LA PUERTA DE LA CASA NÚMERO SEIS DE LA CALLE DE SANTA CLARA DE TOLEDO CONSTRUCCIÓN DE LA PUERTA: EL MATRIMONIO URABAYEN – DE PRIEDE Es necesario, para poder situar en contexto la puerta y su simbología, hablar de quienes la mandaron construir: los dueños de la casa, que resultan ser Félix Urabayen Guindo y Mercedes de Priede y Hevia. Félix Urabayen nació en Ulzurrum (Navarra), en 1983. Llegó a Toledo en 1911, como profesor de Pedagogía y Letras, y en 1913 fue nombrado director de la Escuela Normal de Enseñanza; por su parte Mercedes era de familia rica, su padre, de origen irlandés, era dueño del Gran Hotel Castilla, uno de los primeros de cinco estrellas que hubo en España (edificio que puede verse en la plaza de San Agustín), el cual fue residencia de ilustres viajeros, intelectuales y artistas internacionales, como el poeta Rainer Maria Rilke, el pintor japonés Foujita, el escritor Benito Pérez Galdós y gran parte de la aristocracia española y europea. Se casaron en 1914, y en 1915 nació su única hija, María Rosa; fue un matrimonio muy dichoso. Félix, además, era escritor, y participó en la vida cultural y política del Toledo de la época; se opuso a la dispersión del patrimonio artístico de la ciudad, así como al ambiente rancio y ultraconservador de muchos estamentos sociales. Escribió varias novelas, tres de ellas dedicadas a esta ciudad (Toledo: Piedad, Toledo la Despojada y Don Amor volvió a Toledo), así como ensayos y estudios diversos. Perteneciente a una generación con un numeroso y valioso elenco de novelistas, un poco eclipsado por la potencia creadora de Galdós –que también escribió sobre Toledo–, comparadas algunas de sus novelas con La voluntad de Azorín y La catedral de Blasco Ibáñez por su parecida línea espacial, silenciado durante muchos años por el régimen franquista, residente de la provincia tan cercana y a la vez tan lejana de Madrid, escritor de temas locales, reacio al manejo de la prensa y a la autopublicidad, “extranjero” en Toledo por partida doble y sospechoso de apropiación indebida de algunos objetos del tesoro artístico toledano (él que había denunciado el expolio de la ciudad abiertamente), Félix Urabayen parecía haber reunido todas las condiciones para que su obra fuera ignorada por los críticos y olvidada por los lectores. Tras la guerra civil fue encarcelado, y dejado en libertad porque era prácticamente un enfermo terminal; finalmente murió en 1943 en Madrid tras pasar por la casa de su hermano en Navarra. Su mujer, Mercedes de Priede Hevia (Madrid 1893 - Alicante 1976) fue la primera mujer española profesora de Matemáticas y Física en ejercer en la Escuela Normal Superior de Magisterio en Toledo, Badajoz y Alicante. Tras la guerra civil fue desterrada a Alicante. Los bienes que tenía el matrimonio, entre ellos el hotel Castilla y su casa de la calle de Santa Clara, fueron confiscados por el bando sublevado; el primero se convirtió en un edificio de uso público (Instituto Nacional de Previsión), la segunda se vendió a particulares. Félix y Mercedes se casaron en 1914, y dejaron el Hotel Castilla (propiedad de la familia de Mercedes, en el que también vivía Félix); habían ya comprado una casa situada en el número 6 de la calle de Santa Clara, la habían derribado y levantado de nuevo con un diseño a su antojo, aunque reaprovecharon elementos de construcciones anteriores, como es habitual hacer en Toledo; así, hay una columna medieval de mármol en su hermoso patio, vigas medievales, y sótanos también medievales, un par de pozos (que aún siguen vivos), aljibes (que apuntan a que la 1 casa fue un establecimiento de baños árabes o incluso romanos, como los muy próximos de Nuncio Viejo; después de todo, está en las inmediaciones de la mezquita del Cristo de la Luz), etcétera. El matrimonio empezó entonces a ocupar la casa tras la boda, después de haberla construido a su gusto; Félix no tenía mucho dinero, pero Mercedes sí, así que el matrimonio pudo realizar todo según sus deseos; por esto mismo, chocan algunos detalles de la construcción, como por ejemplo la misma puerta. Es indudable que las maderas empleadas no son, en modo alguno, nuevas, sino que se trata de tablones reusados, por lo que presentan rasguños imposibles de disimular por completo, ¿por qué hacer eso, y precisamente