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Piatti, Ceberio. Tratamiento sistémico en trastornos alimentarios

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Tratamiento sistémico en trastornos alimentarios
Por Graciela Piatti y Marcelo R. Ceberio
Vanina, un atracón de palabras
Los trastornos de alimentación deben pensarse como un continuo con todas sus
variables, desde la anorexia nerviosa tipo restrictiva y la compulsivo/purgativo, la bulimia
nerviosa tipo purgativo/no purgativo, el trastorno de la conducta alimentaria no
especificado (TANE) y en este grupo agregamos la obesidad, que si bien es definida como
enfermedad crónica comparte algunas de las características de los trastornos mencionados
anteriormente. En la clínica psicológica, trabajamos con pacientes con obesidad que
además tienen atracones, usan laxantes, diuréticos y otras conductas compensatorias.
Hay una serie de criterios diagnósticos para cada trastorno que seguimos en pos de
la programación del modelo sistémico. Estos criterios se basan en el DSM IV:
Diagnóstico de anorexia nerviosa
A. Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal considerando
la edad y la talla.
B. Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal.
C. Alteración de la percepción del peso o silueta corporales, exageración de su importancia en la
autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal.
D. En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea; por ejemplo, ausencia de al menos tres
ciclos menstruales consecutivos.
Tipo restrictivo: durante el episodio de anorexia nerviosa, el individuo no recurre regularmente a
atracones o a purgas (p.ej. provocación del vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas)
Tipo compulsivo/purgativo: durante el episodio de anorexia nerviosa, el individuo recurre
regularmente a atracones o purgas
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Criterios para el diagnóstico de bulimia nerviosa
A. Presencia de atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por:
1 Ingesta de alimento en un corto espacio de tiempo (p.ej. en un período de 2 horas) en
cantidad superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período de tiempo
similar en las mismas circunstancias.
2 Sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento (p.ej. sensación de no poder
parar de comer o no poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo)
B. Conductas compensatorias inapropiadas, de manera repetida, con el fin de no ganar peso,
como son provocación del vómito; uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros
fármacos; ayuno y ejercicio excesivo.
C. Los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas tienen lugar, como promedio, al
menos dos veces a la semana durante un período de 3 meses.
D. La autoevaluación está exageradamente influida por el peso y la silueta corporales.
E. La alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de la anorexia nerviosa.
Tipo purgativo: durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo se provoca regularmente el
vómito o usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso.
Tipo no purgativo: durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo emplea otras conductas
compensatorias inapropiadas, como el ayuno o el ejercicio intenso, pero no recurre regularmente a
provocarse el vómito ni usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso.
Trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TANE)
Se refiere a la conducta alimentaria que no cumplen los criterios para ningún trastorno de la
conducta alimentaria específica. Algunos ejemplos son:
- En mujeres se cumplen todos los criterios para la anorexia nerviosa, pero las menstruaciones son
regulares.
- Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa excepto que, a pesar de
existir una pérdida de peso significativa, el peso del individuo se encuentra dentro de los límites de
la normalidad.
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- Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la bulimia nerviosa, con la excepción de que los
atracones y las conductas compensatorias inapropiadas aparecen menos de dos veces por semana o
durante menos de tres meses.
- Empleo regular de conductas compensatorias inapropiadas después de ingerir pequeñas cantidades
de comida por parte de un individuo de peso normal (por ej. provocarse el vómito después de haber
comido dos galletas)
- Masticar y escupir, pero no tragar, cantidades importantes de comida.
- Trastorno por atracón: se caracteriza por atracones recurrentes en ausencia de la conducta
compensatoria inapropiada típica de la bulimia nerviosa.
Caso clínico: Los atracones de Vanina
Vanina tiene 32 años y es abogada. Vive en pareja hace 4 años y pide una consulta
refiriendo en su llamado telefónico que se encuentra angustiada porque no puede parar de
comer. En sus antecedentes, tuvo en su adolescencia un principio de anorexia después de su
viaje de egresados al terminar la escuela secundaria a los 17 años, pero dice que en este
momento es diferente, porque engordó varios kilos pero lo que no soporta es comer como
lo hace, a escondidas “como un ladrón”.
