Clase 1 EIA XVI

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XVI Curso Internacional de Posgrado de Evaluación de Impacto Ambiental
Clase 1: El Impacto Ambiental como problema
interdisciplinario
Prof.: Horacio Fazio
1- Teoría y práctica del saber fragmentado
2- Economía, ética y ambiente
3- Racionalidad del comportamiento económico
4- Ética ambiental e intergeneracional
5- Impacto ambiental y Cambio Climático
6- Alcances y limitaciones de la EIA
Palabras clave: EIA, ética, ambiente, racionalidad, generaciones futuras,
cambio climático.
1) Teoría y práctica del saber fragmentado
Evaluar el impacto ambiental de obras públicas o privadas tiene
diversos alcances que corresponde establecer para una debida comprensión
del tema.
En primer lugar, cuando hacemos referencia a lo ambiental no nos
estamos refiriendo sólo al medio físico (que posibilita la vida en todas sus
formas) sino también a los seres vivos, en particular -pero no sólo- a los seres
humanos y sus relaciones sociales en sentido amplio, emergentes de la vida en
comunidad, esto es, relaciones económicas, políticas, culturales, etc. En otras
palabras, el ambiente es todo: el medio físico que posibilita la vida y la vida
misma. En cambio, si reflexionamos un poco en relación a cuando hablamos
en lengua castellana de medio ambiente (expresión todavía mayoritariamente
utilizada), comprobaremos que consciente o inconscientemente nos estamos
refiriendo a “algo” diferente o externo a nosotros mismos. En el primer caso ambiente- partimos de una visión sistémica, global, integral; el medio físico es
instrumento pero también fin en sí mismo. En el segundo -medio ambiente1
hacemos referencia a una problemática externa, parcial, fragmentada; el medio
físico es sólo instrumental. Esto no es una cuestión semántica sino que hace
referencia a concepciones diferentes de la problemática en cuestión. Tampoco
significa que todo aquél que utiliza el término “ambiente” presupone una
posición correcta o apropiada frente a un problema determinado y, por el
contrario, quienes hacen referencia al “medio ambiente” tienen posiciones
cuestionables. Planteamos la cuestión con la modesta finalidad de que
conviene, cuando nos expresamos, evitar ambigüedades o errores de
concepción; por ejemplo, “ambiente humano” podría parecernos una expresión
casi -por decirlo de alguna manera- progresista y, sin embargo, lleva implícita
una concepción “homocentrista”. El ambiente es humano, animal, vegetal y
físico. En segundo lugar, el referirnos a obras -si bien, de cierta envergadurapúblicas o privadas, significa hablar de actos económicos, de economía. Y
aquí corresponde aclarar que no se referencia la cuestión a lo que entendemos
vulgarmente por economía, esto es, las acciones que relacionan determinados
medios (materiales, monetarios, etc.) con determinado fin (normalmente, la
maximización del lucro). Si el propósito es evaluar el impacto ambiental de
ciertas obras, el objetivo del lucro aparece -o debiera aparecer- en un segundo
plano y fuera de la EIA propiamente dicha. Es más, si se coincide con la
concepción del ambiente antes expuesta, deberíamos evaluar el impacto
ambiental de todos -o casi todos- los actos económicos ya que directa o
indirectamente los mismos se concretan utilizando medios que modifican el
ambiente. La economía en sí misma debiera soportar la prueba de una EIA. Y
ello no es una mera expresión potencial de deseos para la vida
contemporánea, sino que sería aplicable a la historia de la humanidad y a los
efectos ambientales de la búsqueda del sustento humano y de determinado
contexto de convivencia en todos los tiempos. Por otra parte, el impacto
ambiental del accionar económico humano en el sentido expuesto tiene
implicancias éticas tanto en relación a la naturaleza inerte como a los seres
vivos y, dentro de estos últimos, a la humanidad, tanto en relación a las
actuales generaciones como a las futuras. En realidad, son innumerables las
combinaciones relacionales entre naturaleza y seres vivos sobre las cuales
pueda aplicarse una lectura ética: ¿Hay un orden de preeminencia entre los
seres vivos en relación al uso de la naturaleza? ¿Las futuras generaciones
humanas no tienen derecho a ciertas condiciones ambientales? ¿La
explotación de la naturaleza se fundamenta de igual manera cuando se trata
del sustento humano, o sea de necesidades objetivas de sobrevivencia, que
cuando se trata de la satisfacción de fines ilimitados, o sea, deseos subjetivos?
Los actos económicos en general, y las obras susceptibles de aplicárseles una
EIA, no son neutrales éticamente. Dentro del proceso que constituye una EIA,
justamente todos aquellos aspectos relacionados con la evaluación que
conlleven juicios de valor tienen que ver de alguna manera con la ética.
Evaluación, justamente no es mera descripción sino más bien valoración,
validación.
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Lo expuesto nos lleva a concluir en primera instancia que los
problemas ambientales en general y, en particular, una EIA no puede
abordarse a partir de la aplicación de conocimientos o saberes fragmentados
sino que una evaluación para que sea tal, debe simultáneamente aplicar un
análisis económico y un análisis ético junto a los efectos en el medio físico.
Vemos entonces que este cruce interdisciplinario de los saberes intervinientes
en la problemática de la EIA -ambiente, economía y ética- nos proporciona el
marco adecuado para introducirnos al estudio de la EIA y conforma el
contenido de la presente clase.
Nuestro propósito es reflexionar sobre las relaciones entre la
economía, el ambiente y la ética. A partir de la relativamente reciente irrupción
de la cuestión ambiental en la sociedad contemporánea, trataremos de analizar
las implicaciones e interrelaciones ético-económicas del accionar humano. En
este marco, aclaremos desde el principio el alcance que le damos a las tres
problemáticas implicadas. En economía, nos interesa analizar las motivaciones
y los condicionamientos del comportamiento humano en la consecución de las
necesidades y deseos. En materia ambiental, haremos hincapié en el carácter
finito del mundo natural. Por último, respecto a la ética -reflexión filosófica
sobre la moral y las costumbres- destacaremos por un lado, la valoración
implícita de la naturaleza (recursos naturales) en los actos económicos, y por el
otro, el grado de significación que le otorgamos a las futuras generaciones en
cuanto a sus derechos a disponer de determinado ambiente, apto para
proporcionar los recursos necesarios para una razonable calidad de vida.
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2) Economía, ética y ambiente
La cuestión ético-económico-ambiental en la sociedad
contemporánea se resume en un sólo interrogante: ¿cómo es posible conciliar
un ambiente finito con necesidades humanas que se plantean como ilimitadas?
A partir de esta pregunta -y sus posibles respuestas- podremos avanzar en el
análisis de las motivaciones y condicionamientos del comportamiento
económico –enmarcado en el cumplimiento del imperativo natural del sustento
humano- y diferenciar auténticas necesidades vitales de meros deseos
circunstanciales, a los efectos de minimizar el impacto ambiental de nuestros
actos y optimizar el uso de recursos naturales no renovables y de
“renovabilidad” relativa.
2.1. Mundo finito y sustento humano
Que el planeta Tierra que habitamos sea finito parecería ser un dato de
la realidad que no requeriría mayores explicaciones. Y sin embargo, ante el
creciente deterioro ambiental, hay que partir de este obvio dato para tomar
conciencia de la magnitud del problema. En realidad, no sólo debemos
relacionar un mundo limitado con las necesidades materiales del sustento
humano, sino también debemos tomar en cuenta las necesidades del “sustento
no humano”, esto es, de todo el espectro biológico: animales y vegetales. En
definitiva, la finitud terráquea obliga a garantizar las condiciones materiales de
posibilidad de la vida en todas sus formas.
