Subido por vicrogo8

La puerta de Santa Clara 6 de Toledo

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LA PUERTA DE LA CASA NÚMERO SEIS DE LA CALLE DE
SANTA CLARA DE TOLEDO
CONSTRUCCIÓN DE LA PUERTA:
EL MATRIMONIO URABAYEN – DE PRIEDE
Es necesario, para poder situar en contexto la puerta y su simbología, hablar de
quienes la mandaron construir: los dueños de la casa, que resultan ser Félix
Urabayen Guindo y Mercedes de Priede y Hevia. Félix Urabayen nació en Ulzurrum
(Navarra), en 1983. Llegó a Toledo en 1911, como profesor de Pedagogía y Letras, y
en 1913 fue nombrado director de la Escuela Normal de Enseñanza; por su parte
Mercedes era de familia rica, su padre, de origen irlandés, era dueño del Gran Hotel
Castilla, uno de los primeros de cinco estrellas que hubo en España (edificio que
puede verse en la plaza de San Agustín), el cual fue residencia de ilustres viajeros,
intelectuales y artistas internacionales, como el poeta Rainer Maria Rilke, el pintor
japonés Foujita, el escritor Benito Pérez Galdós y gran parte de la aristocracia
española y europea. Se casaron en 1914, y en 1915 nació su única hija, María Rosa;
fue un matrimonio muy dichoso. Félix, además, era escritor, y participó en la vida
cultural y política del Toledo de la época; se opuso a la dispersión del patrimonio
artístico de la ciudad, así como al ambiente rancio y ultraconservador de muchos
estamentos sociales. Escribió varias novelas, tres de ellas dedicadas a esta ciudad
(Toledo: Piedad, Toledo la Despojada y Don Amor volvió a Toledo), así como ensayos y
estudios diversos. Perteneciente a una generación con un numeroso y valioso elenco
de novelistas, un poco eclipsado por la potencia creadora de Galdós –que también
escribió sobre Toledo–, comparadas algunas de sus novelas con La voluntad de Azorín
y La catedral de Blasco Ibáñez por su parecida línea espacial, silenciado durante
muchos años por el régimen franquista, residente de la provincia tan cercana y a la
vez tan lejana de Madrid, escritor de temas locales, reacio al manejo de la prensa y a
la autopublicidad, “extranjero” en Toledo por partida doble y sospechoso de
apropiación indebida de algunos objetos del tesoro artístico toledano (él que había
denunciado el expolio de la ciudad abiertamente), Félix Urabayen parecía haber
reunido todas las condiciones para que su obra fuera ignorada por los críticos y
olvidada por los lectores. Tras la guerra civil fue encarcelado, y dejado en libertad
porque era prácticamente un enfermo terminal; finalmente murió en 1943 en Madrid
tras pasar por la casa de su hermano en Navarra.
Su mujer, Mercedes de Priede Hevia (Madrid 1893 - Alicante 1976) fue la
primera mujer española profesora de Matemáticas y Física en ejercer en la Escuela
Normal Superior de Magisterio en Toledo, Badajoz y Alicante. Tras la guerra civil
fue desterrada a Alicante. Los bienes que tenía el matrimonio, entre ellos el hotel
Castilla y su casa de la calle de Santa Clara, fueron confiscados por el bando
sublevado; el primero se convirtió en un edificio de uso público (Instituto Nacional
de Previsión), la segunda se vendió a particulares.
Félix y Mercedes se casaron en 1914, y dejaron el Hotel Castilla (propiedad de
la familia de Mercedes, en el que también vivía Félix); habían ya comprado una casa
situada en el número 6 de la calle de Santa Clara, la habían derribado y levantado de
nuevo con un diseño a su antojo, aunque reaprovecharon elementos de
construcciones anteriores, como es habitual hacer en Toledo; así, hay una columna
medieval de mármol en su hermoso patio, vigas medievales, y sótanos también
medievales, un par de pozos (que aún siguen vivos), aljibes (que apuntan a que la
1
casa fue un establecimiento de baños árabes o incluso romanos, como los muy
próximos de Nuncio Viejo; después de todo, está en las inmediaciones de la mezquita
del Cristo de la Luz), etcétera.
