Subido por jazzaira

Restauración del Pont Trencat

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La restauración del Pont Trencat (Puente Roto). Barcelona.
Xavier Font
Alfa Polaris, S.L.
Antic 7, 08394 Sant Vicenç de Montalt, Barcelona. España.
Email: [email protected] – Web page: http://bierot.net
Resumen
En 1811, durante la Guerra de la Independencia española, el Pont Trencat sufrió la destrucción de
uno de sus dos arcos: el principal. A principios de 1999 recibimos el encargo de redactar el
proyecto de su restauración. Debido a que el puente fue destruido hace mucho tiempo, nadie sabe
con seguridad cómo era éste antes de su destrucción. Si hubiéramos intentado devolverle su forma
original hubiéramos tenido que inventarnos la información que nos faltaba. Por otra parte, la gente
del lugar estaba habituada a ver su forma rota, la cual le da nombre. Por todo ello creímos que
antes que intentar hacer una reproducción mimética de lo que posiblemente era el puente, sería
más adecuado recuperar su función erigiendo de nuevo la parte desaparecida de forma que
presentase un total contraste entre ésta y los restos preexistentes; todo ello utilizando técnicas y
materiales contemporáneos. Y el acero, juntamente con el hormigón, es el material estructural más
representativo de nuestra época. Los trabajos, divididos en tres fases, fueron iniciados en Julio del
2000 y la obra fue abierta al público en Septiembre del 2003.
1.
Lo que la guerra se llevo
“Als vint y tres Febrer de mil vuit cents onse morí de edat... offegada en la Tordera per haver
romput lo Pont per ordre del general de vanguardia Don Josep Obispo, sens reportarsen altra
utilitat, ni ventaja que las desgràcias se han experimentat, i se esperan de necessitat” (El
veintitrés de Febrero de 1811 murió a la edad de ... ahogada en el Tordera por haber roto el Puente
por orden del general de vanguardia Don Josep Obispo, sin que ello reportase otra utilidad ni
ventaja que las desgracias que se han experimentado, y que se esperan de necesidad). Esta
anotación, escrita en catalán antiguo, procedente del Libro de Óbitos del archivo de la parroquia de
Sant Celoni, nos recuerda la destrucción del Pont Trencat ordenada por el general Obispo para
entorpecer el movimiento de las tropas invasora durante la Guerra de la Independencia, en la que
la mujer responsable de la explosión perdió la vida. De acuerdo con el grabado de unos de los
dibujantes que acompañaban al ejército de Napoleón, Michel Charles de Langlois, esta acción no
tuvo la efectividad deseada. En éste aparece el ejercito invasor cruzando el río a pesar de la
reciente destrucción del puente.
Los esfuerzos de las autoridades de Sant Celoni para reconstruir de nuevo el puente finalmente
llevaron a la construcción, en 1866, de un nuevo puente, aguas abajo del viejo, a la que se le puso
el nombre de Puente de la Reina, pues fue construido durante el reinado de la reina Isabel II. Con
la construcción del nuevo paso dejó de ser necesaria la reconstrucción del Pont Trencat, por lo que
éste fue abandonado a las inclemencias del tiempo. Afortunadamente gracias a la robustez de sus
cimientos y de su estructura, los restos sobrevivieron todas las Torderades, es así como los
lugareños llaman a las periódicas avenidas del río.
Figura 1 – Grabado de Michel Charles de Langlois
2. La asociación Pont Roma 2000: el esfuerzo por recuperar aquello que la guerra
se llevó.
A pesar de su robustez, era necesario protegerlo del deterioro que estaba padeciendo; al menos era
esto lo que un grupo de gente de los dos pueblos que el puente une —Sant Celoni y Santa Maria de
Palautordera, cincuenta kilómetros al noreste de Barcelona—pensábamos. Por ello, en el otoño de
1996 decidimos crear la asociación Pont Romà 2000.
