Lo peor no son los autores; Mario Muchnik

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LO PEOR NO SON LOS AUTORES
Resumen del Libro
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LO PEOR NO SON LOS AUTORES
En este libro Mario Muchnik cuenta sus encuentros con amigos de la infancia y del pasado.
Rafael Alberti y las viudas
La historia la empieza con el encuentro en su casa en los años 1941 o
1942, de un militar que vino a traer una serie de carpetas que contenían
grabados.
En ese encuentro estaba Rafael Alberti y su mujer María Teresa. Ellos
fueron los que le enseñaron a asociar la poesía y el antifascismo.
En ese momento el militar iba a dar la orden del despegue de nuestra
aviación, cuando tenía unos once o doce años.
Tanto Rafael Alberti como su mujer fueron los que me enseñaron los
cantos republicanos.
Después de muchos años después se volvieron a encontrar y Rafael le
contó que María Teresa había muerto hacía años, terminado el largo exilio de pareja.
Rafael tuvo otras parejas y ahora se encontraba con María Asunción que
era muy parecida a María Teresa en muchos aspectos.
Rafael ya manifestaba muy poco porque era bastante mayor, tenía 98
años, realmente parecía un vegetal.
A partir de ese momento Mario se propuso editar toda la obra de Rafael
Alberti, donde este mismo le dio el privilegio de editar el Quinto y reeditar los anteriores.
Aunque esto no sucedió tan fácil por las censuras que tuvo que sufrir su
publicación.
Nuria Amat y la infidelidad
Dentro de su grupo de amigos se encontraba Nuria Amat, estando en la
sombra de sus amistades se la encontró en un restaurante.
Ella se acercó a él y le agradeció la edición de un libro y a la vez le propuso hacer un manuscrito.
Nuria era una muchacha recatada y discreta, y al proponerle el libro que
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se trataba de El ladrón de libros, se sorprendió.
Desde ese momento fue su editor y su relación empezó a estrecharse.
Hasta el punto que ella decía cosas como que el tener amigos como Mario y Nicole era lo mejor que le había pasado en su vida.
Nuria Amat y su marido fueron grandes amigos del autor, hasta que llegó
un día en el que el autor se enteró que Nuria había confiado sus derechos
a Carmen Balcells a quien había vendido la nueva novela, La intimidad,
a Alfaguara. Todo empezó cuando Nuria le comentó que estaba haciendo
una nueva novela que sería, según ella,”un best seller”.
El manuscrito antes de ser editado se lo mandaron en un sobre, este lo
leyó y lo corrigió por encargo de la editora de Nuria, Carmen Balcells.
Tal como el autor pensaba no era “un best seller” pero estaba bien conseguido. La misma editora me ofreció una oferta generosa para editar el
libro. Pero al tardar en contestar su propuesta terminó vendiéndoselo a
Alfaguara. La excusa de Carmen fue que le harían una gran presentación
teniendo el fuerte soporte de El País. Todo este suceso le molestó a Mario
ya que después de confiar en su opinión de lector y de editor a la vez, al
mismo tiempo ya estaba negociado con otro editor.
Pero la única responsable de todo aquello fue Carmen Balcells. Al final
recibió una carta inútil de Nuria a la que contestó.
Graciela Bajraj o La cocina de la edición al servicio de la edición de
cocina. Dentro de este capítulo habla de las cuestiones de los lectores de
que hiciera libros de cocina. El autor pone de manifiesto de que lo hizo
para compensar pérdidas y con ellos a pesar de su edición han sido los
únicos que no han tenido las mismas ventas que los otros. La historia de
sus libros de cocina empezó en 1946 con quince años de edad. Empezó
cuando su padre enfermó, teniendo este la idea de hacer una revista del
hogar. Aquí fue cuando empezó a ver las recetas de cocina que tanto
le interesaban debido a su dificultad de alimentación limitándole en las
comidas. Carlos Barral o Del sentimiento paternal del editor por su ex
editorial El conocido Carlos Barral tenía un gran don de gentes.
Mario le conoció en Mallorca, en ocasión de un premio que estaban entregando en 1962, donde acudió como invitado por sus padres cuando era
físico. Le impresionó su voz y su cultura.
Pero Carlos se mostraba indiferente ante los demás y sobre todo hacia el
editor a quien le trataba como un auténtico principiante en el mundo editorial. Por el año 1977 su relación se estrechó, durante su depresión, en
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Calafell donde Carlos y él tuvieron una charla, en la que hablaron de la
depresión que sufría Mario. Pero después de todo salió que el depresivo
era él.