Con estos datos del llamado telefónico podemos pensar como hipótesis que se trata
de un trastorno por atracón, que se caracteriza por: comer en poco tiempo de modo
exagerado y descontrolado gran cantidad de comida, seguido de sentimientos de malestar,
vergüenza y culpa no sólo por la conducta sino también por el consiguiente aumento de
peso.
Los criterios diagnósticos según DSM IV, que ya hemos descripto son, por una
parte, episodios recurrentes de atracones alimentarios que se caracterizan por comer en un
tiempo determinado una cantidad de comida que es mayor que la que comería el común de
la gente en un tiempo parecido. Y por otra, una sensación de pérdida de control, de no
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poder parar con respecto a la ingesta durante el episodio. Durante la mayoría de los
episodios de atracones, están presentes por lo menos tres de estos indicadores:
a) Se come mucho más rápido que de costumbre.
b) Se come hasta sentirse incómodamente lleno.
c) Se ingieren grandes cantidades de comida sin sentir hambre.
d) Se comen grandes cantidades de alimento durante el día sin planificación de horarios
para ello.
e) Se ingiere a solas por sentir vergüenza respecto de la cantidad de alimento ingerido.
f) Se sienten disgustados consigo mismos, deprimidos o muy culpables por haber comido
en exceso.
El atracón alimentario ocurre dos veces por semana, en promedio, durante un
período de seis meses y ocasiona marcado malestar. No se asocia a estrategias
compensatorias inadecuadas y no aparecen exclusivamente en el transcurso de una anorexia
nerviosa o una bulimia nerviosa. La persona utiliza la comida para enfrentar situaciones y
lo hace de un modo inadecuado, ya que vive en permanente lucha con la comida
respondiendo a situaciones de estrés o a problemas cotidianos.
El comer compulsivo se diferencia de la obesidad, ya que una persona que come
compulsivamente puede ser obesa o no, según la frecuencia de su conducta. El disparador
típico es una situación de tensión en la cual la persona come en lugar de responder
adecuadamente a ella.
La primera entrevista
Vanina llega a la primera entrevista apurada por contarme esta situación con la
comida describiéndola como único elemento perturbador en su vida. En el trabajo es
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exitosa pero últimamente siente que no puede concentrarse y pierde tiempo. Explica que
trata de cuidarse durante la semana pero no llega a hacerlo todos los días “siempre caigo
ante la tentación”. Generalmente estos pacientes tienen un relato un tanto caótico,
impreciso en cuanto a fechas y sucesos de vida, parece que la ansiedad “arrasa” el hilo del
pensamiento, un verdadero “atracón de palabras”. Por este motivo es importante explicitar
un encuadre que permita ordenar la psicoterapia en espacio, tiempo y vínculo o el terapeuta
es “tragado” por el relato alimentario.
El encuadre es desarrollado en tres etapas: diagnóstico, indicación y tratamiento. En
la etapa de diagnóstico que puede llevar tres o cuatro entrevistas, se realiza una entrevista
focalizada en el “problema”, en este caso sus actitudes respecto a la comida. Se administran
algunos cuestionarios para explorar cuantitativamente algunas características comunes a
estos pacientes: el STAI para evaluar ansiedad de rasgo y de estado, el BDI de Beck para
medir depresión, el EAT 26 para medir actitudes frente a la comida, el TAS para evaluar
alexitimia y el TIC para la evaluación del trastorno de imagen corporal. Estos instrumentos,
además de arrojar un puntaje, se pueden trabajar cualitativamente tomando cada frase y
abriendo más el diálogo sobre una temática que afecta diferentes áreas de su vida.
También en esta etapa construimos su genograma viendo qué papel juega la comida
en su familia de origen y en la actual. En el caso de Vanina, vemos que su madre siempre
tuvo conductas restrictivas; según el relato de la paciente “mi mamá siempre se cuidaba y
cuando yo tenía 15 años me llevó a una nutricionista para que empezara una dieta, así que
la hacíamos juntas pero bueno, yo terminé con una anorexia!!” .
En las familias con pacientes con trastornos de alimentación encontramos otros
trastornos como la orthorexia (del griego “ingesta justa”) que se dan generalmente en
mujeres que presentan conductas de tipo obsesivo por comer “sano”. El padre de Vanina
padece obesidad y diabetes y su hermano, que también fue obeso, se practicó hace dos años
una cirugía bariátrica para poder bajar, así hace tiempo que mantiene su peso.
