me di una
ducha prolongada disfrutando de la cálida sensación que provocaba el agua tibia cayendo en mi
cabeza. Después de la ducha me vestí, fui a la cocina descalzo, preparé el desayuno; que esa vez no
fue con café y tostadas sino solamente con un mate amargo, especial para compartir conmigo mismo.
Ya mas enterado del día que vendría, tomé mis apuntes y me puse a repasar todo, a contemplar
cada idea que había plasmado en esos papeles e intentando pensar cómo y con que me encontraría,
pero dispuesto a enfrentarlo. Mi plan no era más que generar como siempre lo que ya había hecho
pero más grande: un ambiente de trabajo cómodo, cálido y motivador, donde se pudiese trabajar
gustoso y seguro, que a su vez fuera eficiente y que nos permitiera cumplir con todas nuestras tareas
y obtener de cada uno lo mejor.
Esa mañana no revise las noticias, ni siquiera encendí el radio, el televisor, o la PC; solo quería
disfrutar de la armoniosa sensación que el silencio del comedor generaba.
Para cuando se hizo la hora de partir ordené un poco, me vestí pero preferí no usar camisa
pantalón de vestir y zapatos, sino con una remera manga larga de ese color azul marino, que como ya
mencioné siempre fue mi preferido, debajo de un sweater de lana, un jean sencillo y mis llamativas
zapatillas coloradas. Luego me abrigué y me fui.
¡Listo para comenzar el día que aguardaba!
122
El “NO” del bolsillo necio.
¡Un rotundo “NO”!... Como ya me lo esperaba, fue la respuesta a mi propuesta de inversión. Fue
rechazada por Sosa y criticada con negativos comentarios de Yanina de contabilidad… A lo que
reaccioné con un rotundo “NO” en cuanto a la propuesta de aceptar firmar un contrato con este
nuevo cliente.
Lo que siguió fue una mañana un poco revuelta entre las idas y venidas de dirigir el
departamento creativo y las tres o cuatro visitas personales a mi oficina de Miguel, Yanina y Mario
para hacerme sus profesionales planteos sobre lo incorrecto de mi plan.
En los tres noté algo: “Dinero”… Esa era la base de todos sus fundamentos: ganar mucho dinero
incrementando las ventas y gastando lo menos posible. Lo noté cuando intentaron explicarme de una
y mil formas lo importante que era todo ese proceso; y además que explotando a las personas
haciéndoles dar todo y retribuyéndoles muy poco podría tener a fin de año un bono considerable.
Todos fueron escuchados sin ninguna interrupción; uno por uno de principio a fin con toda su
palabrería decorada e ímpetu de obtener beneficios, y al final, mi respuesta fue la misma: Si no se
aceptaba mí propuesta no sedería a dar una respuesta afirmativa para comenzar a prestar servicios a
esa gran corporación.
Escuché palabras como ignorante, necio, terco, autoritario y aprovechado; además de otras
palabras denigrantes que hacían alusión a mi comportamiento que no vale la pena mencionar. E
inclusive, de uno de ellos, la amenaza de dirigirse a Sosa para solicitar el cese de mi continuidad en
el cargo y en la empresa.
Sinceramente no me importaba en lo absoluto; no buscaba ser un héroe ni mucho menos recibir
algún reconocimiento; ni mucho menos buscar beneficios propios; tampoco ser conflictivo en esta
situación; quería simplemente ser justo, pues no podría alzarme en banderas y exigirle a Polansky
que se fuera de su empresa no sin antes entregar el poder a los trabajadores; al mejor estilo
revolucionario; pero si podía por una vez en la vida empujar no para el camino de la “legalidad” sino
para el sendero de lo correcto. Si eso significaba el final de mis días en ese puesto estaba dispuesto a
asumirlo.
La última visita que recibí antes de medio día fue la de Sosa, quien no apareció con un discurso
contundente y esmerado sino con un sencillo planteamiento que escupió asomando la cabeza por
marco de la puerta.
-Hace una semana querías renunciar- Me dijo de manera seria y apresurada –Fui yo quien te
pidió que te quedaras y confié en ti-.
Y mi cortés respuesta fue una sola: -Me pidió que no abandonase a estas personas… Eso estoy
haciendo-.
Luego de escucharme bajó la mirada y se fue cerrando la puerta de mala gana.
Al medio día comí solo con mis compañeros diseñadores pues los gerentes me ignoraron por
completo; las mismas personas que hacía poco me habían aplaudido y admirado ahora transitaban
por el lugar mostrándome su desprecio al no querer dirigirme la palabra, ni siquiera cruzar una
mirada.
Luego de comer Sosa convocó a una reunión a la cual no fui invitado; lo que me dio la pauta de
que mi futuro era seguro. Pero no lo tomé a malas, pues como ya mencioné, prefería perder a
fallarme; por más que esto significara quedarme sin trabajo, no poder pagar el alquiler, tal vez tener
que mudarme con mis padres, abandonar la profesión que tanto placer me generaba y salir a buscar
trabajo de nuevo.
Estaba nervioso y sentía un poco de incertidumbre, no voy a negarlo, pero si este sería mi último
día lo aprovecharía al máximo, sería un día lleno de gozo y regocijo por hacer lo que me apasionaba
123
y por compartir por última vez con las personas que le daban un gran sentido a mi vida: mis colegas.
Y aparte, entendí que este día sería único, porque tal vez sería la primera vez en mi vida en que no
abandonaría mi integridad; mi oportunidad de ser un buen tipo, pero de verdad. Y al otro día sería ya
un tipo pobre, pero nunca más un “pobre tipo”.
Esa tarde fue esplendida; a la 1:30 dejé mi teléfono en el cajón de la oficina y salí, me coloqué
en mi viejo escritorio y comencé desde allí a trabajar. Diseñé, dirigí, ayudé, aporté, compartí,
escuche muy buena música y sobre todo me reí de a montones; no pensé en nada más.
Al final del día cuando ya era hora de irse me tomé un momento para mirar uno por uno los
retratos que colgaban de las paredes, leyendo una por una las frases, sintiéndolas en lo más profundo
y recordando todo el camino que había transitado; que había comenzado mucho antes pero que desde
hacía poco tiempo se había vuelto mágico.
Sonriente pero escondiendo una pena que se convertiría en nostalgia en unos días me introduje a
la oficina a buscar mi abrigo y mi celular; los necesitaría al otro día para comenzar a buscar trabajo.
Ya con la luz de la habitación apagada me senté por última vez en silencio en el escritorio, apoyé
las manos y me despedí sabiendo que no abandonaba el lugar sino que estaba dejando atrás algo que
me hacía muy feliz.
En la obscuridad, y a punto de apagar por última vez la PC observé un último cuadro que había
olvidado leer, el único decoro que había en las paredes del lugar, el que decía “Se un León, ruge”.
Me levanté y me puse frente a el, leí la frase una y otra vez y comencé a pensar: ‹‹¿Qué es ser un
león?... Si todo lo que he hecho con el ímpetu de escuchar mi corazón me ha puesto en esta
posición... Ser justo y honesto me habrán dado enormes logros pero al final problemas›› Me dije.
Recordaba la charla con Polansky, quien me dijo que debía brillar, y me decía que tal vez sus
palabras solo fueron una estrategia más para hacerme trabajar duro y así llenarle los bolsillos. ‹‹¿Tal
vez fui ingenuo al creer en su palabra y lo doy todo mientras el disfruta del calor en una playa en las
Bahamas?›› Se me ocurrió pensar.
Y por primera vez se cruzó por mi mente deliberar que tal vez debía aflojar, someterme a la
realidad injusta y sacar provecho como pudiese. Pero inmediatamente el pensamiento siguiente fue
un rotundo NO a mí mismo, ya no daría vuelta atrás, seguiría firme.
Entonces Marcos se asomó por la puerta mientras yo permanecía congelado frente al cuadro y
rompiendo el silencio dijo:
-No sé como hiciste pero ese viejo cascarrabias te escuchó… Ni siquiera Sosa tiene ese
privilegioComentario que me hizo sonreír; y a su vez pensar que tal vez habría una última oportunidad, un
último manotazo de ahogado que pudiese amarrarme a la orilla.
-¿Nos vamos?- preguntó Marcos.
-Ya voy- Le contesté –Tengo que hacer una última cosa, no tardaréMe senté apurado en la silla y busqué en la PC el archivo donde estaba digitalizado mi proyecto,
abrí mi casilla de e-mail y lo adjunté a una frase que decía: “Nunca es tarde para hacer lo correcto,
Atte. El León”. Luego lo envié, cerré la casilla, apagué la PC y finalmente tomé mis cosas y me fui.
Me despedí de todos normalmente con una gran sonrisa; sin ánimos de que supieran que estaba
pasando y que tal vez sería la última vez que los saludaría; pero también con una pequeña pizca de
esperanza de que mi última jugada rindiese frutos y pudiese cambiar las cosas.
Salí y miré una última vez la fachada que por tres años me había recibido por la mañana.
Comencé a caminar despacio siguiendo rumbo fijo hacia la que por el momento era mi casa. A dos
cuadras el celular sonó y cuando lo revisé había unos mensajes, todos de Sofía:
-Me quedé re dormida anoche-No me ayudas en algo, me ayudas en todo-Estoy teniendo un día genial, me siento esplendida-Gracias a ti-Espero que tu día también lo sea124
Automáticamente me di la vuelta y cambié de dirección. Caminé a paso acelerado y me encontré
nuevamente pasando por la puerta donde ella esperaba. Apenas la vi me brillaron los ojos, estaba
como siempre detrás del mostrador pero esta vez con una sonrisa muy grande; que se hizo aún más
grande cuando me vio.
Me acerqué y le dije:
-La tú que solo tú conoces te animaste a pararla frente a míSe puso colorada; como la campera de lana que llevaba puesta; y comenzó a reír mientras le
brillaban las pupilas. Me apresuré y di la vuelta rodeando el mostrador e introduciéndome del otro
lado, ella se acercó y quedamos frente a frente, nos miramos y volví a hablar:
-No digas nada, por favorLuego la tomé entre mis brazos, pegué su cuerpo al mío y la apretujé en un gran abrazo.
Pudiendo decir muy poco y sencillamente actuando de nuevo como la última vez volví a formar parte
de un momento indescriptible; que no fue solo para encontrarnos entrelazados entre nuestros brazos
sino mas bien para tener su corazón junto al mío.
“Desvelados anduvimos; deambulando por paisajes, transitando los parajes y recorriendo las
heridas del misterio; descubriendo la verdad de la verdad en el ir y venir de una noche loca;
terminando en una tarde consecuente conectados, en un gesto entrelazado, dibujando una utopía”.
Esa fue mi humilde poesía; que no publiqué sino que guardé para mí; y que escribí esa misma
noche al llegar a casa. Pues después de ese abrazo, que desee no terminara nunca, recordé que ella
estaba trabajando y yo en un sitio del lugar en donde no debía estar.
Fue imposible una vez más disimular las sonrisas y las miradas antes de que me fuera. La saludé
con un beso en la mejilla después de soltarnos y le dije:
-Sucedió, te atreviste tú a pararte frente a mí… Ahora sabesY ella contestó: -Si hubiese sabido de esto antes lo habría hecho hace mucho tiempo-.
-Gracias nuevamente por confiar- Agregué.
-Gracias a ti por pasar una vez más por esa puerta- Respondió
Reímos unos momentos; a ella no le importaba si debía hacer algo más; a mí ni se me cruzaba
por la cabeza pensar que tal vez ya estaba desempleado; era un momento ideal en que nos teníamos a
ambos y con eso el mundo importaba un bledo, una vez mas.
-Quien nos vea abrazarnos de esta manera diría que somos dos locos- Dijo luego Sofía.
-Pues seamos locos- Le contesté- De esos locos irreversibles-Entonces quiero ser una loca irreversible para siempre- Respondió entre risas.
Después le pregunté sobre su día; que según ella fue un día lleno de energía y alegría; me
aseguró que hacía tiempo no se sentía tan fantástica. Luego de eso me fui; sin darme cuenta que esa
fue la única vez que estuve allí y salí sin comprar nada, pues en ese entrar y salir encontré algo que
no tenía precio pero era lo que más valor tenía en todo ese lugar.
Pero de lo que si me di cuenta es que esa fue la primera vez en que me retiré sintiendo que algo
me había faltado hacer; que todo ese momento, aunque maravilloso, había quedado incompleto.
En casa, desprendido de mis preocupaciones, escribí esas líneas y luego me retiré a dormir.
Despertar al otro día fue algo distinto.
Sabiendo que me esperaba una realidad que debería enfrentar los pensamientos me acompañaron
durante el abrir los ojos entre las sabanas, la ducha, el desayuno y el viaje de ida a la empresa; donde
me aguardaba un posible telegrama de despidos que me entregaría el guardia de seguridad o un casi
inimaginable milagro.
Fui imaginando durante toda esa caminata los rostros de las personas que me viesen, pensando
cuales serían sus reacciones; si mis compañeros se quejarían o con el tiempo solo lo tomarían como
125
algo pasajero que les generó un poco de sorpresa; como me verían los demás gerentes, si es que por
lo menos tuviesen la actitud de salir a despedirse; mis padres, mis amigos, todo el mundo. Pero más
importante aun como me vería yo mismo; me preguntaba si el tiempo me daría la razón o me
demostraría que había cometido un gran error.
Entré por la puerta, limpié mis zapatillas manchadas de barro en el tapete de entrada y miré
hacia la recepción, visualicé que sobre el mostrador no había ningún papel o documento y Ernesto,
que había entrado unos minutos antes que yo, yacía lo más tranquilo en su silla un poco distraído y
somnoliento; actitud que me extrañó ya que en general es él quien entrega los telegramas a los
despedidos. Al verme entrar me saludó, desvió la mirada y simplemente siguió en sus asuntos; luego
pensé que tal vez Sosa o alguno de los demás gerentes quería darse el gusto de entregarme
personalmente el documento de mi despido para sacarse las ganas de ver mi cara en el momento.
Entré a mi oficina y me puse a esperar; tal vez alguien entraría por esa puerta y me daría la noticia o
tal vez me convocarían a una reunión para informármelo. Sin embargo, nada de eso ocurrió.
A las nueve en punto comenzó el día normalmente, como si nada hubiese ocurrido, sin embargo
permanecí atento a lo que pudiese pasar; lo cual me mantuvo durante toda la mañana un poco
distraído de mis responsabilidades.
Al medio día me extrañó no ver a ningún gerente en el comedor, estaban todos desaparecidos, y
cuando pregunté a una de las personas de administración me informó que Miguel y todos los
gerentes habían estado en reunión toda la mañana por pedido de Sosa; una reunión de la cual no
participaba.
