Subido por Córtex de Lastarria

Sistemas socioeconómicos actuales 1

Anuncio
Diego H. Dávila Huerta
Sistemas socioeconómicos actuales 1
Durante la década de 1980 y principios de los años 90, los países latinoamericanos
experimentaron transformaciones político-sociales en las que los gobiernos
autoritarios de tipo institucional se vieron en la necesidad de dar paso a formas de
gobierno cívico-democráticas de corte occidentalizado. Debido a que el paso a
gobiernos democráticos afectó también a los grupos sociales movilizados, hay que
destacar el contexto de crisis económica y política en el que se desarrollaron las
transiciones, debido a que con el cambio de paradigma, los antiguos problemas que
afectaban la política latinoamericana se vieron intensificados. El reacomodo de las
relaciones políticas en América Latina resultaron en el fortalecimiento de los
proyectos políticos de derecha y la necesidad de articular nuevos referentes
culturales desde la izquierda.
El sociólogo chileno, Manuel Antonio Garretón (1997), propone un análisis de
la transformación del paradigma autoritario basado en el propio origen de la
dominación autoritaria que había sustituido a los regímenes de corte “nacionalpopular”. En su ponencia de 1995, Garretón propuso que la dominación militar
institucionalizada fue el eje del proyecto “fundacional de recomposición capitalista”,
en el cual los gobiernos militares implementaron medidas encargadas de
desmantelar a los sectores sociales movilizados por la matriz nacional-popular o
insurreccionalmente. Es de suma importancia el trabajo de Garretón, pues no se
enfoca en un estudio de caso, sino que plantea alusiones de tipo ideal que sirven
para ilustrar situaciones históricas con concretas.
Los regímenes burocrático-autoritarios que caracterizaron la práctica política
latinoamericana durante la segunda mitad del siglo XX fueron incapaces de
establecerse como sistemas políticos legítimos y permanentes, por lo que tuvieron
que negociar medidas que implicaran algún tipo de innovación democrática. Pese a
que las transiciones políticas no involucraron un derrocamiento o derrota militar
interna de las dictaduras, la capitulación política de dichos regímenes sirvió como
vehículo para un proceso de “transformación del tipo societal latinoamericano”. En
la interpretación de Garretón, el cambio de paradigma sirvió para llevar a buen
término las “tareas” de reconstrucción de modelos de desarrollo que transformaran
las relaciones entre Estado y economía. La democratización también sirvió para
imponer un modelo de modernidad que combinara transnacionalización e identidad,
para lo cual resultaba imperativo establecer sistemas políticos estables. Las
llamadas transiciones democráticas implicaron la redefinición y desaparición de
actores sociales y políticos “clásicos”, por lo que deben ser entendidas como
fenómenos “polivalentes” (Op cit.: 6-8).
Manuel Garretón se refiere a tres tipos principales de transición política, o
democratización, que tuvieron lugar en América Latina: las de tipo fundacional, que
tuvieron lugar en contextos de guerra civil o derrocamiento de dictaduras
patrimonialistas de larga data, como en el caso de los países centroamericanos. En
este tipo de democratizaciones las sociedades vivieron la experiencia de formar un
gobierno distinto a la dictadura militar (Ibídem: 3).
El segundo tipo de democratización se refiere a aquellos países en los que
los regímenes “burocrático-autoritarios” en crisis dieron lugar a una transición del
gobierno militar al gobierno civil. En estos casos están ausentes los modelos
revolucionarios, pero puede apreciarse algún tipo de ruptura debido a procesos de
movilización social y política. Este caso es ejemplificado por los países del Cono
Sur como Paraguay y Bolivia. Finalmente, Garretón (Ídem) hace referencia a los
procesos de “profundización” democrática, que dieron lugar a la extensión de las
prácticas democráticas junto con la incorporación de sectores excluidos del “juego
político”, en este caso sobresalen los casos de Colombia y México, donde tuvieron
lugar alteraciones al interior de las élites dominantes.
