Introducción Estos apuntes van dirigidos a profundizar algo más en la parte especial del Derecho penal, o al menos verlo desde otra perspectiva. Me gustaría resaltar una cuestión importante: - estos apuntes no recogen todos los delitos del Código Penal sino aquellos que he considerado oportunos ya sea por su especial complejidad o porque son los que en el día a día se cometen con mayor asiduidad. Dicho esto, comenzamos. Deciros que probablemente estos sean los últimos apuntes de derecho penal que haga al menos de carácter meramente teórico ya que, tenéis material suficiente como para estudiar la asignatura. Espero que os hayan podido ayudar, al menos a aclarar las dudas que pudierais tener, si existiera cualquier errata o error en el documento agradecería que me lo hicierais saber por correo. ¡Mucha suerte con los exámenes! Homicidio El Título I del Libro II del Código Penal lleva por rúbrica «Del homicidio y sus formas» (arts. 138- 143 CP), iniciando la Parte Especial del Código Penal. En este Título I se protege la vida humana independiente (la vida humana dependiente se protege en el Título II), tipificando en primer lugar el homicidio (art. 138 CP) como tipo básico y, posteriormente, el homicidio agravado (art. 138.2 CP) y el asesinato (arts. 139, 140 y 140bis CP) como tipos cualificado , si bien el asesinato goza de cierta autonomía respecto al homicidio. El homicidio es el tipo básico de los delitos contra la vida humana independiente. El bien jurídico protegido es el derecho a la vida que se reconoce en el artículo 15 CE. La protección de la vida humana es distinta antes y después del nacimiento. Por ello, y para distinguirlo del delito de aborto, que protege también la vida humana (dependiente), conviene determinar el momento en que el ataque a la vida humana sería homicidio (después del nacimiento) y cuando sería aborto (antes del nacimiento). Así, existen numerosas posiciones que se refieren al momento de nacimiento. Para unos, se exigiría la respiración pulmonar, otros atienden al corte del cordón umbilical, mientras que la mayoría considera que ha de producirse la separación del claustro materno de manera total. Es decir, la protección de la vida humana termina cuando se pueda certificar el cese irreversible de las funciones cardiorrespiratorias (parada cardiorrespiratoria) o de las funciones encefálicas (muerte cerebral), es decir, con la muerte de la persona. El tipo básico de los delitos contra la vida humana independiente es el homicidio del art. 138 CP: «El que matare a otro será castigado, como reo de homicidio, con la pena de prisión de diez a quince años». El homicidio es la muerte de un hombre por otro hombre. Básicamente, y os doy mi punto de vista personal, el homicidio debe entenderse desde una perspectiva negativa. Es homicidio todo lo que no sea asesinato cuando se mate a alguien. Lo que siempre hago yo es valorar los requisitos del asesinato y en caso de no cumplirse, valorar la existencia de homicidio. Eso sí, siempre teniendo en cuenta que el homicidio admite el tipo imprudente mientras que el asesinato no. Pasemos a ver los requisitos de asesinato. Por supuesto, es importante resaltar que en el homicidio doloso CABE el Dolo Eventual. Asesinato Antes de analizar los diversos aspectos, conviene conocer, en relación al asesinato que de etimología árabe (hashashin), significaba históricamente fumadores de grifa que, introducidos entre las files de los Cruzados cristianos, les mataban traicioneramente. Los Derechos latinos adoptan este nombre que atiende a la forma de ejecución. Los de raíz germánica y anglosajona, prefieren hablar del resultado «muerte», en su versión criminal más grave: mord o murder, calificado tradicionalmente, en el último ordenamiento citado, como «de primer grado». El asesinato se regula en el art. 139 CP, que considera asesino (castigándole con una pena de quince a veinticinco años) al que matare a otro: Con alevosía; Por precio, recompensa o promesa; Con ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Para facilitar la comisión de otro delito o para evitar que se descubra. Artículo 139.2: «Cuando en un asesinato concurran más de una de las circunstancias previstas en el artículo anterior, se impondrá la pena de prisión de veinte a veinticinco años». Por lo tanto, la muerte de una persona concurriendo en su ejecución alguna de las circunstancias señaladas da lugar al asesinato. Si concurrieran más de una de las circunstancias, se impondría una la pena en su mitad superior (art. 139.2 CP). Con alevosía El Código nos ofrece una definición legal de alevosía en el art. 22.1.a CP: «Hay alevosía cuando el culpable comete cualquiera de los delitos contra las personas empleando en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido». Tres son las clases de alevosía: Proditoria (acechanza, celada, emboscada o trampa); Sorpresiva (sin apercibimiento, sin avisar, repentina o fulgurante); Prevalimiento (víctimas indefensas permanente o accidentalmente). Su autor es la imagen criminal del traidor (desde el Derecho romano) o del cobarde. Estas categorías mencionadas son admitidas, sin discusión, por doctrina y jurisprudencia. Sus antecedentes provienen de la certera frase “a traición y sobre seguro” de los primeros Códigos decimonónicos, especialmente consagrada en el de 1848, desde los comentarios interpretativos de Groizard. El asesino de nuestros precedentes castellanos se denominaba, precisamente, aleve. La Sentencia del Tribunal Supremo 820/2010, de 17 de septiembre, dispone: El art. 22.1 del Código penal dispone que la alevosía concurre «cuando el culpable comete cualquiera de los delitos contra las personas empleando en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido». Partiendo de esa definición legal, la jurisprudencia de esta Sala viene exigiendo los siguientes elementos para apreciar la alevosía: en primer lugar, un elemento normativo consistente en que se trate de un delito contra las personas; en segundo lugar, como requisito objetivo que el autor utilice en la ejecución medios, modos o formas que han de ser objetivamente adecuados para asegurarla mediante la eliminación de las posibilidades de defensa, sin que sea suficiente el convencimiento del sujeto acerca de su idoneidad; en tercer lugar, en el ámbito subjetivo, que el dolo del autor se proyecte no solo sobre la utilización de los medios, modos o formas empleados, sino también sobre su tendencia a asegurar la ejecución y su orientación a impedir la defensa del ofendido, eliminando así conscientemente el posible riesgo que pudiera suponer para su persona una eventual reacción defensiva de aquél; y en cuarto lugar, que se aprecie una mayor antijuridicidad en la conducta derivada precisamente del modus operandi, conscientemente orientado a aquellas finalidades (SSTS 907/2008, de 18- 12; 25/2009, de 22-1; 37/2009, de 22-1; 172/2009, de 24-2; y 371/2009, de 18-3)". Por precio, recompensa o promesa Para que se de esta circunstancia ha de existir un móvil económico o la promesa de que existirá si se realiza la conducta. Han de existir dos personas, la que ofrece y la que realiza el hecho delictivo. La Sentencia del Tribunal Supremo 435/2007, de 16 de mayo establece, en relación a la posibilidad de que el delito de asesinato pueda ser cometido con dolo eventual, lo siguiente: «Si bien es cierto que en el ámbito dogmático es mayoritaria la opinión de quienes niegan la posibilidad de un asesinato cometido por dolo eventual, no faltan propuestas que estiman perfectamente posible tal compatibilidad, distinguiendo entre el dolo referido a las circunstancias mismas —en el presente caso, el precio o recompensa—, que ha de ser abarcado por un dolo directo, y el dolo referido a la muerte, respecto del que bastaría el dolo eventual. Tal idea ha sido acogida por la propia jurisprudencia de esta misma Sala (cfr. SSTS 175/2004, 13 de febrero y 415/2004, 25 de marzo)». Con ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido El Código hace referencia al ensañamiento en el art. 22.5.a CP, como circunstancia agravante: «Aumentar deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima, causando a ésta padecimientos innecesarios para la ejecución del delito». «El ensañamiento es un concepto jurídico precisado en la Ley que no coincide necesariamente con una conceptuación coloquial o, incluso gramatical, de la propia expresión, de modo que -decíamos en la STS. 775/2005 de 12.4- los Tribunales hemos de sujetarnos a los términos en los que el Legislador lo ha definido, para determinar si, en el caso concreto sometido a enjuiciamiento, concurre o no la referida circunstancia de agravación, bien entendido que el derecho penal español está sujeto al principio de legalidad, de forma que nadie puede ser condenado sino por una conducta tipificada por Ley, previa y cierta, norma jurídica que no podrá ser objeto de interpretación extensiva o aplicación analógica, en contra del reo». El art. 139 CP se refiere al ensañamiento como agravante especifica del asesinato con la expresión "aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido", y por su parte, el art. 22.5a, sin utilizar el término, considera circunstancia agravante genérica "aumentar deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima, causando a ésta padecimientos innecesarios para la ejecución del delito". En ambos casos se hace referencia a una forma de actuar en la que el autor, en el curso de la ejecución del hecho, además de perseguir el resultado propio del delito, en el asesinato la muerte de la víctima causa, de forma deliberada otros males que exceden a los necesariamente unidos a la acción típica, por lo tanto innecesarios objetivamente para alcanzar el resultado buscando la provocación de un sufrimiento añadido a la víctima, "la maldad brutal sin finalidad", en clásica definición de la doctrina penalista, males innecesarios causados por el simple placer de hacer daño, lo que supone una mayor gravedad del injusto típico. Asesinato cualificado La reforma operada por la LO 1/2015 ha incorporado un nuevo art. 140 CP, con la siguiente redacción: «1. El asesinato será castigado con pena de prisión permanente revisable cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias: 1.a Que la víctima sea menor de dieciséis años de edad, o se trate de una persona especialmente vulnerable por razón de su edad, enfermedad o discapacidad. 2.a Que el hecho fuera subsiguiente a un delito contra la libertad sexual que el autor hubiera cometido sobre la víctima. 3.a Que el delito se hubiera cometido por quien perteneciere a un grupo u organización criminal. 2. Al reo de asesinato que hubiera sido condenado por la muerte de más de dos personas se le impondrá una pena de prisión permanente revisable. En este caso, será de aplicación lo dispuesto en la letra b) del apartado 1 del artículo 78 bis y en la letra b) del apartado 2 del mismo artículo». Lesiones El origen histórico del delito de lesiones se remonta al antiguo Derecho germánico que disponía el pago de un resarcimiento por la producción de un agravio contra una persona (wergel, fredus). La moderna clasificación del Título dedicado a las lesiones en nuestro vigente CP proviene de la importante reforma operada por la LO 3/1989, que eliminó el criterio del casuismo y agravó la acción delictiva de lesionar por el empleo de determinados medios peligrosos o la concurrencia de determinadas circunstancias agravantes (alevosía, ensañamiento). También permitió un mayor arbitrio judicial. El Título III del Libro II del Código Penal lleva por rúbrica «De las lesiones» (arts. 147-156 bis CP), donde se recogen los delitos de lesiones. El bien jurídico protegido en estos delitos es la integridad corporal o la salud física o mental, como señala el art. 147.1 CP. La principal diferencia entre las lesiones y el homicidio (o asesinato) consiste en que en las lesiones, el menoscabo a la salud de una persona se ha de realizar sin ánimo de matar (animus necandi), sino que ha de serlo con ánimo de lesionar (animus laedendi). Conforme a lo dispuesto en el art. 147.1 y 2 CP nos encontramos con dos modalidades de lesiones básicas: Delito de lesiones, verdadero tipo básico del Título (art. 147.1 CP). Delitos leves de lesiones como subtipos atenuados que sustituyen a la desaparecida falta de lesiones (art. 147.2 y 3CP). Así, desaparecen las faltas de lesiones, finalizando con la pretérita una «doble ubicación» que mantenían las lesiones, incorporándose en el catálogo de delitos leves. Las lesiones de menor gravedad, que no requieren tratamiento médico o quirúrgico, se sancionarán en el tipo atenuado del apartado 2 del art. 147. Se tipifica también como delito leve «el que golpeare o maltratare de obra a otro sin causarle lesión», esto es, la antigua falta del apartado 2 del art. 617, que se agrava en el caso de víctimas vulnerables por el art. 153, al igual que las lesiones leves del apartado 2 del art. 147. De este modo, el art. 147.1 CP tras la redacción introducida por la LO 1/2015 considera reo de delito de lesiones a el que, por cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física o mental, y lo castiga con la pena de prisión de tres meses a tres años o multa de seis a doce meses, siempre que la lesión requiera objetivamente para su sanidad, además de una primera asistencia facultativa, tratamiento médico o quirúrgico. La simple vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento médico. La Sentencia del Tribunal Supremo 79/2009, de 