Días de enero de 1958. Elezar Díaz Rangel.

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Días de enero
de 1958
Eleazar Díaz Rangel
Días de enero de 1958, Eleazar Díaz Rangel
Ministerio para el Poder Popular para la Comunicación y la Información;
Av. Universidad, Esq. El Chorro, Torre Ministerial, pisos 9 y 10.
Caracas-Venezuela.
www.minci.gob.ve / [email protected]
Directorio
Ministro del Poder Popular para la Comunicación y la Información
Jesse Chacón
Viceministro de Gestión Comunicacional
Mauricio Rodríguez
Viceministro de Estrategia Comunicacional
Freddy Fernandez
Directora General de Difusión y Publicidad
Mayberth Graterol
Director de Publicaciones
Gabriel González
Diseño y diagramación
Ingrid Rodríguez, Luis Cardozo
Corrección
Francisco Ávila
Depósito Legal: lf8712009320454
ISBN: 978-980-227-063-7
Impreso en la República Bolivariana de Venezuela.
Marzo, 2009
L
os documentos reunidos aquí pertenecen al
periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel, y
son: el discurso que dictara como orador de orden
ante la Asamblea Nacional cuando se cumplían,
en 2002, los 44 años del 23 de enero de 1958; los
artículos que fueron publicados en las vísperas del
50 aniversario de los sucesos de aquel enero en que
fue derrocada la dictadura del general Marcos Pérez
Jiménez y un último artículo que vio la luz el 23 de
enero de 2009.
El autor tiene un obra de gran valor histórico
y periodístico sobre el tema: Días de enero: cómo
fue derrocado Pérez Jiménez. La actual publicación
representa apenas un abreboca del anterior libro
perteneciente a la casa Monte Ávila Editores.
Este prestigioso analista es el director de Últimas
Noticias, que dirige y donde escribe su columna
semanal Los domingos de Díaz Rangel. Fue presidente
de la Federación Latinoamericana de Periodistas y
director de la Escuela de Comunicación Social de la
Universidad Central de Venezuela.
Discurso del 44 aniversario
del 23 de Enero de 1958*
E
n cualquier momento de 1917, desarrollándose como estaba la primera conflagración
mundial, vista la forma como en la prensa y en las
agencias noticiosas se restringía la información, se
ocultaban o deformaban los hechos, el senador norteamericano Hiram Johnson dijo que “la primera
víctima en una guerra es la Verdad”. Seguramente
esa frase no recorrió el mundo en esos días, pero
recogió una realidad presente desde hacía décadas,
siglos atrás se diría, y se hizo evidente en todos los
conflictos armados posteriores y, de manera particular, en la guerra del golfo y en la invasión a Grenada, acá, cerca de nuestras costas orientales, cuando
la información fue secuestrada y administrada por
las fuerzas expedicionarias.
De la misma manera, podría decirse que la libertad de
prensa es la primera víctima de las dictaduras. Basta mi* Discurso de orden ante la sesión especial de la Asamblea Nacional del
23 de enero de 2002.
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rar un poco esa historia en América Latina. Así ocurrió
en Venezuela en la década de los 50, aunque haya sido el
gobierno democrático y constitucional de Rómulo Gallegos el que, poco antes de ser derrocado el 24 de noviembre de 1948, suspendió las garantías, limitando la capacidad de las movilizaciones populares en su defensa y que
los medios divulgaran lo que estaba ocurriendo.
Ese Estado carente de las libertades de informar y
de opinar se mantuvo y prolongó durante todo ese
período dictatorial, que empezó por la clausura de
los diarios El País, Panorama, El Día, Fronteras y de decenas de semanarios. No era posible una noticia que,
sencillamente, incomodara no sólo al alto poder, a los
más importantes funcionarios públicos, sino al más
insignificante jefe civil. Tampoco se concebía un artículo breve o comentario en una columna o crónica
que igualmente significase una crítica a cualquier gestión gubernamental, por trivial o intrascendente que
fuera. Una vigilante censura y una lógica autocensura
en medios, periodistas o colaboradores cerraban cualquier posibilidad de difusión.
Algunas veces se produjeron desafíos, y cada vez
que ocurrió, en los primeros años del régimen, a ve10
ces por interpolación mecánica de algún linotipista
hubo la inmediata reacción. Es famosa la que apareció en las páginas de El Nacional el 22 de abril de 1950,
cuando en lugar de “los miembros de la Junta de Gobierno” se leyó “los tres cochinitos”. El diario pudo
reaparecer el 3 de mayo. En esos mismos días, El
Universal fue suspendido por la interpolación de una
breve nota a favor de la huelga petrolera que se preparaba. Las sanciones fueron debidamente comprendidas como una advertencia a la prensa y la radio,
que se limitaba a leer una selección de noticias y cada
vez que alguien las olvidó sufrió las consecuencias. El
10 de julio de 1953, como represalia por algunos artículos no publicados, oigan bien, no difundidos pero
retenidos en la Junta de Censura, fue salvajemente
golpeado por supuestos desconocidos el columnista
de El Universal José González González. Entre 1956 y
1957 Miguel Ángel Capriles fue convocado 10 veces
a la Seguridad Nacional y 16 veces al despacho del
ministro Vallenilla Lanz, según se lee en Pedro Estrada
y sus crímenes, de José Agustín Catalá.
En mi libro La Prensa venezolana en el siglo XX, termino el capítulo respectivo así:
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Se puede afirmar que durante el período de gobiernos militares autoritarios, obviamente de libertad
restringida o sin ninguna libertad, el panorama de
la prensa y del periodismo fue ensombrecido por rígidos controles, la censura y otras formas de represión. Sin embargo, como ya lo dijimos, las empresas
periodísticas se desarrollaron como modernas empresas capitalistas
La represión hacia la prensa no varió hasta enero de
1958, cuando fue obligada a rechazar la insurgencia
militar del 10 de enero, comandada por el teniente coronel Hugo Trejo. Todos los diarios tuvieron que publicar una nota condenatoria, cuyo texto original les
fue enviado desde el Ministerio del Interior, aunque
pudieron introducir ligeras variantes. El Universal calificó el alzamiento de “criminal atentado”; Últimas
Noticias “se hace eco del repudio del pueblo” y El Nacional decía: “condenamos el exabrupto de las acciones del día de Año Nuevo”.
Pocos días después escribo esa misma prensa fue
factor fundamental en el derrocamiento de Pérez
Jiménez. Con la activa participación de los periodistas y trabajadores gráficos, agrupados en la Asociación Venezolana de Periodistas, el SNTP y en la
Federación de Trabajadores de la Industria Gráfica,
comenzó el 20 de enero la huelga de la prensa, que
sirvió como señal catalizadora en el desencadenamiento de una huelga general el día 21. Esto y la
intervención de la mayoría de las Fuerzas Armadas, obligó al dictador Pérez Jiménez a huir en la
madrugada del 23
No podía ser de otra manera. Después de la actividad política, ninguna otra fue tan afectada durante ese período como el periodismo. Debió guardar
un obligado silencio. No fue casual que periodistas
como Fabricio Ojeda, Claudio Cedeño, Arístides Bastidas, Andrés Miranda, Omar Pérez; editores como
Miguel Otero Silva, Miguel Ángel Capriles, el padre
Hernández Chapellín y sindicalistas gráficos como
José Gil Gutiérrez, estuviesen comprometidos en la
lucha final contra la dictadura, y que promovieran
dos veces en ese enero la paralización de los diarios.
La última, exitosa, fue el detonante de la huelga general del 21 de enero y de un movimiento militar
donde se imbricaron diversos grupos de oficiales de
las cuatro fuerzas que estuvieron conspirando, durante varios días, sin conexión entre sí.
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Es obligante valorar cómo pudo la Junta Patriótica
en la más cerrada clandestinidad, ante la más dura
represión de los agentes de la Seguridad Nacional,
desarrollar sus actividades. Los actores principales
fueron Guillermo García Ponce, por el Partido Comunista, cuyo secretario general, Pompeyo Márquez, había impulsado una política de unidad nacional contra la dictadura; por Unión Republicana
Democrática, apoyados en una declaración unitaria
de Jóvito Villalba en el exilio, inicialmente estuvieron Fabricio Ojeda, José Vicente Rangel y Amilcar
Gómez, pero fue Fabricio quien asumió la representación permanente y, en diciembre de 1957, asumió
su Presidencia; después lograron la representación
de Acción Democrática, pese a que, en el exterior,
Rómulo Betancourt se oponía a cualquier contacto
con los comunistas; al frente de la reorganización de
su estructura clandestina estaban Simón Sáez Mérida y otros dirigentes que, dos años después, se separaron de ese partido y formaron el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria. Silvestre Ortiz Bucarán
por AD y Enrique Aristigueta Gramko, de Copei,
completaban su integración.