Vladimir Bartol y el flamenco
Los yugoslavos se mostraban agradecidos porque Mario editara Alamut
de Vladimir Bartol, en castellano.
Tuvieron una gran hospitalidad con él.
Todos ellos eran políglotas por lo tanto se hablaba en infinitas lenguas.
Dentro del banquete final que tuvo lugar bajo una tienda de campaña,
se bebía vino y la gente sonreía. En ese lugar se encontraba el escritor
argentino, Juan Octavio Prenz, que en un momento dado del banquete
pidió silencio y dijo unas palabras que sorprendieron a Mario.
Le anunció como cantaor gitano y también quería que les deleitase con
su arte. Mario le siguió la corriente pero diciendo que él nunca cantaba
en público sin un bailaor. Pero las cosas no le salieron como esperaba y
los hombres que estaban allí tenían uno.
Le anunciaron encima al más grande de los bailaores gitanos de la historia: ¡El gran Prenz!. Mario se quedó sin palabras y comenzó a cantar
batiendo palmas mientras el bailaor daba unas patadas sobre la mesa.
Al fin y después de todo el aplauso fue ensordecedor. La novela de Bartol
fue un gran ejemplo típico de la literatura hecha bajo la dictadura. Donde España solía decir, justo después de la muerte del caudillo: “Contra
Franco vivíamos mejor” y por lo tanto también se podía decir que “Contra Franco escribíamos mejor”. Bartol produjo, con Alamut, una obra
trascendental, inigualable por otras obras compuestas en la libertad que
había en Yugoslavia después de la guerra. La adversidad política era madre de muchas obras que, sin ella, no habrían nacido.
Peter Berling y la traición
Mario tenía un amigo llamado Michael Krüger, que era el director de
Carl Hanser Verlag, a quien conocía bastante bien como para no tener
que “venderse” nada ni él tampoco al editor.
Este se encontraba en un stand de la Feria de Frankfurt al cual se acercó
para que le diesen un ejemplar del libro Los hijos del Grial.
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Este ejemplar se lo dio a leer a Helga Pawlosky quien no dudó en decir
que se trataba de un best seller el que no era difícil de traducir.
Mario se dedicó a decir en los Consejos Editoriales que los editores sabían editar pero que los vendedores no sabían vender.
Al escuchar tantas veces esto Helga le propuso escoger un libro y que le
dijera como venderlo de la mejor manera. Por su puesto el editor escogió
Los hijos del Grial, de Peter Berling el cual defendió.
El libro tuvo que volverse a editar gracias a la cantidad de ejemplares
que se vendieron. Aunque el segundo tomo ya no tuvo tanto éxito como
el primero; como consecuencia de lo que mueve el dinero. Donde en el
caso de Peter la vulgaridad se convirtió en grosería.
Marcelo Cohen y la relación ejemplar entre autor y editor
Una tarde tuvo la visita de Marcelo Cohen quien con delicado tacto le
dijo que tenía un inédito y que si le interesaría editarlo.
Este nunca fue un autor de gran éxito en España porque quizá no escribiera para obtener éxito aunque si lo tuviera tampoco le sentaría mal.
Tenía una gran fidelidad a la hora de encarar la literatura.
La Ley de Propiedad va poniendo freno al modo con que los editores nos
deshacemos de los libros invendibles, que ocupan espacio en los almacenes y cuestan, por lo tanto, mucho dinero.
Muy pronto las existencias de almacén se reducirán gracias a los nuevos
métodos de impresión que permitirán tiradas más cortas y cada vez más
rápidas. Así los alquileres para almacenes no serán tan altos.
Por lo tanto de esta manera los editores deberían tener siempre por lo
menos cien ejemplares de todo lo que se editase. Incluso los de Marcelo
Cohen.
Jaime Contreras y la seria crítica literaria de Provincias
Un día entró en el despacho de Mario Muchnik, Jaime Contreras que en
ese momento estaba sin habla porque le acababan de operar y no podía
hablar solo sonreír , negar o asentir.
Con el tiempo recuperó el habla lo que resultó fantástico para los dos
porque fue esencial ya que le entregó un grueso manuscrito que era su
tesis. Un día llegó el Critico de Provincias con quien tuvieron un inter5
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cambio de miradas entre el autor y el editor.
