Subido por Alexander Osorio Mendieta

Actividad fisica universitarios relacion su relacion con autoeficacia y percepcion de riesgo

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ACTIVIDAD FÍSICA EN UNIVERSITARIOS Y SU RELACIÓN CON
AUTOEFICACIA Y PERCEPCIÓN DE RIESGO
JUAN CAMILO BARBERÁN DURÁN
JULIANA ROA TREJOS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA CALI
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
CARRERA DE PSICOLOGÍA, 2016
ACTIVIDAD FÍSICA EN UNIVERSITARIOS Y SU RELACIÓN CON
AUTOEFICACIA Y PERCEPCIÓN DE RIESGO
JUAN CAMILO BARBERÁN DURÁN
JULIANA ROA TREJOS
Trabajo de grado presentado como requisito
parcial para optar al título de Psicólogo
Directora:
MARÍA TERESA VARELA ARÉVALO, Ps. MSc.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA CALI
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
CARRERA DE PSICOLOGÍA, 2016
ARTICULO 23 de la Resolución No. 13
del 6 de Julio de 1946, del Reglamento
de la Pontificia Universidad Javeriana.
“La Universidad no se hace responsable
por los conceptos emitidos por sus
alumnos en sus trabajos de Tesis. Solo
velará porque no se publique nada
contrario al dogma y la moral católica y
porque las Tesis no contengan ataques
o
polémicas
puramente
personales;
antes bien, se vea en ellas el anhelo de
buscar la Verdad y la Justicia”.
Nota de Aceptación
_________________________
_________________________
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_________________________
Santiago de Cali, 2016
TABLA DE CONTENIDO
RESUMEN
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................... 1
MÉTODO ............................................................................................................................... 34
Tipo de estudio ................................................................................................................. 34
Participantes ..................................................................................................................... 34
Instrumento ....................................................................................................................... 36
Procedimiento ................................................................................................................... 37
Análisis de resultados ...................................................................................................... 38
Consideraciones éticas ................................................................................................... 39
RESULTADOS ..................................................................................................................... 40
DISCUSIÓN .......................................................................................................................... 57
REFERENCIAS .................................................................................................................... 69
ANEXOS
LISTA DE TABLAS
Tabla 1. Variables del estudio
35
Tabla 2. Caracterización de la muestra
41
Tabla 3. METs min/semana en actividad física moderada
42
Tabla 4. METs min/semana en actividad física vigorosa
43
Tabla 5. METs min/semana en la caminata
44
Tabla 6. METs min/semana en actividad física total
45
Tabla 7. Puntaje de Autoeficacia
47
Tabla 8. Indicadores de autoeficacia para actividad física
50
Tabla 9. Puntaje de Percepción de riesgo
51
Tabla 10. Indicadores de percepción de riesgo para la actividad física
54
Tabla 11. Correlaciones de Pearson entre las variables de análisis
55
Tabla 12. Tablas cruzadas entre las variables de análisis
56
LISTA DE FIGURAS
Figura 1. Adaptación del Modelo de Acción en Favor de la Salud
27
Figura 2. Nivel de actividad física de los estudiantes
45
Figura 3. Nivel de actividad física por género, facultad y ubicación semestral.
46
Figura 4. Nivel de autoeficacia percibido frente a la actividad física
48
Figura 5. Niveles de autoeficacia para género, facultad y ubicación semestral
49
Figura 6. Nivel de Percepción de riesgo para la actividad física
52
Figura 7. Percepción de riesgo en género, facultad y ubicación semestral
53
LISTA DE ANEXOS
Anexo 1. Cuestionario de actividad física en jóvenes universitarios
Anexo 2. Forma de calificación del cuestionario
Anexo 3. Consentimiento Informado
Anexo 4. Formato devolución de resultados del Trabajo de Grado
1
RESUMEN
La actividad física se reconoce como importante para la salud de las personas,
siendo la juventud un periodo reconocido como de mayor riesgo. Se han estudiado
diversas variables psicosociales para explicar este fenómeno, sin embargo, no se ha
profundizado en la relación de la autoeficacia y la percepción de riesgo en la
realización de actividad física en jóvenes universitarios. El presente trabajo tuvo
como objetivo establecer la relación entre percepción de riesgo y autoeficacia con la
actividad física en estudiantes universitarios. El estudio tuvo un método cuantitativo
no-experimental,
con
diseño
transversal
correlacional.
Los
datos
fueron
recolectados en una universidad privada de Cali, con una muestra de 124
estudiantes. La información se recogió a través del Cuestionario de actividad física
en jóvenes universitarios y se analizó con el software SPSS 23.0. Los resultados
señalan que un cuarto de los estudiantes presentan niveles bajos de actividad física,
siendo esos niveles bajos en mujeres. Estas cifras son similares a las reportadas
por otros estudios e informes. La mayoría reportan niveles altos o moderados de
autoeficacia y percepción de riesgo para la realización de la actividad física, pero
sólo la autoeficacia presenta relación con el nivel de actividad física, de manera que
a mayor autoeficacia, mayor actividad física. Los resultados aportan información a la
institución para ser considerada dentro de las intervenciones que buscan promover
la actividad física en sus estudiantes.
Palabras Clave: Actividad física, Autoeficacia, Percepción de riesgo, Universitarios.
1
INTRODUCCIÓN
En la actualidad se reconoce que la salud de las personas en gran medida
depende de sus comportamientos. Además de la herencia genética, la salud está
determinada considerablemente por los hábitos del estilo de vida de las personas.
Gran variedad de las enfermedades causan la muerte prematura a consecuencia de
hábitos que pueden prevenirse y que afectan negativamente la salud, lo que indica
que las personas tienen control sobre estos hábitos, como es el caso de la falta de
actividad física (Schwarzer y Fuchs, 1999).
La Organización Mundial de la Salud (World Health Organization [WHO],
2015a) define la actividad física como los movimientos del cuerpo producidos por los
músculos esqueléticos cuyo resultado es el gasto energético. La actividad física
abarca un gran número de actividades que tienen en cuenta el movimiento corporal,
incluyendo actividades realizadas en el trabajo, hogar, viajes y actividades
recreativas, como por ejemplo caminar, montar en bicicleta, cargar las bolsas del
mercado, etc.
El término de actividad física suele confundirse con conceptos tales como
ejercicio físico y deporte, los cuales son abarcados por la actividad física pero no
son sinónimos de la misma. El ejercicio físico, una subcategoría de la actividad
física, es una actividad planificada, estructurada y repetitiva que se realiza para
lograr un fin específico encaminado a mantener o mejorar componentes del estado
físico. Mientras que el deporte es considerado una actividad física que abarca cierta
normatividad a la hora de practicarlo en un lugar y un contexto (Cavill, Kahlmeier y
Racioppi, 2009; WHO, 2015a).
2
Autores como Devís (2000), complementan la conceptualización anterior
agregando que la actividad física produce una experiencia personal que permite la
interacción con otras personas y con el ambiente en el que un individuo se
desenvuelve. En otras palabras, la actividad física permite ejecutar movimientos que
posibilitan conocer la realidad física que los rodea y facilitando la relación entre los
individuos que hacen parte de una sociedad.
La actividad física se encuentra presente en todas las cosas que el ser
humano realiza a lo largo del día a excepción del reposo. Teniendo en cuenta la
gran variedad de actividades que se pueden realizar, la actividad física se clasifica
en actividades necesarias para sobrevivir y actividades que se realizan con el fin de
relacionarse con los demás, mejorar la salud, buscar la diversión, entre otras (Devís,
2000).
Cuando se presentan niveles bajos de actividad física se considera que se
produce el sedentarismo. Este hace referencia a aquellas actividades cotidianas que
no generan un gasto energético mayor o igual al 10% que en promedio se consume
realizando actividades pasivas, es decir, de poca agitación o movimiento. El
sedentarismo se puede entender como la no realización de actividad física de al
menos 25 a 30 minutos de duración. Algunos ejemplos de actividades sedentarias
son ver televisión, hablar por teléfono, hacer siesta, leer, jugar o trabajar en el
computador, entre otras (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2003).
La actividad física debe ser practicada habitualmente, por lo que existen
recomendaciones mundiales para que su práctica sea beneficiosa para la salud.
Para abordar tales recomendaciones, es necesario conocer la intensidad de la
actividad física, la cual se refiere a la cantidad de esfuerzo hecho por un individuo y
varía de acuerdo al tipo de actividad y a la capacidad del mismo (Cavill et al., 2009).
La unidad de medida utilizada para expresar la intensidad en la actividad física es el
equivalente metabólico conocido como MET por sus siglas en inglés (Metabolic
Equivalent). El MET es el índice de la tasa metabólica de una persona ejerciendo
algún tipo de actividad comparado con la tasa metabólica de una persona en estado
3
de reposo. Un MET se define como el costo enérgico del descanso y es equivalente
a un consumo calórico de 1 cal/kg/hora (WHO, 2105b).
Se distinguen dos tipos de intensidad, que son la actividad física moderada y
la actividad física vigorosa. Por un lado, la intensidad moderada incrementa la
frecuencia cardiaca y aumenta ligeramente la temperatura y la respiración. Se
incrementa el metabolismo corporal de 3 a 6 veces respecto a los valores del reposo
(3-6 METs). Entre las actividades de intensidad moderada se destacan caminar a
paso ligero, bailar, cargar o mover cosas que pesen menos de 20 kg, labores del
hogar, etc. Por otro lado, la intensidad vigorosa es aquella que lleva a las personas
a sudar, a respirar rápido y a aumentar considerablemente la frecuencia cardiaca,
este tipo de intensidad incrementa el metabolismo por lo menos seis veces (6
METs), respecto a los valores de reposo. Ejemplos de actividades de intensidad
vigorosa son correr, escalar, montar bicicleta, nadar rápido, cargar o mover cosas
que pesen más de 20 kg y los deportes en general (WHO, 2015b).
Asimismo, los niveles recomendados de actividad física varían según la edad
de la persona. Por ello, la OMS ha realizado las recomendaciones por grupos de
edad distinguiendo a las personas entre 5 a 17 años que abarca a niños y
adolescentes, el grupo que le sigue es el de los adultos que comprenden edades
desde los 18 a los 64 años de edad, y el último grupo tiene en cuenta a las personas
mayores desde los 65 años en adelante. Estos grupos han sido clasificados así
teniendo en cuenta evidencias científicas asociadas con la salud, de tal manera que
la práctica recomendada pueda favorecerla (WHO, 2015b).
Los niveles de actividad física para la salud recomendados a la población
adulta indican que al menos se debe realizar 150 minutos semanales de actividad
física moderada o 75 minutos semanales de actividad física vigorosa (se puede
realizar combinaciones de actividades físicas que involucren ambos tipos de
intensidad). Como mínimo, cada sesión de actividad física debe durar 10 minutos
seguidos. Para obtener beneficios adicionales a la salud, es recomendable acumular
300 minutos semanales de actividad física moderada o 150 minutos de actividad
4
física vigorosa. Finalmente, se recomienda realizar actividades que permitan
fortalecer grupos musculares dos o más días a la semana (WHO, 2015b).
La falta de conocimiento sobre los niveles recomendados de actividad física
pueden influir en la realización de la misma, debido a que las personas pueden
considerar erróneamente que las actividades que realizan son suficientes para
mantenerse saludables, incluso pueden existir personas que tienen estilos de vida
sedentarios pero no los consideran como tal (OMS, 2010). Frente a esto, un estudio
realizado por Hunter, Tully, Donnelly, Stevenson y Kee (2014) pretendió relacionar
el conocimiento de los niveles mínimos de actividad física y su práctica. La muestra
estuvo conformada por 4653 adultos irlandeses. Los resultados indican que el 55%
de los participantes son sedentarios, lo cual podría estar relacionado al hecho de
que el 92% de los encuestados no conocen los niveles mínimos recomendados de
actividad física.
Actualmente, es posible evidenciar que a nivel mundial los niveles de
actividad física no se acercan a lo esperado. La OMS (WHO, 2015a), afirma que
aproximadamente el 23% de la población adulta (entre 18 y 64 años) no realiza los
niveles recomendados de actividad física. En este mismo informe se registra que el
81% de la población adolescente mundial (entre 11 y 17 años) presenta niveles
bajos de actividad física, predominando las mujeres (84%) en contraste con los
hombres (78%).
Las cifras anteriores presentan un panorama que amerita atención, si se
tiene en cuenta que aproximadamente el 6% de las muertes globales se pueden
atribuir directamente a la falta de actividad física, y ésta ha sido catalogada como el
cuarto factor de riesgo de mortalidad global, incrementando el riesgo de muerte en
un 25%. Los bajos niveles de actividad física son también la causa de
aproximadamente el 27% de los casos de cáncer de mama, colon, y diabetes
(WHO, 2015a). Los bajos niveles de actividad física han llegado a causar 1.9
millones de muertes anuales a nivel mundial y representaron un costo en
actividades médicas de alrededor de $75 billones de dólares sólo en Estados
Unidos (OMS, 2003).
5
En el contexto latinoamericano, la Organización Panamericana de la Salud
(OPS, 2011) menciona que entre el 30 y 60% de la población no cumple con los
niveles mínimos de actividad física diaria, por lo que autores como Webber et al.
(2012), concluyen que los estilos de vida sedentarios son comunes en
Latinoamérica.
Frente a los datos de prevalencia de actividad física estimados en Colombia,
la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia – ENSIN 2010
(Ministerio de la Protección Social [MPS], Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
[ICBF], Instituto Nacional de Salud [INS] y Profamilia, 2011), realizada entre el año
2009 y 2010, encuestó 50670 hogares colombianos con personas hasta los 64 años
de edad, reportó que únicamente el 19,9% de la población cumple las
recomendaciones de actividad física en tiempo libre (Hombres 28,2%, Mujeres
13,8%). Además plantean que el 33,8% de la población camina como medio de
transporte (Hombres 37,4%, Mujeres 31,2%).
A la par con los resultados anteriores, en Colombia se han realizado estudios
en diferentes ciudades para determinar la prevalencia de actividad física en
poblaciones específicas. Martínez, Saldarriaga y Sepúlveda (2008) estimaron la
prevalencia de la actividad física en 3979 personas de la ciudad de Medellín entre
los 16 y los 85 años de edad, encontrando que sólo una de cada cinco personas
(21,2%) realiza suficiente actividad física para proteger la salud. Resultado que
coincide con la investigación de Piñeros y Pardo (2010), que pretendieron estimar la
prevalencia de la actividad física de estudiantes adolescentes en Bogotá,
Bucaramanga, Cali, Valledupar y Manizales. Los resultados evidenciaron que el
80% de los estudiantes de las cinco ciudades reportan realizar menos actividad
física de lo recomendado.
Específicamente en Cali, el Centro para el Desarrollo y Evaluación de
Políticas y Tecnología en Salud Pública [CEDETES] (2006) reporta que en la ciudad
el 79,5% de la población es sedentaria, siendo las mujeres las que menos actividad
física realizan (80%). Adicionalmente, el 17,1% la población joven de la ciudad
reporta que realiza suficiente actividad física, lo que indica que el 82,9% de los
6
jóvenes caleños son poco activos. Estas cifras son elevadas a pesar de que el 99%
de la población caleña indicó reconocer los beneficios para la salud que proporciona
la actividad física.
De acuerdo a la prevalencia de la actividad física anteriormente expuesta, los
bajos porcentajes de las personas activas físicamente indican que existe una
cantidad considerable de personas que no se benefician de los aportes que la
actividad física ofrece a la salud. Los beneficios de la actividad física se pueden
describir tanto a nivel fisiológico, como psicológico, social y económico. A nivel
fisiológico, la actividad física constituye un factor protector frente a enfermedades
crónicas no transmisibles aportando múltiples beneficios para la salud, pues su
práctica habitual reduce los niveles de morbilidad y mortalidad atribuidos a este tipo
de enfermedades (WHO, 2015a).
Las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) son consideradas una
epidemia que impacta gravemente la salud de un gran número de personas. En la
actualidad, este tipo de enfermedades representa el 75% del total de muertes en la
región de las Américas. Las conductas de riesgo que pueden llevar a su desarrollo
son la alimentación industrializada, el consumo de alcohol, el tabaquismo y la falta
de actividad física, siendo el último el factor de riesgo el más influyente en este tipo
de enfermedades. En consecuencia, para el año 2030 se proyecta que este tipo de
enfermedades puede llegar a aumentar en un 42,4% en el continente americano si
no se realizan cambios oportunos como aumentar los niveles de actividad física
(OPS, 2011).
Entre tales enfermedades se encuentran los problemas cardiovasculares
(como enfermedades isquémicas del corazón e hipertensión) que causan el 33% de
las muertes a nivel mundial (WHO, 2015a). Las personas con estilos de vida
sedentarios tienen el doble de riesgo de sufrir enfermedades cardiacas en
comparación con las personas activas físicamente (Cavill et al., 2009; Carbonell,
Aparicio, Ruiz, Ortega y Delgado, 2010; WHO, 2015a).
7
De igual modo, la actividad física es un factor protector frente al sobrepeso y
obesidad (la cual representa el 5% de muertes a nivel mundial), la diabetes tipo 2
(es 30% más probable desarrollar esta enfermedad si no se realiza actividad física),
el cáncer sobre todo aquel de colon y de mama (aquellos activos físicamente tienen
el 40% menos de probabilidad de desarrollar cáncer), y además permite mejorar la
capacidad del sistema inmunológico, los niveles de energía, la coordinación
neuromotora, aumento de la longevidad (las personas sedentarias incrementan el
riesgo de muerte en un 25%) y la salud músculo-esquelética, lo que a su vez incide
en la prevención de la osteoporosis y las caídas en adultos mayores (Cavill, et al.,
Carbonell, et al., 2010; OMS, 2010; OPS, 2011; WHO, 2015a).
Además del ámbito fisiológico, la actividad física permite mejorar el bienestar
psicológico al disminuir los síntomas asociados a la depresión, la ansiedad y el
estrés (Cavill, et al., 2009). Frente a la relación entre la actividad física y la
depresión se han realizado gran cantidad de investigaciones, como la de Gallegos
et al. (2013), quienes por medio de un estudio longitudinal de seis años realizado
con 1335 adultos mexicanos, determinaron que los estilos de vida con altos niveles
de actividad física reducen el riesgo de depresión en un 56%. Igualmente, la
actividad física se concibe como una forma de afrontar el estrés y la ansiedad,
debido a que por medio de ésta las personas pueden distraerse de los problemas o
momentos negativos y estresantes que puede estar viviendo, además de que la
práctica constante de la actividad física facilita la relajación muscular (Morrison y
Bennett, 2008).
