GESTIÓN ESCOLAR Zuleyma Mateos Morales ENSCH CONSIDERACIONES FINALES La historia de nuestro país ha estado atestado de eventos vertiginosos sumamente trascendentales para el nacionalismo mexicano; donde nos hemos enfrentado a la necesidad de construir un México más libre, justo y próspero, que forme parte de un mundo globalizado, complejo y desafiante. Es en ese contexto, que a partir del 5 de marzo de 1993, la secundaria adquiere carácter obligatorio en nuestro país sentando las bases para que cada mexicano, en edad escolar, reciba por parte del estado la oportunidad de tener acceso a este servicio y con ello alcancen su máximo potencial; en palabras textuales de Santos del Real, Annette: “ lo que significa que todos los mexicanos tienen derecho a recibir una educación básica de nueve grados y, por tanto, que todos han de tener igualdad de oportunidades educativa”. En este sentido, se puede hablar de igualdad de oportunidades cuando todos los alumnos tienen formal y legalmente las mismas posibilidades educativas, superando formas de acceso, mismos resultados de evaluación, rendimientos similares entre los alumnos de distintas clases sociales, culturas e incluso sexos, sin embargo esta acepción tiene un tinte utópico, pues la realidad en el sistema educativo, en la educación secundaria, se puede percibir un conjunto de alumnos heterogéneos donde las interpretaciones sobre la desigualdad en la educación han pasado a una visión multidimensional ya que está ampliamente constatado que las diferencias sociales y culturales de los alumnos condicionan su progreso educativo y los resultados que obtienen. Es en la escuela donde encontramos, en nuestra realidad profesional que los alumnos con bajo nivel escolar están estrechamente relacionados con la desventaja social: pobreza, pertenencia a una minoría étnica, familias disfuncionales o sin vivienda adecuada, desconocimiento del lenguaje mayoritario, tipo de escuela, lugar geográfico en el que viven y falta de apoyo social aunado a esto encontramos otros factores, como el funcionamiento del sistema educativo y la propia escuela que pueden incrementar o disminuir estas desigualdades. Presentándose como obstáculos que bloquean el aprendizaje de los alumnos donde persiste una tediosa rutina de las prácticas educativas y con ello la irrelevancia de los contenidos, desmotivación de los profesores que puede ser por la falta de formación pedagógica o simplemente de apatía hacia su labor educativa, inercia ante los proyectos innovadores de parte de algunos de los docentes, la falta de compromiso institucional donde prevalecen las prácticas individualistas dejando de lado el desarrollo de actitudes y capacidades de actuación compartida y solidaria, necesarias para fortalecer una cultura de colaboración y participación, mismas que se ven reflejadas en las actuaciones de los alumnos dentro de sus espacios escolares. En conclusión quiero recalcar que tampoco se trata de que las escuelas resuelvan todas las tensiones, problemas, necesidades educativas y sociales de los adolescentes contemporáneos, pero es desde estos espacios donde se posibilitan, viven y comprenden los proceso de transformación de los adolescentes y para saber cómo responder ante la heterogeneidad y complejidad juvenil debemos trabajar , los que coincidimos en esos espacios, en el desarrollo de estrategias didácticas eficaces, con estructuras organizativas, funcionales, pertinentes a los objetivos educativos y formativos que se persiguen, que involucren de manera más activa la capacidad de acción y de propuesta de nuestros alumnos para ofrecer mejores oportunidades sociales a este sector de la población.