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EL SOMOZAZO

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EL SOMOZAZO
NOVELA SOBRE UN AJUSTICIAMIENTO
ROBERTO PAREDES
Asunción – Paraguay
2005 (135 páginas)
INDICE
EL SABOR DE LA LLANURA
SE PONE EN MARCHA LA "OPERACIÓN SERPIENTE"
GUERRILLA EN EL PARAGUAY
SE RECLUTA EL GRUPO OPERATIVO
ENTRENAMIENTO INTENSIVO
EL INGRESO A PARAGUAY
LOS PLANES SE DISEÑAN
CARA A CARA CON SOMOZA
EL DÍA DEL BAZUCAZO
LA MUERTE DE "SANTIAGO"
EL "OPERATIVO RASTRILLO"
LAS REACCIONES POSTERIORES
POST-ESCRITO
I
EL SABOR DE LA LLANURA
Los años 70 fueron muy complicados. Tres golpes de
Estado, entre 1972 y 1976, en Uruguay, Chile y Argentina,
habían instalado férreas dictaduras en el Cono Sur de
América. Las organizaciones que por entonces estaban en
la lucha armada con el fin de promover cambios
socioeconómicos y políticos radicales, fueron derrotadas y
dispersadas.
Mucha gente fue al exilio y desde lejos acompañó el
complejo proceso continental, pues el foco de rebelión no se
había extinguido; para la segunda mitad de los años 70 se
había trasladado a los países de América Central, como
Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
La militancia de izquierda-diezmada, golpeada y dispersa
ansiaba un triunfo, cualquiera fuera, sin resignarse a admitir
que todos los resultados serían negativos. De ahí que la
cuestión de Nicaragua se acompañaba con interés.
Parte del exilio rioplatense, por una cuestión de idioma, se
había instalado en España, donde desde la muerte de
Franco se abriera un proceso de democratización; parte
estaba en otros países europeos y parte en países de
América Latina, con algunos inclusive en los frentes de
combate, en Nicaragua y El Salvador. Generación terca,
forjada al calor de décadas conflictivas, no iría a desistir muy
fácilmente de sus propósitos.
Madrid, 17 de julio de 1979.
Julia llamó apresuradamente a Armando, pues el noticiero
estaba por transmitir un reportaje sobre Nicaragua:
- Vení, flaco, torré que van a pasar lo de Somoza.
Armando dejó la cocina de manera precipitada y se tiró al
sofá de la sala, junto a Julia. Una periodista anunciaba con
cierta vehemencia la noticia que ese día había acaparado la
atención de la opinión pública mundial: Anastacio Somoza
Debayle, dictador de Nicaragua, había renunciado.
La reportera española, desde Managua, la capital de
Nicaragua, hizo un apretado resumen de lo que había
pasado:
"Instalado en el poder en 1934 -hace 43 años- la dinastía
Somoza controló Nicaragua con mano de hierro. Primero fue
Anastacio Somoza García, quien después de ordenar el
asesinato del general de hombres libres, Augusto César
Sandino, implantó en el país una feroz dictadura, hasta que
el 21 de setiembre de 1956 cayó ultimado por un poeta y
periodista nicaragüense, Rigoberto López, quien descargó
en el cuerpo del dictador las balas de su revólver."
"Anastacio Somoza Debayle, su hijo, lo sucedió en la
Presidencia, debiendo enfrentar desde 1962 al insurgente
Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, cuyo
fundador, Carlos Fonseca, murió en un enfrentamiento con
fuerzas militares leales al gobierno, en los años 60".
Armando no salía del asombro: después de tantos reveses
el triunfo de los sandinistas en Nicaragua consolidaba su
concepción del mundo, de la política y del futuro de la
humanidad. Observó a Julia, quien lagrimeaba de la
emoción, pero no quiso interrumpirla, pues estaba muy
concentrada en el reportaje.
"No obstante, Somoza mantuvo el control de la situación,
hasta que en setiembre de 1977 se produjo un alzamiento
popular, luego, del asesinato del empresario y periodista
Pedro Joaquín Chamorro, lo cual desencadenó una
incontrolable crisis política, cuyo momento más alto se dio
en la insurrección armada que fue 011ogada en sangre,
oportunidad en que el Frente Sandinista de Liberación
Nacional ya emergió como el principal referente de oposición
intransigente a Somoza".
"Sofocada la rebelión popular a sangre y fuego, Somoza se
vio forzado a enfrentar al Frente Sandinista en una
sangrienta guerra, que evolucionó de una guerra de
guerrillas a una guerra regular, en la que se estima murieron
50.000 personas. Aislado local e internacionalmente y tras
varios reveses militares, Anastacio Somoza Debayle se vio
obligado a renunciar a la Presidencia, abandonando
Nicaragua de manera precipitada, en la noche de ayer,
presuntamente con destino a Miami, Estados Unidos".
"Los habitantes de Managua ganaron las calles para recibir
a los sandinistas, quienes irrumpieron en la capital
nicaragüense después de derrotar en todos los frentes al
ejército de Somoza. Ahora se viven momentos de algarabía
en toda Nicaragua. En la plaza central de la capital, el actual
hombre fuerte del sandinismo, Daniel Ortega, convoca al
pueblo de su país a festejar la caída del dictador".
"Una nota resaltante, Cecilia -dice la reportare a la
conductora del noticiero-, es la presencia de muchos
extranjeros entre los guerrilleros, miembros de las llamadas
"brigadas internacionalistas". Aquí hablaremos con
algunos".
Cuando la reportera se aproximó a dos milicianos,
visiblemente extranjeros, uno de ellos giró y se distanció del
lugar, mientras que el otro, eufórico, se dispuso a hablar para
la televisión española.
- ¿Usted es extranjero?
- ¡Internacionalista!, la revolución no tiene patria. Vine hasta
aquí para prestar mi apoyo solidario al pueblo de Nicaragua
y hemos logrado derrotar al ejército de la dictadura.
- ¿Su nombre?
- Santiago, simplemente Santiago.
Armando y Julia quedaron perplejos. Conocían bien a
Santiago, con quien habían estado en los montes de
Tucumán, Argentina, algunos años atrás, cuando el foco
guerrillero fuera creado por el Ejército Revolucionario del
Pueblo, ERP, en la importante ciudad argentina.
Alto, vigoroso, de convicciones firmes, Hugo Alfredo Irurzún,
el "capitán Santiago", era un dirigente guerrillero muy
respetado en la Argentina. Ellos pensaron que el otro era
Enrique Gorriarán Merlo, pero no estaban seguros, pues
escapó con rapidez de las cámaras del canal, mezclándose
con los manifestantes.
Managua, en ese preciso momento.
"Santiago" se alejó de la periodista siguiendo a "Ramón",
quien se había alejado de la escena de la entrevista,
mezclándose con la gente.
- ¿Qué pasó?, preguntó, a lo que Ramón respondió con una
reprimenda:
-No seas imprudente, flaco, no podemos aparecer en
televisión.
- Fue la euforia..., trató de justificarse.
- Todos estamos contentos, pero es fundamental guardar la
debida discreción.
"Santiago" entendió la situación. Ambos eran prominentes
dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, de
Argentina, que habían salido al exilio después del golpe
militar de marzo de 1976, por disposición expresa del Partido
Revolucionario de Trabajadores, PRT, del cual el ERP era el
brazo armado.
Como todos los dirigentes y activistas de la izquierda armada
que habían ganado el exilio, vivían en condiciones de
rigurosa clandestinidad, con nombres y documentos falsos,
sin establecerse por mucho tiempo en un mismo lugar.
Washington, DC, 22.00 horas.
El presidente Jimmy Carter recibió un informe del Pentágono
en su despacho y convocó rápidamente los secretarios de
Defensa y de Asuntos de América Latina.
Clark, que cuidaba los Asuntos de América Latina, comentó
a los demás que Somoza se encontraba en Miami, donde
había llegado tras dejar Nicaragua. El presidente fue
categórico al sostener que no podía quedarse en Estados
Unidos, disponiendo que se viera de inmediato qué país
podría recibirlo.
Para Carter, la presencia del ex dictador de Nicaragua era
un punto en contra, pues bajo el nombre genérico de
"política de los Derechos Humanos" su administración
presionaba en todos los países del continente por la
redemocratización.
Los Estados Unidos habían sostenido dictaduras en el
pasado, por cierto, pero en el presente apostaban a
introducir nuevas reglas de control político, lo que significaba
poner fin a los regimen militares.
En Nicaragua se intentó promover la caída de Somoza a
través de un eje cívico-militar afín al imperio, pero el plan
fracasó, pues un pequeño grupo de izquierda, del Frente
Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, capitalizó la
disconformidad popular liderando una insurrección que
terminó desplazando a Somoza.
Los estadounidenses estaban furiosos con los resultados,
pues otros había derrocado al dictador, no sus aliados, por
una parte, y para colmo se sumaba la presencia del ex
protegido en el país, lo cual hablaba poco, para decir lo
menos, de la "meca" de la democracia occidental.
Carter pidió que se lo sacase del país lo antes posible y
rechazó toda posibilidad de contacto directo con Somoza, ni
siquiera en secreto.
- Ya se sondeó la posibilidad de mandarlo a Chile, presidente
-dijo Beynes- pero el general Augusto Pinochet asegura que
le será difícil recibirlo, pues no habría garantías para su
seguridad.
- Hay que enviarlo a un lugar seguro, no importa que sea en
Asia o África.
Beynes y Clark salieron del despacho del presidente,
comentando Beynes:
- ¿No es que Somoza era "nuestro hijo de puta"?
- Lo era, pero desde que lo mataron a Chamorro hemos
hecho todo para sacarlo del poder. En pocas palabras, ya se
había vuelto un hijo de puta inservible.
Clark sonrío y le aseguró que para el mediodía del día
siguiente, tendría una respuesta definitiva sobre el caso:
Asunción, Paraguay, 21 de julio.
Stroessner recibió en su despacho al embajador de los
Estados Unidos, Robert White, muy temprano, a eso de las
07.15 horas, tal como se había fijado. La entrevista fue
breve:
- Queremos saber sobre la posibilidad de que usted lo reciba
a Somoza, dijo White.
- Todas, le dijo Stroessner.
- ¿Sin condiciones?, preguntó White, un tanto asombrado
por el rápido sí dado por el presidente.
- Una sola: que ese "hijo de puta de ustedes" ni siquiera
intente aproximarse a mí.
- ¿Y la seguridad, entonces?, insistió White.
- Se le dará la máxima garantía posible, pero no quiero
contactos de ningún tipo con él.
Al terminar de hablar, Stroessner se levantó y le extendió la
mano, dándole a entender que la conversación había
terminado. Las relaciones entre el gobierno de Stroessner y
Washington estaba atravesando por momentos dominados
por la tensión, pues Jimmy Carter presionaba por una
apertura política en Paraguay, a lo que Stroessner y su
entorno se resistían.
Robert White fue directo a la embajada, donde dispuso que
lo pusiesen en comunicación directa con Clark. Puso en
aviso a los funcionarios del gobierno sobre que estaba todo
arreglado, pero advirtió que Stroessner no quería tener el
menor contacto con el ex dictador de Nicaragua.
- ¿Presentó alguna condición que nos afecte, preguntó
Clark.
- Ninguna, concluyó White.
Contento, aunque un tanto extrañado, el Secretario de
Asuntos para América Latina de la administración Carter
quedó meditando por un largo rato sobre la actitud de
Stroessner. "No puso condiciones", pensó para sí y llegó a
la conclusión de que el presidente paraguayo estaba
realmente molesto. Le interesaba el tema, pero tenía que
concentrarse en resolver lo inmediato.
Clark dispuso que se contactase con Somoza en Miami y
que se le diese la nueva. El encargado especial del caso James Harrison- fue a hablar con él. Cuando llegó al
departamento, Somoza aún estaba descansando, pero se
apresuró en recibirlo:
- ¿El presidente va a recibirme?, consultó, con una visible
cara de esperanzado.
- No, señor presidente. El presidente Carter cree que usted
deberá abandonar Estados Unidos lo antes posible.
- ¿Pero acaso...
- Disculpe, presidente, si usted se torna insistente, las cosas
van a empeorar.
Somoza observó atentamente a James Harrison, un
funcionario de nivel medio, que reunía todas las
características psicosomáticas del burócrata eficiente.
Elegante, frío, calculador, expeditivo. Aún mirándole
fijamente a los ojos, resultaba imposible saber lo que
pensaba. Era de los que no andaban con vueltas; resolvían.
Somoza pidió hablar con algunos senadores, a lo que
Harrison respondió que él era libre de conversar con quien
quisiese, toda vez que el gobierno en nada se involucre. De
todos modos, el frío burócrata le advirtió sobre que nadie
podía rever la determinación del presidente.
Somoza no se resignó. Visiblemente nervioso y con gestos
propios de los autoritarios, sacó una agenda del cajón del
escritorio e hizo dos llamadas, comentando: - Tengo muchos
amigos en este país y voy a demostrarlo.
Se comunicó con la residencia de William. La secretaria le
dijo que no estaba y que le devolvería la llamada cuando
pueda. Reaccionó indignado:
- Es la tercera vez que le llamó y esa pobre diabla me
responde de la misma manera.
Se dirigió a Harrison y le preguntó:
- Y a dónde piensan mandarme?
- A Paraguay, le respondió.
- ¿Por qué no a Chile, Brasil,..?.
- Porque solamente Stroessner está dispuesto a recibirlo,
presidente.
Somoza se despidió de Harrison de manera arrogante:
- Díganle a Carter que tengo muchos amigos en el mundo y
que me iré a cualquier otro país en menos de 24 horas.
Harrison salió del departamento de Somoza con un aire
tranquilo. Sabía que el ex dictador nicaragüense no tenía
alternativas. Sabía, por cierto, que en los buenos tiempos
había tejido una red de relaciones importantes en los
Estados Unidos, con políticos y con empresarios, pero
estaba convencido de que los mismos no se dispondrían a
cooperar con él en circunstancias tan adversas. Era cuestión
de esperar.
24 horas después.
En la oficina de Harrison sonó el teléfono y Somoza pidió
comunicarse con él. Para asombro del mismo, Somoza
había aceptado ir al Paraguay, preguntando qué tiempo
tendía para hacer los arreglos para su viaje. La respuesta
fue clara y contundente:
- Todo el tiempo y ninguno, señor presidente. El gobierno de
los Estados Unidos estará complacido con que parta lo antes
posible.
El Anastasio Somoza que hablaba con Harrison ese día, ya
no era el mismo que el del día anterior. Intentos
desesperados por encontrar apoyo, todos infructuosos,
habían llevado al ex dictador a entender que había una
nueva situación: él se encontraba en condición de prisionero
de los Estados Unidos; poco o nada podía hacer.
Esa noche pidió a sus colaboradores que le consiguiesen
una modelo, con quien iría al casino, pero retornó temprano,
atrapado en un cuadro paranoico. Somoza fue saludado por
una pareja de nicaragüenses que se encontraban en el lugar
y se metió en la cabeza que podían estar conspirando contra
él. Eso, de hecho, le convenció de que debería abandonar
Estados Unidos y buscar un lugar más seguro. Pensaba, en
principio, que lo de Paraguay sería pasajero.
Asunción, Paraguay, 16 de agosto de 1979.
En vuelo especial particular llega Somoza a Paraguay. Lo
recibe el ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro.
- Señor presidente, le recibo en representación del gobierno
paraguayo y le comunico que será objeto de un tratamiento
especial en cuanto a su seguridad.
- ¿Y el presidente Stroessner?, preguntó extrañado el ex
dictador.
- Dio instrucciones precisas para que se lo atienda de la
mejor manera posible.
- ¿Puedo hablar con él?
- Por supuesto, los miércoles concede audiencias.
- ¿Tengo un encuentro previsto con él?
- No señor, debe solicitarlo.
La mujer y el hijo, que habían llegado una semana antes,
corrieron a recibirlo, escoltado por unos seis policías de civil.
Somoza les dijo que estaba extrañado por la ausencia de
Stroessner en el aeropuerto, lo que para Dinorah y su hijo
no era nada raro, pues desde una semana atrás que venían
tropezando con dificultades de todo tipo en su empeño por
hablar con el presidente del Paraguay.
Dinorah estaba tensa; se sentía humillada. Le dijo que el
encargado de manejar el caso era el ministro del Interior, el
único del gobierno con quien habían hablado.
La conversación se interrumpió ante la llegada al lugar de
los periodistas, quienes hicieron todo tipo de preguntas al ex
presidente. Todos hablaban al mismo tiempo.
- Un momento, solamente responderé a dos preguntas.
Póngase de acuerdo sobre las mismas, interrumpió
Somoza, con firmeza.
Una periodista de un canal de televisión hizo las dos
preguntas:
- ¿Por qué fue derribado del gobierno?
- Yo he sido traicionado, no derrocado. Todos los
pormenores de la traición lo pienso publicar en mis
memorias, que estoy preparando.
- ¿Viene a establecerse en Paraguay por mucho tiempo?
- Vine al Paraguay porque el gobierno se manifestó solidario
con el revés pasajero que estoy enfrentando. Sin embargo,
les digo, como primicia, que en poco tiempo estaré de vuelta
y presidiré de nuevo Nicaragua. Muchas gracias.
Ni se imaginaba Somoza que esas declaraciones últimas destacadas por todos los medios- vendrían a jugar un papel
enteramente adverso en el futuro. Cosas aparentemente sin
importancia, que después tienen alto costo.
La comitiva salió del aeropuerto y se dirigió a una imponente
mansión, ubicada en la zona cercana al centro de Asunción,
sobre la avenida Mariscal López, cerca de San Martín.
La casa era suntuosa y estaba debidamente custodiada. Un
vehículo particular, de la Policía Política de Paraguay, con
seis hombres, tenía la misión de garantizar la seguridad de
Somoza en el país. Bien armados, de aspectos rudos, daban
confianza al dictador nicaragüense. Obviamente, además de
los mismos, estaban afectados al esquema de seguridad
tres oficiales uniformados de la Policía.
El personal doméstico asignado al ex dictador también era
policial, pero no del esquema de seguridad, sino del de
Inteligencia de la Policía paraguaya.
Somoza, visiblemente fastidiado, no le dio mucha
importancia a la residencia, si bien tuvo que admitir
abiertamente que no esperaba encontrar tanto lujo. Dinorah
le dijo que el mismo día en que ella llegara a Asunción, una
semana atrás, pudo comprobar que estaba equivocada en
cuanto al país, visto como precario y empobrecido.
La mujer dijo que al igual que en Managua, había zonas muy
ricas y áreas muy pobres. Los clubes nocturnos abundaban,
existiendo desde los más sofisticados hasta los de bajísimo
nivel.
- ¿Y la inseguridad?
- No existe. El país está totalmente controlado por
Stroessner. La oposición ha sido domesticada y la izquierda
no tiene expresión. La gente es atenta y los gorilas que
tenemos constituyen una guardia de primer nivel.
- ¿Se puede salir sin problemas?
- Sin problemas. Tómate un baño y vamos a salir a cenar.
Luego iremos al casino.
Somoza se dispuso a ir al baño, pero Dinorah le sugirió que
disfrutara de la piscina, que eso lo relajaría. Así lo hizo, y
quedó en la lujosa pileta por cerca de media hora. Luego
tomó una ducha rápida.
Se vistió de manera deportiva, pero con mucha elegancia.
Estaba consciente de que esa noche iría a tener su primer
contacto con parte de la elite paraguaya, por lo que debía
cuidar las apariencias.
Salieron al patio delantero de la casa y avanzó en su
dirección un imponente Mercedes Benz azul. Detrás estaba
estacionado otro, de color blanco.
- Vamos en el blanco, sugirió.
- No -dijo Dinorah-, hemos comprado dos, pero este es
blindado. La idea es que vos siempre te muevas en este.
Somoza subió al Mercedes azul sin discutir y detrás salió la
escolta, en un bien cuidado Chevrolet americano, más bien
antiguo.
El coche se desplazó por la avenida Mariscal López y a
Somoza le impresionó las viejas pero imponentes
mansiones.
- Es impresionante, comentó.
- Por lo que averiguamos, sobre esta avenida vive la vieja
oligarquía paraguaya. También aquí vive Stroessner, en la
residencia presidencial.
- ¿Lo visitamos?
- ¡Por Dios, Tachito! No habla con nadie. Nosotros hemos
tratado de verlo desde que llegamos y está prohibido incluso
mirar mucho la casa.
- No puedo creer eso.
- Nos advirtieron que no se camina por la vereda de la
residencia y ni siquiera los turistas más delicados pueden
sacar fotografías del lugar.
Pasaron frente a la residencia, que lleva el nombre de
"Mburuvichá Róga", en guaraní, que significa "casa del jefe",
casi 200 metros de frente, con guardias fuertemente
armados en el portón principal. Era de noche y la escasa
iluminación le llamó la atención a Somoza. Pegada a la
residencia, estaba una comisaría policial, bien iluminada y
con escaso movimiento. Pasando la avenida Brasilia, a
escasos 100 metros, se extendía la imponente construcción
de la embajada de los Estados Unidos de América.
- La gente dice que éste es el segundo centro de poder en
el país, dijo Dinorah, sonriendo pícaramente.
- Debe ser, siempre escuché que era la más importante de
América del Sur.
- Pero el embajador anda de punta con Stroessner. Ese es
el comentario general.
- ¿Porqué?
- Por la cuestión de los Derechos Humanos. Hay presos
políticos, prensa censurada, escasas libertades,...
- ¿Y?
- Y los Estados Unidos quieren democracia. Como lo que te
pasó.
- Entonces este no es un lugar seguro para nosotros.
- ¡Claro que sí! Aquí no hay guerrilla, ni habrá, y parte de la
oposición está en el Congreso. Stroessner se pega el lujo de
enfrentarle a los yanquis, consciente de que no hay quien
pueda reemplazarlo.
Somoza quedó callado y tuvo ganas de fumar un poco de
marihuana. Dinorah le dijo que se podía conseguir sin
grandes problemas. Le ordenó al chofer que parase, se bajó
y caminó hasta el segundo coche, el de los guardaespaldas.
- Comisario, ¿Hay posibilidades de conseguir un poco de
hierbas?
- ¿Marihuana?, preguntó.
- Sí, solo dos puchitos.
El comisario abrió la guantera y le alcanzó dos cigarrillos ya
preparados de marihuana. También le dio una caja de
fósforos. Dinorah volvió al coche y le entregó a Somoza uno
de los pitillos y la caja de fósforos.
- Servicio de primera, dijo.
Somoza sonrío, proyectando la imagen de quien estaba
cambiando de humor. La idea de venir al Paraguay no le
había agradado, pero de a poco se estaba convenciendo de
que no iría a pasar mal en el pequeño país sudamericano,
como inicialmente había previsto.
Dinorah le preguntó si quería comer pastas, carnes,.. Dijo
que prefería comer algo liviano, que más bien después le
encantaría ir a jugar a un casino.
- En el casino mismo hay un restaurante. Comida leve.
- ¿Es un lugar discreto?
- Cuando fuimos había poca gente en el restaurante.
Miro su reloj, eran las 22:35 horas. Y añadió:
- A esta hora dudo que haya mucha gente.
En el restaurante había poco movimiento. Se instalaron en
un extremo del salón, para estar un poco distantes del resto
de los comensales. Dos mozos los atendieron de manera
muy cortes. Notaron que todos los miraban de manera
curiosa.
Al ex dictador le inquieto ser una suerte de centro de
atención, por lo que preguntó si lo conocían. Dinorah le
comentó con detalles que a lo largo de los últimos días todo
el mundo estuvo hablando de él.
- ¿Positiva o negativamente?
- ¿El ex dictador de Nicaragua te dice algo?
Comieron algo rápido y después se dirigieron al casino, que
ocupaba todo el primer piso. Por el derroche de lujo existente
en el lugar, Somoza no pudo dejar de expresar que el mismo
nada tenía que envidiar a los de otros países.
Se instaló donde estaba la ruleta y pidió fichas por 500
dólares. En la misma, una mujer de impresionante belleza
estaba jugando, acompañada de dos amigas.
Somoza llamó a uno de sus guardaespaldas y le preguntó
quién era. Se trataba nada menos que de la mujer del dueño
del hotel-casino, un poderoso empresario que había sido en
el pasado reciente yerno del presidente Alfredo Stroessner.
Impactado por la belleza de la joven, el ex presidente
preguntó si habría forma de que se la presenten, aunque
fuera apenas para intercambiar algunas palabras. El oficial
dijo que averiguaría sobre ello.
El guardaespaldas desapareció por algunos minutos, pero
Somoza pudo ver que el gerente se acercó a Angela y
conversó muy discretamente con ella. Casi de inmediato ella
se levantó y se alejó del lugar. Después, el mismo gerente
se dirigió hasta donde se encontraba Somoza y le dijo:
- La señora lo espera en el bar.
Somoza no esperó. Se levantó inmediatamente y se dirigió
hasta el bar, que se encontraba como a 50 metros de la
ruleta. Ella ni terminó de sentarse y él ya se presentó:
- Buenas -noches, soy Anastasio Somoza, ex presidente de
Nicaragua y me gustaría conversar brevemente con usted.
- Como no, siéntese por favor, convidó Angela.
La conversación fue muy animada, amable, por lo que
Dinorah pudo constatar. No le agradó para nada el contacto,
pero nada podía hacer. Su relación con Somoza estaba en
crisis abierta desde tiempos atrás, por lo que la pareja más
bien funcionaba como una unidad económica: sobre todo
negocios.
Angela miró el reloj, que marcaba un poco más de la
medianoche. Se disculpó por tener que retirarse. Somoza le
preguntó:
- ¿Es posible que volvamos a encontrarnos?
- ¡Por supuesto!, pero yo te voy a ubicar.
Somoza se quedó mirando de atrás a Angela y pensó que
pocas veces en su vida había visto una mujer tan atractiva.
Poco después ya quiso retirarse. Dijo a los mozos que
vendría al día siguiente, de modo que le reservasen el salón
VIP para la cena.
- Disculpe, pero los miércoles el casino no está abierto al
público.
- ¿Por qué?
- Porque está reservado en exclusividad para el presidente
y sus amigos.
Durante el viaje de regreso a la casa Somoza se enteró que
desde un largo tiempo atrás, cada día miércoles el casino
era de uso exclusivo de Stroessner y la cúpula civil y militar
del gobierno. Somoza le dijo a Dinorah que iría a gestionar
que lo inviten, pero ella le respondió que no le parecía buena
idea.
Somoza fue a dormir sólo esa noche. Dinorah se instaló en
otro dormitorio.
II
SE PONE EN MARCHA LA "OPERACIÓN SERPIENTE"
Managua, 21 de enero de 1980. Casa de Gobierno.
Daniel Ortega planteó al gabinete en pleno, en reunión
desde las 19.00 horas, que la situación era difícil. Dijo que
Estados Unidos jugaba todas sus cartas a favor de los
"contras", diminutivo dado a los contrarrevolucionarios.