en la puerta de entrada? De hecho, los herrajes son de fundición y muy buena factura, tanto la celosía metálica superior como los clavos, llamadores y tiradores, entonces ¿por qué escatimar en madera? Otros elementos, como el vistoso mirador, sin duda fueron muy costosos… es muy posible que las tablas de la puerta provengan de la puerta del edificio anterior, no así los herrajes (clavos, llamadores y pomos, que sin duda se fundieron en 1913, fecha grabada en los llamadores); lo que no podemos saber es si rehicieron la puerta con el mismo diseño que tenía, o si, más probablemente, la rediseñaron por completo; de lo que no cabe duda es de que Mercedes, que era matemática, y Félix, enamorado de las tradiciones toledanas, conocieron de sobra la simbología de la puerta, y muy posiblemente la completaron y potenciaron ellos mismos. Ambos, toledanos de adopción, estaban atrapados por esta ciudad, y quisieron que la puerta de su nuevo hogar enlazara, de algún modo, con las puertas de las casas que antes hubo en ese mismo lugar. 2 DESCRIPCIÓN DE LA PUERTA Se trata de una puerta de poco más de un siglo de existencia, pero construida con elementos más antiguos y un diseño que une aspectos religiosos y cabalísticos. Su aspecto podría recordar las puertas del baptisterio de Florencia, (más concretamente, a las puertas norte y sur), de estilo renacentista, si bien, a diferencia de estas, carece de relieves tallados en los casetones y, por supuesto, es infinitamente más sobria y modesta en su realización. Puertas este y norte del baptisterio de Florencia y puerta del número 6 de la calle de Santa Clara de Toledo. Las imágenes no están en la misma escala, solo se compara su diseño, no su tamaño. En cambio coincide en que la estructura se basa en listones alternados y cruzados, que dejan casetones cuadrados entre ellos, de modo que cada una de las dos puertas forma dos calles de siete cuadriláteros, a los que se añaden dos grandes aberturas superiores que actúan como tragaluces para el portal de la casa; estos tragaluces van protegidos por sendos enrejados de forja en forma de celosía de diagonales cruzadas. Si consideramos la parte de la puerta bajo los tragaluces, encontramos que esta sigue estrictamente la llamada “proporción áurea”, o “divina proporción”, presente en muchos elementos naturales y considerada por los griegos clásicos como la quintaesencia de la proporcionalidad perfecta; se trata de un número irracional, representado por la letra griega φ (phi) (en minúscula) o Φ (Phi) (en mayúscula) en honor al escultor griego Fidias; su valor es de 1,61803398874989… 3 Sin entrar en detalles, diremos que esta proporción se relaciona con los números de la famosa “serie de Fibonacci”, donde cada uno de los números es la suma de los dos anteriores, y que comienza así: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34… Pues bien, el cociente de dos números consecutivos de esta serie tiende a φ; así, por ejemplo, 8/5 = 1,6, 34/21=1,619, etcétera. Si nos fijamos en los diseños que aparecen en la puerta, a primera vista es notoria la forma de la cruz, que emerge del conjunto una y otra vez, la cual, como sabemos, es el principal emblema cristiano; así, encontramos con facilidad tanto la cruz latina, de lados desiguales, como la cruz griega, de lados iguales. 4 Ejemplos de cruces griega y latina inscritas en la puerta. Evidentemente, hay muchas más. Cada hoja tiene diez casetones cuadrados, y en la parte baja aparecen también cuatro casetones rectangulares, en total por tanto veintiocho casetones, de los cuales veinte son cuadrados. A lo largo de los listones se distribuyen uniformemente 212 clavos de hierro en forma de rodela, (106 en cada puerta), con la estrella de seis puntas grabada en cada uno de ellos, indudable alusión a las tradiciones judías. En la zona inferior de cada puerta un pomo de fundición que sirve de tirador lleva también una hermosa estrella de seis puntas, mayor que las de los clavos. Situadas simétricamente en la parte superior de cada puerta se presentan dos grandes aldabas o llamadores de bronce, realizados en fundición por la técnica de la cera perdida, réplica de las originales de 1913, que fueron robadas; estas copias son idénticas a las anteriores, pero los llamadores los actuales se encuentran