Subido por colipicami18

LA POSESION

Anuncio
La Posesión en Roma
Por el Dr. RAFAEL RUIZ CARRILLO
Catedrático de Derecho Romano
I
Introducción
Hay un principio de lógica jurídica según el cual nadie pue­
de trasmitir lo que no tiene. Supongamos que una persona ven­
de una cosa que no le pertenece. El comprador no llega a ser
propietario, en razón de la negociación. No obstante, su situa­
ción tiene relevancia dentro de la vida del derecho. Si lo despo­
jan violentamente de la cosa que ha comprado, puede obtener
por decisión judicial la restitución de la misma. Nadie puede
arrebatarle, con violencia, la cosa porque tiene la posesión de ella.
Posesión que puede oponer hasta al verdadero propietario. En
el ejemplo anterior se contraponen propiedad y posesión. Vea­
mos, pues, qué elementos hay en la situación del comprador, que
hemos supuesto de buena fé, es decir, tuvo la creencia de adqui­
rir del verdadero propietario. Pero incurrió en un error. Apre­
ció mal la realidad de los hechos. Encontramos por una parte
una cosa corporal. El objeto de la venta. Es un elemento mate­
rial, que los romanos llamaron “ corpus” . Por otra parte encon­
tramos un elemento de carácter intencional, volitivo, que es la
intención del comprador de considerarse dueño. Los romanos lo
llamaron animus. Hoy le decimos animus-domini, expresión no
exactamente romana, aunque inspirada en algunos textos. La
venta en el ejemplo anterior fué la causa que dió origen a la
adquisición de la posesión por parte del comprador, la negocia­
ción por la cual le hicieron la tradición, la entrega de la cosa.
Tenemos ya un concepto general de la posesión: Tener una cosa,
y considerarse dueño de ella.
Modifiquemos el ejemplo anterior de la siguiente manera:
El comprador sabe que el vendedor no es el propietario verdade­
ro de la cosa negociada. Procede de mala fé. Voy a preguntar­
200
Rafael Ruiz Carrillo
les, si llega a ser propietario? Ustedes lógicamente contestan en
forma negativa. Y respecto de la posesión pregunto ¿llega el
comprador de mala fé a ser poseedor o no? Para contestar
examinemos si reúne el comprador los dos elementos señalados
anteriormente. Tiene el poder, el contacto con la cosa. Tiene
la intención de considerarse propietario. Es por tanto, poseedor.
Exageremos aun más los extremos del problema. Suponga­
mos otro ejemplo. Un ladrón hurta una cosa mueble, y se la
lleva. Pregunto, ¿ese ladrón es jurídicamente un poseedor? La
contestación es afirmativa. Tiene la intención de considerarse
dueño de la cosa apropiada, e igualmente tiene el corpus. Exis­
ten los dos elementos. Hay también posesión. Ya ustedes ven la
importancia y la complejidad del problema de la posesión. Asom­
brados se preguntarán sobre la finalidad del Derecho. Acaso, se
hizo éste para proteger situaciones irregulares, de fechorías?
Por qué ampara en la forma dicha la situación del ladrón, y ia
del poseedor de mala fé ? Para comprender este problema de con­
tenido patrimonial hagamos una breve incursión por el campo
del derecho extra-patrimonial. Si uno de nosotros se encuentra
con un conocido asesino, famoso criminal, supongamos que has­
ta condenado a muerte, podría matarlo en plena calle? Natu­
ralmente que no. De admitirse la solución contraria no habría
seguridad social. La paz colectiva estaría amenazada constan­
temente. El Derecho ha canalizado la manera de castigar al de­
lincuente. De igual manera se impone entre otras razones por la
seguridad colectiva proteger a ciertas situaciones. Evitar que
contra ellas se reaccione en determinadas formas. Cuando una
persona posee una cosa, el derecho la protege contra las per­
turbaciones, contra el despojo. El propietario perjudicado puede
reclamar. Su reclamo deberá canalizarse por las vías legales.