No parecería que exista un argumento razonable que contradiga tal
afirmación, a menos que creamos que los seres humanos, o una parte de ellos,
en su afán de satisfacer no sólo sus necesidades, sino también cualesquiera de
sus deseos, tienen derecho a la explotación de la naturaleza sin límite alguno,
y sin tomar en cuenta las necesidades propias del resto de las formas de vida.
Incluso en ese caso, que de hecho no se aleja demasiado de la realidad actual
en que vivimos, subsisten, entre otras, dos importantes cuestiones que
invalidan tal posición. En primer lugar, la humanidad como tal, requiere para su
propia subsistencia biológica, de un medio físico mínimamente apto para las
formas de vida no humanas; además, es materialmente imposible y
ambientalmente desastroso –aparte de otras razones, no menos importantesgeneralizar el nivel de consumo de recursos naturales y el impacto
contaminante de los países del Norte. Como consecuencia de esto último, no
se desprende que los países del Sur deban resignar su derecho a alcanzar un
nivel de desarrollo razonable para sus poblaciones, sino más bien, que la
disminución de la voracidad de unos, sostenga el aumento de recursos
disponibles para el sustento humano y una vida digna de los otros.
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2.2. El problema económico
Tratar el problema del sustento humano es adentrarse en el problema
económico (POLANYI). En efecto, ¿de qué trata la economía si no es del
sustento humano? La economía, en el sentido más general y abarcador, se
ocupa (o debería ocuparse), nada más ni nada menos, que del sustento
humano. Ésta, es probable que sea la definición más simple -pero no menos
profunda- de la economía. En todo caso, creemos que es la definición más
apropiada de la economía desde una perspectiva ambiental, ya que se trata
del sustento humano de todos y no de la voracidad humana de algunos.
Volveremos enseguida sobre este punto. Por otra parte, esta caracterización de
la economía, o si se quiere, del problema económico, tiene la enorme ventaja
de ser sustantiva y no formal: sustento humano = necesidades humanas. Otra
ventaja no menor de la caracterización del problema económico como sustento
humano, es justamente su alusión directa a la sustentabilidad: no se trata sólo
de -valiéndonos del ambiente y de los recursos naturales disponiblessatisfacer las necesidades vitales de las generaciones presentes, sino también
las de las generaciones futuras.
La corriente principal del pensamiento económico, caracteriza a la
economía desde una perspectiva formal y no sustantiva: la economía se
ocuparía según esta visión, de la adecuación de medios limitados
(circunstancialmente) y de uso alternativo, a fines múltiples. En realidad, no
se trata de una definición de contenido de un área de conocimiento -en este
caso de la economía- sino más bien, de lineamientos generales para la acción
humana, es decir, incluso también para acciones no económicas. Se trata
simplemente de la razón instrumental: la aplicación de ciertos medios para
alcanzar ciertos fines, en la forma más eficiente. En este enfoque, los fines no
se discuten por su razonabilidad, ya que los mismos vienen dados por las
preferencias manifestadas por los agentes: la así llamada “soberanía del
consumidor”, que no es tal si tomamos en cuenta diversos y efectivos
condicionamientos, tales como la publicidad, el efecto demostración, la presión
social para imponer determinados modelos de comportamiento, etc.. Pero
justamente, a partir del hecho incontrastable de que vivimos en un mundo
finito, resulta una obviedad validar racionalmente los fines –tanto individuales
como sociales- de la actividad económica. Esta evaluación es primordial sobre
todo en el caso de los fines, pero también en lo referente a los medios
utilizados. Aclaremos que por validación racional no entendemos imposición
dictatorial de algunos elegidos o de una vanguardia esclarecida, sino más bien,
elección por consenso de alternativas socialmente evaluadas por diversos
mecanismos de activa participación social. Aclaremos también, que al
referirnos a los fines de la actividad económica y a los medios utilizados, tanto
en sentido individual como social, apuntamos –en un sentido muy general- a
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aquellas acciones o prácticas establecidas o modelos de sociedad,
atentan en forma indiscutible con la sustentabilidad de los recursos.
que
2.3. Necesidades humanas limitadas o ilimitadas
Profundizando ahora sobre este simple concepto de sustento humano,
analicemos con más detalle las necesidades humanas ya que, como dijimos,
se trata básicamente de la misma cuestión. Dos son los aspectos del problema
que aquí son relevantes: en qué consisten las necesidades humanas y si tienen
o no un límite. Digamos ante todo, que estos dos aspectos están
interrelacionados, esto es, tenemos que analizarlos en forma conjunta ya que la
caracterización de uno de ellos, implica la del otro.
Si sostenemos que las necesidades humanas son aquellas que
mediante su satisfacción y a través del trabajo de la sociedad en su conjunto,
proporcionan o garantizan una vida digna para toda la especie humana en los
inicios del tercer milenio –proposición razonable y difícilmente cuestionablenos estamos refiriendo en principio, a las necesidades de alimento, vestimenta,
vivienda y servicios básicos, salud, educación básica y esparcimiento. Son
necesidades vitales y su satisfacción tiene un límite, por encima del cual,
entramos en el
subjetivo y discrecional terreno de los deseos (Cf.
ARISTÓTELES, Política, Libro I, Cap. 8 y 9). No existen necesidades vitales
ilimitadas porque sería un contrasentido; si son necesidades, no pueden ser
ilimitadas, ya que se extinguen, se agotan, se limitan, en el acto mismo de su
satisfacción.
Lo que sí son ilimitados son los deseos humanos: acceder a una
vivienda propia estándar con sus servicios básicos, significa haber satisfecho
(limitado) la necesidad de vivienda; una casa de fin de semana o destinada a
las vacaciones, son opciones –no necesariamente cuestionables- en una
escala subjetiva de deseos que pueden llegar a ser ilimitados, dependiendo ello
de lo que normalmente se designa como escala de valores o proyecto de vida.
En este contexto, resulta razonable sostener que en la
interrelación global de necesidades, deseos y recursos finitos, estos últimos
deberían ser destinados primariamente a la satisfacción de las necesidades.
2.4. Recursos naturales renovables y no renovables
Finalmente, para concluir este primer punto sobre las relaciones entre la
economía y el ambiente, debemos referirnos a los recursos materiales que nos
proporciona la naturaleza para nuestro sustento –necesidades vitales- y
satisfacer nuestros deseos, esto es, los recursos naturales disponibles, a la
vista del estado actual de la naturaleza como consecuencia de su explotación
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por parte de la humanidad, sobre todo en los últimos 250 años. En este
sentido, y como se verá, consideramos cuestionable la tradicional división de
los recursos naturales en renovables y no renovables.
Considerar a las fuentes de energía de origen fósil –carbón, gas y
petróleo- como recursos no renovables, no merece mayor explicación; lo
mismo puede decirse de los recursos minerales en general. Aquí, el argumento
de que con nuevas tecnologías en el futuro podremos detectar nuevas reservas
o explotar las que hoy resultan antieconómicas, resulta endeble: la finitud de
los recursos es inmodificable, Debemos mencionar asimismo, que la pérdida de
biodiversidad puede equipararse al agotamiento de los recursos no renovables,
con la diferencia que se trataría de un hecho de mayor gravedad, si es que
admitimos asignarle a la vida –en cualquiera de sus formas- mayor
consideración que a la materia inerte. En este caso, el conocimiento científico
puede jugar un rol determinante, atento a que en ciertos casos puedan
aplicarse en el futuro tecnologías genéticas, hoy en vías de experimentación,
para la preservación de especies.