Sus primeras acciones se limitaron a la redacción,
impresión y difusión de comunicados. No era menuda tarea en esos años. Una pequeña imprenta que
los comunistas habían logrado preservar de tantos
zarpazos de la policía, que fue destruyendo gradualmente todo el aparato clandestino de AD, imprimió
esos papeles. Con procedimientos riesgosos llegaban los paquetes a los centros de distribución; después se multiplicaban y así se repartían de mano en
mano y por correo esas hojas de la subversión. Nada
de estas actividades se asomaba a la superficie, éstas
se cumplían con sigilo, con justificadas precauciones. Era preso y podía ser torturado quien cayera en
esas tareas. Esas hojas, gradualmente, fueron creando conciencia en, cada día, más venezolanos de que
algo desconocido se movía en contra de la dictadura.
¿Qué era esa Junta Patriótica? ¿Quiénes la integraban? En julio de 1957, después de la rebelión militar
del 1° de enero, apareció el primero de esos papeles,
y el último. Con mayor periodicidad la Junta Patriótica emitía un Boletín Informativo multigrafiado,
cuyas informaciones nutríamos los periodistas cercanos a Fabricio Ojeda.
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Ese lento reaccionar del país tuvo dos antecedentes.
En mayo de 1957, a pesar de que ninguno de los medios dieron cuenta del hecho, ni siquiera La Religión,
con motivo del día del obrero, hubo una pastoral de
monseñor Arias Blanco sobre la crítica situación social
que fue leída en algunas iglesias, muchos la conocimos
por un ejemplar de la revista Time, que alguien trajo a
escondidas, y entonces se supo que algo cambiaba en la
Iglesia, como, en efecto, se vio en su órgano oficial dirigido por el padre Jesús Hernández Chapellín. Después,
en diciembre, el burdo fraude en el referendo aclamacionista, igualmente contribuyó a generar descontento
entre numerosos oficiales, y empezaron o se multiplicaron los contactos entre ellos.
pesar de haber sido derrotado por Pérez Jiménez y
detenidos decenas de oficiales, rebela que existían
todas las condiciones para que, en algún momento,
se produjera la acción militar. La derrota de Trejo,
en lugar de desmoralizar, estimuló muchas otras
pequeñas conspiraciones en las cuatro fuerzas, de
las cuales las de la Marina las dirigían algunos de
sus comandantes. De manera que parecía inevitable
la reacción en el seno de las Fuerzas Armadas, aunque, indudablemente, fue precipitada por las acciones del 1° de enero.
Se discute que sin 1° de enero, aludiendo a la rebelión dirigida por Trejo, del Ejército y Martín Parada, de la Aviación, no habría habido 23 de enero.
Por supuesto, vistos los hechos en cadena, y es lo
que trato de unir y relacionar en Días de enero, entre el día 1°, y el día 22 hay un proceso in crescendo
que termina el día 23 con la huída de Pérez Jiménez.
Es verdad que ese movimiento estimuló a la gestación de otros, pero la misma circunstancia de que a
Paralelamente, crecía el movimiento popular contra
la dictadura, brigadas del Frente Universitario de la
Juventud Comunista y de la Juventud de AD recorrían barriadas distribuyendo hojas volantes, agitando, haciendo pintas, con mítines relámpago, eludiendo la persecución policial, no siempre con éxito. Los
calabozos de la Seguridad Nacional fueron desbordados en esos días. Pese a que la Universidad Central
estaba infiltrada de espías, era centro de algunas de
esas actividades. Su primer grito se había escuchado
el 21 de noviembre, una manifestación interna que fue
disuelta por la Seguridad Nacional, reprimida hasta la
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Plaza Venezuela y sus alrededores. Héctor Rodríguez
Bauza y Héctor Pérez Marcano, junto a José de la Cruz
Fuentes y Rafael Rodríguez Mudarra, de las juventudes Comunista, de AD (que aportaron sus cuotas
mayores), de Copei y URD estuvieron al frente de los
grupos universitarios de la resistencia.
Pese a las precarias condiciones del movimiento sindical, igualmente disperso, ilegalizado y perseguido,
fue posible que algunos de sus líderes como Eloy Torres, Américo Chacón, Dagoberto González y Vicente
Piñate, constituyeran un comité, vinculado a la Junta
Patriótica, que debía llevar esas consignas al mayor
número posible de trabajadores. No fue nada fácil ganárselos en esas condiciones, pero progresivamente
fue tomando impulso la lucha antidictadura.
Mucho más fluida fue la incorporación de los sectores profesionales e intelectuales. Estos suscribieron
un documento que igualmente se editó y distribuyó
clandestinamente, y que, más tarde, fue reproducido
en multígrafos. Los firmantes estaban encabezados
por Mariano Picón Salas, Francisco de Venanzi, Oscar
Machado Zuloaga, Eduardo Arroyo Lameda, el presbítero Manuel Montaner, Miguel Otero Silva, José Nu18
cete Sardi, Miguel Acosta Saignes y, luego, 300 individualidades, a quienes se sumó la Junta Directiva de la
Asociación Venezolana de Periodistas.
Otros sectores de la clase media se hicieron presentes a través de documentos similares, médicos,
profesores, ingenieros, abogados, los sectores medinistas. Igualmente, se organizaban brigadas de mujeres, eficientísimas en el reparto de propaganda, y
en su oportunidad, en la red telefónica para convocar la huelga.
La inesperada salida de Laureano Vallenilla Lanz,
ministro del Interior, y de Pedro Estrada, jefe de la tenebrosa Seguridad Nacional, eran indicios de nuevas
dificultades al interior del régimen y, en efecto, el general Rómulo Fernández, jefe del Estado Mayor, quien
percibió el creciente descontento, presentó un memorandum exigiendo la salida de ambos y otras medidas.
Pérez Jiménez cumplió algunas, designó un gabinete,
casi todo integrado por militares, pero se sintió fuerte
y detuvo y expulsó a Fernández.
Todos estos hechos, de los cuales la prensa apenas
difundía lo que autorizaba la censura, contribuyeron
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a impulsar las conspiraciones al interior de las Fuerzas Armadas, así como en la calle, en el movimiento
civil. Cuando caía una de esas tardes, los caraqueños
que transitaban por El Silencio quedaron sorprendidos
cuando, inesperadamente, surgieron de la nada voces
de protesta contra la dictadura y alguien, identificado
más tarde como Alberto Lovera, años después preso,
torturado y desaparecido por la Digepol, gritó un breve discurso, y entonces fueron más las voces de “¡abajo
Pérez Jiménez!”. Nunca antes se había escuchado ese
grito en pleno centro caraqueño, quizás en marzo de
1954, en la última protesta pública contra el gobierno,
cuando se reunía en Caracas la Conferencia de la OEA,
donde se selló la suerte del gobierno de Jacobo Arbens
en Guatemala. Por supuesto, tampoco tardó la acción
policial, que se extendió a la avenida San Martín porque El Silencio fue apenas el epicentro de la protesta.
Es en esos días, cuando se establecen los vínculos
entre la Junta Patriótica y el Frente Universitario, representados por Fabricio Ojeda y Rodríguez Bauza, y
el Comité cívico militar que animaban el farmacéutico Oscar Centeno y el teniente José Luis Fernández,
de la Academia Militar. Fue entonces cuando empezó
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a pensarse en la necesidad de una huelga que propiciara la acción militar. ¿Cómo planificarla casi sin
recursos organizativos y con apenas los propagandísticos sustentados en el multígrafo? Hazañosa tarea la
que se emprendía.
El 15 de enero, en la farmacia Gran Avenida, se reunieron oficiales de varias fuerzas, entre quienes estuvo el teniente coronel Moncada Vidal y el capitán de
fragata José Vicente Azopardo, quien en lo sucesivo
devendrá en coordinador de la acción militar, pues
faltaba todavía la vinculación con otros oficiales del
Ejército y de la Guardia Nacional que ya se sabía que
andaban en la misma dirección.
Se agilizaron los contactos, era estimulante ver como
esa lucha, cada día, sumaba más, se hacía más abierta
y desafiante; se multiplicaron las acciones estudiantiles y de las juventudes comunista y de AD que, a cada
rato, debían enfrentarse a la policía uniformada. Los
acontecimientos subterráneos adquieren un ritmo violento, de inusitado dinamismo y multiplicados efectos. Se ha acordado convocar una huelga general el 21
de enero; esa noche insurgirían las unidades militares
comprometidas y la palabra clave era “Camacaro”. Fue
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febril la actividad en esas horas que vinieron, hasta
el lunes 20, cuando debían paralizarse los periódicos.
Una reunión el domingo anterior con los dirigentes
de los periodistas y obreros gráficos tomó la decisión.
A mí me correspondió informarlo inmediatamente a
Teodoro Petkoff, cerca de la Iglesia San Pedro, quien la
transmitió a la dirección clandestina del PCV.
Todo marchó como se había acordado. En la mañana
del día 21 no hubo prensa, pese a los esfuerzos que a
última hora hizo la Seguridad Nacional. Cuando, a las
siete de la noche, allanaron los periódicos, los encontraron vacíos. La falta de periódicos era una señal de
anormalidad. Y por supuesto, ni noticieros de radio que
fueran leídos. Al mediodía comenzó la huelga general,
al menos en Caracas, y algunas acciones en Punto Fijo,
Acarigua, Valencia, Maturín y Valle de la Pascua.
