C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 EL PAPEL DEL PROFESOR-EDUCADOR ANTE LA REALIDAD DEL AULA: ¿ES POSIBLE LA PREVENCIÓN DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA? Carolina Pérez Lancho Profesora de Educación Secundaria Miembro de la Sociedad Española de Nutrición 348 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 Resumen: La educación nutricional ha de estar enmarcada dentro de la educación para la salud. Es complejo influir en los hábitos alimentarios pero dichos hábitos pueden cambiarse. Es necesario proporcionar conocimientos teóricos para prevenir cualquier trastorno de la conducta alimentaria. Palabras clave: educación nutricional, educación para la salud, trastornos de la conducta alimentaria, hábitos alimentarios, prevención. Summary: Nutricional education has to be framed within the healthy education. It is complex to influence in the nourishing habits which could change. It is necessary to provide theoretical knowledge to prevent any eating disorder. Key words: nutricional education , healthy education, habits, prevention. 349 eating disorders, nourishing C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 Cuando se habla de educación nutricional no hemos de olvidar que su ámbito de desarrollo ha de ser una parte de la educación para la salud y según el glosario de términos publicado en 1988 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Educación Nutricional se define como “Las oportunidades de aprendizaje conscientemente construidas que implican alguna forma de comunicación destinada a mejorar el alfabetismo sanitario, incluyendo la mejora de los conocimientos y el desarrollo de habilidades de vida que conducen a la salud individual y de la comunidad”. Por otro lado, las posibilidades de educación nutricional de una población están condicionadas por sus estilos de vida que, están basados en los patrones de conducta determinados por la interrelación entre las características personales del individuo, las interacciones sociales y las condiciones de vida socioeconómicas y ambientales. Si planteamos la educación nutricional a nivel de grupo, hemos de pensar en un ambiente saludable que se decante claramente hacia la promoción de la salud, es decir, hemos de educar en un ambiente que permita tomar individualmente la decisión correcta en la medida que posibilite a las personas elegir la conducta más adecuada a través de sus conocimientos (alfabetismo sanitario) y de una buena actitud, fruto de la motivación. Sin embargo, todos los programas educativos presentan un impacto difícil de evaluar y medir ya que sus efectos son apreciables a largo plazo y muchas de las veces que se han puesto a punto, se ha manifestado su sensibilidad a intervenciones externas que nada tienen que ver con las acciones propias de estos programas. Por todo ello, la educación nutricional se debate en el dilema de modificar sus propias metodologías, dada la enorme dificultad de cambiar los hábitos alimentarios con las estrategias utilizadas hasta el momento, o convertirse en simples programas de difusión de conocimientos y es que, durante años, el educador nutricional ha construido su 350 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 discurso sobre la base de un conjunto de recomendaciones nacidas de la ciencia de la alimentación y nutrición. Las posibilidades de éxito dependían de los recursos materiales y personales de quién los recibía y del grado de convicción conseguido mediante el consejo. Cuando se evaluaban los resultados de estos programas se constataba que existían resultados aceptables en lo que a conocimientos adquiridos se refiere e incluso podría existir una cierta predisposición a los cambios y a actitudes favorables en relación a los consumos de alimentos pero, los resultados respecto a la creación de nuevas conductas alimentarías que permanezcan en el tiempo, se producen con mucha dificultad. Por todo lo señalado anteriormente, podríamos afirmar que es complejo influir en los hábitos alimentarios de las poblaciones ya que están basados en gustos, creencias, costumbres, medio sociocultural y tradiciones adquiridos en el grupo al que se pertenece. En el propio origen del hábito se encuentra su fuerza de permanencia y la dificultad de eliminarlo o sustituirlo porque en su presencia, evolución y desarrollo juegan sentimientos y códigos de conducta que la sociedad identifica como propios. Si los hábitos alimentarios tradicionales son positivos para la salud (lactancia materna, dieta mediterránea), la población suele ser receptiva ya que se reconoce externamente lo propio pero cuando no es el caso, cuando el reto del educador es proponer cambios para modificar malos hábitos íntimamente arraigados o para prevenir la posible aparición de las entidades que nos ocupan, la dificultad es bien diferente ya que supone mayor dedicación de tiempo y la dificultad de tener que salvar obstáculos. Sin embargo, es preciso recordar que los hábitos alimentarios constituyen sistemas de identidad de grupos que lo practican y que por tanto, las acciones educativas han de estar dirigidas al individuo dentro de este contexto. Si hacemos caso omiso de esta realidad, estaremos abocados al fracaso. 