Subido por Lucía Benítez-Eyzaguirre

Deleule, Didier & Guéry, François El cuerpo productivo. Teoría del cuerpo en el modo de producción capitalista

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UNIVERSITAT POMPEU FABRA
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1004590470
--
El cuerpo
productivo
Ciencias Sociales
dirigida por Eliseo Verán
Colección Signos
El cuerpo
productivo
Teoría del cuerpo
en el modo de producció11
capitalista
Didier Deleule
Fran�ois Guéry
e
Editorial Tiempo Contemporáneo
Indice
Título del original:
Le
corps productif.
© Maison Mame, 1973.
Traducción:
Marco Galmariní
Primera parte
Tapa:
Prólogo
Carlos Boc'Cardo
9
La individualización del
15
cuerpo productivo
l.
II.
Fran{¡ois Gu.éry
Cuerpo, producción,
17
productividad
El cuerpo productivo en :Marx:
La apropiación capitalista de
2.5
los poderes del cuerpo
JII.
Metamorfosis en curso:
La naturalización de los
poderes de la cabeza o el
cerebro fragmentado
Segunda parte
Viviente - máquina
máquina viva
IMPRESO EN LA ARGE!S'TI?\.-\
Queda hecho el depósito que previene h Ley :\
© de todas las ediciones en castelhno
11.72}
EDITORIAL TIEMPO CONTEMPORAXEO S.A . . H75
Viamonte 1453
-
Buenos Aires
y
87
l.
La construcción del cuerpo
productivo en su imagen
JI.
La psicología en el cuerpo
!39
productivo
51
1
Prólogo
Si bien es cierto
que toda prod
ucción tiene nec
dad de medios, en
esi­
tre los cuales se
cuentan los ins­
trumentos, la pr
oducción human
a de las condici
nes mismas de
o­
subsistencia par
ece utilizar al cuerp
propio como ins
o
trumento privileg
iado del cual
proviene toda
técnica desarrollad
a, incluso el ma­
quinismo. Según
Marx, toda produc
ción es social,
y la socializaci
ón del cuerpo no
se distingue de
su
conversión en
medio de produ
cción. Sin embargo
Jas soc iedades
,
hist óricas no socia
lizaron inmediata­
mente la fuerza
de trabajo que
conlleva el cuerpo
biológico, sino
sólo en un pasado
reciente, en un
pasado que es el
nuestro. Se trata
de
una tarea que
el capitalismo cum
ple todavía hoy,
la
de incorporar
el cuerpo biol
ógico al cuerpo
social por medi
ación
de un tercer cuer
po, hasta ahora
inadvertido por
es objetivament
que
e fatal e indisti
nto: el cuerpo
ductivo. El traba jo
pro­
de esta medi
aci ón, lejos de
acercar el cuerp
o biológico al
est
ado
socializado en
que el cuerpo
social !o conten
dría como ele
sólo consig ue
mento,
hipertrofiar el
cuerpo interm
retarda r la f
ediario y
usión, hasta lle
gar a invertir la
cia, ya que la
tenden­
socialización pre
vista cede Jug
privatizació
ar a la
n de las fun
ciones soc iales.
se def in e ta
Si un cuerpo
nto por su un
idad como por
siones, no
sus divi­
es la división
s
ocial del trabajo
afecta al
-que
cuerpo soc ialla que lleva a
r eas form
cabo las ta­
adoras y rep
resivas, objetiv
amente identi-
9
ficadas, en perjuicio del cuerpo biológico.
Quien
cumple esa función es la división técnica, heredera
de la división manufacturera, al afectar al cuerpo
productivo. La división técnica no fragmenta el
cuerpo biológico, sino que lo descuartiza al sepa­
rarlo de sus poderes, al volver contra él los poderes
de la cabeza, su extracto, su resumen. El capital
cumple, además, con la migración de las energías
productivas a la capital del cuerpo que es la ca­
beza; entonces comienza
a
merecer su nombre.
Por lo tanto, la inclusión jerárquica de los tres cuer­
pos no es estable, sino que sufre un movimiento de
translación bipolar hacia su parte media, un dP­
venir productivo de todos sus componentes. Curio­
samente, la epistemología contemporánea, compren­
dida la de las ciencias sociales e incluyendo el ma­
terialismo histórico en sus formas más aceptadas,
anuncian la desaparición de la producción en la
reproducción y declaran reproductora a toda
es­
tructura productiva. En el dominio de las ciencias
de la vida, Jacob sostiene, por ejemplo, en la Logi
que du vivant, que la reproducción es a la vez el
criterio de la vida y el fenómeno lógicamente pri­
mero del cual la producción de cada individuo sólo
sería la pieza de un engranaje. El poder autoproduc­
tor de las estructuras sociales se ve afirmado por
análisis en los que el juego de las funciones socia­
les más diversas se asimila al de los mecanismos
de reproducción, lo que acredita la tesis de la so­
cialización acelerada de los dos cuerpos dominados.
La escuela, la prisión, el hospital, los sindicatos Y
zacwn
de los órganos, la de su integración en el
cuerpo productivo como elementos de la produc­
ción o de la modelación del material humano hasta
�
deja lo bajo la forma productiva. De este modo, la
formación del cuerpo productivo, en el sentido bio­
lógico del término, es inducida desde lo alto por el
cuerpo social, una vez que la burguesía se ha apo­
derado de sus órganos principales. (Se comienza a
ver que la monarquía absoluta es una forma bur­
guesa de Estado)
.
Y este cuerpo adquiere en se­
guida una autonomía y una importancia cada vez
mayores. Es esa autonomía la que acentúa su su­
misión al cuerpo social, cuyos poderes va heredando
poco a poco. Por ejemplo: la reproducción -propia
del cuerpo jerárquicamente dominante que engloba
a los otros dos- pasa al servicio de la producción.
A este respecto vale la pena recordar, prolongar y
tornarse en serio los análisis del cuerpo u organismo
productivo que lleva a cabo Marx en la cuarta sec­
ción del libro primero de El Capital. 0 Y éste, pre­
cisamente, será el tema de la primera parte de esta
obra.
Si el cuerpo social debe delegar cada vez más sus
poderes en el cuerpo productivo, de la misma ma­
nera, la autonomía del cuerpo biológico se torna
necesaria dentro del cuerpo productivo individua­
lizado: mejor aún, el rango de pieza de engranaje
que el segundo confiriera al primero exige, en más
de un aspecto, cierto tipo de separación que nos
será preciso analizar. Esta separación
los partidos, rivalizarían con el aparato central del
requiere
cuerpo biológico, es decir, de quebrarlo. En reali­
" Toda< las referencias a El Capital remiten
de W. Rnces, F.C.E., 1946.
Estado, a fin de lograr una mejor socialización del
dad, la tendencia predominante es b de la privati-
10
que señala
el retorno de la vida bajo una forma dominada­
a
su vez el desarrollo de una disciplina
a
la traducción
11
específica, que se encuentre ella misma en la inves­
fic:idad de una ciencia (en este caso, de las ciencias
tigación de su autonomía problemática.
del hombre)- de reintroducir la finalidad de las
De este
a
ciencias humanas (en este caso la psicología) en el
ocupar un lugar que, por así decir, le estaba ya
circuito productivo en cuyo seno asumen ellas la
en el espacio ideológico, pero cuya efec­
función característica -sin dejar de lado las volun­
modo, la psicología de vocación científica viene
reservado
tiva realización sólo puede darse cuando las condi­
tades reformistas que a veces las frecuentan- con
ciones reales del desarrollo del modo de produc­
el mismo título, aunque en otro registro, que las
ción lo permitan. La disciplina psicológica, comi­
derada aquí como "síntoma" de la ampliación del
que la psicología sea ideológica o ciencia (en reali­
campo de las ciencias humanas, constituye, pues,
dad el problema de establecer si la ciencia es super­
a su nivel propio, una de las mediaciones necesarias
estructura o si constituye un dominio autónomo
ciencias de la naturaleza. Poco importa, entonces,
entre el cuerpo productivo y el cuerpo biológico:
regido por las leyes del pensamiento, se desplaza
el cuerpo biológico produce en tanto cuerpo autó­
considerablemente si, en tanto fuerza productiva,
nomo apresado en las redes del cuerpo productivo,
la ciencia se localiza en lo que se llama infraestruc­
en su representación mecánica; entra en el círculo
de la reproducción en tanto elemento del cuerpo
productivo, el cual está a su vez sometido al cuer­
po social. Sin embargo, puesto que este elemento de
tura, que en este caso se identifica con el cuerpo
productivo). Y menos aún importa que se reclame
para ella, a voz en cuello, el nivel-de-disciplina­
científica - perfectamente- autónoma - pero -en- rela­
base es en cierto modo irreductible a un discurso
ción-estrecha -con-las -otras -ciencias-humanas-para­
general sobre la producción, para tratarlo es nece­
promover- la- interdisciplinaridad- deseada,
sario el desarrollo de un discurso particular, único
capaz de realizar la mediación indispensable. En
puesto
que su discurso y sus prácticas se inscriben en un
"proyecto" histórico que otorga a la psicología un
adelante, nada impide pensar que la psicología, en
lugar del que sólo por ejercicio de la "mala can­
tanto pieza de la reproducción simple, intervenga
dencia" trata de escapar.
en
la
superficie del cuerpo
social,
aunque
tan
solo en la medida en que la mediación se desplace,
D. Deleuie
F.
Guerr
pues, en última instancia, es el cuerpo social el que
gobierna la fusión de la producción v
. de la repro
ducción.
-
A esta altura se trata, pues -a pesar de las lágri­
mas de protesta humanista que invaden gustosas la
literatura "crítica" de las ciencias humanas, pero
con una actitud de cautela respecto de las distin­
ciones tajantes del tipo ciencia/ideología, cuyo es­
fuerzo se agota en pensar las condiciones de cicnti
12
13
Primera parte
La in divid ua1
iza
del c uerpo
productivo
Franfois Guéry
ción
1
producción,
productividad
Decía Spinoza que ni siquiera sabemos lo que pue­
de un cuerpo. La cuestión acerca del
poder
de un
cuerpo nos aleja de esta otra, que solemos formu­
lamos en primer término: qué es un cuerpo, cuál
es
su naturaleza, su identidad. Antes de ocuparse
de lo que el cuerpo es, será necesario saber qué
puede. Pero hay más todavía, pues ambas cuestio­
nes no están en la misma tesitura, no corresponden
a
la misma instancia. La concerniente al poder re­
mite a una experiencia de percepción de intensidad,
una experiencia de conocimiento directo y sin ro­
deos. A la inversa, la cuestión concerniente
a
la
identidad supone el hecho de nombrar, supone tam­
bién que el cuerpo haya padecido la
experiencia
de la identificación consigo mismo.
Efectivamente,
no podemos esperar respuesta alguna a la pregunta
"¿Quién eres?", de parte de alguien que jamás se
la haya formulado antes. Con el lenguaje entramos
en un laberinto, pues sólo se identifica aquello que
ya se ha identificado con otra cosa que sí mismo.
¿Con qué se ha identificado el cuerpo? La pregunta
. se convierte en una investigación. No saldremos de
' ella, pero tampoco la evitaremos. Sin embargo, po-
17
plante ándole
a sí rnisrna
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una cierta maner
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"¿En qué
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,
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18
según
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Pe
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puede llamar pr od
l
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os los actos de
pues referimos tod
pensamos en ello,
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sus juc­
os transforman en
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r cierto, producen.
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Ser productivo no es, po
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Kant ha reahza
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ultad de juzgar. ¡Facu
del juicio, sino la fac
a
serí
o facultativo?
trat<l, pues, de alg
(:Producir,
��r19
mediador se apropia de la producción junto con el
producto, sabemos a quién obedece el cuerpo pro­
ductivo. Se trata de un dato precioso, pues de la
naturaleza del propietario, del señor, dependerá la
del siervo.
El mediador es un término medio, y también el
término que designa un medio: el medio, para la
fuerza o la instancia productiva, de producir 1. El
mediador ocupa el lugar del medio de producción.
Si la producción está separada de su poder, porque
está separada de su producto, ¿por qué no estará
también separada de sus medios de producción?
Una vez que el cuerpo productivo ha sido indivi­
dualizado e identificado con una pura potencia de
producir, producción en potencia o en suspenso, es
necesario dar a esta potencia inmóvil el agente, el
factor desencadenante, el medio de pasar al acto.
Es necesaria la mediación de un comerciante que
compre para vender, que abra el mercado, que dé
al cuerpo el medio que le es adecuado. ¿Qué es un
cuerpo sin metabolismo, sin intercambios, sin con­
sumo, sin eliminación?
1 La periodización de nuestra historia en eras de la co�u­
nicaci6n
�
era oral
trica q e opera
;
era literaria
( litteracy ) ,
luego era elec­
MacLuhan en su obra Understanding Media
valo iza indebidamente esta potencia de mediación o de
comunicación que en realidad no corresponde más que a
un período reciente, el período moderno en donde reina el
modo de producción mercantil y en donde los intermediarios
conquistaron un papel decisivo en la vida social. Este mito,
retrospectivo por definición, funda la valorización de una
nueva era de la tecnología en la que la producción parece
volatilizarse ante el "mensaje", en el mismo estilo en que
MacLuhan rechaza el marxismo, al que acusa en general
de que en su concepción de la historia no parte del fenó­
meno de la comunicación, sino del de la producción.
22
1
'·
De este modo, el comerciante ha sabido hacer del
cuerpo productivo algo dependiente, algo que debe
exigir para vivir. Pero el rufián, el usurero, el chan­
tajista, el revendedor, no son amos. La fuerza de­
pendiente no está sometida; no funciona al servicio
de quien la mantiene en forma. Más aún, es nece­
sario que el mediador o término medio pase al
interior mismo del cuerpo a dominar, es necesario
que se apodere de los puntos decisivos de su po­
tencia. El modo de producción mercantil todavía
no ha invadido la producción misma. Las relacio­
nes mercantiles aún no se han separado de las fuer­
zas productivas.
En otras palabras, es necesario que el mediador se
apropie no de los medios de producción -en re-ali­
dad todo modo de producción lo hace sin alterar
en nada el cuerpo productivo y en mutua relación
de dependencia con éste-, sino de los medios de
la productividad o de los resortes mismos de la pro­
ducción.
El movimiento que culmina con el sometimiento del
cuerpo productivo por parte del mercantilismo,
fuerza nula que ocupa el espacio vacío que separa
producción y producto, puede dar la impresión de
engrosar el cuerpo productivo hasta llevarlo a ocu­
par toda la esfera económica, hasta hacerlo pene­
trar en el mercado, que es su medio vital.
El límite del movimiento ele conquista está en la
coincidencia de los conceptos de cuerpo productivo
y de economía. A partir de Lenin sabemos que la
extensión espacial del cuerpo productivo puede ser
la del planeta entero, u na vez que el imperialismo
haya cubierto toda la superficie del mismo. Pero es
necesario conservar en el espíritu la noción de que
tal expansión es sólo el fenómeno, la apariencia de
23
piación interna
un movimiento de fractura y de apro
su med"10, por 1a
de la productividad del cuerpo por
separado de sus
fuerza nula y parasitaria que ]o ha
poderes.
.
un devemr
Vemos que e] cuerpo productivo tiene
desarro­
histórico. (Actualmente, ha devenido, se ha
queso,
un
de
mos
diría
como
llado, está a punto,
la
do;
ntiliza
merca
nte
es decir, está completame
mayor
la
a
iado
contag
ha
fuerza nula del mediador
parte del engranaje.) La cuestión pertinente de lo
que puede se ha convertido realmente en algo de�
pendiente de la cuestión -policial- acerca de que
es, de su identidad, de la serie de sus identificacio­
nes, que acompaña los progresos de su apropiación
interna.
"progresos", tal progresión de
G·Cómo seguir tales
parasitismo de las fuerzas productivas por parte
de las fuerzas mercantiles?
24
II
El cuerpo productivo en Marx:
La apropiación ca pitalista de
los poderes del cuer po
Cuando Marx estudia la manera en que el capital
consiguió aumentar la plusvalía relativa y dismi­
nuir, en consecuencia, el valor de la fuerza de tra­
bajo, se ve obligado a hacer una incursión histórica,
un retroceso en el tiempo que permita confrontar el
capitalismo no ya con sus propios elementos, sino
con los elementos integrados en otro modo de pro­
ducción. Se trata, pues, de un movimiento retros­
pectivo que vuelve a recorrer el camino de ascenso
del sistema económico dominante, que distingue
sus etapas y comprueba sus estragos, después de
haber analizado el movimiento actual del capital,
de haber delimitado -por parte del capital- un
dominio que ha terminado por ser su dominio
propio.
Este texto, que ocupa la sección IV del libro pri­
mero, al seguir un proceso de apropiación progre­
siva o de capitalización de elementos pertenecientes
al régimen previamente dominante, revela cómo el
capital ha tenido que incorporar nuevamente esos
2.5
e1ementos' integrarlos a un cuerpo nuevo, esto es,
al cuerpo producti" vo ' que no es ni el de. aquellos
.
elementos m. e1 del capital. Es una mediacwn; en
· 1' pero
' será el cuerpo propio del capita
1
e1 lím"te
·
•
tames
bajo una forma siempre frustrada, siempre
,
ble.
Buscaremos en Marx, pues, la identida? del cuerpo
_
y
producti·vo. Marx habla de ello exphcitamente
, .
que
mico
l'
e
espintu
.
al
cercano
más
con un interés
a la especulación histórica. Podem s apoyar esta
?
I"dea con algunas observaciones eruditas, aunque no
. .
deciSlVas, como éstas: la lectura que rea1·IZO Marx
'
, saeta
· l; '�1 esfisiologta
_
tudio de la literatura médica más reciente, a fm
de Saint-Simon, autor de la
de elaborar un diagnóstico de la enfermedad de
Engels v establecer su terapia", en agosto de
�omento
en el
en que redacta una
general a su obra económica.
1�},
Introduccwn
�
��
.
Precisamente en este año, 1857, Cl ude B nai?
acaba de exponer su método de expenmentacwn fi­
�
siológica en conferencias en las ue reemplaza a
. .
Magendie. Todo esto significa, simplemente, que
�
no hay por qué descartar el h cho de q�e ,Marx
.
haya razonado en estilo de medico, de hswlogo.
En
El Capital' el estudio del "mecanismo de con­
to,
JUD
.
de la manufactura viene inmediatamente
·
E sto
a nca.
cuerpo, es decir, la f'b
después del de su
es la fisiología después de la anatomía y para dar
�
c enta de ésta. Pero lo más notable es que no habl e
' .
.
_
de fenómenos orgánicos (o qU(lS1, orgamcos ) o h
.
siológicos que tienen lugar en el cuerpo produ tivo,
sino
en
tanto
fenómenos enfennizos,
:
-
:
?
afeccion s
mórbidas. La diferencia entre el médico y el sabl
en fisiología está en que para el primero la experi­
mentación fisiológica está ligada a la voluntad de
26
intervenir contra el des
arrollo de formas de
vida
patógenas, enfermizas;
el médico lleva la mano,
(·r
escalpelo, la atención,
allí donde duele.
El estudio de la fisiolo
gía de la manufactura se
re­
duce a una serie de
exclamaciones indignada
s,
de
tomas de posición que
constantemente animan des
­
de adentro el análisis
de las estructuras y del fun
­
cionamiento. Por todas
partes la enfermedad,
la tor­
tura, el debilitamiento.
Por todas partes la ma
nu­
factura rechina, se que
ja. El cuerpo productivo
se
le aparece a Marx com
o un enfermo, y tambié
n co­
mo una enfermedad que
ataca al cuerpo biológico,
sometiéndolo a tortura
. Estas precisiones no
sólo
aclaran un texto. Se trat
a de una voluntad, la volu
n­
tad de intervención que
da a los análisis teóricos
el
carácter de escalpelos, de
mano que palpa, de ojo
que escruta y se compad
ece. Voluntad de saber
dónde golpear.
Ojo que escruta, mano_ .
. Nos preguntamos
qué
va a escribir la mano, en
plena carne. Pobre cuerpo
mártir, ¿qué prescripció
n te será escrita, quién
te
salvará de su marca?
El Capital es esa prescripci
ón escrita con mano
"crispada de tics a cau
sa de un hígado enferm
o",
en plena carne, sob
re la espalda del cap ital
,
literal­
mente y en todos los sen
tidos, sobre la espalda
del
cuerpo productivo que
no se distingue de su enf
er­
medad. La prescripción
más bella del mundo, por
­
que no está escrita por
dinero, sino contra el din
ero
.
En verdad, si bien
no se trata de la indicac
ión
de
un remedio, El Cap
ital contiene la historia natural
de la enfermeda
d; es un informe acerca
de sus
fases.
Es necesario con
ocer los antecedentes del enfe
rmo.
Helos aquí: el cue
rpo productivo es, en cierto mo-
de otro cuerpo,
do, el heredero o el descendiente
a ningún mod o
to
que no pertenece en sentido estric
la más lejana
a
nta
de producción, sino que se remo
cambios. Es
los
todos
antigüedad y ha sobrevivido a
no es su
ad,
realid
el oficio o la corporación . En
filiación.
hay
no
nio
descendiente, pues en este domi
do por
poseí
o
cuerp
un
Es una envoltura carnal,
en su
do
altera
,
urado
otro, metamorfoseado, desfig
iento.
estructura y su funcionam
el ofi­
La intrusión de las relaciones mercantiles en
ahora
e
impon
se
ado,
fracas
había
re
siemp
cio, que
os�l
poder
nte
nteme
suficie
lo
es
esía
burgu
la
e
porqu
como para remontar la corriente de la historia.
·Marx insiste en presentar a la corporación medieval
como un cuerpo saludable, muy bien defen dido con­
tra toda agresión del medio, un cuerpo sólido, bien
constituido. Esto no implica la idea de que el modo
de producción capitalista haya introducido, en ge­
neral en la sociedad, una verdadera degeneración,
sino únicamente que el cuerpo productivo, en la
forma de la corporación medieval, en la forma eter­
na del oficio jerarquizado, fijado en castas, ha
soportado el dudoso progreso que introdujera el ca­
pital en el modo de explotación del trabajo. Con
esto se refuerza la idea de que la productivida d es
una noción íntimamente ligada a un estado de esci­
sión de la fuerza consigo misma, del cuerpo y sus
poderes . Aumentar la productividad del cuerpo
productivo equivale a aumentar su potencia, su re­
serva, su repliegue sobre sí mismo, a aumentar su
dependencia, a condenar su integr idad. El cuerpo
productivo representado por la corporación ha sido
desangrado, corrompido, torturado. Sólo al precio
de la degeneración de cada una de sus formas vita­
les, tomadas por separado, sólo al precio de un �a28
� �
�
crificio de sus órganos en provech d
su organ . mo,
el cuerpo productivo ha tomado a
orma aca ada
de la gra n industria. s·m embargo t
, odavía no es
exactamente as1.
'
En efecto, no toda esI)eCie
. de
cuerpo tiene como
.
Propio ser un orgams
mo . euand o ocurre, no se
trata más que de n
men�o en el desarrollo del
cuerpo productivo �m d��
IVI dua lIzado un momento en
su individuación.
La corporación medieval, que
.
es Igua
lmente eterna,
o por lo menos antigua d e to d a
ant"tgue dad no es
un organismo Es un cuerpo pu
.
es com bIna
'
fuerzas'
se les somete S on las f uer7
""'as ora'
<=>am·cas d e1 cuerpo
humano. Del cuerpo, comprendida
la cabeza. E so
. ortante, pue
es Imp
. , man
s la corporacwn
eja la cabeza del hombre como parte or�' .
an�ca d el cuerpo.
