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El liclic o tero serrano (Vanellus resplendens) y el secuestro del ekeko

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martes, 9 de junio de 2020
EL TERO SERRANO O LIC LIC (Vanellus resplendens) Y
EL SECUESTRO DEL EKEKO
“El Ekako, popularizado con el nombre alterado de Ekeko, era
el dios de la prosperidad de los antiguos kollas… Al Ekako se
rendía culto constantemente; se le invocaba a menudo y
cuando alguna desgracia turbaba la alegría del hogar. Su
imagen fabricada de oro, plata, estaño y aun de barro, se
encontraba en todas las casas, en lugar preferente o colgado
del cuello. Se le daba la forma de un hombrecito panzudo,
con un casquete en la cabeza unas veces y, otras con un
adorno de plumas terminadas en forma de abanicos …
Algunos idolillos los hicieron sentados,con gorro triangular o
cónico sobre la cabeza y vestido de una túnica hasta las
rodillas, otros parados en la misma forma que los de
Tiahuanacu, la cual persiste hasta hoy. Ambos tienen el
aspecto risueño, de hombres satisfechos de la vida, gordos y
bien comidos.” (Paredes, 1920)
Vanellus resplendens
Dibujo de David W. Mitchell (Gray, 1849)
Glarus era a principios del siglo XIX una tranquila villa pastoril del
este de Suiza, en el valle del río Linth, rodeada por bellas montañas
como el Wiggis y el Vorder Glärnisch. Semejante paisaje natural debe
haber impresionado al pequeño niño llamado Johann Jacob von
Tschudi quien nació allí en 1818. Decimos esto porque años después, en
Zurich, estudiando medicina, se despertó en él una gran vocación por las
ciencias naturales. Allí tuvo como maestro al ornitólogo Heinrich Rudolf
Schinz, a los naturalistas Lorenz Oken y Johann Lukas Schönlein y a los
geólogos Oswald Hee y Arnold Escher von der Linth, quienes orientaron
su carrera hacia la zoología y la paleontología. En Neuchâtel (Suiza)
conoció al famoso zoólogo Louis Agassiz y consiguió que el Museo de
Historia Natural de esa ciudad le financiara un viaje a la costa oeste de
Sudamérica a cambio de proveerle de ejemplares de flora y fauna. En
Leiden (Holanda) se perfeccionó con el zoólogo Hermann Schlegel y en
París con Hercule Strauss-Durkheim y Gabriel Bibron, obteniendo un
doctorado en ciencias.
Johann Jakob von Tschudi.
Acuarela de Ludwig Carl Schnorr von Carlsfeld. Museo del Estado de
Glaris, Palacio de Freuler, Näfels.
https://www.briefedition.alfred-escher.ch/kontexte/personen/korrespondenten-underwahnte-personen/T/Tschudi%2520Johann%2520Jakob/#
Una mañana con densas nubes y nieve, en el invierno de 1838, se
embarcó Johann en Le Havre en el velero Edmond, que llevaba un
cargamento de mercaderías suizas hacia Sudamérica. Tras pasar por
Chiloé, Punta Arenas, Valparaíso y las islas de Juan Fernández, se
dirigieron a El Callao (Perú) donde el naturalista suizo desembarcó en
agosto de ese año. Eran épocas políticamente complicadas, de
anarquía, ya que se había formado la Confederación PeruanoBoliviana resistida por Chile y los nacionalistas peruanos.
A su llegada, la fortaleza de El Callao estaba próxima a ser
atacada por los chilenos. Con un salvoconducto que consiguió allí,
Tschudi se dirigió a pie a Lima, en medio de las balas. Cerca de Bella
Vista fue interceptado por tropas chilenas, pero tuvo la suerte de
encontrar en ellas a un oficial chileno al que había conocido a su paso
por Santiago de Chile. Con su autorización pudo seguir viaje. En Lima la
situación no era mejor. Los extranjeros eran perseguidos por los
nacionalistas. Tschudi debió embarcase a Chorrillos y permaneció allí
hasta el fin del conflicto. Entonces pudo radicarse en Lima para ejercer
la medicina, ingresando enseguida en el ambiente de las clases
pudientes de la ciudad.