10 de febrero señala: «Como hemos dicho en la STS. 261/2005 de 28.2 según la más reciente posición de la Organización Mundial de la Salud, las lesiones o padecimientos que constituyen una enfermedad no sólo son las que se derivan de una agresión material con resultado de daños físicos, sino también cualquier otra forma de agresión que ocasione padecimientos o secuelas físicas o psíquicas. De conformidad con estas modernas orientaciones, ya el artículo 147.1 del Código Penal, castiga al que, por cualquier medio o procedimiento causare a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física o mental, estableciendo como elemento objetivo del injusto la necesidad de una asistencia facultativa o tratamiento médico o quirúrgico. Bien entendido que tratándose de menoscabo de la salud psíquica, la Ley no exige en modo alguno que dicho menoscabo sea de carácter permanente. Por lo tanto, cabe considerar que un menoscabo transitorio de la salud mental es suficiente para configurar la gravedad requerida por el tipo del delito de lesiones. Por otra parte, el menoscabo no debe alcanzar la gravedad de una enfermedad mental. La Ley exige solo una alteración del equilibrio psíquico no irrelevante». La estructura típica objetiva común de estos delitos, según la definición legal contenida en el tipo básico del art. 147 CP, consiste en causar «a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física o mental». Ahora bien, existirá una importante distinción en cuanto a la intensidad de la lesión, diferenciando el art. 147.2 CP aquellos actos que por cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión no incluida en el apartado anterior, será castigado con la pena de multa de uno a tres meses. Finalmente, el que golpeare o maltratare de obra a otro sin causarle lesión, será castigado con la pena de multa de uno a dos meses (art. 147.3 CP). Esta distinción no solo tiene efectos penológicos importantes, sino también procesales en cuanto a la perseguibilidad del delito, pues, conforme a lo establecido en el art. 147.4 CP Los delitos previstos en los dos apartados anteriores solo serán perseguibles mediante denuncia de la persona agraviada o de su representante legal. Se puede cometer el delito de lesiones en comisión por omisión, dado que las lesiones son un delito de resultado, es necesario que concurra la posición de garante del autor y que la no evitación del resultado equivalga, según el sentido del texto de la norma, a su causación (art. 11 CP). La provocación, la conspiración y la proposición para cometer los delitos de lesiones dolosos se castigan en el art. 151 CP con pena inferior en uno o dos grados a la del delito correspondiente. Tipo básico Como ya hemos expuesto, el tipo básico de lesiones se regula en el párrafo 1.o del número 1 del art. 147, según el cual: «El que, por cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física o mental, será castigado, como reo del delito de lesiones con la pena de prisión de tres meses a tres años o multa de seis a doce meses, siempre que la lesión requiera objetivamente para su sanidad, además de una primera asistencia facultativa, tratamiento médico o quirúrgico. La simple vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento médico». En relación al tratamiento médico, la Sentencia del Tribunal Supremo 261/2005, de 28 de febrero, establece: «Por tratamiento medico debe entenderse, como reiteradamente ha declarado esta Sala, aquel sistema que se utiliza para curar una lesión o enfermedad o para tratar de reducir sus consecuencias si aquella no es curable. Existe ese tratamiento, desde el punto de vista penal, en toda actividad posterior tendente a la sanidad de las personas, si está prescrita por médico. Es indiferente que tal actividad posterior la rechace el propio médico o la encomiende a auxiliares sanitarios, también cuando se imponga la misma al paciente, por la prescripción de fármacos o por la fijación de comportamientos a seguir (dietas, rehabilitación) aunque debe quedar al margen de lo que es tratamiento médico, el simple diagnóstico o la pura prevención médica». En el número 2 del art. 147 CP se establece una atenuación para el que, por cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión no incluida en el apartado anterior, será castigado con la pena de multa de uno a tres meses. Se trata de un tipo subsidiario atenuado que castiga aquellas lesiones que no requieran tratamiento médico o quirúrgico, sino solamente una primera asistencia facultativa. El apartado 3 del art. 147 CP introduce un nuevo tipo atenuado de lesiones consistente en golpear o maltratar de obra sin causar lesión. Se trata de una reconversión a delito leve de la anterior falta de lesiones. Aunque el legislador nos indica que se ha preferido optar por una despenalización de las faltas de lesiones leves, lo cierto es que el precepto se agrava con el cambio, transformándose una conducta que anteriormente era simplemente una falta en un verdadero delito leve, sin que se recurra a otras instancias judiciales menos gravosas para el sujeto. Como ya se ha expuesto supra, conforme a lo señalado en el art. 147.4 CP los dos tipos privilegiados solamente serán perseguibles a instancia de parte. Se establece en el art. 148 CP una serie de supuestos que, referidos al art. 147.1 CP, agravan su sanción con la pena de prisión de dos a cinco años, «atendiendo al resultado causado o riesgo producido». Se pueden clasificar: 1.Por los medios o formas de ejecución: Si en la agresión se utilizan armas, instrumentos, objetos, medios, métodos o formas concretamente peligrosas para vida o la salud, física o psíquica, del lesionado. Si hubiera mediado ensañamiento o alevosía. 2.Por las víctimas: Si fuere menor de 12 años o incapaz. Si fuere o hubiere sido esposa, o mujer que estuviere o hubiere estado ligada al autor por una análoga relación de afectividad, aun sin convivencia. Si fuera una persona especialmente vulnerable que conviva con el autor. Tipos cualificados por el resultado gravísimo Los arts. 149 y 150 CP establecen unos tipos de lesiones cualificados por los resultados gravísimos. En el art. 149 se castiga con pena de prisión de 6 a 12 años al «que causare, por cualquier medio o procedimiento, la pérdida o la inutilidad de un órgano o miembro principal, o de un sentido, la impotencia, la esterilidad, una grave deformidad, o una grave enfermedad somática o psíquica» (apartado 1); mientras que en el apartado 2 del mismo precepto, con la misma pena se castiga la mutilación genital. Las lesiones imprudentes están previstas en el art. 152 CP: «1. El que por imprudencia grave causare alguna de las lesiones previstas en los artículos anteriores será castigado, en atención al riesgo creado y el resultado producido: 1.o Con la pena de prisión de tres a seis meses o multa de seis a dieciocho meses, si se tratare de las lesiones del apartado 1 del artículo 147. 2.o Con la pena de prisión de uno a tres años, si se tratare de las lesiones del artículo 149. 3.o Con la pena de prisión de seis meses a dos años, si se tratare de las lesiones del artículo 150. Si los hechos se hubieran cometido utilizando un vehículo a motor o un ciclomotor, se impondrá asimismo la pena de privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores de uno a cuatro años. Si las lesiones se hubieran causado utilizando un arma de fuego, se impondrá también la pena de privación del derecho al porte o tenencia de armas por tiempo de uno a cuatro años. Si las lesiones hubieran sido cometidas por imprudencia profesional, se impondrá además la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo por un período de seis meses a cuatro años. 2. El que por imprudencia menos grave causare alguna de las lesiones a que se refieren los artículos 149 y 150 será castigado con una pena de multa de tres meses a doce meses. Si los hechos se hubieran cometido utilizando un vehículo a motor o un ciclomotor, se podrá imponer también la pena de privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores de tres meses a un año. Si las lesiones se hubieran causado utilizando un arma de fuego, se podrá imponer también la pena de privación del derecho al porte o tenencia de armas por tiempo de tres meses a un año. El delito previsto en este apartado sólo será perseguible mediante denuncia de la persona agraviada o de su representante legal». En cuando a las lesiones imprudentes, se estima oportuno reconducir las anteriores faltas de lesiones por imprudencia leve hacia la vía jurisdiccional civil, de modo que solo serán constitutivas de delito las lesiones graves por imprudencia grave (apartado 1 del art. 152), así como el delito de lesiones graves por imprudencia menos grave, que entrarán a formar parte del catálogo de delitos leves (apartado 2 del artículo 152 del Código Penal). Se recoge así una modulación de la imprudencia delictiva entre grave y menos grave, lo que dará lugar a una mejor graduación de la responsabilidad penal en función de la conducta merecedora de reproche, pero al mismo tiempo permitirá reconocer supuestos de imprudencia leve que deben quedar fuera del Código Penal. Violencia de género y violencia doméstica La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (BOE núm. 313, de 29 de diciembre), reformó el contenido del artículo 153 CP, nuevamente modificado por la LO 1/2015, estableciendo la redacción actual. El art. 1 de la citada LO 1/2004, establece que: La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. Por esta Ley se establecen medidas de protección integral cuya finalidad es prevenir, sancionar y erradicar esta violencia y prestar asistencia a sus víctimas. La violencia de género a que se refiere la presente Ley comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluida las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad. El que por cualquier medio o procedimiento causare a otro menoscabo psíquico o una lesión de menor gravedad de las previstas en el apartado 2 del art. 147, o golpeare o maltratare de obra a otro sin causarle lesión, cuando la ofendida sea o haya sido esposa, o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad aun sin convivencia, o persona especialmente vulnerable que conviva con el autor, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o de trabajos en beneficios de la comunidad de treinta y uno a ochenta días y, en todo caso, privación del derecho a la tenencia y porte de armas de un año y un día a tres años, así como, cuando el juez o tribunal lo estime adecuado al interés del menor o persona con discapacidad necesitada de especial protección, inhabilitación para el ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento hasta cinco años. En este caso nos encontramos, junto con el art. 148.4 CP, con un hecho delictivo que puede enmarcarse dentro de la denominada violencia de género o violencia machista, es decir, violencia del hombre contra la mujer es o ha sido su cónyuge o ha mantenido una equiparable relación de afectividad (v.gr. noviazgo) con él. En estos supuestos, automáticamente, las lesiones consideradas en el art. 147 CP como delito leve pasan a formar parte del elenco de delitos menos grave Respecto a la LO 1/2004, la principal problemática que ha suscitado la reforma en materia de violencia de género se encuentra en la constitucionalidad de la misma respecto al principio de igual del art. 14 CE. La doctrina mayoritaria ha venido en entender que esta distinción se trata de una discriminación positiva penal. Otros autores, sin embargo, han entendido que el legislador ha articulado acciones correctoras a fin de proteger un bien jurídico diferente que, en este caso, sería la discriminación por razones de género. Las cuestiones de inconstitucionalidad se han referido exclusivamente al art. 153 CP, en el que se castiga con mayor pena exclusivamente la conducta del varón. La primera de las sentencias que analiza la constitucionalidad de la ley, y cuya línea han continuado las siguientes sentencias, es la STC 59/2008. En ella se analiza el art. 153.1 CP, y el TC termina por considerar, por mayoría de siete votos contra cinco, ajustada a derecho la norma, la cual entiende que no vulnera el principio de igualdad establecido en el art. 14 CE. Según expone el TC, la discriminación positiva contenida en el precepto del CP, es plenamente constitucionalidad por no quebrantar el principio de igualdad, por cuanto es proporcional al fin pretendido, y el fin de la ley está ampliamente justificado debido al aumento de las víctimas de violencia de género en un argumento ciertamente utilitarista. Sin embargo, en los últimos años el TS ha cambiado completamente de dirección, dejando de admitir la necesidad probatoria del ánimo de subyugación machista, entendiendo que no corresponde a la parte acusadora probar la intencionalidad, sino que basta que pruebe los elementos relativos a la relación de pareja y los constitutivos del delito (agresión, amenaza o coacción). Por tanto, actualmente no se exige la concurrencia de un ánimo de dominación machista para la imputación de los delitos de violencia de género, lo que ofrece mayores interrogantes acerca de la posible aplicación del art. 22.4 CP para agravar estos delitos. Debemos entender la imposibilidad de aplicación de la agravante en estos delitos, puesto que aunque no se configure como un elemento subjetivo del tipo penal, sí que podría considerarse un elemento objetivo del tipo penal por lo que de aplicar ambos preceptos se incurriría en vulneración