La paciencia de los autores supera a la de los editores: ya que el primero
se arma de coraje mientras que el segundo se levanta, entra en el bar y
pide un JB.
Pero el critico de provincias había estado de juerga la noche anterior y no
tubo tiempo de leer la obra.
Un gran recuerdo fue la presentación del libro de Jaime en la Madrileña
casa de Velázquez.
Bryce Courtenay o Cuando los papanatas se meten en lo que no
saben.
Los agentes ingleses de Bryce Courtenay le mandaron un ejemplar de
“The Power of one” asegurando que sería su segundo gran Best seller.
Durante la feria del libro de Bolonia en 1989, le negaron la participación
del 50%. Por eso Brice ofreció una venta de 10.000 ejemplares que la
gente acepto con alborozo. A raíz de esto llegó a sus manos el primer
ejemplar al cual le sobraban dos milímetros en la sobrecubierta, devolvieron los ejemplares malos al encargado. Varios días después llegaron
los ejemplares “buenos” a los que también les sobraban dos milímetros,
llamando así al encargado de logística para comunicárselo, nadie le hacia
caso por lo que habló con el jefe de producción que le dijo que el encargado había caído enfermo y no dijo que recortara los dos libros.
Esos son los problemas de la edición a los que los autores casi no prestan
atención los críticos menos. Otro aspecto de la fabricación de libros al
que los editores no suelen dar mucha importancia es el de la calidad de
papel. Hasta el siglo pasado el papel se hacia con trapos viejos, esencialmente con celulosa, resistiendo muy bien el paso del tiempo, más tarde
se estudio por la madera que era la materia prima más importante.
Pero fue imposible salvar la totalidad de los documentos que estaban
impresos. Siendo los editores los que deberían desear la perdurabilidad
de los libros que producen.
Giulio Einaudi, maestro de editores
Mario Muchnik fue alumno de Giulio Einaudi, y también a sido lector de
sus obras publicadas siendo uno de sus maestros en la edición.
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LO PEOR NO SON LOS AUTORES
El editor siempre admiro sus cubiertas de diseño original y moderno, sus
solapas y la generosidad de sus márgenes.
Einaudi tenia una férreo política editorial y una gran influencia en la
cultura de su país. Este estuvo asociado en la vida de Munich en la feria
de Frankfurt. Los grandes jefes, los patrones de los que se ven cada vez
menos debido a que las editoriales son comidas por los grandes grupos.
Al cierre de la feria comienza la actividad social más desenfrenada, donde se juntan los grupos editoriales y con ellos los grandes tertulias de los
autores. Donde en esta feria cada uno tiene sus preferencias, cada editor
cada empleado y cada secretario tiene sus propias aspiraciones y todos
se van defraudados, sin embargo Muchnik admiraba las innovaciones del
sector como la impresión en color hasta la edición electrónica, también la
inteligencia de nuevas colecciones y las culturas populares extranjeras,
pero lo que más le gustaba era el encuentro con viejos amigos de otros
países, definitivamente la feria de Frankfurt, es conversación, conversación culta a menudo, pero casi nunca es en Español.
Jaime García Terrés, Rulfo, los editores deshonestos y
García Márquez
Jaime murió hace poco, quien descubrió la poesía muy temprano pero
pasaron muchos años antes de que se decidiera a mostrar sus versos. Este
fue designado embajador de Méjico en 1965 en Atenas, pero abandono
su puesto para dedicarse a dirigir el fondo de cultura económica desde
1982. Muchnik conoció a García Márquez en Calafell en casa de Carlos
Barral en 1972. Este era un hombre divertido sensual.
Este tenia una biblioteca muy reducida ya que libro que leía lo regalaba.
También contó que en un viaje en tren a medida que iba leyendo, arrancaba las páginas y se las pasaba a su mujer para que se las fuese leyendo. Una noche, Jaime les invito a cenar a su casa a Mario y su mujer,
esos Iván sudorosos y mal vestidos donde se encontraron un almuerzo
elegante, y viendo su situación pensábamos que se nos había olvidado
la cita con ellos. Al final terminamos cenando allí donde se encontraba
Garcia Márquez y su esposa. Allí se encontraba Rulfo que era un hombre
de escasas palabras pero que tenia un humor en su forma de hablar. El
problema de las trampas editoriales se debe a la deshonestidad del editor,
a veces del autor y otras veces de ambos que se ponen de acuerdo. Don7
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de para juzgar una oferta editorial hace falta una cultura que la gente en
general no tiene, teniendo como ejemplo que todo escritor tuviese una
modestia dosis unida a otra de objetividad.