Atención especial nos debe merecer el caso de los recursos naturales
que hasta hace pocos años eran considerados en forma indiscutible como
renovables: aire, tierra y agua. El aire puro –en contraposición al aire
contaminado- dista mucho de ser hoy un recurso renovable. El proceso de
desertización hace irrecuperables vastas zonas geográficas, hasta ayer tierras
cultivables. El agua potable o de fácil potabilización, probablemente sea el
recurso vital más escaso en los próximos años.
De lo antedicho se desprende que considerar en la actualidad a los
recursos naturales como renovables, es, en sentido estricto, incorrecto. Hoy por
hoy son, o van camino a ser, todos no renovables.
3) Racionalidad del comportamiento económico
El desarrollo histórico de la humanidad se ha desplegado en torno
a dos factores que son inherentes a la condición humana: el medio físico que
posibilita la vida y del cual forma parte, y la necesidad de pertenencia de los
individuos a un colectivo que los compromete en una empresa compartida: la
comunidad o sociedad. Este destino común de los individuos con el ambiente y
la sociedad, se ve hoy desdibujado por la preeminencia de valores
individualistas y el ejercicio irrestricto de la razón instrumental, propios de la
modernidad.
3.1. Humanidad y naturaleza
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Dijimos que la más simple y apropiada definición de economía es la de
procurar el sustento humano. Ello se logra a partir del consumo de bienes y
servicios que directa o indirectamente proporciona la naturaleza. La cuestión
pasa por la caracterización que hagamos de la naturaleza. No es lo mismo que
el ser humano se conciba como parte integrante de la naturaleza, que se
conciba como “frente a” la misma. En el primer caso, al verse involucrado él
mismo, actuará con más cuidado y respeto; es más probable en esta
cosmovisión, procurarse de la naturaleza los medios necesarios para satisfacer
necesidades vitales y razonables deseos. En el segundo caso, el
enfrentamiento con el medio natural, predispone a acciones expoliadoras para
satisfacer de cualquier forma tanto los deseos (las más de las veces, no
razonables) como las necesidades. En este punto se percibe una distinción
entre la tradición occidental y otras culturas. Queda claro que en la primera,
privó “frente a” la naturaleza una actitud notoriamente agresiva en su
explotación, en especial, a partir de la así llamada era de los descubrimientos.
La oposición de la humanidad frente a la naturaleza es calificada por
algunos autores como característica propia de la tradición judeo-cristiana. Si
bien esto es opinable por lo limitado que es una interpretación literal de
cualquier texto –en este caso, el Antiguo Testamento-, nos parece mucho más
determinante la ideología que acompañó el desarrollo y consolidación del
capitalismo occidental, que a partir de una ocupación territorial que abarcó todo
el planeta, produjo una expoliación sin precedentes de los recursos naturales
de los territorios ocupados.
Por otra parte, la primacía de la razón instrumental (TAYLOR) en el
mundo actual globalizado, constituye un poderoso aliciente para la expoliación
de la naturaleza. Pero el avance del conocimiento humano nos permite avizorar
que ello también tiene un límite, cual es, el efecto inevitablemente global de la
contaminación ambiental y la pérdida de biodiversidad como producto de una
explotación desmedida de los recursos naturales. Tarde o temprano, y más allá
de los escarceos para arribar a acuerdos internacionales serios, justos y
cumplibles, la naturaleza por sí misma pondrá sus límites.
3.2. Individuo, naturaleza y sociedad
¿El ser humano es esencialmente egoísta o cooperativo? Ésta es la
pregunta que nos debemos plantear al referirnos a la interrelación individuosociedad (BUNGE). Es claro que en el proceso de socialización del individuo
en cualquier época que sea, existe una clara tendencia a la cooperación. Sin
adentrarnos en el proceso histórico de socialización y vida en común de la
especie humana en, justamente, comunidades, digamos que esta vida
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comunitaria es propia de la especie humana y no se circunscribe o no se agota
en el proceso de conformación de las ciudades, sino que también es extensivo
a la vida en zonas rurales. Una modalidad de vida autosuficiente y no
comunitaria quedaría reducida como mínimo al grupo unifamiliar, el cual ya
implica un cierto grado de socialización.
Lo dicho no significa negar que existan, y en forma generalizada,
actitudes individualistas en el medio social del que formamos parte. De hecho,
un individualismo exacerbado, condicionado culturalmente, es característica
propia de la modernidad (TAYLOR). Es este individualismo el que lleva a no
comprometerse a no sólo un destino social común, sino también a un destino
ambiental común; el otro y lo otro, son meros medios para la maximización del
proyecto individualista. .
Esta cuestión está íntimamente ligada a la utilización de recursos
naturales en una sociedad dada. Cuanto más absoluticemos los intereses
individuales en desmedro de los sociales o comunitarios, tanto más vía libre a
la satisfacción de deseos subjetivos que poco tienen que ver, y muchas veces
compiten, con la satisfacción de las necesidades del sustento comunitario.
3.3. La racionalidad medios-fines en tanto racionalidad instrumental
El uso instrumental de la razón en el accionar humano consiste en lograr
un objetivo o alcanzar un fin determinado con los medios adecuados para ello.
Esto es puro sentido común y no requiere mayor explicación. El problema
aparece cuando nos referimos a los actos económicos. Se supone en este
caso, que los agentes quieren maximizar un fin determinado, ya sea ingresos,
ganancias o satisfacción de deseos en general.
En este planteo –que corresponde al abordaje económico tradicional- lo
que se discuten no son los fines -a los cuales se los considera como dados, ya
que son elegibles por los agentes- sino sólo los medios. El rol del economista,
o si se prefiere, de la política económica, o simplemente, de la economía –
dentro de esta concepción, hoy generalizada- se reduciría a presentar las
diferentes alternativas de medios posibles –más o menos eficientes- a los
efectos de alcanzar determinado objetivo individual o social. No interesa que
los fines puedan consistir en necesidades o deseos, individuales o colectivos,
razonables o no razonables, necesarios o innecesarios. Dentro de esta
perspectiva, no se consideran posibles acciones económicas con motivaciones
diferentes a la maximización del objetivo perseguido, tales como valores
solidarios en general, valores de cooperación al interior de un grupo, respeto
por los derechos de las generaciones futuras, o simplemente, la prosecución de
fines optimizables y no maximizables, ya que como sabemos, en muchos
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órdenes de la vida –el sustento humano es un inmejorable ejemplo- lo mejor o
lo deseable no es ni el máximo ni el mínimo, sino lo intermedio, esto es, lo
óptimo (BUNGE).