Figura 2 – Dos imágenes del puente en 1997
Al principio nuestro objetivo era conseguir financiación para reconstruir el viejo puente, pero muy
pronto nos percatamos que esto no era suficiente. La recuperación del puente debía ser un primer
paso para la mejora de su entorno, tanto el urbano como el natural, a lo largo del lecho del río;
ambos, en aquel momento, muy degradados. Éste era un objetivo muy ambicioso para nuestra
asociación, pero la esperanza de éxito se basaba en la idea de que actuaciones puntuales tienen el
poder de ejercer de catalizadores de dinámicas de mejora de más abasto. Creíamos que si
conseguíamos fondos para la recuperación del puente, otros agentes, tales como los ayuntamientos
o incluso los mismos vecinos, se verían motivados por nuestra intervención a mejorar el entorno.
Y es así como afortunadamente ha sido.
3. Así es como empezamos
Una vez definidos los objetivos de la asociación —recuperar el puente destruido y mejorar los
márgenes del río en su proximidad— primeramente redactamos un anteproyecto con un
presupuesto aproximado para obtener los primeros fondos para llevar a cabo los trabajos
preliminares que eran necesarios: búsqueda de fuentes documentales, trabajos arqueológicos,
levantamiento topográfico del sitio y sus alrededores, estudio geotécnico y levantamiento
fotogramétrico de los alzados de sus restos. Afortunadamente muy pronto recibimos ayuda
económica de la Diputación de Barcelona y del Consell Comarcal del Vallès Oriental, lo que nos
permitió llevar a cabo la primera parte de estos trabajos. Posteriormente también recibimos
financiación procedente de la Unión Europea por medio de los FEDER (Fondos Europeos para el
Desarrollo Regional), de los dos ayuntamientos —Sant Celoni y Santa María de Palautordera—,
de los Departamentos de Cultura y Medio Ambiente de la Generalitat de Catalunya, así como de
fundaciones privadas y diversas empresas de la zona.
Paralelamente a estos trabajos llevamos a cabo una campaña de divulgación del proyecto.
Organizamos una exposición que versaba sobre la historia del puente y sobre el nuevo proyecto de
recuperación, que fue presentada en los dos municipios. Así mismo editamos un dossier
explicativo y una página web que puede visitarse en http://www.terra.es/personal3/ponttrencat.
Figura 3 – Alzado de los restos obtenido a partir del levantamiento fotogramétrico.
Los trabajos de arqueología, que se hicieron en tres fases —en verano de 1998, en otoño de 1999 y
en la primavera del 2000—, proporcionaron una valiosa información que fue cotejada con los
resultados de la búsqueda documental que se realizó. El levantamiento fotogramétrico de los restos
nos proporcionó una precisa representación de su geometría. Del estudio geotécnico obtuvimos
información tanto de la morfología del subsuelo como de la estructura interior de los restos.
Mientras, con el soporte que nos proporcionaba la información que íbamos obteniendo de estos
trabajos preliminares, redactamos el proyecto constructivo de la restauración del puente.
4.
Reconstruir el puente, sí. ¿Pero cómo?
La pregunta clave del proyecto era: ¿De qué manera hay que reconstruir el puente? Seguramente la
palabra empleada —reconstruir— no es la más adecuada. En sentido estricto, una reconstrucción
lleva implícita una cierta manera de hacer las cosas: construir de nuevo el puente para restituirlo al
estado anterior a su destrucción. Pero... ¿Es esto posible? Quizás, si hubiéramos obtenido toda la
información que nos era necesaria para devolverle su forma original. Pero después de ciento
noventa años desconocemos la forma que tenia la parte desaparecida. A partir de la geometría de la
parte del puente que permanece, de los restos de los arranques del arco destruido y de los
pavimentos descubiertos durante las excavaciones arqueológicas en los dos márgenes, y del
mencionado grabado de Michel Charles de Langlois, pudimos deducir que el arco destruido era
mayor que el existente, y que sobre el puente el firme presentaba un perfil en forma de lomo de
asno con el punto más alto situado sobre la clave del arco desaparecido. Sin embargo
desconocemos su exacta geometría; incluso si el arco era o no apuntado. Si hubiéramos decidido
realizar una reconstrucción en el sentido estricto de la palabra, hubiéramos tenido que inventarnos
la información que nos faltaba. La información que obtuvimos de los trabajos preliminares no nos
proporcionaba una idea suficientemente aproximada de como era la parte desaparecida. Un dibujo,
incluso una descripción detallada de uno de los muchos viajeros que solían escribir acerca de los
lugares que visitaban, hubiera sido de gran ayuda.