Jorge Guillen y el nacimiento de una editorial.
Aquí se ha de hablar de los origines de la primera editorial que compuso
Mario Muchnik, en 1966 abandonó su primera profesión, la física, en
este mismo año un viejo amigo de su padre le propuso hacerse cargo de
la oficina de su empresa, dos meses después conoció en Londres a Mario
Vargas Llosa donde Mario ganaba poco dinero como locutor de radio, un
año después siguió empeñado en ser editor y su padre lo invitó a la feria
de Frankfurt.
Émilie Jabibi y el papel mojado de los contratos de la
administración
En 1962 Nicole organizó en Madrid un coloquio en el marco de las actividades de su asociación cultural.
Invitó en esa ocasión a una serie de escritores árabes. La finalidad no era
solamente dar a conocer en España una riquísima cultura sino la de propiciar el encuentro entre los escritores y sus colegas magrebí es. Lo que
fracasó. Al final del coloquio Inocencio Arias hizo el discurso de cierre ,
lanzó un desafío a los editores españoles para que se animaran a editar literatura árabe. Les aseguró el apoyo financiero del ministerio de asuntos
exteriores. Concluido el acto me acerqué a Chencho le tendí la mano y le
dije que yo recogía el reto si el ministerio compraba 1500 ejemplares de
la edición, yo estaba dispuesto a editar un libro cada 8 meses, me tendió
la mano y sellamos el acuerdo. nMe dijo que me pusiera en contacto con
Miguel Ángel Moratinos, director del Instituto para la cooperación del
mundo árabe de Madrid. Al cabo de pocas semanas comencé a pedir opciones, firmar contratos, traducir textos, etc.
Se acercaban las elecciones de 1993 las cuales no fueron del todo bien y
el nuevo ministro hizo cambios importantes , entre otros cesó a Chencho.
Llamé al ministerio para que me explicaran como hacer para cobrar lo
acordado y todo esto para toparme con un no rotundo. La literatura árabe
nunca se vendió bien en España y sin la ayuda del ministerio , la colec8
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ción destinada al fracaso.
Detuve los trabajos, di por perdido el dinero y solo publiqué Nacimiento
de Alba.
Moraleja: “ No edites lo que no te puedas pagar”.
Ismaíl Kadaré y el fino olfato de un gran autor
En 1995 la Biblioteca Nacional invitó a Kadaré a Madrid a dar una conferencia sobre el tema que quisiera, escogió el Quijote explicando con
aguda razón que la figura de Don Quijote era invocada con demasiada
frecuencia en vano, singularizada el mal uso del Quijote como metáfora.
Después de la conferencia fuimos a cenar a un restaurante, empezamos
por pedir y se fue a lavar las manos, al regresar el camarero me lo dio a
catar y yo le pase mi copa a Kadaré.
Huele a desodorante –dijo Kadaré-.
¿A desodorante? – dijo el camarero y yo.
Solo entonces me di cuenta de que tal vez deje restos de jabón en la copa,
pedimos otra copa y Kadaré aprobó el vino y nos explicó que sabía mucho de buenos vinos, la razón tenia que ver con su literatura.
Durante años sus editores franceses no podían enviarle sus derechos de
autor sin que el gobierno se quedara con unos impuestos. Entonces llegaron a un acuerdo, le pagarían con un buen vino, y así, a principios de año
recibiría varias docenas de los mejores vinos franceses.
Gilles Kepel y mi batalla personal por el ecumenismo editorial
Durante años estuve hurgando en los catálogos de novedades de las editoriales europeas y americanas, en busca de un buen libro sobre el mundo
Arabe que demostrara que yo no era un editor Judío, sino un Judio editor.
En un momento determinado llegué a pedir los derechos de una obra de
Máxime Robinson, pese a que algunos amigos autores me habían hablado muy mal de Michelle por haber sido victimas de lo que ellos llamaban
“Antisemitismo” pero debo decir que no detecte ningún rastro en el de
antisemismo, al contrario, me hablo muy bien y me dijo en todo momento lo que debia de hacer, y aportar. A Hilles le gustaba burlarse de mi, por
ser su editor, y se descubre ante mi, no por ser un editor osado sino por
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no sufrir los embates de su antisemitismo.
