CUERPO PRC)l)UC--fl\{) Teorict del otnjJo en el modo de prod;;(cÚm idjJil{tlilli!. l)i(lit�r l)elt'ltlt� 1�1�a 11�x )is (;ti('\r)' - - UNIVERSITAT POMPEU FABRA BIBLIOTECA - -- 1 1 1 1 1 1 1111 1111 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1111 11111 1 1 1 1 - - 1004590470 -- El cuerpo productivo Ciencias Sociales dirigida por Eliseo Verán Colección Signos El cuerpo productivo Teoría del cuerpo en el modo de producció11 capitalista Didier Deleule Fran�ois Guéry e Editorial Tiempo Contemporáneo Indice Título del original: Le corps productif. © Maison Mame, 1973. Traducción: Marco Galmariní Primera parte Tapa: Prólogo Carlos Boc'Cardo 9 La individualización del 15 cuerpo productivo l. II. Fran{¡ois Gu.éry Cuerpo, producción, 17 productividad El cuerpo productivo en :Marx: La apropiación capitalista de 2.5 los poderes del cuerpo JII. Metamorfosis en curso: La naturalización de los poderes de la cabeza o el cerebro fragmentado Segunda parte Viviente - máquina máquina viva IMPRESO EN LA ARGE!S'TI?\.-\ Queda hecho el depósito que previene h Ley :\ © de todas las ediciones en castelhno 11.72} EDITORIAL TIEMPO CONTEMPORAXEO S.A . . H75 Viamonte 1453 - Buenos Aires y 87 l. La construcción del cuerpo productivo en su imagen JI. La psicología en el cuerpo !39 productivo 51 1 Prólogo Si bien es cierto que toda prod ucción tiene nec dad de medios, en esi­ tre los cuales se cuentan los ins­ trumentos, la pr oducción human a de las condici nes mismas de o­ subsistencia par ece utilizar al cuerp propio como ins o trumento privileg iado del cual proviene toda técnica desarrollad a, incluso el ma­ quinismo. Según Marx, toda produc ción es social, y la socializaci ón del cuerpo no se distingue de su conversión en medio de produ cción. Sin embargo Jas soc iedades , hist óricas no socia lizaron inmediata­ mente la fuerza de trabajo que conlleva el cuerpo biológico, sino sólo en un pasado reciente, en un pasado que es el nuestro. Se trata de una tarea que el capitalismo cum ple todavía hoy, la de incorporar el cuerpo biol ógico al cuerpo social por medi ación de un tercer cuer po, hasta ahora inadvertido por es objetivament que e fatal e indisti nto: el cuerpo ductivo. El traba jo pro­ de esta medi aci ón, lejos de acercar el cuerp o biológico al est ado socializado en que el cuerpo social !o conten dría como ele sólo consig ue mento, hipertrofiar el cuerpo interm retarda r la f ediario y usión, hasta lle gar a invertir la cia, ya que la tenden­ socialización pre vista cede Jug privatizació ar a la n de las fun ciones soc iales. se def in e ta Si un cuerpo nto por su un idad como por siones, no sus divi­ es la división s ocial del trabajo afecta al -que cuerpo soc ialla que lleva a r eas form cabo las ta­ adoras y rep resivas, objetiv amente identi- 9 ficadas, en perjuicio del cuerpo biológico. Quien cumple esa función es la división técnica, heredera de la división manufacturera, al afectar al cuerpo productivo. La división técnica no fragmenta el cuerpo biológico, sino que lo descuartiza al sepa­ rarlo de sus poderes, al volver contra él los poderes de la cabeza, su extracto, su resumen. El capital cumple, además, con la migración de las energías productivas a la capital del cuerpo que es la ca­ beza; entonces comienza a merecer su nombre. Por lo tanto, la inclusión jerárquica de los tres cuer­ pos no es estable, sino que sufre un movimiento de translación bipolar hacia su parte media, un dP­ venir productivo de todos sus componentes. Curio­ samente, la epistemología contemporánea, compren­ dida la de las ciencias sociales e incluyendo el ma­ terialismo histórico en sus formas más aceptadas, anuncian la desaparición de la producción en la reproducción y declaran reproductora a toda es­ tructura productiva. En el dominio de las ciencias de la vida, Jacob sostiene, por ejemplo, en la Logi que du vivant, que la reproducción es a la vez el criterio de la vida y el fenómeno lógicamente pri­ mero del cual la producción de cada individuo sólo sería la pieza de un engranaje. El poder autoproduc­ tor de las estructuras sociales se ve afirmado por análisis en los que el juego de las funciones socia­ les más diversas se asimila al de los mecanismos de reproducción, lo que acredita la tesis de la so­ cialización acelerada de los dos cuerpos dominados. La escuela, la prisión, el hospital, los sindicatos Y zacwn de los órganos, la de su integración en el cuerpo productivo como elementos de la produc­ ción o de la modelación del material humano hasta � deja lo bajo la forma productiva. De este modo, la formación del cuerpo productivo, en el sentido bio­ lógico del término, es inducida desde lo alto por el cuerpo social, una vez que la burguesía se ha apo­ derado de sus órganos principales. (Se comienza a ver que la monarquía absoluta es una forma bur­ guesa de Estado) . Y este cuerpo adquiere en se­ guida una autonomía y una importancia cada vez mayores. Es esa autonomía la que acentúa su su­ misión al cuerpo social, cuyos poderes va heredando poco a poco. Por ejemplo: la reproducción -propia del cuerpo jerárquicamente dominante que engloba a los otros dos- pasa al servicio de la producción. A este respecto vale la pena recordar, prolongar y tornarse en serio los análisis del cuerpo u organismo productivo que lleva a cabo Marx en la cuarta sec­ ción del libro primero de El Capital. 0 Y éste, pre­ cisamente, será el tema de la primera parte de esta obra. Si el cuerpo social debe delegar cada vez más sus poderes en el cuerpo productivo, de la misma ma­ nera, la autonomía del cuerpo biológico se torna necesaria dentro del cuerpo productivo individua­ lizado: mejor aún, el rango de pieza de engranaje que el segundo confiriera al primero exige, en más de un aspecto, cierto tipo de separación que nos será preciso analizar. Esta separación los partidos, rivalizarían con el aparato central del requiere cuerpo biológico, es decir, de quebrarlo. En reali­ " Toda< las referencias a El Capital remiten de W. Rnces, F.C.E., 1946. Estado, a fin de lograr una mejor socialización del dad, la tendencia predominante es b de la privati- 10 que señala el retorno de la vida bajo una forma dominada­ a su vez el desarrollo de una disciplina a la traducción 11 específica, que se encuentre ella misma en la inves­ fic:idad de una ciencia (en este caso, de las ciencias tigación de su autonomía problemática. del hombre)- de reintroducir la finalidad de las De este a ciencias humanas (en este caso la psicología) en el ocupar un lugar que, por así decir, le estaba ya circuito productivo en cuyo seno asumen ellas la en el espacio ideológico, pero cuya efec­ función característica -sin dejar de lado las volun­ modo, la psicología de vocación científica viene reservado tiva realización sólo puede darse cuando las condi­ tades reformistas que a veces las frecuentan- con ciones reales del desarrollo del modo de produc­ el mismo título, aunque en otro registro, que las ción lo permitan. La disciplina psicológica, comi­ derada aquí como "síntoma" de la ampliación del que la psicología sea ideológica o ciencia (en reali­ campo de las ciencias humanas, constituye, pues, dad el problema de establecer si la ciencia es super­ a su nivel propio, una de las mediaciones necesarias estructura o si constituye un dominio autónomo ciencias de la naturaleza. Poco importa, entonces, entre el cuerpo productivo y el cuerpo biológico: regido por las leyes del pensamiento, se desplaza el cuerpo biológico produce en tanto cuerpo autó­ considerablemente si, en tanto fuerza productiva, nomo apresado en las redes del cuerpo productivo, la ciencia se localiza en lo que se llama infraestruc­ en su representación mecánica; entra en el círculo de la reproducción en tanto elemento del cuerpo productivo, el cual está a su vez sometido al cuer­ po social. Sin embargo, puesto que este elemento de tura, que en este caso se identifica con el cuerpo productivo). Y menos aún importa que se reclame para ella, a voz en cuello, el nivel-de-disciplina­ científica - perfectamente- autónoma - pero -en- rela­ base es en cierto modo irreductible a un discurso ción-estrecha -con-las -otras -ciencias-humanas-para­ general sobre la producción, para tratarlo es nece­ promover- la- interdisciplinaridad- deseada, sario el desarrollo de un discurso particular, único capaz de realizar la mediación indispensable. En puesto que su discurso y sus prácticas se inscriben en un "proyecto" histórico que otorga a la psicología un adelante, nada impide pensar que la psicología, en lugar del que sólo por ejercicio de la "mala can­ tanto pieza de la reproducción simple, intervenga dencia" trata de escapar. en la superficie del cuerpo social, aunque tan solo en la medida en que la mediación se desplace, D. Deleuie F. Guerr pues, en última instancia, es el cuerpo social el que gobierna la fusión de la producción v . de la repro ducción. - A esta altura se trata, pues -a pesar de las lágri­ mas de protesta humanista que invaden gustosas la literatura "crítica" de las ciencias humanas, pero con una actitud de cautela respecto de las distin­ ciones tajantes del tipo ciencia/ideología, cuyo es­ fuerzo se agota en pensar las condiciones de cicnti 12 13 Primera parte La in divid ua1 iza del c uerpo productivo Franfois Guéry ción 1 producción, productividad Decía Spinoza que ni siquiera sabemos lo que pue­ de un cuerpo. La cuestión acerca del poder de un cuerpo nos aleja de esta otra, que solemos formu­ lamos en primer término: qué es un cuerpo, cuál es su naturaleza, su identidad. Antes de ocuparse de lo que el cuerpo es, será necesario saber qué puede. Pero hay más todavía, pues ambas cuestio­ nes no están en la misma tesitura, no corresponden a la misma instancia. La concerniente al poder re­ mite a una experiencia de percepción de intensidad, una experiencia de conocimiento directo y sin ro­ deos. A la inversa, la cuestión concerniente a la identidad supone el hecho de nombrar, supone tam­ bién que el cuerpo haya padecido la experiencia de la identificación consigo mismo. Efectivamente, no podemos esperar respuesta alguna a la pregunta "¿Quién eres?", de parte de alguien que jamás se la haya formulado antes. Con el lenguaje entramos en un laberinto, pues sólo se identifica aquello que ya se ha identificado con otra cosa que sí mismo. ¿Con qué se ha identificado el cuerpo? La pregunta . se convierte en una investigación. No saldremos de ' ella, pero tampoco la evitaremos. Sin embargo, po- 17 plante ándole a sí rnisrna ta un eg pr itir la quién está demos rem preguntar " piensa en n uié que se q ¿ do esta otra: lo desconoci clama que re n ié u allf'? ¿q de ntidad? ecline su i anes presenta d los guardi inmediato: de er d on epósi­ esp ificios, de d Podernos r anes de ed di ar u g s Lo a o edad públic y la policía. quier propi os<l, es, de cual el ch rt pc a s cu so es tos, de la id entidad y cuestión de rar, adivina no privada. La ig de tie ne miedo no y n ora uié n q ig unta porque El que preg ne o de adivinar. ila , pues tie tiene mied qu n tra cia , la concien go al rto y cie n, or ié tiene, p oc ultar ta mb , algo que er n­ erd de i p La e algo qu ien sea. acerca de qu . a , ato er nim m o de qué te en cia al an es una refer o, , ect dos ef cia tid ad , en s indiferen onocidos, lo sc de los re, b un nom Unicamente ecesidad de os, tienen n f uese, e qu ra uie los anónim nq quiera , quie ual c e az a­ Qu ero. ncia, amen un núm en consecue y, , do ci no co niverso, del sea un des alidad, el u re la e nt e m i sa dor, es pr ec prop iedad. e d n istoria guardiá n1i nan la h los que do a, tid ar ap esa es la ial, Como contr epción polic nc co a vio tienen d e ell ductivo se cuerpo pro el én bi zo am hi T le que impera. entidad, y ón de la id ti es cu la a menaza e nvuelto en esco nocido, . Como todo d re mb tencia. no po un a en falt a propiedad un es es pu olicial de la propiedad, al universo p e lleva remite qu bre m no El emos. a. La analizar una cierta maner sentido "¿En qué productivo. a m lla se rpo? Si Ese cuerpo o to do cue o lo es acas ¿N d? da enti es una id ue más cuerpo al q de los a ni­ consideramos el , el cuerpo cir de es l, ta mo co pia r econoce nos, su pro ce, por lo me du o pr que os e m uc males ve especie; prod el concepto de la , sustancia, 18 según to; se lo este mismo concep d e s c e ndencia según casi no ro Pe e. uctor de su especi puede llamar pr od l su os los actos de pues referimos tod pensamos en ello, turaleza de seres males a su na cuerpo de los ani productores. vivos, y no a la de sus juc­ os transforman en De1 mismo m do, los niñ pero con ello que les son dados, g?s los matenales r cierto, producen. solo se divierten; po de quien r lo tanto, lo propio Ser productivo no es, po nte da­ me via pre a una materia transforma, o inform otro ad vid ati cre mito de la da, como quisiera el vo cti d� pro ser d, . A dec ir verda término so�pechoso los son o sin ; da ni de nadie no es p rop1o de na opia. Esto de quien se los apr io pro p_ro��ctos lo io de tenece al vocabular que el termino per ietario. cierto tipo de prop susceptible ser productivo es ser Efectivamente, si a apropia­ un ctos, objetos de dar lugar a produ cción, el du pro forma final de la cion, es porque la privile­ o od m un r sí misma, o de p oducto, vale po quiere n uié ¿q , ser un consumidor gHtdo. Pero, a no ctos du pro de ropiaría productos? ¿Quién se ap ra'? ne ma na gu de nin pudiera consumir que no por os dad bres om ductivi ad son n Froduccwn _Y pro discurso del condel nos sig son midores, � que p d�, � los _s; ? ]os consu sumidor. productor, vo no se dice que es Del cuerpo producti produc­ la bre, no es p�:qu� su concepto, sudand.omEn alemán, a esto se le ductivi n, smo la pro cio llama Produktivkmft, designa la término que no d de 1a potencia o faculta productiva, sino lskraft del manera, el Urtei -;Jrodu�:ir. De la �isma la fuerza do la crítica, no es Kant ha reahza ltad! ·Se ultad de juzgar. ¡Facu del juicio, sino la fac a serí o facultativo? trat<l, pues, de alg (:Producir, ��r19 mediador se apropia de la producción junto con el producto, sabemos a quién obedece el cuerpo pro­ ductivo. Se trata de un dato precioso, pues de la naturaleza del propietario, del señor, dependerá la del siervo. El mediador es un término medio, y también el término que designa un medio: el medio, para la fuerza o la instancia productiva, de producir 1. El mediador ocupa el lugar del medio de producción. Si la producción está separada de su poder, porque está separada de su producto, ¿por qué no estará también separada de sus medios de producción? Una vez que el cuerpo productivo ha sido indivi­ dualizado e identificado con una pura potencia de producir, producción en potencia o en suspenso, es necesario dar a esta potencia inmóvil el agente, el factor desencadenante, el medio de pasar al acto. Es necesaria la mediación de un comerciante que compre para vender, que abra el mercado, que dé al cuerpo el medio que le es adecuado. ¿Qué es un cuerpo sin metabolismo, sin intercambios, sin con­ sumo, sin eliminación? 1 La periodización de nuestra historia en eras de la co�u­ nicaci6n � era oral trica q e opera ; era literaria ( litteracy ) , luego era elec­ MacLuhan en su obra Understanding Media valo iza indebidamente esta potencia de mediación o de comunicación que en realidad no corresponde más que a un período reciente, el período moderno en donde reina el modo de producción mercantil y en donde los intermediarios conquistaron un papel decisivo en la vida social. Este mito, retrospectivo por definición, funda la valorización de una nueva era de la tecnología en la que la producción parece volatilizarse ante el "mensaje", en el mismo estilo en que MacLuhan rechaza el marxismo, al que acusa en general de que en su concepción de la historia no parte del fenó­ meno de la comunicación, sino del de la producción. 22 1 '· De este modo, el comerciante ha sabido hacer del cuerpo productivo algo dependiente, algo que debe exigir para vivir. Pero el rufián, el usurero, el chan­ tajista, el revendedor, no son amos. La fuerza de­ pendiente no está sometida; no funciona al servicio de quien la mantiene en forma. Más aún, es nece­ sario que el mediador o término medio pase al interior mismo del cuerpo a dominar, es necesario que se apodere de los puntos decisivos de su po­ tencia. El modo de producción mercantil todavía no ha invadido la producción misma. Las relacio­ nes mercantiles aún no se han separado de las fuer­ zas productivas. En otras palabras, es necesario que el mediador se apropie no de los medios de producción -en re-ali­ dad todo modo de producción lo hace sin alterar en nada el cuerpo productivo y en mutua relación de dependencia con éste-, sino de los medios de la productividad o de los resortes mismos de la pro­ ducción. El movimiento que culmina con el sometimiento del cuerpo productivo por parte del mercantilismo, fuerza nula que ocupa el espacio vacío que separa producción y producto, puede dar la impresión de engrosar el cuerpo productivo hasta llevarlo a ocu­ par toda la esfera económica, hasta hacerlo pene­ trar en el mercado, que es su medio vital. El límite del movimiento ele conquista está en la coincidencia de los conceptos de cuerpo productivo y de economía. A partir de Lenin sabemos que la extensión espacial del cuerpo productivo puede ser la del planeta entero, u na vez que el imperialismo haya cubierto toda la superficie del mismo. Pero es necesario conservar en el espíritu la noción de que tal expansión es sólo el fenómeno, la apariencia de 23 piación interna un movimiento de fractura y de apro su med"10, por 1a de la productividad del cuerpo por separado de sus fuerza nula y parasitaria que ]o ha poderes. . un devemr Vemos que e] cuerpo productivo tiene desarro­ histórico. (Actualmente, ha devenido, se ha queso, un de mos diría como llado, está a punto, la do; ntiliza merca nte es decir, está completame mayor la a iado contag ha fuerza nula del mediador parte del engranaje.) La cuestión pertinente de lo que puede se ha convertido realmente en algo de� pendiente de la cuestión -policial- acerca de que es, de su identidad, de la serie de sus identificacio­ nes, que acompaña los progresos de su apropiación interna. "progresos", tal progresión de G·Cómo seguir tales parasitismo de las fuerzas productivas por parte de las fuerzas mercantiles? 24 II El cuerpo productivo en Marx: La apropiación ca pitalista de los poderes del cuer po Cuando Marx estudia la manera en que el capital consiguió aumentar la plusvalía relativa y dismi­ nuir, en consecuencia, el valor de la fuerza de tra­ bajo, se ve obligado a hacer una incursión histórica, un retroceso en el tiempo que permita confrontar el capitalismo no ya con sus propios elementos, sino con los elementos integrados en otro modo de pro­ ducción. Se trata, pues, de un movimiento retros­ pectivo que vuelve a recorrer el camino de ascenso del sistema económico dominante, que distingue sus etapas y comprueba sus estragos, después de haber analizado el movimiento actual del capital, de haber delimitado -por parte del capital- un dominio que ha terminado por ser su dominio propio. Este texto, que ocupa la sección IV del libro pri­ mero, al seguir un proceso de apropiación progre­ siva o de capitalización de elementos pertenecientes al régimen previamente dominante, revela cómo el capital ha tenido que incorporar nuevamente esos 2.5 e1ementos' integrarlos a un cuerpo nuevo, esto es, al cuerpo producti" vo ' que no es ni el de. aquellos . elementos m. e1 del capital. Es una mediacwn; en · 1' pero ' será el cuerpo propio del capita 1 e1 lím"te · • tames bajo una forma siempre frustrada, siempre , ble. Buscaremos en Marx, pues, la identida? del cuerpo _ y producti·vo. Marx habla de ello exphcitamente , . que mico l' e espintu . al cercano más con un interés a la especulación histórica. Podem s apoyar esta ? I"dea con algunas observaciones eruditas, aunque no . . deciSlVas, como éstas: la lectura que rea1·IZO Marx ' , saeta · l; '�1 esfisiologta _ tudio de la literatura médica más reciente, a fm de Saint-Simon, autor de la de elaborar un diagnóstico de la enfermedad de Engels v establecer su terapia", en agosto de �omento en el en que redacta una general a su obra económica. 