3° actividad escrita y 4° tarea del curso de Pedagogía 2 Prof. Clara Nuñez. 1.Los aspectos pedagógicos que se abordan en la lectura abordan desde el banco fijo y la mesa colectiva como elementos símbolos de la pedagogía tradicional y la nueva enseñanza; la influencia del naturalismo de Rousseau, la practicidad de la educación (promulgada por Varela) y por otro lado, la racionalidad de la educación (promulgada por Berra). Se encuentran también aspectos con respecto a la educación individualista (el ideal del aislamiento “pedagogía de la quietud”), la variación en los métodos educativos, la “higiene escolar” y, por otro lado, los principios de la pedagogía moderna y la arbitrariedad de la cultura escolar. 2.Cuando el autor aborda la escuela tradicional, menciona dentro de sus características el hecho de que los niños, sean cuantos sean dentro de un salón de clase, debían estar cada cual por su lado. Se mantenía un ideal de aislamiento en donde todo se enlazaba también con premios de estímulo, las competencias del mayor rendimiento personal, “los puntos” e inclusive la posición de clase. Con esto, tradicionalmente, se sugiere a que el proceso de enseñanza debería de ir de la mano únicamente de un esfuerzo propio y personal que realiza el educando mientras se presenta a estudiar sentado en su banco fijo y prestando atención a aquello que el educador plantea; se ve entonces una doctrina en donde tanto los métodos utilizados como el mobiliario responden ahora a un mismo fin. 3. A medida que se aborda en la lectura sobre lo que el autor llama “pedagogía de la quietud” parece inevitable la necesidad de poder enlazarlo al autor Foucault y su obra “Vigilar y castigar” En la primera parte del capítulo “Los cuerpos dóciles” habla de la distribución de los cuerpos, es decir, de los individuos, en el espacio; cómo los alumnos están ubicados en el aula, con el fin de ser controlados y moldeados, utilizando entonces una comparación entre alumnos y empleados de una fábrica llegaba a la misma conclusión: en silencio, separados y controlados, su producción aumenta. Sería más sencillo dar una clase si los alumnos se encuentran en orden y sin interactuar entre ellos, más aun teniendo en cuenta que el método utilizado continuaría siendo el memorístico. Ante esta situación, y este tipo específico de pedagogía, la interacción entre estudiantes, el trabajo en equipo y su cercanía son contraproducentes, y así lo expresa Julio Castro cuando utiliza las palabras “perturbación” y “anarquía” abordando el tema de la cooperación ilícita y la realización mutua, añadiendo seguidamente que “los niños [...] debían estar solos, cada cual por su lado.” Y solo de ese modo se lograrían dos cosas, la primera favorecía al control de la asistencia por parte del educador, ya que en las clases muy numerosas era difícil saber quién faltaba, por ende, al tener cada alumno en su lugar dentro del aula, facilitaba la tarea de identificar quién faltaba (una manera de controlar y dar forma a esos cuerpos dóciles) y lo otro, aseguraba el aprendizaje. A estos criterios –todo se enlaza- respondieron los premios de estímulo, los “puntos”, las competencias del mayor rendimiento personal, la “posición de clase”, el sentido de dosificación cuantitativa de la enseñanza de los programas y del contralor de la misma. Se lo puede analizar a su vez, desde el punto de vista de Foucault cuando este definía la disciplina como una técnica y un proceso constante de lucha por generar y fabricar nuevos individuos para la sociedad, y enderezar conductas para la supervivencia; son los llamados “medios del buen encauzamiento”, específicamente, a cómo la pedagogía tradicional se transforma en una máquina generadora de ciudadanos “encauzados”, “obedientes” ya que para él, el poder produce una realidad, obtiene conocimiento del individuo y, al mismo tiempo, produce un determinado tipo de individuo. Es prudente destacar, y tal como se afirma en la obra de Castro que “La disciplina de la inmovilidad no nació por un concepto militar del orden; tiene, como el actual criterio de la disciplina escolar, su fundamentación doctrinaria.” (pág. 84) Estas instituciones no solo eliminaban la oportunidad de transgresión, sino que constituían un entorno en el que la conducta de los individuos podía ser corregida y regulada, y sobre todo, permitía mantenerlos vigilados y controlados. Los mecanismos mediante los que se ejerce el poder, la “tecnología del poder”, se convirtió en una parte integrante de la sociedad. Estos métodos, elementos, son minuciosos y constantes, discretos e invisibles, constituyen una microfísica del poder que privilegia los castigos del orden del ejercicio, pues de esta forma logra obtener cuerpos dóciles y normalizados. Dentro de ellos encontramos el sistema de punto o notas, (elementos intercambiables, diría Foucault) El problema del examen tradicional es su enfoque calificatorio, dentro de una lógica prescriptiva del conocimiento, así bien las calificaciones hacen que el estudiante tenga un premio por seguir las normas, convirtiéndose de forma automática en un ejemplo a seguir para el resto, lo que lo llevará a tener cierto poder sobre sus compañeros. Castro lo expone cuando habla de “puntos”, las competencias del mayor rendimiento personal y de la “posición en la clase” mencionados anteriormente. En síntesis, ambos autores expresan que, para poder modelar, controlar y formar sujetos que sirvan para los propósitos del Estado, es debidamente necesario mantenerlos segregados, compitiendo, premiando a las conductas que se consideran aceptables y rechazando a las que no. “A la luz del criterio pedagógico, este sistema es muy amplio y general, en la cual doctrina, método, mensaje y mobiliario, respondieron a un mismo fin.” (pág.74) Y así es como las distribuciones dentro de un aula están pensadas únicamente para la comodidad del sistema al que responden. Además, y se concluye de esta forma el análisis, para llevar a cabo todo este “poder disciplinario” se instaló una modalidad mobiliaria que perdura en la mayoría de los centros educativos hasta el día de hoy. 4. En este punto plantearé una cita que llamó mucho mi atención leyendo la obra “Cuaderno de Historia 12” en su presentación comienza diciendo que “el hombre se define por su memoria, la que está ligada a la memoria colectiva. La memoria se halla indisolublemente unida a la identidad, de manera que las dos se sustentan mutuamente.” (pág.11) Actualmente, con las nuevas modalidades, la pedagogía no estaría teniendo otra escapatoria más que la de transformarse y adaptarse entonces a las nuevas realidades de la sociedad; las instituciones educativas deberían asumir con mucha más responsabilidad y conciencia el hecho de que ahora los alumnos se sienten parte de todo eso que forma la institución y ese sentido de pertenencia tendría que ser el generador de todo tipo de nuevos conocimientos y experiencias, no un modo de ejercer control, ni de moldear. Lo correcto sería poder abordar a un nuevo tipo de sistema educativo en donde se tengan en cuenta las memorias colectivas de quienes se están formando allí, como un impulso que los lleve por el camino a encontrar su identidad. Foucault, M. Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión. Siglo Veintiuno Editores. 13ª edición; febrero, 2015. Castro, Julio. El banco fijo y la mesa colectiva. Vieja y nueva educación. 4ª edición; Montevideo, Uruguay. 2007