72 Mario Verdugo M. - Ana María García B. Los titulares del poder político en la Edad Media desconocían completamente los presupuestos financieros, pues nunca existió una separación entre el erario y el patrimonio de los príncipes. La concreción del Estado como eficiente unidad política, militar y económica sólo pudo adquirir realidad cuando se corporizó también como unidad de decisión. En el continente europeo, ello fue obra de la monarquía absoluta. "Históricamente, el Estado soberano es, ante todo, un Estado autoritario, cuyo poder está basado en un Derecho propio, en contraposición a la teoría de la transmisión del poder por el pueblo que aparece ya en la Edad Media. La soberanía es ante todo histórica: soberanía del príncipe con tendencia al absolutismo, el cual se asocia fácilmente con la validez exclusiva absoluta del poder estatal, pero que solamente aparece en países donde el territorio estatal ha sido creado de nuevo mediante la política monárquica centralizadora" 3t. Admitir que los estados modernos aparecen en el Renacimiento como monarquías absolutas no implica, por cierto, pensar que éstas surgen de la noche a la mañana, brotando en el vacío, sino que más bien se constituyen por una especie de desarrollo y crecimiento que ha venido verificándose desde siglos atrás en las monarquías medievales, cuyas instituciones prefiguran en algún modo lo que será el Estado moderno n. TEXTOS CX>MPLEMENTARIOS l. CONCEPCIONES SOBRE EL ORIGEN DE LA SOCIEDAD POLITICA A. HIPOTESIS NATURALISTA l. ARISTOTELES O "Política" Universidad Nacional Autónoma de México, 1963 Libro J, Sec. lra. Texto atinente a párrafo 9: ''EL HOMBHE, ANIMAL POLITICO" ae Orm 1-lrNTLE, ob. cit., p. 303. 37 Sobre la aparición de las monarquías absolutas modernas, ver Orro HrNTZE, oh. cit., pp. 293 y ss.; AYA.LA, oh. cit., pp. 201 y ss.; S.Ufl'AY, oh. cit. pp. 162 y ss. �rqué sea el hombre un animaLpolíHco, más aún que las abejas y todo otro anim gregario, ��klentc. L,._n_!turalcza -eegún hemos dicho- no hace nada en va.no· a1ióñl"'"bien, el hombre entre los animales el úñico que...tiene p bra. La voz es señal de ena · cer, )' por esto se encuentra en los demás animales cuya naturaleza ha Degado hasta el punto de tener sensaciones de pena y de placer y comunicarlas entre si). Pero la palabra está para hncer patente lo prove• (384-322 a. de C.). FiJó90fo griego, disclpulo de Platón y preceptor de Alejnndro Magno. Fundndor del Liceo. 74 Mario Verdugo M. - Ana María García B. cboso y lo nocivo, lo mismo que lo justo y lo injusto; y !Q._prapio..del hombre con respecto a los� animales es que él sólo tiene la percepción de lo bueno de lo malo de_lo justo_y�e lo injusto y de otras c�des semejen es, y participación común en estas percepCJodes es lo que constituye la familia y .la polis. � poli, es asimismo, por naturaleza, anterior a la familia " a ca.da uno de nosotros. El todo, en efecto, es necesariamente anterior a la parte. Destruido el todo corporal, no habrá ni pie ni mano a no ser en sentido equívoco, como cuando se habla de una mano de piedra; algo semejante será la mano de un cuerpo en corrupción. Todas bis� se definen por su obra y su potencia operativa, de IDO<U>Que cuando éstas no son •ff Jo que eran, no deben las mismas cosas decírse tales, a no 9E!r que queramos hablar en senti<lo equívoco. Es pues manifiesto que la polis es por naturaleza anterior al individuo, pues &i el.individuo no puede de por si bastarse a si mismo, debe.ro estar con el todo.._político en la misma relación que las otras partes lo están con su respectivo todo. 'El que sea inca.paz de entrar en esta participación común, o aue a causa de su propia suficiencia no necesite de ella, no es más parte de la pnlL!, sino que es una bestia o un dios. En todos los hombres hay pues por naturaleza una tendencia a formar asociaciones de esta especie; y con todo, el primer fundador de ciudades fue causa de los mayores bienes. Pues así como el hombre, cuando llega a su peñección, es el mejor de los animales, as! también es e1 peor de todos cuando e.$t"á divorciado de la ley y la justicia. 