Conurus (= Pyrrhura) rupicola
Dibujo de J. C. Werner (Tschudi, 1844-46)
CAMINO A LA PUNA
Alentado por las cartas de Charles Darwin, quien había pasado por
Perú en 1835, Tschudi decidió viajar para conocer la naturaleza
peruana, el principal objetivo de su viaje. En 1939 visitó las serranías
centrales en la zona de Jauja. Más tarde (1841) se dirigió a la costa:
Paramonga, Chancay y Huacho, donde estudió la fauna marina durante 6
meses. Ese mismo año partió de Lima a caballo saliendo por la Portada
de las Maravillas, remontando el río Rimac hacia la quebrada de
Matucanas. Pasó por humildes pueblitos como Chaclayo y San Pedro
Mama, donde le sorprendió ver bandadas del colorido perico de gorro
negro (Pyrrhura rupicola) anidando en las paredes rocosas. En Quibe
encontró una enorme araña migala, cazadora de pájaros, a la que
confundiéndola con un ratón le disparó, lamentándose por haber
destruido tan interesante ejemplar. Siguiendo por el rio San Mateo,
afluente del Rimac, llegó a San Juan de Matucanas a 2500 m de altura.
El valle se iba angostando en un desfiladero donde encontró que crecía
el huacacachu (Datura sanguinea), planta de gran poder alucinógeno,
utilizada por los chamanes. Así fue ascendiendo hasta San Mateo (3000
msnm) y Chicla (3900 msnm). Este fue el último sitio donde observó
cultivos. Tuvo que alojarse en un “horrible” tambo donde una vieja le
cocinó un chupe tan desagradable que sólo pudo comerlo debido al
hambre que tenía. Durmiendo sobre cueros de ovejas, la noche se le hizo
interminable por los parásitos, los cuies (cuises) que retozaban sobre sus
cobijas, el humo y los olores nauseabundos. Con los caballos afectados
por el apunamiento o veta, llegó a la mina de Casapalca (4.000 msnm) y
pasó por una serie de lagunas llamadas Huascacocha y Morococha.
Ascendió al Paso de Antarangra o Pachachaca (4700 msnm), donde está
la divisoria de aguas. Luego, descendiendo por La Oroya, alcanzó el lago
de Junín, para arribar finalmente a su destino, Cerro de Pasco,
importante localidad minera.
Vanellus resplendens
Dibujo firmado RSH. (Seebohm, 1888)
EL LICLIC
En esos humedales de la puna Tschudi “descubrió” al ave conocida
por los nativos como “licli”, e hizo esta extraña comparación: “Similar a
la huachua en el color del plumaje, las patas y el pico, es el chorlito de
brillo metálico, el licli (Charadrius resplendens, Tsch.)” (Tschudi, 1846).
La huachua o guayata (Chloephaga melanoptera) es un anátido que vive
en esas alturas, por lo tanto muy diferente de un chorlo y que sólo
comparte con el liclic o tero andino su predominante color blanco.
Pero no fue él el primer europeo que habló sobre esta ave.
Tschudi mismo (o quizás su revisor, Jean Cabanis) reconoció que en un
manuscrito de Alexander von Humboldt, el famoso viajero había relatado
lo siguiente: “El Ligli vive en grandes cantidades en los pantanos de toda
la provincia de Quito; se pueden ver en cantidades de 2 a 300 individuos;
llegan allí con gran precisión el 5 de mayo y vuelan con tanta velocidad
que se pueden ver en Riobamba, Quito y el valle de Ibarra el mismo día.