No se trata, pues de una Jerm.qma
mterna en don:
. v
de la cabeza estaiia
. amente
especial
, cua11"tativ
ubi, alta q
cada en la cusp
' i'de ' mas
ue 1a fuerza de las
manos ' de 1 s pulm ones de los braz
os, de los ded os,
:
de las piern s ' d e los p1es
.
Pero la corporacwn no es un orga
. ue manismo pmq
.
DeJe cada cuerpo b'lOlogi
' . Co d entro de sus prop
ios
.
l'Imites espaciales intens Ivos
, dentro de los límites
del campo de su ; pod eies
. , respetando tanto a
esos
poderes como a su alcance espa .
Cial La corporación
tiene un profund o respeto por
la forma del cuerpo
humano· c.·A caso no es é s e
.
t e1 miCr
ocosmos correspond iente al macrocosmos
' la cr·Iatura que da testimonio de 1a excelenci.a del creador?
. El cuerpo, al
extender sus miembros tod o lo
posible, y en todos
los sentidos traza y. 0��pa
una esfera. En esa esfera
'
se insta!a 1a corporacwn.
no l� agran d a. Leonardo
'
.
da Vinci ha el1"bu¡a
d o, para Siempre, la cruz del
cuerpo huma
. no, con su potencia radial,
inscrita en
"
,
'
..
'
·
·
·
,
�
.
· '
·
29
jo constituye el
círculo. Actualmente, ese dibu
explotación esporá­
emblema de un organismo de
ario". Sin duda por
dica, llamado "trabajo tempor
organismo se llama
obra de una cruel ironía, este
hombre que muestra
Manpower. Naturalmente, el
uartizado que del
está más cerca de Dionisio desc
hacia abajo, con
Cristo que cuelga como un trapo,
la Tierra antes de
la cabeza pesada contemplando
a ver en esto el
abandonarla para siempre. De aquí
anismo cris­
signo de una ruptura con el antihum
anismo pagano,
tiano, del renacimiento de un hum
moderna de
antiguo, de la aparición de una ética
que un paso
la dominación del mundo, no hay más
dado ya. Si
que muchos, con gran ligereza, han
bre-cruz de Leonardo es la ima­
es cierto que el hom
po en corpo­
gen del cuerpo incorporado, del cuer
iento alguno del
ración, entonces no hay Renacim
simple y pura
espíritu de la Antigüedad, sino su
los modos, y,
y
s
siglo
los
perpetuación, a través de
ón.
ucci
prod
de
entre otros, de los modos
quiere, anterior
Antiguo, pagano, humanista, si se
si bien la pri­
a la Encamación y a la redención,
como la sanción
mera pueda considerarse también
la fuerza, recayó
divina que, de buen grado o por
así, el Renaci­
sobre el cuerpo del hombre. Si es
te ningún vínculo
miento no ha de tener absolutamen
a burguesa, el
con los ideales modernos, la étic
el capitalismo
trabajo de la historia que culmina en
rárselo como un
desarrollado, o bien debe conside
n del sentido
momento de hipocresía o de desviació
s el capitalis­
de un cierto humanismo antiguo. Pue
a del odio
mo es la forma sofisticada y materializad
cercano al
más
ho
muc
po,
del Hombre y de su cuer
ningún tipO
cristianismo ascético y negador, que- a
de humanismo.
un
.30
Po� lo tanto, la corporación es un
cuerpo sano,
sóhdo, resistente · la sol"
sldez proviene de una suerte
de rigidez casi Ósea e trata de
una "propensión
de as sociedades anti
1 guas a que los oficios se heredaran' a petrifICar
·
os en castas o bIen
·
a osificar
az menos en la f orma de carp
orac;w'n zas divers as
ramas de la industr· , 2 ( braya
do por mí, F. G.).
Marx toma esta ide de wdoro
de Sicilia cuando
éste habla del Eg·Ipto anti.guo. Esta . .
,,
ngidez osea
con.
fwre una estabilI.d�d que
las leyes reforzarán aun
desde el interior IlllSmO.
"Las leyes gremiales obrando con arreg
lo a un plan,
.
impiden, como sabe�o
� Iante
una severa limi­
tación del número de
ICiales que se le autoriza
emplear a cada maestro, la tran
sf OI.macwn
. , del
maestro en capitalista,.s
Esta estabilidad prote ida, este cons
ervadorismo
que marca aún el esp'm artesanal,
heredero de la
.
Edad Media implICa una desvincu
lación del mer.
cantilismo' de, l mercado "El gre�w
se defiende
celosamente contra toda� las .mvaswne
s
del capital
.
.
comercial' ún ca forma hbre
del capital que tiene
4
en frente. "
.
o que preservaba esta situa
cion
, era
. .'
a coincidencia o la superPOSlc
wn, tan perfecta que
la distinción de arnbas Ins
_ tanc
ias sólo podría hacerse por abstracc·ó
1 n de cada uno de os dos cuerpos, el biológico v el produch.
:o. Marx expresa este
.
.
sincretismo en térmmos
rmagmativos: "El trabaJ·a.
dor y sus med1os
· , n quedaban soldados
de produccw
corno el caracol Y su conc
.,
ha. " En esta fuswn
ve
una defensa natura1 cont
,
ra la ir rupciOn de relaciones mercantiles en
e cuerpo biológico-productivo.
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1
: i: Cap
"' lb'dCapl�al,
tal,
'
em.
·
1
secón IV.
sección IV.· cap XII
, p.
·
·
.
31
"Faltaba -dice- la base primera de la manufactu­
ra, es decir, la forma-capital de los medios de pro­
ducción."
Sin
embargo, todavía no hemos compren­
dido la naturaleza de los medios de defensa de la
corporación frente al mercado, del modo de pro­
ducción mercantil. Enfrentamos nuevamente los dos
sistemas de fuerzas que se fusionarán en el cuerpo
productivo.
Aparentemente, el mercado es un medio, un lugar
intermediario
donde
se
producen
intercambios.
En consecuencia, es una instancia neutra, sin fuer­
zas autónomas, sin identidad relevante. ¿Por qué
este lugar intermediario abstracto entre instancias
individualizadas, personalizadas, la instancia pro­
ductora y la instancia consumidora? Es necesario
referir ese espacio a la vez separador y comunica­
dor a una gran división, un gran distanciamiento
que se ha operado en otra parte, por encima, antes,
de todas esas expresiones que designan un cambio
de escala o de
cuerpo:
una gran división del cuerpo
social que induce el vacío o la fisura entre la pro­
ducción y el consumo. Es la gran división contem­
poránea de la historia, entre ciudad y campo, y,
desde el punto de vista de las clases, entre produc­
tores o trabajadores (el campo) e improductores,
no-trabajadores, explotadores (la ciudad).
La ciudad es el reagrupamiento de minidéspotas, su
plaza fuerte adonde confluye el excedente del tra­
bajo de la tierra. Este sobrante de la tierra es Jo
único que puede hacer del habitante de la ciudad
un consumidor que supone un productor; consumi­
dor porque es no-productor que tiene necesidad del
productor para no producir él mismo. He aquí el
modo en que el consumo supone la producción: la
supone porque permite al consumidor no producir
32
por sí mismo, porque es, así, la condición para que
en la persona del consumidor el consumo sea
mente
real­
distinto de la producción, para que no la
implique.
Sin
embargo, la potencia del no productor reside
únicamente en la fuerza, la del Estado, la de las
armas, que tiende a refinarse, a concentrarse
me­
diante las dos operaciones conexas de la abstrac­
ción y la universalización. El aislamiento de la tie­
rra es una abstracción, pues abstrae, del
mixto
constituido por el suelo y el cuerpo biológico, q w:·
componen el cuerpo productivo, un elemento nue­
vo, imprevisible, que proviene de otro campo, que
habrá que analizar; ese elemento es un no produc­
tor. En esta separación o en esta abstracción del
carácter productivo o no productivo del hombre,
abstracción de una idea de hombre distinta de su
relación con la tierra y de su fusión en la tierra,
está presente el capital entero.
Esta abstracción, este vacío creado penetra lo con­
creto, es decir, la tierra y su cuerpo productivo hu­
mano y técnico, mientras que lo abstracto, el Hom­
bre indiferenciado, productor o no productor, tiene
un segundo momento, un momento de conquista, de
recuperación de la fuerza. Después de la retirada,
el asalto; tal el movimiento de lo Universal. El hom­
bre abstracto será universal, violentará la unidad
de la tien-a y de su producción, la superficie del
gran cuerpo mixto geológico biológico-productivo.
Convertirá los poderes de la producción en algo
abstracto, algo diferente ele la producción mism't
Y de su cuerpo. A ello sigue una disociación del cuer­
po mixto y un repliegue sobre sí misma de cada
instancia así disociada. El cuerpo queda distinguido
de lo que puede.
33
Es esta la estrategia del mercantilismo frente a la
corporación, la de renovar el acto inaug�rando la
separación del Campo y la Ciudad, hactendo del
Campo la fuerza productiva cuyo producto, cuyo
.
sobreproducto, cuyo sacrificio, consume la Cmdad.
A partir de esta primera estrategia que af �cta al
Cuerpo Social, se produce una segunda ofensiva, en
profundidad, bajo la superficie del gran cne�po,
que consiste en la fractura del Cuerpo pr�ducbvo,
en la tensión de éste, en su dependencia de lo
Universal que es la ley del valor, en su sumisión
a la inmunda fábrica.
El brillo del éxito de este ataque borrará y confir­
mará al mismo tiempo la gran separación inicial
entre la ciudad y el campo, la desplazará a la vez
que conservará el espíritu misterioso del divorcio
entre lo Concreto y lo Abstracto.
La corporación en tanto reunión de represen�antes
de un mismo oficio -y que, en consecuencia, se
desarrolla sobre la base de su apartamiento de la
comunidad rural y de su congregación en desorden
en ese lugar abstracto que es la ciudad-, puede
considerarse productiva en el sentido en que es
legítimo distinguir en ese lugar abstracto la pro­
ducción y el consumo, como también -en con­
secuencia- un mercado que cubra el abismo y sea
estructuralmente previo a la producción material.
Pese a todo, ¿se puede decir que la corporación
de oficio produzca según la demanda, que subor­
dine el producto a la imagen del eventual consu­
midor? La obra maestra que hay que realizar no
se relaciona con el simple valor de uso concebido
según el gusto y la demanda de quien habrá de
usarla. Su valor no se distingue de la idea pura ,
del concepto de la cosa hecha. En tal sentido, tanto
34
producción como consumo se refieren a un mismo
término ideal, que es el valor en sí del producto.
Es ésta la razón por la cual la corporación es pro­
ductora sin ser productiva. No pertenece a la edad
de la producción mercantil. Hay que ponerla a
tono, y de ello se encarga la manufactura . Este ten­
sionamiento, esta incorporación de la forma pro­
ductiva, tendrá lugar por medio de un movimiento
imperceptible, puesto que la corporación, aparen­
temente, permanece intacta, sin más alteración que
una traslación en el espacio. Bajo la égida del po­
seedor del capital, la cooperación simple representa
la molesta presencia de relaciones mercantiles en la
esfera de la producción, puesto que aunque sólo
lo estén a modo de encargo, en los distintos sentidos
del término, y de concentración espacial y tempo­
ral, eso basta para que la producción toda sea la
realización de la productividad inherente a un cuer­
po dado, y no su libre juego. En este sentido, el
cuerpo productivo data de toda antigüedad, puesto
que los egipcios, por ejemplo, ya conocían la coo­
peración simple y la utilizaban en las grandes obras
de arquitectura, o en la irrigación, o, en resumen,
en toda tarea que sobrepasara en amplitud el cua­
dro de las comunidades sociales restringidas. Pero
justamente el hecho de que el inversor no sea un
poseedor de excedente, un déspota, sino el media­
dor entre producción y consumo, poseedor de di­
nero, hará entrar en la modernidad aquella forma
fugitiva, vieja como el mundo.
Todo el movimiento que se desarrolla a partir de
entonces, desde la cooperación simple sobre la base
de la corporación hasta la manufactura en serie,
preludio de la gran industria, sólo es explotación,
i ntensificación de la productividad revelada de la
3.5
corporación medieval. No se arrojará el limón núen­
tras no se le haya exprimido todo el jugo. La intro­
ducción de la forma productiva es, inmediatamente,
una ventaja en la productividad, puesto que la
simple reunión de trabajadores sea del mismo ofi
cio, sea de oficios diferentes- permite la realiza­
ción de trabajos que de otro modo serían imposi­
bles.5
Paralelamente al desarrollo de la productividad del
trabajo, la función del mediador se transforma tanto
imaginaria como realmente; ]a imagen es el opera­
dor por cuyo intermedio se habrá de metamorfo­
sear la función.
Un primer aspecto del desarrollo es prehistórico,
pues preexiste a la aparición del capitalista como
tal.
Efectivamente, el jefe del taller o el maestro de ofi­
cio es, en cierto modo, el prototipo del capitalista,
siempre que sea cierto que la corporación como
unidad de los medios de producción y de la fuerza
de trabajo constituye una forma primitiva del ca­
pital constante. La capacidad de incertir capital
para ampliar los talleres, propia de un comerciante
que poseyera dinero, es lo que convertirá a aquella
forma en capital, y lo que identificará al jefe de
taller con el capitalista, al no ser ya más que la
unidad de los diversos procesos de trabajo por él
concentrados.
Esta es la interpretación que sugiere la siguiente
afirmación de Marx: "El capitalista comienza por
separarse del trabajo manual ." En verdad, si el ca­
pitalista proviene de afuera de la corporación, se
ha separado del trabajo manual a priori, o, mejor
5
El Capital,
36
sec.
IV, cap. XI, p. 263.
jamás participó en él. Ya en Míseria de la
Filosofía, pensaba Marx así: "La manufactura no
nació en el seno de las antiguas corporaciones. Fue
el comerciante el que se convirtió en jefe del mo­
derno taller, y no el antiguo maestro de las corpora­
ciones." De este modo, la corporación no es otra
cosa que el antiguo cuerpo de oficio invadido, po­
seído, por el alma de la manufactura moderna. Esta
alma está representada por el mercader o el media­
dor que se ha convertido en jefe o cabeza de la
corporación.
La evolución posterior del personaje manifiesta este
hecho con toda claridad. Veremos por primera vez
cómo el mediador ocupa el lugar central en el cuer­
po productivo, del cual es el inductor. Marx define
de esta manera dicha evolución:
aún,
"Todo trabajo directamente social o colectivo en
gran escala, requiere en mayor o menor medida
una dirección que establezca un enlace armónico
entre las diversas actividades individuales y eje­
cute las funciones generales que brotan de los mo­
vimientos del organísmo productivo total, a dife_
rencia de los que realizan los órganos individua­
Jes. . . Esta función de dirección, de vigilancia, de
mediación, se convierte en función del capital tan
pronto como el trabajo sometido a él reviste carác­
ter cooperativo . . . "6
Este texto aclara otro fragmento que lo antecede,
y que dice así: "En un principio, el mando del Ca­
pital sobre el trabajo aparecía también como una
consecuencia puramente formal y casi accidental . . .
Con la cooperación de muchos obreros asalariados,
el mando del capital se convierte en registro indis6 El Capital,
sec.
IV, cap. XI, p. 266.
37
pensable del propio proceso de trabajo, en una
verdadera condición material de la producción
rayado por F. G. ) .7
Podría creerse que el término
real
capitalista y la unidad de su cuerpo colectivo les
(sub­
aparece prácticamente como la autoridad del ca­
se opone al de
somete su actividad a los fines perseguidos por
pitalista, como el poder de una voluntad ajena que
"imaginario" o al de "ideal". En verdad, no es así.
aquélla.
La realidad corresponde a la imagen y ésta a aqué­
lla. Al contrario, a esta concepción de un modo de
Pero si, por su
producción histórico
transitorio
-que ha conseguí­
contenido,
la dirección capitalista,
como el propio proceso de producción que dirige,
tiene dos filos ( por una parte, un proceso social
do imponerse por razones contingentes, lo que no
de trabajo para la creación de un producto, y por
excluye que entre sus medios de coacción se cuen­
otra parte, un proceso de extracción de plusvalía),
ten todas las formas de la necesidad- se opondría
por su forma es una dirección despótica." 8
una concepción
idealista
de la necesidad absoluta
e intemporal de tal coacción, de tal modo de pro­
ducción.
Es lo que expresa la siguiente fórmula
desdoblada :
"El modo de producción capitalista se
presenta, pues, como necesidad histórica para trans­
formar el trabajo aislado en trabajo social; pero
entre las manos del capital, esta socialización del
trabajo sólo aumenta las fuerzas productivas para
En consecuencia, es verdad que, en un primer ni­
vel, la función
y
social
productiva
y la función
explotadora
de la dirección capitalista se superponen
en un mismo acto sobredeterminado, lo cual refleja
el sometimiento del cuerpo productivo al cuerpo
social. Pero este sometimiento es contemporáneo del
surgimie�to de ese cuerpo productivo a plena luz
explotarlas con mayor provecho." Esta fórmula re ­
y en forma individualizada. La duplicidad enuncia­
mite en su duplicidad al doble aspecto del proceso
parasitismo exterior, como una torpe superposición
de trabajo y de función dirigente del capitalista.
Este punto tiene gran importancia, lo que justifica
que reproduzcamos íntegramente el texto que lo
expone :
da más arriba sólo puede desarrollarse como un
en comparación con un segundo desdoblamiento
infinitamente más detallado, más preciso, más ele­
mental : el desdoblamiento que se inaugura entre
el cuerpo productivo y el cuerpo biológico, que
" . . . La cooperación entre obreros asalariados es,
hasta ese momento el primero habitara en sus pro­
además, un simple resultado del capital que los em­
pios límites. La separación de estos dos cuerpos es
plea simultáneamente. La coordinación de sus fun­
ciones individuales y su unid ad corno organismo
productivo radican
el verdadero fenómeno fundamental y radical al
que lleva un cambio en el cuerpo social. Se opera
de ellos, en el capital, que
de dos modos : el real y el imaginario. Marx, sin
los reúne y mantiene en cohesión. Desde un punto
embargo, no opone ambos modos, sino que ubica
fuera
de vista ideal, la coordinación de sus trabajos se les
el segundo en el nivel de los mecanismos que ha­
presenta a los obreros idealmente como el plan del
cen posible el primero.
7 Ibídem.
8 El Capital,
38
sec.
IV, cap. XI, p. 267.
39
En el modo real, la cooperaciOn de trabajos indi­
viduales en una tarea común irrealizable a escala
individual, revela una fuerza productiva específica
en el cuerpo productivo. El desarrollo o simple­
mente la experiencia del proceso de trabajo cum­
plido por el cuerpo productivo reduce a su verdad
al trabajo individual al producir concretamente la
categoría de trabajo social medio, por la elimina­
ción estadística de las diferencias individuales
en
el ritmo y la calidad del trabajo. De este modo,
en su extensión limitada, la cooperación simple, fe­
nómeno capitalista inicial y fundamental sobre d
cual se levantará el edificio ulterior, cuantifica el
trabajo individual o da su verdad, que es también
su negación, al trabajo cumplido por el cuerpo bio
lógico. En efecto, se trata de una norma estadística
y numerada, que no le concierne a menos que haya
fundido en el cuerpo productivo. Unicamente por
tablecida en el nivel del cuerpo social, "la coordi­
nación de sus trabajos se les presenta a los obreros
idealmente como el plan del capitalista y la unidad
de su cuerpo colectivo les aparece prácticamente
como la autoridad del capitalista, como el poder de
una voluntad ajena que somete su actividad a los
fines perseguidos por aquélla". Esta apariencia es
entonces un rostro falso, una ilusión óptica, pues su
·
víctima confunde el cuerpo productivo cuyo ele­
mento, aunque sin haberlo percibido jamás, es ella
desde siempre con la fuerza histórica de fortuita
aparición y venida desde afuera de la esfera de la
producción, que la ha autodevelado y que le ha
develado sus elementos, el cuerpo productivo hasta
entonces encerrado en el cuerpo biológico, en quien
veía sus límites para toda la eternidad. En efecto,
en el estado de la cooperación simple, comienzo del
capitalismo -como insiste Marx-, eso es cierto.
este camino aparece la categoría de fuerza de tra­
No se trata más que de una apariencia, de una apa­
bajo, únicamente por este camino esta fuerza so­
riencia falsa. El cuerpo productivo no es el capital.
cial y media podrá adquirir un valor, entrando así
Aquí se abre paso la interpretación izquierdista,9
de lleno en las relaciones mercantiles. El mediador
según la cual la superchería capitalista se ve abso­
ya ha contaminado la fuerza de trabajo individual
lutamente desenmascarada en
del oficio medieval, sin valencia, sin intrusión visi­
nuncia el parasitismo al que el capital somete al
El Capital,
que de­
ble, por su sola presencia en el lugar -a la vez
cuerpo productivo y, en consecuencia, los separa
mediana y central- de la dirección capitalista.
conceptualmente antes de que la práctica se encar­
Pero este fenómeno objetivo y casi necesario se re­
gue de hacerlo. En una perspectiva spinozista tal
pite en otro, imaginario, que consiste en el aisla­
como la que adoptó la exégesis althusseriana, po­
miento de la fuerza y de su poder bajo la forma de
dríamos responder que se trata de una concepción
una imagen abstracta e individualizada. Debido a
la intrusión y al dominio de esa primera relación
del cuerpo productivo con la forma de la cual se
aparta ( el cuerpo biológico hasta entonces morada
de poderes productivos por delegación) por parte
del cuerpo social, de la relación de explotación es-
40
9 En particular
todas las variedades del trotskismo al ana­
lizar el cuerpo productivo desarrollado, el maquinismo, para
d�nunciar el parasitismo de la producción respecto del ca­
Pital e invertir, suplantar, esa relación. Es la versión econo­
micista del marxismo, radicali7:1da.
41
simplista de la ilusión, que carece de sentido enca­
rar la ilusión si se ha suprimido su base real, que
para desenterrar la ilusión no es cuestión de inver­
tirla, sino de cambiar de terreno y pasar precisa­
mente a aquél en donde ella echa raíces. Pero Marx
no presenta las cosas de esta manera. Efectivamen­
te, en absoluto opone apariencia, o ilusión, y reali­
dad. Sólo nos parece extraña esta negativa si re­
chazamos a priori la idea de un giro dialéctico, de
un sesgo hegeliano en la presentación marxista de
la historia. En caso contrario, ¿hay algo anormal
en que el fenómeno sea apariencia de la verdad,
y hasta su misma prefiguración? En realidad, el
fenómeno ilusorio que identifica el cuerpo producti­
vo con el capital productivo, proyecta la produc­
tividad de las fuerzas de trabajo cooperantes sobre
la unidad del capital dirigente e inversor, prefigura
el futuro de aquel cuerpo, aclara el modo en que
habrá de comprometerse. En otros términos, el me­
diador ocupa el lugar central, el lugar de la causa.
al comienzo idealmente, luego realmente, sin solu­
ción de continuidad. Se comprende así la ceguera
de la exégesis estructuralista de estos textos, en
donde el flirteo con el "giro dialéctico hegeliano"
se convierte en el más impúdico de los coitos.
Si la esencia de la dialéctica es la apropiación ima­
ginaria, llega al extremo de que la imagen termina
por desposeer de sí misma a la realidad correspon­
diente, toda vez que a esta última para coincidir
con su propia productividad, le es necesaria la me­
diación interna de una imagen de sí que concrete
sus poderes. El cuerpo productivo presenta al cuer­
po biológico su verdad en imagen. El cuerpo social
hace lo mismo con el cuerpo productivo y todos
subsisten, aunque encadenados y como encapsula42
dos bajo la dominación de un solo amo: el capital
universal.