El matrimonio empezó entonces a ocupar la casa tras la boda, después de
haberla construido a su gusto; Félix no tenía mucho dinero, pero Mercedes sí, así que
el matrimonio pudo realizar todo según sus deseos; por esto mismo, chocan algunos
detalles de la construcción, como por ejemplo la misma puerta. Es indudable que las
maderas empleadas no son, en modo alguno, nuevas, sino que se trata de tablones
reusados, por lo que presentan rasguños imposibles de disimular por completo, ¿por
qué hacer eso, y precisamente en la puerta de entrada? De hecho, los herrajes son de
fundición y muy buena factura, tanto la celosía metálica superior como los clavos,
llamadores y tiradores, entonces ¿por qué escatimar en madera? Otros elementos,
como el vistoso mirador, sin duda fueron muy costosos… es muy posible que las
tablas de la puerta provengan de la puerta del edificio anterior, no así los herrajes
(clavos, llamadores y pomos, que sin duda se fundieron en 1913, fecha grabada en los
llamadores); lo que no podemos saber es si rehicieron la puerta con el mismo diseño
que tenía, o si, más probablemente, la rediseñaron por completo; de lo que no cabe
duda es de que Mercedes, que era matemática, y Félix, enamorado de las tradiciones
toledanas, conocieron de sobra la simbología de la puerta, y muy posiblemente la
completaron y potenciaron ellos mismos. Ambos, toledanos de adopción, estaban
atrapados por esta ciudad, y quisieron que la puerta de su nuevo hogar enlazara, de
algún modo, con las puertas de las casas que antes hubo en ese mismo lugar.
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DESCRIPCIÓN DE LA PUERTA
Se trata de una puerta de poco más de un siglo de existencia, pero construida con
elementos más antiguos y un diseño que une aspectos religiosos y cabalísticos. Su
aspecto podría recordar las puertas del baptisterio de Florencia, (más concretamente,
a las puertas norte y sur), de estilo renacentista, si bien, a diferencia de estas, carece
de relieves tallados en los casetones y, por supuesto, es infinitamente más sobria y
modesta en su realización.
Puertas este y norte del baptisterio de Florencia y puerta del número 6 de la calle
de Santa Clara de Toledo. Las imágenes no están en la misma escala, solo se
compara su diseño, no su tamaño.
En cambio coincide en que la estructura se basa en listones alternados y
cruzados, que dejan casetones cuadrados entre ellos, de modo que cada una de las dos
puertas forma dos calles de siete cuadriláteros, a los que se añaden dos grandes
aberturas superiores que actúan como tragaluces para el portal de la casa; estos
tragaluces van protegidos por sendos enrejados de forja en forma de celosía de
diagonales cruzadas.
Si consideramos la parte de la puerta bajo los tragaluces, encontramos que
esta sigue estrictamente la llamada “proporción áurea”, o “divina proporción”,
presente en muchos elementos naturales y considerada por los griegos clásicos como
la quintaesencia de la proporcionalidad perfecta; se trata de un número irracional,
representado por la letra griega φ (phi) (en minúscula) o Φ (Phi) (en mayúscula) en
honor al escultor griego Fidias; su valor es de 1,61803398874989…
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Sin entrar en detalles, diremos que esta proporción se relaciona con los
números de la famosa “serie de Fibonacci”, donde cada uno de los números es la
suma de los dos anteriores, y que comienza así: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34… Pues bien,
el cociente de dos números consecutivos de esta serie tiende a φ; así, por ejemplo, 8/5
= 1,6, 34/21=1,619, etcétera.
Si nos fijamos en los diseños que aparecen en la puerta, a primera vista es
notoria la forma de la cruz, que emerge del conjunto una y otra vez, la cual, como
sabemos, es el principal emblema cristiano; así, encontramos con facilidad tanto la
cruz latina, de lados desiguales, como la cruz griega, de lados iguales.
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Ejemplos de cruces griega y latina inscritas
en la puerta.
Evidentemente, hay muchas más.