Comentó que manejaba informaciones fidedignas sobre que
Edén Pastora, el “Comandante Uno”, está trabajando con
ellos, pero que el mismo no tenía mucho arrastre. El
enemigo más importante seguía siendo Somoza, concluyó.
- ¿Pero desde tan lejos?, cuestionó Ernesto Cardenal.
- Según las informaciones que tenemos
-respondió Humberto Ortega, hermano del presidente Daniel
Ortega y Comandante en Jefe del Ejército SandinistaSomoza también está conspirando. Es más, la mayoría de
los "contras" son ex miembros de la "Guardia Nacional". Les
traje un material muy interesante, que pinta la situación de
manera realista.
Todo estaba dispuesto para la proyección de un audiovisual
que fuera preparado por el Departamento de Inteligencia. Se
apagaron las luces y el breve filme se proyectó. Humberto
Ortega explicaba a los presentes que el punto más sensible
era la frontera con Honduras, desde donde operaban los
"contras".
Dijo que los "contras" disponían de armas de alto poder
destructivo y de entrenadores de la Central de Inteligencia
Americana, CIA. Informó que El Salvador no era problema,
pues se había llegado a acuerdos con el Frente Farabundo
Martí, de modo que no habría agresiones desde ahí.
En el caso de los salvadoreños, la Nicaragua sandinista
tenía que aportar armas y recursos, de manera que desde
ahí fueran combatidos todos los grupos que pretendiesen
trabajar para revertir el proceso revolucionario.
También hay un buen sistema de defensa en las costas
marítimas, concluyó Humberto Ortega. Políticamente la
derecha jugaba a dos puntas, remató: Pastora, por una
parte, que para el Departamento de Estado no está
quemado, y Somoza, que no deja de ser un factor de
eventual aglutinación de las fuerzas contrarrevolucionarias.
Las luces se encendieron. Los miembros del gabinete
sandinista estaban visiblemente preocupados. Bayardo
Arce, jefe de Policía, pintó un panorama alentador, pero
advirtió sobre los riesgos:
- Pastora está molesto, pero no tenía condiciones de ocupar
un cargo más importante que el que se le ofreció. No tiene
arrastre y sus partidarios son escasos. Los elementos
peligrosos son los de la ex "Guardia Nacional".
- ¿Pero ya no han sido derrotados?
- Si -respondió Daniel Ortega-, pero no aniquilados y se
están reagrupando en Honduras, con muchos recursos.
- Pero no creo que los americanos terminen apoyando a
Somoza, dijo Humberto Ortega.
- Tenemos informaciones sobre que las opiniones están
divididas -aclaró Arce. Pero de que nos quieren en la llanura,
no cabe dudas. Lo cierto es que personalmente creo que
Estados Unidos es capaz de aliarse hasta con el mismo
diablo, si fuera necesario.
- ¿Y el Congreso?
- Se encontrarán pretextos para que jueguen a asfixiarnos.
- ¿Y la política de Derechos Humanos de Carter?
- Seguramente, antes de lo que se imaginen, se utilizará
contra nosotros.
Daniel Ortega propuso que se creara un comité de
emergencia para acompañar la crisis y que Humberto y
Bayardo coordinen. Todos asintieron.
Bayardo Arce y Humberto Ortega se quedaron solos en la
sala de sesiones, intercambiando algunas pocas
informaciones. Bayardo le dijo a Humberto que estuvo
analizando el tema de Somoza con "Ramón", el argentino,
quien le dijo que ellos podrían darle una solución definitiva
al caso Somoza.
No dio detalles sobre el asunto, pero Humberto comprendió
perfectamente el alcance de la expresión. Quedó por un
largo tiempo pensando en el tema y después encaró a
Bayardo Arce de manera directa, sin rodeos:
- ¿Necesita algo en especial para ello?
- Apoyo logístico, pero nada muy pesado.
- Habría que ir definiendo el tema. ¿Qué te parece si
hablamos con "Ramón" el martes que viene y ya definimos
la cuestión.
- Perfecto, le haré buscar.
"Ramón", Enrique Gorriarán Merlo, se había ganado el
generalizado respeto de los sandinistas, pues se acopló a la
insurrección muy tempranamente y en el marco de los más
recios combates demostró ser un militante preparado y
valiente.
Por lo general, los argentinos no eran muy bien vistos por
los nicaragüenses, pues los tomaban como muy inflados, un
tanto altaneros. No obstante, "Ramón" los había cautivado,
pues además de determinación en el momento de actuar, se
mostraba muy cerebral a la hora en que se planificaban las
acciones. Un aspecto que era tomado como una suerte de
rasgo distintivo de "Ramón" era el de los detalles, que
cuidaba con rigurosa minuciosidad.
Al momento en que se daban las conversaciones en
Managua, "Ramón" se encontraba en Cedrales, una
pequeña localidad fronteriza con Honduras, donde estaban
siendo entrenados los combatientes sandinistas que debían
custodiar la frontera. Eran las 10 de la mañana cuando le
avisaron que tenía una llamada de Bayardo Arce.
Dejó a cargo de "Santiago" el grupo y fue a atender la
llamada. Después volvió sonriente y le dijo:
- Mañana, bien temprano, nos vamos a Managua.
- ¿Hay algo gordo?
- Sospecho que sí.
Al día siguiente llegaron a Managua, bien temprano.
"Ramón" utilizó un teléfono público para comunicarse con
Arce. El encuentro sería a las 9 horas, en la casa de Camila,
una nicaragüense de absoluta confianza.
"Ramón" le explicó a "Santiago" que toda medida de
seguridad era insuficiente, pues se sospechaba que el
Cuartel de Policía era monitoreado por los "contras".
"Santiago" no hizo preguntas ni comentarios. Se dispuso a
aceptar las normas de juego. La entrada a la casa de Camila
se hizo por detrás, pues la casa tenía salidas sobre ambas
calles. Fue rápida, sin aviso. La puerta estaba abierta. De
hecho, el local, que perteneciera a un poderoso hacendado
somocista, había sido utilizado desde julio del 79 para
encuentros discretos entre Arce y "Ramón".
Todos, en la casa, eran de absoluta confianza. Pasaron a un
salón equipado con muebles antiguos, pero finos. Para
asombro de "Ramón", estaban Arce con Humberto Ortega y
un tercero, que dijo ser Tomás Rodríguez, jefe de
Inteligencia del sandinismo, "con perfil bajo y altísimo vuelo",
a decir de Ortega.
Tomás Rodríguez era un personaje como mínimo llamativo.
De aspecto simple, se notaba, sin embargo, que su origen
era de clase media. Por su aspecto, muy inteligente.
Callado, apenas los saludo al entrar y no pronunció una sola
palabra más a lo largo de la entrevista. Observaba
atentamente a "Ramón" y a "Santiago", a quienes no
conocían, pero dio claras muestras de que le resultaban
simpáticos, agradables, confiables.
Arce y Ortega le explicaron a “Ramón” que ellos deberían
estar enteramente al margen de las conversaciones sobre el
tema, y más aún de los eventuales detalles. De todos modos
-añadió- se cuenta con lo fundamental, que es el respaldo
político sin reservas.
La entrevista fue breve, Arce y Ortega se retiraron primero y
con Rodríguez se acordó tener la reunión al día siguiente, a
la misma hora, ya para ajustar los detalles.
Al día siguiente, cuando llegaron a la casa de Camila,
Rodríguez ya estaba ahí. Se encontraba leyendo una
publicación mexicana sobre temas políticos. Dejó de lado la
revista y se dispuso a hablar sobre la delicada cuestión que
los convocaba.
La conversación fue directa:
- ¿Te acordás de la operación "Serpiente"?, preguntó
Rodríguez.
- Claro, como si te lo hubiese dicho ayer, respondió
"Ramón".
- ¿Es viable?
- Perfectamente, aseguró "Ramón" con firmeza.
- ¿Y que aportamos nosotros?
- El costeo total.
- ¿Y cuánto puede costar la operación?
- Trescientos, cuatrocientos mil... Es preferible que sobre a
que falte.
- ¿Riesgos?
- Escasos.
- ¿Costo político?
- ¡Ninguno!
- Ustedes tendrán todos los recursos necesarios, aunque
fueran más, pero nosotros no tenemos nada que ver en el
tema. ¿Está claro?
- Clarísimo, ¿cuándo comenzamos?.
- ¿Qué les parece en marzo?
- ¡Perfecto! Nosotros vamos a necesitar de algunos meses.
Terminada la reunión, "Ramón" y "Santiago" fueron hasta el
viejo centro a almorzar. "Santiago" aún no estaba al tanto,
pero eso no le preocupaba. De todos modos, estaba ansioso
por tener detalles. "Ramón" le explicó:
- El tema es Somoza. Está en Paraguay...
Washington, DC, 22 de febrero de 1980. Departamento de
Estado.
William Casey, el jefe máximo de la Inteligencia, estaba
angustiado con el tema de Nicaragua:
- No hay control sobre el gobierno. Ellos se han abierto a
Cuba y a la Unión Soviética. Estamos perdiendo terreno en
América Central.
- ¿Y una política de créditos masivos?
- No funcionará. Los sandinistas están muy ideologizados y
constituyen una amenaza mayor que Cuba.
- ¿Cómo es eso?, preguntó Clark.
Casey caminó hasta el fondo de la pieza, señalando en un
mapa de América.
- Es sencillo. En este momento tenemos dos países muy
vulnerables en la región. Ellos apoyan ampliamente a los del
Farabundo Martí, en El Salvador, y al Partido del Pueblo, en
Guatemala. ¡América Central es un polvorín!
- ¿Y Pastora?
- Es una apuesta que no está saliendo muy bien. De alguna
manera, hay que admitir que Somoza sigue siendo nuestro
principal referente.
- Somoza nunca más -dijo Clark-; ni pensarlo. Está muy
quemado ante todos, dentro y fuera de Nicaragua.
Casey explicó que la CIA recomendaba seguir apoyando a
los "contras".
- La cuestión no está precisamente en derrocarlos, sino en
imposibilitar que puedan tener actuaciones exitosas en el
interior, por un lado, y que puedan apoyar fuertemente a los
otros de América Central, por otro.
Estados Unidos había cambiado de presidente en ese
entonces, asumiendo Ronald Reagan. En lo esencial, la
política con respecto a Nicaragua estaba en debate, pues la
llegada de los sandinistas al poder, de acuerdo con los
republicanos fue por errores de Carter, el demócrata.
La política de los Derechos Humanos se mantuvo, aunque
ligeramente atenuado en América Latina. El apoyo a los
"contras" siguió y pareció incluso incrementarse. La nueva
conducción de la CIA prometía mejores resultados en
América Central.
Obviamente, Estados Unidos apostaba en los "contras"
apenas en lo inmediato. La cuestión consistía en hacerle la
vida imposible a los sandinistas. El plan era perverso,
pensado por Casey: hostigar a los sandinistas hasta el punto
de provocar la casi paralización del gobierno; al estar
paralizado, se acumularán las necesidades; detrás vendrá el
descontento social y luego el desplazamiento de los
sandinistas.
Casey le explicaba a Clark que eso podía llevar años,
inclusive más de una década, pero que era la mejor política,
pues no habría que destruir militarmente a los sandinistas;
sino políticamente.
- Habrá que despertar la decepción en la gente, de manera
que terminen siendo rechazados; no importa cuánto tiempo
demore en alcanzarse eso, ni importa cuánto vaya a costar.
III
GUERRILLA EN EL PARAGUAY
Paraguay, 7 de marzo de 1980.
Un grupo de 20 campesinos armados intentaron instalar un
foco guerrillero en entre Alto Paraná y Caaguazú, zona
fronteriza con Brasil. Salieron de una colonia, a casi 300
kilómetros de la capital, tomaron un ómnibus, se tirotearon
con guardias de seguridad y después se internaron en el
bosque, como a 200 kilómetros de Asunción. El inusual
hecho político sacudió al país.
Stroessner dispuso que las Fuerzas Armadas se
movilizasen bajo la conducción de su jefe de Inteligencia,
Benito Guanes Serrano, con el apoyo de la Policía Política:
- Quiero que ese intento de rebelión se aplaste y que los
responsables sean ejemplarmente castigados.
La planta embotelladora de Coca Cola en la zona de
Caaguazú se utilizó como punto de apoyo para las
operaciones represivas. En el campo de operaciones fueron
concentrados alrededor de 5.000 hombres, entre soldados,
policías y milicianos. Se inició la cacería.
Al producirse el hecho, la guardia de Somoza fue reforzada
con militares. Un teniente llegó a la casa del ex dictador
nicaragüense con expresas instrucciones de darle mayor
protección. Somoza se asustó y preguntó:
- ¿Qué es lo que exactamente está pasando?.
- Una pequeña columna guerrillera está operando en el Este
del país. Se estima que el problema será controlado en
pocos días, le respondió el militar.
Somoza pidió una reunión con el ministro del Interior, Sabino
Augusto Montanaro, y le dijo:
- Me preocupa lo que está pasando...
- No se preocupe, presidente, la rebelión será controlada en
días.
- ¿Le parece más seguro que salga del Paraguay por un
tiempo?.
- Usted está muy seguro en su casa. Haga de cuenta que
esto apenas es un momento excepcional; los organismos de
seguridad aseguran que se trata de un grupito de
malvivientes, que pronto serán tomados.
Montanaro habló con mucha serenidad. No obstante,
Somoza acompañó el tema con interés muy particular.
Durante esos días su rutina cambió radicalmente. No salió
de la casa, ni organizó fiestas, estaba intranquilo. En las
noches dormía en el cuarto de Dinorah, como si eso le diese
mayor protección. Ella no solamente no protestaba; estaba
de acuerdo, pues estaba igualmente asustada.
De madrugada, Somoza despertaba gritando, tal cual le
sucediera en sus últimos días en Managua, pues sentía la
sensación de asfixia irremediable. Tenía pesadillas
incontrolables; drogas, químicos, alcohol; nada le devolvía
la tranquilidad perdida.
El 11 de marzo los guerrilleros se enfrentaron a las fuerzas
militares. La diferencia de poder de fuego era muy grande.
El saldo fue tremendamente adverso a los insurgentes: 10
muertos, 6 detenidos y 4 prófugos. El Departamento de
Investigaciones se llenó de detenidos, que eran torturados
bajo la dirección del jefe de la "Sección Técnica", comisario
Ruiz Paredes.
Los hijos del líder del alzamiento, Victoriano Centurión,
fueron detenidos y torturados:
A los prisioneros se les sumergía en una bañera, conocida
como "la pileta", se les daba descargas de picanas eléctricas
y se les azotaba con látigos.
- ¿Dónde está Centurión?-, gritaba Ruiz Paredes, con una
voz ronca y tosca. Los prisioneros nada sabían y volvían a
ser sumergidos en "la pileta". Eran escenas de terror.
Controlada la situación, a Somoza le convocó el ministro del
Interior y le hizo un resumen del caso. Se trataba de un breve
vídeo, de cinco minutos, que explicaba lo que había pasado
y que dos días atrás se le había mostrado a Stroessner.
"Victoriano Centurión y Gumercindo Brítez lideraron el
alzamiento armado de 20 campesinos, que tomaron un
ómnibus de la empresa Rápido Caaguazú, del cual
descendieron a 200 kilómetros de la capital, internándose en
el bosque".
"El 11 entraron en confrontación con las fuerzas militares y
policiales, resultando muertos 10 alzados. Seis fueron
detenidos y hay 4 prófugos, entre los cuales Centurión, al
que se lo busca en la zona".
- Como le había dicho, todo está bajo control-, le aseguró
Montanaro.
La guardia extraordinaria se Somoza se retiró el día 16 de
marzo. Somoza volvió a mostrarse tranquilo. Le comentó a
Dinorah:
- Stroessner es implacable con sus adversarios. Tuve la
oportunidad de ver un vídeo documental sobre el "caso
Caaguazú". Los trataron sin piedad alguna.
- Gracias a esa mano dura que ejerce que podemos vivir
tranquilos en este país, Tachito, le respondió Dinorah.
Somoza no dejó de tener dudas sobre el poderío total de
Stroessner. El líder del alzamiento armado, un campesino
con experiencia en lucha armada, estaba aún en libertad y
nadie sabía a ciencia cierta qué extensión tenía el
movimiento.
Su rutina especial no se modificó, pues decía que era mejor
guardar la debida prudencia que precipitarse a tomar como
normal lo que aún constituía un problema.
Washington, DC, 18 de marzo.
En la oficina de Casey se encontraba en sesión el Estado
Mayor de la CIA. Se estaba analizando un informe que
acababa de llegar de Paraguay, que era más bien
tranquilizador que preocupante, pero que no podía ser
caracterizado como definitivo.
La embajada había remitido durante esa tarde una detallada
síntesis de lo ocurrido en los últimos días, que constaba de
cinco partes: antecedentes del conflicto, desarrollo de los
hechos, reacción ciudadana, evolución última de la situación
y perspectivas.
En el interesante informe se daba cuenta del proceso de
instalación de un foco de conflictos agudos en el futuro
cercano, que se originaba por la masiva penetración de
brasileños en las áreas fronterizas.
Stroessner había eliminado la ley que prohibía la adquisición
de tierras por extranjeros en las fronteras y al amparo de la
nueva situación miles de brasileños fueron literalmente
empujados en dirección al Paraguay. El proceso era simple:
con el precio de 10 "alqueres" vendidos en Paraná, Brasil,
se compraba 100 hectáreas en Alto Paraná, Paraguay.
Los campesinos paraguayos no se sentían conformes con la
nueva situación y más tarde o más temprano irían a
reaccionar, pues los impulsaba un sentimiento de
pertenencia nacional muy pronunciado.
Eso identificó la embajada como el antecedente del conflicto.
De hecho, el grupo armado del "Caso Caaguazú" había
intentado llevar la lucha armada contra Stroessner después
de sostener unos pocos conflictos directos con colonos
brasileños.
El desarrollo de los hechos que describió la embajada
básicamente coincidía en todo, salvo en añadir que el líder
del alzamiento, Victoriano Centurión, era una suerte de
leyenda en la región de Caaguazú. Pobladores del lugar, así,
divulgaron ampliamente a través de una cadena de rumores,
que el dirigente se salvó porque se convirtió en un pájaro y
se distanció del lugar en que se diera el enfrentamiento entre
militares y guerrilleros.
Centurión era considerado un problema, pues se entendía
que era especialmente carismático, por lo que
eventualmente podía estar preparando algo que implicase la
continuidad del movimiento.
En cuanto a la reacción ciudadana no hubo indiferencia. Las
organizaciones de oposición y de Derechos Humanos se
emperraron por defender a los alzados, aunque con escasa
fuerza, pero no coincidieron con el gobierno en cuanto a
condenar la acción armada. La gente común refería
horrores: horrores en el momento del enfrentamiento;
horrores en el Departamento de Investigaciones, donde
estaban los detenidos; horrores en la colonia Acaray-mí, de
donde saliera el grupo armado...
Una red de rumores -que a criterio de la embajada era el
mecanismo de información de mayor influencia sobre la
opinión pública- hablaba de excesos en la represión, de
campañas de terror contra poblaciones enteras, de
perspectivas inciertas. En síntesis y en concreto, la opinión
estaba dividida, por cierto, pero no dejaba de percibirse que
había más simpatía que animadversión con respecto a los
alzados. Mal síntoma.
En lo que respecta a la situación actual se destacaban dos
cuestiones, ambas llamativas:
"La zona en que presuntamente se encontraba el
"comandante Centurión" fue sobrevolada repetidas veces
desde el 11 de marzo por helicópteros artillados, en vuelos
de baja altura, cuya función era doble: encontrar pistas sobre
el guerrillero y atemorizar a los pobladores campesinos. Una
cosa de logró, ciertamente: crear la sensación general de
terror, pero sobre el comandante no había la menor pista. El
hecho insólito muestra el carácter equívoco del alto nivel de
eficacia del aparato de represión, muestra su
vulnerabilidad".
Por otra parte, el presidente Stroessner no podía aceptar
que una criatura de apenas 12 años, y encima niña, hiciera
parte del alzamiento armado de Acaray-mí contra su
gobierno. El informe diplomático era detallado.
La niña era Apolonia Flores, quien tras ser herida en las dos
piernas en pleno enfrentamiento, fue hospitalizada en el
Policlínico Policial "Rigoberto Caballero".
Una mañana, desde el Palacio, llamó al sanatorio para
interiorizarse sobre el estado de salud de la niña. La
enfermera que estaba encargada de atender a la niña se
asustó cuando la llamaron para hablar con el presidente por
teléfono.
La enfermera explicó al presidente que la niña no corría
peligro de perder la vida, pues las balas ya habían sido
extraídas y se estaba recuperando lentamente. "Responde
bien al tratamiento", le aseguró.
Stroessner le manifestó que tenía la intención de conversar
con Apolonia, para hacerle un ofrecimiento. Le dijo que esa
tarde pasaría por ahí y que se dispusiera todo para la visita.
Desde ese mismo instante el ritmo cambió en el Policlínico.
Las limpiadoras fueron convocadas y avisadas: todo debía
estar meticulosamente limpio; los médicos y enfermeros
fueron avisados; todos debían estar pulcros y presentables;
Apolonia fue sometida a un examen especial, no de rutina:
midieron su temperatura, la limpiaron bien y la peinaron.
- Hoy vendrá el presidente a verte, y si aprovechas la
oportunidad podrás ganarte su confianza. Trátalo con mucha
deferencia, le dijo la enfermera, quien en realidad se había
encariñado con la joven paciente, con quien en ocasiones
solía hablar largamente.
- ¿Y qué le voy a decir?, preguntó la niña, visiblemente
sorprendida por el inesperado anuncio.
- No sé. Si te ofrece algo que te convenga, aceptá; no vayas
a desperdiciar esta oportunidad. Vos ni te imaginas cuánta
gente se muere por tener una oportunidad para hablar con
él, y en este caso es él quien está pidiendo para verte,
respondió la enfermera.
Durante horas Apolonia trató de imaginar cómo sería su
encuentro con Stroessner. Eran las 15:30 horas cuando el
presidente ingresó a la sala en que ella se encontraba.
- ¿Cómo estás mi hija, cómo te sentís?, preguntó el
todopoderoso mandatario.
Apolonia nada respondió y giró la cabeza para no seguir
mirando al presidente.
- ¿Tan mal le dispararon a esta niña que perdió hasta el
habla?, preguntó el presidente, a lo que la enfermera
respondió que hablaba muy bien y bastante.
Stroessner no insistió en arrancar una respuesta de la niña,
pero le expuso su punto de vista y su propuesta:
- Yo estoy seguro, mi hija, de que vos nada tenés que ver
con los hechos ocurridos en Caaguazú; no tenés ninguna
responsabilidad sobre lo ocurrido ahí. Por eso quiero
ofrecerte una oportunidad. Quiero que te quedes aquí,
donde se te va a cuidar, y después te pondrás a estudiar
para formarte en algo. Mas adelante inclusive podrás pedir
a tus padres que vengan a vivir contigo...
Apolonia apretó su rostro contra la almohada. Nada dijo,
nada respondió.
Stroessner prometió volver. No presionó a la criatura y en
ningún momento la trató mal. Antes de retirarse dispuso que
se la tratara bien.
Ni bien salió de la sala el presidente, Apolonia fue duramente
increpada por la enfermera.
- Por qué no aceptaste lo que te ofreció el presidente.
Perdiste una excelente oportunidad....
Apolonia siguió con su tratamiento, pensando mucho sobre
lo que le había propuesto Stroessner, quien había prometido
volver.
Recordaba cosas de Acaray-mí y extrañaba tremendamente
a su familia.
Pasaron casi 7 días hasta que se produjo la segunda visita
del presidente a la joven detenida. Esta vez, se produjo un
largo diálogo entre la niña y Stroessner.
- Lo primero que quiero que entiendas, mi hija -le dijo el
presidente-, es que para mí vos no tenés ninguna
responsabilidad sobre todo lo sucedido. Fuiste utilizada por
gente radicalizada, cuyos objetivos creo que vos ni siquiera
podías comprender...
Apolonia no reaccionó, negándose a responder sobre lo
planteado. Se limitó a escuchar.
Stroessner le reiteró la oferta que le había hecho en la
primera visita.
- Estas personas serán las encargadas de cuidarte en todo.
Me estuvieron comentando que tus heridas no son nada
superficiales, pero que estás respondiendo bien al
tratamiento. Aquí ya dispuse que se te dé la mejor atención;
ese aspecto, por tanto, no me preocupa.
Apolonia pensó que no tenía sentido quedarse callada.
Sabía, de haber escuchado, que Alfredo Stroessner era un
dictador que acostumbraba tratar mal hasta a sus más
cercanos colaboradores. No entendía por qué se interesaba
en ella. De todos modos, hizo un primer comentario:
- Yo no tengo quejas sobre la gente que aquí me atiende. Se
me da todo, sin problemas. La comida es buena y el trato
también.
Ya había conseguido que hablara, lo que le llenó, y le dio la
oportunidad para seguir avanzando.
- Por eso es que quiero que escuches mi propuesta. Las
enfermeras de aquí serán como tus madres; te van a dar
toda la atención que requieras. Pero después de
recuperarte, podrías ponerte a estudiar algo...
- Yo no sé leer ni escribir, interrumpió Apolonia.
- Todo vas a aprender. Lo que quiero que entiendas es que
te estoy ofreciendo precisamente una oportunidad para
progresar, añadió Stroessner.
Apolonia dudó sobre lo que iba a decir. Por un lado, entendió
que lo que le iría a decir podría hacer enojar al presidente,
pero, por otro lado, una fuerza interior incontenible la empujó
a expresar lo que en ese momento se cruzó por su cabeza.
- Es muy lindo lo que usted me está ofreciendo, y no puedo
negar que me gusta mucho, pero le quiero preguntar una
cosa, ¿por qué no se le dio antes a todos los niños de
Acaray-mí la posibilidad de estudiar?, ¿por qué a mí?.
A Stroessner le tomó de sorpresa la respuesta de Apolonia,
y le llamó la atención el hecho de que apenas era una niña
para tener tanta agudeza. Se puso a meditar por algunos
minutos; se instaló un silencio que parecía que nunca iría a
terminar. Después insistió:
- Quiero darte una oportunidad. Quiero que te cures bien,
que después estudies y que tengas más adelante una
profesión para trabajar. Ahora me voy; no necesitas
responderme. Dentro de unos días voy a volver, por última
vez, y para entonces quiero que me digas sí o no.
Salió de la sala sin decir una palabra más; no se despidió de
nadie, subió a su coche y ordenó al conductor que lo llevase
rápidamente al Palacio.
La tercera y última visita de Stroessner a Apolonia ya fue
más breve, pero el intercambio de palabras también fue más
fuerte. En esa ocasión, fue Apolonia la primera en hablar:
- Estuve pensando largamente en lo que usted me ofreció, y
me pareció que no debería aceptarlo, pues si usted hubiese
querido realmente ayudarnos, podía haberlo hecho ya
mucho antes, o podría ahora hacerlo para todos, y no solo
para mí. Allá en Acaray-mí no hay escuela, por lo que nadie
puede estudiar; tampoco hay médicos, por lo que mucha
gente muere por falta de tratamiento,...