3.4. La racionalidad medios-fines en tanto racionalidad evaluativa
La satisfacción de las necesidades humanas –básicamente, el sustentoy los deseos humanos en tanto requerimientos de cualquier índole por encima
de las necesidades básicas o vitales, significa utilizar directa o indirectamente
recursos materiales de un mundo que, recordemos, es finito. En este contexto
de satisfacción de todas esas necesidades y deseos de la especie humana en
determinado momento –por ejemplo, el actual-, no es para nada intrascendente
discutir acerca de la razonabilidad de los fines, esto es, evaluar los fines
(RESCHER). No es lo mismo utilizar combustibles fósiles, que tarde o
temprano se agotarán, para el mantenimiento del sector automovilístico que
para desarrollar otras industrias o actividades económicas, destinadas a
producir bienes y servicios que satisfagan necesidades básicas –hoy,
insatisfechas- de las 4/5 partes de la humanidad. Evaluar los fines, a modo
general, significa poder consensuar socialmente principios del tipo: “dados los
recursos naturales agotables –patrimonio, tanto de las generaciones presentes
como futuras-, se privilegiará su uso en las actividades económicas que tengan
por fin la satisfacción de necesidades básicas”.
La evaluación de los fines en los actos económicos debería
complementarse con la evaluación de los medios. Un fin puede ser razonable,
pero si para alcanzarlo se utilizan medios que no lo son, no estaríamos
evaluando racionalmente nuestras acciones. El hecho de que tenga cierta
preeminencia la evaluación racional de los fines ya que éstos motivan y
provocan nuestro accionar, no significa que sea menor la necesidad de evaluar
los medios requeridos para alcanzar dichos fines.
La evaluación individual y social de los fines que perseguimos en
nuestras acciones -cuando está en juego el ambiente- está condicionada por
nuestra formación cultural, la cual se transmite en buena medida por la
educación, cuestión que abordaremos en el siguiente punto.
3.5. Ambiente y ciudadanía mundial
Que el ambiente sea una cuestión global para el conjunto de la
humanidad es un hecho cada vez más reconocido y mucho más lo será en el
futuro. Pero esta globalidad ambiental entra en contradicción con la
particularidad de las nacionalidades que hoy conviven en el mundo, en
particular, las acciones económicas modificatorias del ambiente que se
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producen en cada país en particular. El carácter global de los problemas
ambientales -en particular, la sustentabilidad, y dentro de ésta, el cuidado de
los derechos e intereses de las generaciones futuras- es sólo y necesariamente
compatible con una toma de conciencia de la humanidad -en particular de los
países con mayor riqueza material y que a su vez son los principales
contaminadores y consumidores de recursos naturales- que en este mundo
finito somos todos "ciudadanos del mundo". Demás está mencionar, la
importancia de transmitir este elemental principio, sobre todo desde los inicios
de la escolaridad (NUSSBAUM).
El tema de la ciudadanía mundial es una cuestión filosófica que ya había
sido planteada por los estoicos. Recientemente, la filósofa norteamericana
Martha Nussbaum, ha replanteado el problema desde una perspectiva de
mucho interés para todos aquellos preocupados por el ambiente.
Concretamente, la autora cuestiona el patriotismo localista de su país (EE.UU),
y por extensión de todos los países ricos y, entre otros ejemplos, aborda la
cuestión ambiental: "Al aire le traen sin cuidado las fronteras nacionales. Este
hecho tan simple puede servir para que los niños aprendan a reconocer que,
nos guste o no, vivimos en un mundo en el que los destinos de las naciones
están estrechamente relacionados entre sí en cuanto se refiere a las materias
primas básicas y a la supervivencia misma...Sea cual fuere la explicación que
finalmente adoptemos sobre estas cuestiones, cualquier deliberación que se
precie de inteligente sobre ecología (como, también, sobre el abastecimiento
de alimentos y la población) requiere una planificación global, un conocimiento
global y el reconocimiento de un futuro compartido".
4) Ética ambiental e intergeneracional
Las acciones humanas al procurar su sustento modifican el
ambiente y por lo tanto afectan los derechos de las generaciones futuras, en la
medida de que esas modificaciones provocan daños irreparables o reducen la
disponibilidad futura de recursos naturales sin razonable justificación. El
problema se debate entre el extremo de considerar al ser humano como amo y
señor del planeta y considerar al medio físico y a todos los seres vivientes
como intocables o, al menos, con iguales derechos que los humanos. Que las
modificaciones ambientales, sean reversibles o irreversibles, puedan
neutralizarse en el futuro por el avance del progreso científico es, cuanto
menos, irresponsable. Estando en juego valores referidos a la defensa de la
biodiversidad y a la razonable conservación del medio físico, tanto el riesgo
como la incertidumbre de efectos futuros por acciones presentes, deberían
considerarse como restricciones absolutas.
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4.1. Acciones humanas, ambiente y generaciones futuras
Las acciones humanas, en particular los actos económicos, no son
neutrales respecto al ambiente. Convivimos en y del ambiente; somos parte del
ambiente. La relación humanidad-naturaleza y los efectos ambientales que ella
conlleva, es hoy un problema clave ya que prácticamente se ha ocupado todo
el espacio geográfico disponible, apto para la vida humana. Los espacios aun
no ocupados totalmente –la mayor reserva es el Amazonasmuy
probablemente, si priva la razonabilidad por encima de la expoliación de cortas
miras, deban ser conservados en buena medida como pulmones y reservas de
biodiversidad del planeta. Como agravante de la situación descripta, hay que
tomar en cuenta la degradación creciente del espacio físico –tierra, aire y agua,
aptos para la vida- que alcanza a ser definitiva, o de muy difícil recomposición,
en espacios geográficos anteriormente productivos.
Por otra parte, queda claro que así como el ambiente disponible
en el estado en que se encuentra, es el resultado de las acciones de las
generaciones anteriores, la actividad de las presentes generaciones afectarán
a las generaciones futuras. Aquí podría afirmarse, y con razón, que también
hay otras acciones que no modifican el ambiente y que no obstante resultan
gravosas para las generaciones que nos siguen, siendo un buen ejemplo la
deuda externa a largo plazo que sobrellevan muchos países del Sur. La
diferencia, es que muchas acciones que modifican el ambiente tienen efectos
irreversibles, siendo un caso típico e irrebatible la pérdida de biodiversidad,
ante la cual , no hay costos financieros ni tasas de retorno de inversión que
puedan justificar racionalmente la desaparición de la vida en cualquiera de sus
formas. El principio que debería guiar las acciones de las presentes
generaciones -usufructuarias y no propietarias del medio físico- sería asegurar
los medios para que las futuras generaciones por venir, dispongan de por lo
menos el mismo ambiente, sino mejorado, del que hoy se dispone.
4.2. Ética ambiental: del “Rey del Universo” a la “ecología profunda”
La ética es la reflexión filosófica sobre la moral, esto es, sobre las
acciones
humanas individuales o colectivas, aceptadas o legitimadas por la
costumbre que impera en determinado momento en una sociedad. Nos
interesa aquí la ética ambiental, es decir, las acciones humanas –éticamente
relevantes- que afectan el ambiente. La primera cuestión a aclarar es qué,
quién o quiénes -aparte del ser humano- son parte de la problemática moral.
Más precisamente, se trata de determinar qué o quiénes tienen valor intrínseco,
es decir, valen por sí mismos y por lo tanto no pueden ser considerados como
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medios o instrumentos. Se trata de definir quiénes son sujetos morales
(SINGER). En este sentido, los términos del problema serían, por un lado, los
humanos –sobre los que no habría discusión de que son sujetos morales- y por
el otro, el resto de los seres biológicos y hasta el mismo medio físico o
ambiente que posibilita la vida en el planeta.
