La obra de la Beata Mama Antula en Buenos Aires, una historia poco conocida A metros de la avenida 9 de Julio, Buenos Aires esconde una verdardera reliquia íntimamente ligada a nuestra provincia. Los muros centenarios de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales constituyen la obra cumbre -al menos en lo material- de María Antonia de Paz y Figueroa, nuestra Mama Antula. La Santa Casa de Ejercicios espirituales, está ubicada en la esquina de Av. Independencia y Salta, en pleno barrio de San Telmo. Es uno las construcciones originales más antiguas de la capital argentina y fue erigido gracias al accionar de la santiagueña en 1795. Caminar por sus baldosas ajadas, transitar por sus pasillos ancianos, recorrer celdas, capillas y patios coloniales nos transportan a un tiempo pretérito cuando la Argentina ni siquiera era tal. Escuchar las historias contadas con devoción y admiración sobre la vida de la “Beata Antula”, oir los prodigios de una mujer admirable, provocan la emoción en cualquier santiagueño y por qué no el genuino orgullo. El corresponsal de Diario Panorama en Capital Federal visitó los lugares por donde desarrolló su obra y realizó un informe que para el programa de Canal 7 “Pago donde nací”. Esta es parte de la historia de Mama Antula en Buenos Aires, una historia poco conocida de una mujer valiente y heroica que supo sobreponerse a los prejuicios de la sociedad virreinal de finales del siglo 18. Nacida en 1730 en Santiago del Estero, María Antonia desciende de una ilustre familia de conquistadores y gobernantes, contando entre sus antepasados a don Francisco de Aguirre. Mama Antonia vive en una humilde encomienda de indios, donde su padre es encomendero. Su niñez la pasa en el campo, en la hacienda paterna, sin mas contacto con el mundo que la compañía de sus hermanas -Catalina, Cristina y María Andrea- y de los aborígenes que integran la encomienda regenteada por su padre. A los 15 años María Antonia les transmite a sus padres su intención de consagrarse a la vida religiosa. Las tres hermanas eligen el camino del matrimonio, mientras ella prefiere leer a San Ignacio de Loyola y dedicarse a ayudar a los aborígenes y a los pobres. Cuentan que “no le faltaban muchachos que la pretendan, porque María Antonia es muy bella, de facciones finas y grandes ojos azules”. María Antonia decide entonces usar una túnica negra y vivir junto a otras mujeres como ella, que en aquella época en que no existían religiosas de vida activa -solo había monjas de clausura- se las llamaba beatas. Las beatas se iniciaban realizando un periodo de prueba y luego se les entregaba el habito negro o la sotana de la Compañía de Jesús (Jesuitas), y en ese momento cambiaban el nombre o apellido de la familia, por el de algún santo de su especial devoción. María Antonia de Paz y Figueroa lo cambia por el de María Antonia del Señor San José. Dirigidas por un religioso jesuita, este grupo ayudaba a los sacerdotes, instruía a los niños en las verdades cristianas, cosían y bordaban, cuidaban a los enfermos y repartían limosnas entre los pobres. En adelante se la verá caminar por las resecas calles de sierra santiagueña, vestida con su sayal negro y para sus vecinos será la beata Antula. La expulsión de los jesuitas “En su juventud conoce al padre jesuita Gaspar Juárez, quien será una especie de guía espiritual con el cual estará relacionada gran parte de su vida” comenta Patricia Cortez coordinadora de la Santa Casa. Cuando en 1767 se produce la expulsión de los jesuitas de los territorios colonizados por España María Antonia cuenta 37 años. “Este hecho fue un golpe muy duro porque de pronto se siente como huérfana ante la ausencia de quienes la venían orientando espiritualmente en su vida. Además hay que entender que no eran tiempos fáciles para los seguidores de los jesuitas. Existía una condena pública del gobierno y su posterior destierro. María Antonia los defiende y se confiesa fiel seguidora, en un momento en que ser partidaria de los religiosos jesuitas no es bien visto y hasta resulta peligroso” explica Cortez a este diario. María Antonia sigue manteniendo contacto con los jesuitas a través de sus cartas. Especialmente con el padre Gaspar Juárez, residente en Roma. El hecho produce un cambio fundamental