Permanecen en la provincia hasta principios de octubre. En la Laguna de
Coles, al norte del Páramo de Huatillo, de donde se origina el Río de
Chambo, se observa un fenómeno muy peculiar; cuando estas aves
vuelan sobre ella, veinte unidas con sus patas y picos forman como una
pelota y caen al lago donde mueren. Los indios atrapan estas bolas en
bolsas y se comen las aves. La causa de este fenómeno no es fácil de
explicar porque no se desprenden del lago vapores perniciosos" (Tschudi,
1844-46). Extraño fenómeno que sería interesante analizar, ya que de
acuerdo con lo que dice Humboldt parecería ser algo habitual en el
lugar, y al parecer se repite anualmente para los meses de septiembre y
octubre, incluso con otras especies como el batitú (Bartramia
longicauda). Los científicos no consiguen dar respuesta a esto, hablan
del efecto de fuertes vientos sumados al agotamiento de las aves en
migración, sin embargo los nativos, como veremos más adelante, ya
tienen una respuesta para ello.
Tschudi agrega que el ligli “vive solo en las regiones más altas de
la Puna, entre 13 y 16,000 pies [3900-4800m] sobre el nivel del mar,
siempre en grupos. Sus gritos son muy desagradables. Cuando te acercas
a esta ave, vuela gritando y se posa unos pasos más allá en el suelo,
corriendo lejos por delante del viajero. Los indios lo llaman «Frailesco»
o «Ligli». La hembra pone tres huevos de color amarillo claro, casi
completamente redondos”.´
Grabado en madera. Autor desconocido.
Deutsche Rundschau für Geographie und Statistik 12 (1890), S. 187. http://www.tripota.unitrier.de/single_picture.php?signatur=385_1290
El zoólogo polaco Konstanty Jelski permaneció entre 1865 y 1874
en el Perú colectando ejemplares para el museo de Lima. En la misma
zona que Tschudi, en los alrededores de Junín, encontró al tero andino
(nombre que nos parece más apropiado que tero serrano) que era común
“en la llanura húmeda, en la pradera seca y en las colinas pedregosas,
en parejas aisladas o en tropas. Cuando aterrizan en el suelo, están
acostumbrados a sostener las alas abiertas por un tiempo, luego las
pliegan lentamente. La voz consta de dos sílabas repetidas varias veces
seguidas; casi siempre gritan mientras vuelan y corren a gran
velocidad”. Asimismo detalló las características que hacen de este tero
pariente del avefría europea y diferente de los chorlos. Su sucesor en el
museo, su compatriota Jan Sztolcman, señaló que el tero “se encuentra
al borde de pequeños lagos o charcos, muy a menudo también en
páramos secos cubiertos de hierba. Me parece que se alimenta
principalmente de lombrices de tierra, lo que observé en un individuo
que crié por unos días; compitiendo a este respecto con el Colaptes [el
carpintero andino (Colaptes rupicola)], que vive en las mismas
localidades y que busca su alimento en el mismo páramo ... Un día,
cuando lastimé una de estas avefrías en el ala, vendé la herida y plegué
el ala. Primero la até de una pata, luego la dejé libre. Desde el primer
día se puso a comer. Le gustaban especialmente las lombrices de tierra,
pero como no tuve tiempo de buscarlas siempre le di cordero picado,
que parece haberle sido funesto, porque murió después de una semana.
Tras unos días estaba tan domesticado que yacía sobre mí cuando
dormía. Le dimos el nombre de gliclich por la imitación de su voz. Sus
principales enemigos son Falco femoralis [el halcón plomizo]
y Urubitinga unicinctus [el gavilán mixto, Parabuteo unicinctus]”
(Taczanowski, 1884-1886).
En 1875, Alezander Agassiz, hijo de Louis Agassiz y experto en
minería, visitó el lago Titicaca en Bolivia, acompañado por Samuel
Garman. Éste, zoólogo del Harvard Museum of Comparative Zoology,
registró lo siguiente: "Centinella [sic], español; Leke-leke, indígena.