En Caracas todo empezó al mediodía con un corneteo y toque de campanas en varias iglesias. Varios sacerdotes se la jugaron esos días. Grupos ubicados en
la plaza Miranda y otros sitios del centro, empezaron
a gritar contra la tiranía, la agitación tuvo efectos, la
gente se incorporaba. Unos corrían, siempre es así. La
policía, que estaba preparada, intervino rápidamente
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con el auxilio de agentes de la SN. Hubo choques violentos, empezaron a quemar autobuses y la insurgencia popular tomó tales características que el gobierno
debió dictar el toque de queda desde las seis de la tarde hasta las cinco de la mañana. Había sido una gran
demostración de repudio a la dictadura, extendida a
San Juan, San Agustín, Antímano, Catia y otras parroquias. En el balance había 70 muertos y centenares de
heridos y detenidos.
La noche fue de espera angustiosa. Decenas de militares comprometidos y los dirigentes de la Junta Patriótica, así como de los partidos clandestinos y otros
enterados estuvieron toda la noche a la espera de un
avión que debía sobrevolar Caracas a medianoche.
Era la señal del inicio de la acción militar. El vicealmirante Wolfgang Larrazábal, recién incorporado al
movimiento, y el capitán Azopardo, estuvieron en la
Comandancia de la Marina esperando esa señal. Así
estaban otros en la Academia Militar y al frente de
sus unidades en el Ejército o en la Guardia Nacional.
Amaneció en el cielo de Caracas, el avión nunca voló.
Incertidumbre y desánimo el día 22 hasta que, gradualmente, llegaron noticias del alzamiento de la Ma23
rina. En Palacio, Pérez Jiménez había ordenado un
recorrido por los principales cuarteles y terminaba
la tarde cuando le trajeron noticias desalentadoras;
es cuando el general Llovera Páez le dice que no hay
nada que hacer, todo está perdido. El avión “La Vaca
Sagrada” ya estaba listo en La Carlota. Ordenó que recogieran sus valores y a medianoche abandonó el palacio con algunos de sus colaboradores. Antes, habló
con Azopardo en la Escuela Militar, donde funcionaba
el comando insurrecccional, para pedirle que le permitiera salir, y así ocurrió. A las dos de la madrugada
su avión surcó los cielos de Caracas con destino a la
República Dominicana.
En la Academia Militar se formó una Junta de Gobierno, otra en el Ministerio de la Defensa, en La Planicie, y esa madrugada coincidieron en Miraflores,
deben conciliar para integrarse en otra. Una tercera
que ha formado el comité cívico-militar llega tarde
y queda excluida. La Junta Patriótica ni pensaba en
Gobierno. Esa mañana en la calle, cerca del Palacio
Blanco, están Fabricio, García Ponce y Amilcar Gómez
gritando “¡civiles a la Junta!”, consigna que se convirtió en reclamo popular, 24 horas después estaban com24
placidos: entraron Eugenio Mendoza y Blas Lamberti.
Si en el llamamiento a la huelga solo se exigía “amnistía total y nulidad del plebiscito”, se pueden imaginar
si sus líderes estaban en capacidad de ir más allá en
sus exigencias. Días más tarde, cuando en el Partido
Comunista evaluaba ese hermoso y heroico proceso,
alguien sostuvo que pretender avanzar más allá podía
significar que una victoria táctica se convirtiera en una
derrota estratégica. Y así quedaron las cosas.
Caracas se había levantado más temprano que nunca ese 23 de enero, un día como hoy hace 44 años, desde la madrugada cogió la calle, alborozada, llena de
alegría, como ríos bajó la gente de cerros y barriadas y
llegaban a la plaza Bolívar, a El Silencio, a Miraflores,
a la Ciudad Universitaria. Eran miles, miles de miles
con pancartas, banderolas y consignas improvisadas.
Después, algunos comunistas formaron grupos que
presionaron para que libertaran a los presos de la cárcel del Obispo, y otros, entre quienes se distinguían
Douglas Bravo y Luben Petkoff, rodeaban la Seguridad Nacional, en la plaza Morelos.
Había algunos, mientras tanto, más preocupados por la
toma del poder, que se ocupaban de formar Gobierno.
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Después de una laboriosa investigación, de hablar
con casi cien personas, escribí así el cierre del libro
Días de enero:
A la hora de la formación de Gobierno es de tal
magnitud ese movimiento que, tanto su real dirección militar como la civil, fueron desbordadas, entre
otras razones, porque ni una ni otra tenían real noción del poder ni era su objetivo conquistarlo. No
tuvieron acceso a los altos niveles del Gobierno ni
presionaron para alcanzarlo. Ninguno de los militares que conspiraron desde fines de 1957, ni de los
integrantes de la Junta Patriótica, para simbolizar en
ellos el movimiento civil, aspiraron a formar parte
de la Junta ni del Consejo de Ministros. Fueron suplantadas por la alta jerarquía militar y por el poder
económico, los cuales condujeron, con el impulso
del movimiento popular, el proceso de rescate de la
democracia y de las libertades
Y así termina mi relación de los hechos ocurridos
hace 44 años, donde se produjeron la unidad popular y
la convergencia de un movimiento civil con uno militar
que logró el derrocamiento de una dictadura que, hasta
semanas antes, parecía inamovible.
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Ahora es oportuno preguntarse ¿qué ocurrió con
esa libertad que había sido la primera víctima de la
dictadura y que, el 23 de enero, fue la primera en ser
rescatada, como se reflejó esa mañana en las emisoras
de radio de todo el país y en las ediciones extras de los
diarios que aparecieron esa tarde?
Ese año de 1958 fue de pleno ejercicio de las libertades
de informar y de opinar, e instrumento para su defensa,
como se evidenció en los intentos de regresión de julio y
septiembre. Sin embargo, institucionalizada esa naciente democracia, luego de las elecciones de diciembre, el
período que presidió Rómulo Betancourt fue negador
de tales libertades. Voy a resumirlo, extraído de La prensa venezolana en el siglo XX: Presiones sobre el diario La
Razón, expulsados sus propietarios; decomiso de ediciones, asalto a talleres, suspensión en varias ocasiones
de los semanarios Izquierda y Tribuna Popular, hasta la
clausura definitiva; suspendidos los diarios Clarín, La
Hora; El Imparcial, de Maracay, El Tiempo, de Valera, y
El Día, de Acarigua; clausura del diario El Venezolano.
En junio de 1962 se estableció la censura, el decreto del
Ministerio de Relaciones Interiores decía:
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Se ordena que todas las publicaciones del país, sea
cual fuere su naturaleza, se abstenga de dar informaciones relacionadas con el orden público (...) sin
consultar previamente con los funcionarios designados al efecto por este Despacho, o por las respectivas gobernaciones de Estado (Julio 6, 1962)
La Cámara de Diputados aprobó, en julio de 1963:
Declarar que la libertad de prensa en Venezuela
atraviesa en los actuales momentos por una de sus
más graves y difíciles etapas, debido a la supresión
sistemática de diversos órganos periodísticos y a la
persecución de profesionales de la prensa, así como
el régimen de censura vigente
Les invito a rastrear las páginas de los diarios a
ver si encuentran alguna declaración que refleje la
protesta del Bloque de Prensa o de la Sociedad Interamericana de Prensa. Encontrarán una sorpresa,
hubo prensa que no publicó esta declaración de la
Cámara. La AVP, que entonces presidía la insigne
luchadora Analuisa Llovera, emitió oportunamente
su denuncia ante la misma Cámara de Diputados, y
formó parte de ese expediente.
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En esos mismos años hubo un boicot contra el diario
El Nacional, al cual gradualmente le retiraron la publicidad como mecanismo de presión contra su línea
informativa. Dos editoriales, del 8 y del 28 de junio de
1961, denunciaron “la persistencia de los manejos reaccionarios”, y su propietario y director, Miguel Otero
Silva, escribió en agosto de ese año que “al rechazar la
tesis reaccionaria, según la cual la orientación política
y periodística de una publicación ha de ser determinada por los grandes anunciantes y no por el criterio
de los directivos de esa publicación, El Nacional hace
armas en salvaguarda de la integridad y de la decencia del periodismo venezolano”.
¿Cómo concluyó ese episodio? Para que regresaran
los avisos, Miguel Otero Silva y otros miembros de la
redacción de ese diario, debimos salir, junto a varios
de sus colaboradores, de la página cuatro.
También guardaron silencio el Bloque y la SIP. Un
procedimiento similar utilizaron en Colombia contra
La Nueva Prensa y otra vez calló la SIP.
El gobierno del doctor Raúl Leoni tiene, igualmente,
una historia con agresiones a los medios. Fue clausu29
rado el diario La Extra y suspendida temporalmente
la revista Venezuela Gráfica. En abril de 1965, fueron
allanados los locales de Últimas Noticias, La Esfera y El
Mundo, y detenido el editor Miguel Ángel Capriles. El
Bloque acordó investigar los hechos y la SIP se limitó
a “lamentar la detención” de Capriles, pero no pidió
su libertad ni protestó.