·Cómo habrá de operarse el pasaje de la ilusión a
a realidad? Hasta el presente, '1a coordinación de
sus funciones individuales [de los obreros asala­
riados ] y su unidad como organismo productivo", se
encuentra "fuera de ellos, en el capital, que los
reúne y mantiene en cohesión".l0 El mediador sólo
ha ocupado idealmente el lugar de la causa o de la
fuerza productiva. En realidad, sólo sirve de inter­
mediario entre el cuerpo productivo y sus productos.
La etapa siguiente convertirá una encarnación el
capital en intermediario entre el cuerpo productivo
y su productividad. Esta encarnación será una parte
de la fuerza real del capital, cuyas funciones son
las de reunir y vigilar los trabajos, será el perso­
naje que ejerce la vigilancia, pero en una forma
renovada, en una forma técnica, es decir, en la for­
ma de una dominación intelectual del conjunto del
proceso de trabajo.
Esta será, precisamente, la tarea histórica de la ma­
nufactura, según su doble origen y en sus dos for­
mas, heterogénea y en serie ( sección IV, cap. XII ) ·
La manufactura lleva más le¡os la tendencia del
' al ma'
oficio a especializarse, es decir que acentua
ximo la posesión del cuerpo biológico por el cuer­
po productivo, con lo cual permite al mediador la
invasión del terreno así abierto. Esto tiene como
consecuencia, entre otras cosas, la de producir la
caducidad de la tesis aristotélica según la cual la
técnica prolonga los poderes del cuerpo.U Sin em-
l
�
10
El Capital, sec. IV, cap. XI, p. 2ff7.
En la segunda parte de este volumen se retoma Y se
desarrolla este ptmto.
11
43
bargo, la ilusión que sostiene al capital, otorgándole
misma del trabajo que se efectúa. Esto significa
poderes productivos, vive de esta tesis, puesto que
le pennite usufructuar la distancia creada entre los
idea o
que el representante del capital, poseedor de h
ingeniero,
desempeña, a partir de ese mo­
poderes o una productividad referida a un cuerpo
mento, el papel técnico necesario, del que carecía
biológico ampliado y prolongado, y la productivi­
dad real del cuerpo productivo que, incluso en el
en el de la manufactura heterogénea.
namente de él para permitir, con todo, que la ex­
productivo restringido a los límites del cuerpo bio­
e�tadio del maquinismo, sólo se emancipa imagina­
tracción de plusvalía, si bien perfectamente real '
resulte imperceptible o inconcebible.
tanto en el estadio de la cooperación simple como
Esta mutación implica la dislocación del cuerpo
lógico, y hasta la simple explotación
llevada al
extremo de la productividad de este cuerpo formado
Sabemos que la manufactura es, ante todo cronoló­
gica, lógicamente, y fenomenológicament
' hetero­
génea. Según el modelo de la manufactura de auto­
por el oficio medieval.
?�
�ste procedu�u�nto revela, por cierto, la preexisten­
puesto que allí no se disocian el trabajo manual
�
móviles, unidad final y aditiva de los trabajos de
herrería, car i tería, dorado, etc., que la componen.
cia del proposito o del fin como causa formal o
'
sea la determinación de la idea de automóvil en
relación con su realidad producida. Sin embargo
'
1a c��sa, que actua
desde el comienzo y que se
'
mamfiesta perceptiblemente al final, está ausente
du ante todo el proceso de trabajo, separada de la
�
�
umdad Y de su l Igarteniente, el capitalismo, que
_
cumple una funciOn
de mera vigilancia. No ocurre
lo mismo en la manufactura de agujas, de natura­
leza serial. Aquí, la idea simple también actúa co­
mo causa formal, pero con la particularidad de dcs­
en operaciones conexas despojadas de
cada una de las cuales, por separado, exi­
ge, �omo condición de su ejecución, la presencia
ef ctiva, corno causa actuante durante el proceso
�
rmsmo de trabajo, de la operación Única a la que
ellas co curren, no ya en la fonna de simple vigi­
_
lancia,
smo en tanto elemento organizador, que re
gula a la vez la cantidad, el ritmo y la naturaleza
�
44
Desde el punto de vista de la habilidad puramente
manual, la única que se conoce en la corporación,
y el intelectual, la manufactura serial lleva al má­
ximo la virtuosidad de detalle del trabajador, le
confiere fuerza, precisión, eficacia, rapidez y segu­
ridad en los movimientos. Desde este punto de vis­
ta, no se trata de ningún milagro, ya que cualquier
otra fonna de compulsión que no fuera la de la ga­
nancia como ley, habría podido obtener el mismo
acrecentamiento de la productividad. Descartes ob­
servaba que el
luthier
tenía la inteligencia en los
dedos. Desde este punto de vista, los dedos del
luthier
parcial de la manufactura en serie adquie­
ren genio y desarrollan una sutileza casi sobrehu­
mana. Esto se da junto con una mecanización cada
vez más extensa del virtuosismo de los movimien­
tos, es decir, precisamente, de una pérdida de inte­
ligencia, un empobrecimiento. Esta contradicción
ref1eja un fenómeno fundamental, moderno en el
sentido más riguroso del término, cual es la explo­
sión del cartesianismo, que es también la del aris­
totelismo, que hace de la técnica una prolongación
4.5
de los poderes del cuerpo. 1 2 Ilustra el paso de un
cartesianismo a otro. El paso del cartesianismo de
la tesis del cuerpo-máquina se esfuma ante el car­
tesianismo de la tesis humanista que hace del saber
( y no de la habilidad manual, del saber-hacer ) , el
arma gracias a la cual el hombre se erige en "amo
y poseedor de la naturaleza", y en primer lugar de
la naturaleza maquinista del cuerpo en general. Es­
ta tesis hace del cartesianismo la filosofía del ma­
quinismo y no del mecanismo. Pero no tiene
los
medios 'de su filosofía porque piensa el maqui
nismo
( en el futuro ) según el modelo del mecan
ismo
( existente por entonces bajo la forma aditiva
de la
manufactura heterogénea, sea de la cooperación,
sea
del oficio medieval ) . Esta tensión hace de Desca
r­
tes el pensador del mecanismo y el ideólogo
del
maquinismo, a la vez reflejo del cuerpo produ
ctivo
bajo su forma sincrética primitiva y programa
para
el cuerpo productivo en su forma capitalista
desa­
rrollada. Arrancar uno de estos aspectos al
sistema
cartesiano lleva, o bien a una ubicación históri
ca
restringida, como en el caso de Borkenau
en Der
Vbergang vom feudalen zum bürgerlichen Weltbild
( el paso de la concepción del mundo feudal
a la
concepción burguesa ) , que Koyre denuncia
justa­
mente, o bien a limitarse al aspecto profét
ico de
su ideología como si se trátara de una filosof
ía fun­
dada, y justificar -como se siente tentad
a de ha­
cer toda epistemología no crítica, en la medid
a en
que ignora la cuestión de la posición de
las ciencias
en el cuerpo productivo
el conjunto de las actua­
les relaciones de producción como
aplicación de
12 E
ste problem a se trata de maner
a
segunda parte.
46
desarrollada
en la
normas racionales válidas universalmente o como
racionalismo aplicado . En el mismo acto de e�u n­
.
ciar el carácter transitorio y opresivo del maqmms­
mo' Marx ubica definitivamente en el campo de
los pensadores burgueses a todos los que v�n en el
cartesianismo profético la verdad que permite pen­
sar toda la historia pasada del mecanismo . En efec­
�
,1�
�
filosofí� de
to, se puede juzgar la histor a de
.
Y afnmm
pohtica,
econom1a
la
mismo modo que
el
en
ve
no
que
en
medida
la
que es burguesa "en
progreso
�e
transitoria
fase
una
orden capitalista
.
histórico sino la forma absoluta y dehmhva de la
ale­
producc ón social" ( Posfacio a la
� �ición
la
que
s1gmhca
esto
Todo
.
)
Capital
mana de El
s
formación
una
juzgar
debe
ciencia,
a
l
o
crítica,
?­
!
�;¡.
i
cial desde el punto de vista de su futuro, es decir,
de su negación.
Las protestas humanista � al modo de Friedma � c� n­
.
tra el trabajo parcelano, el trabaJO en �:mg�1as,
.
protestas que comparten las corrientes ¡zqmerdistas
.
,
.,
· das en Marcuse
, al llamar a un desarrollo
·
1nspua
sin trabas de la técnica, esto es, a una mflacwn aun
mayor del cuerpo productivo, hacen como si. es­
cartes el Descartes del cuerpo máquina, descnb1era
J?
;
corre tamente el cuerpo productivo, como si el ma­
quinismo fuera un mecanismo. E lo implica el
'
conocimiento de que la parcelacwn del cuerpo
sico sólo es un fenómeno anacrónico que afecta el
�
antiguo mixto de cuerpo biológico y cue�� pro­
ductivo. No está allí la verdadera gran esciSion del
cuerpo. Es cierto que se halla entre los dos cuerpos,
que se fueron separando progresivamente durante
.
todo el período manufacturer ? -lo que torna mse­
, del
.
trabaJO-, pero
gura toda crítica a la parcelac10n
también es cierto que esa escisión se apoya en otra,
47
practicada en el seno mismo del cuerpo biológico,
tingentc y contradictoria desde el punto de vista
que penetra e] cuerpo, reducido entonces a una
maquinaria, y las fuerzas intelectuales de la pro­
ta técnico o productivo. Si el capital tiende, como
e] del
software de la informática. Por último, las
del proceso de producción, no sólo le es necesario
tesis fenomenológicas y psicológicas, al insistir en
apropiarse de la función de unificación del cuerpo
social, y necesaria y orgánica desde el punto de vis­
ducción, la cabeza, los sesos, cuyo estado actual es
todo permite suponer, a la hegemonía en el conjunto
la unidad del cuerpo y de la psiquis y en la unión
productivo, mediación entre producción y producto
sustancial cartesiana, hacen lisa y llanamente tabla
en la medida en que el tipo de cooperación en la
rasa del trabajo histórico que el cuerpo social, rele­
manufactura en serie permite la subsistencia del
vado por el cuerpo productivo, llevó a cabo en el
todo por encima y al margen de las partes que lo
cuerpo biológico, introduciendo la escisión de dos
componen, sino también de la fuerza productiva
elementos en el corazón mismo del individuo. Fren­
misma.
te a la crítica histórica, tal como la practica Marx,
El problema es el siguiente: para apropiarse de
la crítica parcial y anacrónica, la apología de lo
esta fuerza productiva
que es, y el mito de una unidad perdida, se deben
del trabajo,
tendría
que
apropiarse del trabajo mismo, o bien del trabajador.
al desconocimiento de los resultados de la historia
Ahora bien, el capital no puede, sin contradecir su
moderna dominada por e] capitalismo.
principio, convertirse en trabajo, pues que el capi­
Henos aquí, pues, frente a un "organismo de pro­
talista se ponga a trabajar para evitar la necesidad
ducción cuyos miembros son hombres", la manu­
de comprar fuerza de trabajo, es un sin sentido
factura, principalmente en la forma de la produc­
histórico, una robinsonada. Sólo le queda, pues,
ción en serie. Ocupémonos ahora del camino del
apropiarse del trabajador. Pero en un régimen mer­
mediador capitalista, en su sensacional ascenso a
cantil en el que todo tiene un precio, la subsistencia
las fuentes de la productividad.
biológica del trabajador individual está numérica ­
El mediador ha ocupado, al hacerse cargo de los
mente medida, se evalúa en bienes de consumo, ya
puestos de mando del organismo productivo entero,
que trátese de esclavo o de asalariado, la necesidad
de alimentar y vestir la fuerza de trabajo no varía .
el
lugar
central
percibe
su
con
propósito
el
donde
unidad,
el
donde
cuerpo
necesita
de convertir la
fragmentado
una
suma
unidad
Desde el punto de vista del capital, el problema
de
adquiere la forma concreta de la búsqueda
los
del
aumento de la plusvalía relativa. La solución está
procesos de trabajo parciales en una producción
en el golpe de genio que permitió al capitalismo cu­
única, o en la producción de un único producto. El
capital se interpone, entonces, entre la fuerza pro­
brir toda la superficie de la tierra con una horro­
ductiva del trabajador parcelario y su producto, y
rosa membrana. Modificar el trabajo mismo, des­
lo hace en la forma técnica de trabajo de vigilancia
y de unificación de tareas. En consecuencia, entre
capital y trabajo hay una solidaridad a la vez con-
48
)
plazar el lugar de origen de su fuerza productiva y
variar al mismo tiempo su forma de utilización, no
es
simplemente trabajar o apropiarse del trabaja-
49
dor, sino en gran medida prescindir de éste, des­
poseerlo de su productividad, que era precisamente
!
v ene el trabajador individual, parcelario, que le
srrve como relevo; por último, la herramienta per­
lo que lo hacía indispensable. La etapa que debe
feccionada sirve como órgano de operación y trans­
parasitaria es la ejecución de la efectiva separación
forma el material en un producto. De este modo
franquear el capital en su trabajo de apropiación
�
del cuerpo productivo y el cuerpo biológico, la
podemos considerar estos tres elementos de la ma
expresión fuera del cuerpo biológico de toda la
nufactura como los vértices de un triángulo unidos
�
productividad que, hasta entonces, había permane­
e tre sí
cido oculta.
hmto, puesto que la herramienta no remite al tra­
Expresar esta productividad es llevarla al paroxismo
bajador colectivo
en cierto orden irreversible
de su manifestación hasta que quede completa­
ción del maquinismo son, en efecto, el perfeccio­
T. l.
namiento del instrumento de trabajo parcelario y
la instalación de las máquinas-herramientas.
caerá fuera de toda referencia biológica asignable
y fuera del aristotelismo del mismo movimiento,
con
un
T. C.
mente afuera. Los dos momentos de la inaugura­
El movimiento por el cual el cuerpo productivo
y
/
---7
H. P.
Sin embargo, la herramienta remite, en cierta ma­
nera, al trabajador colectivo, pues éste desempeña
el papel de unidad del proceso, reflejando la uni_
será un desplazamiento inesperado a lo largo de los
dad del
lados de un triángulo.
d a!es sólo aportan fragmentos. Por su forma espe­
�
producto al cual los trabajadores indivi­
El trabajo parcelario, propio de la manufactura en
cializada, la herramienta parcelaria es la que refleja
general, tiene como rasgo importante el haber im­
la unidad analítica de un proceso dividido en sus
preso al útil de trabajo un desarrollo orientado. En
partes constitutivas últimas. El fatídico movimiento
efecto, el útil sufre la misma especialización, la
misma "parcelación" que el mismo trabajador, co­
mo si fuera realmente una parte de la anatomía de
este último, su prolongación. En la manufactura no
hay herramientas universales ; cada una, indispen­
sable en una operación, resulta inútil en otra.
Desde el punto de vista de la anatomía del cuerpo
productivo, el juego respectivo del todo y de las
partes en la producción, en el estadio de la manu­
factura,
es
el siguiente. El trabajador colectivo se
asegura el primer lugar, pues domina el conjunto
del proceso y verifica sus partes; en segundo lugar
50
de ruptura con una tradición milenaria, que condi­
ciona también la ruptura de Marx respecto de todo
el socialismo utópico o metafísico orientado a in­
vertir el curso de la historia, consistirá en eliminar
un vértice y dos lados del triángulo, en conservar
tan sólo una relación bilateral del cuerpo produc­
tivo con los órganos de operación o herramientas
parcelarias.
No se puede llamar "trabajador colec­
tivo" a un organismo de producción cuyos miem­
bros ya no son hombres sino elementos maquini­
zados, donde el cuerpo productivo deja de ser una
metáfora biológ)ca.
51
T. l.
C. P.
expropiación
1'
{,
H. P.
apropiación
¿Cómo ha podido acaparar el cuerpo productivo
H. P.
esas herramientas perfeccionadas para transformar­
Este resultado relativo a la anatomía del cuerpo
productivo debe encararse según sus condiciones de
posibilidad.
Se trata de la solución a un doble problema que
se plantea al capitalista : el problema de la valo ­
rización del capital, problema político de disciplina
del cuerpo productivo, encarado en estos ténni­
las en sus propios órganos de ejecución?
Para conseguirlo fue necesario que se apropiara
del
a
resto, o los elementos de productividad ajenos
la destreza manual o física en general. Es imposi­
ble leer este resto íntegramente porque el cuerpo
biológico oculta su naturaleza. Pero lo podemos leer
en
el cuerpo en el que habrán de integrarse los
elementos descompuestos, en el cuerpo maquinista
nos :
de la gran industria. Es necesario plantear la cues­
"Como la pericia manual del operario es la base de
tión: ¿de qué se compone la máquina-herramienta
la manufactura y el mecanismo total en que ella
funciona no posee un esqueleto
objetivo indepen­
diente de los propios obreros, el capital tiene que
luchar constantemente con la insubordinación de los
asalariados."13
· Cómo se ha cumplido la expulsión del trabajador
�uera del proceso de producción? Por el juego
de
dos expropiaciones, de dos delegaciones de poder,
de una doble descomposición o disociación de la
fuerza productiva del trabajo, sincréticamente con­
fundidas desde siempre.
Por un lado, la maestría manual adquirida, legada
por tradición, conservada por la usura del tiempo.
.
Este elemento ha sido parcialmente transfendo a la
herramienta parcelaria que acompaña a la exacer­
bación d el proceso de especialización y en él par­
ticipa.
y el sistema de máquinas-herramientas o gran autó
mata?
Esta composición revela, en efecto, el
trabajador individual, de los que éste se vio expro­
piado, para que el maquinismo fuera posible. Esto
no quiere decir, por cierto, que la verdad del cuer­
po biológico se encuentre en el cuerpo productivo
maquinista, sino que de entre sus
52
sec.
IV, cap. XII, p.
30.
poderes sólo se
han tomado, seleccionado, llevado a la virtuosidad
inepta de la tarea parcelaria, los elementos produc­
tivos, a los que, por último, se ha sacado fuera de
hs extremidades del cuerpo y puesto en las herra­
mientas que lo prolongan, todo lo cual culmina en
el vaciamiento del cuerpo biológico de sus poderes
y sus fuerzas, con lo que se convierte en una mera
envoltura hueca e irreparablemente mutilada :
"La verdadera manufactura, convierte al obrero en
un
13 El Capital, libro J,
resto de ele­
mentos productivos de los que debió despojarse al
monstruo, fomentando artificialmente una de sus
habilidades parciales, a costa de aplastar todo un
53
al
Es en el tercer órgano, simple intermediario, mo­
modo como en las estancias argentinas se sacrifica
desto mediador, donde el capital ha descubierto
un animal entero para quitarle la pelleja o sacarle
y explotado un tesoro. Constituye no solamente el
mundo
de fecundos
estímulos y capacidades,
el sebo." 14
secreto del pasaje al maquinismo capitalista, sino
¿Cuál es, pues, la composición de un "mecanismo
también la esencia de la productividad de los otros
desarrollado"? 15 Se compone de "tres partes sus­
dos.
tancialmente distintas : el mecanismo de movimien­
"El mecanismo de transmisión, compuesto por vo­
to, el mecanismo de transmisión y la máquina-he­
lantes, ejes, ruedas dentádas, etc., regula el movi­
rramienta o máquina de operación".
miento, lo hace cambiar de forma cuando es nece­
sario . . . y [lo ] transmite a la máquina-herramienta'·.
La máquina herramienta o máquina de operación
Regulación,
es heredera de la herramienta parcelaria, especia­
distribución,
modulación
del
movi­
miento. ¿Se trata de simple función de transmisión,
lizada. En consecuencia, habrá que buscar en los
dos primeros órganos la naturaleza de las fuerzas
simple intermediación? ¿No se trata de intervención
productivas del cuerpo biológico, a través de su
en el proceso directo del gasto de energía física, de
descendencia.
tal modo que ésta se someta a los fines de quien
se apropiará del producto, de quien ha previsto
El órgano motor, o mecanismo de movimiento, al
producir energía o recibirla de otra parte, nos re­
tanto el uso como la intercambiabilidad del pro ­
vela que el trabajo humano es asimilable en parte
a la noción física de trabajo,1 6 pues es la transfor­
transmisión, en su forma encarnada de ruedas den­
ducto antes de todo proceso de producción? La
tadas, poleas y cables, manifiesta la causalidad for­
mación de energía en movimiento, gasto de ener­
mal de la producción, la prioridad de la represen­
gía. Se la puede medir, y mediante la medida se
tación del producto sobre su producción efectiva.
percibe que el hombre no es un motor completa­
Pero esta vez la causa formal viene a identificarse
mente satisfactorio, que está limitado, que no tiene
en parte con la causa eficiente, pues no se trata ya
flexibilidad ni potencia. Sin embargo, es este mo­
del buril del escultor, sino de la mano que lo ma­
tor el que constituye lo esencial de la fuerza de tra­
bajo humana, una vez que la herramienta parcela­
roeja, el heredero de la mano. El mediador ha ve­
ria se ha desarrollado al máximo. Para ejemplo, el
que separa la captación de la energía física ( el mo­
nido a instalarse desde un comienzo en el espacio
de la rueca.1 7
tor ) , y su gasto en forma automatizada ( el órgano
de operación convertido en máquina-herramienta ) .
14 El Capital, sec. IV, cap. XII, § V, p. 29.3 : carácter ca­
pitalista de la manufactura.
15 El Capital, sec. IV, cap. XIII, p. 303.
1 6 El Capital, sec. IV,
ca p .
XIII, p. 306: "nada se opone
a que [el músculo humano] sea sustituido también
fuerza motriz por las fuerzas naturales".
1 7 El Capital,
54
sec.
IV, cap. XIII, p. 30.5.
como
En consecuencia, es el medio para que la fuerza
J.
.
productiva material se transforme en producción.
Pero este medio
está directamente emparentado
con aquel que doma la energía material y la utiliza
en
su provecho, con el elemento inteligente y cal-
.SS
culador que preside al conjunto del proceso de tra­
bajo, más aún, que es el requisito necesario a todo
proceso de trabajo que es el elemento de
montaje
del cuerpo productivo, del cual dependerá íntegra­
natural o divino de toda producción. Y en verdad,
hasta cierto punto, esa es la realidad, pues en h
medida en que el capital se ha apropiado de las
mente en su funcionamiento, y que recuerda a un
fuerzas intelectuales o técnicas del trabajo, la uni­
ingeniero. Si el elemento de transmisión correspon­
dad de los trabajos es el
de, en el sentido de la anatomía del cuerpo pro­
Vemos entonces que al trabajador-órgano mecánico
ductivo, a los poderes de la cabeza, al trabajo de
un ingeniero, de un ingeniero previsor que ha he­
factum del capital.
del gran autómata, el capital se presenta en la for­
ma de la inteligencia, como presupuesto de toda
cho construir los mecanismos de regulación que
producción y fuerza productiva eminente.
pennitan la adaptación de las energías naturales a
su gasto productivo, entonces sus propiedades son
La corporación ha vivido. El saber se ha escindido
sintomáticas de las del trabajo intelectual.
movimientos apropiados.
Asistimos entonces a una extensión espacial inmen­
del saber-hacer; la invención de la repetición de los
"En el maquinismo, al convertirse en maquinaria,
sa del mecanismo de transmisión:
los instrumentos de trabajo adquieren una modali­
"La transmisión se convierte en un cuerpo tan vasto
como complicado." 18
de la fuerza humana por las fuerzas de la natura­
Más tarde se crea un "gran autómata" fonnado por
una combinación de máquinas-herramientas :
' " La máquina aislada e s sustituida por un monstruo
mecánico cuyo cuerpo llena toda la fábrica y cuya
fuerza diabólica, que antes ocultaba la marcha rít­
mica, pausada y casi solemne de sus miembros gi­
gantescos, se desborda ahora en el torbellino febril,
loco, de sus innumerables órganos de operación". 1 9
La insistencia en el gigantismo del gran autómata ,
al mismo tiempo que subraya la dificultad de la
tesis aristotélica según la cual mediante la técnica
humana se crean miembros artificiales, refuerza con­
siderablemente la antigua ilusión que hacía del
capital, encarnado en los medios de producción
-que han llegado
18
El Capital,
19 El Capital,
56
sec.
scx·.
a ser
gigantescos- el presupuesto
IV, cap. XIII, p. 309.