Valerio Manfredi, Indiana Jones y la distribución
Cuando dirigía Anaya & Mario Muchnik el vicepresidente editorial de
la casa, me hizo llegar un sobre con un libro insólito para que hiciese mi
linia editorial, tuve buenas relaciones con Losada.
No compren muy bien lo que Anaya esperaba de mi, pero lo que les interesaba era una linia como la que había defendido durante 16 años en
Muchnik editores y mi linia actual era la prolongación de aquella a pesar
de esto solo hacia un año que trabajaba con ese grupo y no las tenia todas
conmigo, el hecho fue que a pesar de las variabilidades de la prensa del
libro el Oráculo los 5000 ejemplares no lograron venderse. La distribución inicial había sido escasa unas 1500 unidades, y en una reunión
llena de editores donde el director de la distribuidora intento explicar el
fracaso, llegábamos a una venta de unos 15000 ejemplares pero de ahí
no se paso.
Jacobo Muchnik que era mi padre
Así resumí el contenido del único libro que publique de mi padre, el único que el quiso publicar:
Cuentos que no lo son, una vida que no es una biografía,
Un recuerdo que no es una memoria, una
Sonrisa que no es de risa, una nostalgia de un
Mundo redondo, sin fin del comienzo al fin.
Mi padre… No es aquí donde debo escribir acerca de mi padre. Pero si
acerca de su libro. Viudo desde 1971, se afinco en Niza. Y un buen día me
envio un cuento escrito por él. Cuando en 1977 cumplió 70 años financió
una primera edición, de unos 500 ejemplares, de una selección de sus
cuentos. Iba sin título en cubierta.
En memoria de mi padre, aquí van algunas reflexiones acerca del “método”.
Cada editor según su linea editorial, recibe un numero variable de manuscritos, yo no recibí muchos, pero todos los que recibía venían acom10
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pañados de unas cartas en la que el autor enviaba junto con su obra para
ganarse la simpatía del editor. Para ellos en ese caso era un error, lo primero que se debía de hacer era leer primero esas cartas, pero el método
que yo empleaba no era esa, yo valoraba las obras, era lo primero que
hacia, incluso las cartas las utilizaba a posteriori para evaluar al autor,
para ver su nivel de cultura su forma de escribir y muchos otros aspectos,
de esta manera lo valoraba yo. Así que para mi esas primeras cartas no
tenían ningún tipo de valor ya que no conseguían ganarse mi gracia ni mi
interés por sus frases, sino por sus obras.
En mi casa por las tardes, el procedimiento era exactamente el mismo
pero el muestreo ya no era el de un total de tres páginas sino el de cinco
o seis. Tal vez uno o dos manuscritos sobrevivían a esta criba. Los demás
volvían a la oficina y de ahí a sus autores.
¿Cuáles eran mis criterios? En primer lugar que el autor supiera escribir,
hay muchos autores cultos que no saben escribir, me refiero sencillamente al saber usar los verbos, saber conjugar, saber deletrear y acentuar las
palabras, es increíble hasta que punto escritores de ley presentan manuscritos que, juzgados solo por las reglas gramaticales, serian rechazados
por maestros de primaria.
Otro criterio importante era para mi que el autor fuera capaz de diferenciar claramente entre si mismo y su narrador. Otros autores creen que
pueden imitar el habla del siglo de Oro, otros creen que pueden imitar el
habla de la calle, utilizando jergas que todos podamos entender, pero esto
es un graso error, porque no por imitar el habla de la calle nos va a dar
la sensación de estar metidos en plena calle, o de sentirnos intimidados
por el autor, por tener sensaciones de miedo, ni mucho menos. Algunos
bajan con grabadoras y se dedican a grabar los sonidos de la calle y después plasmarlos en el papel, solo se limitan a copiar, a describir, cosa
innecesaria y absurda, porque con esto no conseguimos nada de nada.
Hay algunos trucos que nos hacen conseguir estas sensaciones, pero solo
algunos los sabemos. No pretendo tener la sensibilidad ni la cultura necesarias para no equivocarme. Seguramente se me han escapado muchos
buenos manuscritos. Afirmo en contrapartida, que los malos manuscritos
que se me han colado y que he llegado a editar son muchos menos.
¿Y que pasaba después?
Todos los manuscritos merecían mi respuesta. Los rechazados en mi despacho, sólo una breve nota circular en la que decía rechazarlos por no
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considerar que superaban el listón de calidad de escritura que me había
fijado. Los que rechazaba en mi casa, cartas más pormenorizadas que explicaban las anotaciones al margen que había hecho durante la lectura. Y
las que finalmente habían pasado, les enviaba las modificaciones que yo
creía oportunas que habría que realizar, los puntos flacos del autor.