Durante el gobierno del doctor Rafael Caldera, en octubre de 1971, fue decomisada una edición del diario El
Mundo, allanados los talleres de Crítica, de Maracaibo
y de La Religión, y confiscada la revista Punto Negro.
Con Carlos Andrés Pérez se suspendió por dos
días a Radio Caracas TV, fue decomisada una edición de la revista Al Margen, y otra de Resumen, y
detenido su editor Jorge Olavarría. En su segundo
período estableció abiertamente la censura y fueron
atropellados varios periodistas. En época de Luis
Herrera Campíns se levantaron expedientes a periodistas de izquierda y se abrió un juicio a María
Eugenia Díaz.
dejó huellas. Se utilizaron procedimientos como en ciertas torturas, cuidando de que no quedaran las marcas y
obtenían los mismos efectos, el silencio. Esta vez, no se
detuvo a un periodista ni se suspendió ningún medio,
pero se controló a todos, con la excepción de El Nacional
que insurgió contra ese sistema. Las presiones se ejercieron a través del chantaje en la entrega de dólares mediante el Régimen de Cambios Diferenciales (Recadi).
En El Diario de Caracas, Marcel Granier escribió
que era:
(...) el instrumento de control de la sociedad más
poderoso del que ha dispuesto ningún gobierno.
Ni la dictadura de Juan Vicente Gómez llegó, en
sus tiempos negros, a disponer de la décima parte
del poder que representa el régimen de cambio
diferencial
El director de The Daily Journal, Tony Bianchi, escribió que:
Sin embargo, el período más negro, de mayores restricciones a las libertades de opinar y de informar, no
sin duda alguna, el peor período para la libertad
de expresión en Venezuela en los últimos 10 años
se dio durante el gobierno de Jaime Lusinchi. Utilizando el arma del otorgamiento de dólares a
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una tasa preferencial para la adquisición de papel
periódico en el exterior, el gobierno de Lusinchi
pudo controlar, casi por completo, la información
periodística en Venezuela
Debo aclarar que el control incluía la radio y televisión, que igualmente necesitaban importar insumos,
equipos, instalaciones, películas, para su operatividad. En su oportunidad declaré que desde la época
de Pérez Jiménez, ésta de Lusinchi era la de mayores
limitaciones a la libertad de informar.
¿Protestaron el Bloque de Prensa, las cámaras de radio y la de televisión? Nunca. La de radio no lo hizo
ni siquiera cuando prohibieron su programa diario
del mediodía.
En los años más recientes, con el segundo gobierno de Caldera, y el provisional del doctor Ramón
J. Velásquez, no se registran limitaciones a estas libertades, sin embargo, no puede olvidarse aquella
campaña nacional y en América Latina, encabezadas
por el Bloque de Prensa, las cámaras de los medios
audiovisuales y de la SIP, ¡otra vez la inefable SIP!,
y la Asociación Internacional de Radiodifusión, contra la propuesta del doctor Caldera de reclamar para
la sociedad el derecho a recibir información veraz,
reconocer lo que es un principio ético universal del
periodismo. Fue despiadada esa campaña que hizo
creer que se propiciaba el control de la información.
Campaña que repitieron cuando aquí se discutió en
la Asamblea Nacional Constituyente ese y otros principios, como el de réplica, que finalmente fueron incorporados a la nueva Carta Magna por abrumadora
mayoría. Y vean ustedes como, pese a la desproporcionada campaña, que apenas dejaba espacio para la
defensa de esos principios, en una encuesta se supo
que el 70% de los venezolanos estaban de acuerdo
con esas proposiciones.
El 15 de noviembre de 1998 el Bloque de Prensa
fijó posición contra un Presidente que no había sido
electo, llevó a la SIP la propuesta de una declaración alertando sobre las amenazas y peligros a la
libertad de prensa en el supuesto de que ganase ese
candidato. Era la primera vez que esos organismos
se adelantaban a acontecimientos que ellos creían
ocurrirían.
Desde entonces, hasta ahora, las relaciones de los
medios con el Gobierno se han caracterizado por perío33
dos de tensión y, más escasos, de distensión. De duras
críticas y ataques del Presidente contra determinados
medios, contra algunos propietarios y, en sus primeros
tiempos, contra varios periodistas, y del uso, a veces
desmedido, de las cadenas audiovisuales. De parte de
la mayoría de los medios, de la prensa, la radio y la
televisión, ha habido una persistente campaña contra
el Presidente y contra su gobierno. Desde 1936, hasta
ahora, nunca el gobierno ni su respectivo jefe de Estado, habían sido objeto de los más persistentes ataques,
bordeando los elementales límites de la decencia, como
los que vemos ahora.
Sin embargo, pese a esas circunstancias, nadie
puede mostrar aquí o en el exterior, ejemplos de
una sola noticia o de un solo artículo que no hayan sido difundidos como consecuencia de la acción
gubernamental y no ha habido un periodista preso
o perseguido, un medio suspendido o clausurado.
Aunque se han percibido amenazas de lesionar el
ejercicio del periodismo y de vulnerar la libertad de
expresión, hasta ahora, ni las llamadas intimidaciones han ejercido alguna influencia en la línea opositora de la mayoría de los medios.
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No obstante, en el exterior se tiene la creencia de
que en Venezuela no existe libertad de prensa. Se entiende que sea así entre quienes sólo se guían por las
informaciones que les llegan desde aquí, lejos. Pareciera existir una ley conforme a la cual la gente tiene tendencia a confiar más en las noticias en tanto el
centro de los acontecimientos está más distante, porque le resulta más difícil verificarlas. Pero aquí, en
Venezuela, nadie —repito— puede mostrar ejemplos
de concretas limitaciones a la libertad de informar y
de opinar. Sin embargo, se han producido tantas declaraciones, planteamientos y denuncias en el exterior, como nunca antes, en ninguna época; y podría
ocurrir que repetida tantas veces esa mentira, pudiese ser creída por muchos como una verdad. Una vez
escribió Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique y estudioso de la comunicación, que si la
prensa, la radio y la televisión lo dicen, es verdad aún
cuando sea mentira.
No quiero concluir sin algunas referencias al papel
que en estas especiales condiciones que vive Venezuela le corresponde a la Asamblea Nacional, donde hace
pocas horas se desarrolló un amplio debate, el quinto,
35
creo, desde su instalación, sobre la libertad de prensa.
Me satisfizo, como creo que a todo el país, y antes que
nada, al gremio periodístico, cómo coincidieron en
rechazar los atropellos que con demasiada frecuencia
se cometen en la calle contra reporteros y fotoreporteros en pleno trabajo profesional. Pese a todos los esfuerzos para que distingan el ejercicio profesional de
las políticas editoriales e informativas de los medios,
es evidente que esos grupos fanatizados, partidarios
del Gobierno, han continuado acosando o atacando
a trabajadores de los medios. Esta unanimidad en el
repudio debería reflejarse en los partidos que tienen
o pudieran tener alguna capacidad de influir en esas
conductas. No se les puede seguir tolerando.
Al lado de esa, mi satisfacción, debo expresarles mi
sorpresa porque en las ocasiones en que se ha planteado la conveniencia de exhortar a los medios a dictar mecanismos de autorregulación en la conducta
ética, no mereciera igualmente los votos de todos.
Varios de los más importantes diarios de América
Latina tienen sus respectivos libros con las respectivas normas éticas, y entre los más recientes pronunciamientos sobre tan importante materia, están el de
la III Cumbre de Jefes de Estado de las Américas, reunida hace poco en Québec, Canadá, donde se comprometieron “a fomentar la auto-regulación de los
medios de comunicación, incluyendo normas de conducta ética”. Más recientemente aún, la Conferencia
Episcopal de la Iglesia, en un documento dedicado a
los medios, que tan poca difusión ha tenido, vuelve
sobre ese asunto. La Asamblea Parlamentaria de la
Unión Europea tiene en vigencia desde hace casi diez
años el Código de Ética Periodística. La ética, como
ha escrito Gabriel García Márquez, no es condición
ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón. ¿Qué ha
hecho que las iniciativas traídas al seno de la Asamblea no encontraran igualmente unánime apoyo?
Acá, en Venezuela, los periodistas tenemos un Código de Ética que rige nuestra conducta profesional,
corresponde a los medios y a sus organismos dotarse
igualmente de esos instrumentos. La democracia, toda
la sociedad, los lectores y demás usuarios de los medios, ganarán.
Pienso que esta Asamblea Nacional, escenario de la
confrontación y del diálogo político, ambos inherentes
37
a la democracia, nos envía señales equívocas cuando
debe enfrentar algunas situaciones concretas. En la
oportunidad de la reacción habida por la forma como
fueron aprobadas las 49 leyes surgidas de la ley habilitante, creo que ésta sigue siendo la instancia institucional para escuchar las reservas, críticas y propuestas
de reformas, examinarlas, discutirlas y, si es el caso,
introducir en aquellas leyes que lo requieran los cambios necesarios.
Aquí, en esta misma Asamblea Nacional, el presidente Chávez trajo su mensaje anual en un tono que todos
celebramos, que entraña, inevitablemente, diálogo sin
descartar confrontación cuando hay intereses opuestos
irreconciliables. Entre las instancias para esa apertura y
búsqueda de acuerdos donde sea posible, pocas con tantas condiciones para que sea epicentro de esa política.