IV, cap. XIII, pp. 3 1 1 1 2 .
dad material de existencia que exige la sustitución
leza y la rutina por la ciencia."
20
Y en seguida:
" . . . La gran industiia crea un organismo perfecta­
mente objetivo de producción con que el obrero
se encuentra como una condición material de su
trabajo, lista y acabada".21
En consecuencia, las ciencias desempeñarán el pa­
pel de fuerzas productivas eminentes, presupuestos
de la producción, presencia del Capital en el pro­
ceso de producción por delegación.
Detengámonos en la lógica del análisis que hace
Marx del cuerpo productivo.
La exposición fenomenológica sufre aquí una me­
tamorfosis. Debido a la confusión con un orden
cronológico lineal, una y otra vez, el texto de Marx
�o El Capital, sec. IV, cap. XIII, p. 280.
�1 El Capital, sec. IV, cap. XIII, p. 315.
57
nos presenta, en calidad de término medio, de me­
las fuerzas naturales en su función motora, como
diación, de intermediario, un elemento, un mo­
naturales en sí mismas; así, el músculo es un motor
mento que habrá de ocupar en seguida un lugar
que transforma la energía en movimiento. El ele­
predominante, que llegará a adquirir una importan­
mento sometido de la fuerza productiva orgánica
cia central: hablamos del capitalista mercantil des­
se asimila a ]a naturaleza. Cuando no se distinguía
de su comienzo, que luego se transfom1Ó en el ins­
de los elementos "superiores", es decir, los intelec­
pector del proceso de trabajo cooperativo, y más
tuales o hábiles de la productividad artesanal, no
tarde en el ingeniero o el elemento intelectual de l a
aparecía ese carácter natural. En realidad, la servi­
producción, cuya importancia, que acabamos de
indicar, estriba en hallarse en el origen del
monta­
je del gran autómata o sistema de máquinas herra­
mientas. ¿Se trata de la repetición de una misma
figura? La última nos revela que el mediador. el
elemento presente fenomenológicamente como tér­
mino medio, no es más que el presupuesto del pro­
ceso de producción. Este presupuesto no es, como
lo indica el orden fenomenológico, ]a existencia ma­
teria] de locales y de máquinas previamente a ]a
llegada de los trabajadores, al proceso de trabajo,
a] proceso de producción. Tampoco se trata de un
aspecto
cronológico no esencial, de la prioridad del
presupuesto respecto del proceso. Ni tampoco se
trata de la "estructura" que revelaría su existencia
a través de ]a sucesión fenoménica de sus estados,
es decir, la estructura productiva no es la misma
en la manufactura que en el maquinismo. Sin �m­
bargo, e] presupuesto más allá de la diferencia de
los elementos que en él se apoyan, es el mismo.
De
lo que se trata es, en realidad, de una relación de
dominación, en que las fuerzas dominadas son idén_
ticas a la naturaleza y las fuerzas dominantes,
a
que podríamos llamar l a voluntad.
Una parte de las fuerzas productivas incluidas
lo
en
el cuerpo biológico aparece, cuando las reemplazan
58
dumbre es la condición de la naturalidad, o bien, Ll
naturaleza es el nombre que da el señor a quien lo
sirve. Por eso, toda mecánica manifiesta una rela­
ción entre una voluntad y una naturaleza. En efecto,
el mecanismo consiste en poner en juego cierta
cantidad de elementos, unos sobre otros, según su
naturaleza, de tal manera que el resultado sea el
cumplimiento de los fines de quien los ha reunido.2�
No cabe duda de que se trata de una argucia, pero
sólo a medias, pues los elementos, ya desempeñen
su papel natural, ya lo hagan como naturaleza, ca­
recen de fines propios; el mecanismo se apoya en
la negación que realiza el encargado del montaje
de toda finalidad propia a los elementos que lo
integran, lo cual significa su reducción forzosa a
una naturaleza considerada como inercia o identi­
dad en sí. El naturalismo que se instaura en el cuer­
po biológico a partir del momento en que entra en
escena el capitalista mediador, pero con la aspira­
ción a ocupar el lugar del señor, es simplemente un
devenir sometido, un devenir al comienzo soñado,
luego buscado, finalmente obtenido mediante la
sustitución
del
organismo
de
producción
cuyos
2� En Connaissance de la Víe, artículo "Aspects du vitalis
me", G. Canguilhem compara el mecanismo con b argucia
hegeliana de la razón.
.59
miembros son hombres, por el gran autómata en
que los hombres sólo son accesorios o sustitutos de
órganos mecánicos.
Podemos ahora restituir la verdad del papel de pre­
supuesto que desempeñaron las criaturas del capi­
tal en el proceso de producción, primero imagina­
riamente, más tarde realmente. El mismo señala las
etapas de un itinerario, el que sigue el capital hacia
el lugar del señor, y las de una muda, pues a me­
dida que el cuerpo productivo se destaca en su
III
Metamorfosis en curso:
La naturalización de los
p oderes de la cabeza
o el cerebro fragmentado
individualidad, se convierte en cuerpo del capital,
provee al señor de
su
cuerpo, su elemento orgánica ­
mente sometido, o su organismo.
¿De qué lado somos nosotros los límites del giro
dialéctico hegeliano, de adentro o de afuera? El
mismo Marx se encarga de hacer, en un solo movi­
miento, la exposición o la utilización, y la crítica
de su objeto. Lo que es cierto para la economía po­
lítica burguesa también lo es para el método, co­
rrespondiente a la lógica, de esa economía. La dia ­
léctica hegeliana es el método de exposición que se
utiliza en
El Capital. Es, en consecuencia, tanto el
instrumento como el objeto de la crítica, en la
medida en que la economía burguesa como proceso
de apropiación imaginaria y real toma, tanto por su
elaboración real como por la pensada, forma dia­
léctica .
Se ha tomado en serio el texto de Marx, se lo ha
tomado muchas veces literalmente, hasta palabra
por palabra. Lo que queda por hacer es prolongarlo.
Si Marx detuviera su análisis del maquinismo en la
revelación del sometimiento del h·abajador manual
60
61
al trabajador intelectual, señor del trabajo y servi­
dor del capital, delegado del Capital ante el trabajo,
con ello eternizaría la forma tecnocrática, o en cierto
modo "epistemocrática", hacia la cual tienden
por
una parte- las sociedades capitalistas desarrolladas,
haría de ella el límite del desarrollo. El correlato
de lo que se acaba de decir, es la idea de que el
socialismo viene a favorecer la apropiación de las
ciencias productivas por parte de los trabajadores
manuales, esto es, la introducción de un cortocir­
cuito en el capital y el retorno del cuerpo produc­
tivo a sus propios límites, para hacerlo funcionar al
servicio de un cuerpo social renovado. La Revolu­
ción cultural, en lo que tiene de más ejemplar para
las sociedades capitalistas, constituye un esbozo de
experiencia en tal sentido. Pero si el cuerpo pro­
ductivo es en general el elemento sometido al ca­
�
pital, su amo, lo que supone que no se identifiq e
a este último con ninguna de sus formas de eXIs­
tencia, hay que distinguir, como síntoma del mante­
nimiento y de la renovación de esta servidumbre,
una tendencia actual, ligada a la Antigüedad, a la
naturalización del trabajo intelectual o de los po­
deres de la cabeza. Por lo tanto, natural significa
sometido.
La parcelación del trabajo intelectual está amplia­
mente comprometida. Las dificultades del capital
para estimar el valor del trabajo intelectual, denun­
lizada tecnología, desemboca, en Estados Unidos,
en una
creciente
desocupación
de
intelectuales;
entre ellos, los más eminentes diplomáticos consti­
tuyen el fenómeno más espectacular. No dudamos
de que se trata de los avatares que impone al ca­
pital la ley del descenso tendencia} de la tasa de
ganancia. Pero también significa que el dominio del
capital sobre el proceso de producción vuelve sus­
ceptible de naturalización la productividad que
toda la especie humana oculta, y que ésta no puede
sustraerse a los riesgos del capital en su busca de
la máxima tasa de interés. Así, resulta tan utópico,
idealista y reaccionario reclamar la vuelta al estadio
de desarrollo del cuerpo productivo favoreciendo
las ciencias y las técnicas, como reclamar -como lo
hace todo el pensamiento de derecha-, la vuelta a
la unión sustancial encarnada otrora por la corpo­
ración medieval, tendencia que ya Marx atribuyó
a Proudhon. La novedad, el progreso en un dominio
de la investigación, en una práctica científica sobre
otras, depende de la investigación acerca de la
manera de llevar al capital mismo a su valor má­
ximo. Con el mismo movimiento que se anuncia el
pasaje de una disciplina científica al primer plano,
se anuncia también su postergación.
El cerebro
fragmentado, la parcelación de las tareas intelec­
tuales, necesita un mediador, una imagen del cuer­
ciadas como defecto de la economía política mar­
po unificado. No sólo hacen falta las ciencias natu ­
xista incluso por el revisionismo de Bernstein y
las ciencias del cerebro, ciencias de las relaciones
por el marginalismo, no son insuperables. La divi­
sión del trabajo intelectual, división técnica que
vacía de sentido toda tarea parcelaria, al concen­
trar su productividad de arriba a abajo en la jerar­
quía que va de las ciencias puras a la más especia-
62
rales, sino también las ciencias de la producción,
entre elementos dispersos del cuerpo productivo.
Psicología, sociología, lingüística, informática, son
otras tantas disciplinas de vocación unitaria, que
concurren a la unidad, esclavas ya de la unidad
soñada que habrá de parcelarias a ellas a su vez.
63
Todas las ciencias que han reencontrado en sí mis­
mas la función productiva que les había sido afec­
tada desde afuera, la integraron asumiéndose como
la medida en que éste la encarna. Más generalmen­
te, es necesario adoptar, acerca de historia, la pers­
pectiva de la no-historia.
ciencias de la mediación o de la comunicación.
Esta perspectiva no es
Pronto se verán decepcionadas. Quienes las practi­
fenomenología, d e dialéctica- la de un porvenir o
trátese de cronología, de
can se unirán a la cohorte de desposeídos. La his­
culminación terminal de la historia, asignable, iden­
toria se desarrolla rápidamente, la carrera por la
tificable, menos aún en tanto no se considera al
ganancia se acelera, las crisis internas del capita­
lismo no se exportan como en los primeros tiempos
proletariado como clase históricamente producida
por el capitalismo y destinada de relevarlo. La ne­
del imperialismo porque el corte es neto, y ya no
gación de la historia no sigue a la afirmación, no
queda lugar para ello. Hoy en día, las crisis van
pasando de mano en mano como si se arrojara un
petardo a punto de explotar lejos y lo más pronto
posible. Hacerse notar ante el capitalismo, subra­
yar vanidosamente ante el señor el valor de los ser­
vicios que se le puede prestar, equivale a cavarse la
propia fosa. La apropiación conlleva la expropia­
ción. Aumentar la cohorte de desocupados. Algunos
anuncian que los intelectuales encuentran al lado
de los proletarios, desposeídos mucho antes que
ellos, su lugar natural. Esta concentración de los
descontentos en un polo del cuerpo social, que, se­
gún se considera, aísla a los monopolios en el otro
polo, sería un signo de la revuelta de l;;ts fuerzas
productivas contra relaciones de producción dema­
siado estrechas. Pero los proletarios no resultan con­
centrados en tanto descontentos, sino por su despo­
sesión de productividad. ¿Dónde está, pues, su fuer­
za productiva? Y sin embargo, Marx contaba con
ellos. Lo que ocurre es que hay dos modos de adop­
tar, respecto de las fuerzas dominantes de la his ­
anula la negación. Se la toma en el sentido de algo
que no podría de ninguna manera ser decepcionado
ni desposeído, de algo que no conoce ni apropia­
ción ni expropiación, ni propiedad de ninguna for­
ma. Del poder de negación
radical ( esto es, más
allá de las categorías de afirmación y de negación )
d e las fuerzas d e la no historia, siempre presentes
y siempre intempestivas, que resisten a los poderes
de apropiación de la dialéctica, no aflora para nada
el desfile histórico de los oponentes estructurales
que el capital dotara en un comienzo de propieda­
des productivas y luego expropiara en beneficio d e
otros productores, como son e l campesinado, e l arte­
sanado, el proletariado obrero, los trabajadores i n ­
telectuales, los mediadores de todo tipo.
Los oponentes estructurales, históricos,
son más
bien como una hierba paradoja!, al paso de un
Atila invertido, apropiador expropiado, surgiera fu­
riosamente del suelo para reclamar que vuelva
a
pasar, incansablemente.
toria, el punto de vista del proletariado, de "apos­
tar" a favor de él. Si la crítica es el punto de vista
del futuro
conw negación del presente, Marx de­
claró adoptar el punto de vista del proletariado en
64
65
Viviente - n1áquina
y
maqutna
,
.
.
Ytva
Didier Deleut::
Husserl crea un mito y lo bautiza Galileo. Se des­
cribe el mito como la "sustitución de la naturaleza
idealizada por la naturaleza sensible precientífica".1
Se sabe cuáles son las recaídas en aquélla, a las
que Husserl llama "revestimiento de ideas" o "re­
vestimiento de símbolos", y que se ajusta a sí mismo
para reemplazar el mundo vital por la "naturaleza,
objetiva, real verdadera", y producir la confusión
de todo el mundo; entendámonos : lo que es sólo
método se convierte en el ser verdadero. El éxito
de la operación de desenmascaramiento consiste en
que a la vez, y en el mismo movimiento, es descu­
brimiento ( esto es, puesta al desnudo, depuración )
y encubrimiento ( esto es, manifestación de pudor
respecto del cuerpo sobre el cual se echa un manto
de ideas ) . Si se desnuda el cuerpo para acceder a
]a pureza de su esencia matemática, se encuentra
al mismo tiempo un nuevo revestimiento que lo
oculta a la indiscreción de la percepción inmediata.
La consecuencia de esta operación de modista es
que "el mundo sensible de nuestra vida es solamen­
te subjetivo" 2 y todo lo que concierne a la vida
precientífica queda, en el mismo acto, "desvalori­
zada". Eso tiene la consecuencia lógica de dejar de
1 Cf. Krisis . . . , par. 9, h.
Ibíd., i.
2
69
lado la vida personal de los sujetos y de lo que
el científico pierde es, sin duda, la experiencia del
en las acciones humanas quedan adheridas a los
ser susceptible de representación, y, en consecuen­
Husserl llama "todas las propiedades culturales que
objetos'? y esa marginación implica la escisión del
mundo en naturaleza, por un lado, y mundo espiri­
tual por otro, que el cartesianismo tematiza por
medio del b:ujamán de una empresa de "naturali ­
zación del psiquismo", que marca con su sello todcc
la época moderna. Merleau-Ponty continúa el mito,
afirmando que los psicólogos han errado el camino,
que la caída del cuerpo propio en el nivel de un
objeto cualquiera, u objeto entre otros objetos,
en
un mundo uniforme y chato� ha obnubilado la per­
cepción del cuerpo como medio de comunicación
sujeto, y promueve, en cambio, la identidad de un
cia, de dominación. Al apreciar las consecuencias
de este manto de interdicción arrojado sobre el va­
lor de la experiencia corporal, Merleau-Ponty lanza
la siguiente acusación: ·1os psicólogos no se perca­
taban de que al tratar así la experiencia del cuerpo,
sólo diferían, de acuerdo con la ciencia, el resolver
un problema inevitable." 5
Podría ocurrir, en ver­
dad, que la torpeza de los "psicólogos" no sea mate ­
ria de discusión, pues su acto fallido se complace al
menos en el éxito
lato sensu de su discurso, así co­
mo quizá haya sido inevitable a su estilo la opera­
con el mundo, al mismo tiempo que pervirtió la
ción de cirugía estética por la cual se hace propio
objetos determinados" y no como "horizonte latente
una subjetividad invasora y tozuda, asignándole la
noción misma de mundo, entendido como "suma de
de nuestra experiencia".4
Habría, pues, un pecado original de la psicología
-verificada, por otra parte, por la emergencia de la
psicología científica en el siglo pasado-, que ins­
taura, con un solo gesto, una considerable limita­
ción y una notable extensión de su objeto. En efecto,
el objeto psíquico, al quedar reducido a una se­
gunda realidad susceptible de una investigación de
tipo científico, resulta -por la magia de la opera­
ción- recubierto de una objetividad pensable y po­
sible, y al perder su singularidad, accede a la dig­
nidad de una participación en la universalidad del
ser. Allí está su lugar, en el campo del saber obje­
tivo, y este lugar le ha costado la originalidad d e
las múltiples facetas de carácter específico. Lo que
3
Ibíd., par. 10.
4 Cf. Fenomenología de la Percepci6n, F. C. E., 1957, p. 99.
70
el cuerpo propio depurándolo de las escorias de
maravillosa inteligibilidad de mecanismos bien en­
samblados, lo suficientemente homogéneos como
para justificar la intercambiabilidad de sus piezas.
En resumen, se suscribe un viejo adagio socrático,
esta vez por el rodeo de una estética industrial. En
otros términos, si los psicólogos perdieron la opor­
tunidad, ello no ocurrió necesariamente por razones
que pertenezcan esencialmente a la psicología, sino
más bien por razones de las que, a su manera, par­
ticipa la disciplina psicológica sin encontrar en ellas
ni causa ni efecto. Precisamente esas razones son
Jas que quisiéramos evocar brevemente en las pá­
ginas siguientes, procurando establecer ciertos mo­
jones en el camino que lleva el cuerpo productivo
a la construcción de la psicología como ciencia con
vocación de autonomía.
5
lbíd., p. 1 02.
71
1
La construcción del cuerpo
productivo en su imagen
l. La teoría cartesiana del viviente-máquina
y
la vida como conquista
La revolución "mitológica" galileana no es, simple­
mente, acompañamiento de una subversión brutal
de los valores medievales,6 sino que, ante todo, de­
sarrolla una posible imagen simple del cuerpo com­
plejo, en la que la negación de las fuerzas vitales
en el campo epistemológico aparece como la con­
dición de posibilidad de la construcción del campo
epistemológico mismo. Entendámonos : se trata de
]a determinación de las condiciones de posibilidad
d e la producción
de
cierto
saber
científico,
él
mismo acreditado como condición del poder sobre
las cosas, sobre la naturaleza en general reducida
6
Es conocido el tema del fracaso de la finalidad y de la
espontaneidad naturales que exalta el pensamiento renacen­
tista, el de la expulsión de lo maravilloso y de la promoción
d el equilibrio. Y paralelamente, el de la sustitución de la
simple subsistencia de la producción ilimitada por la pro­
ducción misma ( r ehabilitación de la usura; la condenación
d el ocio reemplaza a la de la avaricia ) , etc.
73
a un "juguete mecánico".7 La imagen del viviente ­
máquina, en consecuencia, es al mismo tiempo tri­
butaria de una definición de naturaleza que com­
prende a ésta como potencia exuberante y omni­
presente, posible de todos los posibles, cada uno de
los cuales puede actualizarse legítimamente en con­
diciones determinadas, ligadas
a
su virtud propia,
y de una redefinición de la naturaleza que excluye
de su espacio multitud de posibles; para dejar sur­
gir a la luz sólo uno, con exclusión de todos los
demá s : el de la naturaleza como objeto uniforme
susceptible de un tratamiento matemático. La revo­
lución, en consecuencia, es más limitación que sub­
versión. Pero tal limitación es al mismo tiempo des­
plazamiento, pues sustituye a la potencia indefi­
nida de las fuerzas irracionales en acción en el
conjunto de la naturaleza y a la cual sólo una cui­
dadosa jerarquía de los seres es capaz de otorgar
un esquema de dominación -por ejemplo, la ins­
talación de la prioridad en las tareas por cumplir
y un índice de dignidad en el cumplimiento de la
cia, en el establecimiento de esta limitación/des­
plazamiento, es la idea de que la producción ( cien­
tífico/técnica ) es
racional de cabo a rabo, esto es,
explicable, justificable, previsible y legítima, pres­
crita, y por lo tanto eficiente, reconocible y asumi­
ble. El proyecto de racionalidad total recae, eviden
temente, en la representación del cuerpo, pues la
evicción
de
la
experiencia
corporal
del
campo
epistemológico se da junto con la promoción de un
objeto imaginario ( tematizada en la teoría del vi­
viente-máquina ) , y con el reconocimiento del cuer­
po como lugar de experiencia vital ( reino del de­
seo, potencia de ilusión y de engaño y, al mismo
tiempo, necesidad de una guía de vida ) . 8 Decir
que lo real de la experiencia queda eclipsada en
favor de lo imaginario de la representación, sería
no ir más allá de la Primera Meditación; por el
contrario, lo que así se inaugura es cierto tipo
de separación. Lo que se separa analíticamente no
es alma, por un lado, y cuerpo por otro, alma sobe­
rana frente a cuerpo sometido; por el contrario, la
unión de hecho del alma y del cuerpo por medio
tarea-, por la idea de una dignidad eminente y
de lo que Descartes llama el "compuesto" es lo que,
de ese posible privilegio, sólo reinan los desechos
y la confusión; y única porque la naturaleza es una
posibilita la potencial
única ( eminente porque, fuera de la consideración
o no es y la bipartición tradicional no logra fijar
en tanto fenómeno primero antes que problemático,
separación-abstracción
del
cuerpo concebido como pura máquina sometida a
las leyes ordinarias de la mecánica. De hecho, pues,
las reglas adecuadas para una explicación cual­
el cuerpo está siempre unido al alma; pero esta
quiera ) , sometida a leyes invariables y unifmmes,
unión fáctica, empíricamente determinable, no per­
racionalmente prescritas y, por lo tanto, racional
mente deducibles incluso por el entendimiento co ­
mún, si está armado con los útiles metodológicos
adecuados. Lo radicalmente nuevo, en consecuenExpresión de R. Lenoble, Histoire de l'idee de nature, coL
"Evolution de l'humanité", Albin-Michel, 1969, p. 326.
7
74
mite plantear la cuestión de la ambigüedad de la
8 La construcción de la imagen del cuerpo, no como instru­
mento de saber, sino como reconocimiento de
un
poder me­
cánico, implica que la experiencia corporal no se aprehenda
ante todo en su forma aparentemente aberrante : ilusiones
de los sent idos, miembro fantasma, sueño, locura.
75
nocwn misma de cuerpo. 0 En consecuencia, sólo
desde un punto de vista jurídico podemos separar
el cuerpo como pura máquina y tratarlo de manera
autónoma. El cartesianismo da cuenta, precisamen­
te, de esta separación jurídica.
Es necesario precisar que no es la vida la que li­
mita a la máquina, vida reducida a lo maquinal,
sino que es la máquina la que simula la vida.10 De
esto hay que dar cuenta y es esto lo que autoriza el
desplazamiento, aparentemente ininteligible, hasta
escandaloso, que en nuestros días se lleva a cabo
en el nivel del lenguaje, en la afirmación por ejem­
plo de la necesidad de una
adaptación
de la má­
quina al hombre. La aparente perversión represen­
tativa que instaura el ser vivo según el modelo de
la máquina aparece como una de las condiciones
de posibilidad de explotación reforzada del viviente­
máquina, pero sólo se trata de una perversión para
la actitud humanista que la señala con dedo acu­
sador. En realidad, la perversión representativa só­
'
lo agota su sentido por un acto de fuerza
¡ oh,
cuánto más profundo! - que confiere a la imagen
del ser vivo la estructura de un mecanismo, pues
el cuerpo
que se ha convertido en objeto imagi­
nario- proyecta su energía vital en un conjunto
mecánico de donde está ausente, en principio, toda
sorpresa, y esta proyección sólo se apoya en una
referencia última al organismo entendido como obje­
to de imitación a todo fin productivo ampliado.