1�}, Introduccwn � �� . Precisamente en este año, 1857, Cl ude B nai? acaba de exponer su método de expenmentacwn fi­ � siológica en conferencias en las ue reemplaza a . . Magendie. Todo esto significa, simplemente, que � no hay por qué descartar el h cho de q�e ,Marx . haya razonado en estilo de medico, de hswlogo. En El Capital' el estudio del "mecanismo de con­ to, JUD . de la manufactura viene inmediatamente · E sto a nca. cuerpo, es decir, la f'b después del de su es la fisiología después de la anatomía y para dar � c enta de ésta. Pero lo más notable es que no habl e ' . . _ de fenómenos orgánicos (o qU(lS1, orgamcos ) o h . siológicos que tienen lugar en el cuerpo produ tivo, sino en tanto fenómenos enfennizos, : - : ? afeccion s mórbidas. La diferencia entre el médico y el sabl en fisiología está en que para el primero la experi­ mentación fisiológica está ligada a la voluntad de 26 intervenir contra el des arrollo de formas de vida patógenas, enfermizas; el médico lleva la mano, (·r escalpelo, la atención, allí donde duele. El estudio de la fisiolo gía de la manufactura se re­ duce a una serie de exclamaciones indignada s, de tomas de posición que constantemente animan des ­ de adentro el análisis de las estructuras y del fun ­ cionamiento. Por todas partes la enfermedad, la tor­ tura, el debilitamiento. Por todas partes la ma nu­ factura rechina, se que ja. El cuerpo productivo se le aparece a Marx com o un enfermo, y tambié n co­ mo una enfermedad que ataca al cuerpo biológico, sometiéndolo a tortura . Estas precisiones no sólo aclaran un texto. Se trat a de una voluntad, la volu n­ tad de intervención que da a los análisis teóricos el carácter de escalpelos, de mano que palpa, de ojo que escruta y se compad ece. Voluntad de saber dónde golpear. Ojo que escruta, mano_ . . Nos preguntamos qué va a escribir la mano, en plena carne. Pobre cuerpo mártir, ¿qué prescripció n te será escrita, quién te salvará de su marca? El Capital es esa prescripci ón escrita con mano "crispada de tics a cau sa de un hígado enferm o", en plena carne, sob re la espalda del cap ital , literal­ mente y en todos los sen tidos, sobre la espalda del cuerpo productivo que no se distingue de su enf er­ medad. La prescripción más bella del mundo, por ­ que no está escrita por dinero, sino contra el din ero . En verdad, si bien no se trata de la indicac ión de un remedio, El Cap ital contiene la historia natural de la enfermeda d; es un informe acerca de sus fases. Es necesario con ocer los antecedentes del enfe rmo. Helos aquí: el cue rpo productivo es, en cierto mo- de otro cuerpo, do, el heredero o el descendiente a ningún mod o to que no pertenece en sentido estric la más lejana a nta de producción, sino que se remo cambios. Es los todos antigüedad y ha sobrevivido a no es su ad, realid el oficio o la corporación . En filiación. hay no nio descendiente, pues en este domi do por poseí o cuerp un Es una envoltura carnal, en su do altera , urado otro, metamorfoseado, desfig iento. estructura y su funcionam el ofi­ La intrusión de las relaciones mercantiles en ahora e impon se ado, fracas había re siemp cio, que os�l poder nte nteme suficie lo es esía burgu la e porqu como para remontar la corriente de la historia. ·Marx insiste en presentar a la corporación medieval como un cuerpo saludable, muy bien defen dido con­ tra toda agresión del medio, un cuerpo sólido, bien constituido. Esto no implica la idea de que el modo de producción capitalista haya introducido, en ge­ neral en la sociedad, una verdadera degeneración, sino únicamente que el cuerpo productivo, en la forma de la corporación medieval, en la forma eter­ na del oficio jerarquizado, fijado en castas, ha soportado el dudoso progreso que introdujera el ca­ pital en el modo de explotación del trabajo. Con esto se refuerza la idea de que la productivida d es una noción íntimamente ligada a un estado de esci­ sión de la fuerza consigo misma, del cuerpo y sus poderes . Aumentar la productividad del cuerpo productivo equivale a aumentar su potencia, su re­ serva, su repliegue sobre sí mismo, a aumentar su dependencia, a condenar su integr idad. El cuerpo productivo representado por la corporación ha sido desangrado, corrompido, torturado. Sólo al precio de la degeneración de cada una de sus formas vita­ les, tomadas por separado, sólo al precio de un �a28 � � � crificio de sus órganos en provech d su organ . mo, el cuerpo productivo ha tomado a orma aca ada de la gra n industria. s·m embargo t , odavía no es exactamente as1. ' En efecto, no toda esI)eCie . de cuerpo tiene como . Propio ser un orgams mo . euand o ocurre, no se trata más que de n men�o en el desarrollo del cuerpo productivo �m d�� IVI dua lIzado un momento en su individuación. La corporación medieval, que . es Igua lmente eterna, o por lo menos antigua d e to d a ant"tgue dad no es un organismo Es un cuerpo pu . es com bIna ' fuerzas' se les somete S on las f uer7 ""'as ora' <=>am·cas d e1 cuerpo humano. Del cuerpo, comprendida la cabeza. E so . ortante, pue es Imp . , man s la corporacwn eja la cabeza del hombre como parte or�' . an�ca d el cuerpo. No se trata, pues de una Jerm.qma mterna en don: . v de la cabeza estaiia . amente especial , cua11"tativ ubi, alta q cada en la cusp ' i'de ' mas ue 1a fuerza de las manos ' de 1 s pulm ones de los braz os, de los ded os, : de las piern s ' d e los p1es . Pero la corporacwn no es un orga . ue manismo pmq . DeJe cada cuerpo b'lOlogi ' . Co d entro de sus prop ios . l'Imites espaciales intens Ivos , dentro de los límites del campo de su ; pod eies . , respetando tanto a esos poderes como a su alcance espa . Cial La corporación tiene un profund o respeto por la forma del cuerpo humano· c.·A caso no es é s e . t e1 miCr ocosmos correspond iente al macrocosmos ' la cr·Iatura que da testimonio de 1a excelenci.a del creador? . El cuerpo, al extender sus miembros tod o lo posible, y en todos los sentidos traza y. 0��pa una esfera. En esa esfera ' se insta!a 1a corporacwn. no l� agran d a. Leonardo ' . da Vinci ha el1"bu¡a d o, para Siempre, la cruz del cuerpo huma . no, con su potencia radial, inscrita en " , ' .. ' · · · , � . · ' · 29 jo constituye el círculo. Actualmente, ese dibu explotación esporá­ emblema de un organismo de ario". Sin duda por dica, llamado "trabajo tempor organismo se llama obra de una cruel ironía, este hombre que muestra Manpower. Naturalmente, el uartizado que del está más cerca de Dionisio desc hacia abajo, con Cristo que cuelga como un trapo, la Tierra antes de la cabeza pesada contemplando a ver en esto el abandonarla para siempre. De aquí anismo cris­ signo de una ruptura con el antihum anismo pagano, tiano, del renacimiento de un hum moderna de antiguo, de la aparición de una ética que un paso la dominación del mundo, no hay más dado ya. Si que muchos, con gran ligereza, han bre-cruz de Leonardo es la ima­ es cierto que el hom po en corpo­ gen del cuerpo incorporado, del cuer iento alguno del ración, entonces no hay Renacim simple y pura espíritu de la Antigüedad, sino su los modos, y, y s siglo los perpetuación, a través de ón. ucci prod de entre otros, de los modos quiere, anterior Antiguo, pagano, humanista, si se si bien la pri­ a la Encamación y a la redención, como la sanción mera pueda considerarse también la fuerza, recayó divina que, de buen grado o por así, el Renaci­ sobre el cuerpo del hombre. Si es te ningún vínculo miento no ha de tener absolutamen a burguesa, el con los ideales modernos, la étic el capitalismo trabajo de la historia que culmina en rárselo como un desarrollado, o bien debe conside n del sentido momento de hipocresía o de desviació s el capitalis­ de un cierto humanismo antiguo. Pue a del odio mo es la forma sofisticada y materializad cercano al más ho muc po, del Hombre y de su cuer ningún tipO cristianismo ascético y negador, que- a de humanismo. un .30 Po� lo tanto, la corporación es un cuerpo sano, sóhdo, resistente · la sol" sldez proviene de una suerte de rigidez casi Ósea e trata de una "propensión de as sociedades anti 1 guas a que los oficios se heredaran' a petrifICar · os en castas o bIen · a osificar az menos en la f orma de carp orac;w'n zas divers as ramas de la industr· , 2 ( braya do por mí, F. G.). Marx toma esta ide de wdoro de Sicilia cuando éste habla del Eg·Ipto anti.guo. Esta . . ,, ngidez osea con. fwre una estabilI.d�d que las leyes reforzarán aun desde el interior IlllSmO. "Las leyes gremiales obrando con arreg lo a un plan, . impiden, como sabe�o � Iante una severa limi­ tación del número de ICiales que se le autoriza emplear a cada maestro, la tran sf OI.macwn . , del maestro en capitalista,.s Esta estabilidad prote ida, este cons ervadorismo que marca aún el esp'm artesanal, heredero de la . Edad Media implICa una desvincu lación del mer. cantilismo' de, l mercado "El gre�w se defiende celosamente contra toda� las .mvaswne s del capital . . comercial' ún ca forma hbre del capital que tiene 4 en frente. " . o que preservaba esta situa cion , era . .' a coincidencia o la superPOSlc wn, tan perfecta que la distinción de arnbas Ins _ tanc ias sólo podría hacerse por abstracc·ó 1 n de cada uno de os dos cuerpos, el biológico v el produch. :o. Marx expresa este . . sincretismo en térmmos rmagmativos: "El trabaJ·a. dor y sus med1os · , n quedaban soldados de produccw corno el caracol Y su conc ., ha. " En esta fuswn ve una defensa natura1 cont , ra la ir rupciOn de relaciones mercantiles en e cuerpo biológico-productivo. 1 · �� : 1;� · ;:; � � { 1 1 : i: Cap "' lb'dCapl�al, tal, ' em. · 1 secón IV. sección IV.· cap XII , p. · · . 31 "Faltaba -dice- la base primera de la manufactu­ ra, es decir, la forma-capital de los medios de pro­ ducción." Sin embargo, todavía no hemos compren­ dido la naturaleza de los medios de defensa de la corporación frente al mercado, del modo de pro­ ducción mercantil. Enfrentamos nuevamente los dos sistemas de fuerzas que se fusionarán en el cuerpo productivo. Aparentemente, el mercado es un medio, un lugar intermediario donde se producen intercambios. En consecuencia, es una instancia neutra, sin fuer­ zas autónomas, sin identidad relevante. ¿Por qué este lugar intermediario abstracto entre instancias individualizadas, personalizadas, la instancia pro­ ductora y la instancia consumidora? Es necesario referir ese espacio a la vez separador y comunica­ dor a una gran división, un gran distanciamiento que se ha operado en otra parte, por encima, antes, de todas esas expresiones que designan un cambio de escala o de cuerpo: una gran división del cuerpo social que induce el vacío o la fisura entre la pro­ ducción y el consumo. Es la gran división contem­ poránea de la historia, entre ciudad y campo, y, desde el punto de vista de las clases, entre produc­ tores o trabajadores (el campo) e improductores, no-trabajadores, explotadores (la ciudad). La ciudad es el reagrupamiento de minidéspotas, su plaza fuerte adonde confluye el excedente del tra­ bajo de la tierra. Este sobrante de la tierra es Jo único que puede hacer del habitante de la ciudad un consumidor que supone un productor; consumi­ dor porque es no-productor que tiene necesidad del productor para no producir él mismo. He aquí el modo en que el consumo supone la producción: la supone porque permite al consumidor no producir 32 por sí mismo, porque es, así, la condición para que en la persona del consumidor el consumo sea mente real­ distinto de la producción, para que no la implique. Sin embargo, la potencia del no productor reside únicamente en la fuerza, la del Estado, la de las armas, que tiende a refinarse, a concentrarse me­ diante las dos operaciones conexas de la abstrac­ ción y la universalización. El aislamiento de la tie­ rra es una abstracción, pues abstrae, del mixto constituido por el suelo y el cuerpo biológico, q w:· componen el cuerpo productivo, un elemento nue­ vo, imprevisible, que proviene de otro campo, que habrá que analizar; ese elemento es un no produc­ tor. En esta separación o en esta abstracción del carácter productivo o no productivo del hombre, abstracción de una idea de hombre distinta de su relación con la tierra y de su fusión en la tierra, está presente el capital entero. Esta abstracción, este vacío creado penetra lo con­ creto, es decir, la tierra y su cuerpo productivo hu­ mano y técnico, mientras que lo abstracto, el Hom­ bre indiferenciado, productor o no productor, tiene un segundo momento, un momento de conquista, de recuperación de la fuerza. Después de la retirada, el asalto; tal el movimiento de lo Universal. El hom­ bre abstracto será universal, violentará la unidad de la tien-a y de su producción, la superficie del gran cuerpo mixto geológico biológico-productivo. Convertirá los poderes de la producción en algo abstracto, algo diferente ele la producción mism't Y de su cuerpo. A ello sigue una disociación del cuer­ po mixto y un repliegue sobre sí misma de cada instancia así disociada. El cuerpo queda distinguido de lo que puede. 33 Es esta la estrategia del mercantilismo frente a la corporación, la de renovar el acto inaug�rando la separación del Campo y la Ciudad, hactendo del Campo la fuerza productiva cuyo producto, cuyo . sobreproducto, cuyo sacrificio, consume la Cmdad. A partir de esta primera estrategia que af �cta al Cuerpo Social, se produce una segunda ofensiva, en profundidad, bajo la superficie del gran cne�po, que consiste en la fractura del Cuerpo pr�ducbvo, en la tensión de éste, en su dependencia de lo Universal que es la ley del valor, en su sumisión a la inmunda fábrica. El brillo del éxito de este ataque borrará y confir­ mará al mismo tiempo la gran separación inicial entre la ciudad y el campo, la desplazará a la vez que conservará el espíritu misterioso del divorcio entre lo Concreto y lo Abstracto. La corporación en tanto reunión de represen�antes de un mismo oficio -y que, en consecuencia, se desarrolla sobre la base de su apartamiento de la comunidad rural y de su congregación en desorden en ese lugar abstracto que es la ciudad-, puede considerarse productiva en el sentido en que es legítimo distinguir en ese lugar abstracto la pro­ ducción y el consumo, como también -en con­ secuencia- un mercado que cubra el abismo y sea estructuralmente previo a la producción material. Pese a todo, ¿se puede decir que la corporación de oficio produzca según la demanda, que subor­ dine el producto a la imagen del eventual consu­ midor? La obra maestra que hay que realizar no se relaciona con el simple valor de uso concebido según el gusto y la demanda de quien habrá de usarla. Su valor no se distingue de la idea pura , del concepto de la cosa hecha. En tal sentido, tanto 34 producción como consumo se refieren a un mismo término ideal, que es el valor en sí del producto. Es ésta la razón por la cual la corporación es pro­ ductora sin ser productiva. No pertenece a la edad de la producción mercantil. Hay que ponerla a tono, y de ello se encarga la manufactura . Este ten­ sionamiento, esta incorporación de la forma pro­ ductiva, tendrá lugar por medio de un movimiento imperceptible, puesto que la corporación, aparen­ temente, permanece intacta, sin más alteración que una traslación en el espacio. Bajo la égida del po­ seedor del capital, la cooperación simple representa la molesta presencia de relaciones mercantiles en la esfera de la producción, puesto que aunque sólo lo estén a modo de encargo, en los distintos sentidos del término, y de concentración espacial y tempo­ ral, eso basta para que la producción toda sea la realización de la productividad inherente a un cuer­ po dado, y no su libre juego. En este sentido, el cuerpo productivo data de toda antigüedad, puesto que los egipcios, por ejemplo, ya conocían la coo­ peración simple y la utilizaban en las grandes obras de arquitectura, o en la irrigación, o, en resumen, en toda tarea que sobrepasara en amplitud el cua­ dro de las comunidades sociales restringidas. Pero justamente el hecho de que el inversor no sea un poseedor de excedente, un déspota, sino el media­ dor entre producción y consumo, poseedor de di­ nero, hará entrar en la modernidad aquella forma fugitiva, vieja como el mundo. Todo el movimiento que se desarrolla a partir de entonces, desde la cooperación simple sobre la base de la corporación hasta la manufactura en serie, preludio de la gran industria, sólo es explotación, i ntensificación de la productividad revelada de la 3.5 corporación medieval. No se arrojará el limón núen­ tras no se le haya exprimido todo el jugo. La intro­ ducción de la forma productiva es, inmediatamente, una ventaja en la productividad, puesto que la simple reunión de trabajadores sea del mismo ofi cio, sea de oficios diferentes- permite la realiza­ ción de trabajos que de otro modo serían imposi­ bles.5 Paralelamente al desarrollo de la productividad del trabajo, la función del mediador se transforma tanto imaginaria como realmente; ]a imagen es el opera­ dor por cuyo intermedio se habrá de metamorfo­ sear la función. Un primer aspecto del desarrollo es prehistórico, pues preexiste a la aparición del capitalista como tal. Efectivamente, el jefe del taller o el maestro de ofi­ cio es, en cierto modo, el prototipo del capitalista, siempre que sea cierto que la corporación como unidad de los medios de producción y de la fuerza de trabajo constituye una forma primitiva del ca­ pital constante. La capacidad de incertir capital para ampliar los talleres, propia de un comerciante que poseyera dinero, es lo que convertirá a aquella forma en capital, y lo que identificará al jefe de taller con el capitalista, al no ser ya más que la unidad de los diversos procesos de trabajo por él concentrados. Esta es la interpretación que sugiere la siguiente afirmación de Marx: "El capitalista comienza por separarse del trabajo manual ." En verdad, si el ca­ pitalista proviene de afuera de la corporación, se ha separado del trabajo manual a priori, o, mejor 5 El Capital, 36 sec. IV, cap. XI, p. 263. jamás participó en él. Ya en Míseria de la Filosofía, pensaba Marx así: "La manufactura no nació en el seno de las antiguas corporaciones. Fue el comerciante el que se convirtió en jefe del mo­ derno taller, y no el antiguo maestro de las corpora­ ciones." De este modo, la corporación no es otra cosa que el antiguo cuerpo de oficio invadido, po­ seído, por el alma de la manufactura moderna. Esta alma está representada por el mercader o el media­ dor que se ha convertido en jefe o cabeza de la corporación. La evolución posterior del personaje manifiesta este hecho con toda claridad. Veremos por primera vez cómo el mediador ocupa el lugar central en el cuer­ po productivo, del cual es el inductor. Marx define de esta manera dicha evolución: aún, "Todo trabajo directamente social o colectivo en gran escala, requiere en mayor o menor medida una dirección que establezca un enlace armónico entre las diversas actividades individuales y eje­ cute las funciones generales que brotan de los mo­ vimientos del organísmo productivo total, a dife_ rencia de los que realizan los órganos individua­ Jes. . . Esta función de dirección, de vigilancia, de mediación, se convierte en función del capital tan pronto como el trabajo sometido a él reviste carác­ ter cooperativo . . . "6 Este texto aclara otro fragmento que lo antecede, y que dice así: "En un principio, el mando del Ca­ pital sobre el trabajo aparecía también como una consecuencia puramente formal y casi accidental . . . Con la cooperación de muchos obreros asalariados, el mando del capital se convierte en registro indis6 El Capital, sec. IV, cap. XI, p. 266. 37 pensable del propio proceso de trabajo, en una verdadera condición material de la producción rayado por F. G. ) .7 Podría creerse que el término real capitalista y la unidad de su cuerpo colectivo les (sub­ aparece prácticamente como la autoridad del ca­ se opone al de somete su actividad a los fines perseguidos por pitalista, como el poder de una voluntad ajena que "imaginario" o al de "ideal". En verdad, no es así. aquélla. La realidad corresponde a la imagen y ésta a aqué­ lla. Al contrario, a esta concepción de un modo de Pero si, por su producción histórico transitorio -que ha conseguí­ contenido, la dirección capitalista, como el propio proceso de producción que dirige, tiene dos filos ( por una parte, un proceso social do imponerse por razones contingentes, lo que no de trabajo para la creación de un producto, y por excluye que entre sus medios de coacción se cuen­ otra parte, un proceso de extracción de plusvalía), ten todas las formas de la necesidad- se opondría por su forma es una dirección despótica." 8 una concepción idealista de la necesidad absoluta e intemporal de tal coacción, de tal modo de pro­ ducción. Es lo que expresa la siguiente fórmula desdoblada : "El modo de producción capitalista se presenta, pues, como necesidad histórica para trans­ formar el trabajo aislado en trabajo social; pero entre las manos del capital, esta socialización del trabajo sólo aumenta las fuerzas productivas para En consecuencia, es verdad que, en un primer ni­ vel, la función y social productiva y la función explotadora de la dirección capitalista se superponen en un mismo acto sobredeterminado, lo cual refleja el sometimiento del cuerpo productivo al cuerpo social. Pero este sometimiento es contemporáneo del surgimie�to de ese cuerpo productivo a plena luz explotarlas con mayor provecho." Esta fórmula re ­ y en forma individualizada. La duplicidad enuncia­ mite en su duplicidad al doble aspecto del proceso parasitismo exterior, como una torpe superposición de trabajo y de función dirigente del capitalista. Este punto tiene gran importancia, lo que justifica que reproduzcamos íntegramente el texto que lo expone : da más arriba sólo puede desarrollarse como un en comparación con un segundo desdoblamiento infinitamente más detallado, más preciso, más ele­ mental : el desdoblamiento que se inaugura entre el cuerpo productivo y el cuerpo biológico, que " . . . La cooperación entre obreros asalariados es, hasta ese momento el primero habitara en sus pro­ además, un simple resultado del capital que los em­ pios límites. La separación de estos dos cuerpos es plea simultáneamente. La coordinación de sus fun­ ciones individuales y su unid ad corno organismo productivo radican el verdadero fenómeno fundamental y radical al que lleva un cambio en el cuerpo social. Se opera de ellos, en el capital, que de dos modos : el real y el imaginario. Marx, sin los reúne y mantiene en cohesión. Desde un punto embargo, no opone ambos modos, sino que ubica fuera de vista ideal, la coordinación de sus trabajos se les el segundo en el nivel de los mecanismos que ha­ presenta a los obreros idealmente como el plan del cen posible el primero. 7 Ibídem. 8 El Capital, 38 sec. IV, cap. XI, p. 267. 