2. SANTO TOMAS DE AQUINO• "'Del gobierno de lo! priru;ipe!'' Ed. Losada, B. Aires, 1964 Texto atinente a párrafo 9: "EL HOMBRE SOCIAL Y POLIDCO" Pero es propio del hombre el ser animal social y poUtico, quo vivo entre la muchedumbre, más que todos los otros anima.les; lo cual declaran las necesidades que naturalmente tiene. Porque a ellos la naturalesa les preparó el mantenimiento, el vestido do sus pelos, la defensa de sus dientes, cuernos y uñas, o a lo meaos la velocidad para huir, y el hombre, empero, no recibió de la naturaleza ninguna de estas cosas, • A Santo Tomás do Aquino (1227-1274) se lo cons.lde.ra el representante más significativo de la escolástica. Fue canonizado en 1323 y proclamado Doctor de la Iglesia por Pío V en 1567. �!anual de Derecho Político 75 mas en su lugar fuele dada la razón, para que mediante ella, con el trabajo de sus manos, lo pudiese buscar todo; a lo cual un hombre sclc no basta, porque de por sí no puede pasar la vida suficientemente; y así� decimos, Je es natural vivil' en compañía de muchos. Además de esto, los otros anima.les tienen natural industria para todas las cosas que les son útiles o nocivas, como la oveja conoce al lobo naturalmente por enemigo¡ y otros anímales, por natural industria, conocen algunas hlerbas medicinales y otras cosas necesarias a su vida; mas el hombre, de las que lo son pa.ra vivir, sólo tiene conocimiento en romún, como quien por la rnzón puede de los principios universales venir en conocimiento de las cosas que son necesarias para la vida humana. No ea, pues, posible que un hombre solo alcance por su razón tocias las cosas de esta manera; y as! es necesario vivil' entre los muchos, para que unos a otros ayuden y se ocupen unos en inventar unas cosas. y otros en otras. Esto también se pruebe evidentísima.mente por serles propio a los hombres el hablar, con lo cual puoden explicar sus conceptos totalmente y otros animales declaran sus pasiones sólo en común, como el peno, en ladrar, la Ira, y otros por diversos modos. As! que un hombre es más comunicativo para otro, que los animales que andan y viven juntos, como las gallinas, las hormigas y las abejas; y considerándolo, Salomón, dice en el Eclesiástico: "Mejor es estar dos que uno, porque gozan del socorro de la correspondiente compañía". Pues siendo natural al hombre el vivir en compañia de muchos, necesario es que haya entre ellos quien rija esta muchedumbre; porque donde hubiese muchos, si cada uno procurase para s( solo lo que ootuviese bien, la muchedumbre se desunirla en diferentes partes, si no hubiese alguno que tratase de lo que pertenece al bien común; asi como el cuerpo del hombre y de cualquier animal vendr[n a deshacerse si no hubiese en él alguna virtud regitiva, 9.ue acudiese al bien común de todos los miembros¡ y as! dijo Salomón: 'Donde no hay Gobernador, el pueblo se disipará" ... Así que en cualquiera muchedumbre conviene quo haya quien gobierne. (Libro Primero, Capitulo 19.) Y además de todo Jo dicho, hay otra razón para mostrar que es necesario el vivir Tos hombres juntos, y es el apetito que tíerien de comunicar sus obras a otros, de manera que a este apetito le seria molesto hacer ninguna cosa de virtud sin la compañia de otros hombres. De donde es que dice Tulio en el libro de la amistad que la naturaleza ninguna cosa solitaria ama; porque según pienso, es cierto lo que oí a los pasados, que solía decil' Archita Tarentino: Que si alguno subiese al cielo, y viese la naturaleu del mundo y la bermosura de las estrellas, sf fuese sin amigos y compañeros, no le seria auave aquella admiración. Y las mismas riquezas no resplandecen si no se esparcen entre muchos, como dice Boecio, De manera que parece que el hombre tiene necesidad de vivir entre muchos, considerando llSÍ pOr la parte del cuerpo sensitiva, oomo de parte de la naturaleza ra,. Mario verdugo l\-1. - A.na María Carcln B. 76 cional Por lo cual naturalmente es necesaria la fundación de las ciudades, .. Y aunque los que primero las fundaron, según dice la Escr-itura, fueron hombres malos, como Caín, fratricida, y N��ret, ºl!�r de los hombres el cual edificó a Babilonia., y Asur, que edif1c6 a Níníve, con todo eso � movieron a ello por estas comodidades de los hombres encaminándole a la utilidad de su dominio, que para conservarla era necesario que los hombres viviesen juntos. ( Libro Cuarto, Capitulo 39.) B. lUPOTESIS CONTRACTUALISTA l. THOMAS HOBBES • .• Levwthan" Texto atinente a pánafo 10: a) "DE L..\ CONOICION NATURAL DEL GENERO HUMANO" La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del esplritu que, si bien un hombre es a veces, evidentemente más fuerte de cuerpo o más sagaz de entendimiento que otro, homcuand� so considera en conjunto, la diferencia entre hombre bre no es tan importante que uno puede reclamar, a base de � a. para si mismo un beneficio cualquiera al que otro no pueda a.sp1rar come él. En ef�o. por lo que respecta a la fuerza corporal, .el mlls d&il tíece bastante fuerza. para matar al más fuerte, ya sea mediante se�retas m�quinaciones o confederándose con otro que se halle en el ImSIDO pehgro que él se encuentra. En lo que a facultades menta.les yo encuentro aún una igualdad más grande entre los hombres que en lo referente a la f�erza · · : No hay, en efecto y de ordinario, un signo més claro de dis�budón igual de una cosa, que el hecho de que ca.da hombre esté satisfecho con la porción que Je corresponde. /a • (1588-1679) Filósofo inglés. Las continuas luchas políticas y religiosas que convulsionaron a Inglaterra durante el siglo XVII como consecuencía de las rivalidades existentes entre el Parlamento Y la Corona, llevaron a concebir un sistema de gobierno absoluto .