Por otra parte, la actividad física reduce el riesgo de desarrollar
enfermedades mentales asociadas a las psicopatologías tales como el Alzheimer y
otros tipos de demencia (Carbonell et al., 2010). De acuerdo con Carter (2004), se
ha demostrado que la actividad física es un factor vital para la buena salud mental y
el bienestar psicológico en general, ayudando a las personas a evitar trastornos
mentales o a recuperarse de ellos, y por ende, a mejorar su calidad de vida. Muchos
de los beneficios psicológicos que proporciona la actividad física se han atribuido a
diversos mecanismos neurobiológicos como la liberación de catecolaminas
8
(principalmente la noradrenalina y la adrenalina) que permiten que el cuerpo se
encuentre en estado de relajación y el individuo mejore el estado de ánimo
(Morrison y Bennett, 2008).
En el ámbito social, el estilo de vida activo permite que las personas
interactúen entre sí, con la comunidad y el ambiente, favoreciendo el desarrollo de
diferentes tipos de habilidades, entre ellas las conductas prosociales, definidas
como aquellas conductas que son valoradas positivamente por la sociedad y que
pueden provocar consecuencias sociales positivas como la empatía con los demás
(Morrison y Bennett, 2008). Siguiendo este orden de ideas, Cavill et al. (2009),
plantea que desde que la actividad física permita el contacto con el otro y favorezca
el desarrollo de la empatía, es posible reducir los niveles de criminalidad y
conductas antisociales.
A nivel económico, los bajos niveles de actividad física suponen altos costos
producto de las consecuencias del sedentarismo en la salud y apariencia física
(WHO, 2015a). Por consiguiente, se ha estimado que en Europa cada país
aproximadamente gasta entre 3 y 12 billones de euros en el sistema de salud por
enfermedades generadas por estilos de vida sedentarios. Esto, sin incluir el dinero
gastado por el sobrepeso y la obesidad, cifras que van desde 9,6 y 10,8 billones de
euros (Cavill et al., 2009).
Lo anterior permite concluir que hay gran predominio de personas con estilos
de vida sedentarios y que esto conlleva efectos adversos para la salud y para la
sociedad. Por esta razón, diversas investigaciones han tratado de responder a la
pregunta de por qué algunas personas son activas y otras no. Algunas de las
investigaciones sobre la actividad física se han enfocado en teorías y modelos que
se centran en cómo el comportamiento se ve influenciado por variables psicológicas,
sociales o ambientales. Sin embargo, Sallis et al. (2006), plantea un modelo
ecológico en el que involucra además de las variables individuales o intrapersonales
(biológicas y psicológicas), otras variables de tipo ambiental (todas aquellas
externas al individuo) como las interpersonales, culturales, organizacionales,
políticas públicas (leyes, reglamentos, campañas) y el ambiente natural que
9
condicionan la actividad física. Tales variables influyen sobre la probabilidad de que
un individuo, grupo o sociedad adopten la actividad física como parte de la vida.
Tanto las variables ambientales como individuales influyen en cuatro dominios en
los que se presenta la actividad física que son: actividades recreativas, actividades
ocupacionales, actividad física en el transporte y en las tareas del hogar.
Entre las variables ambientales, Sallis et al. (2006), consideran lugares y
espacios físicos como la arquitectura de las casas y edificaciones, lugares de
trabajo, parques, espacios de recreación, clima y deporte. En el ambiente, de
manera intangible, también se encuentran los factores sociales como la relación
interpersonal con los vecinos, el apoyo social para realizar actividad física, la
seguridad y la normatividad de la comunidad en cuanto a las políticas públicas.
Teniendo en cuenta las variables ambientales, se estima que entre las causas del
sedentarismo se encuentra el incremento en el uso de medios pasivos de
transporte, miedo a la violencia en espacios al aire libre, la urbanización, y falta de
espacios públicos como parques, aceras y polideportivos para practicar actividad
física (WHO, 2015a).
Por otra parte se encuentran las variables individuales, las cuales son
propias de cada sujeto. Entre estos factores intrapersonales se incluyen los
aspectos genéticos, biológicos como la edad y psicológicos como la autoeficacia, la
intención de realizar actividad física, sentimientos específicos hacia ésta (diversión,
aburrimiento, dificultad), nivel de percepción de la salud o forma física,
automotivación, percepción de apoyo social, expectativas sobre los beneficios de la
actividad física y beneficios percibidos (Sallis et al., 2006).
De esta manera, el autor plantea que para observar verdaderos cambios en
la población en lo concerniente a los niveles de actividad física, se deben realizar
intervenciones basadas en modelos ecológicos que consideren a los individuos, los
ambientes sociales, los ambientes físicos y las políticas públicas. Por ende, las
intervenciones encaminadas a promover la actividad física deben asegurar espacios
físicos propicios para su desarrollo implementando programas educativos que
motiven al uso de dichos lugares, y también tener en cuenta la posibilidad de
10
cambiar las normas sociales y culturales a través de la comunidad y los medios de
comunicación para favorecerla (Sallis et al., 2006).
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible concluir que existen determinantes
ambientales e individuales que influyen en la modificación de la conducta en pro de
la salud. Aunque el ambiente es una influencia clave en los niveles de actividad
física, los factores individuales influyen sobre las decisiones de las personas en sus
estilos de vida y en sus elecciones para adoptar conductas saludables o no
saludables.
Entre las variables personales que influyen en la realización o no de la
actividad física, se encuentra la edad, siendo la juventud un factor de riesgo. Se
considera así por varias razones, como la propuesta por Jessor, Donovan y Costa
(1991), quienes indican que en la etapa de la adolescencia y la juventud las
personas acuden a la experimentación de actividades arriesgadas. Situación que
indica que en esta etapa las personas no dimensionan los riesgos que pueden
padecer, lo que se le denomina como invulnerabilidad percibida. Tal invulnerabilidad
percibida es una de las características principales de la etapa que abarca la
adolescencia hasta la adultez, lo cual también incide en que las edades abarcadas
por estas etapas sean de riesgo frente a los hábitos saludables, como adoptar el
sedentarismo en el repertorio comportamental (Jessor et al., 1991; García del
Castillo, 2012).
Por otro lado, autores como Thirlaway y Upton (2009) plantean que a medida
que hombres y mujeres envejecen, sus niveles de actividad física disminuyen. Para
argumentar el planteamiento, los autores citan un ejemplo de una encuesta de salud
realizada en Inglaterra donde 53% de los hombres entre 16 y 24 años cumplen los
mínimos de actividad física mientras que el 8% de los hombres mayores de 78 años
lo cumplen. Dado lo anterior, se concluye que el incremento de la edad se asocia a
un estilo de vida más sedentario, especialmente durante el tiempo libre según Cruz,
Moreno, Pino y Martínez (2011).
11
La actividad física y la edad se relacionan también en cuanto a que las
conductas saludables y nocivas que se adapten en edades tempranas suelen
mantenerse a lo largo de la vida, es decir que si en la niñez y en la juventud se
adopta el sedentarismo como parte del estilo de vida es probable que este continúe
hasta la vejez (Vélez, Vidarte y Parra, 2014). Además, se considera que es más fácil
prevenir los hábitos perjudiciales para la salud que tratar de modificarlos
posteriormente cuando se hayan instaurado en el estilo de vida (Bandura, 1999).
Estudios longitudinales han demostrado que realizar actividad física de
manera regular durante la juventud es importante para prevenir enfermedades
crónicas durante la adultez. Por ejemplo, en un estudio con más de 900
adolescentes australianos, se realizó un seguimiento durante seis años y se
constató que aquellos que realizaban mayor actividad física tenían menores factores
de riesgos biológicos de padecer enfermedades cardiovasculares durante la adultez
(Carver, Timperio, Hesketh y Crawford, 2012).
Para contextualizar sobre qué sucede en la adultez temprana se puede
acudir a las teorías del desarrollo de Erickson (1983) y Arnett (2008). La teoría del
desarrollo psicosocial expuesta por Erikson plantea que los seres humanos no dejan
de desarrollarse una vez terminada la niñez. Se divide el desarrollo en ocho grupos
de edades que las personas atraviesan a lo largo del ciclo vital, donde la adultez
temprana corresponde a la etapa de intimidad contra el aislamiento. En esta etapa
el adulto joven busca desarrollar relaciones íntimas e independizarse, suele basarse
en el trabajo para la independencia y las relaciones íntimas suelen ser relaciones de
pareja que se esperan que sean duraderas, esta etapa suele abarcar hasta los 30
años aproximadamente.
Arnett (2008), también considera que las personas durante la vida siguen
desarrollándose. A diferencia de Erickson (1983), este teórico expone una nueva
etapa definida como la transición de la adolescencia a la adultez, de ahí que la
etapa sea denominada como adultez emergente. Esta etapa abarca desde los 18
hasta los 25 años de edad y se caracteriza por la búsqueda de identidad,
autosuficiencia e independencia. En relación con la búsqueda de identidad, los
12
adultos emergentes exploran una variedad de posibilidades que les permite conocer
quiénes son en realidad, cómo conciben el mundo y qué buscan en la vida. En la
búsqueda de identidad se encuentra el amor y el trabajo como parte de las visiones
del adulto emergente y muchas veces surge la inestabilidad cuando frente a tantas
posibilidades el individuo cambia constantemente de parecer. Durante este proceso,
los adultos emergentes se centran en sí mismos, toman sus propias decisiones y
buscan independizarse (Arnett, 2008).
Durante la juventud y la adultez emergente, se ha encontrado que el ingreso
a la universidad es una situación social que interviene de manera preocupante en la
adopción de un estilo de vida activo. Diversos estudios evidencian que un punto
crítico en el declive de la actividad física ocurre cuando los jóvenes realizan la
transición del colegio a la universidad (Wing, Russell, y Martin, 2009).
Las razones de tal disminución de la actividad física pueden llegar a ser la
presión por resultados académicos y falta de intervenciones institucionales
enfocadas en la promoción de la salud dirigida a estudiantes universitarios (Pauline,
2013). Desde el contexto colombiano, Piñeros y Pardo (2010) argumentan que una
posible razón es que en el colegio la educación física es obligatoria, pero una vez
los alumnos ingresan a la universidad no tienen el deber de realizar actividad física
sino que su realización se asocia directamente con las elecciones personales.
Más aún, se ha encontrado que la actividad física se relaciona con el nivel
educativo de quienes la practican, pues numerosos investigadores consideran que
la actividad física disminuye a medida que aumenta el nivel educativo (Gonzales,
Hernández, Coltrane y Mancera, 2014). Además, se ha encontrado que 56% de los
estudiantes de primaria, 80% de los estudiantes de carreras tecnológicas y 90% de
los estudiantes universitarios en posgrado, tienen niveles muy bajos de actividad
física, permitiendo concluir que la actividad física tiende a disminuir con el nivel
educativo (CEDETES, 2006).
Dado que el ser joven y universitario puede ser un factor de riesgo frente a la
realización de la actividad física, es necesario conocer la prevalencia de esta
13
conducta saludable en estudiantes de pregrado y las razones psicológicas
subyacentes que determinan la práctica de la actividad física. A continuación se
esbozan algunos estudios hechos por investigadores que han explorado los niveles
de actividad física en comunidades universitarias.
Entre tales estudios, se encuentra el de Pérez, Laíño, Zelarayán y Márquez
(2014), quienes evidenciaron que el 20,2% de los estudiantes universitarios de una
institución argentina no cumplen con las recomendaciones de realización de
actividad física. Otro estudio indica que el 35% de los universitarios de una
institución estadounidense no son activos físicamente (Pauline, 2013). Un tercer
estudio indica que el 66,9% de una comunidad universitaria estadounidense no
cumple los niveles mínimos de actividad física (Magnan, Kwan y Bryan, 2013).
En Colombia, se han encontrado diferentes cifras frente a la prevalencia de
la actividad física en los universitarios. Entre los estudios que indican una baja
proporción de estudiantes físicamente activos, se encuentra el estudio realizado por
Rodríguez, Molina, Jiménez y Pinzón (2011), quienes estimaron que en una
universidad de Bogotá el 48,4% de los estudiantes son activos físicamente. Por su
parte, Herazo, Hernández y Domínguez (2012) realizaron una investigación con
estudiantes universitarios de Cartagena, encontrando que el 40% son activos
físicamente. En Medellín, Cardona y Arroyave (2014) en su estudio estimaron que el
34% de los encuestados cumplen con las recomendaciones mundiales de actividad
física estipuladas por la OMS (WHO, 2015b).
Así mismo, la investigación realizada por Varela et al. (2011) en seis
universidades de cuatro ciudades de Colombia (Cali, Bogotá, Manizales y Tuluá)
con 1811 estudiantes universitarios entre los 18 y 24 años, reportó que el 77,8% de
estos no realizan actividad física suficiente.
Por otro lado, hay estudios que muestran niveles de actividad física más
altos en esta población, como el de Arboleda, Arango y Feito (2014), quienes
realizaron un estudio en una comunidad universitaria en Medellín cuyos resultados
arrojaron que el 77,2% de los estudiantes presentan altos niveles de actividad física.
14
Entre tanto, hay estudios que indican que la mitad de los universitarios son
sedentarios y la otra mitad activos físicamente, como es el caso de la investigación
realizada en Bucaramanga por Rangel, Rojas y Gamboa (2015), quienes estimaron
que aproximadamente la mitad de la población universitaria es activa físicamente
(50,6%).
Hasta el momento, se puede decir que la evidencia disponible sobre la
prevalencia de la actividad física en universitarios es heterogénea, debido a que
algunos estudios concluyen que esta población es activa físicamente, otros indican
que la mitad de la población es activa físicamente y la otra mitad es sedentaria, y
por el contrario, otros estudios encuentran que en la población universitaria
prevalece el estilo de vida sedentario. Tales diferencias pueden deberse a las
situaciones y contextos específicos de cada universidad, evidenciando la necesidad
de enfocar las investigaciones sobre actividad física a la comprensión en
profundidad de un solo contexto y sus particularidades. También puede deberse a
limitaciones metodológicas de los estudios, así como a la dificultad de cuantificar la
actividad física y a diferencias en los instrumentos de medición, de manera que
algunos de los utilizados han sido medidas de autorreporte no validados y otros por
el contrario han sido cuestionarios estandarizados y ampliamente utilizados a nivel
mundial, pero con baremos provenientes de poblaciones diferentes a las de los
estudios.
Esta investigación se realizó en la Pontificia Universidad Javeriana Cali
donde actualmente desde el grupo de investigación Salud y Calidad de Vida existe
un interés por profundizar en la relación que existe entre la actividad física y
distintas variables asociadas, entre ellas las psicológicas. Acorde con esto, en la
universidad se han realizado estudios previos relacionados con la actividad física.
Tales investigaciones fueron realizadas por Lema et al. (2009), Varela et al. (2011) y
Rubio y Varela (2015).
La investigación realizada por Lema et al. (2009), contó con la participación
de 598 estudiantes y pretendía describir los comportamientos que hacen parte de
los estilos de vida de los jóvenes universitarios, incluyendo la actividad física. Para
15
esto utilizaron el Cuestionario de Estilos de Vida en Jóvenes Universitarios – CEVJU
de Salazar et al. (2010), que cuenta con una subescala de actividad física. Los
resultados arrojaron que el 77% de la población posee bajos niveles de actividad
física. Se evidenciaron además diferencias en la realización de la actividad física
según el sexo, debido a que los hombres mostraron tener mayores niveles de
actividad física que las mujeres. El 51% de los participantes afirmaron estar
satisfechos con sus prácticas de actividad física, el 35,9% afirmó sentirse
medianamente satisfecho y solo el 11,9% indicó no sentirse satisfecho.
En la investigación realizada por Varela et al. (2011), mencionada
anteriormente, participó la Pontificia Universidad Javeriana Cali, junto con otras
cinco instituciones de educación superior. Uno de los objetivos del estudio fue
describir las prácticas de actividad física en jóvenes universitarios e identificar la
relación de dichas prácticas con los motivos para realizarlas, modificarlas y los
recursos disponibles para llevar a cabo la actividad física, para lo cual utilizaron el
CEVJU. Además de señalar una prevalencia de sedentarismo del 77,8%, se
encontró una menor actividad física en las mujeres. Entre las principales razones
para realizar actividad física los estudiantes reportaron los beneficios que la práctica
aporta a la salud (45,8%) y mejorar la imagen (32%); mientras que la principal causa
para no realizar actividad física o dejar de hacerla fue la pereza con un 61,5%.
Recientemente, en el 2014 Rubio y Varela (2015), mediante un estudio
transversal investigaron en la institución educativa las barreras percibidas asociadas
a la actividad física en los estudiantes. Los instrumentos utilizados fueron el IPAQ
(International Physical Activity Questionnaire) y el BBAQ (Barriers to Being Active
Quiz), aplicados a 155 estudiantes entre los 18 y 27 años. Los resultados indican
que el 75% de los estudiantes reportaron un nivel alto o moderado de actividad
física (57% y 18% respectivamente), mientras que el 25% de los estudiantes
reportaron tener un nivel de actividad física bajo. Los hombres en su mayoría
reportaron realizar actividades vigorosas, mientras que la mayoría de las mujeres
reportaron realizar actividades sedentarias, ambos sexos se reportaron con niveles
similares en la realización de actividades moderadas. Las principales barreras
16
percibidas por los estudiantes para realizar actividad física fueron la falta de tiempo
(50%), la falta de energía (38%) y la falta de voluntad (36%).
Al analizar estos antecedentes del contexto de la Pontificia Universidad
Javeriana Cali, es posible observar que los hallazgos frente a la prevalencia de la
actividad física presentan algunas discrepancias, dado que en Lema et al. (2009) y
Varela et al. (2011), se encuentra que los niveles de actividad física en los
estudiantes es bajo (23%), mientras que en Rubio y Varela (2015), los niveles de
actividad física son más altos (75%). Tales diferencias pueden atribuirse a que en
uno de los estudios se involucran otras instituciones de educación superior además
de la universidad privada en cuestión. También es posible que la heterogeneidad de
los resultados se deba a que en dos de tres investigaciones los instrumentos
utilizados son diferentes: IPAQ y CEVJU. Por un lado, el IPAQ (IPAQ Research
Committee, 2005) mide los METs (que son una medida del gasto metabólico) a
partir del número de días y horas de realización de diferentes tipos de actividad
física en la última semana (vigorosa, moderada, caminata y tiempo sentado),
mientras que el CEVJU (Salazar et al., 2011) calcula los niveles de actividad física
basados en auto reportes durante los últimos seis (6) meses.
