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Dos Antígonas mexicanas

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Camila Sánchez Vicencio
Tradición clásica en México
Dos Antígonas mexicanas y la crítica social
Las tragedias griegas a menudo son reescritas y reinterpretadas para hablar de problemas
sociales que aquejan a toda Latinoamérica. En este trabajo hago un análisis de Antígona: las
voces que incendian el desierto de Pilar de la Rosa y de Antígona González de Sara Uribe, dos
obras mexicanas en las que la tragedia clásica se usa para hacer una crítica a distintas
situaciones sociales.
El texto que tiene paralelismos más claros con la tragedia original, es Antígona: las
voces que incendian el desierto (2005). Esta obra de teatro se desarrolla en la Ciudad de Tebas,
lugar que utiliza la autora para referirse a Ciudad Juárez, Chihuahua, donde en la década de
los noventa, una gran cantidad de mujeres fueron desaparecidas, violadas y asesinadas; este
fenómeno fue conocido como “Las muertas de Juárez”.
De la Rosa retoma la historia de la Antígona sofoclea para hablar de una mujer que
busca de forma incansable a su hermana, Polínice. La mayoría de los personajes de la obra
original son rescatados y se añaden algunos otros, como el de la reportera que en la realidad
estuvo involucrada en el caso. La imposibilidad que sufre Antígona de enterrar a su hermana
no es debido a la prohibición de Creonte para hacerlo, como lo es en la tragedia griega, sino
por no poder encontrarla ni saber si está viva o muerta. Así, el conflicto de Antígona es
Que el eco de su voz [de Polínice] pueble nuestros sueños y que
nuestros pasos no encuentren sitio de reposo, como su cuerpo
extraviado no ha encontrado el abrigo de la tierra. Que no acabe nuestra
agonía, mientras el olvido y la infamia sigan condenando nuestros
corazones (De la Rosa, 2005, p. 196).
Antígona quiere encontrar el cuerpo de su hermana en la morgue, ya que “hay noticias
de que en la morgue existen más de doscientos cadáveres no identificados” (De la Rosa, 2005,
p.199). Así, pide ayuda a Ismene para poder encontrar a Polínice, sin embargo, al igual que en
la obra de Sófocles, su hermana se niega a ayudarla.
El discurso y papel de Creonte cambia un poco de sentido, éste no prohíbe que se
entierre a Polínice explícitamente , sino que el problema que crea está en la negación de la
existencia de las muertas de las que todos los medios de comunicación están hablando:
Desde la altísima responsabilidad que ustedes, ciudadanos, me
confirieron al elegirme su gobernante, Declaro, que no hay muertas.
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Que no existen cuerpos que identificar. Y esto es muy claro. No existen.
Y quien contradiga mi dicho estará obligado a presentar las evidencias.
[...] Las mujeres reportadas como extraviadas están vivas. (De la Rosa,
2005, pp. 193-194).
Así, una de las reflexiones principales que surgen de esta obra de teatro es el qué pasa cuando
se niega la existencia de un problema, o cuando no se nombra a las personas desaparecidas. Este
problema será tratado más adelante en el trabajo.
Antígona: voces que incendian el desierto es una clara crítica a la situación que se vivía
en el momento en Ciudad Juárez y, más aún, a las declaraciones que las autoridades daban sobre
la situación. Monárrez (2000) hace mención de algunas de las declaraciones que hicieron las
autoridades de Chihuahua al referirse a las víctimas. Un ejemplo de esas declaraciones es:
es importante hacer notar que la conducta de algunas de las víctimas no
concuerda con esos lineamientos del orden moral, toda vez que se ha
desbordado una frecuencia de asistir a altas horas de la noche a centros
de diversión, no aptos para su edad en algunos casos, así como la falta
de atención y descuido por el núcleo familiar en que han convivido (p.
91).
De la misma forma, en la obra de teatro, Eurídice, al verse interrogada por la reportera,
declara que
La morgue está vacía, pero no quiero caer en provocaciones [...] Esas
mujeres, las pocas que efectivamente se han encontrado, vivían en el
riesgo… llevaban una vida oculta… habrían muerto en esta ciudad o en
cualquier otra [...] Discúlpeme señorita, pero esas niñas vivían en el
descuido… es evidente que no tenían una madre responsable (De la
Rosa., 2005, pp. 203-204).