II. — Clases de posesión
Hemos dicho que cuando una persona tiene una cosa en su
poder, con la intención de considerarse dueño, es un poseedor
protegido, en determinada forma por el derecho. La protección
fué acordada por el Pretor en Roma, mediante los interdictos
“retinendi vel recuperandae possesionis” . Esta primera clase de
posesión ha sido llamada por los intérpretes del Derecho Romano
posesión ad interdicta. Sus efectos son pretorianos. En algunos
textos ustedes encontrarán, sin embargo que le dicen posesión
civil. Este término es ambiguo. De los ejemplos citados son de
posesión ad interdicta, los dos últimos.
Al lado de ella encontramos otra posesión que además de
los efectos pretorianos expresados, surte efectos civiles. En es­
pecial permite adquirir la propiedad, por el transcurso del tiempo,
unido a otras circunstancias. Se le llama posesión civilis ad
usucapionem. Un caso lo tenemos en el comprador de buena
fé. Cuando se posee una cosa recibida en venta, de otra per-
Est. e Inf.
La Posesión en Boma
201
sona que no era propietario, hay lina justa causa (pro emptore). Otro ejemplo lo tenemos en el caso del deudor que entrega
una cosa en pago de su obligación. El acreedor la recibe de bue­
na fé, y la posee. Aunque el pagador no haya sido propietario
de la cosa, el poseedor de buena fé puede llegar a reunir la con­
dición de verdadero propietario por la usucapión.
Dentro de este orden de ideas, hay una tercera clase de po­
seedores. Han dado lugar a una clasificación de naturaleza com­
pleja. Examinemos el caso del acreedor prendario por ejemplo.
Una persona para garantizar el cumplimiento de una obligación
entrega a otra una cosa mueble, le trasmite temporalmente la
cosa, con la condición de que la devuelva al estar satisfecha la
obligación. El acreedor no tiene propiamente hablando animus
domini. En realidad falta uno de los elementos de la posesión.
Sin embargo el pretor le concedió también los interdictos. Aquí
encontramos un caso de difícil explicación dentro de la teoría
general de la posesión. Un escollo para las soluciones de renom­
brados tratadistas. Se ha afirmado que el acreedor podía llegar
a ser propietario en caso de incumplimiento. Los interdictos te­
nían por objeto garantizar esa posibilidad. Dejemos a un lado
la justificación. Por ahora sólo vamos a considerar la clasifica­
ción de los poseedores. Dentro de ese tercer grupo se encuen­
tra el arrendatario o inquilino, como lo llamamos generalmente
en Venezuela cuando se trata de casas. Reconoce al propietario
como dueño. Le paga periódicamente un canon de arrendamien­
to. El usufructuario, el comodatario están en este grupo de
poseedores que reconocen otra persona como propietaria. Los
textos romanos califican la relación con la cosa de “naturaliter
tamtum possidet” . Posesión natural. Se ha afirmado que son
casos de posesión derivadas. El verdadero dueño utiliza otro su­
jeto que posee para él. (animo suo, corpore alieno). Habría un
instrumento de posesión. El poseedor natural no es, a pesar
de ciertas protecciones que le hayan sido acordadas por razo­
nes especiales, un poseedor real. Se deben llamar con mayor pro­
piedad “ tenedores” , “ detentadores” . Podrán tener animus possi­
detis, pero no animus domini. Conservan y usan la cosa no como
propietarios.
HI. — La tenencia.
Es sinónima de detentación. Aquí vamos a separarnos de
la definición gramatical que trae el diccionario. Recuerden que
el abogado es un intérprete técnico. Necesita conocer la cien­
cia del Derecho y exponerla técnicamente ante un magistrado.
Nos encontramos frente a un problema de este orden. El dic­
cionario define a detentar así: “ Retener alguno sin derecho lo
que no le pertenece” y a detentador “ quien retiene la posesión
de lo que no es suyo” . Nosotros le vamos a dar un sentido dife­
rente. Tenedor o detentador para los romanos era el que tenía el
202
Rafael Ruiz Carrillo
corpus, pero carecía del animus domini. El depositario, que re­
cibe una cosa para guardarla y devolverla al primer requeri­
miento, es un tenedor. El colono, y los poseedores naturales
son igualmente detentadores. Pero ellos han celebrado nego­
ciaciones jurídicas mediante las cuales han llegado legítima­
mente al contacto material con la cosa. Los textos dicen que
hay “affectio tenendi” . Conservan la cosa con intención de de­
volverla, pudiendo en algunos casos participar en un uso de ma­
yor o menor intensidad respecto de ella. Para concluir digamos
una vez más que los “naturaliter tamtum possidet” son los te­
nedores.
