Subido por Harry Costin

EL SUEÑO DE ALEJANDRIA [email protected]

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EL SUEÑO DE ALEJANDRIA
Dr. Harry Costin
Cuenta la tradición que una noche Homero se apareció en sueños a Alejandro Magno
recitando aquellos versos de su Ilíada en los cuales describe a Menelao buscando
refugio en la isla de Faros. Según nos cuenta Plutarco, en respuesta a este sueño
Alejandro se levantó inmediatamente y se dirigió a Faros, que en aquella época era una
isla que yacía cercana a la salida canópica del Nilo...
Apenas vio el lugar, Alejandro percibió sus ventajas naturales. Una lengua de tierra
parecida a un istmo, de anchura proporcional a su largo. A un lado se encuentra un gran
lago, al otro el mar, que forma un puerto espacioso. Este hallazgo llevó a Alejandro a
afirmar que “Homero, entre sus muchas otras admirables calificaciones, fue también un
gran arquitecto.” Acto seguido Alejandro procedió a ordenar la planificación de una
ciudad adecuada a las características del terreno.
Se instruyó entonces al arquitecto Deinócrates que preparara los planos para la futura
ciudad mientras Alejandro seguía viaje hacia el oeste en peregrinaje al templo de Amón
en Siwa durante el invierno de 332-331 a.C. A su regreso, Alejandro inspeccionó los
planos y dio las directivas necesarias para su ejecución. La fundación de Alejandría se
sitúa tradicionalmente el 7 de abril del año 331 a.C.
El espíritu de la futura Alejandría se hallaría fuertemente emparentado al de su fundador
y futuro genio tutelar: Alejandro Magno. De Alejandro se cuenta que dormía siempre
acompañado de la /Ilíada de Homero. Alejandro era en verdad un digno sucesor de sus
predecesores macedonios, quienes durante generaciones habían atraído y ofrecido
refugio a los más destacados filósofos e intelectuales griegos en la capital macedonia de
Pella. Entre éstos se habían contado Hipócrates, Eurípides, y en no pequeña medida el
mismo Aristóteles, tutor de Alejandro durante casi diez años, y cuyo padre había sido
médico del padre de Alejandro, Filipo. De Aristóteles, Alejandro había adquirido una
gran erudición y disciplina intelectual, pero su visión interna siempre se halló más
cercana del universalismo religioso platónico que del racionalismo aristotélico. Sin
embargo, hasta el fin de sus días Alejandro guardó gratitud a Aristóteles, tradición que
habría de influenciar a los futuros y últimos monarcas egipcios, los Ptolomeos.
A la muerte súbita de Alejandro en el 323 a.C. el imperio comienza a dividirse. Los
generales de Alejandro pasan a constituirse cada uno en satrap, título persa que significa
virrey de una provincia, bajo una administración central.
En el 306 a.C. cada satrap se autodeclara rey de su respectiva provincia. En Egipto,
Ptolomeo Soter establece su propia dinastía destinada a durar tres siglos hasta el trágico
fin de Cleopatra VII en el 30 a.C.
Cuando Alejandro muere en Babilonia el 13 de junio del 323 a.C. luego de gobernar
durante 13 años no había cumplido aún los 33 años. La tradición cuenta que su cuerpo
fue embalsamado a la manera egipcia y un extraordinario carro funerario construido
para llevar sus despojos a través del Medio oriente de retorno a Macedonia. La
procesión se dirigió desde Babilonia a través de Mesopotamia, pasando por Siria hacia
Damasco, en dirección al templo de Amón en las arenas de Libia para que el gran Dios
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pudiese contemplar a su divino hijo. Desde allí debía proceder a Macedonia. Sin
embargo, Ptolomeo, apoyado por su ejército, convence al líder de la procesión de que se
le permita oficiar los últimos ritos. Lleva entonces el cuerpo de Alejandro a Memfis,
donde permaneció hasta su traslado definitivo a Alejandría, aún en construcción. En
Alejandría Alejandro reposaría en un fabuloso mausoleo llamado Soma o Sema.