Garretón (1997: 9-12) complementa su explicación afirmando que muchos
de los casos de democratización en América Latina dieron origen a “regímenes
democráticos incompletos”, debido a que la descomposición de la matriz autoritaria
no implicó la generación de una nueva matriz socio-política. A esto se le suma la
persistencia de antiguos elementos que buscan recrear las prácticas políticas
predecesoras. El autor advierte sobre la continua existencia de
“enclaves” de
prácticas autoritarias que coexisten con el entramado institucional democrático: Las
de tipo institucional, que subyace en las leyes o constituciones recuperadas con la
transición. En segundo lugar, existen los problemas de verdad y justicia, que en el
ámbito ético-simbólico crean bajas expectativas respecto al sistema político. El tema
de la justicia retributiva es especialmente delicado, debido a que su discusión ponía
en riesgo el éxito de los procesos de transición, por lo que en la mayor parte de los
casos fue aplazada en favor de la estabilidad política (Gutiérrez, Martínez y Rincón
2012: 103). Finalmente se señalan los casos de núcleos civiles y militares renuentes
a “jugar el juego democrático”. En el caso de las fundaciones y extensiones
democráticas, Garretón indica la existencia del conjunto de hábitos y estilos de
gobierno de las élites políticas que atentan o subvierten las reglas de la democracia.
Entrando propiamente al tema de las democratizaciones, el politólogo
argentino Hugo C. Mansilla (2002: 513-514) se refiere a la insuficiencia de las
teorías de la transición que se basan en las características institucionalistas y
procedimentales, debido a que descuidaron el “país real” dándole excesiva
importancia al “país legal”. Sus reflexiones ponen a la luz las limitaciones de la
puesta en marcha de sistemas democráticos de masas, principalmente debido al
carácter procedimental de la democracia que ocupó el lugar de los gobiernos
autoritarios. El artículo, publicado en 2002, critica fenómenos acarreados por la
creencia en “la bondad intrínseca de la democracia y la modernización”, y la
imposición ideológica de que los cambios institucionales, en conjunción con la
instauración de una economía de mercado global serían factores que bastarían
para conseguir el bienestar colectivo. Esta percepción distorsionada de las prácticas
políticas no contempló hechos como la apatía de las masas y la irresponsabilidad
de las élites en el poder político, cuya calidad intelectual y ética se redujo a su
habilidad para venderse como los actores indicados en el momento adecuado (Op
cit.: 517-518). Es perceptible la desilusión de parte de los gobernados hacia los
aspectos tecnocráticos de la democracia así como la desvinculación entre
economía liberal y democracia pluralista, misma que ocurre en un clima sociocultural de desvalorización de la política (Ibídem: 520).
Mansilla indica que las teorías institucionalistas de la transición no son
críticas con el bagaje conceptual que acarrean, siendo que la democracia
representativa es considerada como un horizonte a alcanzar, y es establecida como
meta obligatoria de la evolución histórica. Esta percepción acrítica de la democracia
termina confundiendo medios y fines, y está basada en concepciones etnocéntricas
creadas respecto a la construcción de una opinión pública amplia, así como en
idealizaciones respecto al papel de los medios de comunicación. A la larga las
interpretaciones institucionales del cambio político desestiman el bienestar de la
población y sus posibilidades coartadas por factores dados en la realidad históricocultural de cada sociedad. En este sentido, Mansilla (2002: 515-516) advierte de la
convivencia
de
“edificios
institucionales”
con
formas
político-culturales
“premodernas, particularistas y hasta irracionales”. Aquí puede establecerse una
conexión con la idea de los “enclaves autoritarios” propuesta por Manuel Garretón,
y al mismo tiempo puede afirmarse que la raíz autoritaria del poder político no se
desvaneció con el cambio de paradigma político. Ejemplo de ello es la hipertrofia
del poder presidencial, que después de las democratizaciones quedó con el poder
de suspender las garantías individuales al decretar estado de sitio y la facultad de
gobernar por decreto (Conaghan y Malloy 1997: 877).