Común en las llanuras y pampas. Molesta mucho al cazador alertando de
su proximidad a los animales. Manteniéndose a una distancia
segura, continuamente profiere el grito peculiar del que deriva su
nombre indígena" (Allen & Garman, 1876). Esto explica el desagrado de
Tschudi, entusiasta cazador, por el griterío de los teros.
Diez años más tarde, llegó a Titicaca el botánico norteamericano
Henry Hurd Rusby y también vio al tero andino: “Usualmente se
encuentran varios juntos, aunque difícilmente se pueda decir que en
bandadas. No se confina a la cercanía de los lagos, sino que vaga
ampliamente por colinas y llanos, al menos durante parte del día. Sus
costumbres son sorprendentemente similares a las de nuestro Killdeer
[el tildío, Charadrius vociferus], y su grito es similar, pero mucho más
fuerte, y de la misma forma es propenso a dar vueltas sobre la cabeza
del intruso” (Allen, 1889)
Por el norte de Argentina, cerca de la localidad de Moreno, Jujuy,
anduvo hacia 1901 el zoólogo sueco Axel Johann Einar Lönnberg. Allí
observó que el tero andino “se alimenta de larvas e insectos, pero más
especialmente de un pequeño crustáceo (Hylea laevis). Por lo general,
de ocho a diez individuos se encuentran juntos en los prados húmedos”
(Lönnberg, 1903) El crustáceo en cuestión sería un cangrejito o
cucaracha de rio (Aegla sp.).
La illa del Ekeko sustraída por Tschudi.
Schweizer Radio und Fernsehen (SRF)
https://www.srf.ch/kultur/gesellschaft-religion/schweizer-forscher-zwischen-humboldt-undhumbug
EL SABIO ESTAFADOR
Tras este viaje a Perú, Tschudi regresó a Europa en 1843
radicándose en Viena. En 1857 realizó otro viaje a Sudamérica,
pasando por Brasil y Argentina, y entrando por tierra a Chile, por el
desierto de Atacama, llegando a Santiago y Valparaíso. En 1858 llegó a
La Paz y luego a Lima, desde donde regresó a Europa. En 1860 hizo su
tercer y último viaje a América del Sur como ministro de Suiza en Brasil,
donde recorrió el Amazonas y el estado de Minas Geraes. En 1863
regresó a Viena donde falleció en 1889. Sus intereses no sólo abarcaban
la zoología sino también la arqueología y la etnografía.
En ocasión de su segundo viaje, Tschudi llegó a Tiwanaku (Bolivia)
para estudiar las ruinas. Allí se produjo el episodio que el mismo relató:
“Mientras tanto, Ponce de León, nuevamente acompañado por un
grupo de indios, había traído un ídolo, del cual nos había hablado mucho
durante la excursión a Tambo. Es una estatuilla muy interesante y bien
hecha de 5” 3”’ de alto y 3” 10”’ de ancho [133 x 96 mm] y bien
conservada; sólo un pequeño fragmento se ha roto en la nariz; es de una
piedra verde oscura, en la cual una veta blanca se usó hábilmente para
separar la cabeza del cuello. Los ojos son muy grandes y muy inclinados
desde afuera hacia adentro y cóncavos. Para decorar las orejas, dos
serpientes con cabezas anchas caen sobre las axilas. Dos serpientes
similares desde el centro de la diadema se doblan hacia afuera sobre el
cuello, se vuelven hacia adentro sobre una joroba en la espalda para
volverse nuevamente hacia afuera con sus cuellos para que sus cabezas
descansen sobre los hombros. Las serpientes están muy bien trabajadas,
pero las otras decoraciones solo están talladas como líneas.”
“Este ídolo era muy apreciado por los indios tiahuanacos y era
ampliamente conocido en la zona como el "Dios de los Ladrones" (el
Santo de los Ladrones). Los indios le mostraban la misma veneración que
a cualquier santo en la Iglesia. Su dueño encendía una vela de cera todos
los viernes; si un robo ocurría en alguna parte, la víctima traía una vela
y ofrendas adicionales, firmemente convencida de que se investigaría al
ladrón con la ayuda del santo.”