Stroessner no estaba dispuesto a escuchar reproches, y
mucho menos de una niña, que a su criterio apenas "había
sido utilizada". Su intervención incorporó una amenaza:
- Vos tenés dos alternativas: o aceptas lo que te propongo,
y te atienden adecuadamente aquí, como lo han hecho hasta
ahora, o rechazas, y en ese caso te llevarán a la cárcel del
Buen Pastor, donde sólo Dios sabrá qué pasará contigo.
La respuesta fue corta, categórica y contundente:
- Que me lleven al Buen Pastor.
Stroessner no dijo una palabra más. Salió de la sala
apresuradamente y abandonó el Policlínico. Esa misma
tarde, Apolonia fue trasladada a la cárcel de mujeres del
Buen Pastor.
En ese momento de lectura del informe Casey puso en duda
la veracidad de la versión. Le resultaba difícil imaginar que
una criatura resistiese a una propuesta tan tentadora, tan
generosa. Dijo:
- Una de dos: estamos ante una fanática total, o el país está
evolucionando hacia la instalación de un estado de
generalizada contestación al gobierno.
A Bauer, un extranjero que prestaba sus servicios en la CIA
desde mucho tiempo atrás, la versión le pareció fidedigna.
- He visto, director, informes mucho más patéticos, como el
de niños que se convertían en bombas humanas en
Vietnam. A mí no me asombra el discurso de niños ni adultos
cuando han sido ganados por el comunismo....
Casey decidió cortar el debate, proponiendo que se
esperase el fin de la lectura del informe, pues faltaba poco,
por lo que se procedió a leer la parte que refería acerca de
las perspectivas.
"Es probable que esto estimule a otros sectores a hacer lo
mismo, por lo que sugerimos que se tomen todas las
medidas al alcance para costear programas de minimización
de situaciones críticas, de manera que se eliminen los
posibles focos de conflicto".
La embajada llamaba la atención sobre el funcionamiento de
una Organización No Gubernamental llamada "Comité de
Iglesias", que tendría condiciones de realizar trabajos
asistenciales en la zona, con la expresa finalidad de evitar
que se agudicen las condiciones que han dado origen al
conflicto puntual.
Con respecto al tema de fondo: apoyar o no a Stroessner, la
embajada era contundente: no existe en el Paraguay fuerza
de recambio con capacidad de administrar el país, por lo que
deberá seguir el trabajo con el actual gobierno.
Concluida la lectura del informe, que duró más de una hora,
se declaró un cuarto intermedio de 20 minutos, para que los
respectivos miembros del grupo de análisis pudiesen anotar
sus reflexiones.
Después, la sesión se reanudó, pasando Casey a proponer
que se establezcan ejes de discusión claros, sobre todo en
cuanto a las perspectivas. Abrió fuego sobre el tema central:
- Tengo entendido que desde 1976 se viene apostando en
la oposición a Stroessner, sin que se haya logrado avances
importantes en ese campo. No obstante, no me convence
del todo la conclusión de la embajada en cuanto a seguir
trabajando con Stroessner. Habría más bien buscarla forma
de deshacerse de él.
El especialista en el tema paraguayo -Taylor- coincidió con
Casey, pero advirtió sobre que el proceso sería largo, pues
la oposición carecía de dirigentes formados y de masas de
apoyo.
El veterano Bauer no contuvo su disconformidad con la
orientación que se le estaba imprimiendo en el debate y
llamó la atención sobre un hecho reciente, que le tocó de
cerca a los Estados Unidos:
- No les voy a hablar de Vietnam, donde nuestra suerte fue
adversa. Les daré un ejemplo más reciente, el de Somoza.
Alimentamos bajo el gobierno de Carter la caída del dictador
y hoy por hoy nos enfrentamos a un mal mayor. Para mí, lo
que sugiere el embajador es más que claro y correcto: no se
podrá prescindir de Stroessner por muchos años más. Les
ruego me disculpen si esto muy equivocado, pues no soy
especialista en Paraguay, pero creo que debemos temer
más después de lo que pasó en Nicaragua, que al final de
cuentas es lo que también nos había pasado en Cuba,
décadas atrás.
Casey observó a Bauer por largo tiempo; luego preguntó al
viejo funcionario de la agencia qué le parecía razonable
hacer.
Bauer se extendió sobre el tema, pero en síntesis respaldó
la posición de la embajada: en primer lugar, financiar los
trabajos de minimización de conflictos, y en segundo lugar
sostener a Stroessner hasta que surjan fuerzas confiables
para administrar el país. Todos habían sido marcados por la
experiencia de Nicaragua, que resultara traumática, menos
de un año atrás, por lo que inclusive Taylor y Casey dieron
el brazo a torcer.
Se decidió respaldar el informe de la embajada en todos sus
aspectos.
Asunción, Paraguay, residencia de Somoza, ese mismo día.
Somoza había sufrido una terrible pesadilla en la
madrugada, por lo que Dinorah había convocado al médico
particular de la familia, el doctor Riquelme, quien llegó a la
casa a eso de las 04.00 horas. Le suministró al ex dictador
nicaragüense un tranquilizante fuerte, inyectable, y
recomendó que no bebiese bebida alcohólica sino 12 horas
después.
Durmió profundamente, despertando recién a eso de las
14.00 horas, de buen humor. Había soñado con Angela, un
sueño de locos. Sin embargo, el buen humor le duró apenas
entre 15 y 20 minutos, pues el drama de la posible guerrilla
en el Paraguay lo atormentaba. Dinorah le insistía en que
todo estaba bajo control, pero el ex dictador no se
conformaba, pues recordaba que él, personalmente, había
desestimado por completo al Frente Sandinista, que al final
lo derrocó.
- No los subestimes, Dinorah. Yo lo hice, por cierto, y me
arrepiento de ello. Los "bolches" son enemigos de cuidado,
sobre todo cuando la situación económica está mal.
Ella le dijo que también estaba preocupada, pero que creía
que el incidente fue un caso aislado, ya bajo control. Trató
de hacerle pensar sobre otra cosa y le preguntó:
- ¿Ya pensaste en alguna inversión aquí?
- Hay varias alternativas, pero aún no me decidí...
En eso se acercó una de las empleadas para decirle que le
llamaban por teléfono; una mujer. Tomó el tubo y se
transformó por completo. Era Angela, quien apenas llamaba
para saludarle.
- No muy bien, con todo lo que está pasando.
- ¿Y qué está pasando, le preguntó ella.
- Lo de la guerrilla...
- ¡Por Dios!,
"Tachito ", eso fue un pequeño incidente, totalmente
controlado. Las palabras de Angela le tranquilizaron. Le
preguntó cuándo podían verse y ella le dijo que pronto, en
pocos días, que ella le avisaría. Se despidieron después de
casi 10 minutos de charla informal. El humor de Somoza
había mejorado notablemente. Pidió un vaso de vodka.
IV
SE RECLUTA EL GRUPO OPERATIVO
22 de marzo de 1980. Madrid, España.
"Ramón", quien arribaba en el aeropuerto, se movía por
diversos países el mundo con documentación falsa. Llegaba
como presunto uruguayo, ejecutivo de una empresa de
productos lácteos.
Su pasaporte estaba hecho a la perfección: presuntamente
calvo, con anteojos claros. "Ramón" inclusive vestía corbata
ese día, lo que era totalmente inusual en él. Los trámites de
Migraciones se hicieron sin inconvenientes.
Siempre que se hacia un viaje de este tipo había tensión y
se preparaban esquemas especiales. Armando y Julia lo
esperaban en el aeropuerto, ansiosos por tener noticias de
primera mano de Nicaragua, donde apenas ocho meses
atrás se había tomado el poder. De lejos, pudieron ver
a""Ramón" sonriente, lo cual significaba que el paso se
había hecho sin problemas.
Salieron apresuradamente del aeropuerto, sin hacer
comentarios, y subieron al coche de Armando, que salió
rumbo al centro de Madrid, donde tenía alquilado un
departamento. En el coche, la conversación se centró sobre
Nicaragua:
- Fue dura la pelea, comentó Julia.
- Bastante. Para mí fue una experiencia fabulosa, distinta.
Ahí se pasó de una clásica guerra de guerrillas a una guerra
de posiciones; en tiempo récord, contestó "Ramón" luego de
encender un cigarrillo.
- ¿Y el proceso fue ordenado?.
- ¡Por Dios! Fue caótico, pero las piezas se fueron armando
casi sin grandes dificultades, no había tiempo para pensar,
para hacer cálculos...
- ¿Y ellos?.
- Esa fue la ventaja. El resultado final fue más por errores de
ellos que por aciertos nuestros.
- ¿Las brigadas?.
- Jugaron papeles contradictorios. Como se dieron mucho
espacio a las mismas, algunos abusaron y apostaron a
marcar el curso de las acciones. Los del Frente no lo
permitieron.
- Entonces, no es que fueron muy bien tratados.
- Nosotros sí, invariablemente, pero algunos grupos
"Trotskos" terminaron siendo expulsados.
Estacionaron el coche en el garaje, debajo del edificio, y
subieron. Julia le dijo que pedirían pizza por teléfono para la
cena y que después saldrían, si quisiese.
- No, sobre todo quiero hablar-, dijo "Ramón".
Se puso cómodo en el sofá, encaró a Julia y Armando, y les
dijo que suponía que estarían extrañados por su presencia
en España. Armando y Julia estaban más que extrañados,
por lo que le pidieron que les cuente qué era lo que lo había
llevado hasta allá:
- ¿Quieren que les hable de ello?.
- Cuando tú quieras. Por nosotros, podemos seguir hablando
de Nicaragua, respondió Armando.
- No -dijo "Ramón"-, vamos al grano. Estoy preparando un
grupo operativo del más alto nivel para una acción muy
especial.
- ¿Se puede saber de qué se trata?.
- Lastimosamente, no. La idea no es complicada, se ajusta
a los pensamientos que compartimos, pero los datos
concretos se les dará en el momento apropiado.
- ¿ Con quiénes contás?.
- Todo está comenzando. Pero vamos a necesitar de por lo
menos 10 o 12, mitad hombres y mitad mujeres.
- Debe ser para algo muy importante -bromeó Julia- por eso
muchas mujeres.
- El tema es muy importante, ciertamente, pero los que irán
a entrar tienen que ser de primerísima. No se puede
improvisar.
- ¿Cuántos ya tenés?, preguntó Armando.
"Ramón" quedó pensando muy brevemente, y dijo:
- Cuatro, si ustedes entran.
- Pero por supuesto que estamos dentro, replicó Julia,
visiblemente contenta.
- ¿Tienen que ser todos de nuestro viejo equipo?, preguntó.
- ¡Todos!.
"Ramón" le dijo a Julia que participase del proceso de
selección, sobre todo para identificar a las mujeres. Esa
noche, hasta la madrugada, se pasaron haciendo listas,
tratando de ubicar a los posibles candidatos.
Adolfo y Nicole estaban en Suecia; podrían ser. Pedro,
Julián, Ricardo, Osvaldo,... Hombres sobraban. Pero entre
las mujeres había más dificultades, pues algunas no estaban
disponibles por completo, debido a compromisos de
diversos tipos. Manuela, por ejemplo, tenía tres hijos
pequeños. Hubiese sido ideal, pero no valía la pena siquiera
intentarlo.
Armando le dijo a "Ramón" que había bastante gente en
México.
- ¿Cómo quién?.
- Silvia.
- ¿Pero ella no está presa?.
- Salió hace dos meses y se instaló en México. Según me
comentaron, está más firme que nunca.
- Me gusta, dijo "Ramón", quien tenía buenos recuerdos de
Silvia, que al ser presa y torturada a nadie "le cantó".
Julia estaba profundamente dormida en el sofá. Tenían 23
nombres de personas de la más absoluta confianza, con sus
coordenadas: país en que se encontraban y formas de hacer
contacto.
Parecía que el trabajo sería fácil, pero "Ramón" no quiso
adelantarse a los hechos. Prefirió que al día siguiente
prosiguiese la tarea de barajar otras posibilidades…
Cuando Julia y Armando se juntaron con él a la mañana, se
llevaron una sorpresa. "Ramón" les pidió a cada uno que
escribiese en una página todo lo que sabían sobre cada uno
de los candidatos:
- El perfil de cada uno debe reflejar con honestidad sus
puntos fuertes y sus puntos débiles.
Armando comprendió que el trabajo sería un poco más
largo, pues "Ramón" cruzó las informaciones e hizo después
una suerte de preselección. Le quedaron 13 de los 23; los
demás no irían a correr.
- ¿Serán suficientes?, preguntó Armando.
- Más que suficientes.
- ¿Cómo hacemos?.
- Ustedes se irán a Suecia -dijo "Ramón"- a visitar a Osvaldo.
No le explicarán nada, pero le dirán que están en contacto
conmigo. Si está dispuesto a verme, que venga hasta
Madrid.
El 30 de marzo partieron Julia y Armando con destino a
Suecia y el 3 de abril, "Ramón" tuvo el primer retorno de
ambos: Osvaldo los acompañaría, pero recién podía salir el
día 10, por unos ajustes que tenía que hacer en Suecia. A
"Ramón" le pareció bien.
El 11 llegaron todos a Madrid. Osvaldo estaba casi eufórico.
Saludó a "Ramón" de manera efusiva; se encontraba al
borde del llanto.
- Pensamos que no saldrías...
- Está todo bien, Osvaldo, está todo bien.
Osvaldo habló extensamente con "Ramón". Este le comentó
todo lo relativo a Nicaragua, le dijo que Alfredo estaba bien
y que muchos habían sido tremendamente golpeados en la
Argentina.
- Pero no les condeno a los que se quebraron, flaco, fue una
cacería de una brutalidad inédita, sin precedentes y sin
posibilidades de prever, de imaginar.
"Ramón" describió rápidamente los brutales métodos de
tortura empleados por los militares: violaciones,
mutilaciones, además de humillaciones y golpes sin límites.
Todos lo observaron en silencio, tratando de ni siquiera
imaginar lo que había pasado, pues muchos de sus amigos
habían quedado para siempre en lo que dio en llamarse
"Guerra Sucia", que costara la vida de por lo menos 30.000
argentinos, la inmensa mayoría jóvenes.
La dictadura de la Junta Militar argentina se instaló en marzo
de 1976 y a partir de entonces se había declarado la guerra
sin cuartel a los movimientos armados de la izquierda,
primero, a "Montoneros" y el ERP, sobre todo, y después
contra todo foco de contestación progresista y democrática,
real o aparente.
Los militares hicieron barbaridades inéditas; fue una oleada
represiva interminable, que no conoció límites de ningún
tipo. De alguna manera, los del ERP habían sido menos
golpeados, pues la dirección política, el Partido
Revolucionario de los Trabajadores, PRT, dispuso que los
cuadros y activistas más expuestos saliesen del país,
mientras que el movimiento "Montoneros" cayó en la trampa
de enfrentarlos, pese que su propia Inteligencia aconsejaba
replegarse. Fue una cacería humana.
De todos modos, Osvaldo quedó conforme al saber que la
gran mayoría consiguió salir del país.
- Fue más que atinada la decisión de Mario Roberto
Santucho. Cuando me sacaron, me costó resignarme.
Ahora, sin embargo, admito que fue lo mejor.
Convencer a Osvaldo para sumarse al grupo resultó muy
fácil. Solamente puso una objeción. Por cuestiones
personales debía quedarse en Suecia hasta mediados de
abril, pues su esposa, una sueca, estaba por tener un hijo.
Después -aseguró- estaba enteramente disponible.
Osvaldo hizo cuestión de proponer a Nidia, quien fuera su
compañera en los montes de Tucumán y que se encontraba
en Alemania:
-Nadie mejor que ella para preparar documentos, dijo.
Armando y Julia no la conocían, pero no objetaron. De
hecho, Osvaldo tenía una trayectoria que no permitía dudar.
Había sido de los primeros en salir de la Argentina, en abril
de 1976, pues se lo consideraba como uno de los más
expuestos a la represión.
- ¿Quién hablará con ella?, preguntó "Ramón".
- Yo mismo -dijo Osvaldo- y aún este mes.
Osvaldo se sumó en las mismas condiciones que Armando
y Julia: sin saber de qué trataba la acción importante de la
que participaría. Salió de Madrid el día 16, decidiendo pasar
por Alemania antes de retornar a Suecia.
Nidia habló con Osvaldo y para el 20, "Ramón" ya manejaba
como cifra cierta 6 de los 12 que debían ser. El grupo se iba
completando.
"Santiago", por su parte, se dirigió a Brasil, ingresó a
Paraguay, e hizo contacto con "Martín", "el paragua", con
quien tantas veces había charlado durante horas y horas en
los montes de Tucumán.
"Martín" era más argentino que paraguayo, pues si bien
había nacido en Paraguay, creció en la Argentina, hizo su
militancia allá y retornó al Paraguay apenas de manera
provisoria, mientras la "guerra sucia" fuese muy intensa.
En el Paraguay hizo de todo, pero terminó estableciéndose
en Encarnación, ciudad fronteriza con Posadas, Argentina,
desde donde de vez en cuando hacia incursiones al país que
realmente despertaba en él las mejores sensibilidades.
Tenía una pequeña librería en el centro de Encarnación y se
había vinculado fuertemente a una muchacha asuncena,
que tenía poca formación política, pero que cooperaba con
él en todo.
- ¿Qué cuestiones concretas querés que vea, flaco?, le dijo
"Martín" a "Santiago".
- Todo lo relativo al paso. En algún momento, para
experimentar, haremos algo más osado.
Durante los dos días que "Santiago" quedó en Encarnación,
escuchó a "Martín" hablar sobre la realidad política
paraguaya.
- La cuestión aquí es brava -dijo-, pues se trata de un
régimen policiaco, que todo lo tiene bajo control.
- ¿Y la oposición, la izquierda.... ?
- La izquierda fue literalmente destrozada en los 70, entre el
74 y el 76; la oposición es inexpresiva. Así como están las
cosas, es más probable que el hombre llegue a Marte antes
que Stroessner caiga.
- ¿Y qué se sabe de Somoza?.
- En realidad, yo sé poco o nada. Sé que anda por ahí,
metido con una modelo muy conocida, pero más nada;
nunca me interesé mucho en el tema.
"Santiago" nada más preguntó, pero le dijo a "Martín" que
volvería, ya que debía ver cómo funcionaba el tema del paso
a la Argentina y sobre todo de introducir cosas desde allá,
como armamentos.
15 de abril, Asunción, Paraguay.
Somoza había marcado un encuentro secreto con Angela,
en las afueras de Asunción. Cuando llegó al desvió que va a
San Bernardino, pudo percatarse de que había un coche
moderno, color bordó, estacionado al costado, como si
estuviese descompuesto.
- Déjame aquí mismo y vuelve por mí exactamente dentro
de tres horas.
El reloj marcaba 20:05 y era la primera vez que el otrora
poderoso mandatario salía sin los hombres de su custodia.
Tenía mucho más controlado el pánico que le había causado
apenas un mes antes del surgimiento de una presunta
organización armada en Paraguay.
- ¿Viniste? solo, preguntó Angela, un tanto nerviosa.
- Solamente con el chofer, que ya volvió, respondió,
subiendo al moderno vehículo deportivo.
- ¿Adónde vamos?.
-A uno de los lugares más lujosos del Paraguay, es un
sueño. Tal como había dicho Angela el motel era un
derroche de lujo, casi un departamento finamente
amueblado, con pileta de baño, bañera con hidromasaje,...
Somoza le quiso abrazar.
- Despacio, le dijo ella, tomándolo de la mano y llevándolo
en dirección a un balcón que estaba en la penumbra, donde
encendió la vela roja, colocada en el centro de la mesa y le
pidió que abriera la botella de Champagne.
Angela vestía una ropa escotada, negra, con tajos bien
abiertos, que mostraban sus largas y perfectas piernas.
Somoza estaba sumamente excitado e impaciente, pero era
ella la que tenía la situación en sus manos.
- ¿Trajiste lo que te pedí?.
Somoza le señaló el maletín. Angela abrió, vio en el mismo
varios fajos de dólares, lo volvió a cerrar y le dijo.
- Es apenas un préstamo, querido, pero serás ampliamente
recompensado por ello. Levantó sus piernas sobre las de
Somoza, le puso una fruta de uva en la boca y le besó de
manera apasionada.
La reacción de Somoza fue de absoluta lujuria. Fueron dos
horas de pasión desenfrenada. Terminado el encuentro,
Somoza fue llevado de vuelta por Angela hasta el cruce San
Bernardino, donde lo esperaba el Mercedes Benz azul.
Somoza le preguntó al chofer si se sabría lo de su encuentro.
- Es posible que no, presidente, pero aquí en Paraguay todo
se sabe, nada se oculta por mucho tiempo.
Desprenderse de 5 mil dólares le pareció una tontería. No
recordaba haber pasado una noche como esa. Llegó a su
casa, no quiso volver a salir, se sirvió un vaso de vodka y
paseo al borde de la pileta. Después de esa noche se
tornaron frecuentes los encuentros con Angela.
La propia Dinorah se encargó de divulgar el tema, lo que
pronto llegó a oídos de la pareja de la modelo, cuyas
reacciones celosas se tornaron cada vez más agresivas. En
encuentros entre HDD y Angela, ésta negaba la supuesta
relación.
- No es cierto, es una infamia de la loca de su mujer.
- Mirá que sí es verdad, voy a reaccionar con todo. ¡Ese ex
dictadorzuelo no vendrá aquí a Paraguay a hacer lo que se
le canta!.
- Por Dios, Humberto, no te dejes llevar por chismes sin
fundamento. Dicho eso, Angela se lanzó a los brazos de
Humberto y todo se convirtió en lujuria.
México, 22 de abril.
"Ramón llegó en el vuelo directo desde Madrid y le esperaba
Silvia, que le conocía por fotografía. Para identificarse, ella
llevaba un vestido enteramente negro y un gorro rojo. Su
pelirroja cabellera natural caía sobre la espalda como una
cascada luminosa, sus pecas estaban ligeramente
resaltadas con maquillaje. Cuando "Ramón" la vio, no tuvo
la menor duda: era ella y era hermosa, tal como le habían
contado. Se acercó:
- ¿Andrea?, preguntó.
- La misma que viste y calza, 1e respondió, en una suerte de
"santo y seña".
Subieron a un taxi y Silvia indicó al chofer la dirección:
- Mejías, al 400.
Durante el trayecto, "Ramón" le habló de Madrid,
proyectando la impresión de que eran viejos conocidos.
Llegaron al lugar y se bajaron. Silvia le dijo que le parecía
mejor que se quedara en su departamento.
- No hay necesidad de que te alojes en un hotel, pero de
todos modos hice la reserva, pero como vivo sola pienso que
podemos quedarnos en casa. Te aseguro que no corrés
peligro.
- En todo caso, la que estaría en peligro serías vos respondió "Ramón"- pues soporto casi un año de
abstinencia y sos mucho más linda de lo que me contaron.
Esa noche fue más que buena para "Ramón". Para Silvia él
era una leyenda viva, por lo que estaba dispuesta a cualquier
cosa. No obstante, el relacionamiento debía ser
esencialmente profesional, por lo que pensó que sería
imprudente un desliz.
"Ramón" le explicó rápidamente lo que le llevaba hasta ahí.
Silvia dijo que no solamente estaba dispuesta, sino que se
sentía honrada de poder trabajar con él.
- Quiero llevarte esta noche a un lugar precioso, le dijo.
"Ramón" percibió que ella estaba sinceramente impactada y
que todo lo hacía con absoluta sinceridad, con la expresa
finalidad de agradarlo. Aceptó salir con ella, pero insistió en
alojarse en el hotel. Acordaron que a las 21 horas, Silvia
pasaría por él. Salieron. Silvia le llevó a un restaurante de
clase media, donde un poco después de sentarse, un grupo
musical anunció que en esa noche de boleros, recordarían a
Agustín Lara. Cantaron un clásico. Silvia le invitó a bailar.
Los dos se apretaron largamente durante el baile. "Ramón"
lamentaba no poder avanzar, pues eso podía contaminar
cualquier acción. Se conformó con tenerla entre sus brazos
durante la noche y con despedirse de ella con un prolongado
beso.
- ¿Estás seguro de que no querés ir hasta casa?, insistió
Silvia.
- Quiero pero no debo, dijo "Ramón" y penetró en el hotel
con paso firme.
Al día siguiente, el vuelo de "Ramón" salía a la tarde. Ella le
quiso acompañar hasta el aeropuerto, pero él le dijo que
prefería ir solo.
El día 24 de abril, "Ramón" se encontró con "Santiago" en
Managua. Todo estaba en orden. El estaba curioso con
respecto a las gestiones que "Santiago" había realizado en
Brasil, Paraguay y Colombia.
- A mí me fue estupendo, flaco, cuéntame todo lo que
conseguiste hacer.
- Brasil presenta un buen ambiente, bastante relajado. La
derecha está en una suerte de retirada ordenada, pero en
retirada.
- Tendremos garantías suficientes.
- ¡Totales!, que no te quepa la menor duda.
"Santiago" le refirió que desde 1978 se había iniciado una
ola de huelgas obreras en San Pablo, el mayor centro
industrial del país, que puso literalmente en retirada a las
Fuerzas Armadas.
La presión externa e interna eran fuertes por la
redemocratización, de donde era de esperar que los
militares fueran retornando a sus cuarteles. Le habló
largamente de un personaje militar, Golbery, quien
asesoraba a los militares de manera muy astuta, y de un
líder obrero, "Lula", que causaba constantes dolores de
cabeza a la derecha...
- ¿Y Paraguay?.
Le refirió todo lo relativo al alzamiento campesino de marzo,
el "caso Caaguazú", pero insistió en que todo indicaba que
estaba controlado por la férrea dictadura stronista.
- ¿Tendremos en quién apoyarnos?
- En Paraguay tenemos un contacto clave,
"Martín", quien quedó encargado de montar el esquema
para el paso de gente y de equipos desde Posadas.
- ¿Es confiable?.
- En cien por ciento. Es al que en las selvas de Tucumán lo
llamaban "el paragua "; un compañero de una sola pieza.
¡Excelente!.
- ¿Conseguiste informaciones sobre Somoza?.
- Nada, prácticamente nada, pero está allá, parece que
zambullendo en el ruido asunceno.
- ¿Y tu gestión en Colombia?.
- Eso fue lo mejor, de hecho. Los compañeros no quisieron
saber detalles de la operación. Les comenté que estabas
vos y se dispusieron a apoyar en todo. Es más: se niegan a
que aportemos algo. Ellos dicen que irían a costear todo.
"Ramón" se sentía satisfecho. Le dijo a Alfredo que había
que poner en movimiento el proyecto y que a más tardar
para el 30 de abril debían concentrar a todos en Bogotá.