39 En el modo real, la cooperaciOn de trabajos indi­ viduales en una tarea común irrealizable a escala individual, revela una fuerza productiva específica en el cuerpo productivo. El desarrollo o simple­ mente la experiencia del proceso de trabajo cum­ plido por el cuerpo productivo reduce a su verdad al trabajo individual al producir concretamente la categoría de trabajo social medio, por la elimina­ ción estadística de las diferencias individuales en el ritmo y la calidad del trabajo. De este modo, en su extensión limitada, la cooperación simple, fe­ nómeno capitalista inicial y fundamental sobre d cual se levantará el edificio ulterior, cuantifica el trabajo individual o da su verdad, que es también su negación, al trabajo cumplido por el cuerpo bio lógico. En efecto, se trata de una norma estadística y numerada, que no le concierne a menos que haya fundido en el cuerpo productivo. Unicamente por tablecida en el nivel del cuerpo social, "la coordi­ nación de sus trabajos se les presenta a los obreros idealmente como el plan del capitalista y la unidad de su cuerpo colectivo les aparece prácticamente como la autoridad del capitalista, como el poder de una voluntad ajena que somete su actividad a los fines perseguidos por aquélla". Esta apariencia es entonces un rostro falso, una ilusión óptica, pues su · víctima confunde el cuerpo productivo cuyo ele­ mento, aunque sin haberlo percibido jamás, es ella desde siempre con la fuerza histórica de fortuita aparición y venida desde afuera de la esfera de la producción, que la ha autodevelado y que le ha develado sus elementos, el cuerpo productivo hasta entonces encerrado en el cuerpo biológico, en quien veía sus límites para toda la eternidad. En efecto, en el estado de la cooperación simple, comienzo del capitalismo -como insiste Marx-, eso es cierto. este camino aparece la categoría de fuerza de tra­ No se trata más que de una apariencia, de una apa­ bajo, únicamente por este camino esta fuerza so­ riencia falsa. El cuerpo productivo no es el capital. cial y media podrá adquirir un valor, entrando así Aquí se abre paso la interpretación izquierdista,9 de lleno en las relaciones mercantiles. El mediador según la cual la superchería capitalista se ve abso­ ya ha contaminado la fuerza de trabajo individual lutamente desenmascarada en del oficio medieval, sin valencia, sin intrusión visi­ nuncia el parasitismo al que el capital somete al El Capital, que de­ ble, por su sola presencia en el lugar -a la vez cuerpo productivo y, en consecuencia, los separa mediana y central- de la dirección capitalista. conceptualmente antes de que la práctica se encar­ Pero este fenómeno objetivo y casi necesario se re­ gue de hacerlo. En una perspectiva spinozista tal pite en otro, imaginario, que consiste en el aisla­ como la que adoptó la exégesis althusseriana, po­ miento de la fuerza y de su poder bajo la forma de dríamos responder que se trata de una concepción una imagen abstracta e individualizada. Debido a la intrusión y al dominio de esa primera relación del cuerpo productivo con la forma de la cual se aparta ( el cuerpo biológico hasta entonces morada de poderes productivos por delegación) por parte del cuerpo social, de la relación de explotación es- 40 9 En particular todas las variedades del trotskismo al ana­ lizar el cuerpo productivo desarrollado, el maquinismo, para d�nunciar el parasitismo de la producción respecto del ca­ Pital e invertir, suplantar, esa relación. Es la versión econo­ micista del marxismo, radicali7:1da. 41 simplista de la ilusión, que carece de sentido enca­ rar la ilusión si se ha suprimido su base real, que para desenterrar la ilusión no es cuestión de inver­ tirla, sino de cambiar de terreno y pasar precisa­ mente a aquél en donde ella echa raíces. Pero Marx no presenta las cosas de esta manera. Efectivamen­ te, en absoluto opone apariencia, o ilusión, y reali­ dad. Sólo nos parece extraña esta negativa si re­ chazamos a priori la idea de un giro dialéctico, de un sesgo hegeliano en la presentación marxista de la historia. En caso contrario, ¿hay algo anormal en que el fenómeno sea apariencia de la verdad, y hasta su misma prefiguración? En realidad, el fenómeno ilusorio que identifica el cuerpo producti­ vo con el capital productivo, proyecta la produc­ tividad de las fuerzas de trabajo cooperantes sobre la unidad del capital dirigente e inversor, prefigura el futuro de aquel cuerpo, aclara el modo en que habrá de comprometerse. En otros términos, el me­ diador ocupa el lugar central, el lugar de la causa. al comienzo idealmente, luego realmente, sin solu­ ción de continuidad. Se comprende así la ceguera de la exégesis estructuralista de estos textos, en donde el flirteo con el "giro dialéctico hegeliano" se convierte en el más impúdico de los coitos. Si la esencia de la dialéctica es la apropiación ima­ ginaria, llega al extremo de que la imagen termina por desposeer de sí misma a la realidad correspon­ diente, toda vez que a esta última para coincidir con su propia productividad, le es necesaria la me­ diación interna de una imagen de sí que concrete sus poderes. El cuerpo productivo presenta al cuer­ po biológico su verdad en imagen. El cuerpo social hace lo mismo con el cuerpo productivo y todos subsisten, aunque encadenados y como encapsula42 dos bajo la dominación de un solo amo: el capital universal. ·Cómo habrá de operarse el pasaje de la ilusión a a realidad? Hasta el presente, '1a coordinación de sus funciones individuales [de los obreros asala­ riados ] y su unidad como organismo productivo", se encuentra "fuera de ellos, en el capital, que los reúne y mantiene en cohesión".l0 El mediador sólo ha ocupado idealmente el lugar de la causa o de la fuerza productiva. En realidad, sólo sirve de inter­ mediario entre el cuerpo productivo y sus productos. La etapa siguiente convertirá una encarnación el capital en intermediario entre el cuerpo productivo y su productividad. Esta encarnación será una parte de la fuerza real del capital, cuyas funciones son las de reunir y vigilar los trabajos, será el perso­ naje que ejerce la vigilancia, pero en una forma renovada, en una forma técnica, es decir, en la for­ ma de una dominación intelectual del conjunto del proceso de trabajo. Esta será, precisamente, la tarea histórica de la ma­ nufactura, según su doble origen y en sus dos for­ mas, heterogénea y en serie ( sección IV, cap. XII ) · La manufactura lleva más le¡os la tendencia del ' al ma' oficio a especializarse, es decir que acentua ximo la posesión del cuerpo biológico por el cuer­ po productivo, con lo cual permite al mediador la invasión del terreno así abierto. Esto tiene como consecuencia, entre otras cosas, la de producir la caducidad de la tesis aristotélica según la cual la técnica prolonga los poderes del cuerpo.U Sin em- l � 10 El Capital, sec. IV, cap. XI, p. 2ff7. En la segunda parte de este volumen se retoma Y se desarrolla este ptmto. 11 43 bargo, la ilusión que sostiene al capital, otorgándole misma del trabajo que se efectúa. Esto significa poderes productivos, vive de esta tesis, puesto que le pennite usufructuar la distancia creada entre los idea o que el representante del capital, poseedor de h ingeniero, desempeña, a partir de ese mo­ poderes o una productividad referida a un cuerpo mento, el papel técnico necesario, del que carecía biológico ampliado y prolongado, y la productivi­ dad real del cuerpo productivo que, incluso en el en el de la manufactura heterogénea. namente de él para permitir, con todo, que la ex­ productivo restringido a los límites del cuerpo bio­ e�tadio del maquinismo, sólo se emancipa imagina­ tracción de plusvalía, si bien perfectamente real ' resulte imperceptible o inconcebible. tanto en el estadio de la cooperación simple como Esta mutación implica la dislocación del cuerpo lógico, y hasta la simple explotación llevada al extremo de la productividad de este cuerpo formado Sabemos que la manufactura es, ante todo cronoló­ gica, lógicamente, y fenomenológicament ' hetero­ génea. Según el modelo de la manufactura de auto­ por el oficio medieval. ?� �ste procedu�u�nto revela, por cierto, la preexisten­ puesto que allí no se disocian el trabajo manual � móviles, unidad final y aditiva de los trabajos de herrería, car i tería, dorado, etc., que la componen. cia del proposito o del fin como causa formal o ' sea la determinación de la idea de automóvil en relación con su realidad producida. Sin embargo ' 1a c��sa, que actua desde el comienzo y que se ' mamfiesta perceptiblemente al final, está ausente du ante todo el proceso de trabajo, separada de la � � umdad Y de su l Igarteniente, el capitalismo, que _ cumple una funciOn de mera vigilancia. No ocurre lo mismo en la manufactura de agujas, de natura­ leza serial. Aquí, la idea simple también actúa co­ mo causa formal, pero con la particularidad de dcs­ en operaciones conexas despojadas de cada una de las cuales, por separado, exi­ ge, �omo condición de su ejecución, la presencia ef ctiva, corno causa actuante durante el proceso � rmsmo de trabajo, de la operación Única a la que ellas co curren, no ya en la fonna de simple vigi­ _ lancia, smo en tanto elemento organizador, que re gula a la vez la cantidad, el ritmo y la naturaleza � 44 Desde el punto de vista de la habilidad puramente manual, la única que se conoce en la corporación, y el intelectual, la manufactura serial lleva al má­ ximo la virtuosidad de detalle del trabajador, le confiere fuerza, precisión, eficacia, rapidez y segu­ ridad en los movimientos. Desde este punto de vis­ ta, no se trata de ningún milagro, ya que cualquier otra fonna de compulsión que no fuera la de la ga­ nancia como ley, habría podido obtener el mismo acrecentamiento de la productividad. Descartes ob­ servaba que el luthier tenía la inteligencia en los dedos. Desde este punto de vista, los dedos del luthier parcial de la manufactura en serie adquie­ ren genio y desarrollan una sutileza casi sobrehu­ mana. Esto se da junto con una mecanización cada vez más extensa del virtuosismo de los movimien­ tos, es decir, precisamente, de una pérdida de inte­ ligencia, un empobrecimiento. Esta contradicción ref1eja un fenómeno fundamental, moderno en el sentido más riguroso del término, cual es la explo­ sión del cartesianismo, que es también la del aris­ totelismo, que hace de la técnica una prolongación 4.5 de los poderes del cuerpo. 1 2 Ilustra el paso de un cartesianismo a otro. El paso del cartesianismo de la tesis del cuerpo-máquina se esfuma ante el car­ tesianismo de la tesis humanista que hace del saber ( y no de la habilidad manual, del saber-hacer ) , el arma gracias a la cual el hombre se erige en "amo y poseedor de la naturaleza", y en primer lugar de la naturaleza maquinista del cuerpo en general. Es­ ta tesis hace del cartesianismo la filosofía del ma­ quinismo y no del mecanismo. Pero no tiene los medios 'de su filosofía porque piensa el maqui nismo ( en el futuro ) según el modelo del mecan ismo ( existente por entonces bajo la forma aditiva de la manufactura heterogénea, sea de la cooperación, sea del oficio medieval ) . Esta tensión hace de Desca r­ tes el pensador del mecanismo y el ideólogo del maquinismo, a la vez reflejo del cuerpo produ ctivo bajo su forma sincrética primitiva y programa para el cuerpo productivo en su forma capitalista desa­ rrollada. Arrancar uno de estos aspectos al sistema cartesiano lleva, o bien a una ubicación históri ca restringida, como en el caso de Borkenau en Der Vbergang vom feudalen zum bürgerlichen Weltbild ( el paso de la concepción del mundo feudal a la concepción burguesa ) , que Koyre denuncia justa­ mente, o bien a limitarse al aspecto profét ico de su ideología como si se trátara de una filosof ía fun­ dada, y justificar -como se siente tentad a de ha­ cer toda epistemología no crítica, en la medid a en que ignora la cuestión de la posición de las ciencias en el cuerpo productivo el conjunto de las actua­ les relaciones de producción como aplicación de 12 E ste problem a se trata de maner a segunda parte. 46 desarrollada en la normas racionales válidas universalmente o como racionalismo aplicado . En el mismo acto de e�u n­ . ciar el carácter transitorio y opresivo del maqmms­ mo' Marx ubica definitivamente en el campo de los pensadores burgueses a todos los que v�n en el cartesianismo profético la verdad que permite pen­ sar toda la historia pasada del mecanismo . En efec­ � ,1� � filosofí� de to, se puede juzgar la histor a de . Y afnmm pohtica, econom1a la mismo modo que el en ve no que en medida la que es burguesa "en progreso �e transitoria fase una orden capitalista . histórico sino la forma absoluta y dehmhva de la ale­ producc ón social" ( Posfacio a la � �ición la que s1gmhca esto Todo . ) Capital mana de El s formación una juzgar debe ciencia, a l o crítica, ?­ ! �;¡. i cial desde el punto de vista de su futuro, es decir, de su negación. Las protestas humanista � al modo de Friedma � c� n­ . tra el trabajo parcelano, el trabaJO en �:mg�1as, . protestas que comparten las corrientes ¡zqmerdistas . , ., · das en Marcuse , al llamar a un desarrollo · 1nspua sin trabas de la técnica, esto es, a una mflacwn aun mayor del cuerpo productivo, hacen como si. es­ cartes el Descartes del cuerpo máquina, descnb1era J? ; corre tamente el cuerpo productivo, como si el ma­ quinismo fuera un mecanismo. E lo implica el ' conocimiento de que la parcelacwn del cuerpo sico sólo es un fenómeno anacrónico que afecta el � antiguo mixto de cuerpo biológico y cue�� pro­ ductivo. No está allí la verdadera gran esciSion del cuerpo. Es cierto que se halla entre los dos cuerpos, que se fueron separando progresivamente durante . todo el período manufacturer ? -lo que torna mse­ , del . trabaJO-, pero gura toda crítica a la parcelac10n también es cierto que esa escisión se apoya en otra, 47 practicada en el seno mismo del cuerpo biológico, tingentc y contradictoria desde el punto de vista que penetra e] cuerpo, reducido entonces a una maquinaria, y las fuerzas intelectuales de la pro­ ta técnico o productivo. Si el capital tiende, como e] del software de la informática. Por último, las del proceso de producción, no sólo le es necesario tesis fenomenológicas y psicológicas, al insistir en apropiarse de la función de unificación del cuerpo social, y necesaria y orgánica desde el punto de vis­ ducción, la cabeza, los sesos, cuyo estado actual es todo permite suponer, a la hegemonía en el conjunto la unidad del cuerpo y de la psiquis y en la unión productivo, mediación entre producción y producto sustancial cartesiana, hacen lisa y llanamente tabla en la medida en que el tipo de cooperación en la rasa del trabajo histórico que el cuerpo social, rele­ manufactura en serie permite la subsistencia del vado por el cuerpo productivo, llevó a cabo en el todo por encima y al margen de las partes que lo cuerpo biológico, introduciendo la escisión de dos componen, sino también de la fuerza productiva elementos en el corazón mismo del individuo. Fren­ misma. te a la crítica histórica, tal como la practica Marx, El problema es el siguiente: para apropiarse de la crítica parcial y anacrónica, la apología de lo esta fuerza productiva que es, y el mito de una unidad perdida, se deben del trabajo, tendría que apropiarse del trabajo mismo, o bien del trabajador. al desconocimiento de los resultados de la historia Ahora bien, el capital no puede, sin contradecir su moderna dominada por e] capitalismo. principio, convertirse en trabajo, pues que el capi­ Henos aquí, pues, frente a un "organismo de pro­ talista se ponga a trabajar para evitar la necesidad ducción cuyos miembros son hombres", la manu­ de comprar fuerza de trabajo, es un sin sentido factura, principalmente en la forma de la produc­ histórico, una robinsonada. Sólo le queda, pues, ción en serie. Ocupémonos ahora del camino del apropiarse del trabajador. Pero en un régimen mer­ mediador capitalista, en su sensacional ascenso a cantil en el que todo tiene un precio, la subsistencia las fuentes de la productividad. biológica del trabajador individual está numérica ­ El mediador ha ocupado, al hacerse cargo de los mente medida, se evalúa en bienes de consumo, ya puestos de mando del organismo productivo entero, que trátese de esclavo o de asalariado, la necesidad de alimentar y vestir la fuerza de trabajo no varía . el lugar central percibe su con propósito el donde unidad, el donde cuerpo necesita de convertir la fragmentado una suma unidad Desde el punto de vista del capital, el problema de adquiere la forma concreta de la búsqueda los del aumento de la plusvalía relativa. La solución está procesos de trabajo parciales en una producción en el golpe de genio que permitió al capitalismo cu­ única, o en la producción de un único producto. El capital se interpone, entonces, entre la fuerza pro­ brir toda la superficie de la tierra con una horro­ ductiva del trabajador parcelario y su producto, y rosa membrana. Modificar el trabajo mismo, des­ lo hace en la forma técnica de trabajo de vigilancia y de unificación de tareas. En consecuencia, entre capital y trabajo hay una solidaridad a la vez con- 48 ) plazar el lugar de origen de su fuerza productiva y variar al mismo tiempo su forma de utilización, no es simplemente trabajar o apropiarse del trabaja- 49 dor, sino en gran medida prescindir de éste, des­ poseerlo de su productividad, que era precisamente ! v ene el trabajador individual, parcelario, que le srrve como relevo; por último, la herramienta per­ lo que lo hacía indispensable. La etapa que debe feccionada sirve como órgano de operación y trans­ parasitaria es la ejecución de la efectiva separación forma el material en un producto. De este modo franquear el capital en su trabajo de apropiación � del cuerpo productivo y el cuerpo biológico, la podemos considerar estos tres elementos de la ma expresión fuera del cuerpo biológico de toda la nufactura como los vértices de un triángulo unidos � productividad que, hasta entonces, había permane­ e tre sí cido oculta. hmto, puesto que la herramienta no remite al tra­ Expresar esta productividad es llevarla al paroxismo bajador colectivo en cierto orden irreversible de su manifestación hasta que quede completa­ ción del maquinismo son, en efecto, el perfeccio­ T. l. namiento del instrumento de trabajo parcelario y la instalación de las máquinas-herramientas. caerá fuera de toda referencia biológica asignable y fuera del aristotelismo del mismo movimiento, con un T. C. mente afuera. Los dos momentos de la inaugura­ El movimiento por el cual el cuerpo productivo y / ---7 H. P. Sin embargo, la herramienta remite, en cierta ma­ nera, al trabajador colectivo, pues éste desempeña el papel de unidad del proceso, reflejando la uni_ será un desplazamiento inesperado a lo largo de los dad del lados de un triángulo. d a!es sólo aportan fragmentos. Por su forma espe­ � producto al cual los trabajadores indivi­ El trabajo parcelario, propio de la manufactura en cializada, la herramienta parcelaria es la que refleja general, tiene como rasgo importante el haber im­ la unidad analítica de un proceso dividido en sus preso al útil de trabajo un desarrollo orientado. En partes constitutivas últimas. El fatídico movimiento efecto, el útil sufre la misma especialización, la misma "parcelación" que el mismo trabajador, co­ mo si fuera realmente una parte de la anatomía de este último, su prolongación. En la manufactura no hay herramientas universales ; cada una, indispen­ sable en una operación, resulta inútil en otra. Desde el punto de vista de la anatomía del cuerpo productivo, el juego respectivo del todo y de las partes en la producción, en el estadio de la manu­ factura, es el siguiente. El trabajador colectivo se asegura el primer lugar, pues domina el conjunto del proceso y verifica sus partes; en segundo lugar 50 de ruptura con una tradición milenaria, que condi­ ciona también la ruptura de Marx respecto de todo el socialismo utópico o metafísico orientado a in­ vertir el curso de la historia, consistirá en eliminar un vértice y dos lados del triángulo, en conservar tan sólo una relación bilateral del cuerpo produc­ tivo con los órganos de operación o herramientas parcelarias. No se puede llamar "trabajador colec­ tivo" a un organismo de producción cuyos miem­ bros ya no son hombres sino elementos maquini­ zados, donde el cuerpo productivo deja de ser una metáfora biológ)ca. 51 T. l. C. P. expropiación 1' {, H. P. apropiación ¿Cómo ha podido acaparar el cuerpo productivo H. P. esas herramientas perfeccionadas para transformar­ Este resultado relativo a la anatomía del cuerpo productivo debe encararse según sus condiciones de posibilidad. Se trata de la solución a un doble problema que se plantea al capitalista : el problema de la valo ­ rización del capital, problema político de disciplina del cuerpo productivo, encarado en estos ténni­ las en sus propios órganos de ejecución? Para conseguirlo fue necesario que se apropiara del a resto, o los elementos de productividad ajenos la destreza manual o física en general. Es imposi­ ble leer este resto íntegramente porque el cuerpo biológico oculta su naturaleza. Pero lo podemos leer en el cuerpo en el que habrán de integrarse los elementos descompuestos, en el cuerpo maquinista nos : de la gran industria. Es necesario plantear la cues­ "Como la pericia manual del operario es la base de tión: ¿de qué se compone la máquina-herramienta la manufactura y el mecanismo total en que ella funciona no posee un esqueleto objetivo indepen­ diente de los propios obreros, el capital tiene que luchar constantemente con la insubordinación de los asalariados."13 · Cómo se ha cumplido la expulsión del trabajador �uera del proceso de producción? Por el juego de dos expropiaciones, de dos delegaciones de poder, de una doble descomposición o disociación de la fuerza productiva del trabajo, sincréticamente con­ fundidas desde siempre. Por un lado, la maestría manual adquirida, legada por tradición, conservada por la usura del tiempo. . Este elemento ha sido parcialmente transfendo a la herramienta parcelaria que acompaña a la exacer­ bación d el proceso de especialización y en él par­ ticipa. y el sistema de máquinas-herramientas o gran autó mata? Esta composición revela, en efecto, el trabajador individual, de los que éste se vio expro­ piado, para que el maquinismo fuera posible. Esto no quiere decir, por cierto, que la verdad del cuer­ po biológico se encuentre en el cuerpo productivo maquinista, sino que de entre sus 52 sec. IV, cap. XII, p. 30. poderes sólo se han tomado, seleccionado, llevado a la virtuosidad inepta de la tarea parcelaria, los elementos produc­ tivos, a los que, por último, se ha sacado fuera de hs extremidades del cuerpo y puesto en las herra­ mientas que lo prolongan, todo lo cual culmina en el vaciamiento del cuerpo biológico de sus poderes y sus fuerzas, con lo que se convierte en una mera envoltura hueca e irreparablemente mutilada : "La verdadera manufactura, convierte al obrero en un 13 El Capital, libro J, resto de ele­ mentos productivos de los que debió despojarse al monstruo, fomentando artificialmente una de sus habilidades parciales, a costa de aplastar todo un 53 al Es en el tercer órgano, simple intermediario, mo­ modo como en las estancias argentinas se sacrifica desto mediador, donde el capital ha descubierto un animal entero para quitarle la pelleja o sacarle y explotado un tesoro. Constituye no solamente el mundo de fecundos estímulos y capacidades, el sebo." 14 secreto del pasaje al maquinismo capitalista, sino ¿Cuál es, pues, la composición de un "mecanismo también la esencia de la productividad de los otros desarrollado"? 15 Se compone de "tres partes sus­ dos. tancialmente distintas : el mecanismo de movimien­ "El mecanismo de transmisión, compuesto por vo­ to, el mecanismo de transmisión y la máquina-he­ lantes, ejes, ruedas dentádas, etc., regula el movi­ rramienta o máquina de operación". miento, lo hace cambiar de forma cuando es nece­ sario . . . y [lo ] transmite a la máquina-herramienta'·. La máquina herramienta o máquina de operación Regulación, es heredera de la herramienta parcelaria, especia­ distribución, modulación del movi­ miento. ¿Se trata de simple función de transmisión, lizada. En consecuencia, habrá que buscar en los dos primeros órganos la naturaleza de las fuerzas simple intermediación? ¿No se trata de intervención productivas del cuerpo biológico, a través de su en el proceso directo del gasto de energía física, de descendencia. tal modo que ésta se someta a los fines de quien se apropiará del producto, de quien ha previsto El órgano motor, o mecanismo de movimiento, al producir energía o recibirla de otra parte, nos re­ tanto el uso como la intercambiabilidad del pro ­ vela que el trabajo humano es asimilable en parte a la noción física de trabajo,1 6 pues es la transfor­ transmisión, en su forma encarnada de ruedas den­ ducto antes de todo proceso de producción? La tadas, poleas y cables, manifiesta la causalidad for­ mación de energía en movimiento, gasto de ener­ mal de la producción, la prioridad de la represen­ gía. Se la puede medir, y mediante la medida se tación del producto sobre su producción efectiva. percibe que el hombre no es un motor completa­ Pero esta vez la causa formal viene a identificarse mente satisfactorio, que está limitado, que no tiene en parte con la causa eficiente, pues no se trata ya flexibilidad ni potencia. Sin embargo, es este mo­ del buril del escultor, sino de la mano que lo ma­ tor el que constituye lo esencial de la fuerza de tra­ bajo humana, una vez que la herramienta parcela­ roeja, el heredero de la mano. El mediador ha ve­ ria se ha desarrollado al máximo. Para ejemplo, el que separa la captación de la energía física ( el mo­ nido a instalarse desde un comienzo en el espacio de la rueca.1 7 tor ) , y su gasto en forma automatizada ( el órgano de operación convertido en máquina-herramienta ) . 