•• Los &a�en-toe transcritos han sido tomados de su obra '"l.EvL\.TKAN , Ed. Universitaria de Puerto Rico, 1968. Manual de Derecho Político 77 De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecución de nuestros fines. Esta es la causa de quo si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno l}Ueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos, y en el ce.mino que conduce al fin ( que es, principalmente, su propia conservación, y a veces su delectación tan sólo) tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro. Da.da esta situación de desconfianza mutua, ningún procedimiento tan ra��nab�e existe �ra que un hombre se proteja a sí mismo, como lo entícípacíón, es dectr, el dominar por medio de la fuerza o por la astucia a todos los hombres que pueda, durante el tiempo preciso hasta que ningún otro poder sea capaz de amenazarle. ' Además, los hombres no expetímentan placer ninguno ( sino, por el contrario, un gran desagrado) reuniéndose, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todos ellos. En efecto, cada hombre considera que �u compañero debe valorarlo del mismo modo que él se valora a s� nusmo. Y en presencia de todos los signos de desprecio o subestimación, procura naturalmente, en In medida en que puede atreverse n ello ( lo que entre quienes no reconocen ningún poder comUn que los sujete, es sufi�icnte para hacer que se destruyan uno a otro), arrancar una mayor estimación de sus contendientes, infligiéndoles algún daño, y de los demás por el ejemplo. Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia: primera, la competencia; segunda, la desconfianm· tercera, la gloria. ' primera. causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un bonefic1.o¡ la segunda, para lograr seguridad¡ la teroera, para ganar reputación , . , �n t�o ello es manifiesto que durante el tiempo en que los bomb.res viven sin un poder que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra: una guerra tal que es la de todos contra todos. Porque la CtrEI\RA no consiste solamente en batallar, en el acto de luchar, sino que se da durante el período de tiempo en que la voluntad de luchar se manifiesta de modo suficiente. Por consiguiente, todo aquello que es consustancial a un tiempo de guerra, d�nte el cual cada hombre es enemigo de los demás, es n_atural también en el tiempo en que los hombres viven sin otra segundad que Ja. que su propia fuerza y su propla invención pueden pre> porcion_arles. En toda situación semejante no existe oportunidad para la Industria, ya que su fruto es incierto¡ por consiguiente, no hay cultivo de la tierra, ni navegacl6n, ni uso de artículos que puedan ser importados por mar, ni construcciones confortables, ni fuerza, ni conocimientos de la faz de la tierra, ni cómputo del tiempo, ni artes ni letras, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe continuo temor y pe1igro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve. 1:ª. 78 Mario Verdugo M. - Ana Marla García B. Acaso puede pensarse que nunca existió un tiempo o condiciones en que se diera una guerra semejante, y en efecto, yo creo que nunca ocurrió generalmente as!, en el mundo entero, pero ei:isten varios lugares donde viven ahora de ese modo. Los pueblos salvajes en varias comarcas de América, si se exceptúa el régimen de pequeñas familias cuya concordia depende de la concupiscencia natural, carecen de gobierno en absoluto, y viven actualmente en ese estado bestial a que me he referido. De cualquier modo que sea, puede percibirse cuál será el género de vida cuando no exista un poder común que temer, pues el régimen de vida de los hombres que antes vivían bajo un gobierno pacífico, suele degenerar en una guerra civil, Ahora bien, aunque nunca existió un tiempo en que los hombres particulares se hallaran en una situación de guena de uno contra otro, en todas las épocas, los reyes y personas revestidas con autoridad soberana, celosos de su independencia, se hallan en estado de continua enemistad, en la situ.ación y postura de los gladiadores, con las armas asestadas y lo, ojos fijos uno en otro. Es decir, con sus fuertes guarniciones y cañones en guardia en las fronteras de sus reinos, con espías entre sus vecinos, todo lo cual implica una actitud de _guerra. Pero como a la vez defienden también la industria de sus súbditos, no resulta de esto