El vínculo entre economía de mercado y los gobiernos democráticos que
ocuparon el poder durante la década de los 90 tiene su origen en el deseo de las
élites económicas de integrarse de lleno en el mercado global. El caso chileno es
sobresaliente por el hecho de que el cambio de modelo económico y sus “costos”
fueron realizados bajo el régimen militar (Garretón 1997: 9). En el caso de otros
países andinos (Perú, Ecuador y Bolivia), las transiciones democráticas fueron
resultado del papel secundario de los empresarios al interior de los pactos cívicomilitares. En los países andinos (y en general en los países latinoamericanos) las
transiciones políticas se vieron marcadas por “programas ortodoxos de
estabilización y de reestructuración económica” que buscaban ampliar el campo de
toma de decisiones de los empresarios frente a la volatilidad y arbitrariedad de los
militares. Conaghan y Malloy (1997: 867-872) sugieren que la búsqueda de
democratización tuvo que ver con la competitividad entre la industria estatal y los
intereses del sector privado. Siguiendo esta interpretación, puede concluirse que los
procesos de democratización estuvieron basados en un nuevo pacto político-social,
que revalidaba el papel de los empresarios en la toma de decisiones políticoeconómicas. Y que, en vez de generar una innovación política, las transiciones
echaron mano de la restauración del poder presidencial para promulgar leyes
económicas, aprovechándose del contexto de crisis,
cuyo manejo chocaba
frontalmente con las posibles soluciones a los antiguos problemas de
representatividad y legitimidad. Cabe decir que aparte de los estragos económicos,
es creciente el desencanto derivado de la “presunta complejidad derivada de la
globalización” (Mansilla 2002: 515). Esto se debe a que las implicaciones culturales
del mercado global incluyen un proceso de “desterritorialización”, haciendo que los
discursos de pertenencia a un proyecto de Estado-Nación adquieran un carácter
efímero y provisorio en favor de la “administración de lo diverso” (Hopenhayn 1995:
20-24). Martin Hopenhayn (1995) sugiere una serie de imágenes límites para
entender la atmósfera del mundo contemporáneo, considerando los cambios
culturales producidos por el avance de la tecnología y la cultura del individualismo
que supone el consumo como factor de integración social.
Y he aquí un punto nodal respecto a las transiciones políticas
latinoamericanas: el contexto mundial en que ocurren se caracteriza por el choque
de identidades colectivas e individuales y la reconfiguración del papel del Estado
en su relación con el mercado. Debe señalarse el papel educativo y político que tuvo
la formación de cuadros ideológicos en las cúpulas de poder político, al crear
comunidades de actores con una identidad generacional diferenciada por el
entendimiento de los nuevos “códigos” de control político (Rousseau: 2010, 256257). Estos círculos de actores, concentrados en torno a la figura presidencial se
distinguen hasta ahora por ser asesores con experiencia laboral en el sector
privado, desvinculados de la estructura partidaria, y cercanos a consultores de
instituciones extranjeras como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
(Conaghan y Malloy 877).
Cabe resaltar las obras de “ingeniería social” destinadas a la integración “sin
masas” desarrolladas durante el gobierno de Fujimori en Perú, así como el caso del
sindicalismo brasileño. En estos ejemplos puede verse un proyecto de integración
social o de recomposición de actores políticos, transformando la confrontación con
el poder económico y convirtiendo a la clase trabajadora en “empresarios”, socios
del proyecto político. La finalidad de la incorporación de estos actores fue la de
facilitar la implementación de las políticas de recorte salarial, privatizaciones, la
supresión del derecho a la estabilidad en el empleo y otros atentados contra el
mundo del trabajo. La movilización masiva de la clase trabajadora en favor del
proyecto neoliberal brasileño sólo fue posible a partir de la transformación de la
mentalidad de los trabajadores (Vieira 2009). El caso peruano es similar al caso
brasileño en el hecho de que la plataforma de gobierno de Alberto Fujimori buscó
crear una opinión favorable respecto a la pequeña empresa y la búsqueda de
mejoras económicas en vez de derechos laborales. La obra de ingeniería social
ejemplifica la respuesta política ante lo que Julio Cotler (1997: 323) denomina
“desborde popular”, al encontrar puntos de convergencia ideológica entre el modelo
económico neoliberal y los sectores “informales”, confiriendo gran importancia al
esfuerzo personal.