del principio non bis in ídem. Por otra parte, en el art. 153 CP también se regulan algunos aspectos de la denominada violencia doméstica, esto es, la violencia física o psíquica ejercida sobre los miembros más vulnerables del núcleo familiar. Además de ello, si la víctima del delito fuera una persona especialmente vulnerable que conviviera con él (por ejemplo, menores de edad o persona con discapacidad conforme a lo dispuesto en el art. 25 CP) las penas pasarán a ser diferentes. Nótese que lo fundamental en el tipo penal no es la relación de parentesco (que sí tendrá importancia en el apartado 2 del artículo), sino la convivencia con el autor y la especial vulnerabilidad del sujeto pasivo. Finalmente, conforme a lo dispuesto en el art. 153.2 CP, si la víctima del delito previsto en el apartado anterior fuere alguna de las personas a que se refiere el art. 173.2, exceptuadas las personas contempladas en el apartado anterior de este artículo, el autor será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o de trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a ochenta días y, en todo caso, privación del derecho a la tenencia y porte de armas de un año y un día a tres años, así como, cuando el Juez o Tribunal lo estime adecuado al interés del menor o persona con discapacidad necesitada de especial protección, inhabilitación para el ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento de seis meses a tres años. Aquí se establece una agravación por motivos de parentesco, dentro de la denominada violencia doméstica. Las penas previstas en los apartados 1 y 2 se impondrán en su mitad superior cuando el delito se perpetre en presencia de menores (víctimas indirectas), o utilizando armas, o tenga lugar en el domicilio común o en el domicilio de la víctima, o se realice quebrantando una pena de las contempladas en el artículo 48 de este Código o una medida cautelar o de seguridad de la misma naturaleza. No obstante lo previsto en los apartados anteriores, el Juez o Tribunal, razonándolo en sentencia, en atención a las circunstancias personales del autor y las concurrentes en la realización del hecho, podrá imponer la pena inferior en grado. Detención ilegal y secuestro En el Capítulo I «De las detenciones ilegales y secuestros» (arts. 163-168) se recogen una serie de figuras delictivas que cercenan la libertad de la persona en lo que es, en palabras de la STS de 13 de diciembre de 1996, «el don más preciado después de la propia vida». El bien jurídico protegido es la libertad deambulatoria o de movimiento, que es una singular forma de manifestación de la libertad de actuación o de comportamiento del ser humano. Es un delito instantáneo que, por tanto, puede ser consumado en el instante mismo en que la detención se produce, aunque el principio de ofensividad exige una mínima duración de la acción típica; y permanente, por cuanto la situación antijurídica se mantiene hasta la liberación de la víctima, por lo cual cabe, en cualquier momento, la legítima defensa y admite la participación posterior a la consumación. Delito eminentemente activo, aunque es posible la comisión por omisión (actuar precedente: dejar a alguien encerrado por accidente o imprudencia y no contestar a sus súplicas). Se acepta la comisión mediante «medios indirectos», es decir, privando al sujeto pasivo de los medios necesarios para ejercer sus movimientos ambulatorios de manera permanente, como es el caso de una silla de ruedas, un bastón, o cualquier otro instrumento que sirva necesariamente para otorgar libertad de movimiento ambulatoria absoluta al sujeto. El delito se consuma desde la aprehensión de la víctima, haciéndola perder su capacidad de movimiento, de desplazamiento o ambulatoria. Se impide, de este modo, el libre albedrío en la proyección exterior y física de la persona humana o se limita su movilidad. Se distingue de la coacción, según criterio jurisprudencial asentado, por la exigencia de un cierto lapso de tiempo, que no puede ser, por extenso, superior a los plazos de detención marcados en la LECrim (24-72 horas). Respecto a la diferenciación entre las detenciones ilegales y las coacciones, se ha puesto de manifiesto que las detenciones ilegales no pueden ser consideradas un delito de consumación instantánea, sino que tal característica se predicaría del tipo, subsidiario a estas, de coacciones. De este modo, las detenciones ilegales requieren de un periodo de tiempo más amplio que el establecido para las coacciones. Sin embargo, la determinación de tal periodo parece difícil de objetivarse, por lo que el autor citado recurre, acertadamente, a un criterio más objetivo para diferenciar ambos tipos delictivos: la disponibilidad de la víctima por parte del sujeto activo. De esta manera, la consumación de las detenciones ilegales no se produciría de forma instantánea, automática, al primer despliegue de actos externos de sujeción sobre el sujeto pasivo. La consumación llegaría con la consolidación de la situación antijurídica, cuya forma externa se configura con la disponibilidad efectiva de la persona de la víctima para los fines pretendidos con la acción, es decir, encerrar o detener (por ejemplo, cuando el coche donde se ha introducido a la víctima se cierra o arranca). Por otra parte, según jurisprudencia del TS, en aquellos supuestos en los que existan elementos de convicción del interés en encerrar o detener por parte del actuante (por ejemplo, tener preparado un vehículo, o pertrechos para el aseguramiento de la víctima, tales como cinta adhesiva, cuerdas, etc.), la calificación como detención ilegal es posible. La regulación vigente se encuentra en los artículos 163 a 168. Podemos clasificar los delitos previstos en estos artículos del siguiente modo: un tipo básico (art. 163.1), el secuestro (art. 164), un tipo privilegiado común a detenciones y secuestros (art. 163.2), un tipo privilegiado específico (art. 163.4), los tipos agravados comunes a detenciones y secuestros (arts. 163.3 y 165), un tipo agravado de desaparición forzada (art. 166), y las detenciones injustificadas realizadas por funcionario (art. 167). Tipo básico El particular que encerrare o detuviere a otro, privándole de su libertad, será castigado con la pena de prisión de cuatro a seis años». Art. 163.1 CP Es un delito común, por lo que sujeto activo puede serlo cualquier persona (el «particular» dice el Código). También puede ser sujeto pasivo cualquier persona, salvo los menores de edad, las personas con discapacidad o funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones, que tienen un régimen especial previsto en el art. 165. Las conductas típicas son: «encerrar», es decir, meter a alguien en un lugar del que no pueda salir; o «detener». Señala la STS 1411/2004, de 30 de noviembre: «Los verbos nucleares del tipo son “encerrar” y “detener”». En ambos casos se priva al sujeto pasivo de la posibilidad de trasladarse de lugar según su voluntad. En ambos casos se limita ostensiblemente el derecho a la deambulación, en tanto se impide de alguna manera el libre albedrío en la proyección exterior y física de la persona humana. Si encerrar supone la privación de la libre deambulación porque se tiene a la persona dentro de los límites espaciales del largo, ancho y alto. Detener en cambio implica también esa limitación funcional aunque de distinta forma ya que, sin necesidad de encerrar materialmente, se obliga a la inmovilidad, no necesariamente con violencia o intimidación (STS. 28 de noviembre de 1994). Dicho delito se proyecta desde tres perspectivas. El sujeto activo que dolosamente limita la deambulación de otro, el sujeto pasivo que anímicamente se ve constreñido —físicamente impedido— en contra de su voluntad, y por último el tiempo como factor determinante de esa privación de libertad, aunque sea evidente que la consumación se origina desde que la detención se produce. El tipo básico descrito en el art. 163 CP. Es un delito que se caracteriza por la concurrencia de los siguientes requisitos: El elemento objetivo del tipo consistente en la privación de la libertad deambulatoria de la persona. Y que esa privación de libertad sea ilegal. El elemento subjetivo del tipo, el dolo penal, consiste en que la detención se realice de forma arbitraria injustificada, siendo un delito eminentemente intencional en el que no cabe la comisión por imprudencia Secuestros El secuestro de una persona exigiendo alguna condición para ponerla en libertad, será castigado con la pena de prisión de seis a diez años. Si en el secuestro se hubiera dado la circunstancia del artículo 163.3, se impondrá la pena superior en grado, y la inferior en grado si se dieren las condiciones del artículo 163.2. Art. 164 CP El secuestro es un supuesto agravado de detención ilegal en el que se exige alguna condición para poner a una persona en libertad. Señala la doctrina que «la exigencia de una condición para la libertación de la víctima es elemento fundamental del tipo. El rescate forma parte de la idea criminal. A diferencia del precio, ya estudiado, la condición para poner en libertad no precisa ser únicamente de carácter económico; puede darse cualquier deseo o concretarse en toda petición teóricamente realizable, por ej. el acercamiento de los presos terroristas de ETA a las prisiones vascas («caso Ortega Lara»). En el «caso Anabel Segura» [...] se aplicó este tipo aunque la solicitud de dinero a la familia se realizó cuando ya había sido asesinada. Se entendió que no era necesario cumplir la condición, imposible en este supuesto, sino que basta que ello mueva a quien paga. Es de destacar que la pena a imponer, si el secuestro hubiera durado más de quince días, será la prisión de diez a quince años. Mientras que si se diera libertad al secuestrado antes de los tres primeros días de su detención, se impondrá la pena de prisión de tres a seis años. Tipo privilegiado común a detenciones ilegales y secuestros Si el culpable diera libertad al encerrado o detenido dentro de los tres primeros días de su detención, sin haber logrado el objeto que se había propuesto, se impondrá la pena inferior en grado. Art. 163.2 CP Tipo privilegiado específico El particular que, fuera de los casos permitidos por las leyes, aprehendiere a una persona para presentarla inmediatamente a la autoridad, será castigado con la pena de multa de tres a seis meses. Art. 163.4 CP Los artículos 490 y concordantes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal establecen los supuestos en los que está permitido detener a una persona. Por lo tanto, este tipo privilegiado específico viene a tipificar la conducta de quien, fuera de esos supuestos establecidos legalmente, detiene a una persona para presentarla inmediatamente a la autoridad. Tipos agravados comunes a detenciones y secuestros Se impondrá la pena de prisión de cinco a ocho años si el encierro o detención ha durado más de quince días. Art. 163.3 CP Otra agravación común a detenciones ilegales y secuestros se establece en el siguiente artículo: Las penas de los artículos anteriores se impondrán en su mitad superior, en los respectivos casos, si la detención ilegal o secuestro se ha ejecutado con simulación de autoridad o función pública, o la víctima fuere menor de edad o persona con discapacidad necesitada de especial protección o funcionario público en el ejercicio de sus funciones. Art. 165 CP La referencia al término «persona con discapacidad necesitada de especial protección» ha sido introducida en sustitución de la anterior referencia al término «incapaz», conforme establece el número doscientos cincuenta y ocho del artículo único de la LO 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la LO 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal (BOE, 31 marzo). Es decir, por un lado se prevé la agravación como consecuencia de que el sujeto activo realiza la detención ilegal o el secuestro con simulación de autoridad o función pública. Mientras que, en el otro supuesto se atiende a la víctima, cuando es menor de edad, incapaz o funcionario público en el ejercicio de sus funciones, que son protegidos de manera especial. Agresiones y abusos sexuales Las agresiones sexuales se comprenden en Capítulo I (arts. 178-180). Contienen un tipo básico (art. 178), un tipo cualificado (el delito de violación del art. 179) y un tipo agravado específico (art. 180), que contiene diversas agravaciones de las conductas descritas en el tipo básico y cualificado. Tipo básico El elemento esencial del tipo básico es que la lesión del bien jurídico se realice utilizando violencia o intimidación. Sujeto activo puede ser cualquier persona. Sujeto pasivo (salvo lo que establecen los arts. 179 y 180) también puede serlo cualquier persona. Tanto en el tipo básico como en el agravado, el cometido contra la libertad sexual de otra persona ha de realizarse utilizando violencia o intimidación, lo que los diferencia de los abusos sexuales que, precisamente, se definen como conductas que atentan contra la libertad sexual de una persona sin violencia o intimidación. El que atentare contra la libertad sexual de otra persona, utilizando violencia o intimidación, será castigado como responsable de agresión sexual con la pena de prisión de uno a cinco años. Art. 178 CP En este sentido, suele tratarse de tocamientos indeseados, pero la entidad de los mismos ha de alcanzar cierta relevancia. Respecto a la entidad que deben tener tales tocamientos, STS 147/2007, de 8 de marzo, indica: «...Pues