Quiero ofrecer apenas dos ejemplos. El de la leyes
de Pesca y de Espacios Acuáticos, que llevó a que
más de mil embarcaciones de la llamada flota de
pargo-mero, de Margarita, tuvieran que paralizar
sus actividades, no en el paro empresarial del 10 de
diciembre, sino hace poco. Más de mil pescadores artesanales que consideran necesarios algunos reajus38
tes para que no terminen lesionados sus intereses. Y
el del sector turismo, que junto a la nueva política
impositiva, la ley correspondiente de la habilitante se
suma a los factores que pueden golpear duramente
esa actividad. ¿Es muy difícil conocer las propuestas
y hacer, si es el caso, algunas concesiones?
La Asamblea Nacional tiene otra deuda con el país,
y me atrevería a decir, con la Constitución Bolivariana
en tanto recibe el mandato de ejercer el control sobre
el Gobierno y la Administración Pública. Pienso que
no ha tenido la diligencia y celeridad para enfrentar
ese monstruo de mil cabezas que es la corrupción.
Ni investigó los casos más recientes de gobiernos
anteriores, ni lo hace con los que se han presentado
y denunciado en estos años, donde aparecen civiles
y militares. Inconcebible que a estas alturas nadie
haya sido sancionado por hechos de corrupción. Ese
flagelo no ha hecho sino extenderse, sin que el Ministerio Público, la Contraloría General, los tribunales y esta Asamblea hayan sido suficientemente activos y diligentes para promover las investigaciones
en profundidad y los juicios respectivos para castigar a los culpables ¿por qué siguen siendo impoten39
tes?, ¿qué impide enfrentarlo con decisión y coraje?
y ¿por qué esta soberana Asamblea Nacional no ha
asumido la vanguardia de ese combate?
Desarrollo de la crisis
Termino mis palabras, ciudadano Presidente, ciudadanos diputados. Lo hago complacido por la oportunidad que ustedes me dieron para decirles cuanto he
dicho. Conscientes de que en la situación que vive el
país, cancelado un ciclo histórico iniciado en octubre de
1945, en una incierta transición cuyo desenlace no está
claro, y donde cada vez es más difícil asumir posiciones
de equilibrio que propicien el diálogo. No sé si estas
palabras mías las ven inscritas en esa búsqueda.
l miércoles 23 se cumplen 50 años del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez. A partir
de hoy publicaremos breves comentarios del desarrollo de ese proceso, iniciado el 1º de enero con el levantamiento militar comandado por el teniente coronel
Hugo Trejo, y que tengo contado en mi libro Días de
enero, de Monte Ávila.
Hoy se desarrollaron dos manifestaciones de signos
opuestos, con un aparente común denominador, celebrar los 44 años del 23 de enero, cada una desde ópticas
distintas, aunque heterogéneas, y que quisiera no sean
irreconciliables. ¿Qué sucederá si además de distintas,
mañana sean opuestas y terminen por enfrentarse?,
¿qué será del país si las posiciones extremas devienen
dominantes?, ¿acaso no nos llevarán a violentos enfrentamientos de impronosticables desarrollos? He dicho.
(Últimas Noticias, 28 de enero de 2008)
E
La insurgencia del 1° en Maracay y en Caracas, fue
dominada en dos días por Pérez Jiménez, y decenas
de oficiales fueron presos, pero a partir de allí se desarrollaron otras acciones conspirativas, movilizaciones de calle y el gobierno entró en crisis. Nada de esto
trascendía a los medios.
El día 10, por ejemplo, un numeroso grupo de intelectuales encabezados por Mariano Picón Salas,
Francisco de Venanzi y Humberto Cuenca, suscribieron un documento contra la dictadura, que circuló
clandestinamente tres días después; por la tarde hubo
una manifestación de protesta en El Silencio, que fue
41
reprimida por la policía y la Guardia Nacional. Entre
tanto, Pérez Jiménez envió al general Llovera Páez a
La Guaira, apoyado por varios tanques, a contener un
brote en el Destructor Zulia, varios de cuyos oficiales
fueron detenidos.
El alto gobierno vivía la crisis iniciada días antes con
la presentación de un memorando presentado por el general Rómulo Fernández, que obligó a Pérez Jiménez
a sacar a su ministro del Interior, Laureano Vallenilla
Lanz, y al jefe de la tenebrosa Seguridad Nacional, Pedro Estrada, y nombró a varios militares en el gabinete.
Un día como hoy, el mayor Gómez Pernía llegó a los
sótanos de Miraflores y le informó al general Briceño
Pacheco, presidente del Consejo de Guerra, que iba en
busca del comandante Hugo Trejo, por órdenes de Pérez Jiménez. Debidamente custodiado, se lo llevaron.
Todos, presos y oficiales de la guardia, creyeron que
lo iban a fusilar.
(Últimas Noticias, 11 de enero de 2008)
42
Conspiración militar
(Recibí emails y llamadas indagando sobre el 1º de
enero. Esa mañana de 1958, Caracas enratonada
fue sorprendida con el sobrevuelo de aviones militares, que dejaron caer algunas bombas en El Conde,
cerca de la Seguridad Nacional. El alzamiento se
hizo un combinación con unidades del Ejército que
comandaba Hugo Trejo, y que por la tarde salieron
del cuartel Urdaneta hacia Maracay. Más detalles,
en Días de enero).
A
l comandante Trejo lo llevaron a un calabozo
del palacio Blanco donde estaban otros oficiales:
Mendoza Méndez, Gilmond Báez, Luis Sucre, Pérez
Méndez y otros 30, para anunciarles en una ceremonia
muy solemne que habían sido retirados del Ejército.
Ese domingo 12 circula el primer manifiesto del
Frente Universitario, que estudiantes del PCV, AD,
URD y Copei habían formado pocos días antes. La
Junta Patriótica que presidía Fabricio Ojeda seguía incansable en sus contactos con sectores profesionales y
empresariales.
43
En la Marina se murmuraba mucho sobre la forma
como habían sido desarmados los destructores Zulia,
Aragua y Nueva Esparta, y detenidos los jefes del Zulia. El coronel José Teófilo Velazco, designado Jefe de la
Seguridad Nacional, anunció que había puesto en libertad a algunos sacerdotes detenidos.
Pérez Jiménez le informa al coronel Romero Villarte,
jefe de la aviación, que el general Rómulo Fernández,
ministro de Defensa, está conspirando, que pretende
sustituirlo. La situación militar sigue inquieta, con
muchos rumores. Son 116 los oficiales que aparecen
en la lista de investigados, entre ellos, los coroneles
Castro León y Fuentes, jefe del Ejército. Pero insisto,
ni como rumores trascienden a la calle estos hechos.
Por la tarde de ese mismo día, Pérez Jiménez se reúne con unos 40 oficiales de la Escuela Militar para
decirles que hay mucha murmuración, les habla de la
estabilidad, y el coronel Pedro José Quevedo, director
de la Escuela Militar, a nombre de todos, le dice que en
el seno de la Escuela se trabajaba incansablemente. La
verdad, era un centro de conspiración que movilizaba
el teniente José Luis Fernández.
(Últimas Noticias, 12 de enero de 2008)
Pérez Jiménez luce más fuerte
E
se lunes 13 de enero de 1958 Pérez Jiménez llama
muy temprano al general Rómulo Fernández, que
está en La Planicie, sede del Ministerio de la Defensa,
para que se presente a Miraflores. En el despacho está
con Luis Felipe Llovera Páez y el general Oscar Mazzei. Cuando llega le ordena entregar su arma y le dice
que no pueden existir dos presidentes, lo encierran en
una salita anexa; poco después el coronel Roberto Casanova lo lleva a La Carlota y salen en un avión hacia
República Dominicana, donde lo dejan solo.
Entretanto, por órdenes de Pérez Jiménez, Llovera
Páez toma La Planicie con varios tanques y detiene al
coronel Pérez Morales y a otros oficiales. Pérez Jiménez reúne un gabinete de emergencia, les informa lo
ocurrido y que ha asumido el Ministerio de la Defensa. A la 1:15 pm hace el anuncio en cadena nacional:
“La paz pública será preservada a todo trance”. Deja
la impresión de que ha dominado la situación y que
está tan fuerte como antes.
45
Son apariencias.
Nombra nuevos ministros: Fernández Morán a Educación, trae a Pérez Vivas de Táchira para Interior, de
donde sorpresivamente saca a Llovera Páez para Comunicaciones. No se entienden estos cambios.
El general Néstor Prato es jefe del Estado Mayor.
Se sabe que Rafael Caldera salió expulsado hacia Nueva York. Pedro Estrada va a Santo Domingo y Laureano
Vallenilla Lanz sigue asilado en la embajada de Brasil.