soldados, y por tanto no se puede llamar con ellos; la fecha que puede verse inscrita en su centro es la de la restauración de los mismos, llevada a cabo en 2009, (mientras que en los originales había grabado un “1913”). Cada aldaba es una estrella de ocho puntas (estrella de Salomón, que no debe confundirse con el “sello de Salomón”, antes mencionado), característica de la cultura musulmana, muy similar a las que aparecen en La Alhambra de Granada, aunque también es llamada “estrella tartésica”, en alusión a esta antiquísima civilización, posiblemente la más antigua de cuantas han poblado la Península Ibérica. En la parte superior dos rejas en forma de parrilla girada cuarenta y cinco grados respecto de los lados de la puerta forman diecisiete pequeños cuadrados, en cada hueco, es decir, treinta y cuatro en total. 5 INTERPRETACIÓN ESBOZADA DE LOS SÍMBOLOS DE LA PUERTA Pueden extraerse numerosos mensajes ocultos a través de los diversos elementos que explícita o implícitamente aparecen en la puerta; 1) La puerta como símbolo La puerta siempre reviste el valor de adquisición de un don para el héroe, el iniciado, el guerrero, posesión espiritual o material. Puertas de palacios, fortalezas y ciudades, tendrían ese significado y en algunas como es Toledo, incluso un doble significado. Es tal el poder de lo que protege la puerta que desde siempre se han protegido con leones, dioses, grifos, manos de Fátima, vírgenes o cristos. En la simbología espiritual tenemos la frase de Jesús, "Yo soy la Puerta", que alude a ese estado espiritual en el que él iniciaba a sus seguidores. El dios romano de las puertas era Jano, el de las dos caras, que guarda las llaves de las puertas solsticiales y es el dios de la iniciación a los misterios. Él es el señor del ciclo anual, que guarda las puertas del ianua coeli, ianua inferni. Ya en la tradición judeo-cristiana, la puerta cobra un papel muy importante, porque es la que da el acceso a la Revelación y en ella se reflejan las armonías del Universo y así encontramos las puertas del cielo y del infierno o del perdón, en las catedrales dándole la bienvenida al peregrino. Y el regreso de Cristo se anuncia con la frase "El Hijo del Hombre está a la puerta", o en la frase "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo". La puerta de la casa donde se vive separa lo público de lo privado, y a través de ella el visitante entra en un mundo al que es ajeno, el interior de la vivienda de otro, mientras que la familia que habita la casa traspasa la puerta consciente de que al hacerlo ha alcanzado finalmente la paz de su hogar. 2) La cruz Una cruz (en latín: crux) es una figura geométrica que consiste en dos líneas o barras que se entrecruzan en ángulo recto, de tal forma que una de ellas (o las dos) queda dividida por la mitad. Es uno de los símbolos humanos más antiguos. La cruz es un emblema de muchas culturas y religiones, entre ellas el cristianismo. Desde su aparición habitualmente ha representado los cuatro elementos de la antigüedad, los cuatro puntos cardinales o la unión de los conceptos de divinidad y del mundo. La cruz también funciona como un "detente" contra la entrada del mal en la casa. Ese mal, según las creencias ancestrales, podía ser el demonio, las brujas, las enfermedades o cualquier otro fenómeno de la naturaleza perniciosa, como tormentas, rayos, chispas, granizo, truenos, etc. y, a veces, simplemente, la cruz protege contra lo desconocido. En la cristiandad la cruz representa la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, ya que según sus creencias y gracias a la cruz, el dios encarnado («el ungido») venció a la muerte en sí misma y rescató a la humanidad de la condenación. 