Entonces: ¿Habría editado yo los cuentos de mi padre si no hubieran sido
suyos?
Mi padre nunca supo de la existencia de lo que nosotros llamamos narrador. ¿retratar la manera de hablar de la calle? Nunca. Siempre tuvo un
cariño nostálgico por la calle, su juventud estuvo ahí, su pobreza, ala que
jamás atribuyo lenguajes particulares.
Si, indudablemente, esos cuentos habrían sido míos, como editor, y me
habría peleado por publicarlos yo antes que nadie.
Cosa que hice, sin necesidad de pelearme. Porque eran de mi padre.
Colofón
A fin de 1997 estamos invitados a cenar a casa de amigos que viven muy
cerca de la plaza de Colón. Dejo a Nicole acatarrada en la puerta, buscando un aparcamiento me meto en el lateral de Recaletas del bar Boccario.
El ascensor me deja en la planta, muy bien indicada con la palabra “Comercial” A un metro de la puerta enrejada de repente alguien me agarro
del cuello hasta tirarme al suelo, yo grite, gritaba con todas mis fuerzas,
tenia pánico, de repente cuando estaba en el suelo pude observar que era
una mano negra, y una voz que me decia en frances que le diera el dinero
rápido. Cuando consigo ponerme en pie consegui mirar a mi atracador,
era un chico negro, un chico joven con una cara simpatica pero llena de
miedo,. En ese momento me senti como perdia el pánico, cogi al joven
por el brazo y le di dos palamditas en la mejilla. Le dije que le comprendia, que estaba con el.
El chico me dejo de mirar por un momento con cara de desconfianza y
me miro con mucha más confianza. Cuando me dispuse ha agacharme a
recoger mi cartera el me dijo que no me agachara y se agacho conmigo
a recoger la cartera. En ese momento me di cuenta de que el no queria
hacer esto, pero que debia hacerlo porque no le quedaba otra opción para
poder subsistir. Cuando me disponia a irme, me dijo que si queria que me
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devolviera el dinero, le dije que no, que el lo necesitaria muchisimo más
que yo. Y el mientras se iba, se iba disculpando, diciendome que lo sentia
pero que no tenia otra opción para poder subsistir.
En el instante de pánico lo que pense y por lo que temia es porque pense
que estaban por matarme, tuve suerte, el chico no tenía ni para comprarse una navaja. El hecho, no obstante, es que apartir del momento en
que pudimos hablar se esfumó el peligro y el mal rato. No hay grupos
editoriales que puedan jactarse de tan puro y sano comportamiento para
sus empleados. Por lo general los grupos tienen fondos suficientes para
comprarse una navaja. O como para no necesitarla.
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Opinión Personal
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Esta es mi opinión personal respecto el libro de Mario Muchnik,
lo que creo, es que Mario es un editor en toda regla y con muchos criterios para publicar, una persona que no se casa con ningún autor, una
persona que tiene su propio estilo y creencias para publicar. Tiene sus
propias técnicas. Creo que como edior es una excelente figura.
Respecto a Mario como persona, estoy en una parte contraria, una opinion más bien negativa, según mi punto de vista y basandome en los comentarios que realiza en el libro, es una persona muy creida, una persona
que cree no poder equivocarse nunca, que cree que su nivel cultural es
muy alto y por encima del resto, cosa que no pongo en duda que no sea
posible, pero no veo necesitario estar manifestandolo continuamente capítulo tras capítulo. Dejando de lado la crítica mía respecto a Mario Muchnik como autor o editor y como persona, me voy a pasar a mi opinión
personal respecto a su libro. Tiene capitulos muy interesantes, anectodas
que llaman la atención, textos con un vocabulario muy rico.
La verdad es que ha logrado entretenerme con más de un capitulo, y
transmitirme su forma de pensar y su mensaje. Digo entretenerme porque para mi es algo mu dificil leer autobiografias, algo que se hace muy
pesado y repetitovo. Respecto a mi punto de vista el libro de Mario lo
valoraria con un voto más o menos neutral, con votos positivos y votos
negativos.