La revisión de los estudios realizados en la Pontificia Universidad Javeriana
Cali arroja resultados congruentes con el contexto global y nacional frente a la
prevalencia de los niveles de actividad física en universitarios. También se observa
que en este contexto universitario los esfuerzos investigativos se han centrado en
determinar los niveles de actividad física, los motivos y barreras que inciden en su
realización, invitando a la profundización en las variables psicológicas que se
relacionan con la práctica de la actividad física.
Esta investigación pretendió estudiar variables psicológicas que no se habían
tenido en cuenta en investigaciones anteriores y que se creía que podrían tener una
relación significativa con la realización de actividad física en jóvenes. Retomando el
modelo ecológico de Sallis et al. (2006), la autoeficacia y la percepción de riesgo
son variables psicológicas que deben tenerse en cuenta al momento de estudiar la
actividad física, planteamiento que es apoyado por múltiples autores interesados en
17
relacionar los aspectos psicológicos, específicamente aquellos cognitivos, con la
actividad física y a partir de dicha relación conocer algunas de las causas de los
bajos niveles de actividad física en la población mundial, y en el caso concreto de
esta investigación, en el contexto universitario (Parschau et al., 2014; Pauline, 2013;
Schwarzer y Fuchs,1999; Schwarzer, Luszczynska y Lippke, 2011; Stephan, Boiché,
Trouilloud, Deroche y Sarrazin, 2011; Warner et al., 2014 y Woody, 2010;). La
presente investigación pretendió aportar a la Pontifica Universidad Javeriana Cali, a
través de un abordaje que profundice en la relación existente entre actividad física,
la percepción de riesgo y la autoeficacia. A partir de los planteamientos anteriores,
es necesario profundizar en la conceptualización de la percepción de riesgo y la
autoeficacia, y el papel que desempeñan en el inicio y mantenimiento de la actividad
física.
Para abordar la percepción de riesgo, es necesario definir qué es un riesgo.
Las definiciones sobre riesgo en la literatura son escasas (García del Castillo, 2012),
sin embargo, se puede tipificar la conducta de riesgo como aquella práctica que se
considera perjudicial para la salud. Este tipo de conductas son predictivas de
enfermedades y posiblemente de mortalidad (Matarazzo, 1984).
Según García del Castillo (2012), el riesgo puede ser analizado desde el
plano objetivo y el plano subjetivo. Desde el plano objetivo, se consideran aquellos
aspectos reales que pueden ser vulnerables a un individuo, tales como los factores
genéticos, biológicos, características sociales y culturales que forman el entorno en
el que el individuo se desenvuelve. Desde el plano subjetivo se tienen en cuenta las
creencias, significados, sentidos y representaciones de un sujeto frente al riesgo. Es
a partir de este plano subjetivo que surge la definición de la percepción del riesgo
como la valoración que las personas o un grupo de personas le otorgan a un riesgo
determinado.
Otros autores como Lameiras, Rodríguez y Dafonte (2002) definen la
percepción de riesgo como la “probabilidad subjetiva de que una consecuencia
negativa le ocurra al sujeto” (p.225). Definiciones más concretas, plantean que la
percepción de riesgo es la de vulnerabilidad percibida de la enfermedad o estado
18
crítico (Morrison y Bennett, 2008). Para Sjoberg, Moen, y Rundmo (2004) la
percepción de riesgo es una evaluación subjetiva de la probabilidad de ocurrencia
de un evento o situación específicos y qué tan preocupante son las consecuencias
para las personas.
Por su parte, Pastor (2000), afirma que la percepción de riesgo tiene un
carácter cognitivo donde se analizan juicios de valor frente a una situación, tomando
como punto de referencia la historia personal, el contexto, las creencias, las
actitudes, los estereotipos y las motivaciones. Así, cuando una persona tiene una
baja percepción de riesgo significa que distorsiona el riesgo objetivo y lo subestima,
mostrando en cambio un reflejo optimista en el que el individuo considera que la
amenaza no es un riesgo para sí o que es algo de lo que está exento. A este
fenómeno, en el que las personas parecen no ser conscientes de los riesgos, se le
denomina invulnerabilidad percibida (Jessor et al., 1991; Schwarzer y Fuchs, 1999).
Los aportes principales para la definición teórica de la percepción de riesgo
se gestan en el marco teórico de la psicología social cognitiva (García del Castillo,
2012). Los modelos destacados son el modelo de creencias de salud, la teoría de la
acción razonada y la conducta planeada y la teoría de la motivación protectora
(Fishbein, 1967; Rogers, 1975; Rosenstock, 1974). El estudio de estos tres modelos
se ha evidenciado en estudios sobre percepción de riesgo y variables psicológicas
variadas (García del Castillo, 2012; Munevar y Palma, 2014).
El modelo de creencias de salud, planteado por Rosenstock (1974), propone
que la probabilidad de realizar una conducta de salud depende de factores
demográficos y de una serie de creencias que parten de la vulnerabilidad percibida
a enfermar y los beneficios y costos percibidos en la reducción de las conductas de
riesgo. El modelo de la teoría de la acción razonada y la conducta planeada, es un
modelo de Fishbein (1967) que supone que los individuos se comportan de forma
orientada a metas y que por medio de la razón evalúan las consecuencias de sus
acciones. De esta manera, las personas empiezan a tener creencias sobre la
expectativa del resultado, el valor del resultado y se valora la norma subjetiva o la
percepción de la presión social respecto a la conducta.
19
En el tercer modelo, el de la teoría de la motivación protectora, planteado por
Rogers (1975), se afirma que el temor a las consecuencias es lo que media el
comportamiento final de las personas, lo que las motiva para buscar medidas de
protección que se traduce en la adopción de conductas saludables. Así es como una
persona al conocer el riesgo que tiene y conocer una posible y eficaz solución para
evitar la enfermedad opta por cambiar su comportamiento, el cual debe ser dirigido
a evitar el riesgo.
En términos generales, los modelos existentes indican que hay una fuerte
relación entre la percepción de riesgo y la iniciación y mantenimiento de todo tipo de
comportamientos. Como se ha planteado anteriormente, a nivel mundial no se
realiza suficiente actividad física, posiblemente debido a la invulnerabilidad percibida
(García del Castillo, 2012; Jessor et al., 1991;).
Es así cómo se relaciona la
percepción de riesgo y la actividad física, pues si una persona no valora la amenaza
para la salud que puede traer consigo la falta de actividad física, probablemente no
realice cambios comportamentales. De lo contrario, cuando una persona percibe
cuáles son sus riesgos al tener un estilo de vida sedentario, es más probable que
acuda a la actividad física para protegerse de dichos riesgos (Schwarzer y Fuchs,
1993).
De acuerdo con Brewer, Weinstein, Cuite y Herrington (2004), al momento
de evaluar la percepción de riesgo se debe contar con cuatro aspectos esenciales:
(1) la identificación de quién está en riesgo; (2) el análisis de cuál es la variable de
riesgo y sus consecuencias; (3) el periodo temporal en el cual sus efectos se verán;
y (4) el comportamiento subjetivo frente a la situación de riesgo.
Para evidenciar que efectivamente la percepción de riesgo contribuye a la
realización de la actividad física, se han realizado investigaciones que intentan
relacionar ambas variables. Una investigación realizada por Stephan et al. (2011),
tuvo como objetivo examinar la relación entre percepción de riesgo y actividad física
en 143 adultos mayores franceses entre 61 y 70 años de edad. El estudio se dividió
en dos momentos, en el primero se obtuvieron datos demográficos y se midió la
percepción del riesgo de los participantes. Seis meses después, en el segundo
20
momento, los investigadores midieron los niveles de actividad física por auto reporte
teniendo en cuenta los niveles que tenían seis meses atrás.
Los resultados evidencian que aquellos participantes que consideraron el
riesgo de padecer enfermedades fueron los más activos físicamente, lo que indica
que la percepción de riesgo y la actividad física se relacionan positivamente. Los
autores consideran que es posible que la percepción del riesgo en los adultos
mayores sea elevada debido al declive de la salud a medida que la edad aumenta
(Stephan, et al., 2011).
Otro estudio realizado por Woody (2010) pretendió explorar el rol que cumple
la percepción de riesgo en los niveles de actividad física en un grupo de mujeres
estadounidenses. Las participantes fueron 546 mujeres con edades entre 19 y 85
años. El método consistió en la Intervención The Family Health History (FHH)
diseñada por la investigadora. Al inicio de la investigación las participantes
contestaban un cuestionario construido por la investigadora que abarcaba
información demográfica, niveles de actividad física y preguntas acerca de la
percepción de riesgo. El segundo momento abarcaba la FHH como tal, donde las
participantes analizaban, con la ayuda de la investigadora, el estado de salud de al
menos tres generaciones de su familia. Al realizar este análisis cada participante
recibía un resumen con el riesgo potencial de contraer alguna enfermedad crónica.
Posterior a la intervención, las participantes volvían a llenar un cuestionario, esta
vez enfocado a analizar la percepción de riesgo posterior a la intervención, a la vez
que se volvían a indagar por aspectos puntuales de su actividad física.
Los resultados de esta investigación muestran una relación significativa entre
percepción de riesgo y actividad física. Las mujeres con una alta percepción de
riesgo tienden a realizar actividad física en niveles muy bajos/nulos. No se
registraron cambios significativos en los niveles de actividad física posterior a la
intervención de sensibilización sobre riesgo de contraer enfermedades crónicas. Lo
anterior fue un indicio para la investigadora que le permite afirmar que hay otros
factores que median la actividad física a parte de la percepción de riesgo. A la par
se constata que las personas tienden a percibir el riesgo de contraer todo tipo de
21
enfermedades, pero tal percepción puede variar y ser menor en otras personas, lo
cual alimenta estilos mentales que aumentan la probabilidad de realizar
comportamientos riesgosos o no realizar comportamientos que protejan su salud.
Los estudios de Stephan et al. (2011) y Woody (2010), llegan a conclusiones
distintas, sin perder de vista que las poblaciones son diferentes. En Stephan et al.
(2011), con una muestra de adultos mayores, se concluye que a mayor percepción
de riesgo mayores niveles de actividad física. En cambio, en Woody (2010) con una
muestra que incluía jóvenes y adultos, se evidencia que aun con niveles altos de
percepción de riesgo se presentan bajos niveles de actividad física. Tres
conclusiones surgen de lo anterior: (1) aún es necesario seguir profundizando en la
relación entre la percepción de riesgo y la actividad física; (2) se refuerza la
importancia de la edad como factor determinante en ambas variables y, (3) son
necesarios más estudios empíricos que analicen la relación entre la percepción de
riesgo y la actividad física en jóvenes, sobre todo en universitarios.
Como se ha mencionado antes, la percepción de riesgo hace parte de los
factores individuales que influyen en la realización o no de la actividad física. No
obstante, Schwarzer y Fuchs (1993), consideran que la percepción de riesgo debe
actuar en conjunto con otras variables psicológicas, concretamente con la
autoeficacia, para que una persona decida realizar actividad física.
Entre los aspectos del autoconocimiento, ninguno influye más en la vida
diaria de las personas como la opinión que se tenga de la eficacia personal, siendo
la autoeficacia el factor determinante en cómo las personas se sienten, piensan,
motivan y comportan, evidenciando la importancia de las representaciones
simbólicas y su extrapolación a acciones (Bandura, 1987; Bandura, 1994).
La autoeficacia es definida por Bandura (1987) como “los juicios de cada
individuo sobre sus capacidades, en base a los cuales organizará y ejecutará sus
actos de un modo que le permitan alcanzar el rendimiento deseado” (p. 416). La
autoeficacia también es definida por Scherbaum, Cohen-Charash y Kern (2006)
como aquella creencia que cada persona tiene acerca de su competencia personal
22
para desempeñarse en una situación específica. En síntesis, la autoeficacia no hace
referencia a las capacidades reales, sino a lo que la persona cree que puede hacer.
Se hace evidente la necesidad de estudiar cómo el individuo juzga sus
propias capacidades y cómo sus autopercepciones de eficacia afectan su
motivación y su comportamiento, ya que si bien los conocimientos y las habilidades
exigidas son elementos necesarios, no son suficientes para conseguir un
rendimiento adecuado. Esto debido a que las personas no siempre actúan de forma
óptima aunque se conozca con exactitud cuál es el comportamiento correcto que se
debe desarrollar y se tengan las habilidades que se requieren, siendo la autoeficacia
un intermediario entre el conocimiento y la acción (Bandura, 1987).
Dada la importancia de las creencias en la eficacia personal en la conducta
humana, en los últimos veinte años la autoeficacia como constructo se ha convertido
en una variable de estudio prominente en diversas áreas del conocimiento, entre las
cuales se destacan las ciencias educativas, psicológicas y organizacionales
(Scherbaum et al., 2006).
La autoeficacia se basa en cuatro fuentes principales de información. La
primera se refiere a las experiencias previas exitosas del individuo frente a
determinada acción. La segunda son las experiencias vicarias, adquiridas a partir de
la observación de las ejecuciones de los demás. La tercera es la persuasión verbal
que es el medio por el cual otros pueden inducir al sujeto la creencia de que posee
la capacidad o no frente a una determinada tarea. La cuarta y última fuente hace
referencia a los estados fisiológicos, capacidades juzgadas a partir de la activación
somática y condiciones corporales como referentes de evaluación (Bandura, 1987).
Cuando se pretende llevar a cabo una acción, ésta inicia en el pensamiento.
La autoeficacia modela el tipo de escenario anticipado, es decir que las personas
con alto sentido de eficacia visualizan la acción en un escenario de éxito.
Consecuentemente, las creencias de autoeficacia pueden influir en los tipos de
actividades y entornos que las personas eligen participar. Por ende, las personas
23
evitan las actividades y los entornos que consideran que exceden a sus
capacidades de manejo (Bandura, 1999).
Teniendo en cuenta las creencias de autoeficacia, se puede caracterizar a
las personas con alta autoeficacia y aquellas con baja autoeficacia. Las personas
con mucha seguridad en sus capacidades para determinados dominios consideran
sus tareas difíciles como retos a ser alcanzados y no como amenazas a ser
evitadas; atribuyen sus fracasos a la insuficiencia de esfuerzos mas no a la
deficiencia de conocimientos y destrezas, los cuales consideran adquiribles;
aumentan y sostienen sus esfuerzos ante las dificultades. En cambio, aquellas
personas con baja autoeficacia evitan las tareas difíciles; piensan constantemente
en las deficiencias personales y en los obstáculos que encontrarán si se ejerce
determinada acción; atribuyen sus fracasos a la escasa habilidad; y cuando
fracasan, suelen reforzarse la idea distorsionada de que no son capaces de hacer la
tarea, consecuente a ello, su autoeficacia se verá aún más afectada (Bandura,
1999).
La autoeficacia influye sobre la confianza de las personas en su capacidad
de cambiar conductas sedentarias o bien fomentar la actividad física. De ahí que las
creencias de autoeficacia influyen sobre todas las fases del cambio personal.
Cuando una persona contempla la posibilidad de modificar sus hábitos de salud y
cree que no dispone de las habilidades necesarias para alcanzar el éxito, no realiza
el esfuerzo que la actividad requiere o la abandona rápidamente. En contraste con
aquellas personas que tienen las destrezas necesarias y confían en sus
capacidades, quienes adoptan fácilmente aquellas conductas que promueven la
salud y así mismo, eliminan aquellas que las perjudican (Bandura, 1999).
Las personas con niveles adecuados de autoeficacia tienen afinidad por
realizar actividad física y se comprometen a realizarla en mayor cantidad que
aquellos individuos con niveles bajos, siendo entonces la autoeficacia un medidor
adecuado para la intención comportamental de realizar actividad física en el
presente y en el futuro (Sniehotta, Scholz y Schwarzer, 2005).
24
El nivel de autoeficacia, sea baja o alta, y el cambio comportamental desde
la autoeficacia se produce bajo cuatro elementos esenciales. El primer elemento es
el informativo, destinado a aumentar el conocimiento de los riesgos para la salud.
Sin embargo la información objetiva exclusivamente permite poco cambio. El
segundo componente se basa en las destrezas auto reguladoras necesarias para
convertir las preocupaciones informadas en un ejercicio efectivo de control sobre los
hábitos de salud. El tercer componente hace referencia a la autoeficacia como tal,
debido a que si las personas no están convencidas de su eficacia personal,
reducirán sus esfuerzos en las situaciones que lo ameriten y abandonarán las
destrezas adquiridas cuando existan obstáculos. El último componente es el apoyo
social el cual influye en la auto regulación y adopción de ciertas conductas
aprobadas (Bandura, 1999).
Para medir la autoeficacia en el desarrollo de actividad física se deben tener
en cuenta tres tipos de autoeficacia: tarea, planeación y afrontamiento. La tarea
hace referencia a la capacidad percibida de realizar actividad física, la planeación es
la capacidad percibida de organizar el tiempo y la responsabilidad para permitir el
desarrollo de la actividad física, y el afrontamiento hace referencia a la capacidad
percibida de superar cualquier barrera que se presente que pueda impedir el
desarrollo de la actividad física (Sweet, Fortier, Blanchard y Strachan, 2012).
Apoyados en la teoría de la autoeficacia y su relación con la actividad física,
varios estudios se han encargado de correlacionar las dos variables. Un estudio
realizado por Pauline (2013) tuvo como objetivo evaluar la línea base respecto a los
niveles de actividad física y los aspectos psicosociales determinantes en estudiantes
universitarios, entre ellos la autoeficacia. La muestra estuvo conformada por 871
estudiantes universitarios estadounidenses. Los resultados sobre actividad física
muestran que 17,6% de las mujeres, 13,3% de los hombres, y solo 15,4% de la
población total participaron durante 30 minutos o más de actividad física moderada
5 días a la semana. 20,4% de las mujeres, 15,8% de los hombres y 18,2 % de la
población no participan en ningún tipo de actividad física (sea moderada o vigorosa).
25
Los resultados del estudio frente a autoeficacia muestran que los estudiantes
hombres tienen más confianza en sus habilidades para realizar actividad física que
las estudiantes mujeres. Estos también presentaron mayor confianza en su
habilidad para planear la actividad física aun en presencia de circunstancias
adversas. Los resultados frente a la motivación para actividad física muestran que
las mujeres se vieron motivadas para realizar actividad física por las siguientes
razones: control de peso, apariencia, salud positiva, manejo del estrés. Los hombres
se vieron motivados para realizar actividad física por las siguientes razones: reto
personal, fuerza y resistencia, competiciones, afiliaciones a grupos y reconocimiento
social (Pauline, 2013).