Los intentos de concentración e integración de amplios sectores sociales
muestran, en parte el ablandamiento ideológico de los partidos políticos
tradicionales en favor de
cambios pragmáticos para alcanzar el poder. La
modificación de la matriz ideológica de los diversos actores del juego político
involucró una revitalización de los conceptos de democracia y libertad (Lungo 2008;
Pérez Baltodano 2009). Sin embargo también es muestra de la poca estabilidad de
los sistemas de representación política en la actualidad. Esto se debe a que las
reformas de mercado impuestas a partir de las democratizaciones provocaron un
alineamiento programático e ideológico de los partidos políticos (Roberts 2013) La
problemática de los aparatos partidistas latinoamericanos radica en que los partidos
polítcos se convirtieron en vehículos para las campañas presidenciales,
abandonando su función programática tradicional (Conaghan y Malloy 1997:
875).Los aparatos de representación partidaria en Latinoamérica se encuentran
debilitados no
sólo debido a la ambigüedad de su dirigencia y funciones
programáticas contingentes, sino por el fracaso en la integración de la población
indígena (Roberts 2013: 167) al igual que por su fracaso en la comprensión de
problemáticas de género e identidad sexual.
Los movimientos sociales, por su parte, se ven afectados debido a la pérdida
del horizonte revolucionario y la pérdida de centralidad histórica de la lucha de
clases y la noción de un “Gran Proyecto” de cambio global (Hopenhayn 1995: 1722). Como
consecuencia, la acción colectiva presenta un viraje hacia un
“movimiento democrático centralizado” orientado no hacia un cambio social radical,
sino hacia el cambio de régimen y el mantenimiento de las condiciones de
democratización (Garretón 1997: 12). La pérdida de un proyecto global de
transformación deja a la movilización popular sin un principio central de proyección;
con las transiciones a la democracia los movimientos sociales subordinaron
demandas particulares ante las metas políticas provocando que, en palabras de
Martin Hopenhayn (1995: 19), las estrategias pasaran de ser no sólo el medio para
alcanzar un “fin glorioso”, sino que se convirtieran en el fin mismo.
Pese a que las estructuras tradicionales destinadas al cambio político se
encuentran en franca crisis, es necesario reconocer las estrategias de los activistas
pertenecientes a grupos excluidos del reconocimiento político, que persiguen la
representación política de sus grupos fuera de los estamentos tradicionales como
los partidos políticos y los frentes revolucionarios. Un ejemplo es la transformación
y reconstrucción de las prácticas políticas de los militantes del Frente Sandinista de
Liberación Nacional después de la derrota electoral de 1990. Es notorio el cambio
de percepción respecto a la noción de militancia, pues si bien los sujetos sociales
que participaron en la revolución nicaragüense no contaban con experiencia formal
en “la política”, su integración a las organizaciones sandinistas los dotaron de
experiencia en “dinámicas de profesionalización” del activismo mediadas por
circunstancias socio-políticas y lealtades personales, convirtiéndose en expertos en
saberes sociales específicos (Pirker 2017).
En la actualidad, es evidente la subsunción del poder político al poder
económico, y América Latina cuenta con regímenes políticos en los que el marco
institucional es, en lo formal, de carácter democrático. Sin embargo, pese al marco
institucional, ésta recién creada convivencia democrática presenta el riesgo de ser
sustituida por poderes fácticos que regeneren las condiciones para una regresión
autoritaria (Garretón 1997: 15). La principal deficiencia en los sistemas de
representación democrática posteriores al paradigma autoritario radica en que no
están basado en la realidad histórica, sino en supuestos de que la imposición de
formas políticas de origen extranjero conlleva necesariamente un mejoramiento de
la calidad de los regímenes políticos. Son, en el mejor de los casos, resultado de la
alteración de pactos políticos entre dominadores y dominados.
