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A5 El nuevo eje político izquierda-derecha la batalla del lenguaje

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El nuevo eje político izquierdaderecha: la batalla del lenguaje
Por Jorge Vilches 10 enero, 2018
A menudo nos preguntan si, en España, el partido
“Ciudadanos” es de “centro-derecha”. No saben si las
propuestas de este partido pretenden constituir una
“socialdemocracia eficaz”, o si rozan el “liberalismo
progresista” o el “social-liberalismo”. Por eso nos piden que
les aclaremos dónde está la formación de Albert Rivera, si
cerca del Partido Socialista o del Partido Popular, si se hará
con los votos de uno o de otro. La pregunta es lógica, no solo
porque todos necesitamos ubicarnos en tiempos de crisis,
sino porque esta sociedad líquida, ya gaseosa por
evanescente y superficial, generadora de ciudadanos
irresponsables, necesita instrumentos interpretativos del
mundo que nos rodea.
Lo que hace poco tiempo podía considerarse “de izquierdas”,
hoy se ha convertido en centro-derecha
Normalmente comenzamos por aclarar al interlocutor que el
tradicional eje izquierda-derecha de la política,
supuestamente medible entre el 1 y el 10, es una posición
geométrica, no filosófica. Es más, señalamos que esa
obsesión numérica es una característica de la sociometría
que nos invade, y que es una degradación de la sociología y
de la ciencia política que desprecia las ideas políticas. Con
esta premisa, es obligado asumir que la dictadura del
consenso socialdemócrata, pasada por la New Left de los 60,
con su feminismo, ecologismo y tercermundismo, es tan
profunda que se ha vuelto inconsciente para todos. En
consecuencia, lo que hace poco tiempo podía
considerarse “de izquierdas”, hoy se ha convertido
en centro-derecha.
¿Cómo se ha producido esto? La razón es larga y compleja,
por lo que vamos a explicarlo en tres entregas. La primera
de ellas estará dedicada a la importancia de la batalla del
lenguaje para conquistar el poder político, y su motivación.
La segunda señalará la conexión de la clase política con la
élite cultural, siempre en relación con lo anterior, y que
constituye la clave de la dominación. Por último, trataremos
el fenómeno emergente de las microutopías para cambiar el
mundo y que son la consecuencia de haber ganado el
lenguaje y con él, las conciencias, lo que facilita la
transformación.
La batalla del lenguaje
La arena principal de lucha política hoy es la batalla por el
lenguaje que acompaña a la infantil e infantilizada sociedad
del espectáculo, a la determinación que ejercen los medios,
la cultura y la educación en la interpretación y explicación
del mundo, de la vida política y social, e incluso para
atribuirnos características identitarias. La descripción de
nuestra persona y objetivos tiene cada vez una mayor
determinación cultural y efectista, fundada en la imagen y
en los resultados.
Una encuesta de 2017 realizada a adolescentes españoles
señalaba que su modelo a imitar era Amancio Ortega, el
propietario de Zara, y una de las mayores fortunas del
mundo. El sociólogo sociométrico, tanto como el big data,
atendían al resultado de las sumas y restas, y diferenciaba
solo entre “chicos” y “chicas”, obviando factores mucho más
determinantes para la opinión del adolescente como son el
estatus y situación civil de los padres, el entorno educativo,
el coeficiente intelectual, el lugar de residencia, o los hábitos
culturales. La sentencia del “experto” solo podía ser
una “visión de género”: sus modelos eran masculinos.
La conclusión, tan pueril como políticamente correcta, elude
el análisis profundo: los encuestados son chicos que
atienden a resultados, no a trayectorias ejemplarizantes, ya
que desconocen el esfuerzo hecho por el exitoso empresario
de Zara desde sus inicios, y a la hora de elegir profesión
prefieren ser un funcionario más. Pero hay algo más: la
corrección política que destila el estudio, las preguntas y la
conclusión, son producto de la batalla del lenguaje.
Los conceptos con los que describimos, interpretamos y
damos soluciones a la realidad son la clave de todo
Los conceptos con los que describimos, interpretamos y
damos soluciones a la realidad son la clave de todo. Es
el esquematismo trascendental que apuntó Immanuel Kant.
El factor decisivo de la política es la imposición de
significados universales a conceptos políticos, ya sean viejos
o nuevos. De ahí que el populismo socialista y el populismo
nacionalista inventen expresiones (“derecho a decidir”,
“diversidad”) y eslóganes para describir situaciones antiguas,
les doten de un significado preponderante y construyan sus
discursos en torno a dichas palabras. El objetivo es marcar el
campo en el que se debate y que se utilicen los conceptos
que ellos han determinado. Esos dos logros marcan la
victoria.
Las redes sociales y la manipulación del lenguaje
Las redes sociales son una demostración de
esa manipulación del lenguaje. Los partidos políticos tienen
equipos dedicados a construir eslóganes y a fabricar
campañas para crear lenguaje y conciencia. Twitter no marca
la política, como creen aquellos que desconocen dicha red
tanto como los fundamentos políticos, pero sí a un
segmento de la población. Lemas que los medios
tradicionales, que siguen siendo los influyentes, elevan a
categoría al hacerse eco de un mensaje vertido en Twitter o
Facebook. Estas estrategias de comunicación dotan de
argumentos a los convencidos y debilitan a los contrarios,
casi siempre a los de la derecha, huérfanos casi siempre de
dirección comunicativa en las redes.