Desde otro punto de vista se clasifica la posesión así: De
buena fé y de mala fé. Posee de buena fé, quien cree que tiene
jurídicamente razón para poseer. Considera que le pertenece el
derecho poseído. Compro una cosa de una persona a quien su­
pongo propietario. Al contrario el poseedor de mala fé está en
cuenta de que carece del derecho legítimo sobre la cosa poseída.
Ambas clases de posesiones están protegidas por los interdictos.
Ahora bien, dentro del campo general del derecho sí tiene pro­
fundo interés la distinción entre ellas. Tiene que ser mucho
mejor la condición del poseedor de buena fé. Adquiere los fru­
tos que dá la cosa poseída y goza de la misma protección del
propietario, pudiendo ejercer la acción publiciana. Conduce la po­
sesión de buena fé a la usucapión. Da en principio general al
poseedor la calidad de verdadero propietario.
Posesión justa e injusta. Es injusta la posesión cuando el
poseedor adquiere con violencia, clandestinidad o precario. Ade­
lantemos que la violencia se exige en el momento de la adquisi­
ción, aunque desaparezca con el tiempo. La posesión es viciosa
aunque se deje de ejercer la violencia. Es justa cuando no tiene
los vicios de vi, clam o precario. Ambas clases de posesiones están
amparadas por los interdictos.
En la evolución que experimentó la posesión en Roma, va­
riaron los términos, y para la época de Justiniano la posesión
civil, equivalía a la que fué adquirida con justa causa. Natural
cuando carecía de ella. La civil también se denomina legítima.
IV. — Los interdictos
De todo lo expuesto se ve claramente que la eficacia jurídi­
ca de la posesión emana de los interdictos. Defensa o protec­
ción acordada por el Pretor. Defensas posesorias en contradic­
ción de las acciones petitorias que garantizan la propiedad. Los
juicios interdíctales son rápidos. En ellos no se recurre a la
prueba del derecho de propiedad. La posesión se garantiza con
los interdictos. Procesalmente se protege la propiedad con la reivindicatio.
Generalmente se clasifican los interdictos en dos grupos prin­
cipales: Retinendae vel recuperandae possessionis. Para retener
Est. e Inf.
La Posesión en Boma
203
o para recuperar la posesión. Una posesión que se retiene nece­
sita protección en los casos de perturbación. Una posesión que
se ha perdido requiere protección contra el despojo.
Veamos los retinendae possessionis. En el Derecho Clásico
existían dos:
A) el uti possidetis: No amparaba a toda clase de posesión,
bolamente a la que no tuviera los vicios de vi, clam, precario,
esto es, que no fuera violenta, ni clandestina, ni precaria. Una
posesión es violenta cuando ha sido adquirida con el uso de la
fuerza física o moral. Si después de adquirida se hace uso de la
violencia para evitar un despojo, o una perturbación, no adquie­
re por esas circunstancias el carácter de violenta. Es lo contra­
rio a posesión pacífica. Pasemos a analizar el clam. Etimológi­
camente e ideológicamente se comprende con facilidad. Cuan­
do hay ocultamiento, o fraude para adquirir la posesión, hay
clandestinidad. Es lo contrario a posesión pública porque se pro­
cede furtivamente. Nos queda por ver la precariedad. Existe pre­
cariedad cuando se posee por otro, cuando hay obligación de de­
volver la cosa. La posesión que tiene vi, clam o precari, cual­
quiera de los tres, indistintamente, es una posesión viciosa que
no da lugar al ejercicio del interdictum uti possidetis. La pose­
sión puede ser de mala fé pero no tener los vicios señalados.
Hasta nosotros ha llegado la fórmula como se acordaba “ Vedo
que se haga violencia para que no poseáis como las poseeis, las
casas de que se trata y que no poseeis uno por otro, con violen­
cia ni clandestinamente ni en precario. No daré este interdicto
respecto de las cloacas; y no permitiré que se ejercite por más
que por cuanto importa la cosa, dentro del año desde el primer
momento en que haya habido posibilidad de ejercerlo” . Sola­
mente se da, pues, en algunos inmuebles. Como resultado del
interdicto, si el actor resulta ganador del litigio, obtiene el man­
tenimiento de su posesión frente a cualquier sujeto. ¿Qué debía
probar el autor ? Que poseía pública y pacíficamente para el mo­
mento én que fué perturbado y con intención de dueño es decir,
para sí.