Alejandría
La construcción de Alejandría se realiza fundamentalmente bajo Ptolomeo I Soter, cuya
administración se traslada a la nueva ciudad en el 320 a.C., y bajo su hijo Ptolomeo II
Filadelfio (285-246 a.C.). El tercer rey ptolemaico Fugertes 1 (246-221 a. C.) también
realizó importantes obras, entre ellas la de reconstruir el Serapeo en el barrio egipcio
integrando en él una rama de la famosa biblioteca alejandrina.
Alejandría se convirtió rápidamente en una gran capital cosmopolita dividida en tres
grandes áreas o barrios: el barrio real griego-macedonio (Bruchion), el barrio egipcio, y
el barrio judío. Los muros de la ciudad de aproximadamente 25 km. de longitud
encerraban un área rectangular de unos 5 km de ancho por otros 2.5 kmb de ancho. Por
sus calles circulaban hombres y mujeres de todas las nacionalidades conocidas, incluso
de la India, pues el emperador Asoka había intercambiado embajadores con los
Ptolomeos.
La situación privilegiada de la ciudad y el espíritu universal alejandrino transformarían
rápidamente a la nueva ciudad en el centro comercial de la época y los cultos y
generosos monarcas Ptolomeos ofrendarían los beneficios de esta nueva prosperidad en
el altar del conocimiento: los magníficos frutos de esta ofrenda fueron el templo de
Serafis o Serateo (también llamado la Acrópolis de Alejandría), la Biblioteca
Alejandrina, el Museo, y el Sema o mausoleo de Alejandro.
El culto de Serapis y el Serafeo
En relación al culto de los Dioses, la tradición cuenta que Ptolomeo l recibió consejo del
sacerdote egipcio de Heliópolis Manetón y del ateniense Timoteo, quien procedía de
una familia sacerdotal relacionada con los ritos de Démeter y Perséfone, y conocía
íntimamente los templos de Eleusis y Delfos.
Ptolomeo l elegiría al Dios Serapis como Dios tutelar de la nueva dinastía. Serapis se
emparentó con el D1os Osiris como toro de Memáís (Ostris-Apis) o el sacrificio de la
Luz-Una, representado por Dionisios en la religión griega, a quien también se le rindió
un culto activo. En complejo simbolismo, el Dios también se relacionó con Zeus-Amón,
divino padre de Alejandro, y con Plutón e incluso Pan, según cuenta Hecateo de
Abdera.
Para celebrar los sagrados ritos se trajo desde la ciudad de Sínope en el Asia Menor una
magnífica estatua de Plutón-Serapis atribuida al escultor Bryax1s como imagen
principal de culto del Serapeo. El Serafeo fue construido sobre una elevación natural en
el barrio egipcio, lo que le valió la denominación de Acrópolis de Alejandría, y todos
los visitantes ilustres del mundo clásico coinciden en que era el más bello de los
edificios y monumentos de la ciudad. Según Amiliano Marcelino quien visitó la ciudad
en el siglo IV d.C:
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No existe descripción que pueda hacerle justicia, pero se halla adornado por
extensas estancias rodeadas de columnas, con estatuas que parece que
respirasen, y un gran número de otras obras de arte, que junto al Capitolio, que
eleva a la reverenciada Roma en pos de la eternidad, el mundo entero no
contiene nada más magnificente.
Desgraciadamente no quedan restos del Serapeo original de Alejandría y los restos
arqueológicos más antiguos son del nuevo centro de culto establecido por Ptolomeo III
Euergetes. Estos restos han permitido establecer: 1) En las placas bilingües de
fundación del templo el nombre egipcio de Serapis aparece bajo la forma Osor-Hapi:. 2)
El templo se encontraba en el barrio egipcio de Rhakotis 3) Dos obeliscos se
encontraban en el sitio al igual que dos esfinges de granito rojo y 4) Una estatua del toro
Apis en granito negro que se encuentra en el museo de Alejandría.