En la calle comienzan a multiplicarse pequeñas manifestaciones, reparto de propaganda, pintas de paredes. Los estudiantes están muy activos en esas acciones. La salida de Estrada debilita los operativos de la
Seguridad Nacional. En la Guardia Nacional también
se conspira. El teniente coronel Nieto Bastos, director
de la Efofac, se reúne con el mayor Nicolás Tesorero
y otros oficiales.
Más detenciones de oficiales
E
n Villa Zoila, en El Paraíso, el teniente coronel
Víctor Garrido Sutil se reúne con varios oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación (GN)
y les habla de la situación militar, de los rumores,
de los cambios habidos, y en ese momento lo llama
el general Pérez Jiménez para ofrecerle la comandancia de las FAC. Garrido, después de un silencio,
le dice que no. “Aténgase a las consecuencias”, fue
todo cuanto le dijo PJ.
Seguidamente, Garrido Sutil se va a la Comandancia
de la Marina, en el Centro Simón Bolívar, donde encuentra a Wolfgang Larrazábal con el capitán de navío
José Vicente Azopardo, uno de los jefes de la conspiración en la Marina.
Los diarios del día siguiente sólo tienen noticias de
los nombramientos. Ninguno de los otros hechos es
conocido, y los que son, no pueden ser publicados. La
censura sigue férrea.
Les planteó formar una junta de gobierno, propuesta que fue rechazada; no le tenían confianza. Poco
después, Pérez Jiménez lo llama para preguntarle qué
había hecho en la Marina, y Garrido Sutil le dijo que
proponer una junta presidida por PJ; seguidamente
ordenó su prisión y la de otros oficiales de las FAC.
46
47
(Últimas Noticias, 13 de enero de 2008)
La situación militar seguía haciéndose crítica. El jefe
del Ejército, Hugo Fuentes, preso; Raúl Croce Orozco,
jefe de las FAC, preso; el coronel Saúl Guerrero, jefe de
la Aviación, arresto domiciliario, y otros altos oficiales
detenidos. El coronel Carlos Luis Araque, agregado
militar en Lima, fue llamado para que asumiera la comandancia de las FAC.
La inauguración de la Escuela Básica, que estaba programada para el 10, fue diferida para el 14; ese día se
desarrolló entre mucho nerviosismo. Días antes había
sido suspendida una operación relámpago para detener a Pérez Jiménez, tarea cuya dirección compartía el
Br. Héctor Rodríguez Bauza, del FU.
Azopardo se opuso por lo riesgoso.
La Junta Patriótica, formada en junio con Fabricio
Ojeda (URD), Guillermo García Ponce (PCV), Enrique
Aristigueta Gramcko (Copei) y Silvestre Ortiz Bucarán (AD), envió emisarios al interior para organizar
grupos antidictadura.
(Últimas Noticias, 14 de enero de 2008)
48
Agitación en la calle
E
l día 15 el capitán de Navío, José Vicente Azopardo, se reúne en la Comandancia de la Marina con
el teniente Fernández, y convocan una reunión para
esa tarde en la Farmacia Gran Avenida, en Sabana
Grande. Asisten Oscar Centeno, su dueño, Azopardo, Fernández, el teniente coronel Moncada Vidal, los
marinos Andrés de la Rosa y Hernández, y hacen un
balance de fuerzas; Pérez Jiménez cuenta con dos unidades poderosas: los batallones Bolívar y Blindado.
La acción debe ser el 21. Han hecho contacto con Fabricio Ojeda y Rodríguez Bauza para organizar una huelga.
La clave es “Camacaro”.
Adriano González León es uno de los más activos en
la distribución del manifiesto de los intelectuales, tarea
entonces llena de riesgos. Circulan otros documentos
de médicos, ingenieros, profesores y de las mujeres.
“A las 8 pm habla en cadena el nuevo ministro de
Educación, Humberto Fernández Morán. La agitación
de los estudiantes no cesa un solo día”.
49
“Cada vez se incorporan más a las movilizaciones desde la mañana hasta por la noche, y se desplazan hacia
las entradas de algunas fábricas, comedores obreros, en
las Iglesias, repiten las exitosas acciones ´tres minutos´,
al mediodía y al atardecer, y por la noche, a la salida de
los cines. Cada día se hacen más frecuentes los inesperados gritos ´Abajo la dictadura´, ´Libertad´, ´Muera Pérez
Jiménez´. La gente no se va, como antes, cada vez que
veía cualquier señal de protesta contra el gobierno. La
policía es impotente, mantiene rodeados varios liceos.
El ministro llama a los padres a ´que colaboren con las
autoridades para evitar que sus hijos sean víctimas de
los agitadores profesionales, quienes saben crear situaciones de peligro, pero no dan el frente en el momento
decisivo´ e informa que se están revisando expedientes
para dejar en libertad a algunos estudiantes”.
Clausurado el Liceo Andrés Bello. En Miraflores se
sabe de los movimientos de Moncada Vidal y ordenan
su confinamiento y el de Arenas Vegas, a Tucupita, y ordenan la prisión del teniente coronel Merchán López.
(Últimas Noticias, 15 de enero de 2008)
50
Se quema un autobús
E
n los sótanos del batallón de la Guardia Presidencial, ubicado al lado del palacio Blanco, hay decenas de oficiales presos. Pérez Morales, Garrido Sutil,
Rodríguez Landaeta, los mayores Arnal Nuñez, J.I.
Gutiérrez, Albornoz Berti, Vivas Arellano y el “nuevo”
Merchán López; luego están los marinos encabezados
por Morales Luengo, y en otros calabozos, el comandante Hugo Trejo y decenas de sus compañeros. Otros
fueron trasladados ese día 16 a la Cárcel Modelo, donde
hay varios civiles, entre ellos Arturo Uslar Pietri.
En los calabozos de la Seguridad Nacional tienen a
Miguel Ángel Capriles, Godofredo González, y a numerosos estudiantes. Ese día detienen a Miguel Otero
Silva y a Oscar Guaramato. Los calabozos de la Seguridad Nacional y de la Modelo están desbordados.
En las luchas populares, ese día se inscribe porque
debió ser la primera vez que se quema un autobús en
acciones de protesta. Ocurrió cerca de la plaza La Concordia, un grupo de comunistas donde estaban Rafael
51
Elino Martínez, Alejandro Arratia, J.M. Blanco Ponce y
Alejandro Mariño, toma uno de los buses que van hacia
Los Teques, bajan a los pasajeros y le meten fuego.
Los contactos entre militares que conspiraban no cesan, y se establecen los primeros enlaces entre el movimiento militar y el de los civiles, pese a las numerosas
detenciones.
“Esta vez la reunión es solo de marinos. En el apartamento 8 del edificio Atlántida, en la Avenida Principal de Los Caobos, donde se habían visto otras veces
y vivía De La Rosa, estaban Azopardo, Hernández y
el negro Rodríguez Olivares, fueron más precisos con
los planes, y creyeron oportuno hablar con el contralmirante Wolfgang Larrazábal, nuevo Comandante de
la Marina de Guerra. Rodríguez Olivares y Azopardo
fueron comisionados para hablarle e invitarlo a una reunión”.
La Junta Patriótica inicia sus contactos con dirigentes sindicales gráficos y de la Asociación Venezolana de
Periodistas, y con dueños de medios, para organizar la
huelga de la prensa.
(Últimas Noticias, 16 de enero de 2008)
52
Organizar la huelga
E
s sábado 18. De Acarigua, Punto Fijo y Maturín
llegan las primeras noticias de la organización de
reuniones, contactos y acciones de la Junta Patriótica,
que empiezan a organizar grupos en el interior. Todo
se hace con gran lentitud. Los recursos son muy pocos
y no sobra la gente decidida a cumplir estas tareas. Se
trasladan algunos ejemplares de una declaración de la
Junta Patriótica y otros documentos para que sean reproducidos en multígrafos. Hasta la cárcel del Obispo,
en el Oeste de Caracas, y donde están Cayetano Ramírez, Rodolfo J. Cárdenas, Américo Martín y muchos
otros, llegan algunos de esos papeles.
“A las seis de la tarde del sábado 18, están reunidos
en el apartamento 8, del edificio Atlántida, en la avenida La Salle, de Los Caobos. Entre los nuevos oficiales incorporados está el capitán de las FAC Italo Brett,
quien se compromete a contactar al coronel Carlos
Gómez Calcaño. Por su parte, el capitán Rodríguez
Olivares dijo que había tenido una primera conversación con el contralmirante Wolfgang Larrazábal, en
53
quien tenía gran confianza, y le pidió que asistiera a
una de sus reuniones. El doctor Centeno informó que
había hablado con el doctor Pedro Emilio Herrera,
posible miembro de la Junta de Gobierno.
Desde hacía algunos días, ya los jefes de la conspiración hablaban del poder.
Hasta ahora, no había sido tema de examen. El poder no parecía importarles mucho”.
“Insistieron en que se organizara una huelga general. Sería el punto de partida para la acción militar, que
se produciría esa misma noche. Los civiles estuvieron
de acuerdo, pero mostraron las dificultades que había. A través de Juan Ortiz, Centeno pudo reunirse con
Fabricio Ojeda y con Héctor Rodríguez Bauza. Convinieron en que la huelga sería el martes 21, al mediodía. Desde ese mismo momento empezó la actividad
propagandística. Las bateas (multígrafos rústicos, de
fabricación casera), no se daban abasto produciendo
mariposas y volantes. Los teléfonos repicaron desde
entonces con la convocatoria”.