A partir de lo anterior, Pauline (2013) concluye que hay una correlación
positiva entre autoeficacia y actividad física en estudiantes universitarios, de manera
que a mayor autoeficacia, mayor participación en actividad física y continuidad en su
práctica. Lo anterior evidencia el rol de la autoeficacia para regular el
comportamiento de iniciación y mantenimiento de la actividad física.
Por otro lado, en la investigación realizada por Rovniak, Anderson y Winett
(2002) se realizó un esfuerzo por caracterizar la relación entre actividad física y
autoeficacia en estudiantes universitarios estadounidenses. Los resultados de esta
investigación muestran que el 55% de los niveles de actividad física se atribuyen a
la autoeficacia. Otro estudio evidencia la correlación positiva entre la autoeficacia y
la actividad física, se trata de la investigación realizada por Sweet et al. (2012), cuyo
objetivo fue demostrar que la autoeficacia es un factor predictor de niveles de
actividad
física.
La
muestra
estuvo
conformada
por
225
estudiantes
estadounidenses de psicología. Los resultados muestran una correlación positiva
entre autoeficacia y actividad física, en especial cuando se tienen altas expectativas
frente a los resultados de la práctica.
Paralelamente, en Colombia, Ramírez et al. (2015), realizaron un estudio que
tuvo como objetivo analizar la prevalencia de barreras y su asociación con la
práctica de actividad física en estudiantes universitarios. La muestra estuvo
conformada por 5663 estudiantes universitarios de 3 ciudades de Colombia. Los
26
resultados muestran que los bajos niveles de autoeficacia frente a la práctica de
actividad física resultan ser una barrera predominante en el 82% de los sujetos al
momento de tomar la decisión de desistir de su ejecución. Lo anterior quiere decir
que la mayoría de los estudiantes universitarios perciben que una de las barreras
para ser activos físicamente es la creencia de que sus capacidades son pocas o
escasas.
De acuerdo con las investigaciones mencionadas, se evidencia la relación
significativa que existe entre la autoeficacia y la actividad física. En los resultados se
observa que los altos niveles de autoeficacia son una variable psicológica que
puede influir en la práctica de la actividad física, mientras que la baja autoeficacia
frente a la actividad física puede ser una barrera para llevarla a cabo.
Ahora bien, después de abordar tanto la percepción de riesgo como la
autoeficacia de manera individual y sus respectivas relaciones con la actividad
física, se abre paso a un modelo que integra ambas variables. Este modelo
considera que es fundamental que las personas conozcan los riesgos que tienen
frente a sus conductas o hábitos no saludables, pero no es suficiente para reducir
tales conductas. Así mismo, plantea que no es suficiente que las personas se
consideren capaces de realizar algún tipo de actividad para que lleven a cabo el
cambio (Schwarzer y Fuchs, 1999).
El Modelo de Acción en favor de la Salud – HAPA (Health Action Process
Approach) fue propuesto por Schwarzer en 1992 para explicar los mecanismos
implicados en la motivación, ejecución y mantenimiento de la actividad física. Desde
esta mirada se tienen en cuenta la percepción de riesgo y la autoeficacia, por esta
razón el modelo HAPA será el eje fundamental de la presente investigación
(Schwarzer y Fuchs, 1993).
En la figura 1 se observa que en el modelo HAPA se distinguen dos fases: la
fase motivacional y la fase volitiva. La fase motivacional hace referencia a los
factores que determinan la formación de la intención de realizar actividad física,
27
mientras que la fase volitiva se refiere a los elementos implicados en la ejecución y
mantenimiento de la acción (Parschau et al., 2014; Guillamón, 2015).
Figura 1. Adaptación del Modelo de Acción en Favor de la Salud (Parschau et al. 2014).
Este modelo, en su fase motivacional, incluye además de la autoeficacia y la
percepción de riesgo, una tercera variable denominada expectativas de resultados
frente a la actividad física. Las expectativas de resultado son aquellas
probabilidades percibidas de que se logre un determinado resultado a partir de un
comportamiento específico (Bandura, 1999) siendo un factor que contribuye a la
toma de decisiones de realizar actividad física. La unión de estas tres variables
determina la intención que tiene un individuo para realizarla. (Parschau et al., 2014),
pero la intención de realizar actividad física por sí misma no es suficiente para
generar la realización de la conducta. Cuando un individuo está inclinado a adoptar
un comportamiento saludable, la intención debe transformarse en instrucciones
detalladas de cómo ejecutar dicha conducta, y una vez se ha iniciado, cómo
mantenerla aun en presencia de situaciones desafiantes (Schwarzer, Luszczynska y
Lippke, 2011).
28
El modelo HAPA en su fase volitiva identifica variables que juegan un papel
clave en la ejecución de actividad física. Se observa la presencia de la autoeficacia
para mantener los niveles de actividad física y la autoeficacia para recuperar la
conducta en caso tal de recaída. También están presente variables que hacen
referencia a la anticipación consciente de qué, cómo, cuándo y dónde se llevará a
cabo la conducta (planes de acción) y de qué, cómo, cuándo o dónde se podrán
poner en marcha mecanismos para hacer frente a los obstáculos o problemas que el
individuo pueda encontrar durante el proceso de cambio y/o mantenimiento del
mismo (planes de afrontamiento) (Parschau et al., 2014; Guillamón, 2015).
Finalmente mediando entre las dos fases se encuentran las barreras y
recursos externos de apoyo, como el apoyo social. La presencia de apoyo social
puede constituirse en un factor muy importante que determina la realización de la
actividad física. Así mismo, se deben tener en cuenta barreras que impidan el
desarrollo de la conducta (Parschau et al., 2014).
Parschau et al. (2014) sometió a prueba este modelo teórico en una muestra
de 484 adultos obesos de Alemania, encontrando que tanto la autoeficacia como las
expectativas de resultados estuvieron correlacionadas con la intención de realizar
actividad física, pero no ocurrió lo mismo con la percepción de riesgo. Sin embargo,
ésta sí se relacionó con la autoeficacia.
Para concluir la revisión realizada es pertinente resaltar que la magnitud del
problema del sedentarismo ya ha sido ampliamente identificada como una
problemática mundial. Adicionalmente, se ha identificado que la relación entre el
conocimiento frente a cuáles son los niveles apropiados de actividad física y los
beneficios que conllevan para la salud no son suficientes para explicar los cambios
comportamentales que llevan a un individuo a realizar actividad física. Por lo tanto,
es importante profundizar en aquellas variables personales que podrían ayudar a
explicar por qué las personas no realizan suficiente actividad física y, por otra parte,
en
las
variables
comportamiento.
que
influyen
positivamente
en
la
realización
de
este
29
Se observa que son pocos los esfuerzos investigativos que se centran en el
estudio tanto de la autoeficacia como de la percepción de riesgo y su relación con la
actividad física. El modelo HAPA es un precedente en esta temática y se considera
un esfuerzo sólido por ubicar a la autoeficacia y la percepción de riesgo como los
pilares que median la intención y la acción en lo referente a la actividad física.
Al respecto, la revisión bibliográfica expuesta anteriormente permite
identificar la autoeficacia como una variable psicológica que actúa en la iniciación,
mantenimiento y recuperación de prácticas apropiadas de actividad física. Así
mismo, se ha identificado que la población universitaria está en su mayoría en la
adultez emergente, un periodo donde no se percibe ni dimensiona el riesgo de no
realizar actividad física, a la par con resultados de investigaciones que afirman que
a menor percepción de riesgo, menores serán los niveles de actividad física. Sin
embargo, con respecto a la relación entre expectativas de resultados y actividad
física, que es la tercera variable mencionada por el modelo HAPA, solamente ha
sido abordada en poblaciones con complicaciones de salud, como el caso de las
personas obesas mórbidas, frente a lo cual se podría pensar que ésta solo cobra
importancia cuando la actividad física se hace necesaria para evitar o disminuir
consecuencias negativas para la salud.
Una primera brecha que esta investigación trató de abordar fue la de aportar
frente a la carencia de estudios que abarquen tanto la autoeficacia como la
percepción de riesgo y su relación con la actividad física. En el contexto de la
Pontificia Universidad Javeriana Cali estas variables no se habían trabajado, por lo
que se consolida como un aporte a los esfuerzos previamente realizados en este
contexto. Como se ha expuesto anteriormente, los resultados de los estudios varían
de acuerdo al contexto en el que se realicen, por lo que aquellos derivados de esta
investigación permitirán orientar futuras intervenciones en este campus universitario.
Lo anterior cobra particular importancia en este momento histórico en el que la
Universidad se encuentra adelantando gestiones para
consolidarse
como
Universidad Promotora de la Salud, es decir, como un entorno saludable (L. Tamayo
y E. Carreño, comunicación personal, enero 27, 2016).
30
Una segunda brecha es el aporte a la creación y modificación de
instrumentos de medición que permitan evaluar tanto la actividad física, como la
autoeficacia y la percepción de riesgo en relación con ésta. Durante la revisión no se
encontraron instrumentos que midieran las variables cognitivas en cuestión en
relación con la actividad física, por lo que es importante iniciar acercamientos
novedosos y más válidos para cuantificar estas variables.
Con base en lo anterior este proyecto buscó responder la siguiente pregunta
de investigación: ¿Cuál es la relación de la percepción de riesgo y la autoeficacia
con la actividad física en estudiantes de un contexto universitario de la ciudad de
Cali? El objetivo general fue establecer la relación entre percepción de riesgo y
autoeficacia con la actividad física en estudiantes universitarios. Se plantearon como
objetivos específicos los siguientes: identificar el nivel de actividad física de los
estudiantes; describir la percepción de riesgo y la autoeficacia para la actividad
física de los estudiantes; establecer diferencias de actividad física, percepción de
riesgo y autoeficacia según el género, la ubicación semestral y la facultad; y
establecer diferencias en la percepción de riesgo y la autoeficacia en función del
nivel de actividad física de éstos.
Una vez expuestos los objetivos de este estudio, se considera pertinente
profundizar en los bajos niveles de actividad física como una situación que ha
preocupado a la sociedad. Por ello, diferentes políticas públicas se han centrado en
la promoción de la actividad física en pro de favorecer la salud. Cuando se plantea
la actividad física como medio para promocionar la salud, se hace referencia a su
reconocimiento para tratar la salud pública (Vidarte, 2011). La actividad física está
incluida en programas y leyes a nivel mundial. Específicamente en Colombia, el
Plan Nacional de Salud Pública 2012 – 2021 formulado por el Ministerio de Salud y
Protección Social (2013), tiene como objetivo que para el año 2021 se hayan
incrementado los niveles de actividad física de la población de 13 a 64 años. Se
espera aumentar el tiempo dedicado y la calidad para la actividad física en todo el
sistema educativo, con metas puntuales de mínimo 300 minutos de actividad física a
la semana en instituciones de formación, y el incremento de la actividad física,
31
caminar o montando bicicleta como medio de transporte por encima de 33,8% y
5,6% respectivamente.
Esta investigación también está alineada con los planteamientos de la Ley
1355 de 2009, emitida por el Congreso de la República de Colombia (2009),
conocida como la Ley de la Obesidad. En ésta se define la obesidad y las
enfermedades crónicas no transmisibles asociadas al sedentarismo como una
prioridad de salud pública, y se afirma que el estado colombiano deberá promover
políticas de actividad física dirigidas a favorecer ambientes saludables y seguros
para el desarrollo de las mismas. La Ley de la Obesidad contempla artículos que
dan pautas para el incremento y calidad de la actividad física en los niveles de
educación inicial, básica y media. No aborda los contextos universitarios, siendo
está una brecha que debe ser suplida.
Dado que el ser joven y universitario es un factor de riesgo frente a la
realización de la actividad física, es necesario conocer la prevalencia de esta
conducta saludable en estudiantes de pregrado y las razones psicológicas
subyacentes que determinan la práctica de la actividad física, las cuales pueden ser
variadas de acuerdo al contexto en el que se estudien. Conocer los factores
psicológicos por los cuales las personas deciden no realizar los niveles mínimos de
actividad física permitirá desarrollar intervenciones acordes a las necesidades
encontradas u orientar las existentes (Fernhall, Borghi y Babu, 2015; Hunter, Boeri,
Tully, Donnelly y Kee, 2015).
En este sentido, esta investigación es de apoyo para la evaluación y el
seguimiento de los niveles de actividad física y sus variables psicológicas
(percepción de riesgo y autoeficacia) en la población de la Pontificia Universidad
Javeriana Cali. Se proporcionará información tendiente a orientar los planes y
programas que promuevan la actividad física de los estudiantes universitarios. Los
resultados de esta investigación son útiles para la institución al momento de
implementar programas de actividad física que mejoren la salud de los estudiantes,
a la par que puede servir de línea base para futuras intervenciones.
32
La investigación que se realizó se relaciona con los objetivos de la Pontificia
Universidad Javeriana Cali, debido a que entre sus metas se encuentra la formación
integral de los estudiantes. La universidad cuenta con programas de bienestar,
entendidos como actividades dirigidas al desarrollo físico, psicoafectivo, espiritual y
social de la comunidad universitaria. Además, esta universidad hace parte de la
Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), la cual promulga políticas para
el bienestar de los estudiantes en todas las dimensiones de la existencia humana,
incluyendo la salud y la calidad de vida (Pontificia Universidad Javeriana Cali [PUJ],
2015).
La universidad como promotora de la salud, ha creado el Medio Universitario
que se define como los espacios orientados a la formación integral y el bienestar de
las personas que estudian y trabajan en la institución. En relación con la actividad
física, el Medio Universitario cuenta con el Centro de Bienestar, el cual promueve la
salud física y psicológica para el mejoramiento integral de la calidad de vida de las
personas que hacen parte de la comunidad; el Centro Deportivo el cual contribuye a
la formación y recreación de las personas que componen la comunidad en lo
referente a la actividad física (enfocándose en los deportes) y el Centro de
Expresión Cultural, el cual fomenta el desarrollo de las habilidades de creación e
interpretación artística en sus diversas formas, como la danza la cual es parte de la
actividad física (PUJ, 2015).
Conociendo la importancia que tiene la actividad física como parte de la
salud y por ende de la formación integral de los estudiantes, la Universidad ha
realizado investigaciones en relación con los niveles de actividad física y las
barreras percibidas para realizarla. Así, esta investigación permite contribuir a los
antecedentes en la institución frente a la actividad física.
Al abarcar la actividad física como hábito de salud importante, el área del
conocimiento en el que se enmarca el presente proyecto es la Psicología de la
Salud. Campo que aplica los principios, técnicas y conocimientos científicos propios
de la psicología a la evaluación, diagnóstico, prevención, explicación, modificación
y/o tratamiento de comportamientos relevantes para los procesos de salud o
33
enfermedad, en los distintos y variados contextos en los que puedan tener lugar
dichos comportamientos (Matarazzo, 1984; Morrison y Bennett, 2008; Oblitas,
2006). Así, la Psicología de la Salud se interesa por la promoción de la actividad
física para prevenir y tratar ciertas enfermedades no trasmisibles causantes de altos
índices de mortalidad a nivel mundial.
34
MÉTODO
Tipo de estudio
Esta investigación es cuantitativa debido a que la recolección de los datos se
fundamenta en la medición y cuantificación del nivel de actividad física, la
percepción de riesgo y la autoeficacia de estudiantes universitarios. Los resultados
fueron analizados estadísticamente, lo que permitió caracterizar el fenómeno
encontrado (Hernández, Fernández y Baptista, 2010).
La modalidad de este estudio es no-experimental, puesto que buscó observar
el fenómeno tal como se presenta en su contexto natural para después analizarlo.
No se pretendió manipular las variables de estudio (percepción de riesgo,
autoeficacia y actividad física). Esto quiere decir que no ejerció un control directo
sobre estas variables, ni tampoco se influyó sobre las mismas para obtener
variaciones de una variable en función de otra (Hernández, et al., 2010).
En cuanto al diseño, la presente investigación fue transversal-correlacional de
acuerdo a la clasificación de Hernández, et al. (2010), debido a que la recolección
de los datos de cada variable se llevó a cabo en un sólo momento y tiempo único,
es decir, una sola vez se midió cada variable en cada sujeto y se buscó su relación
o grado de asociación.
Participantes
La población de este estudio estuvo constituida por los estudiantes de
pregrado matriculados en la Pontificia Universidad Javeriana Cali. En el primer
periodo del 2015-1 dicha población constaba de 6411 estudiantes distribuidos en
35
cuatro facultades: Humanidades y Ciencias Sociales (36%), Ciencias Económicas y
Administrativas (29%), Ingeniería (25%), y Ciencias de la Salud (10%). Como
criterios de inclusión se tuvo en cuenta que los estudiantes estuvieran matriculados
en el semestre 2015-2, que se ubicaran en segundo semestre en adelante y que
tuvieran entre 18 y 25 años (adultos emergentes).
Se buscó que la muestra estuviera conformada por 125 estudiantes. El
tamaño de la muestra fue calculado teniendo en cuenta como parámetros un
tamaño poblacional de 6411 estudiantes (matriculados en el primer periodo del
2015), una prevalencia de sedentarismo del 77% (según estudios anteriores en la
universidad), una significancia del 5%, un error del 8% y un porcentaje de no
respuesta del 15%. La selección de la muestra fue intencional, y se buscó que ésta
representara la distribución de la población por facultades.
Variables
A continuación se definen las variables que fueron evaluadas y analizadas
para cumplir los objetivos de la investigación.
Tabla 1
Variables del estudio
Variables
Actividad
física
Autoeficacia
Percepción
Riesgo
Definición conceptual
Definición operacional
Movimientos Corporales producidos por los músculos
Preguntas de la 1 a la 6 del Cuestionario
esqueléticos cuyo resultado es el gasto energético
de
(WHO, 2015a).
Universitarios.
Capacidad percibida para ejecutar con éxito la
práctica de la actividad física (Bandura, 1999).
Actividad
Física
en
Jóvenes
Preguntas de la 7 a la 26 del Cuestionario
de
Actividad
Física
en
Jóvenes
Universitarios.
Evaluación subjetiva de la probabilidad de ocurrencia
Preguntas
de
de un evento adverso producto de la falta de
Cuestionario
actividad física (Sjoberg, Moen y Rundmo, 2004)
Jóvenes Universitarios.
de
la
27
a
Actividad
la
33
del
Física
en
Nota. Tabla construida a partir de las definiciones de las variables que se abordaron en la
presente investigación.