La actual batalla por el lenguaje empezó a mediados del
siglo XIX: surgió la necesidad de adoptar un discurso
obrerista para competir por el poder
Todo esto no es nuevo, sino que el inteligente, el que tiene
una teoría del poder y decisión, amolda la intención al
medio. La actual batalla por el lenguaje empezó a mediados
del siglo XIX, cuando la revolución de 1848 inició una nueva
era marcada por la idea de democracia vinculada al
socialismo. La vida política a partir de entonces estuvo
marcada por la necesidad de adoptar un discurso
obrerista para competir por el poder.
El nuevo lenguaje de los pensadores socialistas del XIX
Los pensadores socialistas del siglo XIX,
especialmente Fourier y Proudhon, pero
también Owen, Bakunin y Marx, crearon un lenguaje
nuevo para describir la realidad, que combinaba
cientificismo con emociones. Ese conjunto de términos lo
adoptaron partidos y asociaciones en el último cuarto del
siglo XIX, tanto burgueses como proletarios, ya fueran
conservadores, liberales y socialistas. Hasta lo hizo la Iglesia
en la encíclica de León XIII titulada “Rerum Novarum”
(1891), con la que se fundó la democracia cristiana. Ese
lenguaje llegó a la legislación laboral y social británica y
francesa, incluso a la alemana, cuando Otto von
Bismarck puso en marcha leyes con lenguaje obrerista que
recogía reivindicaciones clásicas de las asociaciones de
trabajadores, con el ánimo, entre otras cosas, de
contrarrestar el influjo creciente de la socialdemocracia
alemana.
Por supuesto, los intelectuales, literatos, escritores,
ensayistas y periodistas, asumieron como propios aquellos
términos y las aspiraciones que encerraban. Se reconocía la
interpretación que hacían del mundo, la maldad del
capitalismo y de su forma política –el liberalismo, el
parlamentarismo y la democracia-, tanto como de la
mentalidad burguesa. Esto fue tan así que el término
“aburguesamiento” solo tiene desde entonces una
connotación peyorativa, sinónimo de “vagancia” o
“acomodamiento”. El contrapunto era el supuesto modelo
de vida socialista. Cabe recordar en este sentido que José
Ortega yGasset definía a Pablo Iglesias, el fundador del
Partido Socialista Obrero Español, como un “santo laico”, en
un artículo de mayo de 1910.
Ese lenguaje tenía la pretensión de crear un orden moral y
político completamente nuevo
Todo ese lenguaje tenía la pretensión de crear un orden
moral y político completamente nuevo, derribando el
existente, al estilo romántico y cristiano, emocional y
proselitista, visionario y exclusivista, y triunfó. Por
eso, Friedrich Nietzsche decía que la sustancia de la realidad
era lingüística, y cambiar el lenguaje era el primer paso para
transformar la realidad. De aquí que la obsesión
propagandística esté en las formaciones y estilos de base
leninista y fascista, así como en los populismos del siglo XX y
en los actuales.
La moralidad en el hablar; la base de la corrección política
Las imágenes e ideas que crea el lenguaje son elementos
básicos de la política. Las palabras dejan de ser un medio
entre el yo y la realidad, y se han convertido en creadoras de
uno y otro. Nos referimos a las identidades marcadas por el
género y la nación, y a la moralidad en el hablar, que es la
base de la corrección política.
La izquierda concibe la política como un conflicto, la derecha
como una gestión tecnocrática
El filósofo marxista Slavoj Zizek lo explica bien: el idealismo
marca el sentido de la Historia; es decir, del vencedor del
conflicto. La izquierda concibe la política como un conflicto,
la derecha como una gestión tecnocrática, y por eso pierde
la batalla. La derecha siempre juega en el campo y con los
conceptos que marca la izquierda, porque la izquierda tiene
una estrategia para la toma del poder; la derecha solo para
gestionarlo.
¿Cuál es ese campo y cuáles sus reglas y logros? Es el campo
marcado por el lenguaje de izquierdas, con objetivos
socialistas, propios de la New Left, en cuanto a igualdad
material, distribución de la riqueza, justicia social, pero
también en orden a la imposición feminista que sirve para
reglamentar y controlar especialmente en las esferas
política, económica, cultural y educativa del establishment.
Los puntos de discusión o debate, la actuación del Estado y
la distinción entre lo que está bien y lo que está mal, la
moral, viene marcado por un sentido del progreso marcado
por las izquierdas. Esto último merece al menos otro
artículo.
Volviendo al principio y a España, Ciudadanos no es una
formación ajena a todo esto. En la España (de)construida
sobre el consenso socialdemócrata, la gente de Albert Rivera
adoptó, cuando se produjo su eclosión nada liberal, el
paradigma aceptado: un poco de libertad por aquí,
mucho paternalismo e ingeniería social por acá. Es el
“liberalismo social” –la socialdemocracia pasada por el
inglés John Stuart Mill– presentada con la imagen y la fuerza
del Partido Popular de José María Aznar de principios de la
década de 1990. Con una diferencia que les separa de la
tecnocracia del Partido Popular actual, pero también de
aquel centro-derecha de los noventa: Ciudadanos, hasta
hoy, no ha demostrado saber gestionar, porque no ha
gobernado nada.
https://disidentia.com/la-batalla-del-lenguaje/
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