Luego del almuerzo, camino a la oficina, recordé que había enviado un e-mail la tarde anterior
antes de salir. Me apuré a llegar a la computadora para ver si había alguna respuesta pero encontré la
casilla de mensajes recibidos vacía; cargaba conmigo una gran incertidumbre por el hecho de no
entender porque seguía ahí a la espera de un resultado. Transcurría la tarde y las preguntas
comenzaban a agolparse en mi cabeza; al igual que las suposiciones.
Una hora antes de salir Miguel se acercó al departamento creativo donde estábamos trabajando a
toda marcha y me pidió que me dirigiera a la sala de conferencias de manera cordial; si bien no habló
mucho y casi ni me miró pude notar un tono tranquilo y atento en su manera de hablar; sin embargo
seguía sin encontrar explicación a todo aquel comportamiento. Avisé sobre mi ausencia y dejé a
Marcos como siempre de encargado, luego me dirigí a la reunión donde esperaba encontrar
respuestas; sin importar que fueran buenas o malas, me importaba que fueran definitivas.
Al pasar por esa puerta advertí que todos permanecían sentados y en silencio, que Sosa se
encontraba sentado en el sillón central de la mesa con una carpeta llena de documentos que leía
mientras yo me acercaba. Al sentarme comenzó a hablar.
-Gracias a todos por venir- Comenzó diciendo.
-E analizado detalladamente cada una de sus propuestas y e informado al Sr. Polansky sobre el
asunto… Quien primeramente me dijo que me encargara de todo pero extrañamente hoy por la
mañana me solicitó lo informara al respecto- Agregó mientras alejaba la mirada de los documentos y
enfocaba sus ojos e mí; como evidenciando a través de una indirecta que estaba enterado de mi
atrevimiento.
-Para ponernos al tanto me parece correcto el mencionar que hemos estado debatiendo y
escuchando muy atentamente sobre un problema surgido de la negación del gerente creativo a
aceptar la firma de un contrato a menos de que se hiciese posible la contratación de más personal,
una modernización aún mayor de la que ya se ha hecho en el equipamiento y un nuevo sistema
interconectado… E escuchado también otras propuestas de inversión en nuevos mercados y
particularmente me extrañó que se me convocara a una reunión el día de ayer y hoy por la mañana
solo para escuchar quejas sobre uno de nuestros empleados- Es decir sobre mí.
Se quedó callado unos momentos mientras recorría con su mirada cada uno de los rostros de las
personas allí presentes, inclusive la mía. Luego volvió a ojear sus documentos y continuó:
-Creo que no estamos entendiendo parte de nuestras funciones- Dijo.
126
-Creo que nos estamos equivocando con nuestras actitudes- Agregó después con un tono más
elevado.
-Y creo que me he equivocado con cada uno de ustedes y debería despedirlos a todos- Adicionó
al final.
Luego, mientras todos permanecíamos en silencio, se quitó sus gafas, acomodó un poco el nudo
de su corbata, se inclinó hacia atrás de su silla y continuó:
-¿A que les suena la palabra “gerente”?- Preguntó irónicamente mirándonos a los ojos, después
prosiguió diciendo:
-Antes de que alguien quiera responder voy a decirles yo lo que es un gerente; que al fin y al
cabo es la única definición que cuenta porque yo soy quien está a cargo de todos- Entonces dijo: -Un
líder- y se quedó en silencio un momento.
-Ahora deberían preguntarme… ¿Señor Sosa que es un líder?... Porque creo que ninguno de
ustedes está enterado- Prosiguió.
Quedamos absolutamente todos los presentes boquiabiertos y mirándolo fijamente; a mi
particularmente me hizo recordar a cuando mi padre nos reprendía a mis hermanos y a mí por no
saber compartir o por acusarnos y echarnos la culpa entre nosotros ante una pelea; pues en esa
ocasión Sosa hacía las labores de padre que educa a sus inocentes hijos.
Se levantó de la silla y apoyó las manos sobre la mesa, entonces exclamó:
-O mejor debería preguntar… ¿Qué no es un líder?- Hizo silencio nuevamente, recorrió cada
mirada y continuó:
-Su tarea no es estar acusándose; su tarea no es estar ignorándose; su tarea no es estar peleando;
su tarea no es complotarse para atentar contra el trabajo de nadie; su tarea no es convocar una
reunión para hablar mal de un compañero de trabajo… Un líder no es quien ustedes han sido estos
últimos dos días. No me interesa saber quien aquí tiene un titulo y quien no; los felicito si han podido
estudiar en las mejores universidades y se han graduado con grandes honores pero aquí no estamos
en un aula con un pizarrón, no se puede borrar y volver a escribir, no se puede ir a un
recuperatorio… Esto es el mundo real y aquí importan las acciones; la capacidad de resolver
problemas, de ordenar un grupo y dirigirlo en una misma dirección obteniendo lo mejor de ellos,
hacerlos crecer y crecer con ellos… Y para eso es necesario el ingenio, la paciencia, la buena
comunicación, el trabajo conjunto, la responsabilidad, como así también la puntualidad, la
honestidad, y el compromiso… Cosas que no se enseñan en manuales ni tampoco figuran en un
títuloLuego de ese discurso de tono elevado respiró profundo y volvió a sentarse; pero no se detuvo y
a continuación agregó:
-Un gerente es el primero de su sector y eso no es un privilegio es una responsabilidad. Ser el
primero significa ser el ejemplo para los demás; no es tener la suerte de estar en una oficina llenando
planillas y jactándose de tener un diploma colgado en la pared o un buen sueldo a fin de mes. Su
responsabilidad numero uno es ser líderes y que las personas que tengan a cargo los vean como talesRespiró más desahogado y con un tono más formal continuó:
-En más de treinta años de experiencia jamás había visto actitudes como estas… Mis gerentes
acusándose entre sí, pretendiendo ser más que los otros, incentivando al desorden, amenazando con
renunciar y hasta parloteando con los demás para estimular el conflicto y la huelga… Les di la
oportunidad de trabajar juntos y que aprendieran como gestionarse a sí mismos trabajando en
equipo… Terminaron pretendiendo una parte de la torta para beneficio propio; como buitres-.
Nadie decía absolutamente nada, todos permanecíamos en silencio cabizbajos, tal cual como
niños arrepentidos de lo que habían hecho. Curiosamente me resultó una situación un poco graciosa;
por el hecho del recuerdo de mi niñez; pero a la vez tranquilizante por darme cuenta que en realidad
no peligraba tanto mi empleo como mi cabeza pensaba; y por fin un espacio para comenzar a
reflexionar.
127
En este caso, al igual que cuando era pequeño, necesité las palabras de quien consideraba una
autoridad para lograr hacer una autocritica; era verdad en muchos sentidos lo que planteaba el
gerente general porque si bien mi motivación nunca había sido el dinero mi manera de manejarme en
el asunto si fue errónea. En primer lugar fui incapaz de comunicarme con los demás y mucho menos
fui capaz de darme el tiempo de hacerles ver lo correcto y honesto de mi postura; al ver su necedad
simplemente les había pagado con la misma moneda siendo necio e inflexible, avivando
indirectamente los problemas; más allá de mis intenciones mi actitud no había sido la mejor.
Además me victimicé inmediatamente y a pesar de intentar enfocarme en el trabajo mi mente de
victima me jugó una mala pasada; como tantas veces me había ocurrido.
Fui prejuicioso, orgulloso y necio malinterpretando intenciones; sobre todo la de Sosa a quien
traté con pedantería y desprecio cuando se acercó a mi oficina para hacerme una simple pregunta y
tal vez intentar razonar. Una vez más me había encerrado en mí mismo y había imaginado un mundo
alterno en el que mi futuro y todo lo que vendría sería nefasto. Me demostré a mi mismo que no se
trata solamente de tener buenas intenciones y sentimientos honestos sino de saber transmitirlos de la
mejor manera posible siendo paciente y tomándome el tiempo para encontrar la mejor forma de
demostrarles a los demás el valor de mis ideas y pensamientos. Rompí la cadena de mandos pasando
por encima de la autoridad de Sosa a quien ignorantemente tomé como un enemigo, una gran falta de
respeto hacia su persona. Y así como estos cometí muchos errores que tal vez no observaba sobre mí
mismo; pequeñas gotas de agua que fueron colmando el vaso. En mi subjetiva y mediocre sabiduría
estaba siendo ignorante una vez más y entendí vez más que me faltaba mucho por aprender.
Me intrigaba también saber quién era el que había amenazado con hacer huelga; en mi caso no
había llegado particularmente a ese razonamiento pues si algo no quería era verme como un
revoltoso e incitador a la violencia.
Pues ser violento es transitar por un camino demencial, es abandonar nuestra humanidad y
volvernos bestias; torpes poseídos por el odio y el rencor que arrasan con toda lógica a su paso en la
ignorante persecución de un lógico ideal; haciendo el mal en nombre del bien, haciendo la guerra en
nombre de la paz, generando muerte en pos de la vida. Brutos violentos, presas de un impulso
impetuoso, victimas al fin de operadores expertos que aprovechan ese envión en beneficio propio.
Ignorar el conocimiento me hacía sumiso, confrontarlo de alguna manera había aportado a que
fuese violento. No se trataba de golpes o insultos, se trataba de acciones como la terquedad y el
desprestigio que escondían un mensaje violento; que avivaban una violencia invisible en los demás.
Esa era mi reflexión, no para abandonar mis ideales, no para volver a ser sumiso, sino para
aprender y cambiar las formas de comunicarme, de transmitir y recibir.
A todo esto, que sucedía en mi cabeza, en el mundo exterior la reunión continuaba. Sosa con su
discurso buscaba hacernos ver como a niños chicos nuestros errores; la suma innumerable de faltas
que estábamos cometiendo. El que fuese capaz de verlo me hacia darme cuenta de su sabiduría y el
porqué ocupaba ese cargo; visión que me hacía tenerle mucho más respeto.
Luego de ese discurso, de las aprensiones y su llamado a recapacitar abrió su carpeta; la que
ojeaba de vez en cuando mientras permanecía sentado; tomó los documentos en su interior y los
mostró en sus manos, entonces dijo:
-Aquí he preparado personalmente el plan que ha de llevar adelante la empresa, una vez más me
he hecho cargo personalmente porque no tengo tiempo para discutir con niños, hay una empresa que
dirigir, empleados que guiar y sueldos que pagar-.
A continuación lo describió:
-En primer lugar vamos a decir que si a la firma del nuevo contratoNo voy a negar que por dentro sintiera decepción, pero antes de que pudiese hacer algo él
agregó:
128
-También vamos a invertir para ampliar el departamento creativo, porque más importante que
conocer a los demás es conocernos a nosotros mismos; nuestra capacidad de producir, la calidad que
podemos brindar y los tiempos que podemos cumplir; y por lo que he observado y leído en estos
informes no estaríamos en condiciones de aceptar un contrato si no estamos dispuestos a invertir…
Sencillamente no podemos ofrecer hacer algo para lo que no estamos preparados-.
Y al escucharlo, luego de ese pequeño lapso de decepción, un gran alivio abundó en mi cuerpo
y en mi mente.
-E diagramado aquí los pasos a seguir y las funciones que a cada uno le corresponden, cuando
cada uno regrese a su puesto se llevará una copia e inmediatamente la leerá y comenzará a hacerAgregó.
Luego dejó las copias sobre la mesa, volvió a levantarse y entonando una voz firme, como
policía dirigiendo el transito, dijo:
-No quiero más escuchar en esta empresa sobre líos como estos; son gerentes y como gerentes su
primera responsabilidad es aprender ser líderes… Esa es su primera función. El ejemplo que den
como líderes será la influencia que puedan o no generar en los demás… Y de esa influencia lograrán
resultados positivos o negativos- Y finalmente concluyó:
-Doy por terminada esta reunión que por única vez organicé como advertencia… Para la
próxima no las habrá; son ustedes con sus acciones los responsables de su destino. Que tengan
buenas tardes, debo seguir con mis funciones- Después giró hacia la puerta y se fue.
Cada uno de los gerentes tomamos una copia, y en medio de un silencio incomodo comenzamos
a salir por la puerta. Había poco para decir y mucho para pensar.
Cuando llegué a mi oficina vi que Marcos miraba atento mi computadora y al entrar le pregunte:
-¿Cómo va todo?... ¿Estás buscando algo?-Perdón- Respondió mientras daba un salto de la silla –Es que dejaste tu e-mail abierto y no pude
burlar la curiosidad de querer mirar el documento que tienes abierto mientras buscaba las planillas
para completar los informes- Y se quedó quieto y cabizbajo.
No pude evitar sonreír; me recordaba a mí con mi entrometida curiosidad. Entonces le pregunte:
-¿Te agradó lo que leíste?-Si si, está muy bien planteado; y realmente es necesario porque estamos siempre al límite;
vendría muy bien si se piensa contraer más trabajo- Contestó el.
-Para eso fue planeado; ahora hay que luchar porque se ponga en marcha- Le dije mientras me
acercaba al escritorio.
-Te contestó Polansky, aunque eso no lo leí- Agregó mientras pasaba a mi lado para desocupar
mi lugar y volver a su puesto.
-Perfecto- Contesté mientras me sentaba. Pero en vez de revisar el mensaje le pregunté: ¿Pudiste completar los informes de avance?-Si si, aquí están- Respondió mientras se acercaba al escritorio y los tomaba para entregármelos.
Cuando los tuve en las manos comencé a leer noté que ya estaba todo casi terminado; que
todavía faltaban dos horas para el horario de salida pero el trabajo estaba casi terminado. Luego le
agradecí por el esfuerzo y felicite por el buen trabajo y finamente lo dejé volver a su puesto; pero no
sin antes pedirle que no contara nada de lo que había leído con la excusa de que era un proyecto y
que no era segura su aprobación por lo cual no sería bueno generar falsas esperanzas. Recién cuando
se fue revisé el e-mail, el cual tenía una respuesta muy corta; simplemente decía: Ya estaba al tanto,
tu superior me lo envió y lo leí completo. “Bravo”, sigue así don león… Polansky.
Me alegró saber que estaba al tanto y entendí que seguramente había influenciado a Sosa para
tomar una decisión; a su vez que me felicitara me agradó también. Pero también me sentía un poco
enojado conmigo mismo por ser tan bobo, por dejarme llevar por mi propia imaginación negativa y
haber actuado en consecuencia. Ya estaba hecho y no podía volver a reescribir la historia pero si ir
hacia adelante; y supe entonces que era momento de hacer las cosas mejor.