36
Instrumento
El instrumento utilizado fue el Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes
Universitarios (ver Anexo 1). El cuestionario consta de 33 ítems que miden el nivel
de actividad física, la autoeficacia y la percepción de riesgo frente a la realización de
actividad física. Las preguntas son cerradas y las opciones de respuesta
corresponden a la escala Likert, a excepción de la variable actividad física, la cual
fue medida con preguntas en las que se le solicitaba al sujeto completar con
información específica.
Este cuestionario fue construido por los investigadores a partir del análisis y
adaptación de algunos cuestionarios utilizados para medir las variables del estudio,
entre ellos: (1) el Cuestionario Internacional sobre Actividad Física [IPAQ] (IPAQ
Research Committee, 2005), del cual se tomaron 6 de las 7 preguntas que contiene
para la medición de los niveles de actividad física; (2) el Cuestionario Survey
(Woody, 2010), del cual se tomaron preguntas para la medición de la percepción de
riesgo frente a la actividad física y se tuvieron en cuenta las recomendaciones de
Brewer et al. (2004) para medición de esta variable; y (3) la Escala sobre Actividad
Física [EAF] de Fernández, Medina, Herrera, Rueda y Fernández (2011), la cual fue
adaptada para medir la autoeficacia en relación con la actividad física. La
adaptación consistió en el cambio del lenguaje en función del contexto cultural
donde se aplicó el instrumento, se modificaron algunas preguntas que originalmente
giraban en torno al trabajo y al quehacer de una persona en la adultez media y
tardía, éstas se sustituyeron por preguntas que abordan situaciones específicas de
la vida universitaria como el estudio constante y los parciales; y finalmente se
incorporaron ítems relacionados con la autoeficacia en la actividad física moderada,
vigorosa y la caminata.
El instrumento fue revisado por tres jueces expertos: un educador físico con
maestría en actividad física y dos psicólogos con experiencia en el tema. Una vez
evaluado el cuestionario y hechos los ajustes sugeridos (cambios en la redacción de
algunos ítems, se agregó un ítem en la subescala de autoeficacia y se posicionaron
de forma diferente las instrucciones), se aplicó una prueba piloto con 10 estudiantes
37
cuyo resultado permitió reestructurar las instrucciones para la subescala de
percepción de riego y autoeficacia. Los resultados de este proceso permitieron
ajustar el cuestionario al lenguaje de la población y asegurar la validez de contenido
del mismo.
La forma de calificación del Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes
Universitarios se adjunta en el Anexo 2.
Procedimiento
A continuación se describirán las fases que se tuvieron en cuenta para la
realización de esta investigación. El instrumento fue validado por tres jueces
expertos y se realizó una prueba piloto con 10 sujetos que cumplían con los criterios
de inclusión de la muestra, como se mencionó anteriormente. Según Escobar y
Cuervo (2008), la validación del instrumento por medio de los jueces expertos y la
prueba piloto tiene el fin de que el instrumento a aplicar tenga claridad (hace
referencia a la revisión lingüística o gramatical de las preguntas que componen el
instrumento, en aspectos relacionados con redacción, puntuación, uso de términos
adecuados, etc.), sea pertinente (grado de correspondencia o coherencia entre lo
que evalúa el reactivo y el fin del instrumento), se ubique adecuadamente (referente
al orden lógico
en el que se ubican las preguntas del instrumento) y que las
preguntas sean suficientes (contribución a la comprensión de la variable a evaluar).
Una vez validado el instrumento, se captaron los estudiantes en el campus
universitario y se verificaron los criterios de inclusión. Una vez contactados, se les
brindó información acerca del estudio que se llevó a cabo, sus objetivos, el tiempo
estimado de duración de la prueba y se les entregó el consentimiento informado (ver
Anexo 3). Sólo quienes leyeron y firmaron el consentimiento informado de manera
voluntaria fueron los participantes de la investigación y a ellos, posteriormente, se
les aplicó el instrumento.
La aplicación del instrumento fue de carácter individual en salones e
instalaciones de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Durante la aplicación, los
38
participantes tuvieron la libertad de realizar cualquier pregunta y de abstenerse de
responder aquellas que consideren. Se hizo claridad en que no hay un límite de
tiempo para terminar de responder las preguntas del instrumento.
Al finalizar el proceso de aplicación del instrumento a los participantes, se
realizó la tabulación y análisis estadístico respectivo de los datos, y se construyó el
informe final. Posterior a la sustentación de este informe, se elaborará un resumen
ejecutivo que se entregará y socializará al Centro Deportivo y al Centro de Bienestar
de la Vicerrectoría del Medio Universitario de la Pontificia Universidad Javeriana Cali
(Anexo 4).
Análisis de resultados
Los resultados fueron analizados por medio del paquete Statiscal Package
for Social Sciences (SPSS) versión 23.0 para Windows. Inicialmente se caracterizó
la muestra por medio de estadística descriptiva y posteriormente se calcularon las
puntuaciones obtenidas en la realización de actividad física, autoeficacia y
percepción de riesgo frente a la actividad física. A partir de las puntuaciones se
describieron los niveles de cada una de las variables mencionadas en los
estudiantes, específicamente para actividad física se siguieron los criterios
establecidos por el IPAQ (IPAQ Research Committee, 2005). Se utilizaron las
siguientes pruebas paramétricas: Prueba T para muestras independientes (cuando
era necesario comparar dos grupos), ANOVA y contraste de Scheffé (cuando era
necesario comparar más de dos grupos) y el coeficiente de correlación de Pearson
para determinar la relación lineal entre variables cuantitativas. En los casos en los
que se buscó establecer la relación entre variables categóricas, se utilizó la prueba
no paramétrica de Chi-cuadrado.
39
Consideraciones éticas
Esta investigación involucró seres humanos, por lo cual se tuvo especial
consideración por los aspectos éticos de la investigación estipulados por la
Resolución No. 08430 (Ministerio de Salud, 1993) que vela por el respeto y
protección de los participantes en investigaciones con humanos, y la Ley 1090
(Congreso de la República, 2006) que regula la investigación en Psicología.
De acuerdo con éstas, los participantes de la investigación fueron informados
del estudio, se explicó a cada uno de manera clara y completa por medio de un
consentimiento informado (ver Anexo 3) la justificación y los objetivos de la
investigación; los procedimientos que se utilizaron y el propósito de cada uno; y los
riesgos y beneficios que podrían obtenerse. En cuanto a los riesgos, se considera
que la presente investigación no representó riesgos dado que no se realizó ninguna
intervención intencionada de variables biológicas, psicológicas o sociales.
En el consentimiento informado se escribió de manera explícita que el
participante tenía la posibilidad de realizar preguntas durante el proceso, la no
remuneración económica o en especie por la participación, el carácter voluntario de
la participación y la garantía de que la información personal obtenida es confidencial
con el fin de proteger la privacidad. En el consentimiento se expresó que en todo
momento se respetaría la decisión de las personas en cuanto a participar o no de la
investigación sin que por ello sea juzgada. El consentimiento informado debió ser
firmado por un testigo para avalar la participación voluntaria del estudiante.
Se estipula que al ser este un trabajo de grado, la Universidad proporcionó
asesoría y respaldo en todo momento. En caso de que los participantes tengan
dudas adicionales sobre la investigación pueden contactar a los investigadores y/o a
la directora del mismo (en la copia que se les entregó del consentimiento se
incluyen nombres, teléfonos y correos electrónicos institucionales). Se precisa que
los resultados de esta investigación serán transferidos a la Pontificia Universidad
Javeriana Cali para su análisis.
40
RESULTADOS
A continuación se presentan los resultados obtenidos de la aplicación del
Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios. En primer lugar se
describirán las características de la muestra; después se presentan los resultados
obtenidos para la variable actividad física, en donde se exponen los puntajes
obtenidos en la actividad física moderada, vigorosa, la caminata y la actividad física
total. Se resalta que los puntajes de actividad física se presentan en el equivalente
metabólico METs. Los METs son un índice de la tasa metabólica de un individuo
realizando algún tipo de actividad física, comparado con la tasa metabólica de una
persona en estado de reposo. Un MET se define como el costo enérgico del
descanso y es equivalente a un consumo calórico de 1 cal/kg/hora (WHO, 2015b).
Después de presentar los puntajes obtenidos en actividad física, se clasifican los
estudiantes de acuerdo a su nivel de actividad física y se relacionan estos niveles
con el género, la ubicación semestral y la facultad.
Posteriormente se presentan los puntajes obtenidos en las variables
autoeficacia y percepción de riesgo para la actividad física. Al igual que la variable
anterior, en este apartado después de mostrar los puntajes se procede a clasificar a
los estudiantes en tres categorías (alto, moderado y bajo) y se relacionan estos
niveles con el género, la ubicación semestral y la facultad.
Finalmente, se presenta la relación entre las variables actividad física,
autoeficacia y percepción de riesgo para la actividad física. Primero se relacionan
las variables cuantitativas y después las categóricas. En general, la presentación de
los resultados se hace de forma tabular y por medio de gráficos de barras simples.
41
Caracterización de la muestra
En total participaron 125 universitarios, de los cuales uno superó el rango de
edad establecido para el estudio por lo que fue eliminado del mismo. De esta
manera, la muestra estuvo conformada por 124 estudiantes de pregrado de la
Pontificia Universidad Javeriana Cali, con edades entre 18 y 25 años, con un
promedio de 20,3 años (DE= 2,00). El 57% de la muestra fueron mujeres y el 43%
hombres. Los estudiantes pertenecían a las cuatro facultades de la Universidad,
siendo el 36% de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, el 26% de la
Facultad de Ingeniería, el 28% de la Facultad de Ciencias Económicas y
Administrativas y el 10% de la Facultad de Ciencias de la Salud. En cuanto a la
ubicación semestral de los estudiantes, el 36% estaban entre 2 y 3 semestre, el 45
% entre 4 y 7 semestre, y 19% de los estudiantes estaban entre 8 y 10 semestre. La
Tabla 2 muestra la caracterización de la muestra según el sexo, la edad y la facultad
a la que pertenecen los estudiantes.
Tabla 2
Caracterización de la muestra
Variables
Mujeres
Género
Hombres
Edad
Facultad
Ubicación
Semestral
Humanidades y Ciencias
Sociales
Ciencias Económicas y
Administrativas
Ingeniería
Ciencias de la Salud
2 – 3 Semestre
4 – 7 Semestre
8 – 10 Semestre
N (%) / x (D.E)
57%
71
43%
53
20,30
2,0
45
36%
35
28%
32
12
26%
10%
44
56
24
36%
45%
19%
42
Actividad física
La variable actividad física se exploró para conocer la distribución de
estudiantes que realizan actividad física y que cumplen con los niveles necesarios
para el fomento de la salud. A continuación se describen las proporciones según
sexo, facultad y ubicación semestral y se compararon las medias para determinar si
existen diferencias entre grupos. La actividad física fue evaluada siguiendo la
clasificación del IPAQ, en términos de actividad vigorosa, actividad moderada y
caminata en los últimos siete días.
En cuanto a la actividad moderada (Ver Tabla 3), los estudiantes
universitarios la realizaron en promedio 2,77 días en la última semana (D.E= 2,06).
El gasto calórico derivado de este tipo de actividades fue en promedio 860,97 METmin/semana. Este gasto fue mayor en hombres (1092,45 MET- min/semana) que en
mujeres (688,17 MET- min/semana), siendo estas diferencias estadísticamente
significativas
(p=0,008).
No
se
encontraron
diferencias
estadísticamente
significativas en función de la ubicación semestral (p=0,220) y la facultad (p=0,633).
Tabla 3
METs min/semana en actividad física moderada
METs min / semana
x
D.E.
1092,45
904,71
688,17
772,43
Valor P
Género
Hombres
Mujeres
Facultad
Humanidades y Ciencias Sociales
Ciencias Económicas y Administrativas
Ingeniería
Ciencias de la Salud
901,78
715,43
976,88
823,33
987,52
802,63
746,83
733,70
.633
Ubicación
Semestral
Semestres 2 – 3
Semestres 4 – 7
Semestres 8 - 10
756,36
830,00
1125,00
741,87
825,07
1062,65
.220
Total Muestra
860,97
852,00
-
.008
43
Como se puede observar en la Tabla 4, la actividad física vigorosa fue
realizada por los universitarios en promedio 1,93 días en la última semana (D.E=
2,25), generando un gasto calórico de en promedio 1471,61 MET-min/semana. Este
gasto fue mayor en hombres (2228,68 MET- min/semana) que en mujeres (906,48
MET- min/semana), siendo estas diferencias estadísticamente significativas
(p=0,000). Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la ubicación
semestral (p=0,004), puesto que los estudiantes de octavo semestre en adelante
obtuvieron un gasto calórico mayor (2655,00 MET-min/semana) que los estudiantes
de segundo y tercer semestre (1102,73 MET-min/semana) (p=0,008) y que los
estudiantes entre cuarto y séptimo semestre (1254,29 MET-min/semana) (p=0,014).
No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre las facultades
(p=0,536).
Tabla 4.
METs min/semana en actividad física vigorosa
METs min / semana
x
D.E.
2228,68
2273,17
906,48
1556,01
Valor P
Género
Hombres
Mujeres
Facultad
Humanidades y Ciencias Sociales
Ciencias Económicas y Administrativas
Ingeniería
Ciencias de la Salud
1678,22
1064,00
1518,75
1760,00
2219,81
1776,88
1779,90
2480,65
.536
Ubicación
Semestral
Semestres 2 – 3
Semestres 4 – 7
Semestres 8 - 10
1102,73
1254,29
2655,00
1745,02
1781,23
2498,24
.004
Total Muestra
1471,61
1998,44
-
.000
Por otro lado, como se observa en la Tabla 5, los universitarios reportaron
realizar caminata por lo menos 10 minutos seguidos en promedio de 3,46 días en la
última semana (DE=2,39). El gasto calórico derivado de dicha caminata fue de
522,41 MET-min/semana. En hombres fue de 423,71 MET-min/semana y en
mujeres
fue
de
596,09
MET-min/semana,
sin
encontrarse
diferencias
44
estadísticamente significativas por sexo (p=0,235). Tampoco se encontraron
diferencias estadísticamente significativas en ubicación semestral (p=0,725). Se
observan diferencias estadísticamente significativas entre facultades (p=0,025),
siendo mayor el gasto calórico en estudiantes pertenecientes a la facultad de
Ciencias de la Salud (1171,50 MET-min/semana) que en estudiantes de Ingeniería
(298,55 MET-min/semana) (p=0,027).
Tabla 5.
METs min/semana en la caminata
METs min / semana
x
D.E.
423,71
568,74
596,09
1023,25
Valor P
Género
Hombres
Mujeres
Facultad
Humanidades y Ciencias Sociales
Ciencias Económicas y Administrativas
Ingeniería
Ciencias de la Salud
546,70
473,31
298,55
1171,50
821,47
812,68
456,69
1526,50
.025
Ubicación
Semestral
Semestres 2 – 3
Semestres 4 – 7
Semestres 8 - 10
484,13
588,70
437,94
765,11
1001,27
666,67
.725
Total Muestra
522,41
860,21
-
.235
Considerando los tres tipos de actividad física expuestos anteriormente, se
realizó una suma de los MET-min/semana para obtener el valor de la Actividad
Física Total (Ver Tabla 6), donde los universitarios tuvieron un gasto calórico
promedio en los últimos 7 días de 2854,99 MET-min/semana, siendo este gasto total
diferente entre hombres (3744,84 MET-min/semana) y mujeres (2190,74 METmin/semana) (p=0,002). En cuanto a la ubicación semestral se encontraron
diferencias estadísticamente significativas (p=0,018), donde el gasto calórico
promedio es mayor en estudiantes de octavo semestre en adelante (4217,94 METmin/semana) que en los estudiantes de segundo y tercer semestre (2343,22 METmin/semana), siendo estas diferencias estadísticamente significativas (p=0,023). No
se encontraron diferencias en función de la facultad (p=0,322).
45
Tabla 6.
METs min/semana en actividad física total
METs Min/Semana
x
D.E.
3744,84
2921,72
2190,74
2356,89
Valor P
Género
Hombres
Mujeres
Facultad
Humanidades y Ciencias Sociales
Ciencias Económicas y Administrativas
Ingeniería
Ciencias de la Salud
3126,70
2252,74
2794,17
3754,83
3092,32
2304,46
2480,65
2830,27
.322
Ubicación
Semestral
Semestres 2 – 3
Semestres 4 – 7
Semestres 8 - 10
2343,22
2672,98
4217,94
2286,57
2470,18
3536,48
.018
Total Muestra
2854,99
2714,06
-
.002
A partir del número de días en los que realizan actividad vigorosa, moderada
y caminata y el gasto calórico asociado a cada uno, los universitarios fueron
clasificados en tres niveles de actividad física, ubicándose de la siguiente manera: el
31,5% presentan un nivel alto de actividad física, el 42,7% en nivel moderado y el
25,8% en nivel bajo (ver Figura 2). Quienes se encuentran en el nivel bajo de
actividad física no cumplen las recomendaciones establecidas por la OMS sobre
actividad física para proteger la salud.
45,0%
42,7%
40,0%
35,0%
30,0%
31,5%
25,8%
25,0%
20,0%
15,0%
10,0%
5,0%
0,0%
Bajo
Moderado
Figura 2. Nivel de actividad física de los estudiantes.
Alto
46
A continuación se presenta el nivel de actividad física en función del género,
facultad y ubicación semestral (ver Figura 3). En cuanto al género se puede
observar que hay una mayor proporción de mujeres que no cumplen los niveles
mínimos recomendados de actividad física (32,4%) en contraste con los hombres
(17%), también se puede observar que hay mayor proporción de hombres en el nivel
de actividad física (49,1%) que mujeres (18,3%). Sin embargo, es mayor la
proporción de mujeres en el nivel moderado de actividad física (49,3%) que los
HOMBRES MUJERES
GENERO
45,8%
29,2%
25,0%
41,1%
32,1%
26,8%
25,0%
BAJO
22,7%
25,0%
ALTO
52,3%
66,7%
FI
FACULTAD
FCS
2 - 3 S
4 - 7 S
ALTO
MODERADO
BAJO
ALTO
MODERADO
BAJO
ALTO
MODERADO
MODERADO
BAJO
ALTO
BAJO
FCEA
MODERADO
8,3%
34,4%
37,5%
20,0%
ALTO
28,1%
54,3%
25,7%
BAJO
40,0%
ALTO
FHCS
MODERADO
37,8%
BAJO
22,2%
MODERADO
49,3%
MODERADO
BAJO
ALTO
18,3%
32,4%
49,1%
ALTO
MODERADO
BAJO
17,0%
34,0%
hombres (34%).