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Noticias y comentários
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Peor que los autores
Se ha armado una escandalera con los premios literarios y su mayor dotación. Algunos lo han considerado como un síntoma del final de la era
de las agentes literarias. Al tener garantizado el premio, el autor salta por
encima de la agente y se forra directamente con el editor. Falso. El agente
literario, ahora más que nunca, puesto que hay más dinero por medio,
pacta directamente con el editor y se forran todos según sus porcentajes
que siempre son mejores para los editores. Decía Mario Muchnick que
lo peor no son los autores sino los agentes literarios y desde su punto
de vista, desde luego tiene razón. Según los editores, las exigencias de
los agentes literarios les han llevado a la ruina arrastrando con ella a los
autores y pretenden que estos últimos prescindan de la incómoda mediación. Dejando de lado que de ruina nada, si atendemos a los resultados
que se reflejan en los informes sectoriales (57.182 títulos en 1999 y la
cifra aumenta en el 2000) ¿quién tiene la culpa de que el autor haya tenido que recurrir a ellos?
No les quepa duda, el editor, que siempre ha sido y seguirá siendo el
enemigo natural del autor. Los editores han cometido tantas injusticias,
tantos atropellos, han mantenido cautivas tantas obras y explotado a tantos autores que la reacción no se ha hecho esperar y ahora pasa con los
autores y los editores lo mismo que con las mujeres y los hombres, que
hay ahí una deuda histórica que hay que saldar, aunque paguen justos por
pecadores. Si hubiera habido agentes literarios en su época, ni don Benito Pérez Galdós, ni Baroja ni la Pardo Bazán tendrían que haber perdido
tanto tiempo y dinero gestionando su propia obra. Felizmente, ahora no
sólo hay leyes que respaldan la propiedad intelectual y prohiben aquellos contratos que ataban de por vida (y más allá de la vida) a un mismo
editor, sino que, gracias a los agentes, los editores ya no pueden falsear
ni ocultar cifras de tiradas y de ventas. Si algún autor de los que van por
libre cree que sus editores le dicen la verdad cuando le liquidan los derechos es que todavía cree en los Reyes Magos. Por eso odia el editor al
agente, porque no puede engañarle. Sólo esto bastaría para convertir al
agente literario en el principal aliado del autor. Creo que me he explicado
claramente.
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Si ustedes quieren, ahora nos ponemos a hablar de literatura, que es algo
muy diferente a lo que suelen hacer los editores y no lo digo por Mario
Muchnick que es de los pocos que se salvan a ese respecto. También
hay otros: Pre-Textos, Siruela, Trotta (por cierto, estuve hace dos días
en la presentación del libro de José Jiménez Lozano, Retratos y naturalezas muertas publicado por esta editorial, que presentó, entre otros, mi
admirado Gabriel Albiac en la Residencia de Estudiantes), La Discreta,
El Acantilado, Alba y muchas más que están surgiendo a cada paso, en
cierto modo porque han descubierto que es bastante más barato publicar
a los veteranos de más de un siglo, que ya han salido de los ineludibles
purgatorios de la reputación y de los derechos de autor, que a los autores
que siguen en ambos o, lo que es peor para los editores, que todavía están
vivitos y coleando.
Aunque algunas se arriesgan, a mi entender, bastante poco y ahorran hasta tal punto que ni siquiera son capaces de encargar nuevas traducciones,
con lo cual perpetúan los mismos errores de las viejas versiones que utilizan, haciendo un flaco favor al lector y al autor, que son los únicos que
importan en este negocio. Pienso, por ejemplo, en la desafortunada traducción de Domingo Pruna de Mis aprendizajes de Colette, que Ediciones del Bronce ha reproducido sin hacer la menor corrección, permitiendo que una de las protagonistas siga estando «afligida, como su madre,
por un pelo terrible» al que «arrollaba» sobre su cabeza, sumiéndonos de
paso a nosotros en una aflicción no menos arrolladora e incómoda.
Tampoco entiendo por qué la casi secreta editorial llamada Ediciones
internacionales Universitarias, que tiene un fondo estupendo, con títulos
como Los huevos fatales de Mijaíl A. Bulgákov, o Lady Macbeth de Mtsenk, de Nikolaï S. Leskov, no se ha tomado la molestia (y el gasto) de
hacer una nueva traducción de La ciudad y las sierras de Eça de Queirós,
y utiliza la histórica (pero muy superable) versión de Eduardo Marquina.
No creo que sea por falta de fondos porque según me han dicho mis fuentes pertenece al Grupo de Negocios a quien no parece que le vaya demasiado mal en materia de finanzas. Pero no quiero quejarme demasiado,
porque en definitiva, es mejor una vieja traducción de Eduardo Marquina
que una nueva novela de Lucía Etxebarría. ¿No creen?