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Las metáforas y los juegos de la comida
La paciente relata las comidas familiares como espacios donde se suscitaban
discusiones casi siempre con motivo de lo que comía cada uno y se formaban dos “bandos”
los que hacían dieta (Vanina y su madre) y los que comían lo que querían (padre y
hermano).
De estos relatos podemos reconstruir con la paciente la significación que se fue
constituyendo acerca de la comida. El alimento además de ser el primer vínculo madre-hija,
se constituye como vehículo comunicacional en las familias. Así encontramos distintas
metáforas que ayudan a comprender mejor el lugar que ocupa en la vida familiar, por
ejemplo la comida como premio o castigo, concepto presente en los cuentos infantiles, la
manzana “envenenada” en Blancanieves, los “pastelitos” en Caperucita, las casa de
chocolate en Hansel y Gretel, entre otros. La comida entre el placer y la prohibición denota
significaciones que la relacionan con la sexualidad.
Elizabeth Gilbert (2010) relata en su novela Comer, rezar, amar …”me despierto a
las dos de la mañana y suspiro profundamente al darme cuenta de que tengo un hambre
física que no sé cómo satisfacer…tenía que quitarme la ansiedad, como fuese, así que me
levanté, fui a la cocina en camisón, pelé medio kilo de papas, las herví, las freí en manteca,
les eché una generosa ración de sal y me las comí todas, una detrás de otra, intentando
convencer a mi cuerpo de que se conformase con medio kilo de papas fritas, en vez de la
satisfacción de hacer el amor…” (p.303). Estas metáforas que asocian comida con
sexualidad ya las realizaba el famoso hipnoterapeuta Milton Erickson, que trabajando con
parejas con problemas sexuales, sin hablar del sexo hablaba del mismo mediante metáforas
alimenticias.
¿Qué es lo que metaforiza un atracón, qué nos dice la insaciedad, qué es lo que no
se puede llenar? La persona queda atrapada entre el hambre física y el hambre emocional,
muchas veces sin diferenciarlas, y sin poder saciar una con la otra. Una soledad, un vacío
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afectivo, que se expresa mediante el síntoma, que engulle torpemente en un intento
desesperado y ansioso por llenarlo.
Actualmente Vanina vive con Leandro, un arquitecto de 34 años con quien vive hace
4 años y tienen como proyecto tener un hijo, aunque Vanina dice “Que hasta que no baje de
peso no quiero quedar embarazada!”. Tiene terror a quedar con muchos kilos de más post
parto. Este es un motivo de discusiones con su pareja ya que él está muy pendiente de lo
que come cuando están juntos. Este es un punto a retomar ya que se detecta en Vanina
cierta ambivalencia respecto a su cuerpo y una posible maternidad. Quiere y no quiere:
¿cuán fuerte puede ser su síntoma para competir con su deseo de ser mamá?
Después de recorrer la primera etapa diagnóstica, la indicación es terapia individual
y entrevistas vinculares con Leandro. La paciente debe concurrir a consultas con la
nutricionista del equipo y a una entrevista con el psiquiatra puesto que su nivel de ansiedad
es elevado y presenta síntomas depresivos.
En las primeras consultas se prescribe un registro donde deberá anotar durante una
semana su horario, comidas, lugar donde come, con quien está, y una columna donde
deberá incluir pensamientos y/o emociones. Esta columna es muy importante puesto que
asocia conductas con emociones o sentimientos. Se le explica que es como una radiografía
del comer que nos indicará como ayudarla. El registro de comidas tiene varias funciones,
sus datos serán evaluados por el terapeuta y la nutricionista. En ellos podremos observar
cantidad, calidad, frecuencia y variables situacionales que lo llevan a comer (donde, con
quien). El paciente debe hacerlo en el momento en que come, de esta forma puede ayudar a
parar ciertas compulsiones, además debe ponerse en contacto con sus emociones y
pensamientos.
Wansink (2007),pg 60 del libro No dieta de monica Katz afirma que las decisiones
que tomamos los humanos acerca de las comidas y bebidas que ingerimos no radica tanto
en nuestro organismo sino en el medio ambiente que nos rodea: nuestra casa, el trabajo, los
amigos, la familia, el restaurant y los cientos de estímulos que recibimos durante el día y
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que constituyen un alto riesgo en esta ecuación “restricción=atracón” (Katz, 2008). Y, por
cierto, las diferentes variables del contexto son decisivas. De hecho, continuamos
manteniendo una dieta de nuestros antepasados primates humanos, rica en hidratos de
carbono y lípidos, una dieta acorde al ambiente donde se desarrollaba el hombre.