“En broma le pregunté al dueño si no quería vender a este santo,
pero él lo rechazó indignado. Mis dos compañeros de viaje entendieron
la movida y, mientras dibujaba el ídolo, persuadieron a Ponce de León
para que insistiera al propietario para que me la cediera. Una botella de
coñac hizo que estas personas fueran más dispuestas. Después de mucho
hablar de una parte y otra, finalmente parecieron aceptar hacer
negocio, y Ponce de León presentó una demanda muy desmedida.
Simplemente la rechacé e hice una contraoferta, que a su vez fue
considerada inaceptable. Sin parecer que continuara ocupándome del
asunto, completé el dibujo. Mientras tanto el Sr. Pempel había dado
órdenes de mantener a los animales en espera y distribuyó el resto de la
botella a los indios. Ahora tomaron la iniciativa completamente
borrachos y cuando ya estábamos en la silla, el negocio se dió. Pagué
rápidamente, puse el ídolo en mi alforja y entonces cabalgué con mis
compañeros a un ritmo rápido detrás de los cargueros que nos llevaban
mucho tiempo.”
“Los indios probablemente lamentaron el negocio en el acto,
porque tan pronto como llegamos al campo abierto escuchamos un
tumulto infernal detrás de nosotros y vimos a algunos indios
corriendonos detrás, pero sus cabezas estaban pesadas y sus pies
inseguros. No pudieron alcanzarnos, pero me preocupaba que, dada su
tenacidad, pudieran hacernos una visita hostil, al menos en la noche
siguiente. Sin embargo, no sucedió. ¡Quizás el negociador e intérprete,
nuestro amigo D. Ponce de León, los haya tranquilizado, ya que la carta
del Jefe político de La Paz estaba en términos muy medidos y Ponce de
León era el suplente del corregidor! ¡Cómo habrán triunfado los ladrones
de Tiahuanaco al enterarse del secuestro del curioso santo!”
Este Ponce de León actuaba como guía de Tschudi y fue su
cómplice en este hecho, según lo cuenta el suizo: “En cuanto salimos de
Tambo, llamé al Corregidor. Apareció pronto con su suplente, un chico
hablador que hizo de portavoz y se jactó de su nombre de Don Luis
Ponce de León y de ser descendiente del conquistador del mismo
nombre, a pesar de ser de pura sangre india. Le mostré carta de
recomendación del Jefe político; después de leerla y de recibir un gran
vaso de coñac de mi compañero de viaje, su cortesía y su disposición a
servir no conocían límites.”
Esta estatuilla o illa representa a Ekeko, una divinidad de la
abundancia y la fecundidad, data de entre el siglo II AC y II DC y
pertenece a la cultura Pukará del lago Titicaca. Es un objeto sagrado
que en las festividades posteriores a la siembra representa aquello que
se debe criar para obtener una buena cosecha. Quizás fuera hallada por
los indígenas en la época de Tschudi quienes, irónicamente habida
cuenta de lo que sucedió, lo tenían como un dios que los protegía de los
ladrones. Al parecer hubo un pago aunque se supone que de muy poco
dinero y hecho con mala fe, aprovechando el estado alcohólico de los
propietarios. La illa quedó entre las pertenencias de Tschudi, y en 1929
Gilg von Tschudi, un nieto del científico, la vendió al Museo de Historia
de Berna. En 2012 la embajadora de Bolivia en Suiza, Elizabeth Salguero
Carrillo, vio la pieza en el museo y averiguó su procedencia. El estado
Boliviano reclamó entonces la estatuilla que le fue devuelta por el Museo
en 2014, cumpliendo con el pedido del canciller David Choquehuanca:
"Las cosas tienen que estar en su hogar”.