8 - 10 S
UBICACIÓN SEMESTRAL
Figura 3. Nivel de actividad física por género, facultad y ubicación semestral.
En relación a la facultad es posible observar que en la Facultad de Ingeniería
se encuentra la mayor proporción de estudiantes que no cumplen los niveles
mínimos recomendados de actividad física (37,5%). El 22,2% de los estudiantes de
la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales y el 25,7% de la Facultad de
Ciencias Económicas y Administrativas presentan niveles bajos de actividad física.
En contraste con los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la salud donde solo
el 8,3% se encuentran en un nivel bajo.
47
En cuanto a la ubicación semestral se destaca que en todos los rangos de
semestre la proporción de estudiantes que no cumplen los niveles mínimos
recomendados de actividad física oscila entre 25% y 26,8%. Los estudiantes entre
segundo y tercer semestre son los que más actividad física moderada realizan
(52,3%), mientras que los estudiantes de octavo semestre en adelante son quienes
tienen los niveles más altos de actividad física (45,8%).
Autoeficacia para la actividad física
La variable autoeficacia para la actividad física se midió para conocer qué
tan capaces se sienten los estudiantes para realizar actividad física a pesar de los
posibles obstáculos que podrían interferir en su realización.
Los jóvenes universitarios obtuvieron un puntaje promedio de autoeficacia de
130,54 (DE= 35,86) en un rango entre 0 y 200, siendo 48 el puntaje mínimo
obtenido y 200 el máximo. El puntaje promedio de los hombres fue de 139,02 y el de
las mujeres de 124,21, encontrándose diferencias estadísticamente significativas
(p=0,022). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en función
de la ubicación semestral (p=0,059) y la facultad (p=0,868).
Tabla 7.
Puntaje de Autoeficacia
Género
Hombres
Mujeres
x
139,02
124,21
D.E.
37,25
33,68
Valor P
Facultad
Humanidades y Ciencias Sociales
Ciencias Económicas y Administrativas
Ingeniería
Ciencias de la Salud
127,80
131,74
134,25
127,42
34,63
32,04
37,18
49,31
.868
Ubicación
Semestral
Semestres 2 – 3
Semestres 4 – 7
Semestres 8 - 10
128,57
125,52
145,87
41,22
30,19
34,76
.059
Total Muestra
130,54
35,86
-
.022
48
Como se observa en la Figura 4, al clasificar a los estudiantes en niveles de
autoeficacia se encuentra que el 17,7% estaba en nivel alto, 53,2 % en nivel
moderado y el 29,0 % en nivel bajo.
17,7%
29,0%
53,2%
Bajo
Moderado
Alto
Figura 4. Nivel de autoeficacia percibido para la actividad física.
A continuación se presenta el nivel de autoeficacia percibido para la actividad
física en función del género, la facultad y la ubicación semestral (ver Figura 5). En
cuanto al género se puede observar que las mujeres tienen niveles más bajos de
autoeficacia (35,2%) que los hombres (20,8%), mientras que el 26,4% de los
hombres tienen un nivel alto de autoeficacia en contraste con el 11,3% de las
mujeres.
En relación a la facultad, se observa que la Facultad de Ciencias de la Salud
tiene la proporción más alta de estudiantes con baja autoeficacia (50%) mientras
que en las otras tres facultades el nivel bajo de autoeficacia oscila entre el 25% y
28,6%. Los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Salud presentan la
proporción más alta de estudiantes con alta autoeficacia (33,3%), seguido de la
Facultad de Ingeniería (28,1%).
49
En cuanto a la ubicación semestral, se observa que los niveles más bajos de
autoeficacia se encuentran en el segundo y tercer semestre (36,4%). Los
estudiantes que presentaron los niveles más altos de autoeficacia fueron los de
octavo semestre en adelante (37,5%) mientras que el 5,4% de los estudiantes entre
FACULTAD
37,5%
50,0%
64,3%
FCS
4 - 7 S
ALTO
MODERADO
BAJO
ALTO
MODERADO
BAJO
ALTO
MODERADO
ALTO
BAJO
2 - 3 S
12,5%
30,4%
40,9%
22,7%
16,7%
MODERADO
BAJO
5,4%
FI
ALTO
MODERADO
BAJO
ALTO
BAJO
MODERADO
FCEA
36,4%
33,3%
50,0%
28,1%
46,9%
FHCS
ALTO
BAJO
MODERADO
11,1%
11,4%
25,0%
28,6%
26,7%
11,3%
ALTO
BAJO
MODERADO
ALTO
MODERADO
HOMBRES MUJERES
GENERO
60,0%
53,5%
35,2%
52,8%
26,4%
20,8%
BAJO
62,2%
cuarto y séptimo semestre se ubican en este nivel.
8 - 10 S
UBICACIÓN SEMESTRAL
Figura 5. Niveles de autoeficacia para género, facultad y ubicación semestral
En cuanto a los indicadores de autoeficacia para la actividad física (ver Tabla
8), los estudiantes se sienten muy capaces de caminar diariamente 30 minutos
(83,1%), realizar actividad física moderada como montar en bicicleta a un ritmo
regular, bailar, hacer tareas domésticas, nadar a un ritmo suave (79,8%) y realizar
actividad física en su tiempo libre (64,5%). Caso contrario sucede con la capacidad
de transportarse realizando alguna actividad física en vez de utilizar vehículos
motorizados, donde los estudiantes presentaron los niveles más bajos de
autoeficacia (21%).
Las principales razones por las que los estudiantes reportaron no sentirse
capaces de realizar actividad física fueron la falta de tiempo (29,0%), estar en época
50
de exámenes (32,3%), y la percepción de no disfrutar la práctica de actividad física
(33,1%). Por otro lado los estudiantes manifestaron no tener inconvenientes para
realizar actividad física así estén deprimidos o cansados (58,1%), no obtengan los
resultados deseados (48,4%) y así tengan que hacerlos solos (50,8%).
Tabla 8.
Indicadores de autoeficacia para actividad física.
INDICADORES AUTOEFICACIA PARA ACTIVIDAD
FISICA
Me siento capaz de…
Nada
capaz
Relativamente
Capaz
Muy
Capaz
Caminar diariamente al menos treinta (30) minutos.
0,8%
16,1%
83,1%
Realizar actividad física moderada (por ejemplo: montar
en bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas
domésticas; nadar a un ritmo suave, etc. Excluya por favor
el caminar).
0,8%
19,4%
79,8%
Realizar actividad física en mi tiempo libre
3,2%
32,3%
64,5%
Mantener mi motivación por realizar actividad física una
vez haya iniciado.
2,4%
43,5%
54,0%
Realizar actividad física vigorosa (por ejemplo: levantar
pesos mayores a 20 kilo, hacer ejercicios aeróbicos,
correr, jugar futbol, practicar algún deporte, etc. Excluya
por favor el caminar).
6,5%
41,1%
52,4%
Intentar nuevas formas de hacer actividad física, distintas
a las que usualmente realizo.
4,8%
46,0%
49,2%
Retomar la actividad física después de un periodo de
tiempo en la que no la realice.
4,8%
49,2%
46,0%
Transportarme realizando alguna actividad física
(caminata rápida, bicicleta, etc.) en vez de utilizar
vehículos motorizados si las condiciones externas son
favorables.
21,0%
41,1%
37,9%
Me siento capaz de practicar actividad física tres o más veces por semana durante al menos 30
minutos, aunque…
Esté deprimido/a o estresado/a
10,5%
31,5%
58,1%
Me dé pena cómo me veo frente a otras personas
16,1%
28,2%
55,6%
Tenga que hacerlo solo/a
12,9%
36,3%
50,8%
No obtenga los resultados esperados
10,5%
41,1%
48,4%
Haga mal tiempo
15,3%
38,7%
46,0%
51
INDICADORES AUTOEFICACIA PARA ACTIVIDAD
FISICA
Nada
capaz
Relativamente
Capaz
Muy
Capaz
Me encuentre cansado/a
13,7%
46,8%
39,5%
Tenga otras motivaciones
14,5%
46,0%
39,5%
Tenga que pagar un dinero extra
14,5%
51,6%
33,9%
Tenga mucho que estudiar
29,8%
43,5%
26,6%
No disfrute hacerlo
33,1%
44,4%
22,6%
Me encuentre en épocas de exámenes
No tenga tiempo
32,3%
29,0%
46,8%
50,8%
21,0%
20,2%
Percepción de riesgo
La variable percepción de riesgo se midió con el fin de conocer la evaluación
subjetiva de la probabilidad de que ocurra un riesgo a nivel fisiológico como mental
producto de la falta de actividad física. Se describen las proporciones según sexo,
facultad y ubicación semestral.
Los jóvenes universitarios obtuvieron un puntaje promedio de Percepción de
Riesgo de 23,55 (DE= 2,64) en un rango entre 7 y 28, siendo 15 el puntaje mínimo
obtenido y 28 el máximo (ver Tabla 9). El puntaje promedio de los hombres fue de
23,43 y el de las mujeres de 23,63 sin que esta diferencia sea estadísticamente
significativa (p=0,678). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas
en función de la ubicación semestral (p=0,752) y la facultad (p=0,059) (Ver Tabla 9).
Tabla 9.
Puntajes de Percepción de riesgo
Género
Hombres
Mujeres
x
23,43
23,63
D.E.
2,72
2,59
Valor P
Facultad
Humanidades y Ciencias Sociales
Ciencias Económicas y Administrativas
Ingeniería
Ciencias de la Salud
23,29
23,46
23,28
25,50
2,62
2,36
2,90
2,20
.059
Ubicación
Semestral
Semestres 2 – 3
Semestres 4 – 7
Semestres 8 - 10
23,66
23,36
23,79
2,43
2,82
2,64
.752
Total Muestra
23,55
2,64
-
.678
52
Como se observa en la Figura 6 fue posible clasificar a los estudiantes de
acuerdo a su nivel de percepción de riesgo en alto (22,6 %), moderado (71,0) y bajo
(6,5%).
6,5%
22,6%
71,0%
Bajo
Moderado
Alto
Figura 6. Nivel de percepción de riesgo para la actividad física.
A continuación se presenta el nivel de percepción de riesgo para la actividad
física en función del género, facultad y ubicación semestral (ver Figura 7). En cuanto
al género se encuentra más del 70% de hombres y mujeres tienen un nivel
moderado de percepción de riesgo. Se encuentran proporciones similares en los
niveles altos de percepción de riesgo en mujeres (22,5%) y hombres (22,6%), de la
misma manera se encuentra que muy pocos estudiantes tanto hombres como
mujeres tienen un nivel bajo de percepción de riesgo.
En relación a la facultad, se observa que el 58,3% de los estudiantes
pertenecientes a la Facultad de Ciencias de la Salud tienen un nivel alto de
percepción de riesgo en contraste con las otras tres facultades cuyas proporciones
oscilan entre 17,1% y 20%. En esta misma facultad ningún estudiante presenta un
nivel bajo de percepción de riesgo. En las facultades de Ciencias Económicas y
Administrativas, Humanidades y Ciencias Sociales e Ingeniería se encuentran altas
53
proporciones de estudiantes que presentan un nivel moderado de percepción de
HOMBRES MUJERES
GENERO
FCEA
FACULTAD
79,2%
67,9%
4 - 7 S
ALTO
MODERADO
BAJO
ALTO
MODERADO
4,2%
7,1%
2 - 3 S
BAJO
ALTO
MODERADO
6,8%
BAJO
ALTO
BAJO
MODERADO
FCS
16,7%
25,0%
22,7%
18,8%
FI
ALTO
MODERADO
0,0%
6,3%
17,1%
ALTO
BAJO
MODERADO
ALTO
2,9%
FHCS
BAJO
20,0%
11,1%
BAJO
MODERADO
ALTO
7,0%
BAJO
MODERADO
ALTO
MODERADO
5,7%
BAJO
22,5%
22,6%
41,7%
58,3%
70,5%
75,0%
80,0%
68,9%
70,4%
71,7%
riesgo: 80%, 68,9% y 75% respectivamente.
8 - 10 S
UBICACIÓN SEMESTRAL
Figura 7. Percepción de riesgo en género, facultad y ubicación semestral
En cuanto a los indicadores de percepción de riesgo para la actividad física
(ver Tabla 10), la mayoría de los estudiantes están de acuerdo con que a nivel
personal deberían realizar actividad física para tener un buen estado de salud
(99,2%), así mismo consideran que todas las personas de su rango de edad
deberían realizar actividad física para tener un buen estado de salud (96%). La
mayoría de estudiantes también consideran que la falta de actividad física, por un
lado, incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes,
cáncer y osteoporosis (91,9%), y por otro lado incrementa el riesgo de depresión,
ansiedad, estrés y baja autoestima (90,3%).
En cambio, la mayoría de los estudiantes están en desacuerdo con que solo
las personas con alguna enfermedad deberían realizar actividad física para mejorar
su estado de salud (89,5%). Se encuentra además que el 37,9% de los estudiantes
54
no considera que podría desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes,
cáncer u osteoporosis en los próximos 5 años debido a la falta de actividad física.
Tabla 10
Indicadores de percepción de riesgo para la actividad física.
INDICADORES PERCEPCIÓN DE
RIESGO PARA LA ACTIVIDAD FISICA
Creo que la falta de actividad física incrementa el
riesgo de desarrollar enfermedades
cardiovasculares, diabetes, cáncer, osteoporosis,
entre otras.
Creo que la falta de actividad física incrementa el
riesgo de depresión, ansiedad, estrés y baja
autoestima, entre otras.
Considero que una persona saludable de mi edad
podría desarrollar enfermedades cardiovasculares,
diabetes, cáncer u osteoporosis debido a la falta de
actividad física
Pienso que YO podría desarrollar enfermedades
cardiovasculares, diabetes, cáncer u osteoporosis
en los próximos 5 años debido a la falta de
actividad física
Solo las personas con alguna enfermedad deberían
realizar actividad física para mejorar su estado de
salud
Todas las personas de mi edad deberían realizar
actividad física para tener un buen estado de salud
Considero que yo debería realizar actividad física
para tener un buen estado de salud
Totalmente
en
desacuerdo
En
desacuerdo
De
acuerdo
Totalmente
de
Acuerdo
5,6%
2,4%
27,4%
64,5%
1,6%
8,1%
36,3%
54,0%
4,0%
19,4%
50,0%
26,6%
9,7%
28,2%
39,5%
22,6%
72,6%
16,9%
4,0%
6,5%
0,8%
3,2%
34,7%
61,3%
0%
0,8%
23,4%
75,8%
Relación entre la actividad física, la autoeficacia y la percepción de riesgo
Con el objetivo de identificar si la autoeficacia y la percepción de riesgo se
relacionan con la realización de actividad física, se cruzaron tanto las variables
cuantitativas (es decir los puntajes) utilizando correlación de Pearson, como las
categóricas (es decir los niveles) utilizando la prueba Chi cuadrado.
Como se puede observar en la Tabla 11, donde se analizan las variables
cuantitativas por medio del coeficiente de relación de Pearson, se encontró una
relación lineal estadísticamente significativa y positiva media (r = 0,494, p = 0,000,
55
significancia < 0,01), entre el puntaje de Actividad Física total y el puntaje de
Autoeficacia para la realización de la actividad física. De estos resultados se puede
obtener el coeficiente de determinación r2 = 0,24, indicando la varianza de factores
comunes, donde la autoeficacia en un 24% explica la variación en la variable
actividad física.
Respecto a la actividad física y percepción de riesgo para la realización de la
actividad física, se encontró que no existe una relación lineal estadísticamente
significativa entre estas dos variables (r =0,054, p = 0,554, significancia < 0,05).
Por último, al analizar la Autoeficacia y Percepción de riesgo se encontró que
no existe una relación lineal estadísticamente significativa entre estas dos variables
(r = 0,131, p = 0,148, significancia <0,05).
Tabla 11
Correlaciones de Pearson entre las variables de análisis
Variables
Actividad
Física Total
Autoeficacia
Percepción de
Riesgo
Correlación de Pearson
Sig. (bilateral)
N
Correlación de Pearson
Sig. (bilateral)
N
Correlación de Pearson
Sig. (bilateral)
N
Actividad
Física
Total
1
124
Autoeficacia
.494**
.000
124
1
124
Percepción
de Riesgo
.054
.554
124
.131
.148
124
1
124
**.La correlación es significativa en el nivel 0.01 (bilateral).
A continuación se presentan los resultados de la relación entre las variables
categóricas del estudio (nivel de actividad física, autoeficacia y percepción de
riesgo) utilizando la prueba no paramétrica Chi – Cuadrado.
Como se observa en la Tabla 12, al realizar el apareamiento de las variables
nivel de actividad física y nivel de autoeficacia para la actividad física, es posible
identificar un valor X2 = 33,882 (p = 0,000) confirmando una relación entre estas dos
variables. Respecto a las variables nivel de actividad física y nivel de percepción de
56
riesgo para la actividad física, es posible identificar un valor X2 = 3,562 (p = 0,469),
confirmando que no existe una relación lineal entre estas variables.
Tabla 12
Tablas cruzadas entre las variables de análisis
Nivel de Actividad Física
Moderad
Bajo
Alto
o
X2
Sig.
(Bilateral)
33.882
.000
3.562
.469
Total
Bajo
Nivel de
Autoeficacia
Moderado
Alto
Total
Bajo
Nivel de Percepción
de Riesgo
Moderado
Alto
Total
15
41,7 %
16
24,2 %
1
4,5 %
32
19
52,8 %
30
45,5 %
4
18,2 %
53
2
5,6 %
20
30,3 %
17
77,3 %
39
4
50,0 %
23
26,1 %
5
17,9 %
32
2
25,0 %
37
42,0 %
14
50,0 %
53
2
25,0 %
28
31,8 %
9
32,1 %
39
36
66
22
124
8
88
28
124
57
DISCUSIÓN
Este estudio pretendió establecer la relación entre autoeficacia y percepción
de riesgo con la realización de actividad física en jóvenes estudiantes de una
Universidad privada de la ciudad de Cali, de los cuales 124 quienes contestaron el
Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios.