(Últimas Noticias, 18 de enero de 2008)
54
Se organiza la huelga
E
l domingo 18 fue decisivo. Se había convocado
una reunión para discutir la organización y llamamiento a la huelga general que habían acordado los
militares con la Junta Patriótica, y que debía estallar
el 21. El periodista Gustavo Aguirre cuenta que por la
mañana en el estadio nacional, Raúl Landaeta, Horacio Estévez, Rafael Ramero, Florentino Oropeza, John
Muñoz y otros atletas que se preparaban para los Juegos Centroamericanos, comentaban la última declaración de la Junta Patriótica, En el local de la Federación
de Trabajadores de la Industria Gráfica, en La Pastora,
se celebró la reunión. Fabricio Ojeda la presidía, aunque nadie sabía que era de la Junta Patriótica.
José Gil Gutiérrez, presidente de la Fetig, era el principal de los sindicalistas de la industria gráfica. Entre
los periodistas destacaban Arístides Bastidas, Claudio
Cedeño, Andrés Miranda, Rafael Hueck Condado,
Gregorio Barreto, y estaban igualmente algunos dirigentes sindicales, como Américo Chacón, Dagoberto
González, Vicente Piñate, Carlos Sulbarán, Gustavo
55
Lares Ruiz, Douglas Bravo, que representaba a Eloy
Torres. Para la época, el movimiento sindical casi no
existía, y resultaba difícil establecer contactos que garantizaran un paro ese día al mediodía.
En el seno de los dirigentes gráficos había resistencia porque en otra ocasión, cuando fue derrocado Rómulo Gallegos, fracasó un paro y fueron ilegalizados
varios sindicatos. La reunión fue larga. Al final, Ojeda
se refirió al apoyo de los militares, que había unidades decididas a insurgir contra Pérez Jiménez, y que
la huelga era el llamado. Finalmente, se aprobó por
unanimidad, cuando eran las seis de la tarde.
Esa misma noche, hubo reuniones con otros miembros de la Junta Patriótica, y de estos con los militares, y del comité de huelga hacía poco formado,
y comenzó el reparto de propaganda llamando a la
huelga el 21 de enero. Pero también circularon otras
fijando el paro el 22, eran repartidas por agentes de la
Seguridad Nacional.
(Últimas Noticias, 19 de enero de 2008)
56
El paro en la prensa
E
l lunes 19 media Caracas amanece llena de “mariposas”. Miles de ellas, decenas de miles, habían
sido distribuidas desde la noche anterior. La gente
las recogía, las leí, volvía a tirarlas, miraba a uno y
otro lado, se las metía en un bolsillo, seguía caminando. Así era el miedo, iba, venía, hasta que se fue
perdiendo.
Hay tensión en la calle, y agitación en algunos
barrios.
La SN vigila la Universidad Central y casi todos los
liceos.
En las urbanizaciones populares 2 de diciembre,
Propatria, Casalta, se han ubicado tanques y carros de
asalto.
A las 10 am se reúne la Junta Patriótica en San Martín: Fabricio, Ortiz Bucarán, Aristigueta Gramko, García Ponce. Están en la fase final de los preparativos
para que la huelga sea un éxito.
57
El padre Hernández Chapellín, el día 20, se ocupa
personalmente de organizar el paro en el diario La Religión, escondió la lista de todos los empleados con sus
direcciones, y ordenó retirar de la rotativa una pieza
que la inmovilizaba, y a las cinco de la tarde se fue a
La Pastora. Acababa de salir cuando se hizo presente
una comisión de la Seguridad Nacional, con el propósito de abortar el paro. Se resuelve adelantarlo. Se
corre la voz a los talleres, se destruyen bandejas de
material de relleno, todos los originales del día. No
queda nadie en los periódicos. En Maracaibo ha fallado la misión enviada.
Castro, del Comité Cívico Militar. Ratifican que el alzamiento se producirá mañana, el 21, a medianoche
y que la señal será un avión que sobrevuele Caracas
y el Litoral.
(Últimas Noticias, 20 de enero de 2008)
Entre tanto, al apartamento del capitán de Navío
Andrés de La Rosa, en Los Caobos, llegaron otros
jefes de la conspiración para una reunión definitiva.
Ocho de la noche. Por la Marina, que era la fuerza
más comprometida, estaban Azopardo, De la Rosa,
Miguel Hernández y Carbonell; por el Ejército, los
capitanes Félix Párraga Núñez, Rodríguez Corro y
Leal Morales, y los tenientes Fernández, Acosta Bello y Marín Granadillo, todos de la Escuela Militar;
un mayor de la Guardia Nacional, que se incorporaba al movimiento (3), y los civiles Centeno y Raúl
58
59
Caracas protesta
L
a gente sorprendida porque no hay prensa. Los
puestos cerrados.
El gobierno trajo de Maracaibo unos miles de ejemplares de Panorama y Diario de Occidente y los repartió
en El Silencio. Durante toda la mañana se activan los
preparativos del paro. Los militares después de timar
medidas sobre el plan de acción, “pasan a considerar
la formación de la Junta de Gobierno, fácilmente se
ponen de acuerdo en que esté integrada por un militar,
Larrazábal, quien la presidirá y dos civiles: Manuel R.
Egaña y Pedro Emilio Herrera, quienes son consultados, y aceptan.
Todo estaba en silencio en La Planicie, cuando a las
once repicó el 420304 de la mesa, de parte del Estado
Mayor General, el cabo Ramírez levantó la bocina y
repitió la respuesta aprendida, “Estado Mayor, a la
orden”, escuchó y colgó sin decir nada, y a un compañero de guardia: “¡Esta coño si tiene bolas!, y que
nos sumemos a una huelga”.
61
Al mediodía se desencadena la protesta en la plaza
Miranda y otras áreas de la ciudad.
Suenan las campanas de varias iglesias y el corneteo
se generaliza. Los grupos colocados en sitios estratégicos empiezan a gritar contra la dictadura y lanzar
panfletos. La policía estaba expectante, comienza a
repelerlos, primero a rolazos después con bombas lacrimógenas y peinillas, y, por la tarde, cuando encuentran resistencia, con disparos.
el Centro Simón Bolívar, donde está la comandancia
de la Marina. A las 2 p.m. lo vence el sueño. Amanecerá y veremos.
(Últimas Noticias, 21 de enero de 2008)
Al caer la tarde, hay centenares de presos en la Seguridad Nacional y otras cárceles.
Por radio, en cadena, se anuncia el decreto de toque
de queda. Nadie puede transitar sin salvoconducto.
En un comunicado oficial que se repite toda la noche,
se informa de “saqueos en algunos comercios”, y que
en Los Teques, Valencia, Pueblo Nuevo, Punto Fijo,
Valera, Valle de la Pascua y Maturín, “ocurrieron disturbios de menor cuantía”. Mucha gente lo escuchaba y sabía que algo se ocultaba.
Los conspiradores civiles y militares quedan a la espera del avión que sobrevolará. Larrazábal lo hace en
62
63
Pérez Jiménez se queda solo
L
a mañana del 22 estaba Caracas un tanto desolada. No había mayor actividad. Apenas algunos
vehículos transitaban. Conspiradores y revolucionarios trasnochados esperando el vuelo clave. De Puerto
Cabello llega el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, hace contacto con la Marina, y les dice que casi
todos en la base naval estaban sublevados, y regresó
con instrucciones precisas. Fabricio Ojeda se reúne en
La Campiña con Amílcar Gómez, y poco después con
García Ponce, para evaluar la situación. Había pocas
fuerzas para reanudar la lucha del día anterior, que
había dejado más de 50 muertos, centenares de heridos y de presos.
Pérez Jiménez divisa la ciudad con binoculares, no
puede percibir algunas acciones populares de protesta,
y recibe informes de la situación militar. En la Guardia
Nacional deciden reforzar con un batallón a la Escuela
Militar. Se comenta que el coronel Medina Sánchez,
jefe del batallón Bolívar, espera órdenes para atacarla.
El general Prato, jefe del estado mayor, le dice que la
65
situación es difícil. Si lo sabrá él, que acaba de hablar
con Larrazábal y le dijo que la Marina estaba alzada, y
que el coronel Quevedo, director de la Escuela Militar,
le dice lo mismo.
con su familia y algunos colaboradores, y desde La
Carlota despegó “La Vaca Sagrada” con destino a República Dominicana.
(Últimas Noticias, 22 de enero de 2008)
“En mi primera conversación con Pérez Jiménez en
su residencia en La Moraleja (noviembre 1995), le pregunté cuándo se dio cuenta de que debía irse, y me
respondió: ´Cuando veo que la Aviación había sido
comprometida con el movimiento, y de continuar tenía que ser duro, los consejos de guerra hubiesen eliminado a muchos oficiales. Decidí irme y ordené preparar el avión. Si me quedo, hubiese tenido que fusilar
a muchos´.