Los restos del Serapeo de Memfis pueden ayudarnos a comprender las complejas
relaciones simbólicas del culto de Serapis en la Alejandría ptolemaica.
Una avenida de esfinges conducía hacia un camino pavimentado o dromos en estilo
arquitectónico griego. Junto a él se hallaban estatuas de animales tradicionalmente
asociados al culto de Dionisios: un león, una pantera, dos pavos reales con plumaje
desplegado y un Cerbero tricéfalo. Cada uno de estos animales era cabalgado por un
Dionisio joven o representado pisoteando hojas de parra o uvas. Este complejo
simbólico dionisíaco era completado por dos sirenas y dos esfinges aladas de aspecto
griego. Hacia el oeste se hallaban dos pequeñas capillas, una en estilo egipcio que
albergaba una magnífica estatua del toro Apis, y otra de estilo griego. El complejo de
Memtis también incluía una estructura semicircular que rodeaba a siete estatuas de
poetas y sabios griegos. Las estatuas se hallan casi completamente mutiladas, pero los
restos e inscripciones han permitido una posible reconstitución del complejo. En el
centro se encuentra Homero, flanqueado a su derecha por Tales, Protágoras y Platón; a
su izquierda se encuentran los poetas Hesíodo, Píndaro y probablemente Demetrio de
Falerón, apoyado en una herma deSerapis. Demetrio de Falerón fue el primer director
de la biblioteca alejandrina.
La Biblioteca Alejandrina
La biblioteca se construye bajo Ptolomeo 1 y Ptolomeo II. El sueño de los Ptolomeos
era el de reunir en Alejandría todas las obras sagradas, filosóficas y literarias válidas del
mundo, para cuyo objetivo no se escatimaron costos ni esfuerzos. Originalmente se
estimaron en 500,000 las obras necesarias para constituir una biblioteca universal.
La concepción arquitectónica de la biblioteca nos es desconocida en sus detalles. Sin
embargo, se cree que se hallaba dividida en diez espaciosas estancias que correspondían
a otros tantos dominios del conocimiento. En las paredes se hallaban los armaria que
contenían los miles de papiros de la biblioteca. La biblioteca, que se encontraba en los
recintos del palacio real, comunicaba a través de una columnata de mármol cubierta con
su institución hermana: el museo.
A la cabeza de la biblioteca se encontraba un presidente o director, quien
tradicionalmente fue también el tutor oficial de los príncipes ptolemaicos. El primer
director de la biblioteca alejandrina fue el ateniense Demetrio de Falerón, discípulo
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peripatético y tirano de Atenas durante diez años hasta su expulsión en el 307 a.C.,
quien habría de buscar asilo en Alejandría. Tradicionalmente se atribuye a Demetrio la
feliz idea de construir y recopilar una biblioteca universal. Sin embargo, nos inclinamos
más bien por la idea de que el genio de este ambicioso proyecto fue el mismo Ptolomeo
I, quien cumplía así con uno de los sueños de Alejandro. Nuestra hipótesis se basa en la
concepción profundamente espiritual, emparentada cercanamente con el legado egipcio,
de las instituciones ptolemaicas, que trascienden la concepción intelectual y moral
aristotélica.
Una vez lanzado el ambicioso proyecto Demetrio recibió de Ptolomeo I Soter el encargo
de recopilar los textos para la biblioteca. Por encargo real Demetrio no debería
escatimar esfuerzos ni costos en la recopilación de todas las obras válidas de la época.
El mismo Ptolomeo habría de enviar una carta a todos los grandes monarcas de la época
implorándoles que le enviasen libros de autores de todo tipo, de poetas y autores de
prosa, doctores y adivinos, historiadores, y todos los demás también. Cuenta también la
tradición que todo barco que atracaba en Alejandría era revisado en búsqueda de libros
válidos, y que no podía levar anclas hasta que los libros no fuesen copiados por los
laboriosos copistas de la biblioteca.
