La hija de la criada La hija de la criada

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La hija de la criada
La hija de la criada
Barbara Mutch
Traducción de Catalina Martínez Muñoz
Alianza, Madrid, 2013, 491 págs.
Narrada en primera persona, Ada, la hija de la criada negra de una familia
irlandesa, dedicada a los negocios en Sudáfrica, sitúa al lector en pleno siglo XX, con la
defensa de los derechos humanos enfrentados a los intereses económicos que
motivaron leyes racistas y el apartheid.
Las consecuencias de esa situación económico-social es vivida dentro de
Cradock House, el hogar en el que sirve la madre de Ada y al que la niña cree
pertenecer. Ada, enseñada por su madre, crece comprendiendo que su sitio es el
servicio de la familia irlandesa. Y se entrega a su tarea. Sin embargo la señora de la
casa, Cathleen, sabe ver la gran inteligencia natural de la niña negra y le enseña a leer.
A partir de ese momento, el lector asiste a un diálogo entre lo que la niña es
capaz de contar limitada por su edad y su concepción del mundo y el diario de la
señora, que descubre el mundo interior y la visión de Cathleen sobre sus sentimientos
personales, su aislamiento en África, la falta de comunicación con su esposo, el nefasto
comportamiento egoísta de la hija mayor y la ternura de corazón de Ada. El lector
comprende el pasado de Cathleen y el presente.
Llega la segunda guerra mundial y el hijo de la familia irlandesa tiene que
incorporarse a filas. La guerra le lleva al norte de África, conde pelea contra el ejército
nazi en los desiertos del Sahara. A su regreso, viene herido en el cuerpo y, sobre todo,
en el alma: desesperado por el sufrimiento físico y psíquico de ver morir a todos sus
compañeros. Ada se entrega día y noche a la recuperación del señorito Phil. Ada, la
joven y bella negra, siempre ha sido la amiga del señorito Phil.
Pero Ada no acierta a percibir lo que Cathleen y todos ven: el amor de Phil por
Ada. Y Phil que no tiene fuerzas para salir de casa y enfrentarse al sol, vive la angustia
de tener que enfrentarse a una sociedad en la que una negra y un blanco no pueden
caminar juntos por las calles. Así que Phil busca una escapatoria a su angustia y se
suicida.
La pérdida de Phil, el amigo, es tan fuerte como la pérdida del hijo para
Cathleen. Y ese dolor compartido une aún más a las dos mujeres.
La música ha sido, durante años, otro punto de encuentro entre Ada, la criada
negra y Cathleen. Rose, la hija de los señores, recibe clases de piano sin
aprovechamiento alguno. Mientras tanto, Ada, limpia cerca del piano y aprende en
silencio lo que la profesora pretende enseñar a la hija de los blancos. Pronto la familia
comprende que Ada ha aprendido a tocar el piano. Y Cathleen se vuelca con Ada y le
enseña todo lo que sabe. Ambas eligen las melodías de acuerdo con los sentimientos
que experimentan cada día.
Frente al pueblo de los blancos, del otro lado del río, se extiende el poblado de
los negros, un conjunto de cabañas de adobe, sin puertas. En una de esas chozas vive
una tía de Ada. Y allí acude Ada, en busca de amparo, tras ser violada por el señor de la
casa, en ausencia de Cathleen.
La señorita de la casa, Rose, se había ido a Johannesburgo a estudiar. Pero
debido a su mal comportamiento, Cathleen tuvo que viajar durante un par de mese a
aquella ciudad. A su regreso se encontró Cradock House en perfecto estado, la cena
preparada. Pero no había señales de la Ada.
Ella prefirió irse de la casa antes de reconocer su embarazo, su deslealtad hacia
la señora que entró en conflicto con su obediencia al señor.
Con el nacimiento de Dawn, la hija de Ada, sus problemas se agravaron pues
era una niña mulata, rubia y de ojos azules. Todo el mundo podía ver el pecado de
Ada. Y además, la sociedad sudafricana, con la llegada masiva de negros a
Johannesburgo en busca de trabajo en las minas de oro y diamantes, se había vuelto
más violenta. Esta inseguridad acrecentó el miedo de la minoría blanca que comenzó a
dictar leyes raciales. Una de ellas castigaba al blanco que engendraba mulatos con la
cárcel. Así que Catheleen apostó por Ada y exigió a su marido, una vez enterada de lo
ocurrido, que alimentara a Ada y a su hija Dawn. Ambas volvieron a la Cradock House.
La sociedad más próxima a Cathleen, en un primer momento comenzó a darle
la espalda. Poco a poco empezaron a aceptar lo ocurrido. No obstante, Dawn también
creció y se dio cuenta de que era un peligro para su madre, Ada, y para la familia
irlandesa y, con sólo trece años huyó al poblado de los negros, en un primer momento
y a Johannesburgo posteriormente.
La muerte de Cathleen enfrenta a Ada y a Rose. Ambas reciben la herencia
aunque de forma no prevista por ellas. El entendimiento de Helen, hija Rose con Ada
asegura la continuidad de Cradock House.
Esta novela es un canto a la lucha por los derechos humanos desde una actitud
no violenta. Ada se enfrenta a la sociedad que la rodea para defender su vida y la de su
hija, para defender los derechos de los negros. Pero busca alternativas a la violencia:
busca soluciones inteligentes, aunque tuviera que pasar por la tortura y la cárcel.
Las relaciones entre blancos y negros, relaciones de amistad y comprensión a
nivel personal iluminan con esperanza la situación de negros y blancos en el cono sur
del continente africano.
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