- Ellos nos cederán un campo especial de entrenamiento,
cerca de Cali....
- Si, sí.... Tenemos que movernos ya.
V
ENTRENAMIENTO INTENSIVO
Bogotá, 19 de abril.
"Santiago" fue el último en llegar. Fueron a esperarlo
Armando, Julia y "Ramón". Fue toda una fiesta. Julia no
pudo contener las lágrimas y Armando lo abrazó
emocionado por largo tiempo.
- ¿Qué se hizo de vos, flaco?, preguntó Julia.
- Hice de todo un poco, pero estoy aquí, pronto para trabajar
con ustedes.
La entrada de un grupo de cumbiamberos les atrajo la
atención. La música era muy conocida, pero la atractiva
coreografía cautivó la atención de todos. Fueron un tanto
imprudentes, si se quiere, pero asistieron al mismo, pese a
que estaba preparado para un director de teatro francés, que
también llegaba en el mismo vuelo.
Unas mulatas vestidas con blusas escotadas y polleras rojas
movían de manera insinuante las caderas, mientras
animados músicos ejecutaban alegres algunos clásicos de
la cumbia, una música popular propia del país. No solamente
ellos quedaron a mirar; varios grupos de turistas europeos y
americanos también se acercaron y disfrutaron del llamativo
espectáculo.
- Tómalo como si te lo hubiesen dedicado a ti, decía Julia,
contenta.
Salieron del aeropuerto y les esperaba una camioneta de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que
hizo maniobras para ellos un tanto raras. A escasos dos
kilómetros cambiaron de vehículo. La señal fue simplemente
un pañuelo verde, que el chofer agitó al parar.
El otro vehículo era mayor y además del chofer iba un
hombre muy formalmente vestido, de unos 55 años, canoso,
que más bien parecía un empresario, antes que un militante
de izquierda, propiamente. Nadie habló durante más de 30
minutos de viaje. Casi al llegar a una suerte de estancia, el
hombre bien vestido les dijo:
- De aquí van a volar hasta Medellín. Les pido mucha
serenidad, pues hay muchos controles por cuestiones de
drogas.
En Medellín, ciertamente, los controles eran ostensivos.
Policías y militares, acompañados de perros especialmente
entrenados, se acercaban a todos y uno de los militares hizo
cuestión de revisar la bolsa de mano de Julia. Abrió el
bolsón, pero nada de extraño encontró: un libro de bolsillo,
elementos de maquillaje, documentos,...
Las preguntas que hicieron fueron las de rigor, fáciles de
responder: ¿Qué venían a hacer a Medellín?, ¿dónde irían
a alojarse?, ¿cuánto tiempo tardarían?... Ninguno se puso
nervioso; respondieron con tranquilidad, haciéndose pasar
de turistas rioplatenses. A los agentes de seguridad nada les
llamó la atención. De hecho, todos eran bien parecidos y sin
duda alguna del Río de la Plata.
Dejados en paz, los esperaba una pareja de colombianos,
también muy bien parecidos. El se acercó a uno de los
militares, le dio una tarjeta y le dijo:
- ¿Hay problemas con ellos?. Son nuestros invitados, que
llegan del Uruguay.
- No señor -respondió el militar-, es apenas un control de
rutina.
Abordaron dos automóviles y se retiraron del aeropuerto de
Medellín, rumbo a un lugar hermoso, en las afueras de la
ciudad, perfectamente embutido en el espeso bosque. Tras
distanciarse unos 40 kilómetros, los vehículos ingresaron en
un campo amplio, muy bien montado, a juzgar por la entrada,
perteneciente en apariencia a algún próspero oligarca de la
zona.
No era así. En realidad, la quinta era de propiedad de las
FARC, que estaba a nombre de Pedro Almirón, un fino
militante de la organización guerrillera, que hacía el papel de
empresario dedicado a la agro-exportación.
"Los Pinos" era una estancia, que contaba con alrededor de
110 hectáreas, donde funcionaba una suerte de granja para
la cría de varios tipos de animales, inclusive algunos
vacunos.
No era el "negocio fuerte" de Almirón; sino una inversión
inmobiliaria importante, que podía costear con sus
ganancias en la actividad exportadora. Eso, para afuera. Por
dentro, "Los Pinos" era un centro de adiestramiento
especial, utilizado por las FARC para el entrenamiento de
grupos operativos especiales, como ser los que estaban
destinados a organizar secuestros.
"Ramón", "Santiago", Armando y Julia llegaron y saludaron
a los demás, quienes ya se encontraban allí. Pedro Almirón,
el hombre finamente vestido, tomó a "Ramón" del brazo y le
condujo hasta un rincón.
- Este es un lugar especial para nosotros. Tienen todo:
gimnasio, cuadra de tiro, armas, proyectiles,... Los vecinos
son compañeros. Si escuchan una explosión bien fuerte es
una señal de alerta y vendrán a buscarlos para sacarlos. Por
lo demás no se preocupen.
- Tenemos que hacer algunas prácticas en la ciudad.
- Podrán ir sin problemas. Hay dos vehículos livianos y una
camioneta para su uso. Tomen medidas especiales: sin
armas, sin materiales de lectura, siempre con algún tipo de
documentos, sin nada que pueda despertar sospecha o
llamar la atención....
"Ramón comprendió perfectamente que la situación de las
FARC era delicada, pues había dos guerras en Colombia: la
de las guerrillas y la de las mafias. Dos organizaciones
delictivas, que se dedicaban al tráfico de cocaína, en Cali y
Medellín, tenían como locos a los medios de seguridad.
Por otra parte, las FARC operaban desde los 60, así como
el Ejército de Liberación Nacional, ELN, y después otro
grupo armado, el M14, por lo que tanto las fuerzas militares
como policiales del país se encontraba en situación de
permanente alerta. "Ramón" apostó a darle serenidad a
Pedro:
- Vaya tranquilo, compañero. Para mañana, todos ya habrán
leído por completo el manual de instrucciones.
"Ramón" reunió a todo el grupo y les dijo:
- Todos están aquí conscientes de que no todos irán a
participar del operativo. De los 12, serán directos
participantes 9, por lo que les pido que en el momento de la
selección definitiva nadie haga problemas.
- ¿Ya se puede saber de qué se trata?.
- No. Lo que sí se puede saber es que el entrenamiento
durará tres meses y consistirá en ejercicios físicos, militares,
manejo de armas, simulación de situaciones, juegos en la
ciudad,... Se van a divertir.
- ¿Por dónde empezamos?.
- Por el manual de instrucciones. Para mañana, todos tienen
que haberlo leído por completo. Cualquier duda y hablan
conmigo.
Esa noche, todos hablaron entre sí. Se manejaban por los
nombres que habían escogido para cada cual, sin
inquietarse por ello. Todos eran experimentados militantes
de izquierda, que durante muchos años se habían manejado
con "nombres de guerra", sin que se importasen siquiera por
saber detalles de la vida del otro.
Al día siguiente, a eso de las 08.00 de la mañana se escuchó
una tremenda explosión. Todos se asustaron. Pocos
minutos después llegaron dos jeeps militares para
evacuarlos. El comportamiento de la mayoría fue torpe. El
compañero "Aníbal", encargado de la operación tuvo que
manifestar ante todos su desagrado.
- No es posible, compañeros, no es posible. Han sido
demasiado lentos.
Todos los del grupo se avergonzaron. "Ramón" les aclaró
que el incidente era parte del entrenamiento, pero que ante
esa señal había que abandonar todo, absolutamente todo, y
disponerse a evacuar el campo.
Instó a la gente a actuar con rapidez y determinación. La
cuestión era simple, pues además de desarrollar respuestas
ágiles, debían preservar el campo de adiestramiento de las
FARC, que muy generosamente había sido cedido para el
entrenamiento del grupo.
Armando y Julia casi fueron reprendidos, pues fueron los
últimos en llegar. Armando dijo que tenían objetos
comprometedores que podían ser sospechosos si eran
encontrados, de donde "Ramón" les dijo que todo debía
estar siempre dispuesto para una evacuación de
emergencia, que debía ser rápida, sin pérdida de tiempo.
Durante el resto del día el trabajo fue familiarizarse con el
manual de instrucciones, que contemplaba hasta el más
mínimo detalle de lo que se podía hacer y qué no. El nivel
de inseguridad era alto, por lo que en la reunión general de
los 12 se preguntó por qué no se había optado por un lugar
más manejable. "Ramón" explicó que parte del
entrenamiento era ese, precisamente:
- Hay que acostumbrarse a un nivel alto de inseguridad. Esto
es parte esencial del entrenamiento.
- ¿Y lo de los embutes?.
- El lugar debe quedar enteramente limpio, como para
soportar cualquier allanamiento.
La rutina del primer mes fue única. A la mañana, bien
temprano, como a las 06:30 comenzaban los ejercicios
físicos: caminatas y trotes. Concluía esta fase a las 09 horas,
con la gente enteramente agotada. Todos sudaban, pues si
bien el lugar era bien arbolado, el calor era riguroso.
Tomaban baño y desayunaban de manera liviana, para
retomar a las 10 horas la segunda parte, que consistía en
práctica de tiro. En el stand se estaba hasta las 12 horas,
manejándose diversos tipos de armamentos: desde
revólveres 22 hasta fusiles FAL. Después del almuerzo,
había charlas que eran preparadas por "Ramón", sobre
aspectos de la realidad latinoamericana, seguido de un
descanso hasta las 15.30, hora en que comenzaban
entrenamientos físicos fuertes: defensa personal, sogas,
corridas con vallas...
A la noche, después de la cena, se escuchaba música de
protesta, invariablemente, y luego se liberaba a todos hasta
dormir.
Los resultados del entrenamiento intensivo satisfacían
plenamente a "Ramón": los que estaban excedidos de peso
bajaron, todos se tornaron más ágiles y musculosos. Nadie
sabía para qué el entrenamiento, pero todos presumían que
era para algo muy importante.
"Carlos", el más joven de todos (24) fue el primero en salirse
del programa. Escalando una valla cayó y se fracturó, por lo
que se lo tuvo que llevar de emergencia a la ciudad, a un
hospital, donde fue tratado. Se le enyesó y se lo mantuvo
como observador un breve tiempo, hasta sacarlo a Canadá.
"Ramón" lamentó mucho el incidente, pues desde su punto
de vista "Carlos" podía desempeñar un papel importante en
el operativo. Se lo sacó en el marco de un aparatoso
esquema de seguridad, pese a la ciega confianza que en él
tenían, pero lo más lamentable fue que desde el segundo
mes, el grupo tuvo que ser trasladado a otra región, por
razones de seguridad.
El nuevo lugar ofrecía ventajas con respecto al anterior, en
el sentido de que era más protegido; más amplio, cercado
de bosques tupidos. Desde el punto de vista de la estadía,
sin embargo, era más problemático, lo cual obligó al grupo a
dividir a quienes debían estar en el cuarto de varones y en
el de mujeres. La vieja edificación era amplia, pero con
pocos cuartos.
El segundo mes de entrenamiento fue más complejo, pues
a la tardecita, hasta por lo menos las 22 horas, debían
trasladarse a la ciudad, donde se hacían diversos tipos de
ejercicios. Se trabajaba siempre en parejas y los ejercicios
parecían juegos, como seguirse; buscarse, después de
separarse; conversar sobre cuestiones banales con policías
y militares.
En la ciudad se sentía con fuerza el peso de la inseguridad.
El sistema ostensivo de vigilancia intimidaba y muchos de
los militares, sobre todo, se caracterizaban por ser
extremadamente desconfiados con respecto a los
extranjeros.
Armando y Julia, por cierto, pasaron un mal momento el 21
de mayo, cuando fueron detenidos por unos militares,
quienes los llevaron hasta un cuartel, donde fueron
interrogados.
Armando pasó por momentos de extrema tensión, pues fue
largamente interrogado por dos militares, esposado a una
silla. No lo golpearon, pero lo trataron con dureza. Julia fue
objeto de vejámenes, pues además de ser desnudada y
cuidadosamente revisada por dos militares mujeres,
después un teniente quiso abusar de ella. Ambos pedían
entrar en contacto con el cónsul de Uruguay.
Los dejaron en libertad pasada la medianoche, frente al hotel
Panorama, donde irían a hospedarse. La versión no
convenció a los militares, por lo que volvieron hasta el hotel:
El capitán Gómez estaba furioso con el error de
procedimiento, pues de acuerdo con lo que le decía a
Méndez, el responsable directo de la liberación de los
mismos, era preferible contactar con el consulado. Entre
quejas y recriminaciones, llegaron al hotel Panorama.
- No hay ningún uruguayo, señor, les dijo el encargado.
Los militares pasaron a revisar los documentos de cada uno
de los hospedados. Se habían esfumado. El capitán Gómez
lamentó en voz alta lo ocurrido:
- Creo que perdimos dos presas importantes, de la "zurda"
En el centro de entrenamiento se vivió momentos de alta
tensión. Se hizo todo el preparativo para evacuar el lugar,
que se había tornado inseguro. A eso de las 01:00 horas del
22, un vehículo se acercaba lentamente, dando señales de
luces. "Ramón" intuyó que eran Armando y Julia. Subió
rápidamente al jeep acompañado de "Santiago", ambos bien
armados, y fueron al encuentro. Quedaron a 50 metros.
Armando se bajó, sereno, y levantando las dos manos
caminó lentamente hacia el vehículo. "Ramón" se bajó y le
gritó:
- ¿Todo en orden?.
- Todo, respondió.
Se dirigieron a la casa en lenta caravana. Cuando "Ramón"
se enteró de lo ocurrido, esa madrugada, sabía que al día
siguiente tenía que solicitar un encuentro con los de las
FARC, pues era necesario montar un esquema de seguridad
especial. Armando y Julia se habían salvado por un milagro,
pues la manera en que estaban (Sin valijas, billetes de
pasajes,...) no resistía interrogatorio alguno, siendo su
versión de que eran turistas, muy endeble.
El día 22, a eso de las 16 horas, "Ramón" y "Santiago" se
reunieron con dos importantes miembros de las FARC, de la
sección de Inteligencia, intercambiando pareceres sobre las
medidas a ser tomadas. Se trataba de "Cándido" y
"Mercedes", siendo ella la más importante, en apariencia.
Dijo:
- Bueno, compañeros, a nosotros nos parece que podemos
hacer una de dos: suspendemos las incursiones urbanas o
lo hacemos bajo estrictas reglas. ¿Qué piensan?.
- ¿Y sí solamente los sacamos de circulación a Armando y
Julia?.
- Hemos analizado esa alternativa, pero de igual modo los
demás estarían expuestos a riesgos.
- ¿Otra idea?.
- Se nos ocurre que la mejor jugada sería cambiar
radicalmente su esquema general, dijo "Ramón".
- ¿De que manera?.
- Hagamos exclusivamente el entrenamiento físico y militar
hasta finales de mayo y en junio los instalamos en la ciudad.
¿Me explico?.
- Perfectamente. Creo que eso es lo más apropiado.
A "Santiago" también le pareció razonable la propuesta. Esa
misma noche, ""Ramón" comenzó a trabajar en los cambios
en el programa de entrenamiento. Toda medida de
seguridad resulta insuficiente; ese era el lema. Y lo que les
estaban ofreciendo los colombianos les venía como anillo al
dedo. De todos modos, lo único que habría que incorporar
era una rutina diaria de ejercicios fuertes para cada uno de
los integrantes. Y eso era perfectamente viable.
Durante la mañana del 23, "Ramón" explicó a los demás
miembros del grupo que se estaban operando cambios de
planes. El trabajo se intensificaría en el campo de
entrenamiento.
- Julia, Pedro y Silvia tomaron cursos especiales con una
especialista de las FARC en falsificación de documentos,
dinero...
- Armando, "Ramón" y "Santiago" dieron un curso con
explosivos, realizando pequeños ensayos.
- Osvaldo, Eva y Francisco se especializaron en conducción
de vehículos a alta velocidad y en terrenos accidentados.
- Bárbara y Camila hicieron un curso fino en
comunicaciones: fidelidad, técnicas, reparaciones.
Al margen de todo esto, que les ocupaba más de cuatro
horas por día, inclusive sábados y domingos, la rutina fuerte
de entrenamiento físico y militar prosiguió con rigurosidad.
Concluida la primera semana de junio, se previó el traslado
de todos a la ciudad. Se instalarían en la capital, Bogotá, en
5 lugares diferentes.
Cada cual recibió un folleto en que constaba su "cobertura".
Se manejaron con nuevos documentos, preparados por Julia
y Silvia, y comenzó el entrenamiento urbano. Estaban
conectados en dos grupos, coordinados a su vez por
"Ramón".
Durante el largo período de entrenamiento, no se produjo
ningún incidente.
Nadie entendió por qué nunca se emplearon vehículos, pero
eso estaba reservado para el final. La última semana, a
distintas horas, de mañana, de tarde y de noche, Osvaldo,
Eva y Francisco dieron muestras sobradas de su habilidad
como conductores.
En una ocasión, Osvaldo tuvo que huir de dos patrulleras
que lo persiguieron por más de media hora en las calles de
Bogotá y salió ileso. Para "Ramón", había aprobado el curso.
Osvaldo, hasta horas después, seguía asustado.
El momento clave se dio el 2 de julio, oportunidad en que los
11 se reunieron en una casa ubicada en las afueras de
Bogotá y se tenía que formar el grupo operativo definitivo.
- Todos demostraron estar suficientemente preparados para
llevar adelante la operación que nos convoca, por lo que
estamos ante la difícil tarea de elegir.
- ¿Y si entramos todos en el ruedo?, preguntó Osvaldo.
- Nunca lo había pensado, replicó "Ramón", interesado en la
propuesta.
Le pareció que podría ser, pero les dijo:
- Entraremos todos, pero sin preguntas. A cada cual yo le
asignaré un papel. Nadie podrá objetar ni preguntar nada
fuera de lo dicho. En mi ausencia, el responsable será
"Santiago".
Todos asintieron. Se sentían en perfecto estado para operar,
cualquiera fuera el desafío. "Ramón" pidió un receso de 30
minutos y luego todos volvieron a reunirse.
- La operación se hará en Paraguay. Básicamente, el grupo
que entrará al país será de seis y cinco conformarán el grupo
logístico, operando en Brasil y en Argentina.
Había un silencio total. Nadie preguntó, nadie respiró fuerte.
"Ramón" prosiguió:
- Creo que los más aptos para entrar en Argentina son Eva
y Francisco, pues no están "fichados" y su trabajo será
altamente delicado.
- ¿Cuándo nos vamos?.
- Saldrán mañana. Para Paraguay por aire y luego por tierra,
hasta Buenos Aires. Después les doy los detalles.
Pedro y Camila, otra de las parejas constituidas, harían "un
viaje de placer" y se instalarán en Río de Janeiro. También
al día siguiente.
Todos se rieron. Alfredo dijo que sospechaba desde un
comienzo que había "onda" entre ambos.... Un momento de
relax. "Ramón" esperó unos segundos y luego remató:
- Los demás, iremos a Paraguay.
La reunión concluyó sin que nadie preguntase nada. Había
mucho por hacer, de hecho, pues al día siguiente se iniciaba
el proceso de ingreso a los tres países.
Con Eva y Francisco, "Ramón" y "Santiago" tuvieron la
primera reunión larga. "Ramón" les entregó los documentos,
les dio las coordenadas, la cobertura y dos contactos en
Buenos Aires.
- De Asunción ustedes viajarán a Posadas, primero, y
entrarán en contacto con "Martín"; luego pasarán la frontera,
sin exhibir documentos e irán hasta Buenos Aires en
ómnibus, donde se encontrarán el jueves con Antonio, en la
plaza de Mayo.
Hasta ahí, el trabajo parecía simple, pero luego vendrían a
entender por qué resultaría "delicado", a decir de ""Ramón".
Se dispusieron a preparar sus cosas. Al día siguiente
saldrían para Asunción, Paraguay, un país ubicado en el
corazón de América del Sur.
VI
EL INGRESO A PARAGUAY
Para Pedro y Camila, Silvia preparó hasta un acta
matrimonial reciente, procedente de México. Se instalarían
en Río de Janeiro, por un mes, y luego se mudarían a Foz
de Iguazú, frontera con Paraguay.
Como el viaje estaba marcado para el 5 de julio, "Ramón"
dijo que les explicaría el tema de sus misiones. Llamó a
Armando y le dijo:
- Tenemos que hablar largamente. Mañana te vas a Chile,
con Julia, y después a Paraguay.
- Dime todo lo que tengo que hacer.
- Llegando a Chile, se alojarán en cualquier hotel de 3
estrellas y dos días después saldrán a Asunción, por tierra.
- ¿Es directo?.
- El ómnibus pasa por la Argentina, pero los controles no son
muy rigurosos. De todos modos, lo que me preocupa es que
allá se tiene que ubicar de la manera más rápida posible
dónde vive Somoza.
- Perfecto, ¿qué más?.
- De acuerdo con nuestros cálculos, el 6 de junio llegarás a
Asunción. Ahí, te alojarás en un hotel de mediana calidad y
al día siguiente comenzarán a buscar una casa donde
alojarse. Deben alquilarla por un año.
- Correcto. Armando era de hablar poco; un verdadero
hombre de acción.
- El 15 de julio ¡anotá en tu agenda mental!, en el bar del
hotel Guaraní, que no les resultará difícil ubicar, vamos a
encontrarnos Julia y vos, con Silvia y yo.
Osvaldo se limitó a asentir.
- Llegando allá, traten de buscar para alquilar una casa de
clase media-baja y lleven una vida de ritmo normal, como de
quienes quieren establecerse por largo tiempo.
Al día siguiente, en vuelos distintos, partían Eva y Francisco,
con destino final Argentina, y Armando y Julia, con destino
final Paraguay. Todos estaban entusiasmados, firmes en
sus convicciones, firmes en el proyecto, sin la menor duda
acerca de lo que irían a hacer.
Eva y Francisco cumplieron con su itinerario de acuerdo con
lo que les habían indicado. Llegaron a Asunción y esa misma
siesta salieron para Encarnación, donde se alojaron en un
hotel céntrico. Al día siguiente, se encontraron con "Martín".
Todos hablaron largamente de "Santiago". "Martín" sentía
mucha admiración por él. Les comentó que en las selvas de
Tucumán, había peleado con "Santiago", bajo su liderazgo.
- ¡Un personaje estupendo!.
Eva le dijo que "Santiago" les había encomendado hablar
con él sobre el paso. "Martín" le cortó y con cierto
entusiasmo les dijo:
- Ya he montado dos esquemas de primera, por si uno falle.
Es por el río. Esta tarde podemos hacer una prueba.
Eva y Francisco quedaron más que entusiasmados, a
apenas 20 minutos de coche desde el centro de
Encarnación, sobre la costa del río Paraná se abría un
interminable espacio verde, absolutamente virgen, apenas
salpicado por algunos pequeños "puertos" improvisados,
que utilizaban los que practicaban lo que popularmente se
denominaba "contrabando hormiga", es decir, contrabando
de poca monta.
Pero además de maravilloso, el lugar escogido por "Martín"
era muy seguro, Tenía un "pasero" en el lugar, un joven
paraguayo de poco hablar, que les invitó a acercarse al lado
argentino.
- ¿Y la gendarmería?, preguntó Eva.
- La gendarmería no cuenta; basta con una pequeña propina
para manejarla.
Francisco quiso hacer el viaje y fueron. Pudieron constatar
que hasta de día el paso era seguro. Explicaron a "Martín"
que tenían que ir a Buenos Aires y luego retornar a Posadas
para establecerse.
- Para cuando vuelvan a Posadas, ya tendrán su casa
preparada.
Ambos embarcaron al día siguiente con destino a Buenos
Aires, convencidos de que "Martín" era un compañero atento
y expeditivo, que iría a facilitar las cosas.
Eva y Francisco se percataron por primera vez en sus vidas
que la vida fronteriza era muy especial, marcadamente
particular. Eva siempre había escuchado sobre eso, pero
nunca le había dado crédito y siempre, invariablemente,
había quedado tensa al tener que pasar una.
En el caso de "Martín", que ya vivía años en Encarnación,
todo había cambiado para él; de hecho, se había convertido
en un experto en la vida fronteriza. Eva y Francisco pensaron
que las cosas irían a ser mucho más fáciles que la prevista,
pues se convencieron de que cualquier cosa, inclusive
tractores y grandes maquinarias, podrían cruzar la frontera,
no burlando los esquemas de control, sino convirtiendo a los
mismos en cómplices. Insólito.
Llegaron a Buenos Aires sin grandes inconvenientes, pues
los sistemas rutinarios de control en el trayecto estaban
visiblemente relajados. No obstante, sobre todo Francisco
estaba tenso, por lo que ni bien llegaron apostaron a
establecerse en un hotel mediano, pero con suficientes
comodidades.
El jueves, tal como se había previsto, se produjo el
encuentro de ambos con "Antonio", en la plaza de Mayo. De
ahí fueron hasta un bar de clase media, donde entre tazas
de café y medialunas, un poco de humo de cigarrillo y un
poco de tango, discreto, establecieron formas de contacto y
de envío de cosas desde la capital argentina hasta la
frontera con Paraguay.
"Antonio" le explicó que enviarían armas, por lo que el
esquema operativo debía ser perfecto, ya que de detectarse
todos terminarían siendo "chupados" por los milicos.
Eva y Francisco se tranquilizaron al saber que se trataba de
operaciones que ya se habían realizado con éxito en el
pasado, por lo que existían esquemas operativos que
funcionaban bien en el terreno. "Antonio" les dijo:
- Nada hay que improvisar, de modo que si se respetan
todas las reglas de juego difícilmente se presentará
problema alguno. O sea, el tema es delicado, pero si se lo
maneja bien no hay nada que temer.
Las operaciones de ese tipo implicaban altísimo riesgo, pues
se hablaba de trasladar a lo largo de cerca de 1.000
kilómetros armas de alto poder destructivo, que si los
servicios de seguridad detectaban darían lugar a medidas
represivas de imprevisibles proporciones. "Antonio" les
había garantizado que se utilizaría una "vía segura" para que
lleguen todos los elementos a Posadas.
La entrevista fue única. En ella se acordaron todos los
aspectos. Las reglas las fijaban ellos, por lo que Eva y
Francisco apenas entraban como piezas de un engranaje
complejo, que tenía su propia dinámica.
Fueron tranquilos hasta el hotel, donde descansaron.
Francisco averiguó sobre un sauna y esa tarde fue hasta ahí
para pasar unas horas. Eva salió a caminar por el centro,
comprando algunas baratijas. Todo normal.
Sin inconvenientes, al día siguiente abordaron el bus que los
llevaría hasta Posadas.
Julia y Armando, por su parte, viajaron sin inconvenientes
hasta Chile, pero salieron de Santiago con destino a
Asunción y pasaron un mal momento en la frontera de
entrada a la Argentina, pues un guardia se empecinó con
que Julia era la misma que estaba siendo buscada, de
acuerdo con un catálogo de fotos que tenía.