Le dije que el Ejército, la fuerza fundamental de la
cual era líder, estaba en su contra: —Y también estaba
la Marina. En las Fuerzas Armadas había una situación
de descomposición, porque yo, ocupado como estaba
en la conducción del país, no podía dedicarme a las
Fuerzas Armadas y las dejé en gente no muy hábil”.
En la madrugada llamó a Azopardo para decirle que
había decidido irse, y que dieran instrucciones para
que no fuese interceptado, y así sucedió. Pudo salir
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67
El día de gloria
E
n la madrugada, apenas salió el avión con Pérez
Jiménez, Wolfang Larrazábal, el capitán de navío
Miguel Rodríguez y otros oficiales llegan a Miraflores, donde los esperaba el teniente Raúl Hernández W.
Van a formar gobierno. Desde el Ministerio de la Defensa sale a palacio otro grupo de oficiales, vinculados
a Pérez Jiménez, con el mismo propósito. Así, entre
todos, forman la junta de gobierno: Larrazábal, Pedro
J. Quevedo, de la Escuela Militar; Carlos Luis Araque,
de la Guardia Nacional; Roberto Casanova, del Ejército; y Romero Villarte, de la Aviación.
Entre tanto, Fabricio Ojeda y Amílcar Gómez se van
a Radio Caracas Radio, Fabricio habla como presidente de la Junta Patriótica, anuncia el derrocamiento de
la dictadura y pide al pueblo que salga a la calle, lo
que en efecto comienza a ocurrir. Después se reúne
con García Ponce.
69
Ríos de gente bajan esa madrugada y esa mañana
desde los barrios hasta El Silencio, a la Universidad,
a Miraflores.
doctor Edgar Sanabria, designado secretario, aporta
varios. Julio De Armas es propuesto por los estudiantes. Virgilio Torrealba Silva, para MRI.
A palacio entran numerosas personas. Se ordena la
libertad de los militares presos en sus calabozos y en
los del palacio Blanco. También salen los de las cárceles de El Obispo y de la Modelo, así como de la Seguridad Nacional. Centenares de presos liberados. Algunos espías de la SN que tratan de confundirse entre
los presos, son descubiertos y linchados allí, cerca de
la plaza Morelos.
Castro León para Defensa. Entre tanto, los presos políticos de las cárceles del interior, como la de Ciudad
Bolívar, van saliendo poco a poco, mientras se movilizan en el interior con manifestaciones de regocijo en
todas partes. Pero el 23 de enero no ha terminado.
(Últimas Noticias, 23 de enero de 2008)
Cerca del mediodía circulan las primeras ediciones
extras. La de Últimas Noticias con un gran titular: “Derrocada la Tiranía”; el de La Religión: “Gloria al bravo
pueblo”. Entre tanto, en palacio se expresan las primeras divergencias.
Los militares conspiradores, con Azopardo a la cabeza, así como algunos civiles entre quienes destaca el
doctor Oscar Centeno, protestan contra la junta, y presentan sus candidatos. En la calle, comienza a correr la
consigna pidiendo civiles en la Junta. Era lo más avanzado. Comienzan a sonar nombres para el gabinete. El
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Civiles a la Junta
E
n la madrugada están reunidos numerosos oficiales
en el auditorio de la Escuela Militar, y después del
amanecer sale una comisión hacia Miraflores, van a protestar por la inclusión de Casanova y Romero Villarte en
la Junta, coincidiendo con las tímidas consignas que con
esa orientación estaban en la calle, pidiendo “civiles a la
Junta”. La comisión es recibida en palacio, hay una discusión interna y, finalmente, acuerdan que esos dos oficiales salgan y en poco tiempo acuerdan reemplazarlos
por los empresarios Eugenio Mendoza y Blas Lamberte,
y así lo anuncian al país.
Letreros “Los saqueadores son enemigos del pueblo”,
en telas y pancartas, y se ven en varias partes de Caracas. Es una manera de frenar la acción popular, que en
momentos como estos tiene esas expresiones.
Mi libro Días de enero. Cómo fue derrocado Pérez Jiménez, editado por Monte Ávila, termina así: “Como se
desprende de nuestra investigación, en enero pueden
observarse varios movimientos militares, que existían
sin conocimiento uno del otro, en las cuatro fuerzas y,
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en algún momento, los dos más importantes que tenían
sus centros de comando en la Marina y en la Escuela Militar, logran unirse y coordinar su acción. Pero el desmoronamiento del régimen marchaba a pasos acelerados,
y cada día se sumaban más oficiales. Dos días antes de
la caída del régimen, Larrazábal, que acaba de aceptar
la dirección del movimiento, entra en contacto con los
comandantes del Ejército y de la Aviación. La suerte de
Pérez Jiménez está decidida”.
“A la hora de la formación de gobierno es de tal magnitud ese movimiento que tanto su real dirección militar como la civil, fueron desbordadas, entre otras razones, porque ni uno ni otro tenían real noción del poder
ni era su objetivo conquistarlo. No tuvieron acceso a
los altos niveles del gobierno ni presionaron para alcanzarlo. Ninguno de los militares que conspiró desde
fines de 1957, ni los integrantes de la Junta Patriótica,
para simbolizar en ellos el movimiento civil, aspiraron
a formar parte de la Junta ni del Consejo de Ministros.
Fueron suplantados por la alta jerarquía militar y por el
poder económico, que condujeron, con el impulso del
movimiento popular, el rescate de la democracia y de
las libertades”.
(Últimas Noticias, 24 de enero de 2008)
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51 años del 23 de enero
H
oy se cumplen 51 años del derrocamiento de la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Durante varios años, y en particular desde 1952,
cuando desconoció las elecciones, Pérez Jiménez gobernó sin ningún tipo de libertades. En primer lugar,
cercenó la libertad de expresión, estableció una oficina
de censura, no era posible la más mínima discrepancia o insignificante crítica, no importaba la jerarquía
del funcionario. Tan severa fue la censura que no se
podía informar nada, absolutamente nada, contrario
a la dictadura.
Naturalmente, no había actividad de los partidos
políticos. Todos los de la oposición estaban ilegalizados (AD y el PCV) o, sencillamente, no se les permitía ninguna actividad (URD y Copei). Algo parecido
ocurría con el movimiento sindical; la mayoría de los
sindicatos fueron puestos al margen de la ley, comenzando por los petroleros. Muchos dirigentes fueron
presos o exiliados.
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No existía actividad estudiantil en las universidades y liceos. Desaparecieron los centros de estudiantes. No se podía hacer ninguna propaganda en esos
institutos.
Esa situación se prolongó por años, hasta el grado
de que el 21 de noviembre de 1957 hubo una protesta
dentro de la Universidad Central de Venezuela (UCV)
organizada por las juventudes clandestinas de AD y
del PCV. Las otras no existían. Esa actividad fue disuelta, pero no salió ni una breve noticia en la prensa
ni en otros medios.
Por supuesto, ni pensar en manifestaciones de calle. La última fue en marzo de 1954, cuando se reunió
en Caracas la OEA para dar luz verde a la invasión
a Guatemala. Fue disuelta a tiros. Ahí en El Silencio
cayó muerto el militante comunista Félix Castillo.
El sector empresarial tuvo las mejores relaciones con
la dictadura; anualmente organizaba la Cena de la Fraternidad, hasta que en 1957 se hizo difícil la situación
económica y el Gobierno dejó de pagarles las deudas
que tenía. Se acercaba la transición. La Constitución decía que había que elegir un Presidente. Ni pensar en
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candidatos de oposición. El Gobierno decidió que se hiciera un plebiscito, acudió muy poca gente y anunciaron que la mayoría quería que la dictadura continuara.
En el Ejército se conspiraba, y en la clandestinidad
se fundó la Junta Patriótica, con Fabricio Ojeda como
presidente y Guillermo García Ponce, Silvestre Ortiz
Bucarán y Enrique Aristiguieta Gramcko representaban a URD, PCV, AD y Copei, respectivamente.
En esas condiciones se organizó una huelga y las movilizaciones de protesta, iniciadas el 21 de enero, continuaron el 22 y Pérez Jiménez huyó a República Dominicana en la madrugada del 23 de enero de 1958.
El movimiento popular y unitario se perdió porque
los miembros de la Junta Patriótica no entraron al gobierno y, gradualmente, comenzó el Pacto de Puntofijo
y la alternabilidad de adecos y copeyanos.
(Últimas Noticias, 23 de enero de 2009)
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Índice
Nota de presentación
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Discurso del 44 aniversario del 23 de Enero de 1958
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Desarrollo de la crisis
41
Conspiración militar
43
Pérez Jiménez luce más fuerte
45
Más detenciones de oficiales
47
Agitación en la calle
49
Se quema un autobús
51
Organizar la huelga
53
Se organiza la huelga
55
El paro en la prensa
57
Caracas protesta
61
Pérez Jiménez se queda solo
65
El día de gloria
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Civiles a la Junta
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51 años del 23 de Enero
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Impreso en marzo de 2009,
en los talleres gráficos
de la Imprenta Nacional y Gaceta Oficial.
Caracas.
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