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Idea del libro
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Las relaciones entre autores y editores nunca han sido fáciles, y la historia de la edición está llena de lógicos y mutuos recelos y desconfianzas.
Cuando Mario Muchnik publicó en 1999 el primer tomo de su autobiografía editorial, en la portada aparecía un sugestivo título: “Lo peor no
son los autores”. Dice Muchnik: «La idea nació de un viejo libro de Ben
Hecht, un guionista de Hollywood que tituló sus memorias “Los actores
son un asco”, lo que me llevó inmediatamente a pensar en “Los autores
son un asco”. Luego me di cuenta de que en el negocio editorial lo peor
no son los autores, caí en que incluso pueden ser los buenos, y desde
luego la parte más remunerativa siquiera en el sentido espiritual de la
palabra».
Muchnik, que lleva más de treinta años en el mundo editorial, ha publicado casi quinientos títulos como editor, ha trabajado con más de trescientos autores y... ¡¡Ha perdido al menos TRES editoriales!! «La relación
autor-editor está condicionada por una cuestión de paternidad. Hay un
señor, el autor, que es el padre de una obra, pero hay otro señor que también de alguna manera es padre de la misma obra, el editor, y ahí surgen
los problemas en los que, en el fondo, siempre subyace un conflicto de
paternidades»
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- Í N D I C E Resumen capítulos del libro
Páginas 01 - 13
- Rafael Alberti y las viudas.
- Nuria Amat y la infidelidad.
- Vladimir Bartol y el flamenco.
- Peter Berling y la traición.
- Marcelo Cohen y la relación ejemplar .
entre autor y editor.
- Jaime Contreras y la seria crítica literaria de Provincias
- Bryce Courtenay o Cuando los papanatas se meten en lo que no saben.
- Giulio Einaudi, maestro de editores.
- Jaime García Terrés, Rulfo, los editores deshonestos y García Márquez.
- Jorge Guillen y el nacimiento de una editorial.
- Émilie Jabibi y el papel mojado de los contratos de la administración.
- Ismaíl Kadaré y el fino olfato de un gran autor.
- Gilles Kepel y mi batalla personal por el ecumenismo editorial.
- Valerio Manfredi, Indiana Jones y la distribución.
- Jacobo Muchnik que era mi padre.
- Colofón.
Opinión personal
Páginas 14 - 15
Noticias y comentários
Páginas 16 - 18
Idea del libro
Páginas 19 - 20
Víctor Asensio Férnandez
Mario Muchnik - Lo peor no son los autores
El autor de esta autobiografía ha dicho que “los pequeños debemos ser la mosca
cojonera de los grandes”, y que “he tenido una vida profesional muy accidentada, pero soy un donjúan de la edición, he tenido muchas novias y amantes y me
vendo al mejor postor”. De él se ha dicho que “es uno de los pocos editores que
aún quedan en nuestro país con un proyecto personal y un baraje profesional
reconocido internacionalmente, que ha enriquecido el espacio cultural español”:
que “se nos adelantado haciendo reflexionar sobre los brotes del fascismo, de
intolerancia, de autoritarismo” ; que ha lanzado autores “como Elias Canetti,
el premio Nobel que el descubrió para los lectores españoles mucho antes de
que obtuviera el reconocimiento internacional, Bruce Chatwin, Oliver Sacks o
Ismaíl Kadaré”: que es “uno de los profesionales de la edición que priman la
calidad de los textos por encima de la comercialidad de los títulos” ; que es “ un
editor de raza, tan apasionado como obstinado, una voz propia y heterodoxa en
un paisaje cada vez más amorfo y pasteurizado”: que “Kenize Mourad es amiga
suya; fue él quien editó en España su obra De parte de la princesa muerta” que
se trata de un “editor guerrillero”: “escéptico e idealista”; etcétera.
Pero dice el autor y editor de esta autobiografía editorial: “No hay reglas, en la
edición más que las que dictan la moral y la ética profesional. Cualquiera puede
ser editor y muchos pueden serlo y hacer historia, con tal de que no se dejen llevar por la moda ni antepongan el dinero a la literatura y lectura. Ser cuidadoso
con el dinero no es prerrogativa del gran editor: sólo es una condición general
para vivir en nuestra sociedad. Lo que hay que cuidar es la cultura”
LO PEOR NO SON LOS AUTORES
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