- ¡Bájense!, ordenó el oficial de gendarmería con tono
autoritario.
Tenía en su mano un catálogo de fotografías, de personas
que presuntamente estaban siendo buscadas por
participación en grupos armados. Eso, de hecho, se había
convertido en regla en todas las zonas fronterizas del país.
Julia estaba visiblemente asustada, pues la fotografía era
efectivamente la de ella.
Bajaron. Ella temblaba; las alternativas eran pocas, si
existían.
La tranquilidad de Armando contribuyó en mucho para que
la situación se sanara. Habló con el responsable principal de
la gendarmería y veinte billetes de cien dólares persuadieron
al mismo para que se dejase pasar al ómnibus.
- Olvídese del tema, Gutiérrez, ordenó.
Sin embargo, a horas de haber pasado, Armando convenció
a Julia para bajar del ómnibus en Mendoza.
- Yo conozco bien el lugar, flaca. Tomaremos otro ómnibus
y llegaremos de todos modos a Asunción dentro del plazo.
Si bien había pasado el momento de extrema tensión, en la
frontera, Armando consideraba que el problema no había
sido enteramente superado. De hecho, el gendarme
comunicó a sus colegas del tema y el ómnibus fue parado
antes de pasar a Paraguay, pero los pasajeros ya habían
desaparecido.
Fue un escándalo. El chofer refirió que la pareja que había
enfrentado un problema en la frontera había abandonado el
ómnibus en Mendoza. Se acordaba bien, insistía, pues le
habían esperado por largo tiempo, pensando que apenas
estaban retrasados.
Los militares estaban nerviosos y se comunicaron de
inmediato con Mendoza, pasando los datos precisos sobre
Julia. Pensaban que sería difícil cazarlos, pues habían
pasado muchas horas desde entonces.
Julia y Armando se alojaron en un hotel de Mendoza. Julia
de tiñó el cabello y Armando se afeitó el bigote. Ambos
quedaron pasablemente diferentes. De ahí tomaron un
ómnibus para Buenos Aires; allí tomaron otro para Formosa,
pasaron la frontera a la altura de Alberdi, sin inconvenientes,
y luego hicieron un incómodo viaje hasta Asunción, en un
ómnibus que literalmente se caía a pedazos.
A Asunción llegaron el 9 de julio, cuando estaba
comenzando a anochecer.
- Estoy rendido, le dijo Armando a Julia.
Se alojaron en un hotel cercano a la Terminal de ómnibus,
que era horrible. Esa noche comieron cualquier cosa, en un
restaurante cercano, y al día siguiente se dispusieron a
buscar algo mejor.
Julia había recobrado la calma, pero le confesó a Armando
que nunca se había sentido tan impotente como cuando lo
del incidente de Mendoza. Era ella la de la foto; cuestionó,
inclusive, que le haya mandado por esa vía. Armando trató
de tranquilizarla, asegurándole que en todos los puestos
fronterizos habían controles. Para él, la falla residió en no
haberse preparado mejor para burlar los controles. De
hecho, con su teñido y su anteojo neutro, Julia en muy poco
se asemejaba con la de la fotografía de la frontera.
Armando le pidió que se olvidase del tema. Le dijo que se
sabía que habría riesgos y que en ese sentido nada de
anormal había pasado. A Julia no le convenció del todo lo
que le dijo Armando, pero consideró que debían centrarse
en seguir con el plan, que implicaba otras cosas, y
posiblemente nuevos riesgos.
Se dispusieron a buscar una casa. Una pequeña
inmobiliaria, El Halcón, les ofreció una buena variedad de
residencias: escogieron la de un barrio cercano al centro,
Barrio Herrera, con cochera, pero más bien discreta.
Armando le explicaba a la gente que vivía en los alrededores
que estaba con ganas de abrir un pequeño negocio en
Asunción. Varios le propusieron que se dedicase al
comercio, pero él decía no tener mucha prisa por definir. A
nadie le pareció extraño que un argentino llegase al
Paraguay con ganas de establecerse; era algo común, pues
en los últimos años muchos argentinos habían llegado al
país con similares intenciones.
Todos los días, Armando compraba los principales diarios
de Asunción, que eran tres y en ellos buscaba informaciones
sobre Somoza. En casi una semana, nada había
encontrado. Entró en pánico. Cualquier cosa le parecía
razonable, pero no quería encontrarse con "Ramón" y
decirle que no habían conseguido la dirección de Somoza.
Consideraba que era una misión tan pequeña, que le
resultaba inadmisible asumir que habían fracasado en ello.
Julia tuvo una idea, en la que Armando no confío demasiado.
Salió a la calle, bien vestida, tomó un taxi y le dijo al taxista:
- Haga el favor de llevarme a la peluquería que está en la
esquina de la casa de Somoza.
El taxista le dijo que no sabía exactamente dónde vivía, pero
que conocía la zona. La llevó hasta la avenida Mariscal
López y San Martín y entró en un puesto de gasolina para
preguntar. Un rato después, retornó con una información no
del todo positiva. Somoza se había mudado de casa. Dijo
que le dijeron que la nueva casa quedaba cerca, pero que
no sabía exactamente donde.
- Ah -dijo Julia-, ¿y ahora?.
- No se preocupe, le aseguró el taxista y el vehículo retomó
Mariscal López, dirigiéndose en dirección contraria. Entró en
una calle empedrada y el taxista paró frente a una comisaría
policial. Julia entró en pánico. Pensó que el taxista
sospechaba de ella y que iría a entregarla.
- ¿Qué pasa?, preguntó, entre asombrada y asustada.
- Espere aquí señora -le dijo el taxista-, los policías saben
todo.
Julia estaba realmente asustada. Le habían comentado que
los taxistas paraguayos eran una suerte de "soplones" de la
policía, por lo que esperó el peor desenlace. Para colmo, no
tenía siquiera cobertura alguna para el caso específico.
Desde la ventanilla, pudo ver a un oficial de policía hablando
tranquilamente con el taxista. Levantó la mano, como
indicando una dirección, y siguió explicando. El taxista
asentía. Julia estaba en abierto pánico.
El taxista retornó contento al vehículo. Lo abordó y le dijo a
Julia:
- Ya no hay problema, señora, la voy a llevar hasta la
esquina de la nueva casa de Somoza.
- Gracias, respondió Julia, pero estaba visiblemente
desencajada.
Al taxista nada le llamó la atención. Para él, el viaje era un
simple negocio y cuanto más rodase por la ciudad, mejor. Le
comentó, sin embargo, que Somoza estaba en la boca de
todos, pues protagonizaba hechos un tanto escandalosos, a
veces, lo que daba lugar a comentarios.
Como a dos cuadras de la casa de Somoza, el taxista volvió
a parar y a preguntar. Le indicaron y siguieron. Llegando a
la altura de una lujosa casa el taxista le dijo:
- Debe ser esta, ¿dónde la dejo?.
- En la esquina está bien, respondió Julia, aún sin
recuperase del todo.
El taxista le cobró un equivalente a 10 dólares, una suma
bastante elevada en ese entonces, y se distanció del lugar
contento. Julia, no repuesta del miedo, caminó por la vereda
de enfrente de la casa de Somoza y pudo ver tras el portón
de rejas que unos guardaespaldas jugaban a las cartas en
el patio de la casa.
No obstante, debía cerciorarse, debía anotar la dirección
exacta y ver cómo se llegaba al lugar. Una señora que
estaba barriendo la vereda le confirmó que esa era la nueva
casa de Somoza. Vio el nombre de la calle: España, y
memorizó el número. Volvió a pasar en dirección contraria y
fue hasta la avenida Sacramento. El tránsito no era intenso,
por lo que supuso que no estaba muy cerca del centro. Para
asegurarse, tomó de nuevo un taxi y pidió que la llevasen
hasta el hotel Guaraní. Quince minutos. Estaba más bien
cerca que lejos del centro.
Desde ahí volvió a la casa en ómnibus. Al llegar, Armando
le recibió con una sonrisa irónica.
- Tenés que erigirme un monumento, le dijo.
El rostro de Armando se iluminó. Habían logrado el objetivo,
a menos de 24 horas del encuentro con "Ramón". Esa noche
salieron a festejar. Fueron a una parrillada conocida como
"La Molleja", donde servían carne de primera.
Armando le dijo, en medio de la cena que un vecino le había
contado algunas pocas anécdotas de Somoza en Paraguay,
realmente llamativas. Le dijo, por ejemplo, que cuando iba al
supermercado se cerraban las puertas, pues sus fabulosas
compras compensaba para el dueño la pérdida pasajera de
otros clientes.
- ¿Pero por qué tiene que estar sólo?, preguntó Julia.
- La gente dice que en el Paraguay los poderosos hacían
cosas similares, pero es probable que él lo haga por miedo.
De hecho, dicen que cuando va a cualquier lugar lo
acompaña un ejército de guardaespaldas puestos por el
gobierno de Stroessner.
Le refirió, también, que en las altas esferas del país, el ex
dictador nicaragüense no era bien visto. Parece ser que en
una fiesta, el hijo estaba un poco ebrio, pasó una mujer muy
atractiva y le dijo a uno de los guardaespaldas que le
gustaría hacerle el amor a la joven.
Resultó ser que la joven era nada menos que Marta
Rodríguez, la hija del general Andrés Rodríguez, el segundo
en la jerarquía stronista, y era la esposa del hijo del
presidente Stroessner.
El guardaespaldas comentó sobre el desagradable incidente
con su superior, quien a su vez hizo saber a las más altas
autoridades. Lo cierto y lo concreto es que el caso llegó a
oídos del propio Stroessner esa misma noche. Al día
siguiente, a eso de las 06.00 horas de la mañana, en la casa
de Somoza sonó el teléfono y el ex dictador de Nicaragua
recibió el mensaje claro del presidente Stroessner. Su hijo,
Anastacio Somoza Portocarrero, tenía 24 horas de plazo
para abandonar el país.
Somoza no osó desafiar lo dispuesto por Stroessner.
Dispuso que todo se preparase para que esa misma tarde
su hijo viajase para Miami, Estados Unidos. Y así lo hizo.
El encuentro con "Ramón" se produjo con una exactitud
matemática. Julia y Armando, bien vestidos, llegaron 15
minutos antes, ocuparon una mesa alejada del centro de
servicio y pidieron dos cafés pequeños. "Ramón" llegó con
Silvia cuando marcaban exactamente las 17:05 horas.
Armando se levantó, lo saludó con serenidad y Julia abrazó
efusivamente a Silvia. Todo estaba saliendo bien, con
algunas dificultades, ciertamente, pero todo dentro de los
marcos normales. Ramón preguntó:
- ¿El objetivo?.
- Perfectamente localizado, respondió Julia.
- ¿Podemos dar una mirada?.
- ¡Por supuesto!, dijo Armando y pidió la cuenta.
Salieron a la calle y tomaron un taxi. La seña estaba
combinada: Julia iba a pisarle el pie a "Ramón" al pasar
enfrente, bajarían a dos cuadras y vendrían caminando.
Cuando llegaron como a cien metros del lugar, Julia lo pateo
suavemente para alertarlo. Enfrente, le pisó el pie.
"Ramón" pudo observar muy poco. Bajaron dos cuadras
más adelante. El taxi se alejó y ellos dieron una vuelta a la
manzana antes de retornar caminando tranquilamente,
observando más atentamente el local.
- ¡Un "bunker"!, expresó "Ramón".
- Por supuesto -dijo Osvaldo- pero habrá alternativas,
supongo.
Caminaron hasta la avenida Sacramento. Desde ahí se
divisaba bien la casa. "Ramón" pensó que lo ideal sería tener
un puesto de observación permanente, de manera que se
pudiese hacer un seguimiento sistemático. Caminaron unos
50 metros más, siempre sobre la avenida España y vieron
un letrero en un puesto de revistas: Se Vende.
Ramón preguntó a una persona de edad avanzada qué es
lo que estaba en venta.
- El punto, con todo lo que tiene, le respondió un hombre de
avanzada edad, visiblemente enfermo.
- ¿No funciona?.
- Funciona, pero tengo que operarme y ya no voy a poder
seguir atendiendo.
"Ramón" le dijo que tenía un amigo, Osvaldo, estaba
buscando un negocio, pero que no contaba con muchos
recursos.
¿Cuánto quiere?, preguntó, a lo que el hombre respondió
que estaba rematando por 500.000 guaraníes, suma un
tanto abultada en dólares.
Armando captó rápidamente la idea de "Ramón" y le dijo al
viejo que sacara el cartel y que le esperaran hasta el día
siguiente. El hombre aceptó, pues de hecho lo que pedía era
un tanto alto.
"Ramón" le dijo a Armando que tomase contacto con
Osvaldo para ver si desde el puesto de revista sería posible
realiza una experiencia de observación desde ese punto
durante esa noche. Si iba a funcionar, se compraba, sin
regatear el precio.
- Pobre viejecillo, remató.
Esa noche, Julia y Armando quedaron durante más de
unahora como utilizando el puesto de revista como un lugar
discreto para enamorar. Osvaldo los acompañó durante
media hora; luego se retiró. El puesto era perfecto hasta de
noche, pues en la entrada de la casa de Somoza había dos
luces, ladeando el portón de entrada y salida de vehículos,
y ellos pudieron ver el momento preciso en que salía de la
casa un par de coches.
Al día siguiente, 500.000 guaraníes se entregó al viejecillo y
Osvaldo, vistiendo un vaquero gastado y una remera simple,
asumía el control del puesto.
Durante los siguientes 15 días, Julia entregaba a "Ramón"
un informe diario de lo que Osvaldo observaba. Era
bastante. Se sabía, por ejemplo, que era rutina de Somoza
volver a la casa a altas horas de la madrugada, que salía
después de las 9 horas; nunca antes, que recibía pocas
visitas, que tenía un esquema de seguridad permanente, de
seis hombres de civil, además de tres o cuatro policías
uniformados, dentro de la casa.
VII
LOS PLANES SE DISEÑAN
Las informaciones proporcionadas por Osvaldo sobre el
movimiento cotidiano de Anastacio Somoza fueron más que
suficientes para descartar uno de los planes: matarlo en su
propia casa.
De acuerdo con las versiones que Osvaldo había recogido,
inclusive el personal doméstico era de la policía. Es decir,
había un verdadero ejército protegiendo al ex dictador; entre
12 y 14 personas.
Trazar un plan llevó más de una semana. Armando y Julia
ya se habían incorporado plenamente al trabajo y tenían
alquilado un departamento en el centro, moviéndose sin
grandes inconvenientes. A ellos les correspondía estudiar
todo lo relativo a la seguridad en la capital paraguaya,
juntamente con Camila, por lo que entraban y salían.
Julia elaboraba a la noche los mapas, ubicando en los
mismos la localización exacta de los cuarteles y comisarías
policiales; las principales reparticiones públicas y los lugares
de mayor vigilancia ostensiva.
En general había un ambiente de calma relativa en el país:
los encuentros generales se hacían en el departamento de
Armando. Un asadito, pocos papeles, un poco de música,
todo un ambiente festivo de cobertura. Se hacían los
sábados, a la noche, entre las 20.00 y las 23.00 horas. La
regla era no facilitar.
- Hay mucha estabilidad política -sostenía Armando-. Así
como están las cosas, Stroessner estará en el poder 20 años
más.
- ¿Se estudió la cuestión campesina?, preguntó "Ramón".
- Por supuesto, viajamos a varios puntos importantes,
hablamos con mucha gente, no hay amenaza alguna para el
gobierno, ni urbana ni rural. Lo del "caso Caaguazú" fue un
episodio. Para todos ellos, la dictadura de Stroessner era
atípica. Había ostentación de riquezas, contrastes sociales
pronunciados, amplios bolsones de miseria, pero el nivel de
organización de la sociedad paraguaya era tan bajo, que no
se veía de lejos siquiera la posibilidad de una reacción
importante.
- Su sistema de control policial es bueno -prosiguió.
Armando-. Las comisarías cubren todos los barrios. La
represión política consta de alrededor de 500 hombres
permanentes, manejados por el nefasto Pastor Coronel, un
civil.
- ¿Y cómo funciona ese aparato?.
- Por lo que pudimos saber, sobre la base de una amplia red
de informantes, que están metidos en todo: universidades,
colegios, gremios, asociaciones e inclusive comités
barriales.
- ¿Y es eficiente?.
- Lo grave es que además de la policía política, que apenas
es un cuerpo, el Ministerio del Interior tiene una amplia red
de informantes, autónoma, y el Partido Colorado, con más
de 1.300 filiales, desempeña trabajos de apoyo a la policía.
- ¡Asombroso!, concluyó "Ramón". Y prosiguió:
- De todos modos, a nosotros nos favorece la aparente
calma, pues podemos trabajar sin grandes inconvenientes.
Si nos ajustamos a las reglas, todo saldrá tal cual se está
planificando.
En la última semana de julio, el plan ya estaba concluido, por
lo que el trabajo consistía en rearmar los equipos, de modo
que todo funcionase de acuerdo al plan general. Se hicieron
varios cambios.
Por cuestiones operativas, se entendió que las parejas
serían "Ramón" y Silvia; Julia y Armando; Bárbara y
"Santiago"; y Osvaldo se movería con autonomía, sólo.
Camila haría un acompañamiento sistemático, y
eventualmente participaría de la operación toda vez que
fuese imprescindible. Los primeros días de agosto fueron de
reubicación de las piezas. La ciudad era muy pequeña, por
lo que se buscaron los lugares más apropiados.
"Santiago" y Bárbara alquilaron una casa en un barrio
periférico de Asunción, San Vicente, que tenía patio y una
suerte de alambrada en la parte de adelante. No resultó
nada llamativo el hecho, pues parecían formar una pareja
común y corriente. Decían que pensaban establecer un
pequeño comercio en Paraguay, pero que aún no habían
decidido dónde hacerlo.
Cuando salían lo hacían juntos. Tenían una suerte de rutina
adaptada a las costumbres locales. Salían a las 07.00 de la
mañana y retornaban al mediodía, a la hora del almuerzo.
Aparentemente hacían la siesta y después volvían a salir a
las 15.00 horas para retornar definitivamente a eso de las
19.00-20.00 horas. Nada fuera de lo común.
Bárbara solía comprar parte importante de las cosas que
consumían en un almacén, cuya dueña, doña Estela, no
paraba de contar chismes sobre sus vecinos; desde los más
insignificantes hasta los más descabellados.
Bárbara le comentó al resto del grupo que era necesario
tener una rutina y no salirse de la misma. Le había
impresionado el papel de la almacenera, que sabía a qué
hora llegaba uno y a qué hora salía; hasta los romances
secretos, todo sabía de todo.
"Santiago" se manejaba con pocas conversaciones, pero
siempre amable.
En realidad, la casa del barrio San Vicente estaba siendo
utilizada como depósito de los materiales que irían a entrar
desde Argentina, por Encarnación.
Para el primer traslado de materiales se utilizaron cajones
de doble fondo. Cajones pesados, que en la parte superior
traía repuestos de automotores y en la parte baja armas de
diversos calibres y proyectiles. Para fines de julio, "Santiago"
ya tenía casi todos los elementos en su casa de San Vicente.
Como una pantalla, parte de la mañana la utilizaba para
colocar los repuestos en casas de auto-repuestos, lo que
consiguió sin dificultades, pero también sin llamar la
atención, pues sus precios eran altamente competitivos. Los
repuestos los vendía con apenas 10% de ganancia, por lo
que muchas casas de auto-repuestos hacían pedidos
grandes al "curepa" (argentino), pues los demás
proveedores invariablemente traían a un precio más
elevado.
Para no despertar la atención de nadie, el trabajo de
"Santiago" era deliberadamente pequeño. De ese modo ni
despertaba sospecha en los compradores, ni irritaba a los
demás proveedores. "Santiago" siempre se disculpaba de
los ansiosos clientes:
- Me resulta imposible traer cosas en mayor cantidad y
variedad; estoy comenzando, casi no tengo capital y mi
esquema de abastecimiento es precario.
En el patio de la casa, había cavado un pozo de un metro y
medio de profundidad, donde sobre una base de cemento se
tenía un pequeño arsenal. Estaba una bazuca, dos
metralletas, un fusil, y seis pistolas poderosas, además de
alrededor de 22 granadas y una cantidad razonable de
proyectiles.
"Ramón" fue a verificar las armas una mañana de domingo.
Abrieron el embute, bastante bien disfrazado, debajo de un
lavadero de ropas, y revisaron todo lo que contenía.
Preguntó si era seguro:
- Es idéntico al que utilizábamos en Tucumán; si nadie
muestra, jamás lo encontrarán.
- ¿Falta algo?, preguntó.
- Solamente los proyectiles de la bazuca, que llegarán en la
próxima semana. De acuerdo con mis cálculos, ya deben
estar en poder de "Martín".
- Tanto me hablaste de "Martín ", que me gustaría conocerlo,
dijo "Ramón".
- Cuando quieras, creo que le encantará.
Decidieron ir hasta allá el siguiente fin de semana; de paso
confirmaban que todo estaba yendo bien.
El sábado viajaron "Ramón" y "Santiago" hasta Encarnación.
Lo hicieron en coche, de modo a estudiar de paso los
esquemas de control tradicionales en el transcurso. Fueron
parados apenas en dos lugares, pero los militares se
mostraron muy gentiles con ellos.
Revisaban el coche, la valijera y verificaban los documentos
personales; nada de especial y nada de autoritarismo en el
trato. De hecho, había tanta calma en el país que no se
justificaría de manera alguna el empleo de tratos fuertes y
rigurosos en esas condiciones.
En casos "anormales", que básicamente consistían en
traslado de mercaderías de contrabando, los militares,
policías o civiles afectados a los trabajos de vigilancia,
invariablemente estaban abiertos a algún "arreglo amistoso",
pequeñas o medianas propinas, con las que
complementaban sus ingresos por lo general bajos.
"Martín" casi cayó de espaldas al verlo a "Ramón". Para él,
se trataba de una leyenda viva. Quedó sin habla al
comienzo. "Santiago" le palmoteó la espalda y le dijo:
-Saluda al comandante, "Martín".
- Mis respetos y mi admiración, compañero. No sé si tendré
otra oportunidad en mi vida para expresarlo.
"Ramón" quedó un tanto sorprendido. No sabía que
despertaba admiración en combatientes experimentados
como "Martín". Quedó satisfecho. Le dijo:
- Tu aporte es inestimable y creo que te sentirás orgulloso
de haber cooperado, en el futuro. Nosotros no sabemos
cómo agradecerte.
- Con vuestra amistad es más que suficiente. Creo tener el
honor, que no muchos tuvieron ni tendrán, de trabajar
directamente con dos de los más grandes revolucionarios de
América Latina.
- ¿No estás exagerando?, interrumpió "Santiago".
- ¡De ninguna manera! La historia lo confirmará.
"Ramón" le pidió a "Martín" que le explicase cómo
funcionaban los pasos en la frontera: los normales y los
clandestinos. "Martín" se mostró un experto en el tema,
explayándose largamente sobre la cuestión.
- ¿Y qué pasaría en una situación excepcional, de alerta
general?.
"Martín" pensó un rato y respondió:
- Personalmente, prefería utilizar el canal normal. Es
probable que los mecanismos clandestinos se vuelvan muy
inseguros en un momento de alerta general.
La conversación fue larga y animada.
"Ramón" le preguntó a "Martín" cuánto tiempo le llevaría
posibilitarle una muestra de cómo funcionaba el sistema de
ingreso de los materiales, a través de la costa, y cuando el
otro le respondió que no más de una hora y media, pensó
que había tiempo para hacerlo.
Los tres fueron en el coche de""Ramón" a conocer dos
lugares de paso, no muy distantes de la ciudad. Estaban
cercados por bosques tupidos, con picadas abiertas desde
los caminos costeros hasta las costas.
"Ramón" quedó impresionado.
Presenciaron, inclusive, cuando en uno de los "puertos"
arribaba una lancha de mediano porte, repleto de cajas que
parecían contener lavarropas, u objetos de ese tamaño.
"Martín" hizo gala de su destreza, pues saludó a los
encargados del punto, quienes reaccionaron alegres al
verlo. Evidentemente, no solamente lo conocían, sino que
simpatizaban con él.
"Ramón" quedó más que satisfecho con la experiencia, y
como aún le quedaba un poco de tiempo, resolvió interrogar
a "Martín" sobre Somoza. Poco o nada sabía, salvo que
poco tiempo atrás, como unos dos meses, había explotado
un escándalo que involucró al ex dictador de Nicaragua,
indirectamente.
"Martín" contó que en el diario ABC, cuyo propietario era
"Acero", se publicó en una sección jocosa un breve poema,
que aludía al supuesto entendimiento sexual-amoroso de
Somoza con una bella modelo, Angela, que era amante del
poderoso ex yerno de Stroessner, HDD.
El poema era picaresco, pero nada ofensivo. Decía:
"Al tacho se fue mi amor", aludiendo a Angela y el romance
con "Tacho" Somoza.
HDD reaccionó indignado y sobre la base de que se decía
que "Acero" era homosexual, le preparó una respuesta
especial: le envió un regalo, que consistía en una caja cuyo
contenido eran prendas finas de mujer. Todo hubiese
terminado ahí –prosiguió- si "Acero" no se irritase y decidiera
responder.
El también le envió un obsequio a HDD, consistente en una
caja de tamaño regular, cuyo contenido era una botella de
vino popular, de una marca del mismo nombre de su amante,
Angela, dentro de un tacho. La botella estaba con el culo
roto.
HDD reaccionó de manera descontrolada y convocó a tres
de sus guardaespaldas que estaban a mano, y decidió
atacar el diario ABC. Se armó un bochinche, pues los
periodistas y funcionarios administrativos salieron corriendo,
buscando protegerse como sea. "Acero" no estaba y HDD
se conformó finalmente con disparar algunas ráfagas de
ametralladora contra la puerta de su despacho.
Días después volvió la calma. Por cualquier eventualidad,
"Acero" reforzó su esquema de seguridad personal.
A "Ramón" le pareció una historia fabulosa. No paró de reír
durante varios minutos, imaginando el escándalo que habría
sido el conjunto de situaciones. De hecho, le dijo que
comentaría el tema con otros compañeros, pues le pareció
un caso estupendo, digno de ser divulgado. Después,
conversaron sobre generalidades.
Antes de retirarse, "Santiago" acordó con "Martín" que lo
esperaría, como siempre, en la Terminal de ómnibus, el
siguiente miércoles. Eran casi las 18 horas cuando se
despidieron y decidieron retornar a Asunción. Viaje normal,
sin inconvenientes.
Ese miércoles, "Santiago" estaba particularmente ansioso.
Le dijo a Bárbara que prefería que lo acompañase, pues
tenía un mal presentimiento. Miraría desde lejos y daría la
alarma en el caso de que ocurriese un accidente. Y así lo
hicieron.