aquella miseria que actimpnña a la libertad de los hombres particulares. En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. Donde no hay poder común, la ley no existe¡ donde no hay ley, no hay justicia. En la guerra, la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales. Justicia e injusticia no son facultades ni del cuerpo ni del espíritu. SI lo fueran, podrán darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que se dan .sus sensaciones y pasiones. Son aquéllas cualidades que se refieren al hombre en sociedad, no en estado solitario. Es natural también que en dicha condición no existan propiedad ni dominio, ni distinción entre tuyo y mío¡ sólo pertenece a cada uno lo gue pueda tomar, y sólo en tanto que pueda conservarlo. Todo ello puede afirmarse de esa miserable condición en que el hombre se encuentra por obra de la simple naturaleza, si bien tiene una cierta posibilidad de superar ese estado, en parte por sus pasiones, en parte por su m7.ón. Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, }'.' la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. La razón sugiere adecuadas normas de paz, a las cuales pueden llegar los hombres por mutuo consenso. (Primera parte, Capitulo Xlll). Manual de Derecho Político b) 79 "LA GENERAC!ON DE UN ESTADO" El único camino para erigir semejante poder común de d_efenderlos contra la invasióa de los extranjeros y contra '1ascafn�as ajenas, asegurándoles de ta1 suerte que por su propia actividad ; po los fru.tos de la tiena puedan nutrirse a si mismos y vivir satisfechos � conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de b�mbres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus voluntades a una voluntad. Esto equivale a decir: elegir un hombre O una asamblea'de hom�res que represente su personalidad; Y. que cada uno considero como propio Y se recono� a si mismo como autor de cosa que ha� o promueva qwen representa su persona, en cualquiera aquellas cosas que co ernen a la paz y a la seguridad comunes; que, ademiis, sometan Eus voluntades ceda uno a la vo)untad de aquél, y sus juicios a su juicio. sto es algo má.s que consentimiento o concordia· es una unidad real d todo ello en una misma persona, instituida por 'pacto de cada bombr! con � demás, en fonna tal como si cada uno dijera a todos: autorizo transfiero a est? hombre o kSambfea de hombres mi derecho de got>ef. narme a mi nusmo, con la condición de que vosotros transferiréis a él �estro derecho, y autorizaréis todos sus actos de la misma manera Hech� esto la multitud así unida en una peí90na se denomina ESTADO, e� latin CMTAS, Esta es la generación de aquel gran LEvlAntAN, 0 � b":n habl�o. con más reverencia, de aquel dios mortal, al cual debemos ba10 el Dios 1;0mortal, nuestra pa,: y nuestra defensa. Porque en virtud de esta autondad ..,1,__ que se le confiere -·- J ar e J Estado r cada homb re parncu . posee Y unuza tanto pod er y � ortaJeza, que por el terror ' ue Inspira es capaz de conformar las voluptades de todos ellos para la iaz en su prop10 país, y para la muhl.a ayuda contra sus enemigos en eJ ' cxtra�ero en ello consiste la esencia del Estado, que podemos definir as(· u1:i.persona de cuyos actos se constituye en autora una gran multitud 1ante00pactos m recíprocos de sus miembros con el fin de que esa persona P� a emplear Ja fuerz.a y los medios de todo, como Jo luz conveniente para asegurar la paz y la defensa común. El titular persona se denomina SOBERANO y se dice que tiene poder soberano· EsC::d�no¿e,/::¡ ue qXVIIlo) rodean es súnorro suyo. , . ( Segunda parte, Dei • p o . Je :::. 80 Mario Verdugo �i .. Ana Maria García B. 2. JOHN LOCKE • "Ensayo sobre el gobierno civil" Ed. Aguilar, Madrid, 1955 Texto atinente a párrafo 10: "EL ORIGEN DEL PODER POLFflCO'" Para comprender bien en qué consiste el pOder polltico y para remontamos a su verdadera fuente, será forzoso que consideremos cuil es el estado en que se encuentran naturalmente los hombres, a saber: un estado de completa libertad para ordenar sus actos y para disponer de propiedades y de sus personas como mejor les par� dentro de los límites de la ley natural, sin necesidad de pedir penruso y sin depender de la voluntad de otra persona. Es también un estado de igualdad, dentro del que todo poder Y toda jurisdicción son reclprocos, en el que nadie tiene más q�e otro, pu�o que no hay cosa más evidente que el 9ue se!es d.e .la .misma especie Y de idéntico rango, nacidos para participar sin d�tinCl6n de todas las ventajas de la naturaleza y para servirse de las J?lSm� f�ettltades, sean también iguales entre ellos, sin subordinaci6n nr sentimiento,. a menos que el Señor y Dueño de todos ellos haya colocado, por m�,o de una clara