Por otra parte tuvimos que considerar otras cosas. Este puente no sólo es un objeto arquitectónico
sino que puede ser considerado un monumento histórico. ¿Por qué? Pues porque posee un valor
como documento histórico, como construcción arquitectónica y como objeto simbólico1.
Como documento tiene la capacidad de evocar hechos históricos de los que fue testigo, y no sólo
puede darnos información sobre lo acontecido a las gentes y los pueblos que con él se
relacionaron, sino que —a partir de los materiales de los que está hecho— puede proporcionarnos
datos sobre la evolución de los estilos arquitectónicos y la técnicas constructivas.
Los atributos que caracterizan la buena arquitectura, según Vitruvio, arquitecto e ingeniero romano
que vivió en el siglo I adC, nos vienen dados por su capacidad para satisfacer los requerimientos
funcionales (utilitas); por la experiencia estética que puede proporcionar (venustas); y por la
racionalidad en el uso de los materiales y las técnicas constructivas (firmitas).
La faceta simbólica de un monumento incluye valores más subjetivos, relacionados con aspectos
emocionales, acerca de cuál es el significado que este tiene para los individuos y colectividades
que de una manera u otra están vinculados a él.
Cualquier intervención en un monumento histórico debe intentar preservar todos estos valores;
aunque no siempre es posible conseguir este objetivo. Por ejemplo, la recuperación de la función
del monumento —valor arquitectónico— puede hacer necesaria la destrucción de algunas de sus
partes susceptibles de contener información interesante —valor documental— acerca del mismo
monumento o de su historia. En estos casos habrá que buscar una solución de compromiso.
En nuestro caso teníamos tres posibles líneas de actuación. La primera era únicamente consolidar
los restos existentes sin recuperar su función de uso; la segunda era reconstruir el puente
intentando devolverle la forma que tenía antes de su destrucción; y la tercera era recuperar su
función rehaciendo la parte desaparecida de una manera totalmente diferente, marcando el
contraste entre las dos partes, la antigua y la nueva.
La primera opción fue rechazada porque consideramos que era muy importante recuperar su uso
por tres razones. Primeramente, con este recuperado paso estábamos mejorando la conexión entre
el barrio del Pont Trencat, en el margen derecho del río, y el núcleo urbano de Sant Celoni, en el
margen opuesto. Hasta ahora los peatones tenían que cruzar el río por un puente carretero, aguas
arriba, con deficiente iluminación y aceras estrechas.
En segundo lugar, recuperando su función, ofrecíamos un punto de observación privilegiado sobre
el entorno, el estado del cual queríamos mejorar. Desde él, a partir de ahora cualquier dinámica de
degradación se pondrá de manifiesto rápidamente. Antes de la restauración, sin la conexión que el
puente proporciona, los márgenes del río se habían convertido en unos vertederos y el lecho del río
estaba ocupado por huertos ilegales. Ahora, al convertirse en una zona concurrida, cualquier
actuación en esta línea será inmediatamente percibida y podrá ser rápidamente neutralizada.
En tercer lugar, compartimos la idea que la mejor manera de proteger de la degradación a un
objeto arquitectónico es dándole un uso; si algo sirve, se convierte en necesario y cualquier
perdida de funcionalidad pide su restitución en breve.