Cada hoja tiene diez casetones cuadrados, y en la parte baja aparecen
también cuatro casetones rectangulares, en total por tanto veintiocho casetones, de
los cuales veinte son cuadrados. A lo largo de los listones se distribuyen
uniformemente 212 clavos de hierro en forma de rodela, (106 en cada puerta), con la
estrella de seis puntas grabada en cada uno de ellos, indudable alusión a las
tradiciones judías. En la zona inferior de cada puerta un pomo de fundición que sirve
de tirador lleva también una hermosa estrella de seis puntas, mayor que las de los
clavos. Situadas simétricamente en la parte superior de cada puerta se presentan dos
grandes aldabas o llamadores de bronce, realizados en fundición por la técnica de la
cera perdida, réplica de las originales de 1913, que fueron robadas; estas copias son
idénticas a las anteriores, pero los llamadores los actuales se encuentran soldados, y
por tanto no se puede llamar con ellos; la fecha que puede verse inscrita en su centro
es la de la restauración de los mismos, llevada a cabo en 2009, (mientras que en los
originales había grabado un “1913”). Cada aldaba es una estrella de ocho puntas
(estrella de Salomón, que no debe confundirse con el “sello de Salomón”, antes
mencionado), característica de la cultura musulmana, muy similar a las que aparecen
en La Alhambra de Granada, aunque también es llamada “estrella tartésica”, en
alusión a esta antiquísima civilización, posiblemente la más antigua de cuantas han
poblado la Península Ibérica.
En la parte superior dos rejas en forma de parrilla girada cuarenta y cinco
grados respecto de los lados de la puerta forman diecisiete pequeños cuadrados, en
cada hueco, es decir, treinta y cuatro en total.
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INTERPRETACIÓN ESBOZADA DE LOS SÍMBOLOS DE LA PUERTA
Pueden extraerse numerosos mensajes ocultos a través de los diversos
elementos que explícita o implícitamente aparecen en la puerta;
1) La puerta como símbolo
La puerta siempre reviste el valor de adquisición de un don para el héroe, el
iniciado, el guerrero, posesión espiritual o material. Puertas de palacios,
fortalezas y ciudades, tendrían ese significado y en algunas como es Toledo,
incluso un doble significado. Es tal el poder de lo que protege la puerta que desde
siempre se han protegido con leones, dioses, grifos, manos de Fátima, vírgenes o
cristos. En la simbología espiritual tenemos la frase de Jesús, "Yo soy la Puerta",
que alude a ese estado espiritual en el que él iniciaba a sus seguidores.
El dios romano de las puertas era Jano, el de las dos caras, que guarda las
llaves de las puertas solsticiales y es el dios de la iniciación a los misterios. Él es el
señor del ciclo anual, que guarda las puertas del ianua coeli, ianua inferni.
Ya en la tradición judeo-cristiana, la puerta cobra un papel muy importante,
porque es la que da el acceso a la Revelación y en ella se reflejan las armonías del
Universo y así encontramos las puertas del cielo y del infierno o del perdón, en las
catedrales dándole la bienvenida al peregrino. Y el regreso de Cristo se anuncia
con la frase "El Hijo del Hombre está a la puerta", o en la frase "Mira que estoy a
la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y
cenaré con él y él conmigo".
La puerta de la casa donde se vive separa lo público de lo privado, y a través
de ella el visitante entra en un mundo al que es ajeno, el interior de la vivienda de
otro, mientras que la familia que habita la casa traspasa la puerta consciente de
que al hacerlo ha alcanzado finalmente la paz de su hogar.
2) La cruz
Una cruz (en latín: crux) es una figura geométrica que consiste en dos líneas o
barras que se entrecruzan en ángulo recto, de tal forma que una de ellas (o las
dos) queda dividida por la mitad. Es uno de los símbolos humanos más antiguos.
La cruz es un emblema de muchas culturas y religiones, entre ellas
el cristianismo. Desde su aparición habitualmente ha representado los cuatro
elementos de la antigüedad, los cuatro puntos cardinales o la unión de los
conceptos de divinidad y del mundo. La cruz también funciona como un
"detente" contra la entrada del mal en la casa. Ese mal, según las creencias
ancestrales, podía ser el demonio, las brujas, las enfermedades o cualquier otro
fenómeno de la naturaleza perniciosa, como tormentas, rayos, chispas, granizo,
truenos, etc. y, a veces, simplemente, la cruz protege contra lo desconocido.
En la cristiandad la cruz representa la victoria de Cristo sobre la muerte y
el pecado, ya que según sus creencias y gracias a la cruz, el dios encarnado («el
ungido») venció a la muerte en sí misma y rescató a la humanidad de la
condenación.
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3) La estrella de seis puntas
La estrella de David, (en hebreo ‫מָ גֵן דָ וִ ד‬, Magen David), es uno de los más
conocidos símbolos de identidad del judaísmo y también de las culturas hebreas
pasadas y presentes, tanto en la diáspora como en el moderno estado de Israel. Se
atribuye su diseño a David, rey de Israel,
Es a partir del medioevo cuando la estrella en cuestión es denominada
en hebreo Magen David, expresión que significa “escudo de David”.