si bien es cierto que nuestro Código Penal, no exige que estos actos sexuales tengan cierta relevancia desde el punto de vista del bien jurídico protegido, como sucede en derecho comparado, la pena conminada de dos a seis años de prisión, resulta indicativa de estar contemplando conductas de especial entidad. La jurisprudencia, en ocasiones ha estimado contrario a los principios de proporcionalidad de la pena y de mínima intervención del derecho penal, que cualquier acto de tocamiento con ánimo libidinoso no consentido integrara la figura delictiva del abuso sexual, de modo que debía atenderse a la intensidad de los actos de tocamiento, su carácter fugaz, y los datos objetivos de tiempo y lugar concurrentes (cifr. STS 832/2007 de 5 de octubre). En su consecuencia, los actos de inequívoco carácter sexual como tocamientos en la zona vaginal o pectoral, idóneos para menoscabar la indemnidad sexual de las víctimas, integran la conducta de abuso sexual del artículo 183.1 del Código Penal (STS núm. 490/2015, de 15 de mayo)». En relación a la violencia, la STS 1546/2002, de 23 de septiembre, establece: «Y la consideración de violenta de la conducta que examinamos se corresponde con la doctrina de esta Sala en supuestos parecidos al que ahora examinamos. Así, en la Sentencia 1714/2001, de 2 Oct. se dice que la violencia típica del delito del art. 178 del Código Penal es aquélla que haya sido idónea para impedir al sujeto pasivo actuar según su propia autodeterminación. Y en la Sentencia 449/2000, de 4 Sep. se declara que esta Sala ha perfilado los elementos integrantes de la violencia, en sentencias de 18 Oct. 1993, 28 Abr. y 21 May. 1998, y en la sentencia 1145/98 de 7 Oct., estimando que equivale a acometimiento, coacción o imposición material, e implica una agresión real más o menos violenta, o por medio de golpes, empujones, desgarros, es decir, fuerza eficaz y suficiente para vencer la voluntad de la víctima». La intimidación supone el empleo de cualquier forma de vis psíquica que lleva al sujeto pasivo a ceder a los propósitos del agente ante el anuncio de un mal inminente y grave, racional y fundado, capaz de modificar la decisión libre de la víctima. En relación a la intimidación y su alcance, la STS 978/2002, de 23 de mayo, establece: «La intimidación integra un fenómeno psicológico consistente en atemorizar a alguien con la producción de un mal, de forma que intimidación es sinónimo en lo esencial de aterrorizar (SS.T.S. de 12 Dic. 1991 y 11 Feb. 1994). La violación o agresión sexual con acceso carnal mediante procedimiento intimidatorio supone el empleo de cualquier medio de coacción, amenaza o amedrentamiento, uso de “vis compulsiva” o “vis psyquica” que compele a ceder a los propósitos lascivos del agente ante el anuncio o advertencia de un mal inminente y grave, racional y fundado, capaz de provocar la anulación de los resortes defensivos o contrarrestadores de la ofendida, perturbando seria y acentuadamente su facultad volitiva. Cuando la agresión sexual consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías, el responsable será castigado como reo de violación con la pena de prisión de seis a 12 años. Art. 179 CP Se tipifica en este tipo la violación que puede consistir en el acceso carnal, por las diversas vías que señala el precepto (vaginal, anal o bucal); así como en la introducción de miembros corporales u objetos por vía vaginal o anal («por alguna de los primeras vías», señala el precepto). Se trata de tipos de mera actividad que se consuman con la realización de los tocamientos en el tipo básico y con la penetración, de órgano sexual masculino por vía vaginal, anal o bucal, o de objetos por las dos primeras vías, en el supuesto del tipo cualificado. Cabe la tentativa inacabada que en el tipo básico se producirá cuando, ejercitada la violencia o intimidación, la conducta sexual no llega a realizarse. En el caso del tipo cualificado, en ocasiones el TS ha calificado esta conducta como constitutiva de la antigua frustración (tentativa acabada), cuando la penetración no resulta posible por desproporción de los órganos sexuales lo que suele suceder en los casos de víctima menor de edad. En cuanto a la resistencia de la víctima, aunque la pretérita jurisprudencia aludía a la necesidad de su consideración como parte de la falta de consentimiento, actualmente se entiende que no forma parte de tipo objetivo del delito de violación. La falta de resistencia puede deberse exclusivamente a la intimidación o coacción utilizada por el sujeto activo, bastando demostrar la falta de consentimiento en el acto sexual. En cuanto a la resistencia de la víctima, expone Lamarca Pérez (2017), no se requiere ni mucho menos que esta sea heroica señalando la jurisprudencia mayoritaria que basta con que sea seria o, como indica la STS de 16 de mayo de 1995, razonable, esto es, que exteriorice claramente la oposición a realizar la conducta sexual (en este sentido, vid. las STS de 20 de noviembre de 1996, 9 de febrero y 7 de octubre de 1998 y, especialmente, la de 2 de octubre de 2006 que declara irrelevante la intensidad de la resistencia), incluso aunque inicialmente la hubiera consentido (STS de 23 de diciembre de 2010), debiendo ponderarse en cada caso las circunstancias de edad, fuerza física de agresor y agredido, lugar del hecho, etc. Tipo agravado «1. Las anteriores conductas serán castigadas con las penas de prisión de cinco a diez años para las agresiones del artículo 178, y de doce a quince años para las del artículo 179, cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias: 1a Cuando la violencia o intimidación ejercidas revistan un carácter particularmente degradante o vejatorio. 2a Cuando los hechos se cometan por la actuación conjunta de dos o más personas. 3a Cuando la víctima sea especialmente vulnerable, por razón de su edad, enfermedad, discapacidad o situación, salvo lo dispuesto en el artículo 183. 4a Cuando, para la ejecución del delito, el responsable se haya prevalido de una relación de superioridad o parentesco, por ser ascendiente, descendiente o hermano, por naturaleza o adopción, o afines, con la víctima. 5a Cuando el autor haga uso de armas u otros medios igualmente peligrosos susceptibles de producir la muerte o alguna de las lesiones previstas en los artículos 149 y 150 de este código penal, sin perjuicio de la pena que pudiera corresponder por la muerte o lesiones causadas. 2. Si concurrieren dos o más de las anteriores circunstancias, las penas previstas en este artículo se impondrán en su mitad superior Art. 180 CP. En este artículo agrava la pena de los delitos de los arts. 178 y 179 cuando concurren las diversas circunstancias que señala .Si bien todas las circunstancias son referidas al modo de comisión, podemos distinguir en relación al autor y a la víctima. En relación al autor: Actuación conjunta de dos o más personas (art. 180.1.2a). Debe recordarse que autor es cualquiera que realiza actos típicos, por lo que cuando uno ejerce la fuerza o la intimidación y el otro realiza los actos sexuales no deseados, ambos son coautores y, por tanto, se aplica esta agravante, incluso si solo uno de ellos tiene acceso carnal, en cuyo caso de aplicaría a ambos esta agravante en la modalidad del delito de violación. Prevalerse el responsable de una relación de superioridad o parentesco con la víctima (art. 180.1.4a). Uso de armas u otros medios igualmente peligrosos susceptibles de producir la muerte o graves lesiones (art. 180.1.5a). En relación a la víctima: Cuando sufra el ejercicio de violencia o intimidación que reviste un carácter particularmente degradante o vejatorio (art. 180.1.1a). Casos en los que se vulnera la dignidad de la víctima. Toda agresión sexual conlleva ya una conducta degradante para la víctima, por ello para la aplicación de este subtipo agravado la degradación o vejación debe ir referida a la violencia o intimidación, esto es, a los medios o formas empleadas bien para doblegar la voluntad del sujeto pasivo, bien para causar daños innecesarios, pero el tenor literal excluye que pueda ser aplicada a los modos de realización de las conductas sexuales. Los abusos sexuales se comprenden en Capítulo II (arts. 181-182). Contienen un tipo básico (art. 181.1), y otros tipos que se refieren a: a) abusos sexuales contra personas privadas de sentido o con un trastorno mental o uso de fármacos, drogas u otras sustancias (art. 181.2), b) abusos sexuales con prevalimiento de situación de superioridad (art. 181.3), y, c) abusos sexuales mediante engaño (art. 182.1). Tipo básico La conducta descrita consiste en realizar actos que atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona pero, a diferencia de las agresiones sexuales, en este caso sin violencia o intimidación. Las conductas susceptibles de encuadrarse en este tipo delictivo han de consistir en contactos de carácter sexual con el cuerpo de la víctima sin violencia o intimidación y sin que medie su consentimiento. En relación con los abusos sexuales, las características definitorias del tipo del art. 181.1 y el consentimiento de la víctima, la STS 1097/2007, de 18 de diciembre, señala: «Es conocida la crítica expuesta por los autores a la técnica legislativa -un tanto compleja- empleada por el legislador para definir esta figura penal, pues, como ha declarado, una conocida autora, "una primera lectura del citado precepto hace difícil imaginar en qué clase de comportamiento estaría pensando el legislador cuando lo redactó", habida cuenta de que, en su ejecución, no debe concurrir violencia ni intimidación, tampoco el consentimiento de la víctima, así como los supuestos de que ésta sea menor de trece años, esté privada de sentido o tuviere un trastorno mental del que abusare el sujeto pasivo, por constituir éstos un subtipo agravado de esta figura penal. De ahí que dicha autora estime que las conductas típicas del art. 181.1 del Código Penal se reducirían prácticamente a los supuestos de "incapacidad para resistir" por parte de la víctima y a los denominados "abusos por sorpresa" (besos fugaces, tocamientos sorpresivos aprovechando lugares y situaciones de aglomeración, etc.), si bien pone de relieve la 1. El que, sin violencia o intimidación y sin que medie consentimiento, realizare actos que atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona, será castigado, como responsable de abuso sexual, con la pena de prisión de uno a tres años o multa de dieciocho a veinticuatro meses. Art. 181.1 CP cautela con que deben enjuiciarse este tipo de conductas, por el riesgo de llegar a calificar como delictivos determinados comportamientos que, por su nimiedad, no deben pasar de la consideración de meros actos burdos o groseros». Robo El Capítulo II, titulado «De los robos» (arts. 237-242), contiene los delitos de robo con fuerza en las cosas y los robos con violencia o intimidación en las personas. «Son reos del delito de robo los que, con ánimo de lucro, se apoderaren de las cosas muebles ajenas empleando fuerza en las cosas para acceder o abandonar el lugar donde éstas se encuentran o violencia o intimidación en las personas, sea al cometer el delito, para proteger la huida, o sobre los que acudiesen en auxilio de la víctima o que le persiguieren». Art. 237 CP Robo con fuerza en las Los supuestos que se consideran robo con fuerza en las cosas son los siguientes (238): Escalamiento o acceso por vía no destinada al efecto. Rompimiento de pared, techo, suelo o fractura de puerta o ventana. cosas Fractura de armarios, arcas u otra clase de muebles u objetos cerrados o sellados, o forzamiento de sus cerraduras o descubrimiento de sus claves para sustraer su contenido. Uso de llaves falsas. Inutilización de sistemas específicos de alarma o guarda. Se aplica esta figura tanto si la fuerza se despliega antes, como después de sustraído el objeto del delito, novedad incorporada en aquella reforma normativa. No constituye escalamiento la entrada en el inmueble por la vía no destinada para ello, con anterioridad al nacimiento de la idea delictiva. Por los mismos motivos, sólo se aprecia la ruptura del inmueble, o la fractura de los elementos de cerramiento, cuando se realiza para acceder al inmueble (o para salir de él), por lo que no constituye fractura externa el comportamiento que se dirige a la sustracción de un elemento constructivos o de cerramiento, de una de sus partes, o de algún otro elemento integrado en ellos. El art. 239 CP establece qué ha de entenderse por llaves falsas: Las ganzúas u otros instrumentos análogos. Las llaves legítimas perdidas por el propietario u obtenidas por un medio delictivo. Cualesquiera otras que no sean las destinadas por el propietario para abrir la cerradura violentada. El concepto de llaves falsas se amplía último párrafo del apartado 3.o del art. 239 CP al señalar que: «a los efectos del presente artículo, se consideran llaves las tarjetas, magnéticas o perforadas, los mandos o instrumentos de apertura a distancia y cualquier otro instrumento tecnológico de eficacia similar. Apartado 3o del art. 239 CP En relación a la penalidad, los robos con fuerza en las cosas se castigan, según el art. 240 CP: «1. El culpable de robo con fuerza en las cosas será castigado con la pena de prisión de uno a tres años. 2. Se impondrá la pena de prisión de dos a cinco años cuando concurra alguna de las circunstancias previstas en el artículo 235». El art. 241 CP agrava la pena a prisión de 2 a 5 años, cuando concurran las