Una vez más, está presente la negación del problema al decir que “la morgue está vacía”,
y se hace una referencia a la forma en la que las autoridades justifican las muertes y
desapariciones y transfieren la culpa a las víctimas y a sus madres.
Lasso de la Vega (en Sófocles, 1981) expone la importancia para la Antígona clásica de
obedecer a los dioses y al derecho divino de enterrar a su hermano, lo cual la lleva a desobedecer
la tiranía de Creonte. Así,
Antígona, en pugna con la ley humana por no quebrantar la ley divina,
le lleva la contra al tirano, entierra simbólicamente a su hermano y salva
aquel deber intocable, a costa de la propia vida [...] Sabe y está segura
de pocas cosas: que hay unos dioses arriba y otros abajo, que aquende
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están los vivos y allende los muertos y que a los difuntos, que son del
reino de los dioses de abajo, menester es enterrarlos (p.80).
Es decir, lo que mueve a la Antígona sofoclea en contra de Creonte es el deber hacia los
dioses de enterrar a su hermano. No es raro que esta situación cambie cuando se trata buscar a
un desaparecido en la actualidad. En las dos obras mexicanas, el enterrar a los muertos no es
un deber hacia los dioses, sino un acto netamente humano1 y terrenal, pues “si está muerta,
deberemos vivir su muerte. Honrar su memoria. Es de humanos brindarle las honras fúnebres”
(De la Rosa, p. 200). En la obra de teatro de De la Rosa, Antígona nos dice “¿Qué me importa
morir? Sosegada estaré al lado de los que reposan en paz. Creón tiene el poder. Mil veces
prefiero complacer a los que están abajo que a los de arriba. Pues es abajo donde moraré
siempre” (2005, p. 201). Aunque ésta es una clara referencia a un diálogo de la Antígona
sofoclea, pienso que el sentido o a lo que se refiere esta Antígona mexicana es distinto, pues
cuando habla de “los que están abajo”, no se refiere a Hades o a alguna deidad del inframundo,
sino a las personas muertas; y cuando habla de “los de arriba”, se refiere a Creonte y a las
personas que están arriba en la escala de poder, no a algún dios celeste.
Pasaré ahora a Antígona González de la poeta Sara Uribe (2012). Este libro es una
especie de pastiche en el que la autora utiliza distintos fragmentos de la Antígona sofoclea y de
algunas de las obras que han tomado el personaje de Antígona, tales como La tumba de
Antígona de María Zambrano, Antígona o la elección de Margarite Yourcenar o Antígona
Furiosa de Griselda Gambaro. Uribe también toma fragmentos de notas periodísticas y
entrevistas a familiares de personas desaparecidas. Al final del libro, la autora enumera todos
estos fragmentos tomados de otras obras, artículos académicos, entrevistas y textos de
periódicos.
El contexto de producción de este texto es el descubrimiento de una fosa común en
Tamaulipas en el año 2010, en la que se encontraron los cuerpos de 72 migrantes
centroamericanos, víctimas de la llamada guerra contra el narco (Caudillo, 2018).
Antígona González es una reescritura en la que se narra la historia de una mujer que
busca a su hermano Tadeo para poder enterrarlo y recuperar de alguna manera la paz. El texto
de Uribe no hace una referencia a una situación específica y concreta de desaparición y
asesinato como lo hace Pilar de la Rosa al tomar la situación de Las muertas de Juárez, sino que
toma la tragedia sofoclea para hablar de forma general de todos los desaparecidos. Así, la misma
Sé que no hay nada más humano que creer en los dioses, pero no supe qué adjetivo poner,
¿terrenal? Me refiero a que los dioses, o el dios católico en el que cree la mayoría de los mexicanos,
ya no son tomados en cuenta realmente.
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autora nos dice que “La interpretación de Antígona sufre una radical alteración en
Latinoamérica --en donde Polínices es identificado con los marginados y desaparecidos”
(Uribe, 2012, p. 21).
Resulta interesante ver cómo Uribe utiliza el concepto de frontera para retomar un
pasaje importante de la tragedia clásica. En la obra original, Antígona describe que es llevada
a la orilla del Aqueronte, río que deben atravesar las almas de los muertos antes de llegar al
Hades, y al estar en este río, menciona que “...no pertenezco a los mortales ni soy una más entre
los difuntos, que ni estoy con los vivos ni con los muertos!” (Sófocles, 1981, pp. 280-281).