351 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 La actual organización familiar, donde los horarios de los miembros de las familias no son coincidentes, la mujer se ha incorporado al trabajo fuera de casa, los desplazamientos hasta el lugar de trabajo o centros docentes son largos y la “tremenda” (por enorme) información que se recibe desde los medios de comunicación, ha interferido, entre otras cosas, con las formas de consumo de alimentos, los roles familiares, y los conocimientos (a veces erróneos), ha obligado a cambiar determinadas normas de conducta directamente relacionadas con la alimentación. Bettina Isenchmid, especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) en el Hospital de L´Isle de Berna, cree que el enfoque actual sobre la información existente, que diferencia entre alimentos “buenos” y alimentos “malos”, que se está llevando a cabo en la sociedad occidental moderna, es problemático y provoca una relación cada vez más “neurótica” con la alimentación por lo que hay que perseguir una alimentación sana sin convertir tal preocupación en una obsesión. Así, llevar una alimentación sana debería tener un efecto positivo para la salud sin por ello dejar de disfrutar de la vida o ver afectadas las relaciones con los demás. Por todo ello, hemos de constatar que efectivamente es necesario proporcionar conocimientos teóricos para prevenir cualquier Trastorno de la Conducta Alimentaria. Pero eso no es suficiente, ya que es preciso adaptar las propuestas , interiorizando los gestos de la vida cotidiana y realizando una adhesión psicoafectiva a las nuevas prácticas. Y por supuesto, no se ha de olvidar que estas enfermedades tienen más de un origen y hay que “tocar todos los palos” si se quiere obtener datos positivos. La tarea puede resultar difícil pero, nada es imposible, y un ejemplo claro es la universalización de los patrones de consumo alimentario que han introducido las empresas agroalimentarias multinacionales: el consumo de la comida rápida se ha desarrollado independientemente del color, credo o ubicación geográfica de los grupos 352 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 humanos, por lo que podemos concluir que LOS HABITOS ALIMENTARIOS DE LAS POBLACIONES PUEDEN CAMBIARSE y por tanto, un programa de educación nutricional puede ser efectivo pero con una premisa clara: Estos programas serán eficaces si van precedidos de un estudio de situación, se valoran las limitaciones y se trabaja , especialmente, con los grupos diana o grupos vulnerables. Será preciso para garantizar el éxito en la aceptación y la continuidad de las acciones, la participación de la propia comunidad, desde la reflexión de un problema hasta la puesta en marcha de las acciones adecuadas. Se ha constatado que los mejores resultados se han conseguido, cuando la información sobre alimentación/nutrición se ofrece dentro de la enseñanza reglada impartida por el propio docente responsable de grupo, donde si además existe un comedor escolar se podrían poner en práctica las dietas y/o pautas recomendadas ( hecho que no siempre se produce) . No se han de obviar las posibles intervenciones complementarias de otros profesionales o de otros programas nutricionales paralelos que, refuercen la acción del profesor. Pero de nuevo, es preciso advertir que aunque es importante la adquisición de conocimientos, ya que éstos influyen en la evolución del pensamiento, de las percepciones y de los propios conceptos (y por tanto, ayudan a valorar la importancia de la dieta para la salud y pueden conducir a que la persona tome decisiones adecuadas), es preciso, además, estimular un estado de opinión crítica sobre “salud nutricional” a través de la comunidad y de los medios de comunicación, como refuerzo a esta tarea. Por otro lado, el pretender que la información transmitida se realice sólo dentro de la enseñanza reglada, y que además dé sus frutos, no deja de ser una pretensión harto difícil ya que, en el período adolescente y dentro de la enseñanza obligatoria, la transmisión de conocimientos en educación nutricional quedaría información transmitida en