"Martín" bajó sonriente del ómnibus "La Encarnacena",
dispuesto a esperar que se abriesen las puertas de las
valijeras para bajar la encomienda. Cuando estaba
acercándose "Santiago", dos hombres de civil, que se
identificaron como agentes de represión al contrabando,
pidieron abrir la caja.
- Son repuestos de vehículos, les dijo "Martín",
exhibiéndoles una nota fiscal de Posadas.
- ¿Podemos ver?, dijo el más alto, quien parecía estar al
mando.
- ¡Cómo no!, dijo "Martín", disponiéndose a abrir la caja.
Tal como había dicho en un comienzo, se trataba de
repuestos de automotores. Los fiscales le pidieron que
cerrase y volvieron a examinar la nota fiscal. "Martín" les dijo
que debía entregar al dueño con urgencia y les propuso un
"arreglo".
- ¿Cuánto?, preguntó el alto.
- Y que le parece 50.000guaraníes; no hay gran cosa aquí.
- Por cien, lo liberamos.
- Le doy hasta 70.000.
- ¡Hecho!, dijo el más bajo, disponiéndose a fingir que seguía
revisando, en espera del dinero.
"Santiago" se aceleraba. Estaba como a cuarenta metros;
Bárbara comenzó a preocuparse, pues si bien estaba más
lejos, observaba atentamente todo lo que estaba pasando.
"Martín" les pasó el dinero con la boleta. El alto tomó el
dinero, miró a los alrededores y le devolvió la boleta. Luego
se alejaron.
"Santiago" caminó lentamente en dirección a la salida.
"Martín" hizo alzar la caja en un transportador y caminó
detrás, observando a los fiscales, que se distanciaban cada
vez más.
"Martín" alzó la caja en un taxi, que después salió de la
Terminal, rumbo a la zona de la avenida Eusebio Ayala.
"Santiago" y Bárbara abordaron su coche y le siguieron a
"Martín" hasta una casa de auto-repuestos. "Que maestro",
pensó "Santiago". Se bajaron, transportaron la caja en el
coche, se despidieron de "Martín" y fueron directamente a la
casa. Eran apenas las 16.00 horas.
"Ramón" alquiló una casa sobre la avenida España, casi
América, durante la primera semana de agosto. Al ver el
letrero "Se alquila", se interesaron en la residencia y tomaron
contacto con la dueña, una dama de la alta sociedad
paraguaya.
Se presentaron como argentinos, representantes del
cantante español Julio Iglesias. De acuerdo con la versión
de "Ramón" y Silvia, la casa estaba destinada para
residencia provisoria de Julio Iglesias, quien tenía que venir
a la Argentina a filmar una película y que proyectaba
descansar, sin que nadie se entere, en Paraguay. El costo
del alquiler era alto: 1.000 dólares, por lo que le pelearon
precio.
- Mire -le dijo "Ramón"-, porque no nos deja en 800 y le
pagamos tres meses por adelantado.
La señora de Gómez cedió ante el pedido insistente de
"Ramón", pero con una condición:
- Cuando venga Julio Iglesia, ustedes tendrán que
presentármelo para que yo lo conozca.
- Todo bien -interrumpió Silvia-, pero con una condición.
- ¿Cuál?.
- Nadie deberá saber de su presencia en el Paraguay.
Obviamente, todos mintieron. Desde el día siguiente, las
amigas más cercanas de Cecilia Gómez ya se preparaban
para un posible encuentro con la estrella española de la
canción.
El 14 de agosto ocuparon la casa de la avenida España.
Estaban ubicados a 500 metros de la casa de Somoza y a
400 metros del puesto de observación montado por Osvaldo
en la revistería.
La casa estaba enteramente amueblada. "Ramón" y Silvia,
que hasta entonces vivían en un hotel, pasaron a ocupar la
casa, dándole un movimiento rutinario normal. A las 8 de la
mañana salía "Ramón"; a veces salían juntos. Y el retorno
se daba después de las 18.
Cuando Silvia no salía, a la mañana se la veía arreglando el
jardín. Compraron algunas flores y plantas ornamentales,
que ella se pasaba plantando, dando a la casa el aspecto de
estar destinada a una vivienda tradicional. Silvia, en
realidad, tomaba nota de los movimientos: del vecindario,
del tráfico, de los transeúntes,... Varias veces, obviamente,
vio pasar a Somoza por enfrente. A velocidad moderada,
tendiente a alta, tal vez un poco más de 60 kilómetros por
hora. Detrás, como a 40 metros, invariablemente iba el
coche de los guardaespaldas: seis, en total, incluido el
conductor.
Armando compró una camioneta, que no era buena, pues
resultó tener problemas de batería, por lo que a veces tenía
que ser empujado para arrancar. "Ramón" dudaba de la
posible eficacia del vehículo, por lo que pidió a Armando que
hiciese revisar la misma por los mejores técnicos que le
indicasen. Plata había, por lo que no se justificaba que un
automotor en condiciones precarias se utilizase en el
operativo.
Sábado 26 de agosto. Reunión en la casa de Armando.
"Ramón" explicó abiertamente que el plan era borrarlo a
Somoza. Dijo que el atentado se haría desde la casa de la
avenida España y que apenas se estaba estudiando los
detalles de la fuga para llevarlo adelante.
Nadie reaccionó de manera negativa. Presumían que era
algo grande, pero no se imaginaban qué. Enterarse fue todo
un alivio para varios, quienes pensaban seriamente que la
cuestión era Stroessner o alguien cercano. No
comprendieron bien por qué, por lo que preguntaron.
"Ramón" explicó que Somoza tenía mucho por qué pagar.
Había encabezado una guerra de exterminio en Nicaragua,
después de la insurrección de setiembre en 1977 y en
tiempos pasados hizo barbaridades en los principales
centros urbanos de su país, cuando convirtió el asesinato de
niños en una industria negra, tal vez la más perversa.
Silvia no contuvo la curiosidad y le pidió a "Ramón" que
explicase eso. Contó el líder del grupo que entre finales de
los años 60 y comienzos de los 70, Somoza había propiciado
el secuestro y asesinato de menores, a los que se les extraía
toda la sangre. ¿Por qué? Porque después la sangre era
vendida a los Estados Unidos, que destinaba los centenares
de litros obtenidos a través de esa práctica monstruosa para
enviar a Vietnam, donde se utilizaba para asistir a sus
soldados heridos.
La historia sacudió a todos e hizo nacer en los mismos
reacciones fundadas de odio, de ansias de venganza. Todos
coincidieron en asegurar que su participación se daría sin
problemas, sin temores, con firmeza. No obstante, surgieron
las preguntas sobre el operativo. "Ramón" les dijo:
- El plan concreto es simple, como todo buen plan. Lo
mataremos al pasar enfrente.
- ¿ Y los guardaespaldas?.
- Ese es un problema con el que tendremos que lidiar.
Probablemente habrá que enfrentarlos.
- Son seis -dijo "Santiago"-, ¿ tendremos chance ?.
-Todas, pues emplearemos máximo poder de fuego. No
obstante, hay que buscar la forma de distanciarlos más, tal
vez a 60 metros.
"Ramón" convenció a todos cuando destacó que el que toma
la iniciativa tiene todas las de ganar. No solamente se
tomará la iniciativa, sino que se utilizará un nivel de fuego
que no solamente no se imaginan; sino que nuca vieron.
Instó a todos a no ver muy grandes a los enemigos. Cuando
se tiene determinación -concluyó- el enemigo se convierte
en un tigre de papel. Parecía lógico, ciertamente.
El ambiente era sereno, casi agradable. Todos
comprendieron la trascendencia de la misión, por lo que
nadie hizo preguntas sobre el fin en sí. Estaban de acuerdo.
Para ellos Somoza era un gran canalla, que tenía mucho que
pagar.
- Quiero decirles a todos que la operación no está exenta de
riesgos y que nadie puede caer vivo en manos de la policía.
Es probable que actúen conjuntamente los servicios de los
países vecinos, lo cual será muy bravo.
- ¿Y cómo se procederá?.
- La consigna es resistir a balazos. Pero por cualquier cosa,
para prever situaciones desagradables, se les dará una
pastilla de cianuro. Ese será el último recurso.
"Ramón" distribuyó a cada uno de los miembros del grupo
una pastilla de cianuro. Después expresó que según las
referencias, la policía paraguaya era una de las más salvajes
en la tortura. Pero dijo que lo que más le preocupaba era que
intervengan los servicios de Buenos Aires, que son más que
brutales.
- Creo que será difícil resistir y ante el riesgo de poner en
peligro la vida de todos los que estamos, la mejor salida será
la pastilla.
"Santiago" reforzó la posición de "Ramón", asegurando que
era imprevisible el comportamiento ante la tortura.
- Hay quienes resisten hasta la muerte, ciertamente, pero
hay quienes se quiebran.
- ¿Cómo actúa?, preguntó Armando, lanzando la pastilla al
aire y cazándola después.
- Después de tragarlo, lleva máximo dos minutos para
provocar un efecto fatal, respondió "Ramón".
Conscientes de la operación, pasaron a hablar de los
movimientos de Somoza.
Osvaldo explicó que desde su casa salía casi todos los días,
invariablemente después de las 9; nunca antes. No siempre
retornaba para el almuerzo, pues a veces lo hacía a la
tardecita, para volver a salir a la noche.
Casi siempre, salvo raras excepciones, viaja en un coche
Mercedes Benz azul, presumiblemente blindado, seguido de
un coche antiguo, pero fuerte, con seis guardaespaldas de
la policía paraguaya.
- Siempre lo hace por España, pasando frente a mí.
Armando explicó que por su parte pudo averiguar que
Somoza estaba enteramente adaptado al país. Suele
organizar fiestas en clubes nocturnos, buscando codearse
con parte importante de la jerarquía stronista.
-Ahora, Stroessner, nunca lo recibió. Le dio protección, pero
no hay contactos entre ellos. Con otros jerarcas sí,
aparentemente por negocios.
- ¿Qué se sabe de sus intenciones de invertir en el
Paraguay?, preguntó "Santiago".
- Yo manejo dos versiones. La más creíble es la que asegura
que Somoza apenas busca ablandar a Stroessner, hablando
de inversiones del orden de los 400/500 millones de dólares.
Lo único que hizo fue comprar tierras en el Chaco,
presuntamente para una estancia.
- ¿No tiene esa plata?.
- Tiene, pero su juego no está en quemarlo aquí, sino en
Miami.
"Ramón" explicó que en realidad Somoza apostaba a
retornar a Nicaragua. De todos los países de América
Central, hay uno, el de Honduras, desde donde se colabora
con los "contras", organizando atentados contra
plantaciones y contra activistas del Frente Sandinista. Ellos
carecen de cabeza visible, por lo que no se descarta que
apuesten a la vuelta de Somoza. De hecho, él quiere
retornar, pero para volver a dominar Nicaragua.
Todos comprendieron mejor en ese momento el alcance de
la operación y todos estuvieron más que firmes. Además de
odioso, el ex dictador representaba un peligro para el futuro
revolucionario en América Latina. Si podían impedirlo, ¿por
qué no?. "Ramón" fue explícito:
- No es que piense en invertir en Miami. Hay informaciones
fidedignas sobre que está metiendo plata a favor de los
"contras" y muchos lo ven como la alternativa al Frente
Sandinista.
"Ramón" extendió un mapa sobre la mesa. Mostró las
fronteras de Nicaragua y reiteró que los "contras" operaban
desde Honduras, con apoyo del gobierno y el directo
asesoramiento de la CIA.
- Tienen armamentos de alto poder de fuego. Hostigan de
manera permanente al gobierno y una posible figura
aglutinadora de la derecha podría ser Somoza. Esa es la
razón última, compañeros, por la que hay que eliminarlo.
Su intervención sirvió para consolidar el convencimiento de
todos. Inmediatamente, Julia preguntó cuándo se haría.
Explicó que faltaban varios ajustes que hacer. Por una parte,
se hará un estudio en los clubes nocturnos que frecuenta,
para descartar definitivamente una cosa ahí y por otra se
afinará el plan de hacerlo en la avenida España. Falta,
además, montar un buen plan de salida posterior.
- Por lo menos, no hasta dentro de 15 días. Hay que
asegurar en un cien por ciento la evacuación, además de
garantizar en cien por ciento su muerte.
VIII
CARA A CARA CON SOMOZA
El encuentro de la casa de Armando terminó
agradablemente. Era sábado. Se definió que Armando y
Julia fueran al "Play Boy", un club que solía frecuentar
Somoza; mientras que "Ramón" y Silvia irían al casino, en
Itá Enramada. "Santiago" y Bárbara irían a "La Molleja".
Osvaldo tenía como misión ir hasta un club muy frecuentado
por jóvenes: El Caracol.
La misión era más compleja de lo que a simple vista parecía.
No era cuestión de ver o encontrar a Somoza, sino cuestión
de estudiar el movimiento de cada local: gente que
frecuenta, esquema de seguridad, posibilidad de atentar en
los respectivos locales. La tarea para cada uno era elaborar
un plan completo.
Armando y Julia llegaron al "Play Boy" al pasar un poco la
medianoche. Pidieron una mesa y se dispusieron a tomar
unos tragos. Desde el fondo del club, donde se instalaron,
observaron atentamente todo. El club no era de muy alto
nivel, a juzgar por la gente que en ese momento se
encontraba, más bien de clase media. Había gente ebria,
aunque bien comportada, y prostitutas a la pesca de algún
negocio.
Armando pensó que el lugar no sería propicio para un
atentado, pues de hacerse ahí mucha gente saldría
lesionada. El lugar era más bien pequeño para tanta
concurrencia y la puerta de entrada/salida estaba casi
siempre ocupada, por gente se quedaba ahí aparentemente
a beber o a esperar a alguien.
A eso de las 24 llegaron a "La Molleja" Bárbara y "Santiago".
Bárbara no resistió y comentó:
- Esto sí que es buena vida.
De hecho, el lugar era frecuentado por gente pudiente, que
se servía generosamente carne de lo mejor, acompañada
por ensaladas aparentemente deliciosas. Platos caros,
gente ""fina". Algunas mesas estaban ocupadas por familias,
es decir, parejas acompañadas de niños. Otras, por
matrimonios bien sucedidos; raramente había alguien sólo.
Pidieron la carta, pero cuando el mozo retornó Bárbara le
preguntó que le aconsejaba. El mozo dijo que habían varias
opciones, entre las cuales carnes silvestres, que bien
estaban prohibidas, se podrían probar: jabalí, yacaré,
venado... "Santiago" dijo que preferían algo tradicional, a lo
que el mozo respondió sin la menor duda que lo mejor era la
"colita de cuadril". Pidieron dos porciones, acompañadas de
ensalada alemana. ¿Para beber? Una botella de vino.
Quedaron en el lugar hasta pasadas las 02:00 horas. De la
observación concluyeron que nada se podía hacer ahí. Sería
más que arriesgado y altamente peligroso, pues el
movimiento de gente era muy grande, no solamente en el
negocio, sino en la calle, pues se utilizaban otros
restaurantes parecidos, aunque en apariencia menos finos.
Bárbara fue al baño tres veces e inclusive preguntó a uno de
los mozos si era el único baño del que disponían. Le
respondieron que sí. Definitivamente, el lugar no era el más
adecuado para el operativo. Los riesgos eran muy
superiores frente a las oportunidades.
La experiencia de Osvaldo en "El Caracol" fue más que
negativa. Se trataba de un lugar donde iba mayoritariamente
gente joven con la finalidad de bailar o de buscar parejas
eventuales.
La escasa iluminación de ciertos sectores pareciera ofrecer
oportunidades interesantes para entrar al lugar con armas,
sin que se percate la gente, pero el riesgo de que se lesione
a inocentes en el marco de un posible atentado era muy alto,
casi seguro. La gente tropezaba una con otra; el movimiento
era incesante.
Muy rápidamente se convenció de que para nada convenía
insistir en estudiar el lugar, por lo que se retiró a eso de las
02:00, con aire de decepcionado.
Silvia y "Ramón" llegaron a la medianoche al Itá Enramada,
un hotel-casino lujoso, bien montado, con mucho
movimiento, aparentemente destinado en exclusividad a la
clase A del país. Ni bien entraron, "Ramón" dijo casi eufórico
a Silvia:
- Bingo, mira distraídamente a la izquierda.
Silvia empalideció. Era Somoza y toda su corte. Estaba
sentado en el bar del casino Ita Enramada, tomando coñac
con Dinorah. Se lo veía muy animado. Ellos fueron
directamente al casino. Comenzaron a jugar.
No había mucha gente, por cierto, pero pudieron percatarse
con rapidez de que sumados a los guardaespaldas de
Somoza unos 12 agentes de seguridad, el local sería
inviable para la operación.
Somoza se acercó a la ruleta. Pidió fichas por 300 dólares y
se puso a jugar. Estaba a escasos dos metros de "Ramón".
Este se mantuvo frío, pero Silvia estaba incómoda, por lo
que le dijo que iría al bar y se alejó.
Somoza estaba con Dinorah, una mujer de un poco más de
40 años, realmente bonita y fina. Somoza era medio tosco
en sus gestos y actitudes, aunque pulido en su aspecto y en
su manera de vestir.
- Juego cien al rojo-, dijo.
"Ramón" jugo apenas 20 al negro; ganó.
Dinorah le dijo algo al oído, a lo que Somoza replicó en vos
alta:
- Ya vamos, nena, ya vamos.
Cuando se levantó una elegante mujer ya entrada en años,
que estaba al lado de Somoza, "Ramón" pasó a ocupar su
lugar y le habló:
- ¿Es usted Anastacio Somoza o me engaño?
- No se engaña para nada, ¿con quién tengo el gusto de
hablar?
- Mi nombre es Joaquín Andrada, soy argentino, empresario
de la confección. Hago negocios con Paraguay y vengo en
torno de una vez por mes.
Somoza iba a proseguir la improvisada conversación pero
de nuevo Dinorah le dijo algo al oído, por lo que el ex
dictador nicaragüense se levantó un tanto irritado y sin
despedirse de "Ramón" se dirigió a la salida.
Eran como las 00.50 cuando Somoza se retiró, acompañado
por Dinorah y custodiado por sus seis guardaespaldas.
Como si todo estuviese bajo estricto control, los
guardaespaldas actuaban de manera relajada, tranquila.
Ese elemento le pareció más que importante a "Ramón",
pues como después le comentara a Silvia era evidente que
los guardaespaldas no esperaban enfrentar sorpresa
alguna. Hacían su papel rutinario sin darle mucha
importancia; eran toscos, rudos, pero aparentemente
ninguno de ellos tenía el sentido de la profesionalidad.
"Ramón" le explicó a Silvia que esa era una gran ventaja
para el grupo, pues los mismos no tendrían condiciones de
enfrentarlos.
El siguiente sábado se volvió a realizar el encuentro en lo de
Armando. De acuerdo con los partes presentados, todo
estaba bajo control. No obstante, los informes sobre los
movimientos en los lugares frecuentados por Somoza no
resultaron alentadores. O había excesiva seguridad, o el
riesgo de alcanzar a extraños era muy alto.
"Ramón" dijo que definitivamente se optaría por lo de la
avenida España, prometiendo presentar un plan detallado
para el siguiente sábado. Sin embargo, insistió sobre que lo
que más le preocupaba era la salida del país.
- No sabemos qué capacidad de reacción tendrán. De todos
modos, la idea es abandonar el país en menos de 24 horas;
tal vez 12 o hasta menos.
- ¿Y quedarse por un tiempo, bien quietos?, preguntó
Bárbara.
- Eso no corre -respondió-, es altamente arriesgado, pues de
hacerse allanamientos masivos, más de uno puede ser
alcanzado. Hay que salir de inmediato.
Fuera de eso, todo indicaba que la operación correría sin
grandes inconvenientes. Pactaron encuentros en la casa de
la avenida España, para darle movimiento. La cuestión era
crear una rutina, como parte de la cobertura.
"Santiago" y Julia fueron varias veces, durante la siguiente
semana, a visitar a Silvia. En realidad, "Santiago" y "Ramón"
trabajaban las diversas alternativas del operativo y
organizaban la fuga.
- Esta parte alta es ideal para disparar, comentó "Santiago".
- Sí, es lo que pensé, pero la distancia no es pequeña, debe
dar unos 12 metros.
- No te preocupes con eso, el blanco es grande y creo que
me arreglo.
La propuesta de cómo se iría a realizar el atentado ya estaba
hecha, por lo que se decidió destinar el encuentro del
siguiente sábado a estudiar, en detalle, el movimiento hacia
las fronteras.
Una cuestión que Osvaldo había trabajado era un paso
directo de Asunción a Clorinda, Argentina, lo que llevaría
menos de dos horas después de producido el atentado. Para
"Ramón", la salida era arriesgada y consideraba que en el
mejor de los casos podría ser utilizada exclusivamente por
Osvaldo, aprovechando sus contactos.
Como Osvaldo vendía publicaciones argentinas, se había
vinculado a algunos pequeños paseros, que realizaban
cotidianamente viajes a Clorinda. La vía más segura era la
de Itá Enramada. Osvaldo viajo dos veces durante la
semana, con el pretexto de hacer compras en la pequeña
ciudad argentina, que se ubicaba apenas al cruzar el río
Paraguay. Era funcional, pero "Ramón" sospechaba que los
más rápidos en reaccionar serían los de la frontera más
cercana, por lo que apenas se haría la salida de Osvaldo por
ese lugar.
"Santiago" y Bárbara fueron a ver el paso en Encarnación.
Había dos posibilidades -explicó "Martín"- la normal y la
clandestina.
Armando y Julia fueron hasta Ciudad Puerto Presidente
Stroessner y pudieron constatar que se trataba,
efectivamente, de un dinámico mercado, donde entraban y
salían turistas del Brasil, casi sin control. Se alojaron en un
hotel de cierta calidad, en el centro mismo, y pudieron
comprobar que no había controles rutinarios sobre los
turistas. Una ventaja grande era que habían muchos turistas
argentinos; miles.
"Ramón" y Silvia viajaron hasta la frontera seca con Brasil,
entre Pedro Juan Caballero y Ponta Porá. A ninguno de los
dos les pareció viable una salida por ahí, pues el viaje era
muy demorado, como 8 horas y los esquemas de control
muy frecuentes. La frontera seca obviamente facilitaba el
paso, pero el tema era cómo llegar íntegramente hasta ahí.
A su retorno, se marcó un encuentro para el 15 de setiembre.
El esquema de salida estaba fijado. Bárbara y "Santiago"
viajaron a Río, por avión, marcando sus pasaportes a la
salida. Solamente "Santiago" retornó, por aire, pero con otro
documento. Bárbara esperaría hasta el día del atentado y al
día siguiente entraría al Paraguay para salir juntos con
"Santiago", en vuelo hasta Río y luego a España.
Osvaldo utilizaría el esquema que había montado, saliendo
por Clorinda, desde ahí a Buenos Aires y lo antes posible a
Madrid, España.
Armando y Julia saldrían por Encarnación, con la ayuda de
"Martín". Se buscaría el esquema más apropiado para la
salida de ambos. La idea era hacerlo antes de que pasen 24
horas desde el atentado. De ahí a Buenos Aires, luego a
México y finalmente Madrid.
"Ramón" y Silvia saldrían por Foz de Iguazú. Partirían
inmediatamente en esa dirección y tratarían de pasar la
frontera ese mismo día.
Durante esa semana se hizo el ensayo general de la salida.
Todo debía abandonarse, por lo que nada habría que dejar.
El atentado sería al mismo tiempo el momento de la partida
al exterior. Todos pasaron y volvieron sin dificultades.
Sin embargo, seguía siendo la principal preocupación de
"Ramón".
- La cuestión está en que el ensayo se hizo en tiempos
normales. Inmediatamente después del atentado, no
sabemos qué ambiente irá a instalarse. De todos modos,
parece ser el mejor de los esquemas.
Solamente el sábado 15, a escasos días del atentado, se
asignaron los papeles definitivos.
La distribución de los papeles la hizo "Ramón". En ese
momento estaban seis de los participantes en el Paraguay:
Bárbara y Armando; Silvia y "Ramón", Alfredo y Osvaldo. A
Camila la enviaron directamente a España. Definitivamente,
no iría a precisarse de su concurso. La decisión no la
molestó, pues además de ser la menos experimentada,
había tenido la ventaja de haber acompañado todo el
proceso hasta el momento final.
Sin embargo, su función era importante, pues debía preparar
en España todo lo relativo a la recepción de los demás.
"Ramón" procedió a explicar el plan, insistiendo en que la
idea era sencilla:
- Osvaldo dará el aviso, al salir el coche de Somoza, el
martes, el miércoles o el jueves.
- ¿Por qué tantos días posibles?.
- Porque la idea es hacerlo de mañana y no siempre sale.
- ¿Y luego?, preguntó Bárbara.
- Armando detiene el vehículo; Alfredo le dispara y todos
salimos corriendo en dirección a las respectivas salidas. No
habrá tiempo para más nada.
- ¿Nos volvemos a encontrar?.
- Sí, el lunes por la noche, aquí.
IX
EL DÍA DEL BAZUCAZO
Ese lunes se encontraron los seis en la casa de la avenida
España. "Ramón" repartió los wolkies que se utilizarían en
la operación, que habían sido probados por Silvia, quien
explicó a todos cómo se utilizaba, sin hacer uso real del
aparato. Comentó que las comunicaciones podrán ser
captadas por la policía, por lo que pidió que todos
encendiesen las radios a la hora indicada, solamente, y que
se ajustasen rigurosamente a lo que les comunicaría
"Ramón" acerca de los mensajes.
"Ramón" habló con cada uno, por separado, sobre la misión,
y dijo:
- Si todos hacen exactamente como está previsto, no habrá
inconvenientes y la operación será un éxito.
- ¿Hora de inicio?, preguntó Alfredo.
- 08.00 horas en punto. A esa hora se encenderán las cuatro
radios, que tendrán Osvaldo, Silvia, Armando y yo. Desde
ese momento hasta las 11.00, todos estaremos en alerta
máxima.
La noche resultó especialmente tensa. "Ramón" pidió a
todos que durmiesen más o menos temprano, por lo menos
antes de las 23.00 horas, pues les despertaría a las 07.00, a
excepción de Osvaldo, quien desde las 05.00 tenía que
tener abierto el negocio, su puesto de observación.
Amaneció, un lindo día. Cada cual ocupó su puesto. En la
casa de Somoza Dinorah atendió el teléfono a las 08.30. Era
una esperada llamada de una casa de cambios, que le
anunciaba que todo estaba en orden en cuanto a la
transacción que estaban realizando. Le habían girado dinero
a Somoza desde Miami, unos 300.000 dólares y tenía que
firmar unos documentos.
Como durante la noche anterior se habían acostado
relativamente temprano, decidió despertarlo para darle la
buena noticia. Somoza estaba ansioso por recibir el dinero,
por lo que se dispuso a salir con dirección a la casa de
cambios lo antes posible.
- Me visto, tomo un café y nos vamos.