129
Comencé por leer por completo el documento que había tomado de la mesa de la sala de juntas
al final de la reunión; no solo mis responsabilidades sino también la de los demás. Al leer fui
descubriendo que toda mi propuesta se había puesto en marcha pero que a cada paso se le había
otorgado responsables: Administración se encargaría de las entrevistas para conseguir los nuevos
empleados y generaría los contratos de empleo; contaduría debería disponer de los fondos necesarios
para la inversión en equipamiento; ventas estaría a cargo de diagramar junto a mí el nuevo sistema de
intercomunicación para cada trabajo; y yo personalmente estaría a cargo de generar las condiciones
para que esos 6 puestos nuevos pudiesen volverse una realidad teniendo que reorganizar el lugar de
trabajo e instruyendo a estos nuevos empleados.
Después de leer comencé por informar a todos sobre la noticia; Marcos ya lo sabía y me miró
con cara de extrañado porque supuestamente no estaba permitido mencionarlo, pero no dijo nada.
Lo comenté con el único objetivo de que se hiciesen participes de la ejecución misma. Comencé
por consultar cual creerían que sería la mejor manera de reorganizar el sector; pues siendo 8 personas
y teniendo que sumar 6 habría que pensar en cómo nos acomodaríamos. Luego sobre la renovación
del equipamiento y el nuevo sistema de inter conexión en red. Y finalmente, sin bien los conocía y
tenía constancia de en que faceta de diseño se desempeñaba mejor cada uno, les propuse sugirieran
cual sería el área de trabajo en la cual preferirían trabajar.
“Ser un líder”… “Dar el ejemplo”… Debía entender que por más que pudiese hacer las cosas
con buenas intenciones era inexperto, y debía comenzar desde el principio: Escuchar para aprender.
Recordaba las palabras de Sosa, pues tenía razón, ser responsable significaba entender que todo lo
que hiciese sería de influencia y reflejo en las actitudes de mis compañeros. Si hubiese sido quejoso,
impuntual, excusado, mentiroso e irresponsable ellos tenderían a ser iguales; por lo cual decidí ser
inclusivo comenzando por escucharlos y tenerlos en cuenta para que juntos realizáramos el trabajo; y
que así que ellos también lo fueran.
Prácticamente detuve el trabajo del día, que ya estaba en un 95% terminado; Ese 5% restante
sería mi responsabilidad para después, pues era un compromiso y un riesgo que estaba dispuesto a
asumir.
En quince minutos terminamos de diagramar como se organizaría el sistema de conexión en red,
donde estaría ubicado y quien se encargaría de hacer la colocación; resultó fácil ya que los
diseñadores en general saben de informática por estar constantemente trabajando con computadoras.
En los próximos veinte minutos se decidió cual sería nuestra forma de trabajar, cuantos equipos
de trabajo habría según las tareas a realizar y como estarían conformados, como se vincularían y
colaborarían, y que responsabilidad le tocaba a cada uno.
El último paso resultó un problema: El espacio… El sector nos había quedado justo con la suma
de los escritorios extras que ya había preparado anteriormente; cuando la idea era contratar a dos
personas; pero faltaba espacio para 4 más y en ese lugar no lo teníamos. Marcos, quien se había
tomado el trabajo de hacerlo con antelación, tuvo a disposición un plano del sector que nos sirvió
para ver con qué espacio contábamos.
Al verlo evidentemente existía una sola forma de agregar tres espacios más: Desapareciendo mi
oficina; quitando la pared prefabricada con el ventanal se lograría generar el espacio necesario; el
problema que surgiría al hacerlo era donde iría a parar yo. Sin embargo ni lo dudé: mi escritorio
volvería a ser simplemente el de antes; volvería a estar en la acción junto a mis compañeros, así de
esa manera estaría más cerca ante cualquier eventualidad.
Y eso fue todo, ya estaba todo planeado y listo para poner en acción. Por la noche en casa me
encargué de terminar ese 5% de trabajo que quedaba por hacer y de pasar en limpio todo lo que se
había hablado para comunicarlo a Sosa y al resto; ya que como la comunicación había sido una de las
complicaciones que nos llevaron a tener conflictos sería propicio tomar las riendas para contribuir y
comenzar a cambiar las cosas.
130
Esa noche volví a escribir un poco, pero para mí, anotando mis pensamientos y reflexiones; justo
antes de marcharme a dormir cansado pero contento de no haber aflojado a mis convicciones y a su
vez consciente de mis errores que debía comenzar a corregir; pero listo para enfrentar lo que vendría.
131
Las dudas y el pensamiento
cuando las papas queman.
Los días comenzaron a pasar y todo comenzó a fluir; los planes fueron comunicados y la
predisposición de todos para colaborar comenzó a crecer. Nadie se acercó a pedir disculpas por haber
estado atentando contra mi continuidad, pero en los momentos que compartíamos podía notar como a
través de sus acciones constructivas habían tenido tiempo, al igual que yo, de reflexionar al respecto.
Sencillamente hice lo mismo, me dediqué a fluir con todo este nuevo proceso e hice la vista
ciega a todo el problema; que ya había quedado atrás; porque no tenía sentido llenarme de rencor,
dedicarme a recriminar sobre sus acciones o pagar con la misma moneda las actitudes que habían
tenido para conmigo. No construía absolutamente nada, más bien destruía los lazos y generaba
diferencias; y eso a nadie le servía, mucho menos a mí.
Los días siguieron pasando, mi oficina tal como estaba planeado despareció y mi espacio volvió
a ser el de antes, aunque mis funciones no. El equipo encargado llegó, fue instalado y la red de inter
conexión se encendió. Al siguiente lunes por la mañana, después de que todo estuvo listo y en
funcionamiento, Miguel entró al sector acompañado. Me presentó a tres hombres jóvenes: Matías de
22 años, Franco de 21 y Luciano también de 22. Diseñadores con estudios, poca experiencia laboral
y muchas ganas de aprender, que quedaron sorprendidos desde el primer día cuando notaron las
instalaciones renovadas, el colorido del lugar, el decoro de las frases, la música de fondo sonando y
sobre todo la actitud de las personas que allí trabajaban; también de que el gerente creativo fuese un
joven de 25 años.
Cuatro días después, cuando estos tres ya estaban acomodados y habían comenzado a cumplir
algunas funciones bajo mi supervisión Miguel volvió a aparecer con otros tres jóvenes, pero esta vez
eran dos hombres y una mujer: Samuel de 24 años, Germán de 21 y Joaquina de 23 años; quienes
pasaron por el mismo proceso.
A los dos días se firmó ese tan preciado contrato en una reunión que no duró más de media hora,
en donde durante los cinco o seis minutos en que hablé solo los miré fijamente, sonreí en todo
momento y fui pícaro en mis comentarios; de los demás se encargaron los otros gerentes.
Conforme avanzaban los días fui notando como estos seis jóvenes, al ser claro y conciso con
ellos, lograban adaptarse y hasta me sorprendía de su capacidad, de su entusiasmo y el compromiso
que comenzaron a mostrar. Le pedí a cada uno, como anteriormente había solicitado a los demás, que
eligieran sus frases motivadoras las cuales en dos horas estuvieron decorando, junto a las otras, las
paredes del lugar.
Pero quien realmente hizo la diferencia fue Joaquina, la joven diseñadora de 23 años, quien
particularmente trabajaba para una empresa de la competencia, pero que al escuchar de la posibilidad
de un puesto en nuestra compañía no dudó en presentarse, o al menos eso me comentaron.
Era ingeniosa y sobre todo tenía gran capacidad para comunicar sus ideas, era rápida y eficiente
en cada tarea que se le pedía hacer, pero además atrevida, pues no dudaba en plantear cuando no
estaba de acuerdo con algo y romper con la lista de especificaciones que se le daba para proyectar
sus propias creaciones. Y a la vez era responsable, pues si no sabía algo preguntaba, pedía apoyo
cuando necesitaba ayuda y la daba en caso que alguien la necesitase. Comenzó a agradarme el pasar
tiempo con ella porque realmente era talentosa y abierta a opiniones ajenas, daba realmente placer
trabajar con una persona así, pero además, era alguien con quien compartía la pasión por la
profesión.
Me sorprendió cuando Marcos, casi una semana después de que Joaquina ingresara, en secreto
me comentó que había escuchado en el almuerzo decir de su boca que se sentía atraída por mí. No
voy a mentir, es placentero oír que le gustas a alguien, pero yo en ese momento no tenía mis ojos
más que para una mujer: Sofía.
132
Nuestra relación fluía, al igual que todo lo demás, como un rió que atraviesa las rocas en una
incesante marcha. Por las noches, a veces ella y muchas otras yo, nos escribíamos para charlar de
todo tipo de temas, política, economía, sociedad, sexo, violencia, trabajo, los planes, los problemas,
las responsabilidades e inclusive de sus hijos, de sus tres amores de la vida; del más pequeño y sus
travesuras al creerse un personaje de su película favorita, de su pequeña hija a quien molestaban en la
escuela por ser muy tímida y de su hijo mayor a quien extrañaba mucho pero veía cada vez que podía
y por quien dejaba todo para recuperar el tiempo perdido.
Coincidentes o no en todos los temas, siempre terminábamos hablando de nuestro interior,
sumergidos en esa pequeña parte especial de confesiones que compartíamos, de las cosas que
realmente importaban, su historia y la mía, sus dolores y los míos, las heridas, los momentos, los
sueños, los anhelos y sobre todo los temores.
Entre tantas noches en que compartíamos nuestros más profundos sentimientos y pensamientos
aprendí de ella que el miedo era su mayor obstáculo. Su temor, y como influía en ella, era la clave
para entenderla, la más profunda, la más certera, la verdadera. No era solo leer lo que escribía y
contestarle cualquier cosa intentando que se sintiese bien, más bien era observar lo que había detrás
de todas esas líneas y entonces aprender, una y otra vez, para luego poder actuar correctamente. Al
final, la conocía tanto que no hacía falta ver su rostro, sus gestos o sus ojos para saber cómo se sentía
y que debía decirle.
Entendí que por el temor no se animaba a cruzar ciertos límites; pues no sucedía que ella no
podía querer, es que no quería querer; tampoco era que no extrañaba, es que no quería extrañar;
mucho menos que no podía enamorarse, es que no quería hacerlo. Se acostumbró a buscar de vez en
cuando una pequeña aventura para esas noches solitarias y obscuras, como una distracción para
olvidarse de todo, pero no quería entrometerse ni mucho menos comprometerse, no quería aflojar ni
dejarse llevar. Y simplemente no lo hacía.
¿Por qué?... pues porque ya lo había hecho, ya había amado, había extrañado, había sentido la
locura del amor, se había entregado y volado por todos los paisajes de ese cuento. Pero también había
llorado, había sufrido y se había estrellado duramente contra el fondo. Y después de ver todos sus
sueños convertidos en pesadillas, a su príncipe volverse su demonio, a su vida convertida en un
infierno de platos rotos, toda su fe derrumbada y sus creencias machucadas por los golpes, el
obsequio que esa vida le brindó fue el temor .Eso le pasaba, solo que lo sabía disimular a la luz del
día. Sentía el miedo como fuego repentino que la quemaba por dentro, miedo de volver a caer en
aquel sitio del que tanto le había costado salir.
Entre sus líneas me dijo una vez que por las noches, cuando nadie la veía, recordaba siempre
como era estar en aquel lugar: el desaliento, la angustia, la pena, la decepción, la opresión, el dolor,
la bronca, la impotencia, la incertidumbre, el estrés, la ansiedad y la depresión, el horror de nubes
convertidas en tinieblas y la luz devenida en obscuridad.
Y me contó también como, para salir de la tempestad, tuvo que hacerlo sola, que nunca apareció
otro príncipe azul y la rescató, sino que fue ella misma quien se levantó y decidió, una por una, ir
tapando las heridas con vendas, cintas y lienzos, que ocultaron muy bien su rasgada piel.
Pero que si bien siguió adelante, nada volvió a ser igual, porque por dentro nunca paró de
sangrar y aprendió a llorar, pero sin derramar una lágrima, mientras seguía corriendo en sus venas
ese veneno que todos los días hacía doler en cada latido del corazón y terminaba siempre aferrándola
a su soledad.
Realmente me moría de ganas de abrazarla cada vez que se abría conmigo y me mostraba toda
su tormenta, pero mi medio era solo un teclado y una pantalla, por lo cual mi forma era transmitirle a
través de muchas líneas mi comprensión, mi apoyo, y mi agradecimiento por confiar una y otra vez.
Pero esas conversaciones no eran lo único porque luego del trabajo pasaba por el suyo y me
quedaba conversando. Ya no pasaba solamente para comprar algo, saludar, intercambiar cumplidos e
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irme; es más, a veces ni siquiera compraba; me quedaba con ella al menos medía hora.
Comenzábamos con un abrazo y un beso en la mejilla, charlábamos y nos reíamos constantemente,
me gustaba hacerla reír pero más que todo me encantaba hacerla sonrojar con algún piropo o algún
chiste que la avergonzase, éramos como mejores amigos, pasándola muy bien juntos, aguantándonos
nuestras locuras y conociéndonos a la perfección.
Alguna que otra vez nos celamos, aunque de manera sana, al vernos hablando con otras
personas. De su parte me celaba con una de sus compañeras de trabajo con quien conversaba de vez
en cuando unos segundos. Y en mi caso nunca se lo dije pero hubo ocasiones en que salí tarde de la
empresa por las grandes cargas de trabajo; que ocurrieron durante el tiempo en que debía ocuparme
de enseñar a los nuevos empleados y luego quedarme a recuperar el tiempo perdido; donde la vi salir
del lugar con algún hombre, y no siempre el mismo; aunque sin saber quiénes eran o que intenciones
tenían. En esas ocasiones en que la vi sin que ella lo supiese sentí un poco de celos, que en esos
momentos se generaban por darme cuenta que esa noche no conversaríamos porque estaría ocupando
su tiempo con alguien más. Pero jamás se lo dije, pues ya a esa altura comprendía que cada quien
está en el lugar que está porque así lo decide.
Sofía era una persona libre, era dueña de su vida y también era para mí una amiga, alguien en
quien confiar y que confiaba en mí; lo que era para mí sumamente importante. Ella tenía su vida y yo
la mía, éramos dos libros escribiéndose cada uno por su parte, solo que compartíamos casualmente
algunas páginas garabateadas de la mejor manera que nos salía, siendo nosotros mismos, con
nuestros defectos y virtudes, escribiendo unas líneas y haciendo de simples líneas momentos
mágicos; no estaba dispuesto a manchar esos preciados párrafos que tanta paz y satisfacción me
generaban por ser presa de un impulso egoísta.