Esta metamorfosis procura, en primer lugar y ante
todo, un aumento de poder. Fuera de esta observa-
1645.
Cf. Carta a Mesland del 9 de febrero de
1° Cf. G. Canguilhem, La connaissance de la de, Vrin,
1967, p.
9
113.
76
c1on elemental, todo el proceso corre el riesgo de
permanecer en el misterio. En efecto, la idea ya no
�
es que la máquina debería poder reemplazar al s r
vivo en una tarea de conquista imposible para el,
sino más bien que la vida es esencialmente con­
quista y que la máquina, para cumplir su función,
debe inscribirse en un movimiento que prolonga
el del organismo vivo.U La cuestión no cambia en
absoluto porque esta simulación siga siendo simu­
lación -esto es, aproximación- y no fusión.
El
viviente-máquina es a la vez la vida afirmada en
toda la exuberancia de su movimiento dominador,
y la máquina requerida como desarrollo de las po­
tencialidades eficaces, como seguridad del movi­
miento funcionalP No estamos en presencia de un
simple útil descriptivo. No se trata de una mera
manera de decir, ni de una simplificación con fines
pedagógicos, sino, por el contrario, de la afirmación
de las potencias de la energía vital frente a la
"naturaleza" como punto de aplicación privilegiada,
objeto de dominación y de conquista, él mis
mecánico.
11
Y
�o
es, al mismo tiempo, darse los mediOs
Cf. G. Canguilhem : Descartes et la technique, IX Con­
International de Philosophie, U. Etudes cartesiennes,
partie ( ed. Hermann, 1937, p.
84:
"Y puesto que 'no
148),
d ebe­
<,VII,
.
mos aO"regar a los órganos interiores los organos extenores
podríamos fabricarnos
tm
nuevo cuerpo'
i"48);
165).
a los órganos naturales los artificiales (VII,
(VII,
En las necesidades, el apetito y la voluntad es donde hay
que buscar la iniciativa de la fabricación técnica (IX, Prin
cipios)."
.
.
1 2 Cf. G. Canguilhem, La connaissance de la me, Vr m,
"Según Descartes, un dispositivo mecánico de
1967, p.
115.
ejecución reemplaza a un poder de dirección y de comando.
.
Pero Dios ha fijado la dirección de una vez para stempre;
el constructor ha incluido la dirección del movimiento en el
dispositivo mecánico de ejecución."
77
para emprender la tarea infinita de conquista. En
el viviente-máquina, la máquina es la que recupera
siempre algo del ser vivo que ella simula con ma­
yor o menor habilidad, y al cual le debe, por lo
el poder de la vida misma, entendida como desarro­
llo del proceso de dominio de la naturaleza, y ja­
más en reemplazar a la vida en su función de do ­
minación y de conquista. Precisamente a partir de
menos, su concepción misma. La teoría del viviente­
la imagen de un ser vivo conquistador, expansio­
máquina aparece así en un mismo movimiento
co­
nista e imperialista, de un ser vivo en posición
mo develación y encubrimiento de la esencia mis­
de agresión respecto de la naturaleza, toma forma
ma de la tecnología. Para la culminación de la
el mito epistemológico del viviente-máquina
y se
"maquinización" faltaba reducir el viviente a la
libera el discurso del mecánico, del ingeniero, del
máquina en función de la imagen misma del ser
inventor. Puesto que la simulación sigue siendo,
"ivo y hacer de esta manera que la máquina se
en el conjunto, esencialmente mecánica, hay quie­
diera como lo que es, es decir, la prolongación ( aun
nes con la ayuda de tortugas u otros animales elec­
cuando sea por fuerzas inanimadas ) del ser vivo,
trónicos, no pierden hoy la esperanza de establecer
]o que se inscribe en el mismo impulso sin susti­
definitivamente que la "adaptación" es la caracte­
tuirlo jamásP En consecuencia, la máquina no re­
rística principal del comportamiento de los seres
emplaza al ser vivo, no es ése su oficio. Todos los
vivos.14 En consecuencia, la adaptación de la má­
argumentos acerca de la "sociedad" mal organi­
quina al hombre sólo puede significar, en su sen­
zada, con exceso de trabajo
tido profundo, que tanto la simulación del proyecto
a que los medioo;
de producción permitirían aliviar al obrero-ciuda­
mismo del ser vivo por parte del funcionamiento
dano concediéndole la posibilidad de desarro11ar
mecánico como del viviente-máquina, deben apre
una política de ocios, así como ciertas direcciones
henderse como el paradigma epistemológicamente
de la investigación en cibernética, tienden a des­
construido de ese mismo proyecto.
conocer el rasgo fundamental de la civilización occi­
¿De dónde proviene, entonces, el que la protesta
dental que consiste en que la máquina no tiene la
humanista refiera el paradigma a una perversión
finalidad de reemplazar el ser vivo en sus tareas
representativa? Lo que Engels llama '1a victoria del
serviles, sino que su función estriba en incrementar
trabajo mecánico sobre el trabajo manual"15 es lo
que hace necesaria la identificación del trabajo
13 Cf. Marx, carta a Engels del 28 de enero de 1863
( t:n
manual con el trabajo
mecánico.
Alí
reside
el
Correspondencia Marx-Engels, Cartago, p. 102 ) : "La revo ­
lución industrial empieza apenas se emplea el mecanismo
ahí donde, desde los tiempos antiguos, el resultado final
requería siempre trabajo humano; es decir, no ahí donde
feedback históricamente comprobado en la progre­
como ocurría con las herramientas recién mencionadas, el
H La cibernética como "arte de hacer eficaz la acción",
definición que retoma H. Labroit a propósito de la biología,
"la cibernética y la máquina humana", en Le dossier de l.a
material a tratar nunca, desde un principio, ha sido tratado
con la mano humana, sino donde, por la naturaleza de la
cosa, el hombre no ha actuado meramente, desde el comie¡;¡­
zo,
78
como
fuerza."
siva destrucción del productor independiente, en su
C1Jbemétique, Marabout, 1968, p. 195.
t�
La situación de la cl.ase obrera en Inglaterra.
79
proletarización, en el mercado de víctimas que re­
metido a la máquina experimenta el trabajo mecá­
vela la aparente perversión representativa como
signo de una real expropiación y que, sin borrar
nico
nada de la marca del modelo vivo, asigna a lo eco­
sión de la energía vital por la tarea rítmica que
nómico la responsabilidad de un retorno de la ima­
reducción
a
la
simulación
de
una
produce la identificación con la máquina. He aquí
gen vivida como tal por los trabajadores, es decir
que la rebelión del trabajo vivo contra el trabajo
la contradicción: en el mismo movimiento, recono­
cer oscuramente la participación de la máquina en
muerto que viene a tomar su lugar, el rechazo de
la sumisión de lo vivo a lo muerto,
como
actividad mortífera, como robo de vida, como extor­
cierto
indican aún el
"proyecto"
vital
( lo
que
marca
trágica­
mente la competencia generalizada en el interior
oscuro sentimiento d e una homogeneidad de pro­
del cuerpo productivo ) y considerar el cuerpo bio­
yecto : la máquina entra en competencia con los
lógico como herramienta reducida a un proceso
trabajadores como los trabajadores entran en com­
maquinal ( lo que está bien en los hechos, pero
petencia unos con otros en el mercado de trabajo
( donde la pérdida de la independencia inaugura
únicamente gracias a la magia de un retorno de la
la era de la 'libertad" ) , y el primer proceso agrava
imagen ) . Contradicción que las estrategias y tác­
al segundo al hacer entrar, en cierta época, muje­
ticas revolucionarias pudieron reflejar por alternan_
res y niños en el sistema de la competencia gene­
cia, y hasta simultáneamente, en la historia del mo­
ralizada.16 Pero al mismo tiempo, el ser vivo so-
vimiento obrero.
Promover la percepción maquinal del cuerpo bio­
16 Y esto aún en los comienzos, como lo atestigua el pro
lógico es, entonces, recurrir a una representación
yecto de Laffemas, de hacer trabajar en taller a "niños pe­
e
queños, ciegos, viejos mancos
impotentes, sentados a
gusto, sin trabajo ni molestia corporal"
( cf.
débuts du Capitalisme, Alean, 1927, p. 12 ) .
del ser vivo que incluye la producción de un tra­
su
H. Hauser, Le$
bajo como constitutivo del ser así percibido. La má­
Esta inversión
quina pura, una vez denunciadas y condenadas la
particular en la que el cuerpo sufriente, dolorido y mutilado,
al
ociosidad y la pereza como encarnación del mal
gesto mecánico que reduce el esfuerzo físico, no constituye
social, trabaja libre de las escorias de la subjetivi­
de débil
constitución,
aparece
como
aptitud superior
el aspecto menos importante del sistema. En la generaliza
c-ión de la competencia,
el
capitalismo
marca
el
dad. El viviente-máquina se presenta en su destino
cuerpo
( también lo hace de muchas otras maneras ) en la recupera
histórico como ser productivo, no porque la má­
c-ión de potencialidades insospechadas. A medida que el
cuerpo productivo se extiende, también se extiende el campo
tiva, sino porque el ser vivo mismo debe, en su
quina, al encontrarse con el cuerpo, se haga produc­
de explotación del cuerpo biológico. Véase también, a este
respecto, Marx, El Capital, I, 1, secc. IV, cap. XIII. La
extensión del cuerpo productivo acompaña a la limitación
del acto productivo : "En tanto miembro del trabajador co
lectivo, el trabajador parcelario es más perfecto en la me­
dida en que sea más limitado
e
incompleto. El hábito de
una función Úniea lo transforma en órgano infalible y espon-
80
proyecto de conquista, estar presente como poten-
l
táneo de esta hmción, mientras que el conjunto del meca
nismo lo compele a actuar con la regularidad de una pieza
de máquina"
( El
Capital, I, 1, sec. IV, cap. XII ) .
81
cía de producción, y porque la máquina, al ser una
prolongación de esta actividad vital, la representa­
ción del viviente-máquina, restituye su esencia al
2. La teoría del viviente-máquina como herramien­
ta conceptual que ayuda a pensar la construc­
ci6n del cuerpo productivo
ser vivo en la trama de un "complot" que se ha
urdido en otra parte. Si el ser vivo debe convertirse
en máquina es porque la máquina acrecienta sus
potencialidades inscritas en el viviente al efectuar
una aparente economía de energía vital. ¿Y no es
acaso esta aparente economía lo que permite ali­
mentar el mito de la sustitución, de la '1iberación"
de las fuerzas por otras tareas no productivas, la
La teoría del viviente-máquina tiene un alcance
mucho mayor que la aparente reducción del ser
vivo a la máquina, pues además de esto -que es
cierto- es también revelación del hábil juego que
permite la producción de semejante imagen. En la
realidad, ambos movimientos son inseparables, que
es lo que les otorga ese su carácter ejemplar. La
disposición de los órganos del cuerpo para tal o
ilusión de una energía libre del cuerpo, mientras
cual movimiento libera de la referencia al alma co­
que el descanso sólo es recuperación, el sello de la
rno principio productor. El autómata es, así, "obra
marca suplementaria del cuerpo, y su antídoto re­
de la naturaleza".18 La muerte se revela, entonces,
cientemente promovido, el deporte intensivo, otra
como contemporánea de la ruptura de la disposi­
en una sostenida ascesis y disciplina de
ponsabilidad, y la desaparición del lazo sustancial
tación del viviente-máquina es la reducción progre ­
sólo sería la manifestación consecuente de la frac­
marca
mutilación? Lo que, por tanto, implica la represen­
siva del acto manual a una operación mecánica,
incluso antes de que la máquina viniera a tomar
pura y simplemente el lugar del gesto mecánico.
Pero consecuentemente, parece que tal gesto es a
la vez la reducción de la operación hábil y com­
pleja a su más simple expresión, y si.lación del
ción mecánica, el alma no podría soportar la res­
tura mecánica; pero también resulta que la des­
trucción de la máquina implica tal consecuencia al
viviente-humano. Esto es lo que hace inevitable el
pensar que el fin inscrito en la ordenación de los
engranajes que componen la máquina tiene su ori­
gen en un plan extraño al funcionamiento de la
máquina.19 El análisis cartesiano
sobrepasa aquí
trabajo vivoP Esta implicación sólo se justifica en
los "efectos" históricos que habrá de sostener la
representación, sin que por ello se confirme ningu­
na teoría del "reflejo".
1 7 Cf. Marx, "Crundisse", 11: "La división del trabajo es lo
que, al transformar cada vez más las operaciones manuales
en operaciones mecánicas, ha hecho posible, a la larga, que
las reemplazara la máquina."
82
1 8 Cf. Cartas a Regius, enero 1642. Véase también Princi­
pios, N, y también C. de Cordemoy, Oeu!Jfes philosophiques,
P. U. F., 1968, 39 Discurso, "Des machines naturelles et
artificielles", p. 1 22 : "Lo que admiramos en las obras de
arte, o de la Naturaleza, no es más que un puro efecto del
movimiento y del orden, que, según sus diversidades, hacen
'iue bs cosas sirvan para distintos usos."
1 9 Cf. Tratado de las pasiones, art. 5 y 6. Véase C. Can­
guilhem, La formation du concept de réflexe
XVIII srecles, P. U. F., 1955, p. 55.
aux
XVII et
83
considerablemente su fin inmediato. Ello nos ayuda
a pensar la astucia por la cual se construye el cuer­
po productivo. No se trata de recoger, en este ca­
mino, la tesis desarrollada por Borkenau acerca de
una era mecanicista concebida como reflejo ideo­
lógico de la organización de las manufacturas,20
sino de considerar, mucho más profundamente, que
el mecanismo
( cartesiano )
ilumina -respecto de
la teoría del viviente-máquina- el proceso inhe­
rente a la tecnología, que consiste en retirar del
ser vivo una finalidad natural e inmediata para
transferirla mediata y secretamente
a
un plan que
continúa siendo extraño al ser vivo.
Gracias a esta separación jurídica del cuerpo-má­
quina es posible pensar la construcción del cuerpo
productivo. El real acrecentamiento de poder que
se consigue por esa vía acompaña a la reorientación
radical de las supuestas relaciones del organismo
vivo con la naturaleza, y es esta reorientación la
que, al mismo tiempo, exige la inteligible homoge­
neidad de las fuerzas presentes. De tal manera, el
cuerpo no padece un tratamiento mecánico única­
mente para ser mejor conocido, ni siquiera para
ser más disciplinado, sino que lo que está en cues­
tión
es
cierta
potencia :
a
la
potencia
de
la
naturaleza mecánica responde la potencia del cuer­
po-máquina, a la homogeneidad de tratamiento no
corresponde ninguna fusión cosmológica, sino el
planteo de una situación que habrá que percibir
como antagonista, y que consiste en el enfrenta­
miento, provistos de los mismos mecanismos, del
viviente-máquina y el mundo-máquina. Sin embar2° Cf. G. Canguilhem. La connaissance de la vie, pp. 108
y ss. y A. Koyré, Etudes d'histoire de la pensée scientifique,
P. U. F. , 1966, p. 148, nota 3.
84
go, homogeneidad no implica equilibrio. El exc � ­
dente del proyecto de conquista viene a introductr
cierto
desequilibrio
de
fuerzas,
que
constituye
la parte de la humanidad en el ser vivo. El
�ar�­
digma del viviente-máquina, sea el animal-maqu;­
na, sea el
telas de inteligibilidad del hombre-ma­
quina, es también real privación, algo a lo que falta
la razón, es decir, a la vez lenguaje y cálculo, pro­
yección de fines. 2 1
En consecuencia, más allá del proyecto de inteligi­
bilidad global del que participa, la teoría del vi­
viente-máquina aparece, en este aspecto, como un
reconocimiento y explotación de un carácter o:dgi­
nal de la vid a : el de la vida como conquista y do­
minación de la naturaleza. Pero al mismo tiempo
el viviente-máquina encarna el ardid por el cual
se efectúa una transferencia de finalidad que ex­
pulsa al viviente de tal proyecto, con lo que pro­
mueve la posibilidad de pensar el cuerpo produc­
tivo como una consecuencia de la inversión de las
relaciones entre el hombre y la naturaleza -la humanidad como fractura de la naturaIeza- - - segun
')•')
1
un plan que continuamente escapa al interesado.
:: 1
Por otra parte, la ambigüedad subsiste necesariamente:
h acción animal, quintaesencia del acto mecánico, puede
considerarse como el colmo de la rapidez, la precisión Y la
eficacia ' en la medida, justamente, en que no es la conse­
cuencia de una deliberación. Entonces, la razón tendría co­
mo característica la lentitud y la incertidumbre. Esta es la
Hnea que desarrolla Pierre Chanet en sus Considérations sur
la sagesse de Charon, 1 64 3 ( cf. J. B. Piobetta, Au temps de
Descartes, une polémique ignorée sur la connaissance des
animaux, IX Congres International de Philosophie, 11, Etudes
cartesiennes 2? parte, ed. Reman, 1937, p. 62 ) .
Esta fra ura tiene s u raíz en una forma d e "naturalis­
mu" qne le proporciona justificación y límites. Los límites
2�
�
8:5
Para que el cuerpo productivo se construya, es ne­
II
cesario que el cuerpo biológico se fragmente, que
la unidad perdida de éste sólo pueda volver a
contrarse en una aprehensión epistémica que
en­
no
La psicología en el cuerpo
excluya la parcialización de tareas; es necesario que
productivo
el acto productivo se haya retirado del cuerpo pro­
pio, del trabajo vivo, para refugiarse en el gesto
fragmentario cuya significación y eficacia residen
exclusivamente en su condición de órganos de una
!
función, única garantía de su infalibilidad, pero
que estén incluidos en un mecanismo general cuyo
sentido escape al actor desde
un
principio, y que,
en su desarrollo mismo, lo marque en el cuerpo,
para hacer acceder al individuo -de acuerdo con
la fábula de Menenio Agrippa- a una representa­
ción metonímica de sí mismo, en la cual un frag­
mento del cuerpo se convierte en el cuerpo entero.
Ahora, al considerar los hechos consumados, con­
viene mostrar cómo esta representación se afina
por así decirlo, se enriquece con nuevas determin
v
;�
ciones, hasta apelar, para su tratamiento particular,
a la constitución de una disciplina específica, la
psicología de vocación científica, en el seno mismo
del cuerpo productivo desarrollado. Este pasaje,
que implica el reconocimiento de un nuevo concep_
to de vida, será también el de la "cooperación" de
tareas fragmentarias y definidas según un control
central o gran autómata autorrcgulado, imagen pu-
ra del cuerpo productivo, obligado
a
mantener la
ilusión de una cooperación perdida pero anhelada.
son, evidentemente las leyes de la naturaleza que nadie
puede trasgredir ( cf. Mersenne, Les Mechaniques de Galilée,
P. U. F., 1 966, cap. I ) . La fractura sólo tiene s enti d o e:-; El
,
respeto
86
a
l a s leyes.
l. La psicología como "organología", o la máquina
viva
y sus
contradicciones
Ante una muestra productiva cuidadosamente me­
dida es posible tanto la serenidad como el terror.
Por empezar, está implicado el tacto. Toma directa
de la exterioridad, órgano por excelencia de la ma­
nipulación, el sentido recoge en ello el legítimo
privilegio, ya comprobado en la tradición filosófica,
de la investigación incesante. Pero, ¿qué se toca, y
quién toca? Indudablemente, cuerpos, pero cuer­
pos que resisten, cuerpos que pesan, cuerpos que
oprimen, a veces calientes, otras veces fríos, 23 cuer­
pos que, sobre todo, se empecinan en engañar res­
p ecto de su propia evaluación, cuerpos que embau-
:::; En De p ulsu, resorptine, auditu et tactu: annotation.es
anatomicae et phisiologicae ( Leipzig, 1834 ) , E. H. Weber
precisa ( Prolegomene XI) que el sentido del tacto nos re­
Yela : l. la fuerza de resistencia que el cuerpo opone a la
presión de nuestros órganos : 2. la forma de los cuerpos y el
espacio que se extiende entre ellos; 3. la fuerza con la cual
los cuerpos comprimen nuestros órganos y, en particular,
ante todo su peso; 4. la temperatura de los cuerpos, ca
lientes o fríos.
,
87
can porque el sentido, excitado por l a exterioridad,
sufre ilusiones sobre sí mismo, inhabilidad respecto
del objeto. Entonces se organiza la exploración, que
pasará sobre toda la superficie del cuerpo extendido
en el espacio como si fuera una piel de ratón cla­
vada en la tablilla, con un compás de hierro, de
puntas recubiertas con un trozo de corcho. Así se
recorre sistemáticamente la piel y las mucosas co1indantes ( lengua, labios ) . Así encontramos que la
sensibilidad suficiente para discernir dos contactos
distintos alcanza el máximo en la punta de la len­
gua, en los bordes de los labios y en la yema de los
dedos, encontramos también que la misma sensi­
bilidad disminuye en cada miembro a partir de la
extremidad terminal y a medida que uno se apro­
xima al tronco, que la espalda es un mal recep­
táculo de sensibilidad . . . En cuanto a los puntos
del compás, su impacto se percibe de manera muy
distinta si se los apoya sucesivamente sobre el te­
gumento que si se lo hace simultáneamente. Tam­
bién encontraremos que cuando el sujeto mueve
el dedo sobre el que está apoyado el estesiómetro,
siente más rápidamente el doble contacto, y que,
en general, el movimiento de los órganos del tacto
acrecienta considerablemente su fineza. Por último,
encontramos que para percibir el doble contacto,
las puntas del compás deben estar a una distancia
mínima de 1 mm una de otra si se trata de la punta
de la lengua, de 2 mm en la yema de los dedos.
Todas las investigaciones parten de la hipótesis de
que la sensibilidad es idéntica en todos los indivi­
duos, y que los diferentes organismos obedecen a
leyes de homogeneidad semejantes a las que rigen
en las máquinas. Pero al mi s mo tiempo se admite
que si la máquin�t no pul:'de descomponerse "obje-
88
:
"subjetivame nte ·, su
tivamente", sí es posible que,
ca de su fun wna ­
acer
a,
apreciación d e sí mism
com o lo atesbg an
tal
miento, sea problemático,
a una expenen­
eden
prec
las recomendaciones que
que reza n:
ión,
pres
de
cia sobre las sensaciones
el dors o
emos
tocar
le
"Preste atención, cada tanto
vocarse.
equi
fácil
es
no;
del puñ o con algo muy livia
usted
que
vez
cada
"sí"
r
Ten ga a bien responde
por
lleva
e
déjes
ndo;
toca
está
crea sentir que se lo
a, en
ura
proc
se
Y
24
tas".
edia
sus impresiones inm
,
ia, descubnr 1os
el curs o mism o de la experienc
fraude", para lo cual
errores de sugestibilidad o de
o, por ejemplo, for­
com
cias,
se utili zarán mil argu
e todo c nt ct ;
ncia
ause
en
mular la pregunta
.
"
cas obJetivas
tecm
de
rso
recu
Esto significa que el
onfianza respecto del
debe hacerse cargo de la desc
no sólo se trata de
discurso que se profiere. Así,
el abismo entre el
.
que el lenguaje sea lo que cava
que ahor a el lenguaJe ,
hom bre v la máquina, sino
le señal d e la ensa:
superflu indispensable, simp
,
el cual la maquma es
ción constituye el med io por
la evaluación de su
inci ada al error acerca de
o, peor aún, a mentir
propia relación con el mundo;
d s u alcanc . El pro­
por razones que están fuera
.
amco es swm pre el
blem a de todo universo mec
el error, dónde se orimism o : c.· de dónde proviene.