14 El Capital, sec. IV, cap. XII, § V, p. 29.3 : carácter ca­ pitalista de la manufactura. 15 El Capital, sec. IV, cap. XIII, p. 303. 1 6 El Capital, sec. IV, ca p . XIII, p. 306: "nada se opone a que [el músculo humano] sea sustituido también fuerza motriz por las fuerzas naturales". 1 7 El Capital, 54 sec. IV, cap. XIII, p. 30.5. como En consecuencia, es el medio para que la fuerza J. . productiva material se transforme en producción. Pero este medio está directamente emparentado con aquel que doma la energía material y la utiliza en su provecho, con el elemento inteligente y cal- .SS culador que preside al conjunto del proceso de tra­ bajo, más aún, que es el requisito necesario a todo proceso de trabajo que es el elemento de montaje del cuerpo productivo, del cual dependerá íntegra­ natural o divino de toda producción. Y en verdad, hasta cierto punto, esa es la realidad, pues en h medida en que el capital se ha apropiado de las mente en su funcionamiento, y que recuerda a un fuerzas intelectuales o técnicas del trabajo, la uni­ ingeniero. Si el elemento de transmisión correspon­ dad de los trabajos es el de, en el sentido de la anatomía del cuerpo pro­ Vemos entonces que al trabajador-órgano mecánico ductivo, a los poderes de la cabeza, al trabajo de un ingeniero, de un ingeniero previsor que ha he­ factum del capital. del gran autómata, el capital se presenta en la for­ ma de la inteligencia, como presupuesto de toda cho construir los mecanismos de regulación que producción y fuerza productiva eminente. pennitan la adaptación de las energías naturales a su gasto productivo, entonces sus propiedades son La corporación ha vivido. El saber se ha escindido sintomáticas de las del trabajo intelectual. movimientos apropiados. Asistimos entonces a una extensión espacial inmen­ del saber-hacer; la invención de la repetición de los "En el maquinismo, al convertirse en maquinaria, sa del mecanismo de transmisión: los instrumentos de trabajo adquieren una modali­ "La transmisión se convierte en un cuerpo tan vasto como complicado." 18 de la fuerza humana por las fuerzas de la natura­ Más tarde se crea un "gran autómata" fonnado por una combinación de máquinas-herramientas : ' " La máquina aislada e s sustituida por un monstruo mecánico cuyo cuerpo llena toda la fábrica y cuya fuerza diabólica, que antes ocultaba la marcha rít­ mica, pausada y casi solemne de sus miembros gi­ gantescos, se desborda ahora en el torbellino febril, loco, de sus innumerables órganos de operación". 1 9 La insistencia en el gigantismo del gran autómata , al mismo tiempo que subraya la dificultad de la tesis aristotélica según la cual mediante la técnica humana se crean miembros artificiales, refuerza con­ siderablemente la antigua ilusión que hacía del capital, encarnado en los medios de producción -que han llegado 18 El Capital, 19 El Capital, 56 sec. scx·. a ser gigantescos- el presupuesto IV, cap. XIII, p. 309. IV, cap. XIII, pp. 3 1 1 1 2 . dad material de existencia que exige la sustitución leza y la rutina por la ciencia." 20 Y en seguida: " . . . La gran industiia crea un organismo perfecta­ mente objetivo de producción con que el obrero se encuentra como una condición material de su trabajo, lista y acabada".21 En consecuencia, las ciencias desempeñarán el pa­ pel de fuerzas productivas eminentes, presupuestos de la producción, presencia del Capital en el pro­ ceso de producción por delegación. Detengámonos en la lógica del análisis que hace Marx del cuerpo productivo. La exposición fenomenológica sufre aquí una me­ tamorfosis. Debido a la confusión con un orden cronológico lineal, una y otra vez, el texto de Marx �o El Capital, sec. IV, cap. XIII, p. 280. �1 El Capital, sec. IV, cap. XIII, p. 315. 57 nos presenta, en calidad de término medio, de me­ las fuerzas naturales en su función motora, como diación, de intermediario, un elemento, un mo­ naturales en sí mismas; así, el músculo es un motor mento que habrá de ocupar en seguida un lugar que transforma la energía en movimiento. El ele­ predominante, que llegará a adquirir una importan­ mento sometido de la fuerza productiva orgánica cia central: hablamos del capitalista mercantil des­ se asimila a ]a naturaleza. Cuando no se distinguía de su comienzo, que luego se transfom1Ó en el ins­ de los elementos "superiores", es decir, los intelec­ pector del proceso de trabajo cooperativo, y más tuales o hábiles de la productividad artesanal, no tarde en el ingeniero o el elemento intelectual de l a aparecía ese carácter natural. En realidad, la servi­ producción, cuya importancia, que acabamos de indicar, estriba en hallarse en el origen del monta­ je del gran autómata o sistema de máquinas herra­ mientas. ¿Se trata de la repetición de una misma figura? La última nos revela que el mediador. el elemento presente fenomenológicamente como tér­ mino medio, no es más que el presupuesto del pro­ ceso de producción. Este presupuesto no es, como lo indica el orden fenomenológico, ]a existencia ma­ teria] de locales y de máquinas previamente a ]a llegada de los trabajadores, al proceso de trabajo, a] proceso de producción. Tampoco se trata de un aspecto cronológico no esencial, de la prioridad del presupuesto respecto del proceso. Ni tampoco se trata de la "estructura" que revelaría su existencia a través de ]a sucesión fenoménica de sus estados, es decir, la estructura productiva no es la misma en la manufactura que en el maquinismo. Sin �m­ bargo, e] presupuesto más allá de la diferencia de los elementos que en él se apoyan, es el mismo. De lo que se trata es, en realidad, de una relación de dominación, en que las fuerzas dominadas son idén_ ticas a la naturaleza y las fuerzas dominantes, a que podríamos llamar l a voluntad. Una parte de las fuerzas productivas incluidas lo en el cuerpo biológico aparece, cuando las reemplazan 58 dumbre es la condición de la naturalidad, o bien, Ll naturaleza es el nombre que da el señor a quien lo sirve. Por eso, toda mecánica manifiesta una rela­ ción entre una voluntad y una naturaleza. En efecto, el mecanismo consiste en poner en juego cierta cantidad de elementos, unos sobre otros, según su naturaleza, de tal manera que el resultado sea el cumplimiento de los fines de quien los ha reunido.2� No cabe duda de que se trata de una argucia, pero sólo a medias, pues los elementos, ya desempeñen su papel natural, ya lo hagan como naturaleza, ca­ recen de fines propios; el mecanismo se apoya en la negación que realiza el encargado del montaje de toda finalidad propia a los elementos que lo integran, lo cual significa su reducción forzosa a una naturaleza considerada como inercia o identi­ dad en sí. El naturalismo que se instaura en el cuer­ po biológico a partir del momento en que entra en escena el capitalista mediador, pero con la aspira­ ción a ocupar el lugar del señor, es simplemente un devenir sometido, un devenir al comienzo soñado, luego buscado, finalmente obtenido mediante la sustitución del organismo de producción cuyos 2� En Connaissance de la Víe, artículo "Aspects du vitalis me", G. Canguilhem compara el mecanismo con b argucia hegeliana de la razón. .59 miembros son hombres, por el gran autómata en que los hombres sólo son accesorios o sustitutos de órganos mecánicos. Podemos ahora restituir la verdad del papel de pre­ supuesto que desempeñaron las criaturas del capi­ tal en el proceso de producción, primero imagina­ riamente, más tarde realmente. El mismo señala las etapas de un itinerario, el que sigue el capital hacia el lugar del señor, y las de una muda, pues a me­ dida que el cuerpo productivo se destaca en su III Metamorfosis en curso: La naturalización de los p oderes de la cabeza o el cerebro fragmentado individualidad, se convierte en cuerpo del capital, provee al señor de su cuerpo, su elemento orgánica ­ mente sometido, o su organismo. ¿De qué lado somos nosotros los límites del giro dialéctico hegeliano, de adentro o de afuera? El mismo Marx se encarga de hacer, en un solo movi­ miento, la exposición o la utilización, y la crítica de su objeto. Lo que es cierto para la economía po­ lítica burguesa también lo es para el método, co­ rrespondiente a la lógica, de esa economía. La dia ­ léctica hegeliana es el método de exposición que se utiliza en El Capital. Es, en consecuencia, tanto el instrumento como el objeto de la crítica, en la medida en que la economía burguesa como proceso de apropiación imaginaria y real toma, tanto por su elaboración real como por la pensada, forma dia­ léctica . Se ha tomado en serio el texto de Marx, se lo ha tomado muchas veces literalmente, hasta palabra por palabra. Lo que queda por hacer es prolongarlo. Si Marx detuviera su análisis del maquinismo en la revelación del sometimiento del h·abajador manual 60 61 al trabajador intelectual, señor del trabajo y servi­ dor del capital, delegado del Capital ante el trabajo, con ello eternizaría la forma tecnocrática, o en cierto modo "epistemocrática", hacia la cual tienden por una parte- las sociedades capitalistas desarrolladas, haría de ella el límite del desarrollo. El correlato de lo que se acaba de decir, es la idea de que el socialismo viene a favorecer la apropiación de las ciencias productivas por parte de los trabajadores manuales, esto es, la introducción de un cortocir­ cuito en el capital y el retorno del cuerpo produc­ tivo a sus propios límites, para hacerlo funcionar al servicio de un cuerpo social renovado. La Revolu­ ción cultural, en lo que tiene de más ejemplar para las sociedades capitalistas, constituye un esbozo de experiencia en tal sentido. Pero si el cuerpo pro­ ductivo es en general el elemento sometido al ca­ � pital, su amo, lo que supone que no se identifiq e a este último con ninguna de sus formas de eXIs­ tencia, hay que distinguir, como síntoma del mante­ nimiento y de la renovación de esta servidumbre, una tendencia actual, ligada a la Antigüedad, a la naturalización del trabajo intelectual o de los po­ deres de la cabeza. Por lo tanto, natural significa sometido. La parcelación del trabajo intelectual está amplia­ mente comprometida. Las dificultades del capital para estimar el valor del trabajo intelectual, denun­ lizada tecnología, desemboca, en Estados Unidos, en una creciente desocupación de intelectuales; entre ellos, los más eminentes diplomáticos consti­ tuyen el fenómeno más espectacular. No dudamos de que se trata de los avatares que impone al ca­ pital la ley del descenso tendencia} de la tasa de ganancia. Pero también significa que el dominio del capital sobre el proceso de producción vuelve sus­ ceptible de naturalización la productividad que toda la especie humana oculta, y que ésta no puede sustraerse a los riesgos del capital en su busca de la máxima tasa de interés. Así, resulta tan utópico, idealista y reaccionario reclamar la vuelta al estadio de desarrollo del cuerpo productivo favoreciendo las ciencias y las técnicas, como reclamar -como lo hace todo el pensamiento de derecha-, la vuelta a la unión sustancial encarnada otrora por la corpo­ ración medieval, tendencia que ya Marx atribuyó a Proudhon. La novedad, el progreso en un dominio de la investigación, en una práctica científica sobre otras, depende de la investigación acerca de la manera de llevar al capital mismo a su valor má­ ximo. Con el mismo movimiento que se anuncia el pasaje de una disciplina científica al primer plano, se anuncia también su postergación. El cerebro fragmentado, la parcelación de las tareas intelec­ tuales, necesita un mediador, una imagen del cuer­ ciadas como defecto de la economía política mar­ po unificado. No sólo hacen falta las ciencias natu ­ xista incluso por el revisionismo de Bernstein y las ciencias del cerebro, ciencias de las relaciones por el marginalismo, no son insuperables. La divi­ sión del trabajo intelectual, división técnica que vacía de sentido toda tarea parcelaria, al concen­ trar su productividad de arriba a abajo en la jerar­ quía que va de las ciencias puras a la más especia- 62 rales, sino también las ciencias de la producción, entre elementos dispersos del cuerpo productivo. Psicología, sociología, lingüística, informática, son otras tantas disciplinas de vocación unitaria, que concurren a la unidad, esclavas ya de la unidad soñada que habrá de parcelarias a ellas a su vez. 63 Todas las ciencias que han reencontrado en sí mis­ mas la función productiva que les había sido afec­ tada desde afuera, la integraron asumiéndose como la medida en que éste la encarna. Más generalmen­ te, es necesario adoptar, acerca de historia, la pers­ pectiva de la no-historia. ciencias de la mediación o de la comunicación. Esta perspectiva no es Pronto se verán decepcionadas. Quienes las practi­ fenomenología, d e dialéctica- la de un porvenir o trátese de cronología, de can se unirán a la cohorte de desposeídos. La his­ culminación terminal de la historia, asignable, iden­ toria se desarrolla rápidamente, la carrera por la tificable, menos aún en tanto no se considera al ganancia se acelera, las crisis internas del capita­ lismo no se exportan como en los primeros tiempos proletariado como clase históricamente producida por el capitalismo y destinada de relevarlo. La ne­ del imperialismo porque el corte es neto, y ya no gación de la historia no sigue a la afirmación, no queda lugar para ello. Hoy en día, las crisis van pasando de mano en mano como si se arrojara un petardo a punto de explotar lejos y lo más pronto posible. Hacerse notar ante el capitalismo, subra­ yar vanidosamente ante el señor el valor de los ser­ vicios que se le puede prestar, equivale a cavarse la propia fosa. La apropiación conlleva la expropia­ ción. Aumentar la cohorte de desocupados. Algunos anuncian que los intelectuales encuentran al lado de los proletarios, desposeídos mucho antes que ellos, su lugar natural. Esta concentración de los descontentos en un polo del cuerpo social, que, se­ gún se considera, aísla a los monopolios en el otro polo, sería un signo de la revuelta de l;;ts fuerzas productivas contra relaciones de producción dema­ siado estrechas. Pero los proletarios no resultan con­ centrados en tanto descontentos, sino por su despo­ sesión de productividad. ¿Dónde está, pues, su fuer­ za productiva? Y sin embargo, Marx contaba con ellos. Lo que ocurre es que hay dos modos de adop­ tar, respecto de las fuerzas dominantes de la his ­ anula la negación. Se la toma en el sentido de algo que no podría de ninguna manera ser decepcionado ni desposeído, de algo que no conoce ni apropia­ ción ni expropiación, ni propiedad de ninguna for­ ma. Del poder de negación radical ( esto es, más allá de las categorías de afirmación y de negación ) d e las fuerzas d e la no historia, siempre presentes y siempre intempestivas, que resisten a los poderes de apropiación de la dialéctica, no aflora para nada el desfile histórico de los oponentes estructurales que el capital dotara en un comienzo de propieda­ des productivas y luego expropiara en beneficio d e otros productores, como son e l campesinado, e l arte­ sanado, el proletariado obrero, los trabajadores i n ­ telectuales, los mediadores de todo tipo. Los oponentes estructurales, históricos, son más bien como una hierba paradoja!, al paso de un Atila invertido, apropiador expropiado, surgiera fu­ riosamente del suelo para reclamar que vuelva a pasar, incansablemente. toria, el punto de vista del proletariado, de "apos­ tar" a favor de él. Si la crítica es el punto de vista del futuro conw negación del presente, Marx de­ claró adoptar el punto de vista del proletariado en 64 65 Viviente - n1áquina y maqutna , . . Ytva Didier Deleut:: Husserl crea un mito y lo bautiza Galileo. Se des­ cribe el mito como la "sustitución de la naturaleza idealizada por la naturaleza sensible precientífica".1 Se sabe cuáles son las recaídas en aquélla, a las que Husserl llama "revestimiento de ideas" o "re­ vestimiento de símbolos", y que se ajusta a sí mismo para reemplazar el mundo vital por la "naturaleza, objetiva, real verdadera", y producir la confusión de todo el mundo; entendámonos : lo que es sólo método se convierte en el ser verdadero. El éxito de la operación de desenmascaramiento consiste en que a la vez, y en el mismo movimiento, es descu­ brimiento ( esto es, puesta al desnudo, depuración ) y encubrimiento ( esto es, manifestación de pudor respecto del cuerpo sobre el cual se echa un manto de ideas ) . Si se desnuda el cuerpo para acceder a ]a pureza de su esencia matemática, se encuentra al mismo tiempo un nuevo revestimiento que lo oculta a la indiscreción de la percepción inmediata. La consecuencia de esta operación de modista es que "el mundo sensible de nuestra vida es solamen­ te subjetivo" 2 y todo lo que concierne a la vida precientífica queda, en el mismo acto, "desvalori­ zada". Eso tiene la consecuencia lógica de dejar de 1 Cf. Krisis . . . , par. 9, h. Ibíd., i. 2 69 lado la vida personal de los sujetos y de lo que el científico pierde es, sin duda, la experiencia del en las acciones humanas quedan adheridas a los ser susceptible de representación, y, en consecuen­ Husserl llama "todas las propiedades culturales que objetos'? y esa marginación implica la escisión del mundo en naturaleza, por un lado, y mundo espiri­ tual por otro, que el cartesianismo tematiza por medio del b:ujamán de una empresa de "naturali ­ zación del psiquismo", que marca con su sello todcc la época moderna. Merleau-Ponty continúa el mito, afirmando que los psicólogos han errado el camino, que la caída del cuerpo propio en el nivel de un objeto cualquiera, u objeto entre otros objetos, en un mundo uniforme y chato� ha obnubilado la per­ cepción del cuerpo como medio de comunicación sujeto, y promueve, en cambio, la identidad de un cia, de dominación. Al apreciar las consecuencias de este manto de interdicción arrojado sobre el va­ lor de la experiencia corporal, Merleau-Ponty lanza la siguiente acusación: ·1os psicólogos no se perca­ taban de que al tratar así la experiencia del cuerpo, sólo diferían, de acuerdo con la ciencia, el resolver un problema inevitable." 5 Podría ocurrir, en ver­ dad, que la torpeza de los "psicólogos" no sea mate ­ ria de discusión, pues su acto fallido se complace al menos en el éxito lato sensu de su discurso, así co­ mo quizá haya sido inevitable a su estilo la opera­ con el mundo, al mismo tiempo que pervirtió la ción de cirugía estética por la cual se hace propio objetos determinados" y no como "horizonte latente una subjetividad invasora y tozuda, asignándole la noción misma de mundo, entendido como "suma de de nuestra experiencia".4 Habría, pues, un pecado original de la psicología -verificada, por otra parte, por la emergencia de la psicología científica en el siglo pasado-, que ins­ taura, con un solo gesto, una considerable limita­ ción y una notable extensión de su objeto. En efecto, el objeto psíquico, al quedar reducido a una se­ gunda realidad susceptible de una investigación de tipo científico, resulta -por la magia de la opera­ ción- recubierto de una objetividad pensable y po­ sible, y al perder su singularidad, accede a la dig­ nidad de una participación en la universalidad del ser. Allí está su lugar, en el campo del saber obje­ tivo, y este lugar le ha costado la originalidad d e las múltiples facetas de carácter específico. Lo que 3 Ibíd., par. 10. 4 Cf. Fenomenología de la Percepci6n, F. C. E., 1957, p. 99. 70 el cuerpo propio depurándolo de las escorias de maravillosa inteligibilidad de mecanismos bien en­ samblados, lo suficientemente homogéneos como para justificar la intercambiabilidad de sus piezas. En resumen, se suscribe un viejo adagio socrático, esta vez por el rodeo de una estética industrial. En otros términos, si los psicólogos perdieron la opor­ tunidad, ello no ocurrió necesariamente por razones que pertenezcan esencialmente a la psicología, sino más bien por razones de las que, a su manera, par­ ticipa la disciplina psicológica sin encontrar en ellas ni causa ni efecto. Precisamente esas razones son Jas que quisiéramos evocar brevemente en las pá­ ginas siguientes, procurando establecer ciertos mo­ jones en el camino que lleva el cuerpo productivo a la construcción de la psicología como ciencia con vocación de autonomía. 5 lbíd., p. 1 02. 71 1 La construcción del cuerpo productivo en su imagen l. La teoría cartesiana del viviente-máquina y la vida como conquista La revolución "mitológica" galileana no es, simple­ mente, acompañamiento de una subversión brutal de los valores medievales,6 sino que, ante todo, de­ sarrolla una posible imagen simple del cuerpo com­ plejo, en la que la negación de las fuerzas vitales en el campo epistemológico aparece como la con­ dición de posibilidad de la construcción del campo epistemológico mismo. Entendámonos : se trata de ]a determinación de las condiciones de posibilidad d e la producción de cierto saber científico, él mismo acreditado como condición del poder sobre las cosas, sobre la naturaleza en general reducida 6 Es conocido el tema del fracaso de la finalidad y de la espontaneidad naturales que exalta el pensamiento renacen­ tista, el de la expulsión de lo maravilloso y de la promoción d el equilibrio. Y paralelamente, el de la sustitución de la simple subsistencia de la producción ilimitada por la pro­ ducción misma ( r ehabilitación de la usura; la condenación d el ocio reemplaza a la de la avaricia ) , etc. 73 a un "juguete mecánico".7 La imagen del viviente ­ máquina, en consecuencia, es al mismo tiempo tri­ butaria de una definición de naturaleza que com­ prende a ésta como potencia exuberante y omni­ presente, posible de todos los posibles, cada uno de los cuales puede actualizarse legítimamente en con­ diciones determinadas, ligadas a su virtud propia, y de una redefinición de la naturaleza que excluye de su espacio multitud de posibles; para dejar sur­ gir a la luz sólo uno, con exclusión de todos los demá s : el de la naturaleza como objeto uniforme susceptible de un tratamiento matemático. La revo­ lución, en consecuencia, es más limitación que sub­ versión. Pero tal limitación es al mismo tiempo des­ plazamiento, pues sustituye a la potencia indefi­ nida de las fuerzas irracionales en acción en el conjunto de la naturaleza y a la cual sólo una cui­ dadosa jerarquía de los seres es capaz de otorgar un esquema de dominación -por ejemplo, la ins­ talación de la prioridad en las tareas por cumplir y un índice de dignidad en el cumplimiento de la cia, en el establecimiento de esta limitación/des­ plazamiento, es la idea de que la producción ( cien­ tífico/técnica ) es racional de cabo a rabo, esto es, explicable, justificable, previsible y legítima, pres­ crita, y por lo tanto eficiente, reconocible y asumi­ ble. El proyecto de racionalidad total recae, eviden temente, en la representación del cuerpo, pues la evicción de la experiencia corporal del campo epistemológico se da junto con la promoción de un objeto imaginario ( tematizada en la teoría del vi­ viente-máquina ) , y con el reconocimiento del cuer­ po como lugar de experiencia vital ( reino del de­ seo, potencia de ilusión y de engaño y, al mismo tiempo, necesidad de una guía de vida ) . 