Pero ante cada despedida, cada vez que me tocaba decir un “hasta luego” y un “que descanses”,
se ocasionaba un instante de dos miradas cruzadas que brillaban, unos segundos de dos sonrisas que
se encendían y finalmente un extraña sensación de sentir un saludo con un beso en la mejilla que
quedaba incompleto, o más bien incorrecto, pero al fin disimulado entre gestos y olvidado en el
fuerte abrazo que venía después.
Cada vez notaba mas la sensación de equivocarme al decir, en esos diez segundos finales, una
lista de palabras de etiqueta encimadas que decían poco y guardar un silencio que escondía mucho.
Me iba cada vez con un estremecimiento oprimiéndome el pecho; generado por el deseo compulsivo
de querer apagar el mundo y perder los estribos entre el rose de sus labios con los míos.
Pero en esta vida “lo único seguro es la muerte”… escuché decir por ahí. En este camino de
caminantes donde las sorpresas inesperadas se cruzan y las casualidades universales aparecen de
repente en el incesante avance del tiempo, estaba a punto de encontrarme con varias; pero estas
casualidades en particular jamás me habría atrevido a imaginarlas hasta que tocaron a mi puerta.
Esa mañana jamás voy a olvidarla. Luego de casi un mes de la firma del contrato, cuando la
primavera ya asomaba por las mañanas con un sol brillante y cálido dejando atrás los días nublados
del frio invierno.
Ya siendo una parte importante de una empresa altamente eficiente y lucrativa que había
incrementado sus estándares de calidad, acusaba el 100% del cumplimiento de las tareas solicitadas
en tiempo y forma y circundaba exitosamente el auge de su capacidad plena de trabajo; siendo parte
también de momentos increíbles y disfrutando del placer de hacer lo que hacía, de mis compañeros y
de todo lo que hacíamos; llegó a mi escritorio un pedido escrito, la convocatoria a una reunión no
prevista ni planeada en la sala de conferencias de la empresa, a la hora del almuerzo, nada más y
nada menos que con el abogado del propietario: el Dr. Garraza. ¿Qué habría de querer?...
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Pues antes de suponer cualquier cosa era mejor esperar y descubrirlo a su debido momento, por
eso simplemente seguí con lo mío y una vez llegada la hora, cuando todos se fueron a almorzar, me
fui directamente al lugar y una vez en la puerta golpee:
-Adelante- dijeron desde adentro.
Cuando entré estaban sentados en la mesa Sosa y Garraza, quienes reían y parloteaban
recordando historias, lo que me decía que entre ellos había una relación personal más allá del trabajo.
-Buenos días- les dije.
-Buenos días- respondieron –tome asiento-.
Noté que seguían sonriendo mientras me acercaba y tomaba asiento, en ningún momento
cambiaron esa expresión. No quería sacar conclusiones rápidas pero no pude evitar pensar que si
iban a decirme algo no sería malo; tal vez tendrían en vista llevar adelante una nueva inversión de la
cual querían que formara parte, o la firma de nuevos contratos, o una junta de evaluación de nuestro
rendimiento del último tiempo, lo que explicaría la presencia del Gerente General, pero no la del
Abogado.
Apenas me senté en la silla que me habían indicado, Sosa se levantó y dijo: -Muy bien, los dejo
solos, tienen mucho de qué hablar-. Lo cual me hizo pensar que mi anterior reflexión había sido
errónea. Me quedé en silencio mientras el estrechaba la mano del Dr. Garraza y luego salía por la
puerta que al cerrarse nos dejó solos frente a frente.
Sin decir una palabra, el abogado se inclinó hacia su maletín y extrajo un sobre blanco, luego lo
cerró, colocó el sobre en la mesa y me lo pasó diciendo:
-Esto es para usted, léalo por favor antes de continuar-.
Ya había cambiado su sonrisa por una expresión de seriedad y rectitud, quedándose en silencio
con los codos apoyados en la mesa y ambas manos colocadas en el mentón.
¿Qué sería ese paquete?... ¿Qué traería dentro?… No tenía remitente ni destinatario, solo una
frase escrita en el dorso que decía:”para un león, de un viejo lobo”. Lo que me dejaba, más aún, sin
entender nada.
Cuando la abrí descubrí que contenía una nota escrita a mano con tinta negra que me dispuse a
leer inmediatamente. Esta decía:
En mi extensa travesía, en que el camino atentó con destruirme muchas veces, decidí
convertirme en la persona que jamás quise ser para poder seguir adelante.
Logré muchas cosas, algunas malas pero a su vez, si lo pienso bien, no tan malas. Pudiendo
enumerar dos, la primera mala sería el haberme sumergido en mis peores facetas y contagiarme de
los peores venenos que lograron alejarme de mi mismo, decisión que comenzó por construir grandes
riquezas y terminó por vaciar mi corazón, pero pensándolo nuevamente no fue tan malo porque al
final, todo esto me llevó un día a encontrarme con un joven león que me hizo resurgir desde dentro
dándome las ganas de ser y hacer mejor.
La segunda mala sería que mi ejemplo dio como fruto más de lo mismo, generando que la
sangre de mi sangre, testigo de mis peores días de lobo, se intoxicara de mi mal y se recreara en la
misma bestia vil, con un zagas deseo por destruir todo lo que hemos creado para alimentar su
rencor y codicia, y así intentar tapar el amplio vacio de los abrazos que nunca le di y que ya nunca
podré darle.
Y volviendo a pensar: si de todo esto hubiese algo no tan malo que pudiese hacer, sería
apartarme de este sendero solitario y miserable que tanto e transitado y por una vez en mi vida
darme cuenta que no es tarde para hacer lo correcto.
Esta decisión de mi para ti es un regalo, pero de ti para conmigo es un compromiso, un
compromiso de que seguirás siendo esa misma persona de la cual escuché una vez, que conocí poco
a poco, y que con el tiempo le trajo luz de esperanza a un alma infectada de obscuridad.
Es hora de darte paso y confío en que lo harás muy bien, o al menos mejor que yo. Gracias por
todo… El lobo.
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Cuando terminé de leer sabía que tenía en mis manos algo importante, pero todavía no entendía
que, no podía darle una explicación a todas esas palabras.
Levanté la vista, miré al abogado que aguardaba y observaba en silencio, entonces le pregunté:
-¿Qué significa todo esto?-.
El sonrió, bajo sus manos que sostenían su mentón, volvió a inclinarse a un lado y sacó de su
maletín una carpeta repleta de papeles; la cual apoyó sobre la mesa; luego dijo:
-Bien… me dijo Polansky que me diera el tiempo de darte todas las explicaciones posibles, por
eso quédate callado y escucha-.
-De acuerdo- contesté inclinándome hacía atrás para luego hacer silencio y disponerme a
escucharlo atentamente. Entonces el continuó:
-El señor Polansky ha cumplido recientemente 72 años, y me ha planteado el deseo de escribir
un testamento… Lo que sucede es que ante esta noticia su único hijo varón, quien carece de toda
relación son su padre, ha manifestado a través de su abogado se ejecute el traspaso de los bienes del
señor Polansky a su nombre objetando que el mismo no se encuentra en condiciones de seguir
gestionándolos por su avanzada edad-.
No dije nada, lo escuché atentamente pero seguía sin entender porqué estaba yo ahí… ‹‹¿Tan
importante era el comunicarme personalmente que habría un cambio de propietario?›› pensé. Podrían
haberlo anunciado en una asamblea con todos los empleados y de esa forma me habría enterado,
pasaríamos de las manos de un viejo lobo a las de otro más joven y con más ambición y codicia, es el
sistema en el que vivimos; y podía o no gustarme pero igualmente debería hacerle caso y llenarle los
bolsillos. Sin embargo, antes de poder preguntar, Garraza continuó:
-Lo que sucede es que el señor Polansky no quiere arriesgarse, porque mas allá de querer a su
hijo comprende quien es… Pues este es un agresivo y frio comprador y vendedor de acciones y
propiedades, por lo cual cree que estaría haciendo esta solicitud para hacerse propietario de la
empresa y liquidar sus acciones en el mercado, o lo que es peor, fraccionarla y venderla… que de
una u otra forma le generaría de manera rápida altos niveles de ingresos-.
En ese momento se me erizó la piel y un incipiente escalofrío comenzó a recorrerme la espalda,
justo antes de que un repentino entumecimiento de mi cuerpo me dejara totalmente congelado y
boquiabierto; pues eran las peores noticias que podría haber recibido.
Quedamos ambos en silencio, yo encerrado en mi mente sin reacción exterior alguna, pensando
el infierno que estábamos por vivir, y el esperando mi primera reacción que no llegaba.
Entonces decidió continuar:
-Por si se ha preguntado porque estoy aquí en una reunión con usted contándole todo esto, la
respuesta es que el señor Polansky, ante este posible desenlace, me ha pedido prioritariamente
transferir esta empresa, y todo lo pertinente a ella, a su nombre… Para que lo entienda de mejor
manera, si usted acepta, el ofrece heredarle esta empresa¿Cómo explicar lo más auténticamente posible las reacciones de ese momento?... No las
exteriores porque en realidad me quedé en absoluto silencio mirando al abogado con la expresión
menos demostrativa que alguna vez pude poner en mi vida, sino las que erupcionaban en el interior;
esa incomprensible seguidilla de millones de sensaciones, pensamientos y emociones que recorrieron
mi mente de extremo a extremo.
El que me llamara una persona solitaria ya en ese momento tenía de verdad mucha lógica, el
hecho es que pasaba mucho tiempo solo. Ahora bien, en el mundo “adulto” y “maduro” en que vivía
y en que siempre tuve la costumbre de mirar hacia afuera nunca fui muy solitario; jamás lo admitía
pero eran tan crudamente amargos y aburridos mis días que constantemente buscaba estar
acompañado; porque la soledad, el hecho de estar a solas conmigo, me mostraba lo que en realidad
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era mi existencia, la de una cobarde víctima del mundo y un mediocre victimario de si mismo y de
los demás.
Sin embargo al dejar de escaparme, al darme la oportunidad de animarme al fin a enfrentar esa
obscuridad, encontré una forma en que la soledad se volvió un espacio de reflexión y
transformación.
Dolió, no voy a negarlo, el verme a mí mismo tal cual como lo que era me hizo sufrir, enojarme,
patalear y deprimirme; pero ese gran sacrificio que evité durante años creo que fue lo mejor que pude
haber hecho. Porque tomarme tiempo simplemente para estar conmigo, en mi mente, con mis
pensamientos, siendo crítico y analista de mi mismo para entenderme y comprenderme; sobre todo
en esos momentos donde la luz me abandonaba en las noches frías y tristes de obscuridad; me enseñó
a levantar la cabeza y ver que aunque el sol no iluminase aun había estrellas brillando.
¿Por qué comento todo esto?... Porque en el momento en que escuche esa oferta un frenesí se
desató en mi cabeza y me atrapó por completo en un solitario momento interno que desde fuera se
interpretó como silencio.
Fue increíble como en segundos mi cabeza rodaba a millones de kilómetros por hora, disparando
hacia todos lados, imaginando innumerables situaciones y generando millones de sensaciones, que
resultaban imperceptibles a los ojos de aquel hombre.
Tuve miedo, es lo primero que recuerdo, el cobarde que durante años escapaba a todo me decía
el gran lío en que podría llegar a meterme, de enfrentarme a una posible demanda, de tener personas
a mi cargo, de conflictos, de fracasar o de triunfar. Abundante miedo a lo que podría pasar.
Sentí también el deseo vil de alimentar mi codicia, de tomar la oportunidad de convertirme en un
hombre adinerado, de ver cumplidos los deseos de acceder a esas decenas de beneficios materiales
que esa vida me proporcionaría, el verme al fin como una persona “exitosa”, con un trago en la
mano, un sol brillante en una playa de Miami con mujeres por doquier y los bolsillos llenos de papel
verde para gastar como a mí se me ocurriera, siendo aplaudido, adulado y envidiado por todos.
Luego me sentí presionado por la incertidumbre de saber que si no aceptaba mi destino y el de
todas las personas que allí trabajaban estaría en las manos de un ser desconocido; pero que lo
primero que había escuchado decir de él era que estaba dispuesto a embaucar a su propio padre, más
allá de quien este fuese, y dejar a muchas personas sin trabajo para ganar dinero fácilmente.
Me sentí también orgulloso de mi mismo, porque si bien la situación se daba por una necesidad
de resolver un posible cierre de la empresa, Polansky me había elegido a mi por convicción, tal como
lo había expresado en su carta, depositando su fe en mi.
Sin embargo, luego de unos minutos de observar al vacío de la habitación, en el más profundo
estado de silencio de mi persona, lo único que salió de mi boca fue una pregunta:
-¿Cuánto tiempo tengo para darle una respuesta?A lo cual, el abogado con gran cara de sorpresa me respondió:
-Es una cuestión urgente… sinceramente esperaba tener una respuesta el día de hoyEra un salto enorme, y no quería dar una respuesta emocional apresurada, de eso estaba seguro.
Debía darme tiempo de pensar un poco las cosas, los riesgos que debería asumir, los beneficios que
podría obtener, el tiempo que debería dedicar, la persona en quien debería convertirme y otros
factores que rondaban mi aturdido juicio. Necesitaba estar solo conmigo para aclarar mis ideas; por
eso le dije al abogado:
-Es un ofrecimiento único y una extraordinaria oportunidad que en mi vida me hubiese
propuesto lograr… Y además se que están en riesgo mi trabajo y el de mis compañeros… Pero debo
pensarlo detenidamente, necesito tiempo-Puedo darle tiempo hasta hoy por la tarde- respondió el, ya con su expresión de seriedad
reaparecida en el rostro.
-Perfecto- le contesté –Me comprometo a darle una respuesta hoy por la tarde-.
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-Bien, debo pedirle igualmente que esta conversación permanezca entre usted, yo y estas
paredes- Agregó Garraza.
Y extrañamente, pudiendo responder cualquier otra cosa, le pregunté: -¿Sosa está enterado?-Así es… pero es el único y tiene prohibido hablar- Respondió.
-¿Qué dijo él, que opinó al respecto?- Pregunté, pues quería saber qué opinaba mi superior, a
quien admiraba, que de aceptar pasaría a ser mi empleado.
-Se alegró- Contestó el.