Los que consideran sólo al ser humano como sujeto moral, con
derecho a apropiarse y explotar sin límite moral alguno al medio físico y a todos
los seres vivos del mundo animal y vegetal, podríamos caracterizarlos como
aquellos que consideran al ser humano como “rey del universo”. Postulan un
antropocentrismo exacerbado. Esta corriente de pensamiento (y de acción) se
basa supuestamente en la tradición judeo-cristiana occidental, aunque no va
más allá de una interpretación literal y superficial de algunos textos bíblicos,
sobre todo del Antiguo Testamento. En el otro extremo, tendríamos a los que
sostienen que todo lo que existe sobre el planeta –desde el ser humano hasta
el medio físico y todos sus componentes, pasando por todos los seres vivos no
humanos- es susceptible de un trato moral, ya que poseen valor intrínseco.
Como es habitual, el verdadero problema y las alternativas de
encarar soluciones razonables, es probable que se encuentre entre medio de
las dos posiciones extremas descriptas. No es este el lugar para profundizar en
el tema, pero sí dejaremos sentado que a nuestro entender, el más apropiado,
o si se prefiere, el más razonable criterio posible de aplicación en esta
relevante cuestión, es el de la racionalidad evaluativa de fines, más arriba
descripta. En breve: no sería cuestionable éticamente el accionar humano, que
en procura de su sustento y satisfacción de deseos razonables, disponga para
sí de los medios no humanos -otros seres y el medio físico propiamente dichoque le proporciona el ambiente, independientemente de las consecuencias
que, por supuesto, debieran ser las mínimas posibles..
4.3. Progreso científico, nuevas tecnologías y ética ambiental
Como resabio de la fe ciega en el ilimitado progreso científico y material
de la humanidad -que encuentra sus orígenes en los inicios de la modernidadtodavía se sostiene desde ciertas posiciones, que el desarrollo del
conocimiento científico y técnico no conoce límites infranqueables y que a
través del mismo se podrán solucionar los grandes problemas que aquejan a la
humanidad, en particular los ambientales.
Es indudable el inmenso progreso del conocimiento científico y
técnico que ha posibilitado una mejora sensible del bienestar material de la
humanidad. Pero hay dos aspectos que no pueden pasarse por alto desde el
punto de vista que nos interesa. El primero, es que buena parte del desarrollo
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económico –sin juzgar sus aspectos cualitativos- que registra la historia de los
últimos cinco siglos, ha tenido un muy alto costo de utilización de recursos
naturales que significó la devastación no solo física sino también cultural de
amplias porciones del planeta. El segundo aspecto –asociado al primero- es
que dicho desarrollo cuantitativo ha sido desigual en forma desproporcionada,
hasta tal punto que hoy existen 2/3 partes de la humanidad prácticamente
excluidas de los beneficios de un desarrollo cuantitativo razonable.
La confianza plena en el desarrollo científico y técnico se ve
refrendada por el avance de nuevas tecnologías que se ha dado en los últimos
tiempos, en especial en el campo de la biotecnología. Así como es innegable la
potencialidad de las aplicaciones de estos conocimientos, no es menos
importante establecer sus alcances éticos, tanto en sus aspectos humanos
como específicamente ambientales. Un ejemplo pertinente es el uso y
apropiación de las aplicaciones de la tecnología genética en la conservación de
organismos vivos desconocidos hasta ahora o en proceso de extinción. Otro
ejemplo lo constituye los alcances éticos en la aplicación de técnicas de
clonación, sobre todo en especies animales, incluida la humana. En estos
ejemplos y otros similares en inevitable formular preguntas del tipo ¿hay
determinados valores o principios a respetar antes de decidir la implementación
de un avance científico?, y en ese caso ¿quiénes lo discuten? ¿es suficiente
incorporar innovaciones tecnológicas por el mero objetivo del beneficio
monetario sin medir fehacientemente las consecuencias ambientales?, ¿no
tendrían que legitimarse socialmente los fines previo a la aplicación de
cualquier tecnología que afecte o pudiera afectar el ambiente?. La respuesta a
este tipo de interrogantes no vendrán -o no debieran venir- de la boca de los
especialistas ni de un sector o de un país en particular, por más que dispongan
de tales tecnologías. Sólo el consenso a nivel de comunidad mundial puede
reglar con autoridad estas cuestiones.
4.4. Certeza, riesgo e incertidumbre frente a las generaciones futuras
La actitud de las presentes generaciones hacia el ambiente en general –
uso y alteración del medio físico y sus recursos- en detrimento de las
generaciones futuras, puede analizarse en tres contextos posibles: de certeza,
de riesgo y de incertidumbre. La clase de problemas a los que nos estamos
refiriendo son por ejemplo: efectos contaminantes futuros de las tecnologías
en la producción actual de bienes y servicios, agotamiento de recursos
naturales, extinción de especies como producto de la actividad humana,
efectos en la salud humana por consumo de ciertos bienes y servicios, etc.
En un contexto de certeza, se conocen en forma indubitable los
efectos que sobrevendrán ante determinada causa. Se sabe a ciencia cierta
14
que el avance de la frontera agropecuaria en ciertas regiones (por caso, selvas
tropicales), ocasionará la pérdida irremediable de determinada biodiversidad,
de la que no dispondrán las generaciones futuras. Se explicite o no, hay un
soporte ético tanto en la decisión de avanzar como en la de no hacerlo. Si se
avanza, se están privilegiando los derechos e intereses de las generaciones
actuales frente a las futuras (ética intergeneracional) y los derechos e intereses
humanos frente al resto de seres vivos (ética ambiental); si no se avanza, se
privilegian los derechos e intereses de las generaciones futuras y los del resto
de seres vivos, cualquiera sea el criterio de determinar estos últimos.
En un contexto de riesgo, se conocen los efectos del accionar
humano en relación a la naturaleza y a las generaciones futuras, pero en
términos de probabilidades. El aumento de la temperatura media del planeta a
causa de los gases de efecto invernadero, provocará la inundación de zonas
costeras con un cierto grado de probabilidad (hoy, alto). Tal como se refirió en
el caso anterior, actuar o no en la prevención de dichos efectos futuros,
responde a considerar opciones éticas similares a las descriptas.
Finalmente, en un contexto de incertidumbre, se desconocen los
efectos futuros de las acciones presentes, lo cual no releva de considerar la
cuestión ética en relación a las futuras generaciones. El caso de la “vaca loca”
podría considerarse como ejemplo. Como se sabe, el mal de la “vaca loca”
sobreviene como consecuencia de la utilización prolongada de alimentación de
origen animal en el engorde de ganado vacuno que, recordemos, es
naturalmente herbívoro (aquí podría plantearse también una cuestión de ética
ambiental). Si bien es admisible admitir que no hubo intencionalidad por parte
de los productores europeos, de provocar en el futuro muertes humanas y de
animales afectados por este mal, sí es obvio, su afán de incrementar el lucro
(racionalidad maximizadora). Lo que no puede admitirse cuando se trata de la
salud y la vida humanas –estamos hablando de un producto de consumo
humano relativamente masivo en los países occidentales- que se apliquen
supuestas innovaciones tecnológicas sin la debida comprobación de efectos
neutros, incluso en los propios animales. En este sentido, podrían mencionarse
otros ejemplos de aplicación de tecnologías de dudosa seguridad para la
continuidad de la vida natural tal como la conocemos, tales como por ejemplo,
la aventura transgénica inter-especies: genes de peces y bacterias transferidos
a especies vegetales.