8 Decir que lo real de la experiencia queda eclipsada en favor de lo imaginario de la representación, sería no ir más allá de la Primera Meditación; por el contrario, lo que así se inaugura es cierto tipo de separación. Lo que se separa analíticamente no es alma, por un lado, y cuerpo por otro, alma sobe­ rana frente a cuerpo sometido; por el contrario, la unión de hecho del alma y del cuerpo por medio tarea-, por la idea de una dignidad eminente y de lo que Descartes llama el "compuesto" es lo que, de ese posible privilegio, sólo reinan los desechos y la confusión; y única porque la naturaleza es una posibilita la potencial única ( eminente porque, fuera de la consideración o no es y la bipartición tradicional no logra fijar en tanto fenómeno primero antes que problemático, separación-abstracción del cuerpo concebido como pura máquina sometida a las leyes ordinarias de la mecánica. De hecho, pues, las reglas adecuadas para una explicación cual­ el cuerpo está siempre unido al alma; pero esta quiera ) , sometida a leyes invariables y unifmmes, unión fáctica, empíricamente determinable, no per­ racionalmente prescritas y, por lo tanto, racional mente deducibles incluso por el entendimiento co ­ mún, si está armado con los útiles metodológicos adecuados. Lo radicalmente nuevo, en consecuenExpresión de R. Lenoble, Histoire de l'idee de nature, coL "Evolution de l'humanité", Albin-Michel, 1969, p. 326. 7 74 mite plantear la cuestión de la ambigüedad de la 8 La construcción de la imagen del cuerpo, no como instru­ mento de saber, sino como reconocimiento de un poder me­ cánico, implica que la experiencia corporal no se aprehenda ante todo en su forma aparentemente aberrante : ilusiones de los sent idos, miembro fantasma, sueño, locura. 75 nocwn misma de cuerpo. 0 En consecuencia, sólo desde un punto de vista jurídico podemos separar el cuerpo como pura máquina y tratarlo de manera autónoma. El cartesianismo da cuenta, precisamen­ te, de esta separación jurídica. Es necesario precisar que no es la vida la que li­ mita a la máquina, vida reducida a lo maquinal, sino que es la máquina la que simula la vida.10 De esto hay que dar cuenta y es esto lo que autoriza el desplazamiento, aparentemente ininteligible, hasta escandaloso, que en nuestros días se lleva a cabo en el nivel del lenguaje, en la afirmación por ejem­ plo de la necesidad de una adaptación de la má­ quina al hombre. La aparente perversión represen­ tativa que instaura el ser vivo según el modelo de la máquina aparece como una de las condiciones de posibilidad de explotación reforzada del viviente­ máquina, pero sólo se trata de una perversión para la actitud humanista que la señala con dedo acu­ sador. En realidad, la perversión representativa só­ ' lo agota su sentido por un acto de fuerza ¡ oh, cuánto más profundo! - que confiere a la imagen del ser vivo la estructura de un mecanismo, pues el cuerpo que se ha convertido en objeto imagi­ nario- proyecta su energía vital en un conjunto mecánico de donde está ausente, en principio, toda sorpresa, y esta proyección sólo se apoya en una referencia última al organismo entendido como obje­ to de imitación a todo fin productivo ampliado. Esta metamorfosis procura, en primer lugar y ante todo, un aumento de poder. Fuera de esta observa- 1645. Cf. Carta a Mesland del 9 de febrero de 1° Cf. G. Canguilhem, La connaissance de la de, Vrin, 1967, p. 9 113. 76 c1on elemental, todo el proceso corre el riesgo de permanecer en el misterio. En efecto, la idea ya no � es que la máquina debería poder reemplazar al s r vivo en una tarea de conquista imposible para el, sino más bien que la vida es esencialmente con­ quista y que la máquina, para cumplir su función, debe inscribirse en un movimiento que prolonga el del organismo vivo.U La cuestión no cambia en absoluto porque esta simulación siga siendo simu­ lación -esto es, aproximación- y no fusión. El viviente-máquina es a la vez la vida afirmada en toda la exuberancia de su movimiento dominador, y la máquina requerida como desarrollo de las po­ tencialidades eficaces, como seguridad del movi­ miento funcionalP No estamos en presencia de un simple útil descriptivo. No se trata de una mera manera de decir, ni de una simplificación con fines pedagógicos, sino, por el contrario, de la afirmación de las potencias de la energía vital frente a la "naturaleza" como punto de aplicación privilegiada, objeto de dominación y de conquista, él mis mecánico. 11 Y �o es, al mismo tiempo, darse los mediOs Cf. G. Canguilhem : Descartes et la technique, IX Con­ International de Philosophie, U. Etudes cartesiennes, partie ( ed. Hermann, 1937, p. 84: "Y puesto que 'no 148), d ebe­ <,VII, . mos aO"regar a los órganos interiores los organos extenores podríamos fabricarnos tm nuevo cuerpo' i"48); 165). a los órganos naturales los artificiales (VII, (VII, En las necesidades, el apetito y la voluntad es donde hay que buscar la iniciativa de la fabricación técnica (IX, Prin cipios)." . . 1 2 Cf. G. Canguilhem, La connaissance de la me, Vr m, "Según Descartes, un dispositivo mecánico de 1967, p. 115. ejecución reemplaza a un poder de dirección y de comando. . Pero Dios ha fijado la dirección de una vez para stempre; el constructor ha incluido la dirección del movimiento en el dispositivo mecánico de ejecución." 77 para emprender la tarea infinita de conquista. En el viviente-máquina, la máquina es la que recupera siempre algo del ser vivo que ella simula con ma­ yor o menor habilidad, y al cual le debe, por lo el poder de la vida misma, entendida como desarro­ llo del proceso de dominio de la naturaleza, y ja­ más en reemplazar a la vida en su función de do ­ minación y de conquista. Precisamente a partir de menos, su concepción misma. La teoría del viviente­ la imagen de un ser vivo conquistador, expansio­ máquina aparece así en un mismo movimiento co­ nista e imperialista, de un ser vivo en posición mo develación y encubrimiento de la esencia mis­ de agresión respecto de la naturaleza, toma forma ma de la tecnología. Para la culminación de la el mito epistemológico del viviente-máquina y se "maquinización" faltaba reducir el viviente a la libera el discurso del mecánico, del ingeniero, del máquina en función de la imagen misma del ser inventor. Puesto que la simulación sigue siendo, "ivo y hacer de esta manera que la máquina se en el conjunto, esencialmente mecánica, hay quie­ diera como lo que es, es decir, la prolongación ( aun nes con la ayuda de tortugas u otros animales elec­ cuando sea por fuerzas inanimadas ) del ser vivo, trónicos, no pierden hoy la esperanza de establecer ]o que se inscribe en el mismo impulso sin susti­ definitivamente que la "adaptación" es la caracte­ tuirlo jamásP En consecuencia, la máquina no re­ rística principal del comportamiento de los seres emplaza al ser vivo, no es ése su oficio. Todos los vivos.14 En consecuencia, la adaptación de la má­ argumentos acerca de la "sociedad" mal organi­ quina al hombre sólo puede significar, en su sen­ zada, con exceso de trabajo tido profundo, que tanto la simulación del proyecto a que los medioo; de producción permitirían aliviar al obrero-ciuda­ mismo del ser vivo por parte del funcionamiento dano concediéndole la posibilidad de desarro11ar mecánico como del viviente-máquina, deben apre una política de ocios, así como ciertas direcciones henderse como el paradigma epistemológicamente de la investigación en cibernética, tienden a des­ construido de ese mismo proyecto. conocer el rasgo fundamental de la civilización occi­ ¿De dónde proviene, entonces, el que la protesta dental que consiste en que la máquina no tiene la humanista refiera el paradigma a una perversión finalidad de reemplazar el ser vivo en sus tareas representativa? Lo que Engels llama '1a victoria del serviles, sino que su función estriba en incrementar trabajo mecánico sobre el trabajo manual"15 es lo que hace necesaria la identificación del trabajo 13 Cf. Marx, carta a Engels del 28 de enero de 1863 ( t:n manual con el trabajo mecánico. Alí reside el Correspondencia Marx-Engels, Cartago, p. 102 ) : "La revo ­ lución industrial empieza apenas se emplea el mecanismo ahí donde, desde los tiempos antiguos, el resultado final requería siempre trabajo humano; es decir, no ahí donde feedback históricamente comprobado en la progre­ como ocurría con las herramientas recién mencionadas, el H La cibernética como "arte de hacer eficaz la acción", definición que retoma H. Labroit a propósito de la biología, "la cibernética y la máquina humana", en Le dossier de l.a material a tratar nunca, desde un principio, ha sido tratado con la mano humana, sino donde, por la naturaleza de la cosa, el hombre no ha actuado meramente, desde el comie¡;¡­ zo, 78 como fuerza." siva destrucción del productor independiente, en su C1Jbemétique, Marabout, 1968, p. 195. t� La situación de la cl.ase obrera en Inglaterra. 79 proletarización, en el mercado de víctimas que re­ metido a la máquina experimenta el trabajo mecá­ vela la aparente perversión representativa como signo de una real expropiación y que, sin borrar nico nada de la marca del modelo vivo, asigna a lo eco­ sión de la energía vital por la tarea rítmica que nómico la responsabilidad de un retorno de la ima­ reducción a la simulación de una produce la identificación con la máquina. He aquí gen vivida como tal por los trabajadores, es decir que la rebelión del trabajo vivo contra el trabajo la contradicción: en el mismo movimiento, recono­ cer oscuramente la participación de la máquina en muerto que viene a tomar su lugar, el rechazo de la sumisión de lo vivo a lo muerto, como actividad mortífera, como robo de vida, como extor­ cierto indican aún el "proyecto" vital ( lo que marca trágica­ mente la competencia generalizada en el interior oscuro sentimiento d e una homogeneidad de pro­ del cuerpo productivo ) y considerar el cuerpo bio­ yecto : la máquina entra en competencia con los lógico como herramienta reducida a un proceso trabajadores como los trabajadores entran en com­ maquinal ( lo que está bien en los hechos, pero petencia unos con otros en el mercado de trabajo ( donde la pérdida de la independencia inaugura únicamente gracias a la magia de un retorno de la la era de la 'libertad" ) , y el primer proceso agrava imagen ) . Contradicción que las estrategias y tác­ al segundo al hacer entrar, en cierta época, muje­ ticas revolucionarias pudieron reflejar por alternan_ res y niños en el sistema de la competencia gene­ cia, y hasta simultáneamente, en la historia del mo­ ralizada.16 Pero al mismo tiempo, el ser vivo so- vimiento obrero. Promover la percepción maquinal del cuerpo bio­ 16 Y esto aún en los comienzos, como lo atestigua el pro lógico es, entonces, recurrir a una representación yecto de Laffemas, de hacer trabajar en taller a "niños pe­ e queños, ciegos, viejos mancos impotentes, sentados a gusto, sin trabajo ni molestia corporal" ( cf. débuts du Capitalisme, Alean, 1927, p. 12 ) . del ser vivo que incluye la producción de un tra­ su H. Hauser, Le$ bajo como constitutivo del ser así percibido. La má­ Esta inversión quina pura, una vez denunciadas y condenadas la particular en la que el cuerpo sufriente, dolorido y mutilado, al ociosidad y la pereza como encarnación del mal gesto mecánico que reduce el esfuerzo físico, no constituye social, trabaja libre de las escorias de la subjetivi­ de débil constitución, aparece como aptitud superior el aspecto menos importante del sistema. En la generaliza c-ión de la competencia, el capitalismo marca el dad. El viviente-máquina se presenta en su destino cuerpo ( también lo hace de muchas otras maneras ) en la recupera histórico como ser productivo, no porque la má­ c-ión de potencialidades insospechadas. A medida que el cuerpo productivo se extiende, también se extiende el campo tiva, sino porque el ser vivo mismo debe, en su quina, al encontrarse con el cuerpo, se haga produc­ de explotación del cuerpo biológico. Véase también, a este respecto, Marx, El Capital, I, 1, secc. IV, cap. XIII. La extensión del cuerpo productivo acompaña a la limitación del acto productivo : "En tanto miembro del trabajador co lectivo, el trabajador parcelario es más perfecto en la me­ dida en que sea más limitado e incompleto. El hábito de una función Úniea lo transforma en órgano infalible y espon- 80 proyecto de conquista, estar presente como poten- l táneo de esta hmción, mientras que el conjunto del meca nismo lo compele a actuar con la regularidad de una pieza de máquina" ( El Capital, I, 1, sec. IV, cap. XII ) . 81 cía de producción, y porque la máquina, al ser una prolongación de esta actividad vital, la representa­ ción del viviente-máquina, restituye su esencia al 2. La teoría del viviente-máquina como herramien­ ta conceptual que ayuda a pensar la construc­ ci6n del cuerpo productivo ser vivo en la trama de un "complot" que se ha urdido en otra parte. Si el ser vivo debe convertirse en máquina es porque la máquina acrecienta sus potencialidades inscritas en el viviente al efectuar una aparente economía de energía vital. ¿Y no es acaso esta aparente economía lo que permite ali­ mentar el mito de la sustitución, de la '1iberación" de las fuerzas por otras tareas no productivas, la La teoría del viviente-máquina tiene un alcance mucho mayor que la aparente reducción del ser vivo a la máquina, pues además de esto -que es cierto- es también revelación del hábil juego que permite la producción de semejante imagen. En la realidad, ambos movimientos son inseparables, que es lo que les otorga ese su carácter ejemplar. La disposición de los órganos del cuerpo para tal o ilusión de una energía libre del cuerpo, mientras cual movimiento libera de la referencia al alma co­ que el descanso sólo es recuperación, el sello de la rno principio productor. El autómata es, así, "obra marca suplementaria del cuerpo, y su antídoto re­ de la naturaleza".18 La muerte se revela, entonces, cientemente promovido, el deporte intensivo, otra como contemporánea de la ruptura de la disposi­ en una sostenida ascesis y disciplina de ponsabilidad, y la desaparición del lazo sustancial tación del viviente-máquina es la reducción progre ­ sólo sería la manifestación consecuente de la frac­ marca mutilación? Lo que, por tanto, implica la represen­ siva del acto manual a una operación mecánica, incluso antes de que la máquina viniera a tomar pura y simplemente el lugar del gesto mecánico. Pero consecuentemente, parece que tal gesto es a la vez la reducción de la operación hábil y com­ pleja a su más simple expresión, y si.lación del ción mecánica, el alma no podría soportar la res­ tura mecánica; pero también resulta que la des­ trucción de la máquina implica tal consecuencia al viviente-humano. Esto es lo que hace inevitable el pensar que el fin inscrito en la ordenación de los engranajes que componen la máquina tiene su ori­ gen en un plan extraño al funcionamiento de la máquina.19 El análisis cartesiano sobrepasa aquí trabajo vivoP Esta implicación sólo se justifica en los "efectos" históricos que habrá de sostener la representación, sin que por ello se confirme ningu­ na teoría del "reflejo". 1 7 Cf. Marx, "Crundisse", 11: "La división del trabajo es lo que, al transformar cada vez más las operaciones manuales en operaciones mecánicas, ha hecho posible, a la larga, que las reemplazara la máquina." 82 1 8 Cf. Cartas a Regius, enero 1642. Véase también Princi­ pios, N, y también C. de Cordemoy, Oeu!Jfes philosophiques, P. U. F., 1968, 39 Discurso, "Des machines naturelles et artificielles", p. 1 22 : "Lo que admiramos en las obras de arte, o de la Naturaleza, no es más que un puro efecto del movimiento y del orden, que, según sus diversidades, hacen 'iue bs cosas sirvan para distintos usos." 1 9 Cf. Tratado de las pasiones, art. 5 y 6. Véase C. Can­ guilhem, La formation du concept de réflexe XVIII srecles, P. U. F., 1955, p. 55. aux XVII et 83 considerablemente su fin inmediato. Ello nos ayuda a pensar la astucia por la cual se construye el cuer­ po productivo. No se trata de recoger, en este ca­ mino, la tesis desarrollada por Borkenau acerca de una era mecanicista concebida como reflejo ideo­ lógico de la organización de las manufacturas,20 sino de considerar, mucho más profundamente, que el mecanismo ( cartesiano ) ilumina -respecto de la teoría del viviente-máquina- el proceso inhe­ rente a la tecnología, que consiste en retirar del ser vivo una finalidad natural e inmediata para transferirla mediata y secretamente a un plan que continúa siendo extraño al ser vivo. Gracias a esta separación jurídica del cuerpo-má­ quina es posible pensar la construcción del cuerpo productivo. El real acrecentamiento de poder que se consigue por esa vía acompaña a la reorientación radical de las supuestas relaciones del organismo vivo con la naturaleza, y es esta reorientación la que, al mismo tiempo, exige la inteligible homoge­ neidad de las fuerzas presentes. De tal manera, el cuerpo no padece un tratamiento mecánico única­ mente para ser mejor conocido, ni siquiera para ser más disciplinado, sino que lo que está en cues­ tión es cierta potencia : a la potencia de la naturaleza mecánica responde la potencia del cuer­ po-máquina, a la homogeneidad de tratamiento no corresponde ninguna fusión cosmológica, sino el planteo de una situación que habrá que percibir como antagonista, y que consiste en el enfrenta­ miento, provistos de los mismos mecanismos, del viviente-máquina y el mundo-máquina. Sin embar2° Cf. G. Canguilhem. La connaissance de la vie, pp. 108 y ss. y A. Koyré, Etudes d'histoire de la pensée scientifique, P. U. F. , 1966, p. 148, nota 3. 84 go, homogeneidad no implica equilibrio. El exc � ­ dente del proyecto de conquista viene a introductr cierto desequilibrio de fuerzas, que constituye la parte de la humanidad en el ser vivo. El �ar�­ digma del viviente-máquina, sea el animal-maqu;­ na, sea el telas de inteligibilidad del hombre-ma­ quina, es también real privación, algo a lo que falta la razón, es decir, a la vez lenguaje y cálculo, pro­ yección de fines. 2 1 En consecuencia, más allá del proyecto de inteligi­ bilidad global del que participa, la teoría del vi­ viente-máquina aparece, en este aspecto, como un reconocimiento y explotación de un carácter o:dgi­ nal de la vid a : el de la vida como conquista y do­ minación de la naturaleza. Pero al mismo tiempo el viviente-máquina encarna el ardid por el cual se efectúa una transferencia de finalidad que ex­ pulsa al viviente de tal proyecto, con lo que pro­ mueve la posibilidad de pensar el cuerpo produc­ tivo como una consecuencia de la inversión de las relaciones entre el hombre y la naturaleza -la humanidad como fractura de la naturaIeza- - - segun ')•') 1 un plan que continuamente escapa al interesado. :: 1 Por otra parte, la ambigüedad subsiste necesariamente: h acción animal, quintaesencia del acto mecánico, puede considerarse como el colmo de la rapidez, la precisión Y la eficacia ' en la medida, justamente, en que no es la conse­ cuencia de una deliberación. Entonces, la razón tendría co­ mo característica la lentitud y la incertidumbre. Esta es la Hnea que desarrolla Pierre Chanet en sus Considérations sur la sagesse de Charon, 1 64 3 ( cf. J. B. Piobetta, Au temps de Descartes, une polémique ignorée sur la connaissance des animaux, IX Congres International de Philosophie, 11, Etudes cartesiennes 2? parte, ed. Reman, 1937, p. 62 ) . Esta fra ura tiene s u raíz en una forma d e "naturalis­ mu" qne le proporciona justificación y límites. Los límites 2� � 8:5 Para que el cuerpo productivo se construya, es ne­ II cesario que el cuerpo biológico se fragmente, que la unidad perdida de éste sólo pueda volver a contrarse en una aprehensión epistémica que en­ no La psicología en el cuerpo excluya la parcialización de tareas; es necesario que productivo el acto productivo se haya retirado del cuerpo pro­ pio, del trabajo vivo, para refugiarse en el gesto fragmentario cuya significación y eficacia residen exclusivamente en su condición de órganos de una ! función, única garantía de su infalibilidad, pero que estén incluidos en un mecanismo general cuyo sentido escape al actor desde un principio, y que, en su desarrollo mismo, lo marque en el cuerpo, para hacer acceder al individuo -de acuerdo con la fábula de Menenio Agrippa- a una representa­ ción metonímica de sí mismo, en la cual un frag­ mento del cuerpo se convierte en el cuerpo entero. Ahora, al considerar los hechos consumados, con­ viene mostrar cómo esta representación se afina por así decirlo, se enriquece con nuevas determin v ;� ciones, hasta apelar, para su tratamiento particular, a la constitución de una disciplina específica, la psicología de vocación científica, en el seno mismo del cuerpo productivo desarrollado. Este pasaje, que implica el reconocimiento de un nuevo concep_ to de vida, será también el de la "cooperación" de tareas fragmentarias y definidas según un control central o gran autómata autorrcgulado, imagen pu- ra del cuerpo productivo, obligado a mantener la ilusión de una cooperación perdida pero anhelada. son, evidentemente las leyes de la naturaleza que nadie puede trasgredir ( cf. Mersenne, Les Mechaniques de Galilée, P. U. F., 1 966, cap. I ) . La fractura sólo tiene s enti d o e:-; El , respeto 86 a l a s leyes. l. La psicología como "organología", o la máquina viva y sus contradicciones Ante una muestra productiva cuidadosamente me­ dida es posible tanto la serenidad como el terror. Por empezar, está implicado el tacto. Toma directa de la exterioridad, órgano por excelencia de la ma­ nipulación, el sentido recoge en ello el legítimo privilegio, ya comprobado en la tradición filosófica, de la investigación incesante. Pero, ¿qué se toca, y quién toca? Indudablemente, cuerpos, pero cuer­ pos que resisten, cuerpos que pesan, cuerpos que oprimen, a veces calientes, otras veces fríos, 23 cuer­ pos que, sobre todo, se empecinan en engañar res­ p ecto de su propia evaluación, cuerpos que embau- :::; En De p ulsu, resorptine, auditu et tactu: annotation.es anatomicae et phisiologicae ( Leipzig, 1834 ) , E. H. Weber precisa ( Prolegomene XI) que el sentido del tacto nos re­ Yela : l. la fuerza de resistencia que el cuerpo opone a la presión de nuestros órganos : 2. la forma de los cuerpos y el espacio que se extiende entre ellos; 3. la fuerza con la cual los cuerpos comprimen nuestros órganos y, en particular, ante todo su peso; 4. la temperatura de los cuerpos, ca lientes o fríos. , 87 can porque el sentido, excitado por l a exterioridad, sufre ilusiones sobre sí mismo, inhabilidad respecto del objeto. Entonces se organiza la exploración, que pasará sobre toda la superficie del cuerpo extendido en el espacio como si fuera una piel de ratón cla­ vada en la tablilla, con un compás de hierro, de puntas recubiertas con un trozo de corcho. Así se recorre sistemáticamente la piel y las mucosas co1indantes ( lengua, labios ) . Así encontramos que la sensibilidad suficiente para discernir dos contactos distintos alcanza el máximo en la punta de la len­ gua, en los bordes de los labios y en la yema de los dedos, encontramos también que la misma sensi­ bilidad disminuye en cada miembro a partir de la extremidad terminal y a medida que uno se apro­ xima al tronco, que la espalda es un mal recep­ táculo de sensibilidad . . . En cuanto a los puntos del compás, su impacto se percibe de manera muy distinta si se los apoya sucesivamente sobre el te­ gumento que si se lo hace simultáneamente. Tam­ bién encontraremos que cuando el sujeto mueve el dedo sobre el que está apoyado el estesiómetro, siente más rápidamente el doble contacto, y que, en general, el movimiento de los órganos del tacto acrecienta considerablemente su fineza. Por último, encontramos que para percibir el doble contacto, las puntas del compás deben estar a una distancia mínima de 1 mm una de otra si se trata de la punta de la lengua, de 2 mm en la yema de los dedos. Todas las investigaciones parten de la hipótesis de que la sensibilidad es idéntica en todos los indivi­ duos, y que los diferentes organismos obedecen a leyes de homogeneidad semejantes a las que rigen en las máquinas. Pero al mi s mo tiempo se admite que si la máquin�t no pul:'de descomponerse "obje- 88 : "subjetivame nte ·, su tivamente", sí es posible que, ca de su fun wna ­ acer a, apreciación d e sí mism com o lo atesbg an tal miento, sea problemático, a una expenen­ eden prec las recomendaciones que que reza n: ión, pres de cia sobre las sensaciones el dors o emos tocar le "Preste atención, cada tanto vocarse. equi fácil es no; del puñ o con algo muy livia usted que vez cada "sí" r Ten ga a bien responde por lleva e déjes ndo; toca está crea sentir que se lo a, en ura proc se Y 24 tas". edia sus impresiones inm , ia, descubnr 1os el curs o mism o de la experienc fraude", para lo cual errores de sugestibilidad o de o, por ejemplo, for­ com cias, se utili zarán mil argu e todo c nt ct ; ncia ause en mular la pregunta . " cas obJetivas tecm de rso recu Esto significa que el onfianza respecto del debe hacerse cargo de la desc no sólo se trata de discurso que se profiere. Así, el abismo entre el . que el lenguaje sea lo que cava que ahor a el lenguaJe , hom bre v la máquina, sino le señal d e la ensa: superflu indispensable, simp , el cual la maquma es ción constituye el med io por la evaluación de su inci ada al error acerca de o, peor aún, a mentir propia relación con el mundo; d s u alcanc . El pro­ por razones que están fuera . amco es swm pre el blem a de todo universo mec el error, dónde se orimism o : c.