circunstancias del art. 235, o el robo se cometa en casa habitada, edificio o local abiertos al público o en cualquiera de sus dependencias. Si los hechos se hubieran cometido en un establecimiento abierto al público, o en cualquiera de sus dependencias, fuera de las horas de apertura, se impondrá una pena de prisión de uno a cinco años. El art. 241.2 CP establece el concepto de casa habitada estableciendo que lo será «todo albergue que constituya morada de una o más personas, aunque accidentalmente se encuentren ausentes de ella cuando el robo tenga lugar». El art. 241.3 CP señala lo que ha de entenderse por dependencia de casa habitada o de edificio o local abiertos al público: «sus patios, garajes y demás departamentos o sitios cercados y contiguos al edificio y en comunicación interior con él, y con el cual formen una unidad física». Sobre esta cuestión, la STS 972/2016 de 21 diciembre ha aclarado que: «Proyectado sobre el caso de los garajes comunes sitos en edificio de propiedad horizontal, debe concluirse que le son predicables las circunstancias que sustentan la especial protección de las dependencias de casa habitada: incremento del posible riesgo para las personas moradoras de las diversas viviendas del edificio donde el garaje se ubica, dada su inmediata proximidad y posibilidad de coincidencia en el curso de la perpetración delictiva; tratándose además del emplazamiento de todo el inmueble donde más desprotegidos se encuentran los moradores; potencial afectación a su intimidad, no solo por la inmediata proximidad del domicilio, sino por estar necesariamente conectada con la intimidad domiciliaria, a modo de prolongación de la misma, por la necesaria exhibición de horarios de llegada y salida, paquetes y bultos que se portan o quiénes fueren los acompañantes; que en el uso normal del garaje restan reservados para quienes no tienen acceso autorizado al mismo. »(...) Consecuentemente, y como se concluyó en el Pleno de esta Sala Segunda de 15 de diciembre de 2015, los garajes comunes sitos en edificio de propiedad horizontal, tienen la consideración de dependencia de casa habitada, siempre que tengan las características siguientes: »a) contigüidad, es decir, proximidad inmediata, absoluta, extrema o directa con la casa habitada; que obviamente puede ser tanto horizontal como vertical; »b) cerramiento , lo que equivale a que la presunta dependencia esté cerrada, aunque no sea necesario que se halle techada ni siquiera murada; »c) comunicabilidad interior o interna entre la casa habitada y la presunta dependencia; es decir, que medie, puerta, pasillo, escalera, ascensor o pasadizo internos que unan la dependencia donde se comete el robo con el resto del edificio como vía de utilizable acceso entre ambos. »d) unidad física, aludiendo al cuerpo de la edificación». Conforme a la reforma introducida por la LO 1/2015, se impondrá una pena de dos a seis años de prisión cuando los hechos a que se refieren los apartados anteriores revistan especial gravedad, atendiendo a la forma de comisión del delito o a los perjuicios ocasionados y, en todo caso, cuando concurra alguna de las circunstancias expresadas en el artículo 235. Robo con violencia o intimidación El tipo básico del delito de robo con violencia o intimidación en las personas se regula en el art. 242.1 que sanciona con prisión de 2 a 5 años al culpable de robo con violencia o intimidación, sin perjuicio de la que pudiera corresponderle a los actos de violencia física que realizase. Los apartados 2 y 3 del mismo art. 242 prevén una agravación cuando se cometan en casa habitada, edificio o local abiertos al público o en cualquiera de sus dependencias (prisión de 3 años y 6 meses a 5 años); o castigan en su mitad superior cuando el delincuente hiciere uso de armas u otros medios igualmente peligrosos, sea al cometer el delito o para proteger la huida, y cuando atacare a los que acudiesen en auxilio de la víctima o a los que le persiguieren. Finalmente, el art. 242.4 establece un subtipo privilegiado, al permitir castigar con la pena inferior en grado, en atención a la menor entidad de la violencia o intimidación ejercidas y valorando además las restantes circunstancias del hecho. Administración desleal Tras la reforma operada por la LO 1/2015 se modifica la rúbrica de la Sección 2.a del Capítulo vi del Título xiii del Libro ii, que pasa a denominarse «De la administración desleal» y comprende el artículo 252. El Código Penal de 1995 había optado por tipificar la administración desleal como un delito societario, a pesar de que se trata en realidad de un delito patrimonial que puede tener por sujeto pasivo a cualquier persona. La reforma introduce una regulación moderna de la administración desleal, que no es solo societaria, entre los delitos patrimoniales, cercana a la existente en las distintas legislaciones europeas. Su desplazamiento desde los delitos societarios a los delitos patrimoniales, que es donde debe estar ubicada la administración desleal de patrimonio ajeno, viene exigido por la naturaleza de aquel delito, un delito contra el patrimonio, en el que, por tanto, puede ser víctima cualquiera, no solo una sociedad. Razones, pues, de sistemática, exigían tal decisión. A través de este delito se intenta proteger el patrimonio en general, el patrimonio de todo aquel, sea una persona individual o una sociedad, que confiere a otro la administración de su patrimonio, o de aquel cuyo patrimonio ha sido puesto bajo la administración de otro, por decisión legal o de la autoridad, sancionándose las extralimitaciones en el ejercicio de las facultades de disposición sobre ese patrimonio ajeno, salvaguardando así que el administrador desempeñe su cargo con la diligencia de un ordenado empresario y con la lealtad de un fiel representante, en interés de su administrado. La reforma se aprovecha asimismo para delimitar con mayor claridad los tipos penales de administración desleal y apropiación indebida. Quien incorpora a su patrimonio, o de cualquier modo ejerce facultades dominicales sobre una cosa mueble que ha recibido con obligación de restituirla, comete un delito de apropiación indebida. Pero quien recibe como administrador facultades de disposición sobre dinero, valores u otras cosas genéricas fungibles, no viene obligado a devolver las mismas cosas recibidas, sino otro tanto de la misma calidad y especie; por ello, quien recibe de otro dinero o valores con facultades para administrarlos, y realiza actuaciones para las que no había sido autorizado, perjudicando de este modo el patrimonio administrado, comete un delito de administración desleal. Esta nueva regulación de la administración desleal motiva a su vez la revisión de la regulación de la apropiación indebida y de los delitos de malversación. «1. Serán punibles con las penas del artículo 249 o, en su caso, con las del artículo 250, los que teniendo facultades para administrar un patrimonio ajeno, emanadas de la ley, encomendadas por la autoridad o asumidas mediante un negocio jurídico, las infrinjan excediéndose en el ejercicio de las mismas y, de esa manera, causen un perjuicio al patrimonio administrado. 2. Si la cuantía del perjuicio patrimonial no excediere de 400 euros, se impondrá una pena de multa de uno a tres meses». Art. 252 CP Apropiación indebida Tras la reforma de la LO 1/2015 se añade una Sección 2.a bis al Capítulo VI del Título XIII del Libro II, con la rúbrica «De la apropiación indebida», que comprenderá los artículos 253 y 254. La STS 912/2007, de 6 de noviembre señala: En efecto, la STS 923/2006, 29 de septiembre, recuerda, con cita de la STS 964/1998, 27 de noviembre, que en el delito de apropiación indebida pueden distinguirse dos etapas diferenciadas. La primera, se concreta en una situación inicial lícita, generalmente contractual, en la que el sujeto activo recibe en calidad de depósito, comisión, administración o por cualquier otro título que produzca obligación de entregarlos o devolverlos dinero, efectos, valores o cualquier otra cosa mueble o activo patrimonial, recepción presidida por la existencia de una convenida finalidad específica de devolución o bien de empleo en un destino determinado, es decir, de entrega a un tercero o terceros para cumplir la finalidad pactada. En la segunda etapa el agente transmuta esta posesión legítima (o propiedad afectada a un destino, en el caso de bienes fungibles) en disposición ilegítima y abusando de la tenencia material de los bienes y de la confianza recibida, dispone de ellos, los distrae de un destino o niega haberlos recibido, es decir, se los apropia indebidamente en perjuicio del depositante, comitente, dueño o persona que debiera percibir los bienes u obtener la contrapartida derivada de su destino pactado. En palabras de la STS 1261/2006, 20 de diciembre , en el ámbito jurídicopenal apropiarse indebidamente de un bien no equivale necesariamente a convertirse ilícitamente en su dueño, sino a actuar ilícitamente sobre el bien, disponiendo del nuevo como si fuera su dueño, prescindiendo con ello de las limitaciones ínsitas en el título de recepción, establecidas con garantía de los legítimos intereses de quienes lo entregaron (SSTS 1566/2001, 4 de septiembre, 2339/2001, 7 de diciembre, 477/2003, 5 de abril). La cosa es todo ha de ser una cosa mueble o activo patrimonial que sea evaluable en dinero. Ha de ser recibida por un título que produzca obligación de entregarlos o devolverlos. El sujeto activo ha de apropiarse de las cosas recibidas por un título que produzca obligación de entregarlas o devolverlas y debe producirse un doble resultado: por un lado ha de existir un perjuicio y, por otro, el sujeto activo ha de apropiarse los bienes. En cuanto a los elementos subjetivos, son el dolor y el ánimo de lucro, es decir, la intención de enriquecerse a costa del patrimonio de otro. Se regulan en los siguientes artículos: 1. Serán castigados con las penas del artículo 249 o, en su caso, del artículo 250, salvo que ya estuvieran castigados con una pena más grave en otro precepto de este Código, los que, en perjuicio de otro, se apropiaren para sí o para un tercero, de dinero, efectos, valores o cualquier otra cosa mueble, que hubieran recibido en depósito, comisión, o custodia, o que les hubieran sido confiados en virtud de cualquier otro título que produzca la obligación de entregarlos o devolverlos, o negaren haberlos recibido. 2. Si la cuantía de lo apropiado no excediere de 400 euros, se impondrá una pena de multa de uno a tres meses. Art. 253 CP 1. Quien, fuera de los supuestos del artículo anterior, se apropiare de una cosa mueble ajena, será castigado con una pena de multa de tres a seis meses. Si se tratara de cosas de valor artístico, histórico, cultural o científico, la pena será de prisión de seis meses a dos años. 2. Si la cuantía de lo apropiado no excediere de 400 euros, se impondrá una pena de multa de uno a dos meses. Art. 254 CP STS 906/2016 de 30 noviembre: «(...) las conductas consistentes en una actuación como dueño sobre dinero, efectos, valores o cualquier otra cosa mueble o activo patrimonial, recibidos por alguno de los títulos mencionados en el precepto, se consideraban incluidos en el artículo 252, como distracción o como apropiación, y no en el artículo 295, que se aplicaría solo a los casos de actos de administración causantes de perjuicio en las condiciones previstas en ese tipo. »En la actualidad, ya vigente la reforma operada en el C. Penal por la LO 1/2015, la cuestión presenta otros perfiles. En la STS no 700/2016, de 9 de setiembre , con cita de la STS 163/2016, 2 de marzo, se hace referencia a la más reciente doctrina jurisprudencial que establece como criterio diferenciador entre el delito de apropiación indebida y el de administración desleal la disposición de los bienes con carácter definitivo en perjuicio de su titular (caso de la apropiación indebida) y el mero hecho abusivo de aquellos bienes en perjuicio de su titular pero sin pérdida definitiva de los mismos (caso de la administración desleal), por todas STS 476/2015, de 13 de julio. En consecuencia en la reciente reforma legal operada por la LO 1/2015, el art 252 recoge el tipo de delito societario de administración desleal del art 295 derogado, extendiéndolo a todos los casos de administración desleal de patrimonios en perjuicio de su titular, cualquiera que sea el origen de las facultades administradoras, y la apropiación indebida los supuestos en los que el perjuicio ocasionado al patrimonio de la víctima consiste en la definitiva expropiación de sus bienes, incluido el dinero, conducta que antes se sancionaba en el art 252 y ahora en el art 253. Blanqueo de capitales El reciclaje, el delito de legitimación de capitales o blanqueo, según la terminología de nuestra actual legislación, presenta un tipo básico que se configura, en el art. 301 CP. El delito de blanqueo de capitales es, actualmente, un delito autónomo e independiente del delito de receptación, con el que guarda muchas similitudes. La Cuarta Directiva Europea, 2015/849, de 20 de mayo, del Parlamento Europeo y del Consejo, junto con la actualización de las 40 Recomendaciones del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), resaltan las últimas técnicas empleadas en el blanqueo de capitales, así como las orientaciones más avanzadas para prevenirlas. Dos clases de interpretación: Considerar como delito de blanqueo la adquisición, posesión, utilización, conversión o transmisión de bienes