. ?
1 negativo
.
e
gina el engaño, de don de vwn
o enta­
o
tuy
s
con
se
erna
La psicología mod
esta subJetiVIdad . Sea
tiva de reducción de la mol
n a par e del cuerpo
lo que fuere, los labios será
idos mmed1atamente por
más sensible al peso, segu
de los dedos e las ma­
la piel que cubre la yema
fuere, un m1s mo pes o
nos y los pies ; sea Jo que
�
_r
?
�
�
� � �
�
�
;
�
�
_o
:� � � � �
'
�
�
�
nique de Psycholog!e expé­
�4 E. Toulouse, H. Piéron, Tech
p. A .
,
.
ed. Doin , 2"' ed 19 1 1 , tomo I,
rimental, París,
89
parecerá mayor cuando se lo estima con el costado
izquierdo. Sea lo que fuere, las onzas y los dracmas
( cf. Prolegómenos,
XII ) ,
muestran que la diferen­
cia percibida permanece constante aun cuando los
términos de comparación varíen en cantidad y en
intensidad absoluta. El sujeto, en resumen, no tiene
derecho a equivocarse, su error puede ser un he­
cho, pero jamás es un derecho. Respecto de la
mentira ( por sugestibilidad, por cansancio, por iro­
nía, por provocación, por mala disposición de áni­
mo ) , es suficiente con oponerle una argucia mejor,
suscribiendo así el antiguo adagio que afirma que
todos los hombres son bribones.
Prevenir el gesto inútil, prevenir el movimiento tor­
pe, adaptar la máquina viva a la máquina muerta,
hacer funcionar la máquina viva como una máquina
muerta, sin problema, sin lugar para la conciencia,
y, sobre todo, sin pérdida de tiempo, transformar
la máquina viva íntegra en movimiento eficaz, todo
eso constituye el logro forzado en sus "aplicacio­
nes" tal como se lo espera en este primer momento
de la disciplina, antes de que echen raíces en el
tronco común los problemas de "relación" por don­
de ]a afectividad produce su retorno triunfal. Sen­
saciones de presión, de temperatura, álgicas, eléc­
tricas; sensaciones
cutáneas :
cáusticas,
capilares,
de tracción, de cosquilleo; por último, subcutáneas,
vibratorias y quinestésicas. La exploración así cum ­
plida sobre la entera superficie del cuerpo hace im­
probable toda veleidad geológica; y la exploración
puede, en ciertas circunstancias, lo sabemos muy
bien, marcar el primer paso de la colonización.
Luego viene el ojo, preciso auxiliar de la mano,
encargado de guiarla en su acto eficaz, geométricd­
mente evaluado, pero de tanto en tanto sujeto a ]a
90
histórico error del
distracción , como lo atestigua el
nwich; distrac­
asistente del Observatorio de Gree
lo es en apariencia,
ción que, sin embargo, tan sólo
personal; de­
ergo, necesaria a título de ecuación
.
ales, med 1da de h
terminación de los campos visu
apli­
aquí
agudeza visual. Todo ello encuentr� ,
po
ttem
nocwn de
cación en la aproxinmción de la
que
duración
de reacción", comprendido como
estimulación
una
de
ón
ucci
prod
la
entre
transcurre
olfativa o gustativa,
exterior ( sea luminosa, sonora,
el cual el
y el movimiento exterior por
u otra )
epción de la sens asuje to da testimonio de la perc
.
· ' . 25 L a 1mportan. u1acwn
ción provocada por la esbm
igua la voluntad de
cia del tiempo de reacción atest
intervención de la
reducir al máximo posible la
precisión de la me­
subjetivid ad, para acrecentar la
ritariamente -pers­
dida · se trata de dedicarse prio
su escuela- a la du­
pect va abierta por vVundt y
conscientes, en des­
ración de las modificaciones
máquina viva , tanto
medro de su intensida d. Así, la
ción como en los
en los casos simples de reac
reducción. Esta forma
complejos, sufre una nueva
significa otra cosa,
de intelección del sistema no
o
siguiente : la intensidad del gest
en el fondo, que lo
e
d
po
tiem
del
ción
productivo depende de la dura
,
recl­
,
Pero
.
rsa
la inve
reacción al estímulo, y no a
po de reacción de­
tiem
del
ción
dura
la
nte,
procame
estimulación de los
pende de la intensidad de la
to más intensa e: la
órganos sensoriales, pues cuan
,
tiempo de reaccwn.
estimulación, más disminuye el
s umínicas tie �en
En promedio, las estimulacione
,
es mas tard�as, mtentendencia a producir reaccion
:�
i
�
quantitative ( 2?
25 Cf. J. J. Van Biervliet, La psychologie
estudio ) ; "La psvchologie".
El07, p p . 36:J-566
Rew e
philo sophi q11e,
junio
91
tras que sonidos y contactos producen reacciones
más rápidas. De este modo, el crecimiento intensivo
de estimulaciones, al abreviar la duración del tiem­
po de reacción, puede llevar a una aceleración de
la cadencia productiva. Todo es cuestión de ritmo,
y tornar el ritmo es arriesgar la vida, pues la má­
quina, cuando innova, se rompe. La máquina pro­
duce más, aunque tal vez, según el lugar común,
menos bien. Pero ¿a quién le interesa la calidad
cuando sólo se exige cantidad? Por lo demás, el
instrumento sigue siendo precioso cuando la pro­
ducción de la plusvalía absoluta ( prolongación de
la jornada de trabajo ) se \'uelve problemática, y
se desplaza el acento a la producción de plusvalía
relativa ( aceleración de los ritmos ) . Marx muestra
claramente
( El Capital, I, sección V, cap . XVI ) que
si la producción de la plusvalía absoluta depende
·únicamente de la duración de la jornada de tra­
bajo, la producción de la plusvalía relativa, por el
conb·ario, invierte por completo "los procedimientos
técnicos y las funciones sociales". "Se desarrolla
-concluye Marx- con el modo de producción capi­
talista propiamente dicho." La suerte no está defi­
nitivamente echada, sino que el sistema es perfec­
tible, y la psicología moderna poseía, desde su
aparición a mediados del siglo XIX, un porvenir
histórico que desde entonces no ha dejado de con­
solidar. No nos equivoquemos : ni la psicología es
un simple reflejo ideológico del mundo de produc­
ción capitalista, ni es tampoco efecto transparente.
Se contenta con abrirse camino en las sinuosidades
del gran proyecto histórico de un sujeto muerto,
acompaña, sostiene, se aparta de su lugar, vuelve.
Está
ahí, pieza indispensable, al parecer, de la
máquina social. Intervención continua, de la que
92
no constituye un santo y seña, puesto que está allí,
precisamente, para eso.
?
Lo que interesa al psicólogo en el estudio del "fe� ­
rneno de dos caras" -para retomar una expreswn
de Ribot-, es, por una parte, una investigación
laboriosa que tiene como finalidad la determinación
de la eventual especificidad del psiquisrno, Y por
�
otra parte, la necesidad de asignar a �s errores
e ilusiones de los sentidos una responsabilidad cau­
sal menos referida a la subjetividad inmediata que
a las operaciones intelectuales que acompañan de
ordinario el proceso . El principio del paralelismo,26
_
cualesquiera sean las variedades de sus
des ( conciencia atribuida a tod os l� s
,
vitales, conciencia reducida a smtes1s hswlogiCas
más 0 menos independientes, conciencia acordada
a
a una zona mínim a de hechos fisiológicos ) termin
por afirmar el automatismo del cuerpo Y a negar a
_
la conciencia, sean cuales fueren los tnbutos ue
se le quiera reconocer, en todas las cucunstancms,
el carácter de fuerza actuante, para reducirla a un
�
�
mero epífenómenoP El alcance de la polémica del
paralelismo consiste, pues, en n�mbre d �l post�l� d?,
.
,
científico, en prescindir de la h1potes1s metah IC
� �
-considerada como inútil, costosa y hasta pequdi­
cial- de la interacción entre el cuerpo y la con­
ciencia, cualquiera sea la forma en que se la con26
t:o
Para una definición precisa del paralelismo, cf. Th. Ri t,
Introducción a La Psychologie allemande contemporame,
París, 1879, pp. IX y XI; y W. Wundt : Eléments de psycho­
logie physiologique, 1874, trad. Rouvier, Alean, 1886, tomo
H, p. 521.
.
'.!7 Cf. A. Godfemaux, "La parallélisme psycbo-phys1que et
ses conséquences", Ret:ue philosophique, 1904, 2, PP 329·
352 y 482 504.
93
ciba.
�
El
papel
de
concomitante
que
asume
el
f nómeno físic�, que impide a la vez toda perspec­
tiva de causahdad inmediata del cuerpo sobre el
espíritu, implica una escala de seres en cuvo seno
'
la hipótesis de la presencia de fenómenos vitales
que pueden no estar acompañados de conciencia no
podría entrañar, sin embargo, la posibilidad de la
producción de hechos de conciencia fuera de toda
presencia corporal. La máquina corporal funciona
sin recibir órdenes de la conciencia; de hecho, la
conciencia, siempre presente en el nivel más alto
de la jerarquía de los seres, acompaña sin actuar.
La máquina corporal se mueve por sí misma; el
alma se halla reducida a la porción congrua, a la
posición de "sujeto lógico de la experiencia ínter-
na, . 28 N o es asombroso, por lo tanto, que el pro-
blema planteado sea, precisamente, el de las rela­
�iones del alma y el cuerpo : "Entiendo por psico­
físico -escribe Fechner- una teoría exacta de las
relaciones entre el alma y el cuerpo, y, de un modo
general, entre el mundo físico y el mundo psí
quico . . .
Nuestras investigaciones se ocupan sólo
del aspecto fenomenal del mundo físico y del mun­
do psíquico, es decir, de lo que se nos da inme­
diatamente en la percepción interna o externa, o a
lo que puede concluirse de los fenómenos . . . en
resumen, estudiamos lo que es físico como lo hacen
la física y la química, y estudiamos lo psíquico co 28
Cf. Wundt, E léments de psychologie physiologique, to­
mo I, p. 9. Véas e también la definición del "alma" torno
II,. p. 526_: "la correlación abs oluta entre lo físico y l o p sí­
qmco sugrere la hipótesis siguiente: lo que llamarnos alma
es el ser interno de la misma unidad, unidad que conside··
ramos exteriormente como cuerpo, que le perten ece.''
94
mo lo hace la psicología experimental, sin investi­
gar en los fenómenos la esencia del alma y del
cuerpo como lo hace la metafísica".29 El pasaje de
]a
sustancia al fenómeno no puede, finalmente,
ocultar la dificultad que experimenta el psicólogo
cuando define la constitución de la "cara" psíquica.
Así se empecina, como lo muestra el intento de
Exner, en determinar la duración de las fases pro­
piamente psicológicas del tiempo de reacción, para
medir la duración de las operaciones intelectuales
consideradas como elementales.:1o El intento se tra­
duce en una operación simple en su principio, enig­
mática en su efectivización, pues cuando se ha cal
culado con exactitud la duración de las fases que
se consideran extrapsicológicas, se sustrae el total
obtenido de la duración del tiempo de reacción, de
modo que la duración específica de la fase cons­
ciente se expresa en esa simple diferencia. En otros
términos, lo consciente es el resultado de una sus­
tracción; o sea, lo que no pertenece directamente a
]a máquina-autómata en su funcionamiento perci­
bido puede acordarse, sin demasiados problemas, a
]a acción de la conciencia. Ningún psicólogo, por
otra parte, pone en duda la dificultad de la tarea.
Supongamos el siguiente material : una cámara os­
cura, en cuyo fondo se fija una hoja de papel blanco
de 19 cm de alto por 11 de ancho, y en cuya pared
,
29 Cf. G. T. Fechner, Elemen te der Psychophysik, Leipzig
de
llegar
za
esperan
la
:
67
p.
I,
1 860. Véase también tomo
sería también
a formular una ley de las sensaci ones que
y el cuer
alma
el
entre
es
relacion
importante respecto de las
campo del
po, qu e puede ser la ley de gravedad para el
movimiento planetario.
cit. ,
30 Cf. Van Biervlie t, La Psyclwlogíe r¡uantitatit;e, loe.
p . 579.
opuesta se encuentm una abertura circular de 3 cm
de diámetro donde se ubica el ojo del sujeto para
contemplar la pared de enfrente a una distancia de
25 cm; un tubo de Geissler que ilumina la cámara
oscura en el momento del paso de la corriente; un
cronoscopio ubicado en el circuito principal, cuyas
agujas sólo oscilan cuando la corriente, que pasa
por el circuito secundario, ilumina la cámara y el
fondo blanco. Se pone en marcha el mecanismo de
relojería; el ruido del cronoscopio advierte al sujeto
que la experiencia ha comenzado. He aquí la ope­
ración:
l. El sujeto cierra a medias el circuito secundario;
el experimentador pone en marcha el cronoscopio,
pero, puesto que la corriente aún pasa en esas con­
diciones por el circuito principal, las agujas no
oscilan.
2. El experimentador cierra completamente el cir­
cuito secundario; el tubo Geissler se ilumina; la co­
rriente se torna muy débil en el circuito principal;
las agujas se agitan.
punto débil? En verdad son dos, prescindiendo por
ahora de la precisión técnica de la experiencia. En
primer lugar, la variación individual en la reacción
del brazo levantado es una realidad; una psicología
general no podría prescindir de una psicología in­
dividual, de una psicología de las diferencias, para
quedarse únicamente con las semejanzas. Por de­
trás de la hermosa homogeneidad de la máquina
subsiste la temida heterogeneidad de los sujetos.
En segundo lugar, ¿quién podrá asegurar que el
sujeto con el brazo levantado reacciona justamente
en el momento en que tiene que reaccionar, sin que
ningún retardo, voluntario o involuntario, acreciente
súbitamente el margen de duración de la concien­
cia? e,· Y en cuanto a la duración de los fenómenos
. .
'
conscientes complejos, como eleccion, asocmcwnes,
juicios, etc.? Con toda prudencia, el psicólogo con­
cluye:
"los trabajos de psicofisiología reali
� dos
hasta ahora para medir la duración de los fenome­
nos conscientes proporcionan más bien indicaciones
que resu1tados".31 Prudencia legítima que indica en
3. Tan pronto como el sujeto percibe la ilumina­
la dirección del ámbito de la psicología, pues todas
ción de la pared blanca, levanta la mano e inte­
las investigaciones realizadas para elaborar el con­
rrumpe el circuito secundario; la luz se apaga y la
cepto de desviación psicofísic , o en otros té
corriente del circuito principal, al recuperar poten­
cia, detiene inmediatamente las agujas del cronos­
�
para determinar lo que podna ser un acto
��ino� ,
hbrc ,
un pensamiento "puro" al margen de todo condi.
copio.
cionamiento corporal, se ven obligados a la recon­
Resultado : se obtiene el tiempo preciso, en milési­
sideración del sistema. En efecto, ¿qué es el acto
sino una readaptación?
"libre"
dualismo
Y el momento en que ha señalado la percepción me­
darwiniano viene a ocupar el lugar que le corres­
organismo - medio,
Se
reemplaza el
mas de segundo, transcurrido entre el momento en
que el sujeto ha "visto" el fondo blanco iluminado
donde
el
modelo
diante el gesto de la mano. Por supuesto, se pue­
ponde. El objeto de la psicología no es la concien
den complicar al infinito las estimulaciones visua­
cia, sino el sujeto individual en su lucha con el
les, hacer variar eventualmente los colores. Lo de­
más es simple cuestión de sustracción. ¿Cuál es el
96
:a
J. J. Van Biervliet, La Psychologie quantitatit:e, art. cit. ,
p. 591.
medio; se concebirá la psicología, ante todo, como
una parte de la biología, y su problema esencial' si
bien no formulado explícitamente, será el de la
subsistencia del individuo en el medio social: "To­
dos los organismos están, respecto de su medio,
en
un estado de equilibrio que oscila alrededor del
punto teórico de la adaptación perfecta".32 La tarea
3�, <?odf�rna_ux, art. cit., p. 343. Véase igualmente :
J. Piaget
< L e�h��t10n en _PSychologie et le parallélisme psychophi­
.
, en Fra1sse, Piaget, Traité de Psychologie expéri
swlogique
mental, fase. l. P. U. F., 1967, p. 152 ) muestra cómo Cla
parede ha formulado una ley "según la cual la torna d e
conciencia nace en ocasión d e las desadaptaciones". Para
dicha ley, puede verse el artículo de Claparede, "La Psy
chologie fonctionnelle", Revue philosophique, enero 1933,
p. 14. Véase también, pp. 5 6: "la psicología . . . es una
parte de la biología ( . . . ) El problema central de la biolo
gía es el de la adaptación ( . . . ) Y el problema central de
la psicología es el de la conducta. Pero l a conducta no es
otra cosa que cierta clase de adaptación."
E� un texto que extrae las consecuencias de una polémica
drrectarnente dirigida contra Cornte, y que apunta a preser
var el lugar de la "subjetividad", H. Spencer escribe : "las
pretensiones de ser una ciencia distinta que tiene la psico
logía son, pues, mucho mayores y no menores que las de
cualquier otra ciencia. Si sus fenómenos, objetivamente con
siderados, sólo son ajustes neuro-rnusculares mediante los
cuales los organismos superiores adaptan a cada instante
sus acciones a las coexistencias y secuencias del medio aún
en esta forma, su grado de especialidad les otorga un iugar
aparte. Mas desde el momento en que la conciencia se em­
plea para interpretar tales ajustes neurornusculares en los
seres vivos, la psicología objetiva adquiere una distinción
más Y absolutamente especial. Ahora se distingue más unién
dose, gracias a ese elemento común de la conciencia a la
ciencia totalmente independiente de la psicología sub etiva,
formando ambas una doble ciencia que, en su totalidad, es
cornple�amente sui genern ( Príncipes de Psychologie, 1855,
trad . R1bot, Espinas, París, Gerrner Bailliere, 1875, torno I ,
p. 142 ) .
j
98
de la psicología moderna es precisamente la de lo ­
grar que la máquina viva, en su funcionamiento
usual, se adapte lo más posible al mecanismo social
al cual está integrada de hecho, a fin de que su
acto productivo se desarrolle en condiciones ópti­
mas y evite que el engranaje rechine demasiado
ostensiblemente. El hecho de conciencia carece de
toda especificidad real, y, fuera de la doble cara,
fuera de su carácter de "doble", escapa al ámbito
de la ciencia. Unicamente la máquina corporal, ór­
gano de transmisión, energía adaptativa, constituye
un objeto legítimo de investigación científica . La
concomitancia afirmada no deja de ocultar el ca­
rácter enigmático del status de uno de los elemen­
tos ni de convertir en ficción todo deseo científico
que se manifieste en su lugar:
"el esfuerzo del
paralelismo consiste precisamente en hacer entrar
en su lugar real, el cuerpo, la construcción imagi­
naria que los siglos han levantado con el nombre de
espíritu, para alojar en ella las funciones superiores
del cuerpo".33 El objeto de nuestro trabajo es, pre­
cisamente, el de establecer de qué cuerpo se trata,
a qué tipo de construcción corresponde, de qué
fuente se alimenta.
Que la psicología tienda a ser una "psicología sin
alma",34 significa ante todo que renuncia a la me­
tafísica y se niega a pronunciarse sobre la existencia
misma de la sustancia. El concomitante psíquico, a
partir de entonces, sólo puede percibirse en función
de la capacidad esencial del sujeto para ejercer y
controlar su atención. J. F. Richard ha mostrado
p. 499
:::1 A. Godfernaux, art. cit.,
d'un psychologie fondie
i.sse
Esqu
ding,
Hoff
H.
:a Cf.
Alean, 1900 , p. 18.
dn.
Poite
.
l'expérience ( 1882 ) . trad
wr
99
con claridad
.Xi
qué papel obstaculizador ha desem­
peñado en las primeras tentativas de medición psi­
cológica el descubrimiento del hecho de las diferen­
cias individuales. La medida de la ecuación perso­
nal, fuente de investigaciones sobre el tiempo de
reacción, lleva a la idea de una variación de la
atención, pero, en el mismo movimiento, se efectúa
un desplazamiento que reduce las variaciones ínter­
individuales a variaciones intraindividuales. La con­
secuencia es que "lo que se estudia no es el tiempo
de reacción, sino el tiempo de reacción en tanto
traduce la duración del proceso de apercepción",
y lo único que se conoce es la medida de la dura­
ción del proceso, pero absolutamente nada acerca
de su naturaleza. Es aquí, evidentemente, donde
interviene la restauración de los derechos del co­
nocimiento psíquico, pues si la intensidad del gesto
productivo depende de la duración del tiempo de
reacción al estímulo, entonces es necesario que el
experimentador pueda controlar la atención y el
sujeto capaz de ejercerla; la duración medida no
es otra cosa que el signo de la aptitud de la má­
quina viva para aumentar su rendimiento. Por su­
puesto, hay una limitación del órgano, que Bouguer
mostró cuando . buscaba determinar qué intensidad
debe tener una luz para impedir que el ojo perciba
otra más débil. La desaparición de la sombra de
una lámpara sobre una pantalla blanca iluminada
35 J, F. Richard, "El clescub¡·imiento ele las diferencias in­
dividuales como obstáculos en las primer
as experiencias
de medición en psicología", Coloquio sobre
"elaboración ele
conceptos y métodos de la psicología diferen
cial en el siglo
XIX y a comienzos del siglo XX".
En Rewe de Syntheses.
Colloq ues, teJ.:tes des rapporls,
ed . Albín �liche l, 1968,
369 82, p p . 3í.5, 381 .
100
pp.
por otra lámpara implica una distancia de 2,133
m
entre amba s : "la distancia entre ambas luces sólo
dejó de ser visible cuando la pequeña parte agre­
gada fue de alrededor de 64 veces más débil que
]a primera".36 Pero estos problemas de astrónomos
y de físicos, pese a constituir la ocasión que hará
al ladrón, se inscriben en una concepción de la
máquina viva que el pionero psicólogo desfasa a su
manera, pues lo que a él le interesa no es tanto la
limitación intrínseca del sentido, como el juego de
reacciones que provoca la máquina ante una mala
apreciación de distancias, de tamaños, de sonidos,
de contactos. La responsabilidad no podría atribuir­
se a la máquina, ya que ésta hace lo que debe. La
responsabilidad recae en el concomitante psíquico;
ilusiones y errores no provienen tanto de la máqui­
na misma como de la defección
quizá fundamen­
tal, pero corregible- de sus insbumentos de con­
trol. Cuanto más nos elevamos en la intelectualidad,
más aumentan los riesgos de error : "ciertas opera­
ciones intelectuales se sobreagregan a las operacio­
nes más simples implicadas por los juicios senso­
riales elementales, y proveen de percepciones que
a
menudo engañan al sujeto acerca de la naturaleza
de los fenómenos percibidos, como ocurre en la
3 6 P. Bouguer, Traité d'optique sur la gradation de la lu­
miere, París, 1760, libro 1, sec. 2, art. 1, p. 51. El desarrollo
precedente apunta a la categoría e trabajo so cial medio
. .
.
luyo nivel jamás se adquiere defm1hvamente, sm� que es
.
siempre un permanente mantenimiento ( cf. Marx, Matena1 es . . . "· "el obrero debe ejecutar, en un tiempo dado, la
cantidad de trabajo correspondiente a la forma social : el
capitalista obliga al obrero a suministrar un trabajo que
posea por lo me �? s el grado de intensidad media conforme
n la norma mcwl )
�
,
.