Al identificar el nivel de actividad física de los estudiantes se encontró en
este estudio que la mayoría de los estudiantes tienen un nivel de actividad física
moderado o alto, lo cual es positivo considerando que la actividad física tiene
importantes beneficios para la salud, en términos de protección ante enfermedades
crónicas no transmisibles y mejora del sistema inmunológico, muscular, esquelético
y neuromotor, así como beneficios para la salud mental. No obstante, es importante
mencionar que el 25,8% de los estudiantes no cumple los mínimos de actividad
física recomendados por la OMS, lo cual constituye un problema dadas las
implicaciones del sedentarismo en la salud a nivel físico y mental, destacándose que
esto además de interferir con la calidad de vida de las personas incrementa el riesgo
de muerte en un 25% (Carbonell, et al., 2010; Carver et al., 2012; Cavill et al., 2009;
WHO, 2015a). Otra preocupación es el hecho de que estos estudiantes con bajos
niveles de actividad física instauren esta conducta en su diario vivir, lo que
supondría un problema dada la alta probabilidad de que este hábito perjudicial
tienda a mantenerse durante la vida adulta (Bandura, 1999; Vélez, Vidarte y Parra,
2014).
Los resultados de este estudio con respecto al nivel alto y moderado de
actividad física son similares a los encontrados en la misma institución un año antes
por Rubio y Varela (2015). No obstante, los niveles encontrados son superiores a
58
los del estudio de Lema et al. (2009), también en esta institución, en la que se
encontró lo contrario, pues el 77% de los estudiantes reportaron ser inactivos
físicamente. Estas diferencias podrían deberse a los instrumentos de evaluación
utilizados, pues tanto en Rubio y Varela (2015) como en este estudio se utilizó el
IPAQ para medir la actividad física, siendo éste un cuestionario de medición del
gasto calórico; mientras que el CEVJU-R utilizado en Lema et al. (2009) es un
cuestionario de autorreporte de prácticas de actividad física.
Contrastando los resultados de este estudio con otros realizados en el
ámbito universitario se encuentran similitudes en la proporción de estudiantes
activos físicamente con los hallazgos obtenidos en Argentina por Pérez, et al. (2014)
y en Colombia por Arboleda, Arango y Feito (2014). Por el contrario, diversas
investigaciones en universitarios colombianos reportan menor proporción de
estudiantes activos físicamente (Varela et al, 2011; Rodríguez et al, 2011; Herazo,
Hernández y Domínguez, 2012; Rangel, Rojas y Gamboa, 2015).
De igual manera, al comparar los resultados reportados por este estudio se
encuentra que son similares a los reportados a nivel mundial por la Organización
Mundial de la Salud quienes indican que el 23% de la población adulta presenta
bajos niveles de actividad física (WHO, 2015a). Sin embargo, estos resultados no se
relacionan con la prevalencia de actividad física a nivel nacional reportados por
Piñeros y Pardo (2010) y por la ENSIN (MPS, ICBF, INS y Profamilia, 2011) donde
se encuentra que aproximadamente el 80% de la población realiza menos actividad
física de lo recomendado. Esta alta proporción de inactividad física en colombianos
hasta los 85 años también se evidencia en los resultados reportados por Martínez,
Saldarriaga y Sepúlveda (2008) en la ciudad de Medellín y por CEDETES (2006) en
la ciudad de Cali.
Es posible que estos estudiantes de la institución sean más activos que otros
descritos en otras investigaciones porque se han beneficiado de los entornos que
ofrece la institución educativa para el desarrollo de la actividad física como el Centro
Deportivo, el Centro de Bienestar y el Centro de Expresión Cultural con el fin de
promover estilos de vida saludables en la comunidad universitaria (PUJ, 2015).
59
Dado que en la etapa de la universidad se suele presentar presión por la
carga académica se podría suponer que los estudiantes acuden a la actividad física
como mecanismo para combatir el estrés generado por el cumplimiento de las
responsabilidades cada semestre, pues entre los beneficios de la actividad física se
encuentra que su práctica habitual permite disminuir la ansiedad y el estrés,
permitiendo que el individuo consiga estar en un estado de relajación (Cavill, et al.,
2009; Morrison y Bennett, 2008). A esto se le puede añadir la presencia y gran
acogida del movimiento fitness en el mundo, tendencia que hace especial énfasis en
la actividad física regular como medio para estar saludable, acompañado de buenos
hábitos alimenticios. El fitness surge a partir de la proliferación de gimnasios y
centros de acondicionamiento físico que han promovido entrenamientos dirigidos a
mejorar la movilidad articular, la flexibilidad y la condición física general para
personas que buscan sentirse bien y se preocupan por su salud y estado físico
(Diéguez, 2007). La incorporación del fitness en el estilo de vida de la población
joven podría ser un factor que influye directamente en los altos niveles de actividad
física reportados por los universitarios.
Al realizar comparaciones del puntaje de actividad física según el sexo los
resultados obtenidos evidencian que existen diferencias significativas en relación al
sexo, pues los hombres presentan mayor gasto calórico que las mujeres, resultados
que coinciden con los reportados por la OMS (WHO, 2015a), MPS, ICBF, INS y
Profamilia (2011), CEDETES (2006), Lema et al. (2009), Arboleda, Arango y Feito
(2014) y Rubio y Varela (2015). Específicamente, se encontró que los hombres en
este estudio realizan mayor actividad física vigorosa y moderada que las mujeres,
pero en cuanto a la caminata se encontró que es mayor el gasto calórico en las
mujeres, aunque sin ser esta diferencia muy marcada. Estos resultados son
relevantes para que el diseño de intervenciones futuras se realice teniendo en
cuenta la perspectiva de género.
Una posible explicación de estas diferencias se relaciona con las
motivaciones para realizar actividad física. Si bien en investigaciones como la de
Varela et al. (2011) se concluye que una de las razones principales por las cuales
60
las mujeres realizan actividad física es mejorar la imagen y Pauline (2013) añade
que la apariencia física se relaciona en las mujeres con otra razón para realizar
actividad física que es el control de peso, objetivos que se pueden alcanzar
mediante otro tipo de prácticas diferentes a la actividad física como los hábitos
alimenticios saludables.
Otra posible explicación se deriva del rol de género tal como lo plantean
Varela et al. (2011) y Pauline (2013). Estos autores suponen que tradicionalmente
los hombres se relacionan más con el ejercicio y los deportes como forma de
demostrar las características masculinas a través de la competitividad, fuerza,
resistencia y poder. Esta hipótesis se fundamenta en las diferencias de género en
relación con los intereses principales de los hombres encontrados en ambas
investigaciones que suelen ser principalmente la competencia, los retos, entablar
nuevas relaciones y obtener reconocimiento social.
Una vez discutidos los resultados respecto al nivel de actividad física de los
jóvenes, se hace necesario describir la autoeficacia y percepción de riesgo frente a
ésta y determinar la relación entre las tres variables. En lo que respecta a la
autoeficacia, los resultados muestran que la mayoría de los estudiantes reportan
tener un nivel moderado de autoeficacia para la actividad física. De acuerdo al
puntaje de autoeficacia se encuentra que no hay diferencias estadísticamente
significativas en función de la ubicación semestral ni de la facultad de los
estudiantes. Sin embargo, se encuentran diferencias en cuanto al género donde los
hombres señalan tener un mayor puntaje de autoeficacia para la actividad física que
las mujeres. Estos resultados son congruentes con los hallazgos de la investigación
de Pauline (2013) quien encuentra que los estudiantes hombres tienen más
confianza en sus habilidades para realizar actividad física que las mujeres.
El hecho de que el 29% de los estudiantes encuestados tengan un nivel bajo
de autoeficacia para la realización de la actividad física se constituye en una señal
de alarma debido a que si los estudiantes no se consideran capaces de iniciar,
mantener y recuperar niveles apropiados de actividad física, podrían empezar a
organizar y ejecutar comportamientos acordes a esas creencias y evitar situaciones
61
o escenarios en los que ellos deban realizar actividad física o una vez inician con el
hábito saludable lo abandonan rápidamente (Bandura 1987; Bandura, 1999).
Además, estos juicios de valor negativos sobre las capacidades para realizar
actividad se traducen en acciones en las que probablemente la persona no se
esfuerce lo suficiente para lograr los objetivos propuestos lo que la lleva al fracaso,
el cual una vez aparece refuerza la creencia que sustenta la baja autoeficacia, lo
cual supondría un ciclo cuyo único resultado es el sedentarismo (Schwarzer y
Fuchs, 1999).
Las razones de la baja autoeficacia se pueden suponer a partir de las cuatro
fuentes expuestas por Bandura (1987): experiencias previas, experiencia vicaria,
persuasión verbal y los estados fisiológicos. Desde las experiencias previas, es
posible que los estudiantes hayan tenido situaciones anteriores con la actividad
física en la que fracasaron, este fracaso se vuelve una evidencia pasada que
debilita el sentimiento de eficacia personal en el presente y probablemente en el
futuro. Es posible que en momentos anteriores los sujetos fracasaron debido a que
buscaron realizar algún tipo de actividad física que requiera de cierto grado de
dificultad que ellos aún no tenían. En relación con la experiencia vicaria es probable
que los estudiantes busquen realizar actividad física (conducta modelada) de una
persona que ellos observan y consideren que tal conducta solo la puede realizar el
modelo debido sus características particulares; también es posible que los
estudiantes tengan como modelo a una persona que por más actividad física que ha
realizado no ha logrado conseguir los objetivos específicos que busca, por ende el
observador puede considerar que si realiza actividad física le sucederá lo mismo. En
cuanto a la persuasión verbal puede que personas significativas para los
participantes hayan expresado desconfianza en su capacidad para realizar actividad
física o manifiestan dudas sobre ellas. Finalmente, en lo que respecta a los estados
fisiológicos, alguno de los participantes puede presentar determinada condición
física o enfermedad que considere le incapacita realizar actividad física.
Por otro lado, con respecto a la actividad física y la autoeficacia es posible
identificar una relación lineal que sugiere que a mayor autoeficacia, mayor actividad
62
física tendrán los estudiantes universitarios. Estos resultados son similares a los
encontrados en las investigaciones de Pauline (2013), Rovniak, Anderson y Winett
(2002), Sniehotta, Scholz y Schwarzer (2005) y Sweet et al. (2012). Concretamente
en este estudio se encontró que los puntajes de actividad física son explicados en
un 24% por los puntajes de autoeficacia.
Estos resultados tienen grandes implicaciones porque constatan el rol de la
autoeficacia en la adopción, mantenimiento y recuperación de la actividad física
como una conducta de salud. Los estudiantes que tienen niveles altos de
autoeficacia tienen un nivel mayor de actividad física que aquellos estudiantes en
los niveles bajos o moderados de autoeficacia, probablemente debido a su
capacidad percibida de ejecutar correctamente planes de acción y afrontamiento en
lo relacionado a la práctica de la actividad física. Los estudiantes con altos niveles
de autoeficacia confían en sus capacidades para conocer cómo, cuándo y dónde
llevarán a cabo una rutina de actividad física, a la vez que confían en sus
capacidades para lidiar con obstáculos o dificultades que puedan encontrar durante
su realización (Parschau et al., 2014; Guillamón, 2015).
Una vez identificada la relación entre autoeficacia y actividad física, se
consideran pertinentes los planteamientos de Sniehotta, Scholz y Schwarzer (2005),
quienes consideran a la autoeficacia como un medidor adecuado para la intención
de realizar actividad física en el presente y en el futuro. Lo anterior podría ser
preocupante para el contexto universitario de este estudio, si se tiene en cuenta que
el 29% de los estudiantes evidencian tener un nivel bajo de autoeficacia para la
actividad física, lo que significaría que es posible que estén en riesgo de disminuir
sus niveles de actividad física en el futuro, debido a la prevalencia de creencias
negativas frente a la propia capacidad de mantener los niveles apropiados de
actividad física.
Ahora bien, respecto al nivel de percepción de riesgo para la actividad física
los resultados muestran que la mayoría de los estudiantes reportan tener un nivel
moderado de esta variable, no se encontraron diferencias significativas entre los
puntajes de percepción de riesgo para la actividad física en función de la ubicación
63
semestral, facultad y género de los estudiantes. Estos resultados indican que los
participantes de este estudio en general, perciben la vulnerabilidad o la probabilidad
de que una situación de carácter negativo les ocurra (Lameiras, Rodríguez y
Dafonte, 2002; Morrison y Bennett, 2008), en este caso en relación con las
consecuencias derivadas de la falta de actividad física.
Al comparar los resultados obtenidos con planteamientos previos revisados,
se puede decir que los universitarios no presentan optimismo ilusorio o
invulnerabilidad percibida, tal como lo plantean Jessor et al. (1991) y Schwarzer y
Fuchs (1999), puesto que no hay distorsión del riesgo debido a que los estudiantes
manifiestan que las enfermedades crónicas no transmisibles como las condiciones
cardiovasculares, diabetes, cáncer y las afecciones mentales como la depresión y
ansiedad son amenazas que pueden sucederles a causa del sedentarismo. Es
curioso que la invulnerabilidad percibida no se presentó aun cuando los
participantes fueron universitarios transitando la adultez emergente (entre 18 y 25
años), dado que en esta etapa del ciclo vital humano se considera una notable
característica (García del Castillo, 2012; Jessor et al., 1991).
Los niveles alto y moderado de percepción de riesgo para la actividad física
en los jóvenes universitarios podrían atribuirse a diferentes factores, inicialmente a
la cantidad y calidad de información asociada a los riesgos que conlleva la falta de
actividad física. Es posible que los estudiantes hayan accedido a fuentes fidedignas
de información de tal manera que les haya permitido evaluar las consecuencias de
sus acciones (Fishbein, 1967), ya sea desde la percepción de los costes y
beneficios relacionados con la realización o no de actividad física y su impacto o
gravedad en la salud (Rosenstock, 1974) o desde el miedo a las consecuencias
negativas del sedentarismo (Rogers, 1975). Es importante señalar que el
conocimiento de los riesgos que trae consigo la falta de actividad física para la salud
se suma a una realidad citadina descrita por CEDETES (2006), que reportó que el
99% de los caleños conoce el impacto de la actividad física en la salud.
Al momento de establecer la relación entre la actividad física y la percepción
de riesgo, se encuentra que estas variables no están relacionadas. Lo anterior
64
sugiere que los estudiantes al momento de realizar actividad física no lo hacen en
función de los riesgos que asocian al sedentarismo. Esto hallazgos resultan ser
similares a los de Parschau et al (2014), quien no encuentra asociación entre las
variables de percepción de riesgo y actividad física. Estos resultados son diferentes
a los encontrados en las investigaciones cuyos resultados señalan que la
percepción de riesgo y la actividad física están relacionadas. Por ejemplo, Stephan
et al. (2011) encuentra que estas variables se relacionan positivamente en adultos
mayores donde a mayor percepción de riesgo mayores serán los niveles de
actividad física. Por otro lado, Woody (2010) también encuentra ambas variables
relacionadas pero de manera negativa, en donde a mayor percepción de riesgo
menor actividad física.
Posiblemente esta relación entre percepción de riesgo y actividad física no
se evidencie por la edad de los individuos encuestados, porque al ser jóvenes
podrían percibir que los riesgos del sedentarismo son lejanos en el tiempo, es decir
que estos riesgos lo conciban como un riesgo probable pero que se manifestaría a
mediano o largo plazo. Tal vez la percepción de riesgo para la actividad física en los
adultos en mediana edad y los adultos mayores sí se relacione con la actividad
física dado que los riesgos se pueden revelar a corto plazo en gran parte debido al
declive que tiene la salud a medida que la edad aumenta.
Por último, con el objetivo de constatar la idoneidad del modelo HAPA
(Schwarzer y Fuchs, 1999) se pretendió establecer la relación entre la autoeficacia y
la percepción de riesgo para la actividad física, encontrándose que las dos variables
no están relacionadas entre sí. Una persona puede percibir el riesgo de la falta de
actividad física sin que influya en la capacidad percibida para realizar actividad
física. Este resultado es diferente al encontrado por Parschau et al (2014), quienes
encontraron en su investigación que la autoeficacia y la percepción de riesgo se
relacionan, y que junto con la variable expectativas de resultados se forma la
intención para realizar actividad física. Desde este punto de vista y acorde a los
resultados encontrados, la percepción de riesgo no influyó en la decisión de los
estudiantes para la realización de actividad física, lo que podría sugerir que otras
65
variables se encuentran presentes en la fase motivacional del modelo teórico HAPA.
Estas variables podrían ser las propuestas por Sallis et al. (2006): la percepción de
apoyo social, la condición física percibida, el temor al fracaso y las sensaciones y
sentimientos específicos generados por la actividad física.
A manera de conclusión, este estudio encontró que la actividad física de los
estudiantes universitarios evaluados no tiene relación con la percepción de riesgo
pero sí con la autoeficacia. Lo anterior permite pensar que los estudiantes que
presentan mayores niveles de autoeficacia para iniciar, mantener y recuperar
niveles apropiados de actividad física, son a su vez los que presentan mayores
niveles de actividad física, recibiendo los beneficios en cuanto a salud física y
mental que esto conlleva, manteniendo un estilo de vida que será poco propenso a
desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles. Frente a la percepción de
riesgo, si bien los estudiantes reconocen correctamente los riesgos asociados con la
no realización de la actividad física, no es el detonante comportamental para un
inicio de la misma.
A partir de lo anterior se hace necesario brindar lineamientos para futuras
investigaciones e intervenciones en el tema, reconociendo los alcances y
limitaciones del presente estudio. Entre los alcances de este estudio se destaca que
representa un aporte al grupo de investigación Salud y Calidad de Vida de la
institución, puesto que en el grupo ha habido un interés en conocer las variables
asociadas a la actividad física, siendo este un estudio que aporta evidencia de la
relación de la autoeficacia como una variable cognitiva relacionada con la actividad
física. Considerando que las investigaciones de este grupo impactan directamente
las acciones del Medio Universitario de la institución, estos datos podrían aportar a
los programas de intervención que se realizan. También se tiene en cuenta que este
estudio permite corroborar los resultados de Rubio y Varela (2015) sobre los niveles
de actividad física en la misma institución. Por último se destaca como un alcance
importante el hecho de que las bases teóricas del estudio se fundamentan en el
modelo teórico HAPA, el cual toma en consideración las dos variables cognitivas
investigadas en el estudio y cobra importancia al momento de diseñar e implementar
66
intervenciones eficaces dado que es necesario conocer los constructos teóricos que
se asocian con el comportamiento deseado, razón por la cual autores como
Parschau et al. (2014) consideran que las intervenciones derivadas del estudio
sistemático de modelos teóricos son más efectivas en generar cambios
comportamentales que aquellas intervenciones no basadas en teorías específicas.