en María Antonia, que se propone llenar de alguna manera el vacío profundo dejado por la expulsión de los hijos de San Ignacio. Cree entonces que una manera de suplir la ausencia de los religiosos es reinstaurar los Ejercicios espirituales que los conoce por propia experiencia. Antes de la expulsión de los jesuitas, los Ejercicios eran una práctica habitual y de los que la gente participaba no sin cierto sacrificio, especialmente cuando debían realizar largos viajes - porque abandonaban sus tareas durante varios días. Los Ejercicios espirituales son practicas piadosas iniciadas por San Ignacio de Loyola, en las cuales los participantes viven en un lugar cerrado durante varios días, y escuchan una serie de charlas que sirven de base para que los ejercitantes reflexionen y mediten, y apliquen los principios cristianos a su vida personal. Decide salir entonces con su túnica negra, descalza y con una gran cruz de madera en la mano, que le sirve como apoyo cuando camina, pare invitar a la gente a participar de los Ejercicios. Así comienza su recorrido de puerta en puerta acompañadas por un grupo de mujeres. Este será el comienzo de una obra inmensa en lo pastoral. Las dos primeras tandas tienen tanto éxito que se anima luego a salir a la campiña y recorrer los pueblos rurales. Comenzaría luego un itinerario que se extenderá a los pueblos de Silípica, Loreto, Salavina, Soconcho, Atamisqui y otros. María Antonia organiza los Ejercicios en Santiago desde 1768 hasta 1770. Trepa entonces la sierra de Ancasti y baja al valle de Catamarca para continuar con su obra. Sigue por los arenales riojaños hasta llegar a la capital y luego se dirige a Jujuy. El obispo del Tucumán, Juan Manuel Moscoso y Peralta -que entonces tenia jurisdicción sobre dicha provincia, Salta, Jujuy, La Rioja, Santiago del Estero y Córdoba - le otorga licencias pare pedir limosnas destinadas a organizar los Ejercicios espirituales que serían predicados por sacerdotes del lugar Y así los Ejercicios comienzan a tener aceptación nuevamente, y a ellos concurren tanto sacerdotes, como hombres y mujeres de la sociedad y gente del pueblo. "Los frutos de los Ejercicios los conocen los buenos sacerdotes que me ayudan y me dicen que se advierte reforma en la ciudad y sus contornos" -escribe María Antonia -. Cuando llega a un pueblo se pone de acuerdo con el sacerdote que anuncia la realización de los Ejercicios. Mientras, ella sale a invitar a las familias del vecindario y a pedir limosna, que cuando es en especies las carga en el carrito. "Yo no doy ningún paso en estas empresas - decía María Antonia -, antes de haber comprendido bien si es una orden de Dios, que parece entonces conducirme por la mano, aun cuando no pueda decirles como se hace... En muy largos y penosos viajes a través de desiertos deshabitados, en medio de lagos y ríos desconocidos, y muchos otros obstáculos, no he sufrido daño considerable. Cuando estuve en Catamarca fui desahuciada por el medico. Me encomendé al Sagrado Corazón de Jesús y me encontré curada de pronto, sin ningún remedio. A consecuencia de una caída me rompí una costilla. En otra ocasión me disloque un pie, pero fui curada una y otra vez por el contacto de una mano invisible". Luego pasa a Salta, donde establece los Ejercicios, y luego al Tucumán. Allí alcanza a organizar 60 tandas. Mientras viajan por esta provincia se les aparece en medio de la sierra un puma que les cierra el paso. Sus compañeros retroceden asustados, pero María Antonia se mantiene serena y avanza con la cruz en la mano y la fiera termina retirándose. A pie hacia Buenos Aires La misión de María Antonia es ahora Buenos Aires, pasando por Córdoba. Toda una locura si se tiene en cuenta los más de mil kilómetros que la separan de Santiago, y cuyo itinerario sólo es recorrido por caravanas que son protegidas con hombres armados. Un día María Antonia alista su equipaje: su Dolorosa -probable recuerdo de la Compañía - un San Estanislao, el Niño Jesús que lleva colgado al cuello y a quien llama su "Manuelito", el bastón largo rematado en cruz y una capa pare protegerse del frío. El recorrido es a pie, a través de desiertos y evangelizando durante su trayecto a los paisanos que encuentra en el camino. Los pobladores con los cuales convive