B) Utrubi. Se acordaba al que durante la mayor parte
del año precedente al ejercicio del interdicto hubiese poseído
una cosa mueble. Especialmente se aplica a esclavos. Era vá­
lida la posesión de mala fé, siempre que no fuese viciosa res­
pecto a la contraparte. Justiniano le acuerda el interdicto al
poseedor actual, y toma en consideración la posesión en el mo­
mento del interdicto; equipara los dos interdictos, y exige que
la posesión fuera nec vi, nec clam, nec precadi.
La fórmula empleada era “Vedo que se haga violencia para
que uno no se lleve el esclavo de que se trata, de donde estuvo
la mayor parte de este año” .
Ahora vamos a analizar los recuperandae possessionis. Tam­
204:
Rafael Ruiz Carrillo
bién son dos: Los de vi, y los de precario. Los interdictum de vi,
se aplicaban a los inmuebles en favor del poseedor que había
sido arrojado, despojado del predio o no se le dejaba entrar
mano armada (vi armata), o mediante violencia, creándole un
temor, por ejemplo, con amenazas. Debía ejercitarse antes de
vencerse el año a contar de la fecha del despojo. En el derecho
antiguo se le daba al demandado la facultad de oponer la excep­
ción de vicios en la posesión, pero Justiniano acuerda el inter­
dicto en todos los casos. ¿Qué debía probar el actor? a) La vio­
lencia; b) su posesión. El otro interdicto restitutorio es el de
precario. Estaba concedido en beneficio del que había dado una
cosa en precario, contra el que la recibió, si se negaba a devol­
verla. El tenedor precario reconoce a otro como el verdadero po­
seedor, él no tiene como hemos dicho el animus domini. Si se
niega a restituir la cosa es obligado por el interdicto de precario.
No está sujeto como el anterior al plazo de un año. Además de
la devolución de la cosa responde el tenedor de ella, de los daños
y perjuicios, en el mismo proceso, del interdicto. El actor debía
probar además de su posesión animus domini, la existencia del
negocio jurídico que dió lugar al nacimiento del precario. Den­
tro de los recuperandae possessionis hubo otro interdicto. Era
llamado de clandestina possessione. Cayó rápidamente en desuso.
Fué dado en favor del poseedor clandestino, a quien le arrebata­
ba la cosa poseída. Roma llegó a conocer, además, un tercer gru­
po de interdictos. Motivos pedagógicos no recomiendan su estu­
dio en el primer año de la carrera. Los adispiscendae possessio­
nis, (para adquirir la posesión). Eran una protección indirecta
a la misma.
Exceptio viciosae possessionis. En su funcionamiento era
una defensa. Pero asimilable en sus efectos a los de un interdic­
to. Supongamos que un ladrón, cuya posesión, recordemos, está
amparada por los interdictos, demande al verdadero propietario
porque éste le ha quitado la cosa poseída. Al rechazar la de­
manda el propietario — primitivo poseedor— opone la excep­
ción viciosa en el actor, y paraliza la acción. Es decir, el propieta­
rio viene a recobrar la posesión en virtud de la excepción. Por eso
es que tiene efecto interdictal. Si el ladrón intenta la acción con­
tra un tercero, éste no podía oponer la citada excepción.
V. — Elementos de la posesión
Corpus et animus. El era-pus, es el elemento material. Viene
a ser el contacto con los muebles. Es el control, la potestad in­
mediata de dominación sobre la cosa. Se tiene a disposición “el
objeto material” , el cuerpo de la cosa. La doctrina admite como
corpus “la posibilidad de disponer de acuerdo al destino econó­
mico de la cosa” . Primitivamente, en el derecho antiguo el corpus debió de representarse en forma materializada: había cor­
Est. e Inf.
La Posesión en Roma
205
pus cuando se tenía materialmente la cosa en poder de uno, lue­
go evoluciona el concepto de corpus paralelamente al derecho
mismo. En materia de inmuebles no era necesario recorrer todo
el predio: bastaba con pisarlo en alguna parte.