Al principio, influenciados por las últimas reconstrucciones realizadas en Catalunya de puentes
destruidos en la Guerra Civil Española (1936-1939), propusimos reconstruir el puente intentando
devolverle su desaparecido aspecto. Así se hizo en el caso del Pont del Diable, entre Martorell y
Castellbisbal, veinte kilómetros al oeste de Barcelona. Este era el tipo de intervenciones que
propugnaba el arquitecto francés M. Viollet-le-Duc (1814-1879)2 contra los postulados del
pensador John Ruskin (1819-1900) y el poeta, artesano y político William Morris (1834-1896),
ambos británicos, los cuales defendían una política de no intervención. Pensaban que no tenemos
ningún derecho a intervenir sobre un monumento, a no ser que éste corra peligro de colapso; en
este caso una actuación sobre su estructura puede permitirse, siempre y cuando ésta no sea
evidente.
Figura 4 – El Pont del Diable: durante su reconstrucción en 1961 y su aspecto actual
Sin embargo, nuestro proyecto difería de aquellos en un aspecto fundamental: en aquellas
intervenciones la destrucción había tenido lugar recientemente, por lo que se disponía de suficiente
información sobre cual era su aspecto antes de ser destruidos. Por el contrario, tal como hemos
apuntado anteriormente, nosotros no conocíamos cómo era el puente antes de su colapso; la única
imagen conocida era su forma rota. Mucha gente nos preguntaba si, después de reconstruirlo,
tendríamos de cambiarle el nombre. Este último punto puede parecer poco importante, pero
realmente no es así. El puente permaneció roto durante casi ciento noventa años, y este periodo de
tiempo es suficientemente largo como para ser tomado en consideración.
Además, el presente proyecto pasa a formar parte de la historia del puente. Es una intervención
que tiene lugar en una época determinada, con unos materiales y técnicas constructivas que la
caracterizan, claramente diferenciadas de la de otros tiempos. Intentar emplear la piedra y las
técnicas constructivas que le son propias, daría a las generaciones futuras una información
falseada; ello atentaría contra el valor documental del monumento. El uso de un material y una
tecnología poco común en nuestra era llevaría a engaño a las personas que en el futuro estudien
esta obra.
Por todo ello, pensamos que si intentábamos recuperar su antigua forma con materiales y técnicas
poco representativas de nuestro tiempo, y nos inventábamos la información de la que carecemos
acerca de cuál era su aspecto, estábamos atentando contra sus valores simbólicos y documentales.
Por ello, siguiendo las ideas de algunos teóricos de la restauración, tales como el historiador de
arte y jurista austriaco Alois Riegl (1858-1905)2,3 y el arquitecto italiano Camillo Boito (1835-
1914)2, finalmente decidimos consolidar los restos existentes y restaurar su función usando
materiales y técnicas actuales; y el acero, juntamente con el hormigón, es el material estructural
más representativo de nuestra era. Elegimos el acero patinable o corten por su capacidad para
combinar con el granito de la vieja silueta, con muchos elementos de tonalidad rosada. Propusimos
reponer la parte desaparecida de manera tal que destacase el contraste entre la nueva actuación y
los restos existentes, evocando la forma que pensamos tenía el puente, pero sin hacer una
reproducción mimética. La restauración llevada a cabo quiere establecer un diálogo con la
estructura antigua del puente, sin que esta última pierda protagonismo. Por ello diseñamos una
estructura ligera en comparación con los masivos restos de piedra, que marcase claramente la
distinción de volúmenes entre la parte nueva y la antigua y, sobretodo, que resaltase la rota silueta,
que es la que mejor simboliza la imagen del puente.
5.
Nuestra propuesta
Antes de llegar a la solución definitiva estudiamos distintas alternativas. Trabajamos con modelos
digitales con los que las primeras ideas evolucionaron hasta la propuesta final.
Figura 5 – Modelo digital de la solución adoptada
Primeramente probamos soluciones que evocaban las fachadas de piedra, pero pronto nos dimos
cuenta que era mejor trabajar con elementos lineales en vez de hacerlo con planos; de esta manera
hacíamos trabajar al acero de una forma que le es más propia y obteníamos una estructura
visualmente más ligera. Ello, además, nos ayudaba a reforzar el contraste entre el antiguo y el
nuevo volumen.