· de dónde proviene. . ? 1 negativo . e gina el engaño, de don de vwn o enta­ o tuy s con se erna La psicología mod esta subJetiVIdad . Sea tiva de reducción de la mol n a par e del cuerpo lo que fuere, los labios será idos mmed1atamente por más sensible al peso, segu de los dedos e las ma­ la piel que cubre la yema fuere, un m1s mo pes o nos y los pies ; sea Jo que � _r ? � � � � � � � ; � � _o :� � � � � ' � � � nique de Psycholog!e expé­ �4 E. Toulouse, H. Piéron, Tech p. A . , . ed. Doin , 2"' ed 19 1 1 , tomo I, rimental, París, 89 parecerá mayor cuando se lo estima con el costado izquierdo. Sea lo que fuere, las onzas y los dracmas ( cf. Prolegómenos, XII ) , muestran que la diferen­ cia percibida permanece constante aun cuando los términos de comparación varíen en cantidad y en intensidad absoluta. El sujeto, en resumen, no tiene derecho a equivocarse, su error puede ser un he­ cho, pero jamás es un derecho. Respecto de la mentira ( por sugestibilidad, por cansancio, por iro­ nía, por provocación, por mala disposición de áni­ mo ) , es suficiente con oponerle una argucia mejor, suscribiendo así el antiguo adagio que afirma que todos los hombres son bribones. Prevenir el gesto inútil, prevenir el movimiento tor­ pe, adaptar la máquina viva a la máquina muerta, hacer funcionar la máquina viva como una máquina muerta, sin problema, sin lugar para la conciencia, y, sobre todo, sin pérdida de tiempo, transformar la máquina viva íntegra en movimiento eficaz, todo eso constituye el logro forzado en sus "aplicacio­ nes" tal como se lo espera en este primer momento de la disciplina, antes de que echen raíces en el tronco común los problemas de "relación" por don­ de ]a afectividad produce su retorno triunfal. Sen­ saciones de presión, de temperatura, álgicas, eléc­ tricas; sensaciones cutáneas : cáusticas, capilares, de tracción, de cosquilleo; por último, subcutáneas, vibratorias y quinestésicas. La exploración así cum ­ plida sobre la entera superficie del cuerpo hace im­ probable toda veleidad geológica; y la exploración puede, en ciertas circunstancias, lo sabemos muy bien, marcar el primer paso de la colonización. Luego viene el ojo, preciso auxiliar de la mano, encargado de guiarla en su acto eficaz, geométricd­ mente evaluado, pero de tanto en tanto sujeto a ]a 90 histórico error del distracción , como lo atestigua el nwich; distrac­ asistente del Observatorio de Gree lo es en apariencia, ción que, sin embargo, tan sólo personal; de­ ergo, necesaria a título de ecuación . ales, med 1da de h terminación de los campos visu apli­ aquí agudeza visual. Todo ello encuentr� , po ttem nocwn de cación en la aproxinmción de la que duración de reacción", comprendido como estimulación una de ón ucci prod la entre transcurre olfativa o gustativa, exterior ( sea luminosa, sonora, el cual el y el movimiento exterior por u otra ) epción de la sens asuje to da testimonio de la perc . · ' . 25 L a 1mportan. u1acwn ción provocada por la esbm igua la voluntad de cia del tiempo de reacción atest intervención de la reducir al máximo posible la precisión de la me­ subjetivid ad, para acrecentar la ritariamente -pers­ dida · se trata de dedicarse prio su escuela- a la du­ pect va abierta por vVundt y conscientes, en des­ ración de las modificaciones máquina viva , tanto medro de su intensida d. Así, la ción como en los en los casos simples de reac reducción. Esta forma complejos, sufre una nueva significa otra cosa, de intelección del sistema no o siguiente : la intensidad del gest en el fondo, que lo e d po tiem del ción productivo depende de la dura , recl­ , Pero . rsa la inve reacción al estímulo, y no a po de reacción de­ tiem del ción dura la nte, procame estimulación de los pende de la intensidad de la to más intensa e: la órganos sensoriales, pues cuan , tiempo de reaccwn. estimulación, más disminuye el s umínicas tie �en En promedio, las estimulacione , es mas tard�as, mtentendencia a producir reaccion :� i � quantitative ( 2? 25 Cf. J. J. Van Biervliet, La psychologie estudio ) ; "La psvchologie". El07, p p . 36:J-566 Rew e philo sophi q11e, junio 91 tras que sonidos y contactos producen reacciones más rápidas. De este modo, el crecimiento intensivo de estimulaciones, al abreviar la duración del tiem­ po de reacción, puede llevar a una aceleración de la cadencia productiva. Todo es cuestión de ritmo, y tornar el ritmo es arriesgar la vida, pues la má­ quina, cuando innova, se rompe. La máquina pro­ duce más, aunque tal vez, según el lugar común, menos bien. Pero ¿a quién le interesa la calidad cuando sólo se exige cantidad? Por lo demás, el instrumento sigue siendo precioso cuando la pro­ ducción de la plusvalía absoluta ( prolongación de la jornada de trabajo ) se \'uelve problemática, y se desplaza el acento a la producción de plusvalía relativa ( aceleración de los ritmos ) . Marx muestra claramente ( El Capital, I, sección V, cap . XVI ) que si la producción de la plusvalía absoluta depende ·únicamente de la duración de la jornada de tra­ bajo, la producción de la plusvalía relativa, por el conb·ario, invierte por completo "los procedimientos técnicos y las funciones sociales". "Se desarrolla -concluye Marx- con el modo de producción capi­ talista propiamente dicho." La suerte no está defi­ nitivamente echada, sino que el sistema es perfec­ tible, y la psicología moderna poseía, desde su aparición a mediados del siglo XIX, un porvenir histórico que desde entonces no ha dejado de con­ solidar. No nos equivoquemos : ni la psicología es un simple reflejo ideológico del mundo de produc­ ción capitalista, ni es tampoco efecto transparente. Se contenta con abrirse camino en las sinuosidades del gran proyecto histórico de un sujeto muerto, acompaña, sostiene, se aparta de su lugar, vuelve. Está ahí, pieza indispensable, al parecer, de la máquina social. Intervención continua, de la que 92 no constituye un santo y seña, puesto que está allí, precisamente, para eso. ? Lo que interesa al psicólogo en el estudio del "fe� ­ rneno de dos caras" -para retomar una expreswn de Ribot-, es, por una parte, una investigación laboriosa que tiene como finalidad la determinación de la eventual especificidad del psiquisrno, Y por � otra parte, la necesidad de asignar a �s errores e ilusiones de los sentidos una responsabilidad cau­ sal menos referida a la subjetividad inmediata que a las operaciones intelectuales que acompañan de ordinario el proceso . El principio del paralelismo,26 _ cualesquiera sean las variedades de sus des ( conciencia atribuida a tod os l� s , vitales, conciencia reducida a smtes1s hswlogiCas más 0 menos independientes, conciencia acordada a a una zona mínim a de hechos fisiológicos ) termin por afirmar el automatismo del cuerpo Y a negar a _ la conciencia, sean cuales fueren los tnbutos ue se le quiera reconocer, en todas las cucunstancms, el carácter de fuerza actuante, para reducirla a un � � mero epífenómenoP El alcance de la polémica del paralelismo consiste, pues, en n�mbre d �l post�l� d?, . , científico, en prescindir de la h1potes1s metah IC � � -considerada como inútil, costosa y hasta pequdi­ cial- de la interacción entre el cuerpo y la con­ ciencia, cualquiera sea la forma en que se la con26 t:o Para una definición precisa del paralelismo, cf. Th. Ri t, Introducción a La Psychologie allemande contemporame, París, 1879, pp. IX y XI; y W. Wundt : Eléments de psycho­ logie physiologique, 1874, trad. Rouvier, Alean, 1886, tomo H, p. 521. . '.!7 Cf. A. Godfemaux, "La parallélisme psycbo-phys1que et ses conséquences", Ret:ue philosophique, 1904, 2, PP 329· 352 y 482 504. 93 ciba. � El papel de concomitante que asume el f nómeno físic�, que impide a la vez toda perspec­ tiva de causahdad inmediata del cuerpo sobre el espíritu, implica una escala de seres en cuvo seno ' la hipótesis de la presencia de fenómenos vitales que pueden no estar acompañados de conciencia no podría entrañar, sin embargo, la posibilidad de la producción de hechos de conciencia fuera de toda presencia corporal. La máquina corporal funciona sin recibir órdenes de la conciencia; de hecho, la conciencia, siempre presente en el nivel más alto de la jerarquía de los seres, acompaña sin actuar. La máquina corporal se mueve por sí misma; el alma se halla reducida a la porción congrua, a la posición de "sujeto lógico de la experiencia ínter- na, . 28 N o es asombroso, por lo tanto, que el pro- blema planteado sea, precisamente, el de las rela­ �iones del alma y el cuerpo : "Entiendo por psico­ físico -escribe Fechner- una teoría exacta de las relaciones entre el alma y el cuerpo, y, de un modo general, entre el mundo físico y el mundo psí quico . . . Nuestras investigaciones se ocupan sólo del aspecto fenomenal del mundo físico y del mun­ do psíquico, es decir, de lo que se nos da inme­ diatamente en la percepción interna o externa, o a lo que puede concluirse de los fenómenos . . . en resumen, estudiamos lo que es físico como lo hacen la física y la química, y estudiamos lo psíquico co 28 Cf. Wundt, E léments de psychologie physiologique, to­ mo I, p. 9. Véas e también la definición del "alma" torno II,. p. 526_: "la correlación abs oluta entre lo físico y l o p sí­ qmco sugrere la hipótesis siguiente: lo que llamarnos alma es el ser interno de la misma unidad, unidad que conside·· ramos exteriormente como cuerpo, que le perten ece.'' 94 mo lo hace la psicología experimental, sin investi­ gar en los fenómenos la esencia del alma y del cuerpo como lo hace la metafísica".29 El pasaje de ]a sustancia al fenómeno no puede, finalmente, ocultar la dificultad que experimenta el psicólogo cuando define la constitución de la "cara" psíquica. Así se empecina, como lo muestra el intento de Exner, en determinar la duración de las fases pro­ piamente psicológicas del tiempo de reacción, para medir la duración de las operaciones intelectuales consideradas como elementales.:1o El intento se tra­ duce en una operación simple en su principio, enig­ mática en su efectivización, pues cuando se ha cal culado con exactitud la duración de las fases que se consideran extrapsicológicas, se sustrae el total obtenido de la duración del tiempo de reacción, de modo que la duración específica de la fase cons­ ciente se expresa en esa simple diferencia. En otros términos, lo consciente es el resultado de una sus­ tracción; o sea, lo que no pertenece directamente a ]a máquina-autómata en su funcionamiento perci­ bido puede acordarse, sin demasiados problemas, a ]a acción de la conciencia. Ningún psicólogo, por otra parte, pone en duda la dificultad de la tarea. Supongamos el siguiente material : una cámara os­ cura, en cuyo fondo se fija una hoja de papel blanco de 19 cm de alto por 11 de ancho, y en cuya pared , 29 Cf. G. T. Fechner, Elemen te der Psychophysik, Leipzig de llegar za esperan la : 67 p. I, 1 860. Véase también tomo sería también a formular una ley de las sensaci ones que y el cuer alma el entre es relacion importante respecto de las campo del po, qu e puede ser la ley de gravedad para el movimiento planetario. cit. , 30 Cf. Van Biervlie t, La Psyclwlogíe r¡uantitatit;e, loe. p . 579. opuesta se encuentm una abertura circular de 3 cm de diámetro donde se ubica el ojo del sujeto para contemplar la pared de enfrente a una distancia de 25 cm; un tubo de Geissler que ilumina la cámara oscura en el momento del paso de la corriente; un cronoscopio ubicado en el circuito principal, cuyas agujas sólo oscilan cuando la corriente, que pasa por el circuito secundario, ilumina la cámara y el fondo blanco. Se pone en marcha el mecanismo de relojería; el ruido del cronoscopio advierte al sujeto que la experiencia ha comenzado. He aquí la ope­ ración: l. El sujeto cierra a medias el circuito secundario; el experimentador pone en marcha el cronoscopio, pero, puesto que la corriente aún pasa en esas con­ diciones por el circuito principal, las agujas no oscilan. 2. El experimentador cierra completamente el cir­ cuito secundario; el tubo Geissler se ilumina; la co­ rriente se torna muy débil en el circuito principal; las agujas se agitan. punto débil? En verdad son dos, prescindiendo por ahora de la precisión técnica de la experiencia. En primer lugar, la variación individual en la reacción del brazo levantado es una realidad; una psicología general no podría prescindir de una psicología in­ dividual, de una psicología de las diferencias, para quedarse únicamente con las semejanzas. Por de­ trás de la hermosa homogeneidad de la máquina subsiste la temida heterogeneidad de los sujetos. En segundo lugar, ¿quién podrá asegurar que el sujeto con el brazo levantado reacciona justamente en el momento en que tiene que reaccionar, sin que ningún retardo, voluntario o involuntario, acreciente súbitamente el margen de duración de la concien­ cia? e,· Y en cuanto a la duración de los fenómenos . . ' conscientes complejos, como eleccion, asocmcwnes, juicios, etc.? Con toda prudencia, el psicólogo con­ cluye: "los trabajos de psicofisiología reali � dos hasta ahora para medir la duración de los fenome­ nos conscientes proporcionan más bien indicaciones que resu1tados".31 Prudencia legítima que indica en 3. Tan pronto como el sujeto percibe la ilumina­ la dirección del ámbito de la psicología, pues todas ción de la pared blanca, levanta la mano e inte­ las investigaciones realizadas para elaborar el con­ rrumpe el circuito secundario; la luz se apaga y la cepto de desviación psicofísic , o en otros té corriente del circuito principal, al recuperar poten­ cia, detiene inmediatamente las agujas del cronos­ � para determinar lo que podna ser un acto ��ino� , hbrc , un pensamiento "puro" al margen de todo condi. copio. cionamiento corporal, se ven obligados a la recon­ Resultado : se obtiene el tiempo preciso, en milési­ sideración del sistema. En efecto, ¿qué es el acto sino una readaptación? "libre" dualismo Y el momento en que ha señalado la percepción me­ darwiniano viene a ocupar el lugar que le corres­ organismo - medio, Se reemplaza el mas de segundo, transcurrido entre el momento en que el sujeto ha "visto" el fondo blanco iluminado donde el modelo diante el gesto de la mano. Por supuesto, se pue­ ponde. El objeto de la psicología no es la concien den complicar al infinito las estimulaciones visua­ cia, sino el sujeto individual en su lucha con el les, hacer variar eventualmente los colores. Lo de­ más es simple cuestión de sustracción. ¿Cuál es el 96 :a J. J. Van Biervliet, La Psychologie quantitatit:e, art. cit. , p. 591. medio; se concebirá la psicología, ante todo, como una parte de la biología, y su problema esencial' si bien no formulado explícitamente, será el de la subsistencia del individuo en el medio social: "To­ dos los organismos están, respecto de su medio, en un estado de equilibrio que oscila alrededor del punto teórico de la adaptación perfecta".32 La tarea 3�, <?odf�rna_ux, art. cit., p. 343. Véase igualmente : J. Piaget < L e�h��t10n en _PSychologie et le parallélisme psychophi­ . , en Fra1sse, Piaget, Traité de Psychologie expéri swlogique mental, fase. l. P. U. F., 1967, p. 152 ) muestra cómo Cla parede ha formulado una ley "según la cual la torna d e conciencia nace en ocasión d e las desadaptaciones". Para dicha ley, puede verse el artículo de Claparede, "La Psy chologie fonctionnelle", Revue philosophique, enero 1933, p. 14. Véase también, pp. 5 6: "la psicología . . . es una parte de la biología ( . . . ) El problema central de la biolo gía es el de la adaptación ( . . . ) Y el problema central de la psicología es el de la conducta. Pero l a conducta no es otra cosa que cierta clase de adaptación." E� un texto que extrae las consecuencias de una polémica drrectarnente dirigida contra Cornte, y que apunta a preser var el lugar de la "subjetividad", H. Spencer escribe : "las pretensiones de ser una ciencia distinta que tiene la psico logía son, pues, mucho mayores y no menores que las de cualquier otra ciencia. Si sus fenómenos, objetivamente con siderados, sólo son ajustes neuro-rnusculares mediante los cuales los organismos superiores adaptan a cada instante sus acciones a las coexistencias y secuencias del medio aún en esta forma, su grado de especialidad les otorga un iugar aparte. Mas desde el momento en que la conciencia se em­ plea para interpretar tales ajustes neurornusculares en los seres vivos, la psicología objetiva adquiere una distinción más Y absolutamente especial. Ahora se distingue más unién dose, gracias a ese elemento común de la conciencia a la ciencia totalmente independiente de la psicología sub etiva, formando ambas una doble ciencia que, en su totalidad, es cornple�amente sui genern ( Príncipes de Psychologie, 1855, trad . R1bot, Espinas, París, Gerrner Bailliere, 1875, torno I , p. 142 ) . j 98 de la psicología moderna es precisamente la de lo ­ grar que la máquina viva, en su funcionamiento usual, se adapte lo más posible al mecanismo social al cual está integrada de hecho, a fin de que su acto productivo se desarrolle en condiciones ópti­ mas y evite que el engranaje rechine demasiado ostensiblemente. El hecho de conciencia carece de toda especificidad real, y, fuera de la doble cara, fuera de su carácter de "doble", escapa al ámbito de la ciencia. Unicamente la máquina corporal, ór­ gano de transmisión, energía adaptativa, constituye un objeto legítimo de investigación científica . La concomitancia afirmada no deja de ocultar el ca­ rácter enigmático del status de uno de los elemen­ tos ni de convertir en ficción todo deseo científico que se manifieste en su lugar: "el esfuerzo del paralelismo consiste precisamente en hacer entrar en su lugar real, el cuerpo, la construcción imagi­ naria que los siglos han levantado con el nombre de espíritu, para alojar en ella las funciones superiores del cuerpo".33 El objeto de nuestro trabajo es, pre­ cisamente, el de establecer de qué cuerpo se trata, a qué tipo de construcción corresponde, de qué fuente se alimenta. Que la psicología tienda a ser una "psicología sin alma",34 significa ante todo que renuncia a la me­ tafísica y se niega a pronunciarse sobre la existencia misma de la sustancia. El concomitante psíquico, a partir de entonces, sólo puede percibirse en función de la capacidad esencial del sujeto para ejercer y controlar su atención. J. F. Richard ha mostrado p. 499 :::1 A. Godfernaux, art. cit., d'un psychologie fondie i.sse Esqu ding, Hoff H. :a Cf. Alean, 1900 , p. 18. dn. Poite . l'expérience ( 1882 ) . trad wr 99 con claridad .Xi qué papel obstaculizador ha desem­ peñado en las primeras tentativas de medición psi­ cológica el descubrimiento del hecho de las diferen­ cias individuales. La medida de la ecuación perso­ nal, fuente de investigaciones sobre el tiempo de reacción, lleva a la idea de una variación de la atención, pero, en el mismo movimiento, se efectúa un desplazamiento que reduce las variaciones ínter­ individuales a variaciones intraindividuales. La con­ secuencia es que "lo que se estudia no es el tiempo de reacción, sino el tiempo de reacción en tanto traduce la duración del proceso de apercepción", y lo único que se conoce es la medida de la dura­ ción del proceso, pero absolutamente nada acerca de su naturaleza. Es aquí, evidentemente, donde interviene la restauración de los derechos del co­ nocimiento psíquico, pues si la intensidad del gesto productivo depende de la duración del tiempo de reacción al estímulo, entonces es necesario que el experimentador pueda controlar la atención y el sujeto capaz de ejercerla; la duración medida no es otra cosa que el signo de la aptitud de la má­ quina viva para aumentar su rendimiento. Por su­ puesto, hay una limitación del órgano, que Bouguer mostró cuando . buscaba determinar qué intensidad debe tener una luz para impedir que el ojo perciba otra más débil. La desaparición de la sombra de una lámpara sobre una pantalla blanca iluminada 35 J, F. Richard, "El clescub¡·imiento ele las diferencias in­ dividuales como obstáculos en las primer as experiencias de medición en psicología", Coloquio sobre "elaboración ele conceptos y métodos de la psicología diferen cial en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX". En Rewe de Syntheses. Colloq ues, teJ.:tes des rapporls, ed . Albín �liche l, 1968, 369 82, p p . 