unas pocas sesiones de docencia 353 limitada a una en Tercero de la C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 Educación Secundaria Obligatoria. Este tiempo es insuficiente y contrario a la formación continuada que se postula como la más efectiva en este campo. Así, se puede resumir que la transmisión de los mensajes sobre Educación Nutricional contempla : A nivel de : • Contenidos: qué conocimientos hay que transmitir • Metodología: cómo llevar a cabo la difusión de los mensajes seleccionados y con que medios • Escenarios: dónde y en qué circunstancias deben difundirse para obtener la mayor credibilidad y eficacia • quienes deben informar a la población Junto a estos aspectos que son esenciales para lograr los mejores resultados hay que tener en cuenta: • El mensaje transmitido a la población debe ser claro, preciso, adaptado a las audiencias y en el marco de su cultura y recursos disponibles • La comunicación en educación nutricional, en concreto en prevención de TCA, debería ser sistemática y continuada, no fruto de una campaña esporádica. Recordemos que el objetivo final de estas acciones es obtener modificaciones del comportamiento y esto no se consigue si, junto a los conocimientos transmitidos, no se crean actitudes positivas que generen conductas permanentes. Por supuesto se ha de contar con el apoyo, colaboración e implicación del personal sanitario (médicos de familia, psiquiatras, psicólogos, endocrinos…) 354 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 • El mensaje debe ser motivador , estimulando la voluntad de acción para que el sujeto actúe como agente de su propia salud • Deben utilizarse las estructuras sociosanitarias y educativas existentes integrando en ellas los mensajes que se desean transmitir • La evaluación de lo resultados debe ser rigurosa y continua con el fin de intensificar los esfuerzos en la dirección correcta. Además es preciso constatar y reiterar que los medios de comunicación de masas tienen una gran responsabilidad pudiendo crear un clima de opinión favorable a las acciones educativas sobre educación nutricional y prevención de los TCA, contribuyendo a suscitar en la población el interés por estas acciones o, por el contrario, influyendo negativamente al “vender” a nuestros adolescentes, como saludable, una imagen que no lo es. Hasta aquí hemos constatado lo que podríamos contemplar como las consideraciones que, en materia de educación nutricional, se ofrecen por parte de la OMS y la Escuela Nacional de Sanidad así como lo reflejado en los datos estadísticos e informes publicados sobre la materia. Pero no hemos de olvidar un hecho crucial: los trastornos de la conducta alimentaria no sólo son cambios en los hábitos alimentarios, sino que constituyen auténticas enfermedades multifactoriales. Por ello, ¿puede el educador influir o ayudar a modificar unos hábitos que no son más que el “escaparate” de unas enfermedades mucho más complejas? Antes de intentar responder a esta cuestión, podríamos analizar o reflexionar sobre algunos de los datos publicados por diversos autores (datos no siempre concluyentes por dificultades metodológicas) respecto a los Trastornos de la Conducta Alimentaria: 355 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 • Los antecedentes traumáticos y estrés en la infancia pueden dar lugar a ciertos trastornos en la juventud, entre los que destaca la bulimia • La pérdida de un ser querido en la infancia puede ser desencadenante de TCA. • Existe un 30 – 40 % de prevalencia de abuso sexual en pacientes con trastorno de la alimentación. • Existe una susceptibilidad heredada en estos trastornos que supera a la encontrada en enfermos de cáncer, pudiendo encontrarse, según ciertos autores, un importante condicionamiento genético. • Diversos estudios realizados sugieren que receptores para serotonina y neurotransmisores opioides y/o sus genes vinculantes podrían estar implicados en la etiología de la Anorexia Nerviosa (AN). Así lo constatan, por ejemplo, Bergen et al. (2003) tras un trabajo llevado a cabo con 191 pacientes diagnosticados de AN, sin ningún vínculo de parentesco, y 442 pacientes con AN, sí relacionados por parentesco con otros pacientes que habían sufrido o sufrían el mismo TCA, frente a 98 pacientes control. Por otro lado, Molecular Psychiatry en su número de octubre 2006 y Neuropsychopharmacology en su número de agosto de 2006 publican sendos trabajos que constatan la implicación de los receptores de serotonina en la manifestación de los TCA, indicando en este segundo trabajo que la reducción de serotonina a nivel cerebral está asociada con la susceptibilidad a varias formas de psicopatologías