Remontándose sus orígenes como símbolo hebreo a Tarento en el siglo III d.C.,
el mismo fue incorporado siglos más tarde por la cultura judeo-árabe, donde el
símbolo hebreo recibió en tiempos pasados la denominación de "Sello de
Salomón". Tal designación se encuentra lejos de ser arbitraria, dado que —según
el judaísmo y las tradiciones propias del pueblo de Israel— tiene su fuente de
inspiración en el Cantar de los Cantares (que ambos atribuyen al rey Salomón).
Los dos triángulos superpuestos o entrelazados de la estrella israelita responden a
un verso bíblico particularmente apreciado en el judaísmo y que de un modo
simbólico expresa la íntima relación que existe entre Dios y la humanidad: «Yo
soy de mi amado, y mi amado es mío». Dicha connotación veterotestamentaria
del amor kenótico hizo que desde el siglo VII antes de Cristo fuese un símbolo
usado por las novias (se han encontrado vestigios de collares y broches) de
territorios semitas dentro y fuera de Israel y Palestina; y no sería extraño que
Félix Urabayen y María de Priede hubiesen quedado prendados de este
significado.
Considerando lo dicho, tampoco resulta arbitrario el que uno de los triángulos
apunte hacia arriba y el otro hacia abajo, ya que la relación aludida también
representa la unión entre el cielo y la tierra. Debido precisamente a esto último
la estrella de David evoca y simultáneamente refuerza el pacto sellado
entre Dios y Abraham.
Cuando se observan las seis puntas de la estrella de David, se debería
considerar que tanto en la antigüedad como en el medioevo el número seis era
percibido simbólica y matemáticamente como un «número perfecto» (ver más
adelante la simbología del número seis). Y, con todo, ya desde la antigüedad, el
símbolo judío omnipresente ha sido, no la estrella de David, sino
la menorá (tradicional candelabro hebreo de siete brazos).
Ello, no obstante, no invalida el hecho de que la estrella de David goce de
gran popularidad en el arte ritual judío o la cultura del pueblo judío en general.
En las colecciones de objetos de arte ritual judío (a las que se conoce como
Judaica), la estrella de David es, junto al candelabro ritual de siete brazos y
las Tablas de la Ley, uno de los símbolos de identidad más importantes de la
cultura hebrea e incluso distintivos del pueblo judío.
4) La estrella de ocho puntas y la Mesa de Salomón.
La estrella de ocho puntas es también llamada “estrella tartésica”, aunque su
nombre más conocido es “estrella de Salomón”; es una estrella resultado de la
superposición de dos cuadrados concéntricos, uno de los cuales ha sido girado
cuarte y cinco grados. También es conocida como estrella de Abderramán I,
primer emir independiente de al-Ándalus, quien la difundió y popularizó por todo
el Mediterráneo, África y Europa.
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La estrella de ocho puntas tiene su origen en la mitología y la religiosidad de
las antiguas civilizaciones mediterráneas, pues aparece en casi todas. Aunque los
ejemplos más antiguos al parecer se hallan en el cercano oriente, también se ha
confirmado su uso en lugares del occidente, como por ejemplo, en varios puntos
de la península ibérica.
Durante los siglos de ocupación musulmana en la Península Ibérica se acuñan
las primeras monedas con la estrella de ocho puntas como símbolo político y
como elemento decorativo. Pero fue en el Reino de Granada donde alcanza su
máximo esplendor pasando a la decoración de edificios, grabados, joyería, etc.
Los mozárabes y mudéjares llevaron la estrella de ocho puntas por todo el norte
de la Península Ibérica y los musulmanes y moriscos la difundieron por
el Magreb y el Oriente Medio. Actualmente puede verse en numerosos edificios de
España, como en la Alhambra, y aunque su origen sea más antiguo, se considera
un símbolo musulmán por excelencia. Su presencia en la puerta se reduce
exclusivamente a los llamadores, si bien son los elementos individuales más
importantes de la misma; equilibra así las cruces y estrellas de David, y se
constituye en símbolo de la religión de Mahoma, para la cual es una
representación del paraíso, que según la creencia islámica está rodeado de ocho
montañas.