4.5. Política, sociedad y fragmentación del conocimiento humano
En las sociedades modernas, los efectos ambientales de la
actividad humana se regulan a través de políticas públicas específicas. Pero
resulta que la problemática ambiental no se agota en un sector claramente
15
delimitado dentro de la esfera pública ya que tiene un carácter intersectorial. En
otras palabras, la problemática ambiental es transversal a buena parte de las
políticas públicas de un estado moderno: economía, educación, obras y
servicios públicos, relaciones exteriores, salud, acción social, son todas áreas
involucradas en los problemas ambientales.
En el nivel educativo y científico, esto es, en lo que se refiere a la
producción y desarrollo del conocimiento, también se constata que la cuestión
ambiental tiene carácter interdisciplinario: ciencias naturales, ciencias sociales
(incluida la economía), derecho, agronomía y veterinaria, ingeniería,
arquitectura, filosofía, medicina, farmacia y bioquímica, en fin, un conjunto
importante de las áreas de conocimiento en que se organizan tradicionalmente
las universidades de hoy, tienen que ver con lo ambiental.
El problema estriba en que ni en un caso (políticas públicas) ni en
el otro (educación y ciencia) el tema ambiental es asumido en su verdadero
carácter transversal a las políticas y a las áreas de conocimiento. La causa de
ello hay que rastrearla en la modalidad del progreso científico en sentido amplio
-no es tema a ser tratado aquí- a partir de la modernidad, y que derivó en el
exceso de especialización y por lo tanto en la fragmentación de la realidad y del
conocimiento (BUNGE).
La reunificación de la práctica y del saber exige que todos los
sectores y áreas comprometidos desde el punto de vista ambiental, incorporen
esta faceta en su tradicional abordaje de los problemas que les son propios.
Una política de contenidos educativos, en los distintos niveles de enseñanza,
no puede soslayar la problemática ambiental en todas las materias
involucradas. En el ejercicio de las políticas públicas, más allá de la existencia
de un ente de coordinación ambiental, el análisis de los aspectos ambientales
debería ser condición indispensable tanto en el diseño como en la
implementación de las distintas políticas sectoriales.
4.6. Alcances ético-ambientales de los sistemas económicos
A la luz del desempeño de los sistemas económicos conocidos –
capitalismo y socialismo- se llega a la conclusión que la excesiva alteración del
ambiente con previsibles consecuencias que afectarán negativamente a las
generaciones futuras, es común denominador de ambos sistemas.
En lo que hace al capitalismo, hoy hegemónico y globalizado, los
países más industrializados son a su vez los principales contaminadores de la
atmósfera, por tomar un aspecto de la alteración del ambiente. De hecho,
Estados Unidos –el mayor contaminador mundial- se resiste a poner freno a la
emisión de gases contaminantes, privilegiando su propio nivel cuantitativo de
16
desarrollo económico. Precisamente, cuando países que han alcanzado un alto
grado de desarrollo material medido por su producto por habitante, van por más
y no se plantean progresos en la calidad de vida, medida por ejemplo por un
ambiente más sano -para ellos mismos y para el resto del mundo, ya que como
es sabido, la atmósfera no reconoce fronteras-, es imposible consensuar
políticas globales de control ambiental que respeten los derechos de toda la
humanidad, presente y futura. En palabras de la citada Martha Nussbaum:
"¿Cómo afrontaremos los estadounidenses el hecho de que es harto
improbable que el alto nivel de vida del que disfrutamos se pueda universalizar,
teniendo en cuenta los actuales costes del control de la contaminación y la
situación actual de las naciones en vías de desarrollo, sin causar un desastre
ecológico? Si, como creo que deberíamos hacer, adoptamos la moral kantiana
con todas sus consecuencias, es preciso que eduquemos a nuestros hijos para
que se preocupen por ello. De otro modo, no hacemos sino educar una nación
de hipócritas morales que hablan el lenguaje del universalismo pero cuyo
universo, por el contrario, tiene un alcance restringido e interesado". No
obstante el panorama descripto, corresponde mencionar que al interior de la
mayoría de los países –y en particular, en los más industrializados- se aprecia
una creciente y esperanzadora conciencia ambiental comunitaria, en buena
parte debido al rol de los organismos no gubernamentales e instituciones
políticas que han centrado su accionar en lo ambiental.
Respecto a los países que asumieron el llamado socialismo real URSS y otros- y siendo que sus metas de desarrollo eran -por momentos,
obsesivamente- de carácter cuantitativo al igual que el capitalismo, los efectos
ambientales de su actividad productiva fueron tan o más perniciosos que en los
países capitalistas. Luego del cambio de sistema a partir de los ‘90, no existen
mayores diferencias respecto al resto del mundo, y si bien se aprecia en estos
países un menor grado de contaminación, el mismo se debe a que tienen un
menor nivel de crecimiento cuantitativo. China y su “socialismo de mercado”,
con un quinto de la población mundial y un acelerado crecimiento cuantitativo,
no escapa a las reglas del resto del mundo, en lo que hace a la alteración
ambiental en etapas de acelerada industrialización..
4.7. Ética intrageneracional: el problema de la exclusión social
Como hemos visto, en el tratamiento de los problemas
ambientales en general, y en particular, cuando se trata de cuestiones referidas
a la ética ambiental, se hace referencia al resguardo de los derechos e
intereses de las generaciones futuras. Esto es plausible cuando así acontece.
El mismo concepto de sustentabilidad admitido internacionalmente alude en
forma directa a dichas generaciones. No obstante ello, y probablemente con
mayor énfasis -ya que se trata de un problema de responsabilidad directa de
17
las actuales generaciones- corresponde enfrentar el problema de la exclusión
social de amplias capas de población localizadas en determinadas regiones
geográficas; África subsahariana es hoy probablemente el mayor ejemplo, pero
podrían mencionarse otros ejemplos como los cada vez más generalizados
bolsones de pobreza extrema urbana y rural en muchos países. Se trata de una
cuestión ética –tanto en sus aspectos humanos como ambientalesintrageneracional.
Es sabido que las poblaciones que viven en condiciones de
extrema pobreza y sobre todo en zonas rurales, se ven obligadas a alterar en
forma apreciable el ambiente o medio físico en que viven, justificándose su
accionar por necesidades de mera supervivencia. Esta última finalidad, como
se mencionó más arriba, justificaría éticamente su comportamiento. En estas
circunstancias, exigir un cuidado del ambiente en defensa de las generaciones
futuras sin proporcionar los medios para ello, tendría tintes de desubicación y
cinismo. Estas poblaciones solo podrán reconvertirse en un contexto de
razonable equilibrio entre sus necesidades y los recursos materiales que
proporciona el medio físico en que desarrollan sus vidas, en la medida que
vuelvan a ser reconocidas como parte integrante de la comunidad
internacional, de la cual fueron excluidas por medio de determinados y bien
conocidos procesos históricos de expoliación de los recursos físicos y
explotación humana.
4.8. Ser y deber ser
A lo largo de esta exposición hemos hecho referencia por un lado,
a las acciones humanas que alteran el ambiente, y por el otro, a la necesidad
de modificar esas acciones, siempre que coincidamos conque la alteración
ambiental -en todas sus formas- sea un grave problema del que no nos
podemos desentender como generación presente. Para decirlo con más
claridad, hemos descripto las cosas como son y también hemos planteado
cómo deberían ser. Precisamente, y para finalizar, intentaremos aunque más
no sea aproximarnos a este plano del deber ser.