Figura 6 – Alzado final del puente construido
La estructura que finalmente construimos consiste en un tablero continuo de dos vanos, de tres
metros de canto, de sección cajón, con una anchura variable entre los 2.08 metros de su fondo y
3.36 metros en la parte superior. El pavimento se dispone en un nivel intermedio, 1.84 metros por
sobre del fondo del cajón, de manera tal que la prolongación de las almas del cajón sobre el nivel
del firme hace de parapeto. Éste se prolonga más allá de la nueva estructura, a lo largo de la parte
antigua de piedra, proporcionando un fondo sobre el cual destaca, si cabe un poco más, la vieja
silueta irregular.
Esta viga continua esta soportada por tres líneas de apoyo, dos extremas y una tercera intermedia
sobre la clave del arco. Éste, con una luz de 24 metros, es de canto variable, mínimo en arranques,
con 0.61 metros, y máxima en clave, con 0.89 metros. La arista superior del tablero y el intradós
del arco siguen la forma que pensamos tenía el viejo puente, de esta manera la nueva estructura
evoca la desaparecida silueta del puente original.
Figura 7 – Estructura interna del arco y sección transversal del tablero
Transversalmente el arco está formado por dos cajones de ancho variable dispuesto de manera que
en la zona cercana a la clave dejan un espacio libre por donde pasa el tablero. Por debajo de éste,
los dos arcos están unidos por unas cruces de San Andrés que quedan ocultas por una chapa que da
continuidad al conjunto, de forma que exteriormente adquiere la apariencia de un único cajón. La
anchura de este conjunto multicelular varía de los 3.40 metros en los arranques hasta los 5.12
metros de la clave. Cada uno de los dos arcos se apoya en dos rótulas, una situada sobre las
dovelas del remanente del arranque del arco desaparecido sobre la pila central, y la otra sobre el
encepado del cimiento en el margen opuesto. Con el objeto de proteger el arco de los objetos que
pueden ser arrastrados por una avenida, llenamos con hormigón en masa los dos primeros metros
de su parte más baja, la que queda sobre la nueva cimentación. Además, esta masa de hormigón
mejora la estabilidad lateral de la estructura frente a esfuerzos de viento. Debemos tener en cuenta
que el canto del tablero —tres metros— no fue elegido por motivos de índole estructural sino por
criterios estéticos. Desde un punto de vista estructural, el tablero hubiera podido ser mucho más
esbelto. Pero necesitábamos diseñar una estructura suficientemente voluminosa como para obtener
una relación más equilibrada entre la parte masiva de piedra y la nueva. Este importante canto del
tablero hace que la estructura sea muy sensible al viento lateral, situación que se ve empeorada por
el hecho que el arco reduce su anchura en los arranques. Para aumentar el peso del conjunto, y por
consiguiente su estabilidad, también dispusimos de dos losas de hormigón en el interior del cajón
del tablero, una sobre su ala inferior y la otra formando el forjado del pavimento.
6. La construcción
Los trabajos se iniciaron en el mes de Julio del 2000. Alfa Polaris fue responsable del
anteproyecto, del proyecto ejecutivo y la dirección de las obras, SAPIC fue el contratista principal
y TAMANSA el constructor de la estructura metálica.
La construcción se llevó a cabo en tres fases. En la primera se hizo el refuerzo y consolidación de
los restos existentes de piedra, así como la realización de los nuevos cimientos. En la segunda fase
se fabrico y erigió la estructura de acero. La última fase consistió en la realización de los
pavimentos, el alumbrado viario y el mobiliario urbano.