manifestación de su voluntad, a uno de ellos pO� enc:un� de los demás, y que le haya conferido mediante un nombramiento evidente Y claro el derecho indiscutible al poder y a la soberanla ( Capitulo Il ). Siendo, según he dicho ya, los hombres Ubres, iguales e indepe� dientes por naturaleza, ninguno �e ellos puede �r arrancad? de esa si· tuación y someudc al poder pohtico de otros sm que medie su propio consentimiento. Este se otorga mediante convenio hec?o con otros h?mbres de juntarse e integrarse en una comunidad destinada a pe�tirles una vida cómoda, segura y pacífica de unos con. otros, en el disfrute tranquilo de sus bienes propios, y una salvaguardut. mayor contra cualquiera que no pertenezca a esa comunidad. Esto puede llevarlo a cabo cual uier cantidad de hombres, porque no perjudica a la libertad de los �emás, que siguen estando como lo estaban basta en.tonces, f!n la libertad del estado de naturaleza. Una vez que un �erm1nado numero ha consentido en constituir una comunidad o gobierno, quC?an desde ese mismo momento conjuntados y forman un solo cuerpo poUti: dentro del cual la mayoría tiene el derecho de regir y de obligar a t os. • ( 1632-1704). Filósofo y médico inglés. �artidario. del régimen parlamentario. Es considerado el padre del liberalis.':'10 polltico. Los fragmentos trans:ritos han sido tomados de su obra Ensayo sobre el gobierno civil", Ed. Aguilar, Madrid, 1955. Manual de Derecho Político 81 En efecto, una vez que, gracias al consentímíento de cada individuo, ha constituido cierto número de hombres una comunidad, han formado, por ese hecho, un cuerpo con dicha comunidad, con poder � actuar como un solo cuerpo, lo que se consigue por la voluntad y la decisión de la mayoría. De otra forma es imposible actuar y formar verdaderamente un solo cuerpo, una sola comunidad, que es a lo que ce.da individuo ha dado su consentimiento al ingresar en la misma. El cuerpo se mueve hacia donde lo impulsa la fuena mayor, y esa fuerza es el consentimiento de la mayoría; por esa raz6n quedan todos obligados po� la resoluci6n a que llegue la mayoría. Por eso vemos que en Ju asambleas investidas por las leyes positivas para poder actuar, pero �Jau: esas leyes positivas hayan establecido un número fijo para que p hacerlo, la resolución de la mayoría es aceptada por la resolución de la totalidad de sus miembros, y por la ley natural y de la razón, se da por supuesto que obliga por llevar dentro de si el poder de la totalidad (Capitulo Vlll). Por consiguiente, debe darse por supuesto que quienes, saliendo del estado de naturaleza se constituyen en comunidad, entregan todo el poder necesario para las finalidades de esa integración en sociedad a la mayoría de aquélla, a no ser que, de una manera expresa, acuerden que debe estar en un número de personas superior al que forma la simple mayoría. Y se da por supuesto que esto lo realizan por el simple hecho de unirse dentro de una sociedad política, no requiriéndose otro pacto que ése entre los individuos que se unen o que integran una comunidad. Tenemos, pues, que lo que inicia y realmente constituye una sociedad política cualquiera, no es otra cosa que el consentimiento de un número cualquiera de hombres libres capaces de formar mayoría para unirse, Integrarse dentro de semejante sociedad. Y eso, )', solamente eso, es Jo que dio o podría dar principio a un gobierno legitimo. 3. JUAN ]ACODO ROUSSEAU • "El Contrato Social" Ed. Aguilar, Madrid, 1969, Libro I, capítulo Vl Texto atinente a párrafo 10: 'ºORIGEN DEL CONTRATO SOCIAL" Supongo a los hombres llegados a un punto en que los obstó.culos que se oponen a su conservaci6n en el estado natural vencen con su • (1712-1778), Fil6sofo y escritor suizo.francés nacido eo Ginebra, Se considera que sus doctrinas ilúluyeroo en el proceso de la Revolución francesa. 82 Mario Verdugo M. - Ana María García B. resistencia a las fuerzas que cada individuo puede emplear para man- tenerse en ese estado. Entonces, ese estado primitivo no puede ya subsi9tir, el género humano perecería si .no cambiase su manera de ser. Ahora bien. como los hombres no pueden engendrar nuevas fuerzas, sino solamente aunar y dirigir las que existen, no les queda otro medio, para subsistir, que formar par agregación una suma de fuerzas qu� puedan superar la resistencia, ponerlas en juego mediante un solo móvil y hacerlas actuar de consuno. Esta suma de fuerzas no puede nacer más que del concurso de varios; pero como la fuerza y la libertad de cada hombre son l� pr� instrumentos de su conservación, �.cómo lo comprometerán sm peIJ� carse y sin descuidar las atenciones que se debe a sí mismo? Esta dificultad aplicada a mi tema puede enunciarse en estos términos: "Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común a la persona y los bienes de cada asociado, y por Jo cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a si mismo y permanezca tan libre como antes". Tal es el problema fundamental, cuya solución da el Contrato Social. Las clAusulas de este contrato están de tal modo determinadas por la naturaleza del acto, que la menor modificaci6.n las baria vanas y de nulo efecto; de suerte que, auoque no hayan sido acaso nunca fo�almente enunciadas, son en todas partes las mismas, en todas partes tác1� mente admitidas y reconocidas; hasta que violado el pacto social, cada uno vuelve a sus primeros derechos y recupera su libertad natural, perdiendo la libertad convencional por la que renunció a aquél.la. Estas clóusulas, bien entendidas, se reducen todas a una sola: la enajenación de áida asociado con todos sus derechos a toda la comunidad. Pues, en primer lugar, dándose cada uno todo entero, la condición es igual para todos, y siendo igual para todos, ninguno tiene interAs en hacerla onerosa para los dem6.s. Por otra parte, dándose cada uno sin reservas, la unión es todo lo perfecta· que puede ser y ningún asoclado tiene ya nada que reclamar. Pues si Tes quedaran algunos derechos a los particulares, co�o. no h.abría ningún superior común que pudiera fallar ent;e ellos y el publico, s�e�do cadi cual su propio juez, pretenderla en seguida serlo en todo, subsistiría el estado de nahtraleza y la asociación llegarla a ser necesariamente tininica o inútil. En fin, como dándose cada uno a todos no se da a nadie. Y como no hay un solo asociado sobre el cual no se adquiera el mismo derecho que a él se le cede sobre uno mismo, se gana el equiv�ente de todo lo que se pierde, y más fuerza para conservar lo que se tiene. De suerte que si se separa del pacto social, l� que _no. forma parte de su esencia resultad que se reduce a los térmmos 51gu1entes: Cada uno de nosot� pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y recibimos en cuerpo a cada miembro como parle indivisible del todo. Manual de Derecho Político 83 En el mismo instante, en lugar de la persona particular de cada conbatante, este acto de asociación produce un cuerpo moral y colectivo compuesto de tantos miembros como votos tiene la asamblea., el cual recibe de este mismo acto su unidad, su yo común, su vida y su voluntad. Esta persona pt',blica que se forma asl, por la unión de todas las demás, tomaba en otro tiempo el nombre de Ciudad, y toma ahora el de Repúbli<::a o el de cuerpo poUtico, al cual llaman sus miembros Estado cuando es pasivo, Soberano cuando es activo. Poder cuando lo comparan con otros de su misma especie. POT Jo que se refiere a los asociados to!11an colectivamente el nombre de Pueblo, y se llaman en particuliu'. C1uda�os como participantes en Ia autoridad soberana, y Súbditos como sometidos a las leyes del Estado. Pero estos términos suelen confundirse y tomarse uno por otro; basta saber distinguirlos cuando son empleados en su sentido preciso. C. HIPOTESIS ANTROPOLOGICA GEORGE BALANDIER "Antropología Política" Ed. Península, Barcelona, 1969, pp. 171 y ss. Texto atinente a párrafo 11: "LA ASOCIACION VOLUNTARIA Y LA DOM!NACION" Ciertos antrop6logos, antiguos y_ modernos, se sitúan igualmente entre los que impugnan la uníversalfdad de los fenómenos políticos. Uno �e los "fundadores", W, C. Mac-Leod, enjuicia a unos pueblos que considera -como los Yurok de California- desprovistos de una organización política y viviendo en un estado de anarqula { The Origin and Htsiory of PolUic8, 1931). B. Malinowski admite que los grupos pollticos están ausentes "entre los Vedda y los nativos australianos" y R. Redfield subraya que las instituciones poUlicas pueden faltar totalmente en el caso de las sociedades "más primiLivas". Y el propio Radcliffe-Drown en su estu� de los Ambn1an { The Andaman lslanders, 1922), recon�e que esos msulares no disponen de ningún "Cobiemo organizado". De hecho, la verificación negativa tiene raras veces un valor absoluto; en la mayoria de los casos no expresa sino la ausencia de instituciones pollticas comparables a las que rigen el Estado modemo. Dado este impllclto etnocentrismo, no puede ser satisfactoria. De ahí los intentos por romper una dicotomia demasiado simplista, oponiendo las 84 Mario Verdugo M. - Ana María García B. sociedades tribales a las sociedades con un Cobiemo claramente constituido y racional. Esas tentativas suelen operar por diferentes vías. �u�n caracterizar el dominio político menos por sus modos de orgamzaoón que por las funciones cumplidas; en ese , caso se amplia su exl:e��n. Tienden igualmente a localizar un .. rellano' a partir del cual lo político se manifiesta nítidamente. L. Mair lo recuerda: "Algunos antropólogos tendrían por seguro que la esfera de lo político empieza allí donde acab:3la del parentesco". O bien la dificultad se aborda de frente, y el conocrmiento del hecho político se busca a partir de las sociedades donde es menos aparente, es decir, en las sociedades llamadas "se��as�·. As!., M. G. Smith dedica un largo artículo a las sociedades de Iíneje que considera en un triple aspecto: en tanto que sistema con caracterlsticas formales, en tanto que modo de relación distinto �el parentesco, y �yormente en tanto que estructura de contenido pobtico. Llega a considerar la vida política,, como un aspecto de toda vida social, no como �l pre>?