Aplicar racionalidad evaluativa en la elección de fines y medios,
obliga a evaluar las acciones económicas que afectan el ambiente, para
alcanzar determinados fines con determinados medios. No se trata de imponer
determinado modo de comportamiento a los agentes, ni mucho menos de
implantar una forma de “dictadura de las necesidades”, lo que no significa que
en ciertos casos extremos se justifique la prescripción; por ejemplo, ante una
crisis energética, nadie podría objetar que se prescriba un uso racional de la
18
energía disponible.
Impulsar el ejercicio de una racionalidad evaluativa en la elección
de fines y medios en una sociedad organizada, significa en primer lugar aprovechando al máximo la información científica y tecnológica disponiblefundamentar los pro y los contra de determinados fines y medios. Se trata de
evaluar información objetiva, no cuestionable por intereses o preferencias
individuales o sectoriales. En segundo término, alentar mecanismos de
deliberación social –es plausible la consolidación del mecanismo de consulta
por medio de audiencias públicas- que complementen los mecanismos
habituales de deliberación en democracia, esto es, los parlamentos. En ambas
instancias –en el plano científico y en el político-social- las palabras claves al
momento de optar –por ejemplo en un contexto de EIA- por ciertos fines y
medios, serían: razonabilidad, equidad, aceptabilidad, deseabilidad,
elegibilidad, necesidad, etc. En suma, se trata de alentar las actividades
económicas que no afectan negativamente al ambiente, o si lo afectan, lo
hacen lo mínimo indispensable y, según el caso, prohibir o desalentar aquellas
actividades que afectan al ambiente en forma innecesaria, y sobre todo, las
que lo afectan en forma irreversible.
5) Impacto ambiental y Cambio Climático
El clima terrestre es el resultado de la interacción de distintas variables
consideradas como la temperatura, el nivel de precipitaciones, la presión
atmosférica, etc. Dado que al analizar el Cambio Climático (CC) el problema
más relevante es el aumento de la temperatura –por eso hablamos de
calentamiento global- en la superficie planetaria, se hace necesario explicar
cómo se origina en forma natural este proceso en el planeta Tierra en su
interacción con el Sol.
Si la Tierra no tuviera atmósfera (nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono,
ozono, vapor de agua, etc.) la radiación solar que recibiría se reflejaría en la
superficie terrestre y rebotaría hacia el espacio; la temperatura promedio de
nuestro planeta sería de -18º; inviable para la vida. Es la atmósfera la que
opera como una capa protectora permitiendo traspasar la radiación solar (de
onda corta) hacia la superficie terrestre y también reflejar y rebotar hacia el
espacio, ya no toda, sino parte de la radiación solar que recibimos como
radiación terrestre (de onda larga). En forma simplificada, durante el día
terrestre, la mayor parte de la energía solar traspasa la atmósfera -aunque una
fracción rebota al espacio- y llega a la superficie planetaria; durante la noche, la
mayor parte de la energía solar arribada a la Tierra rebota al espacio, aunque
19
una fracción es retenida por la atmósfera con sus gases de efecto invernadero
“natural” que la componen, permitiendo continuar calentando la superficie
terrestre durante el período nocturno. Es este mecanismo el que permite que la
temperatura media terrestre sea de 15º, lo que posibilita la vida y su evolución
tal como la conocemos. Este efecto invernadero “natural” del planeta Tierra,
nos diferencia del resto de los planetas del Sistema Solar y de cualquier otro
orden.
Por otra parte, el efecto invernadero “natural” se ha visto potenciado en
los últimos 2 siglos con la aparición de los gases de efecto invernadero (GEI)
de origen antropogénico, particularmente desde la Revolución Industrial con el
comienzo de la utilización masiva de combustibles fósiles como fuente de
energía: carbón, petróleo y gas natural; en apenas 200 años, la humanidad ha
consumido la mayor parte de recursos naturales no renovables –fósilesgenerados en cientos de millones de años.
La quema de estos recursos naturales -no renovables- en diferentes
actividades humanas como la producción agraria e industrial, el transporte,
tratamiento del aire, etc., produce la mayor parte del dióxido de carbono –CO 2que a su vez es el principal componente de los GEI, gases de efecto
invernadero “artificial” y que se suma al “natural” antes descrito, conformando
un efecto invernadero exacerbado que provoca hoy el calentamiento global del
planeta.
La concentración de CO2 en la etapa preindustrial era menos de 300
ppm (partes por millón) y ha tenido un crecimiento sostenido hasta el presente,
lo cual ha provocado un aumento de la temperatura media del planeta en
cercana a 1º C. La tendencia es francamente creciente y traerá consecuencias
que afectarán la vida humana cualesquiera sean las regiones que
consideremos. Todos los países contribuyen al cambio CC, tanto en el Norte
como en el Sur, aunque no todos lo hacen en igual proporción ni todos se ven
afectados con iguales consecuencias.
Desde una perspectiva histórica, el problema ambiental del aumento de
los GEI por consumo exponencial de recursos naturales, sobre todo no
renovables, eclosiona, como hemos dicho, en el transcurso del siglo XVIII con
la Revolución Industrial. La degradación ambiental acaecida y el CC a ella
asociada, ha sido independiente de las formas de organización que se han
dado los sistemas económicos que han tenido vigencia a partir de entonces,
incluyendo todas las variantes del capitalismo y del socialismo o, si se prefiere,
todas las economías centralizadas o descentralizadas. Lo que sí se aprecia es
que existen sensibles diferencias relativas entre países respecto a cuánto
contaminan y, además, ciertos países -Japón, países nórdicos europeos20
logran determinados objetivos económicos y sociales con menor costo
ambiental en relación a otros países.
En forma esquemática y a modo de resumen, en la Figura I podemos
apreciar cómo la actividad humana desde la Revolución Industrial al presente
ha potenciado el fenómeno natural del Efecto Invernadero ocasionando un
calentamiento global del planeta con consecuencias a nivel físico, biológico y
socioeconómico. Corresponde aclarar que cuando nos referimos al proceso de
industrialización iniciado en el siglo XVIII que conocemos como Revolución
Industrial, no significa que se lo caracterice como un hecho puntual histórico y
causal de los efectos climáticos posteriores, sino como un proceso histórico de
transformación social sistémica (política, económica, científica, tecnológica)
que se inicia en esa época y que llega a nuestros días; con todas sus ventajas
y progresos, pero también con sus costos sociales y ambientales, entre estos
últimos, el CC es probablemente el principal.
Figura I
21
Fuente: elaboración propia
Los cambios civilizatorios que se vienen sucediendo, si bien se mira, es
que desde finales del Siglo XVIII conforman en realidad un cambio de era del
que no nos apercibimos si no tenemos bien presentes ciertos acontecimientos:
hasta hace apenas dos siglos y medio nuestra civilización estaba asentada
básicamente en áreas rurales; sólo se conocía una única energía: el fuego;
existía una sola energía mecánica: los músculos. (Teilhard de Chardin, ``El
Fenómeno Humano´´; Taurus, Madrid, 1967, 4ta. edición, cap.3)
Esta nueva era civilizatoria por la que aún atravesamos, significa que
“estamos acabando de desprendernos de las últimas amarras que nos retenían
todavía en el Neolítico” (Ibíd.; parafraseando al prehistoriador francés Henri
Breuil).