Figura 8 – Ensamblaje del arco y colocación del tablero
En la primera fase intentamos seguir una política de mínima intervención. Queríamos limitarnos a
consolidar y reparar todo aquello que diagnosticamos que estaba en malas condiciones. Evitamos
cualquier actuación que cambiase su apariencia tradicional, y cuando ello no era posible —por
ejemplo, cuando tuvimos que recalzar los paramentos laterales— subrayamos nuestra intervención
utilizando un material totalmente distinto, en este caso el hormigón armado, al cual se le aplicó un
tratamiento de abujardado a sus superficies vistas. Como que la pila central está cimentada sobre
una capa de gravas arenosas en vez del sustrato rocoso inferior, dispusimos una jaula formada por
28 micropilotes Ischebeck-Titan 73/53 alrededor del cimiento, de cinco metros de profundidad,
con el objeto de protegerla de posibles socavaciones durante las frecuentes avenidas del
río.También reforzamos el arco existente con seis barras de acero inoxidable, de 32 mm de
diámetro, inyectadas con mortero especial para garantizar la adherencia con la piedra de las
dovelas, dispuestas transversalmente, para detener la propagación de unas grietas longitudinales
que aquel presentaba. El nuevo cimiento del desaparecido arco, en el margen izquierdo, está
formado por una cuadrícula de 4x5 micropilotes de 12 metros de profundidad, empotrados en el
substrato rocoso; los perimetrales son del tipo Ischebeck-Titan 73/53, mientras que los interiores
son del tamaño 40/16.
En la segunda fase se realizaron los estribos del tablero, uno especial en el interior de la parte
antigua del puente, sobre la pila central, y la otra en la coronación del talud del margen izquierdo
del río. La fabricación de la estructura metálica se llevo a cabo en los talleres de TAMANSA en
Gavà. El transporte de la estructura a lo largo de los setenta kilómetros del trayecto entre el taller y
el tajo se hizo en cinco piezas; tres para el tablero y dos para el arco. En primer lugar izamos las
dos piezas que componían el arco, uniéndolas in situ por la clave. Antes de colocarse el tablero, se
procedió al ensamblaje a pie de terreno de dos de las piezas, para después izar cada una de las dos
partes resultantes y soldarlas entre ellas una vez colocadas a su posición definitiva.
En la tercera fase se realizaron los pavimentos. Sobre el puente elegimos un pavimento de madera
con el objeto de proporcionar a los usuarios una material de tacto más agradable y cálido, en
contraste con la más fría textura del acero. En las plazas que se formaron en cada uno de los
extremos, el pavimento esta formado por una combinación de losas de granito rosado —el
denominado porriño— y piezas prefabricadas de hormigón de acabado abujardado. Con el
alumbrado viario, para evitar que los puntos de luz afectasen la silueta del puente, sobre éste se
optó por emplear apliques colocados en los parapetos, mientras que en las plazas de los extremos
se dispusieron luminarias sobre báculos de diseño moderno. El alumbrado monumental se dispuso
en los márgenes del río, siempre sobre el nivel de máximas avenidas.
La obra fue puesta en servicio el 27 de Septiembre del 2003.
Figura 9 – Vista general del puente, y pavimento y alumbrado viario sobre la parte antigua.
7. Conclusión
Pensamos que éste es un uso original del acero, el cual fue elegido, no por criterios económicos ni
estructurales, sino por el propósito estético de combinar el antiguo uso del granito con el moderno
empleo del acero. Tal como deseábamos, esta restauración ha inducido dinámicas de mejora del
entorno. Apreciando la puesta en valor de este espacio, los ayuntamientos han hecho inversiones
adiciones para arreglar los barrios próximos a la obra y muchos vecinos han ejecutado obras de
mejora de sus viviendas, dando importancia a la calidad de las fachadas.
Creemos que con este proyecto el puente ha recuperado su uso pero de alguna manera no ha
dejado de ser el Pont Trencat.
8.
Referencias
1. GONZÀLEZ, A. La restauració objectiva. (Mètode SCCM de restauració monumental).
Memòria SPAL 1993-1998, Diputació de Barcelona, Barcelona, 1999, pp 30-38.
2. CHOAY, F. L'allégorie du patrimoine. Éditions su Seuil. Paris, 1992, pp 114-129.
3. RIEGL, A. Der Moderne Denkmalkultus, Wien, 1903. Traducido al español por Pérez López,
A., El culto moderno a los monumentos, Visor. Dis., Madrid, 1987, pp 71-99.
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