El animus, constituía el otro elemento. Radica en la volun­
tad de considerarse y de conducirse como propietario. La doctri­
na discute la extensión o alcance de este elemento. Ihering exi­
gía solamente un animus possidetis. Savigny requiere el animus
domini. El animus domini se presumía, como regla general. Más
adelante veremos casos concretos respecto de los elementos de
la posesión. Adelantemos, sin embargo, algunos relacionados con
el animus. Por ejemplo, las ciudades poseían bienes, mediante el
animus del representante de las mismas. Un loco poseía con el
animus del curador. Era suficiente.
VI. — Adquisición, conservación y pérdida, de la posesión
Ya dijo lógicamente el jurisconsulto Paulo que adquirimos la
posesión con el cuerpo y con el animus. Era necesario la coexis­
tencia de ambos. Tal es el principio general. Todos los ejemplos
de possessionis ad interdicta que hemos citado reúnen el corpus
y el animus. Veamos de seguida algunos casos en los cuales fun­
cionan los elementos nominalmente. El primero lo encontramos
en los casos en que el sujeto que va a adquirir la posesión ya
tenía la cosa en su poder. En el caso del arrendatario que com­
pra la casa que habita. Sería ridículo obligar a desocupar la
casa para representar posteriormente dentro del formulismo ju­
rídico que recibe la posesión. Se dice que hay una tradición brevi
manu. El segundo caso lo tenemos en la tradición simbólica. De­
seo adquirir las mercancías que están encerradas en un depó­
sito, y tener en consecuencia la posesión sobre ellas. Me basta
con que me entreguen las llaves del cuarto donde están deposi­
tadas dichas mercancías. Observemos que en ambos casos hay
acuerdo de voluntades, porque si se tratare de un acto unilate­
ral no surtiría sus efectos jurídicos. Nadie que haya empezado
a tener la cosa como simple detentador, puede unilateralmente,
por un acto volitivo, convertirse en poseedor. La causa de la
posesión no puede cambiarse. Sería absurdo considerar que un
inquilino por cambiar de opinión, vaya a tener la categoría de
propietario.
Un caso de excepción, es decir, de adquisición de la pose­
sión solamente con el elemento cuerpo, corpore tamtum lo en­
contramos en el pupilo infans. El tiene derecho de ser propie­
tario y puede ser poseedor. Es sui iuris. Tiene capacidad de goce.
Pero carece de voluntad, esclarecida porque ignora lo que hace.
Incapacidad de ejercicio. Entonces no puede tener animus do­
mini. En la antigüedad se admitió que podía adquirir la pose­
sión con la autoritas del tutor. En el Derecho Imperial, se per­
206
Rafael Ruiz Carrillo
mitió la adquisición corpore tamtum. Cuando ha dejado de ser
infans, pregunto si puede adquirir la posesión ? Lógicamente que
sí, puesto que mejora su condición. No necesita autoritas del tu­
tor. También se cita como un caso de excepción, al esclavo. Po­
día adquirir la tenencia, esto es, la posesión natural, en contra­
posición a la civil ad interdicta, que se suele llamar también
jurídica.
En Roma se conoció la figura de adquirir por medio de un
alieni iuris. Tanto la posesión como la propiedad. Especialmen­
te por el filius familiae y por el esclavo. Se exigía, en estos casos,
como principio general que el verdadero poseedor debía tener
conocimiento de la adquisición de la posesión. Pero bastaba a ve­
ces con un conocimiento general. Un amo tenía un esclavo, por
ejemplo, y le daba un peculio, en el cual estaban comprendidos
“ servus vicarii” , ganado, y otros bienes que daban productos o
frutos. El amo adquiría la posesión sobre el descendiente del
servus vicarii, sobre la vaca, etc. Tanto en el derecho romano
como en el moderno se admite que se adquiera la posesión de
una cosa por medio de mandatario. La representación podía ser
previa, como en el caso del apoderado propiamente dicho. En­
tonces la posesión se adquiría por el mandatario, simultánea­
mente que por el representado. En otros casos se daba la hipó­
tesis de una representación ratificada a posteriori. La posesión
se adquiría en el momento en que se ratificaba la llamada en
Roma gestión de negocio. Las adquisiciones por intermedio de
representantes libres, se denominaban per libera persona.