Una muestra más de la desaprensión europea de la época por las
culturas originarias americanas cuyas manifestaciones eran
consideradas objetos de curiosidad o estudio, sin respetar la profunda
significación que tenían y tienen para los pueblos que las produjeron.
La illa del Ekeko
Dibujo de von Tschudi (1869)
EL TERO SERRANO EN LAS CULTURAS
Pese a lo apartado y difícil del ambiente donde vive, el tero
andino dejó huellas en las culturas de los páramos y punas de
Sudamérica.
Fausto Sarmiento (2010, 2016) en su trabajo sobre el tero serrano
como ícono del paisaje biocultural andino identifica las siguientes
funciones que vinculan a esta especie con las culturas andinas de
Ecuador.
-Centinela: los teros están siempre alertas, manteniéndose
erguidos y atentos. Este comportamiento le ha valido el nombre de
“wachidor”, un anglicismo derivado del verbo to watch, observar,
vigilar.
-Pronosticador del tiempo: la ubicación de los nidos más o menos
cercanos a los cuerpos de agua permiten saber si habrá sequía o tiempo
lluvioso, respectivamente.
-Bravo guardián: la llegada de predadores y otros intrusos hace
que profieran fuertes y aturdidores gritos, sobre volando al extraño que
se acerca por tierra. Como hemos visto en los relatos anteriores el tero
pone así en alerta a los demás animales por lo que es odiado por los
cazadores.
-Cuidado parental: el tero es un celoso defensor de su nido y
polluelos, la pareja se separa para confundir al predador y el canto se
multiplica y de ahí la repetición en la ornitonimia: ligle-ligle.
-Ofrenda a los dioses: El fenómeno observado por Humboldt (ver
arriba) se conoce también en lago Ozogoche (Chimborazo) y la mitología
puruha lo interpreta como una ofrenda del espíritu de la montaña o
Apusukuna a través del Urkusupay (hombre de las montañas) hacia el
espíritu del agua, Katekil, que habita en ciertos lagos andinos. De esta
forma a través de las brillantes plumas del ligli se le devuelven al lago
los rayos del sol para mantener sus aguas calmas y quizás para iniciar la
temporada de las lluvias. En Cotopaxi, las aves caídas son recogidas y
con ellas se prepara en Cotopaxi un sankuchu o sopa de ligli, especie de
sopa con carne y papas, para calentarse en las noches frías. El suceso es
motivo de fiestas populares que incluso atraen al turismo.
-Fuente de proteínas: cuando escasean otros alimentos se intenta
la caza de esta especie sobre todo cuando se desplaza en bandadas
durante la migración. Se las captura con largas mantas o punchu, y en la
cultura cañari, el cazador principal come el hígado de la presa para
dominar todos los secretos del animal y convertirse en un cazador más
efectivo de esa ave.
-Medicina: El caldo preparado con el ave despeja las vías
respiratorias superiores y es vigorizante. Los ojos crudos y el untarse los
párpados con las plumas iridiscentes curan las cataratas y otras
afecciones oculares. Las patas sirven para frotar grasa de oso andino en
las articulaciones enfermas. El ungüento elaborado con la grasa del ave
protege contra el frío y la humedad. Entre los yachas (Otavalo) y los
yanaconas (Colombia), las alas con los espolones se usan para activar la
circulación en las extremidades. Algunos chamanes, como ocurre entre
los yachak (Cotopaxi), realizan en sus curaciones ciertas maniobras que
invocan en el afectado el espíritu del ave: alerta, atento a los extraños y
defendiendo tenazmente lo suyo. Esos procedimientos incluyen
oraciones y alaridos que recuerdan los gritos del tero.
-Amuletos: Las rojas patas traen buenos presagios y representan el
buen tiempo del verano. El consumo de los huevos otorga cualidades de
buenos padres y estimula la fertilidad. El pico trasmite la capacidad de
vigilancia del ave.