ilícitamente obtenidos, con la finalidad de enmascarar el origen ilícito de los mismos, o eludir las consecuencias de los actos cometidos. Considerar que tanto la adquisición, posesión, utilización, conversión o transmisión de bienes procedentes de la comisión de un delito se castigaría siempre, con independencia de la finalidad que persiga el autor, siendo suficiente con que tenga conocimiento de la procedencia ilícita de los bienes. Tras la reforma operada en 2010, el blanqueo de capitales ya no exige la comisión de un delito previo al blanqueo, sino que es suficiente que los bienes procedan de una actividad delictiva. Asimismo, el tipo penal del blanqueo no incluye referencia alguna a un límite mínimo del valor económico de los bienes. Este tipo básico se divide, a su vez en 3 posibles modos de consumación del delito: Adquirir, poseer, utilizar, convertir, o transmitir bienes, sabiendo que éstos tienen su origen en una actividad delictiva, cometida por él o por cualquiera tercera persona, o realizar cualquier otro acto para ocultar o encubrir su origen ilícito, o para ayudar a la persona que haya participado en la infracción o infracciones a eludir las consecuencias legales de sus actos. En su segundo apartado, sanciona la ocultación o encubrimiento de la verdadera naturaleza, origen, ubicación, destino, movimiento o derechos sobre los bienes o propiedad de los mismos, a sabiendas de que proceden de alguno de los delitos expresados en el apartado anterior o de un acto de participación en ellos. Y, por último, en su tercer apartado encontramos un tipo imprudente (imprudencia grave) del delito de blanqueo, que abarcaría tanto «los comportamientos de blanqueo originados en el desconocimiento imprudente del origen delictivo de los bienes», como aquellos referentes al incumplimiento imprudente de las obligaciones legales que la normativa sobre blanqueo impone en determinados ámbitos profesionales, se tenga o no conocimiento del origen de los bienes. Tal y como señala García Valdés, los antecedentes de la definición del concepto de blanqueo de capitales provienen de la ley administrativa 19/1993 y su Reglamento, RD 925/1995, habían sentado la definición de esta conducta en sus correspondientes arts. 1. Es blanqueo, dicen estas normas, la adquisición, utilización, conversión o transmisión de bienes que proceden de alguna de las actividades delictivas enumeradas en el apartado anterior (tráfico de drogas, terrorismo y grupos organizados) o de participación en las mismas, para ocultar o encubrir su origen o ayudar a la persona que haya participado en la actividad delictiva a eludir las consecuencias jurídicas de sus actos, así como la ocultación o encubrimiento de su verdadera naturaleza, origen, localización, disposición, movimientos o de la propiedad o derechos sobre los mismos, aun cuando las actividades que las generen se desarrollen en el territorio de otro Estado. García Valdés, C.: Derecho penal práctico Tras la reforma penal practicada en 2010, el art. 301 CP regula la figura del autoblanqueo, por lo que también se reprocha penalmente la actividad delictiva previa cometida por el propio sujeto activo del delito de blanqueo (Acuerdo de Pleno de 18 de julio de 2006: «el artículo 301 del Código Penal no excluye, en todo caso, el concurso real con el delito antecedente»). Además del tipo básico y el tipo imprudente, podemos encontrar en la redacción del art. 301.1 CP dos subtipos agravados del delito de blanqueo de capitales: La pena se impondrá en su mitad superior cuando los bienes tengan su origen en alguno de los delitos relacionados con el tráfico de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas descritos en los artículos 368 a 372 de este Código. En estos supuestos se aplicarán las disposiciones contenidas en el artículo 374 de este Código. También se impondrá la pena en su mitad superior cuando los bienes tengan su origen en alguno de los delitos comprendidos en los Capítulos V, VI, VII, VIII, IX y X del Título XIX o en alguno de los delitos del Capítulo I del Título XVI. Pena: pena de prisión de 6 meses a 6 años, y multa del tanto al triplo del valor de los bienes. En estos casos, los jueces o tribunales, atendiendo a la gravedad del hecho y a las circunstancias personales del delincuente, podrán imponer también a éste la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de su profesión o industria por tiempo de 1 a 3 años, y acordar la medida de clausura temporal o definitiva del establecimiento o local. Si la clausura fuese temporal, su duración no podrá exceder de 5 años. Asimismo, se establece una pena de prisión de 6 meses a 2 años y multa del tanto al triplo para el tipo imprudente. La LO 5/2010 ha añadido un último apartado (el núm. 5) al art. 301 CP, en el que se especifica que si el culpable hubiera obtenido ganancias, serán decomisadas conforme a las reglas del art. 127 CP. Aspecto subjetivo: los delitos de blanqueo de capitales de los dos primeros apartados del art. 301 CP son dolosos, y exigen una especial situación subjetiva para su comisión (ha de conocer el origen delictivo de los bienes). En el tercer apartado del mismo precepto, se establece la posibilidad de incriminar aquellos actos de blanqueo cometidos con imprudencia grave, que según el Prof. Mestre Delgado, «encuentra un límite de aplicación en las conductas previstas en el primer apartado de este precepto, (...) y ello porque estas conductas requieren un ánimo subjetivo del injusto característico, que hace imposible su comisión imprudente». Formas de ejecución: Delito de actividad, la realización de la acción típica ya supone la consumación del delito. Es posible, sin embargo, la tentativa inacabada Atentados contra la autoridad Según expone la STS de 31 de enero de 1990, «es opinión pacífica comúnmente compartida por la doctrina científica y por la jurisprudencia... que el bien jurídico protegido... es el principio de autoridad por exigirlo así la dignidad de la función pública por la trascendencia que para el cumplimiento de los fines del Estado tiene el respeto debido a sus órganos». Según explica Lamarca Pérez, la STS de 31 de octubre de 1974 indica que estas infracciones suponen una alteración de la paz y del orden social cuya organización y defensa exige la actuación adecuada de las autoridades y el respeto de todos a su condición funcional: se trata pues de una protección mediata del Estado, ya que este actúa a través de sus funcionarios y autoridades. Tras la reforma de la LO 1/2015, la nueva política criminal de la gestión de la peligrosidad criminal también alcanza a la parte especial de nuestro ordenamiento jurídico, y tiene su reflejo en la reforma de algunos tipos penales, muy relacionados con el mantenimiento de los niveles de seguridad. Si se observa con atención, puede vislumbrarse en el nuevo texto penal un fuerte componente de control social a través de los delitos en los que se encuentran implicadas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Los delitos a los que se hará referencia —los contenidos en los capítulos II y III del título XXII del libro II del CP 1995: delitos de atentados contra la autoridad y desordenes públicos— tienen especial relevancia en un momento histórico de protesta ciudadana frente a muchas de las injusticias sociales que no han tenido una apropiada respuesta por parte del Ejecutivo. Vaya por delante que, pese a ser crítico con la reforma, también hay que decir que la misma pretende «reforzar la protección» de los agentes de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Lo discutible son los instrumentos punitivos que se desean utilizar para conseguirla. Entrando en un breve análisis de las conductas tipificadas y sus consecuencias jurídicas observamos que las penas, es cierto, no se han recrudecido. Más aún, los límites mínimos de pena privativa de libertad se han rebajado considerablemente en algunos tipos penales, como es el caso del nuevo art. 550.2 CP 2015, que recoge una pena de prisión de uno a cuatro años y multa de tres a seis meses si el atentado fuera contra autoridad y de prisión de seis meses a tres años en los demás casos, frente a las penas de prisión de dos a cuatro años y multa de tres a seis meses si el atentado fuera contra autoridad y de prisión de uno a tres años en los demás casos que recoge el actual art. 550 CP (funcionarios públicos). Mayor es la rebaja en el numeral tercero del art. 550 CP 2015 situando el marco punitivo para el supuesto de atentado contra miembros del Gobierno, de los Consejos de Gobierno de las Comunidades Autónomas, del Congreso de los Diputados, del Senado o de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas, de las Corporaciones locales, del Consejo General del Poder Judicial, Magistrado del Tribunal Constitucional, Juez, Magistrado o miembro del Ministerio Fiscal en pena de prisión de uno a seis años y multa de seis a doce meses, en contraposición con los cuatro a seis años y multa de seis a doce meses de la actual regulación (art. 551.2 CP). Sin embargo, aquí acaba toda fachada de dulcificación del régimen penal de la figura de atentado contra autoridad o funcionario público. Si se observan con detenimiento las modificaciones introducidas, será visible, en primer lugar, una importante extensión de las conductas típicas que se encuadran en este delito (art. 550.1 CP 2015); y, en segundo lugar, el establecimiento de una amplia gama de subtipos agravados (art. 551 CP 2015) que terminan por imponer una pena superior en grado, por lo que la reducción del límite mínimo no surtirá efecto alguno. La justificación ofrecida en la Exposición de Motivos de la LO 1/2015, no termina de ser convincente: «los delitos de atentado puede ser cometidos por medio de conductas muy diferentes cuya gravedad puede ser muy desigual. Por esta razón, se opta por modificar las penas con las que se castigan estos delitos reduciendo el límite inferior de la pena que puede ser impuesto. Y, por otro lado, se ofrece una respuesta contundente a todos aquellos supuestos de atentado en los que concurren circunstancias de las que deriva su especial reprochabilidad». Aunque se haya incluido, de esta manera, un mayor arbitrio y discrecionalidad judicial para establecer la pena más adecuada a cada caso, el operador jurídico deberá andar con cuidado ante esta variación de la intensidad de las conductas, puesto que podría incurrir en una vulneración del principio de proporcionalidad. Veamos estas cuestiones de forma más pormenorizada: Si bien la nueva redacción del art. 550.1 CP 2015 es muy similar a la del anterior art. 550 CP, y mantiene la identidad de las formas típicas de comisión, se produce una reiteración al incluirse tanto la agresión como la acometida y la violencia. Acometer es, según criterio jurisprudencial y doctrinal asentado, agredir corporalmente. Por otra parte, el concepto de violencia es un término complejo que, en este caso, debería entenderse en su vertiente de vis física, so pena de incluir en el tipo penal otras conductas ya recogidas en la intimidación grave. Nótese que el legislador ha omitido para el concepto de violencia el adjetivo de grave, pudiendo ampliarse considerablemente el tipo a otras formas de violencia de menor entidad. Ciertamente, se suprime la fórmula del «empleo de fuerza», descartando posibles interpretaciones dialécticas. Tras las críticas recibidas, el nuevo texto introducido por la LO 1/2015 reincorpora el calificativo «grave» para la resistencia en el nuevo art. 550.1 CP, que había sido «olvidado» en la redacción del PCP 2013, por lo que podía extenderse el tipo penal considerablemente, incluyendo la llamada «resistencia pasiva», actualmente descartada por nuestra mejor doctrina y la jurisprudencia del TS por considerarse leve y, además, quedar recogida en otro tipo penal menos gravoso (art. 556 CP). La propia Exposición de Motivos de la LO 1/2015 (XXII) da cuenta del cambio de rumbo, indicando que «no se equipara el empleo de violencia sobre el agente con la acción de resistencia meramente pasiva, que continúa sancionándose con la pena correspondiente a los supuestos de desobediencia grave». No obstante, el problema no ha terminado de solucionarse, puesto que no se especifica en el tipo penal si la resistencia es activa o pasiva y, por consiguiente, aunque en la Exposición de Motivos de la reforma se indica que no está incluida la resistencia pasiva, dicha omisión puede llevar en el futuro a la calificación de dicha conducta como delito de atentado. Otra de las novedades del nuevo texto de reforma es la introducción de los docentes y sanitarios como sujetos pasivos de estos delitos, si bien el texto del artículo quizá sea demasiado ambiguo o no se encuentre bien definido. Al respecto, la Exposición de Motivos de la LO 1/2015, indica que con los términos «docentes y sanitarios» parece referirse exclusivamente a los funcionarios de educación y sanidad en el ejercicio de sus funciones, excluyendo, por tanto, a aquellos que desempeñan un cargo similar en el ámbito privado. Respecto a los citados sub-tipos cualificados, incluidos en la redacción del art. 551.1, 2, 3 y 4 el uso de armas u otros objetos peligrosos no supone problema alguno de interpretación por estar contenido en el actual art. 552.1 CP, aunque se cambia el término «medios peligrosos» por el de «objetos», en un intento por acotar la descripción típica de la que sustrae otras formas instrumentales de atentar como el uso de un vehículo de motor, llevándolo al numeral