Necesitábamos carbo-hidratos para sostener las largas distancias de cacería y las múltiples
actividades que requerían un gasto de energía. De la misma manera, necesitábamos
consumir grasas para la producción de calor. Nada ha variado en términos de comida,
aunque sí han cambiado los contextos pues ahora el ser humano se desenvuelve en espacios
reducidos y con poco gasto calórico en comparación con nuestros antepasados. De allí, los
abdómenes prominentes y las caderas turgentes.
Pero más allá de lo alimenticio, la comida como metáfora afectiva, implica a lo
nutricio personal, a la nutrición relacional (Linares 1996), y a la búsqueda de valoración y
seguridad en el entorno y no en el encuentro genuino consigo mismo. La valoración
personal es un proceso que va de adentro hacia afuera, cuando la mayoría de las personas
entran en soluciones intentadas fracasadas, haciendo cosas para ser queridas y aceptadas. El
mecanismo del atracón es isomórfico con esta necesidad de atracarse con el afecto y la
valoración de los otros. A la vez, la ansiedad estimula la voracidad potenciando la
necesidad afectiva.
Los intentos fracasados de solución
En el caso de Vanina pudimos observar que los atracones ocurrían generalmente
durante la semana a partir de las cinco de la tarde. Mezclaba ansiosamente alimentos dulces
y salados, lo hacía en la oficina y en su casa antes que llegara Leandro de su trabajo. Las
emociones que acompañaban el atracón eran casi siempre la tensión, gratificación y
aburrimiento. También se observó que el patrón alimentario es restricción-atracónrestricción como un circuito que se autoperpetúa y donde las soluciones intentadas, en este
caso el restringir, la lleva a tener un nuevo atracón y de esa manera continuar con el
problema.
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Una vez definido el problema, exploramos las soluciones intentadas. En este caso
reformulamos lo que significa hacer “dieta”. La concepción popular de “dieta” implica
“restricción”, y su redefinición enfrenta a la paciente a la verdadera acepción de la palabra
que viene del griego “daieta” que quiere decir “estilo de vida”. Esta es una manera de
concienciar el bienestar, permutar el sacrificio restrictivo por la conexión con la salud.
Otra solución intentada es la “lucha” que establece la paciente con la balanza,
Vanina se pesa todos los días cayendo en estados anímicos que varían de acuerdo al peso
esperado. Pactamos que se pese sólo una vez por semana y anote su peso en un registro
donde con la nutricionista agregaremos otras variables, por ejemplo, sus medidas. Esta
maniobra se realiza porque cuando alguien tiene una conducta dietante, el cuerpo se resiste
a bajar y aunque haga dieta y se cuide muchas veces, esto no se ve reflejado en la balanza y
a su vez esta conducta genera mayor obsesión.
Giorgio Nardone (2002) afirma que el sistema perceptivo-reactivo básico de estas
personas se caracteriza por una “desenfrenada” tendencia a darse atracones, provocada por
un placer incontrolable de comer y el consecuente temor a perder el control: así cuanto más
se esfuerzan por no comer y ponerse límites, caen en la paradoja de aumentar el deseo de
darse un atracón. Un círculo de acción y reacción que se retroalimenta. “(…) las pacientes
bulímicas, temiendo no poder dominar las propias reacciones, aprenden a ser desenfrenadas
con la comida como una suerte de adaptación funcional a una realidad que para ellas se les
escapa.” (Nardone, 2002, p.124)
Nos preguntamos: ¿de qué se escapa Vanina?, ¿qué realidad caótica construyó en
relación a la comida?, ¿cómo logró diferenciarse de su madre “tan cuidadosa”, tan
restrictiva?, ¿qué rol cumple la comida en su proceso de individuación?, ¿qué busca
encontrar mediante el atracón?
Mientras tanto, el equipo continuó trabajando en dirección a disminuir la frecuencia
de los atracones. Además del registro de comidas, se le prescribe a la paciente una pequeña
transgresión alimentaria cada día, es decir, un pequeño desorden que mantiene el orden.