Es inmenso el progreso humano alcanzado en menos de 3 siglos
aunque ha tenido sus costos planetarios, siendo probablemente el principal el
22
Cambio Climático. Resulta imperativo minimizar el impacto ambiental de la
actividad económica -cuyo análisis constituye el objeto del presente Cursosobre todo si tomamos conciencia que las decisiones de corto plazo tienen
efecto en el largo o muy largo plazo. En otras palabras, aunque en forma
hipotética hoy mismo la humanidad en su conjunto dejase de provocar
totalmente por su actividad económica el ya mencionado efecto invernadero
“artificial” y al él asociado CC, no se retornaría a un equilibrio atmosférico
natural hasta dentro de varias generaciones humanas.
Sería un error considerar que las soluciones para evitar o disminuir el
CC provendrán solo desde el campo científico y/o tecnológico. Nuevamente
aquí se presenta la cuestión de que ante un tema ambiental crucial para la
humanidad como el que nos ocupa, se hace necesario abordarlo en forma
interdisciplinaria. Las tecnologías ahorradoras de energía o las energías
alternativas son parte de la solución pero no alcanzan a ser la solución, entre
otras cosas, por la magnitud del problema. Un buen comienzo sería reflexionar
sobre cuestiones más profundas, tales como el alcance de satisfacer las
auténticas necesidades para una vida digna para todos los seres humanos con
su consiguiente costo ambiental en términos de la inevitable contaminación
provocada de acuerdo al estado actual del conocimiento científico y
tecnológico. Más temprano que tarde habrá que diferenciar el costo ambiental
(inevitable) de satisfacer dichas necesidades del costo ambiental (evitable) de
satisfacer los deseos desmedidos de solo una parte minoritaria de la
humanidad.
6) Alcances y limitaciones de la EIA
La EIA ha demostrado sobradamente ser un instrumento de
gestión ambiental válido y probado en todos los países, incluso, más allá de las
modalidades de sus respectivos sistemas económicos. Pero es necesario
reconocer, en muchos casos, sus limitaciones.
La importancia del tema está fuera de discusión. Prueba de ello,
es la alusión directa a la EIA nada menos que en una encíclica papal. En
efecto, como sabemos, los papas de la Iglesia Católica más allá de su rol de
líderes espirituales de más de 1.300 millones de católicos, son de hecho líderes
reconocidos en la escena internacional. En tal carácter, el papa Francisco
publicó en 2015 su encíclica ambiental Laudato sí (Sobre el cuidado de la casa
común), con el fin de interpelar a la humanidad sobre la importancia de la
cuestión ambiental y climática, meses antes del Acuerdo de París a fines de
ese año. Pues bien, explícitamente allí se hace referencia a la EIA y a sus
23
limitaciones:
182. La previsión del impacto ambiental de los emprendimientos y proyectos
requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la
corrupción, que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a
cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y
debatir ampliamente.
183. Un estudio del impacto ambiental no debería ser posterior a la elaboración
de un proyecto productivo o de cualquier política, plan o programa a
desarrollarse. Tiene que insertarse desde el principio y elaborarse de modo
interdisciplinario, transparente e independiente de toda presión económica o
política. Debe conectarse con el análisis de las condiciones de trabajo y de los
posibles efectos en la salud física y mental de las personas, en la economía
local, en la seguridad. Los resultados económicos podrán así deducirse de
manera más realista, teniendo en cuenta los escenarios posibles y
eventualmente previendo la necesidad de una inversión mayor para resolver
efectos indeseables que puedan ser corregidos. Siempre es necesario alcanzar
consensos entre los distintos actores sociales, que pueden aportar diferentes
perspectivas, soluciones y alternativas. Pero en la mesa de discusión deben
tener un lugar privilegiado los habitantes locales, quienes se preguntan por lo
que quieren para ellos y para sus hijos, y pueden considerar los fines que
trascienden el interés económico inmediato. Hay que dejar de pensar en
«intervenciones» sobre el ambiente para dar lugar a políticas pensadas y
discutidas por todas las partes interesadas. La participación requiere que todos
sean adecuadamente informados de los diversos aspectos y de los diferentes
riesgos y posibilidades, y no se reduce a la decisión inicial sobre un proyecto,
sino que implica también acciones de seguimiento o monitorización constante.
Hace falta sinceridad y verdad en las discusiones científicas y políticas, sin
reducirse a considerar qué está permitido o no por la legislación.
Como aporte a esta
discusión en un sentido propositivo, nos
permitimos, por último, puntualizar lo siguiente. En el caso de proyectos
privados -la mayoría, en el contexto económico mundial actual- es la empresa
comitente la que contrata a consultores que elaboran una EIA que luego será
aprobada por el correspondiente organismo gubernamental o ente regultorio.
Y aquí está el problema, más allá de la ética profesional que se presupone
tengan los consultores contratados. La relación entre quién paga y quién tiene
que proporcionar un servicio puede llegar a crear una relación interesada, no
objetiva o influenciable. En la evaluación propiamente dicha, por ejemplo,
pueden aparecer muchas “zonas grises” o al considerar determinados
supuestos para ciertas variables de riesgo futuro pueden llegar a aplicarse
discutibles criterios de discrecionalidad. Todos sabemos de qué estamos
hablando y justamente estas circunstancias reflejan las limitaciones de la EIA
como instrumento válido para prever, advertir o mitigar efectos ambientales no
24
deseados por la comunidad y, se supone, por el gobierno respectivo.
La única forma de evitar los inconvenientes planteados
probablemente sea cambiar la relación de pago por contraprestación de
servicios existente entre comitente -generalmente una empresa privada con
intereses que puedan no coincidir con los de la comunidad- y consultor
ambiental. Sería factible implementar, o por lo menos discutir de la forma más
amplia posible, una secuencia de acciones como la que consignamos
seguidamente:
1)
Una empresa privada decide implementar un proyecto con
impacto ambiental y acuerda con el ente gubernamental responsable el
costo de la evaluación de dicho impacto.
2)
Dicha empresa, al igual que todas las empresas en igual
situación, depositan por ante el ente gubernamental la suma
correspondiente al costo de la EIA a realizar
3)
El ente gubernamental llama a concurso público nacional o
internacional de consultores de EIA y procede a la selección
4)
Dicho ente es el que en definitiva paga al consultor quien
estará obligado a presentar un estudio objetivo haciéndose cargo de sus
consecuencias a futuro por imprevisiones que razonablemente debieran
haberse tomado en cuenta.
No es un tema sencillo y requiere una amplia discusión de todos
los estamentos de la sociedad interesados en tan importante cuestión (entes
públicos y privados, Ong's, asociaciones de profesionales y consultores, etc.)
Por último, y acorde con los tiempos que corren en cuanto a la crisis
ambiental global y, en particular, el Cambio Climático (CC) o Calentamiento
Global, un instrumento de gestión tan importante como la EIA no puede dejar
de incorporar de forma metódica indicadores específicos de emisiones de
gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de una obra o proyecto en
funcionamiento. Conviene recordar que cuando surge en forma estándar la EIA
en los años 70 del siglo pasado, los indicadores de impacto ambiental
establecidos correspondían al estado de la cuestión ambiental por ese
entonces: impactos sobre el aire (no el clima), el agua, el suelo o la
biodiversidad. No se contemplaba el efecto del impacto ambiental sobre el
clima, lo que hoy reconocemos como CC, porque no se era plenamente
consciente de dicho fenómeno. Hoy, es una cuestión indiscutible la realidad del
CC ya que tiene el aval prácticamente unánime de la comunidad científica
internacional, más allá de las responsabilidades históricas y actuales de los
diferentes países en cuanto a su origen y remediación.
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