No obstante, en este estudio se tuvieron algunas limitaciones. Para
comenzar, se encontró poco apoyo teórico y empírico alusivo específicamente a la
relación existente entre la actividad física y percepción de riesgo, lo cual limita la
capacidad de contrastar y discutir los resultados encontrados. Otra limitación del
estudio fue la selección de la muestra fue intencional, lo que genera que los
resultados obtenidos no sean extrapolables al total de la población de estudiantes
de la institución.
Entre las limitaciones también se encuentra que en el Cuestionario de
Actividad Física en Jóvenes Universitarios los investigadores construyeron los ítems
para medir dos de las variables del estudio (autoeficacia y percepción de riesgo para
la actividad física), por tanto no se tienen estudios de validez y confiabilidad. Otra de
las variables a medir fue la actividad física y para ello se utilizaron 6 preguntas del
IPAQ, lo cual representa una fortaleza y limitación del presente estudio. Por un lado,
como fortaleza se encuentra que para medir actividad física es el instrumento más
conocido dados sus procesos de validación, su adaptación a gran número de
idiomas y su uso en múltiples estudios a nivel mundial en la población adulta (Craig,
et al. 2003), incluyendo países latinoamericanos como Brasil y Colombia en donde
el instrumento ha demostrado su elevada fiabilidad y validez (Hallal et al. 2010).
Sin embargo, el IPAQ también tiene limitaciones que han sido analizadas en
la literatura dada su naturaleza de auto reporte. Shephard (2003) recoge dichas
limitaciones y concluye que las respuestas de los sujetos pueden tener sesgos, bien
sea por la confianza no fundamentada en la capacidad del individuo de recordar la
actividad física que realizó una semana antes de la recolección de la información (lo
que por la tendencia lleva a las personas a sobreestimar su nivel de actividad física)
o por las dificultades que las personas tienen de incluir ciertas actividades cotidianas
67
como parte de la actividad física. Teniendo en cuenta que las personas suelen
excluir ciertas actividades de su día a día, como modificación al instrumento
aplicado en esta investigación se agregaron ejemplos a las preguntas con el fin de
que los participantes diferenciaran los tipos de intensidad física y pudieran deducir
algunos tipos de actividad física que podrían estar presentes en su repertorio
comportamental, lo cual apunta a una fortaleza del estudio.
Por último, los resultados de esta investigación evidencian que para futuras
investigaciones sería recomendable valerse de una metodología que incluya una
muestra probabilística, que permita extrapolar los resultados a la totalidad de la
población. Se sugiere además la continuidad en el uso del instrumento utilizado para
este estudio, considerándose una adaptación adecuada del IPAQ que permite medir
con certeza los niveles de actividad física.
Además, es necesario con miras a futuras intervenciones en la temática,
continuar los esfuerzos para promover niveles apropiados de actividad física en los
estudiantes de la Universidad. El Centro Deportivo Loyola y el Centro de Bienestar
de la Universidad podrían utilizar información suministrada por este estudio para
desarrollar e implementar programas específicos encaminados a mejorar los niveles
de actividad física de los estudiantes a través del mejoramiento de la autoeficacia
para iniciar, mantener y recuperar niveles apropiados de actividad física. Esto debe
realizarse manteniendo especial atención a las motivaciones y barreras expuestas
en los otros estudios realizados en el campus por Lema et al. (2009), Varela et al.
(2011) y Rubio y Varela (2015), con el fin de integrar y maximizar el impacto de las
intervenciones.
Concretamente, y con base en los resultados de este estudio, se sugiere a la
institución educativa realizar intervenciones para mejorar el nivel de actividad física
de los estudiantes, a través de estrategias que aumenten la autoeficacia para iniciar,
mantener y recuperar niveles apropiados de actividad física, con especial atención a
modificar la percepción de los estudiantes de no realizar actividad física por falta de
tiempo y la coexistencia con responsabilidades académicas. Así mismo, se sugiere
68
hacer especial énfasis en la población femenina, con el fin de mejorar su capacidad
percibida de realizar actividad física moderada y vigorosa.
Se sugiere además que futuras investigaciones en la Pontificia Universidad
Javeriana Cali se encaminen a diseñar y evaluar intervenciones enfocadas en
promover la autoeficacia para la realización de actividad física en estudiantes
universitarios.
69
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ANEXOS
Anexo 1.
CUESTIONARIO DE ACTIVIDAD FISICA EN JÓVENES UNIVERSITARIOS
Instrucciones: Estamos interesados en saber acerca de la actividad física que la gente hace como parte de
su vida cotidiana. Piense en aquellas actividades que usted hace como parte de su rutina universitaria, laboral
(si aplica), en la casa, para ir de un sitio a otro, y en su tiempo libre, ejercicio o deporte. Por favor responda
cada pregunta aún si usted no se considera una persona activa. Le pedimos que responda a ellas con la
mayor sinceridad posible.
Datos sociodemográficos:
Sexo:
1. Hombre ___ 2. Mujer ___
Edad: ____
Semestre:
Carrera:
años
Las preguntas se referirán al tiempo que usted utilizó siendo físicamente activo(a) en los últimos 7 días. Piense solo
en aquellas actividades físicas que realizó durante por lo menos 10 minutos seguidos.
PREGUNTA
RESPUESTA
1. En los últimos 7 días ¿cuántos días realizó actividades físicas moderadas
(montar en bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas domésticas; nadar Número de días en la última
semana: _____
a un ritmo suave, etc.)? Excluya por favor el caminar.
2. En uno de esos días en los que realizó actividades físicas moderadas (montar
en bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas domésticas; nadar a un
ritmo suave, etc. Excluya por favor el caminar), ¿cuánto tiempo dedicó a esas
actividades?
3. En los últimos 7 días, ¿cuántos días realizó usted actividades físicas vigorosas
(levantar pesos mayores a 20 kilos, hacer ejercicios aeróbicos, correr, jugar al
fútbol, practicar algún deporte, etc.)? Excluya por favor el caminar.
4. En uno de esos días en los que realizó actividades físicas vigorosas (levantar
pesos mayores a 20 kilos, hacer ejercicios aeróbicos, correr, jugar al fútbol,
practicar algún deporte, etc. Excluya por favor el caminar), ¿cuánto tiempo
dedicó a esas actividades?
5. En los últimos 7 días, ¿cuántos días caminó a un ritmo rápido, ya sea por
ejercicio, o desplazamiento de un lado a otro, como mínimo 10 minutos?
6. En los últimos 7 días en los que caminó a un ritmo rápido, ¿cuánto tiempo
suele dedicar a esta actividad?
Minutos: _______
Número de días en la última
semana: _____
Minutos: _______
Número de días en la última
semana: _____
Minutos: _______
A continuación aparecen una serie de preguntas relacionadas con la práctica de actividad física. Al contestar,
tenga en cuenta el nivel de confianza que usted cree tener al momento de realizar actividad física. Considere
que se le pregunta el nivel de confianza en la actualidad, no el que creía tener en un pasado o el que piensa
tener en el futuro. Conteste en una escala de 0 a 10, teniendo en cuenta que 0 indica que se siente nada
capaz y 10 indica que se siente muy capaz de realizarla. Marque con una X su respuesta.
Me siento capaz de…
Nada capaz
7. Caminar diariamente al menos treinta (30) minutos.
Relativamente capaz
Muy capaz
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
13. Mantener mi motivación por realizar actividad física una
vez haya iniciado.
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
14. Retomar la actividad física después de un periodo de
tiempo en la que no la realice.
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
8. Realizar actividad física moderada (por ejemplo: montar en
bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas
domésticas; nadar a un ritmo suave, etc. Excluya por favor
el caminar).
9. Realizar actividad física vigorosa (por ejemplo: levantar
pesos mayores a 20 kilo, hacer ejercicios aeróbicos, correr,
jugar futbol, practicar algún deporte, etc. Excluya por favor
el caminar).
10. Intentar nuevas formas de hacer actividad física distintas a
las que usualmente realizo.
11. Realizar actividad física en mi tiempo libre
12. Transportarme realizando alguna actividad física (caminata
rápida, bicicleta, etc.) en vez de utilizar vehículos
motorizados si las condiciones externas son favorables.
Me siento capaz de practicar actividad física tres o más veces por semana durante al menos 30 minutos,
aunque…
Nada capaz
15. Me encuentre cansado/a
16. Tenga mucho que estudiar
17. Me encuentre en épocas de exámenes
18. Tenga que pagar un dinero extra
19. Tenga que hacerlo solo/a
20. No obtenga los resultados esperados
21. Esté deprimido/a o estresado/a
22. No disfrute hacerlo
23. Haga mal tiempo
24. Tenga otras motivaciones
25. No tenga tiempo
26. Me dé pena cómo me veo frente a otras personas
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
2
2
2
2
2
2
2
2
2
2
2
2
3
3
3
3
3
3
3
3
3
3
3
3
Relativamente capaz
Muy capaz
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
4 5 6 7 8 9 10
A continuación aparecen una serie de preguntas relacionadas con sus creencias en relación con la actividad
física. Responda utilizando una escala de 1 a 4, donde 4 es totalmente de acuerdo y 1 totalmente en
desacuerdo. No hay respuestas “correctas” ni “incorrectas”.
4.
1.
2.
3.
Totalmente
Totalmente
En
De
de
en
desacuerdo acuerdo
Acuerdo
desacuerdo
27. Creo que la falta de actividad física incrementa el riesgo
de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes,
cáncer, osteoporosis, entre otras.
28. Creo que la falta de actividad física incrementa el riesgo
de depresión, ansiedad, estrés y baja autoestima, entre
otras.
29. Considero que una persona saludable de mi edad podría
desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes,
cáncer u osteoporosis debido a la falta de actividad física.
30. Pienso que YO podría desarrollar enfermedades
cardiovasculares, diabetes, cáncer u osteoporosis en los
próximos 5 años debido a la falta de actividad física.
31. Solo las personas con alguna enfermedad deberían
realizar actividad física para mejorar su estado de salud.
32. Todas las personas de mi edad deberían realizar
actividad física para tener un buen estado de salud.
33. Considero que YO debería realizar actividad física para
tener un buen estado de salud.
ASEGURESE DE HABER RESPONDIDO TODAS LAS PREGUNTAS.
¡GRACIAS POR SU PARTICIPACIÓN!
Anexo 2. Forma de calificación del cuestionario
PROTOCOLO DE CALIFICACIÓN DEL IPAQ (subescala de actividad física)
Resultados continuos
“La mediana y el rango intercuartil (entre Q1 y Q3) para diferentes poblaciones pueden calcularse para
andar o caminar (W), actividad física de intensidad moderada (M), actividad física de intensidad vigorosa (V) y
un resultado combinado de la actividad física total. Todos los resultados continuos se expresan como METminutos/semana” (IPAQ Research Committee, 2005).
Valores MET y fórmulas para la computación de los MET minutos/ semana
Los valores MET provienen del trabajo realizado durante los estudios de fiabilidad de IPAQ, entre el
año 2000 y 2001. Es posible extraer unos METs promedio como resultado de cada tipo de actividad. Por
ejemplo, se incluyen todos los tipos de “andar” y se crea un valor medio de METs para esta actividad. Así
mismo, se utiliza el mismo procedimiento con las otras actividades: actividad de intensidad moderada y
actividad de intensidad vigorosa. Los siguientes valores se usaran para el análisis de los resultados de IPAQ
(IPAQ Research Committee, 2005):
Andar o caminar = 3.3 METs
Actividad Física Moderada = 4.0 METs
Actividad Física vigorosa = 8.0 METs.
A partir de los valores anteriores, se pueden definir 4 (cuatro) resultados continuos, según el IPAQ
Research Committee (2005):
1. Andar MET-minutos/semana = 3.3 * minutos andando * días andando
2. Actividad Moderada MET-minutos/semana = 4.0 * minutos de actividad de intensidad moderada *
días de intensidad moderada.
3. Actividad Vigorosa MET-minutos/semana = 8.0 * minutos de actividad de intensidad vigorosa * días
de intensidad vigorosa.
4. Actividad Física Total MET-minutos/semana = Es la suma de los tres resultados anteriores
continuos (Andar + Moderada + Vigorosa MET-minutos/ semana).
Resultados discretos
Categoría 1: Baja
Categoría 2: Moderada
Este es el nivel más bajo de actividad
El patrón de actividad física será clasificado
Se
física.
como “moderado” si tiene alguno de los
etiquetada como “alta” para describir los
individuos ubicados en esta categoría
siguientes criterios (a, b o c):
niveles más altos de actividad física. Los
tienen un nivel de actividad física
a) 3 días o más de actividad física de
dos criterios para clasificación en esta
Se
considera
que
los
Categoría 3: Alta
puede
plantear
una
categoría
Categoría 1: Baja
Categoría 2: Moderada
Categoría 3: Alta
“baja”, estas personas no cumplen
intensidad vigorosa al menos 20 minutos por
categoría son:
los criterios de las categorías 2 o 3.
día.
a) Actividades de intensidad vigorosa al
b) 5 o más días de intensidad física moderada
menos 3 días por semana sumando un
y/o andar al menos 30 minutos por día.
mínimo total de actividad física de al
c) 5 o más días de cualquier combinación de
menos 1500 MET-minutos/semana
andar, actividad de intensidad moderada y
O
actividad de intensidad vigorosa sumando un
b) 7 o más días de cualquier combinación
mínimo Total de Actividad Física de al menos
de
600 MET-minutos/semana.
actividades
Quienes cumplan con alguno de los tres
sumando un mínimo total de actividad
criterios anteriores para ser clasificado como
física
“moderado”, son personas que cumplen con
minutos/semana.
andar,
de
intensidad
de
al
moderada
intensidad
menos
3000
o
vigorosa
MET-
un mínimo de actividad física.
CALIFICACIÓN DE LA SUBESCALA DE AUTOEFICACIA
Para la calificación de esta subescala se deben sumar los valores obtenidos en las preguntas 7 a la 26.
Este puntaje podrá estar entre 0 y 200, considerando que la subescala cuenta con 20 preguntas, con opciones
de respuesta entre 0 y 10 puntos. El puntaje se debe recodificar en los siguientes niveles de autoeficacia:

Autoeficacia baja: 0-110

Autoeficacia Moderada: 111-170

Autoeficacia Alta: 171 - 200
CALIFICACIÓN DE LA SUBESCALA DE PERCEPCIÓN DE RIESGO
Para la calificación de esta subescala se deben sumar los valores obtenidos en las preguntas 27 a la 33. Este
puntaje podrá estar entre 9 y 28, considerando que la subescala cuenta con 7 preguntas, con opciones de
respuesta entre 1 y 4 puntos. El puntaje se debe recodificar en los siguientes niveles de percepción de riesgo:

Percepción de riesgo baja: 9-19

Percepción de riesgo moderada: 20-25

Percepción de riesgo alta: 26-28
Anexo 3.
CONSENTIMIENTO INFORMADO
De acuerdo con la ley 1090 de 2006 y la resolución 008430 de 1993, en donde se establecen los lineamientos
para realizar investigaciones en el ámbito de la salud y la psicología, es necesario obtener un consentimiento informado,
acuerdo por escrito mediante el cual se autoriza la participación en una investigación, con pleno conocimiento de la
naturaleza de los procedimientos, beneficios y riesgos.
Este trabajo de Grado de la Carrera de Psicología se plantea la necesidad de explorar aspectos relacionados con
la actividad física en jóvenes de un contexto universitario. Su participación es muy importante, y consistiría en contestar
un cuestionario con una duración aproximada de 15 minutos.
Su participación en esta investigación es totalmente voluntaria, en cualquier momento se puede negar a
participar, sin que por esta razón se creen perjuicios en su contra. Asimismo se recalca que la información suministrada
será completamente confidencial. También se hace énfasis en que la participación en esta investigación no hará
acreedora a la persona de ningún beneficio económico o en especie.
Este estudio se considera una investigación sin riesgo, pues no se realiza ninguna intervención intencionada de
las variables biológicas, fisiológicas, psicológicas o sociales de los individuos. Usted está en todo derecho de no
responder aquellas preguntas que no se desee, y de solicitar a los investigadores principales asesoría en todo momento.
Con la firma de este consentimiento informado, se da cuenta de haber comprendido a cabalidad toda la
información expuesta en este documento, y de haber recibido explicaciones verbales sobre él y satisfactoria respuesta a
cualquier inquietud planteada. Además, se declara pleno conocimiento de los objetivos y procedimientos de esta
investigación, y estando conforme con estos, de forma libre y voluntaria, se acepta la participación en este trabajo de
grado, autorizando el uso de la información recolectada para el informe final del trabajo y futuras publicaciones.
Si está de acuerdo en contribuir al presente estudio con su participación, ha leído el presente formato de
consentimiento informado y se le han resuelto sus dudas satisfactoriamente, por favor ponga su firma a continuación.
Nombre: ______________________________________________________ C.C. _________
Firma: ____________________________________
TESTIGO:
Nombre: ______________________________________________________ C.C. _________
Firma: ____________________________________
Firma de los investigadores:
_______________________________
Juliana Roa Trejos
C.C. 1.151.947.837
Celular: 316 778 3670
_______________________________
Juan Camilo Barberán Durán
C.C. 1.130.682.342
Celular: 314 682 6189
Firma de quien toma el consentimiento informado: ____________________________________
Firmado en la Ciudad de Cali, el día ____ del mes de _________________de 2015.
Anexo 4. Formato devolución de resultados del Trabajo de Grado.
Señor/es
Centro de Bienestar y Centro Deportivo
Reciba un cordial saludo
Por medio de la presente se indica que los estudiantes de psicología Juan Camilo
Barberán y Juliana Roa, los invitan a la socialización de los resultados de la investigación
realizada en el Trabajo de Grado titulada “Actividad física en universitarios y su relación
con autoeficacia y percepción de riesgo” el día ______________ hora __________.
Además, se hace entrega de un informe que contiene los detalles sobre del proceso de
investigación, los resultados obtenidos y las conclusiones del estudio. Se espera que de
este encuentro emerjan otras investigaciones relacionadas con la actividad física en
universitarios y que de acuerdo a los resultados se encaminen intervenciones dirigidas a
la promoción de la actividad física como hábito saludable en la institución educativa.
Agradecemos de antemano el espacio ofrecido por ustedes y reiteramos la importancia de
la articulación entre la academia y el trabajo de impacto social en las instituciones.
____________________________
Juan Camilo Barberán Durán
C.C: 1.130.682.342
Tesista
____________________________
Juliana Roa Trejos
C.C: 1.151.947.837
Tesista
____________________________
María Teresa Varela Arévalo
C.C:
Directora de Trabajo de Grado
____________________________
C.C:
Firma y cédula de quien recibe el documento y hace constancia de la socialización
de los resultados.
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