Conservación de la posesión. Como regla general se con­
serva la posesión mientras se tienen los dos elementos el cuerpo
y el animus. No obstante la opinión contraria de autorizados
tratadistas, considero personalmente que basta perder uno cual­
quiera de los dos elementos para perder la posesión. Al no tener
la cosa en la disposición, o al dejar de considerarse como dueño
se ha perdido la posesión. Sin embargo, el derecho romano, en
su evolución, y desarrollo llegó a admitir la conservación de po­
sesión de ciertos fundos, animus tamtum. Era para los saltus
hiberni y para los altos aestivi. En Roma se presentó, con acen­
tuadas diferencias, un problema análogo al de los ganaderos en
los llanos venezolanos. Debían mandar a pastar o a pasturar,
como dicen los criadores, al ganado, en diferentes regiones se­
gún la estación. En Venezuela, según las lluvias. Es de presumir
que el poseedor de un saltus hiberni deje pasar varios meses sin
viajar al fundo de invierno. Fué admitido que conservaba la po­
sesión animus tamtum mientras que ignora la usurpación acae­
cida en el predio. Para recuperar la posesión, o para retenerla
según los casos estaba protegido por los interdictos. Los inmue­
bles, para la última etapa del derecho romano, podían, todos,
ser conservados animus tamtum, pero en los muebles era nece­
sario la coexistencia de los dos elementos posesorios. En mate­
Est. e Inf.
La Posesión en Boma
207
ria de sucesión, el heredero debía tomar la herencia del de cujus,
para sí, para sucederlo también en cuanto a la posesión.
Pérdida de la posesión. Ya hemos dicho que cuando se
pierde el animus se pierde la posesión. Ej. el propietario que ven­
de la casa y se queda como inquilino. También cuando se pierde
el corpus (hurto), perecimiento de la cosa. Con mayor razón
si conjuntamente desaparecen ambos, ej. cuando el poseedor
abandona la cosa.
Si otra persona por medio de violencia o clandestinidad le
quita la cosa al poseedor, éste pierde la posesión. Si la cosa que­
da en lugar inaccesible. Si el animal salvaje capturado, recobra
la libertad, se pierde la posesión, y en este último caso paralela­
mente la propiedad adquirida sobre el animal por la captura. Si
con un mármol mío, hace un escultor, creyéndolo suyo, una es­
tatua, he perdido la posesión del pedazo del mármol, aunque ten­
ga derecho a una indemnización. Las cosas que se declaran fue­
ra del comercio, no pueden continuar siendo poseídas. En Vene­
zuela sucedió cuando la liberación de los esclavos en el siglo
pasado. En resumen la posesión se pierde corpore tamtum, ani­
mus tamtum, o corpore et animus. Si una persona presta un li­
bro pregunto ¿ha perdido la posesión? No. Continúa poseyén­
dola por intermedio del prestatario, del detentador.
VII. — Concepto y naturaleza de la posesión
El propio diccionario nos da el concepto amplio de posesión.
“Acto de poseer o tener alguna cosa corporal, con ánimo de con­
servarla para sí o para otro, y por extensión se dice de las cosas
incorpóreas, las cuales propiamente no se poseen” . Viene, pues,
a ser el heho de tener a nuestra disposición una cosa, volitiva­
mente, denotando una relación independientemente del derecho
que se tenga sobre ella. Se disfruta la cosa con autonomía eco­
nómica y jurídica. Se ejerce sobre ella un poder físico, material,
pero al mismo tiempo deliberado. Que la posesión sea de buena
fé o de mala fé, es cuestión que se discute aparte, y es extraña
a la esencia misma de la posesión. Al poseedor le es suficiente
ejercerla para obtener la protección. Fíjense qué situación tan
disímil es la del propietario. Como basa su situación en un de­
recho, requiere comprobar su título de dominio. La propiedad
para ser totalmente eficaz necesita tener la posesión. De la pro­
piedad emana el derecho a poseer, pero también éste puede ema­
nar de otras circunstancias.
El primer problema es determinar si la posesión es un he­
cho o es un derecho. Hay tres grupos doctrinales: el primero sos­
tiene que es un hecho. El segundo, con Ihering, sostiene que es
un derecho, (un interés legítimamente protegido). El tercero,
con Savigny, sostiene que es un hecho pero con consecuencias
jurídicas que lo hace participar de la naturaleza de un derecho.