Se vistió lentamente, con ropas de sport elegante. Dinorah
estaba toda de negro. En eso, de nuevo sonó el teléfono.
Era la esposa del general Andrés Rodríguez, que le invitaba
a Dinorah a un té, esa mañana, como a las 10.00.
Le dijo a Somoza que tendría que ir sólo, pues ella tenía otro
compromiso.
- No hay problema, dijo, pidiendo al chofer que preparase el
Mercedes Benz azul.
- Tiene problema de batería, presidente, pero ya llega el
mecánico en unos minutos para arreglarlo.
- No importa -dispuso-, salgamos en el blanco.
Rápidamente, el chofer puso en marcha el Mercedes blanco,
esperando un tiempo para que se caliente el motor.
Mientras, Somoza miraba los titulares principales del diario.
El coche se acercó. Lo abordó por la puerta trasera. Los
guardaespaldas subieron al viejo pero noble Chevrolet y se
dispusieron a acompañarlo.
Cuando los portones de la casa de Somoza se abrieron eran
exactamente las 09.05 horas. El corazón de Osvaldo
disparó. Una señora que acababa de comprar el diario Hoy
se benefició con la situación.
- ¿Cuánto es?, preguntó.
- Nada, señora, nada.
En realidad, Osvaldo debía estar a solas para operar. La
señora se alejó. De casi cien metros pudo ver Osvaldo que
salía el coche Mercedes Benz blanco. Pensó que sería
Dinorah, sin Somoza, pues invariablemente el ex dictador se
movía en el coche azul, el blindado.
Pero su asombro fue tal que desde cerca de 15 metros pudo
ver a Somoza, solo, viajando en la parte trasera del coche.
"Blanco, blanco, blanco", dijo tres veces, que era la primera
señal de alerta. Todos escucharon en sus radios el claro
aunque nervioso mensaje de Osvaldo.
Cuando pasó frente a su puesto de revistas, Osvaldo vio
perfectamente a Somoza, sentado en el asiento de atrás.
Volvió a dar su mensaje: "Blanco, blanco, blanco,
blanco,....",
"Ramón" salió rápidamente hasta el frente de la casa.
Ningún transeúnte venía. No estaba normalmente vestido,
sino con una ropa camuflada de militar y un gorro con
peluca, que le hacía parecer melenudo.
Pasó una camioneta y desde lejos pudo ver el Mercedes
Benz acercándose a mediana velocidad.
- Salí Armando, gritó.
Desde el estacionamiento, con los portones abiertos,
comenzó a salir lentamente la camioneta de Armando. Tenía
que cerrar hasta la mitad la arteria, de modo que el coche de
Somoza se detuviese necesariamente.
En el cruce con la avenida Venezuela, Silvia entró en acción.
Vistiendo una corta minifalda, exhibía sus hermosas piernas
ante los que estaban por pasar. A Silvia se la cayó un libro,
por lo que se agachó a alzarlo, causando la distracción de
los guardaespaldas. Estos, muy caballerosamente, le
hicieron señas indicándoles que podía pasar.
El coche de Somoza ya se había distanciado mucho, más
de 80 metros, por lo que el chofer, mirando por el retrovisor,
fue frenando, para permitir que los guardaespaldas se
acercasen.
Adelante, frente a una mansión blanca, una camioneta
cerraba el paso. El chofer de Somoza siguió reduciendo la
velocidad del coche. "Ramón", que se encontraba en el
portón, levantó la mano. "Santiago" intentó disparar el
bazucazo, pero falló, se atascó. Desesperado, "Ramón"
salió corriendo a la vereda y descargó todos los proyectiles
de su ametralladora en los cuerpos del chofer y de Somoza.
Es posible que ambos ya hubieran muerto en ese momento.
Las ventanillas se hicieron trizas y había sangre por todos
lados. Dejó de disparar y corrió por la escalera hacia arriba,
gritando:
- ¡Tirale, flaco!.
"Santiago" descargó sobre el centro del Mercedes un
bazucazo. El estruendo fue tremendo, asustando a todos los
vecinos de varias cuadras.
Los guardaespaldas de Somoza entraron en pánico. El
bazucazo resultó ser una explosión tremenda. "Santiago"
soltó la bazuca y tomó dos granadas en sus manos, tenía
colgado en el hombro una ametralladora. "Ramón" también
estaba con dos granadas y una pistola. Armando, desde la
camioneta, armado con una ametralladora, gritó:
- ¡Vengan, está limpio, vengan!.
"Santiago" y "Ramón" subieron en la parte trasera de la
camioneta, exhibiendo sus armas. Los guardaespaldas se
habían metido en un baldío. Desde ahí, pero ya cuando la
camioneta subía por la calle América, hicieron algunos
tímidos disparos.
"Ramón" y "Santiago", en cuestión de segundos, se sacaron
los gorros con pelucas y los uniformes camuflados,
quedando perfectamente vestidos. A dos cuadras, un vecino
estaba saliendo de su casa, cuando "Ramón" y "Santiago",
fuertemente armados, le pidieron que abandonase su
vehículo. Cruzaron la camioneta en medio de la calle, para
impedir el tránsito por la estrecha arteria, abordaron el
vehículo del asustado vecino y salieron raudamente en
dirección a la avenida Mariscal López, y de ahí, hacia las
afueras de Asunción.
Tardaron cerca de cinco minutos, los guardaespaldas, para
llegar hasta donde estaba la camioneta; momento en que
Armando, "Santiago" y "Ramón" pasaron a abordar tres
vehículos que estaban estacionados frente al cementerio La
Recoleta, y cada cual tomó direcciones diferentes.
"Ramón" fue hasta la calle Venezuela, donde le aguardaba
Silvia, y de ahí rápidamente se dirigieron para tomar la
avenida Eusebio Ayala, que salía a la Ruta II, que los llevaría
a Ciudad Puerto Presidente Stroessner.
"Santiago" paró al llegar a la avenida Sacramento, a escasa
distancia, donde subió Osvaldo, y luego se dirigió
rápidamente en dirección al centro. Tenía que conducir a
Osvaldo hasta Itá Enramada, no muy lejos de su casa de
San Vicente.
Armando salió por la avenida Sacramento hasta Eusebio
Ayala, donde le esperaba Julia, con algunas bolsas de viaje,
y rápidamente se dirigieron a San Lorenzo, para tomar la
Ruta I, que los llevaría a Encarnación.
La salida de Osvaldo fue rápida. En realidad "Santiago" con
bastante nerviosismo dirigió el coche hasta Itá Enramada, a
una velocidad media, de alrededor de 60 kilómetros por
hora. Llegando a Itá Enramada, ambos se bajaron. Un
personaje, conocido de Osvaldo, le llamó con insistencia:
- ¡Vamos, curepa, estamos por salir!.
Osvaldo le insistió por última vez a Alfredo:
- ¡Vamos, flaco. Es una salida segura!.
- No, me quedó. Tenemos que ajustarnos al plan original.
Todo va a salir bien.
Habían pasado apenas 30 minutos del atentado y Osvaldo,
el del puesto de observación, ya estaba cruzando el río
Paraguay, con dirección a Clorinda, Argentina.
Recién en momentos en que salía Osvaldo con dirección a
Argentina, el ministro del Interior, Sabino Augusto
Montanaro, acompañado de Dinorah Simpson, la amante de
Somoza, estaban llegando al lugar. Lo propio hacía Pastor
Coronel, jefe máximo de la Policía Política y Alberto Cantero,
el número dos.
La escena que presenciaron sobre España y América era de
terror. No había sobrado casi nada de los cuerpos de
Somoza y su chofer. Literalmente habían sido destrozados
por el bazucazo. Pedazos de carne humana, con huesos y
sin huesos, se desparramaban en los alrededores. El
fotógrafo de un diario, que había llegado hasta el lugar bien
antes, tomaba fotos y cuidaba al caminar para no pisar los
restos de quienes en vida fueran Somoza y Javier, su chofer.
La policía ya había entrado a la casa. No había ni siquiera
teléfono, pues "Ramón" los había cortado.
- ¡Hijos de puta!, dijo Montanaro y se dirigió a la casa de
enfrente, donde le prestaron el teléfono. Llamó al directo de
Stroessner y le comentó rápidamente lo que había pasado.
- Espero instrucciones, dijo el ministro del Interior.
Stroessner permaneció en silencio durante un poco más de
un minuto. Luego dispuso:
- Quiero que se cierren todas las fronteras, inclusive el
aeropuerto, y que toda la policía se lance a la cacería de los
terroristas. Voy a disponer, también, que las Fuerzas
Armadas salgan a las calles. Si ahí está Pastor, quiero
hablar con él.
Montanaro dijo que en un minuto ahí lo tendría. Salió al patio,
gritó y Pastor Coronel en segundos ya estaba al teléfono.
- ¡Señor presidente!.
- Quiero que entre en contacto inmediato con la policía
argentina y que acuerden la rápida venida de los mismos.
Esto es cosa de los Montoneros o del ERP.
- ¡Si señor!, dijo Pastor Coronel e inmediatamente abandonó
el lugar para gestionar la venida de la policía argentina.
El gobierno argentino no puso trabas y esa tarde ya se
encontraba en el Paraguay dos de los mejores
investigadores. Llegaron en un avión militar. Desde Buenos
Aires, esa tarde, en seis coches Ford Falcon salían
alrededor de 22 investigadores de primera, los que habían
estado en la persecución de los Montoneros y el ERP desde
el comienzo.
Los dos expertos argentinos que habían llegado primero
estuvieron esa misma tarde en el lugar de los hechos;
hablaron con algunas pocas personas, como la dueña de la
casa, y llegaron a la casi precipitada conclusión de que
habían sido argentinos. Pastor Coronel, antes de que los
mismos concluyesen, ya había dispuesto el arresto masivo
de todos los extranjeros que se encontraban en el país.
Eran cerca de las 14.30 horas cuando Armando y Julia
llegaron hasta la librería de "Martín". Este ya había
escuchado las noticias, por lo que los atendió
deferentemente y les dijo:
- ¡Tenemos que intentar pasar ahora mismo!.
- ¿Hay posibilidades?.
- Es cuestión de intentarlo.
"Martín" era conocido por los guardias de frontera, por lo que
le resultó fácil hablar con ellos. Se acercó a uno y le dijo:
- Mirá Jiménez, ésta llegó hoy a Paraguay, pero este tema
del cierre les jode, pues la señora necesita ir al médico esta
misma tarde.
- Creo que será muy difícil, respondió el guardia, pero sin
indisponerse.
- ¿Y si aceitarnos un poco?.
- Déjame ver-.
Unos minutos después, el sub oficial Jiménez vino con la
respuesta:
- Les va a salir 200. Tienen que dejarte el dinero a vos y
pasar caminando lentamente allá por donde está el
comisario Franco. Que les diga que van de parte mía.
Fueron, entre asustados y temerosos, pero tratando de
recobrar la calma. Por suerte, ciertamente, Julia pasó mal,
mareándose. Aparentemente, no fue tanto por nerviosismo
sino por falta de alimento. Había comido por última vez a las
20.30 del día anterior; eran cerca de las 15.00.
El comisario Franco se acercó, un tanto desconfiado:
- ¿Está con miedo?.
- Nada en especial, comisario, pero ella está un tanto
enferma. Nos envía el sub oficial Jiménez.
- Si, pasen.
Mientras pasaban caminando por el puente, Julia se
agarraba a Armando con fuerza. Sus manos sudaban. No
podía creer que estaba saliendo del infierno apenas horas
después del incendio. Tuvo un ataque de risa. Armando trató
de calmarla, pero casi con reprimendas:
- ¡Calmate, flaca, calmate! Estás pateando en contra.
Julia se tranquilizó y en la frontera argentina, donde también
se habían tomado medidas excepcionales, al gendarme le
llamó la atención que los dejasen pasar.
Ellos explicaron que habían llegado ese día a Posadas y que
habían pasado a Paraguay para hacer compras, pero que
después quedaron encerrados, sin poder retornar.
Mostraron sus documentos, hablaron de sus planes
frustrados de ir a Asunción y dijeron que si los acompañaba
estarían esperándolos en un hotel, prontos para cooperar, si
el caso fuere. El gendarme se convenció y los liberó. De
lejos, Eva y Francisco observaban el desarrollo de los
hechos. Deliberadamente, Eva tropezó con Armando y le dio
un mensaje. "Los esperamos en San Martín y Sucre, a seis
cuadras".
En menos de 20 minutos, tiempo suficiente para comer unas
empanadas y tomar una gaseosa, Armando y Julia estaban
en San Martín y Sucre. Vieron acercarse un Ford Falcon
marrón, lentamente. Pudieron reconocer a Eva. Subieron en
la parte de atrás y Francisco les dijo:
- ¡Hasta Buenos Aires, sin parar!.
"Ramón" y Silvia también llegaron como a las 14.50 a Ciudad
Puerto Presidente Stroessner. Durante el trayecto, habían
sido detenidos dos veces, pero la versión de los mismos
cerró para los guardias, pues aseguraban haber salido de
Asunción a eso de las 08.00 horas, es decir, antes del
atentado.
La calma de ambos, por otra parte, proyectaba la imagen de
una pareja de enamorados, sin la menor intención política.
Sus aspectos refinados los distanciaban de parecer
terroristas.
"Ramón" y Silvia fueron directamente a alojarse en el hotel
Presidente, pero ni bien entraron, salieron de nuevo,
compraron unos bolsones y compraron rápidamente todo lo
que podían: electrónicos, juguetes, cosas del hogar.
A las 16.00 horas la situación no se había normalizado, pues
a la mañana, desde las 06.00 habían ingresado decenas de
miles de brasileños y argentinos, quienes no se apresuraron
para salir, suponiendo que la noticia del cierre de la frontera
no era del todo cierta.
Sin embargo, después del mediodía todos percibieron que
la situación se complicaba, por lo que comenzaron a formar
filas interminables, pues el esquema de control que se había
montado era sumamente riguroso, dirigido directamente por
el comisario Ruiz Paredes, de la Policía Política, que había
sido enviado desde Asunción por avión para dirigir el
operativo.
"Ramón" le dijo a Silvia que simulase vomitar y ella se puso
a escupir frente a todos, a gemir y a comportarse cómo quien
tenía arcadas.
- ¿Qué pasa con ella?, preguntó un "sacoleiro" brasileño, a
lo que "Ramón" le respondió que estaba embarazada.
La solidaridad se expresó de una manera extraña pero
rápida. Los "sacoleiros" y turistas abrían paso, permitiendo
que "Ramón" y Silvia llegasen muy rápidamente a la punta.
- ¿Qué pasa con esa gente?, preguntó el propio Ruiz
Paredes, en tono prepotente.
- La señora está embarazada, le respondió una turista
brasileña, con lo que el propio Ruiz Paredes les hizo pasar
adelante. Revisó un catálogo de fotografías y como los dos
eran muy bien parecidos les hizo pasar, pero antes
preguntó:
- ¿Qué llevan?.
"Ramón" abrió los bolsones. Ruiz Paredes se percató de que
era una gran cantidad de productos y dijo:
- Pero tanta cantidad no es posible.
En ese momento se le acercó el comisario Martínez, de la
Policía de la zona; y le habló en el oído. El reaccionó con
rapidez:
- ¡Pueden pasar!.
"Ramón" quedó un tanto sorprendido y preguntó:
-¿Cómo?.
- ¡Pueden pasar, dije, pasen!, repitió en tono de nuevo
autoritario.
Pasaron el puente caminando, despacio. Silvia seguía
fingiendo pasar mal, por lo que "Ramón" la asistía. No
podían creer. Ninguno de los dos hablaba. Cuando
transpusieron la mitad del puente, "Ramón" exclamó de
manera nerviosa:
- ¡Nos salió barata la cuestión!.
Silvia seguía fingiendo sentirse mal. Llegaron a la frontera
brasileña, donde sin hacer muchos trámites, pasaron.
- ¿Para dónde?, preguntó un policía de civil.
- Para Puerto Iguazú, Argentina, respondió "Ramón".
Pasaron.
Esa misma noche, en vuelo charter, ambos estaban saliendo
para Río de Janeiro. Enteramente relajados, decía Silvia:
- ¡De película!.
- ¡De película!, repitió "Ramón" con ella.
"Ramón" cerró los ojos y no dijo palabra alguna hasta
desembarcar en Río.
X
LA MUERTE DE "SANTIAGO"
"Santiago" dejó a Osvaldo en Itá Enramada y fue
directamente hasta su casa de San Vicente. Estaba sólo,
pues Bárbara tenía que llegar al día siguiente, en vuelo
desde Río de Janeiro. Preparó unas milanesas y almorzó
hartamente. Estaba tranquilo. Todo había salido como se
había previsto, restando apenas su salida del país.
Durante la siesta miró la televisión. La programación normal
se interrumpía a cada instante para pasar noticias sobre la
muerte de Somoza. Las menciones al grupo guerrillero eran
frecuentes, pero no tenían pistas. En una de las tomas en
directo, hechas en el lugar del atentado, en medio del trabajo
de los bomberos en torno del vehículo que había quedado
enteramente destrozado, "Santiago" pensó haber visto al
mayor Mendieta, un oficial del Ejército argentino que había
jugado un negro papel después del golpe de 1976.
Él lo conocía por fotografías y pensó que se trataba del
mismo, pues estaba acompañado de otro, también de
apariencia porteña. Ambos no fueron enfocados en primer
plano, pero se notaba que hablaban mucho, preguntando y
tomando notas. "Canallas", pensó.
Durante la tarde de ese día, como a las 18 horas, un político
de base de la zona visitó a un vecino de "Santiago". Le
explicó que todas las seccionales del partido estaban
dispuestas a cooperar con la policía, en ese momento difícil,
por lo que pidió ayuda.
A don Agustín no se le ocurrió mejor idea que comentar que
en el vecindario, desde dos meses atrás, vivía un argentino,
que usaba barba y que poco o nada hablaba con los vecinos.
- Voy a comentar a los de arriba y vamos a ver qué hacemos,
le dijo Mario, aparentemente sin darle mucha importancia.
Pero esa noche, un poco después de la medianoche, Mario
llevó hasta su casa a varios policías de civil, que se movían
bien armados. Pidieron que les describiera al vecino:
- Alto, de barba, de menos de 40 años, de hablar poco. Es
todo lo que puedo decirles.
Les comentó que se había mudado hacía como dos meses
atrás al barrio y que su mujer había viajado a la Argentina.
Dijo, también, que se dedicaba a proveer repuestos de
automotores a algunas casas comerciales.
Cantero evaluó que podían tener una sorpresa, por lo que
pidió refuerzos por radio. El allanamiento de la casa de
"Santiago" fue aparatoso, pues camionetas de la policía se
ubicaron en las esquinas y por lo menos 12 efectivos de civil
fueron a golpear en la casa.
"Santiago" salió en pijama a recibirles y cuando se percató
de que se trataba de la policía política, corrió a buscar su
pistola. Intercambiaron disparos, pero en clara desventaja,
se entregó después de ser herido en la pierna. Los vecinos
pudieron ver que el mismo salió caminando de la casa.
De una de las camionetas, bajó un personaje especialmente
alto, de pelo negro muy bien peinado. Era evidente que era
argentino. Le observó desde lejos y le pareció conocido; "un
milico", murmuró.
Pensaba a mil por hora. Le habían palpado todo el cuerpo.
No respondió ninguna de las preguntas. Durante el trayecto
hasta el Departamento de Investigaciones se lo fue
golpeando con pistolas.
El oficial argentino se comunicó por radio con uno de sus
pares.
- Resistió a balazos, pero está herido, dijo.
- ¡Tráiganlo ya!, ordenó el otro.
Al llegar a Investigaciones uno de los milicos argentinos
exclamó:
- ¡Hijo de las mil putas! Es el "capitán Santiago".
Los policías paraguayos quedaron muy confundidos. El jefe
de los oficiales argentinos comentó que no se tenía fuente;
que lo más probable era que "Santiago" no hablase.
- ¿Dónde están los otros?, ¿quiénes son?. Las preguntas se
repetían sin cesar.
- Este es uno de los pesos pesados. Lo más probable es que
no hable, comentó el jefe de los investigadores argentinos,
mayor Mendieta. Ruiz Paredes puso en duda la afirmación,
gritando:
- ¡Vamos a "la pileta"; ahí se han quebrado muchos de los
toros!
Alfredo fue sumergido en "la pileta" durante casi dos horas,
alternándose las mismas con descargas de picana eléctrica
y latigazos que le reventaron la espalda. Nada respondía. Ni
una sola palabra. Eso irritaba más a los investigadores, que
siguieron torturándolo pese a que "Santiago" se mantenía
firme en no cooperar.
El salvajismo con que se lo trató fue tremendo, inédito:
golpes, descargas eléctricas, ahogamiento... Cuando el
grupo operativo argentino entró a actuar, los policías
paraguayos quedaron cortos en cuanto a salvajismo. De
hecho, habían escuchado hablar de los procedimientos en
el marco de la "guerra sucia", pero siempre les había
parecido que los mismos eran esencialmente similares a los
empleados por la policía paraguaya.
A eso de las 04.00 horas dejó de respirar. Los policías le
pegaban para ver si se recuperaba, mientras que Ruiz
Paredes pidió que rápidamente viniese un médico. Este
llegó en poco tiempo. Le examinó y su determinación fue
concluyente:
- ¡Está muerto!.
Qué hacer fue la discusión posterior. No se podía admitir que
se lo había matado en la sala de tortura. Pastor Coronel dio
la solución:
- Mejor será presentarlo como muerto en combate. Y así se
hizo.
A eso de las 04.30 el local del Departamento de
Investigaciones fue aislado. Llegaron los jerarcas militares y
civiles del stronismo para ver en directo al extraño personaje.
El rostro de "Santiago" parecía sereno, pese a las brutales
torturas a que se le sometiera en los momentos previos a su
muerte.
Para no repetir la historia, se esperó a que llegaran todos.
Stroessner no compareció, pues le pareció innecesario, pero
estaban presentes casi todos los demás, por lo que Pastor
Coronel pidió al mayor Mendieta que diese las explicaciones
del caso.
El mayor Mendieta se expresó con mucha calma sobre el
guerrillero muerto, pues pese a que se trataba de uno de los
más buscados en la Argentina, no podía dejar de apreciar el
coraje de "Santiago".
Exhibió unas fotografías, sacadas de un maletín y dijo que
en realidad estaban en presencia de Hugo Alfredo Irurzún,
cuyo nombre de guerra era "capitán Santiago". Explicó que
la ficha policial del guerrillero era amplia, pues se había
incorporado, al Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP,
desde que se formara, a fines de los años 60, por iniciativa
del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, cuyo
máximo líder, Mario Roberto Santucho, había sido muerto
en los años 70.
Mendieta explicó que Irurzún había estado en el intento de
guerrilla rural que promoviera el ERP en las selvas de
Tucumán, Argentina, a mediados de los años 70, época en
que ya se lo conocía como el "capitán Santiago" y en que los
servicios ya lo consideraban como uno de los subversivos
más peligrosos.
Después, de acuerdo a los trabajos de seguimiento, Irurzún
habría estado en América Central, concretamente en
Nicaragua, donde participó del proceso de destrucción del
ejército de Somoza, en el llamado "Frente Sur".
- Por las referencias que tenemos, era muy apreciado por
los del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
En cuanto a su formación militar, Mendieta aclaró que era
amplia, que sabía de todo, desde combates de defensa
personal hasta preparación de explosivos. Era un
combatiente completo, entrenado en todas las áreas del
saber militar.
- Pero ojo, no era un combatiente común, era un jefe. Lo más
probable es que él haya liderado el grupo que mató a
Somoza. Ahora el desafío es encontrar al resto. A juzgar por
nuestra impresión, lo más probable es que haya operado
con algunos de sus ex subordinados de Tucumán. Tenemos
una serie de fotografías, que podemos publicar, dándolos
como buscados.
Con respecto a la muerte del jefe guerrillero, a Mendieta no
le pareció nada extraño, pues Irurzún era considerado como
un fanático, de donde una eventual cooperación del mismo
en la captura de los demás tenía altas posibilidades de
fracasar.
Explicó que se empleó con el mismo todos los métodos más
violentos de "ablandamiento", pero que el resultado final
mostraba apenas que no se había conseguido quebrarlo.
Cuando se revisó la casa de Irurzún se encontró una pastilla
de cianuro.
- Si no lo usó, no fue por miedo. Se jugó a pasar por lo que
habían pasado muchos de sus camaradas, para tratar de
entender si era o no posible resistir. No creo que creyera que
se lo dejaría vivo.
La historia del "capitán Santiago", cuyo cuerpo estaba
expuesto sobre una larga mesa, impactó a los presentes.
Una trayectoria de lucha intensa, de combate sin cuartel. El
general Rodríguez no pudo dejar de expresar lo que sentía:
- No cabe dudas sobre que son adversarios difíciles de
dominar.
La muerte repentina de "Santiago" dejó al gobierno
paraguayo y a los investigadores argentinos sumamente
confundidos. Stroessner organizó una reunión en el Palacio
con los principales jefes militares y policiales: Alejandro
Fretes Dávalos, jefe de Estado Mayor, y Benito Guanes
Serrano, jefe de Inteligencia Militar; Alcibíades Brítez
Borges, jefe de Policía y Pastor Coronel, jefe de
Investigaciones.
- La muerte de Irurzún confirma plenamente la sospecha de
que aún están en Paraguay, dijo Pastor Coronel.
- En ese caso -dijo Guanes Serrano- lo mejor será
intensificar la búsqueda.
- Se está haciendo lo máximo, comentó Pastor Coronel.
- No -dijo Guanes Serrano-, se puede hacer algo mucho más
amplio y efectivo.
Stroessner, que hasta ese momento se limitaba a escuchar
las diversas intervenciones, pregunto a Guanes Serrano qué
implicaba en concreto intensificar la búsqueda.
- Tengo el plan completo de un "operativo rastrillo".
- ¿Y en términos de acciones que significa, en concreto?.
- Uso de las Fuerzas Armadas, por lo menos cinco mil
hombres. Se harían allanamientos en Asunción y en los
alrededores.
- ¿Y el costo político de esa gran incomodidad, general?.
- La seguridad absoluta ha sido y es uno de sus principales
capitales políticos, señor presidente. Al margen de las
molestias pasajeras, creo que la gente valorará el esfuerzo.
Stroessner meditó un rato y terminó aprobando la iniciativa
del jefe de Inteligencia Militar.
XI
EL "OPERATIVO RASTRILLO"
Al día siguiente comenzó el "Operativo rastrillo". Las calles
de Asunción se llenaron de militares, que vigilaban en las
esquinas. Se seleccionaron tres barrios a la mañana y tres
barrios a la tarde, de acuerdo a un criterio establecido por la
Inteligencia Militar, y se hizo el operativo, que provocó terror
en la población.