Me pareció una respuesta un poco incompleta y de alguna manera me extrañó viniendo de Sosa;
pero tal vez lo conocía menos de los que pensaba, tal vez el tenía planes a partir de todo esto. Ya mi
cabeza comenzaba a volar desesperada, pero antes que pudiese insistir con más preguntas el abogado
se levantó de su silla y dijo:
-Bien, te dejo solo así piensas lo que tienes que pensar lo antes posible y para bien o para mal
podamos darle fin al asunto… En unas horas nos reencontramos, tengo unas cosas que hacer-.
Se acercó a mí, me dio la mano y agregó: -Me dijo Polansky que eras alguien especial, que me
ibas a sorprender… Y sinceramente lo hiciste porque no pataleaste ni lloraste ni te emocionaste
cuando te comenté la propuesta, simplemente te quedaste serio y pensativo-.
Comencé a sonreír mostrando al fin una expresión diferente por primera vez en toda la reunión.
-Debes ser bueno jugando póker… nos vemos luego-. Añadió al final.
Después del apretón tomó su maletín y levemente sonriente salió por la puerta dejándome solo
en esa sala donde inesperadamente me había enterado que mi vida, de una u otra forma, estaba a
punto de cambiar.
Necesitaba salir de allí, pero no podía ir al sector, se me notaría en la cara que algo sucedía y las
preguntas serían abundantes. Debía darme tiempo para poder calmarme y acomodar el tumulto de mi
cabeza e iba a empezar por responder una gran pregunta: ¿Por qué Sosa había estado de acuerdo?...
Pues estaba seguro de que su opinión me ayudaría a decidir.
Me fui aceleradamente a su oficina y cuando llegué ni siquiera toqué a su puerta, sencillamente
bajé el picaporte, abrí y me adentre. Ahí estaba el, reclinado hacia atrás en su silla y con los pies
subidos al escritorio, apartado del mundo en una estado pensativo, que lo hizo saltar del susto que se
dio al verme entrar.
-¿Donde está Garraza?- fue lo primero que pregunto.
-Salió porque debía hacer unas cosas- le dije –Volverá en unas horas para escuchar mi respuesta.
El abrió bien grandes los ojos y respondió: -No aceptaste-.
-No acepté ni rechacé- Le contesté – Necesito pensarlo muy bien ya que esto no es como elegir
entre un sándwich de queso o de verduras-. Y luego de su mueca de extrañeza y el silencio al que se
llamó después de escucharme le hice la gran pregunta:
-¿Puedo preguntarte por qué estuviste de acuerdo?Y su respuesta, que estuvo acompañada con una sonrisa en el rostro que nunca había visto, fue
simple: -Porque estas un poco loco pero tienes pasión por esto y eres el único que piensa en pos del
bienestar de todos, no de los billetes que puedas ganar- y agregó –Para Polansky y para mi, estos dos
viejos desgastados y casi retirados, eres el indicado-.
No voy a negar que por dentro llegué a emocionarme, el dueño y el gerente general en mutuo
acuerdo querían que fuese yo quien se hiciese cargo de la empresa por convicción, lo cual era muy
reconfortante. Entonces le hice una pregunta:
-¿Puedo salir unos momentos a pensar?Quería salir y deambular con mis pensamientos, respirar un poco de aire fresco y apartarme de
todo para poder pensar con claridad, algo que en mi sector me sería difícil lograr.
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-Bien- Respondió –deja a Marcos de encargado y avisa en la guardia que sales, piensa rápido y
vuelve, no pierdas tiempo y toma una decisión-Gracias por todo- Contesté y me acerqué para darle la mano.
El se levantó sonriente, estrechó mi mano y me dijo: -¡Vete de aquí!... Que no me quiero
imaginar que cuando seas mi jefe vas a querer que pinte mi oficina de colores, ponga cuadros y
escuche música… Tengo cosas que hacer- Luego ambos carcajeamos, solté su mano y me fui.
Como correspondía, fui al sector y avise a Marcos de mi salida; me preguntó porque estaba tan
serio y le contesté que debía hacer unas cosas fuera; que volvería más tarde. Le mentí, pero por la
razón de que no quería alborotar a nadie ni hacer problema sin antes haber tomado una decisión.
Avisé en la guardia a Ernesto y salí, comencé a caminar paso por paso entre mis pensamientos,
enfocado en lo mismo: riesgos, beneficios, miedo, incertidumbre, coraje, justicia, legalidad y otros
miles de aspectos, hasta que al fin, como siempre, volví a pasar por el marco de esa puerta para ver a
Sofía.
Entré con la más extraña sensación física y mental de no saber qué hacer por primera vez en
mucho tiempo, a paso acelerado y en busca de un poco de calma, que inconscientemente quería
obtener de ella.
-¿Cómo estás?... Pasas más temprano de lo normal-. Me dijo apenas entré desde el otro lado del
mostrador mientras delineaba una gran sonrisa en su rostro. Yo esbocé la que mejor me salió y le
respondí: -Bien, salí un momento para hacer unas cosas y pensé en pasar a saludar… ¿Tú como
estas?-¿Seguro estas bien?- Me preguntó -Es diferente tu sonrisa, como si por dentro estuvieses
ocultando algo- Agregó después; demostrándome lo mucho que ya me conocía.
-Si si, tengo que pensar unas cosas del trabajo y tomar unas decisiones, nada mas- Respondí
simplemente para no hacer alboroto; pues no quería entrometerla en mis dramas morales y hacer
problema contándole mis grandes dilemas existenciales.
-¿Seguro?- Me dijo
-Si si- Le contesté con una sonrisa que se dibujó más naturalmente en mi rostro.
-Bien, pues entonces ven y dame un abrazo, que no me saludaste todavía- Me dijo asomándose
hacia el otro lado del mostrador y extendiendo sus brazos. Entonces nos abrazamos y cuando la solté
y miré su rostro fue cuando me di cuenta del brillo de sus ojos; que disimulaban una emoción
interna; como si tuviese algo para decir y estuviese esperando el momento justo.
Me alejé un poco, la miré detenidamente un momento, fruncí una ceja, levanté la otra y le dije: A usted le pasó algo… “loca irreversible”Ella comenzó a sonreír y el brillo de sus ojos se vislumbró aun más, luego extendió sus manos,
tomo las mías y me acercó nuevamente a ella, después contestó: -Me conoces bien; y si… me
sucedió algo-. Y luego agregó: -Y fue gracias a ti-.
¿Gracias a mi?- Pregunté.
-Es todo gracias a ti- Agregó.
Yo sonreí y estaba a punto de preguntar porque hacía esa afirmación pero ella se adelantó y me
lo dijo:
-Conseguí un nuevo trabajo… Un trabajo administrativo que hace mucho buscaba con mejor
sueldo y prestaciones… Y además, el horario de trabajo es por la mañana, por lo cual por la tarde me
he inscripto para comenzar a estudiar-.
Y no pude evitar sonreír. No pude evitarlo porque me sentí feliz por ella, pues era algo de lo que
habíamos hablado, ese era uno de sus anhelos. Pero tampoco puedo negar que esa sonrisa también
fue el disimulo de sentimientos encontrados; ya que por dentro no pude evadir sentir ese frio que
corría por mi espalda nuevamente de saber que tal vez ya no la vería; o por lo menos ya no en ese
lugar.
Sin embargo no podía hacer nada, era su decisión, y eso me gustaba aun mas pues la escuchaba
decir que estaba atreviéndose a tomar riesgos nuevamente. Entonces, a pesar que sentía una parte de
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mí agonizar por dentro y el corazón latir fuerte, tome fuerzas, sonreí nuevamente, abrí bien grandes
los ojos y le dije:
-Excelente… Te felicito- Y para disimular como me sentía por dentro le pregunté: -¿Pero no
entiendo por qué es gracias a mí?Entonces me miró fijo a los ojos, apagó su sonrisa y comenzó a hablar:
-“Porque tú me quitaste el miedo de volver a sentir”-.
-¿Yo?- Exclamé incrédulo; la verdad estaba sorprendido.
-Si mi querido… Tu- Y sonrió una vez más. Y nuevamente antes de que pudiese hablar,
prosiguió:
-He cambiado mucho a lo largo de estos años, en especial en las cosas del corazón. Lo pasé muy
mal gracias a que personas que amaba me hirieron de maneras muy crueles; también cometí miles de
errores y me castigué a mí misma causándome más dolor aún… Sufrí y lloré hasta que un día decidí
que era mejor cerrarme y construir una barrera que nadie pudiese atravesar… Pero eso ya lo sabes,
porque me conocesMás allá de mis problemas o del hecho de permanecer un poco incrédulo pude darme cuenta que
era la primera vez en que ella se habría en frente de mi. Cada vez que habíamos conversado
profundamente de algo lo habíamos hecho por internet, nunca cara a cara, y era realmente increíble
oír de su boca esas palabra que solo había visto escritas en la pantalla de mi PC o mi celular.
Me quedé en silencio tomado de sus manos, mirándola fijo y asintiendo con la cabeza a cada
cosa que me decía. Era único, insuperable y maravilloso ver a la verdadera Sofia, al laberinto sin
disfraz de princesa que tantas noches había encontrado solo a través de un teclado, frente a mí
abriéndose, confiando y tomando el riesgo; era el único y privilegiado espectador en toda esa
situación en años.
- Apareciste un día por esa puerta y sin que yo lo supiese fuiste invadiéndome, llenándome de ti,
de tu persona, de tu ser, de tus palabras, de tus pasiones, de tus sonrisas, miradas y abrazos- Agregó.
Luego comenzó a sonreír y se sonrojó, pero no se detuvo:
-Y por las noches, cuando más lo necesitaba, estuviste para mí… Sin estar presente estuviste
muy presente a través de todas tus líneas, de tus consejos e historias… No sé porqué pero decidiste
que esta loca valía la pena y no te fuiste, te quedaste a escucharme y comprenderme… Y fuiste
dándote cuenta de que yo no soy ni la mitad de fuerte de lo que puedo aparentar… Empezaste a ver
que no era una persona ni tan fuerte ni tan entera como pretendía ser… Todo lo contrario, estaba
completamente rota por dentro; solo tenía puesta una coraza que me hacía aparentar fortaleza y me
alejaba de cualquier riesgo-.
De repente sus ojos se abrillantaron de humedad, como si estuviese por comenzar a derramar
lágrimas, su voz comenzó a temblar y se detuvo, luego apartó la mirada y pude notar como
comenzaba a agitarse; como si estuviese llegando al límite.
De mi parte empecé a sentir miedo a que se detuviese por vergüenza o por el mismo temor a
abrirse. Entonces intenté sostener con más firmeza sus manos y me acerqué aún más hasta que
nuestros rostros estuvieron frente a frente. Ella volvió a mirarme fijamente y entonces sonreí; quería
mostrarle que estaba ahí para ella, que no iría a ningún lado, y sobre todo que podía confiar.
Entonces respiró, sonrió, se calmó un poco y continuó:
-No ha sido fácil- Dijo -He tenido mucho miedo de volver a creer en las personas, de
arriesgarme y volver a romperme nuevamente; he tenido miedo de mostrarme tal cual soy; miedo a
no estar preparada para sentir de nuevo y por ello cometer errores… Solo me envolví en una coraza
que me apartó de todo y de todos… Y Aún así, sabiendo lo débil, insegura y extremadamente
sensible que podía llegar a estar algunas veces; estuviste ahí y te tomaste el trabajo de levantarme
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cada vez que me caía; cada vez que no encontraba fuerzas tu me las dabas escuchándome y
diciéndome que todo iba a estar bien; me salvaste mil veces de sucumbir ante el veneno de mi pasado
siendo mi compañía a la distancia; y también tuviste la paciencia para escucharme llorar mis penas y
el talento para cambiarme las lagrimas por sonrisas-.
La escuché palabra por palabra. Ya no me importaba donde estaba y creo que a ella tampoco;
gracias a la rutinaria vida del ser humano a esa hora, la de las siesta, no había nadie más en el lugar;
solo estábamos ella y yo con nuestras locuras. Frenó un momento su discurso, miró hacia un lado,
respiró, me soltó una mano para secarse una lágrima que se aproximaba a caer de su ojo izquierdo, y
luego otra del derecho.
Con mi mano me acerqué a su rostro y le ayudé a limpiar su impertinente pero emocionada
lágrima que cortó nuestra conversación, ella sonrió y volvió a mirarme, volvió a tomar mi mano y sin
que yo dijera una sola palabra prosiguió:
-Me dijiste una vez que creías que yo había sido tu oportunidad de cambiar, de comenzar a creer
en ti nuevamente… Pues a mí me costó un poco más pero me di cuenta de que tú también fuiste la
mía… Y estoy segura de eso porque desde que apareciste fuiste diferente y me hiciste sentir
diferente; y a pesar de mis locuras y defectos me hiciste pensar y abrir mis ojos, me hiciste entender
que todos cometemos errores pero esos errores no nos definen sino que nos enseñan, que son
nuestros actos los que lo hacen… Me mostraste que pensar diferente no es anormal sino que está
bien, que es nuestra humanidad pensar y querer hacer diferente; me empujaste a creer en mí, y no
voy a negar que fue muy lento, tal vez porque así lo necesitaba, pero finalmente me diste ganas de
creer y de darme una oportunidad… He tenido miedo de las personas, de volver a creer en ellas,
miedo a aceptar que verdaderamente existe gente buena, personas que sin pedir nada a cambio,
intentan sacar lo mejor de ti… No me lo creíaSonrió, me miró fijo, soltó una de sus manos, la elevó y comenzó a acariciar mi pelo. Cautivado
y atrapado hice lo mismo pero en vez de su cabello elegí acariciar su mejilla. Luego dijo:
-Pero aquí estás tú, iluminando mi mundo, haciéndome creer una vez más… Y esa es tu mayor
virtud, sabes… Haces mucho más de lo que imaginas por los demás; y no me digas que no porque
conmigo lo has hecho-. Y eso fue todo; ninguno de los dos agregó palabra alguna. Quedamos en el
más absoluto silencio, solo mirándonos, sin ya nada más que decir, sintiendo que había solo una cosa
por hacer.
Pero sin esperarlo las cosas suceden, afortunadamente algunas veces e infortunadamente algunas
otras. Antes de poder reaccionar su jefe apareció por el fondo y apenas lo vimos nos separamos; era
su jefe todavía, ella aún estaba trabajando, yo había salido para pensar y debía volver a trabajar y a
dar una respuesta final a mis asuntos; más allá de que lo hubiese olvidado.
Sinceramente al ver al sujeto este no tenía buena cara; estaba más que serio y caminaba hacia
nosotros a paso firme. Intentamos disimular fingiendo que yo estaba comprando algo; pero no creo
sirviese de mucho. Me alejé del mostrador y tomé lo primero que encontré, un simple paquete de
galletas, volví a acercarme y se lo entregué con una sonrisa cómplice mientras él se puso del otro
lado, junto a ella, y permaneció en silencio observándonos.