incluida la bulimia nerviosa y síndromes relacionados. • También se ha advertido de la existencia de una subpoblación significativa de pacientes con AN o BN, que presentan anticuerpos 356 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 contra α-MSH, anticuerpos que aumentan si aumenta el estrés de estas personas. No podemos olvidar que, una disminución en los niveles disponibles de α-MSH trae como consecuencia , una disminución de la actividad de la α- melanocortina ( neuropéptido anorexigénico) que favorecería un incremento de la ingesta. • Se constata la importancia de las hormonas leptina y la insulina así como del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal en el que se integra la secreción del cortisol con otros neurotransmisores y que es fundamental en la respuesta a situaciones estresantes tras un trauma y que por tanto, influirán en la aparición de los TCA. • Se han identificado moléculas hipotalámicas que pueden inducir anorexia. • Se ha observado que ciertas personas desarrollan la AN cuando existe una historia familiar de alcoholismo, pudiendo ser la respuesta a una situación estresante que a su vez podría explicarse por un incremento en los niveles de cortisol. Podríamos seguir enumerando más factores que tienen influencia, y a veces incluso podrían determinar la aparición de estas enfermedades, pero nuestra intención ahora no es esa (lo que seguro que se realizará por parte de otros profesionales). Pretendemos, tan sólo, provocar la reflexión sobre si estos factores son susceptibles de modificación por parte de un educador, esa es la gran pregunta que creo tiene respuesta. Para ello, quiero echar mano de una frase que nunca supe si la leí y la hice mía o si bien la creé en algún momento: “La genética es condicionante pero no determinante”. Para demostrarlo están los innumerables experimentos llevados a cabo con gemelos criados en diferentes condiciones socioculturales , los cuales han desarrollado diferentes habilidades, 357 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 diferentes destrezas, distintas enfermedades, etc. Sin embargo, se ha de ser realista y considerar que hay factores, de los ya expuestos que no podremos modificar. Por todo ello, el educador debe pensar en no tirar la toalla y aunque “ no pueda modificar lo inmodificable”, ha de intentar “ influir en lo posible “. Por otro lado, si tenemos en cuenta los datos aportados por ADANER referidos al año 2005, se cifrarían en más de 500.000 los casos de Anorexia Nerviosa ocurridos en nuestro país, aunque los datos estadísticos presentados por diferentes Instituciones Sanitarias referidos al citado año son: -80.000 casos de Anorexia -500 personas hospitalizadas -Más de 100 FALLECIDOS por Anorexia Teniendo en cuenta que, principalmente aunque no únicamente, es en la adolescencia donde existe una mayor prevalencia de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), se está ante el hecho irrefutable que es en la comunidad escolar, es decir, en nuestros colegios e institutos principalmente, donde se encuentran estas personas, es decir, junto a nosotros los profesores. La realidad actual en las aulas constata que los educadores a veces se enfrentan – nos enfrentamos- con un alumnado donde en un porcentaje variable que, desgraciadamente va en aumento, llega a clase sin desayunar, come en exceso o no adecuadamente o incluso ha dejado de ingerir alimentos para mostrarse y/o encontrarse como las maravillosas modelos que pasean por pasarelas de moda , revistas y anuncios y que consecuentemente, no pueden mostrarse y comportarse en las aulas de la forma adecuada y deseada. Estos trastornos son un grave problema en nuestro país y es preciso colaborar desde todos los ámbitos posibles para evitar que los padres y la sociedad se enfrenten a situaciones cada vez más difíciles y complicadas de resolver una vez ocurridas. Por ello, 358 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 creí necesario la elaboración de un manual que fuese o intentase ser una herramienta de trabajo para todos aquellos educadores que quieren ir más allá de su ya importante y “estresante” labor docente. No digo nada nuevo si les señalo que Educar ya es en sí una tarea ardua pero maravillosa si tuviésemos el apoyo de las instituciones y de los padres para realizar nuestra labor y todas las complementarias pero también es cierto que el profesor-educador no “conoce” todas las materias y también necesita formación que a veces, es por supuesto, por nuestra propia cuenta. Además constato que es insuficiente una mera labor informativa sobre educación nutricional en los cursos y edades que determina la administración por ello, creo que lo verdaderamente indispensable es una educación nutricional desde los primeros años de escolarización , continuarla durante toda la edad escolar e incidir en edades pre y adolescente acompañándola de programas específicos de prevención y detección. Dentro del programa que elaboré, recogido en reciente publicación (Pérez Lancho, 2005), pretendo acercar y/o ayudar entre otras personas, al profesorado que quiere ir más allá en su labor docente. Algunos de los datos obtenidos en la aplicación de dicho programa, a un total de 121 adolescentes de edades comprendidas entre los 15 y 17 años, fueron: 1.