Uribe, por otro lado, nos dice: ¿Es posible entender ese extraño lugar entre la vida y la
muerte, ese hablar precisamente desde el límite?/ un habitante de la frontera/ ese extraño lugar
(2012, p. 27). Esta frontera también hace referencia a la situación de un desaparecido: mientras
no se tenga un cuerpo, no se sabe si está vivo o muerto, por lo que está en esta frontera entre la
vida y la muerte. Además, al hablar de frontera, también puede referirse a un espacio físico,
literalmente la frontera, pues Uribe inserta pasajes en los que las personas desaparecen en la
frontera con Estados Unidos: “Se trata sólo de otro hombre que salió de su casa rumbo a la
frontera y no se le volvió a ver. Otro hombre que compró un boleto y abordó un autobús” (Uribe,
2012, p. 20). Así, la frontera a la que van los desaparecidos tiene un doble sentido: una especie
de limbo, y el espacio físico.
Cabe mencionar que en las dos obras mexicanas se deja de lado el contexto y estatus
social del Polínices de Sófocles, quien muere a manos de su hermano por la pelea por el
gobierno de Tebas. En las reinterpretaciones no está claro quién es el culpable de la
desaparición y/o asesinato de Polínice o Tadeo. Además, éstos no tienen un estatus social alto
que les permitiría tener el derecho a gobernar, sino todo lo contrario, son parte de la clase
media-baja.
Como se ha dicho anteriormente, cada obra, a su manera, hace una crítica a una
situación, aunque ligeramente distinta cada una, que afecta a muchas personas, a una
comunidad. La tragedia de la Antígona clásica representa la historia de una Antígona, es la
historia de un caso particular. En cambio, las dos obras mexicanas aquí estudiadas no hablan
de casos aislados, no hay un solo Tadeo, no hay una sola Polínice y, por lo tanto, no hay una
sola Antígona.
En el caso de Antígona: las voces que incendian el desierto, esto se demuestra con el
hecho de que se haga una muy clara referencia a la situación de Las muertas de Juárez y que
no quede duda de que es una crítica a esa situación. Por otro lado, en Antígona González, la
idea de que el problema es algo común que afecta a la sociedad se logra de manera profunda
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porque a lo largo del texto, mientras se narra la historia de Tadeo, se insertan a la par
testimonios y notas periodísticas reales, lo que deja en claro que el caso de Tadeo no es un caso
aislado y poco común. Gracias a su forma de pastiche, “Antígona González antepone el valor
social del duelo al hacerlo aparecer en una enunciación colectiva que no distingue entre autorías
sino a partir de su función en una narrativa doliente” (Cruz, R., en Cuello, 2018)
Además, ambos textos muestran que se está representando un problema común a la
sociedad cuando mencionan la morgue. Mientras la Antígona de Pilar de la Rosa nos dice que
en la Morgue hay más de doscientos cadáveres sin identificar, en Antígona González se nos
dice que Antígona no es la única que va a la morgue para buscar un cuerpo, pues hay “Un fila
inmensa. Esta mañana. Llegamos arrastrando los pies tras la zozobra del viaje, tras la
intemperie, tras el cansancio infinito desde el miedo hasta la morgue” (Uribe, 2012, p. 72).
Una de las grandes diferencia entre la Antígona de Sófocles y las dos Antígonas
mexicanas, es que en la clásica, Antígona sabe que Polinice murió a manos de Eteocles, y lo
que pide no es castigar a éste por la muerte de su hermano, sino que para ella, la justicia, la paz,
la encuentra en poder enterrar a Polinices y cumplir su deber con los dioses, y eso es a lo que
se opone Creonte. Sin embargo, en las Antígonas mexicanas, uno de los conflictos es no saber
quién mató a Tadeo/Polínices y el no poder enterrarlo porque no hay un cuerpo al cual enterrar.
Si no se sabe quién lo mató, quién lo desapareció, ¿a quién se castiga? En la Antígona de Sara
Uribe no hay un Creonte como personaje, pero se puede relacionar a Creonte con todo el
sistema que permite que sigan desapareciendo personas, o, más particularmente en el contexto
de producción de la obra, con las redes generadas a partir del narcotráfico, pues la autora nos
dice “Supe que Tamaulipas era Tebas/ y Creonte este silencio amordazándolo todo” (Uribe,
2012, p. 65).
En la Antígona de Perla de la Rosa, el problema tiene que ver más bien con el nombrar
y, en ese sentido, Creonte sí es directamente contra quien se opone Antígona, pues es él quien
prohíbe que se hable de las muertas, las niega, dice que no existen.