Cobró el producto, lo puso en una bolsa y me ofreció caramelos por el cambio, lo cual nos hizo
reír a ambos, pero solo hizo poner más serio a aquel sujeto.
La miré y le dije: -En un momento vuelvo- Guiñándole el ojo al mismo tiempo. Ella sonrió y
asintió con la cabeza. Entonces salí pero no me quedé en la vereda; pues necesitaba sentarme un
momento mientras ella hablaba con su jefe; por lo cual crucé la calle y me senté en un banco frente a
la fuente de agua de la plaza.
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Y en ese pequeño impáz en que pude respirar profundo y mirar al cielo luego del minuto
incomodo con el jefe de Sofía; luego del instante más honestamente maravilloso que con ella había
vivido; luego del momento en que se me presentó la oportunidad más absolutamente inesperada;
luego de casi ocho meses de ser común y no tan común, filósofo y no tan filósofo, inseguro y no tan
inseguro; luego de que un día había pasado por la puerta de un comercio a comprar un sándwich…
Comencé a pensar que era momento de tomar decisiones.
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La Oveja, El lobo y el León.
Y aquí estoy, justo un año después de aquella tarde de locos, en los primeros soles de una nueva
primavera; con un año más encima y un par de kilos menos; con el recuerdo de los días de un verano
caluroso, un otoño templado y un invierno frio; siendo un alma mas en un mundo interconectado,
globalizado y contaminado; habitante de una sociedad trastabillante, autodestructiva y con una bolsa
de valores cayendo y subiendo, recesión, crisis económica y social, calentamiento global, especies en
peligro de extinción, grupos políticos escrachándose, invasiones, guerras, negociaciones, tratados,
ricos más ricos, pobres más pobres, niños menos niños y adultos menos adultos; con un café caliente
en las mañanas y las sonrisas de placidez que la buena música me regala; con muchas experiencias
vividas, grandes lecciones y hermosos recuerdos que perdurarán en mi memoria para siempre. Y al
fin, 365 días después del día en que debí animarme a tomar esas decisiones que cambiarían mi vida,
justo como inesperada casualidad, ordenando por primera vez mi nuevo escritorio en mi nueva
oficina luego de asumir el puesto de gerente general de la Cooperativa de trabajo más exitosa y de
mayor proyección de la región; y una de las empresas del rubro más competitiva a nivel nacional.
Y no lo he dicho mal, dije claramente: una Cooperativa. Que más allá de sonar como escuche
alguna vez decir: un espacio para que los “hippies” puedan practicar “el comunismo”; es algo muy
diferente.
¿Qué sucedió?... Ese día en que volví a la oficina venía con una convicción, la de dar el sí a la
propuesta de Polansky y pasar a ser el heredero de esa empresa; que a partir de ese momento
comenzaría a llamar “mi empresa”. Pero de solo escuchar ese “mi empresa” se me daba mucho el
pensar en que me convertiría.
Debía antes que nada aceptar que amaba mi trabajo y tenía mucho aprecio por las personas que
allí trabajaban. Esa empresa, ese puesto, esas personas, ya no eran una obligación de mi rutinaria y
común vida, sino que ya significaban una gran parte de la felicidad de mi vida; y la amenaza de que
un empresario voraz pudiese heredarla para venderla al mejor postor me atemorizaba completamente.
Pero había también algo más: Mi conflicto mayor era saber que una injusticia legalizada que
había descubierto e intentado combatir; algo por lo que había sentido impotencia, resignación y
mucha empatía; ahora sería una forma de obtener provecho para mí; pues las ganancias que entes
iban a parar a los bolsillos de un viejo empresario ahora vendrían a parar a los míos. Sería rico,
aceptado, respetado, adulado, envidiado, digno y especial; rompería al fin los cristales de esas
inaccesibles vidrieras y podría tener todos esos productos que mostraba en su transparente pero
impenetrable cristal; que me darían felicidad eterna con vacaciones en Bahamas, desayunos en París,
almuerzos en Roma y cenas en Londres, trajes, casas, autos, mujeres, acceso a fiesta y sectores V.I.P.
y todo el merecido popurrí de gozos y satisfacciones materiales de una persona “exitosa”.
Eso ya lo había pensado, lo que no había pensado es que para ello tendría que convertirme en un
mentiroso y manipulador; un ingenioso aprovechador, un perspicaz conocedor y practicante de
métodos de ultraje y estafa “legales” a las personas; personas que estimaba y por las cuales sentía
mucho aprecio; quienes además de ser mis compañeros eran, muchos de ellos, mis amigos.
Hoy, analizándolo a la distancia el recuerdo de ese impáz de tiempo en que me encontré sentado
en el banco de la plaza esperando que Sofía terminara de hablar con su jefe, me lleva a pensar que tal
vez las cosas no pasan y ya; que en realidad no son casualidades universales sino que son más bien
planes universales. Un planificado, controlado y muy bien organizado procedimiento del
infinitamente extenso y misterioso universo que sabiamente acciona cada vez que quiere enseñarnos
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algo, porque mientras miraba a la fuente y pensaba en mil cosas a la vez algo sucedió; algo que no
pude evitar notar y que me hizo ver desde otra perspectiva.
Recuerdo que mientras estaba allí esperando, con la cabeza por los cielos, las campanadas de la
iglesia del otro lado de la plaza comenzaron a sonar anunciando el final de la misa. Las personas
comenzaron a salir; algunas de ellas se quedaron charlando entre sí y otras con prisa subieron a sus
autos y se marcharon; otras atravesaron la plaza y se perdieron entre las calles e inclusive algunas
llegaron al local donde trabajaba Sofía para comprar algo. Pero absolutamente ninguna de esas
personas que salían de alimentar su espíritu, descargar sus culpas y rezar por paz y prosperidad,
absolutamente ninguna tuvo el tiempo, las agallas o ni siquiera el más mínimo interés de voltear la
cabeza para observar y tal vez compadecerse de las pobres almas indigentes que frente a la iglesia
deambulaban; me refiero a los mendigos sin techo que dormían en los otros bancos, a los jóvenes en
harapos que con un balde y un trapo viejo ofrecían lavar los autos estacionados por unas monedas, a
los adultos y niños cuyo techo por las noches eran las estrellas, su alimento unas sobras recogidas de
los tachos de residuos y sus únicas sabanas para pasar el frio unos diarios viejos.
Preocupados por su propia realidad, su pasar personal, sus problemas, sus egoístas e individuales
anhelos, sus deseos de dinero y posesiones, sus rencores, codicias y su propia cobardía; cada uno
siguió su camino fingiendo que estas personas no existían; o que eran tan insignificantes que no
merecían ni un segundo de su atención.
Y en esa hipócrita realidad a la que no pude ya hacer la vista ciega me encontré. Me vi tan
crudamente siendo uno más de lo mismo que no pude evitar pensar quien era; y sobre todo quien
podría llegar a ser.
Vivimos en un mundo controlado por el dinero, manejado por quienes lo tienen y destruido por
quienes ansían tenerlo; que somos la gran mayoría.
Pues para la vida perfecta del exitoso y poderoso que desde niños nos enseñan a perseguir como
el mayor logro que podamos conquistar el dinero se vuelve esencialmente imprescindible,
inobjetable e irrenunciable; y este debe conseguirse a toda costa, sin restricción, sin limitaciones,
prohibiciones ni condiciones. Y con este concepto llegamos a elegir ser participes de un mundo en el
que todos los males se usan para beneficio propio. Pues por dinero hay a quienes les conviene que
abunden las enfermedades y las plagas, hay a quienes les conviene que se practique la violencia, los
asesinatos, los acosos y las violaciones; otros a quienes les sirven las crisis, las guerras y los
conflictos; a quienes les conviene que existan los pobres, el hambre y la muerte de inocentes. Y así
como en todo, hay a quienes les sirve que existan los ricos, los niños adultos, los adultos niños, la
ignorancia y el conformismo, la codicia, la envidia, el enojo, la mentira, la manipulación, la ironía, el
cinismo, la burla, el racismo, el bulling, y cada uno de los males de esta caja de pandora presente en
las personas y en el mundo. Les conviene a todos porque el objeto de todo es ser oportunista de cada
situación ya que cada una oculta un método para hacer dinero; pero para ello se requiere hacer a un
lado los valores morales, la bondad y la honestidad; cosas que no convienen; para volverse una
mente enferma de conseguir a toda costa el papel verde y comprar esa felicidad material.
En esa situación me vi a mi mismo siendo un hipócrita mas de ese enfermizo sistema. Me vi en
cada vez que le daba un “like” a las mil cadenas de oración, de lucha contra la pobreza y de actos de
caridad en la red social, luego pasaba por la iglesia para hacerme el santo y golpearme el pecho
pidiendo perdón y bendiciones, para después salir e ignorar a los pobres niños que no tienen para
comer. Me vi también siendo aun más mediocre; pues me acordé de las veces en que entregué a un
indigente unas pocas monedas para no sentirme mal conmigo mismo y me creí haber hecho un buen
acto; y por supuesto me excusé diciéndome que no le di más porque seguramente lo gastaría en
drogas.
144
Y al final recordé las veces en que llegaba a casa donde la televisión me esperaba con su
conexión al mundo de los especiales que tanto ansiaba tener, donde además podía enterarme en las
noticias que los niños morían de hambre y me preguntaba por qué había tantas injusticias y crueldad
en la gente; pero a su vez de lo bien que me sentía porque en mi mente me había convencido de que
con dar un par esas de monedas mi parte ya estaba hecha; y de cómo, un segundo después, volvía a
mi mundo ciegamente codicioso y oportunista para de una u otra forma llenar de billetes mis
bolsillos insatisfechos.
En esa como en tantas otras cosas que me vi siendo, haciendo y fallándome una y mil veces. Y al
sentir abiertamente tanta vergüenza de mi mismo, ante esa oportunidad propicia para alimentar mi
vulgar voracidad, por esa vez, decidí no fallarme y dejar de ser el hipócrita y mediocre que durante
mucho tiempo fui; decidí por una vez ser responsable de mi mismo y escuchar el corazón, no a mi
bolsillo; decidí conservar mi integridad por una vez en mi vida y dejar de ser un insípido cobarde y
un sucio oportunista, para por mi mismo generar aunque sea un poco de la poca justicia que alguna
vez pude haber generado y para no vivir más engañándome y esquivando la carga de haber hecho
sabiendo lo que hacía.
Esa misma tarde cuando volví a la oficina firmé los papeles y pasé a ser el dueño legal de una
empresa. Y esa misma noche me puse a investigar cómo y de qué manera podría hacer las cosas
mejor; para dedicar los siguientes tres meses a diagramar, construir y poner en marcha este nuevo
método administrativo, el de una cooperativa de trabajo.
De esta forma, siendo una cooperativa, las cosas funcionan de igual manera: Hay gerentes y
subgerentes, supervisores y empleados; cada uno hace su trabajo como antes y cobra su sueldo tal
cual como lo cobraba; los impuestos y los servicios se siguen pagando al igual que las deudas y se
deja un resto para inversiones, stock, amortización e imprevistos.
Pero con una única y crucial diferencia: No existe un dueño de las ganancias restantes; ese
oportunista de la ignorancia que posee un papel “legal” en el cual se establece que es justo que se
haga rico a costa del trabajo de otros.
¿Qué se hace con ese resto?... Cada uno de nosotros percibe a fin de mes un plus de dinero extra
que no es nada más ni nada menos que la ganancia generada por nuestro trabajo repartida en partes
iguales. Y créanme que a nuestro nivel de ingresos, esos plus extras son bastante elevados.
La parte que me toca particularmente y por decisión propia es donada a comedores, centros de
ayuda comunitaria, y hospitales públicos; y personalmente, cada vez que puedo, me dedico a
colaborar de una forma u otra siendo parte de alguna campaña para combatir alguna injusticia. Sé
que no es mucho, es solamente un grano de arena, pero también he podido ver como no soy el único
que se encomienda a estar interminables tareas por hacer un mundo mejor. Y además me resulta
mucho más satisfactorio y cómodo que comprarme un auto que no necesito más que para presumir y
mostrar lo “apto” que soy; que estaré pagando 10 años a un valor más grande del real y en cómodas
cuotas a la financiera o al banco; mas 20 años de patente; mas combustible y servis; y sin mencionar
el dinero que debo guardar por si se rompe algo o me ocurre un accidente e inclusive el seguro por si
se daña o por si me lo roban. Tengo mis piernas, una bicicleta y enorme cantidad de amigos que
siempre me dan una mano cuando debo ir a algún lado; y finalmente si necesito transporte la
cooperativa invirtió en movilidad propia.
¿Repercusiones?... Este hecho; el de convertir una empresa privada en una cooperativa; tuvo
mucha trascendencia. La noticia se esparció rápido e inclusive tres o cuatro diarios y varias radios la
divulgaron; recibí muchas visitas de medios y de otras empresas interesadas en colaborar y en
aprender de nuestro ejemplo, que no es más que un simple hecho de justicia e igualdad. Pero al final,
como nuestra realidad avivó a muchos a tomar nuestro ejemplo, el tema finalmente quedó sepultado
por quienes se verían afectados por todo esto.
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¿La opinión ajena?... Muchos me llamaron héroe; yo no creo serlo en lo más mínimo, pues
solamente tuve los huevos para afrontar una situación y resolverla desprendiéndome de toda esa
podredumbre que habita en mi para hacer lo correcto; hecho que a veces es tan difícil de lograr.
Otros me llamaron loco, ingenuo, cobarde, demente y otras definiciones que no valen la pena
mencionar porque salieron de boca de los mismos necios obsesivos compulsivos atrapados en su caja
de pretensiones materiales; para quienes solamente tengo una sonrisa y un abrazo porque, aunque
puedan disimularlo con ropa cara, un buen peinado y una foto de perfil retocada, por dentro solo son
esas almas atormentadas tal como yo lo fui en un momento de mi vida; decepcionadas de sí mismas,
desalentadas y abatidas por las derrotas que atravesaron y los dolores que estas les provocaron.
¿Los clientes?... Algunos clientes tuvieron problemas con esta noticia; pues como dijo Albert,
aquel físico que ya mencioné: “En esta nuestra época es más fácil desintegrar un átomo que un
prejuicio”; a sus ojos estábamos locos. Pero con el tiempo los vimos volver; como un humorista
mexicano que me hizo reír mucho de niño dijo: “Con la cola entre las piernas”. Personas que fueron
recibidas con los brazos abiertos y sin ningún reclamo, pues no valía la pena.