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Esta intervención desestructura la restricción como una apuesta a la estabilidad. Si la
restricción (como solución intentada fallida) es la corrección, el orden y la ilusión de la
estabilidad, y como resultado genera la inestabilidad o desorden alimentario, la posibilidad
de colocar un “desliz” puede obtenerse el resultado correcto: la estabilidad.
Otra intervención fue la del “como sí”, alentando a la paciente a que cada día
mientras se prepara para la jornada (mientras se ducha, se acicala, se viste, prepara su
desayuno, etc.) se pregunte ¿cómo me comportaría hoy si me sintiera segura? De todas las
conductas que se le ocurren, debe elegir la más pequeña y llevarla a cabo. De esta manera
trabajamos sobre su autoestima, su seguridad de afrontamiento y su capacidad de elegir
situaciones.
Resultados y reflexiones
En los dos primeros meses de tratamiento, Vanina logró bajar la frecuencia de los
atracones de cuatro veces por semana a sólo una vez, y paralelamente, cuanto menos
hablaba de la comida, iban apareciendo otros contenidos relacionados a emociones
disfuncionales: enojo, frustración, tristeza, miedos, falta de conexión con su ser,
inseguridad, desvalorización. Este es un fenómeno que también observamos en los
tratamientos de fobias y pánico: en la medida que el síntoma amengua y va teniendo menor
protagonismo, aparecen otros contenidos de la vida de la persona: relaciones,
comportamientos, problemas no resueltos, anhelos frustrados, etc.
Geneen Roth en un párrafo de su libro “Cuando la comida sustituye al amor” dice
“(…) comer es una metáfora de la forma en que vivimos, y también de la forma en que
amamos.” (1992, página 17). ¿Cuál es la metáfora para la vida de Vanina?, ¿cuáles son los
agujeros emocionales donde se metió la comida? En las sesiones, fuera del foco de los
atracones, su relato comienza a preguntarse acerca de sus elecciones, dónde quedó su
profesión y su pareja, su dificultad para poner límites, su falta de asertividad relacionada
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con su baja autoestima, temas que se transforman en cuestionamientos que pasan a primer
plano.
Respecto a la dificultad en poner límites, esto se manifiesta no sólo con las
porciones de comida sino también en sus vínculos interpersonales. No debemos olvidar que
“Quien no sabe decir que no, enfermará. Quien siempre quiere responder a todas las
expectativas, pronto notaré sus límites. Pero sólo aquel que tiene su centro podrá crecer más
allá de sus propios límites. Y quien sabe de sus límites, podrá acercarse al otro y
encontrarlo verdaderamente” (Grün y Robben, 2005, p 4.). En esta etapa decidimos hacer
una entrevista vincular con Leandro, con la propuesta de obtener datos acerca del estilo
comunicacional de Vanina. Cuando asisten a la entrevista, una primera actitud de Vanina da
los primeros indicios, cuando entran ella le “cede” a Leandro el lugar donde siempre se
sienta en las sesiones. Continuamente, al hablar, busca con la mirada la aprobación de él.
Así recorremos el territorio de esta pareja: una danza de límites confusos, una pareja
a “dieta” del placer, en donde cada uno se halla muy ocupado en su proyecto profesional,
restando los momentos del compartir. Respecto a la sexualidad debemos tener en cuenta
que las personas con trastornos alimentarios se alejan de su cuerpo, ese cuerpo ideal que se
convierte en un cuerpo imposible y termina en un cuerpo dañado. Una de las “quejas” de
Leandro es la falta de deseo sexual en Vanina, sobretodo relacionando esto con el deseo de
tener un hijo, casi como una paradoja incomprensible para él.
Por su parte Vanina pudo expresar con palabras y llanto su angustia acerca del
cuerpo y el peso por primera vez delante de Leandro. Se vio en él una actitud desconcertada
pero comprensiva ante algo que estuvo escondido durante mucho tiempo. En este ambiente
terapéutico, Vanina pudo casi como si fuera un “atracón de palabras” hablar de sus miedos
y angustias. Terminamos la sesión con una meta mínima co-construida por la pareja para
empezar a encontrar un espacio eligiendo y acordando momentos de descanso y diversión,
como ellos dijeron “volver a reírse juntos”.