Encontramos pues a Salomón presente de modo simbólico a través tanto de la
estrella de seis puntas (“sello de Salomón”), como de la de ocho (“estrella de
Salomón”). Este rey bíblico está muy relacionado con el reino godo, y
especialmente con Toledo, pues se dice que una famosa reliquia, la “mesa de
Salomón”, que llegó a la antigua Roma procedente del saqueo de Jerusalén, más
tarde fue a su vez robada por Alarico I, rey godo que finalmente la depositó en
algún lugar ignoto de Toledo, posiblemente en un subterráneo, quién sabe si en la
cercana Cueva de Hércules, o incluso en los sótanos de esta casa, aún inexplorados
en parte.
Este objeto, la mesa de Salomón, según la leyenda contiene escrito todo el
conocimiento del Universo, la fórmula de la creación y el nombre verdadero
de Dios: el Shem ha-meforash, que no puede escribirse jamás y solo debe
pronunciarse para provocar el acto de crear. Según la tradición cabalística:
"Salomón lo confía a una forma jeroglífica de alfabeto sagrado que, aunque evita
la escritura del Nombre de Dios, contiene las pistas necesarias para su deducción.
Este jeroglífico tiene como soporte material un objeto: la llamada Mesa de
Salomón".
Según esta leyenda, la trascendencia de la tabla está en que dará a su
propietario el conocimiento absoluto (ya que el pronunciar el nombre de Dios
significa abarcar a toda su creación), pero el día que sea encontrada el fin del
mundo estará próximo.
5) El número 6
Está presente en la puerta a través de la estrella de seis puntas. Es el primer
número perfecto, ya que sus divisores propios, (1, 2 y 3), suman 6. Es un número
triangular, es decir, puede recomponerse en la forma de un triángulo
equilátero (por convención, el primer número triangular es el 1). Los números
triangulares fueron objeto de estudio por Pitágoras y los Pitagóricos, quienes los
consideraban sagrados. También es un número factorial, ya 6=3x2x1.
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Según la biblia cristiana y la torá judía, el 6 es el número más perfectos de los
imperfectos, ya que la falta 1 para llegar a 7, que es el número perfecto.
Según la Cábala, está asociado a la sefirá Tiferet, que significa Belleza.
Recordemos que la Cábala, una corriente mística judaica, emplea los números de
un modo preciso aunque oculto, y Toledo funcionó como lugar de difusión de la
misma entre iniciados.
Es referencia de amor eterno entre los que lo comparten, posiblemente esta
significación complació mucho a Félix y Mercedes.
6) El número 7
Encontramos este número señalado varias veces en la puerta. Por un lado, cada
hoja tiene dos calles de 7 casetones; también los clavos se distribuyen en filas de a
7; y por último, el número 34, señalado, como se verá, en los llamadores, apunta
al 7 como suma de sus cifras.
Es este posiblemente el número más lleno de significados simbólicos. El origen
de su popularidad posiblemente está en la observación del cielo por los
antiguos astrónomos, pues la inmensa mayoría de las estrellas no cambiaban de
posición las unas respecto a las otras durante el año. Sin embargo, observaron
siete cuerpos celestes que sí lo hacían; el Sol y la Luna, los dos primeros,
evidentemente formaban parte de ellos. Los otros cinco eran los planetas que
pueden verse a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, y que
los pueblos antiguos consideraban estrellas móviles.
Aparte de esto, el número 7 lo encontramos de muchos modos: los días de la
semana, los orificios de la cabeza humana, las notas de la escala musical, los
pecados capitales cristianos, los mares del mundo, los colores del arco iris, los
brazos de la menorá, (el candelabro sagrado judío), los metales conocidos en la
antigüedad (hierro, cobre, estaño, mercurio, plomo, oro y plata), los sacramentos
cristianos, las caras opuestas de un dado suman siempre 7. etc. Tanto para judíos
como para musulmanes hay 7 esferas celestiales.
El 7 es considerado un número mágico, porque se compone del número 3
(símbolo de la divinidad), y del 4 (símbolo de lo terrenal), estableciendo así un
puente entre el cielo y la tierra. Según Hipócrates, por sus virtudes ocultas el
número 7 tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de
todos los cambios, pues incluso la luna cambia de fase cada siete días: este
número influye en todos los seres sublimes.
7) El número 28
Es el segundo número perfecto, ya que sus divisores propios, (14, 7, 4, 2 y 1)
suman 28, y también es un número triangular, (el siguiente número perfecto es el
496, por lo que los dos primeros, 6 y 28, se encuentran presentes en la puerta).