¿Por qué Gerente General?... En realidad yo seguí en el puesto que me encantaba ocupar, el de
Gerente Creativo. Pero luego de anunciar Sosa su retiro mis propios compañeros por unanimidad
votaron para que yo fuera quien ocupase el puesto.
Quien pudiera negarle a Sosa tal decisión; siendo ya una persona que había dedicado casi 50
años de su vida al trabajo quería descansar, volver a vivir y disfrutar del tiempo que le quedara para
estar con su familia, cumplir algunos sueños que había dejado postergados y ser feliz con las
pequeñas cosas; quién era yo para pedirle que no se fuera.
Agradezco haber podido pasar mucho tiempo con el gozando de su sabiduría y aprendiendo de
su experiencia para poder desempeñar las tareas que ahora me tocan ejercer de la manera más
correcta.
Marcos ocupó mi anterior puesto, también por decisión de todos; y lo hace increíblemente.
Yanina, Mario y Miguel siguen en sus puestos y aunque en un principio fueron quienes más
inconvenientes tuvieron con aceptar esta nueva forma a la larga vieron las ventajas y por ellos
mismos, cada uno a su tiempo, pudieron darse cuenta que las personas por no tener una chapa de
profesional no significa que no puedan hacer bien las cosas, que es solo un prejuicio mas, que basta
solo el compromiso, la honestidad y sobre todo las ganas de aprender y hacerlo mejor.
El sector creativo es una fiesta, que no se malinterprete, es una fiesta en el sentido de que abunda
la alegría, el gozo, el placer de hacer apasionadamente un trabajo satisfactorio y al final obtener
frutos por ello.
Somos los inadaptados; así nos llamó uno de los diarios que publicó un artículo sobre nuestro
caso que nos hizo reír. Somos los que comprendieron que no existen personas especiales, que todos
llevamos luz por dentro y cada uno es necesario para su puesto e imprescindible como pieza de este
gran motor que nos impulsa hacia adelante.
Y yo en lo personal soy muy feliz; no por el dinero que tengo a fin de mes sino por lo que hago;
porque mi trabajo no es una obligación sino un deleite, algo que me da mucho placer hacer porque
me apasiona hacerlo. Y sobre todo soy muy feliz porque cada mañana al entrar por la puerta puedo
ver a las personas al rostro y ser honesto; saludarles y compartir un mate entre rizas y anécdotas;
puedo ser su compañero y su líder más que su jefe, y por las noches, descansar en paz por sentirme
colmado de tranquilidad. Hoy sé que no solo se trata de esperar que las cosas pasen sino puedo
elegir, que tal vez nunca sea nunca ese famoso estereotipo que tanto se espera que sea pero hay
mucho que puedo hacer, como escoger las palabras más sencillas y honestas para hablarme a mí
mismo, tener los oídos más abiertos para escuchar y aprender de los que me rodean, abrir las manos
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para dar un abrazo con ternura, dar las gracias por cada minuto que me toque estar aquí y la mejor
sonrisa para caminar por la vida.
Ese es mi tesoro mas grande, mi más valorada posesión, mi éxito personal, un éxito que no tiene
precio, que no pude comprar, sino que debí conquistar eligiendo ser sencillamente lo mejor que podía
ser, dejando de perseguir metas absurdas que alimentan lo peor de mi y simplemente caminar
descubriendo a cada paso el camino y dar suspiros profundos de sosiego ante cada nueva aventura y
desafío que se me presente.
Me pase los primeros 24 años de mi vida persiguiendo la idea de ser “apto” y “digno” para los
demás; fracasando, angustiándome y resignándome a ser un producto. Recién a los 25 años pude
comenzar a entender el mundo y a entenderme a mí mismo de otra forma; pero para ello debí
primero levantar el traste del asiento en que estaba aplastado; aprovechar los impulsos y las
oportunidades, pelear contra esa idea de aptitud que no terminaba de morir y darle paso a esa nueva
actitud que comenzaba a nacer. Tuve que dejar de hacer oídos sordos a mi realidad, apagar la
televisión y el celular, entender que una red social es un medio de comunicación y no una vida
alterna o un diario íntimo; y darme cuenta de una vez por todas que era yo el único dueño de mi
destino y que, aunque no quería verlo, era yo mismo quien decidía todos los días convertirse en una
víctima de todo lo que pasaba. Y recién ahí comprendí yo era lo que elegía ser; que podía ser
víctima, aceptando el mundo como lo veía; o victimario, intentando manipularlo para obtener
beneficios; o por un segundo pensar diferente, sentir diferente y elegir ser diferente.
Y en toda esta enredada historia, que fue solo una parte de la vida de un alma más en este vasto
mundo, aprendí mucho más de lo que pensé podría aprender. Pues aprendí que a veces nuestra
normalidad necesita romperse, que el dolor debe ser sentido más a fondo al igual que la angustia, la
decepción, la frustración y el desaliento; pero no para destrozarnos, sino para enfrentarlos,
comprenderlos y así poder disolver nuestras formas no auténticas de ser.
Aprendí que un milagro no es solo convertir el agua en vino, sino también algo tan sencillo y a
la vez complicado como transformar el pensamiento humano; entender que dentro nuestro habitan
los mayores miedos y nuestras más grandes valentías y que podemos ser nuestro peor enemigo como
también nuestro mejor aliado. Que somos los primeros responsables de lo que pensamos, lo que
decimos y lo que hacemos, que para aprender algo nuevo también es necesario desaprender algo
viejo; pero para ello la paciencia y la perseverancia son cosas imprescindibles.
Aprendí que es bueno acertar y disfrutar de ello, pero que son los errores de quienes más
podemos aprender; que somos humanos y podemos equivocarnos pero que un error imperdonable es
abandonarlo todo por quedarse estancado en el pasado, imaginando mundos alternos o fantaseando
con cómo serían las cosas de haber obrado de otra forma; mientras nuestra propia vida, la única que
tenemos, se nos va un poco cada día con cada respiro.
Aprendí que las agujas del reloj siempre corren en la misma dirección, que no vale la pena
anhelar volver el tiempo atrás porque este jamás lo hará, que el tiempo es el ahora y hay que vivirlo
pero a nuestra manera, no a la que nos dicen que debemos vivirla. Y además, que es absurdo
arrepentirse del pasado que cargamos porque si todo eso no hubiese pasado hoy no existiríamos
como somos, no seríamos como somos, y no tendríamos la oportunidad de hacerlo mejor.
Comprendí que las personas somos tanto y tan poco que se pueda ver con los ojos; que la belleza
exterior y el decoro superficial no es más que el encanto de un instante y que esa apariencia que
vemos no siempre es el reflejo de lo que hay dentro; por eso es propicio darse el tiempo que sea
necesario y ser pacientes para poder observar con atención y no caer en falsas ilusiones ni tampoco
en insípidos prejuicios. También entendí que no sirve ocultarse y fingir ser algo que no somos,
mucho menos intentar convencernos de que esa ficticia personalidad es el yo verdadero y necesario;
que los trajes de princesa y de príncipe no tienen más sentido que ocultar algo que no quiere
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mostrarse a los demás y que para uno es un escape, durante el día, a las miserias que nos abundan por
dentro y que tanta tristeza, desaliento e insatisfacción nos genera por las noches.
Aprendí que este mundo es increíblemente magnifico y esta frente a nosotros todo el tiempo,
pero para poder verlo y apreciarlo primero debemos conocer y ordenar esa parte densa y gris de
nuestro basto mundo interno; ese que se fue creando con cada derrota y desilusión, con cada
decepción y desencanto; darse el tiempo que sea necesario para estar con uno mismo y enfrentar esa
obscuridad, encontrarla y entenderla y por fin poder superarla.
Aprendí que hay cosas que no son cosas y como no existe forma de ponerles precio su valor es
muy costoso, tanto como tener que apreciarlo; que la vergüenza roba momentos y a veces los
momentos nos roban también un poco de vergüenza. Y aunque me digan que soy demasiado
optimista lo prefiero así porque aprendí que ser positivo termina causando siempre una reacción en
cadena de pensamientos, sucesos y resultados; allá ellos quienes con su moda de no comer porque
engorda, no leer libros porque es de nerd y no querer fuerte por si los dejan, no volar alto por si se
estrellan y no arriesgarse ni tener sueños por miedo a fracasar; yo aquí me dedico a vivir.
Aprendí que la violencia y todas las miserias del mundo las genera el mismo hombre y es solo el
hombre quien tiene la responsabilidad de decidir terminarlas, que si bien vivimos en el estado de
mayor libertad que haya experimentado la humanidad, los hábitos ocultos como el juicio
condenatorio y la manipulación por parte de los poderosos nos siguen constantemente arrastrando a
ser prisioneros y esclavos de un sistema diseñado para pocos. Que también se puede cambiar pero
para eso es necesario que todos seamos parte del cambio comenzando por entender que no existen
personas especiales; sino que así lo creemos porque son quienes hemos creído especiales quienes
nos han enseñado eso; que todos cometemos errores como ignorar esta realidad en que hemos sido y
somos embaucados.
Aprendí que es mejor atraer a las personas hacia tu día soleado que arrastrarte a su tormenta,
pero que también es muy difícil ser capaz de sumergirse en el mundo emocional del otro y no
ahogarse; que es verdad que existen situaciones que influencian nuestro juicio e impulsan decidir;
que hay cosas que pueden hacernos perder la razón y que a veces los dolores son tan grandes que las
cicatrices que generan no nos dejan razones por perder; pero al fin y al cabo el que dicta la sentencia
final es uno mismo y nunca es tarde para hacerlo diferente, porque del mismo en que un
ensordecedor rayo en una tormenta no puede destruir el cielo, todo el veneno sombrío y nocivo que
acumulamos con cada derrota y frustración no puede destruir la mente, solo tal vez confundirla,
cegarla y generar un gran ruido; pero al fin de todo lo que podamos pasar seguimos aquí respirando,
los días siguen teniendo 24 horas, las casualidades siguen ocurriendo y los universos nos siguen
llevando a ser acción y reacción, solo depende de nosotros decidir dejarnos fluir.
Finalmente aprendí que podemos ser lo que el mundo hace con nosotros; o las palabras que
cuentan lo que somos; o tal vez, luego de un suspiro de esperanza, elegir ser lo que hacemos para
cambiar los que somos… Una oveja, un lobo o un león.
Es más bien cuestión de fe, es creer en cada paso y darlo todo en cada uno. Es andar
desvelado por paisajes airosos, despierto en senderos ocultos y oportuno en la densa niebla. Ser
caminante es saber más del camino que del destino, de lo abrasivo y suave de los suelos, de lo
brillante y obscuros que pueden ser los cielos, de lo estrecho de los ríos, de lo profundo de los
lagos, de lo rudo de los ascensos, de los apuros de los descensos, de los posos y los bordes, de los
muros y los golpes.
Ser caminante es apasionarse por caminar, enfrentar los miedos y afrontar los riesgos, por
que caminar es vencer en cada paso las barreras, la visión difusa, el olfato neutro y el oído sordo,
Para respirar al fin profundas bocanadas de verdadera libertad.
Caminante hace camino al andar.
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Sofía.
Sus ojos… Despega los ojos, percibe la luz, siente su cuerpo, sus manos, sus pies; y entre
sabanas arrugadas, la calma de la habitación, el estirón y el bostezo el mundo despierta.
El pelo… El pelo despeinado y un cepillo frente al espejo van dibujando su rostro, el de todos
los días. El agua que enjuaga su cara, sus dedos que quitan las lagañas, un poco de maquillaje, una
remera de su color favorito, un pantalón, un par de accesorios y la ilusión se completa.
El desayuno… El trago a trago del café, las noticias, tal vez un poco de música y la primera
sonrisa, esa sonrisa de ensueño, entre charlas mañaneras antes de la rutina del día que viene.
Es difícil saber cuándo su historia tuvo un comienzo y si alguna vez tendrá final, pero
caprichosamente hubo un momento desde donde comenzó a mirar hacia atrás, para aprender de ella
misma y poder seguir adelante; y solo así aprendió.
Aprendió que puede haber increíbles contradicciones en la vida misma que generan dolor; que
el sol quema si se expone demasiado; que las personas buenas podrían herirla alguna vez; que
hablar puede aliviar los dolores del alma y que a veces regalar un verso puede generar graves
problemas; que el silencio a veces es la respuesta del pensamiento y puede ser un cómplice callado
de la palabra; que lleva años construir confianza y solo unos segundos destruirla y que a veces ella
misma podía llegar a hacer cosas de las cuales podía llegar a arrepentirse por el resto de su vida.
Aprendió también que los cuentos de hadas son cuentos de hadas, que la realidad es más dura
de lo que creía; que los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, solo se quedan allí, pero
que querer de verdad, enamorarse de verdad y poner tanto en todas esas cosas también genera
cicatrices. Que al final nadie es capaz de aceptar la libertad plena del otro; que a nadie le gusta
vivir con una persona libre; que si uno decide ser libre y disfrutar de su plena libertad el precio que
se debe pagar es la soledad.
Tuvo que irse de algunos lugares, cerrar algunas puertas; no por orgullo ni por cobarde, sino
por el hecho de quererse a sí misma. Muchas veces pensó que perder a la persona que amaba era lo
peor que podía pasar; se vio a ella misma aferrada, aguantando, alargando los procesos,
justificándose y justificando la situación; y después de un tiempo se miró arrepentida de haber
sostenido esa realidad tan nociva durante tanto tiempo, porque comprendió que fue peor perderse a
ella misma en el proceso de amar; que se había olvidado de quien era.
Experimentó que en la vida misma hay una vida que se ve, esa de todos los días al salir el sol,
esa que no termina; en la que es hija, hermana, madre, tía, estudiante, trabajadora, amiga, enemiga,
conocida y a veces amante; la vida del desayuno, la del espejo mientras peina su pelo, la del café
trago a trago; la vida que la hace existir y encajar en la sociedad; la vida en la que somos lo que
hacemos con lo que hacen de nosotros. Y que existe otra vida, esa que no se ve; la auténtica, la que
vive en su cabeza; la vida de la que nunca habla, la que calla; la tan abundante vida que solo ella
conoce y que ocurre tan frecuentemente de una manera tan diferente a lo que ella muestra; esa vida
que no encaja en el mundo.
Hoy se ve a ella misma de una manera diferente, pues sabe que luego de atravesar por un
infierno no cualquier demonio puede quemarla; que ser feliz y sonreír de verdad no se logra sin
antes luchar y batallar; que tan absurdo y fugaz es nuestro paso por esta tierra que a veces no se
trata tanto de ser lo que los demás esperan de ella sino lo más parecida que pueda ser a ella misma;
que los ruidos de las opiniones ajenas no deben callar la voz interior y que caminar hace al camino.