No se respetaron clases sociales para el efecto. De hecho,
la casa que había sido alquilada por los guerrilleros para
operar era una de clase media-alta, por lo que Guanes
Serrano estaba convencido de que podían encontrarlos en
cualquier tipo de casas. De todos modos, los militares, pese
a ser medio brutos, no eran tan estúpidos hasta el colmo de
tratar de igual manera a ricos y a pobres: en las casas de las
familias pudientes, los militares actuaban de una manera
más bien amable. En las casas de los pobres se mostraban
fieras.
Se hicieron allanamientos de viviendas en las localidades
cercanas a Asunción, como Lambaré, Luque, Fernando de
la Mora y Mariano Roque Alonso. Todos los extranjeros, casi
sin excepción, eran inmediatamente llevados al
Departamento de Investigaciones, donde de día y de noche,
los policías paraguayos y argentinos se pasaban
interrogando a los más sospechosos.
Los bares, restaurantes, clubes nocturnos, también eran
"peinados" por la policía, uniformada y de civil. Ingresaban,
observaban pedían documentos, hacían preguntas. Los
detenidos llegaban en decenas al Departamento de
Investigaciones, a toda hora. Para la población fue una
experiencia traumática, pues no existía precedente alguno.
En Barrio Jara, por ejemplo, la operación comenzó a las
08.00 horas y terminó a las 12.00. Casa por casa, sin excluir
ninguna, se procedió a revisar.
Los pobladores estaban asustados, pues en el proceso de
investigación se miraba todo, en especial los libros, revistas
y publicaciones. Cuando se encontraban armas -lo que
ocurría en muchos casos- se tomaban medidas especiales,
exigiendo del propietario la presentación del certificado de
habilitación, además de una explicación convincente sobre
la finalidad de tenerla.
Los militares miraban en los pozos, entraban en todos los
cuartos, abrían los roperos, revisaban bajo las camas, entre
las plantas..., una inspección minuciosa.
Hubo un pésimo cálculo de Benito Guanes Serrano:
pensaba, y estaba profundamente convencido de ello, que
el operativo daría algunos resultados, que aunque fueren
pocos, lo colocaría a él, el Jefe de Inteligencia Militar, como
el número uno en materia de represión política.
Pastor Coronel, cuyo poder era inmenso, apostaba a que
nada saliese del operativo, y advertía que el mismo era
realizado de manera indiscriminada, por personal no
entrenado para el efecto, por lo que habían excesos
innecesarios, que terminarían por afectar negativamente la
imagen de las Fuerzas Armadas, en particular, y la del
gobierno de Stroessner, en general.
Stroessner no estaba del todo convencido de la eficacia del
operativo, pero consideró esencial hacerlo, de manera que
dejó que el mismo se desarrollase. En el peor de los casos pensaba- se estará dando un mensaje claro a quienes osen
intentar hacer algo semejante en el futuro.
En concreto, el "Operativo rastrillo" no arrojó resultado
alguno. Se rescataron armas de fuego de particulares y
fueron detenidos algunos delincuentes comunes, pero de los
que participaron de la muerte de Somoza ni siquiera el
menor rastro. Para el general Benito Guanes Serrano, la
iniciativa resultó negativa. Para Alcibíades Brítez Borges, el
Jefe de Policía, también; para Sabino Augusto Montanaro,
ministro del Interior, también.
Pastor Coronel decía a sus pares argentinos:
- Creo que ya salieron del país. Me informaron que esa tarde
se hicieron dos vuelos medio raros, uno a Amambay,
frontera con Brasil, y otro al Chaco, con dirección a Bolivia.
- Se puede apretar una semana más, opinó el jefe de los
investigadores argentinos.
- Pero la gente está molesta, argumentó Pastor.
- Debe estar, pero los dejará mal parados no resolver el
tema.
Pastor Coronel quedó en silencio. Miró con atención los
"identikit" que había preparado la policía argentina sobre los
posibles sospechosos. Parecían personas normales; ni de
lejos tenían aspecto de guerrilleros.
- Esta aquí -le señaló el jefe- era tremenda. Cuando fueron
a buscarla mató a dos e hirió a dos. ¡Fiera!.
Era Bárbara. Pastor observó la foto atentamente: pelo corto,
rubia, de cara más bien angelical. Insólito.
Pero lo más insólito es que Bárbara, que había entrado al
Paraguay por el aeropuerto el día 18, para salir con
"Santiago", estaba en el Departamento de Investigaciones y
ya había sido interrogada tres veces por policías argentinos.
- ¿Nombre?
- Diana Betancourt.
- ¿De dónde?.
- Uruguay.
- ¿Estado civil?.
- Casada.
- ¿Motivo del viaje?.
- Turismo.
Bárbara entró al Paraguay al día siguiente del atentado,
procedente de Río de Janeiro. Tal vez ese hecho contribuyó
de manera decisiva a salvarla, pues los que eran detenidos
en condiciones de escasa sospecha, eran tenidos por
separado, en un lugar más amplio, que parecía ser el
comedor del Departamento de Investigaciones.
Ella estaba ligeramente cambiada. Se había hecho una
cirugía estética en la nariz, ciertamente, y tenía el pelo teñido
en negro fuerte, pero sus rasgos básicos eran los del
"Identikit". Un cartel estaba pegado en la sala. Ella
conseguía identificarse plenamente, pero los demás no.
Tenía el pelo teñido, en fuerte contraste con su piel blanca,
y usaba un anteojo metálico, de fina terminación, con lentes
neutros.
Pero lo más insólito fue que una de las prisioneras se le
acercó y le dijo:
- Estábamos comentando con mi amiga que esta se le
parece mucho, dijo, mostrando el letrero.
- ¡Por Dios! -reaccionó-, ojalá que ellos no piensen lo mismo.
Me harían puré.
La joven entendió el mensaje y le hizo prometer a su amiga
que no harían ni siquiera las más inofensivas bromas sobre
el tema. De hecho, la situación de Bárbara era muy delicada.
A casi una semana de estar durmiendo en el piso de
Investigaciones, Bárbara llamó al jefe de guardia y le dijo que
su situación era insostenible.
- Quiero hablar con el jefe de ustedes. No es posible que me
sigan teniendo aquí, en condición de detenida, sin que por
lo menos se me permitiese plantearle el caso al embajador
de mi país, que creo que aportaría todos los datos
suficientes para aclarar que nada tengo ni tuve que ver con
lo que pasó.
Su versión era convincente. ¿Qué sentido tendría, de hecho,
que llegara al país un día después del atentado?
El oficial se comprometió a hacerlo. Y lo hizo. Cantero
escuchó el reclamo con atención. Pidió el expediente de
Bárbara y lo leyó. Llamó a Laspina, uno de sus
colaboradores civiles, y le reprendió:
- ¿Cómo carajo se tiene cinco días a alguien que llegó al
país después del atentado?.
- Pero se detuvo a todos los argentinos y uruguayos, señor.
- Pero esto se parece a un procedimiento de cretinos. Una
señora llega 24 horas después del atentado y se le tiene
cinco días. ¡Es absurdo! Quiero que no pase 5 minutos para
que se la ponga en libertad.
- ¡Diana Betancourt, prepararse!, gritó el jefe de guardia.
Bárbara entró en pánico. No sabía que iría a ser de ella. El
jefe de guardia se acercó y le dijo que la dejarían ir. Ella
trataba de recobrar la calma. "Bien, gracias", fue lo que atinó
a decir.
Le entregaron un papel, en el que constaba que había sido
puesta en libertad, libre de sospechas, para evitar que
volviese a ser detenida, y luego la dejaron ir. Bárbara salió
del Departamento de Investigaciones aún muy asustada y
nerviosa. Llevaba en la mano, el mismo bolsón con el que
había ingresado al país.
Tenía un billete de pasaje de vuelta a Río de Janeiro. Ni bien
salió, preguntó a uno de los guardias dónde quedaba la
agencia de Varig. Le indicaron, fue hasta allá, pero no había
caso para ese día. Tenía que salir al día siguiente. Se
resignó; compró un diario y fue a alojarse en el hotel Chaco,
donde pasó la noche casi sin dormir.
Al día siguiente, quedó encerrada en el cuarto toda la
mañana. Como al mediodía pidió la cuenta, pagó, tomó un
taxi y fue directamente hasta el aeropuerto. Mientras iba
pudo ver que camiones militares circulaban por la ciudad,
llevando decenas de soldados armados.
En la policía tuvo que presentar la constancia que le habían
dado en Investigaciones. Un agente observó el papel casi
sin interés y le dijo:
- ¿Quiere dejar con nosotros la constancia o quiere llevarla
de recuerdo?.
- ¿Y si vuelven a pedirme?.
- Ya no la utilizará, le dijo el agente de Migraciones.
- Si puedo, me la llevo.
El agente le entregó el papel y le dijo que podía pasar.
Bárbara ingresó a la sala de embarque. Cuando se hizo el
primer llamado para subir al avión ya subió, se instaló en el
asiento y la espera se tornó desgastante. Miraba su reloj con
frecuencia y le parecía que el tiempo no corría. Seguía
asustada, nerviosa. La constancia la tenía en la mano, que
sudaba.
Recién cuando el avión comenzó a carretear se fue
tranquilizando. Levantó vuelo. Cerró los ojos y se durmió
hasta que la despertaron, diciéndole que ya habían llegado.
Tenía la constancia fuertemente asegurada en una mano.
CAPITULO XII
LAS REACCIONES POSTERIORES
Asunción, Paraguay, 11 de octubre.
Stroessner evaluó con su gabinete lo sucedido con Somoza.
Dijo:
- Señores, hay que sacar las consecuencias de los hechos.
Ustedes me ponen dos camiones cargados de soldados
como escolta, pero lo que está demostrado es que cuando
deciden matarlo a uno, lo hacen, nada ni nadie puede
evitarlo. ¿La lección? Aprieten a sus adversarios, pero no al
punto de que se convenzan de que la única salida es la
eliminación física.
Todos entendieron el mensaje. Además de los miembros del
gabinete, estaban presentes Pastor Coronel y Benito
Guanes Serrano. Stroessner fue condescendiente con ellos:
- Estén tranquilos. Creo que hicieron todo lo que estuvo a su
alcance para solucionar el tema.
Esa tarde, frente a Investigaciones hubo un movimiento
especial, inusual. Varios coches Ford Falcon se estaban
yendo de Paraguay, llevando a más de 22 agentes
argentinos, que habían participado de la infructífera cacería.
En el Paraguay, a iniciativa del propio presidente, los
organismos de seguridad trabajaron en el montaje de un
operativo militar y policial de cierre total del país, llamado
"Paraguay Ñemboty", cierre de Paraguay. La maniobra
conjunta consistía en un cierre total de las fronteras, a ser
ejecutado en media hora, después de darse la orden.
"Paraguay Ñemboty" involucraba a todas las Fuerzas
Armadas: Ejército, Aeronáutica y Marina, así como a las
fuerzas policiales.
La vulnerabilidad del sistema de seguridad quedó
enteramente al desnudo, pues los que mataron a Somoza
pudieron conspirar sin que siquiera se percibiese
absolutamente nada; pudieron ejecutar el atentado, sin que
se pudiese reaccionar de manera alguna; pudieron huir del
país, sin que se pudiese tomar a uno de ellos.
En la evaluación de la Policía Política, el apresamiento de
Irurzún fue por un accidente casi estúpido, no por habilidad
o fortaleza del sector.
Lo que más irritó a los personajes vinculados al tema de la
seguridad política es la lenta capacidad de reacción, pues
las primeras medidas se tomaron apenas después de casi
una hora, tiempo suficiente para que los adversarios
pudiesen tomar todas las medidas de protección que les
permitiría burlar los esquemas de control y represión.
Las Fuerzas Armadas, como estamento, fueron afectadas
negativamente por la realización del "Operativo rastrillo".
Sus efectivos ganaron las calles sin que sus actuaciones
resultasen en éxito alguno, mientras que en el marco de las
mismas hubieron excesos completamente innecesarios.
El propio gobierno, en general, era objeto de críticas
explicitadas en pequeños círculos. De hecho, el proceso que
rodeo al atentado dejó mal parado al stronismo, que
confiaba ciegamente en la eficacia de su sistema de control
policiaco, que además de organismos propiamente de
seguridad, involucraba a una amplia red de colaboradores
civiles, los "informantes", que estaban infiltrados en todas las
instancias en que se organizaba la sociedad paraguaya.
Al hacerse un balance político global, se desprendía
inevitablemente una conclusión negativa para el stronismo:
el ajusticiamiento de Somoza en plena mañana, sobre una
arteria importante, derribaba de una sola vez el mito de la
absoluta seguridad.
Mucha gente se abrió a considerar que un cambio de
sistema de control político tal vez fuese aconsejable,
después de tantos años de dictadura.
El gobierno quiso endurecer su posición frente a los
opositores, pero como los mismos nada tuvieron que ver con
el atentado contra Somoza y con lo relativo al caso, no
existía argumento alguno en qué apoyar un endurecimiento.
Además, los aliados externos de los opositores, sobre todo
los Estados Unidos, jamás irían a permitir el retorno de la
"mano de hierro", cuando se había acordado que en el mejor
de los casos se utilizaría la "mano blanda" para golpear.
O sea, se estaba ya en plena "dictablanda", acompañada de
cuestionamientos internos, expresados en un lento pero
progresivo resquebrajamiento de los esquemas de control
político y social.
A fines de octubre la operación "Paraguay Ñemboty" ya
estaba plenamente diseñada y Stroessner autorizó que se
hiciesen los ejercicios de entrenamiento en el marco del
nuevo esquema a ser aplicado en casos críticos. Pastor
Coronel, en su despacho del Departamento de
Investigaciones, se jactaba de haber derribado a sus
adversarios internos, comentando a Galli, su secretario:
- El Departamento quedó bien parado, pues lo único que se
logró, lo de Irurzún, lo hicimos nosotros. Ese tema del
"Paraguay Ñemboty" no debe preocuparnos, pues
seguiremos jugando el papel central en las tareas de control.
Managua, 20 de septiembre.
Los periodistas de varios países llegaron precipitadamente
a la capital de Nicaragua para recoger reacciones de los
miembros del gobierno sandinista sobre el ajusticiamiento
de Somoza.
Las calles habían sido ganadas espontáneamente por los
pobladores de la capital, en un festejo que parecía no tener
fin. Entre los manifestantes, se habían improvisado carteles
que rezaban:
"Hasta siempre, capitán Santiago".
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, habló a la prensa
sobre todo, pero ante la pregunta:
- ¿Cómo toma el gobierno de su país la muerte de Anastasio
Somoza?, la respuesta fue:
- Sin comentarios.
Sistemáticamente, los del gobierno del Frente Sandinista se
negaron a opinar sobre el asunto, para la prensa local y la
prensa internacional. La dirección del Frente Sandinista de
Liberación Nacional, FSLN, negó toda responsabilidad sobre
las manifestaciones espontáneas de los nicaragüenses para
festejar el ajusticiamiento de Somoza.
En comunicado publicado en forma de solicitada, el FSLN
aclaraba que no hacía apología de la violencia, cualquiera
fuera el sentido en que se utilizase, por lo que al deslindar
responsabilidades, negaba estar por detrás de las
reacciones espontáneas de la población, que por cierto
tampoco serán reprimidas por el gobierno. De hecho, decía
el documento, al aludir a Somoza "Sembró odio y violencia,
y terminó cosechando los resultados".
Días antes, el 18, los jefes del sandinismo se habían reunido
discretamente para evaluar el tema del atentado. En esa
ocasión, Daniel Ortega dijo que fuera quien fuera el que se
encargó de "limpiar" a Somoza, lo cierto y lo concreto es que
el gobierno sandinista se vio favorecido, pues con ello se
había eliminado a uno de los posibles caudillos de la
operación contrarrevolucionaria.
Todos los dirigentes del sandinismo coincidieron en resaltar
que el ajusticiamiento del ex dictador favorecía al proceso,
pero Bayardo Arce, Jefe de Policía, llamó a los dirigentes a
mantener la prudencia con respecto al delicado tema, pues
resaltaba que no era posible que el sandinismo festeje lo que
pasó, salvo en esquemas bien íntimos, como tampoco era
posible que se condene el hecho, porque Somoza fue el más
miserable de los nicaragüenses, cuya muerte era ansiada
por miles.
Se pactó, entonces, que se no se harían comentarios sobre
la cuestión, pues era imposible reivindicar o festejar, así
como condenar. José D'escoto, responsable de la
diplomacia sandinista, decía que a él lo colocaban en una
situación difícil, pues como vocero ante los demás países y
ante las instancias supranacionales, algo debía decir, como
por ejemplo: "Lamentamos lo que pasó".
Le dijeron que eso era imposible, que nada se podía
lamentar, pues se emplearía el argumento para desgastar a
los sandinistas. Arce propuso que como línea en los foros
internacionales se aplicase una política de contra-ataque,
que consistiría en reiterar la condena a las acciones de los
"contras", que operan con el apoyo del gobierno de los
Estados Unidos y siembran el terror en diversos puntos del
país.
A todos les pareció razonable la salida. Ese día se brindó
entre los jefes del sandinismo, hombres forjados en
situaciones muy violentas, que en el fondo del alma, bien en
el fondo, sentían una profunda alegría por lo que había
sucedido en Paraguay.
Tres semanas después, ya en octubre, Camila dijo que
habían dejado un maletín en su casa, para Tomás
Rodríguez, jefe de Inteligencia del sandinismo; en la misma
residencia donde se originara la "Operación Serpiente".
Rodríguez quedó extrañado, cuando le comentaron eso, por
lo que inmediatamente se trasladó hasta el lugar, donde
ingresó sin ampararse en medida discreta alguna, prisionero
de una incontenible curiosidad.
Camila le dijo que desconocía el origen del maletín, pero que
esa madrugada, casi amaneciendo, recibió una llamada, en
la que una persona de acento extranjero, "tal vez
rioplatense", le dijo que dejara una encomienda para
Rodríguez en el balcón de la casa. Quiso averiguar sobre la
cuestión, pero el que llamaba le cortó, sin que pudiese
enterarse de más detalles.
Tomás Rodríguez se sentó; recordó el encuentro que se
hiciera ahí, en esa misma sala, a comienzos del año. Estaba
seguro de que solamente podía tratarse de "Ramón". Sintió
tristeza al recordar lo de "Santiago", quien le parecía íntegro,
sencillo, valiente. Nada le dijo a Camila; solamente que se
llevaría el maletín. Ella reaccionó extrañada:
- ¿Tenés idea de qué se trata?
- No, pero voy a resolverlo con el equipo de investigación.
A ella le extrañó sobremanera la actitud de Tomás
Rodríguez, quien confiaba absolutamente en ella y siempre
le comentaba todo. El salió precipitadamente; estaba más
que curioso. Llegó a su despacho y abrió el maletín.
Contenía dinero, en dólares, y una breve nota:
- Se gastó exactamente 327.450 dólares y 50 centavos. Un
abrazo.
No necesitaba contar. Sabía que en el maletín había
exactamente la diferencia sobre 400.000 que se había
entregado a "Santiago", en las afueras de Managua. Sonrío.
Su humor mejoró radicalmente.
Inmediatamente, llamó a Camila, a quien entre risas casi
incontenible le dijo que estuviera tranquila; se había tratado
de un "chiste de mal gusto". Después se comunicó con
Bayardo Arce y con Humberto Ortega, a quienes les dijo que
tenía algo lindo para mostrarles. El encuentro se hizo en la
casa de Camila, a eso de las 17.30 horas.
Encuentro breve, ciertamente, apenas sirvió para que
Rodríguez les mostrase el contenido del maletín enviado por
"Ramón". No obstante, el jefe de Inteligencia aprovechó la
reunión para comentar que el "efecto Somoza" tuvo alto
impacto en las filas de los "contras". De acuerdo con las
informaciones, 12 jefes de alto rango se retiraron, pues no
veían a otro líder alternativo, con capacidad de aglutinar a
las fuerzas dispersas.
Los "contras" recibían millones y millones, pero no lograban
articularse, pues al no existir un liderazgo fuerte y claro, la
disputa interna se tornó una constante. Sus acciones
resultaban perniciosas, pero estaban lejos de constituir una
amenaza para la continuidad del proceso revolucionario.
Más aún porque los sandinistas no "se dormían sobre los
laureles"; les daban una guerra sin cuartel.
Washington, DC, 11 de octubre. Pentágono
William Casey, jefe de la CIA, evaluaba lo ocurrido en
Paraguay en los siguientes términos:
- Lo enviamos a Somoza allá pensando que era un lugar
seguro para él; el más seguro del Cono Sur. Pero tenemos
que admitir que nos habíamos engañado. Cuando haya que
enviarlo a otro, pensemos bien.
Para Clark, sin embargo, lo más grave no fue que el gobierno
de Stroessner no haya podido garantizar la seguridad de
Somoza:
- Lo más grave, de lejos, fue que ni siquiera sospechamos
que podía pasar lo que pasó. Nuestros servicios fueron
burlados. Hay que hacer ajustes, pero esto no nos puede
volver a ocurrir.
Casey se sintió tocado, pues los controles anti-terroristas
corrían por cuenta de la Agencia que dirigía. No presentó
excusas, apenas se limitó a advertir que era necesario
trabajar articuladamente para evitar reveses similares.
Desde el punto de vista político -explicó Casey- lo que
sucedió con Somoza limpió el camino para la búsqueda de
un aliado más sólido en Nicaragua. Su existencia, aunque
en un país lejano, enturbiaba todos los trabajos que se
venían impulsando para resistir al control del país por los
sandinistas.
Casey sostenía que la desaparición de Somoza no tendría
efectos negativos. Es más: como se lo tenía como un líder
alternativo de la resistencia al sandinismo, con su muerte se
abrían posibilidades concretas para apostar en gente "no
quemada", que están fuera de sospechas de ser dictadores
o corruptos.
Clark dijo que de todos modos la política de hostigamiento
militar al sandinismo debería proseguir. Concordó con que
habría que fortalecer los contactos con referentes antisocialistas que optaban por una resistencia pacífica y tenían
una estrategia de recaptura del control a mediano plazo,
pero insistió en que el hostigamiento debía seguir, de
manera que el clima que se mantenga en Nicaragua fuese
de persistente inestabilidad.
Los estadounidenses no fueron afectados por la muerte en
sí de Somoza, lo que poco o nada les importaba. Estaban
preocupados, sí, por la eventual evolución que podría tener
el desarrollo de sus actividades de hostigamiento contra el
sandinismo, a partir de la desaparición de quien era el
referente más importante de los ex jefes de la Guardia
Nacional que trabajaban conjuntamente con los "contras".
Frío, calculador, nada cortoplacista, Clark dio la línea de
acción para el futuro inmediato: apostar a dos puntas,
consolidando los grupos armados de los "contras", para
distraer al adversario, sin darle descanso; y estrechamiento
de vínculos con la oposición pacífica al sandinismo, a través
de quienes finalmente deberían operarse los cambios.
Se decidió elevar un informe al presidente Ronald Reagan
en esos términos, con una conclusión alentadora: "La
desaparición de Somoza abre las perspectivas para un
trabajo más sistemático con los sectores que nos permitirán,
en un plazo razonable, sacar a Nicaragua de la influencia
negativa del bloque socialista". Reagan leyó el informe y
quedó satisfecho. Para él, muy personalmente, la vida de
Somoza valía casi nada. Era más bien un estorbo.
Madrid, España, 15 de octubre.
Todos se habían concentrado en España y fueron tomando
contacto, de manera muy prudente y parcial, hasta mantener
una reunión general para hacer un balance de lo actuado en
Paraguay. "Ramón" dijo a los demás que de no ser por lo de
"Santiago", todo hubiese sido perfecto. Dijo que en
Nicaragua se le rindió un merecido homenaje y que siempre
"estará presente entre nosotros".
Desde el punto de vista estrictamente operativo todo se
había desarrollado conforme los planes que se habían
establecido de manera detallada, por lo que realmente se
podía asegurar que hubo un nivel de eficacia óptimo, casi
una operación perfecta.
Dividiendo en las diversas fases: planificación,
reclutamiento, entrenamiento, incursión, atentado y fuga,
para "Ramón" la menos problemática fue la del atentado,
pues pese a que a "Santiago" le fallara el primer bazucazo lo que no estaba contemplado, pero que hacía parte del
margen de hechos imprevisibles- todo se dio con un nivel de
eficiencia tremendo.
- Apenas sobraron pedazos de su miserable existencia.
Armando hizo una extensa intervención para destacar el alto
grado de compañerismo existente dentro del grupo desde
que se vincularon al proyecto. Dijo que hubo solidaridad y
comprensión, y que nunca se dejó decaer a nadie, inclusive
en los momentos más adversos, como durante la práctica y
en el marco del ingreso a Paraguay.
Le ratificó a "Ramón" su lealtad y su respeto, asegurándole
que su liderazgo no era impuesto, sino conquistado con
méritos. Finalmente, y habló por él y por Julia, expresó su
entera disponibilidad para volver a participar de operaciones
similares, siempre que fuera necesario.
Todos se abrazaron, se felicitaron. "Ramón" les dijo:
- América Latina es un continente castigado, tremendamente
castigado. Los Estados Unidos han sostenido a hijos de puta
como Somoza en todas partes, por lo que no faltará
oportunidad para tomarse la revancha con más de uno de
los mismos.
"Ramón" les obsequió a cada uno una placa con la imagen
de Augusto César Sandino, "el general de hombres libres" y
se despidió muy afectuosamente de todos. Esa tarde, a las
18.30 horas, fue hasta el aeropuerto para despedir a Silvia.
Ella estaba muy emocionada, por lo que no conseguía
contener las lágrimas. "Ramón" le acarició el pelo y le dijo:
- Fuerza faca.
Los altoparlantes estaban realizando el último llamado para
el vuelo. Giraba de ese modo una página más de la historia
real de América Latina.
POST-ESCRITO
La novela reconstruye, con fuertes dosis de elementos
fantasiosos, lo que constituyera en setiembre de 1980 el
ajusticiamiento de Anastacio Somoza Debayle, ex dictador
de Nicaragua, que fuera depuesto en julio de 1979 por el
Frente Sandinista de Liberación Nacional, y que luego fuera
a refugiarse en el Paraguay.
De los que participaron del atentado que mató a Anastacio
Somoza Debayle solamente se supo con seguridad los
nombres reales de dos: Enrique Gorriarán Merlo, "Ramón",
y Hugo Alfredo Irurzún, "Santiago". Los nombres reales de
los demás no se conocieron. Sin embargo, en una entrevista
colectiva, los mismos explicaron todo el proceso que llevó a
la muerte de Somoza, entrevista que se publicó con el título:
"Somoza: expediente cerrado", de Claribel Alegría y D. J.
Flakoll.
Las referencias en cuanto a fechas fundamentales como
caída de Somoza y día y hora de ajusticiamiento son
esencialmente correctas. Lo que ocurrió apenas confirmaba
algo que había dicho en vida el periodista Pedro Joaquín
Chamorro, una de las víctimas fatales de la dictadura de
Somoza: "... el tirano no se muere, el tirano se mata".
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