El número 28 no suele ser reconocido como número “muy especial”, pero sin
duda lo es, el número 28 ha sido una constante en la evolución de las ciencias, las
religiones y el pensamiento.
La simbología del 28 se remonta al origen de los tiempos... es uno de los pocos
números que combina los tiempos cíclicos (4) y los tiempos evolutivos (7). En
hebreo, su valor numérico equivale a la palabra “bueno”. El ciclo vital femenino
está íntimamente ligado al número 28. El ciclo de reproducción es exactamente
sinérgico al lunar, pero también al ciclo biorrítmico emocional de los seres
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humanos; en numerología, los números femeninos son todos los números pares, 2,
4, 6, 8, etc. Cada uno de estos números pares es de naturaleza sensitiva y
reservada. Puede parecer una interpretación hermética, pero su origen es muy
lejano y habitual en culturas muy separadas por el espacio y el tiempo. En
hebreo, por ejemplo, existen número femeninos y números masculinos. En la
tradición oriental los números femeninos, o yin, tienen una serie de
características simbólicas; son protectores, pacientes, sensibles, emotivos,
preocupados por los demás, familiares, sociables, intuitivos, flexibles, pacíficos y
cooperativos.
Son necesarios 28 latidos de corazón para que un glóbulo rojo recorra todo
nuestro cuerpo. Para los físicos nucleares es uno de los poquísimos “números
mágicos” conocidos, en los que su número de nucleones (sean protones o
neutrones) se encuentran igualados dentro del núcleo del átomo. Estos átomos
regidos por el número 28 son especialmente estables, no se desintegran, son
indestructibles.
Por último, recordemos que las letras del alfabeto árabe son 28, las cuales por
tanto se pueden insertar de modo exacto en los casetones de la puerta.
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8) El número 34
Comencemos asegurando que el número 34 juega un papel singular en el diseño
de la puerta; hemos visto que hay 34 cuadrados en el enrejado superior, pero es
que además los dos llamadores también evocan este número, ¿de qué modo? Si
dibujamos cada llamador, veremos que su forma es la de dos cuadrados girados
45 grados entre sí, de modo que aparecen 16 puntos, sumando vértices y puntos
de corte.
Es posible situar los números del 1 al 16 en estos puntos de modo que la suma
de cada uno de los 8 lados de ambos cuadrados sea siempre la misma; ocurre que
este valor que se repite es precisamente el 34.
Se evoca pues el cuadrado mágico de orden 4, que puede representarse
también de este modo:
16
3
2
13
5
10 11
8
9
6
7
12
4
15 14
1
Como puede observarse, todas las filas, columnas, diagonales y las cuatro
esquinas suman 34. Este curioso hallazgo matemático es muy conocido, y
apareció en el arte occidental por primera vez en el famoso grabado de Durero
llamado “Melancolía”, de 1514.
Según se ha dicho más arriba, el 34 es uno de los números de la serie de
Fibonacci, la cual se encamina progresivamente hacia la proporción áurea.
Es llamado “el número de la innovación”, pues su significado esotérico enlaza
la dualidad cielo-tierra, (3 – 4), con la divina proporción. Vendría a simbolizar al
sabio que usa el pensamiento profundo como medio de comprender los misterios
naturales, psicológicos y mágicos.
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9) El número áureo (Φ)
Se atribuye un carácter estético a los objetos cuyas medidas guardan la
proporción áurea; algunos incluso creen que posee una importancia mística. A lo
largo de la historia, se utilizado en el diseño de diversas obras de arquitectura y
otras artes.
El primero en hacer un estudio formal del número áureo fue Euclides (c. 300265 a. C.), quien lo definió de la siguiente manera: “Se dice que una recta ha sido
cortada en extrema y media razón cuando la recta entera es al segmento mayor
como el segmento mayor es al segmento menor”. Euclides demostró también que
este número no puede ser descrito como la razón de dos números enteros; es decir,
es un número irracional. En todo caso, encontramos la proporción áurea en
muchos elementos naturales, incluida la disposición de los miembros del cuerpo
humano, y desde luego en muchos elementos artificiales, desde el Partenón de
Atenas a las tarjetas de crédito e incluso la estructura formal de obras de música
clásica de Mozart, Beethoven, etc.
Seguramente el motivo de que la puerta anterior hubiera de deshacerse por
completo fuese que el matrimonio Urabayen – De Priede desease que la puerta de
su nuevo hogar tuviera unas dimensiones concretas, en especial para que se
adaptase a la proporción áurea.
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