3í.5, 381 . 100 pp. por otra lámpara implica una distancia de 2,133 m entre amba s : "la distancia entre ambas luces sólo dejó de ser visible cuando la pequeña parte agre­ gada fue de alrededor de 64 veces más débil que ]a primera".36 Pero estos problemas de astrónomos y de físicos, pese a constituir la ocasión que hará al ladrón, se inscriben en una concepción de la máquina viva que el pionero psicólogo desfasa a su manera, pues lo que a él le interesa no es tanto la limitación intrínseca del sentido, como el juego de reacciones que provoca la máquina ante una mala apreciación de distancias, de tamaños, de sonidos, de contactos. La responsabilidad no podría atribuir­ se a la máquina, ya que ésta hace lo que debe. La responsabilidad recae en el concomitante psíquico; ilusiones y errores no provienen tanto de la máqui­ na misma como de la defección quizá fundamen­ tal, pero corregible- de sus insbumentos de con­ trol. Cuanto más nos elevamos en la intelectualidad, más aumentan los riesgos de error : "ciertas opera­ ciones intelectuales se sobreagregan a las operacio­ nes más simples implicadas por los juicios senso­ riales elementales, y proveen de percepciones que a menudo engañan al sujeto acerca de la naturaleza de los fenómenos percibidos, como ocurre en la 3 6 P. Bouguer, Traité d'optique sur la gradation de la lu­ miere, París, 1760, libro 1, sec. 2, art. 1, p. 51. El desarrollo precedente apunta a la categoría e trabajo so cial medio . . . luyo nivel jamás se adquiere defm1hvamente, sm� que es . siempre un permanente mantenimiento ( cf. Marx, Matena1 es . . . "· "el obrero debe ejecutar, en un tiempo dado, la cantidad de trabajo correspondiente a la forma social : el capitalista obliga al obrero a suministrar un trabajo que posea por lo me �? s el grado de intensidad media conforme n la norma mcwl ) � , . 101 mayor parte de las ilusiones ópticas".37 Un ejemplo : inevitable la comparación de dos pesos de volumen diferente, "Somos ciegos -decía Diderot-, el ojo es el perro siempre que esté precedida por una percepción vi­ que nos conduce". Pero agregaba : "¡cómo nos enga­ y perturbador concomitante psíquico? sual de los volúmenes a comparar, entraña la subes­ ñaría este órgano timación del peso de menor volumen; es conocida incesantemente rectificado por el tacto!" la historia del kilogramo de plumas y el kilogramo puesta podría ser la de la psicología moderna en de plomo : '1a vista interviene siempre para viciar las apreciaciones musculares de peso".3 8 Parecería sus comienzos. En el fondo, sólo la máquina ciega que sólo los tontos escapan a la ilusión. En suma, pica que se arranca los ojos para acceder a la vi­ se trata de verificación experimental, y cuanto más sión, sino el ciego de nacimiento, provisto de un idiota es, menos se reflexiona, y cuanto menos se reflexiona más rápido se actúa. El sentido no enga­ ( el ojo ) si su juicio no fuera 4 0 Esta res­ sería ideal. Pero de ninguna manera la máquina edí­ mundo diferente y sin embargo completo donde todo problema debe resolverse por el tacto, don­ ña. Ya lo decían claramente Kant y otros. Sólo el de en la hermosa repetición mecánica del gesto entendimiento viene a poner desorden en el hermo­ so orden de la máquina. El ojo, el más "noble" de productivo se instalan las tenazas robotizadas. La los órganos de los sentidos, paradigma del intelecto, a nadie se le ocurra dejarse abatir por las catara­ es el que se encuentra en más estrecha correlación tas! De esa manera se acabaría la historia del ojo. con el concomitante psíquico. El ojo es el órgano En la ausencia de vista, la ilusión se limita. La vida de la ambivalencia: en él se concentra la manifes­ es embarazosa, la mirada brilla, la mirada inflama, tación psíquica de la reacción ( veo y levanto el es el mirador del alma. El brazo, veo y aprieto el botón ) , en él se refugia la no sería el de los ojos vacíos de las antiguas esta­ preocupación adaptativa llega aún más lejos. ¡Y que especificidad del psiquismo, la atención de su du­ tuas ración. El ojo produce por interpósito gesto.39 Pero rron telas de la máquina viva sino la ausencia de ojo. Sin la mirada soca­ � del enano disimulado, el autómata ajedrecista también se abre para él el camino del error de de Maelzel sería -percibido en su inmediatez- ri­ apreciación, obstáculo al gesto eficaz. ¿Quién asu­ gurosa perfección. Pero la mirada es la posibilida? mirá la rectificación? ¿Quién restaurará el circuito productivo perfecto, potencialmente alterado por el 37 Toulouse, Pieron, Teclmique de psychologie expérimen tale, tomo 1, p. 214. 3 8 lbíd., p. 242 . 3 9 Cf. lo que dice Dewey: "La aptitud de la mano, al eje­ cutar su tarea, dependerá directa o indirectamente de su control por el mecanismo de la visión". "The reflex are concept in psychology", The Psych ologícal Rerie 1c, vol. 111, n<:> 4, julio 1896, p. 359 ) . 102 de la no atención, de la simple distracción que ah­ menta el hecho mismo del error al destruir inciden­ talmente la crédula ilusión del ingenuo. La máquina, d ígase lo que se quiera, ignora los problemas de � ade­ adaptación, y su funcionamiento está fielment cuado a su función. Sólo la vida plantea cuestiOnes, 40 "Eléments de physiologie", en Oeuvres completes de Dí­ clerot, París, Bell es-Lettres, Gamier, 1875, tomo IX, PP· 344 , .34.5. 103 y la mirada es, a su manera, su espejo. La de acomodació n no cw n pertene ce tant o a la óptica c a la biología . om o El funcio na lis mo ha sabi do asu mir las consecuencias de tal repres entac ión . No hab lamo s solamente de la crítica co njunta del "estru ctur mo" y de la psi alis­ cología de las fac ulta des , de titución del m osa la sus ­ ico de elem ento s po r el acto del ser vivo en úni co intera cció n con stan te con el por las m odalid med io, ades de ajus te o de adapta ció individ uo .41 P n del en samos más específica me nte e n la teoría instrume ntal del esp íritu en q ue se operacionalismo teje el contemporáneo, en el que lo portante es la im ­ red ucci ón de la activid ad me nta l a un órgano, su sceptib le de tra nsfo rm ars e al co de las exp erie mpá s ncia s con que se enc uentre, ap to el p erfe ccion para amiento ( co difi ca ció n del co ncepto de aprendizaje en psicol ogía ) ; el esp íritu, con tod cort ejo activo o o su ina ctivo de ate nció n, de vigi lan de control, de cia, decisión, etc., no es, en sent ido es­ tricto, una guía , sin o má s bie n un p uro instr umento que utili za la m áqu ina viva con el solo fin de adapta ción, del la mis mo mod o que los órgano s los sentid os. de Por lo tanto, no se pod ría co nsid erar diferenci a cua litativa alg una entre activid ad tal y acti vida m end nerviosa ; el espí ritu rep rese nta sim ­ plem ente un estadi o cua ntit ativa mente sup erior en el cam ino de la máq uin a viv a ha cia su ada ptación. �2 41 Cf. Dewey, The -reflex are conc ept in Psycholog 42 Véase J. y, p. 370. R . Angel!, The proüince of fun Psy chologica] ctional Psychology R eview, 14, 1907, , pp. 61 9 1 : '1a psic de la fun ción . ología . . no se interesa sola mente po r las ope nes de] proce racio so mental conside rad o simplemente mo, sin o ta m bi en s í m is én -y con mayor inte nsida d- por la activi menta l en tan to parte de un dad fluir más vasto de lógica s que e fu erzas bio stán en activ ida d tod os los dia s y a cada ins- 104 --- - --- -- El concomitante psí quico no gobierna, puesto que, al ser sól o un asp ecto de la máquina viva, sólo re­ cibe órdenes de la selección qu e exi ge la ejecución de técnicas efi caces como garan tía de sobrevivencia. En otros término s, no es suficien te dejarse vivir, hay que apren der a vivir. Serie de proposicio nes de J. McK . Catte ll, prod uc­ tor de la n oció n de "test": 43 l . Presión dinamomé ­ trica; 2. Velocid ad de movimiento ; 3. Zonas sen si­ tiva s; 4. Presión , causa de dolor; 5. La mínima di­ ferencia percep tibl e en materia de pe so; 6. Tiempo de reacción a un ruido; 7. Tiempo de reconocimien- tant e a nuestros ojos. " Cf. igualmente lo que dice W. James : "la vida mental es, ante todo , finalidad, es decir, que nues­ tras diversas man eras de sentir y de pen sar han llegado a ser lo que son porque nos sirven para model ar nuestras re­ acciones sobre el mu ndo exterior. Muy poc as de las fórmu­ las recientes han pre stado tantos servicios a la psicología como la de Spencer, que dice: la vida psí quica y la vida física tienen una mis ma esencia, "la adapta ción de las rela­ ciones internas a las relaciones externas ( . . . ) El fin pri­ mero y fundamental de la vida psíquica es, pues, la con­ servación y la defens a del individuo" ( Précis de Psychologie, 1892, trad. Baudin y Bertier, ed. Maree ] Rivü�re, 8<' ed. , 1 929, pp. 5, 6 ) . Este problema de la fina lidad tampoco deja de ser considerad o por Clapan)de, en el artículo ya citado ( La Psycholog ie fonctionelle ) : "la consideración de los procesos orgánicos y mentales en relación con su fin y con su utilidad parece dem asiado impregnado de finalismo"; sin embargo, 1 9 ) "La psicolo gía funcion al no contrad ice en abso­ luto las explicaciones mecanicistas" (p. 7) y 29 ) "el punto de vista funcional no imp lica ninguna adhesión al finalismo. Si es posible explicar de un modo puramente mecánico es­ tas coordinaciones ada ptadas ¡ mejor! ( Pues la explicación mecanicista es siempre más satisfactoria para el espíritu ) " ( p. 1 7 ) . Cf. } . McK. Cattell. Mental tests and measure ments, "Mind", vol. XV, 1 890, pp. 373-.3 81. -4 a 105 to de los colores; 8. Bisección de una línea de 50 sos, sólo está permitido un ensayo. Estimación, por segundos; 10. Cantidad de letras retenidas a partir Decir que se concibe el cuerpo como una máquina, de una sola audición. como mecanismo susceptible de mantenimiento y Toda la argumentación de Catell consiste en mos­ que requiere evaluación de sus potencialidades y cm; 9. Apreciación de un período tiempo de 10 trar que, pese a la apariencia de una perspectiva de orden prioritariamente psicológica, este tipo de in­ vestigación no puede dejar indiferente al psicólogo; que es "imposible separar la energía corporal de la energía mental". Lo que se halla en cuestión -a propósito, por ejemplo, de la presión dinamomé­ trica- es el "sentimiento de esfuerzo", son los "efec­ tos de la volición sobre el cuerpo". La obtención de una presión máxima pone en juego toda una serie de relaciones hasta entonces insospechadas entre el último, del tiempo de reacción. verificación de su funcionamiento, no es ninguna exageración. En efecto, no hay nada que pueda diferenciar tal representación de la que había pro­ puesto el mecanicismo clásico. Lo que en realidad revela dicha lista -a través de técnicas aferentes­ es esencialmente un proceso de integración de la máquina viva al sistema general del cuerpo produc­ tivo desarrollado.44 El cuerpo biológico -entendido como conjunto de órganos directa o indirectamente conectados con el mundo exterior -viene a ocupar "control volitivo" y el "vigor corporal", o entre "la el lugar de un mecanismo de engranajes correcta­ excitación emocional" y el vigor corporal mismo. mente ensamblados y, en lo posible, bien lubrica­ Por cierto que sería incoherente subestimar la im­ dos, portancia psicológica de la velocidad del movimiento donde se constituye como parte necesaria a su pri­ que hay que ejecutar y su relación con la fuerza del mordial función de producción. En otros términos, en el interior del gran cuerpo productivo, movimiento; pero ¿cómo lograr que la velocidad el cuerpo biológico se convierte en servidor del cuer_ del movimiento no altere ni su precisión ni su fuerza po productivo ( es esta la imagen que, de entrada, de ejecución? Se trata, sin duda, de una cuestión de se impone a cualquier otra posible ) ; a partir de "temperamentos". Toda vez que las medidas repe­ entonces, debe percibirse el cuerpo biológico a la tidas del cronoscopio dejan lugar a la posibilidad vez como elemento de base, pieza constitutiva y de un mejoramiento de la ejecución, ésta debe lo­ sistema integrado del cuerpo productivo desarrolla­ grarse mediante un aprendizaje destinado a confir­ do. Si el cuerpo biológico puede ponerse al servicio mar el valor de la selección de los mejores sujetos. de la máquina, es porque en su funcionamiento Entonces, la apreciación del tiempo y el espacio habitual ya es mecánico; y el deseo abolido sólo interviene para medir la precisión del gesto eficaz: confirma dividir una regla de ébano (50 cm x 3 cm ) en dos partes iguales por medio de una cuerda móvil; gol­ el reconocimiento de este isomorfismo anhelado, que ninguna deuda simbólica habrá de contrariar. Se realiza así un sueño de Leviathan: pear sobre una mesa con la extremidad de un lápiz, dejar pasar diez segundos, volver a empezar. El sujeto actúa únicamente a su criterio. En ambos ca- 106 44 Véase la primera parte, donde se ha desarrollado este punto. 107 absorbido po� el cu �rpo social, el cuerpo biológico _ s�, ve c��stremd o a Identificarse con la representa­ 2. La sobrevivencia conw tema real de la psicología moderna � logía moderna podría resumirse diciendo que para sobrevivir es necesario someterse a las exigencias cwn eXIgida que le confiere sus límites, considera­ dos como naturales, y recompensa sus esfuer zos. Si , la maqu ina no piensa, puede ser programada; de odos modos , hay que estimularla. l\fáquina e::>. i:raíía _ _ esta, c nt adiCtona en su ser, a la que no preocupa la cogztatw, pero que no podría prescindir de la ratiocinatio. Irrupción de una nueva dimensión del des o -bautiza do como "matización" para que _ el sistema culmm c en el taylorismo acabado con el que aím se debaten de buen grado los "re ponsa­ bles" del trabajo.4;; ? � � � U na de las enseííanzas fundamentales de la psico­ necesariamente, el obrero se pasa la mayor parte de la jor­ nada allí, ante la máquina, sin otra cosa que hacer que vigilar la marcha de la máquina ( . . . ) El resto del tiempo, la máquina trabaja, el obrero se mantiene simplemente jun­ to a ella y la vigila; por esta razón no es de temer una sobrecarga de trabajo en un taller de máquinas herramien­ tas" ( ibíd., p. 1 l l ) ; parece más instructiva la posibilidad que se abre de tratar al mantenedor como a un "gorila" no 4 5 El f�no� eno mas importante del taylorismo parece ser del todo tarado y estimar, en consecuencia, que la adapta­ CI� ( v. F. W. Taylor, La direction scientifique des pr'!es, t�·ad. L . Mau� ; ed. Dunod; nueva ed., 1971, p. entre­ 184 ) . totalmente ininteligible a quien la realiza, a falta de una � ,stIshtncwn del juicio individual del obrero por una cien­ ' "a · Mas alla de los motivos manifiestos de l a operación : lucha contra el v gabtmdeo necesidad de la selecci ón a partir de : . de la dete ? acwn aptitudes y de su eventual desarrollo co­ ' l bora wn de clases bautizada "cooperación íntima d e la _ d1reccw con los obreros, de manera tal que ellos realicen el traba¡o n conjunto aplicando las leyes científicas que se han emmCia lugar de dejar la solución de cada pm blema a l a miciahva de cada obrero" ( Ibíd . , p . 184 ) , POI. t anto "estud10 ' profundizado de las motivaciones que hacen actuar a lo hombres" ( Ibíd., p. 172 y pp. 4, 54, 58, 290 Y ss. ) en VIsta a un pasaje de la guerra a la paz en el seno de la empresa ; más allá del cinismo disfrazado de ingenuidad que s lta a la vista a cada página de la deposic ión ante l a . . . COmision mvestigadora del Congreso norteamericano ( 1912 ) tant? en o asión del acceso de Taylor al papel de jefe d _ eqmpo ( tbtd., pp. 96 y ss. ) , con su obstinac ión en buscar nor � de una "jornada de trabajo leal", como en la ma­ mpulacwn efectuada a partir de las esperan zas de aumento de los salarios o de la promoción interna · ' " ) ,. ( "motivac1on má s alia' aun . d e as enormidades acerca de la relación tra_ ba¡a or-máquina, proferidas con toda tranquilidad, tales co­ mo Cuando se conduce una máquin a-herramienta media, � � � � � � �� _en_ � � : 1� � � 108 � 1 ción correcta a un trabajo definido no puede permanecer descomposición de la operación en mecanismos elementales, tarea que corresponde al ámbito del especialista, el hombre competente, el ingeniero de almas ( v. pp. 85 y 169 ) . Por lo tanto, no hay nada extraño en que el modelo sobre el que se apoya la "ciencia" en cuestión, sea el del ingeniero de cuerpos, el cirujano moderno que aplica espontáneamente, en el ejercicio de su profesión, los principios de la dirección científica ( cf. ibíd., pp. 71 y ss . y 278 y ss. ) : "el hombre que combina habilidad y destreza manual con la más im portante suma de conocimientos" ( p . 71 ) . Pasamos por alto el hecho de que el cirujano es, por lo común, quien, con fines terapéuticos, quita o sustituye; nos quedamos con el hecho de que la ciencia está perfectamente integrada al cuerpo productivo, como un elemento de este último : si algún sentido tiene la ciencia, el mismo no estriba en el simple carácter de ideología de la productividad, sino como elemento del cuerpo productivo. El taylorismo no hace otra cosa, a este respecto, que subrayar la posición de la psico logía moderna. Ocurre que esta integración fue explícita mente deseada. Véase, por ejemplo, la finalidad de Ure a comienzos del siglo XIX : "Debido a una debilidad de la naturaleza humana, cuanto más hábil es un artesano, más empecinado e intratable puede hacerse, y, por tanto, menos 109 � ? de la muerte. l tema ominante de la ada ptación _ c nduce a a mtegracwn necesaria de la máquina VJVa en el mecanismo mue rto". Sobrevivir en cier­ to sentido, es ponerse al serv icio de la mu rte esto ' es, aceptar que, por así dec ir, las condiciones mis ­ mas de la vida estén bajo el control de un organis­ �o exterior según un plan cuyos sost enedores y eJecutores, pese a la ilusión de autonomía que man ­ encn, n podrían atravesa r el filtro de ningún te­ J do extrano. En ste nive l se desprenden con mayor clan_ dad las I_ pl c ciones de la importación precoz del odelo bwlogiCo en la psic olog ía: la sobrevi­ vencia del sujeto individual en el medio social tiene co o c ndición de posibilid ad el sometimiento a la eXIgencia de selección que deriva de la ley de com­ p etencia -'1a vida humana es, en el noventa por _ to Cien de los casos, una lucha por la existencia" ' decía Glasdstone.46 Entonc es la adaptación aparece en tant proceso dinámic o y necesidad operatori d e la VIda, como condición necesaria, pero no sufi­ c�_ ente, de la sobrevivencia. El tema siempre rena­ de la sobrevivencia, a fuer za de slo aans y de de una ironía amarga, dist a muc o de la mgenuid ad; por el contrari o, restituye a la noción de s brevivencia con fundame ntal ambigüedad que cons1ste en que para que haya sobrevivencia es necesario vencer en la luch a, lo que significa ue } � � �� � � I_U � � � �� � ? ; h � � apto para integrarse en un siste ma mecánico en el que ] . ocasmnales irregularidades de él mismo puedan perjud · � 1 gravemente al sistema. El fin esencial del moderno jefe empresa es el unir el capit al y la ciencia para reducir la ar a de s �s tr�bajadores al ejercicio la vigilancia y d e a ;.streza ( Citado por J . A . C . Browde n, Psychologie sociale . de l tndustrw , trad. cast. "Psicología social de la industria" F. C. E. ) . , c:;; � � 46 Cita do por '\brx, El Cap ital, 1, 110 secc. es necesaria la presencia de la muerte por todas partes. Pero el sobreviviente, marcado por la muerte que lo produce desde sus orígenes, no es otra cosa que esbozo de muerte él también, y, en consecuen­ cia lo contrario de la vida: subsistencia elemental m nte biológica, ritmo bien regulado que, en su : misma repetición, se revela como pérdida de ener­ gía; gesto adaptado que introduce el paradigma d e l a sumisión a las fuerzas de l a muerte, n o -por cierto- en la emergencia de una fatalidad tecnoló­ gica cualquiera, sino en la red de absorción de trabajo vivo que tan estrechamente ha tejido el sistema. La operación adaptativa, a la que el sis­ tema del cuerpo productivo convoca sin cesar, afir­ ma con un único impulso las virtudes del consumo como condición de la sobrevivencia "biológica" del individuo, poniendo el acento sobre la importancia de los procesos de aprendizaje y sobre el desarrollo necesario de las aptitudes como mecanismos suscep­ tibles de constituir las premisas de la sobrevivencia "social" del sujeto considerado. Sería muy delicado instalar en ese movimiento doble una querella cual­ quiera de preminencia, aun cuando el discurso li­ beral tienda a insistir en el desarrollo del primer aspecto, mientras el discurso tecnocrático se haga cargo del segundo. Se trata, detrás de la apariencia, de un proceso único cuyos elementos se sostienen mutuamente, en el que a veces se bautiza como "abundancia" al desarrollo de la sobrevivencia ''bio­ lógica" -es decir, el mínimo de consumo indispen­ sable a la cohesión del sistema-, posibilidad de "promoción" d e la sobrevivencia "social" por enton­ ces reducida a criterios puramente técnicos . deja Pero si el destino histórico de la máquina viva . . ión ucc red una " ta , aparecer, en una VISIOn 1nmed Ia , VII, cap. XXV. · 111 progresiva de parte del ser vivo, en ben eficio de un aumento irrefragab le del aspecto maqui nal, el advenimiento de la psicología mo derna encuentra en ello un punto de apo yo algo inc oherente. Su mis ­ ma existencia -y la evolución de la discipli na lo prueba mejor que nad a- manifiesta la imp osibili­ dad de una mecanizac ión total de la vida. En con­ secuencia, la psicología es el reconocimiento nece­ sario de la presencia irreductible de la vid a en la máquina viva, y por eso se plantean los proble mas de adaptación. La psic ología moderna constit uye, en sus albores, la última tentativa de tratar cien tí­ ficamente al ser vivo como una máquina, como engranaje del cuerpo productivo; pero tal ten tativa marca también el frac aso de la evacuación de la vida del sistema vivient e-máquina. Con esto se afir­ ma la doble definición potencial de la vida com o conquista y como sobrev ivencia, con lo que, en las condiciones de su realiza ción, el proyecto vital cho ­ ca, a partir de la ide ntidad de principio, con la alteridad hom ogé nea , y este cho que transfor ma la cooperación deseada en amenaza permanent e, en cam po de bat alla que comparten el rein o de Jos vivos y el de los mu erto s. Si Ja psic olog ía de voc a­ ción científica surge com o fracaso de la mecan iza­ ción de la vida, a pes ar de la exigencia a la que obedece en forma prio ritaria, es porque su oficio consiste en resolver a su manera el problema de la sobrevivencia, de invertir la dirección de la historia imaginada, de volver a la cooperación deseada, en resumen, de determinar las mejores condicione s de adaptación, de prevenir todo riesgo de conflicto,4 7 47 La psic olog ía contemporánea no nieg a el conflicto ; al contrario, le otorga un lugar fund amental; simp lemente, des plaza la noción hac ia las esferas ínter o intrapsíquicas, no 112 de sustituir la guerra de los vivos por la paz de Jas máquinas, de reforzar la imagen de una homo­ geneidad del cuerpo productivo, cuyos miembros y órganos se repartan las funciones según un esquema inalterable. El cuerpo biológico, como engranaje del cuerpo prod uctivo, está bien separa do. Pero tal separación no es la que le otorgaría el beneficio de una abs­ tracción lógica que promoviera la máqu ina orgá­ nica para, al mismo tiempo, arrojar a la basura la exuberancia de la experiencia corporal. Esta sepa­ ración se apoya en la representación de un conjunto que subsiste por sí mismo, provisto de una relativa autonomía de principio, cuya fuerza encue ntra en el autómata como medio de trabajo su lugar de apli­ cación. Indudablemente, el cuerpo es un engranaje, pero esta posición no cuestiona su apare nte autono­ mía de movimiento; por el contrario, la exige, del mismo modo que el mercado de trabajo exige para eJ individuo la "libertad" de vender su fuerza de trabajo. El cuerpo, dependiente y domin ado, sepa­ rado de los medios de producción, es percibido, sin embargo, como autónomo en el sentid o de que su funcionamiento sería libre, del mismo modo que lo son, una vez en movimiento, los engra najes de un mecanismo cualquiera. A diferencia de la má­ quina, cuyo funcionamiento es et:ide ntemente de­ pendiente, el cuerpo biológico se halla envuelto en una representación compleja en cuyo seno el fun- J sin tender a universalizar el lugar del desplazamiento así efectuado. Hoy en día s e trata de una idea casi banal. Llá nlesela regresión o despla zamiento, nada impid e que la evo (] uemos en esta ocasión, aunque sólo sea para rememorar a quel tiempo, tan lejano, en que todaví a resultaba incohe­ rente . 