208
Rafael Ruiz Carrillo
Personalmente me inclino en este punto por la teoría de £avigny. La posesión es un hecho en Roma. Pero tiene hondas con­
secuencias jurídicas. Por eso lo regulan las normas legales. Al
considerar la naturaleza jurídica de la posesión es menester
ahondar en el concepto del animus. Preguntamos: ¿se trata de
un animus genérico, o por el contrario requiere un animus es­
pecífico, animus rem sibi habendi, según se trata simplemente
de ejercer la propiedad, o de ejercerla para sí? Para Savigny es
necesario la posesión subjetiva, requiere el animus rem sibi ha­
bendi. Sin embargo en Roma se encontraba el caso del acreedor
pignoraticio, del enfiteuta y algunos otros que tenían la posesión
amparada por los interdictos y poseían en nombre de otro. Sa­
vigny crea entonces la categoría de poseedores derivados, como
excepción al principio general. Hay no obstante, comentaris­
tas que afirman que en lugar de ser poseedores indirectos son
verdaderos poseedores pero de un hecho real distinto al de la
propiedad. Hay, en el fondo, dos conceptos distintos de pose­
sión, según Ihering es posesión la amparada por los interdictos
que comprende algunos casos de precario y según Savigny la que
se ejerce animus domini en la cual se admite la derivada.
Quasi possesio: Es la posesión de un derecho real distinto
de la propiedad. Cuando se ejerce un derecho real, por ejemplo,
el de usufructo, se dice que hay “posesión” de ese derecho: Qua­
si possessio.
La quasi possessio surge con la evolución y el adelanto del
derecho. Ella tiene gran importancia. En materia de servidum­
bres, por ejemplo, si una persona se comporta como titular de
un derecho de usufructo en el período Justinianeo, podía adqui­
rir la servidumbre por la prescriptio longi temporis. Por el con­
trario en materia de derechos de obligaciones si una persona dice
que es acreedora de otra durante muchos años, no por eso llega
a adquirir el carácter de tal. No hay prescripción adquisitiva
para los derechos de obligaciones. Para los derechos reales, como
el usufructo, si funciona y se aplica. El quasi poseedor está am­
parado por los interdictos. Dentro del campo doctrinal no está
claro el porqué a ciertas clases de posesiones naturales, se les
acordaba los interdictos, como dijimos con anterioridad. La teo­
ría de Savigny de posesión derivada tiene mucho de creación
personal, y ha sido criticada por no encontrar directo asidero
en los textos romanos. Mediante su hipótesis de la posesión deri­
vada explica Savigny, por ejempo, dentro de los textos conoci­
dos del derecho romano, la protección acordada a algunos ca­
sos de precario, de mera tenencia, en los cuales no hay la vo­
luntad sujetiva, necesaria —según él— para poseer. Para obviar
este escollo los partidarios de Savigny hacen entrar un nuevo
elemento que aleja más la doctrina del derecho romano. No se
trata del animus domini, sino de una intención armoniosa, acor­
de con la cosa poseída. No es raro entonces que hayan surgido
Est. e Inf.
La Posesión en Boma
209
otros conceptos de posesión. Saleilles sostiene que la posesión
viene a ser una relación de aspecto económico. Posee el que goza
económicamente y con independencia de la cosa. No obstante,
queda igualmente como caso de excepción, la situación del pre­
carista.
Personalmente considero acertado pensar que los romanos
buscaron soluciones prácticas para casos concretos. No cons­
truyeron una teoría genérica de la posesión. En otras institu­
ciones jurídicas observamos iguales circunstancias. Por eso se
discute todavía el origen histórico de la posesión. Parece cierto
que en parte se debió a la protección necesaria a los ocupantes
del ager públicos que no teniendo el dominio quiritario sobre el
suelo, no podían alegar la reivindicatio ni otra defensa de la pro­
piedad. Cuando eran violentamente despojados reclamaron ante
el Pretor y éste creó el interdicto unde vi, mediante el cual dic­
taba una orden estableciendo al mismo tiempo la defensa a la
posesión. Otros autores sostienen que la defensa a la posesión,
es en el fondo, una protección indirecta a la propiedad. Al pro­
teger al poseedor, se ayuda al propietario a conservar su dere­
cho, sin necesidad de que tenga que pelear el fondo mismo de
éste. También es admisible en parte. “ La posesión es la avan­
zada de la propiedad” , según una frase consagrada. Pero no
debemos olvidar que también se protege igualmente al poseedor
que no tiene derecho de propiedad sobre la cosa. Savigny sos­
tiene que la defensa de la posesión lleva como contrapartida la
condenación de la violencia de la cual es víctima el poseedor.