6 3) La estrella de seis puntas La estrella de David, (en hebreo מָ גֵן דָ וִ ד, Magen David), es uno de los más conocidos símbolos de identidad del judaísmo y también de las culturas hebreas pasadas y presentes, tanto en la diáspora como en el moderno estado de Israel. Se atribuye su diseño a David, rey de Israel, Es a partir del medioevo cuando la estrella en cuestión es denominada en hebreo Magen David, expresión que significa “escudo de David”. Remontándose sus orígenes como símbolo hebreo a Tarento en el siglo III d.C., el mismo fue incorporado siglos más tarde por la cultura judeo-árabe, donde el símbolo hebreo recibió en tiempos pasados la denominación de "Sello de Salomón". Tal designación se encuentra lejos de ser arbitraria, dado que —según el judaísmo y las tradiciones propias del pueblo de Israel— tiene su fuente de inspiración en el Cantar de los Cantares (que ambos atribuyen al rey Salomón). Los dos triángulos superpuestos o entrelazados de la estrella israelita responden a un verso bíblico particularmente apreciado en el judaísmo y que de un modo simbólico expresa la íntima relación que existe entre Dios y la humanidad: «Yo soy de mi amado, y mi amado es mío». Dicha connotación veterotestamentaria del amor kenótico hizo que desde el siglo VII antes de Cristo fuese un símbolo usado por las novias (se han encontrado vestigios de collares y broches) de territorios semitas dentro y fuera de Israel y Palestina; y no sería extraño que Félix Urabayen y María de Priede hubiesen quedado prendados de este significado. Considerando lo dicho, tampoco resulta arbitrario el que uno de los triángulos apunte hacia arriba y el otro hacia abajo, ya que la relación aludida también representa la unión entre el cielo y la tierra. Debido precisamente a esto último la estrella de David evoca y simultáneamente refuerza el pacto sellado entre Dios y Abraham. Cuando se observan las seis puntas de la estrella de David, se debería considerar que tanto en la antigüedad como en el medioevo el número seis era percibido simbólica y matemáticamente como un «número perfecto» (ver más adelante la simbología del número seis). Y, con todo, ya desde la antigüedad, el símbolo judío omnipresente ha sido, no la estrella de David, sino la menorá (tradicional candelabro hebreo de siete brazos). Ello, no obstante, no invalida el hecho de que la estrella de David goce de gran popularidad en el arte ritual judío o la cultura del pueblo judío en general. En las colecciones de objetos de arte ritual judío (a las que se conoce como Judaica), la estrella de David es, junto al candelabro ritual de siete brazos y las Tablas de la Ley, uno de los símbolos de identidad más importantes de la cultura hebrea e incluso distintivos del pueblo judío. 4) La estrella de ocho puntas y la Mesa de Salomón. La estrella de ocho puntas es también llamada “estrella tartésica”, aunque su nombre más conocido es “estrella de Salomón”; es una estrella resultado de la superposición de dos cuadrados concéntricos, uno de los cuales ha sido girado cuarte y cinco grados. También es conocida como estrella de Abderramán I, primer emir independiente de al-Ándalus, quien la difundió y popularizó por todo el Mediterráneo, África y Europa. 7 La estrella de ocho puntas tiene su origen en la mitología y la religiosidad de las antiguas civilizaciones mediterráneas, pues aparece en casi todas. Aunque los ejemplos más antiguos al parecer se hallan en el cercano oriente, también se ha confirmado su uso en lugares del occidente, como por ejemplo, en varios puntos de la península ibérica. Durante los siglos de ocupación musulmana en la Península Ibérica se acuñan las primeras monedas con la estrella de ocho puntas como símbolo político y como elemento decorativo. Pero fue en el Reino de Granada donde alcanza su máximo esplendor pasando a la decoración de edificios, grabados, joyería, etc. Los mozárabes y mudéjares llevaron la estrella de ocho puntas por todo el norte de la Península Ibérica y los musulmanes y moriscos la difundieron por el Magreb y el Oriente Medio. Actualmente puede verse en numerosos edificios de España, como en la Alhambra, y aunque su origen sea más antiguo, se considera un símbolo musulmán por excelencia. Su presencia en la puerta se reduce exclusivamente a los llamadores, si bien son los elementos individuales más importantes de la misma; equilibra así las cruces y estrellas de David, y se constituye en símbolo de la religión de Mahoma, para la cual es una representación del paraíso, que según la creencia islámica está rodeado de ocho montañas. Encontramos pues a Salomón presente de modo simbólico a través tanto de la estrella de seis puntas (“sello de Salomón”), como de la de ocho (“estrella de Salomón”). Este rey bíblico está muy relacionado con el reino godo, y especialmente con Toledo, pues se dice que una famosa reliquia, la “mesa de Salomón”, que llegó a la antigua Roma procedente del saqueo de Jerusalén, más tarde fue a su vez robada por Alarico I, rey godo que finalmente la depositó en algún lugar ignoto de Toledo, posiblemente en un subterráneo, quién sabe si en la cercana Cueva de Hércules, o incluso en los sótanos de esta casa, aún inexplorados en parte. Este objeto, la mesa de Salomón, según la leyenda contiene escrito todo el conocimiento del Universo, la fórmula de la creación y el nombre verdadero de Dios: el Shem ha-meforash, que no puede escribirse jamás y solo debe pronunciarse para provocar el acto de crear. Según la tradición cabalística: "Salomón lo confía a una forma jeroglífica de alfabeto sagrado que, aunque evita la escritura del Nombre de Dios, contiene las pistas necesarias para su deducción. Este jeroglífico tiene como soporte material un objeto: la llamada Mesa de Salomón". Según esta leyenda, la trascendencia de la tabla está en que dará a su propietario el conocimiento absoluto (ya que el pronunciar el nombre de Dios significa abarcar a toda su creación), pero el día que sea encontrada el fin del mundo estará próximo. 5) El número 6 Está presente en la puerta a través de la estrella de seis puntas. Es el primer número perfecto, ya que sus divisores propios, (1, 2 y 3), suman 6. Es un número triangular, es decir, puede recomponerse en la forma de un triángulo equilátero (por convención, el primer número triangular es el 1). Los números triangulares fueron objeto de estudio por Pitágoras y los Pitagóricos, quienes los consideraban sagrados. También es un número factorial, ya 6=3x2x1. 8 Según la biblia cristiana y la torá judía, el 6 es el número más perfectos de los imperfectos, ya que la falta 1 para llegar a 7, que es el número perfecto. Según la Cábala, está asociado a la sefirá Tiferet, que significa Belleza. Recordemos que la Cábala, una corriente mística judaica, emplea los números de un modo preciso aunque oculto, y Toledo funcionó como lugar de difusión de la misma entre iniciados. Es referencia de amor eterno entre los que lo comparten, posiblemente esta significación complació mucho a Félix y Mercedes. 6) El número 7 Encontramos este número señalado varias veces en la puerta. Por un lado, cada hoja tiene dos calles de 7 casetones; también los clavos se distribuyen en filas de a 7; y por último, el número 34, señalado, como se verá, en los llamadores, apunta al 7 como suma de sus cifras. Es este posiblemente el número más lleno de significados simbólicos. El origen de su popularidad posiblemente está en la observación del cielo por los antiguos astrónomos, pues la inmensa mayoría de las estrellas no cambiaban de posición las unas respecto a las otras durante el año. Sin embargo, observaron siete cuerpos celestes que sí lo hacían; el Sol y la Luna, los dos primeros, evidentemente formaban parte de ellos. Los otros cinco eran los planetas que pueden verse a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, y que los pueblos antiguos consideraban estrellas móviles. Aparte de esto, el número 7 lo encontramos de muchos modos: los días de la semana, los orificios de la cabeza humana, las notas de la escala musical, los pecados capitales cristianos, los mares del mundo, los colores del arco iris, los brazos de la menorá, (el candelabro sagrado judío), los metales conocidos en la antigüedad (hierro, cobre, estaño, mercurio, plomo, oro y plata), los sacramentos cristianos, las caras opuestas de un dado suman siempre 7. etc. Tanto para judíos como para musulmanes hay 7 esferas celestiales. El 7 es considerado un número mágico, porque se compone del número 3 (símbolo de la divinidad), y del 4 (símbolo de lo terrenal), estableciendo así un puente entre el cielo y la tierra. Según Hipócrates, por sus virtudes ocultas el número 7 tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes. 7) El número 28 Es el segundo número perfecto, ya que sus divisores propios, (14, 7, 4, 2 y 1) suman 28, y también es un número triangular, (el siguiente número perfecto es el 496, por lo que los dos primeros, 6 y 28, se encuentran presentes en la puerta). El número 28 no suele ser reconocido como número “muy especial”, pero sin duda lo es, el número 28 ha sido una constante en la evolución de las ciencias, las religiones y