tercero. No obstante, algunos informes han interpretado que la introducción del verbo «usar» es más ambigua que la anterior formulación del precepto, que requería que se «verificase» la agresión con armas u otros medios peligrosos. Una interpretación extensiva de estos términos podrían resultar en una ampliación del tipo penal, bastando el mero porte de las armas en los supuestos de intimidación grave. En este sentido, debe entenderse que la expresión uso de «armas u objetos peligrosos» implica la verificación efectiva de la agresión, intimidación o resistencia pasiva mediante la utilización de las mismas, sin que pueda agravarse la conducta por el mero porte de las mismas. Sin embargo, el numeral segundo del art. 552 CP ofrece mayores dificultades interpretativas, introduciendo un delito de peligro abstracto que amplia exponencialmente las conductas objeto de sanción penal a todas aquéllas que supongan «potencialmente» un peligro para la vida de las personas o pueda causar lesiones graves. Pero el art. 552.3 CP incluye, además, una mención expresa a determinadas conductas que, en particular, parecen estar incluidas en tal peligrosidad abstracta, como los supuestos de lanzamiento de objetos contundentes o líquidos inflamables, el incendio y la utilización de explosivos. La primera de ellas puede plantear algunas objeciones, puesto que parece impropio de un sub-tipo agravado que se establezca tal generalización. Un objeto contundente puede ser, por ejemplo, un mechero, sin que pueda considerarse que tal conducta revista una especial peligrosidad para la integridad física, y mucho menos la vida, de la autoridad o funcionario público que se encuentra preparado y equipado para tales confrontaciones. La LO 1/2015 introduce un nuevo apartado cuarto en el art. 552, agravando los delitos de atentado cuando los hechos se lleven a cabo con ocasión de un motín, plante o incidente colectivo en el interior de un centro penitenciario. Sorprende la amplitud de la descripción típica, que llega a anular toda posibilidad de protesta pacífica o resistencia pasiva de los presos y penados, que pasará a ser castigada nada menos que con un sub-tipo agravado, mientras que el legislador había cuasi-solucionado el escollo de la resistencia en el art. 550.1 CP. En este sentido, el tipo penal incluye dos conductas de intensidad muy diferente como son el motín, de carácter hostil, que podría identificarse con la resistencia activa y el plante que no es otra cosa que una protesta colectiva, con abandono de los cometidos y actividades habituales de los internos de un centro penitenciario y que no tiene porqué implicar una resistencia activa en absoluto. El súmmum de lo indeterminable viene con la expresión «incidente colectivo», que deberá interpretarse, para que el tipo penal agravado cobre sentido conforme al principio de proporcionalidad, en su vertiente literal: «disputa, riña, pelea entre dos o más personas». No obstante, si tenemos en cuenta que el bien jurídico protegido por los artículos de este Título se concreta no sólo en la integridad física de los funcionarios y agentes de la autoridad, sino también en el denominado principio de autoridad — de ahí que el art. 550 CP mantenga la alusión a que el atentado se produzca «cuando se hallen en el ejercicio de sus funciones o con ocasión de ellas»— no tendría mucho sentido castigar como un tipo agravado cualquier tipo de riña colectiva entre presos o penados, en la que se produzcan acometidas a los funcionarios o agentes de la autoridad. Hay que tener en cuenta que cualquiera de las conductas recogidas en el precepto daría lugar también a la pertinente sanción conforme al régimen disciplinario contenido en la LOGP y Reglamento Pentienciario 1996. Finalmente, el precepto habla solamente de centros penitenciarios, excluyéndose otras instituciones como los centros de internamiento de menores de gestión pública, los centros de protección, etc. Siguiendo con el análisis de las reformas, parece positivo la inclusión como nuevos sujetos pasivos del delito de atentado a los bomberos o miembros del personal sanitario o equipos de socorro que estuvieran interviniendo con ocasión de un siniestro, calamidad pública o situación de emergencia (art. 554.3.a CP), puesto que, al carecer de toda competencia coercitiva, toda agresión contra ellos tendrá habitualmente, como indica el propio tipo penal, la finalidad de impedirles el ejercicio de sus competencias siendo mayor la gratuidad de la agresión. Más discutible es la específica introducción como sujeto pasivo de los agentes de seguridad privada que realicen tareas en colaboración con la autoridad (art. 554.3.b CP), contrariamente a la anterior redacción que no consideraba dentro del tipo a aquellos que ostentaran una mera función de auxilio que quedarían incluidos en el presente art. 555 CP. Se incorpora en la revisión de la LO 1/2015 un apartado 2 en el art. 554, que deja de ser un tipo atenuado, el atentado contra quienes auxilian a la autoridad, sus agentes o funcionarios. Ello, en opinión del colectivo Jueces Para la Democracia, implica un importante incremento de las penas, puesto que el sujeto pasivo en este nuevo apartado no resulta equiparable desde la perspectiva del bien jurídico protegido a las autoridades, agentes o funcionarios, por lo que nos encontramos ante una extensión censurable del concepto de atentado y de orden público. Entienden, acertadamente, en mi opinión, que sería más adecuado que las citadas conductas se regulasen en los capítulos correspondientes a la omisión del deber de socorro y la denegación de asistencia sanitaria (art. 196 CP). Esta modificación podría afianzar cierto avance privatizador. Equiparar la figura de los agentes y cuerpos de seguridad del Estado con la de los vigilantes privados pudiere parecer dudoso en algunos extremos, por cuanto estos últimos no están sometidos a las mismas garantías penales en lo referente a los posibles abusos que pudieren cometer en el desempeño de su cargo. Además de ello, y sin desconocer la realidad a la que se enfrentan los vigilantes de seguridad privada que, en muchas ocasiones, se ven forzados a realizar actuaciones muy cercanas a las que se otorgan como competencia exclusiva a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la introducción de esta equiparación servía de antesala a la reforma de la Ley de Seguridad Privada (Proyecto de Ley de Seguridad Privada, de 21 de junio de 2013). Actualmente, la LO 1/2015 también va en connivencia con la nueva Ley 5/2014, de 4 de abril, de Seguridad Privada (en adelante, LSP) se pretende otorgar nuevas competencias a los agentes de vigilancia privados, permitiéndoles realizar funciones muy cercanas a las de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. La nueva política en materia de seguridad parece entender que la seguridad privada mantiene una estrecha relación con la seguridad pública, e incluso puede catalogarse según la citada normativa «como parte integrante de la seguridad pública». Con base en estos discutibles principios, que ignoran el simbolismo y la fuente de autoridad (v.gr., otorgar determinados poderes en materia de seguridad ciudadana a una empresa privada) que reviste la participación privada en materia de seguridad ciudadana, la nueva LSP incluye entre las competencias de los agentes de seguridad privada (art. 32) funciones tales como la posibilidad de realizar detenciones manteniendo el mismo estatus de autoridad que se concede a los funcionarios públicos pertenecientes a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (concretamente, art. 31), por lo que «se considerarán agresiones y desobediencias a agentes de la autoridad las que se cometan contra el personal de seguridad privada, debidamente identificado, cuando desarrolle actividades de seguridad privada en cooperación y bajo el mando de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad». Elementos objetivos del tipo penal de atentados El carácter de autoridad, agente de la misma o funcionario público en el sujeto pasivo: Los conceptos de autoridad y funcionario los proporciona el art. 24 CP, no definiendo qué ha de entenderse por agente de la autoridad, que viene incluyéndose dentro del concepto más amplio de funcionario público. Expresamente, la LO 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en su art. 7.1, reconoce a sus miembros, en el ejercicio de sus funciones, tal carácter. Respecto al personal de seguridad privada, la LSP, les reconoce el carácter de agentes de la autoridad, en los términos anteriormente expuestos. En contra, se han manifestado importantes voces dentro de la doctrina, como la del maestro Gimbernat, que sostiene que como ser agente de la autoridad es característica típica de este delito, sólo una Ley Orgánica puede tener efectos vinculantes al respecto y no, como en el caso de la Ley de Seguridad Privada, meramente orientativos. Que se halle, el sujeto pasivo, en el ejercicio de las funciones de su cargo o con ocasión de ellas: La frase «con ocasión de ellas» indica que se comprenden tanto las ejercidas como las que se están ejerciendo; no basta, pues, la condición de autoridad sino, además, una de esas dos situaciones o ejerciendo sus funciones o sufriendo las consecuencias de haberlas ejercido. El ejercicio de las funciones plantea el espinoso problema de los abusos, de modo que «cuando los sujetos pasivos de atentado se excedan en sus funciones o abusan notoriamente de su contenido, pierden la cualidad que fundamenta la especial protección de la Ley; pero también niega que tal perdida de la tutela legal pueda ocurrir si se trata de extralimitaciones leves». Cuando la autoridad, agente o funcionario público «se excede en sus funciones de modo que es tal exceso el que provoca la reacción violenta del sujeto activo del hecho... ese exceso hace perder la condición pública en base a la cual la ley protege a dicho sujeto pasivo en esos delitos» (STS de 24 de febrero de 1995), en cuanto tal protección «sólo está concebida para el caso de moverse dentro de su actuación normal conforme a derecho» (STS de 30 de mayo de 1991), de modo que «la notoria extralimitación del sujeto pasivo en el ejercicio de sus funciones le priva de la especial protección que le dispensa este artículo y le convierte en un mero particular» (STS de 20 de mayo de 1994). Un acto típico, constituido por el cometimiento, empleo de la fuerza, intimidación grave o resistencia activa también grave: En cuanto al acometimiento, «tanto vale como embestida, ataque o agresión, figurando en la praxis jusrisprudencial supuestos en los que se propina un puñetazo o una bofetada a cualquiera de los sujetos pasivos mencionados, se les empuja fuertemente, se lucha con ellos a brazo partido o se les arrojan piedras u otros objetos contundentes (STS de 30 de abril de 1987)», «pudiendo y debiendo subsumirse en ese concepto los disparos realizados con arma de fuego» (STS de 28 de septiembre de 1989); acometer equivale, en suma, «a agredir y basta para que tal conducta se dé con una acción directamente dirigida a atacar a la autoridad, a sus agentes o a los funcionarios» (STS de 10 de mayo de 1988). Lo esencial es la embestida o ataque violento, «aunque no llegara a golpear sobre los cuerpos de los agentes... como delito de actividad se consuma con el ataque o acometimiento... aunque los artefactos incendiarios no dieran en el blanco» (SSTS de 8 de marzo de 1999 y 15 de marzo de 2003). El acometimiento se parifica con la grave intimidación, que «puede consistir en un mero acto formal de iniciación de ataque o en un movimiento revelador del propósito agresivo» (STS de 15 de julio de 1988), apreciándose por la jurisprudencia «ante un anuncio o la conminación de un mal inminente, grave, concreto y posible, susceptible de despertar un sentimiento de angustia o temor ante un eventual daño, provocando una coacción anímica intensa» (STS de 18 de abril de 2001), así como «el encañonamiento de los agentes de la autoridad» (STS de 29 de noviembre de 1989). Por lo que se refiere a la resistencia, para que constituya atentado se precisa «una conducta activa de enfrentamiento y empleo de fuerza, que no es necesario que se traduzca en agresión» (STS de 11 de mayo de 1992). Cuando se realice una sola actividad agresiva frente a varios agentes de la autoridad o funcionarios públicos, se aprecia un único delito de atentado, «lo que no impide, si se producen daños a la integridad física que los eventuales homicidios o lesiones sean castigados aparte como infracciones penales, en concurso ideal con el atentado, tantas como personas resulten afectadas» (STS de 22 de marzo de 1993), «no es el número de agentes de la autoridad agredida lo que determina el número de acciones punibles, sino la posibilidad conceptual o no de apreciar una unidad o pluralidad de acciones» (STS de 25 de septiembre de 2000). Elementos subjetivos del tipo penal de atentados Conocimiento por parte del sujeto activo de la cualidad y actividad del sujeto pasivo (agente de la autoridad o funcionario): La protección del sujeto pasivo «no puede depender del uso del uniforme en el momento en que se ejerce la autoridad, dado que el uniforme sólo permite el rápido reconocimiento del agente» y «es indiscutible que habiéndose identificado el agente como tal, y haber tenido conocimiento de ello el procesado... se cumplieron todas las exigencias del elemento cognitivo del mismo» (STS de 3 de enero de 1990), debiendo reconocerse (por lo que a falta de uniforme se refiere) que los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, deben «intervenir siempre en cualquier tiempo y lugar, se hallaren o no de servicio, en defensa de la Ley y de la seguridad ciudadana (arts. 2 y 4 de la LO 2/1986, de 13 de marzo)» (STS de 10 de noviembre de 1993). Elemento subjetivo del injusto Integrado por el dolo de ofender, denigrar o desconocer el principio de autoridad, que «va ínsito en los actos desplegados cuando no constan circunstancias concurrentes que permitan inferir otra motivación ajena a las funciones públicas del ofendido» (STS de 7 de mayo de 1988). Tipo agravado: Según ha expuesto Lamarca Pérez, este precepto pone fin a la interpretación jurisprudencial que excluía la aplicación del tipo de atentado cuando la agresión o intimidación se daba entre autoridades, agentes de la autoridad o funcionarios si no existía entre los mismos (ofensor y ofendido) una relación de jerarquía o dependencia. Provocación, conspiración y proposición: Se impondrán las penas superiores en grado a las respectivamente previstas en el artículo anterior siempre que en el atentado concurra alguna de las circunstancias siguientes: 1. Si la agresión se verificara con armas u otro medio peligroso. 