101
mayor parte de las ilusiones ópticas".37 Un ejemplo :
inevitable
la comparación de dos pesos de volumen diferente,
"Somos ciegos -decía Diderot-, el ojo es el perro
siempre que esté precedida por una percepción vi­
que nos conduce". Pero agregaba : "¡cómo nos enga­
y
perturbador concomitante psíquico?
sual de los volúmenes a comparar, entraña la subes­
ñaría este órgano
timación del peso de menor volumen; es conocida
incesantemente rectificado por el tacto!"
la historia del kilogramo de plumas y el kilogramo
puesta podría ser la de la psicología moderna en
de plomo : '1a vista interviene siempre para viciar
las apreciaciones musculares de peso".3 8 Parecería
sus comienzos. En el fondo, sólo la máquina ciega
que sólo los tontos escapan a la ilusión. En suma,
pica que se arranca los ojos para acceder a la vi­
se trata de verificación experimental, y cuanto más
sión, sino el ciego de nacimiento, provisto de un
idiota es, menos se reflexiona, y cuanto menos se
reflexiona más rápido se actúa. El sentido no enga­
( el ojo )
si su juicio no fuera
4
0
Esta res­
sería ideal. Pero de ninguna manera la máquina edí­
mundo diferente y sin embargo completo donde
todo problema debe resolverse por el tacto, don­
ña. Ya lo decían claramente Kant y otros. Sólo el
de en la hermosa repetición mecánica del gesto
entendimiento viene a poner desorden en el hermo­
so orden de la máquina. El ojo, el más "noble" de
productivo se instalan las tenazas robotizadas. La
los órganos de los sentidos, paradigma del intelecto,
a nadie se le ocurra dejarse abatir por las catara­
es el que se encuentra en más estrecha correlación
tas! De esa manera se acabaría la historia del ojo.
con el concomitante psíquico. El ojo es el órgano
En la ausencia de vista, la ilusión se limita. La vida
de la ambivalencia: en él se concentra la manifes­
es embarazosa, la mirada brilla, la mirada inflama,
tación psíquica de la reacción ( veo y levanto el
es el mirador del alma. El
brazo, veo y aprieto el botón ) , en él se refugia la
no sería el de los ojos vacíos de las antiguas esta­
preocupación adaptativa llega aún más lejos. ¡Y que
especificidad del psiquismo, la atención de su du­
tuas
ración. El ojo produce por interpósito gesto.39 Pero
rron
telas de la máquina viva
sino la ausencia de ojo. Sin la mirada soca­
� del enano disimulado, el autómata ajedrecista
también se abre para él el camino del error de
de Maelzel sería -percibido en su inmediatez- ri­
apreciación, obstáculo al gesto eficaz. ¿Quién asu­
gurosa perfección. Pero la mirada es la posibilida?
mirá la rectificación? ¿Quién restaurará el circuito
productivo perfecto, potencialmente alterado por el
37 Toulouse, Pieron, Teclmique de psychologie expérimen
tale, tomo 1, p. 214.
3 8 lbíd., p. 242 .
3 9 Cf. lo que dice Dewey: "La aptitud de la mano, al eje­
cutar su tarea, dependerá
directa o indirectamente
de su
control por el mecanismo de la visión". "The reflex are
concept in psychology", The Psych ologícal Rerie 1c, vol. 111,
n<:> 4, julio 1896, p. 359 ) .
102
de la no atención, de la simple distracción que ah­
menta el hecho mismo del error al destruir inciden­
talmente la crédula ilusión del ingenuo. La máquina,
d ígase lo que se quiera, ignora los problemas de
� ade­
adaptación, y su funcionamiento está fielment
cuado a su función. Sólo la vida plantea cuestiOnes,
40 "Eléments de physiologie", en Oeuvres completes de Dí­
clerot, París, Bell es-Lettres, Gamier, 1875, tomo IX, PP·
344 , .34.5.
103
y la mirada es,
a su manera,
su espejo. La
de acomodació n
no cw n
pertene ce tant
o a la óptica c
a la biología .
om o
El funcio na lis
mo ha sabi do
asu mir las
consecuencias
de tal repres
entac ión . No
hab lamo s
solamente de la
crítica co njunta
del "estru ctur
mo" y de la psi
alis­
cología de las
fac ulta des , de
titución del m osa
la sus ­
ico de elem ento
s po r el acto
del ser vivo en
úni co
intera cció n con
stan te con el
por las m odalid
med io,
ades de ajus te
o de adapta ció
individ uo .41 P
n del
en samos más
específica me nte
e n la
teoría instrume
ntal del esp
íritu en q ue se
operacionalismo
teje el
contemporáneo,
en el que lo
portante es la
im ­
red ucci ón de
la activid ad
me nta l a
un órgano, su
sceptib le de tra
nsfo rm ars e al co
de las exp erie
mpá s
ncia s con que se
enc uentre, ap to
el p erfe ccion
para
amiento ( co difi
ca ció n del co
ncepto de
aprendizaje en
psicol ogía ) ; el
esp íritu, con tod
cort ejo activo o
o su
ina ctivo de ate
nció n, de vigi lan
de control, de
cia,
decisión, etc.,
no es, en sent
ido es­
tricto, una guía
, sin o má s bie
n un p uro instr
umento
que utili za la m
áqu ina viva con
el solo fin de
adapta ción, del
la
mis mo mod o
que los órgano s
los sentid os.
de
Por lo tanto,
no se pod ría co
nsid erar
diferenci a cua
litativa alg una
entre activid ad
tal y acti vida
m end nerviosa ; el
espí ritu rep rese
nta sim ­
plem ente un
estadi o cua ntit
ativa mente sup
erior en
el cam ino de
la máq uin a viv
a ha cia su ada
ptación. �2
41
Cf. Dewey, The
-reflex are conc
ept in Psycholog
42 Véase J.
y, p. 370.
R . Angel!, The
proüince of fun
Psy chologica]
ctional Psychology
R eview, 14, 1907,
,
pp. 61 9 1 : '1a psic
de la fun ción .
ología
. . no se interesa
sola
mente po r las ope
nes de] proce
racio
so mental conside
rad o simplemente
mo, sin o ta m bi
en s í m is
én -y con mayor
inte
nsida d- por la activi
menta l en tan
to parte de un
dad
fluir más vasto de
lógica s que e
fu erzas bio
stán en activ ida
d tod os los dia s y
a cada ins-
104
---
-
---
--
El concomitante psí
quico no gobierna,
puesto que,
al ser sól o un asp
ecto de la máquina
viva, sólo re­
cibe órdenes de
la selección qu e exi
ge la ejecución
de técnicas efi
caces como garan
tía de sobrevivencia.
En otros término
s, no es suficien
te dejarse vivir,
hay que apren der
a vivir.
Serie de proposicio
nes de J. McK .
Catte ll, prod uc­
tor de la n oció n
de "test": 43 l .
Presión dinamomé ­
trica; 2. Velocid
ad de movimiento
; 3. Zonas sen si­
tiva s; 4. Presión
, causa de dolor;
5. La mínima di­
ferencia percep tibl
e en materia de
pe so; 6. Tiempo
de reacción a un
ruido; 7. Tiempo
de reconocimien-
tant e a nuestros ojos. "
Cf. igualmente lo que
dice W. James :
"la vida mental es,
ante todo , finalidad,
es decir, que nues­
tras diversas man eras
de sentir y de pen
sar han llegado a
ser lo que son porque
nos sirven para model
ar nuestras re­
acciones sobre el mu
ndo exterior. Muy poc
as de las fórmu­
las recientes han pre
stado tantos servicios
a la psicología
como la de Spencer,
que dice: la vida psí
quica y la vida
física tienen una mis
ma esencia, "la adapta
ción de las rela­
ciones internas a las
relaciones externas (
. . . ) El fin pri­
mero y fundamental
de la vida psíquica
es, pues, la con­
servación y la defens a
del individuo" ( Précis
de Psychologie,
1892, trad. Baudin
y Bertier, ed. Maree
] Rivü�re, 8<' ed. ,
1 929, pp. 5, 6 ) .
Este problema de la
fina lidad tampoco
deja de ser considerad
o por Clapan)de, en
el artículo ya
citado ( La Psycholog
ie fonctionelle ) : "la
consideración de
los procesos orgánicos
y mentales en relación
con su fin y con
su utilidad parece dem
asiado impregnado de
finalismo"; sin
embargo, 1 9 ) "La psicolo
gía funcion al no contrad
ice en abso­
luto las explicaciones
mecanicistas" (p. 7)
y 29 ) "el punto
de vista funcional no imp
lica ninguna adhesión
al finalismo.
Si es posible explicar
de un modo puramente
mecánico es­
tas coordinaciones ada
ptadas ¡ mejor! ( Pues
la explicación
mecanicista es siempre
más satisfactoria para
el espíritu ) "
( p. 1 7 ) .
Cf. } . McK. Cattell.
Mental tests and measure
ments,
"Mind", vol. XV, 1 890,
pp. 373-.3 81.
-4 a
105
to de los colores; 8. Bisección de una línea de 50
sos, sólo está permitido un ensayo. Estimación, por
segundos; 10. Cantidad de letras retenidas a partir
Decir que se concibe el cuerpo como una máquina,
de una sola audición.
como mecanismo susceptible de mantenimiento y
Toda la argumentación de Catell consiste en mos­
que requiere evaluación de sus potencialidades y
cm; 9. Apreciación de un período tiempo de 10
trar que, pese a la apariencia de una perspectiva de
orden prioritariamente psicológica, este tipo de in­
vestigación no puede dejar indiferente al psicólogo;
que es "imposible separar la energía corporal de la
energía mental". Lo que se halla en cuestión -a
propósito, por ejemplo, de la presión dinamomé­
trica- es el "sentimiento de esfuerzo", son los "efec­
tos de la volición sobre el cuerpo". La obtención de
una presión máxima pone en juego toda una serie
de relaciones hasta entonces insospechadas entre el
último, del tiempo de reacción.
verificación de su funcionamiento, no es ninguna
exageración. En efecto, no hay nada que pueda
diferenciar tal representación de la que había pro­
puesto el mecanicismo clásico. Lo que en realidad
revela dicha lista -a través de técnicas aferentes­
es esencialmente un proceso de integración de la
máquina viva al sistema general del cuerpo produc­
tivo desarrollado.44 El cuerpo biológico -entendido
como conjunto de órganos directa o indirectamente
conectados con el mundo exterior -viene a ocupar
"control volitivo" y el "vigor corporal", o entre "la
el lugar de un mecanismo de engranajes correcta­
excitación emocional" y el vigor corporal mismo.
mente ensamblados y, en lo posible, bien lubrica­
Por cierto que sería incoherente subestimar la im­
dos,
portancia psicológica de la velocidad del movimiento
donde se constituye como parte necesaria a su pri­
que hay que ejecutar y su relación con la fuerza del
mordial función de producción. En otros términos,
en el interior del gran cuerpo productivo,
movimiento; pero ¿cómo lograr que la velocidad
el cuerpo biológico se convierte en servidor del cuer_
del movimiento no altere ni su precisión ni su fuerza
po productivo ( es esta la imagen que, de entrada,
de ejecución? Se trata, sin duda, de una cuestión de
se impone a cualquier otra posible ) ; a partir de
"temperamentos". Toda vez que las medidas repe­
entonces, debe percibirse el cuerpo biológico a la
tidas del cronoscopio dejan lugar a la posibilidad
vez como elemento de base, pieza constitutiva y
de un mejoramiento de la ejecución, ésta debe lo­
sistema integrado del cuerpo productivo desarrolla­
grarse mediante un aprendizaje destinado a confir­
do. Si el cuerpo biológico puede ponerse al servicio
mar el valor de la selección de los mejores sujetos.
de la máquina, es porque en su funcionamiento
Entonces, la apreciación del tiempo y el espacio
habitual ya es mecánico; y el deseo abolido sólo
interviene para medir la precisión del gesto eficaz:
confirma
dividir una regla de ébano
(50
cm x 3 cm ) en dos
partes iguales por medio de una cuerda móvil; gol­
el reconocimiento
de
este
isomorfismo
anhelado, que ninguna deuda simbólica habrá de
contrariar. Se realiza así un sueño de Leviathan:
pear sobre una mesa con la extremidad de un lápiz,
dejar pasar diez segundos, volver a empezar. El
sujeto actúa únicamente a su criterio. En ambos ca-
106
44
Véase la primera parte, donde se ha desarrollado este
punto.
107
absorbido po� el cu �rpo social, el cuerpo
biológico
_
s�, ve c��stremd
o a Identificarse con la representa­
2. La sobrevivencia conw tema real de la
psicología moderna
�
logía moderna podría resumirse diciendo que para
sobrevivir es necesario someterse a las exigencias
cwn eXIgida que le confiere sus límites,
considera­
dos como naturales, y recompensa sus esfuer
zos. Si
,
la maqu
ina no piensa, puede ser programada; de
odos modos , hay que estimularla. l\fáquina e::>.
i:raíía
_
_
esta, c nt adiCtona
en su ser, a la que no preocupa
la cogztatw, pero que no podría prescindir
de la
ratiocinatio. Irrupción de una nueva dimensión del
des o -bautiza do como "matización"
para que
_
el sistema culmm
c en el taylorismo acabado con el
que aím se debaten de buen grado los "re
ponsa­
bles" del trabajo.4;;
? �
�
�
U na de las enseííanzas fundamentales de la psico­
necesariamente, el obrero se pasa la mayor parte de la jor­
nada allí, ante la máquina, sin otra cosa que hacer que
vigilar la marcha de la máquina ( . . . ) El resto del tiempo,
la máquina trabaja, el obrero se mantiene simplemente jun­
to a ella y la vigila; por esta razón no es de temer una
sobrecarga de trabajo en un taller de máquinas herramien­
tas" ( ibíd., p. 1 l l ) ; parece más instructiva la posibilidad
que se abre de tratar al mantenedor como a un "gorila" no
4 5 El f�no� eno mas importante del taylorismo
parece ser
del todo tarado y estimar, en consecuencia, que la adapta­
CI� ( v. F. W. Taylor, La direction scientifique des
pr'!es, t�·ad. L . Mau� ; ed. Dunod; nueva ed., 1971, p. entre­
184 ) .
totalmente ininteligible a quien la realiza, a falta de una
� ,stIshtncwn del juicio individual del obrero por una cien­
'
"a
·
Mas alla de los motivos manifiestos de l
a operación : lucha
contra el v gabtmdeo necesidad de la selecci
ón a partir de
:
. de
la dete ? acwn
aptitudes y de su eventual desarrollo co­
'
l bora wn de clases bautizada "cooperación
íntima d e la
_
d1reccw con los obreros, de manera tal
que ellos realicen
el traba¡o n conjunto aplicando las leyes
científicas que se
han emmCia lugar de dejar la solución de cada pm
blema a l a miciahva de cada obrero" ( Ibíd
. , p . 184 ) , POI.
t anto "estud10
' profundizado de las motivaciones que
hacen
actuar a lo hombres" ( Ibíd., p. 172 y pp.
4, 54, 58, 290
Y ss. ) en VIsta a un pasaje de la guerra a la paz en el seno
de la empresa ; más allá del cinismo disfrazado
de ingenuidad
que s lta a la vista a cada página de la deposic
ión ante l a
. .
.
COmision mvestigadora del Congreso norteamericano
( 1912 )
tant? en o asión del acceso de Taylor al
papel de jefe d
_
eqmpo ( tbtd., pp. 96 y ss. ) , con su obstinac
ión en buscar
nor � de una "jornada de trabajo leal", como
en la ma­
mpulacwn efectuada a partir de las esperan
zas de aumento
de los salarios o de la promoción interna
· ' " ) ,.
( "motivac1on
má s alia' aun
.
d e as enormidades acerca de la relación tra_
ba¡a or-máquina, proferidas con toda
tranquilidad, tales co­
mo Cuando se conduce una máquin
a-herramienta media,
�
�
�
�
�
�
��
_en_
�
�
:
1�
�
�
108
�
1
ción correcta a un trabajo definido no puede permanecer
descomposición de la operación en mecanismos elementales,
tarea que corresponde al ámbito del especialista, el hombre
competente, el ingeniero de almas ( v. pp. 85 y 169 ) . Por
lo tanto, no hay nada extraño en que el modelo sobre el
que se apoya la "ciencia" en cuestión, sea el del ingeniero
de cuerpos, el cirujano moderno que aplica espontáneamente,
en el ejercicio de su profesión, los principios de la dirección
científica ( cf. ibíd., pp. 71 y ss . y 278 y ss. ) : "el hombre
que combina habilidad y destreza manual con la más im
portante suma de conocimientos" ( p . 71 ) . Pasamos por alto
el hecho de que el cirujano es, por lo común, quien, con
fines terapéuticos, quita o sustituye; nos quedamos con el
hecho de que la ciencia está perfectamente integrada al
cuerpo productivo, como un elemento de este último : si
algún sentido tiene la ciencia, el mismo no estriba en el
simple carácter de ideología de la productividad, sino como
elemento del cuerpo productivo. El taylorismo no hace otra
cosa, a este respecto, que subrayar la posición de la psico
logía moderna. Ocurre que esta integración fue explícita
mente deseada. Véase, por ejemplo, la finalidad de Ure a
comienzos del siglo XIX : "Debido a una debilidad de la
naturaleza humana, cuanto más hábil es un artesano, más
empecinado e intratable puede hacerse, y, por tanto, menos
109
�
?
de la muerte.
l tema ominante de la ada
ptación
_
c nduce a a mtegracwn
necesaria de la máquina
VJVa en el mecanismo mue
rto". Sobrevivir en cier­
to sentido, es ponerse al serv
icio de la mu rte esto
'
es, aceptar que, por así dec
ir, las condiciones mis ­
mas de la vida estén bajo
el control de un organis­
�o exterior según un plan cuyos sost
enedores y
eJecutores, pese a la ilusión
de autonomía que man ­
encn, n podrían atravesa
r el filtro de ningún te­
J do extrano. En ste nive
l se desprenden con mayor
clan_ dad las I_ pl c ciones
de la importación precoz
del
odelo bwlogiCo en la psic
olog ía: la sobrevi­
vencia del sujeto individual
en el medio social tiene
co o c ndición de posibilid
ad el sometimiento a la
eXIgencia de selección que
deriva de la ley de com­
p etencia -'1a vida humana
es, en el noventa por
_ to
Cien
de los casos, una lucha
por la existencia"
'
decía Glasdstone.46 Entonc
es la adaptación aparece
en tant proceso dinámic
o y necesidad operatori
d e la VIda, como condición
necesaria, pero no sufi­
c�_ ente, de la sobrevivencia.
El tema siempre rena­
de la sobrevivencia, a fuer
za de slo aans y de
de una ironía amarga, dist
a muc o de la
mgenuid ad; por el contrari
o, restituye a la noción
de s brevivencia con fundame
ntal ambigüedad que
cons1ste en que para que
haya sobrevivencia es
necesario vencer en la luch
a, lo que significa ue
}
�
�
��
�
�
I_U
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�
� ��
�
?
;
h
�
�
apto para integrarse en un siste
ma mecánico en el que ]
.
ocasmnales irregularidades de
él mismo puedan perjud · �
1
gravemente al sistema. El fin
esencial del moderno jefe
empresa es el unir el capit
al y la ciencia para reducir
la
ar a de s �s tr�bajadores al
ejercicio
la vigilancia y d e
a
;.streza ( Citado por J . A . C . Browde
n, Psychologie sociale
.
de l tndustrw
, trad. cast. "Psicología
social de la industria"
F. C. E. ) .
,
c:;;
� �
46
Cita do por '\brx, El Cap
ital, 1,
110
secc.
es necesaria la presencia de la muerte por todas
partes. Pero el sobreviviente, marcado por la muerte
que lo produce desde sus orígenes, no es otra cosa
que esbozo de muerte él también, y, en consecuen­
cia lo contrario de la vida: subsistencia elemental
m nte biológica, ritmo bien regulado que, en su
:
misma repetición, se revela como pérdida de ener­
gía; gesto adaptado que introduce el paradigma d e
l a sumisión a las fuerzas de l a muerte, n o -por
cierto- en la emergencia de una fatalidad tecnoló­
gica cualquiera, sino en la red de absorción de
trabajo vivo que tan estrechamente ha tejido el
sistema. La operación adaptativa, a la que el sis­
tema del cuerpo productivo convoca sin cesar, afir­
ma con un único impulso las virtudes del consumo
como condición de la sobrevivencia "biológica" del
individuo, poniendo el acento sobre la importancia
de los procesos de aprendizaje y sobre el desarrollo
necesario de las aptitudes como mecanismos suscep­
tibles de constituir las premisas de la sobrevivencia
"social" del sujeto considerado. Sería muy delicado
instalar en ese movimiento doble una querella cual­
quiera de preminencia, aun cuando el discurso li­
beral tienda a insistir en el desarrollo del primer
aspecto, mientras el discurso tecnocrático se haga
cargo del segundo. Se trata, detrás de la apariencia,
de un proceso único cuyos elementos se sostienen
mutuamente, en el que a veces se bautiza como
"abundancia" al desarrollo de la sobrevivencia ''bio­
lógica" -es decir, el mínimo de consumo indispen­
sable a la cohesión del sistema-, posibilidad de
"promoción" d e la sobrevivencia "social" por enton­
ces reducida a criterios puramente técnicos .
deja
Pero si el destino histórico de la máquina viva
. .
ión
ucc
red
una
" ta ,
aparecer, en una VISIOn 1nmed Ia
,
VII, cap.
XXV.
·
111
progresiva de parte
del ser vivo, en ben
eficio de
un aumento irrefragab
le del aspecto maqui
nal, el
advenimiento de la
psicología mo derna
encuentra
en ello un punto de apo
yo algo inc oherente.
Su mis ­
ma existencia -y la
evolución de la discipli
na lo
prueba mejor que nad
a- manifiesta la imp
osibili­
dad de una mecanizac
ión total de la vida. En
con­
secuencia, la psicología
es el reconocimiento
nece­
sario de la presencia
irreductible de la vid
a en la
máquina viva, y por eso
se plantean los proble
mas
de adaptación. La psic
ología moderna constit
uye,
en sus albores, la última
tentativa de tratar cien
tí­
ficamente al ser vivo
como una máquina,
como
engranaje del cuerpo
productivo; pero tal ten
tativa
marca también el frac
aso de la evacuación
de la
vida del sistema vivient
e-máquina. Con esto se
afir­
ma la doble definición
potencial de la vida com
o
conquista y como sobrev
ivencia, con lo que, en
las
condiciones de su realiza
ción, el proyecto vital
cho ­
ca, a partir de la ide
ntidad de principio, con
la
alteridad hom ogé nea ,
y este cho que transfor
ma la
cooperación deseada
en amenaza permanent
e, en
cam po de bat alla que
comparten el rein o de
Jos
vivos y el de los mu erto
s. Si Ja psic olog ía de voc
a­
ción científica surge com
o fracaso de la mecan
iza­
ción de la vida, a pes
ar de la exigencia a la
que
obedece en forma prio
ritaria, es porque su
oficio
consiste en resolver a
su manera el problema
de la
sobrevivencia, de invertir
la dirección de la historia
imaginada, de volver a
la cooperación deseada,
en
resumen, de determinar
las mejores condicione
s de
adaptación, de prevenir
todo riesgo de conflicto,4
7
47 La psic olog ía
contemporánea no nieg
a el conflicto ; al
contrario, le otorga un
lugar fund amental; simp
lemente, des
plaza la noción hac
ia las esferas ínter o
intrapsíquicas, no
112
de sustituir la guerra de los vivos
por la paz de
Jas máquinas, de reforzar la imagen
de una homo­
geneidad del cuerpo productivo, cuyos
miembros y
órganos se repartan las funciones según
un esquema
inalterable.