La regresión autoritaria que a Manuel Garretón le parecía tan lejana
actualmente aparece no sólo como posibilidad en el horizonte político
latinoamericano, sino que también puede verse como una alternativa aún viable
para contener si no resolver las problemáticas heredadas desde el siglo XIX. La
ausencia de sentido de pertenencia en las generaciones actuales está atravesado
por cuestiones como la impunidad socio-económica y la diversificación del consumo
como afirma Hopenhayn (1995: 24, 51). El avance técnico de los medios de
comunicación y su operación desde la esfera de la economía pone en evidencia
una profunda escisión entre ética y política. El abaratamiento de los productos en el
“mercado de las ideas” sugiere que la crisis de representación y de identificación
colectiva tiene salidas que no están contempladas ni en la búsqueda de utopías de
carácter mercantilista ni en la excesiva secularización de la vida cotidiana. Es
necesario buscar más allá de la representación democrática electoral formas de
convivencia social y con la naturaleza.
Bibliografia
Conaghan, C.M. y Malloy, J.M., “Democracia y neoliberalismo en Perú, Ecuador y
Bolivia”, en Desarrollo Económico 36 (Enero - Marzo, 1997): 867-889.
Cotler, J., “Desborde popular, informalidad, los independientes y el Estado en Perú”,
en El cambio del papel del Estado en América Latina, coord. Menno Vellinga
(México: Siglo XXI Editores, 1997), 317-333.
Garretón, M.A., “Revisando las transiciones democráticas en América Latina”, en
Nueva Sociedad 148 (Marzo - Abril, 1997): 2-15.
Hopenhayn, M., “Prefacio” y “Velando revoluciones”, en Ni apocalípticos ni
integrados: Aventuras de la modernidad en América Latina (Santiago de Chile:
1995, Fondo de Cultura Económica), 9-59.
Lungo, I., “Castillos de ARENA: Hegemonía y proyecto de derecha en El Salvador
1989-2004” (Tesis de maestría, FLACSO México, 2008), 70-128.
Mansilla, H.C.F., “Las carencias de la democracia actual y las limitaciones de las
teorías de la transición”, en Revista de Ciencias Sociales 8 (Septiembre - Diciembre,
2002): 517-539.
Martínez, E., Gutiérrez, M.L., Rincón, L., “Impunidad en El Salvador y Guatemala.
De la locura a la esperanza: ¿Nunca más?”, en América Latina Hoy 61 (Mayo Agosto, 2012): 101-136.
Pérez, A., “La cultura política nicaragüense y el FSLN: De la utopía al pragmatismo”,
en Nicaragua y el FSLN: 1979-2009 (Barcelona: Ediciones Bellaterra, 2009), 137167.
Pirker, K., “Militancia sandinista y movilización social en Nicaragua: la
profesionalización del compromiso”, en Reconversions militantes et élites politiques
en Amérique Latine, dir. Humberto Cucchetti y Jessica Stites Mor (Paris:
Publications de la Sorbonne, 2017), 79-102.
Roberts, K., “Reforma de mercado, (des)alineamiento programático y estabilidad del
sistema de partidos en América Latina”, en América Latina Hoy 64 (Mayo - Agosto,
2013): 163-191.
Rousseau, I., “Las nuevas élites y su proyecto modernizador”, en Del nacionalismo
al neoliberalismo: 1940-1994 coord. Elisa Servín (México: Fondo de Cultura
Económica, 2010), 242-294.
Vieira, P., “El sindicalismo brasileño en disputa en los años noventa: Origen, raíces
sociales y adhesión activa de la Fuerza Sindical al neoliberalismo”, en Revista
venezolana de Economía y Ciencias Sociales 15 (Septiembre - Diciembre, 2009):
57-80.
Descargar