mientras realiza su marcha, tratan de hacerla desistir. Son muchos los peligros: jaguares, chanchos del monte y las incursiones de la indiada. Pero María Antonia sigue adelante.... Llega a Córdoba en 1777 y permanece durante dos años. Allí organiza 60 tandas de Ejercicios a las que concurre un promedio de 200 a 300 personas. Quizás el hecho mas auspicioso pare María Antonia es lograr que las damas cordobesas acepten convivir en los Ejercicios con sus sirvientas, porque en la aristocracia de la ciudad mediterránea, la diferencia de clases era muy marcada y defendida por las familias pudientes. El paso siguiente será Buenos Aires. María Antonia debe caminar 800 kilómetros sólo acompañada por una criada. Apedreada en su ingreso a Buenos Aires A Buenos Aires llega en septiembre de 1779. La gente que la ve entrar a la ciudad descalza, con una cruz de madera en las manos y exhortando a la penitencia por las calles e invitando a participar de los Ejercicios espirituales, la considera una bruja. Y hay quien la cree un jesuita disfrazado o alguno de los que se escapo de la expulsión. Al verlas así vestidas algunos chicos se ríen y les tiran piedras. “Cuenta la historia que María Antonia se refugia en una pequeña capilla -por entonces- dedicada a Nuestra Señora de La Piedad. Es por eso que Mama Antula pide ser enterrada a los pies de La Piedad” cuenta Patricia Cortez. Su deseo fue cumplido, los restos de la santiagueña descansan en la imponente basílica de La Piedad ubicada en Mitre y Paraná de la Capital Federal, a pasos del Congreso de la Nación. María Antonia solicita entrevista al obispo Sebastián de Malvar y Pinto, quien no la recibe. Insiste y se encuentra siempre con dificultades pare lograr la autorización del prelado. Así transcurre casi un año, sin lograr el visto bueno de la autoridad eclesial de Buenos Aires. Finalmente, la recibe y le concede todos los permisos. Pero si el obispo tuvo dudas, el virrey Vértiz no las tiene. Por su antipatía visceral hacia todo lo que fuese jesuítico, no quiere saber nada de ellos. Lo cierto es que el virrey -cuyos poderes sobre el terreno religioso eran amplios - le niega a María Antonia la autorización pare organizar los Ejercicios. Pero la beata no le asigna importancia. Le da la espalda y se retira. Los primeros Ejercicios espirituales se realizan igual, en agosto de 1780, para 20 personas. Poquísimas en comparación con los que ya había organizado María Antonia en otros lugares del país. Pero a partir del tercero la situación cambia y la casa resulta estrecha. Este es el relato de María Antonia: "La gente se tire sobre esteras, colchas y colchones. Es necesario que su Divina Majestad y mi señora de Dolores me provean de habitación correspondiente a la multitud de almas que anhelan nutrirse con el mane que adquieren mediante las sabias cristianas reglas que nos prescribió San Ignacio. El alimento lo da Dios muy sobrante, excesivo y sazonado, con que logro complacer a todas las que participan, quien a mas de esta dicha que logro no rehusan mezclarse las señoras principales, con las pobrecitas domésticas, negras y pardas que admito con ellas". Los ejercicios se hacen populares en Buenos Aires A partir de allí el obispo Malvar y Pinto da un vuelco y otorga un gran respaldo; fomenta entre sus fieles la práctica de los Ejercicios y paga el alto alquiler de la casa donde se realizan las practicas. Se hace presente en los Ejercicios para escuchar algunas predicaciones, concurre al comedor compartiendo la comida con los ejercitantes y se muestra muy satisfecho por lo sabrosa que es. Y tiene otro gesto cuando dispone que su mayordomo asista a María Antonia cuando haya necesidades urgentes. Escribe el obispo: "La gente viene desde la campaña, donde viven lejos de las parroquias y de los curas. Unos que nunca se han confesado, otros que en muchos años no lo han hecho, y todos con arrepentimiento verdadero, lloran sus miserias y hacen firmes propósitos de enmendarse. Y en todos se palpa el aprovechamiento espiritual". Malvar dispone que "ningún seminarista se ordenase sin que primero la Beata certificase la conducta con que se hubiesen portado en sus Ejercicios". María Antonia escribe al respecto: "Veo que la Divina Providencia me socorre indefectiblemente pare su continuación