-Cosmovisiones: La conducta del tero serrano de defender
audazmente su territorio es una cualidad destacada para estos pueblos
por su apego a la tierra. De esta forma se lo representa, señalando sitios
sagrados, en pictogramas, dibujos en telas (fajas textiles de Chinchiru,
Perú), petroglifos (Imbakucha, Ecuador) y tallas (menhires de Tafí del
Valle, Argentina). Con sus huesos, picos, patas y plumas, intercalados
con las rojas y negras semillas del wayra yuyu o huayruro (Ormosia
coccinea), se adornan las fajas y los watu que protegen a los cazadores
de las montañas, alejándoles la energía negativa que les acecha en esos
inhóspitos lugares.
Tschudi en 1883
Fotografía por Stockmann & Knozer, Viena.
Source gallica.bnf.fr / Bibliothèque Nationale de France
LOS NOMBRES
Son variados los nombres populares del tero, mayormente
onomatopéyicos, y reproducen sus gritos dobles.
Ecuador
Ligle, ligle-ligle, ligli, avisón (por avisar de la presencia de
intrusos), awaitapungos (del inglés await, esperar y el quichua pungu,
terreno abierto).
En Quito: Veranero, porque aparece durante la estación seca, es
decir el verano.
En Cotopaxi: leuque–leuque.
En Chimborazo y Bolívar: chugchidor, del quichua chugchi,
"cavar la tierra para buscar comida", porque consigue presas
removiendo la tierra cuando se cosecha la papa, se limpian los cultivos
de piedras y malezas, se aporca el maíz y los porotos, y cuando se
lleva el ganado a las parcelas en barbecho.
Perú
En Chanchamayo: Liclish.
En Junín: Licli y frailesco.
En Huamachuco: Lic lic.
En la zona del río Kachimayu (región del Cusco): Lique o lequeleque (quichua) y lequecho (español).
En Pauza: Lique-Lique y leqsle.
En la provincia de San Marcos, región de Cajamarca (Perú) existe
la cascada Lic Lic, de unos trescientos metros de altura, cuyas aguas
caen al río Chilimayo. En sus proximidades hay una pequeña población
del mismo nombre.
Bolivia
En el lago Titicaca: Leke-leke (indígena), centinela (español).
Chile
Queltehue frio, queltegüe puneño
En Tarapacá: Lequi-lequi y leuque-leuque.
Argentina
En Jujuy: Lico-lico, leuquencho, terencho.
En Tucumán: Lico-lico.
Otros nombres registrados para la zona andina: liqui liq, like lik,
equeco, teru tero, terotero.
Alex Mouchard
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across the Cordilleras and the Andes, into the primeval Forests. 2 vols. New York: Wiley & Putnam
►Tschudi, Johann Jakob von. 1869. Reisen durch Südamerika, Vol. 5. Leipzig. F.A. Brockhaus
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Johann Jakob von Tschudi.
Acuarela de Ludwig Carl Schnorr von Carlsfeld. Museo del Estado de
Glaris, Palacio de Freuler, Näfels.
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Grabado en madera. Autor desconocido.
Deutsche Rundschau für Geographie und Statistik 12 (1890), S. 187. http://www.tripota.unitrier.de/single_picture.php?signatur=385_1290
La illa del Ekeko sustraída por Tschudi.
Schweizer Radio und Fernsehen (SRF)
https://www.srf.ch/kultur/gesellschaft-religion/schweizer-forscherzwischen-humboldt-und-humbug
Conurus (= Pyrrhura) rupicola
Dibujo de J. C. Werner (Tschudi, 1844-46)
Vanellus resplendens
Dibujo firmado RSH. (Seebohm, 1888)
Vanellus resplendens
Dibujo de David W. Mitchell, D. W. (Gray, 1849)
Tschudi en 1883
Fotografía por Stockmann & Knozer, Viena.
Source gallica.bnf.fr / Bibliothèque Nationale de France
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