Grandes esfuerzos se realizaron también para adquirir la afamada biblioteca de
Aristóteles, quien había sido un gran bibliófilo. A la muerte de Aristóteles, su sucesor
Teofrasto había heredado los valiosos libros. A su vez, al morir Teofrasto, éste había
dejado los libros a Neleo, último discípulo directo de Aristóteles. Desafortunadamente,
al no heredar Neleo la dirección del Liceo, había abandonado Atenas junto con los
valiosos libros. Los Ptolomeos habían ofrecido una fortuna a Neleo,, quien según la
tradición, sólo habría consentido en separarse de obras menores, y no de los célebres
Tratados de Aristóteles.
Otra historia digna de ser recogida se relaciona con los textos sagrados judíos.
Apoyándose en la autoridad de Hecateo de Abdera, quien al igual que Manetón, había
compilado una historia de Egipto por encargo real, Demetrio había sugerido a Ptolomeo
1 que se adquiriesen los textos de la ley judía. Según cuenta un testigo ocular, Ptolomeo
habría procedido a responder: ¿Y qué te lo impide? A lo cual Demetrio habría
contestado que los libros debían ser traducidos y que para conseguir el apoyo del gran
Rabino de Jerusalén un gesto de buena voluntad real sería necesario. El “gesto”
consistiría en la liberación de todos los prisioneros y esclavos judíos, más de 100,000 en
total, y la compensación de sus anteriores dueños con fondos extraídos de las arcas
reales.
La liberación de los judíos establecería las credenciales de Ptolomeo con Eleazar, el
gran sacerdote de Jerusalén. En un mensaje de Ptolomeo a Elezar, en el que solicitaba
que se enviasen a Alejandría traductores expertos, el rey anunciaba:
Hemos liberado más de cien mil judíos. Los más fuertes han sido enrolados en el
ejército. Aquellos capacitados para trabajar junto a nosotros, y dignos de
confianza, han recibido puestos administrativos... Hemos resuelto ejecutar lo
que plazca a todos los judíos; aquellos que hemos mencionado; aquellos en
otras partes del mundo, y todos aquellos que puedan venir aquí a futuro. Puesto
que hemos decidido que vuestras leyes sean traducidas del hebreo al griego,
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para que puedan ser ubicadas en nuestra biblioteca junto a los demás libros del
rey.
Eleazar respondió con entusiasmo y una delegación de 72 eruditos judíos, 6 de cada una
de las doce tribus, fue enviada a Alejandría, donde fueron recibidos calurosamente por
Ptolomeo. Se cuenta que el banquete en honor de los invitados duró siete días y que los
eruditos cumplieron su labor de traducción en 72 días.
También fueron traducidos los textos atribuidos a Zoroastro, una verdadera epopeya
intelectual considerando que éstos sumaron más de dos millones de líneas de verso.
La clasificación de la creciente biblioteca fue encargada a Calímaco, quien subdividió
sus Catálogos en categorías genéricas que correspondían a las varias secciones de la
biblioteca. Esta vasta obra titulada Catálogo de autores eminentes en diversas
disciplinas abarcaba unos 120 rollos de papiro. En su obra, Calímaco dedicó seis
secciones a poesía y cinco a obras en prosa; sus categorías incluían épica, tragedia,
comedia, obras históricas, obras de medicina, retórica y leyes, además de otras
misceláneas. |
El Museo
La institución hermana de la biblioteca, adyacente, pero de administración
independiente, fue el museo. El museo era en verdad una escuela de filosofía a la
manera clásica, en la cual sus miembros podían dedicarse a sus estudios “alejados del
mundanal ruido.” La institución fue dedicada al culto de las Musas que inspiraron su
nombre y espíritu y encabezada por un sacerdote nombrado por el rey.