y que cada día mas experimenta el publico el gran fruto de ellos. Yo me contento por ahora con decirle que en cuatro años de ejercicio de este ministerio, en este pueblo son mas de 15 mil las personas que han hecho los Ejercicios". La práctica de los Ejercicios espirituales pasa a convertirse en una de las actividades prestigiosas de la vida religiosa porteña, y tanto los sectores de abolengo, como los de condición humilde encuentran en Mama Antula, como la empezaban a llamar, a la persona a quien encomiendan sus oraciones por diversas necesidades. Los Ejercicios llegan al Uruguay No conforme con su intensa actividad en Buenos Aires, Mama Antula decide llevar los Ejercicios Esprituales al Uruguay donde durante casi tres años los realiza en tandas en las que llegan a participar 500 personas "por lo que puse dos oratorios, con sus directores correspondientes, que era como dar dos Ejercicios a un tiempo". Pero el obispo de Buenos Aires la requiere y María Antonia hace el viaje de regreso. Al despedirse, la gente le ofrece un terreno con escritura pare edificar una case de Ejercicios en Montevideo. De Buenos Aires la habían llamado pare que edificara una Casa destinada a la práctica de los Ejercicios. Recibe la donación de tres parcelas de terreno contiguas, una de ellas donada por los padres de Manuel Alberti, sacerdote que años después integrara la Junta de Mayo. María Antonia inicia entonces la construcción de una casa pare Ejercicios, un Beaterio de mujeres y una casa anexa, que servirá de refugio para las prostitutas. María Antonia logra que un caballero empleado del rey, Rosendo Rico, le obsequia una bellísima imagen de Jesús Nazareno, quien se la envía desde Cuzco, Perú. La imagen, que tiene fama de milagrosa, está considerada como uno de los grandes exponentes del arte religioso americaño y se la puede apreciar en el Oratorio de la Casa de Ejercicios, sobre la avenida Independencia. Cornelio Saavedra -quien años después seria presidente de la Junta de Mayo - actúa de apoderado en la construcción de la Casa, que al morir María Antonia está muy avanzada. Hasta en Rusia María Antonia se convierte ya en un personaje en la ciudad virreinal. Pero ahora, su fama trasciende las fronteras. Todo viene por el lado de la correspondencia que María Antonia mantiene con los jesuitas desterrados. Los jesuitas desterrados en Roma reciben las cartas de María Antonia y se las pasan a otros. Lo cierto es que sus cartas son traducidas al latín, francés, ingles y alemán y enviadas a distintas naciones, en particular a Rusia donde la Compañía de Jesús se encuentra en todo su vigor, y al monasterio de Saint- Denis de París , que tiene como priora de ese carmelo a la tía del rey Luis XVI. Lo cierto es que sin saberlo, María Antonia es vista como un modelo y admirada en los países europeos, por la acción de los jesuitas desterrados. Según se dice, en Francia se reforman varios conventos por la fuerza testimonial que emana de las cartas de María Antonia. El interés despertado por la obra desarrollada en estas latitudes, alienta a los jesuitas a redactar un esbozo biográfico de María Antonia, en base a sus cartas y a las cartas e informes de Ambrosio Funes. El trabajo se titula "EI estandarte de la mujer fuerte" y se edita en 1791. El padre Juárez afirma que de la obra realizada por María Antonia quedaban admirados no sólo los jesuitas de todas las provincias, sino "desde el Papa hasta los demás cardenales y prelados". Finalmente el 6 de marzo de 1799 se siente desfallecer y presa de una gran fiebre se acuesta en su tarima de madera, que hacia las veces de cama. Confiesa y comulga y al día siguiente fallece, a los 69 años. Cuando murió, se calcula que los porteños que hicieron Ejercicios espirituales fueron entre 70 y 80 mil. El corazón de Mama Antula sigue palpitando en la Casa de Ejercicios, que atesora viejos recuerdos en forma de imágenes, muros, puertas y ventanas; éstos constituyen un patrimonio vivo de la historia argentina y representan también el legado de una mujer que fue pionera de la evangelización argentina. Y también vive a través de la Congregación Hijas del Divino Salvador, herederas de tan preciado carisma: "La gloria de Dios y la salvación de las almas". Roguemos al Señor su pronta Canonización