-ucto de unidades o de estructuras específicas, y a negar la pertinencia de la distinción rígida establecida entre "sociedades con Estado" y .. sccíedades sin Estado". Pero también esta interpretación es imputada, entre otros, por O. Easton, en su artículo sobre los problemas de la antropología política: el análisis teórico de Smith es -a juicio suyo-- de un nivel tan elevado que no permite aprehender mediante qué rasgos los sistemas politicos se parecen, por la mern raz6n de que. des�uida el examen de lo que los hace diferenciarse. De modo que la incertidumbre sigue siendo total. D. HIPOTESIS MARXISTA FEDERICO ENCEiLS "El origen de l.a familia, la propiedad J}rloada y !l Eitado" en "Obras escogida.3 de Man: y Engeli Ed. Progreso, Moscú, 1969, pp. 621 y ss. Texto atinente a párrafos 10-11: ''EL ESTADO Y LAS CLASES SOCIALES" Así I pues el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera a Ia sociedad; tampoco es "la realidad de la idea moral", .. ni la imagen y la realidad de la razón", como afirma Hegel. Es mó.s bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo deteeminado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una Manual de Derecho Político irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente paca conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha esténl, se bace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amomguar el choque, a mantenerlo en les limiles del ..orden". Y ese poder, nácido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia do ella más y más, es el Estado. Frente a la antigua organización gentilicia, el Estado se caracteriza en primer lugar por la agrupación de sus súbditos según divisiones territoriales. Las antiguas asociaciones gentilicias, constituidas y sostenidas por vínculos de sangre, habían llegado a ser, según lo hemos visto, insuficientes en gran parte, porque suponían la unión de los asociados cOn un tenitorio determinado, lo cual había dejado de suceder desde largo tiempo. El territorio no se había movido, pero los hombres si. Se tom.6 como punto de partida la división territorial, y se dejó a los ciudadanos ejercer sus derechos y sus deberes sociaJes donde se hubiesen establecido, independientemente de la gens y de la tribu. Esta organización de los súbditos del Estado conforme al territorio es común a tocios los Estados. Por eso nos parece natural¡ pero en anteriores capítulos hemos visto cuán porfiadas y largas luchas fueron menester antes de que en Atenas y en Roma pudiera sustituir a la antigua organización gentilicia. El segundo rasgo caract-erlstico es la institución de una fuerza pública, que ya no es el pueblo armado. Esta fuerza pública especial hó.cese necesaria porque desde la división de la sociedad e'n clases es ya imposible una organización armada espont6.nea de la población. Los esclavos también formaban parte de la población; los 90.000 ciudadanos de Atenas 16!0 constituían una clase privilegiada, frente a los 365.000 esclavos. El ejército popular de la democracia ateniense era una fuerza pública aristocrática contra los esclavos, a quienes mantenla sumisos; mas, para tener a raya a los ciudadanos, se hizo necesaria también una policía, como hemos dicho anteriormente. Esta fuerza pública existo en tocio Estado; y no está formada sólo por hombres armados, sino también por aditamentos materiales, las cárceles y las instituciones coercitivas de todo género, que la sociedad gentilicia no conocía. Puede ser muy paco importante. o hasta casi nula, en les sociedades donde aún no se han desarrollado ]os antagonismos de clase y en territorios lejanos, como sucedió en ciertos lugares y épocas en los Estados Unidos de América, pero se fortaleoe a medida que los antagonismos de clase se exacerban dentro del Estado y a medida que se hacen mús grandes y más poblados los Estados colindantes. Y si no, examLDese nuestra Europa actual, donde la lucha de las clases y la rivalidad en las conquistas han hecho crecer tanto la fuerza pública, que e.mena.za con