El Arte de Mirar Perseo Benvenuto Cellini Loggia dei Lanzi, Piazza della Signoria, Florencia, 1545-1554. A pesar de su fragilidad, el arte suele ser más duradero que los gobiernos que lo patrocinan. Si esta constatación ha causado buena parte de la iconoclastia contemporánea, Cosme I de Medici encontró en ella, en cambio, la forma de neutralizar los significados de las esculturas de la plaza de la Signoria de Florencia. Esta es la historia del «Perseo», de Benvenuto Cellini, y de cómo una discusión política puede transformarse en una competencia artística. POR SANDRA ACCATINO 14 I La Panera Vista del «David», el «Hércules» y el «Perseo», desde la logia de la Plaza de la Signoria. afp E s d i f í c i l pa r a q u i e n v i s i ta la Piazza della Signoria detenerse a admirar las esculturas que hace más de cuatro siglos se encuentran en ella. El flujo de turistas regula hoy los tiempos y los lugares de la observación. En el siglo XVI, en cambio, la mirada de los florentinos que se reunían en ella era tan afilada como sus críticas. Así lo deja entrever el escritor Vincenzo Borghini (1515-1580), quien advertía a un amigo sobre el “buen ojo y mala lengua” de sus conciudadanos. Enclavadas en el centro de Florencia, estas esculturas son vestigios de los cambios políticos de la ciudad y, al mismo tiempo, figuras ejemplares de la violenta muerte que esperaba a los detractores de sus gobiernos. Cuando los Médici fueron expulsados en 1494 y se instauró la República, la «Judith decapitando a Holofernes», de Donatello (13861466), fue tomada desde su palacio y colocada frente a la puerta principal del antiguo edificio. Diez años más tarde, el inmenso «David» de mármol de Miguel Ángel (1475-1564), realizado para la Catedral, ocupó el lugar en el que aún hoy encontramos su copia y desplazó a la Judith al interior de la logia ubicada a un costado de la plaza. Ambos personajes bíblicos simbolizaron, para los florentinos, la libertad alcanzada por la ciudad tras la expulsión de los Médici y la fuerza de la joven República. Cuando los Médici volvieron al poder, ambas esculturas recordaban a la ciudad la perdida libertad republicana y las nuevas obras que instalaron en la plaza –como el «Hércules venciendo a Caco», de Baccio Bandinelli (1493-1560)– fueron interpretadas como imágenes de su arrogante dominación. Por esta razón, al ascender Cosme I de Médici (1519-1574) al poder, quiso volver irrelevante el Donatello, «Judith y Holofernes», 1455-60, bronce, 236 cm, Palazzo Vecchio, Florencia. sentido político que poseían la plaza y sus estatuas a través de un sutil juego estético. Encargó entonces la escultura del «Perseo» a Benvenuto Cellini (1500-1571) y la instaló bajo la logia, muy cerca de la Judith y justo frente a Hércules y a David. El tema elegido, Perseo sosteniendo la cabeza decapitada de Medusa, emulaba y superaba en Benvenuto Cellini, «Perseo», 1545-54, prodigio las decapitaciones que hicieron célebres a Judith y David. Celebrada por detractores 3.20 metros, y partidarios de los Médici, el «Perseo» fue visto bronce, Loggia dei Lanzi, Florencia. como un refinado ejercicio de reflexión e imitación de la vecina escultura de Donatello, también ella de bronce. La lejana frialdad de la Judith y la forma en que la vida parece aún no haber abandonado del todo el cuerpo de Holofernes, reaparecen en el Perseo y en la Gorgona, mientras que la impresionante cantidad de detalles en las serpientes que conforman su cabello, la sangre que fluye desde su cuello y su cabeza, las dificultades que imponía el vaciado en bronce, volvieron aún más explícita la maestría técnica y artística de su ejecución. Vistas desde el interior de la logia, las imponentes esculturas de mármol de Miguel Ángel y Bandinelli parecen mirar al «Perseo». Un juego todavía más sutil entre las esculturas de la plaza fue apreciado por los agudos florentinos. En Italia, durante el siglo XVI, el mito de Medusa, que poseía la cualidad de convertir en piedra a quien la mirara, sirvió a los poetas para alabar a las esculturas que por su belleza parecían absorber la vida de sus espectadores, convirtiéndolos en pétreas estatuas. Cuando la obra de Cellini fue colocada en la logia, los poetas que la ensalzaron advirtieron que tanto el «Hércules» como el «David» parecían dirigir sus miradas hacia el «Perseo» que, mostrándoles la cabeza de la Gorgona, los había, con su artificio y belleza, convertido primero en espectadores y luego, en inmóviles piedras. Sandra Accatino es académica del departamento de Arte de la Universidad Alberto Hurtado. Ha publicado diversos capítulos de libros, artículos y ensayos sobre pintura europea, arte de la memoria, coleccionismo y artistas chilenos contemporáneos.