Sabe que verse como víctima no sirve, que la lástima por uno mismo es uno de los narcóticos más
destructivos, que es adictiva pero a su vez destruye su autoestima y la separa de la realidad.
Tubo que entender que el pasado es recuerdo, el futuro un misterio y el ahora un obsequio; que
solo el hoy es el día más hermoso de su vida; que los obstáculos más grandes sus propias
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indecisiones, que su enemigo más fuerte es ella misma, que es fácil equivocarse pero no por eso debe
dejar de intentar; que la mentira y el egoísmo son lo más destructivo, que la soberbia y el rencor los
defectos más peligrosos y el desaliento la peor derrota; y al final, que la sensación más grata es el
esfuerzo por ser mejor sin ser perfecta.
Se volvió resiliente, pues fue capaz de proyectarse a sí misma en el futuro a pesar de haber
sufrido acontecimientos desestabilizadores, y usa esta herramienta todos los días ajustándose a los
obstáculos que presenta su avance.
En fin, una chica excelente pero bastante loca de a ratos; a veces tan triste y otras tan muerta
de risa; a veces tan dulce y tierna, a veces tan fría e incomprensible. Unas páginas que compartí una
vez y me hicieron sonreír. Y que me ensañaron que la vida no es un problema para ser resuelto sino
un misterio para ser vivido.
Así la imagino, pues esto lo escribí una mañana al despertar en que su recuerdo como tantas
otras veces ha venido a mí de repente, ya que esto es lo único que me queda de Sofía, sus recuerdos,
porque no he vuelto a verla desde aquella tarde.
Estando frente a la plaza observando el comportamiento del mundo con un paquete de galletas
en la mano, un niño se acercó a preguntarme si no tendría unas monedas que pudiese darle; le
pregunté su nombre y me dijo que se llamaba Daniel, un tocayo; le pregunté su edad y me dijo que
tenía 13. Después, no hizo falta preguntar sino solo observar para ver que llevaba zapatillas rotas y
no usaba medias, un pantalón marrón magullado que le quedaba corto y un buzo sucio con una
rasgadura en el hombro derecho que dejaba ver que debajo no traía nada. Tenía la piel obscura, el
cabello enredado y los ojos tristes.
Lo invité a sentarse, abrí el paquete de galletas y con una sonrisa le convidé; él se sentó, metió
la mano en el paquete y sacó solo una galleta. Le dije que no se hiciese problema y tomase un gran
puñado, me contestó preguntándome si podía tomar algunas galletas más para llevárselas a su
hermano menor; entonces simplemente cerré el paquete y se lo entregué entero, luego el sonrió y me
dijo muchas gracias.
Sentí en ese momento que estaba haciendo tan poco que tomé de mi bolsillo apenas $300 pesos
que en ese momento llevaba conmigo; se los entregué y le dije que no traía más, pero que por lo
menos ese poco dinero iba a servir para que comiese por uno o dos días. El dibujó una gran sonrisa y
me dijo muchas gracias, a lo cual contesté que no me diese las gracias porque era muy poco lo que le
estaba dando; luego él respondió:
-No le doy las gracias por eso, mucha gente pasa y me da dinero… le doy las gracias por charlar
conmigo, por no mirarme como si fuese basura como hacen todos y por no haberme dicho que me
fuera porque lo estaba molestando… Gracias por eso-.
Entonces sonrió, se dio la vuelta y se fue corriendo a donde lo esperaba su hermano menor. Yo
me quedé mirándolo medio boquiabierto, sorprendido por lo que había escuchado de ese niño que sin
tener nada poseía todo; unas zapatillas toras, unos ojos tristes y un enorme corazón que solo quería
encajar.
Lo que si me cerró la boca luego de eso fue observar a las personas que pasaban por la plaza y
que ahora si para ellos existía. Pues me observaban con mala cara, como si estuviesen viendo a un
violador de menores o a un narcotraficante; o a un estúpido que le daba el dinero suficiente para un
almuerzo y unas botellas de cerveza para pasarla “cool” a un niño que lo gastaría en drogas. Y
sintiéndome impotente e indignado de observar ese enfermizo e incoherente comportamiento me di
la vuelta y me fui.
Me acerqué a la puerta del comerció, mire hacia adentro por el vidrio y noté que Sofía ya estaba
sola detrás del mostrador y su jefe ya se había marchado, entré y me puse junto a ella.
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De solo mirarnos sonreímos, le pregunté si había tenido algún problema y me dijo que no, que su
jefe solo había venido a decirle que después de que terminara el turno se acercara por su oficina para
hacerle la liquidación y firmar sus papeles de renuncia. Me tranquilizó escucharla, aunque nunca
supe si omitió que tal vez le habían reprendido; igualmente no insistí con preguntarle más porque no
valía la pena; tenía algo más importante que hacer. Me acerqué, la tomé de la mano y sin que ella
pudiese decir nada le dije:
- Al fin y al cabo las personas tienen sus razones, las cuales motivan sus decisiones…Si me
preguntan creo que no hay razón más grande que la de luchar por los sueños, la de no solo imaginar
una vida sino construirla; transformando nuestro mundo a base de esfuerzo, dedicación y sacrificio…
Pero para esto no solo hace falta sentir que se merece algo mejor sino forjarlo y construirlo. Estas son
las razones que salen del corazón y que llevan indefectiblemente a la felicidad en la vidaMe miró sonriente y con brillo en los ojos, apreté su mano un poco más y continué:
-Entre decirlo y hacerlo hay mucha diferencia, porque el mundo te va enseñando con el tiempo
que los sueños son solo sueños, que las palabras solo palabras y que creerse una mentira placentera
es mejor que afrontar una cruel verdad; que ser cobarde y huir es más fácil que la responsabilidad de
vivir… Pero aquí estás tú que escondes un océano de lagrimas detrás de esa sonrisa animándote a
luchar; dándole paso firme a lo que viene, creyendo en ti y en tus sueños…Y eso no es gracias a mí;
yo pude haberte apoyado pero la decisión es tuya porque tu vida es solo tuya y solo tú decides que
hacer con ellaLuego sonreí más aun y continué: -Tú, “loca irreversible”, haz decidido comenzar a vivir una
vez más y eso es algo que me hace sentir muy orgullosoEstaba de verdad muy feliz y orgulloso, como se lo mencioné, así como todo lo demás que le
dije; que no era más que mi propio pensamiento. No podía decirle más ni pretender nada más de ella,
solo que fuera feliz y que se animara a cambiar su vida tal como yo lo había hecho.
Ella se apartó un poco y se refregó los ojos, como apurándose a limpiar unas lágrimas que
todavía no habían caído pero que humedecían sus ojos. Luego se acercó, me jaló de los hombros y
me abrazó tan apretujadamente como nunca lo había hecho; y no me soltó por unos treinta segundos.
Yo no pude evitar sentir que ese abrazo, a pesar de ser mágico y maravilloso, era de despedida.
Cuando nos soltamos me dijo:
-No creo que puedas imaginar todo lo que voy a extrañarteA lo que respondí:
-Todavía tenemos nuestras conversaciones y podemos encontrarnos en algún momentoLe contesté de esa manera porque en realidad una parte de mi no quería que el momento sonase
como una despedida; no quería decirme que ya no volvería a verla; quería tener la esperanza de que
podríamos seguir estando en contacto.
Entonces ella respondió:
-Por supuesto, siempre están las redes sociales para poder hablar y tienes tenemos nuestros
numero telefónicos… Y si no… La tierra es redonda y en algún momento nos cruzaremos; después
de todo la vida no es un problema para ser resuelto sino un misterio para ser vivido-.
Y eso fue todo, fue la última vez que escuché su voz y que pude apreciar de frente su sonrisa, su
mirada y gozar de esos abrazos que me iluminaban el alma. Finalmente la salude con un beso en la
mejilla y me fui a cambiar mi rumbo y seguir con mi vida mientras ella seguía con la suya.
Se me da por pensar algunas noches en la calma de mi habitación, donde gozo únicamente de mi
entera compañía, si nuestra pequeña historia fue tal vez una historia de amor.
Dicen que para que exista el amor debe existir la esperanza de que ese amor pueda vivir. Pues de
ser así nunca pudo serlo ya que ella y yo fuimos construyendo y planeando nuestras vidas aparte;
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compartiendo solo esas bellas ocasiones que nos llenaron de luz de a ratos y nos ayudaron a seguir
adelante pero por caminos separados. Nunca logramos hacernos encajar en nuestras vidas, nunca
planeamos los momentos sino que estos se fueron presentando en el pasar de los días; y al final,
terminamos por las mismas circunstancias distanciados, dejando el desenlace de esa, nuestra historia,
con puntos suspensivos de un futuro desconocido. Tal vez porque solo fuimos, como con otros, la
compañía que necesitábamos en una parte de nuestras vidas en que buscábamos no sentirnos solos en
los momentos de cruel soledad; pero solo eso y nada más.
Pero también dicen que el amor no se piensa sino que se siente. Y sé que a ella le sentí
completamente en todas mis facetas; siendo un cobarde atemorizado por todas las sensaciones que
me hizo sentir en un principio, queriendo negar su imagen en mi mente y el reflejo del café de sus
ojos que me quitaba el sueño; pretendiendo alejarla de mi realidad marchita. Luego llegue a sentirla
con ese veneno de querer que fuese solo mía, alimentando mi deseo de tenerla solo para mí; un
antojo de que fuese la princesa que alborotaba mis pensamientos; como un capricho de adolescente
mezquino en que la idealizaba siendo la mujer que aliviara mis penas y compensara mis tacañas
necesidades incompletas; de ser el dueño de su boca, el hombre de su cuarto y el que provocase todos
los incendios entre sus sabanas.
Y al final llegué a sentirla queriendo solamente que fuese feliz; cuando logre escuchar y
conocerla de verdad; cuando aprendí a verla con claridad y sin antifaz, y en mi corazón solo
quedaron los ánimos de pretender que a cada paso la felicidad la encontrara, más allá de que fuese
con otras personas, y pretendiendo para mí solo lo que ella quisiera darme; como una mirada, una
sonrisa y tal vez uno de esos abrazos que hacían temblar mis rodillas. Si de sentir el amor se tratara
diría por ella sentí el amor más profundo que alguna vez llegué a sentir por alguien.
Pero hay tantos decores del amor y tantas definiciones que se me da deliberar en la idea de que
si existió amor tal vez fuimos un amor imperfecto en un tiempo perfecto, o tal vez un amor perfecto
en un tiempo imperfecto; ya que de cualquier forma, al final, terminamos distanciados.
O tal vez sea también un poco de ambos, porque en los días después de nuestros días solo sé que
la pienso; y no sé si alguna vez, aunque sea unos segundos, yo cruzaré por su mente. Solo sé que la
extraño; y no sé si a ella alguna vez se le dará por extrañarme. Y sé también que no la busco y que
ella tampoco me busca a mí.
Siento la incertidumbre de caminar por las calles de la ciudad y pensar que ella, tal vez unas
horas antes o unas horas después, caminó o caminará por las mismas veredas; pisando las mismas
baldosas, esquivando los mismos charcos, mirando las mismas vidrieras y escuchando el mismo
ruido de la sociedad en movimiento.
Y también, a veces siento tranquilidad; sobre todo en esas noches cuando subo a la azotea a
fumar un cigarro y al mirar la luna imagino que ella, desde otro sitio, está haciendo lo mismo; y que
a la distancia tenemos algo en común.
Más allá de todo lo que pueda pensar o sentir, tengo la seguridad de decir que jamás voy a
arrepentirme de haberla conocido; de haberme entrometido y socavado entre sus rincones más
ocultos; porque nunca pude desnudarle el cuerpo pero siempre fue un placer para mi desnudarle el
alma; porque al hacerlo logre conocerla y a su vez pude conocerme a mí mismo. Tengo la convicción
de que nunca intentaré olvidarla, porque simplemente no lo lograría; y que jamás dejaré de
agradecerle porque sin ella no sería la persona que soy hoy, ya que de ella surgió la oportunidad de
pensar diferente, de decir diferente, y sobre todo de hacer diferente para transformar toda esa realidad
tan penosa en la que vivía.
Hoy prefiero no recordar los besos que nos dimos, esos besos falsos de antifaz; que yo le di a la
princesa ficticia del exterior y ella al hombre de fantasía que pensaba que yo era. Y mejor guardar
para siempre en el corazón el recuerdo de esos abrazos, la expresión más sincera de afecto y cariño
que compartimos siendo los locos irreversibles que siempre fuimos pero siempre ocultamos.
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Y finalmente, me queda el anhelo de volver a verla; de hecho tengo su teléfono y somos amigos
en las redes sociales. Mas de una vez nos escribimos para conversar, a veces ella y otras yo, pero con
nuestras nuevas responsabilidades que los objetivos, que nos propusimos realizar nos impartían, casi
nunca coincidíamos; y cuando lo hacíamos estábamos tan cansados y aturdidos que todo pasaba muy
rápido y sin mucho predicamento, solo unos -“Hola”-, seguidos de unos -“Como estas”- respondidos
de manera rápida y sin mucho interés a las horas. Conversaciones incompletas que un día dejaron de
darse y responsabilidades asumidas que finalmente hicieron que dejáramos de buscarnos.
Sería fácil llamarla para escuchar su voz; sería fácil escribirle para leer sus palabras; es fácil
entrar a facebook y ver sus fotos. Pero aprendí después de un año de no estar junto a ella cautivado
por su presencia el valor de poder mirarse a los ojos, estar frente a frente y sentir la existencia de esa
persona que transforma tu mundo. Siento por dentro también, como la primera vez que la vi, el deseo
de que sea el camino y esa mágica casualidad quien vuelva a cruzarnos y colocarnos cara a cara;
como ella dijo: “La tierra es redonda”; pero no para reprocharle nada ni mucho menos hacer un
planteo sin sentido buscando una explicación a todo esto; mucho menos para darle explicaciones ni
perder el tiempo siendo un falso fantoche de personalidad; ni tampoco pretender que planeemos algo
ni pedirle nada.
Quiero un suspiro de tiempo; un medio renglón de alguna página en blanco de los libros de
nuestras vidas en la que podamos coincidir; para por un momento ser ese inadaptado que con ella
descubrí podía ser, mirarla fijamente siendo solo yo; para robarle una sonrisa, una mirada y poder
decirle algo que nunca le dije: TE QUIERO.
FIN
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