2. Si el autor del hecho se prevaliera de su condición de autoridad, agente de ésta o funcionario público. Art. 552 CP La provocación, la conspiración y la proposición para cualquiera de los delitos previstos en los artículos anteriores, será castigada con la pena inferior en uno o dos grados a la del delito correspondiente. Art. 553 CP La provocación, la conspiración y la proposición para cualquiera de los delitos previstos en los artículos anteriores, será castigada con la pena inferior en uno o dos grados a la del delito correspondiente. Art. 553 CP Atentado a fuerza armada: 1. El que maltratare de obra o hiciere resistencia activa grave a fuerza armada en el ejercicio de sus funciones o con ocasión de ellas, será castigado con las penas establecidas en los artículos 551 y 552, en sus respectivos casos. 2. A estos efectos, se entenderán por fuerza armada los militares que, vistiendo uniforme, presten un servicio que legalmente esté encomendado a las Fuerzas Armadas y les haya sido reglamentariamente ordenado. Art. 554 CP Precepto polémico para la doctrina, que lo considera no sólo innecesario sino perturbador, por cuanto, como apunta Prats, las conductas descritas no se corresponden exactamente con las de atentado aunque debe concluirse que por maltrato de obra, del mismo modo que en el acometimiento, hay que entender la agresión física. En cuanto al delito de resistencia y desobediencia, la acción punible consiste en resistir, o en desobedecer gravemente a la autoridad o sus agentes. El TS considera como grave la resistencia cuando va acompañada de acometimiento, empleo de la fuerza o intimidación, y no tan grave cuando es pasiva o inerte, aunque manifiesta y tenaz, que es la que se castiga en el art. 556 CP (SSTS 28 de febrero, 29 de abril y 7 de junio de 1974, 28 de octubre de 1975 y 28 de enero de 1982. La desobediencia supone el incumplimiento de una orden positiva u omisiva, esto es, negarse a cumplir lo que la autoridad exige o realizar lo que se prohíbe pero, en todo caso, la orden ha de cumplir, según reiterada jurisprudencia (STS de 4 de mayo de 2007) una serie de requisitos: Ha de ser dictada por autoridad competente en el ejercicio de sus funciones. Debe tratarse de una orden expresa, clara y terminante. Requiriendo a un sujeto o sujetos de forma personal y directa. Los que, sin estar comprendidos en el artículo 550, resistieren a la autoridad o sus agentes, o los desobedecieren gravemente, en el ejercicio de sus funciones, serán castigados con la pena de prisión de seis meses a un año. Art. 556 CP Desórdenes públicos encontrarse en los delitos anteriormente vistos. Sin embargo, el carácter de paz o tranquilidad de la vida pública es por lo menos más evidente que en los atentados, resistencia y desobediencia, y exige su demostración en el caso concreto. Se configura el desorden público como un delito de carácter tendencial, en que la finalidad de atentar contra la paz pública constituye un elemento subjetivo del injusto de carácter especial. Así, la paz pública es el bien jurídico protegido por este delito, no identificable con el orden público, distinguiéndose en que la paz es, en definitiva, un estado de tranquilidad y sosiego trascendentes, de tal manera que dentro de la paz pueden coexistir desórdenes accidentales y perturbaciones de la tranquilidad social. En lo referente a la resistencia o desobediencia grave contra la autoridad, el art. 556 CP recoge una reducción a tres meses de prisión en el límite mínimo de la horquilla penal respecto a la anterior redacción (pena de prisión de seis meses a un año) y la introducción de la alternativa —la elección es potestativa al establecerse como disyuntiva— de multa de seis a dieciocho meses. El precepto será subsidiario del anteriormente analizado art. 550 CP, si bien no se realiza mención alguna acerca de la condición de la resistencia grave, que debe entenderse como resistencia activa en interpretación sistemática con lo indicado en la exposición motivadora de la reforma. La principal novedad es que el nuevo artículo incorpora nuevamente al personal de seguridad privada, que pasa a tener rango de autoridad cuando ejerza funciones de cooperación con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y se encuentre bajo su mando, tal y como se prevé en la LSP. Se introduce también un numeral segundo en el art. 556 CP 2015, que configura un tipo privilegiado que viene a transformar la falta del art. 634 (faltar al respeto y desobediencia leve), que pasaría a ser una mera sanción administrativa, en un delito consistente en faltar al respeto y consideración debida a la autoridad. Con el fin de evitar solapamientos con la Ley de Seguridad Ciudadana (art. 37.4, sancionada con hasta 600€ de multa), debe entenderse que esta «falta de respeto y consideración debida» debe tener cierta entidad, esto es, ser grave, aunque nada diga el precepto, y próxima al significado de la injuria. En cuanto al art. 557 CP, se introduce una nueva forma comisiva bastante ambigua, como es la de actuar independientemente pero «amparado» en el grupo, esto es, teniendo cobertura en una muchedumbre o valerse de su apoyo o protección, bien para facilitar la alteración de la paz pública o para conseguir una mayor impunidad. El desorden, en sentido penal, es la alteración del ritmo normal de la vida ciudadana, que perturba el desenvolvimiento de las actividades públicas. STS de 1 de febrero de 1972 Esta definición, como apunta acertadamente el Prof. Muñoz Conde, es muy similar a la que puede Asimismo, el nuevo tipo penal da mayor importancia a la gravedad de la conducta y no del resultado, puesto que cambia la finalidad de la conducta «atentar contra la paz pública», desapareciendo el elemento subjetivo del tipo penal, por la más amplia fórmula de alterar la paz pública ejecutando actos de violencia sobre las personas o cosas y no requiere, como antes, efectivas lesiones a las personas o daños a la propiedad. Del mismo modo, se amplía el tipo penal incluyendo las amenazas, con el mismo castigo penal por lo que no se sigue una adecuada proporcionalidad. Por otra parte, se suprime la obstaculización de las vías públicas de manera peligrosa que son llevados a otro tipo penal (560bis CP) y se elimina la referencia a la celebración de eventos o congregaciones. Se incluye, en el numeral dos del art. 557 CP 2015, un confuso tipo penal a caballo entre la provocación (reforzar) y la proposición (incitar) para cometer las conductas antes enunciadas, conformando una suerte de «apoyo ideológico» sobre el grupo o sus individuos. Nótese que el castigo penal puede devenir del mero refuerzo de la disposición a realizar las conductas delictivas, ya tomada con anterioridad, por tanto, por el grupo o sus individuos, lo que sería impensable en la actual conformación de la inducción o proposición para delinquir y que, quizá, se sitúe más cercano al concepto de apología o enaltecimiento. El mismo problema encontramos en el art. 559 CP, que castiga la distribución o difusión pública, a través de cualquier medio, de mensajes o consignas que inciten a la comisión de delitos de alteración del orden público, o que sirvan para reforzar la decisión de llevarlos a cabo. En interpretación sistemática con los siguientes artículos, a los que se refiere, puede conducir a la criminalización de la convocatoria de manifestaciones o reuniones públicas. El art. 557bis CP se configura como una disposición punitiva específicamente referida a los actos violentos cometidos en el seno de manifestaciones o protestas ciudadanas. Así, el numeral primero deja claro que el mero porte de arma o instrumento peligroso por alguno de los participantes, aún sin el conocimiento de los demás, extiende el tipo cualificado a todo el grupo. El numeral segundo introduce un delito de peligro abstracto, ya que ni siquiera requiere que exista un peligro concreto para la vida o la integridad física de las personas, si bien matiza, en este último punto, que las potenciales lesiones deberán tener la entidad de graves. De este modo, el acto de violencia ejecutado debe ser potencialmente idóneo para causar la muerte de una persona o, al menos, un delito de lesiones agravado, cuestión harto compleja de dilucidar ante la ausencia de un resultado concreto. Sin embargo, se incluyen entre tales posibles actos de violencia el lanzamiento de objetos contundentes, que guarda una significativa indeterminación respecto a las demás conductas potencialmente peligrosas para la vida o la integridad física de las personas, como el lanzamiento de líquidos inflamables, incendios o el uso de explosivos (¿delito de estragos impropio?). El numeral tercero tipifica una conducta delictiva que puede enmarcarse en un contexto lícito de protesta social, esto es, en el ejercicio legítimo de la libertad de expresión y de manifestación de los ciudadanos. En este sentido, «como es habitual que los desórdenes públicos se produzcan en el transcurso de manifestaciones o reuniones, nos encontramos con que dicho delito se pretende regular con un incremento muy importante de la pena, que llegaría hasta los 6 años de prisión». En el numeral cuarto se da un mayor énfasis a la protección de la propiedad, castigando los actos de pillaje llevados a cabo durante estas manifestaciones grupales. El quinto punto del art. 557bis CP introduce una agravación por la especialidad del sujeto pasivo cuando este se prevalezca de su condición de autoridad, agente de ésta o funcionario público. Llama especialmente la atención el nuevo numeral sexto, que introduce un subtipo agravado estandarizando y, en parte, objetivando, la agravante de disfraz, cuando los actos antes descritos se lleven a cabo con ocultación del rostro y se dificulte la identificación de sus autores. Hay que tener en cuenta, para evitar equívocos, que debe exigirse la búsqueda, por parte del autor, de una mayor impunidad mediante la ocultación de la identidad, no bastando el mero uso de prendas que parcialmente oculten el rostro del sujeto actuante durante una manifestación al aire libre. El art. 557ter CP es un delito de nuevo cuño. Se ha incluido como disposición punitiva contra los denominados escraches y protestas en entidades bancarias o locales abiertos al público. De algún modo, podríamos decir que sustituye a la falta del art. 635 CP 1995, pero amplia generosamente su contenido punitivo y, sorprendentemente pese a su ubicación, puede afectar exclusivamente a intereses y actividades privadas. Las acciones típicas contenidas en el art. 557ter CP 2015 implican actuar en grupo o individualmente pero amparados en él, invadan u ocupen, contra la voluntad de su titular, el domicilio de una persona jurídica pública o privada. Invadir es el primer verbo de la acción típica, sinónimo de irrumpir, es decir, entrar por la fuerza. Ocupar supone propagarse en un lugar, esparcirse en él y mantener la posición durante un tiempo contra la voluntad del titular. Para que la conducta sea penalmente relevante será, por tanto, necesario que entren o permanezcan en el edificio. El nuevo tipo penal introduce una fórmula bastante discutible, exigiendo, como resultado de las acciones antes mencionadas, la causación de una «perturbación relevante en su actividad normal», cuyo contenido exacto parece complicado de determinar. Perturbar, sin lugar a dudas, significa inmutar, trastornar el orden y concierto, o la quietud y el sosiego de alguien. Relevante es sinónimo de importante o significativo, pero se trata de un concepto indeterminado a valorar por el Juez o Tribunal, dependiendo de la mayor o menor intensidad de la alteración del orden e impedimento para el desarrollo de las actividades. Finalmente, se introduce un elemento más represivo, al establecer la pena superior en grado en caso de que los hechos se produzcan en una protesta ciudadana o concurran los elementos del art. 557bis CP 2015. Falsas alarmas: La falsa alarma es una forma de alteración de la paz pública, creando pánico en la población. No es necesario que se realice de forma anónima, siendo posible que el sujeto denuncie falsamente. La finalidad jocosa no excluye la imputación del tipo a título de dolo, bastando con que se tenga conciencia de la alarma pública que va a crearse.