-Respecto al Índice de Masa Corporal (IMC) encontrado en estos alumnos, sus valores se han clasificado según la siguiente tabla de la SEEDO (Sociedad española para el Estudio de la Obesidad), con la salvedad que para la representación gráfica, se ha considerado genéricamente como Sobrepeso cuando el IMC se encontraba en el rango de 25 a 29,9 y Obesidad (sin distinción de tipo) cuando el IMC era mayor de 30 : 359 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 2 Valor del IMC (Kg./m ) Clasificación < 18,5 Peso insuficiente 18,5 – 24,9 25 – 26,9 Normopeso Sobrepeso grado I Sobrepeso grado II (preobesidad) 27 – 29,9 Obesidad tipo I Obesidad tipo II 30 – 34,9 35 – 39,9 Obesidad tipo III 40 – 49,9 Obesidad tipo IV >50 Los datos constatados tras la determinación del IMC, fueron: Peso insuficiente 8 10 18 Femenino Masculino Población Total Normopeso 46 36 82 Sobrepeso 9 5 14 Obesidad 3 4 7 La representación gráfica según la población total y diferenciada por sexos que permitirá una visualización más clara de los datos, es la siguiente: Población adolescente total (valores absolutos) 90 82 80 70 60 50 TOTAL 40 30 20 18 14 10 7 0 Peso insuficiente Normopeso Sobrepeso Obesidad 360 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 Población adolescente total diferenciada por sexo (valores absolutos) 50 46 45 40 36 35 30 25 20 15 10 8 10 9 5 5 3 4 0 Peso insuficiente Normopeso Sobrepeso Obesidad Femenino Masculino 2.- Otro hecho relevante fue constatar que 57 de los 121 alumnos excluían de su dieta alguna de las comidas principales y que como se puede comprobar en los datos y en la gráfica siguiente, en un porcentaje importante esta comida es el desayuno, como ya constata el profesor en el aula. Nº de personas Datos expresados en % Desayuno 24 42,11 Cena 8 14,03 No indica tipo de 25 43,86 Comida excluida comida 361 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 Comida excluída (referido a los 57 alumnos que excluyen alguna comida principal) 45 43,86 42,11 40 35 30 25 20 14,03 15 10 5 0 Desayuno Cena Porcentaje No se indica Existen otros datos relevantes, de suma importancia, pero no se pretende analizarlos todos en este trabajo sino obtener unas conclusiones al respecto. Una de ellas, tal vez la más importante, es que nuestros adolescentes cada vez SE SEPARAN MÁS DE UN NORMOPESO y es preciso actuar desde todos los ámbitos, sanitario, educativo, etc., dando información en todas sus formas para que el número de casos de estas enfermedades no aumente cada día. Es seguro que es posible actuar desde la educación pero posiblemente la mejor forma sea: • Educar en materia de Nutrición desde edades tempranas, asignatura que debe seguir como parte del Currículo escolar durante toda la Educación Obligatoria. • Ofrecer desde las Administraciones la posibilidad de optar por tomar en los colegios un desayuno saludable . • Facilitar los padres a sus hijos el tradicional bocadillo para el recreo y no utilizar indiscriminadamente la bollería industrial. 362 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 • Los comedores de colegios y guarderías deberían ser vehículo de la dieta saludable. • No se ha de olvidar que la labor educativa de las aulas se queda “coja” sino va acompañada de la labor formativa de los padres: hay que predicar con el ejemplo (si al niño se le da pescado y verdura no es lógico que los padres tomen un filete delante de él). • Ayudar y ofrecer a los hijos “ las herramientas afectivas necesarias” para que sean capaces de enfrentarse de la mejor forma posible a situaciones estresantes. La implicación de padres , educadores, instituciones públicas y personal sanitario son la clave para la prevención. 363 C. Pérez Lancho. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 348-367 BIBLIOGRAFÍA Abraham, S. y Llewellyn-Jones, D. (1994). Anorexia y Bulimia. Desórdenes alimentarios. Madrid: Alianza Editorial. Alvarez J. (1992). Historia y modelos de la comunicación en el siglo XX. El nuevo orden informativo. 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