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Paralelamente a la desaparición de los atracones, Vanina consigue bajar de peso
lentamente y en este punto crucial es importante trabajar su imagen corporal, como una
forma de prevenir recaídas. Una imagen corporal distorsionada, producto de su baja
autoestima y producto de una perspectiva hiperexigente y crítica. “La imagen corporal es
una estructura psíquica que incluye la representación consciente e inconsciente del cuerpo
en tres registros: forma-contenido-significado. Es la idea que nos formamos en la mente de
nuestro propio cuerpo. La forma corresponde a la noción de esquema corporal y comprende
todas las percepciones conscientes de las dimensiones, postura, movimientos y superficie
corporal. Esta se forma a través de nuestros sentidos” (Zukerfeld. 1992, p.121).
El contenido al que alude el autor, incluye la percepción de las sensaciones
propioceptivas, habitualmente preconscientes y que incluyen hambre-saciedad, tensióndistensión, dolor-no dolor. El significado corresponde con la noción de cuerpo erógeno, que
incluye el conjunto de representaciones inconscientes que constituyen la singularidad del
deseo, y que además son parte de los vínculos interpersonales. Es la idea de lo que nuestro
cuerpo representa para los demás.
La imagen corporal es una representación mental, un engrama que reproduce
nuestro cerebro, la figura corporal, su forma y tamaño, la cual está influenciada por factores
históricos, culturales, sociales, individuales y biológicos que varían con el tiempo. Parte de
esta distorsión perceptiva se produce como resultado de los pensamientos automáticos que
tan bien han descripto los cognitivistas y que en su mayoría refuerzan la baja autoestima.
Lectura de pensamientos, pensar lo que el otro piensa, pensamientos del debería, son
algunos de estos pensamientos catastróficos que alientan a continuar parte del juego
patológico de este tipo de trastornos.
Para trabajar la imagen corporal, se utilizaron diferentes técnicas, el dibujo cómo me
veo/como me gustaría verme, una sesión con fotos donde armamos una historia de su
cuerpo (desde la forma al contenido y significado). Utilizamos el espejo en sesión para
descubrir desde donde se mira cuando se mira. Antes de administrar estas técnicas es
necesario que la persona tome conciencia de su propio cuerpo, esto puede lograrlo a través
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de ejercicios de respiración y técnicas de relajación. De esta manera trabajamos sobre el
cuerpo, físico, emocional y mental.
Vanina fue atravesando el juego de “su” mirada, la aceptación de las partes del
cuerpo que no le gustaban y el cambio que día a día experimentaba cada vez con menos
miedo y más placer. Las metas mínimas constituyen un elemento fundamental del
tratamiento, permiten que el paciente avance paso a paso sobre situaciones que lo asustan o
los hace retroceder. Es una manera de prevenir recaídas, ante cada paso logrado hay que
afianzar esa conducta y registrar la autoconfianza.
La paciente concluyó su tratamiento después de un año y un mes, desde su llamado
telefónico, los cambios se fueron afianzando y a medida que corríamos de lugar los
atracones aparecía el verdadero “monstruo” contra el que luchaba cada día. A medida que
bajaba de peso caían sus personajes como disfraces que habían servido para protegerla de
vivir, de lograr disfrutar, su persona, su pareja, su profesión y todos aquellos logros que no
se permitía dejar fluir.
Referencias
Beck, A (2000) Terapia cognitiva. Gedisa. Barcelona
Ceberio, M. R. & Watzlawick, P. (1998). La construcción del universo. Barcelona: Herder.
Ceberio, M. R. & Watzlawick, P. (2010). Si quieres ver aprende a actuar. Las
prescripciones de tareas en psicoterapia. Buenos Aires: Psicolibro.
Ceberio, M. R. (2013). Cenicientas y patitos feos. De las desvalorización personal a la
buena autoestima. México: Herder.
Grün, A. & Robben, M. (2005). Límites sanadores. Buenos Aires: Bonum.
Gilbert, E. (2010). Comer, rezar, amar. Buenos Aires: Aguilar.
Katz, M. (2008). No dieta. Buenos Aires: El Zorzal.
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Linares, J. L. (1996). Identidad y narrativa. Barcelona: Paidós.
Nardone, G. (2002). Las prisiones de la comida. Barcelona: Herder
Roth, G. (1992). Cuando la comida sustituye al amor. Barcelona: Urano
Zukerfeld, R. (1992) Acto bulímico, cuerpo y tercera tópica. Buenos Aires: Vergara.
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