113 cionamiento mecaruco se ve desbordado por do­ quier por la vida que lo invade, llevando al interior del cuerpo productivo los problemas aparentemente contradictorios de la necesidad de incrementar la productividad y de la sobrevivencia del individuo en un sistema de competencia vital. Por un lado, el cuerpo biológico se ve reducido siempre a la con­ dición de engranaje, es el fruto de una representa­ ción mecánica; por otro lado, el cuerpo biológico es biológico antes de ser mecánico, y las exigencias de una vida otrora conquistadora y actualmente en peligro, llevan a plantear en nuevos términos la cuestión que se impone en adelante, cual es la de la sobrevivencia. La separación del productor respecto de los medios de producción no es -por cierto- el resultado de abstracción alguna, sino la culminación de un pro­ ceso histórico real, la historia de una expropiación. Ahora bien, esta separación fundamental sólo pa­ rece hacerse efectiva mediante el cumplimiento pro­ gresivo de una síntesis cuya plena efectivización tiene lugar en el mecanismo general, allí donde la yuxtaposición de todos los elementos del sistema -condición de la buena marcha del mismo- exige el autofuncionamiento del cuerpo biológico, elemen ­ to básico de la pirámide, como condición de posi­ bilidad de la permanencia del sistema. Por tanto, si es necesario que el organismo sea una máquina, es porque esta máquina es orgánica en su funciona­ miento habitual; y si la vida invade el universo mecánico, es para componer una hermosa totalidad funcional fundada prioritariamente en el haz de potencialidades sensoriales e intelectuales : cada órgano asume una multiplicidad de funciones, pero, en un primer momento, sólo se toma en cuenta la 1 14 relación de exterioridad. Así, se entenderá el dua­ lismo organismo-medio que esquematiza la relación estímulo-respuesta, excitación-reacción, como nece­ cidad adaptativa proyectada en un sistema referen­ cial -sistema que hoy se denomina de buen grado "hombre-máquina"- que representa la fusión de los elementos sueltos de la mecánica social, síntesis � r alizada del cuerpo productivo en su integridad. Sm duda, ha sido necesario que la vida abandonara c1 cuerpo para que la vida, al transformarse el con­ cepto de vida en asiento de la metamorfosis, vuelva al cuerpo bajo una forma dominada, y para que la fuerza viva, sin perder nada de su sustancia, se vea absorbida por el trabajo muerto. Pero esta concep­ ción mecanicista de la vida, si bien tiende a dar testimonio de un impulso epistemológico siempre renovado, aparece también, en los límites mismos con que tropieza, como "síntoma" eminente del apogeo del cuerpo productivo. El propio movimien­ to histórico propicia este doble destino; la ciencia no reflexiona, simplemente acompaña. La resisten­ cia de la vida invoca la necesidad de una separa­ ción del cuerpo en el interior del compuesto hom­ bre-máquina; y es esta separación la que permite y justifica, en el seno del sistema, el discurso del ingeniero de almas. Sin esta separación, la psicolo­ gía científica sería totalmente prescindible y se li­ mitaría, por falta d e función, a la proposición de las experiencias imaginarias que marcaban, tomando las cosas ingenuamente, sus ''balbuceos" .48 48 Al gunos proyectos de Wolff, Ramsay, Crusius, Mauper . hus; Plouaquet, Bonnet, Mérian, Hagen, Kürber, que se designan con el nombre de "psicometría" no han superado el estado de programa ; ningtwo ha ingresado plenamente 115 3. La psicología moderna como factor de mejoramiento del consumo productivo Pero para que esta separación aparezca como un tratamiento adecuado de la máquina viva, será ne­ cesario que la máquina se emancipe de la fuerza y d e la habilidad humanas, emancipación que Marx percibió como una de las condiciones del desarrollo de la gran industria; en efecto, a este precio se constituye un "organismo de producción completa­ mente objetivo e impersonal" 4fl capaz de consagrar, pese a la homogeneidad deseada, una separación radical de la máquina muerta y la máquina viva. en el dominio de la experimentación ( cf. K. Ramul, The El mantenimiento de la máquina viva exige, pues, problem of measurement in the psychology of the eighteenth century, American Psychologist, t. 15, 1960, pp. 256-65 ) . una disciplina específica E n realidad, l o que triunfa de l a "psicología" del siglo XVII, es la experiencia imaginaria, en dos niveles : l. La cuestión planteada por Molineux en su carta a Locke del 2 de marzo de 1692 ( cf. Works of ]ohn Locke, 4 vol. Londres, 1768, 7� ed., vol. 4, p. 282 ) cuestión que Locke incluirá en 1693 en la segunda edición de los Essay ( 11, IX, 8 ) - constituye un muy buen ejemplo del primer nivel de aprehensión; este problema dive1tido ( íocose problem ) , para usar la expresión de Molineux, propone una cuestión que pide una respuesta inmediata, aunque evitando el rodeo mediante la experien cia real ( el hecho de que la experiencia se haya realizado en 1728, por obra de Cheselen en condiciones que no per miten una respuesta segura no cambia para nada la cues tión ) ; ante todo, el problema de Molineux se ofrece como una experiencia metafísica para metafísicos, una experiencia de salón ( al comienzo de su earta, Molineux cuenta haber propuesto a diversas personas, al azar de sus encuentros ) , casi una "adivinanza"; s i bien en s u carta Molineux no s e opone expresamente a l a experimentación real, tampoco lo encara en ningún momento; la lapidaria respuesta que aporta a la cuestión que él mismo ha planteado es, por lo demás, el índiee de tal economía de experimentación; la query de Molineux es a sus ojos, incuestionablemente un asunto de puro razonamiento, y exactamente del mismo modo lo entiende Locke. 2. La experiencia "metafísica", en el sentido en que lo entiende Maupertius ( cf. Oew:res de Maupertius, n. ed., Lyon 1768, t. 2. Lettre sur le progres des sciences, parág. XVII, pp. 426 30 ) pbdría constituir en ejemplo del segundo nivel al cual se refieren los autores antes citados. Tanto se trate de la producción artificial de los sueños por medio de drogas, o del aislamiento artificial de ciertos 116 a la que aportan una con­ tribución directa las investigaciones de orden fisio­ lógico en primer lugar, luego las de orden psicoló­ gico, en especial acerca de la evaluación de las aptitudes sensorio-motrices e intelectuales. Efecti­ vamente, el complejo productivo requiere que se ordenen y perfeccionen los diversos engranajes del mecanismo : el obrero se vuelve "parcela" ( como dice Marx ) de una máquina parcelaria, elemento de otra máquina que se inscribe en un movimiento que organiza el mecanismo general de la produc­ ción puesto bajo la vigilancia de ingenieros y me cánicos -a quienes les llegará también el momento de someterse al control psicológico-, pero cuya inteligibilidad sólo se encuentra en el exterior, en el plano del capital. El cuerpo productivo, a partir de entonces, se constituye con el conjunto de los engranajes que componen la mecánica social: el niños eon el objeto de estudiar la produceión del lenguaje, h experiencia, en esta opmtunidad, puede considerarse de seable, pero sin que el filósofo corra riesgo experimental alguno ese no es su propósito , ya que no le interesa re cuperar logro técnico alguno en el campo de su polémica. Si para explicar esa carencia se invoca el Zeitgeist como hace P. Fraisse vía Boring ( v. Fraisse, J. Piaget, Traité de ¡¡sychologie expérimental, Histoire et Méthode, PUF, 2'�- ed., 1967, p. 11 ) sólo se logra eludir la cuestión. 4�1 Cf. Marx, El Capital, lib. 1, secc. IV. cap. XIII. - 117 cuerpo biológico se reduce, según la posición d e su sujeto en la división del trabajo, sea a los órga­ nos de los sentidos capaces de adaptarse lo mejor posible a la máquina sirviéndola, sea a las faculta­ des sensoriales o intelectuales capaces de la evolución técnica al compás de cumplir lo mejor po­ derna a través de técnicas abiertas de selección, de � detec ión y de desarrollo de aptitudes, de condi­ cionamiento y de aprendizaje, de prevención y de reabsorción de conflictos, de diagnósticos de per­ sonalidad, etc., podrí-:1. considerarse como uno de sible las funciones de vigilancia y de control que los factores, y no el menor, de mejoramiento del máquina misma, instrumento de producción que, la realidad de sn dominio : al mantenimiento de las en adelante exige la presencia de la máquina. La bajo la forma del capital, se transforma en trabajo muerto que domina a la fuerza viva, y produce la extenuación del cuerpo biológico al reducirlo al pa­ pel de servidor integrado a un "mecanismo muerto". La intervención psicológica agotará su necesidad ejemplar en el ordenamiento de tal circuito· tal vez � podríamos ubicarla en el marco de lo q e Marx llama "consumo productivo", que él distingue del "consumo individual", con Io que se refiere a los medios de subsistencia necesarios al trabajador para Ja reconstitución de su fuerza de trabajo.50 Entre el consumo individual ( fundamento de la sobrevivencia biológica del individuo ) y el mantenimiento ( lim­ pieza, reparación, etc. ) de las máquinas muertas, se ubicaría esta otra aprehensión de la sobreviven­ cía del individuo, condición de la permanencia del sistema del cuerpo productivo. La psicología mo5° Cf. Marx, El Capital, lib. I, secc. VII, cap . XXIII, p. 480: " El consumo del obrer o presenta un carácter doble . En el proceso mismo de la producción consume mediante su trabajo medios de producció n, convirtiéndolos en productos de valor superior al del capital desembolsado : tal es su consumo productivo. Es, al mismo tiempo, el consumo de su fuerza de trabajo por el capitalista que la ha adquirido . Mas, de otra parte, el obrero invierte el dinero wn que se l e pnga la fuerza de trab;:¡jo en medios de uida : éste es su consumo indiddual." 118 "consuma productivo". En esta serie de elementos reside, precisamente, para el conjunto del sistema, máquinas mue!tas corresponde el mantenimiento de las máquinas vivas de las que, en el acto produc­ tivo, depende el funcionamiento de autómatas como medios de trabajo.51 La vida del viviente-máquina era, ante todo, con­ qui!;ta; la vida de la máquina viva es, ante todo, . . sobrevivencia. En consecuencia, la coeXIstencia de a.mbos aspectos ( cuerpo reducido a un proceso ma­ quinal, inscripción de la máquina en cierto pr�­ ceso vital ) , se decide definitivamente en una sunu­ sión de lo vivo a lo muerto. En el sistema del cuerpo productivo desarrollado, ya no se trata de q� e �� ser vivo maneje la máquina, sino que la maqm­ na maneja incluso al viviente. "El capital -�ice Marx- absorbe el trabajo vivo como s1_ estuVlera poseído por el diablo"; 52 se vuelve monstruoso.53 � � 51 Cf. la distinción de Potter que cita Marx ( Ibíd., P· 48 ) . entre la máquina muerta que se deteriora, s; deprec1� la ologtea, te a día y envejece al compás de la evolucion � gra­ y la máquina viva, la que, por el contrario, se ��Jora � ías a la "habilidad" que se transmite de gene acwn en ge� . d e esta "habilidad" Marx declara mas , arnba ( P· . • neracwn, . 1. · lSta captta del 884 ) , que "figura en el inventario . , . 52 "Gnmdisse", en Pléiade, 11, p. 305. . e Imagen a la que Marx recurre a menudo. C . po ::>87 · Un cap1tulo m Ple'iade_, II P · .. ' pl o, "G nmd ISse XII. de El Capital; El Capital, lib. 1, secc. M, cap. e>: ", , ' ! r. :;,�� 119 Est� m? nstruosida d se traduce en deformaci ón y muti!acw. n del cuerpo. En efecto, a la imag en de �m cuerpo ya "lisiado", "fragmentado'', parcelado, metamorfoseado en recurso automático de una ope­ raeión exclu siva" y de la qul' da cuen ta la fábula de Agripa, 54 le sigue hoy -p.ua evocar la culmi­ nación del sistema- la imagen ele un cuer po redu­ _ cido a la función de "vivo apén dke solidario de la máquina",55 dond e el trabajo vivo se convierte en "simple accesorio ".5G La máquina viva, mar cada de esta manera en su cuerpo, se ve redu cida a una "�rticulación"; 57 su pap el es el de un engra naje que �Irve o que vigila a la máquina, el de un órgano mte ectual -en el sentido preciso de tarea de vigi­ lancia � de control- sometida al circuito del tiernpo entendido como "quantum de trab ajo" y "único elemento determinante de la produc c1'o' n" . 58 La maqmna, m � erta , lejo s de ser med io de trabajo para la . maquma VIva , impone a ésta la triple tare a del a ��erdo entre la acción y la máquina prim a, la _ de la acc VIgilancm ión y la preservación de los posibles inci den tes :i!l De esta m'l . . i1era , el mOVIm ient O � ' • · --- ---- -- ---- -- ,,� e � �: �:�rpo; cf� El El hombre, fragmento de su p o pttal, hb. I, secc. 4�. cap. XII . G5 · - Ca­ Cf. "Grundisse", Pléiade, II, p . 288 : En realidad la _ a má­ 'lurn es ]a que desempe ña el papel unificador. La �áquina n_o es el mstrumento del trabajad or, sino que por el cont ra­ � Jo , . ste :s el que está ligad o a la máqu a . El obrero' _ mchvidu ahd ad dota da de un 'alm a , ya n o ' · es ma . , s que un a en d ��e nvo solitario de la máq uina". Cf. tam bién El Ca­ ' tal, hb. I, s ecc . 7'1-, cap . XXV. ·' " Cf. Grn ndi sse , ecl . c:it . , p. 298 . � � �/ 57 lbúl., p . 297. "' lbid. , p. 30 1 . !;�; Ibi(2 . , p . 297 . 120 fn 1 { de las máquinas muertas es el que determina la actividad de las máquinas vivas, y no a la inversa. Al autómata, en la medida en que entra en el plan del capital y se encama en '1a persona del capita lista", sólo lo anima una única pasión, la de "estirar la elasticidad humana y quebrar todas las resisten cias".60 En este plan, la disciplina psicológica tom�� el lugar que le está reservado, a saber, el de apén dice, manual o intelectual, y en tanto apéndice no puede exceder las dimensiones de la erección que actualiza su ser; su criterio de normalidad depende de la extensión -estimulada, pero dentro de límites prescritos- de este órgano suficientemente defi nido. Dentro de estos límites, conviene ir lo más lejos posible; más allá de ellos, la intervención qui­ rúrgica . Pero la confiscación de la vida a la que se entreg<t el cuerpo productivo va acompañada de una con­ fiscación del saber, que refuerza. la división del trabajo: "la ciencia que obliga a los elementos in­ animados de las máquinas a convertirse, gracias a su construcción, en autómatas útiles, no existe en la conciencia del obrero. Por intermedio de la má­ quina, actúa sobre éste como una potencia extraña, como la potencia misma de la máquina".61 Analó­ gicamente, puede aplicarse esta observación a la intervención psicológica. La máquina viva, reducida a condición de apéndice, constituye, sin duda, un co Cf. El Capital, lib. 1, sec:c. 4'\ c:ap. XIII, p. 327. Cf. Grundissc, ed. c:it., 11, p. 298. Sobre la aceleración forzosa del desarrollo de la ciencia cuma forma productiva, cf. todo este cJpÍtulo de l os Gnmdisse; véase igualm ente, ital, lib. 1, passim . Cl �n C!1 '7Íirdo Íllé;dito ríe FJ Capital; y El Cap 121 "momento" 6!! del proceso de producción, pero este "momento" está despojado del sentido de su acto productivo, puesto que el apéndice que algunos sueñan con eliminar sin perjuicio para el cuerpo productivo, desconociendo así la propia estructura de este ú1timo- no es superfluidad, sino ignoran­ cia. Una de las funciones de la intervención psico­ lógica ( y, en general, de todo lo que gravita en torno de la idea de una "ciencia de la c omunicación" ) , consiste, precisamente, en restituir al agente una conciencia desfasada de su posición, inculcándole un tipo de conocimiento de sí mismo centrado en las nociones folklóricas de "participación", de "sen­ timiento de pertenencia al grupo", hasta de "empa­ tía-espontaneidad-creatividad", que danzan en ron­ da enloquecida alrededor del concepto de "perso­ nalidad", al que acompaña su indispensable com­ parsa, el concepto de "integración".63 La descripción de la fábrica que da Ure, y que :Marx retoma, como "vasto autómata compuesto por muchísimos órganos mecánicos e intelectuales que operan de consuno e ininterrumpidamente para producir un objeto, y que están todos subordinados a una potencia motriz que se mueve por sí mis­ ma",64 encontramos una imagen resumida del cuer­ dice po productivo desarrollado ( "el autómata Marx- es el sujeto, mientras que los trabajadores 62 Cf. Grundisse, ed. cit . , II, p. 300: "el capital tiende ;1 dar a la producción un carácter científico y a reducir el trabajo directo al papel de simple momento del proceso". !l3 Para mayor detalle, véase nuestro artículo : "La philoso phie et le psychologue", en Revue philosophique, enero­ marzo 1971, pp. 19 y ss., como también la segunda parte d e La psychologie, mythe scientifique, col. Libertés, e d . Roht:rt Laffont, 1969. C4 Cf. El Capital, lib. I, secc. 4 ?, cap. XIII. 122 son meros agregados como órganos conscientes a sus órganos inconscientes y con ellos subordinados a la fuerza motriz central" ) en su funcionamiento real, al mismo tiempo que tiende a suministrar el modelo ideal del cuerpo productivo, refirmando así la ilusión de una cooperación perfecta de todos los órganos en el cumplimiento de una misma finali­ dad, lo mismo, en cierto modo, que en el universo aristotélico, en el que los seres jerárquicos que com­ ponen el cosmos sólo extraen su permanencia de la imitación de lo deseable por excelencia, la divini­ dad, primer motor que se mueve con un movimiento eterno y circular, pura forma, acto puro, pensa­ miento del pensamiento, "separado" en todos los sentidos del término. La psicología, en aquello que le concierne, ha sido convocada para el manteni­ miento de esta ilusión, que expresa también la ten­ sión efecfiva del cuerpo productivo, para que nada obstaculice ni destruya el hermoso orden del sis­ tema así establecido en su autosuficiencia. Hemos tratado de demosh·ar que d mito galileo­ cartesiano no designaba otra cosa, en cierto ni­ vel del análisis, que el advenimiento a la realidad histórica de un discurso posible acerca de la pro­ ducción . De ahí uno de los sentidos de la teoría del viviente-máquina que, en la confiscación de fi­ nalidad de que ella da testimonio, manifiesta la po­ sibilidad de pensar el cuerpo productivo . En el otro extremo de la cadena, una vez actualizado el ardid que el cartesianismo da a luz sin ser su pro­ ductor, la disciplina psicológica, en su conjunto _ Y bajo sus formas múltiples, se agota en ser el diso curso de la producción, economiCamente necesari ' · 123 desde entonces e históricamente posible. O, si se prefiere, a través del discurso y de las prácticas psicológicas ( acerca de las aptitudes y el aprendi­ zaje así como sobre la patología mental de la per­ sonalidad ) es el cuerpo productivo mismo quien habla y actúa, quien destila discreta o espectacu­ larmente su propósito -no sin contradicciones apa­ rentes- quien promueve, recupera o higieniza, co­ mo aún lo hace a distintos niveles a través de la política manifiesta, la ideología activa, la econo­ mía vulgar, la pedagogía tradicional o experimen­ tal, etc. El cuerpo productivo susurra, y ese susurro se irradia en todos los sectores de la vida cotidiana. L"l psicología es uno de los discursos reales del do­ minio del cuerpo productivo. El tema de la psico­ logía es, pues, el cuerpo productivo, mientras que el cuerpo biológico, elemento fundamental del cuer­ po productivo, requiere un discurso específico a través del cual todo el cuerpo productivo se expre­ se de cierta manera, en cierto tono. Al mismo tiempo, la intervención del psicólogo está marcada por una temible ambigüedad, pues pese a sus pre­ misas, o mejor gracias a ellas, la psicología se cons­ tituye como empresa de mecanización entusiasta del viviente, y como necesario reconocimiento del fracaso de la mecanización total de la vida. El psi­ cólogo no ha inventado la máquina viva; pero como se trata de una máquina que también está viva, la finalidad de la disciplina apenas puede apoyarse en las múltiples aportaciones conceptuales y ana­ lógicas impuestas por importación de un modelo biológico en el seno de la psicología misma; el pro­ blema "natural" de la sobrevivencia se convierte en el problema del viviente en el seno del cuerpo pro­ ductivo. Y esto en su doble forma : consumo indivi124 dual, consumo productivo. La psicología toma a su cargo uno de los aspectos del segundo. El plan de la psicología, indudablemente extraño al plan del propio psicólogo, se integra también en el plan ge neral del cuerpo productivo que, forzado a destruir la vida en el viviente para reducirla al anhelado acto maquinal, vuelve a encontrar, bajo formas diversas y a cada paso, la resistencia de la vida, sea como lucha de clases, sea en la forma de resurgi­ miento de aspiraciones del trabajo vivo, sea, en la vida cotidiana, en la forma de la reivindicación de ]a alteridad legítima. En consecuencia, no puede dejar de tenerla en cuenta, y de hacerlo en el más pleno sentido de la expresión. 125