El cuerpo biológico, como engranaje
del cuerpo
prod uctivo, está bien separa do. Pero
tal separación
no es la que le otorgaría el beneficio
de una abs­
tracción lógica que promoviera la máqu
ina orgá­
nica para, al mismo tiempo, arrojar a
la basura la
exuberancia de la experiencia corporal.
Esta sepa­
ración se apoya en la representación de
un conjunto
que subsiste por sí mismo, provisto de
una relativa
autonomía de principio, cuya fuerza encue
ntra en
el autómata como medio de trabajo su
lugar de apli­
cación. Indudablemente, el cuerpo es un
engranaje,
pero esta posición no cuestiona su apare
nte autono­
mía de movimiento; por el contrario, la
exige, del
mismo modo que el mercado de trabajo exige
para
eJ individuo la "libertad" de vender su
fuerza de
trabajo. El cuerpo, dependiente y domin
ado, sepa­
rado de los medios de producción, es
percibido,
sin embargo, como autónomo en el sentid
o de que
su funcionamiento sería libre, del mismo modo
que
lo son, una vez en movimiento, los engra
najes de
un mecanismo cualquiera. A diferencia
de la má­
quina, cuyo funcionamiento es et:ide
ntemente de­
pendiente, el cuerpo biológico se halla
envuelto en
una representación compleja en cuyo
seno el fun-
J
sin tender a universalizar el lugar
del desplazamiento así
efectuado. Hoy en día s e trata de una
idea casi banal. Llá
nlesela regresión o despla zamiento,
nada impid e que la evo
(] uemos en esta ocasión, aunque sólo
sea para rememorar
a quel tiempo, tan lejano, en que todaví
a resultaba incohe­
rente .
113
cionamiento mecaruco se ve desbordado por do­
quier por la vida que lo invade, llevando al interior
del cuerpo productivo los problemas aparentemente
contradictorios de la necesidad de incrementar la
productividad y de la sobrevivencia del individuo
en un sistema de competencia vital. Por un lado, el
cuerpo biológico se ve reducido siempre a la con­
dición de engranaje, es el fruto de una representa­
ción mecánica; por otro lado, el cuerpo biológico
es biológico antes de ser mecánico, y las exigencias
de una vida otrora conquistadora y actualmente en
peligro, llevan a plantear en nuevos términos la
cuestión que se impone en adelante, cual es la de
la sobrevivencia.
La separación del productor respecto de los medios
de producción no es -por cierto- el resultado de
abstracción alguna, sino la culminación de un pro­
ceso histórico real, la historia de una expropiación.
Ahora bien, esta separación fundamental sólo pa­
rece hacerse efectiva mediante el cumplimiento pro­
gresivo de una síntesis cuya plena efectivización
tiene lugar en el mecanismo general, allí donde la
yuxtaposición de todos los elementos del sistema
-condición de la buena marcha del mismo- exige
el autofuncionamiento del cuerpo biológico, elemen ­
to básico de la pirámide, como condición de posi­
bilidad de la permanencia del sistema. Por tanto, si
es necesario que el organismo sea una máquina, es
porque esta máquina es orgánica en su funciona­
miento habitual; y si la vida invade el universo
mecánico, es para componer una hermosa totalidad
funcional fundada prioritariamente en el haz de
potencialidades
sensoriales
e
intelectuales :
cada
órgano asume una multiplicidad de funciones, pero,
en un primer momento, sólo se toma en cuenta la
1 14
relación de exterioridad. Así, se entenderá el dua­
lismo organismo-medio que esquematiza la relación
estímulo-respuesta, excitación-reacción, como nece­
cidad adaptativa proyectada en un sistema referen­
cial -sistema que hoy se denomina de buen grado
"hombre-máquina"- que representa la fusión de los
elementos sueltos de la mecánica social, síntesis
�
r alizada del cuerpo productivo en su integridad.
Sm duda, ha sido necesario que la vida abandonara
c1 cuerpo para que la vida, al transformarse el con­
cepto de vida en asiento de la metamorfosis, vuelva
al cuerpo bajo una forma dominada, y para que la
fuerza viva, sin perder nada de su sustancia, se vea
absorbida por el trabajo muerto. Pero esta concep­
ción mecanicista de la vida, si bien tiende a dar
testimonio de un impulso epistemológico siempre
renovado, aparece también, en los límites mismos
con que tropieza, como "síntoma" eminente del
apogeo del cuerpo productivo. El propio movimien­
to histórico propicia este doble destino; la ciencia
no reflexiona, simplemente acompaña. La resisten­
cia de la vida invoca la necesidad de una separa­
ción del cuerpo en el interior del compuesto hom­
bre-máquina; y es esta separación la que permite
y justifica, en el seno del sistema, el discurso del
ingeniero de almas. Sin esta separación, la psicolo­
gía científica sería totalmente prescindible y se li­
mitaría, por falta d e función, a la proposición de
las experiencias imaginarias que marcaban, tomando
las cosas ingenuamente, sus ''balbuceos" .48
48 Al gunos proyectos de Wolff, Ramsay, Crusius, Mauper
.
hus; Plouaquet, Bonnet, Mérian, Hagen, Kürber, que se
designan con el nombre de "psicometría" no han superado
el estado de programa ; ningtwo ha ingresado plenamente
115
3. La psicología moderna como factor de
mejoramiento del consumo productivo
Pero para que esta separación aparezca como un
tratamiento adecuado de la máquina viva, será ne­
cesario que la máquina se emancipe de la fuerza y
d e la habilidad humanas, emancipación que Marx
percibió como una de las condiciones del desarrollo
de la gran industria; en efecto, a este precio se
constituye un "organismo de producción completa­
mente objetivo e impersonal"
4fl
capaz de consagrar,
pese a la homogeneidad deseada, una separación
radical de la máquina muerta y la máquina viva.
en el dominio de la experimentación ( cf. K. Ramul, The
El mantenimiento de la máquina viva exige, pues,
problem of measurement in the psychology of the eighteenth
century, American Psychologist, t. 15, 1960, pp. 256-65 ) .
una disciplina específica
E n realidad, l o que triunfa de l a "psicología" del siglo XVII,
es la experiencia imaginaria, en dos niveles : l. La cuestión
planteada por Molineux en su carta a Locke del 2 de marzo
de 1692 ( cf. Works of ]ohn Locke, 4 vol. Londres, 1768,
7� ed., vol. 4, p. 282 ) cuestión que Locke incluirá en 1693
en la segunda edición de los Essay ( 11, IX, 8 ) - constituye
un muy buen ejemplo del primer nivel de aprehensión; este
problema dive1tido ( íocose problem ) , para usar la expresión
de Molineux, propone una cuestión que pide una respuesta
inmediata, aunque evitando el rodeo mediante la experien
cia real ( el hecho de que la experiencia se haya realizado
en 1728, por obra de Cheselen en condiciones que no per
miten una respuesta segura no cambia para nada la cues
tión ) ; ante todo, el problema de Molineux se ofrece como
una experiencia metafísica para metafísicos, una experiencia
de salón ( al comienzo de su earta, Molineux cuenta haber
propuesto a diversas personas, al azar de sus encuentros ) ,
casi una "adivinanza"; s i bien en s u carta Molineux no s e
opone expresamente a l a experimentación real, tampoco lo
encara en ningún momento; la lapidaria respuesta que aporta
a la cuestión que él mismo ha planteado es, por lo demás,
el índiee de tal economía de experimentación; la query de
Molineux es
a sus ojos, incuestionablemente
un asunto
de puro razonamiento, y exactamente del mismo modo lo
entiende Locke. 2. La experiencia "metafísica", en el sentido
en que lo entiende Maupertius ( cf. Oew:res de Maupertius,
n. ed., Lyon 1768, t. 2. Lettre sur le progres des sciences,
parág. XVII, pp. 426 30 ) pbdría constituir en ejemplo del
segundo nivel al cual se refieren los autores antes citados.
Tanto se trate de la producción artificial de los sueños por
medio de drogas, o del aislamiento artificial de ciertos
116
a
la que aportan una con­
tribución directa las investigaciones de orden fisio­
lógico en primer lugar, luego las de orden psicoló­
gico, en especial acerca de la evaluación de las
aptitudes sensorio-motrices e intelectuales. Efecti­
vamente, el complejo productivo requiere que
se
ordenen y perfeccionen los diversos engranajes del
mecanismo : el obrero se vuelve "parcela" ( como
dice Marx ) de una máquina parcelaria, elemento
de otra máquina que se inscribe en un movimiento
que organiza el mecanismo general de la produc­
ción puesto bajo la vigilancia de ingenieros y me
cánicos -a quienes les llegará también el momento
de someterse al control psicológico-, pero cuya
inteligibilidad sólo se encuentra en el exterior, en
el plano del capital. El cuerpo productivo, a partir
de entonces, se constituye con el conjunto de los
engranajes que componen la mecánica social:
el
niños eon el objeto de estudiar la produceión del lenguaje,
h experiencia, en esta opmtunidad, puede considerarse de
seable, pero sin que el filósofo corra riesgo experimental
alguno ese no es su propósito , ya que no le interesa re
cuperar logro técnico alguno en el campo de su polémica.
Si para explicar esa carencia se invoca el Zeitgeist
como
hace P. Fraisse vía Boring ( v. Fraisse, J. Piaget, Traité de
¡¡sychologie expérimental, Histoire et Méthode, PUF, 2'�- ed.,
1967, p. 11 )
sólo se logra eludir la cuestión.
4�1 Cf. Marx, El Capital, lib. 1, secc. IV. cap. XIII.
-
117
cuerpo biológico se reduce, según la posición d e
su
sujeto en la división del trabajo, sea a los órga­
nos de los sentidos capaces de adaptarse lo mejor
posible a la máquina sirviéndola, sea a las faculta­
des sensoriales o intelectuales capaces
de la evolución técnica
al compás
de cumplir lo mejor po­
derna a través de técnicas abiertas de selección, de
�
detec ión y de desarrollo de aptitudes, de condi­
cionamiento y de aprendizaje, de prevención y de
reabsorción de conflictos, de diagnósticos de per­
sonalidad, etc., podrí-:1. considerarse como uno de
sible las funciones de vigilancia y de control que
los factores, y no el menor, de mejoramiento del
máquina misma, instrumento de producción que,
la realidad de sn dominio : al mantenimiento de las
en adelante exige la presencia de la máquina. La
bajo la forma del capital, se transforma en trabajo
muerto que domina a la fuerza viva, y produce la
extenuación del cuerpo biológico al reducirlo al pa­
pel de servidor integrado a un "mecanismo muerto".
La intervención psicológica agotará su necesidad
ejemplar en el ordenamiento de tal circuito· tal vez
�
podríamos ubicarla en el marco de lo q e Marx
llama "consumo productivo", que él distingue del
"consumo individual", con Io que se refiere a los
medios de subsistencia necesarios al trabajador para
Ja reconstitución de su fuerza de trabajo.50 Entre el
consumo individual ( fundamento de la sobrevivencia
biológica del individuo ) y el mantenimiento
( lim­
pieza, reparación, etc. ) de las máquinas muertas,
se ubicaría esta otra aprehensión de la sobreviven­
cía del individuo, condición de la permanencia del
sistema del cuerpo productivo. La psicología mo5°
Cf. Marx, El Capital, lib.
I, secc. VII, cap . XXIII,
p.
480: " El consumo del obrer
o presenta un carácter doble
.
En el proceso mismo de la
producción consume mediante
su
trabajo medios de producció
n, convirtiéndolos en productos
de valor superior al del
capital desembolsado : tal es
su
consumo productivo. Es,
al mismo tiempo, el consumo
de
su fuerza de trabajo por
el capitalista que la ha adquirido
.
Mas, de otra parte, el
obrero invierte el dinero wn
que se
l e pnga la fuerza de
trab;:¡jo en medios de uida : éste
es su
consumo indiddual."
118
"consuma productivo". En esta serie de elementos
reside, precisamente, para el conjunto del sistema,
máquinas mue!tas corresponde el mantenimiento de
las máquinas vivas de las que, en el acto produc­
tivo, depende el funcionamiento de autómatas como
medios de trabajo.51
La vida del viviente-máquina era, ante todo, con­
qui!;ta; la vida de la máquina viva es, ante todo,
.
.
sobrevivencia. En consecuencia, la coeXIstencia de
a.mbos aspectos ( cuerpo reducido a un proceso ma­
quinal, inscripción de la máquina en cierto pr�­
ceso vital ) , se decide definitivamente en una sunu­
sión de lo vivo a lo muerto. En el sistema del cuerpo
productivo desarrollado, ya no se trata de q� e ��
ser vivo maneje la máquina, sino que la maqm­
na maneja incluso al viviente. "El capital -�ice
Marx- absorbe el trabajo vivo como s1_ estuVlera
poseído por el diablo"; 52 se vuelve monstruoso.53
�
�
51 Cf. la distinción de Potter que cita Marx ( Ibíd., P· 48 )
.
entre la máquina muerta que se deteriora, s; deprec1� la
ologtea,
te
a día y envejece al compás de la evolucion
�
gra­
y la máquina viva, la que, por el contrario, se ��Jora
� ías a la "habilidad" que se transmite de gene acwn en ge�
.
d e esta "habilidad" Marx declara mas , arnba ( P·
. •
neracwn,
. 1.
·
lSta
captta
del
884 ) , que "figura en el inventario
.
,
.
52
"Gnmdisse", en Pléiade, 11, p. 305.
.
e
Imagen a la que Marx recurre a menudo. C . po
::>87 · Un cap1tulo m
Ple'iade_, II P · ..
'
pl o, "G nmd ISse
XII.
de El Capital; El Capital, lib. 1, secc. M, cap.
e>:
",
,
'
!
r. :;,��
119
Est� m? nstruosida d se traduce en deformaci
ón y
muti!acw. n del cuerpo. En efecto, a la imag
en de
�m cuerpo ya "lisiado", "fragmentado'', parcelado,
metamorfoseado en recurso automático de
una ope­
raeión exclu siva" y de la qul' da cuen
ta la fábula
de Agripa, 54 le sigue hoy -p.ua evocar
la culmi­
nación del sistema- la imagen ele un
cuer
po redu­
_
cido
a la función de "vivo apén dke solidario
de la
máquina",55 dond e el trabajo vivo se
convierte
en "simple accesorio ".5G La máquina
viva, mar cada
de esta manera en su cuerpo, se ve
redu cida a una
"�rticulación"; 57 su pap el es el de
un engra naje que
�Irve o que vigila a la máquina, el de
un órgano
mte ectual -en el sentido preciso
de tarea de vigi­
lancia � de control- sometida al
circuito del tiernpo
entendido como "quantum de trab
ajo" y "único elemento determinante de la produc
c1'o' n" . 58 La maqmna, m � erta , lejo s
de ser med io de trabajo para la
.
maquma VIva
, impone a ésta la triple tare
a del
a ��erdo entre la acción y la
máquina prim a, la
_ de la acc
VIgilancm
ión y la preservación de los posibles inci den tes :i!l De esta m'l
. .
i1era , el mOVIm
ient O
�
'
•
·
--- ---- -- ---- --
,,�
e
� �: �:�rpo; cf� El
El hombre, fragmento
de su p o
pttal, hb. I, secc. 4�. cap.
XII .
G5
·
-
Ca­
Cf. "Grundisse", Pléiade,
II, p . 288 : En realidad la
_ a
má­
'lurn
es ]a que desempe
ña el papel unificador.
La �áquina
n_o es el mstrumento del trabajad
or, sino que por el cont
ra­
� Jo , . ste :s el que está ligad o
a la máqu a . El
obrero'
_
mchvidu ahd ad dota da
de un 'alm a , ya n o
'
·
es ma
.
, s que un
a en d ��e nvo solitario
de la máq uina". Cf. tam
bién
El Ca­
' tal, hb. I, s ecc . 7'1-,
cap . XXV.
·' " Cf.
Grn ndi sse , ecl . c:it
. , p. 298 .
�
�
�/
57
lbúl.,
p . 297.
"' lbid. , p. 30 1 .
!;�; Ibi(2 . , p . 297 .
120
fn
1
{
de las máquinas muertas es el que determina la
actividad de las máquinas vivas, y no a la inversa.
Al autómata, en la medida en que entra en el plan
del capital y se encama en '1a persona del capita
lista", sólo lo anima una única pasión, la de "estirar
la elasticidad humana y quebrar todas las resisten
cias".60 En este plan, la disciplina psicológica tom��
el lugar que le está reservado, a saber, el de apén
dice, manual o intelectual, y en tanto apéndice no
puede exceder las dimensiones de la erección que
actualiza su ser; su criterio de normalidad depende
de la extensión -estimulada, pero dentro de límites
prescritos- de este órgano suficientemente defi
nido. Dentro de estos límites, conviene ir lo más
lejos posible; más allá de ellos, la intervención qui­
rúrgica .
Pero la confiscación de la vida a la que se entreg<t
el cuerpo productivo va acompañada de una con­
fiscación del saber, que refuerza. la división del
trabajo: "la ciencia que obliga a los elementos in­
animados de las máquinas a convertirse, gracias a
su construcción, en autómatas útiles, no existe en
la conciencia del obrero. Por intermedio de la má­
quina, actúa sobre éste como una potencia extraña,
como la potencia misma de la máquina".61 Analó­
gicamente, puede aplicarse esta observación a la
intervención psicológica. La máquina viva, reducida
a condición de apéndice, constituye, sin duda, un
co
Cf. El Capital, lib. 1, sec:c. 4'\ c:ap. XIII, p. 327.
Cf. Grundissc, ed. c:it., 11, p. 298. Sobre la aceleración
forzosa del desarrollo de la ciencia cuma forma productiva,
cf. todo este cJpÍtulo de l os Gnmdisse; véase igualm ente,
ital, lib. 1, passim .
Cl
�n
C!1 '7Íirdo Íllé;dito ríe FJ Capital; y El Cap
121
"momento" 6!! del proceso de producción, pero este
"momento" está despojado del sentido de su acto
productivo, puesto que el apéndice que algunos
sueñan con eliminar sin perjuicio para el cuerpo
productivo, desconociendo así la propia estructura
de este ú1timo- no es superfluidad, sino ignoran­
cia. Una de las funciones de la intervención psico­
lógica ( y, en general, de todo lo que gravita en torno
de la idea de una "ciencia de la c omunicación" ) ,
consiste, precisamente, en restituir al agente una
conciencia desfasada de su posición, inculcándole
un tipo de conocimiento de sí mismo centrado en
las nociones folklóricas de "participación", de "sen­
timiento de pertenencia al grupo", hasta de "empa­
tía-espontaneidad-creatividad", que danzan en ron­
da enloquecida alrededor del concepto de "perso­
nalidad", al que acompaña su indispensable com­
parsa, el concepto de "integración".63
La descripción de la fábrica que da Ure, y que
:Marx retoma, como "vasto autómata compuesto por
muchísimos órganos mecánicos e intelectuales que
operan de consuno e ininterrumpidamente para
producir un objeto, y que están todos subordinados
a una potencia motriz que se mueve por sí mis­
ma",64 encontramos una imagen resumida del cuer­
dice
po productivo desarrollado ( "el autómata
Marx- es el sujeto, mientras que los trabajadores
62
Cf. Grundisse, ed. cit . , II, p. 300: "el capital tiende ;1
dar a la producción un carácter científico y a reducir el
trabajo directo al papel de simple momento del proceso".
!l3 Para mayor detalle, véase nuestro artículo : "La philoso
phie et le psychologue", en Revue philosophique, enero­
marzo 1971, pp. 19 y ss., como también la segunda parte d e
La psychologie, mythe scientifique, col. Libertés, e d . Roht:rt
Laffont, 1969.
C4 Cf. El Capital, lib. I, secc. 4 ?, cap. XIII.
122
son meros agregados como órganos conscientes a
sus órganos inconscientes y con ellos subordinados
a la fuerza motriz central" ) en su funcionamiento
real, al mismo tiempo que tiende a suministrar el
modelo ideal del cuerpo productivo, refirmando así
la ilusión de una cooperación perfecta de todos los
órganos en el cumplimiento de una misma finali­
dad, lo mismo, en cierto modo, que en el universo
aristotélico, en el que los seres jerárquicos que com­
ponen el cosmos sólo extraen su permanencia de la
imitación de lo deseable por excelencia, la divini­
dad, primer motor que se mueve con un movimiento
eterno y circular, pura forma, acto puro, pensa­
miento del pensamiento, "separado" en todos los
sentidos del término. La psicología, en aquello que
le concierne, ha sido convocada para el manteni­
miento de esta ilusión, que expresa también la ten­
sión efecfiva del cuerpo productivo, para que nada
obstaculice ni destruya el hermoso orden del sis­
tema así establecido en su autosuficiencia.
Hemos tratado de demosh·ar que d mito galileo­
cartesiano no designaba otra cosa, en cierto ni­
vel del análisis, que el advenimiento a la realidad
histórica de un discurso posible acerca de la pro­
ducción . De ahí uno de los sentidos de la teoría
del viviente-máquina que, en la confiscación de fi­
nalidad de que ella da testimonio, manifiesta la po­
sibilidad de pensar el cuerpo productivo . En el
otro extremo de la cadena, una vez actualizado el
ardid que el cartesianismo da a luz sin ser su pro­
ductor, la disciplina psicológica, en su conjunto _ Y
bajo sus formas múltiples, se agota en ser el diso
curso de la producción, economiCamente necesari
'
·
123
desde entonces e históricamente posible. O, si se
prefiere, a través del discurso y de las prácticas
psicológicas ( acerca de las aptitudes y el aprendi­
zaje así como sobre la patología mental de la per­
sonalidad ) es el cuerpo productivo mismo quien
habla y actúa, quien destila discreta o espectacu­
larmente su propósito -no sin contradicciones apa­
rentes- quien promueve, recupera o higieniza, co­
mo aún lo hace a distintos niveles a través de la
política manifiesta, la ideología activa, la econo­
mía vulgar, la pedagogía tradicional o experimen­
tal, etc. El cuerpo productivo susurra, y ese susurro
se irradia en todos los sectores de la vida cotidiana.
L"l psicología es uno de los discursos reales del do­
minio del cuerpo productivo. El tema de la psico­
logía es, pues, el cuerpo productivo, mientras que
el cuerpo biológico, elemento fundamental del cuer­
po productivo, requiere un discurso específico a
través del cual todo el cuerpo productivo se expre­
se de cierta manera, en cierto tono. Al mismo
tiempo, la intervención del psicólogo está marcada
por una temible ambigüedad, pues pese a sus pre­
misas, o mejor gracias a ellas, la psicología se cons­
tituye como empresa de mecanización entusiasta
del viviente, y como necesario reconocimiento del
fracaso de la mecanización total de la vida. El psi­
cólogo no ha inventado la máquina viva; pero como
se trata de una máquina que también está viva, la
finalidad de la disciplina apenas puede apoyarse
en las múltiples aportaciones conceptuales y ana­
lógicas impuestas por importación de un modelo
biológico en el seno de la psicología misma; el pro­
blema "natural" de la sobrevivencia se convierte en
el problema del viviente en el seno del cuerpo pro­
ductivo. Y esto en su doble forma : consumo indivi124
dual, consumo productivo. La psicología toma a su
cargo uno de los aspectos del segundo. El plan de
la psicología, indudablemente extraño al plan del
propio psicólogo, se integra también en el plan ge
neral del cuerpo productivo que, forzado a destruir
la vida en el viviente para reducirla al anhelado
acto maquinal, vuelve a encontrar, bajo formas
diversas y a cada paso, la resistencia de la vida, sea
como lucha de clases, sea en la forma de resurgi­
miento de aspiraciones del trabajo vivo, sea, en la
vida cotidiana, en la forma de la reivindicación de
]a alteridad legítima. En consecuencia, no puede
dejar de tenerla en cuenta, y de hacerlo en el más
pleno sentido de la expresión.
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