Relacionado a esto, pienso que lo más importante que une a estas dos Antígonas
mexicanas es, precisamente, el problema del nombrar, y que el no hacerlo, niega la existencia
de los cuerpos, niega la muerte y “Al negar su muerte también se niega su vida” (De la Rosa,
2005, p. 200). Esto se representa muy claramente en la orden de Creonte de negar la existencia
de los cuerpos en Antígona: las voces que incendian el desierto. Además, el nombrar está muy
relacionado con la cuestión de encontrar el cuerpo del desaparecido, pues el no darle un nombre
a los cuerpos y el no reconocerlos también niega la existencia de las personas: “¿Qué cosa es
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el cuerpo cuando alguien lo desprovee de nombre, de historia, de apellido?” (Uribe, 2012, p.
68).
Sobre esto, dice Cuello (2018) que
La presencia del cuerpo nos puede permitir una enunciación en tanto
signo de la muerte no natural, pero una ausencia del mismo significaría
los límites de la enunciación del delito, y por lo tanto, de la denuncia
posible de éste en tanto testimonio de las ruinas que fabrica el Estado.
Así, la negación de la existencia de los cuerpos, sobre todo de aquellos sin reconocer,
es una cuestión que tiene gran importancia en las dos obras. Se resalta cómo la ausencia del
cuerpo no solamente no permite que pueda ser enterrado, ni que se encuentre la paz al saber
que el desaparecido está muerto, sino que tampoco permite que se pueda enunciar el delito del
que fue víctima, pues “Ellos dicen que si no hay cuerpo, no hay delito” (Uribe, 2012, p. 24).
Finalmente, ambas obras quedan abiertas, pues Antígona no muere realmente, ni
encuentra a Tadeo o Polínice, lo que también recuerda que la mayoría de las veces, los casos
de desapariciones y asesinatos quedan sin resolverse.
Estas dos obras son solo un ejemplo de la gran cantidad de textos que se sirven de
Antígona para hablar de desapariciones forzadas, no solo en México sino en países que
sufrieron una dictadura. Pilar Hualde (2012) menciona que Antígona, de entre toda la tragedia
ática, es la obra más recreada en Iberoamérica a partir de la segunda mitad del siglo XX. Esto
se debe en gran medida a la historia política de distintos países. “Así mismo, el asunto de la
falta de enterramiento del cadáver de Polinices ha servido como metáfora para la denuncia de
las víctimas desaparecidas en las distintas dictaduras latinoamericanas” (Hualde, 2012, p. 214).
Sin embargo, las obras analizadas aquí no se insertan en un contexto de dictadura, pues
ésta siempre supone que es el gobierno quien abusa de su poder. En estos textos, en cambio,
no queda muy claro quién es el culpable de las desapariciones, puede ser el narcotráfico, el
patriarcado como sistema, o la esperanza del sueño americano, entre otros problemas sociales.
Así, pienso que el no identificar un enemigo o un responsable claro, provoca que la situación
sea más difícil de afrontar.
Referencias:
Caudillo, A. (1 de febrero del 2018). Antígona González de Sara Uribe: una lectura
infrapolítica, Seminario de Estudios sobre Narrativa Latinoamericana Contemporánea,
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recuperado
de
https://www.senalc.com/2018/02/01/antigona-gonzalez-de-sara-uribe-una-
lectura-infrapolitica/
De la Rosa, P. (2005). Antígona; las voces que incendian el desierto. En G. de la Mora (ed.),
Cinco Dramaturgos Chihuahueses, (pp. 185-228). Ciudad Juárez, Fondo Municipal Editorial
Revolvente.
Hualde, P. (2012). Mito y tragedia griega en la literatura iberoamericana. Cuadernos de
filología
clásica.
Estudios
griegos
e
indoeuropeos,
22,
185-222.
DOI::
https://doi.org/10.5209/rev_CFCG.2012.v22.39070
Monárrez, J. (2000). La cultura del feminicidio en Ciudad Juárez, 1993-1999. Frontera Norte,
12(23), 87-117. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/pdf/fn/v12n23/v12n23a4.pdf
Sófocles. (1981). Tragedias. Madrid: Gredos.
Uribe, S. (2012). Antígona González. Oaxaca: Sur+ ediciones. Recuperado de
https://poesiamexa.files.wordpress.com/2016/06/antc3adgona-gonzc3a1lez.pdf
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