Este aspecto subraya la concepción religiosa de la investigación científica e intelectual,
tal como se practicó en Alejandría, al menos en algunos círculos, hasta fines del siglo
IV d. C. Es probable que hasta un centenar de eruditos viviese en el museo, incluido
dentro del complejo del palacio real, al igual que la biblioteca. El museo incluía un
paseo (peripatos), un altar a las Musas, residencias para los residentes y visitantes
ilustres, un refectorio para las comidas en común, teatro, salas de clases, zoológico para
el estudio de la flora y la fauna, parque, y otras dependencias apropiadas.
¿Se perdió completamente el contenido de la Biblioteca de Alejandría?
Durante las guerras civiles en las cuales Julio César toma el partido de Cleopatra,
abrumado por la superioridad numérica de la flota de Ptolomeo XIII, hermano menor de
Cleopatra, Julio César decide emplear una estrategia arriesgada. Prende fuego a algunos
barcos que se propaga a la flota enemiga, con lo cual consigue inclinar la suerte a su
favor. Desgraciadamente, el fuego se expande a la ciudad y entre sus víctimas se cuenta
la preciada biblioteca de los recintos reales.
Plutarco y Séneca en el siglo I d.C. y Amiliano Marcelino en el siglo IV testimoniarían
acerca de esta irreparable pérdida.
Sin embargo, no debemos olvidar que existía una segunda biblioteca, más pequeña, pero
no por ello menos importante en su contenido, en los recintos de Serapis en el barrio
egipcio. Al menos sabemos que la tradición de excelencia intelectual alejandrina no se
perdió con la destrucción de una parte importante de la biblioteca original. Por otra
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parte, las bibliotecas de Alejandría se vieron enriquecidas por el magnífico presente que
le ofreciese Marco Antonio a Cleopatra, tal vez como compensación por la destrucción
accidental causada bajo Julio César; 200,000 papiros de la biblioteca de Pérgamo.
La segunda gran pérdida del legado literario de la antigüedad se produce en el 391 d.C.
con la destrucción criminal del Serapeo por las hordas bárbaras de Teófilo, apoyado por
un decreto del emperador romano Teodosio.
Pese a estas tragedias históricas se justifica el preguntar s1 se perdió todo el contenido
de las bibliotecas alejandrinas. H.P. Blavatsky nos ofrece un interesante comentario al
respecto en su monumental obra Isis sin Velo.
Existen extrañas tradiciones en varias partes del oriente - en el Monte Athos y
en el Desierto de Nitria, por ejemplo - entre ciertos monjes y Rabinos eruditos
de Palestina, quienes pasan sus vidas comentando el Talmud. Dicen éstos que
no todos los rollos y manuscritos, que la historia dice fueron quemados por
César, por la chusma cristiana en el 389, y por el general Arabe Amru, fueron
destruidos como se cree comúnmente. Y la historia que cuentan es la siguiente:
durante la época de lucha por el trono entre Cleopatra y su hermano Dionisio
Ptolomeo, el Bruchion, que contenía más de setecientos mil rollos, todos
encuadernados en madera y pergamino incombustible, se encontraba en
reparaciones, y una gran parte de los manuscritos originales, considerados
entre los más preciados, y de los cuales no existían copias, fueron guardados en
la casa de uno de los bibliotecarios. Como el fuego que consumió el resto fue
resultado de un accidente, no se habían tomado precauciones oportunamente.
Pero agregan que varias horas pasaron entre el incendio de la flota bajo las
órdenes de César, y el momento en que los primeros edificios situados cerca del
puerto a su vez cogieron fuego; y que todos los bibliotecarios, ayudados por
cientos de esclavos que trabajaban en el museo, lograron salvar los rollos más
preciados. Tan perfecto y sólido era el material de pergamino, que aunque en
algunos rollos las páginas internas y el encuadernamiento de madera fueron
reducidos a cenizas, en otros el pergamino sobrevivió intacto. Estos se
encontraban todos escritos en griego, latín, o dialecto caldeo siríaco, por un
joven erudito llamado Theodas, uno de los escribas que trabajaban en el museo.