La posesión, en sí, no amerita defensa pero al intervenir la vio­
lencia es menester pensar en protegerla. Por lo demás, hay quie­
nes sostienen que a la possión se defiende por sí misma. Hay
una voluntad expresada en el acto de poseer y esa voluntad ame­
rita protección. Como podrán observar es muy difícil situarse
exclusivamente dentro de una opinión determinada para abarcar
desde allí todo el campo de la posesión. Un caso concreto que
debió ser muy interesante fué el relacionado con la guarda de
una cosa litigiosa. Si el Magistrado encomendaba el cuidado de
la cosa, que dos personas reclamaban respectivamente para sí,
y el tenedor era despojado de la posesión, lógicamente que debía
de protegerse esa situación de obligatoria posesión precaria, a
objeto de facilitar la recuperación de la cosa poseída.
VIII. — Posesión y propiedad
Hemos citado frases del jurisconsulto Paulo respecto de la
distinción entre posesión y propiedad. Hemos afirmado que la
posesión puede existir sin propiedad, y a la inversa. Sin em­
bargo, lo más frecuente y hasta podría decirse que lo más nor­
mal es que el propietario sea el poseedor. El derecho de propie­
dad se manifiesta por el derecho a poseer. Están muy ligados.
No obstante debe recordarse siempre la diferencia fundamental
210
Rafael Euiz Carrillo
entre ambas instituciones. La propiedad es un derecho. La po­
sesión es un hecho. Hay dos modos de adquisición ds la propie­
dad que exigen la posesión. Además, la manera de adquisición
de ambas son diferentes. La protección acordada también varía
según se trate de la propiedad, y de la posesión. Para la primera
se da la acción de reivindicación. La segunda se protege con la de­
cisión interdictal. La capacidad para ser propietario era en prin­
cipio análoga a la requerida para la posesión. Las cosas sus­
ceptibles de propiedad también en términos generales eran sus­
ceptibles de posesión. La inversa no es absolutamente verídica
en este caso, en razón de la quasi possessio, que admitió poseer
un derecho diferente al de propiedad. Un esclavo podía ser po­
seído. Un hijo de familia, una mujer in manus, no. Tampoco
una persona que se tenga in mancipium. Una cosa sagrada, o
religiosa no podían ser poseídas porque respecto de ellas no exis­
tía la intención de comportarse como propietario.
IX. — Efectos de la posesión
El más importante es la protección de ella mediante los in­
terdictos. Particularmente la posesión de buena fe de la pro­
piedad sobre los frutos de la cosa poseída. En igualdad de condi­
ciones es mejor la situación del poseedor, para la decisión de va­
rios litigios, aun cuando versen sobre la propiedad. La posesión
civil reuniendo ciertos requisitos conduce a la usucapión (adqui­
sición de la propiedad por el uso prolongado). Al entrar en el
terreno de la usucapión es menester hablar de posesión continua
y de posesión interrumpida. No creo que los romanos hubiesen
efectuado clasificación de la posesión atendiendo estos caracte­
res. Sin embargo conocieron la continuidad de la posesión. La
exigieron para algunos casos.
“ Yo sé que Paulo (asienta Ortolán) cuenta tantos géneros de
posesiones cuantas son las causas que la producen” ... “ ...pero
son solo modificaciones accesorias” .
El mismo autor, O'rtolán, sostiene que la posesión legal sur­
tía diferentes efectos según las diversas circunstancias; pero en
cada una de éstas no se hacía igual número de especies dife­
rentes de posesión. En los citados párrafos Ortolán critica pro­
fundamente la división tripartita de la posesión que hace Savigny: posesión corporal; posesión propiamente dicha, ad inter­
dicta o pretoriana y por último la posesión civil, porque dicha
división, no está contenida directamente en las leyes romanas.
Por último, digamos que otro de los efectos de la posesión
consiste en el derecho de retener la cosa, hasta que otro haya
probado su derecho de propiedad.
Descargar