el pensamiento. La simbología del 28 se remonta al origen de los tiempos... es uno de los pocos números que combina los tiempos cíclicos (4) y los tiempos evolutivos (7). En hebreo, su valor numérico equivale a la palabra “bueno”. El ciclo vital femenino está íntimamente ligado al número 28. El ciclo de reproducción es exactamente sinérgico al lunar, pero también al ciclo biorrítmico emocional de los seres 9 humanos; en numerología, los números femeninos son todos los números pares, 2, 4, 6, 8, etc. Cada uno de estos números pares es de naturaleza sensitiva y reservada. Puede parecer una interpretación hermética, pero su origen es muy lejano y habitual en culturas muy separadas por el espacio y el tiempo. En hebreo, por ejemplo, existen número femeninos y números masculinos. En la tradición oriental los números femeninos, o yin, tienen una serie de características simbólicas; son protectores, pacientes, sensibles, emotivos, preocupados por los demás, familiares, sociables, intuitivos, flexibles, pacíficos y cooperativos. Son necesarios 28 latidos de corazón para que un glóbulo rojo recorra todo nuestro cuerpo. Para los físicos nucleares es uno de los poquísimos “números mágicos” conocidos, en los que su número de nucleones (sean protones o neutrones) se encuentran igualados dentro del núcleo del átomo. Estos átomos regidos por el número 28 son especialmente estables, no se desintegran, son indestructibles. Por último, recordemos que las letras del alfabeto árabe son 28, las cuales por tanto se pueden insertar de modo exacto en los casetones de la puerta. 10 8) El número 34 Comencemos asegurando que el número 34 juega un papel singular en el diseño de la puerta; hemos visto que hay 34 cuadrados en el enrejado superior, pero es que además los dos llamadores también evocan este número, ¿de qué modo? Si dibujamos cada llamador, veremos que su forma es la de dos cuadrados girados 45 grados entre sí, de modo que aparecen 16 puntos, sumando vértices y puntos de corte. Es posible situar los números del 1 al 16 en estos puntos de modo que la suma de cada uno de los 8 lados de ambos cuadrados sea siempre la misma; ocurre que este valor que se repite es precisamente el 34. Se evoca pues el cuadrado mágico de orden 4, que puede representarse también de este modo: 16 3 2 13 5 10 11 8 9 6 7 12 4 15 14 1 Como puede observarse, todas las filas, columnas, diagonales y las cuatro esquinas suman 34. Este curioso hallazgo matemático es muy conocido, y apareció en el arte occidental por primera vez en el famoso grabado de Durero llamado “Melancolía”, de 1514. Según se ha dicho más arriba, el 34 es uno de los números de la serie de Fibonacci, la cual se encamina progresivamente hacia la proporción áurea. Es llamado “el número de la innovación”, pues su significado esotérico enlaza la dualidad cielo-tierra, (3 – 4), con la divina proporción. Vendría a simbolizar al sabio que usa el pensamiento profundo como medio de comprender los misterios naturales, psicológicos y mágicos. 11 9) El número áureo (Φ) Se atribuye un carácter estético a los objetos cuyas medidas guardan la proporción áurea; algunos incluso creen que posee una importancia mística. A lo largo de la historia, se utilizado en el diseño de diversas obras de arquitectura y otras artes. El primero en hacer un estudio formal del número áureo fue Euclides (c. 300265 a. C.), quien lo definió de la siguiente manera: “Se dice que una recta ha sido cortada en extrema y media razón cuando la recta entera es al segmento mayor como el segmento mayor es al segmento menor”. Euclides demostró también que este número no puede ser descrito como la razón de dos números enteros; es decir, es un número irracional. En todo caso, encontramos la proporción áurea en muchos elementos naturales, incluida la disposición de los miembros del cuerpo humano, y desde luego en muchos elementos artificiales, desde el Partenón de Atenas a las tarjetas de crédito e incluso la estructura formal de obras de música clásica de Mozart, Beethoven, etc. Seguramente el motivo de que la puerta anterior hubiera de deshacerse por completo fuese que el matrimonio Urabayen – De Priede desease que la puerta de su nuevo hogar tuviera unas dimensiones concretas, en especial para que se adaptase a la proporción áurea. 12