Se dice que uno de estos manuscritos ha sido preservado en un convento griego
hasta el día de hoy; y la persona que nos narró esta tradición lo vio con sus
propios ojos. Dijo también que muchos más lo verían y aprenderían donde
buscar documentos importantes una vez que cierta profecía se cumpliese;
agregando que la mayor parte de estas obras podían ser encontradas en la
Tartaria y en India. El monje nos mostró una copia del original, que,
naturalmente, sólo pudimos leer pobremente, puesto que nuestra erudición en el
área de las lenguas muertas es limitada. Pero nos impresionó tanto la vivida y
pintoresca traducción del santo padre, que recordamos perfectamente algunos
curiosos párrafos, que decían, en la medida en que podemos recordarlos:
“Cuando la Reina del Sol (Cleopatra) fue llevada de vuelta a la ciudad
semidestruida, luego que el fuego había devorado la Gloria del Mundo; y
cuando vio la montaña de libros - o rollos – cubriendo las gradas
semidestruidas de la estrada; y cuando se dio cuenta que el interior había
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desaparecido y sólo quedaban las cubiertas indestructibles, lloró de furia, y
maldijo la estrechez de sus padres que habían escatimado el costo del
pergamino real para el interior y exterior de los preciosos rollos.” Nuestro
autor, Theodas, también se permite una broma a costa de la reina por creer que
casi toda la biblioteca había sido consumida por las llamas; cuando, en verdad,
cientos y miles de los más importantes libros se hallaban a salvo en su propia
casa y en aquellas de otros escribas, bibliotecarios, estudiantes y filósofos.
(H.P.B., 11, 27-28).
Epilogo: el sueño continúa
La caída del mundo clásico sume a occidente en un profundo sueño de casi un milenio
de duración. Durante el renacimiento, precedido por nobles esfuerzos de órdenes como
las de los templarios, nos reencontramos con nuevos ejemplos del espíritu que impulsó
al auge de Alejandría y de su célebre biblioteca, la gloria del mundo.
Hacia el 1460 un manuscrito griego fue traído a Florencia desde Macedonia a Cosme de
Medici, quien había invertido notables esfuerzos y recursos en la recolección de textos
antiguos. El manuscrito contenía catorce de los tratados del Corpus Hermeticum.
Anteriormente, Cosme había logrado recuperar originales griegos de las obras de
Platón. Se le presentaba entonces un dilema al anciano Cosme, a quien le quedaba poca
vida. Debía encargar al brillante Marsilio Ficino, educado especialmente para este
propósito, la traducción de Hermes o de Platón.”
En 1463 Cosme instruye a Ficino que comience con la traducción de los textos
herméticos, que éste completa en pocos meses, antes de la muerte de Cosme en 1464.
Luego habría de proceder con la traducción de los libros de Platón y también de Plotino.
Cerramos esta breve introducción al sueño de Alejandría rindiendo homenaje al noble
Cosme y a Marsilio Ficino, cuyo esfuerzo habría de permitir que se manifestase una vez
más el sueño de Alejandría a través del movimiento histórico que conocemos como
Renacimiento Italiano.
VINO VIEJO EN NUEVOS ODRES!
Bibliografía
H.P. Blavatsky Isis Unveiled. Vol II: Theology. The Theosophy Company. Los
Angeles, CA: 1968
Luciano Cantfora The Vanished Library: a Wonder of the Ancient World. University of
California Press. Berkely, CA: 1990
Mostaía El-Abbadi The Life and Fate of the Ancient Library of Alexandria. UNESCOUNDP. Paris, France: 1990
Edward Alexander Parsons The Alexandrian Library: Glory of the Hellen1c World. The
Elvesier Press. New York, N.Y.: 1952
Frances A. Yates Giordano Bruno and the Hermetic Tradition. Vintage Books. New
York, N.Y.: 1969
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