devorar a la sociedad entera y aun al Estado mismo. Para sostener en pie esa fuerza pública, se necesitan contribuciones por parte de los ciudadanos del Estado: los impuestos. La sociedad 86 Mario Verdugo 11. - Ana María García B. gentilicia aunca tuvo idea de ellos, pero noootro6 los conocemos bastante bien. Con los progresos de la civilización incluso los impuestos � a ser poco: el Estado libra letras sobre el futuro, contrata emprésdtos, contrae deudas de Estado. También de esto puede hablamos, por propia experiencia, la vieja Europa. Dueños de la fuerza pública y del d� de recaudar los imP_uestos, los funcionarios, como 6rganos de la sociedad, aparecen ahora situados por encima de ésta. El respeto que se tributaba libre y volunt:arian:iente a los órganos de la constitución gentilicia ya no les basta, incluso si pudieran ganarlo; vehículos de un poder que se ha hecho extraño a la sociedad, necesitan hacerse respetar por medio de las leyes de eu:ep- 1 1 ción merced a las cuales gcsan de coa- aureola y de una inviolabilidad particulares. El más despreciable polizonte del Estado civilizado tiene más "autoridad" que todos los órganos del poder de la sociedad gentilicia reunidos; pero el príncipe más pOderoso, el más grande hombre público o guerrero de la civilización, puede envidiar al más modesto jefe gentil el respeto espantó.neo y universal que se le profesaba. El uno se movla dentro de la saciedad; el otro se ve forzado a pretender representar algo que está fuera -; por enciQla de ella. Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, ad uiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explol:ación de a clase oprimida. As{, el Estado antiguo era, ante todo, el Estado de los esclavistas para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano de que se valia la ooblez.a para tener sujetos a los campesinos siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado. Sin embargo, por excepción, hay periodos en que las clases en lucha están tan equilibradas, que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momeo· tánea respecto a una y otra. En este caso se halla la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVlll, que mantenla a nivel la balanza entre la nobleza y el estado llano; y en este caso estuvieron el bo�apartismo del primer Imperio francés, y sobre todo el del segundo, valiéndose de los proletarios contra la clase media, y de ésta contra aquéllos. La más reciente producción de esta especie, donde opresores y oprimidos a�· recen igualmente rldiculos, es el nuevo imperio alem&n de la nación bismarckiana: aqul se contrapesa a capitalistas y trabajadores un� COD otros, y se les extrae el jugo sin distinción en provecho de los ¡unlcers prusianos de provincias venidos a menos. Ademl\s, en la mayor parte de los Estados históricos los derecbce concedtdos a los ciudadanos se gradúan con arreglo a su fortuna, y con ello se declara expresamente que el Estado es un organismo para prot&ger a la clase que posee contra la desposekla. Así suced.Ia ya en Atenas 1 Manual de Derecho Polilico y en Roma, donde la clasificación era por la cuantía de los bienes de fortuna. Lo mismo sucede en el Estado feudal de la Edad Media, donde el poder político se distribu-;ó según la propiedad territorial. Y as! lo observamos en el censo electoral de los Estados representativos modernos. . , , l'or tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglan sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a 1a división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo directo para la producción. Las clases desa,. parecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la 'bese de una asociación libre de productores ígueles, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce, 11. EL ORIGEN DEL TERMINO ESTADO ALESSANDRO PASSERlN D'ENTREVES "La noción. del Estado" Ed. Euramérica, Madrid, 1970, pp. 52-54 Texto atinente a párrafo 14: "LA PALABRA ESTADO" Es legitimo concluir que no hay ninguna exageración en atribuir a P..1aquiavefó el mérito de haber introducido por primera vez el término .. Estado", en su acepción moderna, en el léxico político del mundo civilizado; primero, en el italiano, y de modo más lento y no sin resistencia !;11 las �tras lenguas europeas. En esta paulatina difusión, 1a palabra Estado entra en competencia con otras expresiones utilizadas hasta entonces y que hablan sido derivadas del lat!n. As!, el francés Bodino que tiene una importancia capital en e] desarrollo de la moderna teo� del Estado,. intitula su obra "De la Rdpubllque" ( 1576 ), y con este ténnino designa al Estado, conservando en él la palabra Maf, pese a algunas opinjones contrarias a esta tesis, el significado tradicional de